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junto ayuda a ser más felices.

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CAPÍTULO 8

Memoria y cerebro

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10 ELEMENTOS BÁSICOS PARA UNA MEJOR MEMORIA

Olvidar una cita, no recordar la clave secreta de la computadora, no encontrar una llave u
omitir un dato específico para un examen en el momento, suele preocuparnos y definir
que a partir de ese instante nos está fallando la memoria. Sin embargo, la gran mayoría
de estos eventos son por falta de atención, situaciones estresantes o tensión psicológica.
Si bien nuestra memoria es limitada y es necesario olvidar para aprender, es necesario
reconocer que la memoria refleja el estado funcional del cerebro: 80% de la población
aqueja pérdida de la memoria alguna vez en su vida. La memoria demanda conexiones
anatómica y modulación neuroquímica como pocas funciones cerebrales lo hacen. La
capacidad de memoria cerebral depende de la edad, de cambios hormonales, del estado
de ánimo, del cansancio y de si nuestro cuerpo tiene alguna enfermedad o en su defecto
si tomamos algún medicamento. Asimismo, la actividad de memorizar depende de la
estimulación en edades tempranas del cerebro, alimentación de la madre antes de que
nazca su hijo y de elementos culturales y psicológicos del entorno de donde se aprende y
del momento en que se pide el recuerdo. No es lo mismo recordar experiencias bajo
tensión, con ansiedad y obligado por las circunstancias, a emanar el recuerdo producto de
nuestra memoria ante un bello atardecer y la tranquilidad del momento.
El cerebro humano tiene diversas formas para memorizar. La edad entre los 8 a 21
años es la de mayor capacidad de memoria en la vida, etapa en la que la acetilcolina, el
neurotransmisor involucrado en el proceso, tiene mayor síntesis y el cerebro tiene una
mejor capacidad de atención. En promedio, después de los 30 años administramos mejor
los procesos básicos de memoria en nuestro cerebro, filtramos con más eficiencia los
elementos para aprender, aunque en ocasiones, solemos olvidar algunos detalles. A lo
largo de la vida perdemos muchas neuronas, esto es un proceso fisiológico que tiene el
cerebro, lo cual es muy evidente después de los 40 años, lo anterior tiene un impacto
negativo en la memoria. Sin ser una enfermedad, la mayoría de los seres humanos
prefieren retener menos información reciente porque la experiencia lo compensa. Entre
los 50 a 60 años, la memoria es precisa en los detalles que más utilizamos
cotidianamente, pero al cerebro le cuesta más tiempo aprender nuevas cosas.
En el campo de las neurociencias, la memoria ha sido subclasificada:
De la memoria implícita, aquella que se da por copiado, depende el hablar algunos
monosílabos en nuestro lenguaje, caminar o aprender pasos de baile. Solemos asociar
eventos y simples duplicado de expresiones sin reglas. Por ejemplo, en nuestra memoria
está el andar en bicicleta sin saber leyes de la física. El cerebro utiliza varias áreas para
este efecto: corteza cerebral, ganglios basales, tallo cerebral e incluso médula espinal.
La memoria explícita es la de la escuela y la del esfuerzo por aprender. El cerebro
memoriza por efecto de estudio, de análisis. Esta memoria depende de reglas

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gramaticales. Para llevar a cabo esta memoria utilizamos mucho la parte más inteligente
del cerebro: la corteza cerebral y el hipocampo, en menor grado los ganglios basales.
La memoria de trabajo es aquella que el cerebro ocupa para utilizar en pocos
segundos o minutos. Si no hay interés en retener esa información se olvida. Esta
memoria utiliza al hipocampo y la corteza prefrontal dorso lateral.
La memoria a largo plazo es aquella cuyo almacenamiento perdura, es la última que
se pierde ante enfermedades crónico-degenerativas, como en la demencia senil o la
enfermedad de Alzheimer.
Aprender, memorizar y recordar necesitan de cambios anatómicos, hormonales y
moleculares. Cada vez que aprendemos algo, es necesario formar nuevas conexiones
entre neuronas y mantenerlas, por eso es necesario formar nuevos receptores,
membranas y contactos químicos que sean estables. Las emociones son amplificadoras o
reductoras de la memoria. Un efecto positivo, una sonrisa, la sensación de felicidad o un
clima relajado incrementan la atención. En contraste, el estrés, la tristeza o el miedo
disminuyen la memoria.
¿Qué ayuda a la memoria? Sin llegar a determinismos, ni listas complejas o recetas
banales, las recomendaciones que pueden ayudar a mejorar la memoria son las
siguientes:

1. Jerarquizar la importancia de lo que hay que recordar: motivarse


objetivamente a que no todo es importante ayuda a discernir los detalles.
2. No realizar tareas complejas si no hay experiencia previa: la atención dividida
disminuye la espontaneidad y la atención.
3. Evitar privarse de sueño. El sueño ayuda a consolidar memorias hasta de 48h
de haber sucedido. Dormir más de 6 h se asocia con una adecuada síntesis de
neurotransmisores, receptores y hormonas.
4. Entrenar constantemente la memoria de trabajo: analizar detalles, poner
atención en números telefónicos. Leer más de 20 min al día.
5. Dieta adecuada: en especial proteínas, las cuales son fundamentales para el
aprendizaje de cerebros a edades tempranas.
6. Respirar profundamente por 5-10 min ayuda a oxigenar al cerebro y cambiar
la actividad neuronal.
7. Reforzamientos positivos que liberen dopamina: consentirse a uno mismo
mejora la atención y la memoria.
8. Romper rutinas o ciclos negativos reduce el estrés, ayuda a poner interés y
atención. Hacer malabares, realizar un ejercicio aeróbico ayuda mucho.
9. Repetir en forma aguda 7 veces/min: el tálamo, hipocampo y la corteza
prefrontal se activarán en secuencia con mayor eficiencia. Lo cual produce
una mejor atención y memoria a consolidar.

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10. Evitar drogas para forzar la memoria (café, cigarro, alcohol). Cambian el
ambiente químico neuronal, no son recomendables.

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