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PRIMER CONGRESO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS PATRÍSTICOS

Universidad Católica de Cuyo. San Juan 8,9 y 10 de agosto de 2012

LA CARNE DEL SALVADOR VEHÍCULO DEL ESPÍRITU


Pbro. Mgter. Alejandro E. Nicola
Profesor del Instituto Teológico Córdoba
(Córdoba, Argentina)

1. Introducción

La reflexión más antigua sobre el ser de Cristo está motivada y en cierto modo
exigida por la preocupación soteriológica: “…entre los autores cristianos del siglo II
no hay modo de separar la cristología de la soteriología. En la persona del Hijo de
Dios todo se orienta hacia la salud del hombre. Su misma generación ´a Patre´ mira
a la humana salvación”1. En este contexto el cristianismo primitivo tendrá que
enfrentarse con dos tendencias de pensamiento que buscaron dar respuestas a
preguntas que intentaron resolver la cuestión de la identidad de Jesús: cómo se
relacionan humanidad y divinidad. El docetismo buscará dar respuesta considerando
aparente la humanidad de Jesús. Por otra parte el gnosticismo intentará resolver el
problema independizando la humanidad respecto de la divinidad, sin que entren en
contacto la carne y lo divino. La humanidad vendría a ser un envoltorio de lo divino.
El desarrollo de la cristología con San Ireneo de Lyon se enmarca en la línea del
desarrollo neotestamentario sin entrar todavía en una problemática trinitaria
particular. El santo afirma la identidad de Jesús desde sus títulos bíblicos: nuestro
Salvador y Señor, el Hijo de Dios, el Cristo, que llega a ser semejante a los
hombres, Verbo hecho carne. Se lo reconoce como verdadero Dios que llega a ser
verdadero hombre2. Todo el desarrollo cristológico se inscribe en el designio
salvífico de Dios (=economía)3. La preocupación soteriológica siempre está muy

1
A. Orbe, Cristología gnóstica. Introducción a la soteriología de los siglos II y III, 2 vol, Madrid 1976,
vol. I, 5.
2
Cf. B. Sesboüé, Tout recapituler dans le Christ. Christologie et sotériologie d´Irénée de Lyon, Paris
2000, 80-81.
3
“…la notion d´économie est celle d´une action organisatrice que consiste à produire et à ordener des
réalités selon un dessein donné. C´est en fonction de cette idée centrale que les quatre ensembles sont
articulés les uns avec les autres. (…) l´action organisatrice ou productrice ; le terme de l´action : l´œuvre ;
la disposition, l´ agencement ; le dessein.” (J. Fantino., La Théologie d´Irénée. Lecture des Écritures en
réponse à l´exégèse gnostique. Un approche trinitaire ,Paris 1994, 93). Este mismo autor en su obra hace
un rastreo y análisis del uso de este concepto en los Padres hasta Ireneo donde anota que en él adquiere un
desarrollo decisivo esta noción (cf. Ibid., 124-125) por la cantidad de veces que aparece este término en
su obra más de 140 veces, asociadas a los conceptos de “misterio” y “recapitulación”, además de ser
usadas fundamentalmente frente a sus adversarios gnósticos. Para ver más detalles sobre esta cuestión un
excelente resumen y bibliografía: R. Polanco, El Concepto de profecía en la teología de San Ireneo,
Madrid 1999, 3-6.

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presente en toda su obra. Ireneo afirmará y defenderá contra los gnósticos la realidad
carnal de Jesús.
La originalidad del lugdunense con respecto a sus predecesores eclesiásticos
versará sobre la exégesis que realiza del término Xristo/j. La carne de Cristo ungida
por el Espíritu es vehículo del mismo: “Pues en el mismo nombre de Cristo se
suponen uno que ungió, el que fue ungido, y la unción misma con que fue ungido.
Lo ungió el Padre, fue ungido el Hijo, en el Espíritu Santo, que es la unción”
(III,18,3). Jesús designa la persona divina, el Verbo, mientras que Cristo se atribuye
a Jesús en razón de la humanidad que él asume: Jesús llega a ser Jesús-Cristo, el
Verbo llega a ser carne4.
A partir de estas afirmaciones nos proponemos en este trabajo valorar el aporte
de Ireneo a la cristología primitiva descubriendo sus consecuencias para la
antropología, delineando elementos para una teología del cuerpo.

2. El Cristo del gnosticismo.


Todo autor se entiende en su contexto. Por lo tanto para una correcta
interpretación del pensamiento de San Ireneo es necesario un adecuado
acercamiento hermenéutico. La doctrina gnóstica es el contexto que rodea a nuestro
autor y al cual el obispo de Lyon intenta responder desde sus escritos. De hecho se
ha afirmado que el siglo II fue el escenario del “duelo de dos titanes: la gnosis
libérrima, intelectual (…) y la tradición pública apostólica de la Iglesia, que sacrifica
individuales tendencias al depósito de la fe”5. En la medida que el obispo de Lyon
confrontó con sus adversarios su teología alcanzó su expresión más acabada. El
Cristo de la economía (cf. I,7,2-4) es el Cristo inferior que tomó un cuerpo psíquico
(cf. I,6,1;9,3;24,1-2) descendió al Jesús de la economía en el instante del bautismo
(cf. I,15,3) y lo abandonó en el momento de la pasión para volver al Pléroma y
engañar a sus enemigos. Su misión es venir a salvar a los escogidos recogiendo las
semillas de divinidad y las chispas de Luz dispersas en los cuerpos del cosmos
dándoles a conocer al Padre desconocido para que se salven. La encarnación del
Salvador es un momento culminante de este proceso. Jesús está compuesto por un
hombre psíquico: Mesías (hijo del Demiurgo) y por un hombre pneumático: hijo de
Achamot (= Espíritu Santo); y revestido de un cuerpo sensible y pasible. A este
4
Cf. A. Houssiau, La cristologie de Saint Irénée, Louvain 1955, 184-186.
5
A. Orbe, Introducción a la Teología de los siglos II y III, Salamanca 1998, 6.

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Jesús desciende el Salvador en el bautismo del Jordán, inaugurando la salud


humana. Así durante doce meses de vida pública revela su mensaje despertando
(iluminación) en los hombres su verdadera conciencia (semilla espiritual). Jesús en
el bautismo recibe dos Espíritus: el santificante, que inaugura la nueva economía
(gnóstica), y el profético que consuma la economía veterotestamentaria (=
psíquicos, eclesiásticos). Siempre subordinada la economía psíquica a la espiritual 6.
Luego, previo a la pasión y muerte, el Salvador abandona a Jesús y vuelve a lo alto.
Después de la resurrección, no en un cuerpo carnal (cf. I,30,13-14), Jesús dedica
dieciocho meses a las enseñanzas privadas (gnósticas) que complementan las
enseñanzas de su vida pública. Su misión finaliza con un viaje triunfal de regreso a
través de los cielos (cf. I,21,5).
En el pensamiento gnóstico existen tres sustancias (cf. I,5,1-6,4). El Salvador al
separar las pasiones y la conversión de la Madre dio a aquellas la capacidad de
materializarse y de adaptarse a los cuerpos. Así de las pasiones proviene la sustancia
hylica (elemento material) y de la conversión la sustancia psíquica. De la sustancia
psíquica proviene el Demiurgo (Dios de justicia del Antiguo Testamento). Y por
último queda la sustancia pneumática, proveniente de Achamot, que luego es
repartida en las semillas espirituales que tienen los gnósticos. Achamot formó al
Demiurgo de naturaleza psíquica que modela toda la creación (todos los seres
psíquicos y materiales) impulsado secretamente por la Madre. Él obró usando (sin
saberlo) como imágenes o modelos del mundo superior, a los seres divinos que no
conocía (los siete cielos de los planetas). Por eso la creación no es sino una copia
muy mediocre, y aun el aborto del Pléroma, así como lo es la Madre (cf. III,25,6).
Todo lo terreno, lo material está destinado a la corrupción. El Demiurgo ignora todo
lo que sucede sobre los siete cielos, habita en la región intermedia, es el Dios del
Antiguo Testamento. La materia y los seres hechos de ella son fruto de la tristeza, el
miedo, la angustia y la ignorancia. El cuerpo humano forma parte de esta creación,
que, siendo fruto de una caída, es insalvable. También fueron hechos tres tipos de
hombres: el hylico (apegado a la materia, de vida irracional, en el cual predominan
las pasiones, representados por Caín). El psíquico (el animal, de vida racional, el
cristiano común que viven según la fe y la ley, su prototipo es Abel). Y el
pneumático (que fue enviado al animal para educarlo, de vida espiritual, que se ha

6
Cf. A. Orbe, La encarnación entre los valentinianos: Gregorianum 53 (1972), 201-235.

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perfeccionado por la gnosis, cuyo modelo es Set). Los hombres pneumáticos


automáticamente se salvan por su naturaleza espiritual, no necesitan de las obras.
Frente a ellos se encuentran los hombres psíquicos que necesitan ser salvados y por
lo tanto se ejercitan en el cumplimiento de una buena conducta y los hombres
hylicos que directamente en ellos nada puede ser redimido, porque son hechos del
barro y no poseen la potencia necesaria para recibir la salvación.

3. El acostumbramiento del Espíritu a la carne.


A la hora de considerar la cristología en el pensamiento ireneano es importante
tener presente sus ideas acerca de encarnación, recapitulación y salus carnis,
conceptos que han sido trabajos extensamente7.
Para Ireneo la encarnación es la posibilidad del acostumbramiento del Espíritu a
la carne8: “Por eso también descendió (el Espíritu Santo) sobre el Hijo de Dios
hecho Hijo del Hombre, para acostumbrarse a habitar con él en el género humano,
a descansar en los hombres y a morar en la criatura de Dios, obrando en ellos la
voluntad del Padre y renovándolos de hombre viejo a nuevo en Cristo” (III,17,1).
La carne de Cristo es el continente del Espíritu. Cristo recapitula en sí mismo a
todos los hombres. La humanidad es tocada por el Espíritu divino que se acostumbra
a morar (habitare) en el género humano. Ireneo al decir que el Espíritu se
acostumbra a reposar (requiescere) en los hombres está afirmando una permanencia
a través de un verbo de contacto. No es una categoría mental la que se piensa al

7
En otros puede verse: A. D’Alés, La Doctrine de la Récapitulation en Sait Irénée : Recherches de
Science Religieuse 6 (1916) 185-21 ; A. Hossiau, La Christologie de Saint Irénée, Louvain 1955, 216-
246; J. Gonzalez Faus, Carne de Dios. Significado salvador de la Encarnación en la teología de San
Ireneo, Barcelona 1969, 163-192; H. Von Balthasar, Gloria. Una estética teológica. 2. Estilos
Teológicos , Madrid 1986, 52-56; E. Osborn, The logic of Recapitulation, en E. Romero Posse (Ed.),
Pléroma. Salus carnis. Homenaje a Antonio Orbe, S.J., Santiago de Compostela 1999, 321-335. B.
Sesboüé, Tout recapituler dans le Christ. Christologie et sotériologie d´Irénée de Lyon, Paris 2000. R.
Polanco, La encarnación en la teología de San Ireneo Anales de la Facultad de teología de la Pontificia
Universidad Católica de Chile LI (2000) 43-89. A.Orbe, Ireneo de Lyon en Diccionario Patrístico y de la
Antigüedad Cristiana I, Salamanca ²1998, 1098-1105.
8
En el Lionés existe toda una teología a partir de la noción de “acostumbramiento” (assuesco) que tiene
que ver fundamentalmente con el tema de la educación progresiva como parte integrante de la historia de
salvación al interior de la economía divina y ligada a la idea de recapitulación. Para un mayor desarrollo
véase : P. Évieux, Théologie de l´accoutumance chez Saint Irénée : Recherches de Science Religieuse 55
(1967) 5-54. “Accoutumance qui est à la fois saisie et tension vers un achèvement. Le Verbe fait chair
habite dans l´ humanité, communique l´Esprit-Saint. L´homme saisit déjà Dieu. Mais pourtant il ne le
contient pas encore. Il tend vers cette –contenance- du Père qui n´aura lieu qu´ au terme, lorsque le Fils
lui remettra son Royaume” (Ibid., 53).

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modo de una metáfora sino que se está señalando una verdadera unión física. Para
nuestro autor hombre = carne = criatura humana = plasma9.
En el plasma de Jesús ha habido un derramamiento nuevo del Espíritu
produciéndose una verdadera inhabitación. Cristo como el primero nacido de una
humanidad espiritual, él inaugura por la encarnación la inhabitación del Verbo en el
género humano10. Se muestra que el Verbo hecho carne posee en plenitud el Espíritu
Santo (cf. III,9,3). Este acostumbramiento se da de una manera recíproca y
paradójica permitiendo que se realice este acontecimiento dentro de la historia de la
salvación, necesario para los hombres para poder recibir el don de Dios y así poder
renovarse11.
El Espíritu desciende progresivamente sobre la carne de Jesús y lo lleva a ser
hombre perfecto en un proceso de deificación 12. Ireneo imagina el proceso de acción
del Espíritu en la plasis del Verbo hecho carne. Para ello sirve apropiarse de las
expresiones que nuestro autor usa para la creación de Adán. Primero que todo se da
en el marco de la economía universal y la eficacia trinitaria: Dios crea la sustancia y
con sus dos manos le da forma (Verbo) y las adorna imprimiendo su dinamismo
(Espíritu Santo) (cf. IV,20,1; Epid 5). Orbe explica el proceso así: se modela el
cuerpo con una dimensión exterior y una interior con un germen de vida divina 13; y
9
Ireneo habla del plasma en V,3,3;6,1-2;12,6;13,1;14,2: como carne; en III,18,1;19,3.7;21,9-10;22,1-
2;IV,40,3;41,4: como criatura humana; en IV,pr.4: como hombre (carne y alma) sujeto de una acción
divina.
10
Cf. A. Hossiau, La Christologie…, 176-177.
11
Cf. B. Sesboüé, Tout recapituler 70-71; R. Polanco, Gloria enim Dei vivens homo, vita autem hominis
visio Dei. Reflexiones sobre el homo vivens en el pensamiento de San Ireneo, Anales de la Facultad de
Teología 1, Santiago de Chile 2010, 159-191.
12
Cf. III,9,3;17,1. Orbe distingue las siguientes fases en Jesús: a) La más imperfecta hasta el Jordán: en
ella la humanidad de Cristo no poseía la plenitud del Espíritu Santo. b) Del Jordán a la pasión: la carne
depositaria del Espíritu iba disponiéndose a la “qualitas spiritus”. c) Pasión y muerte: disponer
inmediatamente el cuerpo de Jesús para su inminente y definitiva teleiosis. d) Desde la resurrección:
cuando el Padre selló la carne rediviva con el Espíritu quitándoles su cualidad animal (=servil) para darle
la propiedad del Espíritu (la divinidad). Aquí es la última fase donde es hombre perfecto por la
deificación de su carne. Cf. J. Gonzalez Faus, Carne de Dios…,62.
13
“El Verbo ha modelado el limo, en su aspecto externo, haciendo que de informe venga a ser formado
con determinada distribución de miembros y tal figura. Su eficacia no toca a la potencia (divina) del
barro. Ha de sobrevenir el Espíritu personal para que aquella informe potencia (espiritual), escondida en
el interior de la humana estatua, sea dinámica e internamente configurada, con arreglo a las actividades a
que será destinado el plasma. Sofía configura la potencia, paralelamente a la configuración externa del
barro. Ya no habrá en el hombre una virtud (divina) informe, ordenada genéricamente a dar cohesión y
blandura al elemento terreno. En adelante, configurada por el Espíritu Santo (=Sofía), será el germen
espiritual (u hombre espiritual), dotado de miembros y potencias interiores, paralelamente al plasma (u
hombre exterior). La plasis del elemento divino da lugar, por obra de Sofía, al hombre interior;
contradistinto del plasma externo y del alma (hálito de vida) inspirada más tarde (…) No siendo el plasma
sustancia viva, por falta de comunión vital entre el hombre interior y el exterior, tampoco merece el
nombre de espiritual. Hay en su interior un elemento de Espíritu, un germen de vida divina, capaz de
actuar en su línea” A. Orbe, Antropología de San Ireneo, Madrid 1969, 64-65.

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en el mismo instante insufla el hálito de vida (=alma) animando a los dos elementos
visible e invisible, asumiendo la animación de su carne y uniendo el germen del
espíritu con la carne y así aparece el hombre como sujeto en el mundo14.

4. La carne virgen de María.


El lugdunense recurre al principio mariológico 15 que permite completar y
entender más profundamente su pensamiento. Convenía tomar carne virgen para la
carne del Salvador, el segundo Adán , así como se había tomado de tierra virgen la
carne del primer Adán: “Y así como aquel primer Adán fue plasmado de una tierra
no trabajada y aún virgen -"porque aún Dios no había hecho llover y el hombre
aún no había trabajado la tierra" sino que fue modelado por la mano de Dios o sea
por el Verbo de Dios ya que "todo fue hecho por él" y "el Señor tomó barro de la
tierra y plasmó al hombre" así, para recapitular a Adán en sí mismo, el mismo
Verbo existente recibió justamente de María la que aún era Virgen, el origen de lo
que había de recapitular a Adán. Si pues el primer Adán hubiese tenido un hombre
como padre y hubiese sido concebido del esperma de varón, justamente se diría que
el segundo Adán habría sido engendrado de José. Pero si aquél fue tomado de la
tierra, y plasmado por el Verbo de Dios, era conveniente que el mismo Verbo, que
había de realizar en sí mismo la recapitulación de Adán, tuviese un origen en todo
semejante. Pero entonces, se me dirá, ¿por qué Dios no tomó barro sino realizó de
María la criatura que había de nacer? Para que no fuese hecha ninguna otra
criatura diversa de aquélla, ni otra criatura que aquella que había de ser salvada,
sino la misma que debía ser recapitulada, salvando la semejanza. Yerran, pues,
quienes afirman que él "nada recibió de la Virgen": para arrancar la herencia de la
carne, arrebatan también la semejanza. Porque si aquel primero tuvo su creación y
su substancia de la tierra por mano y arte de Dios, pero Dios no hubiese hecho a
éste de María, no se conservaría la semejanza en el ser hecho hombre según la
imagen y la semejanza y el Hacedor se mostraría inconsecuente, no teniendo cómo
manifestar su sabiduría” (III,21,10-22,1)16.
De esta manera el paralelo de los dos adanes permite dar un paso más y
descubrir que en la plasis de la carne del Salvador: “ha de mezclarse el Verbo

14
Cf. Ibid., 66-73.
15
Puede consultarse: R. Polanco, La mariología di Sant’Ireneo, Theotokos IX 2 (2001), 359-400.
16
Cf. Epid.32.33.

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personalmente con la materia, dando lugar a una mixis terrena o corpórea y divina:
terrena, por la materia o tierra virginal, ofrecida por María; divina por el Verbo de
Dios personalmente unido a la materia (…) Santa María legó su sangre, como tierra
virginal, al aceptar los designios anunciados por el ángel. Sobrevinieron al punto
dos elementos divinos: a) el Espíritu, simiente (impersonal de Dios) (….) b) el
Verbo (personal), elemento exclusivo de Jesús, sin paralelo en Adán. Ambos se
unieron (mezclaron) con la sangre virginal: a) el Espíritu, simiente del Padre (cf.
IV,31,2) por contraste con la simiente de varón, uniose a la sustancia femenina,
haciendo las veces de principio masculino, por comunión natural, y exaltándola al
nivel a que fue erigido el barro de Adán; b) el Verbo de Dios, por sola comunión
personal, levantando el limo virgíneo a la dignidad de Unigénito de Dios” 17. De esta
manera la salvación se ubica en la continuidad con la plasmación de Adán: “…el
Hijo de Dios se hizo hombre, asumiendo en sí propio su antigua plasis” (IV,33,4).

4. La carne reluciente.
Todo este proceso culmina en la glorificación de la carne alcanzada con la
resurrección del cuerpo de Cristo llegando así a la plenitud de la divinización. Ireneo
lo dice directamente del hombre en su perfección escatológica 18 pero en
conformidad con la carne gloriosa del Verbo que experimentó la muerte y la
resurrección. La carne transfigurada ha experimentado una nueva efusión del
Espíritu y ha alcanzado la incorrupción adquiriendo la perfecta cualidad espiritual.
El Espíritu abraza la carne transfigurándola. El obispo de Lyon utiliza en V,8,1
complectens19 hominen in semetipsum para expresar la idea de un abrazo iniciado pero

17
A. Orbe, Antropologia…, 88-89.
18
“Pues absorbida la debilidad de la carne, manifestó la potencia del Espíritu: y el Espíritu, al
absorber la debilidad, posee la carne como su herencia. Pues el hombre viviente está hecho de
ambas cosas: es hombre por participar de la substancia de la carne, y viviente por participar
del Espíritu. Por tanto, la carne sin el Espíritu está muerta, y no teniendo vida, no puede poseer
el Reino de Dios: la sangre es irracional, como agua vertida en la tierra. Por eso dice: "Como
el Adán terreno, así son los terrenales".Y donde está el Espíritu del Padre, ahí se encuentra el
hombre viviente, y Dios protege con la venganza la sangre justa (derramada); y la carne
poseída por el Espíritu, olvidada de sí, asume la cualidad del Espíritu, haciéndose conforme al
Verbo de Dios. Por eso dice: "Así como llevábamos la imagen del que es de la tierra, llevemos
la imagen de aquel que es del cielo". ¿Qué es lo terreno? La criatura. ¿Qué es lo celeste? El
Espíritu.” (V,9,2-3).
19
El lugdunense usa complector con diversos matices. En III,15,2;V,6,2 adquiere un sesgo matrimonial.
En III,16,3 y IV 20,4 el hombre es el que abraza a Dios. En V,12,2 es un abrazo definitivo por dentro y
por fuera. En V,13,4 tiene carácter unitivo. Cf. A. Orbe, Teología de San Ireneo. Comentario del Libro V
del “Adversus Haereses” I vol, Madrid 1985, 375.642-643.

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no consumado, como el esposo atrae a sí y abraza a su esposa y se deleita en esa acción


tomando la iniciativa (cf. V,9,4). En el tiempo presente el Espíritu Santo va absorbiendo
lo mortal de la carne de los hombres: la naturaleza humana (sarx)20 permanece, pero
desaparecen las obras de la carne (cf. V,10,2;11,2). Para San Ireneo, la carne
transfigurada de Cristo resucitado se convierte en paradigma de lo que le sucederá a la
carne de los justos en el tiempo final con la invasión del Espíritu del Padre: “…se
transfigura, porque mortal y corruptible como es, se vuelve inmortal e incorruptible”
(V,13,3). El lugdunense confirma el carácter unitivo del Espíritu con la carne a través de
la imagen del abrazo: Spiritus complectitur carnem, otorgando así a los justos la
capacidad de recibir la vida plena en la resurrección (cf. V,13,4).
La carne glorificada del Verbo es el modelo final de todo. La humanidad
gloriosa de Jesús ha alcanzado su máximo esplendor. De esta manera se entiende que la
gloria del Padre por el Espíritu se irradie portentosamente en la carne del Salvador: “De
suerte que la luz del Padre venga a nuestro encuentro en la carne de nuestro Señor, y
de su carne reluciente llegue a nosotros, y así el hombre, rodeado de la luz paterna,
adquiera la incorrupción” (IV,20,2). Orbe nos ayuda a entender esto diciendo: “La
humanidad misma de Cristo adquiere la doble perfección de imagen y semejanza de
Dios al momento de lograr la semejanza (perfecta) del Espíritu; esto es cuando reviste
por fuera -como cualidad física- la claridad misma del Espíritu Santo, infundida por el
Verbo a su carne (…) Presentan algunas expresiones de San Ireneo el cuerpo glorioso
de Jesús como un arca recubierta por dentro y por fuera con el oro de la divinidad,
como el vestido que adopta el Verbo para sí mediante la Encarnación (imponente
hominem) a fin de recibir luego sobre el mediante la resurrección el Espíritu (deponente
deum)”21.
Cristo en su carne resucitada ha desplegado la mayor expresión de vida divina y
anticipa lo que él comunicará a los seres humanos. Lo que en Cristo es pleno, en los
hombres se desarrollara paulatinamente22.
La carne del Salvador ungida-invadida por el espíritu, caro rutilans, se convierte
así en vehículo para ser transmitida a todo el género humano y en todas la edades del
hombre: “¿Pues de que manera podíamos ser partícipes de su filiación, sino la

20
Ireneo realiza la exégesis mortale = sarx en 2 Cor 5,4 frente a los eclesiásticos enemigos de la salus
carnis y valentinianos para quienes mortale = psique en estado de muerte, el hombre interior o alma y no
la carne u hombre exterior. Cf. Ibid., 370.
21
A. Orbe, Antropologia …, 147-148.
22
R. Polanco, Gloria enim…, 179-180.

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recibiésemos por medio del Hijo por la comunión con Él, si Él, su Verbo, no hubiera
entrado en comunión con nosotros haciéndose carne? Por eso pasó por todas las
edades para restituir a todos la comunión con Dios” (III,18,7).
Aporta así, el santo obispo de Lyon, la idea de una encarnación dinámica y la
posibilidad de crecimiento y desarrollo de la misma humanidad de Jesús, lo que lo hace
verdaderamente hombre como nosotros, es decir históricos. Su carne fue disponiéndose
progresivamente a recibir la cualidad del Espíritu en un proceso que supone el tiempo y
realidad concreta de la existencia terrena. La comunión con Dios se da en la carne de
Jesús, allí se mezcla profundamente el Espíritu con la realidad material para divinizarla.
Dios creó al hombre para “ser vaso de sus dones (…) depositario de su Espíritu y se
acostumbre a participar así de la comunión con él” (IV,14,2).

7. Conclusión:
El aporte de San Ireneo de Lyon es significativo para la cristología primitiva en la
contribución del desarrollo de la identidad de Jesús. Jesús es el Cristo, el Ungido en su
propia carne por una unción que es el Espíritu Santo. Esta unción santa impregna toda
su carne y la capacita progresivamente a recibir su cualidad espiritual: divinización.
Desde la encarnación, pasando por el Jordán y hasta la resurrección Jesús experimenta
esta acción profundamente en sí mismo no como un sobreañadido o una superposición
sino como un incremento del Santo Espíritu hasta su posesión total. De tal forma es la
posesión plena del Espíritu que puede donarlo sus discípulos, a la iglesia, a la
humanidad para que ellos puedan realizar el mismo proceso en vistas a su salvación.
La cristología en Ireneo es solidaria de una antropología y de una soteriología,
derivando siempre en una eclesiología. El pensamiento de nuestro santo es bien armado
y ajustado en este sentido. Por esa razón, lo que pasa en la carne de Jesús puede pasar
también en la carne del ser humano. La carne, para nuestro autor es un concepto
concreto y real, y es la expresión de la bondad del creador. Y el Espíritu se une a esa
carne de una manera esponsal: abrazándola por dentro y por fuera, mezclándose con
ella, penetrándola, impregnándola totalmente y de esa manera elevándola a la misma
vida divina. Por lo tanto hay una percepción claramente positiva del elemento material
unido al elemento espiritual. No era así la consideración realizada por el pensamiento
gnóstico.

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Todos estos elementos nos permiten imaginar una aproximación desde el


pensamiento de Ireneo para una teología del cuerpo. Cuando la carne se convierte en el
recipiente que Dios forma y modela con sus dos manos para que brillen en ella sus
dones entonces se convierte la carne-cuerpo en el lugar para descubrir el designio
salvífico de Dios. Y en el modo de producirse el contacto de lo divino con lo material en
la carne del Salvador podemos descubrir de manera paradigmática lo que sucede en la
carne-cuerpo del hombre cuando es tocado-ungido por Dios.

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