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Maceiras J. y Bachino, N. (2008). Territorio, ámbito y campo. En: G.

Etcheverry y
A. Protesoni. (Eds.) Derivas de la Psicología Social Universitaria. (pp. 43- 65).
Montevideo: Ediciones Levy.
Territorio, Ámbito y Campo1 

Lic. Natalia Bachino


Mag. Jorge Maceiras Besnati

Introducción

Nos gustaría aludir que aquí no pretendemos agotar la temática a tratar, y a la vez,
especificar que nuestro propósito es ante nada situarnos en la perspectiva de generar
las condiciones de posibilidad para la interlocución con aquellos actores que así lo
entiendan.
Las categorías que trabajaremos a lo largo de esta comunicación son territorio, ámbito
y campo, que como se verá, están vinculadas a posturas epistémicas. Tienen que ver
con las posibilidades de conocer y comprender lo que ahí, en la delimitación de un
recorte de realidad puesto a consideración, el sujeto que asume tal encargo despliega.
En otras palabras, tiene que ver con la naturaleza de la relación entre quien pretende
conocer y comprender y aquello que tiene por destino ser comprendido o conocido.
Someramente queremos mencionar que desde el punto de vista epistémico nos
situamos en la perspectiva que considera al mismo en términos de teoría del
conocimiento, cuestión esta que nos independiza de dar cuenta del estatuto científico
de las categorías a trabajar. “Este tipo de epistemología reflexiona sobre cómo se
construye el conocimiento humano; intenta reflexionar sobre las condiciones de
emergencia en que surgen los saberes, las posibilidades de enunciación, los niveles
de validez y las relaciones que establecen con otros saberes.” (Folle & Protesoni,
2005: 42)
Nos referiremos a las condiciones de surgimiento de las nociones antes mencionadas
pero no para solidificarlas, hasta aquí territorio, hasta aquí ámbito, hasta aquí campo,
sino para ver que en realidad no existen como categorías puras, todo lo contrario, se
hallan en constante interpenetración y movimiento, a veces territorio, a veces ámbito, a
veces campo.
Transitaremos por el análisis y crítica de algunos dualismos, en particular los que
interpelan las díadas sujeto-objeto y teoría-práctica. Ejercicio de la crítica que implicará

1
Esta comunicación es una versión revisada y ampliada de la que presentamos como
docentes, en un espacio de trabajo diseñado en forma plenaria en el Curso de Introducción a la
Psicología Social del Área de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la UR.

Agradecemos la revisión y corrección realizada a este trabajo por la Prof. Adj. Mag. María
Ana Folle.

1
mostrar que en la creación de estos dualismos no hay nada de natural, todo lo
contrario, todo naturalizado.
Finalmente daremos cuenta de que las categorías referidas mantienen una relación de
interconexión, continuidades y discontinuidades; no obstante lo cual, las estamos
presentando claramente discriminadas solo con fines didácticos, sabiendo que a la
hora de intervenir éstas se muestran con límites difusos.

Territorio
“…de un cuerpo inepto, se ha hecho la máquina que se necesitaba;
se han corregido poco a poco las posturas; lentamente una coacción
calculada recorre cada parte del cuerpo, lo domina, pliega el conjunto,
lo vuelve perpetuamente disponible...”
Michel Foucault

La palabra territorio remite a “porción de la superficie terrestre perteneciente a una


nación, región, provincia, etc. || 3. Circuito o término que comprende una jurisdicción,
un cometido oficial u otra función análoga. || 4. Terreno o lugar concreto, como una
cueva, un árbol o un hormiguero, donde vive un determinado animal, o grupos de
animales relacionados por vínculos de familia, y que es defendido frente a la invasión
de otros congéneres.” (Real Academia Española, 2001: 2165)
Vemos que se sugiere soberanía y delimitación precisa de una cierta porción de
realidad que está sujeta a formaciones instituidas de gobierno que la rigen y
administran, y que por tanto reivindican autonomía e independencia de acción sobre
ella. Metáfora que nos sitúa en la perspectiva de pensar las disciplinas invariablemente
ligadas al territorio, ejerciendo poder, soberanía, dominación y exclusión de todo
aquello que le es ajeno (“otros congéneres”)
La noción de territorio es tributaria a una concepción epistemológica positivista propia
de la modernidad, la que erige a las disciplinas como organizadoras del conocimiento,
y en términos globales de una cosmovisión del mundo regida por la primacía de la
razón y el progreso permanente y lineal. Es en este sentido donde advertimos que
todo acto de conocimiento que contempla un objeto a conocer y un sujeto
cognoscente se concibe en compartimentos estancos, fragmentados, hendidos,
partidos, separados, desdoblados, descompuestos (splitting).
“…el hombre se pensaba radicalmente separado de la naturaleza; observador y
observado eran términos rigurosamente separados. En un universo domesticado de
esencias estables, de procesos reversibles, de leyes universales, reglado y predictible
[…] creía poder observar desde una perspectiva exterior independiente y arrancar al

2
mundo-objeto sus secretos para dominarlo a su arbitrio, sólo un proyecto era posible:
conocer para dominar.” (Najmanovich, 1995: 53)
Reparamos que la modernidad pone el énfasis en la razón como valor último,
desplazando en este sistema de conocimiento a la emoción del sujeto cognoscente.
La emoción en este universo se percibe como interferencia u obstáculo ya que le
estaría quitando el estatuto científico a ese conocimiento, por lo tanto en este
momento la implicación queda colocada en el lugar de lo impensado. Entendiendo por
aquella al conjunto de relaciones concientes e inconcientes que los actores mantienen
con los sistemas institucionales donde despliegan el acto cognoscitivo. Queda
entonces excluida la posibilidad de que el sujeto se interpele por las circunstancias
involucradas en la acción particular de conocer, lo que estaría obturando la capacidad
del pensar en relación a lo que se hace, así como en relación al saber cómo se piensa
en ese hacer.
El sujeto que ejerce la acción de intervenir con la disposición de conocer es en este
caso el técnico, y se ubica separado del recorte de realidad que define como su objeto
de estudio. Objeto formal y abstracto que es medible, reproducible, cuantificable,
autónomo, no contradictorio y unívoco y que se halla desligado de un sujeto
cognoscente, que a su vez tiene las características de ser a-histórico, aséptico,
trascendente y que en su interpretación de la realidad buscará verdades últimas
regidas por la obtención de una pretendida objetividad. Clara primacía de la lógica de
lo uno e imposibilidad de considerar lo múltiple que conllevaría la inclusión en el acto
cognitivo de aproximaciones a otros campos disciplinarios.
Modo de pensar y operar que en definitiva no supera los reduccionismos que son
propios a las lógicas de objeto discreto “que se delimitaron en los momentos
fundacionales de las ciencias humanas [y] que territorializaron tales saberes en
disciplinas académico-profesionales…” (Fernández, 2007: 28)
Se busca entonces generar visibilidad y comprensión a la vez que construir estrategias
de intervención desde un territorio disciplinario y disciplinante. La teoría y la técnica
despliegan en este sentido su mayor violencia simbólica, ya que diagraman cual
“lente” que se antepone a la mirada del técnico para indicarle y construirle el objeto de
estudio que tiene ante sí. Violencia simbólica que consiste en poner formas
reconocidas como convenientes y legítimas, produciendo efectos territorializantes que
no se presentan como tales al percibirse como universales. Foucault diría que una de
las razones de la eficacia del ejercicio del poder es que oculta parte de sus propios
mecanismos; en este sentido, la violencia simbólica nunca se presentaría como tal y
sus axiomas y dogmas no se cuestionarían sino que serían atribuidos al orden de las
cosas, a lo natural.

3
El técnico, que a ciencia cierta de investigador tiene poco, interpreta y aplica,
buscando de esta forma reencontrarse con un conjunto de certezas que empalmen
con el universo teórico disciplinario desde el cual partió. En última instancia, lo que se
estaría buscando es el reconocimiento de ese universo teórico antes que cualquier
eventualidad de un conocimiento nuevo, impredecible, que sorprenda.
Aquí la lógica que impera es la de la trascendencia, a saber, a partir del código propio
del territorio teórico disciplinario y mediatizado por la técnica, se va a otorgar un
sentido a lo que se entiende acontece en aquel lugar definido como recorte de realidad
u objeto que se halla reservado a la indagación. Estamos ante el gobierno de las
técnicas (tecnocracia), y estas pasan a ser “instrumentos cristalizados, arrancados de
las realidades que les dieron vida y considerados con un valor „en si‟ de carácter
universal” (Raggio, 1999: 72)
El dualismo teoría-práctica ostenta su mayor cristalización, de hecho ubicados en este
registro epistémico podemos pensar que el nivel de articulación (y si hay algo para
articular es porque está disociado) se da a partir de la noción de praxis. Entendida esta
como la puesta en juego de una intervención sobre un recorte de realidad desde un
referente teórico y que en el encuentro con el referente empírico (lo que podríamos
llamar práctica), produce un efecto de retorno sobre la teoría en donde esta se ratifica
o rectifica.
Tomando como ejemplo, y para ilustrar cómo opera un territorio disciplinario, podemos
remitirnos a las primeras experiencias de aplicación (y subrayamos esta palabra) del
psicoanálisis a los grupos.3 Ahí vemos cómo se extrae del psicoanálisis su teoría y su
técnica creada para ser desplegada en un espacio de trabajo dual, y se la extrapola
hacia un espacio de trabajo grupal. Y un momento donde esto se manifiesta
claramente es en las primigenias intervenciones del psicoanálisis en los grupos.
Donde se consideraba “…absolutamente válido [al psicoanálisis] para interpretar
regiones de otras territorialidades disciplinarias; esto implica no considerar otros
campos disciplinarios como tales, sino como meros espacios de aplicación del
psicoanálisis. Este tipo de extrapolaciones que suelen constituir -aun hoy- fuertes
impensables del psicoanálisis, pudieron hacer posible que estos primeros
psicoanalistas de grupo consideraran que solo era cuestión de trasladar el bagaje
tecnológico y su forma de contrato dual al colectivo, sin necesidad de grandes
modificaciones.” (Fernández, 1989: 95)

3
Véase la primera parte del capítulo 4: Hacia una Clínica Grupal del libro de Ana Ma.
Fernández “El Campo Grupal –notas para una genealogía”

4
Actualmente vemos que este artificio resulta sumamente rudimentario, ya que la
violencia que se ejerce desde la teoría y la técnica es aquí evidente. Coerción que
recae sobre lo que se pretende conocer o comprender a punto de partida de no
reconocerlo como un universo con legalidades propias o a descubrir, pero claramente
diferenciable del setting psicoanalítico tradicional.

Ámbito
“…líneas de articulación o segmentaridad, estratos, territorialidades;
pero también líneas de fuga, movimientos de
desterritorialización y de desestraficación.”
Gilles Deleuze & Félix Guattari

La noción de ámbito tal cual la plantea José Bleger en “Psicohigiene y psicología


institucional” en los años 60‟ es una categoría que aunque por momentos remite al
disciplinamiento propio del territorio, por otros, tiene la capacidad de abrir el abanico a
nuevas prácticas psicológicas que muestran atisbos rupturistas. Estos involucran una
ampliación de los lugares de intervención del psicólogo, al tiempo que promueven el
desarrollo de nuevos modelos conceptuales. Es por ello que desde una perspectiva
actual lo entendemos como una categoría bisagra, entre la noción ya referida de
territorio y la que trabajaremos más adelante de campo.
José Bleger era médico, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA)
docente universitario y discípulo de E. Pichon Rivière, por lo que toma de él, entre
otros aportes, el de epistemología convergente “según la cual las ciencias del hombre
conciernen a un objeto único: „el hombre-en-situación‟ susceptible de un abordaje
pluridimensional. Se trata de una interciencia, con una metodología interdisciplinaria,
la que funcionando como unidad operacional permite un enriquecimiento de la
comprensión del objeto de conocimiento y una mutua realimentación de las técnicas
de aproximación al mismo.” (Pichon Rivière, 1985: 12)
Por otro lado Bleger también es influenciado por las concepciones de estrategia de
Atención Primaria en Salud (APS) que comienzan a desplegarse a nivel mundial en
ese momento histórico. En la misma, el hombre es entendido como un ser
bio-psico-social y por lo tanto compartimentado por distintas disciplinas en una lógica
propia del territorio.
Es en este escenario que Bleger convoca al psicólogo al trabajo en salud pública y en
el espacio público en general, interrogando fuertemente las prácticas hegemónicas en
psicología que tenían lugar en la época y que eran principalmente la del profesional

5
liberal, psicoanalista, trabajando desde la enfermedad y en forma individual en el
consultorio privado. Es así que plantea que “El psicólogo clínico debe salir en busca de
su „cliente‟: la gente en el curso de su quehacer cotidiano.” (Bleger 1991: 37)
Al considerar relevantes las nociones pichonianas de hombre-en-situación y salud y
enfermedad como un continuo, vemos cómo Bleger está apuntando a comprender al
sujeto en el transcurrir de su vida cotidiana, afirmando que es aquí donde es necesario
intervenir para prevenir la aparición de la enfermedad o promover conductas más
saludables. Manifiesta asimismo que es preciso desarrollar nuevos instrumentos
conceptuales, dispositivos de intervención y una concepción de trabajo en equipo
interdisciplinario. También relaciona estrechamente la práctica con la investigación,
donde la primera ya no es una mera aplicación de la técnica, y es aquí donde
observamos que se ve influenciado por la metodología de investigación-acción de Kurt
Lewin. Y esto le permite plantear que la práctica no está subordinada a la investigación
sino que es su centro, y siendo consecuente con ello, critica al modelo médico
asistencial disociado de la investigación, al tiempo que busca interrogar las prácticas
psicológicas de la época, ampliando los ámbitos de intervención a la vez que los
modelos conceptuales.
“El enfoque social es doble: comprende movilidad y ampliación de los modelos
conceptuales, y extensión del ámbito de trabajo. Para ello es necesario el desarrollo
de nuevos instrumentos de trabajo que permitan el abordaje de cualquiera de los
ámbitos con modelos conceptuales de otros. Bleger buscó responder algunas
interrogantes del orden de ¿dónde intervenir?, ¿cómo y con qué?, ¿sobre quién o qué
se interviene?” (Etcheverry, 2001:102)
La noción de ámbito a veces aparece referida a un lugar físico y otras como modelo
conceptual. A lo largo de “Psicohigiene y Psicología Institucional” por momentos refiere
al ámbito como lugar de trabajo entendido empíricamente (individuos, grupos,
instituciones y comunidades) y es ahí cuando lo encontramos más cerca de la noción
de territorio antes trabajada y de un paradigma positivista, ya que estaría posicionado
desde una lógica del objeto discreto. De todas formas creemos que intenta hacer un
movimiento para salirse de esta restricción al establecer en su esquema la siguiente
distinción. “Conviene aclarar que no son sinónimos y que, por lo tanto, no coinciden
psicología individual y ámbito psicosocial, tanto como tampoco coinciden psicología
social con ámbito sociodinámico; la diferencia entre psicología individual y social no
reside en el ámbito particular que abarcan una y otra, sino en el modelo conceptual
que utiliza cada una de ellas; así, se puede estudiar la psicología de grupos (ámbito
sociodinámico) con un modelo de psicología individual, tanto como se puede estudiar
al individuo (ámbito psicosocial) con un modelo de la psicología social”. (Bleger, 1991:

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48) Es en este sentido que nos permite pensar que la psicología social no se
encuentra definida ni por el número de personas con las que se trabaja, ni por el lugar
donde se trabaja, sino por el enfoque con el que se trabaja. Por ello entendemos que
la mayor potencia del término ámbito se encuentra cuando la referencia al mismo es
en términos de modelo conceptual, donde el ámbito “…comprende la extensión o
amplitud particular en que los fenómenos son abarcados para su estudio o para la
actividad profesional.” (Bleger 1991: 51-52)
El autor en cierta medida problematiza el curso del desarrollo histórico que han
seguido los modelos psicológicos hegemónicos, los que tomando modelos
conceptuales gestados para pensar los fenómenos que ocurren en el sujeto, los han
trasladado para describir o caracterizar lo que acontece en las “agrupaciones
humanas”. Claramente reparamos en que son insuficientes para manifestarse sobre
las peculiaridades que en estas tienen lugar, y por eso destacamos la propuesta en
cuanto convoca al desarrollo y creación de modelos conceptuales que puedan dar
cuenta de los fenómenos específicos que en esas “agrupaciones humanas” tienen
lugar. “En cuanto a la ampliación de ámbitos, el desarrollo de la psicología ha seguido
el curso del sentido A, pero esta dirección ha coincidido en cierta medida con una
extensión de los modelos de la psicología individual a todos los otros ámbitos.”
(Bleger, 1991: 48)

(Grupos)

Sociodinámico

Psicosocial Comunitario

Institucional (Comunidades)

(Individuos)
(Instituciones)
B

(Bleger, 1991: 47)

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El sentido A estaría mostrando que los ámbitos en términos de modelos conceptuales,
yendo del individuo al grupo, a la institución y a la comunidad, generan un efecto de
territorialización con la consecuente violencia simbólica. Aquí se hace visible el sesgo
rupturista del planteo blegeriano, al que ligamos con la salida de esa lógica
disciplinaria unidireccional que se halla representada por el movimiento en la dirección
y sentido A. Por ello entendemos que este aporte lo ubica en el terreno de la
innovación, la que estaría planteada a partir de indicar la apertura a la movilidad y al
uso de modelos conceptuales que provienen de diversos ámbitos, los que en su
accionar son los que configuran el movimiento en el sentido B. El autor entonces dirá
que “…a medida que vamos abarcando en la práctica nuevos ámbitos y se estructuran
nuevos modelos conceptuales adecuados, se impone el sentido B.”
Esta concepción nos permite por ejemplo al trabajar en clínica con un sujeto (individuo
desde el texto de Bleger), poder pensar los distintos planos que lo componen así como
las diversas dimensiones que se hallan “jugadas” en esa singularidad; donde el mismo
está incluido en distintos grupos, su familia (como forma distintiva de grupalidad), una
determinada comunidad, al tiempo que es subjetivado por múltiples instituciones.
También nos habilita en la utilización de una herramienta, como por ejemplo el mapa
de red, surgido para intervenir en determinado ámbito como lugar empírico
(comunidad), para trabajar en otro como puede ser la clínica individual, donde se lo
estaría utilizando para abordar y comprender las redes sociales de un paciente
determinado.
Vemos claramente cómo Bleger propone una inflexión respecto al modelo conceptual
predominante, que estaba centrado en las disciplinas, con alto nivel de especificidad y
bien delimitadas unas de otras. En dicho modelo al individuo debía abordárselo con
teoría y técnica de alguna rama de la psicología individual, sea esta psicoanalítica o
cognitivo comportamental, por nombrar dos; igualmente con un grupo, al que debía
tratárselo con teoría y técnica de grupos, y lo mismo con los otros espacios
demarcados (instituciones y comunidades), pero siempre, siempre manteniendo la
relación entre el recorte espacial y la teoría y la técnica que para dicho ámbito se
había gestado.

Campo
“La orquídea se desterritorializa al formar una imagen, un calco de avispa;
pero la avispa se reterritorializa en esa imagen. No obstante, también
la avispa se desterritorializa, deviene una pieza del aparato de reproducción
de la orquídea; pero reterritorializa a la orquídea al transportar el polen”.

8
Gilles Deleuze & Félix Guattari

Lo que nos sugiere la noción de campo antes que nada, es que no estamos ante un
objeto discreto con las cualidades que les son propias y que se constituyeron como
tales en el encuentro con una forma de posicionamiento epistémico del sujeto
cognoscente. Al decir de Ana Mª. Fernández y Juan C. De Brasi “campo que rescata lo
4
diverso como aquello que agrupa lo discontinuo, sin cultivar lo homogéneo” y que
nos ubica en una concepción epistemológica de la complejidad “que implica una nueva
manera de pensarnos a nosotros mismos, la ciencia que producimos y el mundo que
construimos gracias a nuestras teorías y nuestra capacidad creativa.” (Dabas &
Najmanovich, 1995: 62)
Por lo tanto, si nos pronunciamos en términos de campo es porque nos distanciamos
definitivamente de pensar en términos de objeto discreto, situación que amplía las
posibilidades respecto a lo que se investiga, pudiendo pensar ahora sí desde la lógica
de la paradoja y de lo discontinuo, dejando atrás un pensamiento lineal causa–efecto.
Este movimiento de descentramiento estaría implicando posicionarse desde una
epistemología que contemple lo transdisciplinario, lo que posibilitaría generar mayor
visibilidad ya que se minimizarían ciertos puntos ciegos, entendiendo por estos un
cierto campo de visión epistémico que no es advertido, fenómeno que también
involucra el no darse cuenta que no se ve, es decir, una “ceguera de segundo orden”.5
En tal sentido lo que una teoría no permite percibir no son sus ocasionales errores o
fallas sino sus impensados, o sea, aquellas invisibilidades producidas a partir de sus
condiciones de posibilidad de enunciación.
Poniendo a consideración el dualismo sujeto-objeto, al ejercer sobre este par
dicotómico una mirada crítica desde esta perspectiva concluimos que ya no es sujeto
cognoscente y objeto a ser conocido. Todo lo contrario o al menos todo diferente, el
signo que los separe o los una no debe ser ya (-) sino (:), para así poder plantear la
díada en términos de sujeto: objeto, buscando indicar de esta manera que la relación
que establecen es de indeterminación. “La relación es de incertidumbre, lo cual nos
remite a un camino de investigación. Hablamos de procesos a elaborar, porque la
relación no está marcada y no sabemos bien cuál es la relación…” 6 Indicamos así que

4
Véase Ana Mª Fernández & Juan C. De Brasi (comp.) “Tiempo histórico y campo grupal
-Masas, grupos e instituciones-“, p. 15.
5
Véase el artículo de Heinz Von Foerster “Visión y conocimiento, disfunciones de segundo
orden”, donde desarrolla ampliamente entre otras, esta noción de ceguera de segundo orden
así como la de punto ciego.
6
Véase el artículo referenciado de Juan C. De Brasi (1995) “Grupo: Multiplicidad”, él trabaja
con esta puntuación para dar cuenta de que la relación es de incertidumbre y

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las fronteras que unen separando o separan uniendo son difusas, porosas, de límites
inexistentes o imprecisos, lo que nos habilita a pensar en términos de conexiones y
acoples. Condición de posibilidad para pensar en términos de multiplicidad, lo que
lleva implícito el trabajo en el entre, en el “y”, donde se establece entre los elementos
la síntesis conectiva que es lo inmanente mismo del encuentro.
La figura que se ubicaría en el lugar del sujeto cognoscente queda claro que aquí no
es la del técnico, asentado en formaciones de dominación y ejercicio de una violencia
simbólica y disciplinaria, sino la del investigador, ya que como vimos, no hay nada que
aplicar.
Trabajaremos entonces con dos categorías que formuladas en términos de campo nos
permiten especular cómo se interviene y piensa en relación a un recorte de realidad
donde ya no existe un sujeto cognoscente escindido de un objeto de conocimiento.
Donde al primero lo concebimos desterritorializándose para advenir constructor de un
campo de conocimientos, al tiempo que al segundo, campo de problemáticas a
formular. Enfoque que está indicando que ninguno posee existencia propia en tanto se
conforman como tales en el encuentro, y es por ello que les corresponde ser pensados
en términos de inmanencia. Y más aún al considerar que lo realmente importante es el
proceso de conocimiento en un espacio abierto, interconectado y susceptible de
adaptación y modificación en conexión con una realidad que es antes que nada
contextual. Es decir, solo funcionan en conexión, acoplando, siendo asimilados al
modelo de la máquina y no al de la mecánica. La forma en que opera la mecánica es
cerrada sobre si misma, la máquina por el contrario no funciona nunca de manera
aislada, siempre conectando, siempre borrando las fronteras o haciéndolas difusas,
operando por flujos.
“El trabajo en campos de problemas y no de objeto unidisciplinario implica considerar
que pensar problemáticamente es trabajar ya no desde sistemas teóricos que operen
como ejes centrales sino pensar puntos relevantes, que operen permanentemente
descentramientos y conexiones no esperadas; el problema no es una pregunta a
resolver sino que los problemas persisten e insisten como singularidades que se
despliegan en el campo.” (Fernández, 2007: 29)
En términos de campo no hay un lugar para lo teórico por un lado y lo práctico por otro
como categorías disociadas, ya no teoría-práctica, solo relaciones de indeterminación
(teoría: práctica) Es en este punto donde nos permitimos seguir a Foucault dialogando

consecuentemente el posicionamiento del sujeto cognoscente es el de investigador. El autor


aborda una concepción de grupo en el artículo y puesta a consideración esta y sus
descentramientos se propone ubicarla no en un a priori, sino en el proceso de construcción del
proceso grupal mismo.

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con Deleuze cuando manifiestan: “La práctica es un conjunto de conexiones de un
punto teórico con otro, y la teoría un empalme de una práctica con otra. [...] Es en esto
en lo que una teoría no expresa, no traduce, no aplica una práctica; es una práctica.”
(Foucault, 1992: 78-79)
Indicamos y reiteramos, desde este posicionamiento no se piensa ni opera desde un
marco teórico que estaría signado por la lógica de lo uno y sumido en criterios de
verdad adhiriendo a relatos totalizadores y totalizantes. Se trata de construir
instrumentos para pensar campos de problemáticas, donde la constitución del campo
de conocimientos desde donde intervenir se va construyendo atendiendo a lo
específico, lo local y puntual, y donde no tienen cabida cristalizaciones teórico-técnicas
con criterio de universalidad. Situados en este enfoque es que nuevamente
recordamos el diálogo de Foucault con Deleuze cuando expresan: “Eso es, una teoría
es exactamente como una caja de herramientas […] Es preciso que sirva, que
funcione. Y no para uno mismo. Si no hay personas para utilizarla, comenzando por el
teórico mismo, que deja entonces de ser teórico, es que no vale nada, o que el
momento no llegó aún.” (Foucault, 1992: 79)
Ya no marco teórico ni disciplina, la tarea propositiva entonces apunta al
desdisciplinamiento de los cuerpos disciplinarios, cuestión que implica incurrir en
procedimientos complejos por cierto y que están encaminados hacia una elucidación
crítica, la que podríamos descomponer siguiendo a Ana Ma. Fernández en tres
grandes líneas: “desnaturalizar los dominios de objeto instituidos sin por ello invalidar
los conocimientos que ellos han producido y producen. […] deconstruir las lógicas
desde donde han operado sus principios de ordenamiento, [y] genealogizar, o al
menos realizar algunos rastreos genealógicos que permitan interrogar los a priori
desde los que un campo de saberes y prácticas ha construido sus
conceptualizaciones.” (Fernández, 2007: 28)
Nos gustaría ejemplificar sobre algunos de los aspectos presentados en este ítem a
través de la siguiente viñeta: un hombre oriundo del medio rural se dispone a solicitar
un tratamiento psicológico y en una primera instancia se le propone una frecuencia
semanal de 2 sesiones de 50 minutos de duración. Se va viendo a lo largo de los
primeros encuentros que esos minutos no son suficientes para que el paciente pueda
desplegar un discurso que habilite a trabajar y pensar sobre su padecimiento. Luego
de 2 o 3 sesiones de 50 minutos hay una comprensión por parte del psicoterapeuta
acerca de aquello que insistiendo se presenta como obstáculo al trabajo clínico. La
suposición que se construye por parte de este, recae sobre la existencia de una
temporalidad diferente que no es la urbana. Se busca no violentar técnicamente esa
disposición y consecuentemente se la considera e incluye en el trabajo clínico, es a

11
partir de ello que se propone un cambio que consiste en una frecuencia de una sesión
semanal pero de 100 minutos (es decir 1hora 40minutos). Allí, inmanentemente, se
constituyó un campo de problemas a la vez que campo de conocimientos, en el
entremedio, en el espacio de trabajo que es espacio de producción. Campo de
problemas porque ya no hay una sujeción intransigente al referente temporal
establecido a priori, nada a aplicar, sí “…desdisciplinar las territorializaciones
disciplinarias, para poder demarcar las cuestiones de otro modo.” (Fernández, 2007:
28) Y también campo de conocimientos, porque el técnico adviene investigador, en
tanto ya no hay una primacía de la técnica como criterio de verdad al interrogar el
precepto que dice que es en 50 minutos que se tiene o debe desplegar un discurso en
la clínica. “Los procesos de conocimiento están insertados de este modo a partir de
sus historicidades, implicaciones, estrategias discursivas y extradiscursivas,
afecciones singularizadas y requerimientos que los frenan o potencian…”. (Fernández
& De Brasi, 1993: 14)
En este ejemplo tan breve y que solo abarca algún aspecto de lo que aquí
pretendemos mostrar, vemos cómo sería proceder en términos de campo,
apartándose de territorializaciones técnico-disciplinarias al interrogar una regla que el
encuadre psicoanalítico considerara un a priori de valor universal. Vemos también
cómo este movimiento (el que propone el psicoterapeuta) posibilitó generar visibilidad
sobre las temporalidades, que sería una de las líneas de análisis que componen el
dispositivo de intervención y donde se deja entrever que dispositivo y encuadre son
puestos a consideración como categorías claramente diferenciables.7

Desenlaces
No es lo mismo estar inconcluso que estar indeciso.
Estar inconcluso quiere decir estar vivo.
Marcelo Percia

7
Véase el artículo referenciado “¿Que es un dispositivo?”, allí Deleuze dirá que un dispositivo
es como una especie de ovillo o madeja y propone pensarlo como un conjunto de líneas –hilos-
que se entrecruzan de manera compleja, a la manera rizomática y no arborescente. Nos dice
que “esas líneas del dispositivo no abarcan ni rodean sistemas cada uno de los cuales sería
homogéneo por su cuenta [...], sino que siguen direcciones diferentes, forman procesos
siempre en desequilibrio y esas líneas tanto se acercan unas a otras como se alejan unas de
otras. Cada línea está quebrada y sometida a variaciones de dirección (bifurcada,
ahorquillada), sometida a derivaciones.”

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Nuestra intención, como esperamos se haya podido observar, fue darle trámite a las
tres categorías puestas a consideración en la perspectiva de conocer y comprender
algo más acerca de ellas.
Algunas de las ideas propuestas por Deleuze y Guattari cuando trabajan sobre el
Modelo tecnológico en “1440 Lo Liso y Lo Estriado”, nos posibilitan pensar la relación
que se despliega en torno a la díada territorio y campo, pero no para fijarlos como par
en radical oposición, nuevamente todo lo contrario o por lo pronto diferente, para
pensarlos sí, pero antes que nada en movimiento.
Nuestra disposición es promover la expansión de lo hasta aquí expresado con el
trabajo sobre lo metafórico, valga para ello la idea de que una “lente” que se antepone
al observador lo puede hacer advenir técnico o investigador. Lente-tejido-disciplina o
lente-fieltro-transdisciplina respectivamente.
“Un tejido presenta en principio un cierto número de características que permiten
definirlo como espacio estriado. […] el fieltro, procede de forma totalmente distinta,
como un antitejido. El fieltro no implica ninguna separación de los hilos, ningún
entrecruzamiento, sino únicamente un enmarañamiento de las fibras […] Un conjunto
imbricado de este tipo no es en modo alguno homogéneo: sin embargo es liso, y se
opone punto por punto al espacio del tejido (es infinito por derecho, abierto o ilimitado
en todas las direcciones; no tiene derecho ni revés, ni centro; no asigna fijos y móviles,
sino que más bien distribuye una variación continua)” (Deleuze & Guattari, 1988: 484-
485)
Si bien la referencia metafórica establecida por nosotros al considerar los diferentes
posicionamientos epistémicos como “lentes” que diagraman una forma de encuentro
entre objeto/campo de problemáticas y sujeto/campo de conocimientos parece lícita.
No podemos dejar de advertir que esta categorización establece demarcaciones que
segmentan duramente, por lo que corresponde mencionar que donde se construye un
campo de problemáticas siempre existe también algún indicio de territorialización y a la
inversa. Respecto a la primera derivación, siempre en el campo aparece un efecto de
teoría, es decir, surgen micro-instancias donde lo procesual queda capturado bajo la
égida del territorio. En cuanto a la segunda, siempre en un efecto de territorialización
se materializan líneas que desatienden la captura, son desvíos que trascienden los
dominios de ese territorio y que podrían, si el técnico cede, ingresar en un proceso de
desterritorialización. Situación que sólo es posible si se contempla al desvío y se da
cabida a lo novedoso que insiste y no puede ser comprendido (en una doble acepción:
como sinónimo de entender y de estar incluido en) desde un referente teórico
disciplinario dado.

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“Unas veces podemos señalar una oposición simple entre los dos tipos de espacios.
Otras debemos indicar una diferencia mucho más compleja que hace, que los términos
sucesivos de las oposiciones consideradas no coincidan exactamente. Otras, por
último, debemos recordar que los dos espacios solo existen de hecho gracias a las
combinaciones entre ambos: el espacio liso no cesa de ser traducido, transvasado a
un espacio estriado; y el espacio estriado es constantemente restituido, devuelto a un
espacio liso.” (Deleuze & Guattari, 1988: 483-484)
Finalizando ya, queremos decir que nominamos este apartado desenlace con la
intención de dejar de lado toda pretensión de conclusión o cierre; por el contrario,
nuestra idea es dejarlo abierto al planteo de nuevas líneas que permitan desatar otras
y así, y así sucesivamente. Pretendiendo significar de esta manera que desplegar los
sentidos posibles que emerjan de esta comunicación en parte nos compete y en parte
atañe al lector.

Primavera de 2008

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