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Florbarbero

Vane Hearts Florbarbero **Nore**


Lu Jeyly Carstairs Chachii
Joselin Val_17 Ivic15
Umiangel Beatrix Verito
Jadasa Julie Hansel
Gesi Dannygonzal jennicast
Jani Colton Miry GPE Gisenid
samanthabp NnancyC Majo villa
Bella` mely08610 Jeen Ramirez
Mary Warner Clara Markov

florbarbero Daliam Jadasa


Mary Warner Jani Colton Julie
Lu Miry GPE Laurita Pi
Vane hearts Dannygonzal GraceHope
Anakaren Miry GPE
Beatrix karalunab_

Florbarbero Julie
Jani Colton Val_17

Aria
Sinopsis Capítulo 28
Capítulo 1 Capítulo 29
Capítulo 2 Capítulo 30
Capítulo 3 Capítulo 31
Capítulo 4 Capítulo 32
Capítulo 5 Capítulo 33
Capítulo 6 Capítulo 34
Capítulo 7 Capítulo 35
Capítulo 8 Capítulo 36
Capítulo 9 Capítulo 37
Capítulo 10 Capítulo 38
Capítulo 11 Capítulo 39
Capítulo 12 Capítulo 40
Capítulo 13 Capítulo 41
Capítulo 14 Capítulo 42
Capítulo 15 Capítulo 43
Capítulo 16 Capítulo 44
Capítulo 17 Capítulo 45
Capítulo 18 Capítulo 46
Capítulo 19 Capítulo 47
Capítulo 20 Capítulo 48
Capítulo 21 Capítulo 49
Capítulo 22 Capítulo 50
Capítulo 23 Capítulo 51
Capítulo 24 Capítulo 52
Capítulo 25 Seis Años Antes
Capítulo 26 After the Game
Capítulo 27 Sobre el Autor
En la continuación del bestseller #1 del New York Times de Abbi Glines,
Until Friday Night, tres adolescentes de una pequeña ciudad del sur están
atrapados en un triángulo amoroso dramático.
Willa no puede borrar las malas decisiones de su pasado que la llevaron
por el camino en el que está ahora. Pero puede luchar por el perdón de su
familia. Y puede protegerse al no permitir que nadie se le acerque.
El mariscal de campo de la escuela secundaria y chico de oro de la
ciudad Brady solía ser el mejor amigo de Willa, incluso se enamoró de él cuando
eran niños. Pero todo cambió ahora: sus opciones de vida la convirtieron en
una persona diferente de la chica que conocía.
Gunner también solía ser amigo de Willa y Brady. Además es la estrella
más grande de fútbol en la escuela secundaria-por no mencionar que su familia
básicamente es dueña de la ciudad de Lawton. Él ama su vida, y no se
preocupa por nadie excepto por sí mismo. Pero Willa es la excepción, y él
entiende a la chica en que se ha convertido en una forma que nadie más
puede.
A medida que los secretos salen a la luz y los corazones se rompen, estos
antiguos amigos de la infancia deben enfrentarse a la verdad sobre crecer y
enamorarse... incluso si esto significa perder a los demás para siempre.
The Field Party, #2
Traducido por Vane hearts
Corregido por florbarbero

Willa
—No ha cambiado mucho desde que te fuiste. Adelante y desempaca.
Acomódate. Tengo más trabajo que hacer en la casa. Iremos por la mañana y
te matricularemos en la escuela —dijo Nonna mientras el fruncido gesto de su
rostro que estuvo allí desde que me recogió en la estación de autobuses hace
una hora, sólo se hacía más intenso—. No vayas a ninguna parte. ¿Me
escuchas? Quédate ahí hasta que vuelva.
Me las arreglé para asentir. No pude decirle más que "gracias” desde que
la vi. La última vez que vi a mi abuela fue hace dos años cuando ahorró
bastante dinero para venir a visitarnos en Little Rock. Era una gran parte de mi
vida. Hubieron momentos en mi niñez que cuando pensé que nadie más me
amaba, sabía que ella sí. Nonna nunca me defraudó.
Ver la evidente decepción en su mirada ahora era difícil de tragar. Pero
no esperaba nada diferente. Era una mirada a la que me había acostumbrado.
Lo veía en los ojos de todos estos días cuando me miraban.
Nadie me creyó. No mi madre, ciertamente no mi padrastro, ni el oficial
de policía que me arrestó. Ni siquiera mi hermano. Nadie. Lo que significaba
que mi abuela tampoco me iba a creer. Seguro que aceptó llevarme cuando
mi madre hizo mis maletas y me las dejó en el porche el día en que me liberaron
del centro correccional en el que pasé los últimos seis meses. No tenía dónde ir,
y llamar a la madre de mi madre era lo único que sabía hacer. Viví con Nonna
hasta el verano cuando cumplí once años. Su casa era el único hogar real que
conocía.
Mi madre finalmente decidió que podía cuidar de mí, la niña que tuvo a
los quince años y que dejó con su madre el día en que se graduó de la escuela
secundaria tres años después. Cuando mi hermano, Chance, tenía ocho años,
su padre finalmente se casó con mi madre. Ella quiso integrarme a la familia. El
problema fue que nunca en realidad encajé. Mi hermano menor era adorado
por su padre, y yo parecía estar siempre en el camino. Fui muy reservada hasta
que cumplí quince años y todo comenzó a cambiar.
—Respóndeme, Willa —exigió Nonna, sacándome de mis pensamientos.
—Sí, señora —respondí rápidamente. No quería molestarla. Era todo lo
que me quedaba.
La expresión de Nonna se suavizó; entonces asintió. —Bueno. Estaré de
vuelta tan pronto como mi trabajo en la casa grande esté hecho —añadió,
luego se giró y se alejó, dejándome en el dormitorio que fue mío durante los
primeros once años de mi vida. Fui feliz aquí. Me sentí querida aquí.
Pero arruiné eso también. Era buena en estropearlo. Si había una decisión
equivocada que hacer, me las arreglaba para hacerlo. Tenía la intención de
poner eso en el pasado. Quería recuperar a la chica que fui una vez. La chica
cuya abuela se sentía orgullosa de ella. La chica que no se comportaba mal
por atención. La atención que recibí de mi madre no fue el tipo de atención
que quería. Al final la perdí. No quería tener nada que ver conmigo. Maté todo
el amor que tenía por mí.
Una vez que la puerta se cerró detrás de Nonna, me hundí en la cama
gemela que se hallaba cubierta con una colcha que sabía que mi abuela hizo
por sí misma. Le encantaba bordar a mano en su tiempo libre. Lo cual no era
muy frecuente. Trabajaba seis días a la semana para los Lawtons. Le daban libre
el domingo para poder ir a la iglesia y limpiar su propia casa. La que resultaba
ser una cabaña en el borde de su propiedad. Había sido la encargada de la
limpieza de los Lawtons y cocinera por todo el tiempo que podía recordar. Mi
madre creció en esta casa. Esta habitación en la que me encontraba también
fue suya.
Aunque yo fui el producto de un error cometido por mi madre, mi infancia
fue feliz. Mi abuela me dio el amor y la protección que mi madre adolescente
no supo dar. Y luego estaban los chicos. Gunner Lawton y Brady Higgens fueron
mis dos mejores amigos. Gunner vivía en la casa grande con sus padres y
hermano mayor, Rhett. Desde que él y Brady me atraparon en su casa del árbol
jugando con sus hombres del ejército cuando teníamos cuatro, fuimos
inseparables. Observé a los muchachos durante semanas subir a esa casa del
árbol desde el jardín de enfrente de la cabaña. Quería saber qué había allí. Mi
curiosidad me dio mis primeros amigos verdaderos.
Cuando me fui con mi madre, fue en ese momento que las cosas
empezaron a cambiar entre los tres. Ya no era sólo uno de los chicos. Era una
niña, y las cosas empezaron a ponerse incómodas. En aquel entonces pensé
que me encontraba enamorada de Brady. Era popular y tenía una sonrisa que
una vez hizo que mi corazón revoloteara salvajemente cuando era dirigida a
mí. Pensé entonces que sería el único chico que amaría alguna vez. Me fui
poco después de que mis sentimientos comenzaran a crecer. Ahora apenas
podía recordar como lucían cualquiera de los chicos. Hubo otros chicos en mi
vida desde entonces. Sólo uno me marcó. Sólo uno de ellos amé. Carl Daniels.
Pensé que sería mi para siempre. Hasta que decidió que dormir con otras chicas
era aceptable cuando no le daría mi virginidad en la parte trasera de su coche.
Me demostró que realmente no podía confiar en nadie. Amar a alguien
significaba salir lastimada. Mi madre y Carl me mostraron cuán vulnerable te
hacía el amor. No cometería ese error de nuevo.
Parecía como si fuera otra vida ahora. Gunner y Brady eran la parte
segura y feliz de mi pasado con la que usualmente soñaba en la noche cuando
necesitaba escapar de mi realidad.
Mi vida aquí sería muy diferente de la que fue una vez. Cometí un error
por el cual realmente nunca pagaría. La culpa y el arrepentimiento serían mis
compañeros a lo largo de mi vida. Y ser rechazada por tu propia madre no era
fácil de aceptar. Era una herida tan profunda que dudaba que alguna vez la
superara.
Me levanté y me acerqué al espejo y me estudié. Los ojos azul oscuro de
mi madre me miraron de vuelta. El lacio cabello rubio que golpeaba justo
debajo de mis hombros no era nada como sus mechones rojos. Me imaginé que
conseguí el color de mi padre. Un hombre que no conocía. Ella ni siquiera me
dijo su primer nombre. Ni siquiera le dijo a mi abuela. Una vez dijo que era
porque él no podía ser un padre para mí. Me protegía y a él con su silencio.
Nunca entendí eso. Todavía no lo hacía.
Levanté la mano y pasé los dedos por mi desnudo lóbulo. Los piercings
que una vez enmarcaron mi oído se hallaban casi desaparecidos. No fui capaz
de usarlos en el centro correccional. Me acostumbré a no tener que lidiar con
ellos, y no deseaba devolverlos. Incluso sin ellos, era tan diferente de la chica
que dejé aquí hace seis años.
Traducido por Vane hearts
Corregido por florbarbero

Gunner
Seguí mirando por la ventana del pasajero de mi maldita camioneta. Bebí
dos cervezas. Eso fue todo. Si Brady no hubiera estado tan ocupado con sus
manos sobre Ivy Hollis, entonces habría visto que me encontraba lo
suficientemente sobrio como para regresar a casa.
—¿Cómo llegarás a casa? Seguro que no te dejaré tomar mi camioneta
—le dije, observando para ver a Brady sonriendo. Cabrón.
—West me recogerá. De todos modos, tiene que llevar a Maggie a casa.
—Fue su respuesta desagradable. Desde que West empezó a salir con la prima
de Brady, Maggie, se convirtió en una persona bien intencionada como Brady.
Podía llevar a un tipo a beber.
—Jodiste completamente las cosas para mí con Kimmie. No puedo tener
a una chica sola en mi camioneta si la estás conduciendo. —Y me encontraba
cabreado por eso.
—Deberías darme las gracias. ¿No recuerdas el drama que Kimmie te
causó la última vez que la tuviste sola en tu camioneta?
Tenía razón. Librarse de ella no era fácil. Tuve que liarme con Serena
frente a ella para que me dejara en paz. Solo gruñí una respuesta. No me
gustaba cuando tenía razón.
—Lo que sea —murmuré.
Brady se rio entre dientes, y no tuve que mirarlo para saber que sonreía. —
¿Quién es? —preguntó, y todo el humor de repente desapareció de su voz
mientras desaceleraba.
Lo miré para ver en qué dirección observaba. Siguiendo su mirada, vi a
alguien caminando hacia la parte trasera de la propiedad. Se hallaba tan
oscuro afuera que no podía distinguir quién era. No eran más que una sombra
desde aquí.
Encogiéndome de hombros, me recliné en el asiento y cerré los ojos. Me
hallaba agotado. Tal vez Brady tenía razón y no era seguro que condujera. —
Probablemente es la Sra. Ames. Sabes que trabaja tarde la mayor parte del
tiempo —contesté, ahogando un bostezo.
—No es realmente seguro que la Sra. Ames esté caminando en la
oscuridad así, ¿verdad? —preguntó.
Brady era un perpetuo buen tipo. Juro que a veces me volvía loco. —Lo
ha estado haciendo por más tiempo del que yo he estado vivo. Creo que
estará bien. —La Sra. Ames era nuestra limpiadora y cocinera. También era la
madre de reemplazo de mi madre de alguna manera. Cuando mi madre
necesitaba consejo o ayuda, siempre le preguntaba a la Sra. Ames. Me
gustaba más que mis propios padres. Pero luego me di cuenta que yo le
gustaba más que a mis padres, así que era mutuo. Ya que mi hermano mayor,
Rhett, era el hijo favorito de mis padres, la Sra. Ames dejó claro que yo era el
suyo. También era una dura señora mayor, y sabía que cualquier cosa que se
enfrentara con ella en la oscuridad mejor estuviera preparado para ser
derribado. Podría ser feroz. La vi hacerse cargo de más de una batalla por mí
cuando era un niño, y ganaba siempre.
—Tal vez deba detenerme e ir a verla. Asegurarme de que llegue a casa
a salvo. —Su voz todavía tenía ese tono de preocupación.
—Si te detienes, conduciré a mi propio culo el resto del camino —le
advertí. Fue el que insistió en llevarme. Estábamos casi allí ahora, y mi cama se
encontraba tan cerca. Sólo quería llegar a casa. Además, cuando llegara a la
Sra. Ames, estaría en su casa. Segura. Como siempre.
—Eres una pequeña mierda —gruñó Brady, y siguió su camino a mi casa.
No me ofendí por su comentario. No era la primera vez que me llamaban así. Mi
padre se refería a mí como una mierda a menudo. Pero cuando él lo decía,
sabía que lo decía en serio. Y lo aborrecía. Me aborrecía. Porque aunque
llevaba el apellido de Lawton… Yo no era su hijo. Era la descendencia de una
de las muchas de las aventuras de mi madre. El hombre al que llamaba Padre
no era mi padre biológico. Cuando mi hermano mayor tenía dieciocho meses
de edad, mi padre contrajo cáncer de próstata, y aunque el tumor fue
extirpado, su basura nunca volvió a funcionar.
Brady se estacionó en mi lugar en nuestro garaje de seis coches y apagó
la camioneta, luego me lanzó las llaves. —Ve a la cama. West acaba de
enviarme un texto, y están justo detrás de nosotros. Voy a caminar hacia ahí y
encontrarlos.
No era estúpido. Iba a ir a revisar a la Sra. Ames. Asentí y le di las gracias a
regañadientes por traerme a casa en una pieza antes de entrar en la casa.
Caminando más allá de la puerta de la oficina de mi padre, podía oírlo por
teléfono. Sonaba como negocios. Siempre trabajaba. Eso alguna vez dolió
cuando no tenía tiempo para darme. Todo eso cambió el día que lo oí
llamarme bastardo, cuando tenía doce años. Fue más un alivio que nada. No
quería ser como él. Su vida sin sentido llena de ira y amargura. Preocupado por
cómo el mundo lo veía y la apariencia de esta familia. Él era todo lo que nunca
quise ser. Odiaba a ese hombre.
Nunca culpé a mi madre por haberlo engañado. Nunca lo vi mostrarle
ningún afecto. Ella era un trofeo en su brazo, y eso era todo. Nada más. Viajaba
más de lo que se encontraba en casa.
Cuando chicos como West pensaban que estaba bien amar a una chica,
yo lo sabía mejor. El amor no era real. Era una emoción fugaz que te confundía,
luego te destruía al final. No se podía confiar en la gente. En el momento en
que los amabas, tenían el poder de hacerte daño.
Ninguna mujer tocaría mi corazón. Yo era demasiado inteligente para
eso. Amé a mi madre una vez, pero logró ignorarme, a menos que quisiera
mostrarme como un pony premiado, la mayor parte de mi vida. Amé a mi
padre también, y busqué su aprobación hasta que un día me di cuenta de que
nunca lo ganaría. Rhett era su hijo de oro. El hijo de quien se jactaba. El hijo que
era suyo. Sabía que estaba mejor sin todos ellos, pero eso no impedía que mi
corazón a veces doliera con lo que me perdí.
Mi vida estaría llena de aventuras. Era mi plan de vida. Nunca me
quedaría atado a una chica. Viajaría, vería el mundo y saldría como el infierno
de Lawton. Nunca ames a nadie y nunca te lastimarás de nuevo.
Cuando llegué a mi habitación, eché un vistazo al pasillo hacia el
dormitorio de mi madre. Ella y mi padre no compartían una habitación. Nunca
lo hicieron. Al menos en mi vida. Tal vez una vez, cuando la casa era nueva, lo
hicieron. No estaba seguro ni me importaba saberlo. Su puerta se encontraba
cerrada, y sabía que no verificaría si me hallaba en casa a salvo. Porque no le
importaba. A ninguno de ellos. La única persona que se preocupaba por mí era
yo. Claro, me gustaría pensar que a la Sra. Ames le preocupaba, pero entre
más mayor me hacía, más la decepcionaba. Era sólo cuestión de tiempo antes
de que también me odiara.
Estaba bien con eso. Sabía que siempre podía confiar en mí mismo. Eso
era todo lo que necesitaba. El resto de ellos podían irse al infierno.
Traducido por Lu
Corregido por florbarbero

Willa
Iba de regreso a la casa de mi paseo por la noche para ir a ver si la casa
del árbol todavía seguía allí cuando escuché hojas crujir detrás de mí. Me
quedé helada.
—Oye —llamó una voz masculina—. ¿Qué estás haciendo aquí? Esto es
propiedad privada y esa casa no es tuya.
Mi corazón aceleró mientras trataba de poner el débil recuerdo que tenía
de la voz de un joven a la voz más profunda que escuchaba detrás de mí.
¿Podría ser Gunner? ¿Y me encontraba lista para enfrentarlo?
—Será mejor que hable o llamo a la policía —advirtió el tipo.
Vi los faros que bajaban por el camino de una milla que llevaba a la casa
de los Lawton hace unos minutos. Habían disminuido la velocidad, y pensé
entonces que tendría que explicarme. No tenía seguridad de que alguien
supiera que me encontraba aquí. ¿Mi Nonna se lo diría a alguien? Por el sonido
de su voz, pensaba que mi presencia seguía siendo un secreto.
La puerta de la cabaña se abrió y mi Nonna apareció. Nuestros ojos se
encontraron, y luego miró por encima de mi cabeza hacia el tipo detrás de mí.
Vi que su cara se suavizó antes de que sonriera. —Gracias, Brady, por cuidar de
mí, pero Willa está aquí. Ha vuelto a vivir conmigo por un tiempo. Recuerdas a
Willa. Jugaban juntos de niños.
Brady Higgens. Ojalá pudiera recordar su cara con más claridad. La única
sensación que recordaba era el aleteo en mi estómago cuando se encontraba
cerca de mí. Poco a poco me volví para ver al chico de mi juventud que jugó
un papel tan importante.
El suave resplandor de la luz del porche le tocó el rostro, y mi aliento
respiró un poco. El hermoso chico que dejé atrás era alto, musculoso y aún más
perfecto de lo que era cuando teníamos once años. Su mirada s encontraba
clavada en la mía, y no pude formar palabras. Quise apartar la mirada, pero
tampoco quise dejar de mirarlo. Era completamente confuso.
—¿Willa? —Su voz era un sonido ronco que me hizo temblar.
Asentí. Yo no confiaba en mi para hablar todavía. Todas esas mariposas
tontas que causó cuando era niña regresaron y eran más intensas.
Una sonrisa cruzó su rostro mientras daba un paso hacia mí. Parecía feliz,
complacido y algo más. Algo que yo entendía. Algo que tanto como me
gustaba, sabía no podía funcionar. Parecía interesado.
—Willa, vamos adentro, ahora. —La voz de Nonna era severa y no tenía
lugar para la discusión—. Gracias de nuevo, Brady, por comprobarme. Te vas a
casa ahora para que Coralee no se preocupe por ti.
Quité mi mirada de él y subí las escaleras con la cabeza hacia abajo
para no tener que encontrarme con los ojos de mi Nonna. Ella notó esa mirada
en sus ojos también. Y no confiaba en mí. Nadie lo hacía.
Si Brady lo supiera, no me habría mirado así.
—Siempre, Sra. Ames. Tengan una buena noche —gritó. Seguí caminando
hasta el dormitorio que me pertenecía.
No quería escuchar el sermón de permanecer alejada de Brady que
sabía vendría. Cuando la puerta principal se cerró, me encogí y agarré la
puerta de mi dormitorio.
—No tan rápido. —La voz de Nonna me detuvo, y yo quería gruñir en
frustración. No necesitaba que me dijera lo que ya sabía—. Brady Higgens es un
buen chico, Willa. Se está convirtiendo en un buen joven. Es el quarterback del
equipo de fútbol, y los exploradores universitarios ya están tratando de
reclutarlo. Hará que este pueblo se sienta orgulloso. Has visto más que ese
chico. Sabes más sobre el mundo que él. Ve que te has convertido en una
hermosa joven. Eso es todo lo que sabe. No tengo la intención de decirle a la
gente lo que pasó contigo. No es su asunto. Pero hasta… hasta que sanes de
esto -hasta que estés mejor- los chicos no son algo en lo que necesites pasar tu
tiempo.
Era difícil de oír. Nonna me aceptó cuando nadie más me quería, pero
tampoco confiaba en mí ni me creía. Eso lastimaba. Tanto que me dolía el
pecho. Todo lo que pude hacer fue asentir. —Sí, señora —respondí antes de
entrar apresuradamente en mi habitación y cerrar la puerta a cualquier
palabra más dolorosa que pudiera decir. Sólo necesitaba a alguien que me
preguntara qué sucedió realmente y creerme cuando se lo dijera.
Como todas las noches desde el accidente que cambió mi vida… No
dormí mucho.
Registrarte para una nueva escuela secundaria tu último año era
intimidante. Nonna tranquilizaba al director y a la consejera de que yo no iba a
causar ningún problema. Tenía que ir al consejero todos los martes y viernes
durante mi clase de último período para discutir cómo me sentía. Sabía que
debería estar agradecida de que fuera lo único que tenía que hacer, pero lo
temía todo igual.
Nonna me apretó el brazo y me miró firmemente a los ojos mientras me
decía que trabajara duro y la hiciera sentir orgullosa. Si supiera que era
exactamente lo que yo pensaba hacer. Había perdido demasiado en este
punto para perderla también. Iba a ganar su confianza. Tenía que hacerlo.
La primera campana sonó mientras me encontraba con la consejera y
Nonna explicaba mi situación. Lo que significaba que iba a tener que entrar en
mi primer período del día tarde. Todo el mundo me miraría fijamente. El maestro
dejaría de hablar, y también me miraría fijamente.
Eché un vistazo a mi horario. El Sr. Hawks era mi profesor del gobierno de
los Estados Unidos, y yo estaría enfrentándolo a él primero. Caminé por el pasillo
vacío lleno de armarios hasta que encontré la habitación 203. Podía oír lo que
supuse era el Sr. Hawks hablando por la puerta. Tomando una respiración
profunda, me recordé que enfrenté cosas mucho más aterradoras que esto.
Viví seis meses con chicas que merecían estar en un centro correccional. Eso
era realmente aterrador. Esto era sólo un aula de niños que nunca me
entenderían. No importaba. Todo lo que importaba era que tuviera las mejores
notas que pudiera y me quedara completamente fuera de problemas.
Mi mano tocó el metal frío de la manija de la puerta, y lo retorcí antes de
que pudiera retrasar esto más y entré en la habitación. Tal como predije, todos
los ojos giraron hacia mí. No hice contacto visual sin embargo. Mantuve la
mirada fija en el anciano calvo en el frente de la habitación con una camisa
abotonada que apenas le cubría el vientre.
—Tienes que ser Willa Ames —dijo con una sonrisa que no le alcanzaba a
los ojos—. Por favor, siéntate, Willa. Revisábamos las notas de la semana
pasada. Habrá una prueba dentro de dos días. Espero que pidas a un
compañero de clase una copia de sus notas y te prepares. No hay tiempo
como el presente para quedar atrapado con las lecciones. Sólo ten cuidado
que notas pides. No todo el mundo aquí es un estudiante que pasa. —Terminó
esa última parte escaneando la habitación mientras miraba por encima de sus
gafas de media luna.
—Sí, señor —repliqué antes de dirigirme hacia el único escritorio vacío de
la habitación. No miré a nadie a mí alrededor. Mantuve la mirada fija en ese
escritorio como si fuera una balsa e iba en un barco que se hundía.
Traducido por Lu
Corregido por florbarbero

Gunner
—¿Qué te ha hecho enredarte con locos? ¿Pensé que ya sabías eso? —
Me preguntó West Ashby mientras salíamos del primer período. Era la única
clase que teníamos juntos. Aparte de ser un gran corredor, también era
inteligente. La mayoría de las clases que tomaba eran clases avanzadas. No
podía entender por qué. Iba a la universidad con una beca de fútbol. No era
como si necesitara una académica también.
—No estoy seguro de lo que estás hablando —respondí.
—Kimmie, hombre. Le está diciendo a todos que están enganchados y
están de nuevo juntos. Por lo que recuerdo, ustedes nunca estuvieron juntos.
¿Kimmie? ¿Seriamente? Ni siquiera dormí con ella, y andaba diciendo
mierda. Quizás le debía a Brady un agradecimiento por traer mi culo a casa
anoche. —Está mintiendo.
West rió entre dientes. —Entonces es mejor que aclares eso. Porque está
parada en tu casillero pareciendo un perrito enamorado.
Levanté la cabeza y miré a mi casillero. Bastante seguro. Ahí se
encontraba Kimmie, sonriéndome.
—Mierda —gruñí.
—Vas a tener que conseguir una orden de restricción —contestó West
con un tono divertido.
Necesitaba llegar a mi casillero, pero no lo necesitaba tanto. Me dirigí al
pasillo para mi segundo período.
—Buena suerte —dijo West detrás de mí. No me encontraba de ánimos
para su humor.
No llegué muy lejos antes de que una mano se envolviera mi brazo. —¿Ni
siquiera vas a venir a verme? ¡Estaba esperándote! La voz de Kimmie me picó
los nervios.
—Deja ir mi brazo —exigí a través de mis dientes apretados.
—Pero quería hablar contigo. Después de anoche pensé que teníamos
mucho de qué hablar —continuó como si yo no le hubiera pedido que me
dejara ir.
Miré por encima de su cabeza y vi la señal del baño de las chicas. Antes
de que esto llegara a ser más vergonzoso, la empujé hacia la puerta, luego la
abrí y entré, sabiendo que tendría que seguirme si iba a mantener mi brazo.
Empezó a reír. —Chico malo, ir al baño de las chicas.
Dejé caer mis libros en el borde del fregadero, luego extendí la mano y
desprendí a Kimmie de mí. —¿Qué diablos te pasa? —Le pregunté, alejándome
una vez que me dejó libre—. Estuve bebiendo. Nos besamos un poco. Diablos,
no recuerdo la mayor parte de eso. —Bueno, eso era una mentira. No me
encontraba borracho. Sólo siendo estúpido.
Kimmie parecía como si la hubiera abofeteado. —Pero pensé que querías
volver a estar juntos. Pensé que te gustaba.
Dejé escapar un suspiro frustrado. —Kimmie. Yo no tengo novias. Todo el
mundo en esta escuela lo sabe. Nunca estuvimos juntos. Nos enganchamos. Eso
fue todo.
Su labio inferior comenzó a temblar, y no quería nada más que agarrar
mis libros y salir de aquí.
—Pero… pero… pensé… —empezó a tartamudear.
—Pensaste mal. Pero te haré una promesa. Nunca más me acercaré a ti.
Borracho o sobrio. Así que retrocede y déjame en paz.
Kimmie soltó un sollozo y cubrió su boca, luego corrió hacia la puerta.
Sabía que esta vez sólo tenía que ser directo. La última vez que pensó que
éramos un elemento intenté ser agradable y dejarla fuera fácil. Pero empezó a
aparecer en mi casa con comida y acechándome. Usé a Serena para
mostrarle que no éramos una pareja. No me encontraba de humor para hacer
algo tan drástico de nuevo.
Alcancé mis libros justo cuando una puerta a uno de los compartimientos
se abrió. Pensé que estábamos solos. Sonriendo, esperé a ver quién escuchó
todo esto. Con suerte, era alguien con una boca grande de modo que los
rumores de que salía con Kimmie serían aplastados antes del almuerzo.
Una pierna larga, muy bronceada y lisa salió. La chica llevaba unas
zapatillas estropeadas, que no le pegaban a esa pierna… maldición que era
una pierna agradable. Dejé que mi mirada se elevara hasta que los pantalones
cortos finalmente terminaran la pierna larga sin fin y el resto de ella apareció.
¿Quién diablos era?
Ojos azules, el color del cielo enmarcado por gruesas pestañas negras se
destacaban en su rostro en forma de corazón. Me estudiaba de cerca, como si
no estuviera segura de lo que pensaba de mí. Rápidamente escaneé el resto
de su cara, labios rosados llenos, y una pequeña nariz perfecta. Todo en un halo
de pelo rubio que era casi demasiado pálido para ser real.
—¿Cuándo te volviste tan cruel, Gunner Lawton? —El tono del sur en su
voz era más suave que los que escuchaba por aquí. Tenía más de un sonido
musical. Uno que podrías escuchar por días y nunca cansarte.
Espera… me conocía. Dejé de memorizar su boca y levanté mi mirada
para encontrar la suya. ¿Quién era? La recordaría. No había manera alguna de
que la hubiera conocido.
—No sabes quién soy yo, ¿verdad? —preguntó, y su boca se curvó en
una sonrisa torcida—. Claro. Ha pasado un tiempo. Sin embargo, sabía quién
eras el momento en que te vi. Tu voz es más profunda ahora… Pero tus ojos son
iguales.
Tuve que sacudirme de este trance. Era sólo una chica. Una chica
realmente caliente, pero no iba a tener este efecto loco en mí. —No puedo
decir que te recuerdo, —finalmente respondí.
Soltó una pequeña risa mientras se lavaba las manos y me miraba en el
espejo. —Está bien. Brady tampoco me reconoció —dijo, y luego se secó las
manos en una toalla de papel—. Caminó hacia la puerta e inclinó la cabeza
hacia un lado mientras se detenía a mi lado—. La casa del árbol sigue igual —
fue todo lo que dijo antes de salir por la puerta.
La casa del árbol… Brady… ¡Mierda! Esa era Willa Ames.
Traducido por Joselin♡
Corregido por florbarbero

Willa
Resultó como esperaba. Gunner siempre fue arrogante y seguro de sí
mismo. No fue cruel de niño, pero no me sorprendía lo que había oído. El
hermoso Gunner Lawton gobernaba esta ciudad. Tenía dinero y el poder de su
apellido, y era impresionantemente hermoso.
Pero él no me causaba mariposas en aquel entonces. Ni una. Eso
aparentemente era sólo para Brady. Imagina que tenía mariposas por el chico
bueno que nunca me aceptaría una vez que conociera mi pasado. La verdad
detrás del por qué me encontraba de vuelta en Lawton. Mi Nonna podría
inventar alguna mentira y todo el mundo lo creería. Tendría que ir con ella si
quería quedarme aquí.
—Willia Ames. —Gunner llamo mi nombre y sonreí. No le costó mucho
para averiguarlo.
Echando un vistazo por encima del hombro, lo vi caminar hacia mí con
una sonrisa en su cara que decía todo lo que sabía estaba pensando. —Ve a
limpiar las lágrimas de esa chica y sé amable. —repliqué, pero esperé a que me
alcanzara.
Puso los ojos en blanco. —No tienes idea de la locura con la que lidiaba
allí.
Por supuesto eso no era su culpa. Nunca lo era. Gunner siempre tenía una
razón por la cual no se encontraba equivocado. —¿Así que tu pene cayó
accidentalmente en su vagina? —pregunté en un tono burlón.
Se rió entre dientes. —No, eso fue completamente a propósito.
Demonios, te ves bien. ¿Cuándo regresaste?
Habló con la pobre muchacha en el baño. Ella tal vez ahora sería más
inteligente en su próxima elección con un chico. Gunner no era una opción.
Solo era un momento de diversión. —Nonna me recogió en la estación de
autobuses ayer.
—¿Así que vives con la Sra. Ames otra vez? ¿Cuándo pensabas venir a
saludar?
No lo hacía. Nonna no me quería en la casa grande. Lo sabía sin que ella
lo dijera. Así que me encogí de hombros. —Han pasado seis años. —No era una
respuesta real, pero era todo lo que tenía.
Gunner arqueó una ceja. —¿Y? —Fue su respuesta.
—Y sabía que nos veríamos en la escuela. No me encontraba segura de
cómo habías cambiado, o si nuestra amistad de la infancia seguiría en nuestra
adolescencia.
Gunner me miró de arriba abajo como lo hizo en el baño. —Soy un chico,
Willa. Podemos ser amigos o algo más. Lo que sea que estés dispuesta.
Fue mi turno de rodar los ojos. Ese fue el ligue más tonto que escuché. Y
escuché muchos de ellos.
—Estoy preparada para ir a mi próxima clase a tiempo y no tener
problemas. Fue bueno verte de nuevo, Gunner. Estoy segura de que nos
encontraremos de nuevo. Pequeña ciudad, pequeña escuela y todo —
respondí, luego me volví y lo dejé de pie allí en ese pasillo. Alentar cualquier
cosa entre nosotros era equivocado e inútil.
No hice contacto visual con nadie más mientras me dirigía a la
habitación 143. Tenía que demostrarle a Nonna que valía la pena. Sería la
adolescente más fácil del mundo. No le daría ningún problema. Además, ya
cometí suficientes para toda la vida. No más arrepentimientos. Tuve mi parte
justa.
Un tipo alto con los ojos azules más claros que vi llamó mi atención antes
de oír la voz de Gunner gritar—:Nash —y su mirada me dejó.
—Sí —respondió.
No esperé una introducción. Gunner era un problema. No tenía
remordimientos. Yo sí. Solo esperaba que él nunca tuviera arrepentimientos
como los míos, los que eran casi insoportables para vivir. No éramos invencibles.
Lo aprendí un poco demasiado tarde.
La escuela secundaria era la misma en todas partes, o por lo menos
dentro de los Estados Unidos. Nadie era realmente original. Tenías los mismos
grupos, la misma tontería y la misma estupidez. La única diferencia era que
nadie me conocía. Los chicos con los que fui a la escuela cuando era niña me
olvidaron, y los dos chicos que se acordaban de mí no le decían a los demás
quién era yo. De hecho, Brady llegó a ignorarme en la clase que teníamos
juntos.
Eso en sí había sido desconcertante. Se sentó junto a una bonita chica
morena y el chico con el que ella debería estar saliendo. Ellos se encontraban
muy juntos. Brady hizo bromas con ellos y actuó como si yo no estuviera allí
hasta que la clase terminó, asintió con un simple saludo de camino a la puerta.
Por un momento me pregunté si de algún modo oyó lo que hice. No
importaba. No trataba de llamar su atención. No tenía tiempo para mariposas y
cosas por el estilo. Mi vida existiría para hacer a mi Nonna orgullosa y para un
día quizás conseguir que mi hermano me hable de nuevo. Mi madre podría
chupar un limón, y no quiero ver a mi padrastro otra vez.
Así que esa era mi vida. Hice mi cama, y ahora tendría que acostarme en
ella. Mi Nonna dijo tanto cuando me recogió de la estación de autobuses.
—¿Cómo estuvo la escuela? —preguntó Nonna, saliendo de la pequeña
cocina de su casa mientras se limpiaba las manos con un delantal atado
alrededor de su cintura.
Responder me chupa las bolas probablemente no iría muy bien. Así que
fui con—: Bien. —Para su beneficio solamente.
No parecía convencida. —Pon tu mochila en tu habitación y ven a
ayudarme a pelar las patatas para la cena en la casa grande esta noche.
Nonna solía preparar todos los alimentos para la casa grande en la casa
de Lawton. Mi presencia aquí la trajo a casa por la tarde. Para comprobarme.
Se sentía bien ser cuidada. Era algo a lo que no me encontraba acostumbrada.
—Sí, señora. —Haría lo que fuera necesario para quedarme aquí. No
quería nunca volver a casa, aunque mi madre lo permitiera.
Dejé mi mochila en mi cama y me quite mis converse antes de regresar a
la cocina con mis pies en calcetines. Seis noches a la semana Nonna hacia la
cena para los Lawtons. El sábado por la noche era normalmente una gran
noche cuando tenía que cocinar para los huéspedes que la Sra. Lawton
entretenía. Muchas veces era una fiesta, y Nonna tenía que contratar ayuda.
Los domingos, los Lawtons iban a cenar al club de campo en Franklin,
Tennessee, que estaba a una hora en coche. Aunque Gunner solía no ir y se
quedarse con nosotras después de que hubiera hecho su aparición en la iglesia
Bautista con sus padres.
Me encontraba segura de que todo cambió. Gunner probablemente
pasaba sus domingos con sus amigos, yendo a las fiestas de campo. En una
pequeña ciudad como Lawton, no había mucho que hacer en los fines de
semana, así que las fiestas de campo eran el único lugar donde todos los
adolescentes podían pasar un buen rato. Era una tradición entre los populares
en Lawton Hight. Después de lo que vi hoy, no tenía ninguna duda en mi mente
de que Gunner y Brady eran líderes de ese grupo de élite.
—Toma un pelador. Usaré el cuchillo. No necesitas cortarte un dedo —dijo
Nonna cuando entré en la cocina. Había una gran bañera de patatas blancas
lavadas por ser peladas.
Hice lo que me dijo y comencé a pelar una patata sobre la toalla de
mano que preparó para mí.
—¿Cómo estuvieron tus clases?
Mi madre nunca me preguntó sobre mis clases. No me preguntaba
mucho de nada. Olvidé cuánto echaba de menos saber que a alguien le
importaba. Dejar a Nonna fue lo más difícil que hice.
—¿La verdad? Aburrido.
Nonna hizo un ruido. —Necesitas la escuela para lograrlo en la vida."
Entendía eso, pero las clases estaban repasando cosas que ya sabía. Me
encontraba en clases avanzadas antes de ser enviada al centro correccional.
—Lo sé. Tendrré buenas notas —le aseguré.
Dejó caer una papa pelada en el plato de agua y tomó otra. —¿Viste a
Gunner o a Brady?
Como si pudiera no verlos en esa pequeña escuela secundaria. —Sí,
señora. Tengo clases con los dos.
—¿Hablaste con ellos?
—Sí, señora. No mucho creo. —Sabía que se encontraba preocupada
sobre mi estando involucrada con cualquiera de ellos. No confiaba en mí, y
¿por qué debería? No hice nada para ganarme la confianza de nadie.
—Harás amigos muy pronto. Sólo escoge a los buenos, sin embargo. Eres
con quien pasas tiempo. Supongo que ya aprendiste esa lección de la manera
más difícil.
Sí, lo hice. Una lección que desearía nunca haber aprendido. Pasé horas,
días y semanas deseando no haber estado allí esa noche. Haber sido
inteligente. No haber visto lo que vi.
—Tu mamá no es perfecta, el Señor lo sabe. Pero trató de llevarte a su
casa y ser la madre que no fue la primera parte de tu vida. No puedes culparla
ni a nadie por lo que hiciste. Cometiste errores y ahora tienes que retomar y salir
a la vida otra vez.
No necesitaba que me dijeran que cometí mis propios errores. Yo vivía
con eso todos los días. Sin embargo, Nonna pensaba que mi madre trató de ser
una mamá para mí. No lo hizo. No realmente. A menudo me preguntaba por
qué me buscó hace seis años. Nunca fui capaz de hacerla feliz. Ahora la única
mujer que me amó pensaba que yo era un perdedora de la peor clase.
Si hacia algo más en esta vida, sería que mi Nonna estuviera orgullosa de
mí otra vez. No me importa si alguna vez volvía a ver a mi madre. Cuando más
la necesite, ella no me escuchó. No me creyó. Nadie lo hizo.
Traducido por Umiangel
Corregido por Mary Warner

Brady
La puerta de la habitación de Maggie se encontraba abierta cuando
subí las escaleras. Sabía que su novio, que también era uno de mis mejores
amigos, fue con su madre a una sesión de consejería después de los
entrenamientos de hoy. Desde la muerte de su padre hace un par de meses, su
madre llegaba y se iba de la ciudad, volviendo a casa de sus padres. No eran
los mismos después de perder a su papá. Su mamá no lo manejaba muy bien.
El cabello oscuro de Maggie colgaba sobre su hombro, bloqueando su
rostro mientras miraba hacia abajo al libro que leía en sus manos. Me aclaré la
garganta, anunciando mi presencia. Ella levantó la cabeza y sus ojos expresivos
se abrieron. Entonces sonrió. —Oh, hola, Brady.
Mi prima no habló en absoluto cuando se mudó por primera vez con
nosotros. Tuve que agradecer a West porque dijera mi nombre, o cualquier otra
cosa para la cuestión. Sostener su mano y ser su roca mientras él veía a su
padre morir de cáncer, le dio una razón para hablar de nuevo.
—¿Qué estás leyendo? —le pregunté, entrando a su habitación, que
alguna vez fue mía.
—Viaje a la oscuridad por Jean Rhys.
No tenía ni idea de quien era. Imaginé que Maggie no leía algo de lo que
escuchaba hablar. No era chica de lecturas tipo Crepúsculo. Asentí como si
supiera de qué diablos hablaba.
Sonrió. —Una niña con un padre muerto y una madrastra malvada. Pero
que no es Cenicienta.
—Ah, bien.
Rio ante mi respuesta. —¿Estás aburrido? ¿Por qué la visita?
Rara vez me detenía en su habitación. Pero rara vez se encontraba sola.
Bien West se encontraba aquí, o ella estaba allá. Debía ir al grano. No era de las
que parlotean. —¿Tienes clases con la nueva chica?
Arqueó sus cejas. —¿Willa Ames? Sí, tenemos una clase con ella, juntos. —
Oh sí... Olvidé que ella y West se hallaban incluso en la misma clase. Me
mantuve tan ocupado viendo a Willa que no me percaté en nada más. Quería
que Willa me hablara, pero no hablaba con nadie.
—¿Me refiero a cualquier otra clase con ella? —Corregí mi pequeño error.
Maggie dejó su libro y giró para mirarme completamente. —West me dijo
que era muy cercana a ti y a Gunner cuando eran niños. Y no podías dejar de
mirarla en clase. ¿Te gusta? ¿Es eso de lo que se trata? Porque estoy bastante
segura de que si la quieres, puedes encender tu encanto y tenerla.
Ella no conocía a Willa muy bien, pero tampoco yo. Ya no. Era diferente.
No sólo en apariencia, porque como todos los demás, también creció. No era
la niña con coletas y rodillas sucias por jugar pelota con nosotros. Era más que
eso. Era más dura, retraída e intocable. La despreocupada y risueña chica que
una vez conocí, desapareció. Completamente.
—Ha cambiado. Tengo curiosidad.
Maggie se encogió de hombros. —Llámalo como quieras. Pero tienes más
que curiosidad. Fue entretenido verlo.
Esta era una conversación inútil. —Como sea —fue mi respuesta molesta
antes de dar vuelta y caminé hacia la puerta. Amaba a mi prima, pero
tampoco era una chica normal. No iba a ser de mucha ayuda en todo esto.
—También te observó cuando no estabas mirando —gritó Maggie, y me
detuve. Sobre mis labios se deslizó una sonrisa que no pude controlar.
—Gracias, —le respondí sin darme la vuelta, luego me dirigí a mi
dormitorio en el ático.
Antes de que Willa se mudara a vivir con su madre, las cosas se volvieron
incómodas con los tres. Gunner y yo nos sentíamos atraídos por ella. Días antes
de que supiéramos que se mudaba, él y yo hicimos un pacto, que ninguno de
los dos le pediría que fuera su novia. Siempre seríamos mejores amigos. Nada
más.
Parecía tonto ahora. Gunner y yo competíamos por las chicas y en el
campo todo el tiempo. Los días en donde lo primero era la amistad
desaparecieron hace tiempo. Gunner era mi amigo, pero también era un idiota
mimado una buena parte del tiempo. Sus padres apestaban, pero él tenía
todas las cosas materialistas que tanto deseaba. Eso era molesto.
Pero en ese entonces él era uno de los mejores amigos que tenía, y no
quería perderlo. Ni siquiera por una chica. Tampoco Gunner. Decidimos
permanecer cerca, sin importar qué. Las cosas cambiaron.
Willa no fue nuestra primera gran pelea. Serena lo fue, cuando
cursábamos octavo grado. Antes de que supiéramos que Serena haría su
camino a través del equipo de fútbol antes del segundo año.
Me pregunté qué tan bien habría funcionado si Willa se hubiera quedado.
¿Habría sido nuestra primera gran pelea? ¿Habríamos perdido nuestra amistad
por ella? Porque aunque éramos niños, ambos la amábamos. Sabía que eso era
cierto. No era esa chica ahora. La oscuridad en sus ojos decía que las cosas en
su vida cambiaron. Era diferente. Y quería saber por qué.
—¡Brady! —La voz de Maggie subió por las escaleras que conducían a mi
habitación. Me detuve en el escalón superior y me volví para mirarla. Me siguió.
—¿Sí?
Maggie se mordió el labio inferior nerviosamente, luego suspiró antes de
hablar de nuevo. Esperé.
—Veo algo en sus ojos que reconozco. Mucho dolor. El tipo de dolor
profundo que te cambia. La chica que una vez conociste probablemente ya
no está allí. Ella es diferente. Algo le ocurrió. Pero te vigila. No mira a Gunner de
esa manera. Estaba en tres de mis clases hoy, y ni una sola vez prestó atención
a nadie como a ti. Sólo... —Hizo una pausa y me dirigió una sonrisa triste—. Ten
cuidado con ella.
No estaba seguro de si me gustaba que mi prima me advirtiera de no
lastimar a alguien. No era de ese tipo de persona. —¿Qué crees que voy a
hacerle? —La pregunta salió molesta porque así me encontraba.
Maggie frunció el ceño. —Ivy Hollis. La última vez que comprobé salías
con ella. —Entonces giró su omnisciente culo altivo y se alejó.
Maldita sea. Supongo que tenía razón. No podía conocer a Willa y
mantener mi extraña relación con Ivy. Pero tampoco quería herir a Ivy.
Una puerta de coche se cerró de golpe y miré por la ventana para ver a
West caminando por la acera. No se veía feliz, pero nunca regresaba de buen
humor después de estas visitas de consejería con su madre. Lo primero que
siempre hacía era dirigirse a Maggie. Me preocupó que la usara al principio,
pero ella lo necesitaba tanto. Ambos vivieron un dolor que nunca he conocido.
Los unía. Los amaba, y agradecía que se tuvieran el uno al otro.
No tuve ese tipo de pérdida en mi vida. La oscuridad que atormentaba
los ojos de Willa no la reconocí. ¿Podría ser alguna vez el hombro en el que ella
necesitaba apoyarse? Si no tuviera mis propios demonios para conquistar,
¿cómo podría ayudarla?
Ivy era fácil. Nos entendíamos. Éramos semejantes de muchas maneras.
Una relación con ella era cómoda. Era dulce y confiable, también molesta a
veces. Incluso si mencionaba que quería algo para el almuerzo, al día siguiente
lo llevaba. Cuando me quejé de mi casillero siendo un desastre y de no poder
encontrar nada, ella lo organizó para mí después de la escuela como una
sorpresa. Se preocupaba por mí. Demasiado. No tenía que esforzarme para
hacerla feliz. Incluso sabiendo que no la amaba.
¿Era eso lo que quería? ¿Fácil? ¿O quería más?
Traducido por Umiangel
Corregido por Mary Warner

Gunner
La cena familiar era una jodida broma. Si mamá me quería allí, entonces
se sentiría decepcionada. La Abuela Lawton también podía besarme el culo.
Me importaba una mierda si una mujer con la que no compartía sangre
estuviera en la ciudad. Únicamente se preocupaba por Rhett de todos modos,
y sólo regresaba de la universidad durante las vacaciones de Navidad. Cenar
con gente a la que no le importaba si respiraba no se encontraba en mi lista de
cosas pendientes. Tenía otros planes. Algo que planeé todo el día. Vería a Willa.
La Sra. Ames estaría sirviendo la cena familiar y tendría a Willa sola. Toda
esa mierda que dijo hoy en la escuela no iba conmigo. Se encontraba de
regreso. Tenía mucha curiosidad. Y ella era malditamente caliente. Esa boca
inteligente preguntándome si mi pene cayó accidentalmente en la vagina de
Kimmie fue hilarante y exactamente el tipo de comentario que esperaba de la
Willa que conocía.
Conocí a una Willa diferente. Una que Brady no conocía. Nunca mostró
realmente cómo era cerca de Brady. Reía y se sonrojaba mucho cuando él se
hallaba cerca. Yo era joven, pero sabía incluso en aquel entonces lo que eso
significaba. Donde ella decía bromas y reía hasta que le dolía el costado y
resoplaba, no era tan libre alrededor de Brady. Porque yo era su amigo. Ella
quería más con él.
Y me sentía tan malditamente celoso que no podía ver claramente. Willa
era mía. No quería compartirla con Brady, pero lo tenía que hacer porque era
mi mejor amigo. Cuando me di cuenta de que le gustaba más que yo,
recuerdo que mi corazón se rompió. Ya no tenía el amor de mis padres.
Adoraban a Rhett. Entonces Willa eligió a Brady. Lo vi en sus ojos. Conocía muy
bien el aguijón del rechazo. Juré que si la perdía por Brady, nunca volvería a
amar a nadie más. Sólo me amaría a mí. Confié en mí. Se marchó antes de que
eso pasara. Nunca la perdí por Brady, pero de alguna manera todavía
construía muros a mí alrededor. Tal vez fue porque su partida dolió demasiado y
no quería nunca volver a experimentarlo.
No usé la puerta principal. No porque tuviera miedo de ser atrapado.
Realmente me importaba una mierda si mi mamá me pillaba saliendo.
Simplemente no quería que nadie supiera que iba a casa de la Sra. Ames.
Quería hablar a solas con Willa.
Me escapé por la puerta más alejada de las bebidas antes de la cena en
la sala de estar. Mamá me llamó dos veces, y esperaba otro llamado pronto.
Me habría ido para ese entonces. Cuando la Sra. Ames viniera a buscarme, se
enfadaría conmigo, pero sabía que en el fondo lo entendería. Pensé que la Sra.
Ames sabía muy bien que por sangre no era un Lawton. Estuvo aquí antes de
que yo naciera.
Subí a mi camión y me dirigí a la carretera principal por si alguien me
observaba salir. No quería que supieran que fui a buscar a Willa. No dudaba
que mi madre frunciera el ceño. Nunca aprobó nuestra amistad cuando era
más joven. Escuché por lo menos tres veces a la semana que Willa era
solamente la hija de la asistente y no alguien con quien debería pasar tanto
tiempo.
Una vez le dijo a la Sra. Ames exactamente lo mismo, y Willa se mantuvo
alejada de mí durante una semana. Me negué a comer o a hablar con mi
madre. Entonces decidió que fue una mala idea y me permitió volver a ver a mi
amiga. Pero todavía no lo aprobaba. Que puede ser otra razón por la que
quería estar tanto a su lado.
Detrás de la casa de la Sra. Ames, escondí mi camión de la vista de mi
casa. Observé a Willa todo el día, y ni una sola vez me miró después de aquel
pequeño comentario en el pasillo. Esperé a ver si hablaba con Brady, pero ni
siquiera se hablaron. Por lo menos no pareció como cuando los vi en los pasillos.
Cuando Brady pasó de ella sin decirle una palabra y Willa lo miró irse, casi fui
tras su trasero. Debió decirle algo.
Fuimos cercanos una vez. Willa sólo nos tuvo a nosotros cuando era niña.
Era la nieta de la asistente, así que nadie la invitó a fiestas de cumpleaños ni a
jugar. Sólo Coralee tuvo a Willa. Brady era la única persona que realmente
conocía aquí. Esto tenía que ser duro para ella, volviendo y dejando la vida que
hizo en Little Rock. ¿Dónde se encontraba su sensibilidad? Normalmente lo
llevaba sobre sus hombros como una princesa.
Ni siquiera llegué a la mitad del camino cuando la puerta se abrió, y Willa
salió al pequeño porche trasero. No parecía feliz de verme. No es que esperaba
que estuviera emocionada, pero debía estar necesitada de un amigo después
de hoy. Era una chica después de todo. ¿No necesitaban amigos para hablar
con ellos? Claro que no volvió como esa chica de ese entonces, pero ahora
parecía una mujer de aspecto femenino.
—No haré tu informe de libros, ni voy a robar las galletas de la cocina
para ti —dijo mientras apoyaba su cadera contra el marco de la puerta y
cruzaba los brazos sobre su pecho. Gracias a Dios que llevaba sujetador. No me
encontraba seguro de poder controlar mi reacción ante ella si hubiera estado
tan cómoda.
—Maldita sea —le respondí, incapaz de no sonreír—. Y estaba seguro de
que conseguiría esas galletas de chispas de chocolate mientras hacías toda mi
tarea. ¿Qué te pasó, Willa? Has cambiado. —Bromeaba, pero a la vez no.
Quería saber qué causó que la claridad en sus ojos se oscureciera y se
desvaneciera.
Se encogió de hombros. —Me di cuenta que alguna vez me usaron para
conseguir galletas de mi Nonna y por mi cerebro, así que seguí adelante.
Tenerla de regreso era extraño. Solía acostarme en la cama por la noche
e imaginar cómo sería si volviera. Pero esos días desaparecieron hace tiempo.
Tardé meses en superar el dolor de su partida. Brady incluso se burló de mí
diciendo que estaba enamorado. Me enojé con él porque no le dolió como a
mí cuando él era a quien ella quería. Él tenía su amor y ni siquiera se daba
cuenta.
—Hay una comida familiar en la casa grande. Pelé patatas, piqué brócoli,
y enrollé queso de lujo en carne de lujo durante más de tres horas esta tarde.
Deberías estar allí comiéndolo. ¿Qué pensará tu madre? —Se burló de mi
madre con su tono apropiado.
—Es una perra, se quejará y le pedirá disculpas a mi abuela vieja-como-
la-mierda; entonces no me hablará por una semana. Será el cielo y vale la
pena.
Una sonrisa cruzó su rostro, y juro que mi corazón saltó. Maldita sea.
—Veo que no ha cambiado nada en la casa Lawton.
Sacudí la cabeza. —Nop. Ni una cosa. Todavía una gran familia feliz.
Excepto que Rhett se fue a la universidad y me quedé para sufrir en el infierno
solo.
A la mención de la familia feliz su sonrisa se desvaneció y sus hombros
perdieron parte de su valentía. Sufría. Ya lo sabía. Sólo deseaba saber por qué.
—Tienes que amar esa vida de cuento de hadas. Debe ser agradable. —
Sabía que no me acusaba de tener una. Sabía que mi familia era un asco. Ella
más que nadie.
—¿Seguro que no quieres compartir algunas de las galletas de Nonna
conmigo? Estoy perdiendo la cena con esa encantadora familia para poder
verte. Al menos podrías alimentarme.
Se apartó del marco de la puerta y asintió hacia la cocina. —Supongo.
Vamos, y te daré una comida sana de galletas de mantequilla de maní y leche
entera como sólo mi nonna puede ofrecer.
Pasó mucho tiempo desde que comí las galletas de Nonna. Mi madre no
permitía nada tan terrible como los dulces en la casa, y era demasiado mayor
para venir a pedirle a la Sra. Ames un regalo. Por no mencionar, que la idea de
venir a esta casa y no ver a Willa era demasiado dura que por tanto tiempo se
convirtió en un hábito permanecer lejos de aquí. Incluso después de que el
tiempo curó mi corazón roto de once años.
Siguiéndola a la casa, vi cómo su culo se movía. Era un culo muy bonito.
Difícil no mirar, y no dejaría pasar la oportunidad.
—Creo que tiene pastel de limón, también. ¿Quieres añadir eso a tu
saludable cena de galletas y leche?
—Infierno sí. Soy un muchacho en crecimiento.
Dejó escapar una suave risa y sacudió la cabeza. —Te ofrecería un
sándwich, pero dudo que tengas espacio con todos los productos horneados.
—Las galletas y el pastel están bien. Entonces, ¿te gustó la escuela hoy?
¿Es tan mala como tu última escuela?
Dudaba que a alguien le gustara la escuela. Haría que hablara de su
pasado y por qué se encontraba de regreso, pero necesitaba engañarla.
—Parece que amas la escuela muy bien. —Sonó socarrona mientras
sacaba una taza de cristal del congelador, luego la llenaba de leche. Olvidé
que la Sra. Ames congelaba sus vasos de leche. Eso siempre hizo que el sabor
de la leche supiera mejor de alguna manera.
—¿Estás siendo una listilla de nuevo? —pregunté, entre mirando la leche
helada con anticipación y la forma en que su cuerpo se veía en ese traje.
—Declarar un hecho no es ser listilla —respondió mientras giraba para
darme la leche y galletas. Me gustaba la forma en que su voz tenía ese tono
ronco. Su voz no era tan fuerte como antes, pero estaba allí.
Persistente.
Traducido por Jadasa
Corregido por Lu

Willa
Probablemente era estúpido invitar a Gunner. Su madre lo odiaría si
llegaba a descubrirlo. Nonna estaría furiosa. Y, en realidad, Gunner no era un
amigo. Era más bien, un chico que resultó ser rico, malcriado y atractivo.
Pero lo dejé entrar. Porque me encontraba sola, tal vez. O debido a que
necesitaba la compañía de alguien que no me mire con decepción. Puede
que, por ahora, no quería pensar en lo que hice mal, o en el infierno del centro
correccional al que sobreviví. O el hecho de que mi madre me odiara.
De manera que aquí estaba, con Gunner Lawton, en la cocina de mi
Nonna, comiendo galletas y pastel, y bebiendo leche; cuando sabía que él
debería estar en la cena familiar con la importantísima abuela Lawton. Sin
embargo, el chico que conocía no era uno que hacía enojar a su madre.
Intentaba hacer feliz a su papá. Me serví un vaso de leche y me le uní en la
mesa.
—¿Cuándo decidiste convertirte en un rebelde y hacer que tu familia se
moleste? ¿Esto es algo nuevo, o ya de hace un tiempo? —pregunté, sintiendo
verdadera curiosidad.
Gunner me miró por encima del vaso helado del que bebía. Pude ver el
destello de la ira, luego frialdad. Eso sí, se veía muy diferente. No era la única
que cambió. Supongo que todos lo hicimos con la edad y el tiempo.
—Hace unos años dejó de importarme una mierda lo que ellos querían. —
Fue la única respuesta que obtuve.
—Entonces ¿no más fiestas? —pregunté, ni siquiera intenté ocultar mi
sonrisa. Cuando éramos más pequeños, detestaba las fiestas a las que su
madre le hacía asistir. Incluso le rogó que le permitiera llevarme una vez para
que no tuviera que bailar con una de esas chicas del club de campo con sus
largos vestidos blancos y sombreros de lujo.
—Joder no. Dios, eran espantosas —dijo, con una sonrisa estirando sus
labios. Tenía muy buenos labios.
—El pequeño Gunner Lawton siempre intentaba complacer a su mamá y
hacía todo lo posible para obtener la aprobación de su papá. Supongo que no
esperaba que eso cambiara con la pubertad. —Presioné. Pero me gustaba
pensar en su pasado en vez de en el mío.
Gunner terminó su pastel de limón antes de mirarme de nuevo. Pude ver
la indecisión en sus ojos. Había algo allí. Quería contármelo, pero no tenía la
certeza de si debía hacerlo. Su expresión siempre fue tan reveladora. Cuando
éramos más pequeños, mentir no era lo suyo. Brady era capaz de fácilmente
atraparlo. Al igual que yo.
—No quiero ser como mis padres. No quiero su vida. Quizás Rhett sí. Solo
quiero irme de aquí —dijo finalmente. Pero no era lo que ocultaba. Eso seguía
allí, en sus ojos. Sin embargo, no iba a presionar. Si trataba de averiguar por qué
me encontraba aquí, tampoco obtendría respuesta. Entendía los secretos y su
necesidad de tener los suyos.
—¿Por qué regresaste? —Ni siquiera dudó al preguntar.
Sabía que esto vendría. Lo esperaba.
—Hice algunas elecciones estúpidas, y mamá me echó. —Eso era todo lo
honesta que podía ser.
Gunner se recostó contra la silla, cruzando los brazos sobre su pecho
mientras me observaba. Pensaba que me conocía bien. No tenía idea de
cuánto no sabía ahora. —¿Bebidas? ¿Marihuana? ¿Sexo? ¿Cuál fue? ¿O algo
peor?
Me levanté, llevando conmigo mi vaso. Necesitaba lavarlo y volver a
ponerlo en el congelador antes de que Nonna llegara a casa y viera dos vasos
sucios. No necesitaba saber que Gunner estuvo aquí. Sabía que quería que
mantuviera mi distancia, pero fue Gunner quien se acercó. No lo busqué.
—Déjalo así —dije, caminando hacia su vaso vacío y plato cubierto de
migas.
—¿Los tres? —preguntó, arqueando las cejas como si estuviera
impresionado. Dios, era tan ingenuo. Nada de mi historia era impresionante. Era
un cambio de vida, pero no en un buen sentido.
—¿Quieres decirme por qué, de repente, decidiste que no era importante
impresionar a tus padres? —respondí, mirándolo con una expresión de
advertencia. Se cerró. Su rostro se volvió inexpresivo. Eso pensé.
»Exactamente —respondí—. Lo mismo conmigo. Dejémoslo así.
Gunner suspiró, luego asintió. —Bueno. Me parece razonable.
Infiernos sí, era razonable. Tenía secretos, y yo también. Ambos tendríamos
que lidiar solos con ellos y con lo que nos consumía por dentro. La amistad que
una vez tuvimos, en la que nos contábamos todo, era de niños. Ahora, nuestros
secretos eran más grandes. Más importantes.
Cuando herían mis sentimientos o tenía una pesadilla que me molestaba,
le contaba a Gunner. Nunca a Brady. No quería que Brady pensara que era
una bebé. Pero confiaba en que Gunner estaría allí pasé lo que pasé. Teníamos
un vínculo que solo podían tener dos hijos no deseados. Brady no sabía cómo
se sentía. Pero para Gunner y para mí, era una realidad con la que vivíamos.
Siempre supimos que no estábamos solos. Nos teníamos el uno al otro, y eso
ayudó en los momentos más difíciles.
—¿Quieres que te lleve mañana? —preguntó, poniéndose de pie.
¿Se me permitía ir con él? A Nonna probablemente no le gustaría. Pero se
hallaba en la casa grande cuando tendría que caminar hasta la carretera
principal para subir al autobús. ¿Siquiera sabría que iba con Gunner?
Quería hacerlo.
Era agradable tener alguien de mi edad con quien hablar. Extrañaba eso.
—Sí, quiero. Gracias.
Sonrió. —Estaré aquí a eso de las siete y media. —Asintió hacia el, ahora,
cielo oscuro—. Tu Nonna probablemente está limpiando y alistándose para
dirigirse casa. Mejor me voy.
—Sí. —Estuve de acuerdo.
Por primera vez, en un largo tiempo, sonreí. Una sonrisa de verdad. Una
que, para ser exactos, se sentía sin la pesadez en mi pecho que se había
convertido en una parte de mí.
Terminé de limpiar todas las evidencias de que él estuvo aquí, luego fui a
mi dormitorio para elegir un libro de la lista de lectura obligatoria que me dieron
hoy. Después de clases, me detuve en la biblioteca y agarré los primeros tres
libros que encontré en la lista. Era una lectora rápida. Pensé que podría eliminar
esta lista de quince libros en pocas semanas, aunque estuviera atrasada.
Mi único alivio en la vida, desde esa noche en que mi mundo cambió,
era escapar a través de los libros. Había leído cualquier cosa sobre la que
pudiera poner mis manos en tanto estuve en el centro correccional. Antes no
leía. Leí Harry Potter y Twilight, pero eso fue todo para mí.
Ahora, El Gran Gatsby, Pasaje a la India, Bajo el volcán, El señor de las
moscas, y Lolita eran algunos de mis favoritos. Algo que aprendí fue que la
buena literatura era buena literatura sin importar el género o año en que fue
escrito. Fue lo único positivo que obtuve del tiempo que pasé en la
correccional.
Me senté en la cama, crucé mis piernas debajo de mí y agarré la copia
de Matar a un Ruiseñor. Se encontraba en nuestra lista a leer durante el año, y
supongo que dado que escuché hablar de este, entonces empezaría con él.
No me sentía muy segura de los otros dos que tomé de la biblioteca. Una
ciudad llamada Alice y 1984 tendrían que esperar hasta que terminara éste.
Traducido por Jadasa
Corregido por Lu

Brady
Ivy decía algo. Creo que escuché las palabras viernes por la noche y
tal vez algo sobre una fiesta. No le prestaba atención. En cambio, mi
atención se encontraba completamente centrada en la camioneta
ostentosa de Gunner y la chica que se bajaba del lado del pasajero.
Dada la manera en que Willa nos ignoró ayer, no esperaba verla
venir con Gunner. Me pregunté si la señora Ames planeó esto. Gunner se
detuvo delante de la camioneta y le dijo algo a Willa que la hizo reír. Mi
pecho se tensó por los celos que sentí al verlos, y mis manos se cerraron en
puños a los costados.
Gunner la hacía reír. Venía con él, y ahora le hablaba mientras
sonreía. Anoche algo debe haber sucedido para que estén juntos.
Parecían viejos amigos en vez de extraños. Eran viejos amigos, pero yo
también. ¿Por qué no me involucré en este pequeño momento de jodida
amistad?
—¿Estás bien con eso? —preguntó Ivy, tirando de mi brazo.
¿Estaba bien con qué? Gunner y Willa pasaban tiempo juntos. No, yo
no. ¿Por qué? Bueno, no quería pensar en eso demasiado. Sin embargo,
no pensé que fuera a lo que Ivy se refería. Por lo que respondí a su
pregunta con—: ¿Eh? —Y vi que su rostro se arrugó con un ceño fruncido y
rápidamente añadí—: Oh, claro. —Lo cual la hizo sonreír y
afortunadamente, detuvo su parloteo.
Kimmie y Serena bombardearon a Gunner y bloquearon a Willa en
un movimiento rápido, como si estuvieran operando como un todo y no en
dos partes. No miré para ver cómo Gunner se las arreglaba porque me
encontraba demasiado ocupado observando a Willa poner los ojos en
blanco, luego se dirigió hacia las puertas delanteras. Eso me hizo sonreír.
No intentaba realizar ningún reclamo, ni quería hacerlo. Eso era obvio, y
me sentí tan aliviado que no me preocupé por el hecho de que estuve de
acuerdo en algo con Ivy sin enterarme bien de qué se trataba.
—¿Vienes? —preguntó Ivy.
No me importó mucho la forma posesiva y mandona en la que
preguntó. Entonces hice algo maduro y empecé a ir hacia Willa. —No, te
veré más tarde —le respondí a Ivy sin mirarla, y luego me apresuré a
alcanzar a Willa antes de que saliera de mi vista.
Ivy gritó mi nombre, pero fingí no oírla y eché a correr. Estaba siendo
un idiota. Lo sabía y me sentía mal por ello; pero, súbitamente, alcanzar a
Willa se volvió más importante que ser amable. Lo cual no iba a analizar
demasiado. Porque ahora mismo necesitaba hacer mi camino hacia Willa
y Gunner. Ivy necesitaba algo de paciencia.
Si Willa hablaba con Gunner, entonces debía seguir siendo la de
nuestro pasado. Quería que hablara conmigo.
—Willa. —Grité su nombre justo antes de entrar. Hizo una pausa y me
miró por encima de su hombro. Una expresión casi confusa y sorprendida
apareció en su rostro—. Oye —dije, sin saber qué hacer ahora que tenía su
atención.
—Hola —respondió en un susurro. ¿Se hallaba nerviosa?
—Vi que viniste con Gunner.
Asintió, pero no dijo nada más.
»Hace tiempo, todos fuimos amigos. ¿Hice algo que no debía? No
parezco gustarte mucho.
Sus ojos se abrieron ampliamente, luego sacudió la cabeza. —No...
pero no me has hablado.
Ella no habló conmigo. Dejaba que hiciera el movimiento para decir
algo. Entre nosotros, Willa siempre fue la sociable. No nos permitía escapar
con mucho, y fue quien me hizo hablar cuando no quería hacerlo.
¿Cambió tanto?
—¿Desde cuándo tengo que venir a hablar contigo? La chica que
recuerdo solía perseguirme.
Una sonrisa casi iluminó sus labios. Casi. —Eso fue hace mucho
tiempo.
Sí, lo fue, pero todavía me sentía atraído ahora como entonces.
Ahora era más callada e insegura. Casi tímida. No imaginaba que Willa
fuera así. Especialmente, dado su aspecto.
Moví el libro de mi mano al otro brazo, luego extendí mi mano
derecha. —Hola, Willa Ames. Soy Brady Higgens. Encantado de conocerte.
Esta vez sonrió y deslizó su mano en la mía mientras la estrechaba. —
Aún estás loco —respondió.
Me encogí de hombros. —Si no está roto, no lo arreglas.
Frunció los labios y se veía adorable. —Hmm... ¿Muy arrogante?
En realidad, no, no lo era. Gunner era arrogante. West solía ser
engreído hasta que se enamoró de Maggie. Pero yo, era el chico bueno.
Tenía mi vida planeada por delante de mí. Pronto elegiría una universidad
de todas las ofertas que recibía por mi talento en el campo de fútbol. Pero
no era engreído. Más bien, decidido y motivado.
—Solo loco —dije.
—Regla entre amigos. Los buenos no te dejan acorralado por esas
dos sanguijuelas —dijo Gunner, interrumpiéndonos y atrayendo la atención
de Willa hacia él.
Le sonrió. —A lo mejor no soy una buena amiga.
Gunner le sonrió con una mirada que conocía. Le interesaba.
Maldición. ¿Por qué me importaba? Tenía las manos llenas con Ivy. Que
era buena para mí. Me concentraba principalmente en el fútbol, y ella
apoyaba eso. Reconectarme con una chica de mi infancia, porque era
hermosa y había una conexión emocional, no justificaba arriesgar lo que
ya tenía.
—Te enseñaré. Tengo fe en ti, Willa Ames. Serás mi compinche antes
de que todo haya terminado —dijo Gunner.
Me gustó el comentario del compinche. Eso lo hacía real. Gunner no
tenía relaciones. Solo sexo.
Willa se rió, y el sonido se sintió caliente sobre mi piel. —Estoy segura
de que muy pronto seré profesional.
No podía decidir si esto era tan platónico como sonaban o si
coqueteaban.
—Brady —llamó Ivy, y regresó la culpa que sentía. Poniéndome todo
raro sobre Gunner y Willa en tanto Ivy intentaba hablar conmigo. ¿Qué
estaba mal conmigo? Este no era mi comportamiento habitual.
—Estás siendo convocado —dijo Gunner con expresión divertida—.
Te veremos más tarde. Vamos, compinche, vamos a buscar tus libros para
el primer período.
Willa me dio una pequeña sonrisa tensa, y luego se volvió para
alejarse con Gunner. Por el pasillo.
—¿Quién es? —preguntó Ivy—. ¿Es nueva?
Dos cosas respecto a Lawton: Era jodidamente pequeña, y todo el
mundo sabía todo acerca de todo el mundo. De manera que esa
pregunta ni siquiera sonaba creíble. A estas alturas Ivy sabía exactamente
quién era Willa, y las chicas de la ciudad estaban hablando de ella. Ahora
que se la veía hablando conmigo y con Gunner, la gente investigaría y
recordaría quién era Willa Ames, y los tres comenzaríamos a estar en la
boca de todos.
Traducido por Gesi
Corregido por Vane hearts

Willa
Yo no era una buena amiga. Ellos solamente no sabían cuán mala
era. Aún. Eventualmente saldría a la luz. Mi pasado y la razón por la cual
estaba aquí en Lawton, viviendo con mi abuela. Pero por el momento
podría disfrutar.
Gunner caminó conmigo a mi primera clase del periodo, charlando
sobre una fiesta este sábado por la noche y actuando como si yo también
debería ir. Nadie me había invitado a una fiesta. No tenía idea de quién
era Asa Griffith, aunque el nombre me era familiar. Lo escuché ser
mencionado ayer más de una vez. Incluso más que el partido de fútbol del
viernes por la noche, y se hablaba demasiado sobre eso. Probablemente
charlas de su fiesta.
Cuando Gunner finalmente se despidió y se fue a su salón de clases,
una vez más me quedé por mi propia cuenta. Nadie se me acercó
mientras hacía mi camino hacia el escritorio al que el profesor me dirigió
ayer. Mi tarea estaba completa y tan perfecta como podía hacerla.
Alguien tomó la silla a mi lado, y miré a través de mis pestañas para
ver a un chico alto con cabello oscuro, casi negro. Sus hombros eran
amplios, haciéndolo parecer más impresionante y grande. El color
bronceado de su piel me hacía pensar en playas y días soleados, y no en
Lawton, Alabama. Se giró hacia mí, y rápidamente moví mis ojos de vuelta
al cuaderno en mi escritorio.
—Tú debes ser Willa Ames —dijo su profunda voz, llevando mi
atención de nuevo hacia él.
—Si —respondí, deseando saber quién era. Busqué en su cara para
ver si lo reconocía. Todos cambiaron tanto durante los últimos seis años que
tuve un tiempo difícil recordándolos.
—No te acuerdas de mí, ¿verdad? Pero entonces era dieciocho
centímetros más bajo y mucho menos musculoso o sin músculo la última
vez que nos vimos.
Forcé una sonrisa. Me sentí incomoda no recordando quien era,
¿pero él me reconocería si no supiera que la chica nueva era Willa Ames?
No me sentiría mal por eso. A pesar de que fui a la escuela con muchos o
la mayoría de estos chicos, no estuve en sus círculos sociales. Mis únicos
amigos eran Gunner y Brady. De niña no fui invitada a fiestas de
cumpleaños, o a cualquier fiesta para lo que importa. Era la nieta de la
empleada doméstica de los Lawton, quien fue traída a este mundo por
una “zorra” madre adolescente.
Sonrió y aparecieron hoyuelos. Algo inesperado en un chico de su
tamaño. —Asa… Griffith —dijo, agregando su apellido como un
pensamiento tardío. Este era el chico de la fiesta de la cual escuché antes.
Cavando en mi memoria, intenté pensar en un niño que pudiera parecerse
al mucho más maduro ahora frente a mí. ¿De niño venía a jugar seguido
con Gunner? No podía recordar a todos los amigos que Gunner invitó.
Se rio esta vez. —No creo que haya hecho una impresión en ti en
aquellos días, pero entonces tú siempre fuiste de Gunner. No conseguimos
verte demasiado cuando íbamos luego de que Nash una vez te llamara
caliente. Gunner se puso todo enfurecido, y esa fue la última vez que
jugamos contigo.
Eso golpeó un recuerdo.
—Todos ustedes cambiaron con la pubertad. —Fue el único
comentario que tuve para eso.
Sus hoyuelos se profundizaron, claramente coqueteando en este
punto. —Y también lo has hecho tú.
No iba a intentar descifrar lo que quería decir con eso. Solo sonreí y
me giré de regreso al cuaderno en frente de mí.
—¿Vendrás a mi fiesta de cumpleaños el sábado en la noche?
Cumpliré el gran uno ocho.
¿Era eso una invitación? Miré de vuelta hacia él. —No sabía que
estaba invitada.
Continúo sonriendo. —Estoy oficialmente invitándote. Solo pensé que
Gunner o Brady ya lo habían hecho.
¿Debería estar de acuerdo con esto? La última vez que salí de
fiesta… No quería pensar en eso ahora mismo. Esto era diferente. Todo en
esa noche fue diferente. Esto era una fiesta de cumpleaños con jugadores
de fútbol. Podría hacer esto y no sentirme culpable. ¿O no?
—Ese ceño me preocupa. No soy un mal chico. Promesa —agregó
Asa mientras me daba cuenta que me miraba y que no respondí a su
invitación. Lo cual era grosero.
—Lo siento. Solo pensaba en mi horario. Pero sí, me gustaría ir.
Gracias por invitarme. —Soné totalmente demasiado formal. Intentando no
estremecerme por mi propia respuesta, una vez más miré fijamente a mi
cuaderno.
—Creo que te pongo nerviosa, Willa Ames. Me gusta eso. —Sonaba
entretenido, y no miré de vuelta en su dirección.
—¿Caminará Gunner contigo a tu próxima clase como lo hizo con
ésta, o puedo tener ese honor? —Imitaba mi tono formal, y contuve una
sonrisa. Creo que me gustaba Asa Griffith.
—Eso me gustaría —repliqué, dejando que la sonrisa tocara mis
labios. Se sentía bien querer sonreír de nuevo. Lo hacía más y más desde mi
llegada a Lawton. Unos meses atrás pensé que nunca sonreiría de nuevo.
Pero con ese pensamiento la realidad de lo que vi, lo que hice y
todo lo que perdí regresó a mí. La oscuridad que llevaba en mi espalda
como bloques me hundió, y una vez más perdí mi sonrisa.
El profesor comenzó a hablar, y le di mi atención, incluso si el pasado
acechaba mis pensamientos y me recordaba porque nunca podría ser de
nuevo verdaderamente normal.
Asa intentó hablarme repetidas veces durante la clase, y le dirigí una
sonrisa, o una respuesta, cada vez. Mi pecho se sentía pesado, pero quería
sentirme normal otra vez, aunque sea por un momento. ¿Eso era egoísta
de mi parte? ¿Podía sentirme normal?
Cuando la campana sonó, terminando mi clase perdida, ya que mi
mente no registró ni una cosa de lo que el profesor dijo, recogí mis libros y
me puse de pie.
—¿Cuál es tu próxima clase? —preguntó Asa mientras se levantaba
para caminar conmigo hacia la puerta. Supongo que era serio sobre
llevarme hasta allí.
—Literatura —respondí.
—Estoy dos puertas abajo en español. También te vi salir del auto de
Gunner hoy. ¿Ya tuviste algún problema con Kimmie?
No me encontraba segura que significaba eso. Kimmie era la chica
del lavabo ayer y una de las chicas que bombardeó a Gunner cuando
llegamos. Eso era todo lo que sabía, pero en cuanto a mí teniendo algún
problema con ella, no había lidiado con eso. No me prestó demasiada
atención.
—No —respondí.
Asintió. —Lo tendrás. No será capaz de tolerarte en absoluto.
Si se refería a que estaría celosa de mí, entonces solo era ridícula.
Gunner no era serio con ella o con nadie para lo que importaba. Chicas
que eran ciegas con chicos adolescentes quienes claramente no se
preocupaban por ellas eran lamentables. Pensaban que el romance de
televisión era real. No lo era. Esto no era One Tree Hill. Esto era la vida real.
—Él se refirió a mí como su compinche esta mañana. Ella no necesita
preocuparse por mí. Necesita preocuparse por todas las otras chicas que
son lo suficientemente estúpidas para creer que tienen una oportunidad
de tener una verdadera relación con él. Como ella.
Asa se rio fuertemente. —Maldita sea, me gustas.
—Gracias. —Iba a decir más cuando mis ojos encontraron los de
Gunner mientras hacia su camino hacia mí.
—Y aquí viene él —dijo Asa, una vez más sonando divertido.
Los ojos de Gunner fueron de mí hacia Asa como si estuviera irritado.
No me encontraba segura de porque lo estaría, y si actuaba irritado, iba a
ponerlo en su lugar. Pero eso no iba a suceder ahora mismo porque
Kimmie se paró frente a él, bloqueando su camino. Lo que hizo que Asa se
riera nuevamente.
—Algún día se dará cuenta que un rapidito con Kimmie significa
semanas con ella en su culo.
—¿Ha hecho esto con ella antes? —pregunté, viéndolo moverla
fuera de su camino con sus manos sobre sus hombros. Su ceño fue
sorprendente. Nunca antes lo vi así de molesto.
—Viene sucediendo desde noveno grado. Es una chica fácil, pero
luego se aferra. Todos aprendimos nuestra lección, pero Gunner no parece
poder librarse de ella.
Me pregunto que había en ella que lo tenía regresando.
—Un poco como Ivy y Brady. Excepto que a Brady no parece
molestarle las formas de aferrarse de Ivy. Deja que suceda porque ella es
caliente. Creo que en la cabeza de Ivy ellos son un elemento. Sin embargo
Brady no lo ve como algo exclusivo. Pero entonces ninguno de los chicos
tampoco ha intentado follarla.
Estuve lejos del drama de la secundaria, lidiando con cosas del
mundo real, por tanto tiempo que ahora lo encontraba sin sentido. Una vez
fui esa chica envuelta en un chico, creyendo que él me amaba. No
sabiendo lo que realmente sucedía cuando no me encontraba alrededor.
Ni una vez suponiendo la verdad hasta que estuvo justo en frente de mí. Lo
que pensé que era un corazón roto luego ni siquiera tocaba la realidad de
estar rota.
—Aquí está tu clase —dijo Asa, deteniendo mis pensamientos de
volverse oscuros una vez más.
—Gracias.
Se encogió de hombros y pareció fuera de lugar en su gran figura.
Como de un niño pequeño, no de un masivo jugador de fútbol. —¿Te veré
en el almuerzo? —Creo que fue una pregunta. Sonó como una. Así que
simplemente asentí, luego caminé dentro de la habitación. Deseando
tener una distracción en este periodo que me ayudara a empujar lejos el
dolor.
Traducido por Gesi
Corregido por Anakaren

Gunner
Cuando entre en español, Asa me sonreía como un maldito idiota.
Lo vi con Willa, y él pensó que acompañarla a clase era ganarme lugar.
—Invite a tu chica a mi fiesta —dijo mientras colocaba mis libros en el
pupitre a su lado.
—Willa no es mi chica —mire hacia él. No jugaría con él. Tenía que
lidiar con la mierda de Kimmie. Estaba molesta con todas sus fuerzas ahora
que Willa viajó conmigo a la escuela.
—Bien. Deseaba que estuviera disponible —fue su respuesta,
también destinada a cabrearme.
—Deja de ser un asno.
Arqueo una ceja. —Soy serio. Completamente.
Bueno, infiernos. No me encontraba listo para eso. Willa regresó, y
creció. Debería haberme preparado para uno de los chicos, aparte de
Brady, yendo tras ella.
—Retrocede —le advertí. ¿Por qué? No quería pensar sobre eso.
Sonrió, luego sacudió la cabeza. —Nop.
Maldito.
Ignore a Asa la mayoría del periodo, excepto cuando Nash se giró y
comenzó hablar sobre la noche del viernes. Teníamos un juego de futbol
en el que enfocarnos, el cual era más importante que la noche del sábado
y la fiesta de cumpleaños de Asa. Todos terminaríamos también en el
campo el viernes en la noche después del juego. En una pequeña ciudad
como Lawton, el campo era como pasábamos nuestros fines de semanas.
Lejos de los adultos.
Serena seguía mirándome y lamiéndose los labios lentamente.
Supongo que insinuaba que nos enrolláramos, y si no estuviéramos
actualmente en un salón de clases, la dejaría hacer eso. Necesitaba liberar
tensión. Toda esta mierda de Asa y Willa jodía mi cabeza. Mi elección de
llevar a Serena al baile de bienvenida era simplemente por sus habilidades
en el departamento de mamadas.
—Creo que tal vez venderé entradas para la pelea de Kimmie y
Serena. Todo lo de tirarse del cabello y los gritos será caliente. ¿Crees que
puedas conseguir que establezcan tiempo y lugar para que pueda hacer
algún dinero rápido? —pregunto Nash, mirando hacia Serena.
—Lo dudo. Kimmie ira tras ella cuando el humor ataque. Serena por
otro lado, probablemente será más servicial —contesté con una sonrisa.
—Nunca entendí porque tú y West gastaban tiempo con Serena. Ella
ha estado allí y hecho todo —dijo Asa, no impresionado.
—Escuche que es como una aspiradora —le informo Nash.
Ambos me miraron por una confirmación. Me encogí de hombros. —
Su segundo nombre debería ser Hoover1.
Risa salió de ambos, y miramos al Señor Jones. Habíamos
interrumpido su porno, supongo. El viejo, gordo profesor de español
raramente enseñaba. Nos daba hojas de trabajo y programas en línea
durante clases. Un par de chicos lo habían atrapado viendo porno en línea
en su MacBook mientras se sentaba allí. Lástima que no pudiéramos hacer
lo mismo. Esta clase sería un infierno mucho más divertida.
—Así que de vuelta a Willa —comenzó Asa, y rodé los ojos—. ¿Por
qué se mudó de nuevo con su abuela? Pensé que su mamá se había
establecido y esa mierda, y envió a buscarla.
Me preguntaba lo mismo. Pero la razón del porque era algo sobre lo
que Willa no se encontraba dispuesta a hablar. Intente tocar el tema, y se
cerró rápidamente. Ella tenía secretos que obviamente dolían. Entendía
eso y lo respetaba. Tenía mis propios malditos secretos. Unos que
cambiaron mi vida. Ella podía quedarse con los suyos porque yo seguro
como el infierno no compartiría los míos.
—No es mi asunto ni el tuyo.

1 Hoover: marca de aspiradoras.


Asa frunció el ceño. —¿Así que es un gran asunto? ¿Cómo si fue
echada o algo?
Él iba a presionar porque era un cotilla hijo de puta. —Dije que no es
tu asunto. Déjalo.
Nash se giró en su silla, y azoté mi libro cerrándolo justo antes que la
campana sonara, liberándome del interrogatorio de Asa. La verdad era
que yo quería saber cuál era su secreto. Quería saber si hizo algo terrible.
No podía imaginármelo, pero, ¿por qué más estaría de vuelta aquí?
Como sea, no era asunto de Asa. Él no conocía a Willa o su pasado.
No se sentó y la sostuvo mientras lloraba porque pensaba que su madre no
la amaba. O el día que descubrió que se mudaba lejos de su Nonna. Ese
fui yo. No Brady. Yo.
Pasaron seis años y la pubertad la afectó, pero nosotros teníamos
una historia, y la protegería lo mejor que pudiera. Algo de pérdida y dolor
en sus ojos decía que ella necesitaba protección. Una vez, yo me aseguré
de proteger a la pequeña niña que fue.
—Entonces, ¿estás bien conmigo acompañándola a su próxima
clase? —me pregunto Asa mientras nos dirigíamos fuera. Comencé a salir
con una excusa de porque él no podía cuando vi a Brady parado en la
puerta de su clase y a ella sonriéndole.
—No importa. Fui vencido —refunfuñó, luego camino en otra
dirección.
Yo, por otra parte, camine justo hacia ellos. Después de todo,
éramos amigos.
—¿Qué clase tienes después? —le pregunte a ella, interrumpiendo lo
que sea que Brady estuviera diciendo.
Ambos giraron sus miradas hacia mí. Podía sentir la frustración de
Brady saliendo en olas. Lo conocía demasiado bien. El buen chico no
pensaba en Willa como una amiga. Él sería el perfecto novio leal que ella
merecía. Lo sabía, pero no me gustaba. Yo tampoco era un chico tan
bueno. No lo permitiría. Brady era mi mejor amigo, y Willa no se encontraba
a punto de alejarlo de mí con sus largas piernas, trasero redondo y labios
gruesos. Infierno, no. No iba a convertirme en la tercera rueda de ellos.
West se asentó con Maggie como si fuera la mejor maldita cosa en
el mundo. Él estaba loco. Brady no haría eso. Tenía una carrera de futbol
en la que enfocarse, y yo tenía fiestas de fraternidad y compañeras en mi
futuro.
Él volviéndose serio con Willa arruinaría todo eso.
Como su mejor amigo, protegería sus mejores intereses, y protegería
a Willa también.
Traducido por Jani Colton
Corregido por Anakaren

Brady
Era la primera oportunidad que tuve con Willa en todo el día donde
Ivy no estaba agobiándome y Gunner nos interrumpió. La hizo reír,
también. ¿Qué le pasaba? Esto iba a causar un problema si no lo
hablábamos. Comenzaría en el campo de fútbol hoy más tarde. Pateando
su trasero con el balón en cada oportunidad que tuviera.
—Me toca español —dijo Willa, señalando el salón de clases de
donde Gunner acaba de salir—. Justo allí.
—No aprenderás ni mierda allí. Jones ve porno en su MacBook la
mayor parte de la clase —le informó Gunner, haciéndola reír a medida
que sus ojos se abrían
No mentía. El hombre realmente veía porno. Fue atrapado antes;
pero de algún modo seguía dando clase. Sin embargo, no creía que
deberíamos decirle a Willa sobre eso. Era algo irrespetuoso.
—Tengo un libro en mi bolso, puedo leer —le dijo a Gunner.
—Bueno, eso suena realmente interesante. —Gunner sonaba burlón,
y ésta solo le sonrió como si no estuviera sorprendida por esa respuesta.
—Una vez leíste todos los de Harry Potter conmigo, y hablamos por
horas sobre ellos.
Gunner asintió. —Síp, luego tuve sexo y todo eso terminó.
Los ojos de Willa se abrieron otra vez, yo codeé a Gunner para que
se callara. ¡Jesús! Ella no quería hablar de su vida sexual. Tenía que dejar
de tratarla como un chico. Cuando éramos niños, era diferente. Willa
quería hacer las cosas que hacíamos; pero la vida cambió.
—Ignora a éste grosero —dije finalmente, impidiendo que Gunner
dijera más comentarios inapropiados.
—Willa puede oír la palabra sexo. Ya sabe qué es —dijo lentamente
Gunner, aun mirándola.
El rostro de ella lucía rojo, y quise golpear el culo de Gunner por
avergonzarla.
—Con eso último, creo que iré a mi siguiente clase. Tengo una
novela que leer y por cómo suena, voy tener todo el periodo para leerla —
nos sonrió, haciendo poco contacto visual, luego corrió a su siguiente
clase.
Miré a Gunner. —La avergonzaste —espeté.
Éste solo sonrió, aún mirando su forma de retirarse. —Lo sé. Fue
hilarante. ¿Qué chica de diecisiete años se ruboriza por la palabra sexo? Si
hubiese dicho follar, podría haber esperado esa reacción.
Debería haberme ido y dejarlo, pero aún no podía. Me encontraba
confundido por cuales eran sus motivos con Willa. —Ella no es una puta de
asiento trasero. Te das cuenta de eso, ¿verdad?
Asintió, luego finalmente me miró. —Sí. Es nuestra amiga. Seis años no
cambian eso.
Había sido su amiga. Si no hubiese estado tan celoso del hecho que
él lograra verla todo el tiempo cuando yo quería verla todo el tiempo, me
hubiese preocupado que ella fuera la mejor amiga y yo el segundo lugar.
Cuando se fue, pasé a ese lugar con Gunner; pero no se sentía correcto.
Extrañé a Willa. Durante años.
Tal vez nunca dejé de hacerlo.
—¿Por qué está de vuelta? —le pregunté—. Tiene que haber una
razón.
Gunner se encogió de hombros. —Ese es su secreto. Si quiere
contárnoslo, lo hará. Hasta entonces, es su secreto.
Sonaba casi a la defensiva. Como si quisiera decirme que
retrocediera. Me había hablado así antes, en cuanto a Willa concernía.
Cuando éramos niños, nunca me dejó acercarme demasiado. Siempre
hubo un muro protector que mantenía alrededor de Willa, y Dios no
permitiera que nadie se acercara demasiado.
—Me preocupa. Sus ojos se encuentran tristes y cautelosos.
Gunner no respondió de inmediato. Parecía perdido en sus
pensamientos. Casi distante. Esperé a ver si respondía, y cuando ya me
rendía, se giró hacia mí. —La vida de todos no es como la tuya. Hay
algunas cosas que la gente no quiere compartir. Es su forma de sobrevivir.
Sin más, se alejó. No quería escuchar lo que yo tenía para responder,
y me alegré, porque no tenía nada. Para empezar, ¿cómo diablos mi vida
era diferente a la suya, excepto que él tenía toneladas de dinero? Ambos
teníamos padres casados y buenas vidas familiares. Ninguno fue abusado
o descuidado. Bueno, tal vez emocionalmente Gunner fue descuidado,
pero no todo fue malo. La señora Ames siempre estuvo allí para cuidarlo
cuando lo necesitaba.
Después que Willa se fue, permanecimos cerca, al principio. Luego
empezamos a alejarnos. No me hallaba seguro de por qué; pero Gunner
se alejó de mí por un tiempo. El fútbol y las fiestas nos volvieron a acercar
eventualmente; pero las cosas nunca regresaron a ser iguales desde que
Willa se fue. Fuimos cercanos en ese entonces. Fue mi mejor amigo antes
de eso. Ahora pensaba en West como mi mejor amigo. Hablaba con West
de cosas en las que Gunner simplemente no parecía interesado.
Tener a Willa de regreso me recordó cómo eran las cosas en ese
entonces. Fue gran parte de nuestra niñez. Estar a su alrededor de nuevo
trajo eso de vuelta.
Willa lidiaba con verdadera mierda. Nunca tuvo una vida fácil. Sabía
que pensaba en sí misma como una carga para su mamá. Lo veía en sus
ojos y en la forma en que decía las cosas. La forma en que siempre
intentaba enorgullecerla. El día que me dijo que se mudaba a Arkansas
para vivir con su madre, quise alegrarme por ella. Pero en lugar de eso, se
me rompió el corazón.
Tampoco fue color de rosa para Willa. Podía verlo en la chica en que
se convirtió. Odiaba a su madre. Solo la vi una vez, e incluso de niño supe
que era hermosa. Pero eso no me hizo odiarla menos. Hizo sentir indeseada
a Willa.
—¿Me esperabas? —La voz de Ivy me sacó de mis pensamientos. Era
algo más con lo que tenía que lidiar. Sabía que era obvio que observaba a
Willa. Para todos menos para Willa. Pero no quería herir a Ivy, tampoco.
Hasta que Willa volvió a la ciudad, era perfectamente feliz haciendo lo
que sea que fuera lo que Ivy y yo hacíamos. Lo cual, para ser honesto,
mayormente era solo follar. Pero aun así. Era una chica dulce.
No podía seguir haciendo eso. No con Willa en mi cabeza todo el
tiempo. No era justo para Ivy. Tenía que tratar con lo que sentía por Willa y
si amistad era todo lo que tendríamos. Hasta entonces necesita ser libre
para averiguarlo.
Gunner quería algo más que amistad. Mentalmente no era capaz de
ser lo que Willa necesitaba o merecía. Era el chico para pasar un buen
rato, no el chico en quien apoyarse. Incluso si era diferente con Willa.
—Estaba hablando con Gunner. Me dirigía a mi siguiente clase —le
dije, sin querer darle falsas esperanzas.
Su sonrisa cayó, pero dije la verdad amablemente. —Oh —fue su
única respuesta.
Debería haberme sentido mal por eso. Pero simplemente no parecía
tener la energía para sentir nada por Ivy, después de todo. Lo cual no
decía mucho de mí como persona. Me estaba decepcionando a mí
mismo. Normalmente era un mejor hombre.
Traducido por Jani Colton
Corregido por Anakaren

Willa
Una gran alegría se adueña de mí, y me muevo lentamente por la
habitación. La casa de Poppy siempre es mi escape favorito. Aquí no hay
sensación de molestia porque esté aquí. Soy aceptada y libre del dolor
que siempre me persigue. Incluso la mirada disgustada de mi padrastro
con la que me encuentro cada día cuando vuelve del trabajo parece
divertida ahora mismo mientras pienso en eso y en él. El mundo es mi patio
de juegos, y jugaré en él. Rió en voz alta, y Bo, el novio de Poppy, me mira
desde su lugar en el gastado sofá de cuero y me sonríe. Su sonrisa es
torcida y dulce, como Bo. Poppy tiene suerte de tenerlo. Es sincero,
divertido, dulce; pero lo mejor de todo es que nunca deja de suministrar lo
mejor.
El hermano mayor de Bo vende marihuana, y se asegura que éste
tenga lo mejor cuando todos cooperamos y compramos un poco.
Podemos contar con él en noches como esta. A veces en días como este.
Los padres de Poppy rara vez están en casa. Ambos trabajan largas horas
en el restaurante que poseen en la ciudad, y Poppy siempre tiene que
quedarse en casa y cuidar de su hermanita. Lo cual es divertido. No estoy
segura por qué es divertido; pero rio de nuevo.
La habitación se siente casi ingrávida mientras floto por ella y luego
me detengo para agarrar el vodka con Sprite que Poppy me preparó. El
hermano de Bo también nos compró una botella de vodka. Bebo la dulce
bebida, contenta de que Poppy pusiera mucha gaseosa en ella. No me
gusta mucho el sabor del alcohol, pero sí que me hace sentir feliz. Muy feliz.
Las paredes amarillas de la cocina son muy brillantes, así que apago
la luz y empiezo a buscar las bolas de queso que vi antes en la despensa.
Me encantan las bolas de queso y sus propiedades engordantes. —
¿Dónde están las bolas de queso? —grito desde la esquina de la
despensa.
—Yo las tengo —grita de regreso Poppy, así que salgo
tambaleándome de la despensa, solo para caer de culo y reír tan fuerte
que tengo que hacerme una bola en el piso de ladrillos. El frio ladrillo se
siente bien en mi rostro, así que lo froto, dejando que mi mejilla sea
aliviada.
—¿Lo estás haciendo con el piso? —pregunta alguien, y abro los ojos
para ver a Cole Sanders parado sobre mí con su baso de vodka puro y un
cigarro electrónico en el que puso la marihuana. Anda por allí fumándola
por todos lados con esa cosa. Suertudo.
—Tal vez —sonrío, levantando ambas manos en el aire—. O tal vez no
puedo levantarme.
—Tal vez necesito ir allí y unirme a ustedes —dice, sin agarrar mis
manos, luego guiña.
Estoy drogada; pero no lo suficiente para dejar que Cole Sanders se
acuesta aquí conmigo. Ha dormido con tantas chicas que es seguro que
tenga una enfermedad de transmisión sexual. No hay forma. Sacudo la
cabeza y me siento rápidamente. —No va a suceder —digo justo antes de
luchar para ponerme de pie.
Finge hacer un puchero. —Ah, Willa, eso duele.
Ruedo los ojos, alcanzando mi bebida. —No tanto como el herpes
que me contagiarías.
—¡BUM! —grita Bo, riendo histéricamente ante mi respuesta. Me uno
a su risa y también lo hace Cole.
La vida es divertida. Todo es hilarante. Me encanta estar aquí. Me
encanta la marihuana y el vodka del hermano de Bo.
Me encanta…
Luego los gritos de Poppy llenan el aire, y el miedo me consume.
Me senté de golpe en la cama y coloqué una mano sobre mi
corazón, tratando de recuperar el aliento. Los gritos seguían allí. En mi
cabeza. Siempre estarían ahí. Nunca los olvidaría mientras viviera. Lágrimas
se deslizaron por mi rostro y escondí la cabeza entre mis manos mientras el
dolor que venía con esta pesadilla regresaba. Odiaba recordar, aunque
tenía que hacerlo. Era justo que lo hiciera.
Olvidar significaba vivir, ¿era justo eso? No. Nada era justo. Nunca lo
volvería a ser. Así como nada sería normal. Especialmente yo. Estaba rota
de formas que nunca podrían ser arregladas. Mi vida siempre estaría en
sombras de dolor, culpa, arrepentimiento y pérdida.
Dejando caer mis manos, balanceé las piernas sobre la cama y me
puse de pie. Tenía que verla. Recordarla y permitir que todo el agudo dolor
siguiera su curso. No dormiría más esta noche. Tenía miedo de cerrar los
ojos ahora. No quería ver el resto. Lo viví. Traté de bloquearlo y no verlo,
pero no podía. Siempre se hallaba en mi mente, quemándome
profundamente. Como debería ser.
Abrí el cajón de la cómoda y moví unos álbumes de fotos que tenía
allí hasta encontrar la foto que tenía guardada. Las otras las dejé atrás.
Estaba segura que mi madre ya las había tirado. No las quería, de todos
modos. Demasiados recuerdos. Ver esta era todo lo que podía soportar.
La volteé y vi el cabello rubio fresa de Poppy. Se hallaba peinado
muy alto y se reía de mí. Mi cabello era igual de ridículo. Los colores
brillantes que usábamos eran más que escandalosos, pero el brillo labial
rosado y las sombras de ojo azul eran las mejores partes. Era la semana de
bienvenida y ese era nuestro atuendo de los ochenta. Nuestras madres
crecieron en los ochentas, así que ambas fueron muy útiles con el
vestuario. Dimos en el clavo con ese estilo.
Tan impresionantes como estábamos disfrazadas, esa no fue la razón
por la que escogí esa foto. Fue por la risa en el rostro de Poppy, en el rostro
de ambas. Eso era lo que más recordaba de Poppy. La risa y sentir que le
importaba a alguien. Cuando me fui de Lawton a los once, pensé que
nunca tendría un amigo de nuevo.
Luego Poppy compartió su emparedado de mantequilla de maní
conmigo porque mi mamá olvidó hacerme el almuerzo. Fue amistad
instantánea.
Mi pecho se apretó fuertemente hasta que sólo quedó el dolor. Las
lágrimas nublaron mi visión, volví a colocar la foto en el cajón y la cubrí con
los álbumes. Esa era una vida que nunca volvería a tener. Risas que nunca
sentiría. Incluso ahora, cuando sonreía, me sentía culpable por poder
hacerlo. No merecía sonreír y definitivamente no merecía reír. Nunca más.
A veces desea ser físicamente incapaz de reír o sonreír. Se sentía
bien cuando lo hacía, hasta que recordaba por qué no debería. La culpa
me consumía. Me comía. Me destrozaba.
Mirando alrededor de la habitación oscura, me pregunté cómo
hubiese sido la vida si mi madre no me hubiera llevado. Si me hubiera
quedado en Lawton. Y vivido esta vida en vez de eso. Gunner y Brady
parecían estar bien. No eran inestables. Esta pequeña ciudad era segura.
Pero, ¿no había sido segura la ciudad en la que yo viví, también?
Malas decisiones se podían tomar en cualquier lugar. Como yo. Fui
producto de una mala decisión de mi mamá. La tomó en esta pequeña
ciudad y no fui nada más que una decepción.
Traducido por Samanthabp
Corregido por Anakaren

Gunner
Me detuve en la puerta de la oficina de mi padre de camino al
primer piso para desayunar. Estaba cerrada, como siempre. Cuando tenía
cinco, quise mostrarle una tortuga que encontré e irrumpí en su oficina sin
previo aviso y sin ser invitado. Se encontraba hablando por teléfono
mientras yo saltaba de arriba abajo por las noticias emocionantes de mi
nueva mascota. Traté de mantenerme en silencio hasta que hubo
terminado de hablar para poderle mostrar. La señora Ames se puso feliz
cuando le mostré, así que pensé que tal vez podría hacer a mi padre
igualmente feliz.
Era algo que hacía a menudo en ese entonces. Tratar de complacer
al hombre. Hacer que me sonriera. La eternidad de su conversación
telefónica habría sido razón suficiente para elogiarme, porque estuve
raramente callado. Cuando terminó con la llamada, niveló sus ojos cafés
oscuros, muy diferentes de los míos, y me miró con furia.
—¿Por qué estás aquí, Gunner?
Sostuve mi tortuga, a quien llamé Charlie Daniels porque la señora
Ames escuchaba música a menudo de ese cantante y me gustaba
bailarla en la cocina. —¡Encontré una tortuga! —anuncié con gran orgullo.
Mi padre miró a la tortuga y después a mí. La regla era que no debía
ir a su oficina. No le gustaba que estuviera allí, al contrario que con Rhett.
Algunas veces me preguntaba si le gustaba de alguna manera. Pero había
encontrado una tortuga y necesitaba verla.
—Si alguna vez entras por esa puerta de nuevo sin ser invitado, me
quitaré este cinturón y golpearé tu trasero, ¿me entiendes? —Su voz era un
poco menos que un rugido. No lo entendí en absoluto. Ni siquiera miró mi
tortuga. Así que la sostuve más alto. Hasta que mis codos estuvieron por
encima de mi cabeza.
—¡Pero encontré una tortuga! —exclamé, pensando que de alguna
manera no escuchó la información.
Mi padre alcanzó mi mano y tomó la tortuga, después la lanzó por la
ventana abierta detrás de su escritorio. —Allí. Ve a buscar la maldita cosa y
quédate fuera de mi oficina.
Nunca encontré mi tortuga.
Y nunca lo llamé papá o padre de nuevo.
Odiaba al hombre detrás de esa puerta. Sabía que me odiaba de
igual manera, y no fue hasta mucho tiempo después que entendí su odio.
Un día le exigiría a mi madre que me dijera el nombre de mi verdadero
padre. Quería llevar ese apellido. Ya no me importaba el apellido que
tenía el poder en este pequeño pueblo sureño. No viviría aquí por mucho
más tiempo. Cuando me graduara, tomaría mi dinero y me iría. Para
nunca volver.
Excepto, tal vez, para hacer una fiesta el día del funeral de ese
hombre.
La cocina ya olía a magdalenas, tocino y café cuando entré. Mis
padres nunca iban a la cocina para obtener comida. Ellos se sentaban en
la mesa del comedor y la señora Ames les servía. Yo, por otra parte,
comencé a comer aquí con Willa cuando éramos niños. Me gustaba más
esta pequeña mesa redonda que siempre se hallaba preparada cuando
entraba.
—Buenos días, chico —dijo la señora Ames con verdadero cariño en
la voz—. Ya era tiempo de que bajaras. Vas a llegar tarde. Puse tu café en
una taza para llevar y aquí están tus dos magdalenas de arándanos y
algunos trozos de tocino. No comas mientras conduces. Sólo come rápido
antes de irte.
Estaba más apresurado de lo que se daba cuenta. Tenía que
recoger a Willa y llegar a la escuela a tiempo. —Comeré en el primer
periodo —le dije, tomando la comida y el café de sus manos.
Frunció el ceño pero asintió. —Bien, entonces. Maneja con cuidado.
—Lo haré —le aseguré.
Mi madre no despertaría hasta dentro de otras dos horas. Era una
bendición. Tener que enfrentarla antes de que tuviera café cada mañana,
apestaría. Nunca veía al hombre en la oficina, y me gustaba mantenerlo
de esa manera. Una de las razones por las cuales nunca me presentaba a
las comidas familiares. Le dije a mamá que cenar en la cocina era más
fácil para mi horario por el fútbol y la tarea. Era totalmente mentira; pero
en su mayoría, funcionó.
—¿A Willa le va bien en la escuela?, ¿la has visto?
—Por lo que he visto, le va bien, pero siempre la cuidaré —contesté,
luego me apresuré a ir a la puerta. Quería tiempo con Willa, y entre más
tiempo desperdiciaba en la casa hablando con su abuela, menos tiempo
tenía para ir con ella a la escuela.
Willa me recordaba una época más feliz. Una amistad fácil y sencilla
que ya no conocía. La quería de vuelta. Estar con ella no había sido sólo
fácil, me hizo sentir bien. Todavía lo hacía. Mi pecho se sentía más ligero, y
deseaba estar a su alrededor. Nadie me calmaba ni me emocionaba al
mismo tiempo como lo hacía Willa.
Tomé un largo sorbo de café y dejé que me quemara la garganta
antes de encender mi camioneta para ir hacia la casa de la señora Ames,
por el camino más largo, en caso de que alguien estuviera mirando.
Willa se encontraba afuera al final de la entrada, con la mochila
marrón que cargaba en un hombro y una botella de agua en la otra
mano. Su cabello rubio se movía con la brisa mientras el sol de la mañana
la iluminaba. Era verdaderamente hermosa. Apestaba que necesitara
tanto su amistad como para arruinarla poniendo mis manos en ella.
Me detuve a su lado y la observé subir y mirar mi magdalena sin
comer y los tres trozos de tocino en la servilleta en mi asiento. Estiró la mano
y robó un trozo, luego dio un mordisco antes de sonreírme. —La próxima
vez, haz que te dé más. Espera que coma cereal porque se va muy
temprano.
Mantendría eso en mente. —Puedes tener la magdalena. Ya comí
una. Pero déjame el resto del tocino.
Tomó la magdalena y comenzó a comer como si estuviera muriendo
de hambre. No estaba seguro de que una chica alguna vez hubiera
comido así en frente de mí. La mayoría no comía nada frente a mí o en
frente de cualquiera de los chicos, para tal caso.
—¿La señora Ames te está haciendo pasar hambre esta semana? —
pregunté con diversión.
Asintió y después sonrió. —Tengo un metabolismo rápido y necesito
comida.
—Alguien necesita decirle a tu abuela, entonces. Debería darte más
que cereal para el desayuno.
Se encogió de hombros. —¿Por qué haría eso si te tengo para sacar
comida a escondidas para mí de esa gran casa? Ustedes tienen cosas
buenas.
Sabía que se refería a comida más costosa. Mi madre pedía mierda
saludable y pretenciosa que costaba bastante dinero y que era comprada
en el supermercado orgánico en Franklin. —Bien. Te mantendré
alimentada. Pero me lo debes. Lo cobraré cuando sea el momento
adecuado.
Se rio y aunque no llegó completamente a sus ojos, era
definitivamente una risa. Algo que quería escuchar más. Willa tenía risa
muy bonita.
Traducido por Samanthabp
Corregido por Vane hearts

Brady
Llevar a Ivy a la fiesta de cumpleaños de Asa no ayudó a cómo veía
nuestra relación. Tampoco me dio la oportunidad de pasar tiempo con
Willa. Quién se presentó con Gunner. No es que se hubieran quedado
juntos. Gunner se fue al bosque con Serena hacía unos minutos y Willa
hablaba con Maggie y West en estos momentos. A Maggie parecía
gustarle Willa, y también al cumpleañero, quien continuaba moviéndose
hacia ella, a donde sea que iba. Maldito y calenturiento, Asa.
Tal vez podría hacer que Maggie la invite a casa, así tendría tiempo
a solas con Willa que Gunner no podría interrumpir. Él dijo que quería una
amistad. No le creí; pero creo que pensaba que eso era todo lo que
quería. Aún no se daba cuenta que quería a Willa como yo lo hacía. Me
encontraba listo para enfrentar eso. Me hallaba interesado en poder
conocer a la chica en la que se convirtió. Cuando éramos niños, tuve un
enamoramiento por ella simplemente porque era diferente. La mayoría de
chicas que conocía no se ensuciarían jugando a la pelota ni irían a buscar
lagartijas. Era fascinante para mí cuando niño. Ahora que creció, aún era
diferente pero hermosa. Willa era como una flor intocable que todo el
mundo quería ver y tener cerca.
—Quiero otra cerveza —dijo Ivy mientras enrollaba su brazo con el
mío y se apoyaba en mí como si me necesitara para poder mantenerse de
pie. Bebió dos vasos llenos de la cerveza que teníamos en un barril en la
parte trasera de la camioneta de Nash. Pesaba apenas unos cincuenta
kilos. No necesitaba otro vaso de cerveza. Pronto estaría vomitando en mis
pies o haciendo alguna cosa asquerosa como esa. No iba a llevarla
borracha a su casa.
—Has tenido suficiente. Toma una botella de agua de la nevera. Una
soda dietética o algo. —Cualquier cosa que no sea más cerveza.
Hizo una mueca y sus labios se fruncieron de una manera fastidiosa.
Realmente nunca me gustó ese asunto de los labios fruncidos. Estaba
hecho para manipular y eso me ponía los pelos de punta. No quería ser
manipulado. —Vomitarás, luego te desmayarás y seré el que tenga que
explicarle todo a tus padres cuando te lleve a casa.
Suspiró dramáticamente, le dio un vistazo a Ginger, una de las chicas
en el equipo de animadoras, quien se hallaba acurrucada con Ryker Lee.
Ginger estuvo tras él por semanas. Finalmente la notó esta noche.
—No es divertido. —Lloriqueó—. Vamos, Ginger. ¡Vamos a bailar! —
exclamó, ya demasiado achispada.
Ginger meneó su cuerpo contra Ryker. —¿Quieres bailar conmigo?
Éste le guiñó y asintió con la cabeza en dirección a la música que
alguien hizo sonar a través de sus parlantes. —Ve, y yo observaré.
Ginger le sonrió ampliamente, emocionada por poder lucirse. —De
acuerdo —contestó y se alejó, balanceando sus caderas como si supiera
que era observada.
—Demonios, esa chica pide sexo —dijo lentamente Ryker.
Sonreí. —Eso parece.
Sacudió la cabeza y volvió su atención hacia Willa, quien ahora se
hallaba de pie sobre el tronco en el que estuvo sentada mientras hablaba
con West y Maggie. Se veía como si estuviera a punto de ir a algún lado.
Tanto como quería asegurarme de que no quisiera a Gunner, tampoco
quería que estuviera buscándolo y lo viera con Serena.
—Tú disfruta tu vista —le dije—. Voy a comprobar algo.
Ryker se rio. —Claro que lo harás. También comprobaría eso.
No le respondí ni lo miré. Sabía a dónde me dirigía y no me culpaba.
Podía verlo en sus ojos cuando miraba en la dirección de Willa. Era
hermosa; pero había varias chicas hermosas en Lawton. Era el hecho de
que era nueva. Todos se encontraban atraídos por la novedad. Una chica
con la que no se habían enrollado o deseado desde que estaban en la
secundaria.
Willa era la fantasía que ninguno había hecho realidad aún. También
tenía un aire de misterio a su alrededor que atraía a los chicos. Queríamos
pasar sus barreras. Ver su sonrisa. Gunner nunca podría ser el hombre que
necesitaba. Willa parecía frágil ahora. Gunner era terrible con lo frágil. La
rompería muy fácilmente. Yo podría mantenerla a salvo y hacerla sonreír
de nuevo.
Willa se alejaba de mi prima y West cuando me le acerqué. Hacía
una huida y se dirigía al bosque detrás del descampado. En el bosque era
donde todos los autos se hallaban estacionados. Lo que quería decir que
era dónde encontraría la camioneta de Gunner, y probablemente a
Gunner en una situación comprometedora.
—Willa —grité, se detuvo y luego se giró.
Estaba vestida cálidamente para una tarde fría de otoño, a
diferencia de las otras chicas aquí, usaba vaqueros y una sudadera con
capucha azul oscura. Willa no dirigía la atención a sí misma. —Hola —
contestó con una pequeña sonrisa.
—¿Te vas? —le pregunté, esperando que no fuera lo que quería
hacer porque su aventón se encontraba definitivamente ocupado.
—Uh, bueno, es tarde y estoy cansada. Vi a Gunner dirigirse aquí más
temprano, esperaba poder encontrarlo y ver si le importaría llevarme de
vuelta a la casa de Nonna.
Uh, sí. Mala idea.
—Yo podría necesitar algo de compañía. Será difícil encontrarlo allá
afuera, y llevó a Serena con él. Tal vez no querrás cruzarte con eso —dije
con una sonrisa arrepentida.
Sus ojos se abrieron como si no hubiera pensado en eso.
—Oh, sí. No, no quiero.
Podría llevarla a casa; pero eso significaba dejar a Ivy para que se
emborrachara. La recogí en su casa y su padre me encontró en la puerta.
Me hizo prometer que la cuidaría y la llevaría de vuelta a casa a tiempo.
No podría llevarla a casa borracha y pasado su toque de queda. Así que
dejarla para llevar a Willa a casa no sería posible.
—¿Quieres tomar algo? —le pregunté
Sacudió la cabeza. —No bebo.
—¿No bebes? ¿Por qué no has muerto de deshidratación aún? —Me
burlé.
Rodó los ojos. —No bebo alcohol.
—No te ofrecía una cerveza. Tenemos agua y sodas también.
Sus ojos se iluminaron. —En ese caso, sí. Mi boca está seca. Me
encantaría una botella de agua.
—Ven por aquí —dije, asegurándome de caminar detrás de la
multitud con Willa, para que Ivy no me ubicara y se lanzara a reclamar el
derecho que no tenía sobre mí.
Caminamos alrededor de los autos estacionados en el espacio
abierto del campo. Necesitábamos luces, algún lugar para mantener el
barril y asientos extras, así que algunos condujeron sus autos hasta aquí. Ivy
bailaba con Ginger y hacía su mejor esfuerzo para entretener a quien
fuera que estuviera alrededor. El vaso en su mano me hizo murmurar una
maldición. Estaría borracha y estúpida la próxima vez que habláramos.
Estar con Ivy era cómodo y fácil, así que dejé que nuestra relación creciera
y se convirtiera en algo que nunca quise realmente. No quería lastimarla y
honestamente, empezaba a sentirse como una obligación. No era justo
para ella. O para mí.
Traducido por Bella’
Corregido por Beatrix

Willa
El agua fría se sentía bien mientras bebía varios tragos largos antes
de parar. Mi boca estuvo terriblemente seca, creía que la única bebida
que tenían aquí salía de ese gran barril en la parte trasera de una
camioneta azul con llantas realmente grandes. En verdad quería estar en
casa, en mi habitación, leyendo, usando mis pantalones de chándal y
cómodas calcetas rosadas con corazones que me regaló Poppy por el día
de San Valentín el año pasado. Como siempre, pensar en Poppy dolía, y
mentalmente me estremecí.
Ver a todo el mundo tan ebrio y despreocupado me llevó a un
tiempo donde fui como ellos. Excepto, a diferencia de aquí, que
añadíamos drogas a la mezcla. No había preocupaciones, y poseíamos el
mundo. Era una estupidez pensar de esa manera. Como si fueras
invencible. Porque nadie lo es. La muerte vendría tarde o temprano por
unos y otros.
—¿El agua sabe tan mal? —preguntó Brady, y me di cuenta que me
trasladé al lugar oscuro en que vivía a menudo. El que fue mi escudo a
través de los meses que siguieron a esa noche.
—No, está genial. Solo estaba pensando en cosas que no quería.
Esa era la única verdad que le diría.
—Vamos. —Asintió hacia el bosque—. Salgamos del ruido y
disfrutemos nuestra agua. Puedes contarme sobre los últimos seis años de
tu vida, y te aburriré con detalles de la mía.
—No, gracias. —Fue mi rápida respuesta. No hablaba sobre la
oscuridad. Ni siquiera con el consejero al que me hicieron ver en el centro
correccional en el que viví.
Frunció el entrecejo. —Querías escapar de la fiesta.
Sonreí ya que no me di cuenta que soné completamente grosera. —
Quiero. Solo no quiero hablar sobre mi pasado. Es… aburrido. —Mentí.
Nada era aburrido. Era trágico.
—Me parece bien. Iremos a tomar nuestra agua y charlar sobre mi
vida. Me encanta ser el centro de atención.
Eso me hizo reír. —De acuerdo. —Brady me hacía sentir cómoda.
Una vez me hizo sentir nerviosa, tonta y atolondrada. Ahora, sin embargo,
que estaba conociendo a un Brady mayor y más maduro, me gustaba. Era
un buen chico. Fuerte. Confiable.
Entramos en el bosque y fuimos hacia los vehículos estacionados al
otro lado. Noté la camioneta que vi conducir a Brady en la escuela.
Aparentemente nos dirigíamos allí. La luz de la luna no era muy brillante
esta noche, pero sí iluminaba el área.
—Mi camioneta está aquí. Podemos sentarnos en la parte trasera —
dijo, asintiendo en esa dirección.
—¿Qué pasa con tu cita? —le pregunté, recordando a la chica con
quien lo vi mucho en la escuela y con quien había llegado.
Echó un vistazo hacia el descampado. —Está borracha y bailando.
No sabrá que falto.
—Oh —dije, preocupándome por ella. No hice preguntas en la
escuela, pero escuché lo suficiente para saber que eran pareja—.
¿Cuánto tiempo han estado saliendo? —pregunté, esperando cambiar el
tema hacia él, muy lejos de mí.
Abrió la cajuela de la camioneta y me hizo un gesto para que
subiera. Lo hice, y se sentó junto a mí. —No sé exactamente. Ha sido algo
casual por unos meses.
¿Casual? ¿Qué significa casual?
Me dio una sonrisa torcida. —¿No tienen relaciones casuales en
Arkansas?
Sí, supongo, pero lo que había visto en la escuela no era en lo que
pensaba cuando pensaba en algo casual. —Creo que tenemos dos ideas
diferentes de lo que es casual.
—No. Tenemos la misma idea. Es Ivy quien está confundida sobre
eso. Le gusta volverlo más serio de lo que es. —La culpa que destelló en sus
ojos no fue difícil de notar. No podía esconder eso. Me pregunté si siquiera
creía lo que decía.
Me hallaba esperando que Ivy viniera tras nosotros en cualquier
minuto. Con suerte sin lanzar golpes. No me encontraba borracha y no
sería justo para ella. Luego de seis meses viviendo en un centro con chicas
rudas, podía defenderme. Me patearon el culo una vez y me volví
inteligente. Hice las amigas correctas y aprendí a pelear. Era la única
manera de sobrevivir a ese mundo.
—¿Se lo has explicado? —pregunté, tomando un sorbo de agua.
Quería saber si de hecho trató de decirle a Ivy que eran casuales. Brady
era un buen tipo. Pero eso parecía mancharlo un poco. Engañar a Ivy no
era exactamente parte de quien era.
Se rio entre diente y sacudió la cabeza. —No tiene sentido. No
escuchará.
—Entonces debe gustarte en verdad.
—¿Por qué lo dices? —Frunció el ceño como si mi comentario no
tuviera sentido.
Creí que tenía perfecto sentido. Pero la mayoría de los chicos
adolescentes eran idiotas cuando se trataba de mujeres y relaciones. Al
menos, esa ha sido mi experiencia.
—Porque sigues teniéndola cerca. No puede molestarte tanto.
Estuvo en silencio un momento, luego suspiró. —En realidad, me
molesta como no tienes idea. Solo soy demasiado agradable como para
herirla.
Claramente parecía afectado por ello, pero esa era una respuesta
débil. Ninguna chica en su sano juicio querría ser compadecida y que se
quedaran con ella debido a que al chico no le gustaba herir los
sentimientos de las personas. —Si no te gusta, engañarla no es
exactamente agradable, tampoco.
Brady se giró para mirarme, y encontré su firme mirada azul. Siempre
me gustaron sus ojos. Eran penetrantes. Una vez los imaginé mirándome
con amor, pero esa fue la fantasía de una chica de once años que no
sabía lo que era el amor en realidad. O lo que el amor podía hacer.
—Ha tenido una vida difícil en casa. Su madrastra es mala.
Constantemente la molesta por su cuerpo y apariencia. Es insegura.
¿Y? Esto no significaba que tuviera que mantenerla cerca si no le
gustaba. —Si te gusta, entonces reconócelo. Si no, déjala ir para que
pueda sentirse libre de encontrar alguien más que lo haga.
Nuevamente se quedó en silencio unos instantes. Bebí mi agua y miré
hacia a las estrellas visibles en el cielo nocturno. Era pacifico aquí fuera de
la fiesta. Podría olvidar mi pasado y concentrarme en el hecho de que
estoy viva. Incluso si no era justo y no lo merecía. Me encontraba aquí.
Respirando y capaz de ver la luna mientras iluminaba el cielo nocturno.
Estas eran cosas en las que antes no pensé o aprecié. Me hallaba
demasiado ocupada tratando de encontrar la felicidad de formas que
solamente me dirigieron a cosas malas. Cosas terribles.
—Tienes razón —dijo finalmente. Aparté la mirada de la luna y le di
mi completa atención.
—Por supuesto que sí. Soy una chica. Ivy es una chica. Sé cómo
deberíamos ser tratadas. Lo que merecemos. Y lo que tú mereces. La vida
es corta. No sabemos lo que pasará mañana… tan cliché como suena, es
muy cierto. Lo sé. —Hice una pausa antes de decir más. No quería decirle
las duras verdades que probaban que tenía razón.
Se movió tan rápido que no tuve tiempo de registrar lo que sucedía
hasta que la calidez de sus labios cubrió los míos y su mano se deslizó en mi
cabello. Luego fui plenamente consciente.
La curiosidad ganó el muy breve conflicto en mi cabeza. Brady era
un amigo, y yo no era nadie con quien alguien podría tener una relación.
Me encontraba dañada más allá de la reparación. Pero quería probar
esto. Darle a la niña que pensó que se hallaba enamorada de Brady
Higgens un vistazo de lo que era ser tocada por él. Luego la niña podría
seguir adelante y vivir su vida. Completar mi fantasía.
Sus labios eran suaves y firmes mientras se movieron sobre los míos.
Sus dedos se enredaron en mi cabello como si quisieran estar allí. Como si
hubiera pensando en este momento, y ahora se deleitaran.
Me hundí más en él, anhelando su calor y la sensación de su piel en
la mía. Inhalé su olor. La colonia que usaba era suave pero atractiva. Me
hallaba segura que muchas chicas se aferraron a Brady solo para estar
cerca de eso. No fue hasta que su lengua se deslizó más allá de mis labios,
en el calor de mi boca, que comprendí las repercusiones de lo que estaba
permitiendo.
Brady se encontraba aquí con otra chica. Era mi amigo y solo podía
ser mi amigo porque yo nunca podría ser nada más para nadie. Tenía
demonios que me perseguían y lo harían toda mi vida. Tenía una familia de
la que me quería ganar su perdón, y como Nanna dijo, Brady se hallaba
fuera de los límites. Ella era todo lo que me quedaba, y no podía perderla,
también.
Poniendo ambas manos sobre su duro pecho, sentí el dolor de la
perdida antes de alejarme de él. Mis labios fueron instantáneamente
enfriados por el aire nocturno, y quise tocarlos para mantener el calor allí.
Pero no lo hice. Esta era toda la fantasía que podría tener de Brady
Higgens.
Me puse de pie, y sin una mirada atrás, corrí.
Traducido por Bella’
Corregido por Beatrix

Gunner
Willa no se encontraba aquí. Desaparecí en el bosque con Serena
durante treinta minutos.
Ahora me hallaba aquí, como sea, no podía encontrar a Willa.
Maldición.
—Se fue con Brady. Entraron al bosque —dijo Asa, caminando hacia
mí. Sonaba tan molesto como yo me sentía.
Comenzaba a preguntar en qué dirección cuando divisé a Brady
saliendo del bosque. Solo.
Sin esperar más información de Asa, fui a encontrar a Brady antes
que volviera al campo de visión de Ivy y ésta se le acercara.
Sostenía una botella de agua en su mano derecha, así que por lo
menos no estuvo bebiendo con ella. No ayudaba el hecho de que él
estuviera de vuelta y ella no. Más le valía no haberla dejado en el bosque.
—¿Dónde está Willa? —pregunté con un poco de ira en la voz.
Brady volvió sus ojos hacia mí, y pude ver preocupación allí. Eso
tranquilizó mi ira realmente rápido y la remplacé con mi propia
preocupación.
—¿Se encuentra bien? ¿Dónde está? —repetí, mi voz rayaba lo
frenético.
Se encogió de hombros y miró atrás hacia el bosque. —Se fue. Traté
de seguirla pero la perdí. Esperaba que estuviera aquí.
¿La perdió? ¡Qué mierda!
—¿Cómo demonios la perdiste? ¿Estaba corriendo?
Brady no respondió, y mi ira regresó. ¿Estaba escapando? ¿De él?
Me acerqué hasta quedar en su rostro. —¿Qué hiciste? —demandé
mientras mis manos se cerraban en puños a mis costados.
—Tuvimos una conversación. Se disgustó conmigo. Luego se marchó.
Mentía. El muy estúpido hizo algo. Podía verlo en su rostro. —
Mentiroso. Tú jodidamente la besaste o lo intentaste.
No respondió, y supe que lo adiviné.
—¿Dóndehasestado? —Ivy pronunció todas las palabras juntas,
arrastrándolas, y aferrándose al brazo de Brady para sostenerse.
Tampoco tenía tiempo para su mierda. —¿En qué dirección corrió?
—demandé.
Miró hacia el bosque. —Corrió hacia la izquierda de donde
estacioné. Esperaba que hubiera regresado por aquí. La seguí. Pero debe
haberse dado vuelta y dirigido a la carretera principal.
¡Hijo de puta!
Empecé a correr en esa dirección en lugar de golpear el rostro de
Brady. Se hallaba tan jodidamente calmado respecto a que ella estuviera
afuera en la oscuridad sola. ¿Qué estaba pensando?
—Tengo que llevar a Ivy a casa —gritó tras de mí como si eso fuera
una explicación de por qué dejó que Willa se vaya sola. No respondí.
Simplemente fui tras Willa. Si se hallaba en la carretera, la encontraría
más rápido en mi camioneta. Fui en esa dirección y mantuve los ojos
abiertos buscando algún rastro en la oscuridad de los vehículos
estacionado, pero no había nada.
Traducido por Mary Warner
Corregido por Beatrix

Willa
El Mustang rojo era bastante nuevo, y la chica con cabello largo y
oscuro que conducía parecía lo suficientemente segura. Al menos no iba a
tener que caminar los aproximadamente once kilómetros de vuelta a casa
de Nonna. Aunque estuve lista para hacerlo cuando la chica se detuvo y
me preguntó que hacia caminando en la noche por la carretera desierta.
Le dije que quien me llevaría se hallaba en otra parte ocupado en la
fiesta. Me preguntó quién era mi aventón, y cuando dije Gunner Lawton,
rodó los ojos y murmuró—: Ya entiendo. —Y se ofreció a darme un aventón
a mi casa. Tenía más o menos mi edad, pero no la había visto en la
escuela.
—Gracias —dije mientras se volvía a meter en la carretera luego que
me subí.
—No hay problema. No es muy seguro caminar sola en la noche.
¿Dónde vives?
—¿Conoces a Gunner? —pregunté.
Hizo una mueca y asintió.
—¿Sabes dónde queda su casa?
Me miró antes de regresar la mirada a la carretera. —Todo el mundo
sabe dónde queda la mansión Lawton.
—Vivo en la cabaña de la parte trasera en la esquina oeste.
Me miró de nuevo. —¿Vives en la casa de la señora Ames?
Así que era de por aquí. Me pregunté si iba a mi escuela y de alguna
forma no la noté. —Es mi abuela.
Una sonrisa cruzó su rostro. —Willa Ames ha regresado a Lawton.
Y conocía mi nombre.
—¿Sabes quién soy? —Era una pregunta valida, aún me hallaba
sorprendida.
Se rio. —Me acabo de mudar de vuelta al pueblo también. Sin
embargo, he estado fuera por dos años. Me encontraba aquí para ese
entonces, cuando tú, Gunner, y Brady se hallaban todos juntos. Cada
chica en la escuela quería ser tú. Dos mejores amigos como esos. Te
envidiaba al igual que el resto. Incluso si solo éramos niñas.
Ninguna de las otras chicas me recordaba. Me sorprendía que ella sí.
—No me di cuenta de eso. —Me detuve, luego la miré de nuevo—.
Gracias por el aventón… —Dejé eso en el aire. Esperando que me dijera su
nombre. Casi se sentía maleducado preguntarlo.
Sonrió, y me sentí cómoda con ella. No era una sonrisa fingida pero
no era una completa, tampoco. Muy parecida a la mía.
—Riley Young —dijo finalmente—. La ciudadana más odiada de la
cuidad.
¿Odiada? Eso fue extraño. Era de mi edad y lucía lo suficientemente
agradable. —¿Por qué eres odiada? —le pregunté, preguntándome de
nuevo por qué no la había visto en la escuela si fuimos juntas cuando
éramos más jóvenes.
—Nadie quiere la verdad cuando no encaja. Prefieren ondear
mentiras y vivir con ellas. Así es este lugar. Dios sabe por qué volví.
Eso no fue una respuesta. Pero era la verdad. Sabía todo sobre
verdades y cómo dolían demasiado. Las mentiras facilitaban la vida. Así
que había tolerado las mentiras para cubrir la dolorosa realidad.
—No es solo así en este pueblo. Es así en la vida —respondí.
Regresó su mirada a mí casi como si me estuviera estudiando.
Sorprendida por mi respuesta. Me preguntaba cuántas veces decía esas
mismas palabras a quien no concordaba o entendía.
—¿Qué te trajo de vuelta, Willa Ames? —dijo, agregando mi apellido
como si fuera famosa.
—Las mentiras que cubren la verdad —declaré simplemente.
—Son unas perras, ¿no?
Asentí. Porque eras unas perras. Unas perras dolorosas que altera la
vida.
—¿Gunner no te buscará o se preocupará por dónde estás? —
preguntó.
No me hallaba segura. Posiblemente, y me sentía culpable por eso.
Aunque lo vi bebiendo una cerveza, y no me sentía cómoda yendo en un
auto con alguien que estuvo bebiendo. Aún estaba en libertad
condicional. No podía arruinarlo. Eso definitivamente lo arruinaría.
—No lo creo —dije, esperando que Brady le haya dicho que me fui.
Brady. Mi rostro enrojeció mientras pensaba en el beso. No fui capaz
de enfrentarlo después de eso. No quería enfrentarlo de nuevo, nunca.
Prefería esconderme en mi habitación y bloquear lo que hice o lo que me
permití hacer.
—Maldición. Quería que el imbécil tuviera algo porque preocuparse
—dijo, sonando como si lo dijera en serio. Aparentemente no era fanática
de Gunner. Me preguntaba si era una de sus muchas chicas del pasado.
—Supongo que lo conoces bien. —Estaba siendo curiosa.
Sonrió, luego se encogió de hombros. —Lo suficiente. Mejor de lo que
me gustaría. Mi vida sería mucho más fácil si nunca hubiera regresado a
esta ciudad.
Su tono era triste, y me pregunté qué había pasado aquí. Era mi
aventón a casa, no mi nueva mejor amiga. No la presionaría a decirme
más de lo que quisiera decir. Permanecí en silencio, y recorrimos la corta
distancia restante hasta la casa de mi abuela.
Cuando su auto se estacionó fuera, le agradecí y salí. Justo antes de
entrar, la escuché gritar mi nombre, y la volví a mirar.
—Elige con cuidado en quien confiar. Este lugar se volverá contra ti
sin preguntar. —Entonces me dio una pequeña sonrisa que no llegó a sus
ojos antes de subir su ventana y marcharse.
Fue herida aquí. Eso era muy obvio.
Traducido por florbarbero
Corregido por Beatrix

Gunner
Mi mano se apretó en el volante mientras el Mustang rojo salía de la
entrada de nuestra finca. No era bienvenida aquí. La orden de restricción
contra ella era suficiente para llamar a la policía. ¿Por qué volvió? Nadie la
quería aquí.
Acelerando, corté su escape y frené de golpe. No lo pensé. Me
encontraba enojado. Verla aquí como si tuviera el derecho de conducir
en mis tierras me enfureció. La puta mentirosa necesitaba llevar su culo de
vuelta a dondequiera que escapó. Lawton no la quería aquí.
—¿Quién diablos crees que eres? —grité mientras caminaba hacia
su auto. El brillante Mustang rojo que su madre le compró para ayudar a
aliviar el hecho de que mintió sobre mi hermano.
Me miró como si estuviera aburrida y bajó la ventana. El impulso de
golpear sus faros con un bate de béisbol era fuerte.
—Soy la chica que recogió a una Willa Ames, muy sola y vulnerable,
que caminaba a casa en la oscuridad y la llevó a casa de su abuela a
salvo. No es de extrañar que su aventó la haya jodido. —Entonces
encendió su auto y rodeó mi camioneta sin esperar una respuesta a sus
noticias.
No me gustaba la idea que Willa hubiese estado en su auto
escuchando sus mentiras. Sin embargo, me encontraba un poco aliviado
de que estuviera a salvo en casa. Brady y yo jodimos eso. No me
encontraba seguro de qué diablos pasó en el campo. Pero iba a
averiguarlo.
—Vete a casa —le grité al Mustang rojo.
Riley sacó el brazo por la ventana y me enseñó el dedo. Elegante.
Quería hablar con Willa esta noche, pero no tenía su número de
celular y no podía llamar a la línea fija de la señora Ames. Tendría que
esperar hasta mañana. Al menos sabía que se encontraba a salvo dentro.
Simplemente no me gustaba pensar en las mentiras que Riley Young podría
haberle dicho.
Riley fue el mayor error de mi vida. Dios, desearía que se hubiese
quedado lejos.
Subí a mi camioneta, tomé mi teléfono y llamé a Brady. También
buscaba a Willa.
—¿La encontraste? —respondió, sonando tan asustado como me
sentí.
—Sí, está en casa —dije, todavía molesto porque la hubiera perdido
—¿Cómo llegó allí?
—Consiguió un maldito aventón.
Hizo una pausa. Supongo que esperaba que le dijera quién se lo dio;
pero iba a tener que preguntar si quería saberlo.
—¿Quién? —su pregunta fue casi cautelosa. Como si esperara que
fuera desagradable.
—Riley. —Escupí, como si la sola palabra me hiciera enfermar.
—Mierda —murmuró.
—Sí.
—¿Riley le dijo algo?
—No lo sé. No fue Willa con quien hablé. Fue con Riley. La encontré
cuando salía de la propiedad.
Hubo otra maldición por parte de Brady.
Nos quedamos allí en silencio por unos momentos. Riley casi arruinó
la vida de mi hermano. Lo que hizo era imperdonable. Malo. Vengativo.
—¿Vas a hablar con Willa esta noche? —preguntó finalmente Brady.
—¿Cómo esperas que lo haga? ¿Qué llame a la maldita puerta y le
explique esta mierda a la señora Ames?
—Buen punto.
Diablos, sí, era un buen punto.
—Te haré saber lo que dice después de hablar con ella mañana.
Hizo una pausa y luego dijo—: De acuerdo.
Terminando la llamada, tiré el teléfono en el portavasos y luego me
dirigí a la casa. Un lugar que odiaba tanto como odiaba a Riley Young.
Traducido por Mary Warner
Corregido por Daliam

Willa
Uno esperaría que la madera estuviera más desgastada después de
años sin uso. Pero como se seguía pagando a trabajadores para dar
mantenimiento la propiedad Lawton, la vieja casa del árbol estaba en
buenas condiciones, sin malas hierbas demasiado crecidas trepando por
los escalones. El área lucía recién cuidada. Eso me entristecía incluso más.
Si la casa del árbol hubiese sido olvidada y se hubiese desecho con
el desgaste del tiempo, habría entendido su vacío. Habría sido triste
también, por supuesto, pero no tan triste. La solitaria casa del árbol, lista
para que los niños jugaran y construyeran sus sueños, se hallaba vacía.
Como un hermoso rosal que nadie veía o notaba.
Deslicé mi libro en el frente de mis pantaloncillos cortos, porque era
muy grande para caber en mi bolsillo, y subí los bien cuidados escalones
hacia la casa club donde había conocido por primera vez a mis mejores
amigos de la infancia. El olor familiar del viejo roble vivo que albergaba la
casa del árbol de los chicos Lawton llegó a mi nariz, y me detuve un
momento para inhalar. Un tiempo más seguro en vida. Uno donde los
recuerdos oscuros no me acechaban. Eso era lo que esto representaba
ahora. La fácil amistad que tuvimos en aquel entonces se hallaba
terminada ahora. La perdimos junto con nuestra inocencia de niños. Estar
aquí me recordaba lo que se me arrebató y cuan doloroso fue.
Subí el resto del camino y entré a la cabaña, completada con un
techo en forma de cono que una vez me recordó a un castillo. O la torre
de una princesa encerrada dentro. Saqué mi libro y lo coloqué en el
banco de madera que aún se hallaba allí. Los puff yo no estaban. Sabía
con seguridad que no sobrevivieron al paso del tiempo. Todo lo que
quedaba dentro era de madera o metal. No estaban las cajas de juguetes
o jarras con ranas que capturamos alineadas en los estantes.
Girando lentamente, observé todo. Este fue un tiempo en mi vida
que amé. Que me hizo feliz. Ahora este lugar se encontraba vacío e
incompleto sin risas. Me senté en el banco y cogí mi libro.
—Te extrañé —susurré a las paredes rodeándome—. Es bueno estar
de vuelta.
Sonaba tonto estar hablando a una estructura de madera; pero se
sentía bien. Como si esas piezas de madera me comprendieran y
reconocieran. Me gustaba esa idea. Además, me encontraba sola y
podía sonar tan ridícula como quisiera.
El cálido libro en mis manos olía a papeles viejos y bibliotecas.
Amaba ese olor. Me acompañó por los últimos seis meses. El único escape
que tuve se hallaba dentro de páginas como estas. Tirando de mis piernas
por debajo de mí, empecé a leer las palabras y permití que la ficción me
llevara a otro lugar. Uno con problemas que no eran míos pero me hacían
sentir menos solitaria al mismo tiempo.
Tenía una oportunidad para encontrarme de nuevo. Para sanar y
restaurar la confianza de mi abuela en mí. Si mantenía la cabeza gacha, y
preferiblemente en un libro, podía hacer justo eso. Querer más besos de
Brady Higgens no era un paso en la dirección correcta. No tenía tiempo
para eso. Necesitaba enfocarme en repararme.
Me perdí en las palabras, el tiempo pasó, y mi cerebro bloqueó mi
entorno. Así era cada que vez que leía un libro. Fue por eso que no
escuché el sonido de alguien subiendo la escalera para unirse a mí.
Salté ante el sonido de la voz de Gunner cuando dijo—: ¿Cómo
sabía que aquí era dónde estarías?
Anoche me fui sin ninguna explicación, y se merecía una. Pero
¿podía darle una honesta, o iba a fingir que fue por otra cosa? No me
hallaba segura si Brady fue honesto con él, o si le dijo una mentira para
proteger la verdad. No quería mentirle a Gunner; pero la verdad era
demasiado vergonzosa. Podía volver las cosas raras entre nosotros, y ya
lidiaba con el hecho que Brady y yo nunca seríamos igual que antes.
Nuestra amistad no reavivaría. La rareza se convertiría en torpeza que
mantendría un muro entre los dos.
Gunner se encontraba obligado a notarlo eventualmente.
—Hola. —Fue la mejor respuesta que se me ocurrió. Sonaba débil y
no era justo.
No me presionó para decirle porqué me fui. En vez de eso, vino junto
a mí y se sentó en un banco de metal frente a mí, luego empezó a mirar
alrededor de la casa igual que lo hice yo. Me pregunté desde hace
cuánto tiempo no venía aquí. ¿Sus recuerdos eran agridulces como los
míos?
—Dios, aún se ve igual —murmuró—. Incluso huele igual.
Asentí. —Excepto por la falta de niños sudorosos y calcetines sucios,
sí, lo hace.
Gunner sonrió y dirigió sus ojos hacia mí. —¿Dices que tus calcetines
no apestaban?
—Eso es exactamente lo que estoy diciendo —respondí con una
sonrisa.
Se rio, luego cambió su atención al libro que tenía en mi regazo. —
¿Has venido a leer aquí antes, o es tu primera vez de vuelta?
Una vez más, no exigía una explicación, y eso me hacía sentir
culpable, porque se merecía una. Sabía con seguridad que debió
preocuparse cuando desaparecí. No era cruel y era mi amigo. Me sentía
segura diciéndole la verdad. Era una parte de lo que éramos. Cuando
necesitaba hablar con alguien, Gunner siempre estuvo allí para escuchar.
—Esta es mi primera vez —respondí, queriendo decir más.
—Han pasado cuatro años desde que estuve aquí. La última vez,
traje… a una chica, y nos enrollamos. Fue la primera vez que toqué unos
senos.
Puse mala cara, y se rio de mí. —¿Qué? Soy un chico.
Era muy consciente que era un chico. —Pobre casa del árbol, no
sabía lo que pasaba. Pasó de ser un lugar de entretenimiento para niños a
un burdel de noche. —Bromeaba, por supuesto.
Gunner rompió en risas, y disfruté el sonido. Encajaba aquí arriba. Nos
reímos demasiado en esta casa. Era nuestro lugar para ser libres de los
adultos.
—La han mantenido muy bien. Esperaba escalones podridos y
maleza.
Gunner se encogió de hombros. —Es parte de la propiedad. No
pueden permitir que nada luzca mal en la finca. Además, este era el
regalo de Rhett para su sexto cumpleaños. Hay que protegerlo.
La amargura ante la mención de su hermano mayor me sorprendió.
Todo lo que conocía era un chico que adoraba a su hermano mayor.
¿Qué pasó para que cambiara eso? —¿Rhett y tú ya no son unidos? —
pregunté suavemente, sin querer entrometerme demasiado.
Se encogió de hombros. —Nah, nos llevamos bien. Solo viene a casa
una vez al año por las festividades, pero hablamos por el teléfono a veces.
Eso no explicaba su tono amargado cuando habló de su hermano.
—Ah —dije a modo de respuesta, porque no quería presionar. No era mi
asunto.
—Es el favorito, eso es todo. Lo sabes. Eso no cambió. Nunca lo hará.
Por lo que sabía. Rhett era el hijo más amado. Sus padres se hallaban
orgullosos de él, incluso cuando éramos todos más pequeños. No había
algo que Rhett hiciera que fuera mal visto. Se guardaban todo eso para
Gunner. No es que fuera justo en absoluto; pero así era como funcionaban
las cosas en esta casa. Muchas veces, Nonna se marchaba con un plato
de galletas para meter furtivamente en la habitación de Gunner porque
éste metió en problemas de nuevo con sus padres sobre algo con lo que
Nonna no concordaba.
Incluso sabiendo todo eso, también sabía que allí había algo más.
Debajo de la superficie. Algo que escondía y dejaba hervir a fuego lento
debajo de su piel. Eso no iba a terminan bien. Un día explotaría y terminaría
con demasiados arrepentimientos. Decidí presionar solo un poco. La mejor
manera de hacerlo era ser un poco vulnerable y ver si se abría. No porque
fuera curiosa, sino porque me preocupaba el chico que una vez estuvo allí
para mí cuando más lo necesité.
—Cuando me fui de aquí, pensé que estaría sola para siempre. Sin
amigos de nuevo. Me aterraba ir a la escuela en un nuevo lugar. Pero
luego encontré a Poppy, o ella me encontró. Nunca dejó mi lado. Se
parecía mucho a ti.
Gunner se quedó en silencio, ya que parecía realmente interesado
en lo que le decía. Decir el nombre de Poppy no era fácil. Él nunca sabría
cuánto me costó verbalizar esa parte de mi pasado. Mi pecho dolía, y la
espesa pesadez del dolor empezó a filtrarse en mí. Rara vez me dejaba
pensar en ella. Mucho menos decía su nombre en voz alta. Pero quería
que otros la conocieran.
Merecía ser recordada. Ser compartida. Incluso a pesar que su vida
fue corta y que los planes que hicimos de ir a la universidad juntas y
casarnos con mejores amigos para vivir al lado de la otra nunca se
cumplirían, su recuerdo era precioso. Quería decir su nombre incluso si me
dolía hacerlo.
—¿La extrañas?
—Más de lo que las palabras podrían describir.
Alzó las cejas. —Entonces te hicieron irte. No querías regresar. ¿Tenías
amigos y buena vida allá?
Esas eran preguntas que no iba a responder. En vez de eso le di todo
lo que me hallaba dispuesta a darle. —Sí y no. Mi vida allí se ha terminado
ahora. No quiero regresar. No creo que pueda.
—Pero… —Se detuvo, frunciendo el ceño—. ¿Qué pasa con Poppy?
Esperaba esa pregunta. Cuando dije su nombre, estuve de acuerdo
con contarle la verdad sobre Poppy. Escucharlo decir su nombre no me
dolió. Me hallaba bien con eso. Ella era una parte de mí ahora también.
Quería compartirla con Gunner. No había querido hacer eso antes.
—Está muerta. —Esas eran palabras que me rehusé a decir por un
largo tiempo. Se quedaban atrapadas en mi garganta, y los sollozos
comenzaban cuando lo intentaba.
—Oh, Dios —susurró—. ¿Cómo?
Esa era la parte que odiaba decir. La parte que le pedía a Dios que
nunca tuviera que decir. Eran el porqué me encontraba destruida. El
porqué mi alma nunca sería la misma. Esa noche nos cambió para
siempre. Pero fueron las semanas siguientes cuando Poppy murió que
hicieron la vida inaguantable. Entendí por qué lo hizo. Si hubiera estado en
su lugar, tal vez hubiera necesitado hacerlo también. ¿Podría haber
sobrevivido si no hubiera tomado la salida fácil? Nunca lo sabría. La agonía
que tuvo que soportar rompería a cualquiera. Pero no solo rompió a
Poppy. La acabó. No fue lo suficientemente fuerte para manejar las
consecuencias de nuestra estupidez.
Apartando la mirada de la cálida cubierta del libro que tenía en las
manos, me forcé a mirar a Gunner mientras decía las palabras. Se
clavarían en mí mientras las decía. Siempre lo hacían. Como sea, era su
historia. Una que no iba a olvidar o ignorar.
—Se suicidó.
Traducido por Gesi
Corregido por Jani Colton

Gunner
Santa mierda. Las palabras sonaban calmadas mientras las decía,
pero la mirada en sus ojos las hacía parecer como si hubieran sido
arrancadas de su pecho. Un dolor muy intenso oscureció el color de sus
ojos azules, volviéndolos casi negros, como si sus pupilas se hubieran
dilatado, asimilando la oscuridad de lo que estaba diciendo.
—Lo siento —dije sinceramente. Nunca habría preguntado si hubiese
conocido la respuesta. No entendía como la vida podía ser tan mala para
que alguien quisiera acabar con la suya. Las cosas apestaban; pero
pasarían y eventualmente mejorarían. Solo debías aguantar y pasar por
ello. Pero no le iba a verbalizar mi creencia a Willa. Nunca conocí a
alguien que se hubiese suicidado. No sabía qué se sentía.
Obviamente, por la expresión en su rostro, y el profundo y evidente
dolor en sus ojos, no era algo que alguna vez quisiera saber. Era seguro
como el infierno que no iba a hacer más preguntas sobre ello. Me
preguntaba si fui la primera persona a quien se lo contó.
¿Era por esto que se fue de Arkansas? Para escapar de esta
realidad. Si uno de mis amigos se matara, probablemente yo también
necesitaría irme. Pero no estaba seguro de a donde iría. Willa tenía un
pasado al cual volver. Todo lo que yo conocía era Lawton.
El hecho de que compartiera esto conmigo era importante para ella.
Podía escucharlo en su voz. Confiaba en mí. Como cuando éramos niños.
Sabía que mantendría al salvo sus secretos. Tenerla de regreso me hacía
sentir menos solo. No era lo mismo con Brady. Willa siempre fue en quien
confié por encima de todos.
—Sintió que no tenía otra opción. Lo entiendo, incluso si la pérdida
de mi mejor amiga me aflige todos los días.
La rotundidad de lo que dijo era clara. Me contó todo lo que iba a
contarme, y me pregunté por qué siquiera me contó tanto si le dolía tan
profundamente hablar sobre ello.
Nos sentamos en silencio por varios minutos. Ambos perdidos en
nuestros pensamientos, y en una forma, parecía ser un momento de
respeto por una vida terminada tan prontamente. Por cualesquiera sean
las razones.
—Eso es lo que acecha mis ojos —dijo finalmente—. ¿Qué acecha
los tuyos?
¿Qué acechaba los míos? ¿A qué se refería con eso? Nadie nunca
antes me preguntó mis secretos. No parecía que cargara alguno. Por lo
menos, nunca antes fue mencionado.
—No sé a qué te refieres —contesté, aunque las palabras no
sonaban sinceras mientras las decía.
Me estudió por un momento; la solemne expresión en su rostro me
hizo sentir como si me retorciera en mi asiento. Como si pudiera leer mis
pensamientos y ni siquiera necesitara palabras.
—Si eso es lo que quieres —dijo simplemente.
Exasperado por el confuso giro de esta conversación, traté de
recordarme no meterme con ella. Acaba de contarme que su mejor
amiga se suicidó. Manteniéndome calmado, repliqué—: ¿A qué te refieres
con que si eso es lo que quiero?
—Conozco el dolor, y lo reconozco cuando lo veo en la mirada de
alguien. Tus ojos hablan por ti. Si no quieres hablar sobre ello, lo entiendo.
Bueno, mierda.
No podía seguir mirándola, o escupiría todo lo que nunca quise que
nadie supiera. Enfocarme en la vista de la ventana justo sobre su hombro
derecho era más fácil. Podía ordenar mi cabeza y analizar esto. Contarle
eso a alguien me volvía vulnerable. Incluso decirle a Willa. Pero quería.
Necesitaba decirlo, y no existía nadie más en esta tierra en quien confiara
más. Eso tenía que significar algo. ¿Era esto solo una amistad? ¿Era que
quería lo que tuvimos de niños? ¿O sentía más?
Mi garganta se apretó justo cuando la presión comenzó a aflojarse
en mi pecho.
—Mi padre no es mi padre. No soy realmente un Lawton. —Las
palabras salieron como si la necesidad de liberarlas tuviera mente propia.
Willa no pareció sorprendida u horrorizada cuando volví a
encontrarme con sus ojos. Tampoco había lastima en ellos. No quería la
lástima.
—Eso tiene sentido. No eres un bastardo de corazón frio. —La forma
casual en que lo dijo hizo que una sonrisa tirara de las comisuras de mi
boca. Acaba de contarle a esta chica mi secreto más oscuro, y
simplemente me hacía sonreír.
—¿Cómo lo descubriste? —preguntó como si ya lo supiera.
—Escuché a mis padres pelear cuando tenía doce. Poco después
que te fuiste. Mi padre no ha sido capaz de tener una erección desde que
Rhett era un bebé. Tuvo cáncer de próstata, y aunque la cirugía lo eliminó,
ya no tiene próstata.
Dejó que eso se asentara antes de responder. Me dio un momento
para aceptar el hecho de que mi secreto salió a la luz. Ya no se hallaba
guardado debajo del candado y la llave de Lawton. Lo había compartido.
Acaba de volver vulnerable mi futuro.
Y no parecía importarme una mierda. Me hallaba aliviado.
—¿Sabes quién es tu padre? —me preguntó. La curiosidad en su
mirada era casi graciosa. Le gustaba la idea que no sea un Lawton. Pero
claro, nunca le gustó mi papá.
Sacudí la cabeza. —No. Ellos no saben que lo sé. Nunca se lo he
contado a nadie hasta ahora. Tiene sentido porqué siempre amaron más a
Rhett. Él es el verdadero heredero de esta mierda, y no es un constante
recordatorio de que mi madre tuvo un romance y fue atrapada.
Se rascó la nariz. —Tú eras el hijo más agradable. Nunca entendí su
fascinación por Rhett. Aún no lo hago. Incluso si es un Lawton. No han
hecho mucho para hacer de ese un nombre por el cual estar orgulloso.
Concordaba. Willa fue brutalmente honesta de niña, también. Decía
lo que pensaba, y nunca tenías que preguntarte si quería decir otra cosa.
Aunque a veces querías que mantuviera sus pensamientos para sí misma.
—Siento no haberte dicho que me iba anoche. Tuve una pelea con
Brady sobre algo estúpido, y luego no quise volver a esa multitud de gente
sola. Sin embargo, debería haber esperado y decirte.
Con todo eso de compartir la verdad en esta casa del árbol, me
olvidé de porqué vine buscándola hoy. Sin embargo, ella no lo hizo. Sabía
por qué me encontraba aquí.
—¿Qué hizo? —pregunté, molesto ante la idea que él peleara con
ella. Idiota. Aún más razones por las que no debería haberla dejado
escapar.
Se encogió de hombros. —Es tonto, realmente. Solo estuvimos en
desacuerdo sobre la forma que trata a Ivy. Me dijo que me metiera en mis
propios asuntos, y tenía razón. Debería hacerlo.
La forma en que no encontró mis ojos me dijo que no me contaba
todo. Podía decirme que su mejor amiga se suicidó; pero no podía
decirme qué hizo mi mejor amigo para hacerla huir. Sin embargo, no la
presionaría. Lo descubriría por mi cuenta. Ya habíamos compartido
bastante.
—Está bien. —Le aseguré. Quería advertirle que se mantuviera
alejada de Riley Young; pero entonces tendría preguntas sobre eso. No
tenía ganas de hablar sobre Riley ahora mismo. Necesitaba estar solo por
un tiempo y ordenar mis pensamientos.
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Jani Colton

Brady
No pasé más allá de la parte delantera de mi camioneta antes de
que Willa abriera la puerta trasera de su casa. La casa en la que vivía era
pequeña. Dos dormitorios, un baño, una pequeña cocina con una mesa y
una sala de estar. Cuando alguien conducía afuera, lo escuchabas sin
importar en que parte de la casa vivieras.
Sin embargo, Willa amaba a su Nonna. O por lo menos lo hacía
cuando era niña. No la conocía lo suficientemente bien ahora para saber
si eso seguía siendo verdad. Tal vez había vivido en una gran casa en
Arkansas con privacidad y extrañaba esa vida.
—Nonna volverá pronto. No le gustará que estés aquí. Soy una mala
influencia y tú eres un buen chico.
Eso no era muy alejado del saludo que esperaba. No pensé que
fuera a estar feliz de verme. No después de anoche.
—No me quedaré mucho tiempo. Si la señora Ames vuelve, asumiré
la culpa por estar aquí y le aseguraré que no me has llevado por el mal
camino de ninguna forma.
Willa tuvo que haber hecho algo muy malo para que la señora Ames
se preocupara por mi seguridad en torno a su querida nieta. Sin embargo,
eso era algo para averiguar otro día. No ahora con el beso colgando
sobre nuestras cabezas. Vine aquí para disculparme y con la esperanza de
poder dejarlo atrás. Quise probar las cosas con Willa. Y la prueba fue
increíble. Ese beso no era algo que fuera a olvidar. Ella era más que un
recuerdo de la infancia. Era digna de conocer ahora. Quería eso.
Se cruzó de brazos sobre su pecho y frunció el ceño. Tampoco me
quería aquí. Hablar sobre el beso no se encontraba en su lista de cosas con
las que estaba dispuesta a lidiar. Qué lástima. Íbamos a lidiar con esto
antes de que ambos nos enfrentáramos a Gunner mañana. Me envió un
mensaje anteriormente diciéndome que quería hablar conmigo. Lo ignoré
porque no estaba seguro de lo que ella podría haberle dicho hoy.
—¿Has hablado con Gunner hoy? —le pregunté, yendo al grano.
Asintió.
Mierda.
—¿Le dijiste por qué saliste corriendo anoche? —No podía obligarme
a mencionar el beso.
Sacudió la cabeza. —No.
Uf. Tenía tiempo de arreglar esto antes de que tuviéramos una pelea
inútil.
—Lo siento… no, en realidad no lo hago. Quería besarte, y me
devolviste el beso. Estuvo bien. Estuvo más que bien. Fue jodidamente
increíble.
Todo el viaje hasta aquí repasé lo que iba a decir, y esta no fue una
opción. ¿De dónde diablos salió toda mi honestidad? Verla cara a cara
me hizo querer obligarla a admitir que también sintió algo. Porque sabía
que lo hizo. No fui solo yo.
Sus mejillas se volvieron de un rosa brillante, y quise sonreír,
sintiéndome un poco presumido porque esas palabras la hicieran
sonrojarse. Pero me controlé y esperé a que dijera algo. Cualquier cosa
estaría bien en ese momento.
Con un profundo suspiro, cerró los ojos brevemente, luego sacudió la
cabeza. Había olvidado lo dramática que Willa podía ser. —No
deberíamos habernos besado. Tal vez teníamos curiosidad debido nuestro
pasado. Sé que yo la tenía, pero tienes una chica a la que no llamas novia;
pero es algo para ti. Tengo mucho que demostrar y mucho que resolver.
No puedo ir por ahí besando chicos.
—No estaba sugiriendo que fueras por ahí besando chicos anoche.
Solo a mí. —Y la honestidad seguía saliendo de mi boca como un volcán
en erupción. Maldita sea. Tenía que callarme.
El fruncimiento en su hermosa boca se profundizó. Traté de no pensar
en la forma en que sabía su boca y en cuanto me gustaría acercarme y
probarla de nuevo.
—Sabes a lo que me refiero. No estoy aquí para eso. Estoy aquí… No
quiero eso. Sólo quiero ir a la escuela y hacer que mi Nonna se sienta
orgullosa.
No íbamos a hacer ningún progreso hoy porque ella no iba a
explicar nada más. Podría presionar, pero me dejaría afuera. La pared
entre nosotros crecía más a cada minuto y no quería eso. No con Willa.
—Bien, bien. Lo entiendo. No quise hacerte huir anoche. Lo siento por
eso. No debería haberte perdido afuera. Debería haberme asegurado de
que estuvieras a salvo. Riley Young seguro como el infierno no es alguien
confiable con quien andar.
Parecía confundida, luego frunció el ceño. —¿Cómo supiste que me
fui con Riley Young?
Me encogí de hombros, no sabía que fuera un secreto. —Me lo dijo
Gunner.
El ceño fruncido empeoró. —No le dije a Gunner sobre Riley. No me
preguntó.
Ah, así que Gunner no quiso explicar su odio hacia Riley. No podía
decir que lo culpara. Si hubiera hecho que mi hermano casi estuviera
encerrado tras las rejas por una falsa acusación, entonces también la
odiaría demasiado. Ahora la odiaba bastante. Rhett era como mi hermano
mayor, o la cosa más cercana que tuve a uno cuando él vivía en casa.
Riley estuvo a punto de costarle su beca de fútbol y futuro en la
Conferencia de Futbol del sureste.
Rhett fue como el hermano mayor de todos nosotros una vez. Era el
hermano mayor más genial que todos conocíamos y nos llevó a las fiestas
del campo antes de que fuera nuestro tiempo. Todos lo apoyamos en
aquel entonces, y Riley no sólo se convirtió en su enemiga, sino en la de
todos nosotros.
—Gunner se la encontró al salir de la propiedad de camino a
encontrarte cuando huiste. Me encontraba en problemas con él por
perderte, y no se hallaba de humor para encontrarse con Riley. Aunque se
sintiera aliviado de que te encontraras en casa, odió que estuvieras cerca
de esa perra.
Willa dio un paso adelante y me lanzó una mirada molesta. —Riley
fue agradable, y no hizo ni dijo nada malo sobre ustedes. Me agradó.
Con una advertencia que necesitaba por adelantado, me aseguré
de que me entendiera con una voz alta y clara. —No le digas eso a
Gunner. No hay nadie en esta tierra a quien odie más.
—A su papá —contestó.
Sacudí la cabeza. —No. Ni siquiera a él.
—Nonna viene para aquí. Ya te vio. Por favor, sigue adelante y vete
ahora para que no se enoje conmigo.
No podía discutir eso, aunque quería quedarme y hablar. No sentía
que hubiera logrado nada. Meterla en problemas con su abuela no me
haría ganar puntos. Pero quería oírla decir que sintió algo también. Que
quería probar más cosas conmigo como yo. Incluso si había una
oportunidad para más, quería oírlo.
Asentí. —Está bien, pero me gustaría hablar de esto otra vez. Quiero
más que una amistad, Willa. Si eso es todo lo que puedes darme, entonces
lo aceptaré, pero ese beso no ha salido de mi mente desde la noche de
ayer.
No esperé a que respondiera. Me giré y me dirigí a mi camioneta,
saludando a la señora Ames, con la esperanza de que ayudara en algo
con Willa.
Traducido por Val_17
Corregido por Miry GPE

Willa
Tendría que enfrentar a Nonna, y lo siguiente sería permitir que me
advirtiera que dejara en paz a Brady. Bien podría lidiar con ello para
acabarlo de inmediato. No era justo, ya que no le pedí que viniera, e
incluso le dije que se fuera.
Entré de nuevo en la cocina y comencé a preparar mi merienda de
la tarde. Nonna llevó algo de comida a la gran casa para Gunner. Hacía
eso los domingos dado que los Lawton salían todo el día y Gunner no
participaba en el ritual que ellos tenían.
La puerta trasera se abrió justo cuando empecé a cortar una pera, y
respiré profundamente para calmar mi frustración por el sermón que me
hallaba a punto de recibir.
—¿Por qué Brady Higgens estaba aquí? Creí haberte dicho que
dejaras en paz a ese chico.
Aquí vamos, murmuré en mi cabeza. Agarré el frasco de mantequilla
de maní para untar un poco en mi pera. —Lo hiciste, y he obedecido. Sin
embargo, no puedo controlar las acciones de Brady. Vino, y le dije que se
fuera. Ni siquiera llegó a la puerta trasera.
Nonna se quedó en silencio un momento, y no me volteé para
mirarla. Preparé mi merienda de pera y mantequilla de maní como si fuera
la cosa más importante que haría en todo el día.
—Bueno, no fuiste grosera, ¿verdad?
¿De verdad me preguntaba si fui grosera? Jesús, ¿qué demonios
esperaba que hiciera?
—Le pedí que se fuera. Si eso es grosero, entonces sí, supongo que lo
fui. —Todavía no la miraba. Caminé hasta la nevera y saqué una taza
congelada para mi leche.
—¿Por qué se encontraba aquí?
—Porque me fui de la fiesta anoche sin decir adiós y le preocupaba
haber dicho algo que me ofendiera.
No me gustaba mentir. Pero en momentos así, era necesario. Mi
Nonna no podría manejar la verdad. Me besó y salí corriendo como alma
que lleva el diablo no era una opción aquí.
Ella hizo una especie de resoplido que perfeccionó a lo largo de los
años. —Bueno, eso es muy amable de su parte. Es un buen chico. No hay
necesidad de ser grosera cuando pase por aquí.
Quise gruñir de frustración. Requerí otra respiración profunda para
calmarme antes de darle la cara finalmente. Sosteniendo mi plato en una
mano y la taza en la otra, me di vuelta para encontrar su mirada
evaluadora.
—Acepté sus disculpas, le dije que no eran necesarias, y que tenía
que irse. Que yo era una mala influencia y tú no lo aprobabas.
Mi madre habría gritado y perdido la compostura ante un
comentario como ese. Pero Nonna se limitó a suspirar como si no pudiera
hacer nada conmigo, y negó con la cabeza. —Siempre tan honesta y
directa al grano —murmuró.
Sí, lo era. Y en su mayor parte era honesta. Excepto cuando tuve que
mentir acerca de besar a Brady Higgens.
Movió su dedo hacia mí. —No creo que seas una mala influencia.
Acabas de sanar como para hacer algo con un chico como ese. No es del
tipo que alguna vez entenderá.
Aunque me señalaba con el dedo como si me regañara, sus
palabras me ayudaron. Saber que no pensaba que era demasiado terrible
para estar cerca de Brady, el chico dorado. Era por razones que me
concernían a mí. No a él. Se preocupaba por mí.
Mi pecho se alivió, y mi frustración desapareció.
—Lo sé. Es un buen tipo; pero mis demonios son demasiado oscuros
para él.
Nonna parecía triste. Ahora deseaba no haber dicho eso. No
siempre expresaba lo que pensaba de la manera correcta.
Se acercó a mí, tomó el plato y la taza de mis manos, los colocó en
la mesita de linóleo con la silla amarilla de los años sesenta que era la pieza
central de la cocina. Luego se giró hacia mí y me atrajo en un fuerte
abrazo.
—Te amo, mi Willa. Cometiste errores y sufriste mucho por ellos. Estaré
aquí para ayudarte a sanar. Nunca estarás sola.
Eran palabras que un niño esperaba de su madre. Palabras que mi
madre nunca pronunciaría mientras viviera. Palabras que me aseguraban
que era amada. Mi Nonna era mi lugar seguro. Siempre lo fue.
—Gracias —susurré en su hombro, conteniendo las lágrimas. Ya no
necesitaba llorar más. Ya había llorado suficiente.
—Por qué no compartes esa merienda conmigo. Luego prepararé
caldo de pollo y bolas de masa de la forma en que te gusta.
Cuando era una niña y las cosas se ponían difíciles o me molestaba
por algo, Nonna siempre me preparaba caldo de pollo con bolas de
masa, dándome más bolas de masa, por lo que no era una comida muy
saludable. Pensar en comer eso ahora me hacía sentir como si todo
estuviera bien. Porque en ese entonces siempre lo estaba. Pero en ese
entonces no había sufrido una tragedia.
No creía que el caldo de pollo y bolas de masa pudieran remediar
esto.
—Eso suena bien —le dije en lugar de la verdad.
Me dio unas palmaditas en la espalda con tranquilidad. —Tu mamá
no sabe cómo amar de la manera correcta. No sé por qué, porque el
Señor sabe que la amé y también lo hizo su papá. Pero algo en ella nunca
encajó. Siempre se ponía en primer lugar, por encima de los demás. Y lo
siento por eso, Willa. De verdad siento eso.
Oírla decir lo que ya sabía ayudó. Me hacía sentir como si no tuviera
la culpa por no ser amada, sino que mi madre era quien simplemente no
podía amarme. Asentí, me besó en la sien antes de retroceder y mirarme a
los ojos. —Eres una chica especial. Una que me hace sentir orgullosa. No
dejes que la vida te quite eso. Lucha y prevalece.
No me encontraba segura de lo que quería decir con todo eso, pero
sonaba esperanzador. Sonaba como si creyera en mí. Necesitaba a
alguien que lo hiciera. —Lo haré, Nonna —prometí.
Más tarde esa noche, mientras me hallaba acostada en la cama
mirando al techo me di cuenta que una parte de mí esperaba ir a la
escuela mañana. Pero cuando traté de descifrar qué era lo que más me
gustaba de la escuela, no pude descubrirlo.
La idea de ver a Gunner en la mañana y nuestro viaje a la escuela o
mirar a Brady de nuevo y escucharlo decirme cosas que no debería.
Ambas opciones eran patéticas, y tenía que dejar de fingir que podría
haber algo así para mí.
Brady y sus sonrisas que hacían que mi corazón se volviera tonto
cuando era niña todavía me atrapaba en alguna parte del pecho. Era tan
bueno y confiable. Podías confiar en él y saber que no te defraudaría. Pero
también tenía una novia a la que en realidad no llamaba novia, por lo que
era un punto en contra. No tenía la certeza de si lo que sentí en ese beso
fue a la niñita con el enamoramiento o algo más.
Gunner era diferente. Me frustraba y tranquilizaba a la vez. No
cuestionaba sus motivos; los entendía. No se desvivía por ser amable con
todos, pero tampoco se interesaba en una chica en particular. Era
brutalmente honesto. Cuando me encontraba con él, sentía una
comodidad que no experimenté en mucho tiempo. Una parte de mí
realmente lo necesitaba.
Tuve la oportunidad de ser una adolescente normal y lo arruiné.
Destruí era una mejor palabra. Mis elecciones fueron cosas de las que
están hechas las pesadillas.
Cerrando los ojos, pensé en los días después de esa noche y las
veces que intenté despertarme del horror que quería que fuera sólo una
pesadilla. Si pudiera despertarme, Quinn y Poppy seguirían vivas.
Si tan sólo las segundas oportunidades fueran reales. Pero no lo eran.
Nunca lo serían. Ni para mí ni para Poppy.
Mi celular se hallaba escondido en el antiguo armario de madera
justo enfrente de mi cama. Allí estaba. Sabía que se encontraba allí.
Simplemente no podía tocarlo o encenderlo. Mi madre podría haber
cancelado el servicio para este momento. No lo sabía. Sólo sabía que no lo
volvería a usar.
Ese pequeño teléfono plano contenía el recuerdo de la última
llamada telefónica que contesté. Una llamada de la madre de Poppy.
Nunca lo volví a encender. No podía lidiar con los mensajes de texto ni con
ninguna otra persona que intentara llamar para averiguar los detalles
tratando de actuar como si sintieran simpatía. Eso era lo peor de todo. La
forma en que la gente entrometida trataba de descubrir los detalles.
Luego estaban los recuerdos de los Snapchats y los mensajes que
intercambiaba a diario con Poppy. Había demasiado en ese teléfono que
no podía soportar ver. Me pregunté si siempre sería tan duro. ¿Un corazón
se recuperaba de algo así?
Traducido por Val_17
Corregido por Miry GPE

Gunner
Al igual que las otras veces que recogí a Willa, me esperaba en el
camino para no tener que pasar por su entrada. Le di su espacio después
de la manera en que se sinceró acerca de su amiga. Supuse que aparte
de su Nonna nadie aquí conocía esa historia. Aquí todo el mundo asumía
que su madre la abandonó y se fugó con un hombre nuevo, ya que una
vez fue lo suyo.
Contármelo fue algo importante para ella. Al igual que decirle que
no era realmente un Lawton fue algo muy importante para mí. Me juré que
nunca se lo diría a nadie, pero quise hacerlo. Quise contárselo a Willa. Era
confianza. Confiaba en ella más que en nadie, me di cuenta cuando las
palabras salieron de mis labios. Por qué confiaba en Willa, en realidad no lo
sabía. Pero lo hacía.
Coloqué una magdalena de arándanos en su asiento. Ni una sola
vez se me olvidé traerle lo que fuera que la señora Ames hubiera horneado
y dejado en la mesa de la cocina desde el primer día que condujo
conmigo. Me gustaba hacerlo, y me gustaba la forma en que sonreía
cuando eso se encontraba allí esperándola. Cuando abrió la puerta, hizo
una pausa y lo vio, luego lo recogió y me lanzó una sonrisa.
—Gracias.
—De nada.
También era nuestro habitual saludo mañanero. Quería que esto se
convirtiera en nuestra rutina. Las mañanas con Willa eran mejores. Me
gustaba esto. Lograba estar a solas con Willa, y muchas veces nos reíamos.
Ahora ambos conocíamos los secretos que intentábamos esconder, y se
sentía más íntimo. Nunca sentí esta conexión con alguien. Desde el
momento en que supe que mi vida era una mentira me cerré, pero Willa
alcanzaba esa parte de mí que nadie más intentó alcanzar.
Una vez que estuvo dentro de la camioneta y se acomodó, le dio un
mordisco a su magdalena y permaneció en silencio. No esperaba que
hablara mucho esta mañana. No después de todo lo que compartimos. La
dejaría tener paz y sería paciente. Sin embargo, no le permitiría alejarse de
mí. Necesitaba a Willa. E incluso si no quería admitirlo, me necesitaba.
—Lavé los arándanos para esta magdalena anoche —dijo mientras
se la terminaba y limpiaba las migas de sus manos.
—Entonces la señora Ames debió dejarte algunas en la cocina esta
mañana.
Asintió. —Estoy totalmente de acuerdo. Pero Nonna no lleva a casa
ningún alimento que hayan pagado tus padres. Dice que es robar y esas
cosas.
Eso era ridículo. La señora Ames me traía comida de su cocina
cuando mis padres salían los domingos y cuando mágicamente sabía que
necesitaba un tratamiento especial. Nuestra comida era suya. —Odio que
se sienta de esa manera. No lo veo así.
Se encogió de hombros. —No importa. Tengo el acuerdo contigo, así
que todo resulta bien al final. —Estaba bromeando. Su voz no era tan
pesada como la última vez que hablamos. Había un tono en su voz que
recordaba de hace años. Como si esa chica no hubiera desaparecido por
completo después de todo.
—Es cierto. Supongo que será mejor que me mantengas cerca.
Escuché decir que la casa grande recibirá panqueques de fresa mañana.
Willa suspiró. —Supongo que ya sé lo que lavaré esta noche.
Nuevamente su tono era ligero, y me gustaba.
—Sólo asegúrate de limpiarlos muy bien. Odio comer panqueques
con fresas sucias.
Me lanzó una mirada mordaz. —No presiones. Podría escupir en todo
el lote y no comer ninguno.
Esta vez me reí. Ruidosamente. Y su sonrisa se convirtió en una de
oreja a oreja. Dios, era agradable. Realmente agradable.
—Me comportaré —respondí finalmente, después de que mi risa se
extinguió—. ¿Hablaste con Brady este fin de semana? —Sabía que su
camioneta se detuvo por aquí brevemente ayer. Esta mañana, la señora
Ames mencionó que él pasó a su casa y que esa podría ser una mala idea.
Debería hacerle saber a Brady que Willa tenía que sanar ahora mismo.
Concordaba con ella. Si Brady no era más que amistoso a su
alrededor, entonces necesitaba seguir adelante. La idea me hizo sentir
disgustado, y traté de contenerlo. Aunque era difícil. Tenía que recordarme
que Brady era mi amigo, el mejor que había tenido la mayor parte de mi
vida. Claro que cambiamos con los años, pero seguía siendo importante
para mí. Pasamos por un montón de cosas juntos, y eso contaba para
algo. No quería que Willa fuera lo que se interpusiera entre nosotros, pero
por otro lado, no iba a dejar que la tuviera.
—Vino para ver si me encontraba bien con lo de ayer.
Su respuesta no era tan detallada como quería.
—Así que, ¿se disculpó? —pregunté, insistiendo.
Se encogió de hombros. —Mmm. —Fue su respuesta murmurada.
Nos contamos mierda que no le habíamos dicho a nadie más. Debimos
superar esta etapa de respuestas enigmáticas.
—¿Qué tipo de respuesta es esa? ¿Sí, no, cierra tu maldita boca
porque no voy a decírtelo?
Se le escapó una pequeña risita, y me alegró que lo encontrara
gracioso.
—Sí y no. Fui la que dirigió la conversación, y le debía una disculpa
por actuar del modo en que lo hice. —Quería más que eso. Éramos mucho
más cercanos, y Willa lo sabía. Mis manos se apretaron en el volante, y la
idea de que esto me molestara tanto me sacaba de quicio.
Además, no estaba de acuerdo. Brady tenía una vida fácil.
Encantadora. Sus padres se amaban, y su vida en casa era segura. No
lidiaba con secretos familiares ni muerte. Su tía fue asesinada, pero apenas
la conocía. Que Maggie fuera a vivir con él era el drama más grande que
alguna vez enfrentó.
—¿Pero se disculpó? —pregunté.
Asintió. —Sí, pero no necesitaba hacerlo.
No discutiría en nuestro viaje a la escuela. Mantendría ese
pensamiento para mí mismo. Brady, sin embargo, iba a ser interrogado
cuando lo tuviera a solas.
—No estás vestida con ropa de los noventa. —Señalé, y me frunció el
ceño como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Qué?
—Es la semana de bienvenida. El viernes en la noche es el partido de
bienvenida, y toda esta semana tiene un tema. Hoy es el Día de los
Noventa, mañana el Día del Oeste, el miércoles el Día del Pijama, se me
olvidó cuál era el jueves, y el viernes siempre es Día de los Colores de la
Escuela.
Miró mi chaqueta y vaqueros. —Tampoco tienes vestimenta de los
años noventa.
—Estoy en el equipo. Se supone que use la chaqueta toda la
semana.
Willa rodó los ojos. Esto era tonto. Yo no participaba en nada de eso.
Me habría sorprendido si ella lo hiciera. Si no usara mi chaqueta todos los
días, tampoco participaría. ¿Quién diablos sabía cómo se vestían en los
noventa? Ni siquiera nacíamos en esos años.
—Todo lo que hacíamos para esta fecha en mi vieja escuela era un
baile después del juego y un gran espectáculo de porristas el viernes.
—También hacemos eso. Excepto que nuestro espectáculo de
porristas se acompaña de un desfile en el centro de la ciudad.
Se rio. —Me olvidé del desfile de bienvenida. ¿Todavía arrojan
dulces? Me encantaba que Nonna me llevara por los dulces.
—Las porristas y miembros de la banda lo hacen.
—¿Vamos a tener el día libre de la escuela para esto?
—Síp.
—Genial.
Le pedí a Serena ir a la bienvenida hace dos semanas porque sabía
que era algo seguro. Después de nuestra victoria todo lo que quería era
tener algo de acción. Ahora me arrepentía de eso. Quería experimentarlo
con Willa. Siempre podía cancelarle, pero entonces Serena haría que la
vida de Willa fuera un infierno. No era tan egoísta como para hacer algo
así.
Traducido por Beatrix
Corregido por florbarbero

Willa
Gobierno de Estados Unidos era una buena clase para comenzar el
día. Siempre se sentía como si me contaran una historia. No como los
problemas de matemáticas que eran más complicados de resolver o el
concentrarse en Biología Humana, la cual era la clase electiva más difícil
que tenían aquí. Sólo una buena historia. Si sólo nos dejaran beber café y
comer magdalenas en clase, entonces sería el comienzo perfecto para el
día. Lamentablemente, el señor Hawks era muy riguroso sobre no comer o
beber en clase. También le gustaba ver nuestras manos en movimiento
tomando notas.
No necesitaba notas. Tenía buena memoria. Podía escuchar la
historia y recordar todos los detalles. Explicarle eso no parecía ser una
buena idea, así que simplemente tomaba apuntes y deseaba tener café y
magdalenas. También deseaba no pensar en a quien llevaría Gunner al
baile de bienvenida. Me encontraba segura de que no iría solo. Brady
llevaría a Ivy. No tenía que preguntar para saber la respuesta. No estaba
disponible para citas y cosas como bailes, de todos modos. Tenía mucho
que demostrar y encontrar una manera de vivir.
Preocuparme por a quién llevaba Gunner no era sano, y realmente
no debería hacerlo. Pero mientras que el señor Hawks discutía la política
exterior y defensa nacional, me puse a pensar que el estúpido baile de
bienvenida no significaba nada en el gran esquema de las cosas. Era sólo
un baile. Uno al que no necesitaba asistir. No fui al de penúltimo año
tampoco. En lugar de eso estuve… borracha en una fiesta.
Sacudiendo la cabeza para borrar ese recuerdo, me concentré de
nuevo en el señor Hawks, escribiendo lo que acababa de decir. Esto era
en todo lo que necesitaba pensar. Hacer sentirse orgullosa a Nonna y
graduarme de la preparatoria. Luego iba a centrarme en demostrarle a mi
madre que no era una perdedora sin esperanza, mientras ayudaba a los
niños a no cometer los errores que cometí. Si pudiera salvar una vida de las
drogas y el horror que ellas traían, entonces lo haría. Cada vida que
salvara, lo estaría haciendo por Poppy… y Quinn.
La oscuridad se instaló en mi pecho de nuevo, y sentí dolor en el
estómago al pensar en ellas. El rostro sonriente de Quinn con su diente
caído. Acababa de perder uno de los frontales y ya no podía silbar. Nos
habíamos reído y reído de sus intentos. Quinn era una niña de tres años, tan
feliz. Era más cercana a mí que mi propio hermano pequeño, que se
mantenía ocupado con los deportes después de la escuela y con nuestra
madre y su padre. Tenían una unidad familiar en la que en realidad nunca
se me permitió entrar.
Poppy y Quinn fueron mi familia. Tragué el nudo que se formó en mi
garganta. No podía romperme en clase. Escuchando con atención, escribí
cada palabra que salía de la boca del señor Hawks. Haciendo de ello un
juego para ver si podía prestar atención. Ese enfoque era la única cosa
que me haría pasar esta clase sin llorar.
—¿Estás bien? —susurró Asa, inclinándose más cerca de mí.
Se metió en la clase después de que sonó la campana, así que no
hablamos, ya que el señor Hawks ya había comenzado la clase.
Me olvidé por completo que se encontraba sentado allí. Además, no
me había acercado lo suficiente a él en su fiesta del sábado para desearle
un feliz cumpleaños. Tendría que pedir disculpas por ello. Tragándome mis
emociones, logré darle una sonrisa y asentir.
No parecía muy convencido, y me hallaba segura de que no
enmascaraba completamente mi dolor interno. A pesar que hacía mi
mejor esfuerzo. El señor Hawks comenzó a escribir nuestra asignación en la
pantalla del proyector que ahora sustituía la pizarra blanca. De esta
manera nunca tenía que levantarse de su escritorio. Podía sentarse y
escribir todo. Nótese el sarcasmo en mi voz. Su amor por los bollos de miel
en la mañana significaba que necesitaba de un poco más de ejercicio.
—No te vi la noche del sábado —dijo Asa después de que el señor
Hawks se sentó con una taza de café y un bollo de miel.
—Lo siento. Tenías tantas personas a tu alrededor, entonces me fui
temprano. Realmente no soy persona nocturna. Me gusta dormir. —Esa era
la mejor mentira que tenía.
Se rio entre dientes. —Eres muy interesante.
No tenía respuesta para eso.
—¿Anotaste todo eso? Te vi escribir como si tu vida dependiera de
ello.
Asentí, entonces me encogí de hombros. —Bueno, la mayor parte. Lo
intenté.
Arqueó una ceja y se inclinó hacia mí. —¿Puedo pedirlos prestados?
Me encontraba demasiado ocupado viéndote apuntar todo. O casi todos.
Empecé a asentir cuando el señor Hawks se aclaró la garganta con
fuerza, y los dos volvimos nuestra atención al frente de la clase. Nos miraba
sobre sus gafas con un poco de bollo con miel sobre su labio superior. —¿Es
necesario asignar más trabajo? ¿Eso no fue suficiente?
—No, señor, creo que esto va a ser suficiente —dijo Asa arrastrando
las palabras, sonando un poco divertido. Me concentré en mi trabajo
delante de m, sin mirar en su dirección de nuevo.
Asa se rio, pero yo ni siquiera sonreí.
Cuando sonó la campana, el tipo sentado detrás de Asa comenzó a
hablar del juego de bienvenida, y me escapé rápidamente.
Sorprendentemente, había un montón de chicos vestidos de una manera
extraña en los pasillos completamente disfrazados de los noventa. Pensé
que el día de los setenta tenía más sentido. Se vestían más geniales en
aquel entonces. Esta cosa de los noventa parecía un mal episodio de
Friends. Era el programa de televisión favorito de mi madre de todos los
tiempos, por lo que incluso pensar en el programa traía un montón de
malos recuerdos.
Brady se hallaba en la puerta cuando salí al pasillo. Su atención
estaba en mí, así que vino simplemente para hablar conmigo. Me sentía
incómoda a su alrededor, y odiaba eso. El beso cambió todo, y deseaba
tanto que no lo hubiera hecho. Antes las cosas con él eran más fáciles. Me
sentía como si estuviera ocultándole algo al mundo, y no tenía la energía
para tener que ocultar nada más. Ya ocultaba bastante.
—Hola —dijo, viéndose un poco nervioso. Genial, se sentía raro
también. Incluso después de nuestra breve pero incómoda charla de ayer.
—Hola —contesté, tratando de pensar en algo normal para decir.
Una chica que usaba un overol con un tirante desabrochado y una blusa
corta debajo pasó. Ese era un terrible estilo de los años noventa, pero ella
dio en el clavo. Rachel de Friends lució overoles más de una vez. ¡Puag!
—¿No te disfrazaste de los noventa tampoco? Todos ustedes lo
tienen fácil con solo usar la chaqueta.
Brady era el mariscal de campo. La escuela parecía adorarlo,
especialmente el día del partido. No entendía eso. ¿No se necesitaba todo
un equipo para ganar un partido?
Sonrió y miró a su alrededor antes de mirarme. —Sí. No te disfrazas
tampoco. No tienes espíritu escolar.
—No siento el espíritu escolar. Sobre todo si eso significa vestirse con
trajes ridículos a diario. Voy a pasar.
La sonrisa de Brady creció, entonces se inclinó hacia mí y susurró—:
No te culpo.
—Eres el mariscal de campo de este “tan especial” equipo. Debe
importante —respondí.
No pareció insultado. —Sólo me importa ganar. Ignoro estas mierdas.
Eso no sonaba como Brady. El Señor Estrella de Fútbol. Justo cuando
pensaba eso, un chico desconocido pasó y le dio una palmada en la
espalda. —Gran semana —dijo, sonriéndole a Brady como si éste pudiera
hacerlo todo. Lanzar el balón, atraparlo, y correr con él hasta anotar. Qué
cliché.
Traducido por Beatrix
Corregido por florbarbero

Brady
Willa se relajó un poco conmigo en el pasillo. Ahora era incapaz de
borrar la sonrisa de mi rostro. Tal vez no arruiné las cosas. Quería una
oportunidad para esto. Para nosotros. Era obvio que trataba de no sentirse
incómoda conmigo después de nuestro beso, y me alegraba. Porque
quería más besos. Quería más de Willa. Actualmente me encontraba
haciendo caso omiso de la clase del profesor mientras pensaba en
maneras de librarme de ir al baile de bienvenida con Ivy para poder llevar
a Willa. Estaba a salvo de que Gunner la llevara porque ya había quedado
con Serena. Sabía que no se encontraba dispuesto a renunciar a una
mamada y sexo la noche del baile por llevar a Willa.
Mi único obstáculo era Ivy, y no quería ser cruel. Sólo quería librarme
de ella. La dejé salirse con la suya durante tanto tiempo que no pensé en
lo que pasaría si alguien como Willa entraba en mi vida. Dañar a Ivy no era
atractivo, pero por más que lo intentara, no podía pensar en ninguna otra
manera. Mi mente pasó por varios escenarios. Pensaba en pagarle a Nash,
que todavía no le pidió a nadie ir al baile, para que la invitara. Le diría que
no, pero éste le diría que yo coqueteaba con Willa, y que tendría más
probabilidades de recuperarme si iba con él. Haciendo que sea su
elección no la mía, y no saldría lastimada.
Era una enorme manipulación, y no me hallaba completamente de
acuerdo con eso, tampoco. Maldita sea. ¿Por qué se lo pedí a Ivy?
Aunque, honestamente, sabía por qué. Simplemente era fácil.
La campana sonó por fin, eso significaba que era la hora del
almuerzo. Me moría de hambre, pero siempre me hallaba hambriento. Era
la semana del juego de bienvenida, por lo que los jugadores de fútbol
obtendrían comidas especiales de parte de las porristas y miembros del
club de apoyo. Hoy tocaba pizza, y me encontraba más que preparado
para ello. La mayoría de las madres del club de apoyo traerían productos
horneados. Tenía la esperanza de conseguir algunos de esos brownies
cubiertos de chocolate que la mamá de Ivy siempre hacía. Se lo mencioné
la semana pasada cuando me preguntó mi postre preferido para la
semana de bienvenida. Me aseguré de pedir eso.
La culpa me invadió de nuevo por lo de Ivy. Cambié mi tren de
pensamiento y busqué a Willa entre la multitud. Mi mirada se posó en ella y
Gunner caminando a la cafetería juntos. No iba a mentir. Un pequeño
picor de celos explotó en mí. Gunner reía de algo que ésta decía. Cuanto
más juntos los veía, más difícil era para mí estar alrededor de Gunner. Me
irritaba. La engañaba. No era hombre de una sola mujer. Nunca lo fue.
Willa era diferente. También lo era mi amistad con Gunner. Y se destruía
lentamente. Por ella. Y aunque no era lo que quería, eso ocurría.
Willa valía la pena. Verla me hacía sentir mejor. Me gustaba la forma
en que usaba converse con faldas. Era lindo. Casi como si se despertara
con la decisión de vestir femenina, y luego dijera: que se jodan, y se
pusiera los zapatos antes de irse.
—Mamá trajo tus brownies —dijo Ivy pasando el brazo debajo del
mío y envolviéndose alrededor de él. Como si se aferrara a mí por miedo a
caer. Sentí un nudo en el estómago porque quería librarme de Ivy, pero no
me hallaba seguro de cómo hacerlo.
—Gracias —le contesté, y lo dije en serio. Conociendo a Ivy, tendría
brownies todos los días de esta semana. Demostrando una vez más que
era un idiota por tratar de librarme de llevarla al baile de bienvenida.
—También me aseguré que te dieran el pan de queso con la salsa
que te gusta. Sé que te encanta con la pizza.
Una vez más me hacía sentir terrible. Si tan sólo pudiera ser la chica
pegajosa y molesta, sería más fácil. Pero luego hace cosas agradables
como estas, y me siento mal.
—Genial. Gracias —dije de nuevo.
Entramos en la cafetería con Ivy todavía aferrada a mi brazo en un
signo muy evidente de que estaba tomado. O eso es lo que quería que
pareciera. No es que a las chicas por aquí realmente les importara.
Ligaban conmigo sólo para enojarla. Ivy quería una relación significativa. Y
yo simplemente no sentía lo mismo.
Volviendo la atención de nuevo a Gunner y Willa, la vi sentarse en
nuestra mesa con él. Interesante. Todos en el equipo de fútbol tenían que
invitar a una persona a la mesa en la semana de bienvenida para comer
con ellos, y Gunner eligió a Willa. Yo tenía que elegir a Ivy. Se aseguró que
tuviera pan de queso y brownies, maldición. Lo mejor que podía hacer era
ir a sentarme al lado de Willa. Lo cual me apresuré a hacer antes de que
alguien más pudiera. Ivy tendría que lidiar con eso.
—¡Lo juro por Dios! No me he perdido ningún baile de bienvenida
desde nuestro primer año y no voy a empezar a hacerlo. —Gunner se
jactaba con Willa. Quien me miró mientras me sentaba a su otro lado.
Gunner se hallaba en el extremo de la mesa, y Willa se encontraba
sentada a su derecha, en el lado que miraba hacia la puerta. Supongo
que quería mantener su escape a la vista si necesitaba alejarse de todos
nosotros.
—Fanfarronerías. Me gusta —le dije.
Willa me sonrió. —Este será mi primer partido. Espero que todos
ustedes tengan razón sobre todo eso de ser dioses del futbol. Odio apoyar
a los perdedores. —El tono provocador de su voz me hizo romper en una
sonrisa. Eso y el hecho de que iba a venir a nuestro juego. No esperaba
eso. Mi sonrisa de satisfacción comenzó a desvanecerse mientras
consideraba con quien podría venir. Pensé que era simplemente Gunner
de quien tenía que preocuparme. ¿Había alguien más, también?
—¿Con quién vas a ir? —le pregunté, preguntándome si tenía una
cita para el baile y no me di cuenta.
Se encogió de hombros. —Conmigo misma. —La mayoría de las
chicas que conocía no estarían tan bien admitiendo que no tenían amigos
con los que ir al partido. Los únicos dos que tenía Willa se encontraban en
el campo. En realidad no vi a ninguna de las chicas hablarle, excepto
Maggie.
Como si me hubiera leído la mente desde el otro lado de la mesa
mientras ella y West tomaban sus asientos, Maggie habló—: Puedes ir
conmigo. Siempre necesito a alguien que se siente conmigo mientras West
juega.
Quería chocar los cinco con mi prima por ser tan impresionante.
Hace un mes, ni siquiera hablaba. Al menos no con nadie más que West.
Para el resto del mundo era muda. Había recorrido un largo camino.
—Después del partido puedes venir con West y conmigo al baile,
también —añadió.
Me gustaba la idea. Especialmente si era capaz de terminar las
cosas con Ivy. Aun trataba averiguar cómo hacerlo sin hacerle daño. No
se merecía eso.
—Oh, está bien. Pero no pensaba ir al baile.
Maggie no presionó. Se limitó a asentir.
—¿No tienes una cita? —preguntó Nash, moviendo las cejas como si
estuviera a punto de preguntar.
—No, pero no voy a bailes —respondió Willa.
—Estoy contento de que vayas al partido —dije, con la esperanza de
cambiar de tema antes de que fuera en una dirección que no quería.
—¿De qué color es tu vestido, Maggie? —dijo Ivy mientras su agarre
en mi brazo se apretaba.
Maggie movió la mirada hacía Ivy, luego me miró. Maggie no era la
indicada para hablar de moda. —Mmm, no lo sé todavía.
Mamá iba a llevarla a comprar un vestido esta semana. Maggie no
presionó, y, para ser honesto, mi madre se encontraba más emocionada
sobre conseguir un vestido. Maggie habría estado bien usando algo que
ya tenía.
—¿En serio? Compré el mío desde agosto. Es precioso, con tela
dorada brillante, ajustado en todos los lugares correctos.
No respondí y liberé mi brazo de su agarre. Cuando trató de aferrarse
a él, me molesté. —Tengo que comer —le dije, y entonces lo aparté de un
tirón. A veces era difícil ser amable con ella. Sin embargo, la mirada de
dolor en sus ojos me hizo sentir mal del estómago. Maldita sea.
Traducido por Julie
Corregido por Dannygonzal

Willa
Ivy bordeaba lo molesto. No. Estaba siendo amable. Ella me
molestaba. Unos tapones para los oídos para no tener que oír su voz aguda
constantemente exigiendo la atención de toda la mesa serían agradables.
Echaba de menos mi mesa día de campo en el exterior, donde habría
estado sentada a solas con mi almuerzo en la bolsa de papel marrón que
Nonna me empacó y mi libro. Era más tranquilo allí.
Gunner vino a buscarme y me pidió que fuera a comer con él, así
que dije que sí sin pensarlo. Estuve pasando por su mesa de camino hacia
fuera por días, y sabía que se hallaba llena de gente como Ivy que no me
importaban particularmente.
Poppy habría empezado a imitarla a estas alturas mientras susurraba
en mi oído. Me reiría y sería incapaz de controlar mis risas. Mi corazón se
apretó ante la idea. La extrañaba.
—El baile es divertido. Deberías ir —susurró Brady inclinándose cerca,
luego extendió la mano para conseguir un plato con pizza de queso y lo
dejó delante de mí. Solo comía pizza de queso. Había otras tres opciones
ubicadas en el centro de la mesa por lo que parecían ser madres
exageradas. No estaba segura de qué se trataba. No me importaba
mucho. Lo que sí me importaba era que Brady me dio la pizza correcta.
—¿Fue esa una conjetura afortunada? —le pregunté.
Me dirigió una sonrisa complacida. —No. Quité más que un
pepperoni de tu pizza en aquellos días, señorita “solo como pizza de
queso.”
Lo recordaba. La sensación tonta en mi estómago debía haberse
ido, pero se volvió más tonta y odié estar sonriendo ahora. Mi mirada se
posó en sus labios, y recordé su sabor. Cuánto me había gustado. Cuánto
no debí haberlo disfrutado.
—¿No creíste que me acordaría de eso? No olvido mucho cuando
se trata de ti. —Su voz seguía siendo baja para que solo yo pudiera oírlo.
—¿Luego vas a darle de comer? —preguntó Gunner en voz alta, y
ambos saltamos.
Volví la mirada hacia Gunner, quien tenía una sonrisa en el rostro
como si estuviera bromeando, pero no llegaba a sus ojos. Estaba mirando
fijamente con esa sonrisa, y su mirada se centró en el chico a mi lado. La
tensión se hizo más espesa, y ya no tenía ganas ese trozo de pizza en mi
plato.
—Solo soy educado —replicó Brady con una tensión en su tono de
voz que significaba que sabía que Gunner estaba enojado.
Gunner no respondió a eso. Rodó los ojos y buscó un plato, luego
bajó la vista a la mesa antes de asentirle a alguien. No lo entendí en
absoluto.
Segundos después lo hice. Gunner convocó una mujer para
entretenerlo con ese gesto de la cabeza. Una rubia de cabello muy largo y
tetas mucho más grandes que la chica promedio de la escuela secundaria
se pavoneó hasta él, y éste echó su asiento atrás para que ella pudiera
sentarse en su regazo. Asqueroso.
—Eso debería causar un alboroto con Kimmie —murmuró Brady, y
volví mi atención de Gunner y la chica hacia él—. Cuando quiere causar
una escena, enfrenta a Serena y a Kimmie. Es su forma inmadura de
inflarse el ego. —Lo susurraba para que Gunner no pudiera oírlo. El Gunner
que conocía de la casa del árbol no era el tipo que actuaba como un
atleta arrogante en este momento.
—Oh —le respondí, ya que no quería hablar mal de él. Seguía siendo
mi amigo, y obviamente, confiaba en él lo suficiente como para confesarle
mi más grande secreto.
Serena soltó una carcajada y oí retumbar la voz profunda de Gunner
mientras le decía algo en voz baja. Los celos se deslizaron lentamente
sobre mí, y lo odié. No tenía por lo qué tener celos. Gunner era mi amigo.
Mantenerme callada y sonriéndole a Brady o a Maggie mientras me
hablaban era lo mejor que podía hacer. Mis emociones se sentían crudas,
y eso era tonto.
El almuerzo no podía acabar lo suficientemente rápido.
Ivy comenzó a exigir la atención de Brady, me concentré en mi pizza
y deseé volver a estar fuera con mi libro en la mesa de día de campo. Una
vez que terminara mi comida, inventaría una excusa para usar el baño,
luego me iría corriendo de aquí. Me quedaría allí hasta que sonara la
campana. Me gustaba estar sola. Me daba tiempo para recordar dónde
había estado y hacia dónde tenía que ir. Estar con Gunner y Brady me
hacía olvidarlo a veces, y no podía olvidar. No era justo.
Brady me encontró fuera en nuestro último período y me pidió que
me sentara con él, West, y Maggie. Así que lo hice. Ninguno de ellos
mencionó mi huida del almuerzo. Lo que fue un alivio. Hizo que la última
clase pasara a toda velocidad y mantuvo mis pensamientos confusos lejos
de Gunner por el momento. Tenía problemas más grandes.
Quería mencionarle el hecho de que prefería sentarme sola a
Gunner cuando me llevara a casa. Me había dado el aventón antes de su
práctica de fútbol la semana pasada, pero hoy tenían un descanso
después de su gran partido el pasado fin de semana. Así que no me
llevaría rápidamente a casa para luego irse. Tendría tiempo para hablar
con él al respecto.
Maggie me dio su número de celular antes de salir del aula, y le
expliqué que no podía escribirle porque no tenía teléfono móvil, pero
podía llamarla desde la línea fija de mi Nonna. En vez de mirarme como si
hubiera perdido la cabeza, sonrió como si eso tuviera todo el sentido, y
luego nos separamos.
No fue hasta que estuve en el estacionamiento, caminando hacia la
camioneta de Gunner que me di cuenta de que no estaba. Mirando los
alrededores, busqué para ver si lo había movido, pero no se encontraba
aquí. Debió de haberme olvidado. Eran solo nueve kilómetros y medio de
aquí hasta su casa. Podría caminar.
Tirando de mi bolsa de libros más arriba en mi hombro izquierdo, salí
hacia la carretera principal. Era extraño que Gunner se hubiera olvidado
de mí. Era casi como si estuviera enfadado conmigo. Tenía la sensación de
que era así. La tensión en la mesa durante el almuerzo se volvió espesa, y
no sabía por qué. Claro, yo tenía celos de Serena, tanto como me
aborrecía admitirlo. Pero no le dije nada. No tenía motivos para enojarse
conmigo.
En los últimos ocho meses lidié con cosas mucho más importantes
que esto. Un chico que dejaba que me fuera caminando a casa no era un
gran problema. Sobreviviría.
Traducido por Julie
Corregido por Dannygonzal

Gunner
El cabello oscuro de mi hermano y sus ojos avellana eran el distintivo
Lawton. Se parecía a nuestro padre. Yo, por otro lado, no. No me parecía
en nada. Lo cual tenía sentido, ya que no tenía su sangre en mis venas.
Rhett se hallaba sentado en la silla a mi izquierda. Ambos estábamos
sentados en sillas altas de cuero marrón que se encontraban ubicadas
frente al escritorio de padre.
Rhett se presentó en la escuela durante el último período,
sorprendiéndome con su visita a casa. Pero dijo que nos reuniríamos con
padre a las tres y que fue a verme para que ninguno de los dos llegáramos
tarde. Esto me confundió. Nunca habíamos sido llamados así a la oficina
del hombre. Al menos no juntos. Era raro.
—¿Él sabía que volvías a casa? —le pregunté a Rhett, que no
parecía preocupado por esta reunión.
Asintió. —Sí. Me pidió que regresara para esto. Le dije que éstos eran
los pocos días que tenía disponibles.
¿No le preguntó por qué nos reuniríamos? —¿Así que has vuelto a
casa porque te lo ha dicho él?
Rhett se movió en su asiento, y esta vez pareció un poco nervioso. —
Sí —fue su respuesta simple.
Debido a que Rhett era el elegido, normalmente se rebelaba contra
nuestro padre en cada oportunidad. Volver a casa así no parecía algo
que haría de buena gana. A menos que hubiera algo aquí para él.
—Llega tarde —gruñí, odiando la espera. No me gustaba hablar con
el hombre, mucho menos sentarme en su oficina. Un lugar al que nunca fui
invitado. Las paredes se hallaban cubiertas de estanterías, y una pintura
que costó probablemente un millón de dólares colgaba en la pared sobre
su escritorio. No había fotos de la familia. Solo una imagen descansaba en
su escritorio de él con Rhett el año pasado en un evento de caridad a
donde lo llevó, pero no a mí. Nunca a mí.
—¿Tienes algo mejor que hacer? —Sonrió. Esa expresión se parecía
tanto a nuestro padre que me molestaba. No quería que me desagrade mi
hermano por parecerse a un hombre que odiaba.
La puerta se abrió detrás de nosotros y Rhett miró hacia atrás y
pareció complacido de que el desgraciado hijo de puta hubiera entrado
en la habitación. A mí solo me alegraba que esto comenzara para que
pudiera terminar de una vez. Estar aquí era incómodo.
—Hola, papá —dijo Rhett casualmente. Tenían una relación de la
que yo no formaba parte. Nunca quise tampoco.
—Hola, hijo —respondió. Eso también fue algo que me molestó una
vez. Él se refería a Rhett como hijo y a mí como Gunner o chico. Cosas
como esas me moldearon de niño. Me cambiaron.
Me enseñaron a no confiar ni a amar. Tenía que agradecerle al
anciano por eso.
—Me alegra que pudieras estar aquí a tiempo, Gunner —dijo
entonces con el tono condescendiente que reservaba para mí y esos que
no le gustaban. Imbécil.
Lo fulminé con la expresión más aburrida y desinteresada que pude
reunir, pero no respondí a su comentario.
—Él estaba feliz de venir cuando me presenté para traerlo. —Rhett
trataba de hacer esto menos tenso, pero era inútil. Siempre trató de
ayudarme con nuestro padre. No entendía por qué yo era el hijo no
amado y él el niño de oro. Aunque fuera así, no dudaba de su amor por
mí. Siempre pude contar con Rhett cuando era niño.
Conmigo y ese hombre en una habitación juntos, la tensión era
inevitable. A menudo me preguntaba si él había descubierto que yo sabía
la verdad. Durante la noche en que pasé de ser el niño tratando de
complacerlo a esquivarlo a cada paso.
—Por supuesto —respondió nuestro padre como si eso fuera algo
malo y solo demostrara mi inutilidad. La verdad era que preferiría haberme
quedado en la escuela. Diablos, preferiría que alguien me pinchara los ojos
con agujas. Eso hubiera sido más agradable que visitar a Satanás.
—Tengo asuntos importantes para atender esta tarde, así que
permítanme ser directo —empezó, mirándome directamente como si me
retara a hablar o a discutir. Como si me importara lo que tuviera que
decir—. Rhett es el heredero Lawton. Él ha pedido recibir el resto de su
fondo de fideicomiso ahora para viajar este verano a Europa con amigos.
Creo que es una petición razonable. Tiene que disfrutar de los últimos años
de su juventud antes de que le caiga la presión de este imperio. He creado
los fondos de fideicomiso para los dos así les dará a ambos una ventaja
una vez se gradúen de la universidad. No quiero tocar la inversión ahora,
así que voy a darle parte de su herencia. Originalmente su madre había
exigido que fuera igual entre los dos. Yo era joven y estuve de acuerdo. Sin
embargo, las cosas han cambiado, y con Rhett siendo el heredero de lo
que construyó su bisabuelo es justo que aparte del fondo fiduciario
reservado a tu nombre, Gunner, no recibas parte de la riqueza Lawton
decidida originalmente. He cambiado las cuentas, y ese dinero ahora se
encuentra dividido entre las inversiones de Rhett y la cuenta del mercado
monetario de la que actualmente extrae para vivir.
Mientras hablaba, mi sangre se calentaba cada vez más, y la vena
en mi frente que se pronunciaba cuando estaba enojado comenzó a
pulsar. Podía sentirlo. Otra cosa que no era un rasgo Lawton. Las
emociones que se agolpaban en mí continuaban crudas, pero había
logrado endurecerme en los últimos años. No lloraría ni rogaría por el amor
de este hombre. La verdad era que no quería su maldito dinero. Nada de
eso. Dejaría esta ciudad y le probaría que podía ser más que un maldito
pequeño millonario sureño. No era un Lawton. Yo era otra persona, y
quería saber quién demonios era.
¿De qué sirvió actuar como si no supiera la verdad? ¿Me ahorró
vergüenza? ¿Protegió a mi madre? Ella ciertamente no intentó protegerme
durante esos años. ¿Dónde se hallaba ahora? ¿En el club de campo
acostándose con el instructor de tenis? Incapaz de sentarme más tiempo,
me paré y coloqué mi mirada sobre el hombre que fingió ser mi padre
durante años.
—No me importa. Rhett puede tener todo lo que es tuyo. Incluso el
fondo fiduciario que me permites mantener. Esta mierda Lawton no es mía.
No quiero tu apellido. No quiero tu legado. Esta familia es un maldito chiste.
Pero quiero una cosa, quiero saber quién es mi padre. Sé que lo sabes. Sé
que mi madre lo sabe. O me dicen qué sangre corre por mis venas, o le
digo a esta ciudad que adora el apellido, que soy un bastardo de una de
las aventuras de mi madre.
Allí estaba. Todo lo que había querido decirle. No lo pensé
exactamente. Me encontraba más que seguro de que Rhett no sabía
nada de esto, y el hecho de que le pareciera bien que nuestro padre le
diera todo me hizo preguntarme en qué situación nos encontrábamos. Este
no era el hermano mayor que siempre pensó y luchó por mí. De alguna
manera, se comportaba como nuestro padre, y eso dolía.
El hombre que fingió ser mi padre toda mi vida se levantó y sostuvo
mi mirada con una de las suyas. —¿Quién te dijo eso? ¿Tu madre? —Su voz
se elevó con cada palabra.
Me reí. No era una risa divertida, sino la dura y amarga carcajada de
un hombre que tenía tanto odio que quería burlarse de su oponente.
—Tú lo hiciste. Cuando tenía doce años. Bajar la voz cuando le
gritabas a mi madre nunca fue tu fuerte.
—No vas a repetir una palabra —me amenazó.
La risa maníaca volvió a estallar. —¿De verdad? ¿Y cómo me
detendrás? ¿Echándome? Eso sería una gran idea. Voy a empacar mis
maletas y a empezar a contactar todas las estaciones de noticias de aquí
hasta Nashville con mi historia. Les encantará este jugoso chisme de los
Lawton. El mundo sabrá que ya no puedes tener una polla dura.
Me gustó ver su rostro rojo brillante. Si caía muerto de un ataque al
corazón en este momento, apreciaría el verlo morir. Lo odiaba tanto.
—Jesús, Gunner, ¿qué te pasa? —Rhett finalmente encontró su voz y
habló.
No quité mis ojos de su padre. En caso de que muriera, me gustaría
ser testigo de ello. —Lo querías todo, hermano. Lo tienes. Nunca fue mío
para empezar.
—Esto es una locura. No pedí todo esto. Simplemente él decidió
hacerlo.
Esta vez tuve que mirarlo. Ver la mentira en sus ojos. —Pero te
quedaste sentado en silencio mientras te lo daba todo, ¿verdad? Está
bien. No quiero ser tú. Quiero tener éxito por mi cuenta, no con el mundo a
mi merced.
Esa era la verdad. Tenía mucho que probar. A mi madre, a este
hombre delante de mí, y a esta ciudad que me creía el heredero
consentido de una fortuna.
—Silencio —rugió el padre de Rhett.
Mientras Rhett hacía lo que se le ordenaba, me giré hacia él y sonreí.
—¿O qué? ¿Piensas que puedes golpearme? Me gustaría verte intentarlo.
—Eres una triste excusa de ser humano como lo fue tu padre. Un
vividor ingrato y perezoso esperando que el mundo haga lo que desea. Te
he mantenido como mi hijo y te he dado una vida que él no podría
haberte dado. Y como él y tu madre, te aprovechaste de mi generosidad.
Si no fuera por Rhett, diría que tu madre fue el mayor error de mi vida.
—¡Papá! ¿Qué diablos les pasa a ustedes dos? —Rhett parecía
horrorizado.
—Sigue hablando, anciano. No me importa nada de lo que digas.
Dime quién es mi padre, y me iré en silencio. Lucha conmigo por esto, y le
diré a todo el maldito mundo el sucio secreto de los Lawton. Que soy el hijo
bastardo.
La puerta se abrió tras nosotros, y la voz de mi madre se abrió paso a
través de la habitación. —¡No!
Rhett se giró para mirarla, sus ojos todavía abiertos de confusión y
sorpresa. Mantuve mi mirada disgustada en el hombre frente a mí. Él
también miraba a mi madre, pero la amenaza en sus ojos era clara.
Esperaba que ella me callara. Buena suerte con eso, idiota.
—Mamá, gracias a Dios, han perdido todo el control aquí —dijo
Rhett como si ella fuera la salvación, no la causa de todo esto. Debí haber
sabido quién era mi verdadero padre. Ella me ocultó de él, y la odiaba por
eso. Me permitió ser abandonado por un hombre y abusado verbalmente
mi vida entera, mientras que todo el tiempo hubo un hombre que
compartía mi ADN. Quería conocerlo. Necesitaba saber que algo en él era
bueno.
—Chicos, váyanse —dijo, con su voz dura y fría—. Ahora.
Rhett hizo lo que se le ordenó, pero me giré para mirarla. No iba a
ninguna parte. —Creo que me quedaré —le contesté, burlándome. Ella
creó este monstruo. Ahora podía arreglarlo o al menos darme mis malditas
respuestas.
—Gunner —suspiró dramáticamente—. Tengo que hablar a solas con
tu padre.
—No es mi padre. Nunca lo llames así de nuevo.
Hizo una pausa, y esperaba que discutiera conmigo, pero mantuvo
su mirada de enfado enfocada en él. —No, no lo es. Pero eres un Lawton, y
él lo sabe. Eres tan heredero del legado Lawton como Rhett, y él lo sabe.
Ahora vete, y le recordaré cuánto se equivoca.
—No me digas Lawton. Su sangre no corre por mis venas. —Escupí las
palabras como si supieran tan mal que hicieron que mi estómago se
revolviera.
—Ahí es donde te equivocas. La sangre Lawton corre tan fuerte en
tus venas como en tu hermano. Ahora. ¡Vete!
La mano de Rhett me rodeó el brazo y me empujó hacia la puerta.
—Vamos —exigió, y fui con él. No porque le estuviera obedeciendo. Me
sentía confundido. ¿Qué carajo significaba que yo era un Lawton?
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Miry GPE

Willa
Abrí el refrigerador y saqué el plato de comida que Nonna me dejó.
Pescado asado con brócoli al vapor y papa horneada puesta en uno de
sus platos de flor amarillo todo envuelto. Llegué a casa cerca de las cinco
después de mi larga caminata. Ese tipo de ejercicio físico me daba
hambre. Estaba lista para comerlo todo y un pedazo de pastel.
El sonido de un auto deteniéndose afuera me detuvo de calentar mi
comida. Dejándola en el mostrador, fui a la puerta de atrás para ver quien
se encontraba aquí. Tenía la sensación de que era Gunner, pero quería ver
para estar segura.
Tenía razón.
El idiota.
Regresé a mi comida y la desenvolví, luego la puse en el microondas.
Justo cuando la comida comenzaba a girar con lentitud dentro del plato
de vidrio, un golpe sonó en la puerta. Me debatí en ignorarlo. Venía a
disculparse. Esperaba que lo hiciera. Pero no tenía que perdonarlo.
Cuando el timbre del microondas me alertó que la comida se
calentó, la alcancé y la saqué, luego fui a ponerla en la mesa. Otro golpe
sonó. No iba a rendirse. Me volteé e iba a darle una mirada de enojo pero
me detuve cuando lo vi sus ojos. Estaba enojado. Sus ojos se encontraban
rojos como si hubiera estado llorando.
Eso atrapó mi atención. Mi molestia rápidamente fue reemplazada
con preocupación mientras me apresuraba hacia la puerta para abrirla y
comprobarlo.
—¿Qué ocurre? —pregunté, sin esperar a que me diera la razón del
por qué estaba molesto.
—¿Puedo entrar? —preguntó, su voz ronca por la emoción.
Di un paso atrás y le señalé que entrara.
—¿Qué ocurre? —repetí.
Se frotó la cara con ambas manos e inhaló profundamente antes de
mirarme.
—Sé quién es mi papá —dijo con tanta angustia en su tono que casi
no sonaba como él.
Oh. Esto no era lo que esperaba. Al menos alguien no se encontraba
muerto. Sin embargo, la respuesta a esto podría ser así de malo. Seguro
parecía que lo era. Preguntarle quién no parecía apropiado. Así que
esperé en silencio.
Se tomó un par de momentos para mirar por el pasillo como si aún se
sintiera conmocionado. Me pregunté si incluso iba a ser capaz de
contarme. Esto era malo. Abrazarlo tampoco parecía ser lo correcto.
Después de lo que pareció una eternidad giró su mirada hacia mí.
—Después de todo soy un Lawton —dijo.
Así que su papá era su papá. ¿Era eso tan terrible?
—¿No estás feliz por eso? —pregunté.
Dejó salir una risa vacía. —Soy un Lawton, pero el hombre en esa
casa sigue sin ser mi padre.
Ahora me sentía confundida. Por completo. Cuestionarlo sería una
mala idea, así que volví a esperar a que decidiera cómo iba a decirme.
—Esto está tan jodido. —Suspiró, pasando su mano por su cabello
con una mirada en los ojos que bordaban en la incredulidad y la ira.
¿Quién demonios era su padre? El suspenso no sobrepasaba mi
preocupación por él, pero todavía quería saber. Me tenía más que curiosa.
—A duras penas lo conocí. Hay fotos mías con él, y puedo notar por
ellas que me amaba. Pero ahora entiendo el odio de mi padre por él. La
forma en la que mi abuela habla de él como si fuera un demonio. Lo
odiaban tanto como me desprecian a mí.
Tuve que morderme la lengua para evitar preguntar. Era insensible.
Incapaz de no hacer nada, cerré la distancia entre nosotros y deslicé mi
mano sobre la suya en una muestra silenciosa de apoyo. Giró su mano y
apretó la mía como si fuera su única esperanza en un barco hundiéndose.
—Mi abuelo no era tal. Jeremiah Gunner Lawton era mi padre
biológico. —Hizo una pausa, luego me miró mientras sus palabras sonaban
en mi cabeza—. Mi madre se acostó con su suegro.
Oh Dios.
—Todo es mío. Me lo dejó todo legalmente. Todo. Ello.
¿Todo de qué? Quería preguntar, pero no lo hice.
—Mi padre pensó que podría controlar a mi madre lo suficiente
como para esconder este hecho, pero ella amenazó con anunciarlo al
mundo y darme los medios para ir a la corte por ello. El viejo realmente se
veía capaz de asesinato. Amenazó con enviarme a un internado, y ella se
rio con una risa maniática y loca, y le informó que si yo lo elegía, podría
sacarlo de la casa. Yo. Sacar a ese hombre de la casa. Mierda, Willa. ¿Qué
demonios? ¿Incluso estoy despierto?
Comencé a pensar que quizá yo misma no me hallaba despierta.
Me imagino que él se sintió de esa forma mucho más que yo. —¿Él sigue
allí? —pregunté. Sabía del odio por ese hombre, y no estaría sorprendida si
lo hubiera enviado a empacar.
Gunner me miró como si estuviera loca. —No puedo sacar al papá
de Rhett de la casa. No quiero que el mundo conozca la verdad. No solo
soy un bastardo. Soy el bastardo de mi abuelo. Jesús, esto es jodido.
Tenía razón. Esto estaba jodido. Demasiado. Apreté el agarre de su
mano. No era mucho, pero era todo el apoyo que sabía darle. Esta vez
miré a la nada mientras los hechos se enlistaban en mi cabeza, y estaba
segura de que no era un sueño. Gunner también permaneció en silencio.
No existían palabras para esta realidad. Mi corazón dolía por él. Por el
chico que todos pensaban lo tenía todo y la persona que vivió toda su
vida. Quería sostenerlo y arreglarlo, y esa emoción me aterraba. Mis
sentimientos por Gunner eran mucho más profundos que lo que me di
cuenta.
—Rhett se fue. Le gritó y dijo a mamá que era una puta, luego se fue.
Ahora ella está encerrada en su habitación llorando, y el idiota que al
parecer es mi… hermano, no mi padre… mierda. —Hizo una pausa y
sacudió la cabeza ante el pensamiento—. También se fue de la casa. Toda
la maldita casa ha estallado.
La puerta principal se abrió, y ambos sacudimos nuestra atención
ante el sonido. Nonna se hallaba en casa. Era la única que cruzaba el
campo y entraba por la puerta principal. Especialmente sin anunciarse.
Deslicé mi mano de la suya, y él metió ambas en los bolsillos justo
antes de que ella entrara en la cocina. Miró a Gunner con compasión en
sus ojos. —Vamos, tomen asiento. Tendrás tu cena aquí —dijo, levantando
un plato de comida que trajo con ella—. Pensé que estarías aquí. —
Terminó, volteando su mirada hacia mí. Ella no tenía hambre, pero allí
había una advertencia amable. Los escuchó en la gran casa. Me pregunté
si sabía la verdad. Había estado con ellos por mucho tiempo, ¿podían los
secretos como este pasar desapercibidos para ella? Lo dudaba.
—Vamos a comer. Tenía algo de pastel de chocolate en el
refrigerador. Si esta noche quieres quedarte en el sofá, es tuyo —le dijo a
Gunner, luego fue a la cocina preparando vasos de té dulce.
—¿Lo sabías? —le preguntó Gunner mientras los dos nos sentábamos
en la mesa.
Hizo una pausa y no nos miró. Su atención se quedó en los vasos
frente a ella. —Tenía mis sospechas —respondió finalmente.
Eso era suficiente para él. No preguntó más. Comimos en silencio, y
cuando llegó la hora de ir a la cama, durmió en el sofá.
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Miry GPE

Brady
Ni Willa ni Gunner fueron a la escuela. Me tomó hasta el tercer
periodo confirmar esto y luego preocuparme. Algo andaba mal. Tiré los
libros en mi casillero y me dirigí al pasillo de atrás, donde las clases de la
banda y carpintería se realizaban. Hoy nadie estaría allí hasta después del
almuerzo, y tenía una puerta de salida. La única por la que podía salir y no
ser atrapado.
Le envié un mensaje a Gunner una vez me di cuenta que no se
encontraba aquí, pero no me respondió. Si solo tuvo que ausentarse, no
estaría preocupado. Pero que falten Willa y él, totalmente era algo. Tenía
que ser algo de los Lawton. ¿Fueron atrapados juntos? Mierda. ¿Sus padres
hicieron que Willa se fuera? ¿O era algo peor? ¿Willa lo consolaba sobre
más mierda de su padre?
De todas formas, tenía que ir allí y comprobarlos. Willa no era la clase
de chica que faltaba a la escuela por estar follando. Definitivamente algo
se encontraba mal con uno o con los dos. Podrían necesitarme.
Corrí hacia mi camioneta, arranqué y me dirigí hacia la propiedad
Lawton tan rápido como podía alejarme sin llamar la atención. Lo último
que necesitaba era que los policías me atraparan la semana de
bienvenida. No es que me fueran a prohibir jugar. Incluso la policía local
quería una victoria.
Sin embargo, si el entrenador descubría que Gunner y yo faltamos un
día, estaría enojado. Iba a tener que regresar antes de la práctica y de
igual modo Gunner. Lo que sea que estuviera pasando no podía ser tan
severo. Mi temperamento comenzó a elevarse mientras los imaginaba
enredándose y siendo atrapados.
Él sabía que ella se hallaba aquí porque no tenía donde más
quedarse. No sabíamos por qué, pero sus madre era una zorra, así que era
suficiente excusa para mí. Willa no se abría mucho a mí, en absoluto. ¿Le
contaba cosas a Gunner? La idea de que él supiera más sobre su pasado
que yo no me sentaba bien. ¿Por qué Willa confiaba más en Gunner que
en mí? Yo era el chico bueno y confiable. Por quien las chicas gravitaban
cuando necesitaban un hombro en donde llorar. No Gunner. Nunca
Gunner.
Al voltear en la entrada Lawton bordeada a cada lado por robles,
me puse más y más ansioso. Seguramente había una excusa razonable, y
todos regresaríamos a la escuela antes del siguiente periodo. O a más
tardar, del almuerzo.
La camioneta de Gunner se encontraba estacionada en la entrada
de la señora Ames, así que me detuve al lado y apagué el motor. Estaban
juntos. Pero aparentemente la señora Ames lo permitía, así que no podía
ser tan malo. Abrí la puerta de mi camioneta y me apresuré hacia la
entrada de atrás.
Varios golpes después, seguía sin respuesta. Ni siquiera se veía un
movimiento en la casa. ¿Qué demonios? Me estiré por el pomo para
girarlo, y, como sospeché, abría. Aquí no existía la necesidad de bloquear
las puertas. Para entrar a la propiedad tenías que saber el código para la
puerta. No era fácil entrar al lugar.
—¿Willa? —grité, entrando a la cocina. Se encontraba silencioso—.
¿Gunner? —Intenté, y esperé. Nada. El lugar se hallaba vacío.
Caminé por la casa, comprobando cualquier señal de vida, pero no
estaban allí. El sofá tenía una manta doblada al final de él con una
almohada como si alguien hubiera dormido allí. Ese no habría sido Gunner.
Seguro.
Salí por la puerta principal y comenzaba a bajar los escalones hacia
el patio, buscando alguna señal de ellos, cuando mis ojos aterrizaron en la
casa del árbol. No había estado allí en años. Ninguno de nosotros. Era
nuestro lugar escondido secreto que no era tan secreto, viendo cómo los
padres de Gunner lo construyeron para Rhett cuando él era más joven.
Pero nos gustaba la privacidad cuando pensábamos que allí la teníamos.
Comencé a caminar en esa dirección sin pensar en ello. Algo en mí
sabía que se encontraban allí. Por qué iban a estarlo, no estaba seguro,
pero lo sabía. Era donde nos encontrábamos los unos a los otros cuando
éramos jóvenes.
Al detenerme debajo del árbol, primero oí la voz de Willa. Tomando
un paso a la vez, subí y me les uní.
Los ojos de Gunner fue lo primero que hizo contacto conmigo. —Hola
—fue todo lo que dijo. Algo en sus ojos se encontraba vacío. Más de lo
normal. Eso me preocupó.
—¿Estás bien? —pregunté. Entré sin tener que agacharme. Olvidé lo
elaborada que era esta casa de árbol.
Se encogió de hombros, luego su mirada regresó a Willa. —¿Cómo
siempre? —Fue su respuesta.
Me volteé para mirar a Willa; estudiaba sus manos que se movían
inquietas sobre su regazo. Esto iba a tomar un tiempo. Me senté en la
banca de madera alineada a la pared frente a ellos.
—Entonces, supongo que esto tiene que algo que ver contigo,
puesto que Willa se ve insegura y nerviosa —dije, mirando a Gunner—. No
fue para nada sospechoso que ambos no fueran a la escuela. Y es la
semana de bienvenida.
Finalmente Willa alzó la mirada y observó a Gunner con compasión.
De acuerdo, así que algo se encontraba muy mal aquí. —Gunner, ¿qué
está mal? —pregunté.
Él encontró la mirada de Willa por un momento, luego se giró hacia
mí. —Mierda de familia. Mi padre quiere darle todo a Rhett. Mi madre está
furiosa. Un montón de gritos y peleas. Rhett se fue y no ha devuelto mis
llamadas.
Demonios. Eso apestaba. La vida de Gunner en su mayoría siempre
apestó en casa. Nunca fue buena allí. Eso fue algo que nunca le envidié.
No le pregunté por su vida en casa en años. En algún punto la forma de
nuestra relación cambió. Hablábamos de fútbol y chicas pero nada más
profundo. El regreso de Willa le dio algo que él y yo perdimos. Una amistad
real. La probada de celos que causó me hizo sentir culpable. Él necesitó a
alguien. Y ella estuvo allí. Yo no.
Esto era típico de su excusa lamentable de padre, pero odiaba que
lidiara con eso. —¿Anoche te quedaste donde la señora Ames? —
pregunté, recordando la manta y la almohada en el sofá.
Asintió. —Sí. No podía ir a casa.
Willa siguió callada mientras se sentaba allí. Me dolía que fuera a ella
a quien él corrió. Tenía celos de que le contara a ella y no a mí. ¿Pero era
porque quería a Willa o porque se interponía en mi amistad? No me sentía
muy seguro.
Cuando ella entró a nuestras vidas de niños, no me gustó de
inmediato. A Gunner le gustó mucho, y yo no quería que me quitara su
amistad. Con el tiempo, todos nos volvimos cercanos, y quise a Willa cerca
tanto como Gunner. Pero ya no éramos niños.
—¿Hoy vendrás a la práctica? —le pregunté.
Asintió. —Necesito golpear a alguien. Ambos íbamos a reportarnos
justo antes del almuerzo. Solo necesitaba algo de tiempo esta mañana.
Podía entender eso. La relación de Gunner con sus padres nunca
tuvo sentido para mí. Mamá y papá siempre estuvieron allí cuando los
necesité e incluso cuando no. Mamá hacía galletas y me dejaba llevar a
los chicos para ver video juegos. Papá siempre me animó y creyó en mí. Yo
era quien era por mis padres. Por eso siempre entendí las decisiones
estúpidas de Gunner. Él era quien era por el suyo.
Era afortunado en formas que Gunner nunca experimentaría. El
dinero no lo era todo en el mundo. Ser su amigo me enseñó eso. No quería
su vida. Nada de ella. Ninguna cantidad de dinero y poder harían esa vida
deseable.
—Sabes que eres bienvenido en mi casa cada vez que quieras.
Tengo dos camas listas en el ático. Una es tuya si la necesitas. Solo di la
palabra. Mamá amaría rellenarte de galletas.
Una sonrisa tiró de los labios de Gunner. —Gracias. Recordaré eso. —
Por primera vez en años sentía que la facilidad de esa vieja amistad volvía
a su lugar. En donde sabíamos que nos teníamos el uno al otro si no
teníamos a nadie más. Y siempre lo hacía todo correcto.
Me paré, caminé hacia él, y lo golpeé en la espalda. —Si necesitas
hablar, estoy aquí.
Gunner asintió.
Miré a Willa, quien nos miraba a ambos. —¿Necesitas un viaje a la
escuela? ¿O vas a quedarte con Gunner hasta que él venga? —Quería
que viajara conmigo y así poder hablar. Acerca de Gunner y la posibilidad
de llevarla al baile de bienvenida. No sabía en dónde se encontraba con
él. No quería pensar que se hallaba listo para algo serio o si alguna vez lo
estaría. Si esto era solo una amistad entre ellos como la que todos tuvimos
alguna vez, quería explorar más con ella. Iba a terminar hoy con Ivy.
Anoche me envió mensajes quince veces y me llamó diez. Se hallaba
descontrolada, y necesitaba terminar las cosas.
Miró a Gunner por una respuesta. No quería que doliera, pero lo hizo.
Supongo que después de todo tenía celos de que le diera su atención a él.
—Ella vendrá conmigo —manifestó Gunner.
No era como si pudiera presionar. Él pasaba por un mal momento, y
quería que Willa lo hiciera sentir mejor. Solo no me gustaba la idea de que
la lastimara por razones egoístas. Que la usara como alguien que escucha
y en quien apoyarse pero sin darle nada a cambio. Ella fue lastimada. Era
obvio, y Gunner tenía mucha agitación emocional para ayudarle a
alguien más con la de ellos.
—Entonces los veré en el almuerzo —fue todo lo que pude decir
antes de voltearme y bajar de nuevo la escalera. Si ella lo quería, no podía
detenerlo, pero tenía miedo de que él no la quisiera de la misma manera.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Dannygonzal

Willa
Entendía el fútbol y la necesidad de ganar, pero no pensaba que
Gunner tuviera que ir a practicar hoy. Sin embargo, no le diría eso. No con
los cambios de humor con los que él lidiaba. Lo mejor que podía hacer era
escuchar sus diatribas. Sin consejo o consuelo. Solo el que estuviera ahí era
todo lo que parecía necesitar anoche y hoy. Así que incluso cuando Brady
vino a comprobar las cosas, permanecí en silencio.
Esta no era mi pesadilla. Era la de Gunner. Todo lo que ofrecí fue mi
oído. Y eso fue todo lo que él pidió. En Brady, por otro lado, no confiaba, o
no quería que él lo supiera. Porque fue más allá de evadir la verdad; le
mintió. No estaba segura de cómo me convertí en quien él confiaba con
su verdad. Tal vez porque le dije la mía. Pero por la razón que fuera, sería
merecedora de su confianza.
Brady no se sorprendió por menos de la mitad de la verdad que le
dijo. Lo que solo confirmaba lo idiota que era el llamado padre de Gunner.
Brady vio más de lo que yo vi a lo largo de los años. Creía que Gunner
querría compartir con él más que conmigo. Sin embargo, ese no fue el
caso.
No logramos llegar a la escuela para el almuerzo, pero llegamos a
tiempo para la clase justo después. La oficina pareció estar bien con
nuestra excusa, y porque me encontraba con Gunner, creo que eso ayudó
a mis razones. Si no lo hubiera estado, seguramente me habrían dado una
detención o algo así.
No fue hasta que caminábamos a clase que Gunner se dio cuenta
de que se olvidó de mí ayer. Con todo lo que sucedió, yo misma lo olvidé.
—Mierda —dijo, deteniéndose y golpeándose la frente. Pensé que se
había olvidado de la tarea o de su camiseta de fútbol.
—¿Qué? —pregunté.
Me miró frunciendo el ceño. —¿Cómo llegaste a casa ayer?
—Caminado.
—Mierda —murmuró—. Lo siento, Willa. Rhett vino a buscarme para
reunirme con papá, y eso fue tan inesperado que me olvidé por completo.
Me encogí de hombros, porque en comparación con sus últimas
veinticuatro horas, el hecho de que tuve que caminar a casa, no era gran
cosa, en absoluto. Especialmente después de todo lo que pasó, no quería
que se sintiera mal por mí. Si pudiera arreglar todos sus problemas, lo haría.
Traté de no pensar demasiado en eso.
—Está bien. Tu día fue duro, y fue un buen ejercicio para mí.
Sacudió la cabeza, aún claramente molesto consigo mismo. —No lo
haré de nuevo. Lo juro.
—No es un gran problema. Disfruté del paseo. —Lo cual no era del
todo cierto, pero no había razón para hacerlo sentir peor.
—Deja de tratar de hacerme sentir mejor. No funcionará —gruñó.
No tenía una respuesta real a eso, así que no dije nada.
Me acompañó a mi salón de clase, pero antes de que llegáramos a
cinco puertas de ella, se detuvo y abrió una puerta de una habitación
oscura, luego tomó mi brazo y me empujó hacia dentro.
—Qué —dije, confundida, cuando la puerta se cerró detrás de mí.
Gunner soltó mi muñeca; luego su mano se deslizó hasta mi rostro. La
luz del pasillo apenas me daba suficiente iluminación para ver. Pero vi su
rostro mientras se inclinaba hacia mí. Sabía lo que venía, y mi estómago
dio un vuelco de excitación justo antes de que sus labios aterrizaran en los
míos.
Suavemente los frotó de un lado a otro sobre los míos. El tacto suave
provocó un suspiro en mí, lo que Gunner utilizó como una oportunidad
para deslizar su lengua más allá de mis labios y enredarse con la mía. Mis
manos encontraron la parte superior de sus brazos, y me aferré a él o lo
acerqué más. No estaba muy segura con los fuegos artificiales de
electricidad apagándose en mi cabeza.
Esto no lo esperaba, pero no quería que terminara. El sabor de su
goma de mascar de menta se mezcló con el mío, y me incliné más cerca
para respirarlo. Su duro pecho se apretó contra mí.
El aire frío encontró mis ahora húmedos y adoloridos labios. Y mis ojos
se abrieron para ver a Gunner alejándose. Su mirada se hallaba sobre mí
con una sorpresa que entendía, porque yo también la sentía. Hubo una
conexión que me hizo querer acercarme a él. Empaparme de él y nunca
dejarlo ir.
Me sentí completa.
Era una idiota.
Porque justo mientras pensaba todo eso, Gunner abrió la puerta y
me dejó ahí. Sola en la oscuridad.
Huir después de besar no era una buena señal. Fue exactamente lo
que le hice a Brady. ¿Era este mi castigo? ¿El universo me mostraba cómo
se sentía? Porque si esto fue lo que sintió Brady, le debía una disculpa
mucho más grande. Este sentimiento no era algo que quería repetir. Nunca
más. Besar a Brady fue agradable. Besar a Gunner sacudió mi mundo.
Fue Brady quien me halló en mi casillero al final del día. —Gunner me
preguntó si podía llevarte a casa. Tenía algo que hacer antes de la
práctica.
Su algo que hacer era evitarme. Eso dolía. Mucho.
Asentí y tragué el bulto que ahora se formaba en mi garganta. —Está
bien, gracias. Puedo caminar si necesitas ir a la práctica.
Sacudió la cabeza. —No. Tengo mucho tiempo.
Dudaba que tuviera mucho tiempo, pero no podía discutir porque mi
estómago se sentía con nudos. Solo quería llegar a casa. De regreso a mi
dormitorio. Sola. Donde debí quedarme en lugar de abrirme y formar
amistades otra vez. Especialmente con Gunner Lawton.
—¿Estás bien? —preguntó Brady, y elevé la mirada para encontrar la
suya. No podía decirle qué me pasaba.
—Estoy bien —dije, forzando una sonrisa.
No parecía convencido. Caminamos hacia su camioneta con una
charla pequeña, y justo antes de llegar a ella, me giré y lo miré.
—Brady —dije, necesitando su atención.
Me miró. —¿Sí?
—Lo siento por huir después de que me besaste. Eso fue grosero y
yo... —Hice una pausa; no estaba segura de cuál era mi excusa para eso,
pero tenía que decir algo—. Simplemente no lo esperaba, y debido a que
somos amigos me asustó.
Una lenta sonrisa tocó sus labios. —Está bien. Sin embargo, la próxima
vez no te dejaré huir.
No habría una próxima vez. Lo sabía porque mi corazón no estaba
con Brady. Él era un enamoramiento de la infancia y un amigo. Nada más.
Ahora sabía cómo se sentía lo real, y lo que sentía por Brady no lo era.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Dannygonzal

Gunner
Me senté en mi camioneta después de la práctica durante treinta
minutos, mirando el reloj. La señora Ames dijo que podía venir a su casa
esta noche, pero no estaba seguro de poder mirar de frente a Willa. No
después de ese beso. ¡Jesús! Ese beso fue más de lo que esperaba. Fue
aterrador, y ahora mismo, tenía bastante mierda en mi vida. No me sentía
preparado para el impacto de un simple beso. Mi cabeza y mi corazón no
se hallaban preparados para Willa Ames. Ella me asustaba hasta la muerte.
Iría a casa de Brady. Lo enviaría a buscar a Willa por la mañana o
alguna mierda como esa. Necesitaba distanciarme un poco de ella. Era un
movimiento jodido, pero se metió en mi cabeza. Eso no encajaba en mi
mundo ahora mismo. Lidiaba con mentiras de familia, dinero sucio y una
madre en la que nunca quería poner los ojos de nuevo.
Willa pasó por su propio infierno, y yo no era lo que ella necesitaba.
Brady era al que necesitaba. El buen viejo y confiable Brady. Y sabía que él
la quería. Ese plan sonaba como ganador para mí. Brady podía ser su
hombro fuerte para apoyarse, y yo podría continuar viviendo a través de
mi propio lío. Sin necesidad de añadir el suyo a eso.
Después de convencerme de que me sentiría bien si Brady iba tras
Willa, giré la camioneta y me dirigí a casa de los Higgen. Coralee tendría
galletas y leche. Eso parecía bastante bueno por ahora.
Subir el volumen de la música tan fuerte como podía, ahogó mis
pensamientos. Especialmente los que eran sobre Willa. Ella no encajaba en
mi mundo ahora mismo. Probablemente nunca lo haría. Necesitaba a las
Kimmie y Serena de este mundo. No a las Willa. Ellas eran demasiado.
Querían demasiado. Necesitaban demasiado. Todo lo que Brady era
bueno en dar. Yo nunca fui de ese tipo, y nunca lo sería. Probablemente
debido a mi crianza. Demonios, era el hijo de mi abuelo. ¿Qué tan jodido
era eso?
Cuando era niño, soñaba con tener la vida de Brady. Su familia.
Quería eso. Era una fantasía, por supuesto, porque ese tipo de vida no
existía en el mundo Lawton. Todos fingíamos. Así nos entrenaron desde
pequeños. Actuar como si las cosas fueran perfectas.
Bueno, que se joda todo eso. No era perfecto, y mi vida apestaba.
Yo no fingía que ser un Lawton era algo bueno. No me conformaba con
esa vida de mierda.
La camioneta de Brady se hallaba en su entrada, así como la de
West. Él estaba aquí por Maggie. Ellos se la pasaban juntos todo el tiempo.
Rallaba en lo molesto. No, era completamente molesto.
No traje una maleta para pasar la noche, pero imaginé que podría
usar mierda de Brady. Vestir su ropa. No iría a esa casa, y la señora Ames
llevó mis cosas a su casa, pero tampoco podía ir ahí. Debí llamarla para
que no se preocupara, pero el temor de que Willa pudiera responder me lo
impidió. Quizás más tarde llamaría. Si Willa contestaba, solo pediría hablar
con la señora Ames. Actuar como si nada hubiera pasado.
Todos sabíamos que yo era el príncipe heredero de fingir.
La madre de Brady, Coralee, abrió la puerta. Ella era la madre que
nunca tuve.
—Gunner, es bueno verte. Entra. Acabo de llevarles aperitivos a los
demás. Galletas de chispas de chocolate recién salidas del horno.
Justo lo que quería escuchar.
—Gracias, señora Higgens —dije, y palmeó mi espalda de forma
maternal mientras pasaba junto a ella, pasándola por lo menos por
diecisiete centímetros.
—Están en la sala a punto de ver el partido de la semana pasada,
de nuevo —añadió con un suspiro divertido.
A menudo veíamos nuestros juegos de la semana pasada una y otra
vez para mejorar lo que arruinamos y perfeccionar lo que funcionaba. Eso
ayudaría a despejar mi mente. Me encantaba esta casa.
—Está bien —contesté, y luego me dirigí a la sala, donde podía
escuchar la voz de Brady aumentando como lo hacía cuando se
emocionaba con un partido.
—No digo que sea malo. Digo que si lo tomamos más cerca y lo
reforzamos, podríamos demoler a los Troyanos el viernes por la noche. —
Fue el argumento de Brady cuando entré en la habitación.
—Y digo que parece tan reforzado como podemos lograrlo —
respondió West, sonando molesto.
—¿Podrían comer las galletas y dejar de discutir sobre esto? —
preguntó Maggie.
—Me comeré las galletas en silencio —añadí a la conversación, y los
tres pares de ojos se volvieron hacia mí.
—Gunner, bien, estás aquí. Escucha, mira esta jugada y cuéntale a
ese cabeza dura que se puede reforzar y podemos tirar a Nash para el
rompimiento. —Brady parecía apasionado y entusiasmado. Por eso iría a
una universidad de la Conferencia del Sureste y haría una carrera fuera del
juego. Veía lo que los demás no.
—¿Puedo comer galletas primero? Tu mamá dijo que todavía están
calientes.
Maggie se echó a reír, y Brady rodó los ojos. —Tenemos un juego que
ganar el viernes por la noche, y te preocupas por las galletas.
Asentí. —Así es.
Maggie señaló la mesa donde Coralee dejó una gran bandeja de
galletas, unos pequeños sándwiches y un plato de papas fritas de
barbacoa. Me acerqué a ella y tomé tres galletas de buena medida y me
serví un vaso de leche de la botella que colocó en hielo. Coralee Higgens
era como Martha Maldita Stewart.
Brady suspiró dramáticamente y se dejó caer sobre la silla de cuero
detrás de él. —Me rindo —gruñó.
—¿Eso significa que podemos ver un episodio de Fuller House? —
preguntó Maggie en un tono que no era serio. Bromeaba con su primo.
—¿Qué demonios es Fuller House? —preguntó Brady mientras me
acercaba para sentarme en la otra silla vacía.
—Full House crecidos —explicó Maggie.
—¿Full House, ese programa de como los ochenta o algo así?
Maggie asintió. —Sip.
Eso solo consiguió otro gruñido irritado de Brady.
—Él está enfocado en ganar. Eso lo pone de mal humor —le dijo
West a Maggie mientras sostenía su mano en la suya. Lo llamaría mandilón,
pero el tipo perdió a su padre recientemente y Maggie lo ayudó a
mantenerse de una pieza.
—¿Viste a Willa esta tarde? —preguntó Brady mientras volvía su
atención hacia mí.
No quería hablar de Willa. Me encogí de hombros. —No. No la he
visto desde que llegamos a la escuela.
Brady frunció el ceño. —Parecía molesta después de la escuela. Me
preguntaba si te dijo algo. Me prometió que estaba bien, pero no era
cierto. Me pregunto si le molesta la mierda con que está lidiando en su
casa.
Culpa. Carcomió mi interior como una puñalada dolorosa en el
pecho. Estaba molesta por el beso y que la dejara. Hice eso. No con lo que
lidiaba en casa, sino con lo que le hice. Yo era un idiota. Ella ahora lo
sabía.
Quería ser todo lo que ella necesitaba, pero no podía serlo. También
me encontraba demasiado destrozado. No confiaba en mí mismo con
algo tan valioso como el corazón de Willa. Toda mi vida he sido un arruina-
todo. Actuando por la atención y logrando la peor clase. Willa necesitaba
más que yo. Quería que tuviera lo mejor. Ni siquiera era una décima parte
de lo que se merecía.
—Ella me pareció bien hoy —fue todo lo que dije—. Veamos ese
partido, y te daré mi opinión —dije, cambiando el tema de Willa y yo. No
necesitaba que Brady pensara que algo sucedió. Solo me haría sentir peor.
Además, ella lo necesitaba, y él no necesitaba pensar en ella besándome.
Brady saltó y agarró el control remoto. —Mira el lado izquierdo —dijo
con entusiasmo.
—Aquí vamos de nuevo —gruñó West.
Traducido por NnancyC
Corregido por florbarbero

Willa
El teléfono sonó, y casi no lo contesté. La última llamada era de
Gunner, que no me dijo nada, pero pidió hablar con Nonna. Al parecer se
iba a quedar a pasar la noche en lo de Brady. No tenía que preguntarme
por qué. Era obvio que me evitaba. Estuve levantándome temprano en la
mañana y yendo a la parada de autobús. Sabía sin preguntar que Gunner
no vendría a recogerme. El beso lo hizo huir. Bien. Lo que sea. Nunca
sucedería de nuevo.
Besar a Gunner me mostró lo que trataba de ignorar. Era el chico
que tenía mi corazón ahora. No Brady. Pero no podía forzarlo a quererme.
Le permitiría reaccionar como necesitara. Entendía lo de esconderse de la
vida. Yo misma lo hice.
—Contesta el teléfono —gritó Nonna desde el dormitorio. No tenía
opción. Iba a tener que contestar la estúpida cosa.
Tomando una respiración profunda y recordándome que si era
Gunner no podía maldecirlo porque él lidiaba con un montón en el
momento, alcancé el teléfono.
—Hola.
Hubo una pausa, y casi dije hola otra vez; entonces habló.
—Willa. —La voz de mi hermano me sorprendió, y me paralicé. No
me hablaba desde hace casi seis meses. Incluso cuando le llamé y escribí,
me ignoró.
—Hola, Chance. —La felicidad de escuchar su voz se sentía extraña.
Ya no me encontraba acostumbrada a tanta alegría. Pasó tanto tiempo.
—Hola. —Sonaba nervioso, pero su tono también poseía felicidad—.
¿Cómo está Nonna?
Apenas conocía a Nonna. Ella no estuvo cerca de él mucha parte
de su vida. Nuestra madre no nos traía a visitarla. Nonna tenía que ahorrar
para ir a visitarnos. —Está bien. Todavía horneando tartas y trabajando en
la gran casa.
—Genial. Um, ¿así que te gusta ahí?
Ya no estaba segura. Si él me hubiera preguntado ayer, hubiera sido
capaz de decir que sí. Pero después de hoy, y de escuchar su voz, ahora lo
extrañaba mucho y a mi vida allí. Tal vez no a mi mamá, sino a la vida que
una vez tuve.
—Sí, está bien. Aunque te extraño.
Se quedó callado por un momento antes de decir—: También te
extraño.
Mi pecho dolió por dos razones. Una, porque lo extrañaba
terriblemente, y dos, porque él me hablaba de nuevo. Temí perderlo. Él
solo sabía lo que le dijeron sobre esa noche. Nadie quería escuchar la
verdad. Pese a que la verdad no era mucho mejor. Al final Quinn se había
ahogado. Ese era el resultado de nuestros errores. Errores que nunca
podríamos borrar.
La imagen del cuerpito sin vida de Quinn flotando boca abajo en el
extremo profundo de la piscina aún me daba pesadillas. Odiaba recordar.
Esa realidad me helaba hasta los huesos.
—¿Cómo va la escuela? —Me obligué a decir mientras mi garganta
se apretaba y mi horror regresaba.
—Va bien. Mamá está embarazada. Va a tener una niña.
Aquellas palabras salieron todas apresuradas y nerviosas. Como si
estuviera casi gritándolas antes de que perdiera el coraje.
Nuestra madre iba a tener otro bebé. Una niña. Para reemplazarme.
Chance podría no entender eso, pero yo sí. Yo era su error. El obstáculo
que estorbaba en el camino de la vida que ella soñó. Nunca fui la niña
que quiso. Me dejó con su madre la mayor parte de mi vida. Era una
decepción, al igual que ella lo fue para Nonna. Así que lo iba a rehacer.
—Felicítala de mi parte —le dije—. Estoy segura que tu papá está
emocionado.
—Sí —respondió, no sonando tan seguro. Me pregunté si peleaban
mucho en frente de él.
—¿Estás emocionado por el bebé? —pregunté.
—Supongo. ¿No lloran un montón?
Sonriendo, recordé el poco tiempo que logré pasar con él cuando
era un bebé. Me maravillaba, pero nunca vivimos juntos hasta que tuvo
ocho años. No obstante, lo amaba.
—La amarás. Recuerdo cuán fascinada me encontraba contigo y tu
llanto no me molestaba mucho porque cuando estabas feliz y sonriendo,
eras el bebé más lindo que vi en mi vida.
—¿En serio? —Escuché una sonrisa en su tono.
—Sip. Pensé que eras grandioso. Todavía lo creo.
No dijo nada de inmediato. Le di tiempo para trabajar a través de
sus pensamientos. —Lamento no llamarte antes.
Era un niño. Con dos padres que me odiaban. Esa no era su culpa.
—Está bien. Entiendo. Cometí grandes errores, y es lógico que no
quisieras hablarme. Hubo momentos que ni siquiera quería verme en el
espejo. Pero te he extrañado y pensé en ti todo el tiempo.
—Pienso en ti también. Extraño que me leas Percy Jackson en la
noche. Mamá no lo hará.
Chance era disléxico y amaba los libros y leer, pero era tan difícil que
le tomaba horas leer un par de páginas. Así que a la noche solía leerle un
capítulo de la nueva novela de Percy Jackson que consiguió de la
biblioteca de la escuela. Era nuestra cosa. Extrañaba eso también.
—Echo de menos leer para ti. ¿Has estado manteniéndote al día con
tu lectura? —pregunté.
—Sí, estoy intentando. Conseguí un ochenta y cinco en mi examen
de literatura. —Sonaba tan orgulloso de sí mismo.
—¡Eso es fantástico! Estoy tan orgullosa de ti.
—Fumé marihuana con George Hasher la semana pasada —agregó,
y mi estómago cayó.
Mierda.
—Chance —dije lentamente, intentando averiguar qué decirle.
Después de todo lo que me había sucedido, pensé que él nunca tocaría
esa cosa.
—Quería entender por qué lo hiciste.
Eso dolió. Más de lo que alguna vez sabría. Puse una mano en mi
estómago y me senté en la silla más cercana. Mis rodillas se pusieron
ligeramente débiles, y me sentía enferma.
—Porque fui estúpida. Por eso lo hice, y mi estupidez cambió mi vida.
En una forma terrible, terrible. —No que tuviese que decírselo. Ya lo sabía.
—Lo sé —dijo—. Solo quería entender… las cosas.
Quería entender cómo Poppy y yo pudimos haber olvidado a su
hermana pequeña el tiempo suficiente para que cayera en la piscina,
golpeara su cabeza y se ahogara. La autopsia reveló que estuvo en el
agua por más de una hora. No había forma de salvarla. Poppy no fue
capaz de vivir con la culpa y el dolor. Así que hizo lo único que supo hacer.
Se quitó su propia vida días después.
—¿Te ayudó? —pregunté mientras quería gritarle que nunca lo
hiciera otra vez. Necesitaba saber cómo arruinó vidas y las terminó. No era
seguro y divertido. Era malvado. Lo aprendí en una forma que nunca
quería que Chance experimentase.
—Sí, no me importó nada. Pensé que la vida era graciosísima. Era
liberador, pero entiendo como eso es peligroso. No lo haré de nuevo.
Bien. El alivio me recorrió. No quería que Chance sufriera lo que yo
nunca dejaría de sufrir. Arrepentimiento, culpa, pérdida, vacío. Aquellas
me seguirían mi vida entera. Debido a que quise estar colocada y
borracha con amigos. Pensamos tan estúpidamente en que quedarnos en
casa era seguro para nosotros. No íbamos a conducir o estar en un
ambiente que podría dañarnos. Pero no consideramos que una crisis
pudiese suceder y necesitaríamos estar lo suficiente alertas para lidiar con
ello. Incluso en casa.
—No te odio —dijo Chance, y las lágrimas quemaron mis ojos.
—Bueno, porque yo te amo más que a la vida.
—También te amo.
Traducido por NnancyC
Corregido por florbarbero

Gunner
La evité por cuatro días. Ni siquiera hice contacto visual con ella. Era
un día de juego, y mi mente se centró en una sola cosa. Ganarlo. Una vez
que hubiésemos ganado, iba a llevar a Serena a mi camioneta y pasar
varias horas. Era un juego local, y me hallaba listo para ello.
Al salir de mi segundo periodo, me topé con Asa y Willa, que
hablaban. Willa le sonreía y los observé de cerca. ¿Cuándo se volvieron
tan amiguitos?
—Te veré en el almuerzo —dijo él mientras me acercaba a ellos.
Ella se giró para irse y sus ojos encontraron los míos. Por un momento
hubo un destello que uno podía haber confundido por estar complacida.
Pero entonces fueron vacíos y se alejó como si ni siquiera hubiera estado
parado allí. Me dolió. Pedí eso, pero todavía dolió malditamente mucho.
—¿Qué pasa contigo y Willa estando tan amiguitos? —le pregunté a
Asa, incapaz de fingir que no me importaba. ¿Dónde mierda andaba
Brady? Tuvo una gran oportunidad aquí, y la dejó pasar.
—Voy a llevarla al baile esta noche —dijo, sonriendo como si hubiera
ganado la lotería.
—Pensé que Brady lo haría —dije, sin saber si eso siquiera estaba
cerca de la verdad. Solo asumí que Brady se lo pediría.
Frunció el ceño. —Noo, va a llevar a Ivy.
Nunca reunió el valor para botar a Ivy. Bueno, entonces se lo
merecía. Podría ver a Willa bailar con Asa y enfurruñarse toda la noche. Yo
no iba a bailar. Tenía otros planes. Unos que no me hacían pensar en
padres y mi casa a la que todavía no regresaba.
No obstante, iba a tener que ir después de la escuela. Tenía que
resolver mi mierda para esta noche. Con suerte ningún padre estaría allí.
Rhett todavía ignoraba mis llamadas y mensajes de texto. Intentaba no
dejar que me afectara. Pero lo hacía. Siempre fuimos cercanos. Para Rhett,
esto tenía que haber sido difícil de escuchar. Yo supe la mayoría de las
mentiras por años. Pero no podía hablar con él y comprobarlo si no
regresaba mis llamadas o textos.
Brady detuvo a Willa, y los observé. Él era todo sonrisas, y sabía que le
gustaba la cosa de traerla a la escuela. Salía temprano y siempre pasaba
más tiempo en su llegada. Por qué dejó a Asa tener una oportunidad con
ella, no lo entendía. Obviamente él aún no la había besado. Maldita sea,
ese beso. Se encontraba presente en cada uno de mis pensamientos.
Soñaba sobre eso. Ese beso me controlaba, y ni siquiera me importaba.
—La traigo a la escuela desde el lunes. Le pregunté, y dijo que sí. Me
alegra que decidieras arrojar ese trabajo a un chico que aprovechara la
oportunidad.
Mierda.
¿Cuál era el asunto de Brady?
—Ni siquiera la conoces. —Mi comentario sonó más molesto que lo
que tuve intención. Pero lo que sea.
Asa se encogió de hombros. —Voy a llegar a conocerla. Me gusta lo
que sé.
Ella tenía un infierno en su vida que él no podía comenzar a
entender. No era mi lugar decirle, y sus secretos permanecerían como
tales. Sus secretos. Los protegería.
—No la lastimes. —De acuerdo, eso salió como una advertencia.
Qué demonios… lo era.
—No planeo hacerlo. Jesús, retrocede. Me gusta ella.
El impulso de golpear mi puño en su cara era fuerte, pero no el mejor
movimiento. Conocía a Asa. Éramos amigos. Era un buen chico. Yo estaba
siendo ridículo y tal vez un poquito celoso. Tenía que dejar ir esto. Jamás
iba a tener una relación real, así que nunca iba a tener a Willa. Ese beso…
bueno, fue mi advertencia. De que no podía siquiera tener una pequeña
probada de ella. Yo me encontraba demasiado arruinado.
Ella necesitaba un Brady Higgens, maldita sea. ¿Por qué no tomó
ventaja de esto?
Dios, él era un tonto. Ni siquiera le gustaba Ivy.
West solía ayudar a mantener la cabeza de Brady en orden, pero
últimamente Maggie era todo lo que West podía pensar. Me pregunté si la
primera vez que besó a Maggie sintió que la tierra se movió. Eso le daría
sentido a por qué se encariñó tanto con ella tan rápidamente.
—Te veré en el almuerzo —dijo Asa con una mirada de molestia ante
que lo ignorara, entonces me dejó allí. Pensando en los motivos de por qué
ese beso con Willa no podía significar más.
En mi plan de evitar a Willa no fui enfrentado con ella sentándose a
mi mesa durante el almuerzo con el equipo. Y Serena prácticamente
sentada en mi regazo. Esto era incómodo. No lo fue antes, y ese estúpido
beso lo hizo de esta manera. Por suerte, Asa no tomó un lugar cerca de mí,
así que no los tenía directamente a mi lado. Después de mi comentario en
el pasillo, Asa hizo el movimiento de sentarse a la mesa más cerca de Nash
y Ryker. West y Brady se hallaban más cerca de mí. Lo cual significaba que
Ivy y Maggie también. Era evidente que Maggie no era una fan de Ivy o
Serena, así que no pareció cómoda.
Ivy parloteaba sobre aquellos estúpidos brownies que su mamá hizo
para Brady como si fuera la mejor novia en el planeta, y traté de ignorarla
al esforzarme por escuchar lo que hablaban Asa y Willa. Curiosamente,
Brady también. No le prestaba nada de atención a Ivy. Y noté que se
sentía culpable al respecto. Lo cual no tenía sentido. En lo más mínimo.
¿Por qué siquiera desperdiciaba el tiempo con ella? Nunca lo entendí.
—Los brownies son buenos, pero no derrota a esas galletas de la
señora Higgens —dije, queriendo callar a la chica así podría escuchar a
Willa.
—Secundo eso. Aquellas galletas son increíbles —concordó West.
Ivy se calló, aunque lucía lista para arrojarnos a ambos al otro lado
de la habitación. Observé a Willa meter un mechón de cabello detrás de
su oreja, y una sonrisa tímida jugar en sus labios. Asa usaba su encanto, al
parecer. Ella lucía a punto de sonrojarse.
Y me sentí celoso como el infierno.
Si pudiera dejar de mirar esto, ayudaría. Pero me castigaba a mí
mismo. Por qué, no tenía la certeza. El universo eligió castigarme al darme
vida. Eso debería ser suficiente para cualquier persona.
Me pregunté si Willa sintió lo mismo. Su madre no la había querido
por once años, y ahora ella regresó aquí, no deseada de nuevo. Teníamos
eso en común. Hijos nacidos de aquellos quienes no nos querían, pero nos
mantuvieron de todos modos. Si alguien pudiera entenderme, sería Willa.
Sería capaz de realmente entender lo que sentí. Ella se sentía similar.
Pero se merecía más. Me encontraba dañado. Nunca sería bueno
para ella. Era tiempo de que Willa tuviera una oportunidad en algo mejor.
Desear poder serlo, no ayudaba a ninguno de nosotros. Tenía que dejarla
ir.
Traducido por Mely08610
Corregido por florbarbero

Willa
En todo el almuerzo, él estuvo viéndome. ¿Por qué? Me evitaba
como si me fuera a tirar hacia él y demandarle que se casara conmigo por
un beso. Si tenía tanto miedo de estar cerca de mí, entonces ¿por está me
miraba? Era algo molesto. Logró meterse en mi cabeza, y pensaba que
haber aceptado ir a ese baile esta noche era mala idea.
El vestido azul que utilicé para regresar a casa de mi escuela todavía
colgaba en la puerta de mi armario. Ese vestido traía muchos recuerdos.
Todos tenían a Poppy en ellos. Nos divertimos esa noche; fue antes de que
empezáramos a fumar y a tomar. La vida era segura para ese tiempo.
Fácil.
¿Por qué pensábamos que la secundaria sería mejor? ¿Por qué no
nos quedamos de esa manera? Nos divertíamos. Reíamos y disfrutábamos
de la vida. Pero dejamos entrar a un chico en nuestro mundo, y cambió
todo. Para siempre.
No estaba segura de utilizar ese vestido. No de nuevo. Me senté en
la orilla de mi cama y lo observé. El deseo de colocarlo de nuevo en mi
armario y encorvarme en mi cama era fuerte. No podía pensar. Dije que sí
cuando Asa me invitó ir al baile. No pensé, solo dije que sí.
Él era demasiado amable para decirle que no. Me gustaba, y yo
también parecía gustarle. Entonces tenía que ir al baile. Pero primero tenía
que ir al partido y verlo jugar. Levanté mi vista hacia el único vestido que
tenía el cual era remotamente apropiado, pero no podía usarlo.
Suspirando, me dejé caer de espaldas en mi cama con mis ojos
cerrados. Tenía tres horas para alistarme antes que Nonna me pasara a
recoger para ir al juego. No vería a Asa hasta después, notando que no
iban a su casa el día del partido. Él estaba con su equipo ahora. Mi otra
opción era irme con Ivy, y opté por descartar esta opción. Ella se hallaba
loca.
Un toque en mi puerta fue el aviso antes que Nonna la abriera y
entrara. No había seguros en el interior de la casa, nunca lo hubo. Cuando
era joven no me importaba. Ahora me gustaba mi privacidad, así que
apestaba.
—¿Ya decidiste que utilizarás? —me preguntó.
Miré al vestido y luego fruncí el ceño. —No.
Nonna siguió mi mirada, y luego entró a la habitación dudosamente.
—¿Ese es el que utilizaste el año pasado?
Asentí y alejé la mirada de él de nuevo. No fui capaz de tirarlo. Usarlo
era muy doloroso, pero era un recuerdo de Poppy. No podía separarme de
él.
—Tengo guardados algunos de los viejos vestidos de tu madre.
Puedo hacerles algunos arreglos si encuentras alguno que quisieras utilizar.
No noté que Nonna guardaba algo de mi madre. Ellas no fueron
muy cercanas. —¿Qué tan malos son?
Nonna sonrió y se encogió de hombros. —No son malos. La moda no
ha cambiado mucho en los últimos dieciséis años. Tenías un año cuando
ella utilizó dos de ellos.
Esa era mi mejor opción. Me paré y asentí. —Entonces hagamos esto.
Nunca en mi vida había estado dentro del armario de Nonna. De
niña, dormía en su habitación cuando me encontraba asustada, pero
nunca entré a su armario. Ella lo abrió y me indicó que entrara. —Hay
algunos ahí que creo que te quedarían bien.
No me encontraba segura acerca de esto, pero tendría la mente
abierta. Al menos nadie tendría el mismo vestido. Me acerqué a ella,
cuando empujó algo de su ropa dentro y buscó en el fondo de su armario
cerca de la pared.
El primer vestido que sacó era de gasa rosada con una falda de
bailarina. Estaba segura que era un furor en aquel día, pero no era mi
estilo. Arrugué la nariz y sacudí mi cabeza. Nonna se rio entre dientes. —Yo
tampoco era fan en ese entonces, pero tu madre sí.
Si dependía del gusto de mi madre en la secundaria, no íbamos a
tener éxito.
Después, Nonna sacó un vestido color crema estilo baby doll que era
sin tirantes y tenía una capa de encaje. Tenía un aspecto clásico, casi de
los cincuenta o antes. Lo amé. Lo alcancé y lo sostuve delante de mí en el
espejo. Caía unos centímetros debajo de mi rodilla; el único problema era
que no tenía zapatos para este vestido.
—Si te gusta ese, tengo un par de zapatillas doradas que tu mamá
utilizaba con ese vestido. En ese entonces ella calzaba como tú.
—¿Todavía los tienes? —le pregunté asombrada.
Asintió. —Sí, pensé que tal vez algún día podrías utilizar sus cosas, así
que las guardé. Mira, sí tenía razón.
Otra vez, deseé que mi Nonna fuera mi madre. Ella era mucho mejor
que su hija. No tenía ningún rencor por Nonna. Me aceptó y cuidó desde el
principio. Mi madre se aseguró de recordarme una y otra vez, que arruiné
sus años de adolescencia.
—Gracias. —Traté de ocultar la emoción en mi voz. Era una cosa
sencilla; conservar la ropa que tal vez algún día iba a necesitar utilizar. Pero
lo hizo por mí. Eso lo hizo especial. Casi nunca me sentía especial. Nonna
era la única que me dio eso.
Me sonrió mientas sostenía una caja de zapatos. —Ve, alístate para
tu noche. Es tiempo de que te diviertas un poco. Vivir con arrepentimiento
y culpabilidad no es sano.
Nonna no me preguntó los detalles de esa noche. Ella sabía lo que le
dijo mi madre, pero nunca me preguntó. Quería contarle la verdad. Mi
versión de la historia. No era mucho mejor que el de mi madre, pero era la
historia verdadera.
—No sabía que Quinn estaba ahí. La hermana pequeña de Poppy —
comencé y esperé para ver si no me callaba como lo hacían mi madre y
mi padrastro cuando les intentaba explicar. —Cuando siguió en silencio,
continué—: Cuando llegué ahí, pensé que éramos solos nosotras. Iban a
llegar unos de nuestros amigos, y planeábamos una fiesta. Lo hicimos
antes. Los padres de Poppy dejaron a Quinn arriba dormida, y le dijeron
que la cuidara. Poppy no me lo dijo. Ella no le dijo a nadie que Quinn se
hallaba ahí. Creo que pensó que todos se iban a ir si había un niño ahí, no
estoy segura de por qué… sé que nunca imaginó que Quinn se levantaría
de la cama y saldría. Tenía un sueño profundo.
Me detuve y esperé, pero Nonna no dijo nada. —No tendría que
haber estado fumando y tomando. Lo sabía, pero disfrutaba del escape.
Todas mis preocupaciones y mis asuntos de la casa desaparecían, y podría
disfrutar. Pero si hubiera sabido que Quinn se encontraba ahí, nunca lo
hubiera hecho. Siempre la cuidábamos cuando estaba en casa. Nunca
hacíamos nuestras cosas cuando se suponía que tendríamos que estar
cuidándola. Siempre me pregunté si Poppy ya estaba drogada cuando sus
padres la dejaron con Quinn. Eso es lo único que podría tener sentido.
Ella amaba a su hermanita. Podría haber sido una molestia a veces,
pero Poppy la protegía. Las dos lo hacíamos. Me sentí muy confundida
cuando salí corriendo para ver el cuerpo de Quinn flotando en la piscina.
¿Por qué se encontraba ahí? ¿De dónde salió? Poppy no paraba de gritar.
No cuando llegó la ambulancia y luego los policías. Tuvieron que sedarla
para poder calmarla. Estuvo tres días sedada porque cuando despertaba,
gritaba y lloraba el nombre de Quinn. Fue en el cuarto día cuando se
levantó sola, entró al armario de su padre, encontró su pistola, y luego se
quitó su vida.
—La tragedia siempre nos golpea a cada uno en algún punto de
nuestra vida. Las personas cometen errores, y algunos son lo suficiente
afortunados para poder seguir caminando sin dejar huellas, mientras que
otros viven toda su vida cargando con la decisión que tomaron. No se
puede cambiar el pasado, Willa. Pero puedes ayudar a otros a no cometer
el mismo error. —Nonna confió en mí. Ella creía en mí otra vez. Mi corazón
se sintió lleno cuando miré el amor en sus ojos. No me sentí amada en
mucho tiempo.
Mientras me vestía pensé en eso todo el tiempo. Quería de alguna
manera que la vida de Quinn y Poppy valieran la pena. Hacer sus marcas
en este mundo importantes y recordadas.
Gracias a Nonna, tenía una idea.
Traducido por Bella’
Corregido por karalunab_

Brady
Yo tenía razón. Reducimos el lado izquierdo, y nadie pasó. El juego
terminó en tres touchdowns en la primera mitad. Nos las arreglamos para
mantenerlo y conseguir una anotación más en la segunda mitad. Luego
tuvimos que cambiar un poco las cosas debido a que los Troyanos estaban
captando el asunto. Al final ganamos 38 a 17. No es un mal marcador de
bienvenida. Podría haber sido mejor.
Ivy hablaba con las otras chicas de pie alrededor sobre su vestido y
dónde lo compró. Escuché esta historia como diez veces. Ya alteraba mis
nervios. ¿En serio les importaba una mierda eso?
Mi atención se movió a la entrada cuando Gunner entró con Serena,
quien iba vestida como si estuviese a punto de bailar en un tubo. Me
encontraba seguro de que eso hacía feliz a Gunner. Deseaba que Ivy esté
vestida como si estuviera a punto de bailar en un tubo. Al menos estaría
interesado en lo que decía. No, eso era superficial. Demonios, necesitaba
trabajar en mis pensamientos. Mi mamá me educó mejor que eso.
—¿Qué está usando? —el falso susurro de Ivy fue más un fuerte siseo.
Rodando los ojos, murmuré un “Ahora regreso”. Entonces me dirigí a hablar
con West. Maggie se encontraba con él, pero parecía tan emocionada
con estar aquí como yo. Sin embargo, pasó unas buenas dos horas
alistándose, de acuerdo a mamá. Hablé con ella después del partido, y
quería decirme que me asegurara de que Maggie tuviera un buen rato.
Ella parecía olvidar que mi prima no era más mi responsabilidad para estas
cosas. Ella salía con West, quien la cuidaba bien. Yo era libre de culpa.
—Oye —dijo West con un asentimiento—, final de la tercera, ese
pase fue una belleza.
Me encogí de hombros. —Todos mis pases son hermosos. —Eso no
era cierto y ambos lo sabíamos, pero ganamos, así que era hora de
fanfarronear. Hubo un montón de jugadas que me disgustaron esta noche,
pero lidiaría con ello más tarde.
West se rió entre dientes.
Eché un vistazo sobre mi hombro para ver si Ivy se dirigía hacia mí,
pero mi mirada nunca llegó a ella. En cambio, fue instantáneamente a
alguien más.
A Willa.
—Oh vaya, me encanta su vestido —dijo Maggie detrás de mí.
El rubio cabello de Willa se encontraba rizado y colgaba flojamente
alrededor de sus hombros. Sus ojos lucían incluso más grandes con el
maquillaje que usaba. El labial rojo sobre su boca lucía elegante con el
bonito vestido que llevaba.
—Asa se encontraba entusiasmado sobre esta cita. Parece que es
feliz —añadió West a la conversación que ya no seguía teniendo con ellos.
Mi atención se hallaba completamente sobre Willa. Tomé cada detalle y
deseé mucho haber roto esta cita con Ivy. Podría haber tenido a Willa a mi
lado esta noche. Pero hacerme herir a Ivy no fue posible. No se lo merecía.
Por fin regresé a su rostro, esperando atrapar su mirada, pero su
atención se encontraba en otro lugar. Seguí su mirada directamente a
Gunner, que también la miraba. Parecía que ambos fuesen inconscientes
de alguien más en la habitación. La realidad de esto se hundía, y deseé
que no lo hiciera. Si ellos se deseaban, ¿por qué se evitaban? Y, ¿cuándo
en el infierno pasó? Yo fui el que besó a Willa. El que flirteó con ella. Gunner
la trataba como a uno de los chicos. Pero tal vez esa era la diferencia.
Me di la vuelta, incapaz de mirarlos por más tiempo. Si eso era lo que
pensaba, entonces Gunner era un mayor imbécil que yo. Trajo a Serena a
este baile para algo seguro. Cuando parecía que podría haber tenido a
Willa.
Lo más probable era que tras esta noche Willa no lo miraría de la
misma manera. Él la ignoró toda la semana, y ahora se encontraba en un
baile con una chica vestida como una stripper. Inteligente.
Asa era mi amigo, pero Willa fue mía primero. Él entendería. Ya no
iba a dejar que mis problemas de culpa por romper las cosas con Ivy me
detuvieran. Ella ya arruinó mi último baile de bienvenida.
Traducido por Clara Markov
Corregido por Beatrix

Willa
Compararme con alguien más nunca fue lo mío. Era diferente por mí
misma, y me gustaba. Ahora que me comparaba con Serena, una parte
de mí se sentía avergonzada. La otra parte se daba por vencida y me
evaluaba contra ella. El problema era que iba perdiendo. Por mucho.
El ceñidísimo vestido color rojo que ella llevaba puesto era demasiado
corto, si se inclinara hacia adelante le verías las bragas. Me gustaría decir
que lucía vulgar, pero era la cita de ensueño de cada chico de diecisiete
años.
Mi vestido ya no se veía tan genial. Tomó toda mi fuerza de voluntad
alejar la mirada de la impresionante pareja que hacían. Pero lo logré. Vine
con Asa, quien quería mi compañía. Obviamente Gunner no lo quería.
Bien.
—¿Quieres algo de beber? —me preguntó Asa, mirándome casi con
nervios.
—Claro.
—Ahí están West y Maggie. —Asintió en su dirección. Brady también se
hallaba con ellos. Tenía la espalda dirigida hacia mí, pero incluso de esa
manera, me gustaban los oscuros pantalones de vestir que usaba con la
blanca camisa tipo Oxford. Le quedaban bien.
De pronto me di cuenta que, señalar donde se encontraban West y
Maggie significaba que era allí a donde nos dirigiríamos.
Justo antes de que los alcanzáramos, hubo un estruendo cerca de la
entrada, y todo el mundo se quedó en silencio al tiempo que su atención
se dirigía hacia allí. Yo me detuve y me giré como el resto de la habitación.
—¡¿Dónde está mi jodido tío?! —gritó un chico con todas sus fuerzas.
Arrastró las palabras y tropezó, alcanzando a golpear las mesas y
decoraciones al caminar—. ¡Sé que está aquí! —Continuó apuntando y
girándose en medio circulo, entrecerrando los ojos para enfocar.
—Mierda —murmuró Asa.
Casi le pregunté quién era cuando vi a Gunner ponerse frente a él y
agarrarlo del brazo. Entonces, todo cayó en su lugar. Ese era Rhett Lawton,
el hermano de Gunner. Apenas lo reconocí de hace seis años. Ahora se
veía más como un hombre. Llamó tío a Gunner para sacarlo de entre el
público. El secreto sucio que los Lawton guardaban era algo que Gunner
quería mantener como secreto. También debería Rhett, pero no parecía
como quererlo así.
—No pienso que él tenga un tío —susurró Asa—. El chico debe estar
borracho o drogado.
—Tengo que ir —dije a modo de explicación en tanto me apresuraba
a la salida en donde Gunner empujaba a Rhett mientras este continuaba
despotricando escandalosamente contra su tío.
Creo que Asa gritó—: Espera —pero lo ignoré. Tenía que ayudar a
Gunner.
Rhett se burlaba de él cuando los alcancé, pidiendo un préstamo.
—Cierra la jodida boca —gruñó Gunner, completamente frustrado.
Abrí la puerta y me encontré con la mirada de Gunner. No se
necesitaban palabras. Él entendió que estaba ahí para ayudar. Se metió la
mano en el bolsillo y sacó las llaves de su camioneta. —Ve por mi
camioneta. La estacioné en el aparcamiento de la izquierda cerca de la
señal.
Me arrojó las lleves; las atrapé y asentí.
—¿Quién es ella? ¿Sales con mi tío? Está jodidamente forrado.
—¡Jesús, Rhett, cállate! —ordenó Gunner, tirando de su hermano con
fuerza hasta que se hallaron lo bastante lejos de la puerta como para que
su voz no entrara.
—¿Todo bien? —La voz de Brady me detuvo cuando me giré para
conseguir la camioneta.
—Sí, estupenda y jodidamente bien. ¿No se ve? —gruñó Gunner en
respuesta.
Brady desplazó la mirada hacia mí. —¿Te vas?
—Voy por la camioneta de Gunner.
Levantó la mano. —Dame las llaves. Iré por ella.
Miré hacia Gunner por dirección y él asintió. Probablemente quería a
Brady lejos de la boca de Rhett. Por lo que le arrojé las llaves y le di las
indicaciones que Gunner me proporcionó.
Una vez que Brady se encontraba fuera del alcance del oído, Gunner
suspiró. —¿Qué diablos haces, Rhett?
Rhett se sacudió hasta liberarse de Gunner y lanzó las manos al aire. —
¡Vine a ver al príncipe bastardo de la corona! ¿Cómo es?
Gunner hizo una mueca, y quería tirar mi mano sobre la boca de su
hermano. Imbécil.
—Te llevaré a casa —dijo Gunner mirando hacia la puerta para
asegurarse que nadie nos siguió.
—¿Aún vivo allí? —preguntó Rhett en su tono sarcástico y borracho.
Gunner lo ignoró y cambió su atención a mí. —¿Podrías excusarte por
mí? No puedo regresar allí.
—Sí —contesté justo cuando la puerta se abrió y salieron Asa, Serena y
Ivy, todos buscando a sus citas.
—Mierda —murmuró Gunner.
—Yo me encargo —le aseguré, y me apresuré en su dirección.
Ivy inspeccionaba el área en busca de Brady. Serena me miraba, y
Asa parecía preocupado. —Brady fue por la camioneta de Gunner para
que él pueda llevar a Rhett a su casa. Bebió un poco demasiado. ¿Por qué
no volvemos a entrar y dejamos que se ocupen de Rhett?
—No tomaré órdenes de ti. Ni siquiera te conozco —contestó Serena
en un tono arrogante.
—Entra, Serena. Ella me está ayudando. Jesús, eres una perra. —
Gunner elevó su voz lo suficiente para que Serena sacudiera la cabeza
como si la hubiera abofeteado.
—Vete a la mierda, Gunner —fue su respuesta antes de girarse para
alejarse.
—¿Necesitarás a Brady para ayudarte a llevarlo a casa? —La
pregunta de Ivy era más que una queja.
—No —dijo bruscamente, y ella sonrió como si esta fuera la mejor
noticia que escuchó en todo el día y entró de nuevo.
Me acerqué a Asa. —Están bien ahora —le dije.
Él asintió, y empezamos a entrar cuando la voz de Gunner me detuvo.
—Quédate conmigo. —Sus ojos se veían dolidos y perdidos. Me
necesitaba y eso significaba algo.
Quedarme con él significaba dejar plantado a mi cita. Pero ¿podría
negarme cuando era la única amiga suya que sabía la verdad? Por
supuesto que no. Tampoco podía negarme cuando sabía que me quería a
su lado. Lo más inteligente sería quedarme con Asa. Ser una adolescente
normal y concentrarme en mis metas. La razón por la que regresé aquí.
Eso no importaba. Gunner se volvió más importante para mí que todo
eso. Enfrentarlo era lo único que podía hacer.
Alcé la vista hacia Asa. —Tengo que quedarme con él.
Asa miró a Gunner, luego a mí, antes de asentir y entrar. Parecía
decepcionado. Lo vi en sus ojos.
Los problemas de Gunner eran más grandes que perder tu cita del
baile.
Traducido por Clara Markov
Corregido por Beatrix

Gunner
Llamé siete veces a su patético trasero. Ni una vez me contestó o
regresó la llamada. Aun así, se aparece en el baile de bienvenida para
gritar mierda de que soy su tío como un lunático.
—Ahí está Brady —dijo Willa, acercándose para pararse detrás de mí.
Debí haberla dejado regresar dentro con Asa, pero la necesitaba. Tenerla
cerca ayudaba. Sabía la verdad, y estaba allí como mi centro. Esta noche
no se haría más fácil, y no quería enfrentarla solo. Necesitaba a Willa
conmigo. Tenerla ahí significaba que podía enfrentar cualquier cosa. Me
calmaba y transmitía tranquilidad simplemente con estar cerca. Nunca
tuve a nadie como Willa en mi vida. Creo que lo supe cuando era niño. Ella
era especial. De la clase que solo te encuentras una vez.
Después de que la evité por días, tenía todo el derecho de
ignorarme y entrar de nuevo. Pero se quedó. Me eligió sobre Asa. Sobre el
estúpido baile dentro. Willa me hacía sentir como si perteneciera a algún
lugar. Rhett lo hizo alguna vez, porque, aunque mis padres no eran tan
aficionados a mí, él me amaba.
Ahora que mi hermano mayor, quien solía pelear mis batallas, me
rechazaba como hizo esta noche dolía. Willa consiguió que doliera menos.
Lo facilitaba. Incluso antes de que Brady saliera, me ayudó. No se quedó
parada y miró la escena.
—Gracias —le dije.
—En cualquier momento —fue su respuesta. Estaba ahí. De nuevo,
algo que nunca tuve antes.
Brady estacionó la camioneta a nuestro lado. Comencé a darle una
excusa para que volviera a entrar cuando Willa se le acercó.
—Ivy está causando una escena. Le dije que regresarías en nada. Ve
a tranquilizarle, y yo ayudaré aquí. Ivy no me escuchará.
Brady giró su mirada hacia mí como si no supiera con seguridad si
dejarme solo.
—Ve. Tiene razón. Esa perra loca salió gritando y haciendo mierda.
Brady asintió. —De acuerdo, lo siento por eso. Volveré dentro de
poco para ver si me necesitan.
—Gracias —dije, sabiendo que me habría ido antes de que volviera
a salir.
Las puertas se abrieron otra vez, y esta vez salieron West, Nash y
Ryker. Mierda, todo el grupo venía a ayudar. —Ayuda con eso —le susurré
a Brady, y me dio un asentimiento de comprensión.
—Súbete a la camioneta —le dije en voz baja a Rhett, y comencé a
acercarlo a la puerta de pasajero que Willa abrió por mí.
Rhett chocó contra Willa, y lo jalé. —¡Cuidado!
Él comenzó a reírse a carcajadas con una risa maniática. —Te gusta.
Eso es muy dulce. ¿Sabías que él era mi tío? Es un bastardo, pero está
forrado.
Comencé a gritarle de nuevo, pero Willa habló primero.
—Sí, lo sé, y por cómo se ve, hacerlo enojar es estúpido. Tranquilízate
y no lo hagas tu enemigo. Necesitas esa prestación.
Los ojos de Rhett se ampliaron, y por primera vez en todo el maldito
día, me reí.
—¿Quién mierda eres? —preguntó, arrastrando las palabras cada
vez más.
—Soy Willa Ames, idiota —replicó.
Luego él sonrió. —Willa Ames, has crecido.
Conocía esa sonrisa. Podría estar borracho, pero ella le atraía. ¿A
quién no? Willa era hermosa. Y toleraba a mi hermano borracho por mí. Fui
su elección cuando se le pidió una, y eso me hizo sentir más por ella de lo
que nunca había sentido.
—Súbete a la camioneta, Rhett —demandé, empujándolo a la
ahora abierta puerta de pasajero.
—Espera… pensé que te habías mudado. —Seguía atorado con
Willa.
—Me mudé de regreso. —La manera en que le daba respuestas
cortas y molestas era divertido.
Él le dio una sonrisa coqueta que incluso sacaba bien al
emborracharse. —Puede que necesite quedarme en el pueblo un poco
más.
—Puede que no tengas una casa en la que quedarte si no subes tu
trasero borracho a la camioneta ahora —añadí con más fuerza, y lo
empujé hasta que se tropezó y se tuvo que agarrar del asiento para evitar
caerse.
—Sí, señor, tío, señor. En verdad te estás volviendo mandón con todo
este poder.
Miré a Willa, que rodó los ojos por ese comentario. Necesitaba ese
poco toque de humor ahora mismo. Ella me mantenía alejado de perder el
control. Se la debía.
Cuando Rhett finalmente se subió a mi camioneta, quería pedirle a
Willa que también se subiera. La quería conmigo. No quería pedirle que se
perdiera la noche entera, pero sonaba terrible regresar a esa casa con
Rhett en esta condición.
Pero ¿podía meterla en esta mierda? ¿Eso siquiera era justo?
No.
Antes de que siquiera pudiera decir algo, ella abrió la puerta trasera
de mi cabina extendida y se subió. No me preguntó o esperó a que la
invitara. Simplemente se dejó llevar. Mi pecho se sentía lleno. Era una
sensación extraña a la cual no me sentía acostumbrado.
Quería volverle a agradecer, pero por el momento no podía. Mi
pecho tenso hacía que mi garganta se sintiera rara. Por lo que me subí en
el asiento de conductor y nos alejé del aparcamiento de la escuela antes
de que Rhett hiciera otra cosa estúpida.
—¿Iremos a tu castillo? —me preguntó inclinando su cabeza contra
el respaldo del asiento.
—¿Cuál es el problema? ¿Crees que quería esto? ¿Que ser el
bastardo de nuestro abuelo es algo bueno? Jesús, Rhett, deja de
enfocarte en cómo esto te afecta a ti.
Se rio de nuevo, y realmente quería detenerme y sacarlo a golpes,
después llevar a Willa a algún lugar para estar solos de forma que pudiera
volver a besarla. En esta ocasión no huiría.
—¿No es todo siempre sobre ti? —gruñó Rhett.
No tenía idea a lo que se refería. Le disparé una mirada y me giré
hacia el camino que nos llevaba hacia nuestra casa.
—Cada vez que quería algo, mamá siempre decía que no si tú no
podías tener lo mismo. Así que papá no lo conseguía. Me perdí todo tipo
de mierda por tu culpa. Ahora sé la razón. Todo el maldito dinero era tuyo.
Agarrando el volante con más fuerza, golpeé el freno y estacioné la
camioneta.
—He pasado mi vida entera intentando complacer a un hombre que
jamás me aceptaría. A un hombre que pensé era mi padre. Era un niño,
Rhett, y quería que mi padre me amara tanto como amaba a su otro hijo.
Nada de lo que hice fue suficiente. Era cruel. Ahora lo entiendo. Es injusto,
pero lo entiendo. No te atrevas a contarme tu triste historia sobre alguna
cosa estúpida que querías y no obtuviste por mi culpa. Tú tuviste lo que yo
jamás conseguí. El amor de nuestros padres.
—No son nuestros padres. Solo compartimos mamá.
Esas palabras cambiarían nuestra relación para siempre. No me
importaba que estuviera borracho. No me importaba que se sintiera
deprimido porque la fortuna que pensó que era toda suya, no lo fuera. La
frialdad en su tono me quitó algo. Algo que jamás tendría de regreso.
—Entonces tiene suerte. Odiaría saber que tenía la oportunidad de
convertirse en alguien como tú —dijo Willa desde el asiento trasero.
La volteé a ver en el retrovisor. Tenía a alguien a mi lado. No la
merecía, pero me sentía agradecido de tenerla.
Traducido por **Nore**
Corregido por Beatrix

Willa
Cuando salté en la parte trasera de la camioneta, no pensé en lo
que haría cuando llegáramos a la casa de Gunner. Si entrara en medio de
esta tormenta de fuego, Nonna estaría furiosa. No podía molestarla; ella
era todo lo que tenía.
Enviar a Gunner dentro para enfrentar esto solo parecía imposible
también. Cuando pasamos por la entrada de la casa de Nonna y él no
entró, sabía que esperaba que fuera con él para enfrentar este lío.
Supongo que tal vez me dejaría vivir en la casa del árbol si Nonna
me echaba. Eso fue una broma, pero aun así. Podía necesitar alojamiento
pronto.
Gunner aparcó delante de su casa y se volvió hacia Rhett. —Vete —
ordenó, pero no se movió.
No me metería en problemas por esto. Rhett murmuró unas
maldiciones, luego abrió la puerta para salir. —¿Dónde está mi coche? —
preguntó, mirando a su alrededor.
—En la escuela. Estás demasiado borracho como para conducir.
Llévatelo por la mañana. —Gunner se volvió para mirarme—. ¿Quieres subir
aquí?
Me desabroché y subí al asiento, luego cerré la puerta que Rhett
dejó abierta. —¿Vamos a regresar al baile? —pregunté, confundida.
Gunner sacudió la cabeza. —No, no puedo lidiar con eso en este
momento. ¿Te parece bien ir a otro lugar?
Me encontraba bien con lo que fuera. Gunner me necesitaba, y me
gustaba estar con él. Lo tenía de vuelta. Ser ignorada por él los últimos días
fue difícil.
—Claro —respondí, y luego sentí una punzada de culpa por Asa. Huí
de él. Probablemente debería volver, pero algo me mantenía aquí.
—Ojalá pudiera salir de esta ciudad y no mirar atrás. Sin padres, sin
apellido, sin nada de mierda. Solo huir. ¿Sabes?
Comprendí por qué quería hacerlo ahora, pero eso no sería para
siempre. Todavía no había tenido tiempo de procesarlo todo. Adaptarse a
todo esto era solo el comienzo para él.
—Has estado bien esta noche, tratando con Rhett. Si no lo supiera,
pensaría que eres el mayor.
Gunner sonrió y me miró. —Gracias. Eso ha sido la primera vez.
Normalmente es Rhett quien saca mi culo de situaciones feas. No suelo ser
yo el que calme las cosas.
No recordaba mucho de Rhett, salvo que era un elitista mimado en
aquel entonces. No sabía cómo describirlo cuando era niño, pero mirando
hacia atrás, comprendí por qué no me preocupé mucho por él.
—Después de la forma en que ha actuado la semana pasada, me
pregunto si Riley no mintió —dijo Gunner, más para sí mismo que para mí.
No me hallaba segura de lo que hablaba. Pero me animé ante la mención
del nombre de Riley.
—¿Él y Riley salieron? —indagué, preguntándome por qué ella me
advirtió contra ellos y por qué parecía que la odiaban por aquí.
—No. Riley y yo salimos. Hasta que ella culpó a Rhett por violarla y
dejarla embarazada.
Oh. Guau. No era lo que esperaba escuchar.
—Ni siquiera tuvimos relaciones sexuales. Ella tenía miedo, y éramos
más jóvenes. Luego comenzó a decir que Rhett la violó y que estaba
embarazada. Mis padres, o más bien los de Rhett, lo hicieron desaparecer.
Y a ella. Pero aun así, permaneció en el aire durante un tiempo. Casi le
costó a Rhett su beca. Ella admitió que mintió, luego salió de la ciudad.
La chica que conocí no parecía del tipo de mentir sobre algo así,
pero entonces apenas pasé tiempo con ella. Rhett, por el contrario, podría
saber eso. —Volvió, ¿no?
Gunner se encogió de hombros. —Sí, supongo. No lo sé. Ella te dio un
aventón, así que supongo que tuve suerte allí. No habrías querido caminar
por ese oscuro camino por kilómetros.
Sonaba como si tuviera un pasado sórdido como el mío. No la vi
desde aquella noche. De todas las chicas de esta ciudad que conocí
hasta ahora, pensé que Riley sería la única a la que vincularía con los
mejores.
El rostro de Poppy se instaló inmediatamente en mi cabeza, y aplasté
ese pensamiento. Una vez tuve una mejor amiga, y no estuve allí cuando
me necesitó. No la salvé a ella ni a Quinn. No necesitaba otra amiga como
Poppy. No era buena en eso.
—¿Adónde vamos? —pregunté, deseando cambiar de tema.
—Al lago —respondió.
El lago que recordaba se encontraba fuera de límites para nosotros
como niños. Se hallaba lejos en el lado opuesto de la propiedad Lawton,
de Nonna. La casa de Nonna estaba en una esquina. El lago, en la otra.
Aparentemente el “padre” de Gunner tuvo una hermana menor cuando
eran niños que se ahogó allá después de ser mordida por una serpiente.
—He oído hablar del lago, pero nunca lo he visto —dije, de repente
curiosa.
Se encogió de hombros. —No es grandioso. Pero tiene una cascada
que mi abuelo… O padre… Quien quiera que sea, la puso en memoria de
mi tía Violet. O supongo que era mi hermana. Mierda. —Terminó con un
murmullo.
—¿Cuándo regresaste por primera vez? —pregunté, esperando que
su mente se desviara de la dirección en que se dirigía actualmente.
—Cuando tenía doce años. Nash, Brady, West y yo decidimos ir a
acampar allí. No terminó bien cuando mis padres nos encontraron. Mi
mamá lloró y lloró. Me sorprendió que le importara tanto. Esa fue la primera
vez en mi vida que sentí que me amaba. Supongo que por eso todavía
vengo aquí.
Salió por el camino principal que rodeaba la residencia de Lawton, y
bajamos por un camino cubierto de hierba. La luna se hallaba casi llena, y
hacía brillar el agua. Me pregunté sobre la chica que se ahogó aquí y la
edad que tuvo. ¿Intentó escabullirse para nadar ese día, o alguien la trajo
aquí? La niña que nunca llegó a crecer y experimentar la vida siempre me
intrigó. Pero Gunner nunca tuvo esas respuestas, y me hallaba demasiado
asustada para preguntar. Habíamos hablado de ello cuando éramos más
jóvenes y nos preguntamos cuál era su historia.
—Es hermoso aquí. Tranquilo. —No conocía al verdadero padre de
Gunner. Falleció cuando él era joven, pero si conmemoró a su hija de esta
manera, pensé que debía de ser un buen hombre. No como su hijo mayor,
que nunca lo vi decir una palabra amable.
—Es mi lugar para escapar. Ellos no saben que vengo aquí, e incluso
si lo saben, ya no les importa. Supongo que si me ahogara sería útil.
Tendrían que conservar todo ese dinero y poder de Lawton para sí mismos.
No entregarlo al hijo bastardo.
Sus palabras eran tan crudas que hizo doler a mi corazón. Incluso
ahora, el chico arrogante y bravucón aún se sentía indeseado. Sin amor.
Odiaba eso. Gunner era especial. No era todo lo que brillaba. Estaba
dañado, pero en el fondo era amable. Le importaba. Se encontraba
demasiado asustado para mostrarle a nadie.
—Brady y West estarían devastados si te ahogaras. Los otros chicos
también. Te aman. Nonna sería un desastre. Ella siempre te ha amado… Y
yo también estaría devastada. —Quería que recordara que no era solo la
familia lo que importaba. Tenía amigos a su alrededor que les importaba.
No se encontraba solo.
Giró su cabeza para que sus ojos se encontraran con los míos.
—¿Estarías devastada? —preguntó. Un pequeño giro hacia arriba en
la esquina de sus labios me hizo sonreír. También me sonrojé y eso era
tonto, pero no pude evitarlo.
—Sí. Por supuesto.
Bajó la vista a mi mano, y luego acercó la suya y la deslizó sobre la
mía. —No debería haber corrido tras el beso —dijo, todavía mirando hacia
nuestras manos—. Es solo… Fue más de lo que esperaba. Y… —Alzó los ojos
hacia los míos—. Me asustó mucho. Nunca lo sentí antes.
Las mariposas que Brady me regaló una vez no se compararon con
los murciélagos que se me escapaban en el estómago cuando Gunner
alzó la cabeza y volvió a mirarme. Esta noche vine a ayudarlo. A ser su
amiga. No iba a hacer cosas típicas de chicas, exigiendo una respuesta o
explicación. Ahora tenía problemas más grandes que un beso.
Así que el hecho de que se encontraba explicando, y la razón por la
que corrió, significaba algo. Significaba algo grande, y eso me aterrorizó.
Porque también me enseñaron que no era encantadora y el amor duele.
No quería amar a Gunner Lawson. No de tal forma que pudiera romperme.
Me encontraba demasiado rota.
—Cuando las cosas se pusieron feas esta noche con Rhett, me sentí
tan jodidamente solo. Y estuviste allí. La primera para mí. La primera lista
para ayudar. Y en ese momento lo supe. Ese beso me afectó porque lo
eras. Lo que no quería. Había estado tan seguro de que eso nunca llegaría
a mi vida porque no tenía la intención de buscarlo. —Hizo una pausa,
luego sonrió y sacudió la cabeza—. Mi hermano gritaba tonterías de
borracho y se suponía que iba a callarlo, pero en ese momento todo lo
que pude pensar fue: “Entiendo por qué la gente se enamora. Mierda, lo
entiendo”.
Las lágrimas picaron en mis ojos, y me hallaba agradecida por la
limitada iluminación de aquí. No quería que sus palabras me afectaran así,
pero esa no era mi elección. Se encontraban excavando dentro de mí y se
quedaron allí. Haciéndome desear cosas que no merecía ni podía tener.
—Siempre estaré aquí para ti —le dije, incapaz de decir las otras
cosas que pensaba.
—Quiero más que eso. Te quiero. Quiero poder besarte cuando
quiera. Quiero sostener tu mano en los pasillos. Diablos, quiero que los
chicos quieran burlarse de mí por querer estar cerca de ti todo el tiempo.
—Se rió de sus palabras, y mi corazón dolió tanto que tuve problemas para
tratar de recuperar mi aliento.
Esto se movía a un ritmo que no esperaba. Aunque también lo
quería, tenía que ser justa. Él tenía que conocer mi pasado. Todo ello. Y
entendía que estaba jodida de por vida. Sin embargo, quería todas esas
cosas de todos modos.
Traducido por **Nore**
Corregido por Daliam

Gunner
—No te lo conté todo. La historia completa. Acerca de por qué
Poppy se quitó la vida. —Willa dijo esas palabras como si estuvieran siendo
arrancadas de su cuerpo y ella quería agarrarlas y retirarlas.
Yo acababa de decirle que estaba enamorado de ella sin decir las
palabras, y ella quería decirme por qué su amiga se suicidó. No entendí
esto, así que permanecí en silencio y esperé. Era algo que ella necesitaba
decir, y haría lo que ella necesitara que hiciera.
—Estábamos borrachas... y drogadas. Pero estábamos en la casa de
Poppy y eso era seguro. Pensamos. Permanecimos en la casa mientras sus
padres trabajaban en su restaurante, se pasaban unos amigos y festejamos
allí. Nadie condujo. Era algo seguro. No estábamos causando problemas.
Me gustó. La salida que me dio. Quería olvidar que mi madre me toleraba,
que ella y su marido hubieran preferido no tenerme cerca. Yo era la niña
agregada. La que ellos no querían, pero estaban atascados allí. Así que la
hierba y el vodka eran mi lugar feliz. No me importaba nada cuando
consumía uno o ambos. —Hizo una pausa y retorció sus manos firmemente
en su regazo antes de mirar fuera como si estuviera allí de nuevo. En la
casa. Viendo todo suceder delante de ella.
—Todo el mundo comete errores —le aseguré, porque en serio, si se
castigaba por emborracharse y drogarse, eso era pasarse de la raya.
Asintió. —Así es. Pero algunos no se alejan de ellos. No lo hicimos. No
Poppy, ni yo, y ni Quinn.
—¿Quién? ¿Quinn era otra amiga?
—Quinn tenía tres años. Era la hermanita pequeña de Poppy. Me
encantaba su sonrisa y su risa. Siempre fue feliz, y me amaba. Esa noche...
se hallaba arriba en su cama dormida. No lo sabía. Poppy no lo mencionó,
y normalmente ella diría que teníamos que cuidar a Quinn. No bebimos ni
fumamos cuando teníamos a Quinn allí. Pero esa noche... Poppy pensó
que sería seguro. Quinn estaba en la cama, así que no me lo dijo. No tenía
ni idea. Nadie lo sabía. Hasta… —Hizo otra pausa y un nudo enfermo se
formó en mi estómago. Yo no era un miedoso, pero, maldita sea, si esta
historia iba a donde pensaba, Willa tenía mucha más carga de la que
asumí por primera vez.
—Me tumbé en el suelo después de buscar las bolas de queso en la
despensa. Me encontraba demasiado borracha como para levantarme.
Entonces el grito... Estaba tan lleno de dolor, terror y agonía, que nunca lo
olvidaré. Poppy estaba gritando, y me levanté y salí corriendo hacia su voz.
Sabía que algo andaba mal, pero no estaba preparada para ver a Quinn
flotando en la piscina, boca abajo y sin vida. Yo... —Se detuvo y tragó
saliva mientras una lágrima silenciosa corría por su cara—. Nunca me lo
perdonaré. Nunca olvidaré. Y Quinn nunca tendrá una oportunidad en la
vida. Tampoco Poppy. Cuatro días después, ella se quitó la vida. No podía
vivir con saber que Quinn estaba muerta porque no la habíamos estado
observando. Se culpó por completo. Debería haberle preguntado. Debería
haberlo comprobado, pero no lo hice. No fue culpa suya. Cuando llegaron
los paramédicos, también lo hizo la policía. Todos fuimos arrestados por
intoxicación, uso de drogas y posesión, y luego la muerte de Quinn. Nunca
se demostró que fuera un asesinato porque no lo era. Pero nos dejaron a
cargo de cuidar a Quinn, y se había ahogado debido a nuestro consumo
de drogas y alcohol. Pasé los siguientes seis meses después del entierro de
Poppy y Quinn en un centro correccional para niñas. Cuando salí, mis
maletas estaban llenas en la puerta principal de la casa de mi madre. No
tenía a nadie más que Nonna. Me compró un billete de autobús y me trajo
de vuelta aquí.
Mierda.
Doble mierda.
¿Cómo responder a eso? Jesús, pasó por el infierno una noche de
fiesta. Tuve muchas fiestas sin otra repercusión que una mala resaca.
Todo su mundo había sido derrumbado.
—Nunca podré perdonarme. Por Quinn o Poppy. No espero que
nadie lo haga.
—Willa, nada fue tu culpa. Somos adolescentes. Se nos permite
cometer errores; es parte de crecer. Lo que te pasó no es justo. No sabías
que la niña estaba allí. ¿Cómo es su muerte tu culpa? No lo es. Poppy tuvo
la culpa. Debería haber mantenido la cabeza clara y vigilar a su hermana.
No pudo vivir con el hecho de haber abandonado a su hermana. Pero
ninguna parte de esto fue tu culpa. Eres una víctima.
Creí cada palabra que dije, pero Willa no. Lo vi en sus ojos mientras
se volvía para mirarme finalmente. Había mantenido su concentración en
el lago mientras hablaba. —Debí haberle preguntado. Dejaban en casa a
Quinn a menudo. Debería haberle preguntado.
—Quinn no era tu responsabilidad.
No dijo nada mientras levantaba una mano para quitar una nueva
lágrima que cayó. —El quince de abril fue la noche en que Quinn se
ahogó. El quince de marzo había cumplido tres años. Celebramos con una
fiesta de cumpleaños de Sofía. Princesa púrpura en todas partes.
No tenía ni idea de quién era Sofía, pero necesitaba hablar de esto.
Tuve la sensación de que no habló de ello ni una vez desde que sucedió.
Todo lo que podía hacer por ella era escuchar.
—Tenía los rizos marrones oscuros como Sofía, y yo la llamé siempre
princesa Sofía para hacerla reír. Pretendía que me confundía y pensé que
era la verdadera Sofía. Ella decía: Soy Quinn, tonta. ¿Te acuerdas de mí?
Eso solo la hizo reír más fuerte. Eran mi hogar. Quinn y Poppy. Me querían
allí. Me aceptaron allí… Las extraño.
Si pudiera tener un deseo en este mundo, sería volver atrás en el
tiempo y arreglar esto para ella. Para corregirlo, así no tendría que sentirse
culpable por ello durante toda su vida. No me importaba mi mierda de la
familia. Así que yo era un niño rico cuya madre quedó embarazada por el
hombre que se suponía era mi abuelo. No es gran cosa cuando se trata de
la muerte. Willa tenía más oscuridad que superar, y yo estaría allí para ella,
pase lo que pase. Ella podría intentarme alejarme, pero yo no me iría.
Estaba enamorado de Willa Ames. La chica que había sido y la mujer
en la que se convertía. Su corazón era tan grande y aceptable. Estar cerca
de ella hacía que las cosas parecían mejor.
Mis planes para el futuro acababan de tomar un giro inesperado.
Traducido por Chachii
Corregido por Jadasa

Willa
Tenía que callarme. Era como si las compuertas se hubieran abierto y
no pudiera contener las palabras que escapaban por mi boca. Todo lo
que reprimí. Lo que ahora era sólo recuerdos. Necesitaba decirlos. Que
alguien más supiera de la sonrisa de Quinn, como también de su risa. Era
como si de alguna manera pudiera revivirla. Al recordarla.
—¿Estuviste allí cuando Quinn nació? —Me sorprendió su pregunta.
No esperaba que hablara. Recordaba a una niña muerta que él no
conoció. Pero parecía importarle de verdad.
—Sí. Mamá me permitió ir al hospital con Poppy y su padre. Por horas
nos sentamos en la sala de espera, leyendo libros, comiendo dulces, y
mirando por la gran ventana a los otros bebés que llegaban a la
enfermería. Fue un día divertido. Cuando Quinn fue traída a la sala en los
brazos de su papá, quien tenía una enorme sonrisa, Poppy me abrazó, nos
reímos y aplaudimos a la pequeña bebé con rizos oscuros. Teníamos la
certeza de que jamás existió otro bebé más adorable.
—Entonces, era como una hermana para ti. —No era una pregunta,
sino una declaración. Y tenía razón. Al igual que Poppy, fue mi hermanita.
Nunca me perdí un cumpleaños o un Halloween aceptando su dulce o
truco. Todos mis buenos recuerdos tenían presente a Quinn y Poppy. Era
curioso, pues también se hallaban en los recuerdos más tristes.
—Ambas lo eran. Mis hermanas. Perderlas se llevó una parte de mí.
La mejor.
Era cierto. Cuando las vi tiradas en el suelo, sentí que mi corazón se
iba con ellas. Mi alegría, mi felicidad, todo lo bueno. No podía concebir
esas cosas con nadie más.
—Ambas querrían que encuentres la felicidad otra vez. Que vivas por
ellas. No volverán a la vida y es por eso que necesitas vivir por ellas. No le
hace justicia a sus vidas que no te perdones y te culpes. Desearían más
para ti. Las decepcionarías, Willa. No te culpan, y tú tampoco deberías
hacerlo. Si quieres recordarlas, entonces hazlo. Habla de ellas. Te
escucharé. Cuéntame todo. Estoy aquí. Pero no vivas sin la esperanza de
ser feliz, porque no es justo para su recuerdo.
Me giré para mirarlo. ¿Acaso esas palabras salieron de la boca de
Gunner Lawton? ¿A dónde se había ido el chico divertido y amoroso?
Sabía que era más profundo de lo que dejaba ver, pero no me hallaba
preparada para eso. Y si hablaba tan en serio como sonaba, ¿tenía razón?
¿No le hacía justicia a su memoria?
—¿Crees en lo que acabas de decir? —pregunté.
Asintió. —Diablos, por supuesto que sí. Cada maldita palabra. Y si no
quieres escucharlas ahora, prepárate para oírlo una y otra y otra vez,
porque pretendo repetirlas hasta que lo entiendas. Hasta que se vuelvan
reales para ti. Eres especial, Willa Ames. Siempre lo fuiste. Te amaron
porque vieron en ti lo mismo que yo ese día que te atrapé jugando con el
ejército de soldados. Ninguna de esas chicas querría pensar que te diste
por vencida en la vida para castigarte por sus muertes. Ni siquiera fue tu
culpa, y en el fondo, lo sabes. Simplemente no quieres escuchar la verdad
porque duele demasiado. Amaste mucho a Poppy. Pero fue su culpa,
Willa. Fue la culpa de Poppy, y ella lo sabía. No podía soportarlo. Esa es la
verdad. Acéptala.
Las lágrimas que luchaba por contener, o al menos intentaba,
comenzaron a caer. Se liberaron los sollozos que reprimí; y me encogí,
abrazándome para evitar desmoronarme por completo.
Tenía razón.
Pero dolía tanto.
Dos fuertes brazos se envolvieron a mí alrededor, y lo acepté. No dijo
nada más; e incluso si lo hizo, no habría sido capaz de escucharlo. Se liberó
el dolor que guardé por tanto tiempo. Acepté la verdad. Una que nadie
más fue capaz de decirme hasta ahora. Una que me asustaba creer o
aceptar porque me negaba a culpar a Poppy. La amaba.
Pero para superarlo, necesitaba escuchar. Gunner me dio lo que
nadie más pudo. El consuelo de que también merecía vivir. Tantas veces
pensé que debería suicidarme. Amaba a Quinn, así que, ¿por qué fui
capaz de vivir y Poppy no? ¿La amaba menos? ¿Era egoísta? Durante
mucho tiempo me hice tantas preguntas y batallé contra mis propias
emociones, que olvidé lo más importante. Aquellas que, finalmente, esta
noche dije en voz alta. A alguien que se hallaba dispuesto a escucharlas.
Lloré en sus brazos por lo que se sintió una eternidad. Empapé con
mis lágrimas la parte delantera de su camiseta, pero sus brazos jamás me
soltaron. De hecho, su agarre se volvió más fuerte con el tiempo. Cuando
todo comenzó a secarse y disminuyó la pesadez que cargué por tanto
tiempo; por primera vez, en meses, respiré de verdad, levanté la cabeza y
lo miré. A este chico que nunca esperé que se convirtiera en mi héroe.
Jamás habría imaginado que me sostendría cuando me desmoronara. Él
había estado a mi lado en tantos cambios a lo largo de mi vida. Tal vez
siempre estuvo, pero nunca lo supe o comprendí. Ahora sí.
Amaba a Gunner Lawton.
—Gracias. —Mi voz se rompió a medida que decía las palabras.
Presionó un beso en mi frente. —Siempre estaré aquí para ti.
Sí, era cierto. Me escuchaba incluso aunque su vida fuera una
mierda. —Empapé tu camiseta.
Me dio una pequeña sonrisa. —La puedo lavar.
—Yo… nunca he hablado o realmente llorado por esto.
Gunner me acercó más. —Me alegra que lo hayas hecho conmigo.
Lo necesitabas. Te has exigido suficiente. Necesitas sanar, Willa. Seguir
adelante.
—No puedo olvidarlas.
Negó con la cabeza. —No. No puedes. Tienes que vivir por ellas y
recordarlas mientras tienes la oportunidad. Hazlo por las chicas. Por ti.
—Te amo, Gunner. —Las palabras salieron de mi boca antes de que
pudiera contenerlas.
No pensé en cómo podía reaccionar, o qué podría decir, debido a
que honestamente no quise decirlo en voz alta. Pero lo hice. Ahora tenía
que enfrentarlo y lidiar con las repercusiones.
Las cuales terminaron en nada. Sin una palabra, me volvió a besar
en la frente y me llevó a casa.
Traducido por Chachii
Corregido por Julie

Gunner
Saber que amas a alguien y decirlo en voz alta son dos cosas
completamente distintas. La primera es genial, la segunda es aterradora.
Acepté el hecho de que amaba a Willa, aunque juré nunca amar a nadie.
Ella había atravesado mis muros, y me alegraba. Me hacía feliz. Estar a su
lado me hacía sentir más completo que nunca.
Sin embargo, la valentía que iba a necesitar para decírselo… me
asustaba no tener suficiente valor. Ni siquiera tenía que enfrentar el hecho
de que pudiera no sentirse de la misma manera. No había nadie allí que
pudiera salir lastimado. Ella ya me dijo las palabras. Pero incluso entonces,
decirlas las volvería reales. Tan real como el amor podía ser para mí. Nunca
le dije a nadie que lo amaba.
Ni siquiera a mis padres. Pero ellos tampoco me lo dijeron ni una vez.
No crecí en una casa donde la palabra amor fuera dicha fácilmente, a
diferencia de Brady y West. No había sido pronunciada en lo absoluto
dentro de las paredes de los Lawton.
Cuando me dijo las palabras tan fácilmente, mi pecho se contrajo
porque era la primera vez. La primera vez que las escuchaba. No fui capaz
de contestar nada. Diablos, casi se lo agradecí. Era un regalo que muchos
daban por sentado pero que otros nunca habían recibido.
En ese momento, no tenía las palabras adecuadas para lo que
sentía. Todo lo que fui capaz de hacer era sostenerla y besarle la frente.
Las lágrimas picaron en mis ojos, y la emoción me dificultaba decir algo
más. Me dio esperanza. No me di cuenta que no la tenía hasta que ella
apareció.
Si tuviera un teléfono, al menos sería capaz de mandarle un mensaje
sobre cómo me sentía. Pero no era posible, y se merecía más que eso.
Tenía que ser un hombre y decírselo a la cara. Hacerle saber que la
amaba.
En ese momento pensé que tenía que caminar a mi casa y enfrentar
la mierda que me esperaba allí. Por suerte, Rhett se hallaba demasiado
borracho. Abrí la puerta trasera y me dirigí a las escaleras sin escuchar
voces. Si pudiera evitarlas todas, lo haría.
El silencio era un alivio mientras me apresuraba por las escaleras y
me metía al único santuario que tenía aquí: mi habitación. Nunca nadie
entraba salvo la señora Ames para limpiarla. Todos los demás me dejaban
en paz. Cuando era más joven, eso me hacía sentir solo. Ahora era la
única forma de que pudiera vivir aquí.
Abriendo la puerta, entré solo para congelarme cuando mis ojos
aterrizaron en mi madre sentada en la silla frente a mi cama. No podía
recordar un momento en mi vida donde ella hubiera estado en esta
habitación. Verla aquí ahora era incómodo.
—Hola, Gunner —dijo en una voz que no contenía hostilidad ni
molestia como normalmente mostraba cuando decía mi nombre.
—Mamá —contesté, sin avanzar más porque mi lugar seguro se
acababa de convertir en un sitio extraño.
—Entra y cierra la puerta. Hay un par de cosas que necesito decirte.
Es tiempo de que lo sepas.
Me encontraba malditamente seguro de que no quería saber
ninguno de sus secretos. El último fue suficiente para toda una vida. —Si
estás a punto de decirme que la abuela Lawton es mi verdadera madre o
que soy descendiente de una tía que no conozco, ¿podrías guardártelo?
Necesito dormir un poco. —Mi tono era de molestia. Porque me sentía
jodidamente molesto.
Mi madre frunció el ceño de la forma en que sabía hacerlo:
decepcionada, y señalé la puerta. —Hablo en serio —añadí.
Sacudió la cabeza. —Deja de actuar como un niño, Gunner. Es hora
de que crezcas y te conviertas en un hombre. Esta rebelde e inmadura
persona que tanto te gusta tiene que terminar ahora. Tienes un imperio
que controlar, lo quieras o no.
No llamaría imperio al dinero de los Lawton, pero mi madre siempre
había sido más altanera que los demás. Lawton, Alabama, era… bueno, lo
que se encontraba en Alabama. Jesús. No era como si fuéramos los Trump.
—Soy estudiante de secundaria, no un graduado de la universidad.
Tu otro hijo está en la universidad, y su culo borracho llegó a casa
bailando, gritando y llamándome su tío. Fue un momento brillante para el
Imperio Lawton —me mofé.
Su rostro se tensó. No le gustaban las escenas, y Rhett causó la más
grande. Tal vez debería estar en su habitación dándole el sermón a él
acerca de crecer. Quería que ella me amara. Decir que no me importaba
era una mentira. Era mi madre, e intentaba hacerla feliz. Simplemente
nunca fui capaz.
Sacudió la cabeza como si no le importara. —Rhett no es el heredero
Lawton. Tú lo eres. Es diferente para ti. Y Rhett siempre esperó que fuera
suyo algún día. Creo que tu padre pensó que terminaría ganando al final.
Pero la voluntad es de hierro. Tu abuelo se aseguró de eso. Todo esto será
tuyo cuando cumplas los dieciocho.
¿Dieciocho? Cumpliría dieciocho en un mes.
—Querrás decir que mi padre se aseguró de que fuera de hierro. Si
vamos a admitir mi paternidad, entonces al menos debemos aceptarla y
dejar de pretender que el cretino con el que estás casada es mi padre.
Nunca lo quise como tal. Lo único bueno de todo esto es que no lo es.
Mi madre volvió a fruncir el ceño. —El resto del mundo necesita creer
que lo es. Es la única forma de salvar las apariencias.
—¿De quién? ¿La tuya? —pregunté con un gruñido. Me importaba
una mierda las apariencias. Era un Lawton.
—También la tuya. No te creas ni por un momento que la verdad no
pondrá obstáculos en tu vida. Serías el Lawton bastardo. ¿Quieres eso?
Una chica de buena familia no se casaría contigo con esa mancha en tu
pasado.
—Gracias a Dios por eso. Nunca me interesaron mucho las perras
chismosas.
—¡Gunner! Esto es serio.
Asentí. —Sí, lo es. Anduviste follando con tu suegro y tuviste un bebé,
luego le mentiste a ese bebé durante toda su vida. Es malditamente serio.
Ahora me gustaría ir a la cama. Ha sido una larga noche.
—No anduve follando con él. —Su voz se tornó histeria—. ¡Él me violó!
Esta mierda seguía poniéndose peor.
Traducido por Lvic15
Corregido por Julie

Willa
Giraba en círculos en medio de un gran campo abierto que nunca
había visto en mi vida, pero no podía disfrutar de las flores y la belleza que
me rodeaba. Debido a que había un extraño golpeteo que no podía
encontrar.
Tap, tap, tap.
Luego una pausa
Tap, tap, tap.
Pausa.
El patrón me volvía loca, y quería gritar para que se detuviera.
Después me desperté.
Tap, tap, tap.
Allí estaba de nuevo, esta vez me hallaba en mi cama y el ruido
venía de mi ventana. Tiré de las mantas, salí de la cama, y me acerqué a
la ventana para mirar a través de la cortina. O bien era un animal
molestándome, o alguien era educado antes de irrumpir en la casa y
asesinarnos. Sea como fuera, iba a comprobarlo.
Gunner no era a quien esperaba. Me inclinaba hacia un pájaro en la
ventana. Abrí la parte superior y en silencio la deslicé hacia arriba.
—Oye —dije en voz baja, preguntándome si aún estaba dormida. Si
era así, al menos el golpeteo se detuvo.
—La casa del árbol —susurró, moviendo la cabeza en esa dirección.
—¿Ahora? —pregunté, confundida. Tenían que ser, al menos, las dos
de la mañana.
—Por favor —fue su simple respuesta, pero fue suficiente. Algo
andaba mal.
—Déjame ponerme una sudadera y unos zapatos.
Asintió, luego se metió las manos en los bolsillos y esperó.
Si me atrapaban escapándome a escondidas con Gunner, estaría
acabada. Nonna confiaba en mí. Recuperé eso. Si me pillaba, entonces
perdería esa confianza. Y la necesitaba. Necesitaba su confianza… su
amor. Pero por Gunner, haría casi cualquier cosa. Otro riesgo que me
dispuse a tomar. Él no habría venido aquí si no me necesitara.
Busqué a ciegas en mi armario, sin querer encender mis luces y
llamar la atención. Nonna tenía el sueño pesado, pero se encontraba al
otro lado del pasillo. Esta casa no era grande. Tanteando, encontré una
sudadera con capucha y un par de sandalias.
Gunner seguía en la ventana esperándome cuando llegué con
ambas cosas en mi cuerpo. Mi cabello probablemente era un desastre,
pero no tenía tiempo para preocuparme por eso. Dudaba de que fuera
una preocupación de todos modos. Esto tenía que ver con su hermano,
estaba segura.
Deslizando la ventana tanto como pude, tiré una pierna hacia fuera
y luego agaché la cabeza, maniobrando el resto de mi cuerpo hasta que
mi otra pierna pudo seguirla. —La dejaré abierta —dije lo más
silenciosamente que pude.
Su mano se deslizó sobre la mía y la apretó. Sin más palabras,
caminamos en la oscuridad hacia la casa del árbol. Traté de esperar a que
dijera algo, pero cuando estuvimos lo suficientemente lejos de Nonna para
poder hablar con seguridad, todavía no lo hacía.
Así que lo hice yo.
—¿Qué hora es?
—Casi las dos y media de la mañana.
Me había llevado a casa a las once. Ese era mi toque de queda. Me
debí imaginar que iba a volver a enfrentarse a Rhett, si él seguía despierto.
—¿Las cosas van mal con Rhett? —pregunté.
Se encogió de hombros. —Realmente no. Estaba dormido cuando
llegué.
Oh.
¿Entonces por qué salía furtivamente de casa?
—¿Estás bien? —Trataba de darle espacio suficiente para decirme
exactamente lo que pasaba sin pedirlo.
—Lo estoy ahora.
Eso estuvo bien. Muy dulce, en realidad. Me gustó.
Pero todavía quería saber por qué me acababa de escapar a
hurtadillas.
Se apartó y me indicó que subiera la escalera de la casa del árbol
primero. Así que lo hice. Sólo porque se hallaba tan oscuro que no podría
ver bien mi trasero.
Cuando los dos estuvimos dentro, me di la vuelta para preguntarle
de qué se trataba, pero sus manos rodearon mis muñecas y tiró mi cuerpo
contra el suyo. Entonces su boca cubrió la mía, y no me importó nada más
sobre escaparme y qué andaba mal con Gunner. Solo quería este beso. La
suavidad de sus labios. El olor del jabón que utilizaba se elevaba de la piel
de su cuello. No podía acercarme lo suficiente.
Sus manos se movieron a mis caderas, y me sostuvieron allí mientras
me saboreaba tanto como yo. No había preocupación de que se fuera
corriendo esta vez. Lo tiraría al suelo si lo intentaba. No lo iba a dejar irse
otra vez.
Hizo que todas las películas románticas cursis que vi parecieran
realistas. Un beso que lo cambia todo ya no parecía una fantasía. Era real.
Lo experimentaba una vez más.
Cuando finalmente se retiró, protesté con lo que sonó como un
gemido. Era patética. Tenía que controlarme.
—Huye conmigo —dijo, tan cerca que su aliento me hacía cosquillas
en los labios y la nariz.
Casi asentí y acepté lo que dijo cuando me di cuenta de lo que
decía en realidad. Hice una pausa. No podía estar de acuerdo con eso.
Teníamos que terminar la secundaria e ir a la universidad. Huir no se
hallaba en los planes.
—¿De qué hablas? No podemos huir —dije lógicamente, a pesar de
que ese beso todavía hacía que mis dedos se curvaran en mis sandalias.
—No puedo vivir aquí bajo el apellido Lawton. Con una familia que
me odia por todo lo que represento para ellos. Soy la prueba del dolor y la
destrucción. Lo odio. Quiero ser sólo yo en alguna parte donde el apellido
Lawton no signifique nada.
—No puedo irme. Estoy en libertad condicional. Esta… —Estiré mis
manos—, esta es mi última oportunidad. No conseguiré otra.
Gunner suspiró con frustración. —Tengo suficiente dinero para que
nos escapemos y nunca nos encontrarán. Podemos empezar una nueva
vida. Conseguir nombres nuevos. Ser nosotros sin la mierda de nuestros
pasados. Dejar nuestros demonios aquí en Lawton y escapar lo más lejos
posible. Olvidar que todo pasó.
Lo hacía sonar tan fácil, y pude ver que creía que sería fácil. Que
podíamos simplemente empezar una nueva vida. Pero o se encontraba
cansado o pensaba que tenía más poder del que poseía en realidad. Nos
encontrarían. —No es así de simple.
—Puede serlo. ¿No confías en mí?
Confiaba en él, pero la forma en la que hablaba era una locura.
—No podemos irnos sin más. Nos buscarían, y estaríamos huyendo
siempre. Con el tiempo nos encontrarían. Además, no puedo hacerle eso a
Nonna. Siempre he contado con ella. Siempre me ha apoyado y nunca
me ha defraudado. Dejarla sin una palabra sería un error. Se preocuparía
muchísimo.
Gunner se paseó de un lado a otro, pasándose las manos por el
pelo. Me recordaba a un león enjaulado tratando de abrirse camino a la
libertad. Algo lo puso en marcha. No había estado maníaco cuando me
llevó a casa.
—¿Qué pasó? ¿Por qué quieres huir ahora?
Echó la cabeza hacia atrás y se rió en voz alta. —¿Ahora? Diablos,
Willa, he querido huir la mayor parte de mi vida. Nunca me han querido. Ni
una sola vez. Después, la única persona en la tierra que me ha dicho que
me ama no se irá conmigo. Supongo que no entiendo tan bien el amor,
porque pensé que significaba que me amabas lo suficiente como para
escaparte conmigo.
Eso fue un golpe bajo. Lanzarme mis palabras a la cara. Palabras
que dije de verdad y todavía lo hacía. Pero usarlas así era incorrecto.
—Que te ame no significa que esté dispuesta a herir a mi Nonna. Y
porque te amo no dejaré que dañes tu futuro. Tienes por delante la
universidad. Toda una vida para vivir en otro lugar y ser algo más que un
Lawton. Pero irte ahora no arreglará nada.
Se detuvo y se volteó hacia mí. —Fue violada. Mi madre no tuvo un
romance con su suegro. La violó, y luego ella trató de abortar. Él amenazó
con arruinar su nombre y dejarla en la calle si me mataba. Así que me tuvo
para salvarse a sí misma. Mi verdadero padre me lo dejó todo en su
testamento, básicamente diciendo “que se jodan” al resto de la familia.
Era sádico y cruel, y yo fui su herramienta para castigarlos. Odiaba a mi
padre porque, como yo, era un bastardo. Mi padre no es su hijo. Yo soy su
única sangre.
Oh Dios. Mi estómago se retorció, y me senté en el banco de
madera detrás de mí. ¿Cuán enfermos podían ser los Lawton? ¿Podía
empeorar? Justo cuando pensaba que ya era bastante malo, se volvía
más loco.
—La mansión donde vive mi abuela es mía. Ella nunca me ha dicho
una palabra amable en mi vida. Sin embargo, vive de mi dinero. Quiero
donar todo el maldito patrimonio para la investigación del cáncer infantil e
irme. Dejar que este pueblo se olvide que hubo una familia Lawton que lo
fundó. Debido a que están todos locos.
Entendía el ser herido por tu familia. También entendía el no sentirte
amado por tu familia. Sin embargo, yo tenía a Nonna. Él ni siquiera tuvo
eso. Mi corazón se rompió por él. Si pudiera huir, lo haría. Pero eso no iba a
solucionar nada. Alejarse de tus problemas nunca funcionaba. No
desaparecerían, te perseguirían. Lo traté de hacer, y no había sido mi cura.
Enfrentarlo y lidiar con ello fue como aprendí a sobrevivir.
—Solo nos quedan seis meses del último año. Después nos vamos de
aquí. Puedes irte y no mirar más hacia atrás. Donar todo lo que quieras.
Hacer tu vida fuera de Lawton. Sin embargo, no huyas. Enfréntate a esto y
conquístalo. Estoy aquí, y no me iré a ninguna parte.
Se sentó en el banco frente a mí y dejó caer la cabeza entre sus
manos. —Odio ese lugar. Esa casa. La odio.
—El sofá de Nonna está siempre disponible.
No dijo nada durante unos momentos, y permaneció sentado en
silencio. Dejé que se calmara. Estaba sufriendo, y me hubiera gustado
poder ir a su casa y derribar a cada persona allí. Pero eso solo me llevaría
de vuelta a un centro penitenciario.
—El mes que viene cumpliré dieciocho. Entonces todo será mío.
Guau. No me di cuenta que todo sería suyo tan pronto. Había una
gran cantidad de presión sobre él ahora. Solo empeoraría.
—Los echaré a todos. Comenzando con el hombre que he llamado
padre toda la vida. Consideré dejar que mi mamá se quedara, pero ella
quería abortar. No estoy seguro de poder perdonarla. No me ama ni me
quiere. ¿Por qué debería amarla o quererla? El niño que una vez buscó su
afecto es cosa del pasado.
—Es una decisión justa —coincidí, pero me pregunté si era realmente
lo que lo haría feliz. A veces, la venganza que buscamos no cumplía con
nuestras expectativas. Sólo nos lastimaba.
—Cásate conmigo, y vamos a vivir juntos —dijo Gunner en ese tono
loco otra vez, el mismo que usó cuando me pidió que huyera con él.
—¿Casarme contigo? Gunner, tenemos diecisiete. No nos podemos
casar. —Él necesitaba dormir. Parecía loco.
—Soy un multimillonario. Podemos hacer lo que quiera, maldición.
Esto no era lo que deseaba. En este momento quería actuar y causar
daño a su familia ya que todo lo que habían hecho fue lastimarlo. No iba a
ayudarlo con su plan. Lo amaba. Era real. No un juguete o un juego.
Levantándome, supe que tenía que irme. Tenía que ir a casa y
dormir un poco, e iba a actuar como una niña y llorar. Usaba mi amor
como una herramienta, tal como hacía con su dinero. No quería ser un
arma para hacerle daño a nadie. El amor no se trataba de eso.
—Amar a alguien no significa que les permitas que te usen para su
beneficio. Solo significa que tienen un lugar en tu corazón. Un lugar que se
ganaron. Voy a irme ahora antes de que me hagas más daño con
palabras que no quieres decir. Buenas noches, Gunner.
No fue tras de mí. Me dejó ir.
Corrí hacia la casa mientras las lágrimas brotaban de mis ojos. Amar
a Gunner Lawton nunca sería fácil. No sabía si él podría amarme de vuelta.
No importaba. Lo amaba. Simplemente no podía someterme a sus
exigencias. No le debía nada. Tenía que aprender que no era todo acerca
de eso.
Con las palabras de Gunner en mi mente y las lágrimas nublando mi
visión, no vi a Nonna parada en el pórtico delantero hasta que fue
demasiado tarde.
Traducido por Verito
Corregido por Julie

Gunner
La habitación de Rhett se hallaba junto a la mía. Cuando éramos
niños, me gustaba. Pero esta mañana, cuando prácticamente no había
dormido, lo odié. Él comenzó a golpear cajones y puso la música a todo
volumen para enojarme. Actuaba como si yo hubiese hecho esto. ¿Cómo
descubrió que toda esta mierda era mi culpa?
Cuando algo golpeó la pared entre nuestras habitaciones, aparté
las sábanas y salí de un salto de la cama. El idiota me quería despierto.
Bueno, me despertó. Saliendo como una tormenta de mi habitación, me
dirigí a la suya y no me molesté en golpear antes de abrir su puerta y
golpear algo yo mismo.
—Maldita sea, ¿cuál es tu problema? —gruñí.
Rhett seguía en pijama, y sostenía una pelota de básquetbol.
Aparentemente estuvo tirando eso a la pared. Muy maduro, idiota.
—¿Qué? ¿Ahora no puedo moverme en mi propia habitación? ¿O
hay reglas que no conozco para mantener feliz al rey del castillo?
—¡Dios! ¿Te escuchas? Sueñas como un niñito de diez años con un
problema de celos. No te hice nada, Rhett. Nuestra madre y tu abuelo
tuvieron sexo. No me encontraba vivo, pero eso me creó. De ninguna
manera fue mi maldita culpa. Así que contrólate y deja de actuar como un
imbécil.
Rhett me miró fijamente. No estaba seguro si me había mirado con
tanto veneno antes. Ni siquiera cuando éramos pequeños y realmente
peleábamos sobre cosas. Había odio puro en sus ojos. Incluso sabiendo
que esto no era algo que podía controlar, él me culpaba.
—Entonces no lo aceptes. Dáselo a papá, a quien le pertenece. Él es
el hijo mayor. No tú. La herencia debería ser de él. El hijo MAYOR. —Me
dolía el pecho. Una vez fue alguien en quien podía apoyarme para estar
seguro. Para estar a mí lado. Todo eso ya no existía ahora. La ambición lo
controlaba.
Entonces así era. Él era el mayor, y esperaba todo. Nunca planeó
dividirlo. Rhett planeó tener la herencia Lawton completa. Probablemente
lo había hecho toda su vida.
—La esperabas toda, ¿no?
Rió. —Por supuesto. Papá me lo prometió desde que era niño. Me
dijo que yo era el verdadero heredero. Su heredero y que lo merecía. Me
amaba. Quería que lo tuviese todo. Esta… mierda de que lo obtenga el
hijo bastardo no es justo. Te llevaré a la corte. Eso no podrá sustentarse.
¿Cómo me perdí esto? El egoísmo de Rhett. Me encontraba cegado
por lo mucho que lo admiraba. Pero de verdad era igual a su padre.
Quería todo, y no le importaba a quién hería en el camino. Lo observé. Lo
miré por primera vez. No vi al hermano mayor en quien confiaba. Vi a una
versión menor del hombre que una vez llamé padre. ¿Cuándo pasó esto?
¿Cuándo cambió?
—¿Cuándo te convertiste en él?
Rhett no pareció entender mi pregunta. Parecía tan enfocado en la
fortuna Lawton que no podía ver nada más. Era como si lo perdiera. Como
si el hermano que conocía ya no existiera.
—¿En quién? ¿Papá? Siempre he sido como papá. Por eso merezco
lo que es suyo. Lo que por derecho es suyo.
Se enorgullecía de ello. Orgulloso de ser como ese hombre. Eso no
tenía sentido para mí. ¿Por qué alguien querría eso?
—No eras así antes —discutí, tratando de ver si alguna parte del
hermano que crecí amando seguía ahí.
Rodó sus ojos, volvió a tirar la pelota a la pared y la dejó caer. —
Como sea, Gunner. Sólo sé el bastardo que eres y haznos llevar esta
mierda a la corte. Lo haremos. No dejaremos que gane el hijo bastardo. No
está bien. Así no es como son las cosas. Lo sabes. Sabes que no está bien.
Repetía todas las cosas que escuchó decir a su padre. Cosas que él
creía. No le habían dicho la verdad. Su padre protegía ese secreto, pero
yo lo sabía ahora. Mamá se aseguró de darme lo que necesitaba para
ganar. No quería el dinero para vencerlos.
Lo quería para hacer algo con él. La manera en que los Lawton lo
ocuparon por años, usándolo como un trofeo para sentirse grandiosos e
importantes me disgustaba. Sobre todo viviendo en la casa, siendo tratado
como si no importase una mierda. Ese dinero era mío ahora, e iba a
cambiar las cosas. Ya no habría más clubes de campo ni cotillones.
No más.
—¿Me escuchas? —se burló Rhett—. Vamos a quitarte todo. Ese es
nuestro plan. No jodas con nosotros.
No sé quién creía que era “nosotros”, pero nuestra madre no quería
que ellos ganaran. Yo tenía el poder por completo, y no me preocupaba.
—No habrá una batalla en la corte —dije simplemente.
Rió y sonrió como un idiota. —Demonios, sí, la habrá. Papá va a
derrotarte.
Si fuera un hombre grande, me alejaría y le dejaría pensar lo que
quisiera. Pero no lo era. Era un chico de diecisiete años al que su familia
trató pésimo toda la vida. Así que devolvérsela a mi hermano parecía lo
correcto, aunque doliera hacerlo.
—El hecho de que tu padre es un bastardo y no tiene sangre Lawton
corriendo por sus venas puede ser un obstáculo. Pero buena suerte con
eso.
No esperé su respuesta. Me giré y me alejé, solo una… de acuerdo,
quizás ambas manos sacudiéndose mientras salía.
Mientras pasaba fuera de la puerta de la oficina a la que nunca se
me permitió entrar siendo un niño o incluso ahora, me detuve y, sin
golpear, abrí la puerta. El hombre al que odiaba más que nadie en este
mundo me miró con una expresión furiosa.
—No entres a mi oficina sin anunciarte o sin ser invitado —gruñó.
Esta vez rodé mis ojos y caminé hasta sentarme en el borde de su
escritorio. —Bueno, como todo esto es mío y tú ni siquiera eres un Lawton,
creí que podría hacer lo que quisiera.
Si tus ojos pudieran salirse de tu cabeza hasta el punto de explotar,
los de él lo hicieron. Y me reí. Porque esa era realmente la mierda más
chistosa que había visto.
—Llamaré a la policía —advirtió.
Alcancé su teléfono y se lo tendí. —Por favor, querido padre. Por
favor, hazlo.
Traducido por florbarbero
Corregido por Julie

Willa
Podía oír a Nonna en el teléfono mientras hablaba con su amiga en
Nashville, Tennessee. Cada palabra. Una parte de mí sabía que debía
comenzar a hacer mis maletas ahora, pero la pequeña cantidad de
esperanza a la que me aferré me impidió hacerlo. Esa llamada telefónica
significaba que me iba. Las paredes no eran gruesas, y sabía lo que se
decía.
Nonna trataba de meterme en una escuela católica de chicas
donde trabajaba su amiga. Por como parecía, estaría viviendo con su
amiga y limpiando su casa para pagar mi habitación y comida. No era tan
malo como un centro correccional, pero era otro lugar en el que estaría
sola.
Tal vez me encontraba destinada a estar sola. La vida tomó
cualquier relación que aprecié y me la arrancó. Me había endurecido.
Esta vez no hubo lágrimas.
No se lo diría a Gunner. Ella ya me pidió que no hablara con él ni lo
contactara. Hacerlo me haría salir aún más rápido. Nonna creía que
hicimos algo malo, y no podía decirle la verdad. Era el secreto de Gunner.
Lo protegería a él y a su secreto como pudiera. Esto no me mataría.
Sobreviví a cosas mucho peores.
Me puse de pie, me acerqué a mi armario y empecé a bajar la ropa
una a la vez y doblarlas. Dejaría aquí artículos que pensaba no necesitaría.
No tenía ningún otro lugar para dejarlos. Nonna se hallaba decepcionada
de mí, pero no me desterró para siempre. Me impedía cometer los errores
de mi madre. No lo dijo, pero lo entendía.
Mi Nonna me amaba. Ella trataba de encontrar un lugar seguro lejos
de todos los chicos adolescentes, así no terminaría embarazada. Por eso
me enviaba a una escuela católica. Esto no era por odio o molestia. Todo
fue por amor. Se hacía más fácil aceptarlo.
Cuando la oí decir adiós, dejé de doblar la ropa y miré la puerta
para que se abriera. Terminó. Me iría y me enfrentaría a otro nuevo grupo
de personas. No lloraría. No lloraría. No lloraría.
La puerta se abrió lentamente, y la mirada de Nonna encontró la
mía. Miró la ropa que tenía en la cama y luego volvió a mirarme. Había
tristeza en sus ojos, y preocupación. En serio se encontraba preocupada
por mí. La amé por eso aún más. Lo que ella eligiera, lo haría. No pelearía.
—Estás empacando —dijo simplemente mientras entraba en la
habitación.
Asentí. —Pensé que sería productivo.
Frunció el ceño. —No quiero echarte, Willa. Me encanta tenerte aquí
conmigo. Estás en casa aquí, y haces la vida más brillante. Pero no puedo
decepcionarte como lo hice con tu mamá.
Tal como lo adiviné, se trataba de mi madre. —Lo sé —fue todo lo
que pude decir.
—Tienes mucho potencial. Potencial que tu madre no tenía. Tienes
un gran corazón y sabes superar los obstáculos.
Las lágrimas que dije no lloraría me picaron en los ojos.
—Amo a ese muchacho. Gunner es un buen chico. Ha sido
descuidado, y está dañado por eso. Pero en el fondo tiene un corazón que
ni sus padres tienen. También es especial. Pero está dañado, Willa. El niño
nunca ha sido amado en esa casa. No sabe cómo se siente. La persona
más cercana que tiene soy yo, y sólo soy la ayuda contratada. No es
amado por la gente que se supone debe hacerlo. No puedo confiar en
que no arruinara tu vida. No quiere hacerlo, pero lo hará. No puede ser el
chico para ti.
No conocía al Gunner que yo conocía, pero estuvo más cerca de él
que yo. Lo vio crecer, y vio todos sus problemas. Tal vez tenía razón. No me
dijo que me amaba, y usó mi amor contra mí para conseguir lo que quería.
¿Era esa la única manera en que sabía aceptar el amor? ¿Podría dejarlo
tomar un pedazo de mi corazón y no saber cómo protegerlo? No me
quedaba mucho. Poppy y Quinn ya se habían llevado un pedazo grande.
—Hay una escuela católica de niñas a dos horas de aquí en el lado
norte de Nashville. Mi amiga Bernadette es la directora. La conozco desde
que era niña. No podemos pagar la matrícula, pero podríamos obtener
becas si trabajas horas en la oficina cada semana antes y después de la
escuela. Bernadette te permitirá permanecer en su dormitorio de invitados
y te alimentará si haces las tareas diarias y una limpieza profunda el fin de
semana. No será fácil, pero te mantendrá ocupada y sin problemas.
La oí decir de esto cuando hablaba por teléfono. Parecía muy
solitario, y mi corazón dolía al pensar en irme de aquí de nuevo. Echaría de
menos a Nonna, Gunner y Brady. Volver aquí era mi esperanza de
curación, si eso era posible. Apenas estuve aquí, y ya era echada. Cuando
mi madre me expulsó, le rogué que me dejara quedarme. Me encontraba
asustada. Me ignoró. No podía suplicar de nuevo. Dolía demasiado.
—Bien —fue todo lo que dije. ¿Para qué decir más?
Nonna frunció el ceño y se acercó a mí. Cuando puso su mano en mi
hombro, traté de no vacilar. Porque aunque sabía que esto era por amor,
todavía era demasiado similar a lo que pasó con mi madre.
—Pero esa idea me entristece. Me gusta tenerte aquí. No puedo
tener una buena sensación al enviarte lejos, aunque sé que Bernadette se
encargaría de ti. Así que aquí está mi otra oferta. Quédate aquí conmigo
en casa. Tengo Internet y te traeré una computadora. No socialices con
esos chicos y estudia duro. Podría ser que te gradúes antes. Obtén ese
diploma, y luego nos enfocaremos en la universidad. Hay un mundo
grande por ahí, Willa, y no quiero que te lo pierdas por un error.
Podía oír lo que decía, pero tenía miedo de creerlo. ¿Era real? Me
daba una opción para quedarme aquí. Incluso si se trataba básicamente
de arresto domiciliario. No tendría que ir a algún lugar extraño y
readaptarme de nuevo. Podría quedarme en mi habitación y trabajar
aquí. Demostrar a Nonna que era tan inteligente como ella pensaba.
Esto significaba no más Gunner, pero después de anoche no estaba
segura de que fuera a algún lado. El amor no salvaría a Gunner. No lo
cambió. Era autodestructivo e irritable. Y amarlo no significaba que
pudiera sacrificar más de mi vida por él. Tenía que superar mi propio
pasado.
—Quiero quedarme aquí —dije—. Voy a trabajar muy duro y hacerte
sentir orgullosa.
Sonrió y me tomó en sus brazos. Un lugar en el que siempre encontré
la paz. —Ya lo haces, Willa. Ya lo haces.
Traducido por Hansel
Corregido por florbarbero

Brady
Anoche Gunner y Willa no regresaron. No sabía lo que pasaba con
Rhett, pero nadie parecía sorprendido por su comportamiento. Tampoco
Willa, lo que era extraño. Gunner también quería su ayuda. Era casi como si
supiera un secreto.
Estacionando mi camioneta en el camino de entrada de los Lawton,
noté a Gunner sentado en el escalón superior. ¿Qué demonios? Apagué el
motor y salí para comprobarlo. Parecía que no había dormido. ¿Rhett se
drogaba o algo así?
—Oye, ¿estás bien? —grité mientras subía los escalones hacia donde
se encontraba sentado. Cuando me acerqué, me di cuenta que comía un
plato de cereal y tenía una taza de café a su lado.
—Malditamente fantástico. ¿Cómo estás tú? —Fue su respuesta
sarcástica.
—En serio, Gunner, no volviste anoche. ¿Qué pasó con Rhett?
Tomó un trago de su café y luego me miró. —Es un bastardo egoísta
como su padre. ¿Cómo está tu familia? —Todavía sonaba extraño.
La mayoría de la gente se molestaba con él cuando lo hacía y lo
dejaba solo. Pero había visto la mierda dentro de esa casa y lo entendía.
Podría tener todo el dinero del mundo y el poder del apellido Lawton, pero
no era tan fácil. Su familia se hallaba jodida.
—¿Dormiste? —pregunté, ignorando su pregunta sobre mi familia.
Se rió entre dientes. —¿No parece que sí?
Su cabello se veía desordenado y tenía círculos oscuros bajo los ojos.
—No particularmente. No.
Se rió otra vez, luego comió un poco más de su cereal. —¿Alguna
vez pensaste en huir de este lugar y no mirar hacia atrás? —preguntó.
No, nunca pensé en eso. Mis padres eran mi mayor sistema de
apoyo, y tenía el fútbol universitario por delante, durante el próximo año.
Negué con la cabeza, pero él ya sabía mi respuesta.
—No creí que lo hicieras. Pero maldita sea si no quiero huir. Olvidar
esta ciudad, mi apellido, esos idiotas que viven en esta casa conmigo. Sólo
dejarlo todo.
—La universidad comenzará en unos meses. Nuestro último año
terminará antes de que lo sepamos. Entonces puedes dejar todo atrás.
Comenzar de nuevo. Conseguir una vida sin ellos.
Asintió. —Sí. Willa me dijo lo mismo. Pero no entienden cómo es sólo
un día más en este infierno. Un jodido mes es una gran cosa. Quiero irme
ahora. No quiero volver a ver sus rostros nunca más. A ninguno de ellos.
—¿Ni siquiera el de Rhett?
Miró fijamente al frente. —Especialmente el de Rhett.
Había cosas que no me decía. —¿Qué sucede con él? Siempre han
sido muy cercanos.
Gunner gruñó, pero existía una suavidad detrás de su ira. —No, Rhett
siempre fue falso. Eso es todo. Nada era real.
—¿Es porque se emborrachó anoche? Sabes que la vida universitaria
a veces le hace eso a la gente. Probablemente se encontraba fuera en
alguna fiesta de fraternidad, bebió demasiado y se puso estúpido. Habla
con él hoy cuando esté sobrio.
Giró su mirada hacia mí. Había una frialdad allí que no me esperaba.
—Hablé con él esta mañana. Fue aún peor que anoche cuando se
encontraba borracho. No hables de cosas que no sabes, Brady. Sólo tienes
que volver al lugar feliz que llamas casa y comer las tortitas de tu mamá
con esos malditos arándanos y crema en la parte superior y conseguir un
gran abrazo familiar. Deja la verdadera mierda aquí conmigo. Puedo lidiar
con eso.
Auch. Parecía amargado y enojado. Lo entendía, pero trataba de
ayudar. —Habla conmigo, entonces. Explícamelo. Quizás pueda ayudar.
—Tú. No. Puedes. Ayudar. Vete a casa, Brady. Déjame malditamente
solo con esto.
Era un buen amigo, y porque era un buen amigo me iba a ir y dejar
que se calmara. No podía evitarlo si todo lo que quería hacer era irse en mi
contra. Yo no le di esta vida. Sólo trataba de escuchar y apoyar.
—Bien. Me iré. Ya sabes dónde estoy si quieres hablar.
Me dio un asentimiento. Entonces se levantó, subió las escaleras y
entró en la casa.
En mi camino de regreso a mi casa pensé en detenerme en el lugar
de Willa y ver lo que sabía pero decidí no hacerlo. La señora Ames estaría
allí, y no parecía demasiado interesada en que estuviera cerca de Willa.
No quería causar ningún problema.
Saliendo de la propiedad Lawton, giré a la derecha para conducir
por la ciudad antes de ir a la casa. Para ver si alguien se hallaba fuera tan
temprano. Mamá probablemente preparaba el desayuno, y tendría que
volver pronto. Seguramente West también se uniría a nosotros para eso.
Siempre lo hacía los sábados.
Deteniéndome en una luz roja, mi mirada aterrizó en un rostro familiar
mientras caminaba por la calle. Riley, la ex de Gunner Lawton y la razón
por la que Rhett casi perdió su beca de fútbol. Lo acusó de violación. Todo
el mundo sabía que Riley era virgen. Ella era la típica chica buena, y el por
qué salía con Gunner, nadie lo sabía. Era sólo cuestión de tiempo antes de
que él la engañara, pero entonces la cosa de la violación salió y… mis ojos
finalmente dejaron su cara para centrarse en el hecho de que empujaba
un cochecito.
¿Trabajaba de niñera? Echando un vistazo, miré la pequeña cara de
la niña. Sus rizos rubios y sus grandes ojos azules se parecían mucho a los de
Riley. ¿Sus padres tuvieron un bebé? Realmente no me importaba. Riley
era una perra mentirosa en la que no se podía confiar. Por qué se
encontraba de vuelta en la ciudad no tenía sentido para nadie. No la
queríamos aquí. Tal vez eso era lo que se encontraba mal con Rhett. Ella
regresó, causando problemas con los Lawton. Eso tenía sentido. ¿Por qué
no se marchó y dejó que fueran felices?
Volviendo a mi camioneta, me dirigí a casa. Debí detenerme y
decirle el desastre que provocó en la vida familiar de Gunner, pero no le
importaría. Sólo le importaba su propia ganancia. Nadie más. Ese era el
tipo de chica de la que huías. No era para nada como Willa.
Esa era otra cosa que tenía que analizar en mi cabeza. Willa me
gustaba. Mucho. Quería estar con ella. Pero la forma en que miró a
Gunner ayer por la noche y el hecho de que sólo salía con él significaba
algo. En este momento, él necesitaba a alguien más que yo. Si ella lo
ayudaba, entonces tenía que retroceder y dejar que sucediera.
Traducido por Hansel
Corregido por Jadasa

Gunner
Al regresar, la señora Ames se encontraba trabajando en la cocina.
El olor a queso y huevos que provenía del horno, indicaba que se
cocinaba una tarta. Eso sería jodidamente mejor que mi cereal.
—Buenos días, señora Ames —dije mientras llevaba mi tazón al
fregadero para lavarlo. Cuando era niño, me enseñó que los hombres no
dejaban los platos sucios en el fregadero. Mi padre dejaba el suyo sobre la
mesa para que la señora Ames lo recogiera. Me gustaba la idea de ser
más hombre que él, por lo que lavaba mis propios platos. Incluso si se
trataba de una competencia con mi padre, la señora Ames era feliz. Eso
era un bono.
—Buenos días —dijo, sin sonreír.
Me detuve y la observé por un minuto. Parecía preocupada por
algo.
—¿Estás bien hoy? —preguntó.
Asentí. No tenía sentido contarle mi mierda. Sólo era la empleada.
No necesitaba saber el desorden que ocurría a su alrededor. —Estaré
mejor cuando consiga algo de esa tarta.
No sonrió, pero asintió, luego se volteó para regresar a su trabajo.
Pensé que dejó de prestarme atención cuando dijo algo más—: A Willa la
hirieron profundamente, al igual que a ti. Tiene que curarse. Deja que se
cure.
Me detuve y pensé en lo que acababa de decir. Yo no era un
impedimento para que Willa se senara. Hablaba conmigo más que con
nadie. La ayudaba. —Lo sé. Ella me habla.
La señora Ames hizo una pausa en lo que hacía con el tazón delante
de ella y me miró de nuevo. —Las chicas no necesitan salir furtivamente
para encontrarse con chicos en medio de la noche. Eso no conduce a
nada bueno. En este momento, Willa no necesita eso.
De eso se trataba. Anoche la atraparon. Maldición. En momentos
como este, realmente deseaba que tuviera un teléfono como el resto del
mundo moderno para que pudiera enviarme un mensaje de texto y
prepararme para este tipo de cosas.
—No volverá a ocurrir —le aseguré, tomando un panecillo y
alejándome.
—No, no lo hará —concordó.
Eso sonó un poco contundente y enérgico. La señora Ames
poniéndose firme. Eso me hizo sonreír. Volví hacia las escaleras como si
estuviera yendo a mi habitación, pero me dirigí hacia la entrada trasera,
así podría escabullirme para ver a Willa. Necesitaba asegurarme de que se
hallaba bien. La señora Ames no se veía muy feliz con ella. O conmigo.
Lidiar con el entrometido de Brady esta mañana no ayudó tras mi
interacción con Rhett y su padre. Él actualmente se encontraba en su
oficina enterándose de la verdad. Comencé esto, y ahora todos tenían
que terminarlo. Ya sabía la verdad. Eso no significaba que no quisiera huir,
pero saberlo me hacía sentir más poderoso. No completo o parte de esta
familia, pero todavía me sentía en control. Era lo mejor que podía hacer
con esta situación, aunque una parte de mí aún sufría por la familia que
nunca tuve, y que jamás tendría.
Salí de la casa, corrí hacia atrás, cerca de la casa del árbol y usé el
área boscosa para cubrirme; por lo que nadie me vio dirigirme a la casa
de la señora Ames. Especialmente ella. Ver a Willa y escucharla mejoraría
mi mañana. Era la única que podía mejorarla. Una vez que llegué a la
puerta, llamé y esperé. Después de unos minutos volví a llamar. Nada.
¿Dónde podría estar? Justo antes de que fuera a llamar a su
ventana, un sobre pasó a través de la ranura de la puerta y rebotó en la
esquina cuando golpeó el pórtico, antes de caer a mis pies.
Se veía claramente escrito en el frente “Gunner”, con la letra de
Willa.
—¿Willa? Abre la puerta —dije lo suficientemente fuerte como para
que pudiera oírme.
Nada.
¿Qué diablos pasaba? Estaba allí. La prueba se encontraba a mis
pies en un tonto sobre. Inclinándome, lo recogí y abrí para sacar una carta
doblada cuidadosamente. —¡Willa! ¿Qué es esto? —grité, mi corazón se
hundió. Nunca son buenas las cartas de chicas que no quieren hablar
contigo. Necesitaba que me hablara. ¡No necesitaba una carta! ¡Maldita
sea!
Cuando no dijo nada, desdoblé la carta y empecé a leer.

Gunner:
Lamento que esto tenga que hacerse a través una carta. Créeme,
no es que tenga miedo de enfrentarte. Es la única manera en que puedo
protegerme. No de ti, sino de que me envíen lejos. De nuevo.
Anoche, cuando llegué a casa, Nonna me esperaba. No se veía
bien, y era similar a lo que sucedió con mi madre cuando tenía esta edad.
Tiene miedo de que vaya a terminar como mi madre, y está preocupada
por mí.
No tenía a nadie y Nonna me aceptó. Se merece más de mí que el
andar escondiéndome por ahí. Me pidió que no pasara tiempo con
chicos, y rompí esa regla a la primera semana de estar aquí. No es justo
para ella. Me está dando una casa cuando nadie más lo hará.
Sé que estás muy herido por dentro, por lo que necesitas tiempo y
espacio para sanar. Eso te lo dará el ir a la universidad el año que viene.
Hay todo un mundo fuera de Lawton que puedes conquistar. No puedo
darte lo que necesitas. Me gustaría pensar que amarte es suficiente, pero
no lo es. Aún no puedes amar. Nuestro tiempo se acabó, y para ambos,
esto es lo mejor.
El resto del año estudiaré en casa y me quedaré dentro. Sin salidas
sociales o contacto con alguien más. Es lo mejor. También necesito
curarme.
Lo lamento, no puedo estar ahí para ti, pero tengo que cuidarme.
Willa.

No la releí. No tenía que hacerlo. Las palabras eran claras. Volví a


doblar el papel en el pequeño rectángulo en el que había estado y lo volví
a colocar en el sobre antes de deslizarlo por la ranura.
Entonces me alejé. No había razón para discutirlo. Me sentía harto de
pedirle al mundo que me amara. Exhausto de intentar ser lo
suficientemente bueno para que alguien quisiera pelear por mí. Willa no
era diferente. Debí esperarlo. Algo estaba mal conmigo. Esa era la única
explicación.
No me amaba. Si lo hiciera, habría abierto esa puerta y me habría
enfrentado. Me hubiera explicado esto. Más que solo un pedazo de papel.
Fui a su casa. Golpeé a su puerta y grité su nombre.
Eso era lo más cercano a rogar que iba a hacer. Nunca más. Debí
suponer que pasaría esto antes de amar a alguien y confiar en que me
correspondería.
Traducido por Lvic15
Corregido por Laurita PI

Willa
De pie ante mi ventana, sostuve la carta que él leyó, y luego me
devolvió. Su retirada fue tensa, quise decir en voz alta su nombre y correr
tras él. Pero no pude. Nonna me dejó claro que tenía que mantenerme
alejada de Gunner o me iría a una escuela católica en Nashville.
No me dijo nada a través de la puerta, ni siquiera trató de hacerme
preguntas. Me preparé para responderlas si lo hubiera hecho. Ignorarlo fue
demasiado difícil. Me dolió no responderle. La carta era la única forma que
pude pensar para no tener problemas con Nonna. Ella no entendía que
Gunner me necesitaba. Se preocupaba por mí.
Cuando ya no lo pude ver, puse la carta sobre la mesita de noche y
volví a la cocina donde se encontraba el teléfono. Llamarlo era tentador,
pero no ayudaría. Haría las cosas más difíciles.
Así que me quedé sola en la cocina. Deseando que las cosas fueran
diferentes. Sabiendo que nunca lo serían.
Dos días más tarde, Nonna me entregó un ordenador portátil para
que me inscribiera en educación online. Ella no era tan buena con la
tecnología, pero yo sí, por lo que fui capaz de investigar y mostrarle lo que
tenía que hacer. Pensé que el lunes podría llegar a dormir hasta tarde
teniendo en cuenta que todavía no nos inscribíamos para las clases en
línea, pero Nonna me despertó a las cinco de la mañana con una lista de
cosas que tenía que hacer en la casa.
Desde antes de que el sol saliera hasta después de que se puso
trabajé en esa lista. Solo me tomé un descanso para comer. Sin embargo,
no me quejé. Prefería estar limpiando la casa de Nonna que la de una
mujer extraña que vivía en Nashville.
El martes por la mañana me sentí aliviada de tener mi ordenador y
las clases preparadas para no tener que hacer una cosa de esas listas de
nuevo. No era que quedase nada por hacer en esa casa. Se encontraba
inmaculada y completamente organizada ahora.
Sin embargo, Nonna me despertó a las cinco de nuevo con otra lista,
mucho más corta que la del día anterior, y me hizo hacer esas cosas antes
de las ocho mientras esperaba que empezaran mis clases. A este ritmo iba
a empezar a ir a la cama a las ocho cada noche con el fin de sobrevivir.
Nadie debería estar despierto a las cinco de la mañana. Ni siquiera había
luz todavía.
Casi terminaba con el último elemento de la lista, fregar el pórtico
trasero, cuando Nonna se acercó a la casa con un gesto de
preocupación.
—¿Has hablado con Gunner?
Negué con la cabeza. —No, señora.
—¿Segura? —preguntó en un tono más exigente.
—Lo juro. Vino aquí el sábado por la mañana, y no respondí a la
puerta. Se fue. No ha regresado.
Nonna suspiró y sus hombros se hundieron. —Esta es la segunda
mañana que no ha venido a desayunar. Ayer por la mañana, cuando fui a
limpiar su habitación su cama estaba sin hacer. Pero no limpio los
domingos, así que podría haber sido desde el sábado por la noche. No
desayunó ayer por la mañana ni esta mañana. Cuando fui a hacer su
cama, se hallaba sin tocar. Como la dejé ayer.
—¿Has llamado a los Higgens? ¿Le has preguntado a Brady o su
madre? Tal vez haya ido allí. —Era un pensamiento optimista. No se hallaba
allí. Se fue. Gunner huyó. Como quería. Y era mi culpa. Era la única a la
que tenía para hablar de todo esto, y lo excluí para salvarme.
—Lo hice. —Asintió—. Tampoco lo han visto. Voy a tener que
decírselo a su madre. Se encuentra en San Francisco, en algún spa.
No dijo que se lo tenía que decir a su padre. No tenía ningún sentido.
No le importaría. —¿Sigue Rhett en casa?
Negó con la cabeza. —No, se fue el domingo.
Mi corazón dolía. Hizo falta que mi Nonna notara que Gunner
desapareció. Él sabía que huir no les afectaría. No lo buscarían. Esto era lo
que quería. Era la única manera que pensaba que podía encontrar la
felicidad.
—Se ha escapado, Nonna. Odia a sus padres. Odia esta ciudad. Así
que se fue. Amenazó con hacerlo esa noche que visité la casa del árbol
con él. Quería… quería que lo acompañara. Dije que no. No pude. Tenía
que pensar en ti.
Nonna se quedó allí mirándome durante unos instantes. Entonces,
por fin habló—: ¿Ese muchacho sabe lo de su padre?
Mi Nonna trabajaba en esa casa desde hacía más de treinta años.
Sabía mucho. Había visto mucho. Me limité a asentir.
—¿Quién se lo dijo?
—Su madre.
Negó con la cabeza. —Se lo dijo a ese chico, y luego se fue a
California a un spa. Jesús, no puede ponerse peor. Pobre niño.
Tragué el nudo en mi garganta. Saber que Gunner huyó y que se
encontraba solo era duro. Quería seguirlo, pero no tenía idea de por
dónde empezar o incluso qué decir. Lo empujé a seguir su camino con esa
carta. Si simplemente hubiera abierto la puerta y hablado con él…
—¿Crees que irá a buscarlo? —pregunté.
Nonna asintió. —Es su fuente de ingresos. Esa es la forma en que lo
ve. Lo buscará.
También los odiaba a todos ellos. Por herir a Gunner y tratarlo como si
fuera una posesión no deseada que tenían que mantener. Una parte de mí
me odiaba por echarlo. A pesar de que tratara de quedarme cerca al
hacerlo.
Gunner necesitaba encontrar el amor. Quizás ahí fuera aprendería a
amar y encontraría la felicidad que no tenía aquí. Si esto era lo que quería,
dejarle ir era todo lo que podía hacer. Pero deseaba poder hablarle una
vez más.
—Ve adentro y comienza con tus deberes. Volveré a la casa grande
y haré algunas llamadas. Veré si puedo averiguar dónde se ha ido antes
de llamar a su mamá. Ella no lo buscará muy rápido.
Nonna se dio la vuelta y se dirigió de nuevo a la casa de los Lawton.
La vi irse, pensando que nunca lo encontraría. No huyó sin un plan. Esto fue
planeado, y tenía el dinero para permanecer oculto.
—Cuídate, Gunner —dije en voz baja, a pesar de que no se
encontraba cerca de mí. Entonces me di la vuelta y entré a dejar el trapo
del piso, para comenzar mi primer día como alumna en casa de mi último
año de secundaria.
Traducido por jennicast
Corregido por Jadasa

Gunner
Miré fijamente el teléfono que compré en el Walmart local antes de
irme. Dejé mi iPhone apagado y escondido en mi habitación. No creía que
mis padres quisieran encontrarme; pero si se daban cuenta que
desaparecí, les sería fácil rastrearme a través del teléfono celular.
Aunque tenía aproximadamente diez mil dólares en efectivo, gracias
a la falta de creatividad de mi padre con la combinación de la caja fuerte
en la oficina, fui capaz de sacar dinero suficiente para vivir modestamente.
El cuarto de motel donde terminé en algún lugar de Tennessee, como a
ochocientos kilómetros de Lawton, costaba cuarenta dólares la noche, y
era por una buena causa. Este lugar era un agujero de mierda.
No tenía a nadie a quien llamar, de manera que fue estúpido
comprar un celular. Anoche consideré llamar a Brady o West para hacerles
saber que no volvería nunca. Pero no lo hice.
Mirándolo fijamente ahora, quería llamar a Willa. Si alguien estaría
preocupado, sería ella. ¿Siquiera sabría que me fui? ¿Su Nonna le contaría,
puesto que se encontraba aparentemente bajo arresto domiciliario?
Seguía repasando esa carta en mi cabeza. Deseando no haberla
devuelto y mantenerla. Ese día ganó mi orgullo, y se la regresé. Sin
embargo, hoy no ganaba mi orgullo. Quería verla. Leer sus palabras.
Hablarle.
Dios, la extrañaba.
Dejándome caer de nuevo sobre la cama barata en la que me
hallaba sentado, dirigí mi mirada frustrada a la mancha de agua en el
techo. ¿Era esto lo que quería? Huir a través del país de un motel barato al
siguiente, ¿solo? Con seguridad, no me sentía libre. Era un alivio no vivir en
esa casa con esas personas, pero esto no era mucho mejor. Era solitario. La
señora Ames no se encontraba en la cocina, y no saldría al campo por las
tardes a jugar fútbol.
Más importante, aquí no había ninguna Willa. Debí esforzarme más.
Fue quien me dijo que me amaba. No le respondí. Debido a que no era
capaz de hacerlo. Decirlo sonaba como una promesa, y no era bueno
cumpliéndolas. Después de todo, era un Lawton. De sangre o no; el otro
hombre que conocía, que tenía el mismo apellido, no tenía un hueso moral
en su cuerpo. ¿Por qué yo sería diferente?
Si hubiera sido capaz de decir esas palabras, ¿hubiese abierto la
puerta el sábado? ¿Habría ido en contra de las reglas por mí? ¿Siquiera
pensé en eso?
No.
Refunfuñando, golpeé mis puños contra la cama. Esto no era lo que
deseaba. Quería ser… demonios, un Brady Higgens o un West Ashby. Un
chico en el que Willa pudiera confiar y amar sin miedo. Alguien que
pudiera decir que la amaba como se lo merecía. ¿Por qué tenía que estar
tan malditamente dañado?
Willa era lo mejor que me pasó alguna vez. Cuando era un niño
pequeño y ahora. En ambas ocasiones, entró en mi vida y me dio una
razón para sonreír. Una razón para esperar más. Huir era como lanzarlo
todo por la borda. Sabía que nunca habría otra como ella. Jamás tendría
otra oportunidad para sentir las emociones que me provocaba.
Pero regresar significaba enfrentar los demonios en mi casa.
Conquistarlos y aprender cómo vivir con los cambios. Era difícil
convencerme que ya no era más el niñito a quien podían maltratar. Aún
los veía siendo poderosos y controlándome.
Enderezándome, tomé mi celular y marqué el único número que
podía marcar en este momento.
Sonó dos veces antes de que respondiera—: Hola. —La voz de Brady
era reconfortante. Simplemente porque era parte de casa. Una parte de
Lawton. Un lugar que pensé que odiaba, pero mi pecho se calentó al
pensar en este. Mis padres no eran la ciudad.
Esa ciudad era Brady y su familia, West y su mamá, Asa y su familia,
Nash y Ryker. Eran todas esas personas con las que crecí, y eran la señora
Ames y… Willa.
—Soy Gunner —dije.
—¿Dónde estás, amigo? El entrenador se molestó cuando no
apareciste ayer. Pasé por tu casa y nadie respondió. Incluso fui a la casa
de Willa y tampoco obtuve respuesta. Tampoco está yendo a clases.
—Willa está bien. Será educada en casa. Voy a regresar. Pensé que
quería huir, pero voy a regresar. Sin embargo, necesito que me ayudes con
algo.
Hizo una pausa. —¿Huiste? ¿Al igual que huir de tu casa?
Asumí que Brady se distraería con los detalles. Lo necesitaba
concentrado en lo que iba a pedirle. No en el tema de mi huida.
—Sí, la mierda se puso mal en casa, así que me fui…
—¿Dónde estás? —interrumpió, sonando asustado.
Sonreí. Me extrañaba. Brady me extrañaba. No le di crédito por
preocuparse cuando intentó demostrarme más de una vez que me
apoyaba si lo necesitaba. Sólo me sentía a salvo con Willa. Saber que se
preocupaba… se sentía bien. —Estoy como a ochocientos kilómetros, pero
voy a regresar. Ahora, ¿me escucharías y harías algo por mí?
—¿Cuándo te fuiste? Jesús, Gunner, traté de ser un amigo y
escucharte el sábado. Me dijiste que me fuera. Si necesitabas hablar, me
encontraba disponible. No tenías que irte.
Si el Sr. Bueno no se callaba y me escuchaba, iba a perder mi
mierda. —Brady, ¿prestarías atención, por favor?
—Estoy prestando atención. ¿Qué es lo que quieres? Voy a necesitar
una buena excusa para justificar que no te presentes de nuevo a la
práctica. Te necesitamos en el campo el viernes en la noche. El entrenador
no te dejará jugar si no tienes una buena excusa.
Una buena excusa era lo último que tenía en mente. —Dile a Willa
que le cuente todo a la señora Ames. Que le explique todo. Y que voy a
volver a casa.
Casi añadí que le dijera que la amaba, pero quería decírselo en
persona. A ella. Era por nosotros que una parte de mí que seguía adelante
y se liberaba de la amargura que me controlaba.
—Está bien… —respondió lentamente, luego agregó—: ¿Esto va a
meterla en problemas? Porque está en libertad condicional. No puede
meterse en problemas. ¿O ya lo está? ¿Por qué está siendo educada en
casa?
—Después te lo puedo explicar todo. Solo hazlo. Por favor.
—Lo intentaré. Ahora, regresa a casa.
Traducido por Gisenid
Corregido por florbarbero

Willa
Un golpe en la puerta interrumpió mis estudios, y me sentí
agradecida. Estuve sentada aquí por más de cuatro horas. Esto era
aburrido. Pero al menos no era la escuela católica.
Me levanté, fui a la cocina, y primero di un vistazo por la ventana. El
BMW plateado de mi madre se encontraba estacionado afuera. Me
detuve, insegura. ¿Por qué mi madre estaría aquí… en su vehículo?
Dejando caer de nuevo la cortina en su lugar, caminé lentamente
hacia la puerta, tratando con todas mis fuerzas de no entrar en pánico. No
tenía ninguna razón para estar aquí sin previo aviso. Miré el teléfono y
pensé en llamar a Nonna. La quería aquí.
Mi madre volvió a tocar la puerta. No tenía nada que temer. Esta no
era la casa de mi madre. No podía echarme de aquí. En caso de cualquier
cosa, ella sería echada.
Desbloqueé la puerta y giré el pomo con un nudo nauseabundo en
mi estómago. La abrí y traté de respirar con normalidad, pero fue difícil. No
la había visto desde el día en que me echó. Tampoco había hablado con
ella.
—Hola, mamá —dije con sencillez.
—Willa. ¿Mi madre está aquí? —fue su respuesta formal.
—Está en la casa grande. —Casi me ofrecí a llamarla pero decidí
que mi madre podría hacerlo por sí misma.
—¿Puedo entrar? —preguntó, y de verdad quería decir: No, no
puedes. Vete. Pero di un paso atrás para que entrara. Miró alrededor de la
cocina como si esperara encontrar algo—. Es la misma. Nunca cambia
nada —dijo mamá, casi molesta por eso. Me encantaba que Nonna
nunca hubiera cambiado. Era seguro y familiar.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté, sin esperar que fuera al grano.
No me gustaba que menospreciara la casa de Nonna. Esta era mi casa.
—Para verte —respondió mamá finalmente. Puso la mano sobre su
estómago, y por primera vez, bajé la vista para ver el pequeño bulto que
empezaba a sobresalir.
—Chance me dijo que estabas embarazada. Felicidades por eso.
Sonrió. —Gracias.
En realidad, no fui sincera, pero no lo entendió. Lo que sea.
—Vine a decírtelo yo misma y a discutir tu futuro. No espero que mi
madre siga encargándose de ti.
No planeaba quedarme aquí después del último año. —El último año
está por finalizar. Después iré a la universidad.
Mamá asintió. —Acerca de eso… —Señaló hacia la sala de estar—.
¿Por qué no nos sentamos? Mis pies duelen, y mi espalda baja me está
matando.
No me encontraba sorprendida de que fuera una embarazada
dramática. Dudaba que hubiera llegado a ser tan dramática conmigo a
los quince años. Ahora tenía un esposo que la consentía. Tenía que estar
disfrutando de eso. Sentía pena por Chance al tener que ser testigo de eso
a diario.
La seguí hacia la sala de estar, y cada una tomó un lugar en lados
opuestos del sofá. Metí una pierna debajo de mí mientras me giraba hacia
ella.
—Está bien. Habla —dije, esperando terminar con esto. De repente,
mi tarea parecía prometedora.
—Ya sé que esperas la cuenta de ahorros para tu universidad, la que
Nonna me ayudó a abrir cuando naciste. Sin embargo, no va a estar
disponible. La vida se volvió difícil a lo largo de los años, y no siempre fui
capaz de ahorrar dinero. Y ahora, con el nuevo bebé, necesito dinero
extra para una niñera. Casi tienes dieciocho, Willa. Es hora de que hagas tu
propia vida sin mi ayuda o la de tu Nonna. Consigue un trabajo y paga las
cuentas. Es poco probable que te permitamos aprovecharte. Eso no te
convertirá en una buena trabajadora.
Nonna puso veinte mil dólares del seguro de vida de mi abuelo en
una cuenta de ahorros cuando nací, para la universidad. Se suponía que
estuvo acumulando intereses a lo largo de los años. Mi madre afirmó unas
cuantas veces estar depositando dinero, pero no la escuché decir nada
en años. No esperaba su dinero, pero ese dinero que ahorró Nonna, me
iba a ayudar a salir adelante en mi primer año mientras trabajaba y
ahorraba para el próximo. También iba a solicitar ayuda financiera. Tenía
todo esto resuelto.
—Nonna puso veinte mil dólares en esa cuenta —dije, sin estar
segura de lo que decía.
Mi madre enderezó sus hombros. —Ese era el dinero del seguro de
vida de mi padre. Necesitaste cosas a lo largo de los años, y a menudo el
dinero era escaso.
¿Espera? ¿Qué? —¿Estás diciendo que gastaste mi dinero?
Me fulminó con la mirada. —No era tu dinero. Era de mi padre.
Habría querido que lo usara si lo necesitaba. Ni siquiera te conoció.
Gastó el dinero de mi universidad. Me senté allí y lo repetí en mi
cabeza una y otra vez. Si esto era una pesadilla, de verdad me gustaría
despertar ahora. Muchas gracias.
—Necesitas dejar de vivir a costa de mi madre y conseguir un trabajo
real. Ganar dinero y mantenerte. Mamá te ha mimado. Lo has tenido
demasiado fácil, has sido consentida y egoísta, y has tomado decisiones
estúpidas que le costaron la vida a una niña.
Si en este preciso momento, hubiera sacado un cuchillo de la cocina
y lo hubiera metido en mi pecho, no habría hecho peor daño. Ser acusada
de la muerte de Quinn fue lo más doloroso que jamás hubiera enfrentado.
Especialmente de mi madre. Nunca habría bebido ni fumado un cigarrillo si
hubiese sabido que Quinn se encontraba arriba.
—Eso no es justo. —Me las arreglé para evitar ahogarme con la
opresión en mi garganta. Haciendo difícil el respirar.
—Diles eso a los padres de Quinn y Poppy. A esa ciudad. Diles que
no es justo, Willa. Lo que no es justo es que desde que viniste a este mundo
has sido un problema. Igual que tu padre. Inútil.
Se levantó y posó la mano sobre su estómago otra vez, como si lo
protegiera.
—Estoy tan agradecida de no ser como tú —dije mientras caminaba
hacia la puerta.
—Nunca lo fuiste —espetó—. Incluso te pareces a él.
El enojo remplazaba lentamente mi dolor, y me levanté con la
mirada fija en la suya. —Bien. Entonces supongo que tuve suerte —
contesté.
Echó la cabeza hacia atrás como si la hubiera abofeteado. —No te
atrevas a hablarme de esa manera. Voy a decirle a mi madre que te haga
empacar y te deje por tu cuenta. Para que descubras cómo es el mundo
real. Es tiempo de que madures, Willa.
—La única persona que dejará esta casa serás tú. —La voz de Nonna
llenó la habitación en un tono alto de mando, y nunca fui tan feliz de oír
algo en mi vida.
—Mamá —comenzó mi madre, pero Nonna levantó la mano para
detenerla.
—Sal de mi casa, y llévate tu malvado corazón y esa boca tuya. Esa
chica no merece esto de ti. Ve a escupir tu veneno a otro lado. Si vuelves,
llamaré a la policía. ¿Me escuchas? ¡Vete! —Señaló la puerta, solo en caso
de que mi madre no estuviera segura de dónde estaba la salida.
Ella abrió la boca para hablar de nuevo, y Nonna negó con la
cabeza. —He escuchado suficiente.
—¡Estoy embarazada! ¡Vine a decírtelo! —gritó.
—Puedo ver eso. Y quieres mi dinero para mantener a ese bebé.
También sé eso. ¡Ahora vete de mi casa!
Mi madre apretó los puños y salió hecha una furia de la casa. Nonna
cerró de golpe la puerta detrás de ella. Observé como tocaba la puerta
con una mano y respiraba profundamente. Esto tenía que ser duro para
ella. Nonna amaba a mi madre. No era una mamá como la mía. Era
cariñosa. Quería lo mejor.
—Lamento no haber llegado antes —dijo Nonna finalmente cuando
se dio la vuelta para enfrentarme—. Esa chica es mezquina. Siempre lo ha
sido. Por mi vida, no puedo averiguar de dónde viene su maldad. Su papá
era un hombre bueno.
—Usó todo mi dinero para la universidad —le dije. Esa era la única
cosa que dijo que no pude sacarme de encima. Lo arruinaba todo.
Nonna asintió. —Lo sé. Lo comprobé durante años y vi que tomaba
un poco a la vez. Comencé a hacer lo mismo. Terminé ahorrando cerca
de siete mil dólares. Lo guardé en mi cuenta de ahorros que tiene el resto
del dinero del seguro de vida de tu abuelo, y eso es más que suficiente
para que salgas adelante en la universidad. Necesitarás un trabajo para
pagar tu comida y demás, pero las clases y el dormitorio serán pagados.
—¿No sabe que tomaste algo? —pregunté, todavía aturdida por
pasar de ser informada que no tenía dinero para la universidad a que me
dijeran que tenía suficiente para toda ella.
—Tu madre no es inteligente con el dinero. No puede permitirse un
nuevo bebé, sin embargo, maneja un llamativo vehículo extranjero. Di por
sentado que necesitaba encargarme de tu futuro, porque solo se
encontraba preocupada por ella.
Lágrimas llenaron mis ojos, y no las contuve. Las dejé caer libremente
por mi rostro mientras cerraba la distancia entre mi Nonna y yo. Tener una
madre como la mía fue difícil. Pero la tenía a ella.
Gunner ni siquiera tenía eso.
Nonna me tomó en sus brazos y me abrazó con fuerza. Sollocé
contra su pecho por la madre que no tenía, por la abuela que sí tenía, y
por la vida que había tenido Gunner.
Traducido por MaJo Villa
Corregido por florbarbero

Gunner
Volví a mi casa después de varias horas en la carretera con un plan.
Esta era mi casa, e iba a hacer que fuera un lugar al que quisiera volver.
Me dirigí a la oficina, en donde hablé por última vez con el hombre que no
era mi padre.
Sin llamar, entré y lo enfrenté. No le di tiempo para hablar. —El
próximo mes después de mi cumpleaños, necesitarás encontrar otra casa
para vivir. Puedes llevar a mamá contigo. Tu asignación terminará.
Prepárate para conseguir un trabajo. —Me volví y comencé a salir de la
oficina.
—¡No puedes hacer eso! No tienes idea de cómo manejar las
propiedades Lawton. No has sido entrenado.
—Voy a contratar ayuda. No te necesito.
—¡No puedes hacer esto!
—No tienes sangre Lawton. Sí, puedo hacerlo —le recordé—. Ahora
vete en silencio, o me aseguraré de que la ciudad sepa exactamente lo
jodido que es este árbol genealógico.
—¡Tendrías que decirles que también eres un bastardo! Eso arruinaría
tu nombre tanto como el mío.
Entonces me reí porque él de verdad pensaba que eso me
importaba. —Ya creen que soy un bastardo. No me importa darles
pruebas.
—Tu madre pensó que podía decirte todo eso y salirse con la suya.
Lucharé por esto. No me hundiré tan fácilmente.
—De verdad no me importa —le respondí, luego salí mientras seguía
gritando. Iba a convertir su oficina en un gimnasio. Me gustaría tener un
buen gimnasio en la casa. Ya deberíamos haber tenido uno.
Mi madre entraba con su ropa de diseñador y peinado nuevo
cuando volví a bajar por las escaleras. —Hola, hijo. ¿Cómo han estado las
cosas desde que me fui?
—Fantásticas, madre —respondí, tan altanero como ella.
—La señora Ames me dejó un mensaje en el spa. Algo sobre que no
ibas a volver a casa. Tomé el vuelo esta mañana así que no me molesté en
llamar. llegué aquí muy pronto.
Asentí como si eso fuera completamente comprensible. —Por
supuesto. Uno no necesita ser molestado por un niño desaparecido. Si me
disculpas.
Me lanzó una mirada confusa, y me di cuenta que era tan
superficial. No tenía la certeza de que hubiera sido violada. Sonaba más
como una historia para hacerla lucir mejor. Habría dormido con quien
fuera que necesitara, para vivir este estilo de vida en Lawton.
—¿Rhett se ha ido? —gritó a mis espaldas.
—Si hay un Dios —respondí.
Luego entré en el pasillo que conducía a la cocina. Los olores de la
cena salían flotando por la puerta, y estaba listo para la comida real. Fue
duro vivir a base de comida rápida los últimos dos días.
—Señora Ames, estoy en casa —dije mientras entraba en la cocina.
Su cabeza se levantó, y una sonrisa de alivio llegó a sus labios como si
estuviera verdaderamente contenta de verme.
—Gracias al buen Señor. He estado muy preocupada por ti.
—Escuché que llamaste para decirle a mamá, pero ella no pudo
molestarse en devolverte la llamada. Acaba de decirme todo eso en la
entrada. También se encuentra en casa —expliqué, tratando de sonar lo
más informal posible.
El ceño fruncido de la señora Ames me hizo sentir aún más
preocupado. Ella no quería que me sintiera indeseado por mis padres.
—¿Willa está en casa? —pregunté.
Continuó frunciendo el ceño. —Así es. Pero ahora estudia en casa y
no puede tener visitas.
—¿Visitas? ¿O sólo yo? —la presioné.
La señora Ames bajó el cuchillo que utilizaba para cortar las
verduras. —Willa es como tú. Su madre no es una madre para ella. Ha sido
lastimada. Los adolescentes van buscando amor en lugares que terminan
siendo malos para ellos. Ella tiene un futuro por delante y quedarse
atrapada en Lawton como madre soltera no está en esos planes. La
protegeré de eso aunque tenga que enviarla a una escuela católica de
chicas para hacerlo.
Vaya. Vaya. Espera. Nada de enviarla a ningún lado. —Ya sé eso.
Nunca haría nada para herirla. La amo. —Las palabras salieron tan
fácilmente que me sorprendió.
—El sexo y el amor no son lo mismo, Gunner Lawton —me dijo,
ondeando su dedo.
Asentí. —Estoy de acuerdo. Ya que nunca he tenido sexo con Willa.
El viernes por la noche se encontró conmigo en la casa del árbol porque
mi madre acababa de decirme que no sólo soy el hijo de mi abuelo, sino
que él la violó; además mi arrogante padre también fue un hijo bastardo y
ni siquiera es un maldito Lawton. Tenía mucho para descargar y
necesitaba a alguien en quien pudiera confiar para escucharme. Por eso
le pedí a Willa que se escapara y fuera a la casa del árbol conmigo.
El rostro de la señora Ames se puso ligeramente pálido. —¿El señor
Lawton no es un Lawton? Buen señor. Eso no es cosa que un chico necesita
oír.
Era obvio que Brady nunca le había dicho a la señora Ames lo que le
pedí. Escuchaba todo esto por primera vez.
No estuve de acuerdo. —Tendré dieciocho el próximo mes, y todo
esto será mío. Él y mi madre se mudarán y buscarán un lugar propio. Las
cosas van a cambiar. Pero lo más importante… Willa. Necesito verla.
La señora Ames se sentó en la silla más cercana. —Buen Señor, buen
Señor —repitió, sacudiendo la cabeza.
El buen Dios no iba a abatirse ni cambiar nada. El sexo fue
consumado y los bebés nacieron hace muchos años. Todo se encontraba
hecho.
—¿Puedo ver a Willa?
Finalmente levantó su mirada hacia la mía. —Su madre vino hasta
aquí. La molestó y ahora está descansando. Dale tiempo antes de ir a
buscarla. Tiene que decidir qué es bueno para ella. Supongo que no
puedo salvarla de todo el mundo. No si no necesita ser salvada.
Podía aceptar eso. Por mucho que quisiera correr hasta allí y
asegurarme de que se encontraba bien, le daría tiempo. Pero no
demasiado. Willa me salvó. Me enseñó a amar y me quitó del camino
autodestructivo en el que iba. Sin ella, mi vida estaría destrozada ahora
mismo. En la vida enfrentabas obstáculos, y tenías que luchar para
atravesarlos. Si eras lo suficientemente afortunado, encontrabas a alguien
que también luchara por ti. Yo tuve suerte.
Traducido por Jeenn Ramírez
Corregido por florbarbero

Willa
Salía de la cocina cuando algo golpeó el piso. No fue un ruido
fuerte, pero aun así lo noté. Deteniéndome, me volví y miré hacia atrás.
Había una carta junto a la puerta. Caminando hacia ella, puse mi plato de
comida sobre la mesa, luego me incliné para recoger el sobre. Mi nombre
se encontraba escrito en el exterior. Era la letra de Gunner.
No lo abrí, pero abrí la puerta para ver si era él. No había rastro de
nadie. Me hallaba descalza, en mis pantalones de pijama y camiseta sin
mangas, pero no me importaba. Salí corriendo, todavía sosteniendo la
carta y buscando cualquier señal de Gunner. Nonna me dijo que me diría
al momento en que oyera algo sobre él.
—¡Gunner! —grité, pero no había nadie.
Frustrada, abrí la carta mientras me paraba en la hierba.

Willa:
Correr no es tan divertido sin ti. Es solitario. Extraño mi hogar, porque
mi hogar es donde estás tú. Cuando me dijiste que me amabas, ya sabía lo
que sentía por ti. Estoy bastante seguro de que lo sentí cuando éramos
niños. Simplemente no lo entendía. Toda la emoción era extraña para mí.
Estoy en casa. Donde pertenezco. Contigo.
Encuéntrame en la casa del árbol.
Gunner

No volví a poner la carta en el sobre y no pensé en la escuela


católica. Todo en lo que podía pensar era en llegar a Gunner. Verlo y
saber que estaba bien. Así que corrí. El piso me lastimaba las plantas de los
pies, pero no me importaba. Sólo tenía que llegar a esa casa del árbol.
Metí la carta en mis pantalones y subí la escalera hasta la cima,
ansiosa por verlo.
Decirle que lo sentía. No debí darle una carta. Se merecía más.
Sus ojos fueron lo primero que vi cuando entré, y una pequeña
sonrisa se extendió por su cara.
—Te ves preciosa. Me gusta especialmente el cabello desordenado
—dijo, tocando mi atuendo. La educación en casa no requería cepillarme
el pelo o ponerme ropa decente.
—Regresaste —fue todo lo que pude decir.
Asintió. —Regresé.
—Lo siento —dije.
—Te amo —fue su respuesta—. Te he amado siempre. No lo entendí
hasta que volviste a mi vida y me completaste de nuevo.
—Oh. —Quise decir más, pero no esperaba que dijera eso. Me pilló
desprevenida.
—Sí, oh —estuvo de acuerdo con una risita, luego cerró el espacio
entre nosotros y me atrajo hacia él.
Ahuecó mi cara entre sus manos. —Mi vida está jodida, pero tengo
una cosa que prometerte, y es que tendrás mi corazón hasta el día que
muera. Eso puede sonar cliché y tonto, pero lo digo en serio. No puedo ser
feliz sin ti. Tú eres mi felicidad.
—Tú también eres la mía.
Se inclinó para besarme, y me aferré a sus brazos para no caer. Un
beso de Gunner Lawton debilitaba mis rodillas. Y eso era algo que sabía
que nunca cambiaría.
Traducido por Gisenid
Corregido por GraceHope

Gunner
Cuando Willa lloraba hacía que me doliera el pecho y que mi
estómago se sintiera gracioso. Haría cualquier cosa por hacerla parar.
Odiaba sus lágrimas. Quería que fuera feliz. No conocía a su mamá, pero
la odiaba. La hacía llorar y no sabía por qué.
Rodeé sus pequeños hombros con mi brazo. Siempre me sentí tan
grande comparado con su pequeño cuerpo. Éramos de la misma edad,
pero no era una niña grande. Era la chica más baja en nuestra clase de
sexto grado. También era la más bonita.
—No llores, Willa. Solo dime que está mal, y lo arreglaré. —No estaba
seguro si podría arreglar algo, pero quería hacerlo y haría todo lo posible
por intentarlo.
Negó con la cabeza y se inclinó hacia mí. Eso se sentía bien.
Confiaba en mí, y me gustaba. —No puedes. Nadie puede —sollozó.
Esto tenía que ser malo de verdad. Si su Nonna no podía arreglarlo,
¿entonces qué era? ¿Acaso su Nonna se encontraba enferma? ¿Fue
despedida y nadie me contó?
—Puedo intentarlo —dije suavemente.
Giró la cabeza hacia mi pecho y lloró más fuerte. —No… no puedes.
Mi mamá viene a buscarme —dijo entre sollozos—. Voy a mudarme.
Era un niño y se supone que los niños no lloran, pero al oír aquellas
palabras también sentí ganas de llorar. Willa no podía dejarme. Era mi
mejor amiga. Hacíamos todo juntos. Era la primera persona en la que
pensaba cuando me despertaba todos los días.
—No puedes dejarme —dije con más fuerza de lo que planeaba.
Se alejó y limpió su rostro húmedo. —Tengo que hacerlo. Nonna dijo
que mamá me quiere y que es hora de que seamos una familia.
No. No. Nonononono. Negué con la cabeza. —Aquí tienes una
familia. Con tu Nonna y conmigo.
Asintió en acuerdo y continuó limpiando su rostro. —Lo sé. Le dije eso,
y Nonna me abrazó y me dijo que me amaba pero que ahora mi mamá y
Chance me necesitaban.
Chance era el hermano pequeño que nunca llegó a ver. Me sentí
culpable por no querer que fuera a vivir con él. Tenía a mi hermano en
casa, y era genial. Ella extrañaba a Chance, y cuando hablaban por
teléfono, siempre lloraba cuando colgaba. Pasaba horas contándole
chistes para hacerla sonreír otra vez.
—Chance puede mudarse aquí —dije, pensando que sonaba como
un buen plan.
Willa sorbió, y sus sollozos fueron calmándose lentamente. —No
puede. Su papá y mi mamá se casaron. Quieren llevarme allí para ser
parte de su familia.
—¿En Arkansas?
Asintió.
—Eso es muy lejos —dije, dejando que mi propia tristeza comenzara
a dominarme.
Comenzó a sollozar de nuevo, y me di cuenta que lo había
empeorado. No quería perder a Willa, pero si no había opción y tenía que
irse, tampoco quería que estuviera triste. Podría llorar a solas en mi
habitación después de que se fuera. Pero quería saber que sería feliz y
sonreiría.
—Todavía nos visitarás a tu Nonna y a mí. No será para siempre. Y
cuando seas mayor, puedes venir a pasar aquí el verano completo.
Apuesto a que ellos te dejarán hacerlo si se los pides.
Willa dejó de sollozar y me miró con ojos esperanzados. —¿Lo crees?
—preguntó.
Asentí. —¡Por supuesto! Tu Nonna te extrañará, y vendrás cada vez
que quieras. No es para siempre.
Entonces me lanzó una sonrisa. Todavía era una triste, pero era mejor
que las lágrimas.
—Siempre estaremos aquí para el otro. Puedes regresar y volver a
verme jugar fútbol en la escuela secundaria, en el gran campo bajo las
luces. —Ese era mi sueño y Willa lo sabía. Jugar bajo las luces en el gran
estadio con Brady, West, Asa, Ryker, y Nash. Ganaríamos las estatales, y
Willa estaría ahí animándome. Unas cuantas veces nos habíamos
escapado y caminado hacia la escuela secundaria para estar allí de pie
bajo las luces. Todos nosotros. Hicimos planes y construimos nuestros sueños.
En todos aquellos sueños, Willa se hallaba ahí.
—No me lo perdería. Volveré. Ni siquiera me habré ido por mucho
tiempo antes de visitarlos. Estaremos bien.
No estaba seguro de que mi corazón estuviera de acuerdo. Sufría
mientras sonreía. Willa era mi parte favorita de la vida. Mejoraba las cosas
con solo sonreír. Su risa podía arreglar completamente mi mal humor.
Cuando no había nadie alrededor para entenderme, Willa lo hacía. El día
que la sorprendí jugando en mi casa del árbol, había sido el más
afortunado de mi vida. ¿Qué haría sin ella?
Hace dos años, Riley Young huyó de Lawton,
Alabama. Después de acusar al hijo más grande
de Lawton, Rhett, de violación, todo el mundo la
consideró una mentirosa y ella no tuvo más
opción que partir. Ahora ha regresado, pero no
está en Lawton High terminando su último año.
Está en casa criando a la niña que nadie creía
que era de Rhett.
Rhett está en la universidad viviendo la vida que
temía perder con la acusación de Riley, por lo
que Riley acepta volver a Lawton para que ella y
sus padres puedan cuidar de su abuela, que
sufre de Alzheimer. Pero la ciudad todavía no ha
olvidado su odio por ella, y ella no ha olvidado la
forma en que le dieron la espalda cuando más
los necesitaba.
Cuando el chico dorado de la ciudad, Brady Higgens encuentra a Riley y a
su hija, Bryony, varadas en el lado de la carretera bajo una tormenta, se
acerca y les ofrece un paseo. No porque se preocupe por Riley, por
supuesto, sino por la niña.
Pero después del simple viaje en automóvil, comienza a cuestionar todo lo
que creía saber. ¿Podría Brady creer a Riley y correr el riesgo de perderlo
todo?
Abbi Glines puede ser encontrada saliendo con
estrellas de rock, paseando en su yate los fines de
semana, haciendo paracaidismo o surfeando en
Maui. Está bien, quizá ella necesita mantener su
imaginación sólo enfocada en su escritura. En el
mundo real, Abbi puede ser encontrada acerrando
a niños (que siempre suelen parecer que no le
pertenecen a ella) a todos sus eventos sociales,
escondida bajo las sábanas con su MacBook con la
esperanza de que su marido no la descubra viendo
Buffy en Netflix de nuevo, y escabulléndose en
Barnes & Noble para pasar horas perdida en libros.

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