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CENTRO DE ESTUDIOS TEOLÓGICOS

La Iglesia en
oración
Introducción a la liturgia
Recensión de la parte II: la Eucaristía

Curso 5º
Alumno: Luis María Jiménez de Cisneros Ortiz
1. Introducción
En esta recensión vamos a resumir las ideas principales de la segunda
parte de la obra La Iglesia en oración, de AIMÉ GEORGES MARTIMORT.
Concretamente vamos a abordar el estudio que trata sobre la historia de la
Eucaristía (desde la página 307 hasta la 537).
En cada una de las partes vamos a resaltar de forma escueta los aspectos
más importantes junto con los que nos han llamado más la atención.

2. Sección primera: la Eucaristía antes de los libros


litúrgicos

1.1. De la cena a la misa

En este apartado lo primero que hay que señalar es que la misa nace de la
tradición de la cena judía, pero por su peculiaridad ya desde el inicio se
separará de esta y adquirirá identidad propia. Aun así heredará elementos
fundamentales de la misma, y sin embargo otros aspectos que eran
importantes en el rito judío pasarán a segundo plano (la bendición de la
copa, por ejemplo, que era la parte esencial).
La estructura primera mínima constaba de cuatro elementos esenciales:
presentación de los dones, plegaria, fracción del pan, y la comunión. Esta
estructura se mantendrá y se irá enriqueciendo (liturgia de la Palabra,
ósculo de la paz, plegaria universal, colecta) fijando así el “esqueleto” de la
celebración tal como nos ha llegado hasta hoy.
En esto queremos destacar que nos ha llamado la atención cómo el
pasaje de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35) tiene un gran
paralelismo con la celebración de la Eucaristía: la escucha y explicación de
la Palabra de Dios (diálogo entre Jesús con los discípulos) precede y
prepara para entender el misterio que luego se celebra (la cena).

1.2. De la bendición judía a la plegaria eucarística

La plegaria eucarística encuentra su origen en las bendiciones judías, que


se componían de dos partes: berakah (bendición o acción de gracias) y
tefillah (súplica). El término eucaristía tiene su origen en el griego, que
significaba acción de gracias, y la tradición cristiana le irá enriqueciendo su
significado. Con el tiempo, señalará una parte importante de la plegaria, y
terminará designando a la celebración entera.
La Tradición Apostólica de Hipólito recoge una de las plegarias (sustrato
de la actual plegaria II del Misal Romano), que junto a la Anáfora de
Adday y Mari de origen sirio (sustrato de la actual plegaria III del Misal
Romano) forman los testimonios más antiguos de las mismas.

1.3. De la casa a la basílica

Las primeras celebraciones se hacían en casas, recordando cómo lo había


hecho Jesús pero también por diversos motivos (diferenciarse de los
judíos, etc). Otras celebraciones de la asamblea eran las eucaristías que se
hacían en los cementerios, generalmente al cumplir el año de la muerte de
algún familiar.
Con la proclamación del edicto de Milán (313) y el de Tesalónica (381),
las asambleas requerían de nuevos espacios celebrativos. Los antiguos
templos paganos estaban muy compartimentados y tenían una clara
referencia a divinidades, por lo que eran difíciles de transformar. Se
recurrirá a las basílicas romanas, que eran amplias, rectangulares. La zona
para administrar justicia se reformará rápidamente y se adaptará al uso
litúrgico, permitiendo una amplia asistencia de fieles.

2. Sección segunda: creación de los formularios y la


organización de los ritos desde el siglo IV hasta el
VIII
A modo de introducción, destacar que las diferentes plegarias y
oraciones se irán poniendo por escrito (libelli) y repartiendo a otros lugares.
Con el tiempo se recompilarán y formarán los libros litúrgicos.
Por otro lado estarán los Ordos, libros que especificaban las normas
litúrgicas de las celebraciones. Además se diferenciaban las misas
gregorianas (del papa) y las gelasianas (para el resto de presbíteros).
El Concilio Vaticano II recuperará la misa estacional, con origen de esta
época: el obispo, con todos los sacerdotes, diáconos, y todo el pueblo local
congregado.
2.1. Ritos de entrada

Desde esta época tenemos la procesión de entrada y el saludo inicial.


Más tarde surge en la tradición romana el canto de entrada, que ayudaba a
introducirnos en el misterio que se celebraba y estaba en consonancia con
el tiempo litúrgico del momento. El kyrie es una súplica a Dios, aparece el
gloria (himno del NT en Navidad) y la oración colecta.
En la liturgia de Occidente destacan la tradición ambrosiana (donde el
canto de entrada era con antífonas) y la Galia e Hispania (con sus variantes
del Nunc Dimitis y el Benedictus).

2.2. Liturgia de la Palabra

Al inicio era una lectura continuada (como en las sinagogas), pero luego
se fue intercalando por las necesidades del año litúrgico. Se empezaba con
el AT y se acababa con el Evangelio.
Ya en el siglo III aparece el cargo de lector, y el número variaba según la
zona, entre 1 y hasta 4 lecturas. También desde esta época antigua hay
constancia del canto del salmo por parte de toda la asamblea.
El aleluya tiene su origen oriental, y aparece más tarde en occidente. El
evangelio era proclamado por un diácono, precedido de una devota
procesión y escuchado en un silencio riguroso.
Sobre la selección de los textos litúrgicos, existen muchas variantes pero
con elementos constantes que se repiten (Jn y Hch en Pascua, etc.). La
homilía era sobre la celebración y siempre con un tono coloquial, como se
reflejan en los escritos que nos han llegado. Sin embargo ya con
Carlomagno empezará a caer en desuso.

2.3. Oración universal

Es aquí cuando se despedía a los catecúmenos, antes de empezar la


plegaria eucarística. Las respuestas de la asamblea son variadas según la
tradición: en oriente, con el Señor ten piedad; en África Amén; en Roma,
diez preces largas (las que tenemos actualmente el viernes santo); en la
Galia se sospecha que tenían una letanía diaconal.
La teología de fondo de la oración universal es clara: después de que
Dios nos hable por medio de su Palabra, ahora los hombres hablan a Dios
porque Él quiere escucharlos.

2.4. Preparación de los dones

El pan y el vino provenían de la comunidad, eran elaborados por ellos.


En occidente san Agustín saca una explicación teológica, al afirmar que en
la procesión de las ofrendas Cristo recibe de nosotros la humanidad y Él
nos da la divinidad (procesión de la comunión). Oriente no le da tanta
importancia al acto. Ya en esta época en la plegaria se mencionaba en la
petición por los vivos a las personas que habían aportado las ofrendas.
Las ofrendas iban acompañadas de grandes regalos, para atender a los
pobres, y eran ofrecidos en especie. Se ponían alrededor del altar, pero ante
la abundancia de lo ofrecido la gente caía en confusión (entre la comida
que se consagra y la que no), y se dedicidió sustituirlo por la recaudación
de dinero, para que se diferenciara claramente de la comunión.

2.5. Plegaria eucarística

Destaca el elemento de gran creatividad. Vemos que la tradición oriental


tiene más inquietud por instruir o catequizar a la asamblea, y va
acompañada de numerosos comentarios. La designación que se le da varía
también según el lugar: oblación (Grecia y Siria), sacrificio (tradición
visigótica), inmolatio (Galia), canon (Roma). Será esta última la que
termine imponiéndose.
Empieza la plegaria con un diálogo introductorio, con una invitación y
petición de disposición interior seguido de una acción de gracias. El
sanctus tardó en aparecer, se fue introduciendo en las misas festivas y
luego se fue extendiendo al resto.
Sobre el relato de la institución, el memorial y la ofrenda, cabe señalar
que en parte proviene de un relato independiente a los evangelios.
Pertenece así a una tradición propia cuyo origen es desconocido. La
invocación pidiendo frutos sobre los comulgantes tiene origen en la
petición de la intervención divina sobre las ofrendas.
Las plegarias de intercesión no son de las más antiguas, más bien
aparecen con posterioridad como el sanctus pero también se introducen con
facilidad. La doxología final señala la acción de gracias y siempre posee la
fórmula trinitaria. El Amén de los fieles al final adquiere el carácter de
comunión y de invitación a la participación.

2.6. Comunión

El padrenuestro aparece en el s. IV metido en la misa, existiendo


diferentes tradiciones si es en secreto o lo reza la asamblea entera. Los
santos padres lo consideraban una preparación oportuna para que los fieles
se acercasen a la comunión.
En la fracción del pan, destaca la introducción del agnus ya en el siglo
VII. Existen varias interpretaciones sobre la introducción de un trozo de
pan en el cáliz: unidad cuerpo y sangre de Cristo, comunión con el papa,
resto de comunión de enfermos (endurecido después de una semana, se
echaba en la sangre para ablandarlo), presentación de Cristo unido en
cuerpo y sangre como señal de que está vivo (la separación significaba la
muerte).
El beso de la paz antes de la comunión significaba el mutuo acuerdo
sobre lo que ha ocurrido (la consagración). Este significado estaba presente
en aquellas tradiciones que no se rezaba el padrenuestro.
La contestación Tú solo eres santo, tú… aparece en algunos ambientes
donde se perseguía la herejía, era una forma de probar la fe de los fieles en
Cristo. En ocasiones se despedía una parte de la asamblea que no iba a
comulgar.
En el rito de comunión, destaca la contestación del Amén para confesar
la fe del creyente, y beber la copa indicaba la participación escatológica. El
orden en la comunión (sacerdotes y luego fieles) reflejaba de forma visible
el orden jerárquico. Un canto apropiado acompañaba al rito.
En la conclusión, existían cantos propios para acompañar la reserva. La
oración conclusiva imploraba que acontecieran los efectos del sacramento
recibido en la vida de los fieles. El diácono despide a la asamblea, y nunca
existían cantos de salida.
3. Sección tercera: evolución y adaptaciones de la misa
desde el siglo VIII hasta el Concilio Vaticano II

3.1. La misa en la Edad Media, nuevas perspectivas

La expansión de la misa romana en la Galia encuentra su causa en el


imperio de Carlomagno, y en Hispania gracias a Cluny y Gregorio VII, que
incluso intentó suprimir la liturgia hispano-mozárabe pero al final no pudo
hacerlo.
En la misa romano-franca (s.IX-X) aparece el antifonario gregoriano,
surgen y se multiplican las oraciones secretas, se introduce el credo con el
filioque, se impone el pan ácimo, la costumbre de rezar el canon en secreto,
se adapta el canon (introduciéndose la mención a los difuntos), y además se
obliga a recibir la comunión en la boca (y luego de ahí surgirá el recibirla
de rodillas).
Con la devoción medieval aparecen las misas privadas en torno al 1200.
En esta época por primera vez se contemplan casos en los que el presidente
es el que lee las lecturas. Se introduce la elevación del pan en el rito,
disminuyen las comuniones y desaparece la comunión del cáliz,
conduciendo todo al declive de la participación de los fieles.
También surgen en esta época los tratados didácticos con las numerosas
alegorías y las rúbricas, que variaban según el lugar de origen y la tradición
religiosa.
En Oriente destaca el iconostasio (ya casi en el siglo XIV), la
preparación de los dones al inicio de la celebración, la consagración es
cantada y se responde en varias ocasiones con el Amén, el Credo solo los
armenios lo dicen como nosotros. Existe la discusión de cuando acontece la
transustanciación, si en la epíclesis o en el relato de la institución, pero el
debate será atajado posteriormente y resuelto al afirmar que no es un
momento exacto sino la acción entera. Las alegorías en Oriente tendrán una
visión más cósmica, en la que el Espíritu Santo lo transforma todo (la
creación entera) con la ofrenda de los dones.

3.2. Orígenes medievales del Ordo missae de 1570

Destacan diferentes influencias y ritos que se van sucediendo a lo largo


de la celebración. Ya existían numerosas oraciones de preparación, para
revestirse, y el Introito. La lectura del evangelio en el ala norte de la nave
provenía de una costumbre que señalaba la necesidad de evangelización de
los pueblos bárbaros. Aparecen en esta época las secuencias antes del
evangelio en las principales festividades (Pentecostés, etc.) aunque el
Stabat Mater es una elaboración posterior del siglo XVIII, y sobre todo se
afianza la predicación a causa de las órdenes mendicantes y de
predicadores.
Sobre la liturgia eucarística, destacan las extensas oraciones secretas en
el ofertorio, durante la preparación de los dones. Se amplía y duplica-
triplica la incensación en este momento. El canon se rodea de un gran
silencio y solemnidad, apareciendo y afianzándose diversos gestos y signos
cargados de gran simbolismo, pero siempre quedó en voz alta la doxología.
En el padrenuestro, la oración libera varía entre decirla en secreto, en
voz alta, y la frecuencia. La paz se restringe a los sacerdotes, y en la
fracción del pan, como en ocasiones no había comunión de fieles, se adopta
la costumbre de que el sacerdote consuma todo lo fraccionado. Pero en el
siglo XIII, con la extensión de la devoción eucarística, se recupera en parte
la comunión de los fieles. Para responder a esta nueva situación, se
introduce un rito parecido al de la comunión de los enfermos, del que nos
ha quedado esencialmente el Cordero de Dios.
Sobre los ritos de conclusión, el ite missa est tenía un carácter festivo.
Así en algunos lugares se usaba otras fórmulas para Cuaresma, etc. La
lectura del prólogo de san Juan era algo privado que termina haciéndose en
público, proclamándose a los fieles.
Como conclusión de este punto, destacar que la orden franciscana
extendió y afianzó la versión papal, y fue la que Pío V se vio necesitado de
fijar ante la amenaza protestante, que ponía en duda numerosas cuestiones
y costumbres.

3.3. La celebración de la Eucaristía en Occidente desde el


concilio de Trento hasta el Concilio Vaticano II

El concilio de Trento abordó las cuestiones litúrgicas aunque dejó la


elaboración del nuevo misal a cargo del papa. Una de las cuestiones de
mayor discusión era la lengua que se usara en la liturgia. El concilio
decidió que se mantuviera el latín, pero recomendó las explicaciones y las
catequesis sobre la misa. Pero esta recomendación cayó en saco roto, ya
que el debate se centró en el uso de la lengua y el consejo del Concilio fue
olvidado rápidamente. Realmente el misal de Pío V fue novedoso y
reformador, ya que simplificaba numerosas fiestas y gestos, etc. Buscaba
fijar los ritos para dar estabilidad a la misa ante la diversidad de
tradiciones, pero no pretendía ser un absoluto.
El rubricismo y la especialización de la misa (entendida solo por el clero
y alejada de los fieles laicos) condujeron a la aparición y extensión de las
prácticas eucarísticas. La misa dominical se convirtió en muchos países de
tradición católica el evento vertebrador social del domingo, la liturgia era
rica y diferente respecto a las misas de diario. Respecto a esta últimas, ante
las prohibiciones de traducción de los textos litúrgicos, se extienden los
comentarios y catequesis que sin coincidir con los textos litúrgicos, de
forma habilidosa las composiciones y el contenido tenían gran similitud.
Así se extiende el uso de los comentarios y devocionarios.
Un caso particular es el de Francia, con los llamados misales
neogalicanos. Su origen no es un rescate de la antigua liturgia galicana,
sino el desarrollo de los círculos intelectuales franceses que elaboran
alternativas propias al romano. Pero dicha iniciativa termina
desapareciendo precisamente porque no caló en los fieles.
Las últimas reformas de este misal las llevan a cabo varios pontífices,
entre ellos:
- Pío X, con la comunión diaria y a muy temprana edad, y el deseo de
renovar la misa dominical que por falta de tiempo no se llevó a cabo.
- Pío XII destacó con la introducción de las llamadas “misas
dialogadas”, abriendo así a una reforma profunda de la liturgia.
- Juan XXIII estableció la mención a San José en el canon, y que las
lecturas las oyera el sacerdote.
- Pablo VI: publica el nuevo misal, con todos los cambios que
conllevó, principalmente el tema de la homilía, uso de la lengua
vernácula, mayor importancia a la liturgia de la palabra, la plegaria
universal, la oración sobre las ofrendas, recuperación del “Cuerpo de
Cristo – Amén” en la comunión, y la supresión del último evangelio
después de la comunión.
4. Sección cuarta: la celebración eucarística después
del Concilio Vaticano II

4.1. Ordo Missae de Pablo VI

El espíritu de la reforma insiste en la tradición ininterrumpida de la misa


al recordar el carácter sacrificial, la presencia real, etc. considera de gran
importancia la asamblea, ya que el sacerdocio está destinada a la misma,
por lo que en la celebración de la misa debe olvidar y abandonar gustos
propios y buscar siempre el bien de las almas. Sobre los ministros,
diferencia tres tipos: el lector, el cantor, y el sacerdote. Delimita a cada uno
claramente sus funciones y cometidos. Ante todo, se recuerda que en el
nuevo misal el retorno a las fuentes no es una obra de arqueología litúrgica,
ya que lo que se introduce es siempre buscando el bien de los fieles, no en
restaurar lo irrecuperable.
En los ritos de entrada, el canto que da comienzo debe siempre ser
adecuado ya que busca la unión de la asamblea, a la vez que acompaña a la
procesión y nos introduce en la contemplación de lo que se celebra. Se dan
varias normas y notas de la monición de entrada, no debe ser una homilía ni
un resumen de la biografía del santo de la memoria de ese día. La
preparación penitencial se amplía implicando notablemente a la asamblea.
El Gloria se recupera en su uso festivo dominical (no se canta en
Cuaresma, etc.). Solo se hace una oración colecta, que acaba siempre con
una conclusión trinitaria y el Amén de la asamblea.
La liturgia de la palabra se enriquece con los leccionarios (las lecturas se
sacan del misal). Aumentan los diálogos de la asamblea (respuestas a cada
lectura), solo hay dos oraciones secretas, el salmo es cantado, y el ministro
que proclama el Evangelio es el diácono, en caso de ausencia un
concelebrante, y en último término el presidente. Se remarca así el
sacerdocio universal de los fieles, como el que preside debe escuchar
también la Palabra de Dios. Con la aparición de los leccionarios se
consiguen introducir en la liturgia numerosos textos bíblicos que no
aparecían a lo largo del año litúrgico. Los evangelios se dividen en tres
ciclos (cada uno de los sinópticos) buscando una lectura continua, y el
evangelio de Juan aparece en todos los años litúrgicos y una parte en el
ciclo B con Marcos. Destaca que las lecturas del AT buscan la consonancia
con el evangelio que acompañan, renunciando a la lectura continua. La
segunda lectura está compuesta del resto de escritos del NT y queda
reservada en general a las solemnidades. Tienen su ritmo propio: cartas de
Juan y Pedro con el Apocalipsis para el tiempo pascual, el resto en el
tiempo ordinario. Las lecturas feriales buscan también adaptarse al
evangelio que se proclama cada día o el tiempo litúrgico (en Pascua se lee
Hechos de los Apóstoles). El resto de los leccionarios traen lecturas propias
pero salvo que sea por razones pastorales se pide siempre no interrumpir la
lectura continuada del ordinario. La liturgia de la palabra termina con la
oración de los fieles, cuyas peticiones siguen siempre un esqueleto mínimo:
por la Iglesia, gobiernos y bien de la tierra, por los que sufren, por la
comunidad local.
La liturgia eucarística destaca los matices que se le dan al ofertorio. Se
subraya que no tiene un carácter sacrificial, recomienda que la asamblea
haga la presentación de las ofrendas. Tiene tres secretas, y la oración
colecta ya no es en secreto, que va precedida con una invitación a la
oración. En la plegaria eucarística destaca la introducción de las nuevas
plegarias. La plegaria I deja de ser la única posibilidad, y cabe destacar que
las palabras de la consagración son idénticas en todas ellas. Aumenta el
número de prefacios, y las nuevas plegarias destacan por la epíclesis del
Espíritu Santo sobre los dones y la asamblea. Sobre la elección de las
plegarias, prima el bien espiritual de la comunidad.
El padrenuestro lo reza toda la asamblea, seguido del Líbranos Señor,
con una nota escatológica final. La paz vuelve a ser para todos, y se le da
una especial importancia a la fracción del pan, que va acompañada del
Cordero de Dios hasta que acabe el rito. Se recomienda un momento de
recogimiento antes de la comunión, se permite la comunión bajo las dos
especies y la posibilidad de ministros extraordinarios de la comunión. La
comunión puede ser en la boca o en la mano, y se recomienda un silencio
posterior a modo de recogimiento.

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