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EL CEREBRO DESPUÉS DE LAS VACACIONES

Habitualmente, la mayoría de los humanos realizamos actividades rutinarias que le


permiten al cerebro atenuar preocupaciones y adaptarse mejor a los imprevistos. Realizar
esto al horario luz-oscuridad es un proceso biológico-social con impacto hormonal y
cerebral. El hipotálamo es un reloj biológico interno que adapta este proceso de ciclo en
la vida. Esta estructura del cerebro detecta la cantidad de luz, indica los tiempos de
relajación, hambre, sed, necesidades fisiológicas, interpretación de motivaciones, así
como de sensación de plenitud. Es esta región del cerebro la que tarda en adaptarse al
regreso de las actividades después de unas vacaciones. De la misma forma que puede
ayudar a dar la sensación de poner un parche a las adversidades mediante el engaño de
generar motivaciones, cambios hormonales o actividad de regiones cerebrales cuando es
necesario.
En las vacaciones desaparece el ritmo/horario laboral o de estudio, los periodos de
descanso se prolongan a lo largo del día. El descanso diurno adquiere una mayor
importancia favorecida muchas veces por una actividad nocturna intensa. La hora de
dormir se desfasa, y lo mismo ocurre con el horario de levantarse. Cambia la liberación
de hormonas como el cortisol, leptina, melatonina e insulina: existe un reordenamiento
metabólico que lleva a ingerir más calorías. Regresar a los horarios ordinarios de oficina,
escuela o trabajo, plantea un cambio brusco e inmediato en la fisiología. El tiempo que
necesita nuestro organismo para nuevamente estar en línea con el horario y actividades
oscila entre 24 a 48h dependiendo de la carga emocional, energética, desarrollo y edad.
La falta de los factores dopaminérgicos hace que el cerebro demande las fuentes de
dopamina que en las vacaciones nos mantenían felices, por ejemplo: el despertar tarde,
un gran margen de tiempo para elegir actividades, descansar por más minutos u horas o
visitar lugares nuevos, las comidas ricas o diversas, sin horarios; al no existir más estos
estímulos, el cerebro interpreta esto como un síndrome de abstinencia corto pero efectivo
en sus manifestaciones. Es por ello que la motivación resulta necesaria y no siempre
funciona en los primeros momentos de despertarse o ingresar a horas intensas de
actividad física. Los síntomas más frecuentes son dolor de cabeza / migraña, fatiga,
dolores musculares y náuseas. Además, las infecciones virales (como herpes labial,
resfriado común) se informaron con frecuencia en relación a las vacaciones. También
ansiedad y depresión.

Qué le sucede al cerebro y al organismo después de las vacaciones

El síndrome postvacacional tiene un cuadro de debilidad y falta de ánimo generalizado.

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Problemas de somnolencia diurna (sueño diurno y facilidad para dormir sentado/parado)
asociado a insomnio de la 3ª hora.
La concentración y la tolerancia al estudio o al trabajo disminuyen
considerablemente. Aparece una actitud de hastío, enfado, irritabilidad, desidia e
hiperactividad neuronal. Es común la sensación de que el trabajo o el estudio no se
pueden realizar. La corteza pre-frontal adapta un proceso de toma de decisiones rápidas
para impedir el colapso conductual, la motivación de lo rápido –aunque no sea correcto,
aparece-. En general, en las primaras 48 h, aparece un cuadro semejante a la depresión:
disminuye la capacidad de alegrase, la sensación de tiempo cambia (el tiempo pasa
lentamente), cambia el apetito y se asocia a la añoranza de que el periodo reciente-
pasado ha sido extraordinario.
A nivel de organización, resulta complicado organizar una agenda, acuerdos o citas.
Se inicia un proceso de posponer reuniones laborales/estudio. Los retrasos son evidentes
para llegar a citas, escuela o trabajo. En algunos casos es común trabajo pospuesto que
resulta más complicado llevar a cabo después del regreso vacacional. De tal manera que
es común la actividad límbica del cerebro: enojo, enfado y molestia a punto de estallar a
la menor provocación, el resultado es un mal humor o enojo sin objetivo real, que incluso
puede llegar a la violencia verbal o física.
Una liberación de adrenalina es constante, la sensación de terminar todo rápido, de
hablar fuerte para llamar la atención o la necesidad de salir para reorientar los
pensamientos son comunes. La falta de los factores dopaminérgicos hacen que el cerebro
demande las fuentes de dopamina que hace poco nos mantenían felices: el despertar
tarde, el tiempo de sobra para elegir actividades, el dormir, descansar o visitar lugares
nuevos, las comidas ricas o diversas. Al no existir, semejan un corto pero efectivo
síndrome de abstinencia.
Es común la sensación de que falta algo, aunque no se es objetivo, explica en mucho
la inquietud e inseguridad para iniciar de nuevo las actividades. Esto se asocia a la falsa
percepción de que las cosas no funcionan. El desconcierto, la sensación de sorpresa
embargan los primeros 2 días al regreso a la oficina o la escuela. La probabilidad de
fracasos financieros, negocios, exámenes o nuevos contratos es más alta que en cualquier
época del año.
Existen algunas situaciones o estados que predisponen a padecer este síndrome:

1. Vacaciones largas, agotadoras o durante las que no se descansa


adecuadamente.
2. Adaptación insuficiente al ámbito laboral, presente incluso antes de las
vacaciones. Falta de motivación laboral.

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¿Cómo se relaciona el reloj interno con el proceso que da lugar al
desarrollo del síndrome postvacacional?

Las personas habitualmente necesitan una serie de condiciones para desarrollar su


actividad y organizar alrededor una forma de vida en la cual se sienten la mayor parte de
las veces a gusto. Para ello, se lleva una rutina que suele ser acorde con el biorritmo
peculiar. Toda esa actividad está de acuerdo con una especie de reloj interno que marca
el estado en que el organismo se encuentra. Además, se necesitan una serie de
motivaciones que impulsen a seguir adelante a lo largo de la vida.
Estas motivaciones actúan muchas veces como verdaderos parachoques que permiten
superar muchas dificultades. La presencia actual de esas motivaciones otorga una
especial resistencia frente a la adversidad. Un fallo en ese biorritmo habitual así como
una ausencia de dichas motivaciones en el contexto de una vuelta a la vida ordinaria tras
un periodo vacacional puede producir la aparición de este síndrome. Durante las
vacaciones es del todo conocido que ese ritmo de vida sufre un cambio significativo.
Desaparece el ritmo de trabajo mientras que los periodos de descanso se prolongan a
lo largo del día. El descanso al mediodía adquiere una mayor importancia favorecida
muchas veces por una actividad nocturna intensa. La hora de acostarse se retrasa con lo
cual lo mismo ocurre con la de levantarse. Esto unido a una ausencia casi completa de
rutina con un desorden total de nuestros hábitos incluidos las comidas da lugar a que
nuestro biorritmo se vea profundamente afectado, si es que llega a existir. La vuelta a la
vida ordinaria puede suponer un cambio brusco para el organismo. Se restituye la rutina a
la cual teníamos acostumbrado nuestro cuerpo, sin embargo, en el momento de nuestra
incorporación a esa rutina nos falla lo fundamental.
Si no se produce ese acoplamiento rápidamente a este nuevo ritmo de vida se
produce una falta de coordinación entre los que la rutina nos exige y lo que podemos
ofrecer. Por otro lado, la ausencia de motivaciones o la focalización excesiva de éstas
alrededor del periodo estival dan lugar a que una vez acabadas las vacaciones,
desaparezca cualquier motivación que nos anime a seguir adelante, sobre todo cuando
contemplamos con pavor cómo hasta el siguiente periodo vacacional tiene que transcurrir
todo un año. La concurrencia de ambos fenómenos puede dar lugar a la aparición de este
síndrome.

El mejor remedio, la prevención

El remedio, como ocurre muchas veces, está en prevenir su aparición. En este sentido se
pueden intentar diversas medidas.

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El periodo vacacional permite una libertad que no se tiene en otros periodos del año.
Ahora bien, mantener un horario nos permitirá que sigamos con un cierto biorritmo. A
medida que se acerca el fin de las vacaciones, una vuelta progresiva, aunque no sea
completa, a la rutina habitual puede favorecer que ese cambio no resulte dramático ni
catastrófico.
Evitar una motivación personal excesivamente centrada en las vacaciones. No se
puede estar deseando las vacaciones durante una mitad del año y lamentarse de que se
hayan acabado durante la otra mitad. Para ello, es conveniente mantener determinadas
aficiones. Puede haber aficiones que se hayan iniciado durante las vacaciones, que sea
recomendable mantener a lo largo del año. Evidentemente, no deben ser aficiones muy
unidas al periodo del año en el que se encuentre cada persona.
En relación a todo lo anterior, la división del periodo vacacional en varias partes
puede ayudar de forma importante a cumplir esos objetivos. Evitará que exista una
sensación de saturación respecto a las vacaciones y a la vuelta nos ayudará saber que
todavía nos quedan.
Si a la vuelta de las vacaciones se produce un enfrentamiento a un trabajo acumulado
durante el periodo estival, se pueden seguir algunas recomendaciones. En primer lugar
ordenar la mesa de trabajo evitando los montones caóticos. Se debe hacer un esfuerzo
por intentar organizar la agenda, estableciéndose un plan de lucha real que intente
afrontar las tareas pendientes con un orden de prioridades.
Si a pesar de todo lo anterior se presenta este problema, el apoyo de un especialista
puede ser muy importante. Aportará la ayuda necesaria que en ocasiones podrá ser
farmacológica, sobre todo si se presentan problemas de ansiedad o de insomnio. En otros
momentos podrá ser recomendable el empleo de antidepresivos.

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