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Pinto,
I segreti…, 156-162
1) El temor de Dios, la Sabiduría y la Ley
“Toda sabiduría viene del Señor, y está con él por siempre” (Sir 1,1). Esta afirmación,
llena de fe, sirve de título para la obra entera en la que se alterna referencias a la
sabiduría con la “s” en minúscula con la personificación de la Sabiduría: ella es un don
divino y sólo disponiéndose a tal lógica se puede llegar a acogerla. 1
2) La educación
En 50,27 se lee: “Doctrina de ciencia e inteligencia ha condensado en este libro Jesús,
hijo de Sirá, Eleazar, de Jerusalén, que de su corazón derramó sabiduría a raudales”. La
doctrina (παιδεία), en griego paideía, sintetiza el alcance y el valor del libro entero cuya
intención explícita es pedagógica, tal y como viene dicho en el prólogo.
3. El hombre
La visión antropológica del Sirácida se inspira en la narración del libro del Génesis. En
Sir 16,24-17,14, después de haber hablado de las criaturas, el autor afirma la relación
directa del hombre con la tierra (cf. Gn 2,7; 3,19). Siguiendo la estela de otros textos
(Sal 8,5; 144,3; Jb 7,17) se hace preguntas antropológicas fundamentales: ¿qué es el
hombre? ¿cuál es su bien y cuál es su mal? Interrogantes que quedan abiertos, o mejor
empiezan a entenderse en relación a la grandeza de Dios que considera al hombre, por
cuanto pequeño e insignificante en relación al universo, el destinatario privilegiado de
su misericordia.
Pero en Ben Sira se asiste también a la superación de una idea del AT según la cual
Dios sería el proveedor tanto del bien como del mal (cf. Jb 2,10). Delante a estas
consideraciones, el Sirácida profundiza sobre la teodicea proponiendo con fuerza el
principio de la libertad individual: el hombre ha sido creado libre de rechazar el mal,
realidad que Dios mismo odia y que conduce a la muerte (Sir 15,11-20).
Sin embargo, la oración no está separada de la vida, sino que exige un enraizamiento
en la moral: es escuchada cuando está unida al respeto de los padres (3,5) y a las
peticiones del pobre del cual Dios escucha siempre la voz (4,6; 21,5). La oración, por 3
tanto, va unida a la caridad ofrecida con fidelidad y constancia (7,9-10). Esta actitud de
coherencia invita a Dios a ejercer su misericordia con nosotros: “Perdona la ofensa a tu
prójimo, y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados” (Sir 28,2). Dios ofrece así
su misericordia porque la oración del indigente atraviesa las nubes alcanzando
directamente su corazón (36,16-21). Reza quien está en el sufrimiento, según uno de
los bastiones de la fe tradicional: existe una conexión entre enfermedad y pecado, y
por esto rezar al Señor significa invocar el perdón y la consecuente curación (38,9);
reza, además, también el médico para que pueda realizar un diagnóstico correcto
(38,14).
5) La tradición
Ben Sira se describe a sí mismo como un torrente que deja pasar la gracia para irrigar a
los otros y que – mientras canaliza sus adquisiciones sobre la Sabiduría (entendida ya
como equipaje propio de la experiencia, ya como “persona”) – acrecienta el
conocimiento personal convirtiéndose en un verdadero y propio mar de doctrina,
fundada en la tradición de fe de los padres y en el testimonio personal del maestro
(24,30-34). El don (la tradición) y la búsqueda personal se expresan en este nuevo
camino a través del cual se comunica la voluntad divina.
El papel del sabio permite, de este modo, afrontar las dificultades personales y
culturales, sostenidas bajo una guía segura y luminosa: “el ejemplo emblemático del
pasado viene actualizado en la experiencia viva y cercana del presente; fidelidad al
Dios de Israel no es el equivalente a una mentalidad cerrada y miedosa de frente a las
nuevas corrientes helenísticas que se están infiltrando en las instituciones judaicas;
concretamente, buscar la sabiduría es aferrarse al Señor con una apertura serena y
equilibrada sin prejuicios. Y esto, ni más ni menos, es el programa de Ben Sira” (N.
Calduch).
6) La mujer
La mujer encuentra a menudo espacio en las reflexiones del Sirácida (23,16-17; 25,1- 4
26,28; 41,14-42,14), revelando su sustancial misoginia cuyo último fundamento está
en la Biblia: “Por la mujer empezó el pecado, y por su culpa todos morimos” (Sir 25,24).
La visión machista de la mujer transpira también por el modo con el que es descrita: en
26,2 es llamada “valerosa”, literalmente “viril” (ἀνδρεία). El sabio parece describir la
mujer en relación a su semejanza o diferencia respecto al hombre.