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1
L. Berkhof, Teología Sistemática. Pág. 374
2
O. Buswell, Teología Sistemática,Jesucristo. Pág. 43
COMIENZO HISTÓRICO DE LA DOCTRINA DE LA PERSONA Y DE
LA NATURALEZA DE CRISTO
Docetismo
Ebionismo
Arrianismo
El Concilio declaró finalmente que Cristo era “verdadero Dios, siendo de una
sustancia con el Padre”.
Apolinarismo
NESTORIANISMO
Llevó la naturaleza doble de Cristo a tal extremo que enseñaba una doble
personalidad de Cristo; dos naturalezas y dos personas en lugar de dos
naturalezas y una persona. Cristo era así considerado como un hombre en
una estrecha relación con Dios, y la analogía favorita de Nestorio para
explicar la persona de Cristo era la unión del creyente con Cristo. Esto nos da
no un Dios encarnado, sino más bien un hombre deificado. Pero el error del
nestorianismo es que Cristo no agregó a su persona otra persona, sino un
complejo de atributos, una naturaleza.
3
Buswell, O., Op. Cit. Pág. 49
(1) Persona es una entidad sustantiva inmaterial, y no debe confundirse con
una naturaleza. Una naturaleza no es parte de una persona en el sentido
sustantivo.
(2) Naturaleza Es un complejo de atributos, y no debe confundirme con una
entidad sustantiva.
(3) Voluntad Es un modelo de conducta, y no debe confundirse con una
entidad sustantiva.
EUTIQUIANISMO
Vale la pena aquí, para concluir, reiterar una frase de Berkhof mencionada
anteriormente, “La iglesia aceptó la doctrina de las dos naturalezas en una
persona, no porque entendiera por completo el misterio, sino porque vio en
ello un misterio revelado por la Palabra de Dios”
4
Fisher, History of Christian Doctrine, pág. 155
(4) Relación de las dos naturalezas en Cristo
De ahí que, en vista del hecho de que Cristo tiene dos naturalezas, y
dependiendo de cual naturaleza tenemos en mente, es propio decir que Él es
infinito o que Él es finito, que Él existía desde la eternidad o que Él nació en
Belén, que Él era omnisciente o que Él era limitado en conocimientos. En su
personalidad compuesta Él era, por una parte, “de la simiente de David,
según la carne”, y por otra, Él fue “declarado (es decir se demostró que era)
Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de Santidad, por la resurrección de
los muertos”, Rom. 1: 3, 4. En consecuencia, las Escrituras lo presentan
como el hijo de David, y no obstante como Señor de David. El nació como un
flujo, y no obstante es el Anciano de Días. Él es el hijo de María, y no
obstante al mismo tiempo Dios sobre todas las cosas, bendito para siempre.
Él se cansa cuando viaja, y no obstante El sostiene todas las cosas por la
palabra de Su poder. El no puede hacer nada sin el Padre, sin embargo sin Él
nada de lo que ha sido hecho fue hecho. El es hueso de nuestros huesos y
carne de nuestra carne, y no obstante pudo haberse aferrado exclusivamente
a Su igualdad con Dios. Él toma la forma de un siervo, y no obstante su
forma propia y natural era la forma de Dios. El crece en estatura, y no
obstante es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Él crece en sabiduría, y no
obstante conoce al Padre perfectamente. Él nace bajo la ley y cumple la ley,
y no obstante en Su propio nombre Él da una nueva y más perfecta ley y se
proclama Señor del sábado y mayor que el templo. Su alma se turba, y no
obstante Él es el Príncipe de Paz. El se dirige a Su muerte a la orden del
gobernador romano, y no obstante Él es el Rey de reyes y Señor de señores.
Él es recibido en el cielo fuera de la vista de sus discípulos, y no obstante
continúa con ellos hasta el fin del mundo. Por eso, los escritores del
Evangelio algunas veces lo presentan a Él como Divino, algunas veces como
humano no que debemos tomar uno y dejar el otro, sino que debemos
aceptarlo como una persona Divina-humana, como la Deidad encarnada,
cuya vida terrenal total no fue sino un episodio en la existencia de un Ser
celestial.
Hemos dicho que las dos naturalezas en Cristo están unidas de tal modo que
los atributos o peculiaridades de cada naturaleza pueden ser predicados de la
persona. Y puesto que nos referimos exactamente a la misma persona, sea
que lo llamemos Jesús o Cristo, Dios u hombre, el Hijo de Dios o el Hijo del
Hombre, es perfectamente correcto decir que Jesús tenía sed o que Dios
tenía sed, que Jesús sufrió o que Dios sufrió, que Jesús tomó el lugar del
hombre en la cruz, y murió por el lugar del hombre en la cruz y murió por Él,
siempre que, por supuesto, tengamos en mente la naturaleza particular a
través de la cual es llevada a cabo la acción. En las Escrituras los atributos y
poderes de cada naturaleza son atribuidos al mismo Cristo, y. al revés, las
obras y características del mismo Cristo son atribuidas a una u otra
naturaleza de una manera que puede ser explicado sólo sobre el principio de
que estas dos naturalezas estaban orgánica e indisolublemente unidas en una
misma persona. Las Escrituras nos dicen, por ejemplo, que los hombres
pecadores “crucificaron al Señor de gloria”, 1 Cor. 2:8. Pablo se refiere a “la
iglesia del Señor que él compró con su propia sangre”, Hech. 20:28, y declara
que “hay un sólo Dios, y un sólo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre”, 1 Tim. 2:5.
Juan escribe de “lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que
hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon
nuestras manos tocante al Verbo de vida” 1ª Jn 1:1, y en otro lugar declara
que “mirarán al que traspasaron”, Juan 19:37. Cuando Jesús preguntó, “qué,
si viereis al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero?” término que
tenía especial referencia a su naturaleza humana (Hijo del Hombre) era
usado para designar la persona cuando la cosa a que se refería era verdad
sólo de su naturaleza divina, (“a dónde estaba primero”).
Era necesario que Él fuera humano si realmente iba a tomar el lugar del
hombre e iba a sufrir y morir, porque la deidad como tal no podía hacer eso.
Y fue necesario que Él fuera divino si su sufrimiento y muerte habían de tener
un valor infinito. Para expresarlo en una frase, su humanidad hizo su
sufrimiento posible, mientras que su deidad le dio valor infinito.
Como había sido imposible, por lo tanto, para quien era solamente Dios sufrir
la muerte, o para quien era un mero hombre vencerla, É1 asoció la
naturaleza humana con la divina, para que pudiera someter la debilidad de la
primera a la muerte, como expiación por los pecados; y que con el poder de
la última Él pudiera contender con la muerte y obtener una victoria por
nosotros.
A través del estudio de la relación que existe entre las dos naturalezas nos
hallamos, por supuesto, enfrentados a un impenetrable misterio. Es uno de
aquellos misterios que la Escritura revela, pero que no hace esfuerzos por
explicar. Todo lo que podemos saber son los simples hechos revelados a
nosotros en la Escritura, y más allá de ellos no es necesario ir.