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Apellido, Nombre: Bernal, Candela Mariel

Dirección electrónica: candumb@hotmail.com


DNI: 40785183
Docente de prácticos: Jacovkis, Vera
Fecha: 20/09/2021

Tema 4 - Perkins Gilman


4.1. Analice el desarrollo de la locura en el discurso de la narradora-protagonista de “El
papel amarillo”.

El siguiente trabajo propone leer “El papel amarillo”, de Charlotte Perkins Gilman
(1892), a partir de la relación que se establece entre la locura que termina por poseer a la
protagonista y la violencia que se le ejerce como causa de esta. Es decir, se propone
evidenciar cómo a lo largo del relato, a través de mecanismos de prohibición y silenciamiento
que se le adjudican a un tratamiento médico, se reprime y marginaliza a la protagonista
llevándola a un estado de locura.

Desde un principio se lo presenta a John, el esposo y médico, como la persona racional


contrapuesta a la persona irracional que es nuestra protagonista enferma “…se burla
abiertamente de todo comentario sobre cosas que no se pueden palpar y ver y enumerar.”
(Perkins Gilman, 1992: pág. 84). A partir de esto la narradora empieza a construir la
dicotomía del discurso médico; al ser una persona racional no cree que una cuestión
psicológica sea una enfermedad, insiste con que no está enferma sino que tan solo tiene “una
ligera tendencia histérica” (Perkins Gilman, 1992: 84). Se empieza a establecer, de esta
forma, una figura un tanto paternal en la que él es quien determina qué puede hacer y qué no,
llamándola niña y criaturita en ciertas ocasiones, dejando siempre en claro que el que decide
sobre su voluntad es él, aunque la otra cara de su discurso sea que ella es responsable de su
salud y que debe cuidarse, mantener el autocontrol.

Ese lugar de la razón en el que se ubica a John, quien representa la institución del
matrimonio y la institución médica a la vez, deriva en una serie de prácticas del
silenciamiento sobre la creatividad de la mujer. Es así como la condición de mujer pensante
figura penalizada, característica de una monstruosidad que la posee -lo opuesto a la
racionalidad del hombre; por tanto ocurre una patologización de la mujer intelectual. Se
contradice, por tanto, el doble discurso médico constante, ya que por un lado se desmerece la
cuestión de la salud mental como un problema real de salud al no formar parte del mundo de
lo tangible y racional del hombre, pero al mismo tiempo le adjudica esa creatividad o
inteligencia peligrosa a la misma enfermedad que supuestamente no existe. “Dice que con mi
poder de imaginación y mi costumbre de fantasear, una debilidad nerviosa como la mía
seguramente conducirá a toda suerte de ideas excitantes, y que debo valerme de la voluntad y
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del buen sentido para frenar esta tendencia.” (Perkins Gilman, 1992: pág. 85). La prohibición
en el ámbito doméstico se legitima a través de la institución médica, y dentro de este tortuoso
tratamiento que solo le permite hacer tareas del hogar adjudicadas tradicionalmente a la
mujer y además en una especie de aislamiento. Se la aísla, también, para silenciarla, reprimir
esa monstruosidad. Piñero Gil plantea que esta reclusión opresora se manifiesta a su vez
como una forma de privar a la mujer de su identidad: “El resultado es que esta serie de
imposiciones generan en su estado, ya de por sí delicado, una suerte de angustia vital y su
paulatina desaparición como persona.” (Piñero Gil, 2013: pág. 82).

Sin embargo, la violencia del discurso médico represor de John que la termina por
arrastrar a la locura está siempre justificado con el argumento de amarla y querer cuidarla,
argumento que ella misma presenta y defiende. Es tal la manipulación que se le ejerce, que
ella misma siente culpa por desobedecer y ejercer su creatividad escribiendo o incluso nunca
llega a permitirse enojarse, por más que la casa no le guste, por más que el empapelado le
parezca horrendo, por más que quiera salir y no se la deje hacerlo. Pero lo que más cabe
destacar, es la culpa que ella siente y manifiesta durante todo el relato; la culpa de estar
enferma, o de hacer de ese “nerviosismo”, como lo describe John algo más de lo que es.

En estos términos, se hace evidente que la cura de su enfermedad de post-parto es lo


que lentamente la va transformando en loca a nuestra protagonista. Lo dijo Gilbert; “La cura,
por supuesto, es peor que la enfermedad.” (1998: 102). Incluso la narradora se da cuenta de
que todo lo que le haría bien es lo que se le está prohibiendo; cosas mundanas como tener
contacto con gente, por ejemplo. Asimismo, el empapelado que la asquea es lo que
caracteriza a la habitación en donde es recluida. Este le causa rechazo a la narradora pero al
mismo tiempo no puede enfocarse más que en él. Hacia el final, ya ni se mueve ni habla de
otra cosa, solo se nos presenta una obsesión, se podría decir demente, de la imagen del
empapelado. Este representa la opresión y aprisionamiento del poder patriarcal sobre la mujer
(que se manifiesta en los barrotes y símbolos de muerte). La mujer del empapelado es
funcional a la locura que va desarrollando; se configura como la doble de la narradora, en
cuyo encierro ésta se reconoce. Es así como, el terror de lo fantasmal que ella percibe de la
casa, y luego del papel, es consecuencia evidente de las imposiciones médicas y patriarcales.
“Las apariciones o los fantasmas representan, sin duda alguna, el doble o el inconsciente de la
narración y dan forma a todo aquello que se reprime.” (Piñero Gil, 2013: pág. 81)
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A lo largo del relato se va desarrollando una reducción, en términos físicos pero


también metafóricos, del espacio en donde ella puede actuar, hasta que el único espacio que
le queda es el del papel. Se crea de esta manera una escena en la que la protagonista no puede
salir del papel; se convierte en él, o más bien, en la mujer aprisionada que ya era dentro de su
propia vida. “Este papel circunda a la narradora como un texto inexplicable, reprobador y
aplastante” (Gilbert, 1998: 103). La locura que la lleva a ser una con el empapelado
representa la imposibilidad de salir de ese lugar que es cada vez más pequeño y cada vez más
opresor en donde el hombre -y en este caso, el hombre médico- ubica a la mujer dentro de la
sociedad.

Toda esta serie de elementos represores llevan a la narradora a perderse en sí misma, y


hacia el final de cuento, ya experimentando un estado de locura total, logra reunirse con su
doble luego de desgarrar furiosamente el empapelado que las estaba separando. Se manifiesta
aquí la dualidad del papel, ya que por un lado funciona como lugar de prisión, manifestación
de su vida fuera del papel. Pero por otro lado, la desaparición como persona es lo que la lleva
a huir de su encierro y de su condición de mujer mediante ese papel, mediante esa otra mujer
que es también ella; escapa hacia la locura, el papel tiene un rol salvador y liberador de
aquella prohibición sobre la creatividad que le han impuesto.

Para concluir, es importante entender que si se analiza el desarrollo de locura en este


texto, necesariamente se debe analizar asimismo la violencia que se le ejerce a nuestra
protagonista sin nombre para que esta llegue a ese estado de demencia. Mediante los distintos
procesos de silenciamiento, aislamiento y prohibiciones en general, se evidencia que estas
imposiciones para una supuesta recuperación de su “debilidad nerviosa” logran el resultado
contrario. Esta violencia ejercida, a fines de curarla y protegerla de las ideas peligrosas que
podrían llegar a aparecer en su creatividad de enferma, es la que la lleva a perder su identidad
por completo y por lo tanto, a perder su cordura como persona sana. Por último, cabe destacar
cómo Perkins Gilman desata una clara denuncia al posicionamiento de la mujer en la
sociedad norteamericana del siglo XIX, y cómo a través de su relato visibiliza una
problemática de la mujer que tiene que ver con el cuerpo y el cuerpo a raíz de la maternidad,
cómo esta también funciona como prisión. Perkins Gilman da cuenta de aspectos de
corporalidad y de salud mental post-parto que tradicionalmente, y hasta hace no mucho,
habían quedado fuera de discusión en la sociedad, o directamente vistos como delirio; locura.
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BIBLIOGRAFÍA

Gilbert, S. y Gubar, S. (1998). “El contagio en la frase: la mujer escritora y la ansiedad


por la autoría”. En La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX.
Trad. Carmen Martínez Gimeno. Madrid: Cátedra; pp. 59-104.

Perkins Gilman, C. (1992). “El papel amarillo”. Trad. David William Forster. Plural.
N° 252, septiembre de 1992; pp. 84-90.

Piñero Gil, Eulalia. (2013) “Pesadillas con cuerpo de mujer en la literatura


norteamericana”. Herejía y belleza: Revista de estudios culturales sobre el movimiento
gótico, No. 1, 2013 (Ejemplar dedicado a: I Congreso sobre Arte, Literatura y Cultura Gótica
Urbana), pp. 73-90.

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