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Posibilidades de un espacio cultural: la literatura infantil y juvenil.

M. Leiza y M. Duarte.

Introducción
La literatura infantil argentina se ha constituido como un espacio cultural complejo
producto de tensiones y mestizajes que se asientan en las relaciones entre los adultos -que
detentan una gran porción de poder- frente al mundo de la niñez. El concepto de niñez puede
ser perturbador para cualquier adulto, tanto si se ve la niñez como “lapso de vida
irrecuperable” como si se la percibe desde la idealización, o como la etapa vital en la que se
forma a los futuros adultos… Lo cierto es que en la concepción de este estadio se entrecruzan
diferentes posturas y viven algunas de las ideas más persistentes que rigen en la sociedad.
Pero fuese cual fuere el concepto de niñez que la sociedad ha construido, subyace al mismo la
idea de literatura infantil, la idea de ciertas lecturas escritas exclusivamente “para los niños”.
Pero, ¿qué se quiere decir concretamente cuando se usa un sintagma compuesto -“literatura
infantil”- para designar tal producción cultural?; ¿por qué la literatura, en este caso, lleva
adherido el adjetivo que define a su destinatario empírico? Esto invita a replantearnos el
concepto de infancia como un concepto en permanente reformulación de parte de cada
generación y que tampoco es homogéneo al interior de la propia sociedad. Está claro que no
es lo mismo la infancia urbana de clase media que la infancia campesina; tampoco es
equiparable la infancia que habita las villas de emergencia con nuestra propia e intransferible
experiencia de haber sido niños. Si convenimos en que ni “literatura” ni “infancia” son
conceptos simples, podremos entender que existen ciertas complejidades para conceptualizar
la literatura destinada a los niños.
Convengamos también que la literatura infantil es una construcción reciente y aún resistida
dentro del campo literario general. Si describimos los componentes que la integran podemos
decir que existen: los productores de literatura (los escritores), un público definido por su edad
(los niños y jóvenes), los intermediarios (los distribuidores: editoriales, libreros, padres,
maestros, bibliotecarios), los legitimadores (un aún escaso número de críticos y académicos
que se ocupan del tema). En nuestro país, y aprovechando la metáfora espacial propuesta por
Bourdieu, podemos ubicar a la literatura infantil -y más recientemente a la literatura juvenil-
en el margen de ese campo, en una zona periférica no exenta de vitalidad ni de grandes
contradicciones.
De su vitalidad da cuenta el mercado editorial ya que los libros infantiles y juveniles
constituyen uno de los sectores donde las ventas son más dinámicas. Sin embargo, las
contradicciones se evidencian en las ferias anuales de carácter nacional -en estos días estamos
asistiendo a su décima sexta edición- más pequeñas y de menor notoriedad que las otras, ya
que el prestigio literario de un escritor “para chicos” no es comparable al de un autor de
literatura a secas, ni los premios o concursos de la “feria chica” tienen una repercusión
parecida a los de los autores de “literatura”. De la misma manera, los circuitos de legitimación
de los textos para “chicos” son más restringidos y más escasos.
Decíamos que la literatura infantil es un concepto construido en la intersección de los
conceptos de infancia y literatura. Con respecto al primero, conocemos que la idea de que el
niño es un ser diferente al adulto es muy reciente en la sociedad, apenas proviene del siglo
XVIII. No es que con anterioridad a ese tiempo no hubiera chicos, pero lo que no existía era la
conciencia de que la infancia fuera una etapa con unas ciertas características específicas,
poseedora de rasgos diferenciales con respecto al adulto. Precisamente, fue el mundo adulto el
que, al responsabilizarse del cuidado y de la formación del niño, habría de generar -en forma
lenta y diferenciada según las distintas clases sociales- objetos e instituciones que fueron
producidos/generados para esa etapa primera de la vida. Entre esos objetos hubo libros “para”
los niños, aunque también hubo libros que los niños hicieron suyos, sin que les fueran
específicamente dedicados.
Y para complejizar aún más el inicio de la producción literaria para los chicos, digamos que
en sus comienzos se superpuso el maridaje -grato a sociedades etnocéntricas- entre “mente
primitiva” e infancia. Ambas concebidas como reinos de la ignorancia, pero también de la
pureza perdida, de la inocencia prístina, de cierto “estado de gracia” que había que proteger,
aleccionar y cuidar para asegurar una sociedad mejor y un futuro más promisorio para la
humanidad. De ahí que la literatura oral, folklórica, tradicional está unida al surgimiento de la
LI, y también la imposición de “formar y aleccionar”. Ese aspecto didáctico formativo la
acompaña hasta bien entrado el siglo XX y, si bien a fines de los 60’ se operan cambios
importantes como luego veremos, la necesidad de “formar” en valores sigue rondando aún
hoy –y a veces sometiendo- a la literatura infantil al imperio del deber ser.

I. Los inicios
La literatura anónima, de transmisión oral, que está enraizada desde siempre con la literatura
infantil, forma parte del discurso folklórico, el cual se comenzó a estudiar como objeto
científico en el siglo XIX. Fue el romanticismo el que propició la búsqueda de las raíces
nacionales de los pueblos europeos y fue su mirada valorativa la que influyó sobre el
nacimiento del folklore como ciencia. A la vez, esto posibilitó el surgimiento del interés por la
recolección de los cuentos populares y su posterior clasificación. Esos relatos habían vivido
siglos en el imaginario popular y en la oralidad, habían sido compartidos por adultos y niños
en la Edad Media y, con posterioridad, habían sido reelaborados en colecciones como las de
Straparola (1550) o Giambattista Basile (1634). Y junto con los textos de la literatura de
cordel fue perfilando a través de los siglos el libro para chicos.
Como vemos, esta unión entre lo popular y lo infantil ha tenido una vida larga y fructífera en
Occidente. Textos que son considerados la quintaesencia de lo infantil tienen raíz en el
folklore popular: Caperucita Roja, El gato con botas, Aladino y la lámpara maravillosa, La
bella y la bestia o Blancanieves son apenas unos pocos ejemplos de esa unión que ha sido
mantenida primero por la memoria colectiva, luego reforzada por la imprenta, y más tarde
por los medios audiovisuales que abrevan en ellos: así, los dibujos animados y la infinidad de
películas que vuelven a narrar siempre estas viejas historias que conserva la humanidad. Da
buena cuenta de ello la factoría Disney y su interminable galería de adaptaciones de cuentos
maravillosos.
II. Un breve recorrido desde el siglo XVII al XIX
Es Charles Perrault con sus Cuentos de mi madre la oca (1697) uno de los autores que
aparecerá siempre ligado al mundo infantil, más allá de que nunca se propuso escribir para la
infancia. Hombre de su siglo, embarcado en la polémica de "antiguos "y "modernos", es uno
de los primeros en reescribir con acierto las historias populares dotándolas de una atmósfera
refinada que las aleja del relato oral popular y las acerca a los gustos de la corte de Luis XIV.
La cuentística de Perrault está signada por varios misterios y enmarcada en distintas
polémicas. Una de ellas es sobre la autoría de estos textos hoy famosos y que él nunca asumió
como propia, y la otra, sobre la destinación de sus cuentos. Si bien en ellos hay un lector
fácilmente reconocible, estos cuentos parecen estar encaminados a la formación moral de las
jóvenes mujeres de la corte, intención que aparece explícita en las moralejas con las que cierra
cada relato. Pero además del mensaje modelizador adecuado a las conductas cortesanas -y de
los consejos para triunfar en ese mundo cerrado y exclusivo-, hay una apertura hacia el
público adulto, ya que los cuentos de hadas eran un divertimento de las clases cultas de finales
del siglo XVII, y para esos lectores Perrault incluye en sus relatos descripciones de lujos y
refinamientos similares a los que ellos mismos conocían y disfrutaban.
Sin duda, con independencia de estos matices, los cuentos de Perrault marcaron un camino
que sería largamente recorrido en el siglo XVIII. Con él se inicia la llamada "literatura de
preceptores" dedicada a la formación de los jóvenes de la nobleza y producida por escritores
de renombre. Así las Fábulas de Jean La Fontaine, las Fábulas Morales de Félix Samaniego,
las Fábulas Literarias de Tomás Iriarte y El almacén de los niños de Madame de Beaumont.
Todos ellos buenos ejemplos de textos bien escritos pensados para vehiculizar la inculcación
moral y que utilizaban la literatura como envoltura de ese contenido que así resultaba más
tolerable.
El siglo XVIII traerá dos autores cuyas obras serán hechas suyas por los lectores jóvenes: el
anglo irlandés Jonathan Swift con Los viajes de Gulliver (1726) y el inglés Daniel Defoe con
su Robinson Crusoe (1719).
El primer texto -una novela-, representa una sátira feroz contra la sociedad de su tiempo y por
extensión contra el género humano; sin embargo, se constituyó en una lectura frecuentada por
los jóvenes, particularmente el pasaje en el que Gulliver visita el país de Liliput -del cual es
expulsado- y también su visita al país de Brobdingnag, el reino de los gigantes.
El segundo autor -Defoe- narra en su Robinson Crusoe la historia de un náufrago que
sobrevive durante décadas en una espacio inhóspito contra el que lucha para hacerlo habitable,
basándose en su ingenio, en su trabajo y en su empecinado propósito de recrear en él la
sociedad inglesa de la cual provenía. El comentario que hace María Adelia Díaz Rönner de las
mismas es el siguiente:
"Tanto uno como otro son textos escandalizadores, conforman las representaciones más netas
de las corrientes filosóficas de la época, el absoluto individualismo, la expulsión de otras razas
y el desdén indecoroso de otras culturas, con el agregado del triunfo de la esclavitud." 1
Por su parte, el siglo XIX es prolífico en obras para la infancia, comenzando con la más
famosa recopilación/adaptación de cuentos folklóricos que corresponde a los alemanes Jacobo
y Guillermo Grimm, los Cuentos para los niños y el hogar (1812).
El inglés Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas (1865) propone sin duda uno de
los desafíos mayores a la lógica causalística del mundo cotidiano ya que toda su estructura
responde al nonsense o disparate, a una lógica de lo onírico donde las cosas, los animales, las
relaciones son cambiantes, arbitrarias, en un permanente fluir de contradicciones. En ese
mundo lleno de personajes inolvidables y extraños, Alicia lucha por entender, por
relacionarse o por imponerse, pero su lógica diurna y victoriana nada puede contra la locura
del Gato de Chesire, lo absurdo de la vida del Sombrero Loco o la implacable lógica de
Humpty Dumpty. El poder liberador del lenguaje construye un mundo en el que las cosas son
esencialmente distintas y donde los nobles o la propia reina no pasan de ser un manojo de
barajas.
El Pinocho (1878) del italiano Carlo Collodi narra las aventuras de un títere de madera que se
convertirá en niño, gracias a sus buenas obras. Pero lo más interesante de la novela no es esto,
sino las contradicciones del protagonista: la lucha que vive librando entre su deseo de
"portarse bien", la debilidad de su decisión y la voluntad que lo lleva una y otra vez a caer en
las redes que le tienden los malvados, los astutos y los pícaros; pero Pinocho se sobrepone a
sus caídas porque atesora el amor a su padre y la vida siempre le da una nueva oportunidad de
rectificar los errores que comete.
Hay más autores. El dinamarqués Hans Christian Andersen con sus Cuentos (1835), el escosés
Roberto Louis Stevenson y La isla del tesoro (1883), el francés Julio Verne -De la tierra a la
luna (1865), La vuelta al mundo en 80 días (1873), Viaje al centro de la tierra (1864)...- son
apenas algunos de los más importantes autores de aquel momento histórico.
Es también en el siglo XIX cuando aparecen los narradores norteamericanos Louise M. Alcott
con Mujercitas, (1868-1869), Mark Twain con Las aventuras de Tom Sawyer (1876), Jack
London y Colmillo blanco (1906), entre otros. Estos autores fueron delineando un abanico de
posibilidades, poblando el imaginario de niños y de jóvenes con viajes, con aventuras a
mundos extraños o domésticos y, al mismo tiempo, abriendo las puertas a la llegada del héroe
niño o adolescente sobre cuyas acciones se proyectará una parte importante de las ficciones de
esta literatura aún en la actualidad.

1
Díaz Rönner, María Adelia (2000) "De `menor´ a `mayor´", en Jitrik, N. (dir.) Historia Crítica de la Literatura
Argentina, Buenos Aires, Emecé, Tomo 11, pág. 516.
Acerca de la producción en Latinoamérica el hecho más importante fue la publicación de La
Edad de Oro (1889) cuyo subtítulo fue: "Publicación mensual de recreo e instrucción
dedicada a los niños de América", del libertador cubano José Martí en cuyas páginas divulgó
adaptaciones libres de Laboulaye, de Andersen y ficciones y poesías del mismo Martí. La
Edad de Oro en formato revista publicada en Nueva York y más tarde transformada en libro
procuró difundir a la vez de la instrucción que su título proclama, valores humanísticos y
libertarios o sea los altos ideales del propio Martí quien procuró compartirlos con los jóvenes
de América.
III. El siglo XX . Evolución y alcances del concepto de literatura infantil

Para entender el desarrollo de la literatura infantil en Argentina es necesario tener presente que
nos enfrentamos a un período de constitución de un campo, de un lento proceso que va
produciendo los discursos sobre la literatura infantil -y más tarde la juvenil-, y los discursos
literarios propiamente dichos. Esto nos obliga a preguntarnos dónde circulaban esos discursos,
quiénes los producían y quiénes eran los lectores de los textos pensados para la infancia.
Indudablemente es el adulto quien se encargó de la generación, distribución y control de esos
discursos a través de la familia, la escuela y la iglesia. Si bien sabemos que estas instituciones
no han tenido la misma intervención ni el mismo peso a lo largo del siglo XX, podemos decir
que aún hoy los efectos de sentido impuestos por ellas a la lectura dedicada a la infancia siguen
apareciendo. Por suerte estos discursos se han vuelto menos explícitos y quienes trabajamos
desde hace décadas en el campo pudimos asistir a la transición del discurso predominantemente
didáctico -a veces, moral- al discurso lúdico estético que sobresale durante los '80, aunque se
inicie y postule desde tiempo atrás.
Para reconocer su especificidad, se hace necesario señalar las semejanzas y las diferencias que
presenta la literatura infantil con respecto a la literatura en general; así podrá intentarse precisar
su naturaleza y función.
El reconocimiento de este discurso como estético y la función comunicativa específica de la
literatura infantil pertenecen hoy a un debate ya cerrado, en tanto la cualidad artística del
lenguaje es un rasgo inherente a los textos que se entienden como literarios, sean estos para
chicos o para grandes. De hecho, hoy se sabe que el rótulo de literario no es permanente para
ninguna producción y depende en ambos casos de predeterminaciones sociales. Desde un punto
de vista estrictamente literario, el compromiso estético justifica o no la inserción de una
determinada producción dentro del paradigma de la literatura general: tanto la obra "para
adultos" como la obra "para chicos" tienen como rasgos comunes la función estética y un
lenguaje altamente codificado. En este aspecto, la frontera que separa la literatura infantil de la
literatura de adultos se vuelve difusa. O dicho de otra manera: el texto de calidad para niños
satisface también las exigencias del lector adulto. Tal como lo afirma el catedrático español Luis
Sánchez Corral:
"(...) bajo la perspectiva estrictamente literaria, el predominio del compromiso estético
justificaría la plena inserción de los textos literarios propios de la infancia en el paradigma de la
´literatura general´. O, como mínimo habría que admitir que ´literatura infantil y literatura
general´ tienen unos rasgos distintivos comunes: la realidad de un lenguaje altamente codificado
y la `necesidad del arte´. Porque, además, de esta forma se elude uno de los riesgos más
frecuentes ocurridos en los libros destinados a la infancia: la adulteración del lenguaje y las
consecuencias negativas que se derivan de ciertas posiciones dirigistas. En cambio, la inserción
de la literatura infantil en el paradigma de lo literario acarrea indudablemente derivaciones
positivas, puesto que al operar la división entre la buena y la mala literatura, por un lado los
adultos (padres, maestros ) no se pueden disfrazar bajo ninguna disculpa para no leer los textos
que leen o pueden leer los niños, y por otro lado, los críticos y profesores universitarios tampoco
disponen de una fácil coartada de no prestar su atención al estudio del texto editado en
colecciones infantiles y juveniles por el mero hecho de aparecer en tales colecciones."2
Creemos que el certero análisis que realiza nuestro colega español nos exime de abundar en
argumentos sobre este punto; nos interesa entonces describir los rasgos que diferencian la
literatura infantil como producto cultural.
En principio, diremos que el destinatario particular al que se dirige determina una relación
comunicativa también particular. Su destinatario explícito está definido biológica, social y
cognoscitivamente y corresponde a la imagen de niño que ha construido -como decíamos más
arriba- cada sociedad. Pero además la literatura infantil
y juvenil es un discurso particular determinado por una "doble destinación". Su destinatario
final y explícito es el niño, pero su discurso también debe dirigirse -y sobre todo convencer- a
los adultos que deciden sobre todo lo concerniente a la lectura que consumirá o no el chico.

Esos niveles de decisión son numerosos e incluyen desde la formulación del discurso, la
selección que realiza la editorial para publicarlo o no, hasta la elección del maestro o de otros
adultos acerca de lo conveniencia o no de que el niño lea determinado texto; de ahí que cada
tanto aparezcan explícitos esos controles cuando algún elemento "extraño" pone en crisis el
concepto social que enmarca la lectura como dispositivo pensable para determinada etapa de la
vida. En esos momentos "la opinión pública" expresa en rechazos o adhesiones que la lectura
para chicos afecta al ámbito de las decisiones del adulto.
Nos parece interesante discutir aquí el concepto de "utilidad" que se le asigna a esta literatura
partiendo de las afirmaciones de Teresa Colomer:
"La primera reflexión que vale la pena llevar a cabo ante el fenómeno cultural de la literatura
infantil y juvenil es pensar para qué sirve. La respuesta no ha sido la misma a lo largo de su
historia, o al menos no con el mismo acento en uno u otro de sus objetivos. Ello ha
condicionado, y condiciona también en la actualidad, la actitud de los adultos que se encargan
de producir este tipo de libros y ofrecerlos a los niños y adolescentes. Podemos dividir en tres
las funciones que cumple la literatura infantil y juvenil: iniciar el acceso a la representación de
la realidad ofrecida a través de la literatura y compartida por una sociedad determinada;
desarrollar el aprendizaje de las formas narrativas, poéticas y dramáticas a través de las cuales
se vehicula el discurso literario, y ofrecer una representación articulada del mundo como un
instrumento de socialización de las nuevas generaciones." 3
Sin embargo, nosotros creemos que estos señalamientos son parciales ya que si la literatura
infantil y juvenil tiene una función predominante es la de ayudar a la construcción de sentidos
del mundo, y que, en tanto integrante de la serie del arte, abre la posibilidad de entender para
transformar la realidad.
La formulación de la pregunta acerca de la utilidad de la literatura infantil y juvenil revela la
relación que esta ha mantenido con la educación y que en Argentina -y en casi el resto del
mundo- se concreta en la relación innegable que tiene la literatura con la escuela.
Sin embargo, esta simbiosis entre literatura infantil y juvenil y escuela hoy está naturalizada a
pesar de que no tiene más que unas pocas décadas de antigüedad. Esto es así porque la literatura
para chicos en Argentina tuvo un recorrido independiente de la escuela entre las décadas del '20
al '80. Fue en la primera mitad de ese período cuando surgieron autores adultos que
eventualmente publicaron un texto para chicos, tal del caso de Conrado Nalé Roxlo u Horacio
Quiroga, o de autores que dedicaron su producción a los chicos como José S. Tallón. Hubo
también autores que recopilaron textos folklóricos, siendo el caso más emblemático el de Jijena
Sánchez.
Las afirmaciones e hipótesis de análisis presentadas en este apartado toman como punto de
partida las investigaciones existentes sobre la literatura infantil argentina. Sin embargo, las
preguntas referidas a los procesos de constitución y autonomización de un cierto campo literario
argentino, por un lado, como la presentación de un fuerte canon

IV. El paradigma del "enseñar deleitando"


Dentro del mismo reconocemos a Horacio Quiroga, a José S. Tallón, a Enrique Banchs y a
Javier Villafañe, entre otros.
El primer libro escrito para chicos en el país pertenece a Horacio Quiroga que lo pensó para sus
propios hijos: Cuentos de la Selva (1918). Estos relatos enmarcados en el ambiente selvático de
Misiones presentan la convivencia del hombre con los animales, sus conflictos pero también los
profundos lazos que la solidaridad teje en esas vidas entre el humano y los animales (estos
cuentos aún son leídos y gustados por los chicos en el ámbito de las escuelas).
En la década del '20 aparece el primer escritor de lírica para los chicos, José Sebastián Tallon,
poeta cuyas dos únicas obras -La garganta del sapo (1925) y Las torres de Nûremberg (1927)-
le bastaron para perdurar en el corazón y en la memoria de muchas generaciones de argentinos.
Tallon, que siempre estuvo cerca del grupo de Boedo, recoge en algunas de sus poesías la
denuncia sobre la injusticia social que afectaba a los niños pobres de su momento histórico.
Poco más tarde, en las décadas siguientes, aparecen otros autores de relevancia. Javier
Villafañe, extraordinario titiritero, poeta y narrador surge con una obra extensa y bellísima,
entre la que mencionaremos Teatro de títeres (1943), El gallo pinto (1944), Cuentos y leyendas
(1945). Villafañe pudo crear no solo una obra polifacética, sino que también recoge de sus
andanzas por Latinoamérica las voces de la infancia recreando el folklore de sus respectivas
comunidades.
Otra de las voces a recordar es la de Enrique Banchs, cuyos cuentos publicados originariamente
en el diario La Prensa fueron recopilados y estudiados por María de los Ángeles Serrano quien
los publicó en el libro Para contarle al hermanito (1985). Por su parte, Conrado Nalé Roxlo -
poeta, dramaturgo y humorista- publica en 1953 La escuela de las hadas, una novelita en la que
confluye el mundo de las hadas con la ética del cristianismo y los valores de solidaridad, verdad
y justicia, en un ambiente de lujo, maravilla y humor.
Además de estos autores de reconocida valía y cuyos textos aún pueden ser leídos por los chicos
actuales pese a haber sido escritos en contextos socio-históricos diferentes, debemos mencionar
a otros que inscribieron sus producciones en la órbita de la enseñanza. Por ejemplo, Constancio
C. Vigil cuyos textos gozaron de gran popularidad entre los años '40 y '50; Martha Salotti y su
Patito Coletón, de gran difusión/circulación en todos los jardines de infantes argentinos;
Germán Berdiales, un autor netamente `escolar´ y con una nutrida producción totalmente
alejada de lo que hoy se entiende por literatura. Cabe para estos autores y sus obras la expresión
con que define María Adelia Díaz Rönner el fenómeno presente en ellos y otros autores
similares: "la literatura traicionada". Es que son ejemplos claros de cuando se escribe para
adoctrinar o de uso de la literatura -aunque diste de serlo- al servicio de la didáctica.
Pero paralelamente, por estos años, otras lecturas sin anuencia ni permiso escolar transitaban
por los hogares. Eran obras prevenientes del mundo europeo o norteamericano, traducciones y
adaptaciones que leían las clases favorecidas en los tomos de El tesoro de la juventud y en los
libritos de Callejas y de la editorial Tor las clases populares.
Mientras tanto, los chicos en las escuelas también leían literatura, una literatura que de ninguna
forma había sido escrita ni pensada para ellos. El estado argentino había determinado qué de un
corpus de lecturas para las escuelas primarias, a través de la legislación del programa oficial.
Así leemos en el prólogo del texto Iniciación literaria:
"La inclusión en los programas oficiales de enseñanza primaria de las clases llamadas de
Iniciación Literaria, fue sin duda un acierto del programa establecido por el Consejo Nacional
de Educación en 1936. Anteriormente, esas nociones aparecían en forma ocasional en las
aulas, a través de las clases de lectura y con motivo de los trozos de diversos autores
consagrados que se incorporaban en los textos usados en los grados superiores de las escuelas.
El señalamiento preciso de los autores y de los trabajos respectivos que debían emplearse en
dichas clases, es mérito que corresponde al programa oficial implantado en 1939." 4
El corpus seleccionado incluía fragmentos de autores españoles como Jorge Manrique, Fray
Luis de León, Miguel de Cervantes, Juan R. Jiménez; de autores latinoamericanos como José
Martí y Amado Nervo y de autores argentinos desde Sarmiento a Baldomero Fernández
Moreno. Este corpus con variantes prolongará su existencia en las aulas a través de los libros de
lectura para los últimos grados de la escuela primaria.
Como se lee en la intervención del Estado que tan entusiastamente recibe el autor del prólogo
citado, subyacen tensiones y posturas ideológicas que determinaron la circulación de algunos
autores y el silenciamiento de otros ignorando diferentes recorridos posibles de lectura como,
por ejemplo, algunas de las obras que mencionamos integrando el paradigma del "enseñar
deleitando" que nunca entraron en la propuesta ministerial porque, de hecho, y tal como lo
afirma el Dr. Bombini:
"(...) existe la posibilidad de registrar el carácter histórico, cambiante y estratégico del
conocimiento escolar, que no se modifica únicamente por la lógica oficial de las reformas, sino
que se inscribe en el conjunto mayor de las operaciones estético-ideológicas y políticas-
culturales que afectan al objeto de la enseñanza: la literatura en tanto práctica cultural
compleja, incluyendo el conjunto de las prácticas paraliterarias y la propia práctica de la
enseñanza, en tanto práctica social". 5

V. El nuevo paradigma: la autonomía del discurso literario infantil


Los años cincuenta acercan para la literatura infantil la colección Bolsillitos de la editorial Abril,
que podía ser adquirida en los kioscos. Esta colección fue dirigida por Boris Spivacow y allí
pudieron publicar entre otros Héctor Oesterheld, e Inés Malinow.
Pero el gran cambio se opera a fines de los '60 con la irrupción de María Elena Walsh. Sus
primeros textos ponen en crisis el paradigma del enseñar deleitando ya que sitúan a la infancia
en el lugar del juego y del absurdo. Por primera vez en la literatura de nuestro país un autor se
ubica desde otro lugar para la producción infantil: los mundos cotidianos se fusionan con los
mágicos, se manifiesta sin trabas el absurdo, se propicia fuertemente la renovación del lenguaje;
la poesía, desde la fórmula de los limericks, adquiere una nueva dimensión. Pero sobre todo esta
literatura desconoce todo afán formativo y solo se ocupa por la inmersión gozosa y
despreocupada del lector en el discurso literario.
Pronto, la literatura infantil gana un nuevo espacio con la aparición de las colecciones del
Centro Editor de América Latina: Los cuentos de Polidoro, colección dirigida por Beatriz
Ferro y poco más tarde la de Los cuentos del Chiribitil abren las puertas a una nueva
generación de narradores e ilustradores, algunos de los cuales ya fueron mencionados: Graciela
Montes, Graciela Cabal, Ana María Ramb entre los primeros, y los ilustradores Ayax Barnes,
Julia Díaz y Tabaré.

Obviamente, la dictadura militar de los '70, que instauró la persecución, la muerte y la censura
en todos los aspectos de la sociedad argentina, afectó también a la literatura infantil. Decretos de
censura y listas negras impidieron la circulación de algunos libros y formaron la desgraciada
habitualidad de ese período nefasto de nuestra historia. Así Laura Devetach, Elsa Borneman,
María Elena Walsh, José Murillo y Álvaro Yunque, por mencionar solo algunos de los
creadores de este campo que sufrieron el silenciamiento de sus trabajos y el constante riesgo de
la vida que resultaba de ser censurado en la dictadura.
El retorno de la democracia marcó un momento crucial en el desarrollo del campo. Destacamos
el Plan Nacional de Lectura (1986-1989) promovido desde la Dirección General del Libro por
parte de Hebe Clementi. Fue un momento en que se produjo un hecho inédito en el país: autores
y especialistas recorrieron el territorio difundiendo unas formas nuevas de escritura para los
chicos. Algunos de ellos provenían del Centro Editor de América Latina, otros había comenzado
a producir en los `70, pero en todo caso era el despertar de unas formas diferentes de entender la
relación niño-libro. Esa campaña estuvo dirigida a los mediadores adultos, maestros, padres y
bibliotecarios, y tuvo efecto inmediato en el mercado editorial y -por supuesto- en las escuelas.
En el mercado produjo el surgimiento de editoriales que abrieron nuevas colecciones dedicadas
a difundir la literatura infantil, tal el caso de Sudamericana. Otras nacieron dedicadas a este
rubro exclusivamente (Colihue, Libros del Quirquincho) lo cual, combinado con el esfuerzo de
difusión y con el convencimiento con que los mediadores abordaron la tarea, produjo un
fenómeno cultural interesante: la aparición conjunta de los componentes de un campo. Un grupo
de escritores importantes y con sentido profesional de la escritura para niños, editoriales -
básicamente de capital nacional-, un público lector -constituido mayoritariamente por alumnos-
y el fortalecimiento del discurso de la crítica.
Básicamente se consolida en este período un nuevo paradigma al que denominaremos de
"autonomía del discurso literario infantil ". Esto es, la literatura infantil elige alejarse de fines
extraliterarios; ni la psicología, ni la pedagogía, ni la didáctica delinearán en adelante los textos
para los chicos (por lo menos en el aspecto de la producción, aunque debemos aclarar que la
cercanía a la institución escuela la hacen siempre vulnerable al aprovechamiento didáctico).

VI. Los autores


Gradualmente se constituyó una narrativa predominantemente urbana, centrada en lo fantástico
y maravilloso, lo humorístico, junto con una nutrida reescritura de cuentos folklóricos, y la
voluntad de difundir las especies folklóricas breves como adivinanzas, coplas y colmos. En
menor cantidad -de obras y de autores- aparece una nueva poesía mientras que el teatro es el
género que tiene en estos tiempos menor cantidad de productores.
Como sería imposible registrar exhaustivamente la totalidad de autores y de obras de cada una
de estas nuevas voces, nos limitaremos a mencionar solamente a algunos, a aquellos que tienen
una producción de años en este campo: Graciela Montes, Graciela Cabal, Gustavo Roldán,
Laura Devetach, Elsa Borneman, Ema Wolf, Silvia Schujer, Ana María Shúa, Ricardo Mariño,
María Teresa Andruetto, María Cristina Ramos, Perla Suez.

En cuanto al campo literario podemos señalar que la mayoría de los autores de los '80
continuaron publicando, evolucionando y abriendo fronteras nuevas en sus discursos; a ellos se
sumaron otros interesantes escritores: Pablo De Santis, Marcelo Birmajer, Esteban Valentino,
Liliana Bodoc, Luis María Pescetti, Sergio Aguirre, por ejemplo. La mayoría de ellos escriben
lo que se denomina "literatura juvenil", literatura que poco a poco va consolidando su espacio
aunque en su andar debe reeditar algunos de los debates planteados oportunamente respecto de
la literatura infantil.
VII. Las tensiones del campo y sus debates
La literatura infantil y juvenil ha recorrido hasta hoy un camino muy interesante. Desde su
surgimiento en la década del '20 hasta la actualidad existen debates al interior del campo y otros
que deberían plantearse si se quiere consolidar este lugar apasionante donde se juegan
posiciones económicas, ideológicas, estéticas y culturales que merecen ser analizadas dentro de
la dialéctica interna y relacional propia del campo.
Desde esa posición dialéctica creemos que debe seguir debatiéndose el concepto mismo de
literatura infantil en Argentina, lo cual no significa reeditar la pregunta grata a las décadas
pasadas referidas a la existencia o no de la literatura infantil. Hoy el contexto es otro, y los
debates también deberían serlo. Posiblemente habría que discutir -ya que el didactismo ha
perdido la batalla y el paradigma del "enseñar deleitando" ha quedado sólo en la historia de la
literatura infantil-, cuáles son los riesgos que corre el paradigma que logró "la autonomía del
discurso literario."
Teniendo en cuenta que somos una sociedad diversa nos planteamos cómo volver más
polifónico el discurso de la literatura infantil en el sentido de dar mayor cabida a los imaginarios
de los pueblos americanos, por ejemplo. Porque, si bien podemos rastrear y reconocer la
narrativa popular folklórica, esta producción es básicamente de raíz europea. No está mal que
nuestros chicos lean acerca de la guerra de Troya, o los cuentos de los Grimm, ya que son parte
de la herencia cultural de Occidente, pero sería mucho mejor si también supieran acerca del
Popol Vuh, o leyeran mitología tehuelche o guaranítica. Sabemos que ha existido un
silenciamiento sistemático de estos discursos, una mirada distorsionada y prejuiciosa que los ha
presentado como meros exponentes del pasado cuando en realidad son constituyentes actuales
de lo que somos como cultura argentina y latinoamericana, viva y actual.
Conviven en la producción narrativa actual una respetable diversidad temática que se ha
plasmado en ricos mundos ficcionales. En ellos aparecen, por ejemplo, variedad de tipos de
familia: La familia Delasoga, de Graciela Montes; Historia del primer fin de semana, de Silvia
Schujer; el nuevo papel de la mujer en La señora Planchita, de Graciela Cabal, la impronta de
la desocupación en Historieta de amor, también de Cabal, o El país de Juan, de María Teresa
Andruetto; la discapacidad en Toby, nuevamente de Cabal; la soledad, el poder y el amor en
Todos los soles mienten, de Esteban Valentino; la enfermedad y la muerte en Los ojos del perro
siberiano, de Antonio Santana; el realismo mágico presente en Pollos de campo, de Ema Wolf,
la tragedia de los desaparecidos en la década del `70 en Un desierto lleno de gente, de Esteban
Valentino... Solo por mencionar algunas temáticas, autores y textos que dan cuenta de una
madurez narrativa y de una tradición de escritura en el país.
Afortunadamente también se ha reducido el número de los llamados temas "tabúes", de los
cuales quizás el más callado sea el de la muerte. Así, aún en los cuentos para los más chicos el
tema ha sido enfocado muy certeramente - los invitamos a leer Monigote en la arena, de Laura
Devetach o Como si el ruido pudiera molestar, de Gustavo Roldán-. Y para los adolescentes la
poética aparición de la Muerte, madre del Odio Eterno, en Los días de sombra de Liliana
Bodoc, novela que integra la trilogía de épica fantástica junto con Los días del venado y Los
días de fuego.
La sexualidad, en cambio, sigue siendo un tema de difícil abordaje y apenas está apareciendo en
alguna novela juvenil. En el caso argentino, está presente por ahora en Aventuras y desventuras
de Casiperro del hambre de Graciela Montes, o en Todos los soles mienten de Esteban
Valentino.
Frente a este abanico de posibilidades, cuando se entrevista a los lectores empíricos es probable
que ellos señalen sus preferencias literarias cercanas a la narrativa de humor y de terror. Esto
estaría señalando que la variedad de circulación de los textos está siendo restringida o, dicho de
otra forma, se repiten lecturas parecidas a las que ya los chicos tienen en lugar de abrir las ricas
posibilidades que ofrecen muchos de los productores en Argentina.
Otro debate que deberá encarar la literatura infantil y juvenil es la relación entre ella misma y la
escuela como institución. Este debate está abierto, aparece en los congresos y reuniones de
especialistas en literatura infantil y juvenil y abarca una gama de aspectos: la selección de
textos, la formación de los mediadores docentes y, sobre todo, el tratamiento que la didáctica
brinda a la literatura. De igual forma, un debate que no se está encarando es el referido a la
alfabetización, la enseñanza de la lectura en general y de la lectura de la literatura en particular,
posiblemente porque para llevarlo a cabo deben participan variados actores: sociólogos,
psicólogos, escritores, didactas, bibliotecarios, docentes y funcionarios de la educación.
Tampoco se ha debatido aún -y es muy necesario hacerlo-, la deformación que muchos
manuales concebidos para el nivel primario realizan con los textos literarios. No sólo adaptan y
simplifican los textos sino que el manual se ha convertido en la gran fuente difusora del mal
trato didáctico de que es víctima la literatura. Este tema, unido al de la proliferación de la
fotocopia como portador privilegiado, es una de las causales de la escasez de textos que leen los
chicos en las aulas y que luego los medios exhiben de forma esporádica y rondando el escándalo
mediático.
Creemos que el debate escuela/literatura es central ya que la literatura infantil y juvenil surgió
como fenómeno cultural potente asociado a la escuela y hoy es la escuela la que casi no puede
dar respuesta a su propio rol de enseñar, atareada en la ímproba tarea de contención social,
como se denomina académicamente al trabajo de sostener a chicos víctima de la pobreza
material y también simbólica.
El mayor debate que se debe la sociedad en su conjunto es el debate acerca de la inclusión
social. Es absolutamente necesario remediar la nefasta herencia que plantó el
neoconservadurismo en el país; esto es, dado que fue golpeada la sociedad, deberemos pensar y
encarar alternativas válidas para la construcción de una comunidad imaginada que contenga a la
mayoría, para poder redefinirnos como sociedad, para poder pensar un nuevo país en el que
deseemos vivir. Y en ese pensar qué tipo de país, el arte en su conjunto y la literatura en
particular deberán tener lugar; no podemos olvidar que un texto literario es siempre una
construcción de sentidos en su origen y es también campo de generación de sentidos para los
lectores, sentidos que exceden lo puramente textual, sentidos que le ayudan a leer el mundo/los
mundos, no solo para conocerlos, sino para modificarlos.
Porque la literatura nació con el primer narrador que inventó una historia, quizás para
deslumbrar a sus oyentes. Quizás simplemente porque mientras duran las historias, los seres
humanos trampeamos al tiempo implacable y, como Sherazada, le sacamos crédito a la vida, o
sea, postergamos por un rato el final.

Bibliografía
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Bibliografía obligatoria
MONTES, Graciela (2000) "El bosque y el lobo. Construyendo sentido en tiempos de industria
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Cartagena. Publicado en Memorias del 27º Congreso IbbY, Cartagena de Indias 2000, Bogotá,
Fundalectura, 2001, y en La Mancha. Papeles de literatura infantil y juvenil Nº 14, Buenos
Aires, mayo de 2001. La traducción al francés -"Le bois et le loup. Construire du sens à une
époque d'industrie culturelle et de globlisation forcée"-, fue publicada en La Revue des Livres
pour Enfants, Nº197, La Joie para les Livres (ed.), París, febrero de 2001.
RODARI, Gianni (2004) "La imaginación en la literatura infantil", en Revista Imaginaria, N°
125, Buenos Aires, 31 de marzo de 2004. Disponible haciendo clic aquí
TOURNIER, Michel (2003) "¿Existe una literatura infantil", en Revista Imaginaria, N° 96 -
Buenos Aires, 19 de febrero de 2003. Disponible haciendo clic aquí
Itinerarios de lectura
Si desean profundizar en conceptos teóricos y críticos relacionados con la literatura infantil,
les proponemos los siguientes textos:
SEPPIA, Ofelia y otras (2001) Entre Libros y lectores I. El texto literario. Buenos Aires, Lugar.
En este libro se aborda el texto literario y se sienta una sólida postura frente a la promoción de
la lectura y la promoción de lectores independientes. Se analiza la desvalorización de la lectura
y la dificultad de acceso a los bienes culturales por gran parte de la sociedad. Las autoras -entre
las que se incluyen las de nuestra clase- exponen distintas teorías acerca de la literatura infantil
y se analizan textos narrativos y poéticos, poniendo en tela de juicio a los presuntos textos
literarios, como un alerta al lector desprevenido.
SANCHEZ CORRAL, Luis (1995) Literatura infantil y lenguaje literario. Barcelona, Paidós.
El propósito central de este libro es dilucidar, en el ámbito de las publicaciones destinadas a la
infancia, qué efectos de construcción de sentido han de funcionar para que las prácticas de
escritura no repriman las prácticas creativas de los niños como sujetos susceptibles de
competencia literaria. De ahí que se establezcan criterios básicos, siempre orientados desde la
estética de la recepción, para construir una teoría y una crítica sobre la literatura infantil. Desde
esta perspectiva, se plantea un debate acerca de los condicionantes negativos -la persistencia de
lo moral y de lo económico, los prejuicios ideológicos, etc.- que impiden una codificación
auténticamente literaria y, como contrapartida, se explican las exigencias que ha de cumplir el
discurso para que se genere una interacción estética gratificante y liberadora. El enfoque
didáctico, aplicado a las reflexiones sobre creatividad infantil, determina el espacio del
aprendizaje en el que interviene el texto literario, en su calidad de lenguaje específico portador
de "plus excepcional", semántico y estratégico, imprescindible para la autoconstrucción de la
identidad del sujeto. Por esta razón, se sugieren propuestas para describir los contenidos y las
actividades didácticas que conciernen a la literatura infantil.
DÍAZ RÖNNER, María Adelia (1998) Cara y cruz de la literatura infantil. Buenos Aires,
Libros del Quirquincho.
Este libro, publicado por primera vez en la década del `80, se propone aún y todavía poner sobre
el tapete las modulaciones propias de un debate vital: la literatura destinada a los niños.
Adelanta en este sentido categorías teórico-descriptivas que permiten construir un diagnóstico,
conocer el estado de las cosas y comprometen a su vez al lector a posicionarse al respecto. Díaz
Rönner, clara y enfática, reclama la autonomización de la práctica literaria frente a ciertas
imposiciones de la cultura escolar que en cierto modo acaban por desdibujar el objeto en
cuestión. Cara y Cruz se trata, por otra parte, de un libro de crítica literaria y por eso incluye en
la segunda parte "Textografías", una rica recopilación de reseñas bibliográficas.
MACHADO, Ana María (2004) Clásicos, niños y jóvenes. Buenos Aires, Norma.
Clásicos, niños y jóvenes es un libro que parte de la base de que la infancia es una etapa de
lucidez. Insiste en la importancia de ofrecer a los niños un primer encuentro con las obras
clásicas de la Literatura Universal a la medida de su comprensión y sin importar que dicho
contacto sea a través de versiones y adaptaciones. Este libro es a la vez una profunda y
apasionada reivindicación de la lectura, de la riqueza del acervo literario de la cultura occidental
y de las huellas conocidas e inconscientes que estas obras clásicas han dejado en todos nosotros,
que somos sus herederos. Este libro está dirigido a docentes, padres y todo tipo de
investigadores, interesados en ofrecer una cultura más amplia a sus hijos, alumnos y a los niños
sobre los que en general tienen influencia. No es un libro complejo, sino un texto que comunica
una idea sencilla, en un tono sencillo y de fácil lectura para todos, a través de una gran variedad
de ejemplos literarios e información indispensable para todo aquel que tenga interés en el
mundo de los libros para niños.

Si están interesados en conocer revistas o sitios virtuales especializados en literatura infantil,


les sugerimos las siguientes publicaciones:
Imaginaria
http://www.imaginaria.com.ar/
Imaginaria es, por un lado, un boletín quincenal que se distribuye gratuitamente por mail, con
información sobre el mundo de la literatura infantil y juvenil. Por otro lado, es también una
revista en la Web, con el contenido del boletín ampliado y desarrollado, sumado al archivo de
todos los boletines anteriores, de manera que va creando un cuerpo de información siempre
creciente y de enorme utilidad para los adultos interesados en la literatura infantil. Reúne
reseñas de libros, información sobre autores, publicaciones, eventos, artículos, links a sitios
relacionados de la Web, relatos de experiencias realizadas, etc. Imaginaria es llevada adelante
en Buenos Aires por los especialistas Roberto Sotelo y Eduardo Abel Jiménez; y si bien una
parte apreciable del material publicado se refiere a producciones y eventos argentinos, no
obstante el sitio se esfuerza por incluir el mayor porcentaje posible de materiales e
informaciones de otros países hispanoparlantes.
IBBY
http://www.ibby.org/
Este es el sitio de la Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY), un colectivo sin
fines de lucro fundado en Zurch (Suiza) en 1953. IBBY está compuesto por asociaciones y
personas de todo el mundo comprometidas con la idea de propiciar el encuentro entre los libros
y la infancia. Como Organización No Gubernamental incorporada a UNESCO y UNICEF con
estatus oficial, IBBY desempeña un papel capital en el apoyo a los libros para niños. IBBY tiene
relaciones de cooperación con otras organizaciones internacionales e instituciones de todo el
mundo relacionadas con los libros para niños y jóvenes. Además expone en Ferias
Internacionales de Libros y en otras exposiciones de gran envergadura, organiza congresos y
expide distinciones a proyectos y personalidades notables del mundo de la literatura infantil.
Babar
http://revistababar.com/
Babar es originariamente una revista impresa española que nació en 1989 como una experiencia
de animación lectora en un colegio de EGB de Arganda del Rey, de manos de Antonio Ventura
y su grupo de alumnos. Con el paso del tiempo, la revista se fue profesionalizando cada vez
más, y lo que en un principio no era sino una actividad extraescolar fue difundiéndose y
ampliándose hasta llegar a convertirse en el año 2000 en lo que es hoy, un portal especializado
en literatura infantil y juvenil con difusión internacional. Provee a sus lectores de contenidos
constantemente actualizados, así como un gran archivo de artículos y entrevistas aparecidos en
números impresos de la revista.
Ricochet
http://www.ricochet-jeunes.org/es/
Ricochet ofrece una de las más importantes bases de datos sobre la literatura infantil y juvenil.
Incluye una lista de clásicos de la literatura mundial, los principales autores e ilustradores, una
agenda de direcciones destacables en el mundo del libro infantil y juvenil. También se interesa
por la creación: propone exposiciones virtuales de jóvenes ilustradores, textos en línea de
jóvenes en forma de taller de escritura, una lista de difusión que engloba al libro infantil y
juvenil y a todo lo relacionado con la cultura de los jóvenes. Constituye, por otro lado, un puesto
de observación sobre las producciones europeas para la juventud y permite seguir las
evoluciones y las principales tendencias de la cultura para jóvenes. Ofrece puntos de referencia,
opiniones y críticas. También permite eventualmente orientar una investigación temática.
Para adentrarse en el sorpresivo y sugerente ámbito de la ilustración de textos infantiles, les
sugerimos:
OBIOLS SUARI, Núria (2004) Mirando cuentos. Lo visible y lo invisible en las ilustraciones e
la literatura infantil. Barcelona, Laertes.
Se trata de un trabajo de tesis doctoral centrado en el estudio de la historia de la ilustración en la
literatura infantil publicada en España durante el siglo XX. A través de este recorrido, la autora
analiza los prejuicios de los adultos hacia las imágenes, los valores puestos en juego en las
ilustraciones y las representaciones de la infancia en este tipo de libros.
Cuatrogatos
http://www.cuatrogatos.org/archivogaleria.html
Espacio de la revista virtual "Cuatrogatos", especializada en literatura infantil y editada desde
Miami, donde se presenta una galería con interesantes ilustraciones de distintos artistas
latinoamericanos que trabajan obras de la literatura para niños.
Foro de ilustradores
http://www.forodeilustradores.com/
El Foro de Ilustradores es una organización profesional que funciona de un modo abierto y
solidario, conectando entre sí a artistas de diferentes procedencias y experiencias: ilustradores,
historietistas, caricaturistas, artistas de animación y otras variantes de las artes plásticas y de la
industria gráfica destinada a los niños. Nació en 1998 y está integrado por una cantidad variable
y en aumento constante de profesionales - hoy lo componen más de 500- de todo el país, que
organizan reuniones, grandes exhibiciones anuales, envíos de carpetas grupales con muestras a
diversas editoriales del mundo. Muchos proyectos de libros y de estudios acerca de la
ilustración, han surgido a partir de los diversos cruces de artistas que posibilita el Foro. Por sus
novedosas características institucionales, y por su labor difusora de la literatura infantil y juvenil
argentina, el Foro de Ilustradores/Argentina recibió el Premio Pregonero 2003 a Institución. El
sitio incluye artículos de investigación y un archivo de imágenes.
Centro Virtual Cervantes
http://cvc.cervantes.es/actcult/ilustracion/
El Centro Virtual Cervantes es un sitio creado y mantenido por el Instituto Cervantes de España
para contribuir a la difusión de la lengua española. Ofrece materiales y servicios para todos los
profesionales que trabajan con la lengua. Así, enmarca materiales de muy distinto tipo, tales
como exposición virtual que los invitamos a recorrer acá: Cien años de ilustración española:
¿Qué pintan los cuentos? La finalidad de la misma es presentar una visión global de la
ilustración infantil española en los últimos 100 años, a través de la muestra de ciento cincuenta
ilustraciones de cuentos españoles, con las que se pretende dar a conocer, desde una perspectiva
temática y cronológica, la evolución de este género artístico cuya importancia no ha sido
siempre debidamente reconocido

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