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narra la desolada estampa casera pero no familiar de una mujer ya en sus años mayores, y
de un niño quizá entre los 7 y los 10 con una posible discapacidad emocional que limita su
relacionarse con los demás. Media entre ellos la figura no completamente definida de un
muñeco de trapo que, aunque también determinante, finalmente no alcanza, como tampoco
el niño, el protagonismo que sí recae sobre doña Julia, nombre de la señora que cuida de
este infante y que filtra a través de su voz cualquier otra voz que se exprese en la narración.
La voz de este cuento se caracteriza por ser la de un narrador en tercera persona extra-
heterodiegètico que no es objetivo limitándose a los hechos, ni cuenta lo que otros sienten o
desean o piensan, y que elige una perspectiva para su narración. Enmarcada en un ambiente
muy caribeño entre trinitarias y alhelíes, naranjos nísperos y cayenas, y una maría palito
para mecer su destino, ambiente detallado con filigrana en la pluma de Marvel Moreno, la
ilusión de esta historia no lo cuenta todo y convoca al lector a la inferencia. Con un final
de puntos suspensivos y con vacíos de interés que el lector debe llenar a lo largo de la
trama, el muñeco de trapo acompaña esta convivencia de sujetos casi incompatibles hasta el
último portazo.
a una mujer adulta generalmente casada y en labores comunes, no. Es esta una mujer que
carga entre otras cosas memoria de señorío evidenciada en una casona inmensa que
carpetas y damascos y cojines y algún baúl de cuero, conserva latente la presencia de cinco
generaciones como añoranza de lo que se fue, de una aristocracia ahora venida a menos con
una historia no contada más que por las imágenes descritas en el presente narrado, con
Se ve pues a una “señora” de abolengo que en su momento tuvo un perfil muy deseable
para que talvez alguna familia de menor rango y categoría seguramente viera en ella una
luz de esperanza. No se puede definir la filiación entre doña Julia y el niño, y bien puede
pensarse, entre muchas posibilidades quizás, la de una madrina que reemplaza el oficio de
“Doña Julia sintió que la invadía la tristeza. Se dijo, como tantas veces, que
no merecía el final de sus días, cuando bien cabía esperar un poco de paz,
para tener que vivir obsesionada por esa horrible cosa de trapo que el niño
no pocas veces imaginó. Se duele de esa cosa horrible que signa los días cada día, y de la
que no puede desprenderse porque hacerlo traería otra desgracia insinuada ya con
Talvez también se duele de haber sido elegida por quien quiera que la haya elegido para ser
pensar de manera concluyente que un lazo afectivo los uniera. “…ese lento ambular de
pequeño fantasma ajeno…” “…como si se hallara en este mundo por error…” Antes es en
su voz que sabemos que el niño era torpe, somnoliento, inerte, incluso como un animalito
huraño, expresión con la que ella describe la forma de hablar de aquella muchachita al niño,
la tarde que sin bochorno se hizo por fin diferente al transcurrir con una compañía infantil
para el pequeño.
dado de la condición mental del niño, pueden permitir pensar en que en el accidente
mencionado se da el hecho que reúne estas dos situaciones: papás que mueren, y niño que
infante, podría al tiempo descartarse un daño de nivel genético como sería un autismo o una
insuficiencia neuronal. Aún una tercera señal de gran importancia puede considerarse en
esta ecuación. La tarde del accidente entra en escena el muñeco de trapo, y se menciona un
rastrojo, lugar en donde el niño lo encuentra; bien podría ser el tal rastrojo la escena del
suceso fatídico que marcó la tragedia del niño y el posterior destino de doña Julia; y por
qué no, un indicio de que también el pequeño fue protagonista del siniestro. Muy
mencionada al inicio, ese tu y yo, esa natural figura que se compone de dos partecitas
inseparables, es como cada puntada del crochet de doña Julia, un detalle pensado, un
símbolo con peso específico aportado por la escritora para mostrar la unión del niño con su
recurrente en la narración, el niño empieza a morir. La idea del deseo por desaparecer al
corazón de doña Julia. Para ella el niño trae consigo vergüenza y talvez deshonra. Las
beneficio para él, sino de una necesidad de cambio para ella en su búsqueda de hacer su
final menos amargo. Es una realidad que ha de ser manejada a discreción y en privacìa, y
entran en juego todas las premisas sociales, los juicios de valor, las marcas culturales, los
prejuicios y las demás construcciones intrínsecas que se tejen en la mente de doña Julia.
La mujer que no quiso terminar sus días en esa condición de cuidadora, tan distante del
tejiendo por sustento y debatiéndose entre el ser y el hacer. Las cosas finalmente se saben
aún cuanto más se procure un escondite para ellas, pero muchos, y quizá entre ellos doña
cultura en seres de diversas edades géneros y estratos que son llevados a tal condición por
diferentes razones en las que la orfandad se entiende como ausencia de afecto. En tales
provistas, como es en el caso de este niño que cuenta con una casa, una cuidadora y alguna
otra asistencia, por ejemplo, en salud. Las responsabilidades para con estas criaturas son
ternura, cariño y respeto, son devaluaciones del amor que con frecuencia alcanzan su total
propia. Su obra está referida primordialmente a “…la Barranquilla de la primera mitad del
siglo XX, así como de sus poblaciones aledañas, determinadas por una sociedad autoritaria
patriarcal preocupada por guardar las apariencias así se pierda la valoración de las esencias
del ser.” Ortega, (2006). La ciudad que sin falta pinta las fachadas de sus casas para iniciar
el siclo de sus fiestas sin importar que de puertas para adentro escasee lo que sea; y que
deja en los montes de piedad los patrimonios familiares con tal de tener liquidez para los
quinceañeros y para las comparsas. La que publica con bombos y platillos en las páginas
sociales los compromisos que involucran apellidos de alcurnia pero que calla las
infidelidades; y la que no repara en las historias detrás de los artistas con tal de contratarlos,
si son los más cotizados, es la misma que enmarca el relato que convoca este análisis y que
alcanzaron su punto fuerte haciendo uso de elementos como tiempo, insistencia, acuerdo,
discusión, aceptación, para finalmente arraigarse en el colectivo social ejerciendo poder
sobre los mismos individuos que los generaron. Y como toda manipulación se da en un
contexto social, basta con observar dicho contexto para hallar en él las tensiones de poder y
constante de la vida social y dicta reglas para cada asunto y establece valoraciones que van
desarrollando códigos que son a la postre los regentes de la convivencia en los reductos
específicos de los círculos sociales. Van Dijk (2006), lo expresa de la siguiente forma:
(p. 52).
Los sujetos sociales en mayor o menor grado responden a estas presiones. Las
condiciones para pertenecer, para estar, para disfrutar, para disponer aun cuando tácitas son
también claras, y su incumplimiento pasa la factura. La cultura, siendo como es, una
manipularlo para reforzar su comportamiento y dejar establecido su principio. Así las cosas,
doña Julia es manipulada por este orden de ideas y su conducta es resultado de pertenecer y
querer pertenecer a la sociedad que le impone reglas que deben ser cumplidas si lo que se
trazados por antivalores y conveniencias. Ortega (2008) en su texto “El muñeco” o el juego
mayor parte de la obra de Moreno, de la sociedad hipócrita, inauténtica que vive de las
apariencias, y de la maledicencia.”
doña Julia, para luego retornar al punto y cadeneta de sus bordados en la maría palito. Esa
análisis de su personalidad –las acciones cotidianas- y más aún de su carácter –su actitud
frente a la vida- , nos confirma la fuerza de arraigo que en su interior tienen los
aprendizajes pasados; y ello unido a las condiciones culturales y al rol histórico pretérito
vivido por una familia de prestancia, dan como resultado la receta exacta para la actitud
de su presente de amargura y de silencio social contado por el narrador como que “…no se
atrevía a contárselo a nadie…” mientras se debate en esa lucha contra la astucia de un niño
anormal, esa sombra de niño con un, considerado por ella, “…vínculo extraño y malévolo”
con un muñeco de trapo. No se habla de maldad en contra del pequeño, pero tampoco de
punto neurálgico de su gestación y origen. Doña Julia piensa que la sociedad debe
mejor.
La mezcla de elementos provenientes de fuentes tan diversas –duendes, misas,
aparentemente sólo el niño trabaja: se quiere morir. Los paliativos de ella que no están
solucionando nada de fondo y que sólo son parte de una seguidilla de prolongaciones de
una vida dolorosa y vencida, apenas si lograron proveerle una compañía acertada al niño en
una tarde, con tal suerte de desgracia que, así como fue de maravillosa, fue de nefasta.
El fugaz aire de vida que cruza por los corredores, por los rostros, por el patio y por
la tarde en la que la muchachita juega con el niño en la casona, despierta la ilusión de doña
Julia que piensa en abrir ventanas y echar cera a los pisos; contratar a una sirvienta que
podría manejarse una imagen pública que de alguna manera representaría quitarse de
encima el agobio de una existencia en una pelea desigual contra un muñeco. Pero el turpial
semiótico y esotérico canta anunciando algo más que el filo de las cinco para el nuevo
guisado de codorniz. Anuncia la próxima desaparición definitiva del muñeco. Anuncia que
El niño ha decidido jugar con su nueva compañía. Con ella tiene una conexión
inusual que incluye un trato en voz baja, detalle de extrema importancia que nos insinúa un
contrato: yo hago, tú haces. Podría verse allí un juego de manipulación en el que ella pone
la interacción y el abuso de poder entre grupos y actores sociales…”, en manera sutil pero
perceptible se hace presente en el episodio de juego que involucra a los niños. Si bien a
primera vista es la niña quien ejerce poder, el logro final que proporciona al muñeco el
invisible pero eficaz hecho por el niño. Esta es una inferencia permitida por los vacíos que
Ya para el final, la escritora nos deja ver errores de agudeza en la envejecida Julia.
Perdió de vista a los niños en su juego y no pudo percatarse del instante de la voz baja entre
que le impidió ver el desenlace del secreto. Lo que seguiría sería asistir a un proceso en el
Lo que al cabo refiere el cuento es una valoración de mundo vista a través de los
de desolación y de impotencia que lleva a ceder ante la presión para mantener una
pertenencia, así se pierdan las valoraciones del ser. “El individuo que observa y enuncia
todo discurso, necesariamente expresa sus valoraciones del mundo.” (Hamon,1987, como
se citó en Ortega,2006)
Referencias
Ortega, M. (2006). Oriane, tia, Oriane, Marvel Moreno: la progresiva construcciòn de una
Ortega, M. (2008). "El muñeco" o el juego letal al escondite. Especulo. Revista de estudios
literarios, http://www.ucm.es/info/especulo/numero38/muneco.html.