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1. Introducción
La reflexión más antigua sobre el ser de Cristo está motivada y en cierto modo
exigida por la preocupación soteriológica: “…entre los autores cristianos del siglo II
no hay modo de separar la cristología de la soteriología. En la persona del Hijo de
Dios todo se orienta hacia la salud del hombre. Su misma generación ´a Patre´ mira
a la humana salvación”1. En este contexto el cristianismo primitivo tendrá que
enfrentarse con dos tendencias de pensamiento que buscaron dar respuestas a
preguntas que intentaron resolver la cuestión de la identidad de Jesús: cómo se
relacionan humanidad y divinidad. El docetismo buscará dar respuesta considerando
aparente la humanidad de Jesús. Por otra parte el gnosticismo intentará resolver el
problema independizando la humanidad respecto de la divinidad, sin que entren en
contacto la carne y lo divino. La humanidad vendría a ser un envoltorio de lo divino.
El desarrollo de la cristología con San Ireneo de Lyon se enmarca en la línea del
desarrollo neotestamentario sin entrar todavía en una problemática trinitaria
particular. El santo afirma la identidad de Jesús desde sus títulos bíblicos: nuestro
Salvador y Señor, el Hijo de Dios, el Cristo, que llega a ser semejante a los
hombres, Verbo hecho carne. Se lo reconoce como verdadero Dios que llega a ser
verdadero hombre2. Todo el desarrollo cristológico se inscribe en el designio
salvífico de Dios (=economía)3. La preocupación soteriológica siempre está muy
1
A. Orbe, Cristología gnóstica. Introducción a la soteriología de los siglos II y III, 2 vol, Madrid 1976,
vol. I, 5.
2
Cf. B. Sesboüé, Tout recapituler dans le Christ. Christologie et sotériologie d´Irénée de Lyon, Paris
2000, 80-81.
3
“…la notion d´économie est celle d´une action organisatrice que consiste à produire et à ordener des
réalités selon un dessein donné. C´est en fonction de cette idée centrale que les quatre ensembles sont
articulés les uns avec les autres. (…) l´action organisatrice ou productrice ; le terme de l´action : l´œuvre ;
la disposition, l´ agencement ; le dessein.” (J. Fantino., La Théologie d´Irénée. Lecture des Écritures en
réponse à l´exégèse gnostique. Un approche trinitaire ,Paris 1994, 93). Este mismo autor en su obra hace
un rastreo y análisis del uso de este concepto en los Padres hasta Ireneo donde anota que en él adquiere un
desarrollo decisivo esta noción (cf. Ibid., 124-125) por la cantidad de veces que aparece este término en
su obra más de 140 veces, asociadas a los conceptos de “misterio” y “recapitulación”, además de ser
usadas fundamentalmente frente a sus adversarios gnósticos. Para ver más detalles sobre esta cuestión un
excelente resumen y bibliografía: R. Polanco, El Concepto de profecía en la teología de San Ireneo,
Madrid 1999, 3-6.
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presente en toda su obra. Ireneo afirmará y defenderá contra los gnósticos la realidad
carnal de Jesús.
La originalidad del lugdunense con respecto a sus predecesores eclesiásticos
versará sobre la exégesis que realiza del término Xristo/j. La carne de Cristo ungida
por el Espíritu es vehículo del mismo: “Pues en el mismo nombre de Cristo se
suponen uno que ungió, el que fue ungido, y la unción misma con que fue ungido.
Lo ungió el Padre, fue ungido el Hijo, en el Espíritu Santo, que es la unción”
(III,18,3). Jesús designa la persona divina, el Verbo, mientras que Cristo se atribuye
a Jesús en razón de la humanidad que él asume: Jesús llega a ser Jesús-Cristo, el
Verbo llega a ser carne4.
A partir de estas afirmaciones nos proponemos en este trabajo valorar el aporte
de Ireneo a la cristología primitiva descubriendo sus consecuencias para la
antropología, delineando elementos para una teología del cuerpo.
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Cf. A. Orbe, La encarnación entre los valentinianos: Gregorianum 53 (1972), 201-235.
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7
En otros puede verse: A. D’Alés, La Doctrine de la Récapitulation en Sait Irénée : Recherches de
Science Religieuse 6 (1916) 185-21 ; A. Hossiau, La Christologie de Saint Irénée, Louvain 1955, 216-
246; J. Gonzalez Faus, Carne de Dios. Significado salvador de la Encarnación en la teología de San
Ireneo, Barcelona 1969, 163-192; H. Von Balthasar, Gloria. Una estética teológica. 2. Estilos
Teológicos , Madrid 1986, 52-56; E. Osborn, The logic of Recapitulation, en E. Romero Posse (Ed.),
Pléroma. Salus carnis. Homenaje a Antonio Orbe, S.J., Santiago de Compostela 1999, 321-335. B.
Sesboüé, Tout recapituler dans le Christ. Christologie et sotériologie d´Irénée de Lyon, Paris 2000. R.
Polanco, La encarnación en la teología de San Ireneo Anales de la Facultad de teología de la Pontificia
Universidad Católica de Chile LI (2000) 43-89. A.Orbe, Ireneo de Lyon en Diccionario Patrístico y de la
Antigüedad Cristiana I, Salamanca ²1998, 1098-1105.
8
En el Lionés existe toda una teología a partir de la noción de “acostumbramiento” (assuesco) que tiene
que ver fundamentalmente con el tema de la educación progresiva como parte integrante de la historia de
salvación al interior de la economía divina y ligada a la idea de recapitulación. Para un mayor desarrollo
véase : P. Évieux, Théologie de l´accoutumance chez Saint Irénée : Recherches de Science Religieuse 55
(1967) 5-54. “Accoutumance qui est à la fois saisie et tension vers un achèvement. Le Verbe fait chair
habite dans l´ humanité, communique l´Esprit-Saint. L´homme saisit déjà Dieu. Mais pourtant il ne le
contient pas encore. Il tend vers cette –contenance- du Père qui n´aura lieu qu´ au terme, lorsque le Fils
lui remettra son Royaume” (Ibid., 53).
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modo de una metáfora sino que se está señalando una verdadera unión física. Para
nuestro autor hombre = carne = criatura humana = plasma9.
En el plasma de Jesús ha habido un derramamiento nuevo del Espíritu
produciéndose una verdadera inhabitación. Cristo como el primero nacido de una
humanidad espiritual, él inaugura por la encarnación la inhabitación del Verbo en el
género humano10. Se muestra que el Verbo hecho carne posee en plenitud el Espíritu
Santo (cf. III,9,3). Este acostumbramiento se da de una manera recíproca y
paradójica permitiendo que se realice este acontecimiento dentro de la historia de la
salvación, necesario para los hombres para poder recibir el don de Dios y así poder
renovarse11.
El Espíritu desciende progresivamente sobre la carne de Jesús y lo lleva a ser
hombre perfecto en un proceso de deificación 12. Ireneo imagina el proceso de acción
del Espíritu en la plasis del Verbo hecho carne. Para ello sirve apropiarse de las
expresiones que nuestro autor usa para la creación de Adán. Primero que todo se da
en el marco de la economía universal y la eficacia trinitaria: Dios crea la sustancia y
con sus dos manos le da forma (Verbo) y las adorna imprimiendo su dinamismo
(Espíritu Santo) (cf. IV,20,1; Epid 5). Orbe explica el proceso así: se modela el
cuerpo con una dimensión exterior y una interior con un germen de vida divina 13; y
9
Ireneo habla del plasma en V,3,3;6,1-2;12,6;13,1;14,2: como carne; en III,18,1;19,3.7;21,9-10;22,1-
2;IV,40,3;41,4: como criatura humana; en IV,pr.4: como hombre (carne y alma) sujeto de una acción
divina.
10
Cf. A. Hossiau, La Christologie…, 176-177.
11
Cf. B. Sesboüé, Tout recapituler 70-71; R. Polanco, Gloria enim Dei vivens homo, vita autem hominis
visio Dei. Reflexiones sobre el homo vivens en el pensamiento de San Ireneo, Anales de la Facultad de
Teología 1, Santiago de Chile 2010, 159-191.
12
Cf. III,9,3;17,1. Orbe distingue las siguientes fases en Jesús: a) La más imperfecta hasta el Jordán: en
ella la humanidad de Cristo no poseía la plenitud del Espíritu Santo. b) Del Jordán a la pasión: la carne
depositaria del Espíritu iba disponiéndose a la “qualitas spiritus”. c) Pasión y muerte: disponer
inmediatamente el cuerpo de Jesús para su inminente y definitiva teleiosis. d) Desde la resurrección:
cuando el Padre selló la carne rediviva con el Espíritu quitándoles su cualidad animal (=servil) para darle
la propiedad del Espíritu (la divinidad). Aquí es la última fase donde es hombre perfecto por la
deificación de su carne. Cf. J. Gonzalez Faus, Carne de Dios…,62.
13
“El Verbo ha modelado el limo, en su aspecto externo, haciendo que de informe venga a ser formado
con determinada distribución de miembros y tal figura. Su eficacia no toca a la potencia (divina) del
barro. Ha de sobrevenir el Espíritu personal para que aquella informe potencia (espiritual), escondida en
el interior de la humana estatua, sea dinámica e internamente configurada, con arreglo a las actividades a
que será destinado el plasma. Sofía configura la potencia, paralelamente a la configuración externa del
barro. Ya no habrá en el hombre una virtud (divina) informe, ordenada genéricamente a dar cohesión y
blandura al elemento terreno. En adelante, configurada por el Espíritu Santo (=Sofía), será el germen
espiritual (u hombre espiritual), dotado de miembros y potencias interiores, paralelamente al plasma (u
hombre exterior). La plasis del elemento divino da lugar, por obra de Sofía, al hombre interior;
contradistinto del plasma externo y del alma (hálito de vida) inspirada más tarde (…) No siendo el plasma
sustancia viva, por falta de comunión vital entre el hombre interior y el exterior, tampoco merece el
nombre de espiritual. Hay en su interior un elemento de Espíritu, un germen de vida divina, capaz de
actuar en su línea” A. Orbe, Antropología de San Ireneo, Madrid 1969, 64-65.
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en el mismo instante insufla el hálito de vida (=alma) animando a los dos elementos
visible e invisible, asumiendo la animación de su carne y uniendo el germen del
espíritu con la carne y así aparece el hombre como sujeto en el mundo14.
14
Cf. Ibid., 66-73.
15
Puede consultarse: R. Polanco, La mariología di Sant’Ireneo, Theotokos IX 2 (2001), 359-400.
16
Cf. Epid.32.33.
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personalmente con la materia, dando lugar a una mixis terrena o corpórea y divina:
terrena, por la materia o tierra virginal, ofrecida por María; divina por el Verbo de
Dios personalmente unido a la materia (…) Santa María legó su sangre, como tierra
virginal, al aceptar los designios anunciados por el ángel. Sobrevinieron al punto
dos elementos divinos: a) el Espíritu, simiente (impersonal de Dios) (….) b) el
Verbo (personal), elemento exclusivo de Jesús, sin paralelo en Adán. Ambos se
unieron (mezclaron) con la sangre virginal: a) el Espíritu, simiente del Padre (cf.
IV,31,2) por contraste con la simiente de varón, uniose a la sustancia femenina,
haciendo las veces de principio masculino, por comunión natural, y exaltándola al
nivel a que fue erigido el barro de Adán; b) el Verbo de Dios, por sola comunión
personal, levantando el limo virgíneo a la dignidad de Unigénito de Dios” 17. De esta
manera la salvación se ubica en la continuidad con la plasmación de Adán: “…el
Hijo de Dios se hizo hombre, asumiendo en sí propio su antigua plasis” (IV,33,4).
4. La carne reluciente.
Todo este proceso culmina en la glorificación de la carne alcanzada con la
resurrección del cuerpo de Cristo llegando así a la plenitud de la divinización. Ireneo
lo dice directamente del hombre en su perfección escatológica 18 pero en
conformidad con la carne gloriosa del Verbo que experimentó la muerte y la
resurrección. La carne transfigurada ha experimentado una nueva efusión del
Espíritu y ha alcanzado la incorrupción adquiriendo la perfecta cualidad espiritual.
El Espíritu abraza la carne transfigurándola. El obispo de Lyon utiliza en V,8,1
complectens19 hominen in semetipsum para expresar la idea de un abrazo iniciado pero
17
A. Orbe, Antropologia…, 88-89.
18
“Pues absorbida la debilidad de la carne, manifestó la potencia del Espíritu: y el Espíritu, al
absorber la debilidad, posee la carne como su herencia. Pues el hombre viviente está hecho de
ambas cosas: es hombre por participar de la substancia de la carne, y viviente por participar
del Espíritu. Por tanto, la carne sin el Espíritu está muerta, y no teniendo vida, no puede poseer
el Reino de Dios: la sangre es irracional, como agua vertida en la tierra. Por eso dice: "Como
el Adán terreno, así son los terrenales".Y donde está el Espíritu del Padre, ahí se encuentra el
hombre viviente, y Dios protege con la venganza la sangre justa (derramada); y la carne
poseída por el Espíritu, olvidada de sí, asume la cualidad del Espíritu, haciéndose conforme al
Verbo de Dios. Por eso dice: "Así como llevábamos la imagen del que es de la tierra, llevemos
la imagen de aquel que es del cielo". ¿Qué es lo terreno? La criatura. ¿Qué es lo celeste? El
Espíritu.” (V,9,2-3).
19
El lugdunense usa complector con diversos matices. En III,15,2;V,6,2 adquiere un sesgo matrimonial.
En III,16,3 y IV 20,4 el hombre es el que abraza a Dios. En V,12,2 es un abrazo definitivo por dentro y
por fuera. En V,13,4 tiene carácter unitivo. Cf. A. Orbe, Teología de San Ireneo. Comentario del Libro V
del “Adversus Haereses” I vol, Madrid 1985, 375.642-643.
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Ireneo realiza la exégesis mortale = sarx en 2 Cor 5,4 frente a los eclesiásticos enemigos de la salus
carnis y valentinianos para quienes mortale = psique en estado de muerte, el hombre interior o alma y no
la carne u hombre exterior. Cf. Ibid., 370.
21
A. Orbe, Antropologia …, 147-148.
22
R. Polanco, Gloria enim…, 179-180.
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recibiésemos por medio del Hijo por la comunión con Él, si Él, su Verbo, no hubiera
entrado en comunión con nosotros haciéndose carne? Por eso pasó por todas las
edades para restituir a todos la comunión con Dios” (III,18,7).
Aporta así, el santo obispo de Lyon, la idea de una encarnación dinámica y la
posibilidad de crecimiento y desarrollo de la misma humanidad de Jesús, lo que lo hace
verdaderamente hombre como nosotros, es decir históricos. Su carne fue disponiéndose
progresivamente a recibir la cualidad del Espíritu en un proceso que supone el tiempo y
realidad concreta de la existencia terrena. La comunión con Dios se da en la carne de
Jesús, allí se mezcla profundamente el Espíritu con la realidad material para divinizarla.
Dios creó al hombre para “ser vaso de sus dones (…) depositario de su Espíritu y se
acostumbre a participar así de la comunión con él” (IV,14,2).
7. Conclusión:
El aporte de San Ireneo de Lyon es significativo para la cristología primitiva en la
contribución del desarrollo de la identidad de Jesús. Jesús es el Cristo, el Ungido en su
propia carne por una unción que es el Espíritu Santo. Esta unción santa impregna toda
su carne y la capacita progresivamente a recibir su cualidad espiritual: divinización.
Desde la encarnación, pasando por el Jordán y hasta la resurrección Jesús experimenta
esta acción profundamente en sí mismo no como un sobreañadido o una superposición
sino como un incremento del Santo Espíritu hasta su posesión total. De tal forma es la
posesión plena del Espíritu que puede donarlo sus discípulos, a la iglesia, a la
humanidad para que ellos puedan realizar el mismo proceso en vistas a su salvación.
La cristología en Ireneo es solidaria de una antropología y de una soteriología,
derivando siempre en una eclesiología. El pensamiento de nuestro santo es bien armado
y ajustado en este sentido. Por esa razón, lo que pasa en la carne de Jesús puede pasar
también en la carne del ser humano. La carne, para nuestro autor es un concepto
concreto y real, y es la expresión de la bondad del creador. Y el Espíritu se une a esa
carne de una manera esponsal: abrazándola por dentro y por fuera, mezclándose con
ella, penetrándola, impregnándola totalmente y de esa manera elevándola a la misma
vida divina. Por lo tanto hay una percepción claramente positiva del elemento material
unido al elemento espiritual. No era así la consideración realizada por el pensamiento
gnóstico.
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