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Síntesis de los números 1113-1155 del Catecismo de la Iglesia Católica

Capítulo I. Artículo II: El misterio pascual en los sacramentos de la Iglesia

La vida litúrgica de la Iglesia está vertebrada por el Sacrificio Eucarístico y el resto de


los sacramentos, a saber, bautismo, confirmación y orden sacerdotal (Confieren un
carácter sacramental), penitencia, unción de los enfermos y matrimonio. Según nos dice
el Concilio de Trento; “Los sacramentos de la nueva ley… fueron todos instituidos por
nuestro Señor Jesucristo” Sesión séptima, Cánones de sacramentis in genere, canon 1.
Las Palabras y acciones de Jesús eran salvíficas, puesto que anticipaban la fuerza del
misterio pascual. Éstas anunciaban y preparaban lo que él daría a su Iglesia en el
cumplimiento.

Cristo envía a sus apóstoles a predicar con autoridad y confirma su obra con el envío del
Espíritu Santo. De este modo la Iglesia se convierte en sacramento de la acción de
Cristo y dispensadora de los misterios de Dios. Los sacramentos, a su vez, constituyen a
la Iglesia y ésta actúa en los sacramentos como comunidad sacerdotal orgánicamente
estructurada. El ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción litúrgica
con lo realizado por los apóstoles. El sacerdocio ministerial, al servicio del sacerdocio
bautismal, garantiza que en los sacramentos sea Cristo quién actúe por el Espíritu Santo
a favor de la Iglesia.

Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, la edificación


del cuerpo de Cristo y a dar el debido culto a Dios. Éstos suponen la fe, la fortalecen
y alimentan con la Palabra y la gracia del sacramento. Los sacramentos confieren la
gracia que significan. Son eficaces ex opere operato, por el hecho de que la acción es
realizada, porque en ellos es Cristo quien actúa. Por ello ningún rito debe ser
modificado por la voluntad del ministro. El número 1128 nos dice que “siempre que un
sacramento es celebrado conforme a la intención de la Iglesia, el poder de Cristo y de su
Espíritu actúa en él y por él, independientemente de la santidad personal del ministro”.

La Iglesia cree como ora (Lex orandi-Lex credendi), pues el Espíritu de adopción
deifica (2 P,1-4) a los fieles uniéndolos vitalmente al Hijo único, el salvador. Para los
creyentes los sacramentos de la nueva alianza son prendas de la vida futura, necesarios
para la salvación. La Iglesia celebra el misterio del Señor y participa ya en la vida
eterna “aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios y
salvador Jesucristo” (Tt 2, 13) hasta que “Dios sea todo en todos” (1 Cor 11, 26.15,28).

Según Santo Tomás de Aquino “el sacramento es un signo que rememora lo que
sucedió, es decir, la pasión de Cristo; es un signo que demuestra lo que se realiza en
nosotros en virtud de la pasión de Cristo, es decir, la gracia; y es un signo que anticipa,
es decir, que preanuncia la gloria venidera” (Summa theologiae 3, q.60, a.3)

Síntesis:

Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados
a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Cada rito realiza su
gracia. La Iglesia es comunidad sacerdotal estructurada. El Espíritu Santo prepara los
sacramentos que expresan la fe. El fruto de la vida sacramental es la vida en Cristo
Jesús y en la Iglesia.

Capítulo II. Artículo I: Celebrar la liturgia de la Iglesia

La liturgia es acción de Cristo total y participación en la liturgia del cielo tal como
describe el apocalipsis de San Juan. El trono sobre el que se encuentra el cordero
inmolado y de pie es alegoría de Cristo crucificado-resucitado y el río de agua que brota
del trono se identifica con el Espíritu. En esta visión toda la creación participa de la
recapitulación en Cristo.

Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia en las
que participa toda la comunidad. El Cuerpo de Cristo unido a su cabeza, es decir, el
pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos. La asamblea que
celebra es la comunidad de los bautizados consagrados como casa espiritual y
sacerdocio santo que ofrece a través de sus obras sacrificios espirituales. Esta es la
verdadera participación plena, consciente y activa.

En la presidencia de la Eucaristía el ministerio del obispo aparece en primer lugar y en


comunión con él los presbíteros y diáconos. Estos últimos han sido llamados por Dios y
por la Iglesia y solo después escogidos y consagrados por el sacramento del Orden para
actuar como representantes de Cristo cabeza para el servicio de todos los miembros de
la Iglesia. Según las tradiciones litúrgicas y las necesidades pastorales el catecismo
habla de los ministerios de acólitos, lectores, monitores y cantores. No sé yo si estos dos
últimos se pueden considerar ministerios como tales.

Puesto que el hombre expresa y percibe las realidades espirituales a través de signos y
símbolos, la celebración sacramental se vale de ellos, siguiendo una pedagogía divina
que emana del A.T y de la persona y obra de Jesucristo. En el A.T encontramos signos
de la alianza, signos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo como la
circunsición, la unción, la consagración o la imposición de manos que se convierten en
prefiguraciones de los sacramentos de la nueva alianza. En el N.T estos signos son
asumidos por Cristo para dar a conocer los misterios del Reino de Dios como las
curaciones, la predicación con gestos simbólicos. Sin embargo algunos son
trasformados dándoles un nuevo sentido o cambiándoselo; “se dijo…pero yo os digo”.

El número 1152 nos dice que “Desde Pentecostés, el Espíritu Santo realiza la
santificación a través de los signos sacramentales de su Iglesia…éstos cumplen los
tipos y las figuras de la Antigua Alianza, significan y realizan la salvación obrada por
Cristo y prefiguran y anticipan la gloria del cielo”.

Toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en


Cristo y en el Espíritu Santo. Consta a su vez de dos partes necesarias; la Palabra de
Dios y la respuesta de fe. Esto se debe significar en las celebraciones sacramentales con
gestos como la veneración al libro de la Palabra o las respuestas de la asamblea. Puesto
que la Palabra y la acción litúrgica realizan lo que significan el Espíritu Santo mediante
los sacramentos actualiza y comunica la obra del Padre realizada por el Hijo Amado
“hasta que se cumpla en el Reino de los cielos” (Cfr. Lc 22, 16)
09/10/2019

Jesús Espinar Valle

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