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La amargura del azúcar: Haití

un país condenado por los blancos a perecer en la miseria.


Escrito por Gabriela Cantillo

A través de este trabajo se busca evaluar el papel desempeñado por Haití durante la
proliferación del azúcar por todo el globo, al punto de convertirse en un producto de
primera necesidad para la sociedad del siglo XVIII y hasta nuestros días. Esto se hará
primero, bajo el análisis general de la historia azucarera, sus rasgos característicos y su
público principal, particularmente en Haití, y a través del Code Noir, entendido como una
carta blanca utilizada por la Francia de la época para potenciar la producción de
azúcar. Además de analizar las consecuencias del desarrollo de la industria azucarera,
siendo el más devastador la esclavitud. Todo esto a través de una mirada comparativa de la
colonia de Santo Domingo durante el siglo XVIII y la situación actual de el mismo
territorio, hoy denominado Haití.

Generalmente, cuando pensamos en el azúcar es habitual pensar en el dulzor de una


agradable taza de té o un chocolate, sin embargo, la historia detrás de esa cucharada de
azúcar es tan oscura como un río de sangre putrefacta. Hasta el Siglo XVIII el azúcar
representaba un objeto lujoso, valioso en cada gramo, al punto en el que sólo las esferas
más nobles tenían acceso. No obstante, el camino fue clarificado para esta milagrosa
sustancia con los deseos capitalistas de las potencias de la época, tales como Francia y
España; para estas fue relativamente fácil tomar posesión sobre las áreas más fértiles para la
caña de azúcar en el Caribe gracias a las favorecedoras corrientes marinas que recorren las
costas de Haití y Cuba rumbo hacia la península Ibérica. Colonias constituidas con una
única finalidad: la producción, refinación y distribución de azúcar; representando entonces
Haití la colonia de azúcar más productiva del mundo, llegando a abastecer a casi la mitad
de Europa.

Para nadie es un secreto que la navegación abrió el camino a la exploración, y que aquellos
que la dominaron fueron los protagonistas de uno de los cambios de paradigmas más
importantes de la historia humana. Se abrieron paso a horizontes inimaginables hasta ese
momento, recorriendo el planeta entero, apropiando todo a su paso y dominando uno de los
obstáculos más difíciles de sortear, los océanos. Pero existe una historia paralela que
merece ser tratada a profundidad en estas páginas; es la de aquellos lugares en los que toda
esta sed de aventura y dominio se desplegó, y como si de un huracán inclemente se tratara,
arrasó con lo que había a su paso. Haití es prueba viviente de ello.
Las corrientes marinas que surcan las costas de esta relativamente pequeña isla fueron
primordiales para la explotación de las mismas; corrientes directas y constantes, orientadas
hacia las potencias europeas de la época hicieron de este lugar la cuna perfecta para las
colonias; tierra fértil, ruta “fácil” y por supuesto mucha mano de obra a la que someter y
esclavizar; el paraíso terrenal de todo aquel que desease forjar una gran riqueza; riqueza
que se forjó gracias a la deliciosa caña de azúcar, que crece con alevosía en dichas tierras.

El proceso de fabricación y refinación del azúcar requiere, aún en nuestros días, de gran
cantidad de recursos, es apenas imaginable la mano de obra requerida para abastecer a todo
el planeta de azúcar durante la época de la colonia. Una mano de obra irremediablemente
esclava. Con la consolidación de la industria azucarera se hizo necesario el traslado de
miles de esclavos negros hasta Santo Domingo, Capital de Haití, con la finalidad de suplir
esta necesidad de mano obrera, una que fuese barata y prescindible. En el marco de esta
nueva industria  se forjó entonces lo que conocemos como Code Noir, un decreto mediante
el cual se pretendía regular las condiciones de la esclavitud en las colonias francesas, Sin
embargo, este era prácticamente irrelevante a la hora de proteger a los esclavos de, por 
ejemplo el maltrato físico en la plantación, no obstante, brindaba un suelo legal fértil para
la reglamentación del comercio que enriquecía a los terratenientes de estas plantaciones y
por supuesto, como justificación de los actos atroces que se cometían en esas tierras. 

El Code Noir resulta ser un documento interesante para el desarrollo de la industria


azucarera, en la media en que regula la esclavitud, permitiendo a los blancos, en primera
instancia, la compra, venta, transporte y explotación de personas negras desde la África
continental hasta el atlántico, permitiendo suplir entonces la mano de obra necesaria para la
producción de cantidades exorbitantes de azúcar. Los negros eran aparentemente diferentes
a los blancos, estas diferencias fueron particularmente explotadas en la industria azucarera;
eran ganado apto para el trabajo pesado, con cuerpos grandes y fuertes que permitían a los
blancos explotar su potencial como bestias de carga. Este decreto fue clave para el aumento
de la producción azucarera, dando a los blancos y ricos vía libre para obligar a los negros a
realizar el trabajo que ellos no querían realizar.

Una vez entendido el contexto sangriento detrás de la industria azucarera, es importante


preguntar por el imaginario manejado durante la época para esconder esta cruda verdad. Es
relevante entonces enfatizar en las representaciones del azúcar y las personas que la
consumían, pues, unas industrias esclavizante, inhumana y destructiva no resulta en una
buena estrategia de marketing. Como primer objeto de estudio tenemos una representación
de lo que hoy llamaríamos un ingenio azucarero, el lugar donde sucedía la magia,
ilustración hecha por Jean-Baptiste du Tertre en “Histoire Generale des Antilles” (Paris: T.
Lolly, 1667. Esta ilustración hecha en “Historia general de las indias occidentales” pretende
representar la composición y funcionamiento de una plantación de azúcar; en esta se
observan varias figuras de tez negra realizando las labores de cosecha, molienda, transporte
y almacén de la caña de azúcar, sin embargo, creo que para el lector sería más relevante
preguntarse por la figura de tez blanca que parece sostener y apuntar un arma de fuego
hacia los esclavos. No es de extrañar entonces que esta ilustración se encuentre en un libro
de historia hecho “Para franceses”. Una representación suave y disminuida del verdadero
ambiente de la plantación, es entonces primordial preguntar ¿verdaderamente puede un
único hombre blanco reprimir y controlar a siete esclavos negros? ¿Qué evita que estas
personas se revelen, lo sometan y se liberen de un trabajo tan arduo? Quizás la respuesta
más obvia a estas preguntas sea el hecho de que no se trataba de un sólo hombre blanco con
un arma de fuego; era toda una jerarquía organizada para suprimir a estas personas;
encadenadas, maltratadas, mutiladas y sobre todo explotadas por una sociedad incapaz de
reconocer en ellos a un ser humano.

Es irónico pensar en que todo el azúcar producido por los negros jamás tocó sus labios,
pero a la vez es entendible el hecho de que así fuese; para los blancos resultaría inaudita la
idea de que un manjar tan refinado y codiciado tocase los labios de un ser que no estaba
siquiera al nivel de un perro. Esta afirmación podría sonar absurda, malsonante y
despectiva, sin embargo, es aquí donde otra ilustración y en particular su significado toma
poder y la siguiente pregunta cobra fuerza: ¿Qué tan cerca estaban los negros del azúcar?
Para dar respuesta es relevante el análisis de A Family of Three at Tea (1727) de Richard
Collins. Victoria and Albert Museum, Londres en la cual podemos observar una familia
blanca, claramente rica, debido a sus vestiduras, tomando apaciblemente el té,
probablemente endulzado con azúcar haitiano, acompañados de un adorable perro que
parece asomar a la mesa en busca de un manjar para degustar. Es aquí donde se evidencia la
razón de ser de esta industria, el placer de degustar una taza de té dulce, un placer que sólo
aquellos que no han sufrido para producirlo pueden satisfacer; un placer hecho para
personas tan blancas como el azúcar mismo.

Ahora, una vez entendido el público al que se destinaba este polvo cristalino y dulce, no es
de extrañar que la figura que represente ese placer no se trate de un negro esclavo, mutilado
y cansado, como se dijo antes, no es muy buena publicidad. Por el contrario, la imagen
insignia, el logo que se vendía a los consumidores era, irremediablemente, blanco. Para la
muestra tenemos este azucarero (circa 1750). Fábrica de Porcelana de Ruan (Rouen)
Francia. Decorado exquisitamente con una persona de tez nívea, con vestiduras orientales y
rodeada de hermosa y fructífera vegetación, una imagen muchísimo más agradable a los
ojos de un consumidor blanco, rico y privilegiado.

Ahora bien, luego de todo este análisis de la industria azucarera y su desarrollo acelerado,
salta a la vista su indiscutible relación con la esclavitud y en particular con el sometimiento
de millones de personas en un lugar tan relativamente pequeño cómo lo es Haití; una tierra
fértil y negra. Es por esta razón que es también menester resaltar el desarrollo de la
industria posterior a esta etapa colonial. Desde el día primero de enero de 1804 Haití,
antigua colonia de Santo Domingo y máxima productora azucarera del mundo, se declaró
como la primera nación de américa latina totalmente independiente de Francia y más
importante aún proclamó el veto definitivo e irrevocable del motor de esta industria, la
esclavitud. Llegados a este punto es necesario realizar la pregunta más relevante: ¿Qué pasó
después?

Para el lector de hoy es normal pensar en Haití como una nación destruida, pobre y sin
esperanza, sin embargo, el Haití del que se ha hablado en estas páginas dista mucho de esa
realidad y la pregunta que salta sobre sus cabezas es ¿cómo llegamos a esto? La respuesta
es más simple de lo que parece; Haití le fue arrebatado a los blancos de la misma manera en
la que fue sometido, con sangre, sudor y lágrimas; los doce años de guerra civil que se
libraron durante la revolución se quedan cortos ante los horrores que estas tierras
presenciaron para ver la libertad. Una libertad agridulce, pues si algo hicieron los blancos
luego de perder esa guerra fue cobrar venganza.

Santo Domingo, una colonia de infraestructura azucarera, con un sistema organizado


alrededor de la esclavitud y una economía vacía: todo lo que se producía y se ganaba
acababa fuera del territorio; básicamente la riqueza era de otros. Dar un golpe a un sistema
tan bien engrasado, ensamblado y controlado no resultaría sencillo sin destruir toda la
maquinaria que lo componía; y así fue, la revolución empezó en las plantaciones,
quemando a su paso todo lo que fuera azúcar y cortando cabeza a todo lo que fuera blanco.
Una guerra sanguinaria que cobró la vida de cerca del sesenta por ciento de la población
esclava que se reveló, además de por supuesto cobrar la infraestructura azucarera, que
representaba el pilar económico del país.

Al finalizar esa guerra los haitianos recuperaron la libertad de su territorio, sin embargo,
este estaba reducido a cenizas; pero, como si fuera poco, este país tuvo que enfrentarse a la
furia de las potencias, quienes no sólo se negaron a reconocerlos durante años como nación,
sino que, además, les obligaron a pagar por su “rebeldía” multando entonces a la pequeña
isla con cifras inauditas por las pérdidas que los terratenientes franceses tuvieron, entre
ellas sus territorios y para colmo sus esclavos. Es aquí donde la decadencia actual de esta
pequeña nación cobra sentido; donde se observa la amargura detrás de toda la historia del
azúcar en el globo y sobre todo donde se evidencia todo el sufrimiento que esa pequeña
cucharada, no sólo causó, sino que sigue provocando en este pequeño pero miserable lugar.

Haití fue durante la colonia la nación más rica, en cuanto a recursos, pero también fue la
nación más pobre en libertad. El azúcar, como la libertad tienen un precio, sin embargo, a
Haití le tocó asumir un costo demasiado alto por ambas cosas. Es así como llegamos al
final de esta historia. Hoy en día todos en casa tenemos este manjar tan codiciado, salimos a
las tiendas y lo compramos a precios de regalo, sin embargo, la cuna de este sigue siendo
igual de amarga.

Referencias:

BBC News Mundo. (2018, 30 diciembre). La multimillonaria multa que Haití le pagó a

Francia por convertirse en el primer país de América Latina en independizarse.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-46680927#:%7E:text=El%201%20de

%20enero%20de,que%20%C3%A9l%20mismo%20se%20asign%C3%B3.

Du Roy, E. (1735). Code Noir [Fotografía]. Code Noir.

https://archive.org/details/lecodenoirouedi00fran/page/2/mode/2up?view=theater

du Tertre, J. (1610–1687). Histoire générale des Antilles habitées par les François

[Ilustración]. Histoire générale des Antilles habitées par les François.

https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k1140206.image

earth.nullschool.net. (s. f.). Mapa de corrientes marítimas [Gráfico]. Mapa de corrientes

marítimas.

https://earth.nullschool.net/#current/ocean/surface/currents/overlay=primary_waves

/orthographic=-78.50,25.62,1555/loc=-26.184,14.519

Collins, R. (1727). A Family of Three at Tea [Pintura al óleo en un marco de madera tallada

y dorada titulada «Una familia de tres en el té». Todos están bebiendo té de un buen
servicio de té en la mesa. Hay un pequeño perro en la silla al lado de la madre

también.]. Victoria and Albert Museum, Londres, Inglaterra.

https://collections.vam.ac.uk/item/O56103/a-family-of-three-at-oil-painting-collins-

richard/a-family-of-three-at-oil-painting-richard-collins/

Azucarero (circa1750) Fabricado en Rouen, Francia.

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