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Codificación

El método seguido, tanto por los individuos particulares como por los Papas, al elaborar
colecciones canónicas es, en general, más bien una compilación coordinada o una yuxtaposición
de documentos que una codificación en el sentido moderno de la palabra, es decir, una redacción
de las leyes (todas las leyes) en una serie ordenada de textos breves y precisos. Es cierto que la
antigüedad, incluso el derecho romano, no ofrecía ningún modelo diferente al de las diversas
colecciones, ese método, sin embargo, hace mucho tiempo que dejó de ser útil o posible en el
derecho canónico. Después del "cierre" del "Corpus Juris" se hicieron dos intentos; el primero
fue de poca utilidad, no siendo oficial; el segundo, fue oficial, pero no fue llevado a un resultado
exitoso. En 1590 el jurisconsulto Pierre Mathieu, de Lyon, publicó bajo el título "Liber
Septimus", un suplemento al “Corpus Juris", dividido de acuerdo con el orden de los libros y
títulos de las Decretales. Incluye una selección de constituciones papales, desde Sixto
IV hasta Sixto V (1471-1590), pero no los decretos del Concilio de Trento. Esta compilación
fue de algún servicio, y en cierto número de ediciones del "Corpus Juris" se incluyó como un
apéndice. Tan pronto como se publicó la edición oficial del "Corpus Juris" en 1582, Gregorio
XIII nombró una comisión para actualizar y completar la venerable colección. Sixto V apresuró
la obra y finalmente el cardenal Pinelli le presentó a Clemente VIII lo que estaba destinado a
ser el "Liber Septimus". Con el propósito de estudios posteriores, el Papa lo imprimió en 1598:
las constituciones pontificias y los decretos del Concilio de Trento se insertaron en él en el
orden de las Decretales. Por varias razones, Clemente VIII se negó a aprobar esta obra y el
proyecto fue definitivamente abandonado. (Una edición abreviada de este “Liber Septimus” de
Clemente VIII fue publicada por M. Sentis, Friburgo, 1870.) Si esta colección hubiera sido
aprobada, habría sido tan poco utilizada hoy como las otras, la situación continuaría
empeorando.
Muchas veces durante el siglo XIX, especialmente en la época del Concilio Vaticano (Collectio
Lacensis, VII, 826), los obispos habían instado a la Santa Sede a elaborar una colección
completa de las leyes vigentes, adaptadas a las necesidades del día. Es cierto que se cumplieron
sus solicitudes respecto a ciertos asuntos: Pío X en su "Motu Proprio" del 19 de marzo de 1904
se refiere a la constitución "Apostolicae Sedis" que limita y cataloga las censuras "latæ
sententiæ", la Constitución "Officiorum", que revisa las leyes del Índice; La Constitución
"Conditæ" sobre las congregaciones religiosas con votos simples. Estos y varios otros
documentos fueron, además, redactados en artículos breves y precisos, en cierta medida una
novedad y el comienzo de una codificación. Pío más tarde ordenó oficialmente una
codificación, en el sentido moderno de la palabra, para todo el derecho canónico. En el primer
año de su pontificado emitió el Motu Proprio “Arduum”, (De Ecclesiae legibus in unum
redigendis); trata sobre la codificación completa y reforma del derecho canónico. Con este
propósito, el Papa solicitó a todo el episcopado, agrupado en provincias, que le informaran
sobre las reformas que deseaban. Al mismo tiempo, nombró una comisión de consultores, a
quienes correspondió el trabajo inicial, y una comisión de cardenales, encargada del estudio y
la aprobación de los nuevos textos, sujetos más tarde a la sanción del pontífice soberano. Los
planes de los diversos títulos se confiaron a los canonistas en todos los países. La idea general
del Código resultante incluye (después de la sección preliminar) cuatro divisiones
principales: personas, cosas (con subdivisiones para los sacramentos, lugares y objetos
sagrados, etc.), juicios, delitos y penas. Es prácticamente el plan de las "Institutiones", o
manuales de derecho canónico. Los artículos fueron numerados consecutivamente. Este gran
trabajo fue terminado en 1917.

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