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vida nocturna se iluminaba con cuerpos poco vestidos y besados por el sol,
Página
—Puedo manejarlo.
Había oído algunas historias sobre ella de Bliss. No era la más salvaje de
las dos hermanas menores de Nate Finlay. Ese título le pertenecía a Phoenix
Finlay. Su pelo rojo era la única advertencia que recibía de que era
problemática. Parecía un ángel. La primera vez que la vi me pregunté si habían
inventado las historias sobre ella. Luego, en una fiesta de cumpleaños de Bliss
que Nate celebró en su casa, Phoenix se quitó toda la ropa excepto un par de
bragas diminutas y saltó a la piscina. Nate había maldecido sin parar mientras
el resto de los hombres presentes observaban.
—De malta, mmmm. Gracias, lo necesitaba. —Su voz era tan cálida y
áspera. Olvidé lo mucho que me gustaba oírla hablar.
—¿La alegría de la boda te estresa? —pregunté, tomando un trago más
antes de volver a cerrarla y meterla en la chaqueta de mi traje.
Se encogió de hombros y luego suspiró un poco. —Bliss es dulce. Si no
supiera que tiene a mi hermano envuelto alrededor de su dedo, me preocuparía
por ella. Las mujeres de nuestra familia no son dulces. Si esta fuera la boda de
Phoenix, necesitaría una botella entera de whisky. Pero Bliss no es una novia
loca. Lo que es un alivio. No me gusta arreglarme y tomarnos fotos, y tener que
dejar que mi mamá se preocupe por mi cabello, y usar todo este maquillaje.
Tal vez fuera el whisky, pero sonreí ante su explicación incoherente. —Te
ves muy sexy. También está eso.
Creo que nunca le dije a una mujer que se veía muy sexy. Sin duda era
influencia de la bebida.
Sonrió y luego se rio. Era una risa suave y sorprendida, y fue tan
embriagadora como su voz. —Eli Hardy, creo que estás borracho.
Me encontraba bastante seguro de que tenía razón, pero no me conocía lo
suficiente para hacer esa suposición. —¿Cómo es eso? —pregunté con mi propia
sonrisa divertida. Giró su cuerpo ligeramente hacia mí. El banco que tomé como
mío se hallaba bajo un gran roble vivo y fue colocado aquí para la boda, ya que
nunca antes lo vi en casa de los padres de Bliss. Era lo suficientemente grande
para dos personas y cuando Ophelia se volvió hacia mí, su hombro rozó el mío
antes de que su muslo hiciera un breve contacto. Su olor se dirigió hacia mí con
la brisa como si ella se hubiera coordinado con el clima. No era el olor floral
familiar que tenían la mayoría de los perfumes, sino que me recordaba al coco y
al sol. Los mejores olores del verano irradiando de su piel.
Sea lo que sea, tuve la necesidad de enterrar mi cabeza en su cuello e
inhalar profundamente. Pero no estaba tan borracho.
—Hemos estado en el mismo lugar varias veces. Te he estado
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diario. La mirarían fijamente con una sudadera y el pelo en una cola de caballo.
Era así de guapa.
—Deberías estar acostumbrada a que te miren —le dije.
Frunció el ceño, su nariz ligeramente arrugada y maldita sea, hacía que
esta sensual belleza se viera adorable. —¿Por qué?
La sinceridad en esa pregunta no se me escapó. Incluso un poco
intoxicado, vi en sus expresivos ojos que hablaba en serio. Era imposible que
esta mujer no supiera que era hermosa. Las mujeres que se veían así lo sabían.
No era simplemente hermosa como Lila. La apariencia física de Ophelia estaba
en otro plano de aturdimiento. Lila era tan hermosa por dentro como por fuera
y eso la hacía muy atractiva.
Ophelia era de las que los hombres ven y fantasean una y otra vez. Ni
siquiera tenía que hablar. Solo una mirada y memorizabas esa imagen para más
tarde.
—Porque es imposible que nadie quiera no mirarte una vez que te ven —
le contesté y luego tomé otro trago, aunque probablemente era una mala idea
beber más.
—Es posible que quieras ir más despacio —dijo y me quitó la petaca de la
mano—. Tienes que estar al lado de la novia pronto y no caerte. Bliss es dulce,
pero puede que no te perdone que te desmayes borracho en su ceremonia de
boda.
Dejé que se llevara mi bebida sin discutir. Tenía razón. Además, eso me
daría una razón para hablar con ella más tarde. Necesitaría recuperar mi petaca.
Tal vez podría seguir con eso y pedirle bailar. Justo cuando mi imaginación
comenzó a tomar ese pensamiento y correr, fuimos interrumpidos.
—¿Cuánto tiempo lleva borracho? —preguntó Cruz Kerrington. Incluso
en mi estado de embriaguez, podía oír la diversión en su voz. Maldito
Kerrington.
—No estoy segura. Ya estaba con la petaca cuando me uní a él —
respondió Ophelia. Entrecerré los ojos contra el sol detrás de la cabeza de
Kerrington. Sonreía.
Lo vi agitar la cabeza una vez y luego se rio. —Maldita sea, esta mierda
es graciosa —contestó. Entonces me tendió la mano y por un momento pensé
que quería estrechar la mía. Lo miré como si fuera el que estaba borracho. ¿Por
qué carajo querría darle la mano? No me gustaba ese bastardo. No podía
recordar por qué, pero no me gustaba. Eso sí lo sabía.
—La boda es en una hora. Necesitas algo de comida en el estómago y
una ducha fría —dijo Cruz con más firmeza. Cuando aún no me moví,
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Ese recuerdo me despejó más que cualquier cosa que Cruz Kerrington
tuviera en mente. Tomé la escena y en silencio agradecí a un Dios que no estaba
seguro de que existiera. Pero le había rogado tantas veces durante años
mientras Bliss luchaba contra la leucemia que si Él estaba allí, entonces
necesitaba agradecerle por escuchar.
—Necesito café —le dije finalmente a Cruz.
—Claro que sí, carajo —contestó.
Comencé a caminar a su lado y nos dirigimos a la puerta lateral de la
casa que daba a la cocina. Había una oleada de preparativos para la recepción.
Cruz ignoró a la dama que le dijo que saliera y sacó un par de pequeños
sándwiches de la bandeja que preparaba.
—Este es el padrino de la novia. Necesita comida y café para absorber el
maldito whisky —le dijo Cruz a la joven que parecía que babeaba por él en
lugar de regañarlo.
La chica se puso a trabajar en mi café y Cruz me llevó hacia el pasillo.
Mi hermana Crimson salió del viejo dormitorio de Bliss por esa época y
sus ojos se fijaron en mí. Vi la comprensión cuando se dio cuenta de mi
apariencia. Ojalá hubiera podido ser mi hermana menor, Cleo. ¿Por qué carajo
tuve que ver a Crimson en este momento?
—¡Jesús, Eli, en serio! —siseó—. Te ves como la mierda. Es el día de la
boda de Bliss y estás borracho a media tarde. ¿Cómo pudiste? ¿Esto no es
propio de ti? Se trata de... —Se detuvo y miró a Cruz que se hallaba de pie
silenciosamente a mi lado. En vez de darme un sándwich, me metió uno en la
boca.
—Ahora está sobrio. Yo me encargo de esto. Ve a buscar a alguien más a
quien quejarte —le dijo a Crimson. La cara de ella se tornó de un rojo brillante
mientras lo miraba fijamente. Mastiqué rápidamente y tragué. Tenía que
ocuparme de esto antes de que mi hermana dijera algo más. Ella no era rival
para Cruz y si él le decía algo malo, yo tendría que patearle el trasero. En mi
estado actual, dudaba de que tuviera éxito.
Antes de que pudiera tragarme la comida, Crimson se giró sobre su talón
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y se fue furiosa. Sin decir una palabra más. Me encontraba bastante seguro de
Página
Este puede que sea el mayor error de mi vida, pero al menos iba a
cometerlo.
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20 de mayo / 7:03 a.m.
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correo de voz les diría que me enviaran un mensaje de texto. La cual era mi
comunicación preferida. Tenía que contestar las llamadas en el estudio todo el
día. No quería hacerlo también en mi vida personal.
El nombre de mi cuñada apareció en la pantalla. Bliss era una de las
pocas personas que rara vez intentaba llamarme. Sabía que me gustaba enviar
mensajes de texto y siempre hacía eso en lugar de llamar. Sin mencionar que era
temprano. Agarrando el teléfono inmediatamente preocupada, rápidamente
dije—: Bliss, hola, ¿todo está bien?
—Sí. —Su voz sonaba divertida. Al instante me relajé—. No quise
asustarte. Lo siento. Solo estoy conduciendo y no puedo enviar mensajes. Sabía
que estarías despierta preparándote para el trabajo, así que pensé que llamar
era seguro —explicó.
—Por supuesto. ¿Qué pasa? —le contesté.
—Quería ver si te encontrabas ocupada este fin de semana. La casa por
fin se acabó con las renovaciones y la piscina nueva y mejorada está completa.
En fin, íbamos a tener una fiesta para celebrar originalmente, pero los Hardy
recibieron malas noticias la semana pasada. La abuela de Eli será operada este
fin de semana y decidimos invitar a todos el viernes por la noche como un
apoyo más de amigos. Todo el mundo necesita algo para dejar de pensar en
todo esto. Nos encantaría tenerte aquí, para ver la casa y a nosotros.
Sea Breeze, Alabama, se encontraba a solo dos horas en automóvil, pero
no fui a visitar a mi hermano y su esposa en meses. Ellos vinieron a visitar
varias veces y no he encontrado una razón para volver. Pasé por allí solo una
vez desde su boda el verano pasado. Era hora de visitar y, salir de mi rutina
aquí me haría bien. Tal vez la inquietud que empecé a combatir últimamente se
aliviaría si hiciera un viaje corto.
Le dije—: Estaré allí.
—¡Maravilloso! No puedo esperar a verte. Ven cuando sea que quedes
libre. Tendré la habitación de huéspedes con vista al golfo lista para ti.
—Voy a hablar con Lila Kate. Normalmente no tenemos clases los
viernes. Da algunas lecciones privadas, pero no me necesitan por la tarde por
mucho tiempo. Debería poder salir de aquí a más tardar a las tres del viernes —
le comenté.
—No puedo esperar a verte. Si tienes noticias de Phoenix, dile que
también estoy tratando de ponerme en contacto con ella. Pero su número de
teléfono dice que no está funcionando… —Bliss se fue apagando como si no
estuviera segura de si dijo lo correcto o no. Mi hermana menor era una demonio
y empeoraba cada año. No había sabido nada de ella en tres semanas desde que
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Otro suspiro. —Se supone que debe llamar con su nuevo número de
Londres a mediodía. Me aseguraré de que lo consigas y luego llamaré y trataré
con tu hermano.
—Está bien —le dije, queriendo hacerle más preguntas. Como si tenía
una dirección suya y si hizo una verificación de antecedentes sobre el tipo o
llamar a alguna conexión en Londres para averiguar más. Pero no lo hice.
En cambio, terminé la llamada con nuestro habitual “Adiós, te amo” y
colgué.
Me hundí en la silla de la cocina y miré por la ventana sin poder disfrutar
de la vista.
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23 de mayo / 9:10 p.m.
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feliz en su rostro me dijo que era feliz. Su vida había salido como esperaba.
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Aquí es donde ella encajaba. Si no estuviera hueco, estaba seguro de que eso me
daría paz. Nate Finlay era su “felices para siempre” incluso antes de que
supiera su nombre. Sus vidas estuvieron entrelazadas desde que eran niños. No
le envidiaba esta obvia alegría que había encontrado. Sabía que ella vio la
oscuridad a una edad temprana y luchó contra ésta. La vida la dejó vivir. Por
eso me encontraba agradecido.
—¿Esto es real? Ha regresado mi mejor amigo de toda la vida y... —Se
detuvo mientras asimilaba lentamente mis cambios una vez que entré en la luz
de los reflectores de la casa. Sus ojos se abrieron de par en par y su mandíbula
cayó. Olvidé cuánto había cambiado mi apariencia, pero al ver el impacto en los
ojos de Bliss me di cuenta de que esto iba a pasar mucho en los próximos días.
Debería advertirle a mi padre para que prepare a mi madre—. Santo... Oh...
Una fuerte risa masculina seguido de “Carajo, hombre”, vino de Nate
mientras salía al porche para pararse al lado de Bliss.
—Eli Hardy —dijo Bliss lentamente como si necesitara asegurarse de que
era yo. Quise decir: “No. Él no volverá jamás.” Porque no volvería. Se había ido.
El hombre que era ahora estaba permanentemente alterado por dentro mucho
más que por fuera—. ¿Tu madre ya te ha visto?
Eso consiguió otra risa de Nate pero Bliss lo ignoró y sus ojos
escudriñaron mis tatuajes y mi cabello. No quería que me mirara a los ojos. Si
alguien podría ver el cambio, era ella. Conocía al chico que fui demasiado bien.
No di un paso más hacia la luz. Mantuve las sombras sobre mi cara lo suficiente
como para enmascarar al resto.
—No. Vine aquí primero. Necesito una noche de sueño antes de
enfrentarme a todos... y lidiar con las cosas —respondí finalmente. Tenía que
hablar si quería quedarme en su casa.
Mis palabras le recordaron el motivo de mi presencia aquí. Vi la sombra
de la comprensión y el miedo cruzar su rostro. Bliss entendía muy bien el
cáncer. Era una sobreviviente. —Lo siento mucho. —Dijo las palabras que sabía
que escucharía mucho. Viniendo de ella, sabía que las decía en serio. No eran
solo palabras porque no sabía qué más decir. Ella conocía el horror de la
enfermedad. Se enfrentó a la muerte y vivió.
Le hice un asentimiento. No había razón para decir nada. Estuve a su
lado cuando era adolescente mientras ella luchaba por vivir. Lo vi aunque no lo
hubiera experimentado. Pensaba que entendía la muerte y el miedo que la
acompañaba. Pero lo que experimenté al lado de Bliss cuando era niño no fue
nada comparado con lo que conocía ahora. Morir no es la parte que da miedo.
Es sobrevivir.
—Eli, si tu madre no lo sabe ya —Hizo un gesto hacia mí—, los cambios
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en tu apariencia. Creo —Se detuvo y respiró hondo—, tal vez necesite ser
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advertida antes de que entres en su casa con toda tu familia allí. —Me di cuenta
de que no quería decirme esto, pero pensó que debía decirlo.
—Normalmente diría que al diablo con ello, pero tiene razón dadas las
circunstancias —añadió Nate, pero seguía sonriendo como si estuviera
divirtiéndose y posiblemente había algo de respeto en sus ojos. ¿Por qué? ¿La
tinta en mi cuerpo? No era algo para respetar. Eran recuerdos de lo que nunca
olvidaría.
—Quiero decir, nadie te ha visto en más de un año. No hubo ninguna
advertencia. No pensé que ese abrazo de despedida que me diste antes de irnos
de luna de miel fuera una despedida literal. —Había dolor en el tono de Bliss.
Una vez eso me habría hecho sentir culpable. Como si debiera disculparme. Si
pudiera encontrar esa reacción, entonces habría una posibilidad de esperanza
de haber mantenido un pedazo de mí durante todo esto. Después de seis meses,
ya sabía que era imposible. Incluso para mi mejor amiga de la infancia. No llegó
ninguna emoción.
—¿Puedo ducharme y tomar prestada una cama para pasar la noche? —
le pregunté en vez de asegurarle que se lo diría a mis padres. Ya no
tranquilizaba más. La tranquilidad era un desperdicio de aliento. Algo que
hacíamos porque pensábamos que era una necesidad.
Frunció el ceño y luego asintió. —Por supuesto. Ven adentro. —Dio un
paso atrás, y Nate le pasó un brazo alrededor de su cintura sin apretar. Parecía
algo reconfortante. Si la hubiera molestado, sabía que él la tranquilizaría. Pasé
junto a ellos y entré en la casa. Techos de machimbre, espacio abierto, dinero.
Riqueza. Dado por sentado. No porque fueran egoístas, sino porque no
conocían nada más. Yo había sido como ellos una vez.
—¿Tienes hambre? ¿O sed? —preguntó Bliss desde detrás de mí.
Terminé de escanear todo lo que habían hecho antes de mirarlos.
—Una cerveza estaría bien —respondí—. El lugar se ve genial, pero antes
era bonito.
—Nos ha llevado casi un año, pero es exactamente lo que queríamos.
Tratar con contratistas fue una mierda. Pero aparte de eso, no ha estado mal.
—Heineken o tenemos algo de la nueva microcervecería de la ciudad —
dijo Bliss desde la nevera.
—Las cosas locales no están mal —agregó Nate.
—Probaré la local entonces —respondí. No me importaba una mierda lo
que fuera, pero la respuesta haría que Bliss mirara demasiado de cerca. Que
preguntara cosas que yo no respondería.
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Mi plan de irme a las tres no había salido bien. Empaqué mis cosas,
limpié el apartamento, saqué la basura, entonces cuando finalmente me subí a
mi auto, se encendió la luz de cambio de aceite del motor. Nunca fui buena en
recordar cambiar el aceite. Mirando la estampa en la esquina izquierda de mi
ventana me di cuenta de que me pasé por cinco mil kilómetros. ¡Maldita sea!
Había una cola en la gasolinera y les tomó casi una hora darle servicio a
mi coche. Para ese momento, me moría de hambre y fui a comprar un burrito
de pollo para llevar, pero también había gente. Mucha. Era el momento del año
en que los viernes se ponían ocupados en Rosemary Beach. Los vacacionistas
llegaban a su semana en la playa. Nada era rápido o fácil por los siguientes tres
meses.
Después de conseguir comida y salir hacia Sea Breeze, eran casi las cinco
y llamé a Bliss para decirle que iba a llegar tarde de nuevo y que arribaría justo
a tiempo para la fiesta o lo que sea que fuera. No creo que fiesta fuera una
buena descripción. No dadas las circunstancias. La mención de Eli Hardy me
recordó a la boda de Nate y Bliss. Habíamos tomado algo de whisky de su
licorera y hablado brevemente.
Eli no era mi tipo, pero había estado borracho, así que estaba más
relajado. Me mostró un lado suyo que me gustó. Pero dudaba que ese lado
saliera a relucir cuando estuviera sobrio. Era demasiado correcto. Me gustaba
más la aventura. No los chicos malos sino los que tenían agallas. Eli era
demasiado bueno. Cuando se fue de la boda con la motocicleta de Cruz
Kerrington, me había impresionado, pero honestamente fue la última vez que
pensé en el hasta que Bliss lo mencionó en la semana. Ahora me preguntaba
que fue de él después de la boda. Sabía que Cruz ya no tenía la motocicleta. Lila
Kate mencionó su alivio de que la vendiera unas semanas después de la fiesta,
pero se sorprendió de que fuera Eli quien la comprara.
Mis pensamientos fueron de Eli a mi hermana, entonces me preocupé de
las malas decisiones de Phoenix. Como prometió, papá me mandó por mensaje
su número telefónico. La llamé tres veces esta semana y todo lo que hizo fue
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así que retrocedí y la dejé ser. No podía forzar a Phoenix a hablar conmigo.
Como sea, mis pensamientos se quedaron con ella el resto del camino. Para el
momento en que llegué a la casa de Bliss y Nate, se hallaba lleno de vehículos
afuera. Luces salían de cada ventana y me tomé un momento para admirar el
hermoso lugar que mi hermano llamaba hogar. Comenzaría una familia aquí.
Un día vendría de visita y habría niños llamándome tía Ophelia. Bliss no podía
embarazarse, pero ya habían hablado de adoptar en un futuro. Mi pecho se
calentaba solo de pensar en todo lo que venía para ellos.
Entonces rápidamente, siguió una sensación de melancolía porque no
creía que conocería nunca su felicidad. Había salido en citas lo suficiente para
saber que lo que tenían era raro. Cada vez que creía haber encontrado a alguien,
resultaba mal. Él no era lo que me hizo creer. Cambiaba. Tal vez era yo quien
los hacía cambiar. Había pasado tantas veces que me encontraba dispuesta a
asumir la culpa por eso. Obviamente, yo era el común denominador.
Profundamente temía que mi apariencia los atrajera, pero una vez que
me conocían de verdad, se alejaban. Me enfrentaba al hecho de que debo estar
defectuosa. Había algo de mi personalidad por lo que los hombres pensaban
que podían darme por sentado, tratarme mal y luego volverse indiferentes.
No era Bliss, y no era una Lila Kate. Ambas tenían la belleza junto con la
dulce bondad. Eran almas hermosas. Los hombres eran atraídos a ellas. Las
amaban. Las adoraban. Las mujeres como ellas eran las que conseguían su
felices para siempre.
Algunos días creía que me encontraba bien por mi cuenta. No tenía que
preocuparme de nadie más. Hacía lo que quería y tomaba mis propias
decisiones. Sonaba como un plan sólido. Uno que me haría feliz y contenta.
Pero solo duraba por un tiempo.
Cuando eras criada por dos personas que se aman tan ferozmente como
mis padres, que peleaban y se reconciliaban, que se reían juntos, luchaban
contra todos los obstáculos juntos, era difícil no quererlo. Fue todo lo que vimos
como niños e incluso ahora aún se complementaban el uno al otro. Vivir en una
casa así era lo que me hacía desear más. Ellos eran la razón por la que decía sí a
una cita cuando sabía profundamente que terminaría igual que las otras.
Todos decían que me parecía mucho a mi madre. Pero sabía que era solo
en apariencia. Lucía como una joven Blaire Finlay y ahí terminaba todo. Mi
mamá era todo lo que quería ser, pero sabía que no sería así. Su belleza era
profunda, su amor fuerte, su determinación mayor a lo que podía comprender.
Luchó tanto en su juventud y salió a flote. Decidí que esa era la diferencia. No
había tenido batallas.
Mi vida familiar fue de cuento de hadas. No me faltó nada. Me dieron
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todo el amor, seguridad y apoyo que podía dársele a un niño. Nate era un
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hombre, así que tal vez por eso le afectó de forma diferente. Había aprendido a
ser el hombre que era nuestro padre viviendo la vida que tuvimos. Pero
Phoenix era un desastre como yo. Sus defectos eran distintos. Pero ambas
luchábamos a nuestra manera. No cambiaría a mi familia ni la vida que me
dieron por nada en el mundo, pero temía que habían evitado que tuviera algo
real. No existía nada en mí de verdadero valor.
La puerta de la casa se abrió y vi a mi hermano, que se parecía a mi
padre como yo a mi madre, salir al porche. Era una buena distancia de donde
me estacioné, pero desde aquí, intuía que su mirada se hallaba en mí. Me estaba
esperando. Me hizo sonreír. Siempre el hermano mayor.
Tomé mi bolsa de lona Louis Vuitton. Era todo lo que había empacado
para la corta visita y salí de mi Audi para encontrarlo antes de que caminara
hasta acá. Esperó donde se encontraba cuando finalmente me vio acercarme a la
casa. Me pregunté si me vio llegar y esperó a que entrara. No me hallaba segura
de cuánto tiempo me senté perdida en mis pensamientos. Desafortunadamente,
eran pensamientos en los que me perdía mucho últimamente.
Había pasado más de un año desde mi última relación. Por un rato, me
pareció bien estar sola, pero me di cuenta de que era solitaria. Phoenix y yo no
habíamos sido unidas en años, menos ahora que huyó. Lila Kate estaba casada y
viviendo su vida como la señora de Cruz Kerrington. No tenía amigas. Nunca
me agradaron las otras mujeres. Traté de acostumbrarme, pero siempre acababa
con los chicos. Las chicas eran demasiado dramáticas. Tan competitivas. No
podía con la lucha constante que parecía estallar todo el tiempo.
—Estaba a punto de salir a buscarte —comentó Nate cuando llegué al
último escalón. Abrió los brazos y entré en ellos para darle un abrazo—. Te
extrañé, hermanita —dijo.
Todas mis preocupaciones y problemas se desvanecieron. Estaba en esta
casa donde encontró su felicidad. Y eso arreglaba todo en mi mundo.
—También te extrañé —le dije.
Tomó mi bolso de lona mientras retrocedía. —Voy a llevar esto a tu
cuarto. Bliss se tomó demasiado tiempo asegurándose de que estuviera listo
para ti. Creo que incluso puso flores frescas en la cama. Dile algo sobre ellas, si
puedes.
Sonreí. Me recordaba tanto a papá. Asentí. —No soy una completa perra,
sabes. Le habría dado las gracias sin que me dijeras.
Sonrió. —No, no eres una perra. Nuestra hermanita es quien tiene ese
título sin esforzarse.
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asentí.
—Si ese idiota no trae su culo aquí pronto, puede que Larissa desee que
yo beba de más. Estoy listo para patear su lamentable trasero tatuado. —Luego
se alejó por las escaleras hacia la playa. Nate no pareció confundido por la
última oración, pero yo sí. ¿Quién más esperaba que apareciera? Pensé que el
que Eli no estuviera aquí era el problema. Pero dijo algo sobre tatuajes.
Eli Hardy no tenía tatuajes. La idea de Eli con tatuajes me hizo sonreír.
Era tan contrario a él. Alguien más debía faltar, ¿tal vez Eli trajo a un amigo?
Nate me señaló que entrara y estaba a punto de preguntar por el otro
huésped perdido cuando Bliss apareció en la puerta luciendo tan perfecta y
arreglada como siempre. Su sonrisa se suavizó cuando me vio y de nuevo, fui
abrazada. Le devolví el abrazo.
—Lamento llegar tarde —me disculpé, pensando que era probablemente
mejor que lo estuviera desde que había drama familiar y no era parte de él.
—Me alegra que vinieras —susurró, después retrocedió—. Nate tiene tu
maleta. Bien. Puede llevarla a tu cuarto, y te buscaré una bebida. La necesitaras
esta noche. Créeme.
La seguí hacia la cocina y tanto como deseaba revisar el lugar ahora que
estaba remodelado no quería que las personas pensaran que los miraba a ellos.
El lugar se encontraba lleno de parientes. Bliss se acercó a la barra de mármol y
me miró.
—¿Champaña, vino o algo más fuerte?
Le di una rápida mirada a la habitación y respondí. —Más fuerte.
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24 de mayo / 8:36 p.m.
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Página
también estén dentro. Dewayne y Siena Falco. Mi tía Larissa estaría aquí con su
marido, Micah Falco. Parecía que algunos de los Taylor también estaban aquí.
No vi los vehículos de Saffron o Holland Corbin y gracias por eso.
Después de otro momento de debate de si valía la pena entrar, di el
primer paso en esa dirección. Apestaba a cigarrillos a pesar de que no fumaba, y
whisky. Que consumí mucho. Estaba seguro de que parecía que bebí la cuarta
parte de un galón.
—¿En serio entrarás luciendo así? —El grueso acento sureño que me
recordaba a la jodida miel cada vez que lo escuchaba, me detuvo. Volví mi
mirada hacia la voz. Olvidé cómo sonaba hasta que habló. El recuerdo de la
última vez que la vi no se encontraba claro, pero tampoco se desvaneció.
Ophelia Finlay salió de las sombras con un vaso de algo oscuro. Su largo
cabello rubio parecía platino bajo la luz de la luna y esos ojos que podían atraer
a cualquier hombre, brillaron con picardía. Era impresionante. Posiblemente la
mujer más hermosa que haya visto. No es que importara. La belleza era fugaz,
malvada, poderosa. Podría destruir a un hombre. Sin embargo, me hallaba a
salvo con ella. Mi destrucción ya llegó.
—Todos están enojados contigo. Pensé que era el asunto de la ausencia,
pero ahora veo a lo que se refería Micah cuando mencionó “tatuajes”. Si no
estuviera viendo esto con mis propios ojos, supongo que no lo creería.
No era una de “ellos”… mi familia… mis amigos… alguien de quien
necesitaba esconderme. Me acerqué más. Podría retrasarlo. Todos esperaban
que entrara, excepto ella. No le importaría. —¿Crees que están enojados por mis
tatuajes? —le pregunté, sin importarme cuál era su respuesta. Solo que tuve
más segundos para no enfrentar a los demás.
Levantó un hombro desnudo y bronceado. La blusa que llevaba puesta
no tenía tirantes. Sus tetas hacían un excelente trabajo sosteniéndola por su
cuenta. Un mechón de su cabello que parecía seda cayó sobre su piel. —Estoy
segura de que tu acto de desaparición y el que no aparecieras esta noche puede
ser de gran importancia —dijo, luego inclinó la cabeza ligeramente hacia un
lado. Sus ojos azulados plateados se movieron—. Eli Hardy, ¿te volviste malo?
—Había un tono burlón en su voz, pero también un interés que no me perdí.
No se interesaba en el hombre que una vez fui, si no que le atraía el que se
encontraba dañado ante ella. ¿Qué diablos les pasaba a las mujeres?
Era tan tentador mostrarle lo “malo” que era. La imagen de Ophelia
Finlay desnuda presionada contra mí era una maldita fantasía que tenía que
evitar. Se hallaba apegada a una vida a la que ya no pertenecía.
—No soy el mismo chico —le contesté.
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Dio otro paso hacia mí y la forma en que sus caderas se balancearon con
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no tenía ninguna duda de que quebró a muchos en el camino. Estudié sus ojos,
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sensualidad.
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—La abuela se fue hace una hora —añadió una voz femenina.
No hubo respuesta de Eli. Me detuve y esperé a que hablara. Cuando
pasaron unos segundos sin nada, renuncié a mi sentido común y me di la vuelta
en las escaleras para ver qué pasaba. La hermana de Eli, Crimson, lo miraba con
una mano en la cadera. Esperaba una respuesta. Era un enfrentamiento que iba
a perder porque Eli ladeó una ceja y esperó. Si ella quería una pelea de
hermanos, no iba a tener una con él.
Todos en la sala habían guardado silencio. Al igual que yo, todos
miraban el desarrollo de la escena. Posiblemente esperando una explicación de
Eli que sabía que nunca recibirían. Su silencio, su expresión casi aburrida y
vacía los confundía a todos y me ponía nerviosa por él o quizás por ellos.
Diablos, no sabía de quién preocuparme, lo cual era ridículo.
—No dejen que los interrumpa —dijo Eli, levantando la mirada de su
hermana para echar un vistazo al resto de la habitación. Luego pasó junto a ésta
hacia la comida que seguía en la mesa. Entonces Bliss se movió rápidamente y
fue a su encuentro. Todo el mundo volvió a la conversación, pero era mucho
más tranquila de lo que había sido, ahora parecía forzada. Como si todo el
mundo estuviera todavía concentrado en Eli. Tratando de entenderlo y
confundidos por lo que acababan de ver. Yo estaba allí con ellos. Puede que no
haya crecido conociéndolo toda mi vida, pero había estado con él lo suficiente
como para saber que todo esto era inesperado. Pero entonces también lo fue su
huida después de la boda. Al principio, asumí, como todo el mundo, que fue su
manera de tratar con el casamiento de Bliss con mi hermano. Y aún es posible
que lo haya sido. Cualquiera que fuera la razón de su huida, no trajo al mismo
tipo. El chico que amó a Bliss desde que era un niño se había ido. Esto no se
trataba de Bliss.
—¿Nadie va a mencionar toda la maldita tinta y el pelo? —La voz grave
venía de la esquina de la sala de estar. Jimmy Taylor señalaba a Eli con el vaso
de whisky en la mano y sonreía como si quisiera brindar por Eli o reírse. No
estaba seguro.
Aguanté la respiración. Jimmy Taylor era un payaso. Nunca hablaba en
serio. Él trataba de aliviar el humor, pero no estaba segura de que fuera posible
aliviar el humor de Eli.
Me volví hacia Eli, y luché contra la necesidad de cerrar los ojos. Todo
esto puede ir muy mal muy rápidamente.
—Quieres un poco de esto. No actúes como si no fuera así —contestó Eli
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y aunque no sonrió, lo que fue una pena porque sabía que tenía una gran
sonrisa, parecía relajado. No confrontativo.
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ser un imbécil. Había algo más en este cambio. Era posible que estuviera
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algo que no podía explicar y por un momento eché de menos al tipo que nunca
había conocido. Ya no se encontraba allí dentro.
—Probablemente sea seguro regresar —dijo Eli—. Todos tienen que irse
eventualmente.
Entonces empezó a caminar de regreso.
No lo seguí de inmediato. Lo observé por unos momentos mientras me
regañaba mentalmente por haber estado tan afectada por él. Tenía un objetivo:
rescatarlo de su familia. Ya lo había hecho. Se acabó. No existía razón para
desear su compañía cuando obviamente él no deseaba la mía.
Había una buena posibilidad de que no volviera a ver a Eli Hardy
durante meses o incluso años. Nuestros caminos no tenían ninguna razón para
cruzarse. El pensamiento no causó el alivio que debía. En cambio, ya lo extrañé.
Dejó de caminar y me miró. La oscuridad ensombreció su cara. Comencé
a moverme en la misma dirección que él hacia la casa. Esperó hasta que lo
alcancé y luego se puso a mi lado. Sin palabras. Nada más.
Era tan extraño como él, pero también reconfortante. No sentía que tenía
que decir nada o que se esperaba que hablara. Solo caminamos en silencio.
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25 de mayo / 10:23 p.m.
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podría salir nada bueno de eso. Además, Ophelia Finlay tenía sus propias
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paredes. Las vi hace un año y todavía estaban de pie. Sus ojos eran expresivos
incluso cuando intentaba ocultar sus pensamientos. Sabía que tenía paredes
como sabía que había visto la diferencia en mí por la que todos los demás
estaban confundidos. Pero no me preguntó. No me presionaba con preguntas.
Ella aceptaba que tenía mis razones y me dejaba guardar mis secretos.
—No las he probado. Prefiero el glaseado de chocolate en mis donas,
pero este lugar es tan popular que si no te pones en la fila temprano, no
consigues las donas. Se agotan. Me encontraba en la fila a las siete de la mañana
y para cuando llegué allí, solo les quedaban tres con tocino. Así que, si quieres
probar una, tienes que cogerla ahora. Antes de que tu familia se apodere de esta
bolsa —dijo, sujetando la bolsa para que la tome.
Era una gran bolsa de papel con dos asas robustas. Rápidamente la tomé
porque estaba seguro de que era pesada. No porque quisiera la dona de tocino.
Eso no sonaba atractivo aunque me encantara el tocino. Aprecié el gesto amable
de Ophelia y sabía que mi familia también lo haría.
La bolsa era más pesada de lo que pensé. —¿Cuántas donas compraste?
—le pregunté.
Suspiró sin el peso de la bolsa. —Tienes una familia numerosa —dijo—.
Muchas.
—Fue muy amable de tu parte. Sin embargo, hacer cola a las siete fue
más generoso de lo necesario. —Quería que se quedara aquí conmigo. No
quería volver a entrar. La mantendría a ella y a las malditas donas aquí
conmigo en una burbuja si pudiera.
—Hoy es un día duro. Sé que las donas no lo hacen más fácil, pero quería
hacer algo.
Su presencia aquí fue suficiente. Al menos para mí. El resto apreciaría las
donas. Probablemente sabían lo de las malditas donas populares. Fue muy
amable de su parte. No necesitaba ninguna otra razón para que me gustara esta
mujer.
—¿Estás bien? —me preguntó entonces y la preocupación en sus ojos no
debería sentirse bien. Estaba dejando que se acercara demasiado y ya sabía el
problema que venía con la confianza o el cariño.
—Estoy bien. Ha sido una mañana difícil. —Asentí hacia las puertas—.
La tía Amanda lo está pasando muy mal con todo esto. Preston ha tenido que
abrazarla constantemente. Está llorando mucho. —Me desvié y, curiosamente,
se dio cuenta. La forma en que sus ojos se entrecerraron un poco lo delató.
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Estudiaba muy de cerca. Tenía que tener cuidado con eso. Puede que no haga
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divertido.
Estaba ocupada abriendo una de las toallitas antisépticas cuadradas, pero
me miró fijamente. —¿Te estás burlando de mí? —preguntó.
Agité la cabeza y, en ese momento, sentí ganas de sonreír. Era tan
jodidamente extraño para mí ahora que me asustó. Me di cuenta de que ella
luchaba contra su propia sonrisa. Fue lindo. Ophelia Finlay puede parecer un
ángel, pero su reputación no era tan impecable. Tenía una cualidad genial que
hacía más fácil estar cerca de ella. Conocía a mis demonios y aunque nunca
necesitó conocerlos, sentí que era lo bastante fuerte como para aventurarse
cerca y no quemarse. El botiquín de primeros auxilios en su bolso no se ajustaba
a lo que yo pensaba de ella.
—Mi mamá todavía rellena nuestras medias en Navidad —dijo mientras
volvía al trabajo y ahora me limpiaba los nudillos con la toallita. El alcohol
ardía como un hijo de puta, pero no me estremecí—. Nos dio a todas las chicas
uno de estos este año. —Ophelia se encogió de hombros y luego abrió un
vendaje—. Lo tiré en mi bolso y hasta ahora es la segunda vez que me viene
bien.
Ya que no quería que dejara de hablar, le pregunté—: ¿Cuándo fue la
otra vez?
Terminó conmigo y luego cerró su pequeño equipo. —Me corté el brazo
al subir por encima de algo.
La forma en que sus mejillas se volvieron ligeramente rosadas me hizo
sentir aún más curiosidad. —¿Qué?
Volvió a meter el recipiente en el bolsito blanco, luego puso las manos en
su regazo y se sentó con la espalda recta antes de mirarme fijamente. —Una
valla.
Esa palabra hizo sus mejillas aún más brillantes. —¿Por qué trepaste una
valla? —No la iba a dejar librarse de esto. Necesitaba la historia. Por la forma en
que se movía con las manos, supe que me quitaría de la mente la mierda que
tenía en la cabeza.
—¿Importa? —me preguntó y me dio una sonrisa inocente que no
pertenecía a la cara de un Finlay. Ni siquiera a esta de aspecto angelical. Pero se
veía bien intentándolo.
—Sí, importa. —El tono desafiante de mi voz la hizo entrecerrar los ojos.
Esperé mientras discutía si me lo decía o si continuaba entreteniéndome. De
cualquier manera, tenía su atención y me parecía bien. Ella hizo que las otras
cosas se desvanecieran y yo necesitaba eso más que nada.
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podía hacer que sentarse allí sin un ligero encorvamiento en sus hombros se
viera tan natural estaba fuera de mi alcance. Era un talento que nunca antes
había visto. El largo y pálido cabello de ella, que yo sabía era natural debido al
cabello de su madre, estaba sobre su hombro izquierdo. Ladeó un poco la
cabeza hacia la izquierda y observé cómo le rozaba el escote que mostraba con
la camiseta vintage de los Guns and Roses de corte bajo que llevaba puesta. Fue
alterada en algún momento al ser cortada en forma de V en el cuello y cortada a
la altura de la cintura. La mayoría de la gente asumiría que fue comprada de
esta manera y no que era original. Pero su abuelo era una leyenda del rock y yo
sabía que la camiseta era, de hecho, una camiseta legítima de la gira Appetite for
Destruction de 1987. Ese tipo de vintage que no se puede fabricar.
—Bien —suspiró dramáticamente—. Estaba escalando la cerca de la casa
de un tipo con el que había estado saliendo. —Cuando se detuvo esta vez, una
lenta y malvada sonrisa tocó sus labios. No importaba lo que dijera mientras
siguiera sonriendo así. Maldita sea, fue una distracción bienvenida—. Él quería
que fuéramos exclusivos y yo había decidido que no quería volver a verlo. Se
puso feo al menos de su parte, así que me fui a toda prisa. Pero cuando llegué a
casa, fui a quitarme las joyas y recordé que el brazalete de mi abuela seguía en
la mesa junto a su jacuzzi. En mi necesidad de salir de allí, olvidé el brazalete.
La madre de mi madre murió antes de que yo naciera. Mi abuelo tenía la
pulsera y se la regaló a mi madre el día que nací. El día que me gradué de la
secundaria, mi madre me la dio. Es un brazalete muy especial. —Se concentró
en algo que se encontraba por encima de mi hombro y por un momento sus
pensamientos se habían ido a otra parte. ¿Por qué estaba tan interesado en ella,
en lo que pensaba, en cada maldita cosa de ella?—. No estaba segura de sí me lo
devolvería o simplemente seguiría siendo dramático. No quería volver a verlo y
esperaba evitarlo hasta que nos superara. Así que esperé hasta la mitad de la
noche cuando supe que estaría dormido y volví a buscarlo.
Tenía la necesidad de sonreír, pero no pude. Ni siquiera con la imagen
de Ophelia trepando una valla. Permitirme sonreír me pareció una traición que
no podía enfrentar ahora mismo. Utilicé el humor para distraerme lo suficiente
como para hacer retroceder la oscuridad que siguió a estos pensamientos. Sin
embargo, la imagen de Ophelia escalando una valla para ir a recuperar su
brazalete solo porque quería evitar a un hombre había sido suficiente para
hacerme querer sonreír. Me hizo olvidar lo malo. Nada de lo que intenté,
ninguna mujer, ninguna actividad, nada fue capaz de hacerme querer seguir
adelante en la vida de la manera en que ella lo hizo. La forma en que Ophelia
veía la vida, la encaraba, la vivía, me hacía querer estar cerca de ella. Por
terrible que haya sido esa idea. ¿Por qué tuvo que ser esta mujer la que me
devolvió la vida que creía que no existía?
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Ella no tenía ni idea de la batalla interior que habitaba dentro de mí. Que
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su presencia causaba más conflicto del que yo quería tratar. Para ella yo era un
hombre lidiando con la noticia de que mi abuela podría muy bien dejar este
mundo pronto. Pensó que me distraía o entretenía. La belleza a mi lado no tenía
idea de que respiró vida donde yo pensaba que no la había.
—No sabía que eras una criminal. —Finalmente dije algo. Sabía que
esperaba más de mí. Una sonrisa o una risa. Se había esforzado mucho para ser
dramática con su narración. Si supiera lo cerca que estuve de sonreír sin darse
cuenta. El poder que tenía para darme un raro momento de diversión.
Puso los ojos en blanco. —No soy criminal. Estaba recuperando lo que
era mío. —Ahora luchaba contra una sonrisa—. Además, no me atraparon.
—Pero has sido arrestada —le recordé. Había oído a Bliss mencionarlo
antes.
Fingió estar molesta, pero el orgullo de sus ojos azules era inconfundible.
—Fue un malentendido.
Seguro que sí. Un poco rebelde. No presioné por más.
—Es una buena historia —le dije en su lugar.
—Recuperé el brazalete. Esa es la parte importante. —Se detuvo y
añadió—: También me crucé con los policías que pasaban a mi lado de camino a
su casa. No sabía que su sistema de seguridad se activaba cuando uno entraba
en el patio trasero.
El tirón instantáneo en las esquinas de mis labios podría haber ganado
esa vez antes de que pudiera hacer algo para detenerlo. En lugar de sentir culpa
instantánea, fue agradable.
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26 de mayo /2:43 p.m.
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vería a Jason Momoa tener mucho sexo y comería chocolate. Parecía racional.
El timbre de mi teléfono interrumpió mis pensamientos y pausé el
episodio, aunque ya vi esta temporada dos veces. Casualmente disfrutaba de un
Momoa casi desnudo, al igual que el resto de las hembras en el planeta tierra.
Como siempre lo hacía, le diría a Daenerys Targaryen que sus lágrimas eran
ridículas cuando ese hombre era el que te follaba. Claro, ella no me escuchaba y
hablar con la televisión era raro, pero lo hacía de todos modos.
Agarré el teléfono justo cuando Khal Drogo tomaba a su esposa por detrás
y sonreí ante el hecho de que se pausó en esa imagen. Un número desconocido
iluminó la pantalla del teléfono. Sea Breeze, Alabama fue todo lo que me dijo.
Mirando la escena de sexo congelada en mi pantalla, decidí que contestaría el
teléfono. Aunque normalmente enviaba todas las llamadas desconocidas... y
algunos que llamaban que conocía al correo de voz. Éste les diría que enviar
mensajes de texto era mejor. No escuchaba el correo de voz. Hoy, sin embargo,
fue el día de suerte de la persona que llamaba porque decía Sea Breeze.
—Hola —dije rápidamente.
—Te fuiste. —La profunda voz que llegó a través de la línea me hizo
sentir cálida. En el fondo quería que fuera él. Solo era demasiado cautelosa para
admitirlo.
—Eli —dije, dándome cuenta de que sonreía mientras decía su nombre.
Hubo una pausa y tuve un momento en el que me pregunté si me
equivoqué con respecto a la voz en la otra línea. ¿Quería tanto que fuera Eli que
creí que era él?
—Fui a ver si querías almorzar y Bliss dijo que te fuiste esta mañana. —
Era Eli. El alivio y la emoción volvieron. Pasó mucho tiempo desde que un
hombre me hacía sentir tan mareada. Mis emociones se encontraban por todas
partes con este chico. Normalmente huía de esto o de la idea de esto, pero
ansiaba todo lo relacionado con él. Ayer quise trepar en su regazo y besarlo
hasta que estuviera satisfecha. Sabía que esa era la reacción equivocada a un
tipo que estaba fuera de un hospital y que lidiaba con el dolor por la
enfermedad de su abuela. Pero a mis hormonas no parecía importarles. Se
encontraban lujuriosas mientras él sufría.
El hecho de que hoy viniera a verme hacía que todo pareciera más
brillante. Mi pecho se sintió ligero y el humor melancólico desapareció. Ni
siquiera me importaba que un chico me hiciera sentir de esta manera. Aunque
sabía que la mayoría de los hombres causaban problemas y cuando tenían este
tipo de poder sobre tus emociones, podían romperte, lo acepté de todos modos.
—Tengo trabajo mañana —dije. Estuvimos sentados afuera hablando
durante tres horas. Hasta que su madre le envió un mensaje de texto de que su
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mi “Lo siento”.
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No dejaba que los hombres se acercaran demasiado. Una vez fui joven y amé
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La última vez que visité este apartamento, estuve aquí por otra mujer.
Era irónico que volviera. Un lugar al que nunca esperé volver. No es que
tuviera ningún daño emocional desde el tiempo que pasé con Lila. Ahora sabía
que lo que sentí por ella no fue profundo ni real. Perderla con otro hombre no
me había quebrantado. No hizo más que golpear mi ego. La mujer que vivía
aquí ahora, alivió el verdadero dolor que tenía dentro. Por eso me encontraba
aquí. Ophelia hizo más por hacerme olvidar que el whisky.
La puerta se abrió antes de que la alcanzara y apareció Ophelia. Llevaba
un vestido rosa intenso que colgaba suelto y le llegaba a la mitad del muslo. No
usaba maquillaje y me gustó. Todo el aspecto sexy al natural. Incluso sus pies
estaban descalzos. No hubo ningún intento de tratar de impresionarme.
—No tardaste mucho con esa cosa —dijo. Mirando más allá de mí a mi
Harley.
—Esa cosa va tan rápido como un auto —señalé lo obvio.
Ella levantó su hombro izquierdo como si eso no significara nada. —La
cena estará lista en unos quince minutos. Pero tengo jalapeños rellenos de queso
crema envueltos en tocino para un aperitivo.
No había comido desde esta mañana y la mención de la comida sonaba
bien. —Gracias, me muero de hambre.
Sonrió y pasé junto a ella dentro del estudio para encontrarlo totalmente
terminado y muy impresionante. La última vez que estuve aquí, se veía muy
diferente. Lila había hecho mucho con el lugar. —Esto resultó bien —dije
mientras escaneaba el área.
—Sí, es un gran estudio —respondió Ophelia—. Lila Kate ha trabajado
mucho en ello.
La seguí a la puerta de atrás. Sabía que las escaleras que conducían al
piso se hallaban allí. Incluso si el lugar estaba terminado ahora. Era el mismo
diseño estructuralmente.
Ver el trasero perfectamente redondeado de Ophelia mientras subía las
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escaleras era una ventaja. Necesitaba una distracción hoy y esta era la mejor
idea que había tenido. Cuando intenté pensar qué hacer o adónde ir para
Página
un horno azul tostado, una máquina de café expreso y una licuadora. El mismo
azul era también el color de la toalla de mano y los recipientes de cerámica. Me
gustó la forma en que el lugar se ajustaba a la personalidad de Ophelia. Ella lo
había hecho suyo.
Agitó la olla azul de la estufa y luego fue a revisar el horno. —No por
mucho más —dijo con una sonrisa nerviosa. Trataba de averiguar lo que de
repente la puso tensa—. Aquí hay un plato. —Me ofreció un platito amarillo
brillante que tenía la palabra COME escrita en una negrita azul—. Sírvete tú
mismo los jalapeños rellenos. Te traeré una bebida.
Crucé la sala de estar y le quité el plato al llegar por encima de la barra.
Los taburetes eran de metal pero pintados en colores brillantes con diferentes
caras que se asemejaban a las obras de Picasso en la parte posterior de ellos.
—¿Quieres whisky? ¿O vino tinto? Me temo que no tengo cerveza.
La estudié un momento antes de hablar. —Fuiste de relajada a tensa.
¿Por qué? —le pregunté sin rodeos. No tenía sentido actuar como si su estado
de ánimo no hubiera cambiado drásticamente en segundos.
Aunque no respondió de inmediato, sus ojos se movieron brevemente
por encima de mi hombro hacia la pintura antes de tomar un vaso del gabinete.
—No me di cuenta de que estaba tensa —respondió. Por supuesto que no.
Sin embargo, ahora entendía la diferencia en su comportamiento. Me lo
había perdido porque se equivocaba tanto con su pensamiento que no se me
ocurrió. Ophelia, obviamente, creía que me importaba Lila más de lo que en
realidad lo hacía. —La pintura —empecé—. Lila y Cruz, nuestro pasado, nada
de eso me molesta. Lo superé todo antes de salir de Sea Breeze en la motocicleta
de Cruz. —No hay razón para que piense que mi carga tenía algo que ver con
su jefe y su ex compañera de habitación.
Sus hombros se relajaron. Fue muy sutil, pero todavía me di cuenta.
—Ella nunca estuvo destinada a ser mía. No me gusta la idea de que
alguien sea mi futuro. Esa creencia es ingenua.
La sonrisa de Ophelia cayó un poco entonces. No podía pensar por qué
no estaría simplemente de acuerdo. Era obvio que sentía lo mismo. No se abría
a los hombres como la mayoría de las mujeres. Ser honesto acerca de cómo me
sentía no debería poner un freno a las cosas para ella. Debería ser un alivio.
Tomé uno de los jalapeños. —El whisky estará bien —le respondí a su
pregunta anterior. Luego tomé un bocado del pimiento relleno en mi mano y la
vi comenzar a preparar mi bebida.
—¿Hielo? —preguntó.
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Me miró con una expresión divertida y contó tres cubitos de hielo antes
de servir el whisky. Eso fue más de dos onzas pero no demasiado. Tenía buen
ojo.
Cuando colocó el vaso en la encimera frente a mí, terminé el aperitivo en
mi mano. —Estos son increíbles. Gracias por cocinar, gustosamente te habría
llevado a algún lugar esta noche. No esperaba que te metieras en todo este
problema.
—Todavía no me lo agradezcas. Esos jalapeños rellenos eran una trampa.
Los compré preparados en la tienda al otro lado del estacionamiento. Todo lo
que tenía que hacer era meterlos en el horno. Esta —Señaló a los otros artículos
de cocina—, es una de las pocas cosas que puedo cocinar. No es nada especial y
puede que lo odies. Si es así, entonces no tienes que comerlo.
Me gustó su honestidad y su capacidad para burlarse de sí misma. No le
importaba impresionarme ni a nadie para el caso. No ponía excusas para las
cosas ni trató de ser alguien que no era. Confiaba en quién era ella y no
intentaba cumplir con un estándar más alto para impresionar. Ese tipo de
autoestima era admirable. También era muy sexy.
—Si apesta podemos ordenar pizza —declaré lo obvio. Aunque le dije
que me parecía bien llevarla afuera, ahora que la tenía toda para mí no quería
renunciar a eso.
—Mexicana. Si apesta podemos ordenar comida mexicana. Hay un
Nuevo lugar en la ciudad y es delicioso. Además, mi corazón está puesto en los
tacos.
Casi le dije que podríamos ir allí, pero no lo hice. Si ella no iba a mentir
sobre tonterías, tampoco yo. No hay razón para decir que quería salir cuando
quería quedarme. Vine aquí para estar cerca de ella y disfrutar de la forma en
que me hizo sentir. Mantenernos alejados de todos los demás solo haría que el
efecto calmante que su presencia tenía en mí fuera más fuerte. Tomé otro
pimiento y lo comí mientras ella sacaba lo que parecían tacos dentro de una
especie de ranuras que los sostenían.
—Al menos lucen comestibles —dijo con alivio en su voz.
—Si esos son tacos, tengo que saber qué hay en la olla. Lo agitaste mucho
y estoy tratando de averiguar qué podría ir con los tacos que se deben cocinar
en una olla y revolver con tanta frecuencia. —Mi primer pensamiento fue que
eran frijoles o arroz, pero ella trabajó sobre lo que había en la olla demasiado
para que fuera alguno.
—Queso —respondió con una amplia sonrisa—. Puede que no cocine
mucho, pero hago un queso asesino. Y no son solo tacos. Son tacos de mero al
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horno.
Página
Sabía que mi límite eran tres copas de vino tinto. La cuarta fue una
decisión estúpida, pero él estaba sonriendo ante mi animada descripción de
aquellos que creen que la tierra es plana, y era tan raro que este nuevo Eli más
oscuro sonriera que sentía que había conquistado a la bestia cada vez que sus
labios se curvaban hacia arriba. Era como si anhelara la vista. Me sentía un poco
achispada, pero estaba segura que sobria me habría sentido de la misma forma.
Su mano descansaba en mi brazo mientras me recostaba sobre su pecho.
Después de la cena, nos llevamos las bebidas al sofá y continuamos nuestra
conversación sobre la creencia de la tierra plana y lo ridícula que parecía. Luego
se convirtió en un debate sobre el hombre que caminó en la luna y si en realidad
había sucedido. En algún momento entre su cuarto vaso de whisky y mi tercera
copa de vino, encendimos la televisión y apareció Games of Thrones donde lo
había dejado.
Me echó un vistazo como si me hubiera atrapado siendo traviesa antes
de presionar play. Le tuve que explicar varias cosas, pero se veía atrapado y
entendiendo lo que sucedía. Estiró el brazo y me dijo que me recostara. Lo hice
sin hacer ninguna pregunta. Así fue como terminamos dos capítulos y el resto
de nuestras bebidas.
Mi concentración no estaba en la serie, sino en lo bien que olía. Lo duro
que era su cuerpo y cuán cerca descansaba su mano de mi pecho derecho. La
lujuria levantó su cabeza, y sabía que mi respiración era un poco rápida. A
pesar de que trataba de controlarla y no dejarme llevar por mi imaginación.
Sabía que debería terminar la noche, ofrecerle la habitación de invitados, ya que
había bebido demasiado para conducir y era tarde, y luego levantarme antes de
hacer algo estúpido. El vino lo había empeorado, y lo sabía.
Ya iba a comenzar el siguiente capítulo cuando se apartó de mí y lo
observé dejar su vaso. Solo la ligera distancia y el espacio entre nosotros me
decepcionaron. Había estado tratando de levantarme, pero no estaba preparada
para que el verdadero alejamiento fuera de su parte. Antes de que pudiera
aceptar que nuestra noche se terminó y que el delicioso calor en el que había
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posición.
Mi parte necesitada se volvió a acurrucar en su contra como un maldito
perrito. Debería haber estado disgustada conmigo misma, pero se sentía
demasiado bien como para que me importara. Inhalé profundo y su olor hizo
que se me endurecieran los pezones. Me hallaba perdida en mi propia pequeña
fantasía sexual. Se lo tenía que agradecer al vino. No es que lo necesitara para
desear a Eli Hardy. Lo deseaba sin la influencia del vino. Pero me puso pegajosa
e incapaz de actuar como si no quisiera arrastrarme sobre él.
—Ophelia. —Su voz era más profunda y ronca de lo normal. Me
estremecí y junté los muslos—. Sigue así y te follaré en este sofá.
Me quedé helada. Solo por un segundo. La palabra “follar” me sobresaltó
y me excitó al mismo tiempo. Ningún hombre me había advertido que estaba a
punto de follarme. Una chica normal debería ofenderse, ¿verdad? ¿Quién
quería que le dijeran que iba a ser follada?
Yo.
Aparentemente, quería que Eli Hardy me dijera que me iba a follar.
Porque literalmente gemí de anticipación y le agarré la camisa en un puño
como si estuviera asegurándome de que no se fuera y que siguiera adelante con
su amenaza.
Giró su cuerpo lentamente y luego se movió sobre mí hasta que estaba
acostada boca arriba y él me miraba fijamente desde arriba. —¿Eso es lo que
quieres? —Su voz era dura y exigente. Eso solo me hizo enloquecer más—.
¿Quieres que te folle?
—Sí —susurré con los ojos fijos en los suyos.
—Dilo. Di que quieres que te folle. —Pasó una mano por mi muslo y
continuó debajo del vestido que llevaba puesto.
—Quiero que me folles. —Dije las palabras que quería y le sonreí con
malicia. Quería que se lo pidiera, así que le seguí el juego.
Gruñó y la lentitud con la que se había estado moviendo cambió. El
vestido fue levantado bruscamente y levanté la parte superior del cuerpo para
que pudiera quitármelo por completo. Me quedé sin nada más que con las
bragas de encaje blancas que había elegido sin pensar en que él las vería, sino
porque me hacían sentir bonita. Se quedó quieto y sus ojos se fijaron en mis
pechos y mi estómago antes de bajar hacia mis bragas. Sus dos manos
alcanzaron los lados del encaje y elevé las caderas para que pudiera deslizarlas
por mis piernas. Lo hizo rápidamente, sin darme tiempo a ajustarme a la
repentina desnudez.
Estaba desnuda. Nada escondido de sus ojos. Me sonrojé, pero la causa
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yo. El dolor entre mis piernas se intensificó y me moví en una súplica silenciosa.
Bajó la cabeza y me lamió el pezón izquierdo antes de llevárselo a la boca y
succionarlo con fuerza. Mi grito de placer hizo que me mordiera mientras
movía su mano para deslizarla entre mis piernas y pasar un dedo sobre mi
sensible clítoris. El dolor agudo mezclado con la satisfacción de su caricia
deseada me hizo estremecer.
—Ah —exhalé con un grito fuerte. Su boca se movió hacia mi pecho
derecho para chupar, pero su mano se mantuvo burlándome con dedos grandes
y ásperos. Deslizándose por el calor y volviéndome más loca de deseo de lo que
nunca había estado.
—Esto —dijo, metiendo un dedo en mi interior mientras me sostenía la
mirada—. ¿Me quieres aquí adentro? —Nuevamente lo preguntaba. Estaba
temblando como una maníaca necesitada. ¿Qué más necesitaba para estar
seguro de que quería que me follara? Ya me lo había preguntado. Me hallaba
dispuesta y rogando. Si no lo hacía pronto, podría morirme.
—¡Sí! —Soné tan desesperada como me sentía.
—¿Tomas la píldora? —preguntó mientras se desabrochaba los vaqueros
manteniendo sus ojos en mí.
Asentí. Aunque ningún hombre había estado en mi interior sin condón.
Era muy estricta con la seguridad. Debería decirle. Debería exigirle que use
uno… pero en ese momento me di cuenta de que no importaba cuán malo había
sido Eli Hardy, confiaba en él. Con esto, confiaba en él.
Agarró mi pierna izquierda y levantó hacia el hueco de su brazo.
Mantuvimos contacto visual mientras mecía sus caderas y me llenaba con un
firme empuje.
El estiramiento de su entrada me hizo pasar de sonidos de gratitud a
suplicar. Era grueso y me estiró. Sin embargo, el dolor de su tamaño fue más
emocionante que cualquier otra cosa. Nunca había tenido en mi interior a un
hombre con una polla tan grande. Valía la pena y podría volverme adicta. Cada
empuje tocaba el lugar correcto sin que tuviera que maniobrar mi cuerpo para
ayudarlo. ¿Qué tan increíble era eso? Me perdí en la sensación, insegura de si
sobreviviría. ¿Cuánto placer podía experimentar una persona antes de que
fuera demasiado?
—Mierda, estás apretada —gimió, mirándome. Sus pupilas eran grandes
y la oscuridad en sus ojos parecía casi siniestra. Era emocionante. Ese brillo
siniestro mirándome fijamente. Su cuerpo cubriendo el mío—. Tan mojada,
carajo —maldijo, pero había satisfacción en su tono.
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más profundo de mi interior. Nunca había tenido un orgasmo así. Antes de ese
momento, todos mis orgasmos fueron por contacto directo en mi clítoris. Este
no, y sentí más humedad lubricando nuestra unión. ¿Eso lo hice yo? Mi cuerpo
tembló por la experiencia. No podía seguir pensando en ello. Su respiración era
cálida contra mi oído. Sentí sus labios rozando mi sien. Mis ojos aún no se
abrían y el calor de su aliento contra mi cuello me hizo temblar.
—Ese solo es el primero, bebé. Ni siquiera estoy cerca de haber
terminado con este dulce coño. Se siente demasiado bien. No estoy seguro de
que pueda dejar de follarlo. —Sus palabras hicieron exactamente lo que él sabía
que harían.
Nuevamente encendieron el fuego en mi interior. ¿Cuántas veces podría
hacerlo? Mientras jadeaba y le agarraba los bíceps, bombeó más fuerte. Podía
ver en sus ojos la misma loca desesperación que sentía, y levanté las caderas
para encontrar sus empujes. Hambrienta de estar allí otra vez. Comencé a gritar
su nombre cuando estalló un hermoso caos en lo profundo de mi interior y
monté las olas de deleite sin pensar en nada más que en lo alucinante que era.
Estaba débil al descender a la tierra, pero cuando Eli se retiró de mí, abrí
los ojos de golpe y quise protestar. Antes de que pudiera formar las palabras
para decirle que quería más, me levantó y me giró para que me apoyara en el
respaldo del sofá. Mi estómago se presionó contra los cojines, sus manos me
agarraron los muslos y separó mis piernas. Al comprender lo que hacía, me
incliné un poco más hacia adelante y saqué mi trasero hacia él.
Sus grandes manos me agarraron la cintura con un fuerte agarre y se
movió detrás de mí. Con un tirón duro, me jaló hacia atrás al mismo tiempo que
se estrellaba en mi contra. Estirándome nuevamente con su dura longitud.
Haciéndome gemir en voz alta con mi codicia por más de lo que él podía
darme. Me agarró la parte de atrás de mi cabello con una mano y apretó mi
cadera con la otra. Debería ser aterrador la forma controlada en que me
manejaba. Pero no lo era. Eli era diferente. No era el mismo chico que una vez
había conocido, pero confiaba en él sin lugar a dudas.
—Me pediste que te follara —dijo con un tono áspero que me hizo
temblar. Me gustaba cuando me hablaba de esa forma mientras estaba en mi
interior—. Ahora no creo poder detenerme —advirtió cuando comenzó a
moverse más rápido con unas embestidas tan fuertes que los bofetones de
nuestros cuerpos mientras bombeaba en mi interior se hicieron más fuerte. Al
igual que sus gemidos—. Sí, joder, sí, Dios, tu culo es perfecto. —Acunó mis dos
nalgas en sus manos—. ¡JODER! —gritó mientras el calor de su liberación se
disparó en mi interior. El calor, la forma en que su cuerpo tembló, la creciente
humedad que ahora nos cubría a ambos me enviaron al tercer y último
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Había estado vestido por más de treinta minutos. Debería haberme ido
ya. Era lo correcto para los dos. Ophelia fue sin duda el mejor sexo que he
tenido en mi vida. No hubo ni un segundo cerca de serlo. Estar cerca de ella me
calmaba y me daba la paz que se había vuelto tan extraña para mí. Ella era
como agua de manantial fresca para un hombre sediento.
No me había preparado para saber cómo me afectaría encontrarme en su
interior. Eso no lo vi venir. Hasta la noche anterior, nada me hizo olvidar, sentir
que tenía esperanza, me dio más alegría. Ninguna de las malditas cosas que
había intentado, alivió la desesperación tan retorcida dentro de mí que no podía
liberarme de eso. Nada de eso hasta que estuve dentro de Ophelia. El sexo no
estaba destinado a curarte o a afectarte. Era por placer. La noche anterior fue
pura lujuria. Para los dos. Nos deseábamos y actuamos en consecuencia.
Al encontrarme de nuevo, el hombre que pensé que fui, mientras follaba
a Ophelia fue tan trágico que no sabía cómo ponerme a pensar en ello. ¿Por qué
no podría sentirme así sin que el sexo estuviera involucrado? Demonios, sin que
una mujer estuviera involucrada. No quería volver a conectar con una mujer.
Lo intenté, me permití aceptarlo, luego fui marcado de por vida por eso.
Ophelia llegó a mi vida demasiado tarde. La noche anterior no cambiaba los
eventos que ocurrieron el año pasado para mí. Si pudiera, no estaría parado
aquí tratando de irme. Estaría en esa cama, aun abrazándola.
¿Qué decía eso de mí? Qué tan jodido me encontraba, de que algo tan
básico como el sexo caliente me hiciera olvidar lo que había perdido. Lo que me
habían quitado tan injustamente. ¿Mi alma estaba tan negra ahora como fue
acusada una vez…? Cerré los ojos antes de terminar ese pensamiento. No
pensaría en ella. No aquí en esta habitación con Ophelia tendida allí dormida.
Había algo puro en Ophelia y sabía que era parte de mi atracción. Se merecía
más que yo. Más que la manera en que le hablé mientras no podía tener
suficiente de ella la noche anterior. De mi boca no habían salido palabras dulces
y una mujer como ella se las merecía. No lo que yo le había dado. Ella era mejor
que eso. Otra cosa de la que tenía que avergonzarme al amanecer.
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Mi partida era lo mejor para ella. Ahora sabía que esta conexión era más
Página
profunda para mí de lo que era bueno para ella. Si tan solo hubiera sabido esto
antes de irme, entonces las cosas habrían sido muy diferentes. Nunca habría
salido de Sea Breeze. Nunca habría conocido a… Alice.
—¿Vas a quedarte allí a mirarme fijamente hasta que me despierte o te
vas a ir sin despedirte? —Su voz sonaba ronca por el sueño y sus ojos seguían
cerrados. Estuve demasiado cerca de caer en el abismo de la agonía pensando
en mi pasado para notar el cambio en su respiración y darme cuenta de que
estaba despierta. Debería haberme ido antes. Ahora tenía que enfrentar esto.
Encontrar la manera de hacerlo bien y alejarme.
—No estaba seguro. Seguía debatiéndolo. —Eso era solo parcialmente
cierto. No había estado debatiéndolo. Sabía que me iba a ir. Tenía que irme.
Pero la honestidad no llegó. Tampoco mi resolución de dejarla—. ¿Cuál es tu
preferencia? —le pregunté en lugar de tomar la decisión yo mismo.
Se estiró y las mantas se aflojaron lo suficiente para que me diera una
visión clara de la parte superior de su pecho. Recordar cómo se sintieron no
ayudó en nada. Aparté la vista de ella y enfoqué mi mirada en la ventana.
—Necesito un café —dijo en lugar de responder—. Enciende la máquina
de expreso y espérame.
Simplemente asentí, sabiendo que debía irme y sabiendo que no lo haría.
No hasta que ella estuviera lista. Le debía más que una salida rápida. La
facilidad con que manejó esto también hacía que fuera más difícil irme. Ophelia
no sería dramática. Lo sabía, pero en el fondo quería que se viera más afectada
por la idea de que me fuera. Aceptar esa debilidad como una de las muchas que
tenía cuando se trataba de ella, era otra realidad.
Alejarme de la vista en la cama fue un alivio y una decepción. Nunca
sabría lo que era tenerla en esa cama. Despertarme con ella acurrucada junto a
mí, sonriendo después de una noche de sexo salvaje. Mierda, el dolor que vino
al saber que esto había terminado antes de que empezara me golpeó más fuerte
de lo que esperaba. No me torturé mirando el sofá. Las imágenes de la noche
anterior estarían por siempre quemadas en mi cerebro. No necesitaba ningún
estímulo adicional para pensar obsesivamente en ello.
La cocina seguía oscura antes del amanecer. Encontré el interruptor de la
luz y luego fui a presionar el botón de encendido de la máquina de café
expreso. Fue bastante fácil de encontrar. Después de encenderla, me apoyé
contra el mostrador con los brazos cruzados sobre mi pecho y esperé
pacientemente. O parecía estar relajado. Estaba bien herido, y no iba a aliviarme
mientras estuviera cerca de ella. No después de anoche.
Sabía que ella pensaba que ambos nos sentiríamos mejor si hablábamos
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antes de que me fuera. Le debía hacerle creer que tenía razón. La había follado
Página
Allí estaba. Quería que me fuera. Esto era lo que esperaba, pero una gran
parte de mí había esperado que tratara de que me quedara. Cuando estaba
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cerca de ella, la vida era mejor… No, era más que mejor. Verla era razón
suficiente para despertarse. Había pasado tanto tiempo desde que tuve una
razón para abrir los ojos y vivir. Sin embargo, todo eso era una fantasía. Nunca
podría actuar en base a ello.
Dejé caer mis brazos y me enderecé. Vete, solo vete. Eso es todo lo que
tenía que hacer. Lo que yo haría por su bien.
—Gracias por la cena —dije sin estar seguro de cuál era el adiós correcto
aquí.
—Gracias por comerla —respondió con una sonrisa divertida.
Los tacos habían estado buenos. Ya le dije eso anoche, así que no lo dije
otra vez solo para prolongar lo inevitable. Me dirigí a la puerta. Habíamos
dicho todo lo demás. O casi todo. Me detuve con la mano en el picaporte.
Entonces se me ocurrió, qué demonios. Tenía una última cosa que decir.
Mirando por encima del hombro, mi mirada se encontró con la suya. Ella
no se había movido de su posición, pero me estuvo observando marcharme.
—El sexo fue increíble —le dije.
—Estoy de acuerdo —respondió. Su sonrisa complacida me hizo querer
sonreír en respuesta, pero no lo hice—. ¿Escala del uno al diez? —me preguntó.
Eso era fácil. Finalmente me rendí ante la sonrisa que tiraba de mis
labios. —El mejor que he tenido —le contesté, entonces sin darle la oportunidad
de decir más, abrí la puerta y me fui. No necesitaba saber si fue lo mejor que
ella había tenido en su vida. O cómo me clasificaba en una escala del uno al
diez.
Honestamente, no me gustó que me recordaran que otros hombres
habían estado dentro de ella y eso en sí mismo era razón suficiente para que me
largara de aquí. Demasiado profundo. Demasiado fácil. Olvidaba mi pasado
cuando me encontraba con ella y nunca tenía que olvidar. Era en quien me
había convertido.
No me llamó ni me siguió. Debería haber sido un alivio en lugar de una
decepción. Cuando me subí a mi motocicleta y la encendí, miré hacia la ventana
de la cocina del apartamento. Se había quedado allí mirándome. Fácilmente
podría quedarme aquí y mirarla por el resto de mi vida. Viendo lo que no podía
tener pero queriendo estar cerca de ella.
Ella era todo lo que me gustaría haber conocido antes.
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7 de junio / 7:05 p.m.
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en eso.
Mamá se decepcionó cuando dije que conduciría yo misma. Tener mi
propio vehículo significaba que podía escapar cuando quisiera. Mis padres se
quedarían porque los padres de Blaze eran unos de sus amigos más cercanos.
Papá también era miembro de la junta en el Club Kerrington. Se esperaba que él
estuviera allí. Yo, sin embargo, podría salir cuando estuviera lista.
Sabía que mamá esperaba que trajera una cita cuando rechacé su oferta.
Podía escuchar la pregunta no formulada en su tono, pero la ignoré. No existía
razón para decepcionarla más. Mi invitación decía que podía traer a alguien
más. Reservé sin esa opción. No me hallaba interesada en traer a nadie. El tipo
que me interesaba tenía que ver con cierto hombre si era honesta conmigo
misma. Así que me vengaba de Eli Hardy con toda la población masculina.
Probablemente no era sano, pero lo hacía de todos modos.
Eli salió de mi apartamento la mañana siguiente a nuestra alucinante
noche de sexo y no llamó, no envió mensajes ni apareció en mi casa. Ni una sola
palabra. Cuando se fue después de decirme que era lo mejor que tuvo, la
sonrisa en mi rostro ese día fue ridículamente brillante. Incluso Lila Kate
mencionó mi estado de ánimo. Al día siguiente seguía sintiendo el brillo, pero
cuando el segundo día llegó a su fin y revisé mi teléfono un millón de veces por
un mensaje o una llamada perdida de él, comencé a entender que tal vez no
llegaría.
Pasó una semana y supe que no me contactaría otra vez. Lo mejor que
tuvo era una maldita mentira. Fue algo que pudo decir para aliviar el hecho de
que huía y no regresaría. Fui una aventura. Nunca había sido una aventura
para un hombre. Claro, tuve una en la universidad, pero lo elegí como una
aventura después de una mala separación. Él no me eligió como tal.
Eli Hardy no fue una aventura para mí. Quería tener sexo con él y
después de la experiencia, quería más de eso. No solo el sexo. Más de él. Eli no
se sintió de la misma manera. Me avergonzaba admitir que pasé horas
pensando en lo que hice mal. Cómo lo aparté estando a mi alrededor. Solo pude
llegar a la conclusión de que no se encontraba interesado en mí. No era su tipo.
Eso me llevó a comer más helado de menta con chispas de chocolate de lo que
mis caderas necesitaban.
La fila del valet en el club era más larga de lo normal, pero para las
fiestas privadas siempre era así. Si no hubiera decidido usar los tacones de
quince centímetros que llevaba puestos, simplemente estacionaría y caminaría.
Esperé en la fila para salvar mis pies. Además, era más tiempo que no tenía que
entrar y fingir que quería estar allí. Estaba segura de que la película de Blaze era
genial. Vi el comercial en la televisión más de una vez. Se veía bien. Pero la
socialización no me gustaba. El intento de mi madre de entender mi estado de
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ánimo también era una razón para temer esto. Ella no era agresiva, pero se
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preocuparía.
Dos coches delante de mí, reconocí el Range Rover más nuevo de Nate.
Sin embargo, no me di cuenta hasta que vi salir a Nate. Vi como las puertas
traseras se abrían mientras el valet abría la puerta de Bliss. No tuve tiempo para
confundirme con las puertas traseras ni un momento para entender el hecho de
que alguien llegó con ellos hasta que vi los rizos gruesos y oscuros y el vestido
rojo ceñido que apenas llegaba a la mitad del muslo. Mis ojos se encontraban en
Saffron Corbin. Me sorprendió que hubiera conseguido una invitación. Bliss ni
Nate se hablaban mucho con ella. A menudo hacía escenas en lugares públicos.
Mi mirada se movió de ese lado del auto al otro. Mi garganta se apretó y agarré
el volante con tanta fuerza que mis nudillos se pusieron blancos. Eli Hardy
cerraba la puerta de la que salió, vestido con un esmoquin. Lo primero que
pensé fue que lo llenaba mucho mejor que la última vez que lo vi en uno. Mi
segundo pensamiento fue que trajo a Saffron. Ella era su cita.
Unos cuantos nombres pasaron por mi cabeza mientras caminaba para
pararse a su lado. Nate le dijo algo y, él y Saffron se dirigieron hacia la entrada.
Los observé, sin estar segura de lo que sentía. Asombro, decepción, ira... No
estaba segura de cuál era la más fuerte. Hasta que él le puso una mano en la
espalda cuando ella entró al club. Las palabras “maldito bastardo”, salieron de
mis labios y supe entonces que definitivamente ganaba la ira. Me sentía
enojada. Mi estómago también tenía nudos, lo que significaba que la ira tenía
que ver con el dolor. Podía admitir eso. Pero solo para mí.
Saffron Corbin, ¿en serio? De toda la gente de esa estúpida ciudad en la
que vivía, ¿eligió a Saffron como su cita? ¿No era stripper o algo así? Escuché
que fue arrestada con strippers en una piscina. No podía recordar los detalles
porque no escuché la historia cuando la contaron. Pero era una de las muchas
sobre ella. Era una puta.
Si eso era lo que Eli quería, entonces bien. No lo quería de nuevo en mi
cama. No lo quería cerca de mí otra vez. Seguro que no quería volver a hablar
con él. Como si esta noche no fuera lo bastante mala, tuvo que presentarse aquí
y traer una maldita cita. El dolor fue rápidamente ahogado por la ira y el
disgusto.
En el momento en que mi coche llegó al servicio de valet, tenía una
charla mental conmigo misma. Calmándome, superándolo, porque estaba a
punto de entrar y sonreír, fingir que era la dueña del lugar y no mirar hacia él
ni una vez. Un día se arrepentiría de esto. No sabía cuándo, pero lo haría.
Porque podría haber estado de mal humor las últimas semanas, pero esta noche
me encontraba a punto de desempeñar un mejor papel del que Blaze Kerrington
imaginaría. Yo era una mujer en una misión.
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—Vamos, vamos a la mesa que Woods dijo que estaba reservada para
Página
nosotros. Nos quedamos por las bebidas y para mezclarnos, entonces la gente
de la compañía de producción hablará y también lo hará Blaze antes de irnos
hacia el teatro —me explicó Bliss. La tomé a Saffron por el codo para atraer su
atención y luego asentí con la cabeza hacia Nate y Bliss que ahora caminaban
hacia el extremo izquierdo de la habitación.
No esperé que me siguiera porque se detendría si lo hacía. No iba a
querer alejarse de la línea de visión de Blaze.
—¿Puedes presentármelo? —preguntó Saffron, caminando a mi lado. Sus
tacones le daban más altura a su metro setenta y cinco, colocándola al nivel de
mis ojos. Lo que hacía que fuera más fácil hablar con ella sin la necesidad de
inclinarme. No estaba allí para acogerla. Sabía cuál era mi verdadera razón y no
tenía sentido evitarlo.
—Luego —contesté—. Necesito un trago y parece estar ocupado en este
momento.
Suspiró un poco demasiado dramáticamente. —Bien. También necesito
un trago.
—No tienes edad suficiente para beber —contesté. No iba a
emborracharse y hacerme lidiar con ella.
—¡Casi tengo veintiuno! —dijo a la defensiva.
—No beberás. —El duro borde de mi voz afortunadamente la calló. Al
menos por el momento. Sabía que no se echaba atrás tan fácilmente… o alguna
vez.
Nate se detuvo en la mesa y sacó una silla para Bliss. Una vez que se
sentó, hice lo mismo por Saffron, colocándola a su lado. Si alguien podía
soportarla, era Bliss. Ella tenía paciencia. Yo también antes de que las cosas me
cambiaran. La perdí el año anterior. Saffron era una bomba de tiempo
caminante. Su padre no iba a ser capaz de limpiar eternamente su desastre. Un
día sucedería algo por lo que tendría que pagar. Entonces su arrepentimiento
sería auténtico. Y solo después de vivirlo, tendría la esperanza de cambiar.
—Allí está Ophelia —dijo Bliss alegremente a mi lado.
Solo su nombre y me espíritu se elevó. Joder. Todas las veces que luché
contra mi urgencia de enviarle un mensaje o llamarla. Por aparecer en su casa, y
allí me encontraba, colocándome voluntariamente en su presencia. ¿Para qué?
¿Torturarme posiblemente? Había renunciado a mi decisión de no volverla a
ver. Esta ocasión me dio la oportunidad y la aproveché.
Iba a mirar. No podía no hacerlo. Era demasiado débil para no echarle un
vistazo. Girando la cabeza en la dirección en la que Bliss miraba, la vi de pie
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junto a la cascada de lo que pensé que posiblemente era champán. Con una
Página
haber estado enojada conmigo por razones desconocidas para ambos, pero toda
una vida en Sea Breeze siendo los dos contra el resto de la descendencia seguía
Página
vigente.
Sin embargo, Saffron no tan fácil de esquivar. Se giró para mirarme. —
¿Es por la forma en que Ophelia te ignoró? —preguntó.
Esta vez le disparé a Bliss mi propia mirada molesta. Si no hubiera dicho
nada, Saffron no la habría escuchado.
Pareció lamentarlo un poco, pero no lo suficiente como para dejarlo estar.
Estaba enojada conmigo por lealtad a Ophelia. Incluso si no sabía por qué.
Mujeres.
Nate se giró hacia Bliss; su conversación había terminado. —¿Quieres un
trago? —le preguntó.
Llevó la mirada hacia su marido, a quien miró con amor. —Champán
sería genial —le dijo.
Él se inclinó para besarla y luego se enderezó. Pensé que se iba a ir para
traerle la bebida cuando me miró. —Sea lo que sea que hayas hecho, buena
suerte. Vas a necesitarla. Mi hermana no tiene piedad. —El brillo de
complacencia en sus ojos era los más cercano a una advertencia que obtendría
de su parte. Luego se fue para conseguir la bebida.
No volví a encontrarme con la mirada de Bliss.
—¡Así que hiciste enojar a Ophelia! —dijo Saffron como si fuera un
chisme jugoso—. Oh, espera, allí va. Regresaré —agregó con un movimiento de
cejas en dirección a Blaze Kerrington.
Al menos había terminado de hablar de Ophelia. Aún no tendría que
escapar. Me puse de pie para buscarme una bebida. Seguro como la mierda que
necesitaba una. Con una mirada de reojo hacia la dirección en la que Ophelia se
había ido, la encontré fácilmente ya que cuando entraba en una habitación hacía
que todos los demás palidecieran en comparación. Hablaba con otro hombre
que no conocía, y la sonrisa que le daba estaba atrayendo su atención. Dudaba
que él supiera lo que lo había golpeado.
Puede que ella haya actuado como si ni hubiera pensando nada de
nuestra noche juntos, pero pensó en algo. Era evidente que estaba enojada
conmigo. No la había llamado y no le pareció bien. Esperaba que yo lo hiciera.
Quería. Dios sabe cuánto lo quise.
Venir esta noche fue una mala idea.
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7 de junio / 9:41 p.m.
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Antes de que los créditos comenzaran a rodar, salí por la puerta trasera
del cine. Terminé de fingir que estaba feliz de estar aquí y que disfruté de
coquetear con todos los hombres con los que hablé. La película había sido un
indulto a eso, pero ahora que había terminado, temía que algunos de los tipos
con los que charlé quisieran hablar un poco más. Los conocía a todos, por
supuesto. Bay Howington incluso fue mi novio en el octavo grado. Rompí con
él a los trece y no me interesaba volver a recorrer ese camino.
Eran chicos que elegí estratégicamente porque sabía que Eli no los
conocía y porque me sentía lo suficientemente cómoda como para hablar con
ellos. No conté con que un par se haría ideas erróneas. En cualquier caso, había
sido una perra celosa y manipuladora, y ahora necesitaba salir de aquí antes de
que empeorara.
Justo cuando abría la puerta que conducía a las escaleras que subían de
nuevo al nivel principal, una mano me tocó el codo y salté con un grito de
sorpresa. El pasillo con poca luz había estado vacío y todos los demás seguían
dentro de la sala. Dándome la vuelta para ver quién me había tocado, con mis
palabras de regaño por haberme asustado a medias, vi a Bay esbozando una
sonrisa encantadora. Probablemente él creía que era sexy. Me lo merecía.
Se encontraba cerca y no esperaba verlo a él ni a nadie más durante mi
escape. —¡Jesús, Bay! ¿Qué haces aquí acechando en el pasillo? —le espeté,
alejándome. No estaba de humor para fingir más coqueteo. Bay necesitaba
volver a entrar y olvidarse de mi coqueteo anterior.
—No quise asustarte. Te vi salir y pensé que quería tener un momento
contigo antes de que te fueras. Tal vez podríamos ir a tomar algo o algo así. —
La forma en que dijo “algo” me hizo temblar interiormente. Elegí mal cuando
escogí a Bay como uno de los chicos para charlar esta noche. Me lo merecía. En
serio. Sin embargo, todavía me molestaba. Mi pregunta sobre su madre y
escucharlo respecto a su breve matrimonio no fue exactamente una
conversación romántica.
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—Estoy cansada y lista para irme a casa —le respondí, esperando que lo
Página
dejara así. Cambió su postura arrogante y se acercó unos centímetros más. Yo, a
cambio, retrocedí. No íbamos a ponernos cómodos aquí. Trataba de irme.
Seguramente, eso era obvio.
—¿Tal vez mañana por la noche? Me gustaría volver a conectar. Ha
pasado demasiado tiempo. —Su voz había bajado una octava. No sería grosera
y pondría los ojos en blanco aunque quisiera hacerlo con desesperación. Este
era el Bay de la escuela secundaria. El que pensaba que era el rey. No había
cambiado en absoluto. Ni siquiera cuando su esposa lo dejó por otro hombre.
Su ego todavía era enorme.
—No, no lo creo. Estoy ocupada y no busco conectar con nadie. —Eso fue
contundente. Podría haber sido más suave con mi negativa, pero dudaba que
Bay me permitiera ser cualquier cosa menos directa.
Se inclinó con una sonrisa espeluznante. —No parecía de esa manera
antes.
No, no parecía. Porque había estado ocupada actuando como una mujer
celosa. Ignorar a Eli hubiera sido suficiente. ¿Por qué decidí coquetear?
—Bay, solo era amigable. Quiero irme ahora, así que si me disculpas —
dije y comencé a girar cuando extendió la mano y tomó la mía. Intenté zafarme,
pero se mantuvo firme.
—Ella dijo que se iba. Suéltala. —La profunda voz de Eli no era fuerte,
pero la amenaza era clara. Pasé mi mirada desde Bay a Eli.
Se encontraba parado allí con las manos en los bolsillos y sus ojos en mí.
—¿Quién diablos eres? —preguntó Bay molesto y de repente parecía
menos seguro de sí mismo.
Eli no le escatimó una mirada. Continuó mirándome.
—Gracias, Eli. Pero tengo esto bajo control. —Me molestó que pensara
que necesitaba rescatarme. Tiré de nuevo de mi mano y esta vez fue soltada. No
necesitaba pararme aquí y hablar con ninguno de los dos. Girando, me dirigí de
nuevo a las escaleras sin una palabra más.
—Te llamaré —dijo Bay como si tuviera mi número de teléfono. Sabía
que no era así. No respondí.
—No te pidió que la siguieras. —El tono de Eli se había oscurecido.
Podría seguir adelante e ignorar esto, pero no lo hice. Hice una pausa y miré
hacia atrás. Bay, de hecho, comenzó a seguirme. ¿De verdad? ¿Estaba tan
desesperado?
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Volví mi atención a Eli. —Gracias, pero te dije que tenía esto bajo control.
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—¿Así que ahora puedes verme? —preguntó mientras levantaba una ceja
de una manera burlona que me hizo enojar.
—No sé de qué hablas —le dije con un altivo movimiento de hombros y
luego le di a Bay una mirada de molestia—. No me interesa. Déjame sola, Bay.
—Eso pareció atravesar su grueso cráneo o al menos golpear su ego lo
suficiente como para no decir más. En lugar de eso, me dio una mirada molesta
antes de regresar al cine.
Esperé hasta que la puerta se cerró detrás de él antes de girarme y volver
a subir las escaleras. Esperaba que Eli dijera algo más o al menos intentara
detenerme porque era débil cuando se trataba de él. No dijo nada y eso me
decepcionó al instante incluso si no quería que me importara en tanto subía las
escaleras. Fue alrededor del quinto paso que me di cuenta de que tal vez no
intentó detenerme, pero me estaba siguiendo.
Me las arreglé para mirarlo por encima del hombro. —¿A dónde vas?
Miró detrás de él como si estuviera hablando con alguien más y luego me
miró. No me hizo gracia. Señaló su pecho. —¿Me hablas a mí? —preguntó.
Puse los ojos en blanco y volví a mi escape por las escaleras. Continuó
siguiéndome. Una vez que llegué al piso principal, me aseguré de caminar con
un propósito, pero apliqué un buen balanceo a mis caderas mientras tanto. Bien
podría darle algo que mirar.
Solo pude escuchar el chasquido de mis tacones en el suelo de mármol y
cuando estuve cerca de la puerta que conducía al valet, me asomé por encima
de mi hombro. Allí se encontraba, a varios pasos detrás de mí, pero
siguiéndome todavía. Eso me puso feliz y ese hecho me volvió una completa
perdedora. ¿Dónde se hallaba mi orgullo? Él salió de mi casa después del sexo y
no había escuchado palabra de él desde entonces. ¡Luego apareció con Saffron
Corbin esta noche! Sabía que yo estaría aquí. Y, aun así, la trajo.
—¿Qué quieres? —exigí. No tenía ninguna razón para seguirme, incluso
si una gran parte de mí se alegraba de que lo hiciera.
—Hablar contigo —dijo simplemente.
Maldito sea. ¿Por qué ahora? ¿Por Bay? No debería dejar que hable.
Ahora no. Tal vez hace un par de semanas hubiera sido una buena idea. Pero no
quería hablar conmigo entonces. No debería hablar conmigo ahora. ¿Qué
podría decir para arreglar las cosas? Nada. Había dicho lo suficiente cuando no
dijo nada en absoluto. Estaba a punto de decir eso, pero luego cerré la boca y
suspiré con suficiente fuerza para causar un dramático levantamiento y caída
de mis hombros.
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—¿De qué quieres hablar? —le pregunté. Aunque ahora éramos las
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una invitación y me rogó. Quería conocer a Blaze. Me molestó con eso. Y cedí —
dijo sin emoción y luego agregó—: ¿Puedes decirme por qué me ignoraste toda
Página
la noche?
Había traído a Saffron para encontrarse con Blaze. Eso me tranquilizó un
poco. Al menos con mi explicación. Claro, no me había llamado ni enviado
mensajes de texto, pero al final me enfurecí porque me sentía celosa de que él
estuviera aquí con ella. Me enojaba que estuviera aquí con alguien.
—Me olvidaste. Simplemente reaccioné igual —admití. Era vulnerable de
mi parte y, si no me hubiera dicho por qué había traído a Saffron, es posible que
no le hubiera confesado la verdad. Pero la explicación salió antes de que
pudiera pensarlo. Podría haber sonado menos mezquina si hubiera sido menos
contundente.
—¿Crees que te olvidé? —preguntó, frunciendo el ceño con incredulidad.
—¿Qué más se supone que debo pensar? —Quería decir más. Recordarle
que no llamó ni envió mensajes de texto. Pero me quedaba un poco de orgullo.
Me aferré a eso. No le daría explicaciones.
—Cuando me fui, parecías estar de acuerdo en que dejáramos las cosas
así. No actuaste como si esperaras más. ¿Me equivoqué? —me preguntó.
¿Se equivocaba? ¿Esa era su preocupación? ¿De verdad? Este hombre no
podía ser tan denso. También terminé de hablar con él sobre esto. Si se haría el
tonto, que así sea.
—No, Eli. Tenías razón. Ahora, si me disculpas, quiero salir de aquí antes
de que todos suban las escaleras. —No sonreí. No me despedí. Solo salí de ese
edificio. El portero me conocía y me hizo un gesto de asentimiento para
hacerme saber que iría por mi coche.
Pensé que Eli podría alcanzarme. Cuando pasaron unos minutos y la
puerta no se abrió detrás de mí, supe que no lo haría. La vista de mi auto
significaba que mi esperanza silenciosa de que lo intentara más fue en vano. El
hombre no tenía ni idea o no quería actuar como si lo hiciera. Cualquiera que
fuera la razón, yo había terminado.
Asentí al portero, luego subí a mi auto y me alejé.
Me alegré de haberme ido.
Me entristecía haberlo hecho.
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7 de junio / 10:39 p.m.
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sentó, luego me miró fijamente. —Estás aquí. Ahora, ¿qué más tenías que decir?
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helada en sus ojos. Se desvaneció tan rápido al tiempo que dejé escapar la
mierda inimaginable. En lugar de parecer confundida por lo que dije, lucía
pensativa y equilibrada. Sabía que le daba vueltas a las palabras y lo pensaba.
Solo mirarla era como recibir un pequeño regalo. Su belleza podría hacer que
un hombre olvide cada rincón oscuro de su vida. Eso, o la hacía peligrosa o un
ángel. No me encontraba seguro de cuál.
—Me gustaría tener la oportunidad de decidir qué es y qué no es bueno
para mí —me dijo—. No necesito saber qué secretos estás guardando para
sentirte como si estuvieras roto de alguna manera. Aún no, al menos. Ahora
mismo podemos ir despacio. Tantear el terreno. Ver si vale la pena luchar
contra los obstáculos que se avecinan.
Lo hizo sonar tan simple. Incluso fácil. Me encontraba dispuesto a aceptar
cualquier cosa si podía mantenerla por un tiempo. Sabía que para siempre no iba
a suceder. Nada era simple o fácil sobre la verdad. No era el tipo de hombre que
podía aferrarse a Ophelia Finlay. Si estuviera completo, todavía se cansaría de
mí. Ophelia era emoción, belleza, energía… todo enredado perfectamente en
una mujer impresionante. Lo pensé así la primera vez que la conocí. Incluso
entonces sabía que la admiraban desde lejos.
Nunca había sido capaz de aferrarme a una mujer. Creer que podría
aferrarme a una tan magnífica como esta me haría enloquecer. Me reservaría mi
corazón o lo que quedara de él. Pero el resto de mí ya lo tenía. Sin que lo haya
pedido, se lo entregué la última vez que estuve aquí.
—Está bien —concordé. Solo un idiota rechazaría una oferta como esa.
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8 de junio / 06:59 a.m.
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cocina a hacer café. Las clases “campamento princesa” para niños pequeños de
los sábados por la mañana comenzaba a las nueve. Lo cual significaba que tenía
estar allí abajo prendiendo las luces, abasteciendo de agua, asegurándome de
que la tienda de artículos de baile tuviera toda la mercancía exhibida y de
responder el teléfono a las ocho y media.
Primero requería café. Luego otra taza antes de ser verdaderamente
funcional. De otra forma, estaría atontada y a menudo gruñona. Prendí la
máquina de expreso y luego la cafetera. De lunes a sábado necesitaba dos dosis
de expreso en mi café. Me di cuenta de que era cada día de la semana, pero me
hacía una mejor persona.
Giré la cabeza para mirar al refrigerador y me pregunté si sería
demasiado prepararle el desayuno a Eli. ¿Era de mala educación que no lo
hiciera? He permanecido soltera mucho tiempo, era terrible teniendo hombres
de visita. Olvidé qué era cortés hacer. Dudaba que Eli esperara que le cocinara
algo, pero ¿ese era el punto?
Mientras me ocupada de preparar mi expreso, me pregunté a mí misma:
¿Me gustaba lo suficiente Eli para querer tenerlo cerca? Sí. ¿Me sentí feliz esta mañana
despertando en la cama a su lado? Sí. ¿A los hombres les gustaba comer? Sí.
Mientras ponía a hervir mi expreso, fui al refrigerador y agarré el tocino,
huevos, y luego metí la mano en el congelador por las galletas congeladas. Le
hacía el desayuno al hombre. Buen sexo no era suficiente para hacer que
volviera. El pensamiento me hizo reírme de mí misma. Si solo supiera lo torpe
que era, reconsideraría esto. Mantenía encubierto mi problema secreto de
timidez la mayor parte del tiempo. Me forzaba a actuar normal en entornos
públicos. Cuando tienes una hermana menor como Phoenix que domina una
habitación y llama la atención, luego la absorbe como una esponja, es difícil
aceptar el hecho de que eres introvertida, o que siempre serás pasada por alto.
Mamá siempre decía que era más como ella que los otros dos, pero mi
madre no era introvertida. Era tranquila y no demandaba atención como
Phoenix o fascinaba a la gente como Nate, pero tenía una cierta belleza en ella, y
no solo su apariencia. Había una belleza interna que iluminaba un lugar cuando
se hallaba allí. Sin palabras o acciones se convertía en el punto central. Yo no era
como mi madre. Mis pensamientos no eran hermosos. Por el contrario, yo podía
ser una perra egoísta.
Fui a calentar una sartén para freír el tocino. Mientras se calentaba, puse
las galletas congeladas “hechas desde cero” que compré en la tienda en una
sartén de hierro fundido y las metí en el horno. Un completo engaño, pero se
veían muy reales una vez cocinadas. Pensaba que sabían tan buenas como las
galletas caseras de Bliss.
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Mi café se hallaba listo, así que hice una pausa para servir una taza y
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luego me giré para encontrar a Eli parado en la sala con nada más que los
pantalones cortos. Su largo cabello era un lío y el arte en su pecho y brazo te
dejaban literalmente sin respiración. La manera en que lucía haría que cualquier
mujer se desnudara y le rogase que la follara. Ves… malos pensamientos. Nada
parecida a mi mamá.
—Tocino —dijo con una rasposa voz profunda por el sueño—. Mi olor
favorito para despertar.
Mis mejillas se calentaron. Lo sabía. Pero se encontraba parado allí con el
pecho desnudo y el cabello sexy haciendo que mi cuerpo se estremeciera.
—Espero no haberte despertado. Trataba de ser silenciosa —dije y agarré
los huevos para empezar a romperlos en el tazón. Cualquier otra cosa que
mirarlo como si fuese mi desayuno. Necesitaba controlar mi rostro sonrojado,
también. Era embarazoso.
—No lo hiciste. Pero si lo hubieras hecho, estaría bien —respondió y
aunque yo estudiaba el tazón y los huevos como si fueran un experimento
científico, podía sentirlo acercándose. Por suerte, su aroma varonil estaría
cubierto por el tocino, y mis hormonas no se volverían más locas. Verlo era
suficiente.
—Tengo que estar abajo a las ocho y media y quería asegurarme de que
desayunaras, así que empecé temprano. —Divagaba, pero seguí—: Tenemos un
pequeño descanso después del recital de mayo, pero las clases del campamento
de verano para niñas más pequeñas son los sábados en junio.
No respondió, pero rodeó la encimera y, eché un vistazo y lo vi parado
en frente de la máquina de expreso y la cafetera. Encontró mi mirada y alzó las
cejas como si estuviese confundido. —¿Esto hace café?
Puse la cáscara de huevo sobre la toalla de papel y luego me lavé las
manos rápidamente antes de ir a ayudarlo. —Ya tiene café hecho —le expliqué,
sacando una taza del gabinete frente a él—. El otro solo hace shots de expreso.
¿Quieres uno para acompañar tu café? —pregunté; me sentía orgullosa del
hecho de que mis mejillas ya no fuera de color rosa y pareciera relajada.
—Uh, claro —dijo, no sonando seguro para nada.
Me moví a un ritmo normal mientras seguía los pasos para preparar el
expreso para que pudiera ver lo que hacía. En lugar de la forma apresurada en
la que normalmente lo hacía cuando trataba de obtener la cafeína rápidamente.
—¿Quieres que revise el tocino? —preguntó entonces y me di cuenta de
que lo olvidé. Antes de que pudiera responder, fue hacia la estufa y volteó el
tocino. El chasquido de la grasa debería haber sido un claro recordatorio de que
lo freía, pero estuve tan envuelta en Eli, que logré bloquear todo.
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porque las galletas habrían sido olvidadas. Cocinar no era mi fuerte y hacer
cosas en la mañana tampoco. Me esforzaba demasiado al hacer esto.
Tomando un guante de cocina, saqué las galletas y las puse en el
mostrador de mármol. Los huevos estaban listos y, afortunadamente, al menos
recordé cerrar la hornilla antes de alejarme de ellos. En mi raro momento de
enfoque, me di la vuelta para agarrar platos solo para que dos manos grandes
me agarraran firmemente de la cintura. Me detuve al instante y todo otro
pensamiento se me escapó.
Eli se hallaba de pie delante de mí. Su cabeza inclinada, por lo que
miraba para abajo hacia mí. El humor de hace un momento se fue de su
expresión. Se quedó allí, abrazándome. Sus dedos se flexionaron y se clavaron
en mi piel, pero no dolorosamente. Solo lo suficiente para sentirse bien.
Sin decir una palabra, bajó su boca a la mía y me sentí instantáneamente
agradecida de haberme cepillado los dientes, pero luego olvidé inclusive eso. Su
beso se profundizó y me sostuvo cerca mientras nos hallábamos de pie allí,
probándonos el uno al otro. Me encontraba perdida en el momento de completa
satisfacción.
El beso no fue largo y terminó antes de que estuviera lista. Eli dejó que
sus manos cayeran mientras retrocedía. —Gracias por el desayuno —dijo, luego
sonrió antes de estirar la mano más allá de mí y tomar los platos que estuve a
punto de agarrar—. Y el beso.
16
10 de junio /11:34 a.m.
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semana. Les dije que me quedaría el lunes y martes, entonces Larissa tomó
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—Aquí está tu agua —le dije mientras ponía la bebida a su lado—. ¿Ya
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qué pasó.
Sabía que sin importar lo que hiciera para persuadirla de que estaba bien,
Página
habría dejado entrar con las manos vacías, sino que también habría corrido con
la misma rapidez hacia la puerta. Claro, me encantaba la comida y me moría de
Página
hambre, pero Eli era el verdadero placer. Era como si supiera que me hallaba de
mal humor y vino a arreglarlo.
—Entonces es algo bueno que haya traído pastelitos de Yummy’s —dijo
mientras sostenía la bolsa, pero más cerca de su pecho como para burlarse de
mí.
Yummy’s era una panadería famosa en el 30A. No sabía con certeza si era
consciente de ello o si era solo una buena suposición. —Dame la bolsa —dije y
luego agregué—: Por favor —a mi orden.
Inclinó la cabeza y la sostuvo aún más arriba y lejos de mí. —¿Qué? ¿Aún
con esa actitud? Te sugiero que te comportes de manera dulce muy rápido ya
que tengo tus favoritos en esta bolsa.
Mis cosas favoritas en Yummy’s eran los croissants de queso crema con
canela y los cannolis rellenos de chocolate y frambuesa. No había manera de
que lo supiera. Yummy's era popular y había estado en Food TV varias veces.
Era fácil adivinar que a una amante de las donas le gustaría las de Yummy. Su
parada allí fue una obviedad. Querría cualquier cosa que me trajera. Pero
asumir que traía lo que más me gustaba... eso era un poco exagerado.
Puse una mano sobre mi cadera y lo miré con una expresión desafiante.
—Bien. Si tienes mis favoritos en esa bolsa, compartiré contigo. De lo contrario,
me lo comeré todo. Para compensar el hecho de que no son mis favoritos, por
supuesto.
Entonces Eli sonrió como si ya hubiera ganado. —Necesito un mejor
estímulo que ese. En el camino, ya comí mi desayuno. Olía demasiado bien y
había estado despierto desde las cinco para llegar temprano —respondió, luego
se inclinó un centímetro más cerca de mi cara—. Si tengo tus favoritos en esta
bolsa, entonces tienes que acompañarme a Sea Breeze y ayudarme a encontrar
un apartamento o condominio temporal. Y, por supuesto, puedes comer todo
esto sola. Aunque podría aceptar un poco de café.
Eso era fácil, puesto que era exactamente lo que deseaba hacer. Estar con
él. Haciendo lo que tenía que hacer. Ayer esperaba que me pidiera que lo
acompañara hoy. Cuando no lo mencionó, me sentí una mierda. Si no tenía mis
favoritos, y había una buena probabilidad de que no los tuviera en esa bolsa, de
todos modos lo acompañaría.
—Trato hecho —dije de repente con la esperanza de que tuviera las cosas
correctas en la bolsa y eso ya no tenía nada que ver con mi deseo de comer.
Bajó la bolsa y me la entregó. La tomé y ahora que la tenía, no me
encontraba segura de querer mirar dentro. Si no eran mis favoritos entonces
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tendría que decirle que iría, pero sin parecer demasiado pegajosa. Siempre
podía mentir sobre eso y decir que lo que compró eran mis favoritos, pero
Página
—Lo sé todo —respondió, y sus ojos contenían risa. Era tan raro ver eso
en esas piscinas verdes que sentí una calidez en el corazón. Mentía, por
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cuerpo comenzó a temblar cuando pensé en lo bien que se sentía. Lo tenía más
grande que cualquiera de mis experiencias sexuales pasadas y ahora entendía
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por qué a las chicas les gustaban más grande. Siempre pensé que sería
incómodo, pero no lo fue. De ninguna manera.
—Come. —Sus palabras sonaron como una orden. En este momento, la
idea de que me estuviera ordenando era excitante. Abrí la bolsa y saqué el
segundo cannoli. Antes de darle un mordisco, pasó junto a mí hacia la máquina
de café expreso.
No me iba a follar y eso me hacía sufrir. Maldición. Tenía que
controlarme. ¿Cuándo comencé a pensar en el sexo todo el tiempo? Oh, es
cierto. Cuando Eli me mostró lo increíble que podía ser.
—Anoche, cuando decidí venir a sobornarte para que pasaras el día
conmigo buscando apartamento, llamé a Bliss. Le preguntó a Nate y él llamó a
tu mamá, quien sabía exactamente qué funcionaría —me explicó sobre la
comida como si me importara. Yo me encontraba más allá de eso.
Elegí comer en vez de intentarlo y hablar.
Se las arregló para preparar el café correctamente y hacer que las tomas
de espresso también funcionaran. Cuando logró preparar ambos, se dio la
vuelta para mirarme. —¿Te lo has comido todo? —preguntó.
Había comido la mitad del segundo cannoli y decidí dejarlo y comer el
croissant antes de que me llenara demasiado como para disfrutarlo. Solo me las
arreglé para comer la mitad. Posiblemente porque ya no tenía hambre de
comida.
—No puedo comer todo. Lo intenté —expliqué. Ambas cosas a medio
comer estaban sobre el papel de la panadería frente a mí.
Eli se acercó y recogió los cannoli. —¿Puedo probarlos? —preguntó antes
de tomar un bocado.
—Por supuesto —le dije y luego agregué—: Pero no me culpes por tu
adicción instantánea. —Intenté aligerar el estado de ánimo. Mi estado de ánimo.
Él parecía estar bien. La amenaza sexual en sus ojos ahora había desaparecido.
Qué rápido.
—Está bueno. Pero el queso crema de caramelo que comí en el camino
era mejor —respondió con un destello en sus ojos esperando que discutiera.
—Nunca he probado el de caramelo, por lo que no puedo estar segura de
que te equivocas. Pero apostaré a que la de chocolate negro y frambuesa
siempre le ganarán a cualquier caramelo.
Eli se lo terminó y luego sacudió la cabeza. —Simplemente estaremos de
acuerdo en estar en desacuerdo. El caramelo siempre es mejor. —Luego
agregó—: Al menos para mí.
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era algo en lo que quisiera pensar. Negué y decidí que necesitábamos hacer algo
menos doméstico.
—¿Tienes hambre? Ese bocadillo anterior no fue mucho. Creo que estoy
listo para algo más. —Sabía que mi repentino cambio de tema la desanimó, pero
no lo cuestionó.
—Por supuesto. Esta es tu ciudad. ¿Qué tienes en mente? —preguntó.
Estaba a punto de sugerirle Live Bay, pero pensé en las personas que
probablemente veríamos allí y compartirla no sonaba atractivo. Había evitado a
tantos familiares y amigos como pude hasta ahora. Sabía que harían preguntas
que no respondería. Tampoco me gustó la idea de esos recuerdos, las preguntas
volverían a surgir y afectarían mi tiempo con Ophelia.
Era mi huida del vacío. Quería mantenerlo así.
La observé mientras caminaba alrededor de la encimera de la cocina y
venía hacia mí. No dijo nada porque esperaba mi sugerencia. El balanceo de sus
caderas siempre atraía mi mirada hacia su cuerpo. Tenía una forma de caminar
que era difícil de ignorar. Incluso si su rostro no fuera tan malditamente
hermoso que detuviera el tráfico, la forma en que llevaba su cuerpo sería
igualmente peligrosa.
Olvidé lo que se suponía que tenía que decir mientras la observaba
detenerse a unos centímetros de mí. La falda de mezclilla azul desgastada que
llevaba hoy era lo suficientemente corta como para que me costara mucho no
mirarla en lugar de mirar los diferentes lugares donde podría inspeccionar.
Aparté mis ojos de sus piernas bronceadas antes de que pudiera
comenzar a fantasear sobre deslizar mi mano entre ellas y seguir hacia arriba
hasta que pudiera tocar el calor en la parte superior. Cuando levanté la mirada,
sus pezones duros que presionaban contra el suave y ajustado algodón de su
camiseta sin mangas hicieron que mi polla se pusiera rígida. Mierda.
Estaba tan bien esta mañana. Cuando la había visto, todo lo que podía
pensar era follarla en todas las habitaciones del desván. Hasta que ambos nos
desmayáramos sudorosos y saciados. Por mucho que quisiera sentirla, tocarla y
estar enterrado profundamente en su cuerpo, también temía no poder alejarme
cuando llegara el momento. Sabía lo inolvidable que era el sexo con ella.
Luego, me llenó el completo temor opuesto de que nuestra noche juntos
había sido por el vino que había bebido. ¿Y si la química explosiva no fuera la
misma? Mi cuerpo parecía pensar que así sería. Me sentía tan tenso mientras
luchaba contra el deseo de acercarme y agarrarla.
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más fuerte. Empecé a dejar un rastro de suaves besos en su cuello y luego bajé
lentamente hacia su hombro. Mordiendo suavemente en la tierna piel de la base
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listo.
—¡Oh, Dios! —gritó, y su cabeza cayó hacia atrás. Sus ojos permanecían
cerrados, los pechos se destacaban y ni una puta diosa que había visto
representada parecía tan hermosa como Ophelia en este momento.
Temblé al verla. Estar profundamente en su coño hizo que todos los
males en mi vida desaparecieran. Sostuve su cintura de nuevo y mi boca se
dirigió hacia su cuello expuesto para lamer y besar, mientras comencé a mover
mis caderas y lentamente retrocedía, luego me deslizaba con fuerza para que
ambos profundizáramos la sensación.
—Eli. —Suspiró mi nombre agarrando mi cabeza y sosteniendo mi cara
cerca de su cuello. Mi aliento caliente contra su piel, el olor que era solo de
Ophelia me rodeaba, envolviéndome—. Más duro, te necesito más —jadeó.
—Joder —gruñí cuando el hombre que trataba de darle placer comenzó a
transformarse en un animal hambriento a petición suya. Quería estar con ella
hasta que ambos estuviéramos gritando nuestra liberación. Tan celestial como
se sentía cada vez que me deslizaba dentro de su cuerpo, supe que el momento
en que empezara a follarla me llevaría a una liberación devastadora.
—Por favor —me suplicó cuando no comencé a follarla de la forma que
quería. La desesperación en su súplica me envió a la oscuridad, con la intención
de darle lo que quería y lo que ansiaba.
Mis manos se movieron para agarrar su culo y la carne suave llenó mis
manos. —¿Quieres que te follen duro, bebé? —le pregunté mientras le daba la
primera dura embestida.
—¡Sí! —lloriqueó mientras nuestros cuerpos se golpeaban ferozmente
entre sí.
Apretando la carne en mis manos, dejé que el monstruo me arañara por
dentro y follara su cuerpo dispuesto.
—¡Oh, Dios! ¡SÍ! ¡Ahhhh! —Sus gritos me impulsaron. El intento de
permitirle saborearla había desaparecido. El deseo, la necesidad y el placer nos
manejaba a ambos.
—Tan jodidamente mojada —le dije al oído—. Estás empapada. La niña
traviesa se calienta cuando la follan duro. —La provocaba, y lo sabía. Le
gustaba escuchar esas palabras.
Su cuerpo tembló y sus uñas me arañaron la espalda. —Sí —jadeó—. Lo
quiero —estuvo de acuerdo. Mis palabras la acercaban a su liberación.
—Este dulce y apretado coño es mío. Quiere que me lo folle. Quiero
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los ojos aún más fuerte. El miedo me agarró la garganta con tanta fuerza que me
costó respirar. Nunca lo había hecho. Ni una sola vez dejé que un hombre lo
Página
tuviera. Mis paredes habían sido colocadas gracias a un amor joven que me
hirió. Uno que en ese momento no me di cuenta de que simplemente era la
inocencia de tener las primeras probadas del deseo. Eso no fue realmente amor.
Ahora no que conocía el sentimiento. La incuestionable alma que reclamaba el
tipo de amor por el que me enamoré directamente de Eli.
Aceptarlo y admitirlo era lo mismo. Era imposible salvarme. Ninguna
construcción de paredes podría cambiar lo que había ocurrido. No sería capaz
de dar marcha atrás y huir. Me atrapó. Dejarlo sería imposible. Mi corazón no lo
permitiría. Eli Hardy era el dueño de mi cuerpo y de mi alma, lo quisiera o no.
Mi única salvación fue no perder completamente la cabeza y decirle que lo
amaba durante ese último orgasmo cuando sabía que lo hacía. Si se lo hubiera
dicho, posiblemente él no estaría en mi cama en ese momento. No tenía que
decirlo, sabía que no estaba en busca del amor. Ni el mío ni el de nadie. No
tenía la intensión de enamorarme. No era algo que pudiera haber controlado.
La realidad de que me había enamorado me sorprendió. No me sentía lo
suficientemente vulnerable como para profesarme de esta forma por un hombre
en el pasado. ¿Por qué Eli? ¿Por qué me enamoré de un hombre que dejó en
claro que esto era tan temporal como su apartamento? Mi objetivo era que la
separación no me decepcionara esta vez. Ya me había roto, o decepcionado…
era una descripción más precisa.
Inhalé profundamente y el olor de su jabón me hizo sentir caliente por
todas partes. Sería feliz si pudiera meterme en su piel y estar con él en todo
momento. Esa sería la máxima felicidad. Y admitírmelo a mí misma me hizo
sonar como una loca que debería ser internada. ¿Qué me pasaba? Pensaba
locuras y tenía que enfrentar el hecho de que este hombre iba a dejarme. No era
un cuento de hadas. No iba a ganarme al hombre. Se negaba a ser ganado. Solo
pasábamos el rato. Si fuera más inteligente, habría encontrado una forma de
proteger mi corazón antes de que todo ocurriera.
Distanciarme era imposible. La idea me dejaba sin respiración. No quería
volver a estar lejos de él. Dejé que un hombre se convirtiera en el centro de mi
mundo. ¿Cómo? Abrí los ojos y lo miré nuevamente. Sus largas pestañas rubias
y su nariz recta. Los rizos rubios oscuros de su cabello descansando contra su
mejilla. Era un hombre, pero también era increíblemente bello. No entendía
cómo una mujer podía no desearlo para siempre.
Lila Kate e incluso mi propia cuñada me parecían unas tontas. No lo
conocía cuando ambas no le correspondieron su amor. Mi madre diría que el
corazón ve lo que está destinado a amar de una forma diferente a los demás.
Eso no podía ser lo que sucedía allí, porque era un amor unilateral. Amarlo no
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Lila Kate había hablado sobre el profundo amor de Eli por Bliss. Cómo nunca la
superaría. Cómo la había amado toda su vida. ¿Realmente iba a mentir y odiar
a la mujer que hacía feliz a mi hermano por Eli? Me volvía loca. ¿El amor te
volvía loca? ¿Era posible que fuera el único al que suponía que mi corazón
debía amar y que con el tiempo se sentiría de la misma manera? Sentí el pecho
más ligero ante esa posibilidad.
Tenía que hablar con alguien. Necesitaba orientación y ayuda para
entender la situación y qué sentía. Eso me asustó. Quería besarlo hasta que se
despertara y nos uniéramos nuevamente. Que hiciéramos el amor. Quería
decirle que lo amaba… y entonces probablemente se iría para nunca regresar.
Eso lo haría correr, justo al igual que esas palabras me hicieron correr lejos de
los hombres en el pasado.
Karma… podría ser el karma. ¿Finalmente había decidido que necesitaba
una patada en el culo? Ahogué un gemido en mi almohada.
Loca. Me estaba volviendo loca. ¿O eso era normal? ¿Es por eso que los
hombres decían que las mujeres estábamos locas? ¿El amor volvía locas a las
mujeres? Había una canción al respecto… “Hermosamente loca” o algo así. La
escribió un hombre, así que había esperanza de que pudieran corresponder mi
amor incluso con toda la locura que sentía.
Eli suspiró en sus sueños, se movió y luego rodó sobre su espalda. Quitó
su brazo de mi alrededor y lo colocó sobre su cabeza para descansarlo en la
almohada. La manta cayó lo suficiente para darme la gloriosa vista de su pecho
y cuello tatuados. Quería besarlo todo. Preguntarle sobre cada uno. Descubrir
qué significaban.
Mi disfrute se desvaneció instantáneamente cuando se me cruzó una
pregunta… ¿alguno era por Bliss? ¿La chica a la que le entregó su corazón y no
le correspondió? Me sentí enferma. Completamente. Odiaba la idea. Quería
borrarla de mi mente. ¿Por qué me torturaba de esa forma? No había ninguna
razón para hacerlo. Tenía que tranquilizarme.
Sabía con quién podía hablar. La persona que tendría las respuestas.
Sería capaz de decirme si necesitaba pedirle ayuda a un profesional. La única
mujer que conocía que amaba a un hombre con cada fibra de su ser y sabía de
toda mi vida antes de mi nacimiento.
Mi mamá. Ella sabía todo sobre el amor. Encontrar a quien le pertenecía
tu corazón. A menudo veía a mujeres casadas infelices o mirando a sus esposos
con disgusto. Veía a sus ojos vagar hacia la hierba al otro lado de la cerca. Pero
nunca vi a mi mamá hacerlo. Cuando miraba a papá, era una mirada de amor
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sido. Lo que sabía es que mi papá adoraba el suelo por el que caminaba mamá y
no había nadie así. Incluso al crecer, sabíamos que nuestro padre nos amaba,
moriría por nosotros, éramos sus hijos y nunca cuestionamos su devoción. Sin
embargo, también dejó en claro que nuestra madre era suya. Su otra mitad. Una
vez Phoenix se enojó con ella y dijo que la odiaba. A menudo, entre los catorce y
los diecisiete, decía cosas hirientes.
Papá se movió rápidamente. Un minuto estábamos todos sentados
alrededor de la mesa de la cocina mientras Phoenix y mamá discutían
acaloradamente sobre una de las malas decisiones que mi hermana había
tomado. Entonces mi papá estuvo delante, tomándola del brazo y levantándola
de su asiento. Aunque no tenía miedo por ella porque papá nunca nos había
puesto una mano encima, me sorprendió su reacción. Sus palabras aún sonaban
claras en mi memoria.
—Esa mujer es tu madre, te cargó, te dio a luz, te amó desde el momento en que
supo de tu existencia, perdió horas de sueño cuidándote y moriría por ti si se lo pidieras.
Pero no solo eso, es mía. Es lo que me completa. Y no permitiré que NADIE le hable de
esa forma. Incluidos nuestros hijos. Porque sin ella, no existirías. ¿He sido claro?
Esas palabras se hundieron profundamente y se quedaron allí, no solo
para Phoenix, sino para todos.
El amor fue definido por esas palabras que mi padre dijo ese día. Era
como medía todas las relaciones que había tenido. Ninguna se acercaba. Tan
agradecidos y bendecidos como sabía que éramos por tener unos padres que se
amaban de la forma en que lo hacían, con el tiempo me dije que era imposible
de encontrar.
Hasta ahora, que me sentía tan consumida por esos sentimientos que
había liberado Eli en mi interior. Solo mi madre entendería. Tal vez sería capaz
de ayudarme a hacer que se sintiera de la misma forma. No creí que funcionara
de esa manera, pero tenía la esperanza de que existiera alguna forma de
conservarlo. Presioné los labios en su brazo y dejé que mis ojos se volvieran a
cerrar. No me concentré en las preocupaciones de amar a un hombre que podría
perder. En cambio, pensé en todos los momentos del día en que me había hecho
sonreír y dejé que esa felicidad me acompañara hacia la paz del sueño.
20
12 de junio / 12:06 p.m.
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Página
diferente.
No podría etiquetar esta locura que creó dentro de mí como amor. Estuve
Página
enamorado. Más de una vez, y sabía cómo se sentía el amor. Este era un poder
completamente diferente. Uno para el que no tenía nombre. No estaba seguro
de que alguien tuviera un nombre para la reacción que solo pensarla liberaba
dentro de mí.
—Me muero de hambre —anunció mientras iluminaba el lugar con su
sonrisa—. ¿Quieres ir conmigo a buscar comida? Porque cocinar algo no suena
nada atractivo.
Cerré mi laptop y me puse de pie. —¿A dónde quieres ir? —pregunté.
Solo tuve tiempo suficiente para tomar un plátano y una barra de proteínas
cuando salí por la puerta esta mañana.
Su expresión era de pensamiento profundo antes de que levantara un
dedo y dijera con obvia excitación: —¡Lo sé!
No me importaba dónde era ni qué tipo de comida tenían. Me
encontraba con ella y eso hacía del mundo un lugar más brillante. —Vamos
entonces —dije, agarrando mis llaves de la mesa.
—¿Te gusta la comida tailandesa? —preguntó, estudiándome como si
esperara que mintiera y necesitara descifrar la verdad.
—No es mi favorita, pero estoy dispuesto a probarla —respondí con la
suficiente sinceridad.
Entonces mostró una gran sonrisa antes de reírse. —Odio la comida
tailandesa —dijo riéndose—. Estás de suerte. Masters es un lugar de barbacoa.
Elevé una ceja y excluí la diversión de mi rostro. —Maldición, odio la
barbacoa —mentí.
Se rió más fuerte antes de responder: —Buen intento. Te he visto comer
un plato lleno de pollo a la barbacoa en la fiesta de compromiso de Nate y Bliss.
Y repetiste guarnición.
Eso me hizo detenerme y asimilarlo. ¿Me prestó tanta atención esa noche
como para recordar lo que comía? ¿Cómo procesaba esto? ¿Fue simplemente
porque me evaluaba en ese entonces, siendo el mejor amigo de la novia de su
hermano y un hombre? ¿O fue porque quería mirarme?
—No te lo pienses tanto —comentó rodando los ojos—. Soy muy
observadora.
Sonreí. Si sentía la necesidad de excusarse por el hecho de que recordaba
un pequeño detalle como ese sobre mí, entonces me estudió por algo más que
simplemente “ser observadora”.
—Entonces dime lo que alguien más comió esa noche —desafié—. Si
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fueras de las que mira gente, no pude ser el único al que viste.
Página
El rosa que coloreó al instante sus mejillas dijo más que cualquier otra
cosa que pudiera decir en este momento. ¿Era posible que el Eli que fui antes de
que la mierda vivida me cambiara hubiera sido atractivo para Ophelia? ¿Podría
ser algo sobre mí además de mi apariencia y endurecimiento lo que la atraía?
Mierda. Me tiraba. Esa cadena invisible que se engrosaba lentamente en
una estructura más sólida. Haciéndola más importante. Más requerida. Más
buscada por mí de lo que era seguro. Para cualquiera de nosotros.
—Bien —dijo, recuperando el aire de confianza que sostenía tan bien—.
Solo te miraba a ti. Me sentía intrigada.
Sentí que iba a decir más, pero no lo hizo. Quería presionar, pero me
contuve. Admitió lo suficiente. Sus mejillas enrojecidas me dijeron que se sentía
vulnerable porque yo lo sabía. No quería que se arrepintiera de haberse abierto
a mí de esa manera.
Me acerqué y solo me detuve cuando estuvimos a unos centímetros de
distancia. —Fue imposible no mirarte. Cada hombre en la habitación te miraba.
Las costillas que comiste sin importarte una mierda de que tu vestido era blanco
o que tenías salsa en la cara mientras las disfrutabas fue jodidamente sexy. —
Tenía muchos recuerdos suyos. Admitirlos todos sería un error. Pero esto le
daría para que se sintiera como si estuviéramos en pie de igualdad.
La reacción de ojos amplios que obtuve al admitir mi recuerdo cuando
me miró con sorpresa fue condenadamente adorable, así que bajé la cabeza y la
besé. Cuanto más le daba de mí, más sabía que me arrepentiría. Donde Ophelia
era luz solar y positividad, yo era oscuridad y dolor. Este sentimiento que me
dio no podría durar para siempre. Mis demonios eventualmente serían más
fuertes en tanto me acostumbraba a ella. El tiempo expondría lo inadecuado
que era para alguien así.
Si solo el hombre que fui antes de irme hubiera sabido que ella miraba.
¿Habría hecho eso que me quedara? Nunca me arrepentí de haberme ido hasta
ahora. Sus manos subieron por mis brazos mientras me devolvía el beso con la
misma pasión. Si no retrocedía, seguiría hambrienta y regresaría al trabajo. Mi
deseo de estar en su interior no podría ser lo único en lo que me concentrara.
Terminé el beso, me alejé y asentí hacia la puerta detrás de ella.
—Necesitamos alimentarte.
Se rió suavemente entonces. —Probablemente deberíamos salir de este
lugar antes de que olvide que tengo hambre.
—Guía el camino —respondí en acuerdo; quedarnos a solas un segundo
más sería demasiado. Si íbamos a comer, necesitábamos escapar antes de que la
pasión latente y ardiente justo debajo de la superficie se liberara nuevamente.
122
Esperaba que el tráfico del sábado por la tarde fuera peor que el de la
costa. Mi viaje de Rosemary Beach a Sea Breeze solo me tomó exactamente dos
horas. Una vez que el campamento de baile terminó hoy, ya tenía mis maletas
en el coche para venir aquí.
Eli se había ido para volver aquí el jueves después de que fuimos a
almorzar. Mientras comía, recibió una llamada de su padre contándole que su
abuela no estaba bien después del tratamiento de quimioterapia esa mañana. Eli
sintió que debía volver a verla.
Verlo alejarse fue duro, pero la razón de su partida me hizo amarlo más.
Ni siquiera había vuelto a Sea Breeze cuando me envió un mensaje diciendo
que volvería este fin de semana si todo se encontraba bien. Inmediatamente le
dije que después del trabajo vendría a verle.
Encontrar un lugar de estacionamiento fue bastante fácil. La mayoría de
la gente probablemente salía un sábado por la noche. Me estiré y saqué mi bolso
del asiento del pasajero y salí del auto. El sonido de la playa al estar tan cerca la
hacía sentir como en casa, aunque era un lugar muy diferente. Mirando hacia el
apartamento de Eli, la luz se encontraba encendida y su motocicleta estaba
estacionada en su lugar designado. Me esperaba.
Tenía hambre y esperaba que comiéramos pronto. Todo lo que había
tenido en el trabajo hoy fue macarrones con queso para microondas. Luego, por
otro lado, si Eli quisiera desnudarme y darme algunos orgasmos primero,
tampoco me opondría a eso. No había pensado en otra cosa desde que se fue de
mi casa. Por mucho que me gustara hacer el amor lento, como la última vez,
esta noche tenía ganas de que me tomaran rudamente. Me gustaba su boca
sucia. Me excitó pensar en eso.
Cuando llegué a las escaleras que conducían a su apartamento, sonreía.
Anticipando el sexo salvaje posiblemente en la mesa de su cocina o quizás en su
sofá. Sin embargo, cuanto más me acercaba a su puerta, más fuertes eran las
voces. Cuando toqué, supe que había varias personas allí. Eli no mencionó que
124
mañana.
Micah Falco estuvo en muchos de los mismos eventos que yo para saber
Página
Inclinó la cabeza hacia atrás para mirarme. El brillo divertido en sus ojos
me hizo querer reír. —¿Cómo sabes cuántos comí? —me desafió.
Página
hacia ella escalando sobre mí otra vez y deslizándome hacia arriba en su coño
apretado y húmedo mientras rebotaba y se mecía. Palpitaba pensando en lo
increíble que sería descargarme dentro de ella de esa manera.
Justo cuando le iba a decir que se posara sobre mí, su cabeza bajó y antes
de que tuviera tiempo de registrar lo que hacía, el calor de su aliento tocó la
punta de mi polla, sus labios regordetes se deslizaron sobre ella, la lengua
húmeda y resbaladiza jugaba a lo largo de las venas abultadas hasta que sentí
que la cabeza le golpeaba la garganta. El ligero sonido de asfixia que hizo causó
que todo pensamiento racional se desvaneciera.
—¡MIERDA! —Gemí y agarré su cabeza para sostenerla allí. Aunque eso
no la detuvo. Su cabeza comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo mientras
envolvía una mano alrededor de la base de mi polla. Los sonidos de su succión
me volvían casi tan loco como la sensación de todo eso.
Mi cabeza cayó hacia atrás en el sofá y luché por recuperar el aliento,
pero luego Ophelia chupó con fuerza mi cabeza extremadamente sensible.
—¡DIOS! Sí, bebé. Chúpalo —la alenté. Sin ningún otro pensamiento
capaz de penetrar. Me había ido. Completamente bajo su control. Ella me poseía
con su boca.
La punta de su lengua subió por el costado de mi erección, luego la
agarró de nuevo y la bombeó antes de poner su boca sobre ella y volver a
introducirme. Esta vez sentí la parte de atrás de su garganta y luego algo más.
Se estaba atragantando mientras lo tomaba más profundo. Hijo de puta, me iba
a matar de la mejor manera posible.
—Mierda, bebé, eso es. Tómalo todo. —Gruñí mientras hablaba y agarré
su cabello para empujarla más abajo. Ella gimió entonces y la forma en que se
sentía la vibración en mi polla me hizo comenzar a temblar. Esto era demasiado
increíble. No quería que terminara, pero estaba casi allí. No sabía cuánto más de
la dulce tortura podía soportar antes de explotar.
Comenzó a besar la cabeza y luego pasó su lengua alrededor de ella.
Intenté recuperar el aliento, pero no hubo tiempo suficiente porque esta vez me
chupaba más fuerte. Agresivamente. Como si esto la excitara. ¡JESÚS! Eso me
iba a enviar al límite.
—Estoy a punto de venirme, nena —le advertí.
Se volvió más salvaje mientras apretaba la base con la mano como si
tuviera hambre. La visión de ella llevándome a su boca tan desesperadamente
fue todo. No pude aguantar más.
—¡¡MIERDA!! —Rugí y justo cuando mi liberación llegó, ella movió su
cabeza hacia atrás y usó su mano para disparar mi carga sobre todo su pecho
132
Bliss se sentó a mi lado, donde Eli había dejado vacante. Había una gran
sombrilla entre las dos sillas, pero inclinada más en mi dirección que la de ella.
Eli mencionó que Nate conocía a un hombre que era dueño de restaurantes y
que necesitaba un barman en el que acababa de abrir en Pensacola. Eli tenía un
título en negocios, pero no buscaba un trabajo permanente. Algo que pudiera ir
y hacer, luego irse cuando llegara el momento.
El hombre al que se refería Nate era el socio comercial de mi tío Cope.
No le dije eso a Eli ya que él no había dicho nada sobre quién era y pensé que
podría haber una razón por la que Nate lo haya dejado de lado. Pensé que
descubriría la conexión familiar cuando llegara.
Miré a Bliss y en ese momento alguna otra fuerza se apoderó de mi boca.
Porque me sorprendí al decir: —¿Sabes a dónde fue Eli y qué hizo todo el año
pasado?
Bliss también se sorprendió un poco por mi repentino arrebato, pero se
recuperó rápidamente cuando un ceño fruncido se formó no solo en su boca
sino en sus ojos. Había preocupación allí y consternación. Eso no me hizo sentir
mejor para nada. Esto era lo que pasaba cuando haces preguntas. Descubres
cosas que no quieres saber.
—No, está definitivamente… diferente. —Hizo una pausa, y pude ver la
incertidumbre en sus ojos. O sabía algo, o estaba renuente a hablar de Eli de
esta manera. Como si su código de amigo dijera que no podía. La dejé pensar y
finalmente suspiró—. No conozco a este Eli. Hay… hubo… Lo que sea que pasó
con él el año pasado fue malo.
Eso me llamó la atención. Me senté más derecha. No diría algo así y
dejarlo pasar. —¿Por qué crees que fue malo?
Miró sus manos sobre su regazo. —Eli siempre ha sido un seguidor de
las reglas, pero veía lo bueno en todos. Era positivo. Creía en las cosas. Él tenía
—Me miró y dijo—: esperanza.
Esperé mientras parecía pensarlo un poco más. Aunque antes no había
conocido a Eli tan bien, podía entenderla. El chico con el que charlé unas
cuantas veces parecía ser todas esas cosas.
—Ahora cuando lo miro, hay un dolor a veces y otras un vacío. Rara vez
sonríe. Tiene secretos, Ophelia. Puedo verlos allí detrás de su mirada oscura y
lo amo como a mis propios hermanos. Siempre lo haré, no importa cuánto
cambie. Pero no quiero que te lastime.
Las palabras “probablemente sea un poco tarde para eso” aparecieron en
mi cabeza.
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—¿No crees que eso tenga algo que ver con su abuela? —pregunté,
sabiendo que no era todo, incluso si era algo.
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Bliss inhaló profundamente y luego me dio una mirada tan triste que me
dolió el pecho. —No, no lo creo. Eli era la persona más brillante y positiva de mi
vida cuando luchaba contra el cáncer. Nunca permitió ninguna negatividad.
Hablaba del futuro como si fuera un hecho. Ese es el Eli que conozco. Este dolor
dentro de él estaba allí antes de que regresara. Ya lo había cambiado.
Tendría que preguntarle. Si iba a amar a este hombre, necesitaba saber
qué lo cambió. Incluso si eso me hacía perderlo. Cuanto más profundo me
hundiera, más difícil sería. ¿Cómo amaba tanto a este hombre, pero no lo
conocía por completo?
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20 de junio / 8 a.m.
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con ella no debía basarse en aliviar el dolor. La usaba, y tenía que encontrar una
manera de parar. Apoyarse en alguien más para hacerle frente a cualquier cosa
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no era saludable. Cuanto más me decía esto, más crecía mi necesidad por ella.
El teléfono volvió a sonar. No me moví, quedándome quieto, incapaz de
mirar en la dirección del teléfono. Escuché cada timbre esperando que acabara.
Cuando el último timbre se desvaneció, exhalé. No fui a revisar el número. No
quería verlo. Agarrando las zapatillas, me las puse y las até con fuerza. Antes
de que terminara con esta tarea, el timbre que me alertaba de un correo de voz,
rompió el silencio. Los golpes en mi cabeza comenzaron. Era una reacción
familiar. Inhalé profundamente y exhalé, preparándome para que la pena me
embargara.
Cuando solo el dolor soportable permaneció dentro de mí en el recuerdo,
respiré hondo otra vez. Fue confuso y casi calmante. Mi pánico era un hábito.
Ver cualquier recordatorio de mi pasado siempre provocaba tantas emociones
que esperaba que tomaran el control como siempre había pasado. Esta vez su
poder fue débil. La lucha por respirar no me plagó. Estaba de pie aquí en mi
habitación solo y era normal.
Caminando hacia el teléfono, confundido por la capacidad de manejar de
repente algo que normalmente me provocaba dolor, me sentí más fuerte. Capaz
de enfrentar el recuerdo. Ya no me escondía de todo sino que lo aceptaba.
Agarré mi teléfono y presioné la notificación de correo de voz. Poniéndolo en
mi oído, escuché la voz familiar que esperaba.
—Habla Annie, pero eso ya lo sabes. Tengo algunas cosas de Alice que
podrías querer… y Eli, hay algo que también necesitas ver. No puedo obligarte
a hablar conmigo. Pero necesitas ver esto y ver la verdad. Odiarla no cambiará
el pasado. Ella lo pagó todo con su muerte. Mierda. Lo que sea. Solo llámame.
Me quedé allí después de que el mensaje había terminado. Annie era la
hermana mayor de Alice. Sus voces tan similares, y sin embargo, era allí en
donde terminaban sus similitudes. Annie era una madre soltera confiable,
estable y trabajadora, que no permitió que su infancia afectara a la persona en la
que se convirtió. La había hecho decidida y no una víctima.
Alice había sido la belleza de las dos, pero eligió un camino muy
diferente. Uno que parecía emocionante y colorido pero que fue una tragedia
envuelta en un paquete resplandeciente. Me había engañado como lo hizo con
tantos. El recuerdo de tener que identificar su cuerpo en la morgue del hospital
ya no me causaba el dolor agonizante que debía. Había sido mi esposa. Perderla
debería haber sido algo que siempre me daría tristeza. Pero no era pena lo que
sentía por la memoria de Alice. Era ira. Sus mentiras, sus elecciones, su
comportamiento egoísta e imprudente, le arrebataron no solo su vida sino la de
nuestro hijo. Mi mundo fue destrozado la noche en que me entregaron al niñito
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apenas desarrollado envuelto en una manta con ojos que nunca se abrirían a
este mundo. Intentaron salvarlo cuando supieron que Alice no iba a sobrevivir,
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pero había sido demasiado pronto para él. No estaba listo. Todo el trabajo que
los doctores y las enfermeras habían hecho no podía preparar su cuerpo para
enfrentar la vida fuera del útero. Se había ido antes de que viviera.
Mi abuela siempre decía que los secretos nunca eran los ganadores del
juego del escondite. Me llevó años descubrir lo que quería decir con eso. Pero
cuando los secretos de Alice ya no tuvieron un escondite, esas palabras de mi
abuela de repente fueron muy claras. En la muerte, no puedes encubrir las
mentiras que quedan en tu estela. Tienen una forma de desenredarse y
liberarse, para dañar a todos en su camino.
El hombre que conducía el automóvil con el que se estrelló fatalmente
esa noche y que los había matado en el impacto a él como a Alice, unas horas
más tarde, fue su novio de la escuela secundaria. Los mensajes de texto en su
teléfono revelaron una vida que Alice vivió y que yo nunca había conocido. El
sexo tan retorcido me enfermaba y el uso de las drogas que yo fui demasiado
ingenuo para reconocerlo. Las cosas a las que expuso a nuestro hijo, nunca lo
sabría. Ella ni siquiera le dio una oportunidad. Las drogas a las que estuvo
expuesto mientras estaba en su vientre eran muy probablemente las razones
por las que había estado tan poco desarrollado a sus veintiséis semanas.
Me pasé horas investigando bebés que habían nacido tan temprano y
sobrevivieron. Tratando de encontrar una razón por la cual mi hijo no lo había
hecho. Cualquier otra razón que no fuera el hecho de que su madre le falló.
Tenía tanto para odiarla pero quería poder perdonarla por algo, si no por todo.
Al final, esa fue una tarea inútil. Me había dado cuenta de que me odiaba.
Porque no vi las advertencias. No salvé a nuestro hijo.
No llamaría a Annie. Nos dijimos todo lo que había que decirnos unas
semanas después de la muerte de Alice. Annie pensaba que su hermana había
pagado el precio por sus pecados con su vida, pero yo no estaba de acuerdo. No
sufrió el dolor desgarrador de perder a nuestro hijo. No sostuvo al infante sin
vida en sus brazos y vio su final antes de que tuviera un comienzo. No había
enfrentado sus pecados. Se escapó de todas las repercusiones de ellos. Yo fui
dejado aquí para encontrar una manera de vivir cada desenredo de su estilo de
vida demente. Fui yo quien continuamente era golpeado en el estómago con
una verdad tras otra. Cada una volviéndose más horrible que la última.
No había ido al funeral de Alice. No permití que nuestro hijo fuera
enterrado con su madre. Annie era la única familia que Alice tenía aparte de mí.
Ella discutió conmigo por eso, pero no con muchas ganas y por mucho tiempo.
Sabía que no tenía sentido. Yo no cedería y, al final, rechacé sus llamadas. Ni
siquiera sabía quién había ido al funeral de mi esposa y hasta el día de hoy no
me importaba. Su vida no había sido para conmemorar.
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Alice le había fallado a nuestro hijo y él merecía más que ser enterrado
con una mujer que nunca lo protegió. Él era puro en donde ella se encontraba
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odiar a una mujer que fue dañada desde la infancia no tenía sentido. Fui yo
quien ignoró la verdad.
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Abrí el cajón junto a mi cama. La caja que había colocado allí no estaba
abierta desde que coloqué los artículos dentro de ella hace seis meses. Compré
la cajita de cedro en una tienda de antigüedades dos días después de salir de
Sea Breeze. Durante los primeros días de mi viaje, mientras trataba de averiguar
lo que quería en la vida, me detuve en pequeñas ciudades que me intrigaban.
Los comensales, las cafeterías y las tiendas exclusivas que me llamaban la
atención, me llenaron la primera semana y permitieron que continuara
alejándome. Había viajado a través de cuatro estados antes de girar lentamente
y regresar al este, hasta que terminé mi viaje a solo unas horas de distancia de
donde comenzó.
La caja fue mi primera compra en ese viaje. Había caminado por la tienda
llena de artículos de mi infancia. Me hizo sentir nostalgia y me pregunté más de
una vez mientras examinaba los juguetes, las loncheras e incluso la porcelana
que mi abuela tenía, si estaba haciendo lo correcto.
Entonces había visto esta caja. Las palabras “DESPLIEGA TUS ALAS” se
encontraban grabadas en la parte superior de la caja. Como si el destino hubiera
estado tratando de hablar conmigo y recordarme por qué me encontraba aquí
en la carretera, repetí las palabras varias veces y luego supe que tenía que
comprar la caja. En aquel entonces era un soñador y creía que había sido una
palabra para mí.
Sentándome en el borde de la cama, abrí la caja y no hice nada más. La
foto sobre los papeles doblados pulcramente todavía me llenaba de pesar y
pena. Pero sabía que estaba bien. Perder a un hijo no era fácil y si el dolor no
venía con su recuerdo, ¿qué clase de hombre era? Me aferré a la forma en que
su carita me hacía sentir. Era todo lo que tenía de él. Todo lo que alguna vez
tendría de él. No toqué la foto, sino que simplemente estudié la carita. Esa
noche me marcó para siempre. Sostenerlo me había hecho darme cuenta de que
nunca había experimentado un verdadero dolor de corazón. Pero más que eso,
él me enseñó sobre el amor incondicional a pesar de que nunca dio su primer
aliento.
Gentilmente, cerré la tapa y coloqué la caja en el cajón junto a la cama
donde siempre la había guardado, sin importar en dónde viviera. Sin embargo,
esta vez no pude cerrar el cajón. No había podido mirar la caja y enfrentarme a
la realidad de los contenidos durante tanto tiempo, pero ahora la idea de
apartarlo me molestaba. Saqué la caja y la coloqué en la mesita de noche.
Ocultar su memoria nunca lo haría desaparecer. Nunca quería olvidarlo.
Con un largo vistazo a la caja, me puse de pie y salí a correr.
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encajaban tan libremente en sus caderas que quería arrastrarme sobre él justo
aquí con todo el mundo mirando.
Solo di unos pasos antes de que me alcanzara. Abrí la boca para hablar,
pero cubrió la mía antes de que pudiera pronunciar una palabra. Sus manos
acunaron mi rostro de una manera que me hacía sentir apreciada y deseada.
Amar a este hombre era fácil, pero no decirle se hacía más difícil cada día. Sobre
todo cuando sus acciones decían que sentía lo mismo, incluso si todavía no
decía las palabras.
Me aferré a sus bíceps mientras me besaba a fondo, y lo disfruté. Su amor
silencioso. Lo hacía tan a menudo de tantas maneras que me preguntaba si se
daba cuenta. Más de una noche me quedé despierta tratando de decidir si debía
decir las palabras primero. No sabía por lo que pasó o por qué regresó con tanto
dolor dentro de sus hermosos ojos, pero sabía que rara vez veía destellos de esa
oscuridad ahora. Allí había felicidad.
Cuando terminó, presionó un último beso en mis labios y luego sostuvo
mi rostro un momento más. —Dios, te extrañé. —Dijo las palabras con tanta
pasión que uno pensaría que no me había visto en semanas. Esto era amor. Lo
sabía. Incluso si no se hallaba listo para decirlo.
—También te extrañé —le contesté, la sonrisa complacida en mi rostro no
molestó mis cansadas mejillas en absoluto. Mi anterior agotamiento se fue, y me
encontraba llena de la energía que el estar con Eli parecía traerme.
—¿Segura que quieres comer aquí? —preguntó. Al principio me molestó
su renuencia a estar cerca de sus amigos y familiares. Pensé que era a mí a
quien trataba de ocultar. Pero después de algunas veces que pasaron el rato con
nosotros a la fuerza, me di cuenta de que no era eso. Eli se molestaba con ellos.
Le gustaba que nuestro tiempo juntos fuera solo eso. Nosotros.
Sin embargo, encajar en su mundo era importante para mí. Quería
gustarle a los más cercanos a él. Mantenerlo alejado de ellos no me iba a hacer
ganar ningún punto. Así que asentí con la cabeza. —Sí. Por favor —contesté—.
No tenemos que quedarnos toda la noche. Solo el tiempo suficiente para comer
y escuchar un poco de la banda. También me gustaría bailar contigo. —Agregué
la última parte porque pensé en eso más temprano y quería experimentarlo.
Suspiró y tomó mi mano. —Bueno. Vamos a comer.
Me reí por su falta de entusiasmo. —Me muero de hambre —dije.
—Tienen la mejor comida frito y grasienta de club de la ciudad. —Su voz
aún no era emocionada.
No lo iba a dejar que ponerse de mal humor. Esto era bueno para
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—Vete —exigí—. No quiero nada suyo. ¿Por qué mierda lo haría? ¿Por
qué crees que necesito escuchar algo sobre ella? Está muerta. Vete a casa, Annie.
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—No le di tiempo para que dijera más antes de comenzar a alejarme de nuevo.
No me dirigí hacia el camino que me llevaría de regreso al frente del edificio. Ya
no podía entrar allí. Necesitaba estar solo. Necesitaba alejarme de todo.
Solo un momento para calmarme.
—El bebé no era tuyo. —Annie dijo las palabras lo suficientemente alto
como para que la escuchara sin gritar. Las escuché, pero eso no aclaró lo que
dijo. Me detuve y me quedé allí por un momento. No volví a girarme para
mirarla. No había ningún punto. Trataba de darle sentido a sus palabras—. JT
quiso que se hiciera un aborto. Encontré el papeleo para su consulta en la
clínica. La noche que la conociste, estaban en una de sus muchas rupturas
porque no se iba a hacer el aborto. Encontré una carta que le escribió pero que
nunca le envió. Fue escrita el día en que se escaparon para casarse. Le decía que
había encontrado un padre para su bebé. Que iba a mantenerse limpia y lo
quería fuera de su vida.
No quería escuchar más de esto. No era cierto. Ya había perdido a mi
hijo. No iba a quitarme también su existencia. Sacudí la cabeza y continué
caminando. Esto era más de las mentiras de los O'Conner. Eso es todo lo que
sabían hacer. Mentir. Destruir todo a su alrededor.
—Haz los cálculos, Eli. Súmalo. Los doctores pensaron que el bebé
podría vivir. Tenía casi seis meses de embarazo. No cuatro. ¿Alguna vez
preguntaste sobre eso? La noche que conociste a Alice, estaba embarazada.
Incapaz de escuchar más de sus mentiras, me di vuelta y caminé hacia
ella. Mi furia aumentó a medida que las palabras seguían saliendo de su boca.
—¡NO! ¡No me lo quitarás! Solo tengo eso y también quieres quitármelo. Él era
todo lo que era puro, todo lo que era real en la jodida red de mentiras con las
que Alice me destruyó. —El tormento que me mantuvo cautivo durante tantos
días oscuros después de haber enterrado a mi hijo se hallaba allí de nuevo.
Envolviéndome con fuerza. Recordándome todo lo que perdí y cómo lo
defraudé.
Annie no se movió y me quedé allí, a unos centímetros de ella, queriendo
verla alejarse. Solo desaparecer, joder.
—No vine a causarte más dolor —dijo lentamente—. Vine aquí para
liberarte. Para decirte lo que ya debería haber hecho. Para salvarte de las
mentiras que Alice dejó atrás.
Di un paso atrás. La pena en sus ojos significaba nada para mí. No
aceptaría eso. Al igual que sus palabras, era mentira.
—Era mi esposa. Él era mi hijo. El resto era mentira. Nuestra vida puede
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haber sido una gran mentira. Pero lo sostuve. A MI hijo, maldita seas. Era mío.
No me quitarás eso también. —Cada palabra ardía como ácido en mi garganta.
Página
decir para mejorar esto. No tenía sabiduría para ella. Ni orientación. Las malas
decisiones de mi hermanita siempre habían sido un problema. Esta vez, sin
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embargo, ella tendría que crecer. No habría más tiempo para la impulsividad
egoísta. Esos días se terminaron.
Mis lágrimas volvieron y lloré en silencio mientras se aferraba a mí. Esta
vez no solo lloraba por mí misma, sino por la vida que mi hermana tenía que
enfrentar ahora. Se sentía aterrorizada y nadie podía arreglar eso por ella. Me
sentaría aquí y la abrazaría hasta que no le quedaran lágrimas. Luego la
pondría en la cama. Mañana decidiríamos cómo decirles a mis padres.
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5 de julio / 8:17 a.m.
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Me quedé fuera de Live Bay con el vestido más ajustado y corto que
tenía. Mis tacones eran tan ardientes que estaba obsesionada con la forma en
que hacían que mis piernas se vieran. Bliss me había ayudado a rizar mi cabello
y sabía que colgaba perfectamente en rizos sueltos por mi espalda. Hizo un
buen trabajo. Le debía mucho por aguantarme toda la tarde y la noche. Dejé su
dormitorio de invitados hecha un desastre. No sabía qué ponerme cuando
agarré todos los vestidos que tenía en mi armario, los eché a mi auto y conduje
hasta la casa de Nate y Bliss después de haber tenido un colapso esta mañana.
Me probé la mayoría de esos vestidos para Bliss y la mayoría de ellos fueron
arrojados por toda la habitación en la que me quedaba cuando visitaba su casa.
Las últimas semanas, me habían consumido ayudando a Phoenix a
adaptarse a su realidad. Me ayudó a no sentarme sola en casa y desmoronarme.
Sin embargo, casi todas las noches me la pasaba extrañando a Eli y llorando. De
acuerdo, pasé todas esas noches extrañándolo y llorando. No estaba mejorando.
El tiempo no alivió el dolor de mi corazón. Amaba a ese hombre y si tenía que
obligarlo a aceptar que él también me amaba, lo haría. Si pensaba demasiado en
este plan, me echaría atrás y lo sabía.
El entusiasmo de Bliss con mi decisión me ayudó a mantenerme
encaminada y no a correr hacia un armario para sentarme y llorar. Ella creía
que esto era lo que Eli necesitaba y también creía que me amaba. Me aferré a
eso con fuerza. No estaba tan segura de que me amara, pero sabía que lo amaba
lo suficiente como para poder esperar a que sintiera lo mismo. Si nos diera más
tiempo, pensé que seguramente vería cuán perfectos encajamos. Simplemente
no podía imaginar que el amor que sentía por este hombre no era para nada
recíproco. ¿Cómo podría sentir tan profundamente y él no sentir nada?
Sabía que había cosas malas y dolorosas de su última relación. Escuché lo
suficiente esa noche cuando salí a caminar para revisar las cosas. Mi corazón se
rompió pensando en el hijo que perdió. Quería abrazarlo y decirle que lo sentía
mucho y que lo amaba. Si pudiera quitar todo ese dolor, lo haría. Pensar en
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todo esto me recordó por qué estaba aquí y sobre el hombre al que tenía que
convencer para que regresara conmigo.
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no te merezco y pensé que era un buen hombre, pero no soy tan bueno. Porque
un hombre mejor te dejaría ir. Sabría que te mereces mucho más. Intentaba ser
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