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EL CEREBRO FELIZ EN EL TRABAJO

El buen humor incide de forma directa en la comunicación entre compañeros, la cohesión


de los empleados ante una adversidad, así como en su satisfacción personal; incrementa
la productividad y fomenta la creatividad.
Es lógico plantear que las experiencias que llevan a la insatisfacción en el trabajo no
coinciden con las que aportan felicidad y bienestar a los empleados.
¿Qué factores son los que alejan la felicidad del trabajo? LOS MÁS COMUNES SON TRES:

1. La falta de comunicación con la supervisión y falta de liderazgo.


2. Un salario poco competitivo.
3. Condiciones de trabajo inapropiadas.

En general, cuando un trabajo es bueno para nuestra vida es porque nos sentimos felices
en él. Ser felices en el trabajo se mide en dos aspectos fundamentales:

A) Estar alegre a menudo, asociado con tener un propósito en la vida, y B)


sentir que el trabajo ayuda a desarrollarnos económica, moral y socialmente.
B) El cerebro procura evitar distinciones artificiales y de dudosa utilidad. Sin
embargo, a largo plazo este proceso disminuye, ya no se reconoce con
facilidad cuándo se pierden los objetivos laborales, éticos o en qué momento
se dejó de estar a gusto en el trabajo.

Emociones que se contagian

En el lenguaje cotidiano solemos usar términos para ser cordiales y generar una sonrisa;
nos hacemos empáticos. El contagio emocional se refiere al proceso mediante el cual
interiorizamos emociones similares a las que observamos en otra persona, el cerebro lo
hace todos los días, a través de asociaciones, recuerdos, neuronas en espejo y cambios
neuroquímicos. El fenómeno se produce de diversas maneras. Por un lado, existe la
tendencia humana a imitar las expresiones faciales, los movimientos y las posturas de
aquellos con quienes se interactúa. Por otro, las personas pueden copiar aspectos como
el lenguaje, el tono de voz e incluso experimentar el mismo estado afectivo. Es un
proceso rápido y del que en ocasiones no somos plenamente conscientes. Un cerebro con
adecuada salud mental se pone feliz en un ambiente feliz.
Las emociones positivas son un potente favorecedor de resultados positivos en los
equipos de trabajo. Las actitudes y conductas negativas también se copian, pero tiene

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más reticencia y menor capacidad de aceptación. Generan críticas y son favorecedoras
de división social.
La situación emocional que más poder de contagio tiene es el sentido del humor. Está
comprobado que el uso del humor por parte de los trabajadores incide en la satisfacción,
una mejor comunicación y cohesión de los equipos de trabajo. Del mismo modo, el
humor es un potente amortiguador de las situaciones estresantes, condiciona una
sensación de cooperación y solidaridad para resolver un problema.

¿Qué puede ayudar a mejorar la sensación de felicidad en el trabajo?

1. Favorecer relaciones interpersonales positivas.


2. Desarrollar control en actividades y autonomía.
3. Contar con el apoyo y la consideración de los supervisores.
4. Tener oportunidades de ocio y recuperación.
5. Obtener reconocimiento de los logros obtenidos.
6. Tener una carga de trabajo manejable y con objetivos definidos.
7. Lograr un equilibrio entre la vida laboral y la personal.
8. Ser proactivo en el ajuste al puesto de trabajo.
9. Encargarse de tareas variadas y contar con oportunidades para el desarrollo.
10. Utilizar el sentido del humor y expresar emociones positivas.

El cerebro trabaja mejor y es creativo en un ambiente de emociones positivas. La


cordialidad se copia. En el trabajo es necesaria la retroalimentación de quien supervisa y
de quien acota ideas. Una mejor actitud, evita un mal día laboral.

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SER FELIZ HACE UN CEREBRO MENOS REFLEXIVO

Las emociones pueden cambiar nuestra percepción de la realidad social. Por ejemplo,
estar contentos nos puede llevar a aceptar aspectos que otro estado de ánimo no lo
permitiría, en especial, tolerar las mentiras. En forma directamente proporcional a un
mayor estado de felicidad solemos aceptar lo más inverosímil o incluso podemos ser
parte de procesos que después pueden generarnos molestia o arrepentimiento. Tener
conductas cercanas a la felicidad contagia socialmente, disminuyen el estrés y la
ansiedad. Ser feliz nos acerca a un mejor estado de salud mental y física pero tiene
algunos efectos que no hay que perder de vista.

La región inteligente del cerebro: la corteza prefrontal

El cerebro lógico, congruente y objetivo está ubicado en la corteza prefrontal, la región


que se encuentra en nuestra frente, por arriba de los ojos; es el sitio de los frenos e
inteligencia de nuestra cotidianidad. Esta corteza prefrontal es la que nos ubica, otorga a
nuestra vida la lógica, ya que ajusta con el tiempo plenamente lo real y ayuda a la toma
inteligente de nuestras decisiones. La corteza prefrontal termina de madurar en las
mujeres a los 21 años, en lo varones a los 26 años, esto explica en parte porque las
mujeres llegan a la madurez intelectual a edades más tempranas comparándolo con los
hombres. Este factor de madurez depende mucho de las hormonas femeninas, en
especial el 17-ϐ estradiol, cuyo efecto en el cerebro permite una mayor y mejor conexión
entre neuronas.
Cuando estamos felices, contentos o tenemos un estado de plenitud emocional que
nos hace reír, nuestras neuronas generan un estado neuroquímico que puede llegar a ser
nocivo a corto plazo: entre más felices somos, nos hacemos tolerantes conductuales,
creemos las mentiras que nos dicen, solemos discutir menos y disminuye nuestro juicio
analítico.

La dopamina inhibe la corteza prefrontal y excita al sistema límbico

Un neurotransmisor llamado dopamina es el responsable de generar una actividad que el


cerebro interpreta como felicidad. Ante estímulo positivo externo que detone una sonrisa,
las neuronas liberan dopamina y éstas cambian la forma de actividad de comunicación
neuronal en patrones de frecuencia eléctrica que el cerebro interpreta con conductas
positivas: felicidad, ánimo y sentimientos llenos de júbilo. La felicidad tiene un inicio

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neuroquímico que permite una modificación fisiológica en varias regiones cerebrales. La
dopamina genera inhibición en algunas estructuras neuronales y al mismo tiempo
sobreactiva otros sitios del cerebro. Es decir, este neurotransmisor tiene una actividad
dual: activa regiones del sistema límbico como los ganglios basales, la amígdala cerebral y
el hipocampo, dando como resultado una emoción sublime asociada a atención,
procesamiento de sensaciones que se quieren repetir, que nos hace irreflexivos al grado
de que no cumplir lo deseado nos puede llevar a la ira o la violencia. En paralelo, la
dopamina inhibe la corteza prefrontal: el cerebro se queda sin frenos, se hace ilógico,
impulsivo, cometemos errores o tomamos decisiones intempestivas.

Felicidad y emociones positivas en la vida

El proceso de la felicidad del cerebro rápidamente se desensibiliza. En otras palabras, la


felicidad es corta, transitoria, pierde su efecto en minutos, el cerebro por su anatomía y
neuroquímica no está capacitado para tener felicidades largas o permanentes. Lo que
inicialmente nos hizo felices debe repetirse con mayor intensidad para lograr nuevamente
la sensación, de lo contrario perdemos interés en ello. Por ejemplo, un buen chiste la
primera vez nos genera una carcajada, pero paulatinamente, seguir repitiéndolo o conocer
su final, disminuye nuestra respuesta, de esa manera, queremos escuchar más bromas o
chistes buscando sentirnos bien, como al inicio. Nos acordamos de las cosas bellas de la
vida, las queremos volver a repetir, a veces sin darnos cuenta de que ya hemos
cambiado.
Pero este efecto puede llevarnos a diferentes experiencias y debemos prepararnos
para ello. Un ejemplo de este proceso a largo plazo es el enamoramiento. En su inicio, el
enamoramiento es una proyección de nuestros más íntimos deseos en el otro, el
enamorado comete procesos irreflexivos y pensamientos ilógicos, acepta y permite
conductas, mentiras que comúnmente no toleraría, sin embargo, poco a poco esto va
disminuyendo. Después de la fase pasional e intensa, la expresión inteligente de la corteza
prefrontal se va manifiestando vemos con claridad lo que hemos hecho y poco a poco
aceptamos nuestra realidad. En conclusión, la primera parte del enamoramiento depende
en mucho de la liberación de dopamina por parte de nuestro cerebro.
En la vida cotidiana podemos caer en trampas que nuestro estado de ánimo, la
dopamina y la corteza prefrontal nos ponen. ¿Cuántas veces hemos comprado algo que
no necesitamos? ¿Cuántas veces hemos detectado mentiras que preferimos no discutir?
En el neuromarketing se sabe que cuando un vendedor hace agradable lo que vende,
gana sonrisas, induce una buena relación con bromas o amplifica las características del
comprador, el resultado es una venta exitosa. En contraparte, cuando el comprador o

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cliente, se encuentra molesto o triste, se hace más analítico del producto, razona más el
mensaje y la información, ¡es más difícil que compre algo nuevo!
Entre más felices decimos que somos, nuestro cerebro detecta menos las mentiras.
Un pequeño engaño puede ser tolerado, cuando el estado de ánimo se acompaña de
emociones positivas. El proceso es el mismo, nuestra felicidad disminuye el juicio que, en
contraste, molestos nos arrebataría un terrible enojo al descubrir una trampa.
Socialmente los cerebros suelen mentir a favor de ganancias inmediatas. Aceptar engaños
nos puede posicionar en un mejor lugar, favorecer un ingreso o ser aceptado en un
grupo. Sin embargo, esto puede generar molestias psicológicas en uno mismo, detonar en
una autoreflexión negativa, porque la corteza prefrontal inicia el proceso de
arrepentimiento. Sin embargo, en el momento que nos sentimos felices o interpretamos
con agrado los resultados de aceptar la mentira, esto disminuye el estado de autoenfado y
solemos tolerar. De esta manera, también el perdonar se hace más fácil cuando nuestro
estado de ánimo se acompaña de sonrisas.
La filosofía griega indica que un objetivo esencial del hombre en este mundo es ser
feliz. En este contexto, las Neurociencias proponen que ser feliz en la vida cotidiana es
un proceso maravilloso cerebral transitorio que condiciona una disminución de nuestra
inteligencia, para mejorar el papel social del hombre y que paradójicamente ayuda a
capacitarlo.

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