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TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN 1
EQUIPO NO:
03
DOCENTE:
INTEGRANTES:
Los estudios culturales no son una forma de idealismo radical en el que el mundo en el que
vivimos se pierde entre los significados que nosotros como seres pensantes construimos de
él, más bien apoya la multiplicidad de lo que conocemos. Tratan de aceptar el hecho de que
las cosas son siempre más complicadas de lo que parecen. El mundo es complejo y
cambiante, por eso parecería que se exige hacer más que descubrir constantemente lo que
ya sabemos. Los participantes de este proyecto no querían postergar las dificultades, que
dirigían estas explicaciones básicas a un replanteamiento. Los estudios culturales nos dicen
que las personas intentan realizar toda clase de cosas, pero no siempre sale bien y las
acciones humanas hacen que afrontemos el fracaso. La realidad tiene que ver tanto con los
desarreglos, fracasos, así como fuerzas y posibilidades. Las complejidades son de lo que se
trata la vida. La complejidad también se relaciona con un compromiso político fundamental,
el cambio nunca es bien servido reduciendo la complejidad a la simplicidad. Muchos
proyectos intelectuales contemporáneos repudian esta universalidad, por lo general las
teorías particulares que parecen implicar el relativismo, en el Centro, en seminarios de
teoría e investigación, el pensar el conocimiento contextualmente, plantear un conocimiento
que no pretendía abarcar el mundo. El esfuerzo por hacer que un trabajo contextualiza,
llevarlo a la teoría y la política, y resistir el universalismo epistemológico de la ciencia es el
corazón mismo de los estudios culturales. De la mano con el deseo de universalismo, en
especial en las humanidades está el deseo de la completar. Esto no sólo proporciona la
medida para el estudio, sino que garantiza la política, garantizando que este trabajo sólo
produciría los efectos esperados. El reflejo de ese objetivo es la práctica cada vez más
común de crítica en las humanidades, lo que determinaría nuestra decepción por cualquier
análisis incompleto. Estas fallas definen la complicidad de cualquier análisis incompleto con
los mismos sistemas de poder que se busca entender y desafiar. El trabajo del Centro
parecía anteponerse a estas prácticas. Los estudios culturales rechazaban la idea; la
complejidad del mundo significaba el trabajo y fracaso constante como parte del camino
para ganar experiencias. En el Centro se trataba de aislar las propias pasiones, por una
objetividad intelectual. Los estudios culturales y los pragmáticos querían combinar el rigor
académico junto con la competencia con la pasión social y el compromiso político. Nadie en
el Centro estaba a favor de lo que hacían o que todas las personas debían hacer estudios
culturales, o contar las únicas historias interesantes. Esa modestia muy negada, saca de
contexto el trabajo del Centro. Los estudios culturales tratan de evitar lo que podría llamar la
«hiperinflación de las disciplinas», donde la cultura, la comunicación, reclaman la
omnipresencia, concepto que, se supone, tiene la «respuesta» a todas nuestras preguntas y
problemas. No es común que estos conceptos se definen en algo que no sea de una forma
puramente teórica, sin dejar en claro las consecuencias, es imposible saber cuáles son las
apuestas del argumento. Esta hiperinflación se concluye de varias formas: leyendo cada
trabajo intelectual del agrado de uno como un ejemplo de «x» aun cuando el autor sea o no
consciente de ello; si un autor usa «x» en un momento específico de un argumento de
mayor importancia, leer la totalidad como si ejemplificaba la parte; apropiarse de la
polisemia sin teorizar, que pueda jugarse en las ambigüedades; y aplicar el concepto a un
creciente universo de objetos. El Centro estaba tratando de integrar la convicción en la
importancia del mejor conocimiento, un reconocimiento de lo caótico del mundo por fuera de
las categorías académicas, y un compromiso con la responsabilidad política de los
intelectuales. Esta búsqueda de contra lógicas epistemológicas, de una manera diferente de
hacer el trabajo intelectual, es lo que hay en el Centro.
Los estudios culturales británicos con el trabajo de Jim Carey, el profesor en los Estados
Unidos, a quien Stuart Hall me envió diciendo que era la única persona que conocía que
estuviera intentando hacer estudios culturales en los Estados Unidos en esa época.
Hall es, en una serie de entrevistas recientes, bastante explícito sobre la «perspectiva
intelectual» de los estudios culturales como una interrogación de contextos. Los estudios
culturales parten del supuesto de la racionalidad, que comparten con otros proyectos y
formaciones.Ningún elemento puede aislarse de sus relaciones, aunque esas relaciones
puedan cambiarse, y estén cambiando constantemente, los estudios culturales representan
así el compromiso con la apertura y la contingencia de la realidad social donde el cambio es
lo dado o la norma.
Hall dice: Si sólo se hubiera tomado la raza como un asunto negro, se habría visto el
impacto de la ley y las políticas de orden en las comunidades locales, pero nunca se habría
visto el grado en que la raza y el delito eran un prisma para una crisis mucho mayor. Hall
siempre ubica, contextualiza, su trabajo en la raza, como cuando afirma: «Nunca he
trabajado sobre la raza y la etnicidad como un tipo de subcategoría. Siempre he trabajado
sobre la formación social en conjunto que es racializada», el contextualismo radical está
encarnado en el concepto de articulación. La articulación nombra tanto los procesos básicos
de la producción de la realidad, de la producción de contextos y del poder, como la práctica
analítica de los estudios culturales.
Las relaciones que se han establecido por la operación del poder, en los intereses de
ciertas posiciones de poder, la lucha para cambiar el contexto involucra la lucha por
entender esas relaciones y, cuando sea posible, articularlas. Los estudios culturales
funcionan en lo que Stuart Hall describe como la lógica de «no garantías», que Paul Gilroy
ha llamado «anti-antiesencialismo». El esencialismo representa una lógica de garantías;
asume las relaciones que constituyen la existencia social e histórica. En las posiciones
esencialistas, las respuestas están garantizadas y todo se junta de antemano.
Queda claro que la autorreflexión concreta, si los estudios culturales llegasen a responder
las limitaciones ,las limitaciones o incluso la razón del contexto, teniendo está el material
para su estudio siguiendo con un contexto específico. Se concluye también que el estudio
cultural no debe tener un discurso llamativo con el fin de librar de responsabilidad a su
analista, que este no da la sensación de ya estar concluido y permita al analista realizar un
verdadero estudio basándose en sus propias investigaciones y no sólo guiado por una maya
ya establecida se llega a concluir también que, es un error tratar de realizar un correcto
estudio sin experimentaciones y conocimientos concretos, no se puede confundir este
estudio con conceptos de interpretación propia , ya que esto afectaría la verdad que es el
punto más importante en este tipo de estudios, por ese motivo se deben utilizar solo
conocimientos concreto y conocimiento empírico, ya que así se reafirma el concreto y con
ayuda del empírico se pueden complementar o hasta desarrollar nuevos conceptos Una de
las características más llamativas de este estudio es que esta llega cuestiona la necesidad
de su propia práctica, por ese motivo este estudio acepta que existe un desplazamiento de
sus efectos, restando importancia a su estudio, ya que se a demostrado que muy pocas
veces estos efectos están donde deberían estar, es como si lo encontraras donde uno
menos se lo espera , son algo impredecibles.
Se entiende que la investigación de este estudio no tiene como finalidad, salvar a alguien,
esta solo es una propuesta, con la finalidad de lograr construir un mejor lugar donde vivir, ya
que este estudio trata de contar una buena historia o una verdadera historia , ya que un mal
aprendizaje cultural pudo caer en un mal manejo político, aunque no se sabe a ciencia
cierta si una historia bien contada pueda recaer en una buena política o no, los cambios son
impredecibles por así decirlos.
LECTURA 2: FUNDAMENTOS Y CARENCIAS DE LOS ESTUDIOS CULTURALES
LUENGO CRUZ
W. Benjamin definió el ámbito de la cultura popular armonizando con la esfera del arte. La
cultura de masas representaba para él una forma de arte innovadora, capaz de convocar a
masas. Por esto le puso mass art. El agrupó el arte de masas con los intereses económicos
de la burguesía. Destacó el modo en que la producción y todo el consumo de las masas por
las técnicas de la fotografía y fílmica en donde el objeto reproducido perdía su aura y por
tanto, su dimensión artística. El hecho de que este hecho lo vieran masas de gente, causó
que haya un reemplazo de la obra por un modelo idéntico, pero no original. Sin embargo,
las masas prefirieron la copia por su cercanía a la original. El cine trajo con él la caída del
aura del personaje dramático, así como su escenificación. Hamlet apenas superaba la
participación de los actores y su escenografía. En la comparación entre el teatro y el cine
Benajmin incluyó un matiz característico. El destacó otras ideas; no existía un arte puro,
libre de intereses sociales. La imagen de masas es un nuevo modo de la percepción de las
personas. Todo hacía indicar que la transformación del arte en aquella época
contemporánea debía responder a un cambio. El nuevo arte no se comparaba a los relatos,
pinturas o dramas tradicionales. Por lo tanto, el análisis que hizo W. Benjamin fue dirigido a
concretar el nuevo fin, al que responden los objetos esperados. Su nueva meta empezó
eliminando el aura de las obras que la experiencia humana dejaba en las obras de arte. Él
comparó el arte antiguo con una experiencia ritual en la que la obra de arte la que venía a
ser un culto, poseía gran valor de reproducción y la obra de arte poseía ocultamiento de
misterio. Esta virtud se anuló a favor de darle valor a la exhibición de su reproducción
inmediata. Las obras podían ser vistas o calificadas de dos modos; por su valor de
ocultación y valor de exposición. Las obras pasaron de ser un producto de arte a ser
representación política de masas. El análisis de Benajmin sobre el arte contemporáneo
terminó como era de esperarse, en la superación revolucionaria del arte tradicional y
abriendo las puertas a una nueva forma de arte político de las masas. Por esto, el arte de
masas, quedaba subordinado a la sociedad la cual tenía ya una estructura de muchos años.
Por un lado, el arte de masas materializa una acción humana y no solo interese materiales.
El arte tecnológico era una respuesta a la política para conservar los rasgos de dicha
acción. Este contrapunto abre una nueva forma de ver las cosas para W. Benjamín,
considera el arte de masas. Por tanto, ahora lo que busca la política es un principio
constitutivo de sus formas y no solo un valor accidentalmente añadido a sus creaciones.
Benjamin renunció a un planteamiento individual del arte al aspirar y potenciar la sociedad
del arte. Así fue como se acercó a la postura humanística de Panofsky. No como Mc Donald
o Leavis. Él fue un historiador del arte quien vio crear un nuevo tipo de arte llamado arte
popular y mencionó que el cine es un gran medio para desmentir las concepciones
moderna, individuales y autónomas del arte, así como, volverla un repertorio común de la
sociedad.
Panofsky definió el filme en continuidad con la obra de teatro (arte de élite). De hecho, su
testimonio recalcó el error inicial de trasladar obras escénicas a la pantalla, evitando de raíz
la conclusión de Adorno y Horkheiner, y también de los críticos modernos, por la que el
cine, un producto de la cultura popular, se definía en contraposición a la obra de arte, la
obra teatral. La proyección comercial exigía al lenguaje mayor comunicabilidad, a lo que
continuaba el carácter vitalista de la imagen cinematográfica, argumento este autor. La
popularidad y la técnica audiovisual confluyeron en la efectividad del cine como medio de
expresión popular.
A partir de esta lectura, las imágenes estereotipadas de la cultura popular fructificaron en
tipos auténticos. La evolución en manejo de la técnica cinematográfica hizo que esta
manera externa de narrar fuera asumida, internamente, por el carácter temporal de la
imagen, que ya no mostraba el movimiento de forma alegórica, mediante alusiones a su
significado externo, sino simbólicamente. La lectura intrínseca de Panofsky desvelaba la
conexión esencial entre la naturaleza artística del cine y su popularidad.
Su popularidad fue la respuesta social a una concepción moderna de la obra de arte, de un
arte autónomo, aislado de la sociedad. Pero el análisis de Panofsky concluye de modo muy
distinto al de Benjamin. Este idealismo no estuvo reñido con la representación masiva de
afectos comunes, frente al individualismo que motivó la defensa moderna de un arte de
élite.
LA CULTURA POPULAR COMO ESCENARIO DEL PODER:
LOS ESTUDIOS CULTURALES
Las corrientes anteriores constituyeron las líneas fundamentales del debate contemporáneo
en torno a la cultura de masas. La escuela británica se sitúa a caballo entre unos y otros
presupuestos e intentó combinar diferentes perspectivas teóricas y de análisis. Los estudios
culturales incidieron en la fuerza de la colectividad, oponiéndose así a la óptica
individividulista de la crítica moderna de Leavis.Y, a la vez redujeron el colectivo social a la
categoría de clase,pues, a su juicio, esta era la forma básica en la que se estructuró la
sociedad moderna.
La tradición de los estudios culturales puede analizarse en diferentes fases.A finales de los
años cincuenta se gestó a través de la influencia del llamado culturismo, una aproximación
a la cultura popular orientada por cierta aspiración ideal-colectivista.
Los tres procedían de disciplinas humanísticas. Wiliams fue crítico literario y cultural, al igual
que Hoggart.Thompson trabajó en el área de la historia social. Hoggart, además, dirigió el
Centre for contemporary Cultural Studies cuando los estudiantes culturales se
institucionalizaron en Birmingham, a partir de 1964(Storey 1992). Los tres autores
compartieron una visión semejante de la cultura popular. La consideraban como un
elemento crucial para explicar la sociedad contemporánea.
Raymond Williams ofreció la expresión del popular culture contraponiendo la expresión
mass culture para entender que es una manifestación contemporánea, como concepto
social lo definió como alternativa al individualismo de la crítica moderna. La cultura popular
no es más que una constante transformación, va más allá de las tradiciones populares y sus
procesos que las sobreponen. La acepción de cultura popular y el ámbito de los estudios
culturales que esta noción creó respondieron, pues, a este planteamiento en el que la
cultura se ponía a favor de una sociedad, era vista como «masa». Revalorizó así la cultura
de masas, asignándole un nuevo nombre —«cultura popular»— y presentándola a la
sociedad. En su propuesta siguió persistiendo, sin embargo, el antagonismo moderno entre
el arte de élite y la cultura de masas. Al final, terminó contraponiendo dialécticamente la
cultura popular al «Arte».
Se debe tomar en cuenta que las culturas populares presuponen ideologías, además estas
ideologías responden a un proceso de producción de culturas. Dicho proceso respondía
esencialmente a una comprensión materialista de la cultura en la línea de Antonio Gramsci
(1955). La sociedad estaba formada por grupos que compartían determinadas condiciones
materiales e históricas.
El enfoque funcional de la cultura dio prioridad al orden social, en función del cual se ponían
los medios de masas y las formas populares. La sociología experimentó un giro hacia la
cultura, la dimensión cultural se volvió tan necesaria para comprender los fenómenos
sociales en toda su complejidad. Desde la perspectiva hermenéutica, el funcionalismo
reducía el horizonte cultural a la sociedad empírica, los valores de la cultura, a ideas
irreales.
En los aspectos culturales incorporó presupuestos también comunes a los trabajos que
plantean una actitud ambivalente respecto a dicha autonomía de la cultura o culturas
populares. Primero, la cultura siempre presupone un significado ideo-
lógico. Las culturas populares magazines, estilos de música e indumentaria juvenil, si bien
ofrecían ciertos espacios desvinculados del orden social, no obstante, dichos espacios
simbólicos cumplían una función preferentemente ideológica.
Así mismo, la cultura expresaba directamente posiciones de poder. Explicitar las era el
cometido principal de los trabajos. La interpretación de las formas populares consistía en
señalar el uso ideológico que se hacía de la cultura popular. Las clases dominantes y
subordinadas poseían su propia cultura. Una cultura ascendía sobre otra en el ranking del
poder cultural. Y el grupo de la cultura subordinada se interpretaba a sí mismo en los
términos
prescritos por la ideología dominante.
En los umbrales del siglo XXI la realidad cultural se resiste, en fin, a ser clasificada
en cultura capitalista y cultura obrera, enfrentadas en oposición dialéctica. Bourdieu
(1986a) ha ofrecido una explicación de los gustos populares a través de otras
variables distintas a la clase social. El prisma de lo popular se amplía. Los estudios
sobre comunidades obreras han dado paso al análisis de otros grupos sociales. El
trabajo de M. Gillespie Television, Ethnicity and Cultural Change (1995) ha
planteado cuestiones sobre la construcción de las identidades sociales
diferentes a las viejas preguntas sobre culturas de clase o ideologías políticas. Una
recopilación reciente de estudios sobre medios de comunicación- Media and Cultural
Theory (Curran y Morley, eds., 2006)— parece renovar la perspectiva de los estudios
culturales con nuevos temas y objetivos de análisis.
La «sociología de la cultura» parte de una visión racionalista. La cultura es una
superestructura, ideología o variable dependiente de la estructura social. La razón de
los significados culturales está fuera del propio dominio de la cultura. Dichos
significados reflejan las variables «duras», los factores materiales, «reales» del orden
social. En esta línea de la sociología de la cultura, la escuela de Birmingham fue
incapaz de superar una postura racionalista de la cultura. Tras idas y venidas, el
modelo del materialismo cultural acabó en una reducción de la cultura popular a la
estructura socioeconómica. La perspectiva permaneció siempre en los límites
ideológicos de su crítica a la cultura neoliberal. Al término de su camino, la cultura
popular quedaba abocada a la manipulación ideológica más o menos directa.
La «sociología cultural» adopta una postura idealista. La cultura no es una cosa, sino
una dimensión; es una variable independiente que entreteje la estructura social
desde dentro. Este reconocimiento tajante de la «autonomía cultural» respecto a la
estructura resulta básico para establecer una línea sólida de análisis cultural, en
palabras de Alexander. Desde esta perspectiva, los significados culturales revisten
un poder simbólico capaz de dirigir el deseo de colectividades, decidir sobre las
formas de organizar las instituciones, represen- tar la sustancia moral de las leyes y,
en definitiva, generar los significados y las motivaciones que subyacen en las
variables «duras» de la «sociología de la cultura»: las fuerzas tecnológicas,
económicas, políticas o militares (Alexander, 2003).
La perspectiva de Alexander observa la cultura como un «proceso» (Spillman, 2002).
En este punto se aproxima al planteamiento de los estudios culturales. La cultura no
es sólo una serie de prácticas, costumbres o hábitos sociales ni representa
únicamente un conjunto de formas, artefactos o productos artísticos. Sin embargo,
hacer «sociología cultural» requiere concebir dicho proceso como productor de
significados, afectos, emociones e idealizaciones colectivas (Alexander, 2003). Por el
contrario, lo hemos advertido ya, una sociología de la cultura en la línea de los
estudios culturales concibe el proceso cultural como reproducción de relaciones
sociales, poderes políticos y fuerzas económicas.
El proceso de dominación por el cual una cultura se impone a otra tiene consecuencias para
esta, haciendo que la cultura dominante sea aceptada, negociada o rechazada.
Significa que los medios han sido codificados en el contexto de la cultura predominante.
Luego, el grupo decodificó estos significados en tres patrones de lectura, el primero es la
incorporación de mensajes a su subcultura.
Otros establecen ciertas negociaciones contra ellos con sus propios estándares culturales,
este último estaba en contra de estas connotaciones.
En la década de 1990, Hall propuso análisis orientados al estudio del discurso. El autor
utiliza el término en el sentido en que Foucault define las prácticas de poder o las formas de
discurso que definen patrones de pensamiento en un período determinado.
Hall luego sugiere analizar el discurso popular como un medio para mapear las categorías
mentales de nuestro tiempo y, al hacerlo, identificar las estructuras de poder que las
facilitan. El discurso constituye la posición preconcebida o predestinación del saber del
espectador respecto a la interpretación de tal o cual texto.
La sociología cultural adopta una posición idealista. La cultura no es una cosa, es una
dimensión, es una variable independiente que teje la estructura social desde adentro.
Un reconocimiento claro de la autonomía cultural es esencial para establecer una línea
sólida de análisis cultural. Según esta visión, el significado cultural tiene un poder simbólico
capaz de orientar los deseos de la sociedad, determinando las formas de organizar las
instituciones, representando la naturaleza moral del derecho y, en última instancia, de todo
que crea significados y motivos que subyacen a variables difíciles.
Se concluye que la teoría crítica descubrió un espacio entre el arte y la cultura de masas,
entonces los teóricos pertenecientes a la escuela de Frankfurt siguieron el camino hacia la
crítica moderna de la cultura, culpándola del decaimiento humano y sociedades modernas.
Se propuso que los objetos culturales tuvieran un valor para la sociedad moderna con
intereses económicos.
Esto causó que muchas expresiones de arte sean realizadas sólo con un fin lucrativo, esto
convierte al arte en un mercado con sentido ideológico y dejó de permanecer en el espacio
del arte en sí.
La tradición británica de los estudios planteó como propuesta dejar atrás la idea de
materializar la supuesta cultura popular, pero no fue apoyada, con la excusa de que sus
predecesores habían planteado la idea correcta, y tenían preferencia al pensamiento
lucrativo, diciendo que el poder del mundo depende de la cultura del mercado y la cultura
política , estos estaban a favor de la producción de la cultura popular que no era para nada
del pueblo, contradiciendo así sus propias ideas.