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Introducción:
Sin duda mucho ha cambiado desde los inicios de la modernidad. Hoy en día, los
jóvenes y los niños son actores clave en las agendas de gobiernos y organismos
internacionales. La consolidación de figura del infante y el joven en el imaginario social
implicará el surgimiento paralelo de una literatura especialmente dirigida a niños y jóvenes.
Juana Inés Dehesa, en su obra Panorama de la literatura infantil y juvenil mexicana (2014),
formula una serie de criterios para definir qué podría considerarse como literatura infantil y
juvenil (LIJ). Tuvo que elegir las obras según algunos criterios. En primer lugar, debe tratarse
de textos de ficción narrativos que son escritos ex profeso para un público de entre 0 y 14
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años. En segundo lugar, la estructura de la historia que se narra debe contener un inicio, nudo
y desenlace claros, e incluir personajes con características bien definidas. En tercer lugar, no
debe tratarse de libros “de actividades” como libros para colorear, de adivinanzas, álbumes de
estampas o similares. Por último, en cuanto a su estilo, las obras de LIJ deben estar escritas de
un modo tal que sean accesibles a sus lectores, es decir, con un lenguaje sencillo y evitando en
la medida de lo posible barroquismos lingüísticos innecesarios que dificultarían la
comprensión del texto.
Es común que se piense que escribir literatura para niños es siempre más fácil que
escribir para un público adulto. Sin embargo, esta idea no podría ser más incorrecta.
Siguiendo a la autora, a diferencia de la literatura “para adultos”, escribir LIJ exige al autor
una mayor conciencia de la posición del lector objetivo, es decir, ponerse en los zapatos del
niño o el joven, tratar de aprehender plenamente la manera en la que ven el mundo, y
desarrollar estrategias de escritura que podría ser más efectivas para transmitir tanto ideas
simples como ideas complejas.
En este ensayo, a partir de las propuestas de Dehesa, desarrollo un análisis del proceso
que dio origen al surgimiento de las literaturas infantil y juvenil como “géneros” literarios
independientes y con orígenes diferenciados entre sí. Adicionalmente, realizo un análisis más
específico de los cambios que ha sufrido la LIJ –su evolución— durante el periodo que va
desde 1981 hasta la nuestros días y sus géneros predilectos.
Antecedentes históricos:
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incluídas-. Esto implicó que las distintas casas editoriales no pudieran sobrevivir y continuar
sus actividades sin la anuencia del gobierno en turno.
Aún así, ciertos factores ya estaban dados para propiciar el nacimiento de una LIJ
nacional con identidad y características distintivas. Entre estos factores podemos contar la
creación de la Secretaria de Educación Pública en 1921 y el nombramiento del ilustre político,
pensador y escritor mexicano José Vasconcelos como primer secretario de educación.
Vasconcelos consideraba que el proporcionar libros de texto gratuitos y crear el hábito de la
lectura en la población era un requisito necesario para propiciar el desarrollo del país. Durante
su encargo, se empeñó en una ardua labor de alfabetización y promoción de la cultura que le
valdría el sobrenombre de “El maestro de la juventud de América”. A pesar de esto, su labor
no estuvo exenta de críticas y en muchos de los casos sus esfuerzos fueron mal recibidos
incluso por los docentes. Vasconcelos se inclinaba por impulsar la lectura de Herodoto,
Esquilo, Sófocles, Platón, Dante, Cervantes y otros clásicos universales. Esto implicaba que
en muchos casos las obras resultaban ser poco accesibles a la comprensión de los niños
(Dávila Carmona, n.d.). A partir de entonces se hizo patente la necesidad de materiales
adaptados específicamente a las capacidades de comprensión de los más jóvenes.
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doce historias cortas que se apegaban a la estructura narrativa de los cuentos tradicionales
europeos, pero cuyo contenido había sido inspirado en la cultura y la historia mexicanas. Se
trata de un trabajo que destaca por su originalidad y por la manera en la que apareció, puesto
que fue pionera en el trasladar historias de la tradición oral al formato escrito y se trató de una
edición independiente. Otro par de obras importantes escritas la misma Pascuala Corona
serían los compendios Cuentos de rancho y Fiestas. El primero de estos libros sería editado
por la SEP en 1952, pero el segundo sería rechazado por la Secretaría debido a que hacía
mención de las festividades religiosas de la Virgen de Guadalupe y el Viernes de Dolores
(Dehesa 21: 2014)
La literatura infantil mexicana no nació solamente a través de los libros sino que
también se desarrolló a través de publicaciones periódicas. Uno de los ejemplos más
relevantes está en el proyecto Colibrí, que fue concebido como una enciclopedia infantil, pero
que incluía una serie de elementos que le aportaban un aire novedoso, pues se abandonaba el
tono moralizante y se buscaba narrar las historias sin hacer explícitos los mensajes que se
buscaba transmitir, dejando al lector a solas con textos literarios e informativos bien escritos
que le permitieran construir significados y articular sus propios discursos (Dehesa 25: 2014).
El proyecto Colibrí se proponía estimular la imaginación, la creatividad, y la reflexión crítica
de los niños y los jóvenes sobre temas tales como la identidad del individuo, el mundo natural
y la sociedad. Este proyecto tuvo un impacto decisivo sobre la historia de la LIJ en México,
ya que logró mostrar tanto al público, como al pequeño grupo de editores privados de
entonces, que un nuevo mercado literario estaba emergiendo lentamente, cosa que abría las
puertas al desarrollo de una industria editorial que propiciara la creación y distribución de la
LIJ a una escala nunca antes vista en el país (Dehesa 26: 2014).
Cuando México tuvo su primer Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil en
1981, podría haberse pensado que todo iba a salir bien para el sector de la literatura destinada
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a niños y jóvenes. Desgraciadamente, la realidad era un tanto más adversa de lo que parecía.
La industria editorial de la LIJ aún debía hacer frente a muchos obstáculos que dificultaban su
desarrollo.
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distribución directa de los materiales a la Secretaría de Educación Pública, apenas existían
puntos de venta en los que pudieran conseguirse la mayoría de los títulos de LIJ que se
editaban, por lo que difícilmente las casas editoriales podían existir de manera independiente.
La LIJ:
Tal vez es por sentido común que sabemos que no todos los textos son adecuados para
todo tipo de lector. Cada texto demanda ciertos conocimientos antecedentes y cierta capacidad
de comprensión de parte sus lectores. El escritor debe siempre tomar en cuenta al público al
que se dirige y más aún si su público es el joven o el infante. Por esta razón, las colecciones
de LIJ deben ajustarse a determinados criterios editoriales que tomen en consideración el
género del texto, la complejidad del lenguaje utilizado o la naturaleza del tema que se esté
abordando. Dehesa propone la utilización de una serie de categorías para clasificar a los
lectores de los 0 a los 14 años que “cuantifique” su capacidad lectora (Dehesa, 33: 2014).
Como lo afirma la autora, estas categorías evalúan el nivel de desarrollo de un lector tomando
en cuenta factores como su nivel de escolaridad, su grado de desarrollo psicomotor y emotivo
y similares.
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A principios de los años ochenta, aparecieron algunas casas editoriales que
comenzaron a editar colecciones infantiles independientes de la demanda gubernamental. Se
establecieron colecciones “para niños”, pero sin hacer ninguna clase de subdivisión dentro de
la categoría. Casas editoriales como Amaquemecan, CIDCLI o Corunda clasificaban algunos
de los textos que editaban de acuerdo con los géneros literarios de los que se tratara, pero no
tomaban en cuenta el nivel de complejidad de los textos (Dehesa 36: 2014). Eventualmente
comenzó a hacerse explícita la necesidad de fijar referentes convencionales para “medir” con
mayor exactitud el nivel de exigencia al lector que implicaba cada texto.
Dehesa hace una selección de libros infantiles y de entre ellos la gran mayoría se ubican en
las categorías dos o tres, es decir, están dirigidos a los niños que apenas empiezan a leer o
aquellos que ya son capaces de leer bien textos sencillos. Esto no resulta extraño, si
consideramos que los infantes que normalmente se encuentran en estas categorías son, en
cierto modo, niños “prototípicos”. O, dicho en otras palabras, se trata de los niños que muy
probablemente vienen a la cabeza del escritor cuando escribe una historia (Dehesa 39: 2014).
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Los lectores de estas etapas pueden ser considerados como lectores independientes, en tanto
“ya son capaces de construir diversos significados a partir de un texto”(Dehesa 39: 2014), y
que además “empiezan a vivir mas conscientemente dentro de un espacio diferente del
familiar, del que tienen que irse apropiando poco a poco”(Dehesa 39: 2014). Estos niños son
capaces de entender y seguir historias que guardan más similitudes con la novela que el
cuento, en tanto pueden diferenciar entre varios personajes y comprender varios momentos
narrativos y problemáticas que se presentan a lo largo de la trama. Sin embargo, hay que tener
bien claro que no se trata todavía de adolescentes y que, de hecho, la mayoría de estos lectores
aún poseen inquietudes, preocupaciones y mentalidad propias del niño, pues todavía se
sorprenden y fascinan fácilmente, aceptan elementos fantásticos e inverosímiles con facilidad
y los asimilan como soluciones aceptables a los problemas y conflictos de la trama.
En estas categorías se encuentran protagonistas que tienen entre ocho y diez años, y
sus vidas y aventuras se desarrollan mayoritariamente en lugares comunes en la vida de todo
niño, tales como la escuela, la casa familiar o parques públicos, aunque algunas veces
también, se de cabida a aventuras que ocurren escenarios exóticos o fantásticos (Dehesa 40:
2014). Uno de los autores mexicanos más representativo de LIJ dedicada a estas dos etapas es
Francisco Hinojosa, conocido por su prolífica obra dedicada a niños y jóvenes. Entre sus
obras más destacadas están La vieja que comía gente (1981), A golpe de calcetín (1982),
Joaquín y Maclovia se quieren casar (1987) y Una semana en Lugano (1992). Pero su pieza
literaria más importante es, sin duda, La peor señora del mundo (1992). Esta historia trata de
una mujer obstinada en hacer el mal todo el tiempo. Los habitantes de su pueblo, muy
molestos, deciden urdir un plan para lograr deshacerse de ella. Los pobladores utilizan la
psicología inversa, y comienzan a celebrar sus malos modos de tal manera que cada vez que
ella hace una maldad, los habitantes, en lugar de mostrarse molestos como de costumbre, se
regocijan. Eventualmente la mujer comenzaría a hacer buenas acciones y los habitantes del
pueblo reaccionarían con irritación ante ellas, de tal modo que con el paso del tiempo, la
mujer más mala del mundo se dedicaba a hacer solamente buenas acciones, creyendo que con
eso podía seguir molestando a los pobladores. La lección implícita del cuento es bastante
fácil de discernir, y en cuanto a su contenido, la obra es bastante rica en sus imágenes.
Hinojosa es todavía hoy el autor para niños mas leído en México, e incluso el autor infantil
mexicano más reconocido en el extranjero.
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Las etapas uno y cuatro tuvieron un impacto menor -pero no por ello despreciable- que
las etapas dos y tres. Entre las colecciones más representativas dedicadas a aquellos que
apenas aprenden a leer están La Hormiga de Oro, de la editorial CIDCLI y Limusa, El Sueño
del Dragón de Corunda, y la Serie Blanca de la colección Barco de Vapor, de la editorial SM.
Además, encontramos las colecciones Los Primerísimos, del Fondo de Cultura Económica, y
los Piratas del Barco Vapor, de SM, que son en similares a las tres primeras, pero con la
diferencia de que estaban diseñadas especialmente para ayudar a los niños a pasar del libro-
álbum a la novela, pues se trata de narrativas todavía cortas escritas con una tipografía de
tamaño grande, pero sensiblemente más complejas que aquellas de los libros-álbum, con
mayor cantidad de texto y significativamente menos ilustraciones.
La literatura dirigida explícitamente a los jóvenes fue más bien escasa en la historia
reciente de México, tanto así que ha llegado a considerarse que la única obra de esta clase es
la novela de Gilberto Rendón, El misterio de la cajita de ópalo iridiscente, publicada en los
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años 80 por la casa editorial Amaquemecan. Los elementos que llevan a considerarla una
novela de narrativa pensada para jóvenes-adolescentes son aspectos particulares de su
estructura, las problemáticas con las que lidia, su extensión y la edad de los protagonistas. 1
No sería hasta los años noventa que algunas casas editoriales comenzarían a editar
títulos especialmente dedicados a la juventud. La editorial española SM publicaría la
colección de literatura juvenil Gran Angular, y que la editorial Everest Mexicana, junto al
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes coeditaría Punto de Encuentro, colección
también destinada a los jóvenes. Gracias a esfuerzos editoriales de esta clase, los
jóvenes/adolescentes contaron con una alternativa más para “escaparse” de la lecturas
escolares. Estas obras se caracterizaron por ser más similares a aquellas orientadas al público
adulto; poseer un tono más serio, temáticas más profundas y complejas y personajes mucho
más elaborados en comparación con aquellos que protagonizaban la literatura infantil
Esta evolución se hace patente en tanto la mayoría de los editoriales que en algún
momento se dedicaron a la edición de literatura infantil de LIJ, ahora cuentan también con
colecciones y títulos de literatura juvenil (Dehesa 46: 2014). Aunque cabe destacar que la
mayoría de ellas están constituidas casi íntegramente por traducciones de títulos extranjeros.
Este hecho se explica de manera relativamente sencilla: todo es cuestión de satisfacer al
mercado y maximizar los beneficios. La demanda de títulos para jóvenes se desarrolló de
manera relativamente rápida, por lo que los editores requerían títulos para sus colecciones
juveniles tan pronto como fuera posible. Muchos autores ya se habían alcanzado un cierto
grado de especialización en la creación de literatura infantil, por lo que escribir, bajo
demanda, un tipo de literatura dirigida a un público tan diferente era más bien una tarea
difícil. La solución más eficiente que encontraron las casas editoriales fue recurrir a la
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Aunque con respecto a este último punto, cabría decir que en la literatura juvenil la edad de los personajes deja de ser un factor
determinante para definir la adecuación de la obra al público adolescente, pues podemos pensar en ejemplos de obras literarias tales como El
lazarillo de Tormes o El niño del pijama de rayas, en las que, a pesar de que las características del protagonista, la naturaleza
emocionalmente intensa de los sucesos que se narran , tal vez las haga poco apropiadas para los jóvenes en tanto aún son todavía son
psicológicamente frágiles y susceptibles.
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traducción de los clásicos extranjeros. Así, los lectores tendrían a su disposición una amplia
gama de textos foráneos, que, a mi parecer, favoreció el enriquecimiento de su bagaje
cultural.
“Y no es de extrañar, tomando en cuenta que este tipo de literatura exige constantemente de sus
protagonistas que se prueben a si mismos y que desafíen a los poderes establecidos y las instituciones que los
oprimen y les impiden cumplirse como adultos.” (51: 2014)
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Dentro de este género encontramos a Verónica Murguía, ganadora del premio Gran
Angular de España en 2013, por su novela de fantasía épica Loba. Otro buen ejemplo que
cabe dentro de este género es la novela “Viajero de otro mundo” de Elman Trevizo. Trata de
una historia de abuso, pero al mismo tiempo encontramos elementos oníricos al igual que
imágenes que parecen un poco surrealistas. Personalmente, pienso que este tipo de historias es
sumamente pertinente para los jóvenes ya que el fenómeno del bullying no es un fenómeno
poco frecuente en el entorno escolar. En lo que respecta al estilo de la escritura, el hecho de
que esté escrito a la manera de entradas de un blog puede resultar una estrategia efectiva para
llamar la atención de los jóvenes que normalmente conocen bien los medios digitales y las
redes sociales.
Pareciera que hay una dilución de las fronteras entre lo que es infantil y lo que es
juvenil. Premios internacionales y ferias de literatura tienden a categorizar a niños y
jóvenes dentro de los mismos grupos, por lo que tal vez sería adecuado comenzar a hablar
de subgéneros que se definan en función de sus estructuras y contenidos. Estas
clasificaciones pueden ser benéficas en la medida en que contribuyen a enriquecer el
universo de la LIJ Anteriormente, los “géneros” favorecidos de la LIJ eran las leyendas,
los cuentos tradicionales y las fabulas. No obstante, en los últimos años, han comenzado a
admitirse nuevos “géneros” dentro de la LIJ y los autores han comenzado también a
experimentar con técnicas narrativas innovadoras, adaptando a la juventud ciertos géneros
que antes fueron considerados propios de la literatura para adultos, como los relatos de
terror o la novela policiaca.
En sus primeros años, las grandes colecciones de literatura infantil mexicana
aceptaban obras de diversos estilos ya que era más bien poca la cantidad de alternativas
entre las cuales se podía elegir. Estas obras iban desde las narraciones tradicionales, hasta
los relatos de ciencia ficción, sin una real diferenciación. Sin embargo, hoy en día, a causa
de la especialización de los autores y el desarrollo positivo y creciente de esta narrativa,
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las editoriales tuvieron que reconsiderar sus criterios de selección, y eso llevó a la
creación de colecciones específicas. Hay tres géneros que sobresalen en México: primero,
los relatos tradicionales. Incluyen las leyendas, los relatos de corte mitológico y los de
origen popular. Segundo, las fábulas, que se pueden considerar como historias educativas
protagonizadas por animales en general. Y tercero, la novela. Las novelas incluyen las
historias de terror, la novela de aventuras y de viajes, la novela de iniciación –es decir, con
un proceso de aprendizaje e iniciación—, la novela grafica y el libro-álbum (Dehesa 83:
2014).
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autónomos e independientes”(Dehesa 117: 2014). Escribir para jóvenes lectores empezó a
estimarse tan digno como el hecho de escribir “para adultos”.
Conclusión:
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Bibliografía:
1) Ariés, P., El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Taurus. Madrid, 1987.
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