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GENERALIDADES
Los albigenses fueron una secta herética de los siglos XI y XIII, que se extendió desde la ciudad de Albi
(Occitania) de la que toma su nombre, por toda Europa. También conocida como "cátara" -del griego
kataros (puro).
Era una comunidad que se distinguía por su pobreza y que se nutría en las fuentes de la primitiva Iglesia de
los apóstoles. Estos hombres, animados por unas sólidas creencias, no dudaban en utilizar los textos de las
Sagradas Escrituras en defensa de sus posiciones teológicas, lo que resultaba muy peligroso para la Iglesia
romana.
El catarismo fue un evangelismo que propugnaba la necesidad de llevar una vida ascética y la renuncia al
mundo para alcanzar la perfección.
Sus principales centros de desarrollo fueron Tolosa de Languedoc, Narbona, Carcassona, Besiers y Foix.
Sus militantes extendieron sus creencia por el Reino de Aragón y por el norte de Italia.
Del mismo modo que se sentían atraídos por los Evangelios, los cátaros rechazaban el Antiguo
Testamento. Igualmente, repudiaban la relajación de costumbres del clero medieval y las ansias de poder
temporal de sus prelados. Admitían únicamente, el sacramento de la imposición de manos y rechazaban
todos los sacramentos posteriores que no se fundaban en las Santas Escrituras.
Un punto especialmente conflictivo de la doctrina cátara fue que en Jesucristo solamente admitían la
naturaleza divina, en la medida en que pensaban que era un ser celestial enviado por el Padre para ofrecer
la esperanza de salvación a los hombres. Negaban tajantemente la naturaleza divina de Jesús y
rechazaban, igualmente, la eucaristía y la veneración de la cruz. Pensaban que esta era un simple madero
que se había utilizado por el Mal, que domina nuestro mundo, como instrumento de suplicio de Cristo por
los hombres. En suma , los cátaros ofrecían a los creyentes un cristianismo en el que gracias a la vía de
salvación ofrecida por Jesús se puede evitar la condena eterna; un cristianismo sin culto a la cruz; un
cristianismo sin eucaristía, ....
Otro de los factores del éxito de los cátaros fue que los buenos hombres llevaban el Nuevo Testamento a
los hogares en que realizaban las predicaciones. Los cátaros se mostraron a las poblaciones cristianas
como unos predicadores (itinerantes y pobres individualmente) de la Palabra de Dios. En unos tiempos en
que la Iglesia Católica solo citaba los textos sagrados en latín, con lo que resultaban incomprensibles para
el pueblo, los cátaros los tradujeron a la lengua romance. Ahora, gracias a la labor de los perfectos, el
Evangelio estaba al alcance de todos.
El catarismo, que adoptaba unas posturas muy críticas contra el materialismo de la Iglesia de Roma y
cuyos adeptos eran tremendamente exigentes consigo mismos en cuanto a pureza de costumbres llegó a
establecerse como una contraiglesia adecuadamente organizada, con su propio clero mixto y sus obispos.
En las casas cátaras los buenos hombres vivían en comunidad, recibiendo la predicación de sus diáconos.
Estas casas estaban abiertas a la sociedad de su entorno, no existiendo ningún tipo de clausura, sino que,
por contra, sus habitantes entraban y salían en cualquier momento y los vecinos tenían igualmente acceso
a ellas. Todas estas singularidades, unido a un modo de vida ascético y ejemplar, hacía que sus creencias
encontrasen fácil difusión, como de hecho sucedió.
El Inquisidor Domingo de Guzmán, se encuentra sobre una tribuna con dosel y está rodeado por seis
jueces, uno de ellos viste el hábito dominico, mientras que otro sostiene el estandarte del Santo Oficio.
Otros doce inquisidores completan el grupo. Hay dos herejes desnudos que ocupan a la derecha su sitio
en la pira (no se les quemaba con ropaje, excepto el indispensable para “ocultar sus vergüenzas”)
mientras otros dos aguardan su turno al pie de la misma. Los letreros enuncian "condenado herético".
El Inquisidor Domingo de Guzmán presidiendo una quema de libros heréticos
Los pocos Perfectos que quedaron huyeron a Italia, donde lograron supervivir algún tiempo, y algunos llegaron
también a Cataluña. En el Languedoc se mantuvo un pequeño rescoldo en casas particulares, y hubo pequeñas
intentonas de rebelión hasta el siglo XIV, sin ningún éxito.
De todos modos, el catarismo dejó una profunda huella espiritual que perduró a través de los siglos, llegando
hasta el siglo XVI, donde vemos ciertos parecidos con la aparición del protestantismo. Su pasado se hunde en lo
más remoto de los tiempos, en el zoroastrismo persa y el maniqueísmo, y su presente se halla, aunque
transformado, en las religiones protestantes, especialmente el calvinismo.
«Sería demasiado largo describir con lujo de detalles la manera en que estos mismos herejes Maniqueos
predican y enseñan a sus seguidores, pero hemos de considerarlo brevemente aquí.
En primer lugar, ellos generalmente dicen de sí mismos que son cristianos buenos, que no juran, ni mienten, ni
hablan la mal de otros; que no matan a hombre ni a animal, ni nada que tenga aliento de vida, y que tienen la fe
del Señor Jesucristo y su evangelio tal como la enseñaron los apóstoles. Ellos afirman que ocupan el lugar de los
apóstoles, y, por motivo de las cosas antes mencionadas, es que la Iglesia Romana, a través de los prelados, los
clérigos, y los monjes, y especialmente los inquisidores de la herejía, los persigue y les llama herejes, aunque
son buenos hombres y buenos cristianos, y que son perseguidos así como lo fueron Cristo y sus apóstoles por
los Fariseos.
Además, ellos hablan al laicado acerca de la perversa vida de los clérigos y prelados de la Iglesia Romana,
indicando y exponiendo el orgullo, codicia, avaricia e inmundicia de sus vidas, y otros tales males a su entender.
Ellos invocan con su propia interpretación y según sus habilidades la autoridad de los Evangelios y las Epístolas
contra la condición de los prelados, eclesiásticos, y monjes, a quienes ellos denominan Fariseos y falsos
profetas, quienes dicen, pero no hacen.
Después atacan y vituperan, uno por uno, todos los sacramentos de la Iglesia, especialmente el sacramento de
la eucaristía, diciendo que no es posible que contenga el cuerpo de Cristo, porque aunque fuese tan grande
como el monte más alto, los Cristianos ya lo habrían consumido para esta fecha. Afirman que la hostia viene de
la paja, que pasa por las colas de caballos, a saber, cuando la harina es limpiada por un cedazo (de pelo de
caballo); y además, pasa por el cuerpo y tiene un fin vil, lo cual, ellos dicen, no podría acontecer si Dios estuviera
allí.
Del bautismo, afirman que el agua es material y corruptible y es por lo tanto la creación del poder malo, y que no
puede santificar el alma, pero que los eclesiásticos venden esta por avaricia, tal como venden la tierra para
enterrar a los muertos, y el aceite a los enfermos cuando los ungen, y tal como venden la confesión de pecados
hecha a sacerdotes.
Por lo tanto ellos declaran que la confesión hecha a los sacerdotes de la Iglesia Romana es inútil, y que, puesto
que los sacerdotes pueden ser pecadores, ellos no tienen potestad de soltar ni de atar, y, siendo impuros en sí
mismos, no puede hacer limpios a otros. Afirman, además, que la cruz de Cristo no se debe adorar ni venerar,
porque, según insisten, nadie venera ni adora el patíbulo sobre el cual un padre, pariente, o amigo ha sido
colgado. Ellos también declaran que los que adoran la cruz deben, por razones semejantes, venerar todas las
espinas y las lanzas, porque cuando el cuerpo de Cristo estaba en la cruz durante la pasión, así mismo estuvo la
corona de espinas en su cabeza y la lanza del soldado en su costado, Ellos proclaman muchas otras cosas
escandalosas con respecto a los sacramentos.
Además ellos leen de los Evangelios y las Epístolas en la lengua vulgar, aplicándolas y exponiéndolas a su favor
y contra la condición de la Iglesia Romana en una manera que lo tomaría demasiado tiempo describir con lujo de
detalles; pero todo relacionado con este tema se puede leer de modo más completo en los libros que ellos han
escrito e infectado, y pueden aprenderse de las confesiones hechas por aquellos de entre sus seguidores
quienes se han convertido.»