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El neurocientífico Sam Harris, autor de afamados libros como El fin de la fe, Libre albedrío y Cartas

a una nación cristiana, sostiene que el libre albedrío no es más que una ilusión y así lo explica:

Somos producto de la evolución, como lo son las plantas y los animales. La complejidad de nuestro
cerebro es mayor que la de los chimpancés y los delfines, así como la complejidad de sus cerebros
es mayor que los de las langostas y salmones; pero como el resto, no escogimos los antecedentes
de nuestra evolución. En una persona, lo que llamamos el alma o el yo es un acumulado de los
recursos internos neuronales formados por la naturaleza (los genes y accidentes genéticos), la
educación y experiencias, más el envejecimiento, las enfermedades y la forma como todo esto
modula constantemente el cerebro. Lo que somos es producto de múltiples causas, muchas
aleatorias. Hasta la capacidad de hacer cambios, de modificar conductas, es parte inherente de esa
estructura.

A los religiosos la idea les parece escabrosa, pero lo es también para los ateos, pues toca
significativamente las nociones de responsabilidad moral, al quedar negada la capacidad de obrar
libremente.

Existen algunos experimentos que demuestran que antes de ser conscientes de tomar una
decisión, el cerebro ya la ha tomado, unas fracciones de segundo de antemano. Se le pide a los
probandos que antes de que el reloj llegue a cierto un número deben presionar un botón verde o
un botón rojo. Se mira el cerebro con un escáner y se puede saber que botón van a presionar,
antes de que los sujetos los accionen. Esto indica que la decisión ha sido tomada antes de llegar a
la conciencia, y el libre albedrio requiere consciencia para ser verdaderamente libre. Se supone
que somos conscientes de lo que debemos o no hacer antes de hacerlo.

Harris dice que hasta ahora no hay manera de probar la existencia de ese mecanismo consciente
que nos hace decidir. No se sabe cómo determina las conductas, y nadie hasta ahora puede
describir el proceso físico del libre albedrio.

La mente de un asesino es diferente a la de uno. No podemos ver la realidad cómo él, habría que
tener los mismos genes, las mismas experiencias, y entonces, encerrados en esa realidad, a lo
mejor actuaríamos de la misma manera. Harris describe el caso de un hombre que asesinó a su
mamá y a su mujer y después a un grupo de personas. El tipo aseguraba que no sabía por qué
había actuado así. La necropsia de este hombre reveló un gran tumor que presionaba la amígdala.
Tampoco se llega a ser cirujano por accidente. Para lograrlo hay que ejecutar muchos pasos en una
secuencia ordenada. Pero factores como la capacidad de estudio, el deseo y la estabilidad,
pertenecen a la estructura cerebral. No se es responsable de ser un cirujano, no hay que darle
muchos créditos al genial médico ni al que nació loco o sicópata. Qué pensaríamos de un sujeto al
cual se le ocurre de repente echar su profesión por la borda para ser fotógrafo ¿Podríamos saber
qué parte de ese hombre que experimenta la vida es la responsable del cambio súbito? Cada
pensamiento, intención y decisión han sido causados por causas de las cuales él no es consciente;
entonces ¿dónde queda su libertad de decisión? En adultos sanos, entender que no hay libre
albedrio disminuye tanto los sentimientos de orgullo como los de desprecio y odio.

Los pensamientos conscientes, las intenciones y los esfuerzos que se hacen en cada momento
están precedidos por causas de las que somos por completo inconscientes. No se es responsable
de tener el cerebro que se posee, ni de haber nacido en un país o en un ambiente específico. Ser
ignorante de esto hace que experimentemos falsas ilusiones morales. La ilusión de que existe un
libre albedrío es una verdad fea, dice Harris; sin embargo, las consecuencias que la gente teme no
son ciertas: nadie va a actuar con maldad ni se va a quedar acostado en una cama esperando a
que algo ocurra, por el hecho de que el libre albedrío parezca ser solo una ilusión.

Sam Harris parece estar más preocupado por las consecuencias morales que por el tema en sí. Un
tema para el cual la ciencia no tiene aún respuesta. Para Harris es un alivio acabar con la carga de
pensar que el otro puede cambiar o ser distinto. Al entender que el libre albedrío es una ilusión, la
sociedad puede hacer un giro en aras de reducir el castigo y ser más justa, más comprensiva y
capaz de tomar medidas, más de prevención del mal que de castigo y venganza. Según Harris, la
sensación de que la gente es profundamente responsable de lo que hace solo produce ilusiones
morales y sufrimiento psicológico.

Todo pareciera como si la conciencia fuera un fragmento pequeño del cerebro y esa fuera la única
zona desde la cual debiéramos tomar las decisiones para sentirlas como libres. Una analogía que
puede aclarar las ideas de este artículo es la siguiente: es como si el cerebro fuera un gran
computador y tuviera un software que nos hace experimentar el yo y lo que somos; un tipo de
programa responsable de la consciencia y lo que allí se produce, y ese software nos hiciera creer
que las ideas y las acciones que tomamos han sido producto de la libre decisión, cuando en
realidad somos producto del resto del hardware trabajando en silencio y en la oscuridad. ¿De qué
otra forma podría entenderse el libre albedrío?, quizás la dificultad radique en que el problema
está mal planteado.

Las siguientes ideas a favor del libre albedrío me las ha enviado un amigo, físico de formación.
Si la decisión consciente fuera una ilusión, ¿para qué habría evolucionado la conciencia? La
cantidad de energía que se necesita para mantener el córtex cerebral demuestra su extraordinario
valor. El córtex está involucrado en la evaluación de opciones, en la toma de decisiones razonadas,
después de sopesar los riesgos y las recompensas que ofrecen las distintas alternativas que se
presentan. ¿Por qué la evolución va a seleccionar semejante extravagancia; para que no sea más
que una ilusión?

Imaginemos dos puertas la A y la B, cerremos los ojos y escojamos una de las dos. ¿Le parece al
lector que está ejecutando el libre albedrío? Porque el mundo es caótico, es posible que las
decisiones mentales conscientes de un simple experimento como este puedan alterar el estado de
mundo (el efecto mariposa), claro, esperando el tiempo suficiente. Nosotros los seres humanos
experimentamos conscientemente una pequeña fracción de la actividad del cerebro. Es natural
que pensemos que somos solo lo que experimentamos directamente, de hecho, hacemos muchas
decisiones sin traer por completo el asunto a la conciencia. Pero solo porque no seamos del todo
conscientes de las decisiones que tomamos no significa que no exista el libre albedrio.

La mecánica cuántica nos fuerza a reconocer que la materia física básica del universo se comporta
de manera aleatoria y no está estrictamente determinada por las condiciones iniciales, lo cual
tiene implicaciones filosóficas profundas. Por esta aleatoriedad se puede argumentar que en cada
instante de su evolución física, el estado mecánico cuántico del universo no depende por completo
de su propio estado en el instante previo, por tanto se llega a un no determinismo, y con ello al
libre albedrío.

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