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PRIMERA EVALUACIÓN DE XIF-S04

ESTUDIANTE: VIVIANA CORTÉS ARAYA


DNI: 95.446.375
CARRERA: LETRAS
29/10/2021

1. ¿Qué importancia tienen las preguntas para la filosofía?

Hemos escuchado hablar, en muchas ocasiones, que la filosofía es esa disciplina que
se pregunta por el ser, por el hombre, por el tiempo, por el sentido de que hay algo en
lugar de la nada. Lo interesante de la frase es siempre el “se pregunta”.
Etimológicamente podríamos decir que preguntar tiene relación con los verbos retrasar,
demorar, dudar, vacilar. Entonces, si afirmamos que la filosofía a través de sus
preguntas enciende la inquietud es porque hay algo que se retrasa, que nos hace
dudar, que vacila en la respuesta. En este sentido, Salerno menciona que la filosofía
“interroga por encima o por debajo de lo que apenas se enuncia.” Lo interesante es
observar que preguntar no deriva necesariamente en responder sino en plantear un
problema. Los problemas filosóficos son cuestionamientos e interrogaciones. Sabemos,
también, que la filosofía desde su raíz etimológica es la aspiración a un saber y no la
obtención de él. Desde esta perspectiva, se afirma que la filosofía es estar en camino –
estar en un tiempo otro, en una meditatio mortis– para sostener que “aquello que en
verdad importa es la pregunta” o, en todo caso, la sospecha. Entonces, si lo que
importa es la pregunta, podríamos preguntarnos, muy válidamente, en qué lugar
quedan las respuestas. Bien, en este caso, tendríamos que hablar de una suerte de
historia en el repertorio de las respuestas filosóficas. Salerno señala que “puede
decirse incluso que la filosofía no resuelve nada; pero no para dejar todo como está
sino para complicarlo”. Podríamos concluir que la importancia que tienen las preguntas
en la filosofía es que si bien no se resuelve nada con ellas, tal como lo diría Foucault,
se deviene distinto de lo que se es.

2. ¿Por qué, de acuerdo a Descartes, son necesarias unas máximas de “moral


provisional”?

Descartes para referirse a la “moral provisional” recurre a una metáfora arquitectónica.


Explica que no basta deshacerse de los cimientos o trazar el plano de la nueva
construcción sino que se requiere “de alguna otra habitación en donde pasar
cómodamente el tiempo que dure el trabajo”. En este sentido, Descartes insiste en
crear una moral provisional y explica algunas máximas para alcanzarla. La primera de
ellas es “seguir las leyes y las costumbres del propio país”. En este punto, lo
interesante es ver cómo le da importancia a las costumbres de “aquellos con quienes
tendría que vivir”. La segunda está relacionada a las acciones y afirma que hay que ser
con ellas “firme y resuelto”. Vuelve a utilizar la metáfora –esta vez la de un caminante
en el bosque– en donde se debe caminar lo más rectamente posible a pesar de las
pérdidas o extravíos ya que si no se llega a donde en un principio se debería ir por lo
menos se llega a otra parte. La tercera máxima es “vencerme a mí mismo antes que a
la fortuna”. En este sentido, Descartes rescata el papel de los pensamientos y afirma
que no hay nada que esté más bajo nuestro poder que nuestros propios pensamientos.
Es precisamente allí en donde se debe vencer el ser. Con estas máximas, Descartes
señala que es necesario una moral provisional para cultivar la razón y adelantarse al
conocimiento de la verdad. También para actuar de la mejor manera posible cuando no
sabemos todavía qué es lo correcto. Entonces, –y volviendo a la primera metáfora–, no
es solamente destruir o reconstruir sino situarse adecuadamente en el proceso que
hace no permanecer irresoluto en las acciones.

3. ¿Qué significa y de dónde deriva el imperativo conocido como “del fin en sí mismo”
de Kant?

En primer lugar, podríamos decir que el imperativo kantiano conocido como “del fin en
sí mismo deriva de una extensa reflexión en torno al fin y al medio. En su libro
Fundamentación de la metafísica, el filósofo menciona que si hay algo cuya existencia
posee un valor en sí mismo hay entonces un imperativo categórico o, en otras
palabras, una ley práctica. Hasta acá solo tenemos nociones abstractas, no obstante,
desarrolla que el hombre o, más bien, todo ser racional existe porque se constituye
como un fin en sí mismo y no solamente como medio, es decir, como “fundamento de
la posibilidad de la acción”. A su vez, este ser racional debe ser considerado también
como fin en todas sus acciones no solamente a sí mismo sino también a los otros
hombres. Ahora bien, Kant distingue entre fines subjetivos y fines objetivos. Los
primeros tienen valor por lo que hacemos y los segundos son los que nos permiten
hallar valores absolutos porque precisamente su existencia es el fin en sí misma. Por lo
anterior se deduce que el principio de la propia razón son los fines objetivos, es decir,
los fines que giran en sí mismos. Otro punto interesante a rescatar es la ley práctica
universal que establece que el imperativo categórico gira siempre en torno de la
voluntad humana, es decir, debe ser universalmente legisladora con respecto a los
otros seres racionales. En este sentido, podríamos decir que toda persona nunca es un
instrumento o medio para obtener algún fin, de lo contrario, tendríamos que hablar de
acciones in-morales que se encuentran alejadas de los valores absolutos. En
resumidas cuentas, –y siguiendo el imperativo kantiano– deberíamos, desde este
posicionamiento moral y filosófico: obrar de tal modo que permita utilizar a la
humanidad tanto como nuestra persona como en otra siempre como un fin y no como
un medio.

4. Explique qué quiere decir que, para Hegel, la autoconciencia sea movimiento.

El tema de la autoconciencia en Hegel se puede abordad desde la morfología de la


palabra: auto-conciencia. Esta doble naturaleza que tiene la palabra es la que nos hace
comprender que la conciencia se puede re-conocer en y para sí misma. Este fenómeno
de reconocimiento y diferenciación hace que la autoconciencia sea movimiento. Desde
esta perspectiva, podríamos decir que el movimiento tienen a ser infinito en el sentido
que la autoconciencia se ha “perdido en sí misma” pero a la vez se re-conoce como sí,
o más bien, como otro. Por esta razón Hegel sostiene que “el movimiento es, por tanto,
sencillamente el movimiento duplicado de ambas autoconciencias”. Entonces, si existe
ese movimiento, ese desdoblamiento de la conciencia es porque ella misma es capaz
de auto-percibirse, de ser producto y resultado a la vez. Lo interesante del planteo
hegeliano es que para que la autoconciencia logre percibirse debe salir de sí misma,
debe ponerse en movimiento “aquello que estando en sí, decide a salir de sí y a
retornar en sí porque justamente es ella misma. Salerno utiliza una bella metáfora
cuando dice que “la autoconciencia “ese esa herida, esa grieta”, añadiríamos que es
ese proceso curativo de la conciencia que se pone en camino, en movimiento a pesar
de las dolorosas experiencias para alcanzar el saber. Para concluir, podríamos decir
que el hombre está siempre en proceso, siempre en devenir, siempre en presente
continuo, nunca in-acabado: “yo soy continuamente otro que yo mismo”. La
autoconciencia, para concluir, se reconoce como reconociéndose mutuamente porque
siempre está en movimiento desde su misma diferencia.

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