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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL

FACULTAD DE ARQUITECTURA, DISEÑO Y URBANISMO


URBANISMO 2 – AÑO 2011
FICHA RESUMEN DE CÁTEDRA

El Diseño del paisaje urbano


Paula da Cruz Landim
LANDIM, Paula da Cruz. Desenho da Paisagem Urbana. San Pablo (Brasil): UNESP, 2003,
p. 25-51. Resumen y traducción parcial de la Cátedra de Urbanismo para uso interno.

Capitulo 1: La ciudad y su paisaje: determinantes estructurales locales y globales.

Se puede afirmar que, entre los espacios construidos por el hombre, la forma más importante
es la del ambiente construido para su uso cotidiano y para el abrigo de su grupo social, esto
es, las ciudades. Esto abarca desde las pequeñas aldeas, con el paisaje todavía estructurado
en gran parte por el ambiente rural, hasta la gran ciudad, en la que el hombre está
acostumbrado a un ambiente totalmente edificado.
Como objeto de análisis, la ciudad puede ser encarada de varias formas: como un conjunto
de imágenes, o como unidad estadística o espacial. Son esos diversos modos de abordar el
espacio urbano los que alimentan las perspectivas de abordaje y resolución de muchos
problemas urbanos contemporáneos.
Las formas de aglomeración humana no se limitan simplemente a sus dimensiones y
funciones, sino que se trata de espacios que, para el hombre, difieren en calidad y
significado. Por ejemplo, Santos, la más importante ciudad portuaria brasileña, presenta una
urbanización compatible con la dinámica del contacto constante con el exterior, mientras que
Óbidos, una ciudad medieval portuguesa preservada, presenta características consideradas
obsoletas para los estándares actuales.
Aunque una ciudad también puede ser abordada como un horizonte geográfico, no es
solamente un panorama para ser visto. La ciudad está constituida por estructuras
morfológicas, organizaciones de volúmenes y parcelamientos que expresan formas de
acceso y de propiedad, situados en un determinado soporte físico. Los espacios edificados
(residencias, edificios institucionales, comerciales e industriales, entre otros) y los
denominados espacios abiertos (calles, avenidas, plazas, parques, entre otros) constituyen
esa estructura morfológica y volumétrica.
La función básica de los espacios abiertos es facilitar la circulación en la ciudad, son los
elementos de aglutinación entre los diversos tipos de espacios edificados, pero también
permiten la comprensión y el uso de la forma urbana. Los espacios llenos son percibidos a
partir de los espacios vacíos, en una relación dialéctica en el que unos construyen a los otros.
La ciudad fluye por sus espacios abiertos. La ciudad es el espacio de la calle, vista como
centro y escenario de la vida cotidiana. La calle es el punto de anclaje del hombre con su
universo urbano, el punto desde donde vivencia la ciudad, su espacio concreto y familiar. Y
esa calle, a pesar de que en apariencia es un espacio bastante común, según su tamaño y su
pavimento, puede variar mucho. Una calle estrecha y sinuosa, repleta de vehículos,
personas, sonidos y olores, es diferente de una avenida ancha y bien arbolada. La manera en
que recorremos esa calle, sea como peatones o en auto, a qué hora del día, también nos
traerá una noción diferente de ese espacio.
A las edificaciones y a los espacios abiertos se les asocia el soporte físico, la vegetación y los
elementos de señalización, que se reúnen en la estructuración y calificación del ambiente.
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Así, el paisaje urbano se configura y se califica por medio de esos elementos: el soporte físico
(esto es, la topografía, el suelo, el subsuelo y las aguas), la cobertura vegetal natural o
implantada, las estructuras urbanas o masas edificadas y su relación dialéctica con los
espacios abiertos, el uso del suelo, los parcelamientos y el clima, con sus alteraciones de
ciclos diurnos y nocturnos y estaciones del año. Sin embargo, el paisaje urbano no está
delimitado sólo por esos elementos sino que es una imagen, una creación a la vez mental y
social; está presente en la mente de las personas, en las relaciones de uso que se establecen
entre los ciudadanos, y entre éstos y los elementos antes mencionados. El paisaje no se
forma sólo por los volúmenes construidos, sino también por colores, movimientos, olores y
sonidos.
La producción y la construcción del paisaje urbano varía de acuerdo con las técnicas, los
modos de producción e, incluso, de acuerdo con las relaciones sociales y culturales vigentes
en cada período histórico.
De este modo, la ciudad y su paisaje no se presentan sólo por sus aspectos formales y
construidos, como pueden serlo las plazas, casas, jardines y avenidas, entre otros elementos.
La ciudad es el fruto de un contexto social y se caracteriza también por las relaciones de uso
y apropiación de los espacios construidos que son establecidas por los usuarios de ese
escenario urbano. Con esto, la ciudad se transforma en una fuente generadora de estímulos
perceptivos para quien la habita, entendiendo por percepción a la capacidad de generar
información nueva y diferenciada a partir de los elementos que se perciben. Así, cada espacio
es comprendido a partir de las informaciones que se disponen sobre él, en una relación de
interdependencia entre el espacio y la información. La aprehensión de cada espacio se da por
medio de las formas de apropiación que se le aplican. Por lo tanto, todo espacio edificado es
identificado por determinadas características que componen sus rasgos particulares y que lo
convierten en un LUGAR1 para la comunidad que lo habita. Esas características son el
resultado del dominio y de la utilización, por parte de los habitantes, de los elementos
naturales tales como el clima y la topografía, de acuerdo con sus necesidades de residencia,
circulación, recreación, trabajo, pero también como resultado de su cultura.
Las actividades de una población en la ciudad generan patrones espaciales que requieren
formas arquitectónicas, las cuales a su vez van a influir sobre las actividades.
Como cualquier diseño, la síntesis de esas relaciones no es un proceso lógico, de trazado
simple, resultante del conocimiento de esas mismas relaciones. Las actividades no son
entidades separadas y determinadas por sí mismas, sino que están íntimamente ligadas a los
esquemas de circulación, y sus implicaciones en la forma física y visual deben ser siempre
tenidas en cuenta.
¿Puede el ordenamiento de un sitio permitir una expresión clara de sus principales
funciones? ¿Tendrá la organización de las actividades un resultado de efecto visual
deseable? El error más serio es la tendencia a pensar en términos de denominaciones
superficiales llevadas al papel, olvidando que se trata de formas tridimensionales. Falta,
entonces, un paisaje organizado técnicamente, de manera que sus partes se armonicen pero
que también sean coherentes para los sentidos, que su imagen sea congruente con su vida y
su utilización.
En la escala de la ciudad, sin embargo, esta cuestión es compleja, en gran parte porque los
elementos que componen y definen al paisaje urbano se alteran o persisten en función de los
usos que se les dan. La forma urbana puede, entonces, ser considerada como el producto de
fuerzas emergentes asociadas tanto a las relaciones de producción y actividades productivas

1
N. del T.: En mayúsculas en el original.

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entre si, como también a los grupos sociales. La estructura urbana puede ser entendida como
el resultado de un proceso individual, particular, de tomas de decisión que puede
perfectamente ser entendido en términos cognitivos.
El concepto de espacio, en el sentido arquitectónico, ha tenido sus definiciones organizadas
sobre la base de su dimensionalidad y morfología, considerado como un conjunto de
percepciones que llevan al individuo al conocimiento de su entorno. Esas ideas, referentes a
la percepción del espacio, se han reflejado en el estudio del espacio urbano por la
arquitectura, donde dos nociones son puestas en juego: la percepción del ambiente,
entendida como el proceso por el cual las personas atribuyen un significado al ambiente
natural, y la percepción del ambiente urbano, entendida como la asimilación de un esquema
perceptivo del paisaje urbano. De este modo, el estudio de las diversas relaciones puede
llevar a una mejor comprensión de la ciudad, proveyendo elementos proyectuales para una
mejora en la calidad de la estructura urbana.
La ciudad, por su paisaje, es para quien vive en ella una fuente de percepción por medio de
los elementos que la componen. Para el usuario, el paisaje urbano es más que sólo la
configuración morfológica de la ciudad, dado que en su conformación confluyen tanto
elementos físicos como elementos de naturaleza perceptiva.
La ciudad es uno de los resultados de la acción de la sociedad sobre el medio físico. Al
producir y utilizar el espacio urbano, éste se configura como una especie de retrato, de espejo
en el cual la sociedad se ve reflejada. Esto es, su historia, su cultura, sus medios de
producción, su desarrollo técnico y tecnológico, la división de clases, la lucha por el poder,
entre otros factores, están expresados en la configuración espacial de la ciudad. Las
sociedades cambian y se desarrollan a lo largo de la historia, así como cambian las
condiciones físicas en la superficie del planeta. Esta articulación entre historia-sociedad y el
medio físico genera una diversidad de soluciones, una diversidad de formas urbanas. Las
ciudades se construyen, cambian y diversifican por dos vectores: el espacial, que
corresponde al territorio, y el temporal, que corresponde a la historia. Así, el paisaje urbano
que se presenta en un determinado momento refleja la historia de la relación hombre-
ambiente en ese momento dado.
La ciudad es resultado de los agentes económicos, sociales, técnicos y culturales que la
produjeron en un determinado tiempo y contexto. Por lo que la ciudad puede ser reconocida y
caracterizada a través de su paisaje, el que se actualiza en virtud de los usos que se les dan
a los lugares urbanos.
Así, entendiendo al paisaje urbano como la relación de usos que se hacen del espacio
arquitectónico, se entiende también que distintas actividades generarán distintos paisajes.
El paisaje puede ser entendido como las relaciones entre el hombre y el ambiente. De este
modo, el espacio, en cuanto campo de trabajo del paisaje, puede ser definido como un reflejo
de esa relación hombre-ambiente y, a su vez, la ciudad puede ser considerada el mayor
ejemplo de cómo el hombre interactúa con el ambiente. En resumen, el paisaje sería
resultante de los procesos naturales, del ambiente, y de las condiciones socioeconómicas y
culturales, del hombre. Por lo que puede considerarse que el paisaje no es totalmente natural
ni totalmente artificial, sino que es resultado de una transformación de la naturaleza por los
seres humanos en la búsqueda de satisfacción de sus necesidades.
Dado que la construcción de ciudades es una de las mayores creaciones humanas, sus
formas han sido y siempre serán un indicador del estado de civilización de una sociedad. La
forma urbana está determinada por la multiplicidad de decisiones tomadas por las personas
que viven en la ciudad, esas decisiones interactúan para producir la fuerza de tal claridad y
forma con que cada ciudad surge.

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Como la relación entre el hombre y el ambiente es dinámica, el paisaje es el resultado de un


proceso de continua transformación. Pereira Leite afirma que:
El paisaje es el resultado del equilibrio entre múltiples fuerzas y procesos temporales y
espaciales. En cierto modo, el paisaje es un reflejo de la visión social del sistema
productivo y sus formas se transforman o desaparecen siempre que las teorías, filosofías
y necesidades que las crearon no sean más reales o evidentes.
La percepción del tiempo, del espacio y de la naturaleza cambia con la evolución
cultural, lo cual exige la búsqueda de nuevas formas de organización del territorio que
expresen mejor al universo contemporáneo; formas que capturen al conocimiento, a las
2
creencias, a los propósitos y a los valores de la sociedad.

La sociedad es un organismo activo, emprendedor, ambicioso, que puede seleccionar y


modificar su propio paisaje. El paisaje, como modo de organizar el medio artificial y natural,
es una actividad observada en toda la historia de la humanidad.
Desde la Antigüedad es posible encontrar ejemplos de cómo el hombre, al mismo tiempo en
que se adapta a los sistemas naturales, manipula y altera al sitio natural en función de sus
necesidades, siendo la velocidad de las alteraciones proporcional al desarrollo tecnológico.
La historia del hombre sobre la Tierra está directamente ligada a las relaciones que establece
con el ambiente. Este proceso se acelera en el momento en que el hombre descubre los
medios mecánicos eficientes para el dominio del ambiente natural que no dependen de su
fuerza física. Así, la naturaleza construida, o la construcción del paisaje, puede ser
considerada como un hito en la historia de la humanidad. Sin embargo, esa relación no es
pasiva ni unilateral:
No se puede hablar del paisaje como no sea a partir de su percepción. En efecto, a
diferencia de otras entidades espaciales, construidas por medio de un sistema simbólico,
científico (el mapa) o socio-cultural (el territorio), el paisaje se define como un espacio
percibido: constituye “el aspecto visible, perceptible del espacio”.
Pero, si esa percepción se distingue de las construcciones y de los simbolismos
elaborados a partir de ella y exige otros métodos de análisis, su inmediatez no debe
omitir que tal percepción no se limita a recibir pasivamente los datos sensoriales, sino
que los organiza para darles sentido. El paisaje percibido es, desde ya, construido y
3
simbólico.

Cada individuo sufre un constante bombardeo de informaciones perceptivas por parte del
paisaje, lo que da origen a emociones, sentimientos, actitudes y valores. Según Machado:
Los paisajes se presentan como ambientes sensibles, palpables, tienen contenido y
sustancia, y son escenarios significantes de las experiencias, tanto cotidianas como
excepcionales, convirtiéndose en presencias constantes e inevitables por lo que, en
consecuencia, no hay experiencia ambiental que no sea, en algún grado y sentido, una
experiencia de paisaje. La vinculación interna que une a los elementos del paisaje es la
presencia del hombre, su inserción en una interacción incesante, dinámica, en la cual el
4
paisaje experimentado da color a la existencia humana y ésta, a su vez, le da color.

2
PEREIRA LEITE, M.A.F. Destruição ou deconstrução? San Pablo (Brasil): Hucitec, 1994, p. 7. Citado por la
autora.
3
MACHADO, L.M.C.P. A Serra do Mar paulista: um estudo de paisagem valorizada. Tesis de Doctorado. Rio
Claro (Brasil): Universidade Estadual Paulista, 1988. Citado por la autora.
4
MACHADO, ídem.

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El paisaje, entendido como la interrelación hombre-ambiente, sería definido por factores


predominantemente culturales, así como por un análisis perceptivo de esa relación bilateral
del hombre con su medio.
El paisaje urbano es, entonces, el resultado de la experimentación de espacios construidos
por el hombre de los cuales la ciudad, como ya se dijo, puede ser considerada como una de
las mayores intervenciones del hombre en el medio ambiente. De este modo, puede
considerarse que el paisaje urbano se configura como un espacio de sensaciones y de
experimentación.
El paisaje urbano representa a la ciudad, y así se hace posible conocer a la ciudad por medio
de su paisaje pues, en cuanto la ciudad se configura como lenguaje, el paisaje urbano se
presenta como su representación que hace posible su conocimiento estableciendo relaciones
entre el modo de representar, el paisaje urbano, y el objeto a ser representado, la ciudad.
Se considera, entonces, al paisaje urbano como la porción o faceta de la estructura urbana
que se revela a nuestros sentidos. Esto implica que la estructura urbana solamente puede ser
dada a conocer por medio de su paisaje, pues sólo ese elemento puede ser percibido por
nuestras sensaciones espaciales.
La forma de las ciudades y el modo en que éstas se organizan se reflejan en el paisaje, y ese
reflejo es vital para entender cómo la ciudad funciona.
El paisaje urbano está compuesto por edificaciones, espacios abiertos, calles, vegetación,
entre otros elementos que se modifican o permanecen en la mayoría de las grandes y medias
ciudades, de acuerdo con el uso que los habitantes hacen de ese espacio construido. Si se
modifican las relaciones de uso de ese espacio, las que son dictadas por condicionantes
culturales y económicas, también se modifica la configuración morfológica del espacio y, en
consecuencia, el paisaje urbano. Así, sería posible decir que el paisaje urbano se modifica en
función de los usos que la sociedad hace del espacio y, de ese modo, el paisaje urbano sería
generado no por el espacio físico propiamente dicho, sino por el uso que se hace de éste.
Se manipula el ambiente para que las personas puedan hacer más fácilmente lo que quieran
en el, o para dar más oportunidades a las actividades. El ambiente es algo ligado
íntimamente a la conducta humana. El espacio y las construcciones, junto con las ideas de
las personas, organizan la gama de actividades del lugar: jugar a la pelota, hacer un picnic,
esperar un ómnibus, vender alimentos o construir una casa, por ejemplo. El uso y el espacio
pueden ser compatibles o ser antagónicos, estables o fluidos, restrictos o permisivos,
repetitivos o únicos. La organización de los usos y su fijación en el tiempo y en el espacio son
la contribución esencial de un proyecto local.
Al igual que la sociedad, la ciudad no es un elemento estático, sino que se actualiza por
medio de la construcción de nuevos espacios y en función de los usos que son atribuidos a
los lugares urbanos.
En la ciudad persisten elementos de varias épocas, por lo que la ciudad puede ser leída y
entendida por medio de su historia en la medida en que esa historia se encuentra
representada en los elementos construidos que componen el paisaje urbano.
Como la producción cultural se da en el espacio y en el tiempo, los momentos históricos se
reflejan en los paisajes. Las características morfológicas de los paisajes son espejo de las
etapas de construcción del espacio urbano, y el paisaje urbano está constituido por la
similaridad, que confiere la homogeneidad de algunos períodos, y la especificidad, que
confiere su particularidad. Lo que muestra cuánto de cada período sobrevive en un nuevo
paisaje urbano como resultado de un proceso histórico-cultural. Las estructuras urbanas
remanentes en los nuevos paisajes van a dar la particularidad de aquel espacio, justamente

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porque ilustran su historia, dejándonos la tarea de identificar cuáles son los elementos
configuradores que caracterizan la transformación.
Por lo tanto, entendiendo por proceso histórico y cultural al producto resultante de la acción
física y/o conceptual del hombre sobre los espacios, se puede decir que ciudad, paisaje
urbano, ciudadano y percepción crean, en el espacio y el tiempo, diversas relaciones que
configuran el proceso histórico y cultural.
Cada persona, cada objeto, cada relación, es un producto histórico. Así, en la producción
humana se encuentra la producción del espacio, del paisaje, como resultado de todo un
contexto histórico en el que se inserta. Este contexto está representado por las diferentes
formas materiales y técnicas de producción.
Puede establecerse, de este modo, una relación estricta entre paisaje y producción de modo
tal que, cuando hay cambios muy grandes en las formas y materiales con que se produce el
espacio, ocurre también una revolución en el paisaje. La innovación acarrea a la revolución.
La sociedad va descubriendo nuevas maneras de construir cosas, que caracterizan a cada
momento histórico. Por lo que el paisaje no se crea de una sola vez, sino que hay todo un
proceso técnico, filosófico y social que da base al modo de construir.

Así, el paisaje urbano es siempre el resultado de una interacción entre la configuración física
y su percepción, en la que la modificación de esos elementos lleva, necesariamente, a otro
paisaje urbano.
El abordaje perceptivo en el diseño de ciudades permite buscar un rescate de las cualidades
visuales que podrían despertar enfoques congnitivos en cuanto a la organización del espacio
urbano.
El abordaje perceptivo en el estudio del paisaje urbano se interesa por el modo en que los
individuos perciben y toman decisiones con respecto a la ciudad. Es un enfoque que busca
redirigir los procesos que dan origen al patrón urbano, pues es esa estructura cognitiva de la
ciudad la que ofrece nuevos patrones e influye en la interacción con los espacios urbanos y
las tomas de decisión relacionadas a áreas de compras, residencias y placer, antes que la
estructura física de la ciudad, compuesta por edificios, calles y avenidas.
A construcción de una imagen del ambiente urbano, fruto de la percepción y de la cognición,
es un proceso bilateral existente entre la ciudad y sus ciudadanos, mediante el cual el
ciudadano atribuye valores a ese espacio urbano siendo, por lo tanto, algo subjetivo y
particular. A su vez, la ciudad también influye al ciudadano de diversos modos. De cualquier
modo, parece existir una imagen entre individuos de un mismo grupo social, y es esa imagen
la que nos interesa preservar, rescatándola de nuestra memoria y de la de generaciones
anteriores como un instrumento de identificación, de relación, entre los ciudadanos y su
ciudad.
Por lo tanto, cualquier interpretación del espacio debe considerar tanto la acción cognitiva
como la percepción.

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