Está en la página 1de 5

Informe sobre Argentina en el período comprendido entre 1850 y 1916

La guerra de la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires llevada a cabo entre


1852 y 1862 representó el comienzo de la unificación de Argentina en un solo Estado. La
batalla de Caseros de 1852 fue un punto de inflexión en la historia argentina ya que con la
caída de Juan Manuel de Rosas se abría el camino para la organización constitucional del
territorio. Desde 1810 hasta la incorporación definitiva de la Provincia de Buenos Aires a la
Confederación Argentina en 1862, transcurrió́ un extenso período de enfrentamientos de
Unitarios contra Federales y sus respectivos intereses políticos y económicos.
El objetivo tan deseado de la unidad nacional significaba diferentes cosas en cada región:
cada una buscaba un ideal que debía adaptarse a los propios intereses económicos y
políticos sin lugar para las negociaciones. Es necesario entender que los localismos eran
simplemente el fruto de los intereses que las relaciones de producción locales establecían y
por esto en cada región la idea de organización nacional adoptaba características diferentes.
Por esto justamente la consolidación de la Nación necesitó más que la unión política de sus
estados miembros (las provincias) y precisó de fundamentos morales y materiales que lo
apuntalaran.
La generación del 37 (inspirada en la experiencia europea y norteamericana) se inspiró y
alimentó de la idea de «progreso» como norte para formular sus ideas. El objetivo final de
esta generación era lograr articular los diferentes intereses y fuerzas productivas
encarnadas en los regionalismos para poder construir el interés general de la Nación.
Los principales pensadores de esta generación fueron Juan Bautista Alberdi, Esteban
Echeverría y Juan María Gutiérrez. Todos ellos fueron ampliamente reconocidos por su
vocación intelectual que se relacionaba con la política desde este plano exclusivamente y no
desde las obras y la función pública en acción. Sin embargo, sus ideas tuvieron gran
influencia en la Constitución de 1853 y la propuesta de gobierno implementada por la
generación del 80 posteriormente. Estos pensadores argentinos tomaron al liberalismo y al
romanticismo europeos como punto de partida de su ideología, pero adaptándolas a la
realidad en la que vivían. Apuntaban a llegar a la organización nacional finalmente con una
propuesta de una nueva fórmula que abarcaba tanto los aspectos positivos de unitarismo y
los del federalismo al mismo tiempo. Además, creían en la idea de orden y progreso como
factores integradores de la sociedad y como fuente de riqueza del sistema económico. De
acuerdo con esto afirmaban que sólo habría progreso si se conjugaban de manera conjunta
los tres pilares de la producción: tierra, capital y trabajo; aspectos que la naciente Nación
necesitaba desarrollar. Las ideas de Alberdi, y por ende de esta generación del 37, fueron la
principal inspiración de la Constitución de 1853 convirtiéndose en la base para los ideales a
concretar por la generación del 80. Su lema era “gobernar es poblar” porque antes que nada
consideraba imprescindible poblar nuestro territorio desierto y como solución fomentaba la
inmigración europea ya que consideraba que el gaucho era más fiel a su tierra que a su
patria. Desde otro lado, la idea de poblar hacía necesario la construcción de vías de
comunicación entre las diferentes regiones (ferrocarriles y caminos).
En primer lugar, era necesario contar con un territorio integrado y comunicado. En segundo
lugar, se necesitaba crear una identidad nacional para que todos los habitantes se sientan
parte de una comunidad con una historia y con un futuro en común. Y, por último, era clave
la organización del régimen político instaurando un nuevo orden en el que las provincias
mantengan su autonomía, pero subordinándola a un poder político central que fuera
superior. También era necesario establecer la manera de elección de los cargos y su
periodicidad.
Los acontecimientos fundamentales para dar paso a un país organizado y unificado fueron la
sanción de la Constitución de 1853 y la reforma de 1860 que incorporó finalmente al Estado
de Buenos Aires a la Confederación Argentina. La Constitución reconoce el pasado ya que
reconoce la preexistencia de las Provincias, sostiene el culto católico apostólico romano
tradicional, elimina las aduanas del interior, dispone lo necesario para la creación del tesoro
nacional y forma un poder ejecutivo central fuerte con herramientas como la intervención
federal y el cargo del presidente como jefe Supremo de las Fuerzas Armadas para mantener
al margen la influencia de los caudillos locales. Pero al mismo tiempo, la Constitución aspira
a un futuro en común ya que promueve el bienestar general, consolida la paz interior del
país, invita a todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino a hacerlo,
reconoce los derechos individuales del ciudadano, limita el poder y sus funciones y ordena
al Congreso la sanción de los Códigos Civil, Comercial, Penal y de Minería.
Una vez sentadas las bases el proyecto político y económico de la generación del 80, ésta se
vio favorecida por el contexto internacional que favorecía el escenario comercial. Con esta
generación se inició la etapa de concreciones que se inició con la presidencia de Bartolomé
Mitre, conocido por haber comenzado la era liberal-conservadora. Urquiza había sido el
último exponente de una época caracterizada por el enfrentamiento entre unitarios y
federales y al asumir Mitre como presidente por primera vez podemos hablar de una
Argentina unificada, un proceso que se venía gestando desde las ideas de la generación del
37.
Con la presidencia de Mitre y las dos posteriores a su mandato (Sarmiento y Avellaneda) se
dio lo que se conoce como la “nacionalización del liberalismo” donde las ideas liberales se
extendieron más allá del partido liberal porteño y llegó a las elites del interior. Gracias a este
fenómeno se creó el Partido Autonomista Nacional (PAN). Su origen posibilitó la aparición
de un nuevo partido liberal y federal que dejó atrás el partido federal-liberal de Urquiza y
mucho más atrás el partido federal clásico que lo había precedido.
Las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda significaron una etapa de construcción y
formación del Estado argentino y durante este período se dio la transición a un país
moderno. No fue un proceso fácil ya que las autonomías provinciales todavía se resistían a
ceder su poder completamente, fue trabajo de estos tres presidentes imponer el Estado.
Entre las medidas que tomaron están las subvenciones, cargos públicos, intervenciones
federales y también asistencia material y comercial las provincias para que se integraran al
mercado nacional. El Estado asumió́ un rol activo en la formación de la identidad nacional,
articulando intereses sectoriales y haciéndolos converger en el interés común de la Nación.
En esta etapa de concreciones se observó que en la dimensión política se llevaron a cabo
varios hitos importantes como la federalización de Buenos Aires y por consecuencia la
nacionalización de los recursos, la organización del poder, la formación de un partido
político fuerte (PAN), la creación del ejército, la creación de la moneda nacional y la sanción
de los códigos y leyes.
La democracia de este tiempo era una de índole aristocrática, entendible solamente en el
contexto histórico en el que tuvo lugar ya que en aquel entonces la sociedad argentina
padecía un grado altísimo de analfabetismo y siguiendo con la idea de lograr el orden y el
progreso, tenía sentido para la clase política que la administración del poder debía estar en
manos de aquellos ciudadanos más ilustrados.
Por otro lado, desde un punto de vista económico, la generación del 80 incorporó al país a la
división internacional del trabajo dentro del comercio internacional, encarnando su rol de
país periférico productor de materias primas que proveía las necesidades del mercado
europeo, especialmente Inglaterra. Para lograr esto fue necesario incorporar nuevos
territorios al circuito de producción, incrementando así el desarrollo económico y las
exportaciones; también se introdujo mano de obra extranjera con una política de
inmigración abierta y se introdujeron inversiones de capital extranjero al mismo tiempo
porque nuestro país todavía carecía de ahorro interno para invertir en producción
La Argentina supo aprovechar inteligentemente los vientos favorables en el comercio
internacional, utilizando la creciente demanda externa de sus productos para posicionar
considerablemente su producción. A la lana le siguió́ la carne, primero congelada y luego
enfriada a cero grados. La introducción de la técnica frigorífica del enfriado a cero grados
fue un avance tecnológico que revolucionó por completo la actividad ganadera, llevándola a
ser una de las más rentables. A fines del siglo XIX y paralelamente al crecimiento de la
producción ganadera, la agricultura comenzó́ a cobrar fuerza con el cultivo del trigo, el maíz,
el lino y la cebada. El auge de la demanda externa de los productos primarios argentinos
trajo aparejado enormes beneficios económicos para el país, situándolo entre los primeros
productores agropecuarios a nivel mundial. A pesar del panorama positivo, nuestro país se
encontraba a merced de los vaivenes económicos europeos porque no podía fijar los precios
internacionales de los productos que comercializaba porque éstos eran impuestos por los
países consumidores e industrializados. Podemos afirmar que sin la intervención de las
inversiones extranjeras para el desarrollo de infraestructura necesario la inserción de
nuestro país al comercio internacional hubiese sido imposible.
En términos de sociedad, la obra del gobierno en estos años que más tuvo impacto fue la
política inmigratoria de apertura. La llegada de los inmigrantes a nuestro país transformó
profundamente nuestra sociedad. La identidad y la cultura argentina se vieron impactadas
ya que se estaba gestando una nueva clase de habitante, un nuevo argentino. En la última
parte del siglo XIX la sociedad argentina estaba comprendida por dos clases bien
diferenciadas y polarizadas; una alta a cargo de los cargos de poder tanto políticos y
económicos y una muy baja analfabeta y sumisa.
A partir de la inmigración, esta estructura cambió. En poco tiempo los inmigrantes
introdujeron formas de vida y de trabajo diferentes y fueron desapareciendo viejas formas
culturales del gaucho nativo. Los nuevos habitantes se focalizaron en la producción agrícola
y como consecuencia se vio una marcada participación de los recién llegados en el sector
productivo. La estructura base de la sociedad argentina conocida hasta ese entonces se vio
transformada cuando los hijos de los inmigrantes dieron origen a una cultura híbrida donde
también se dio el fenómeno del nacimiento de una nueva clase social, la clase media,
formada por artesanos, comerciantes pequeños y agricultores.
Con la llegada de los inmigrantes también llegaron nuevas ideologías europeas,
fundamentalmente la socialista, anarquista y sindicalista. Poco a poco se fue formando una
oposición basada en ellas para confrontar al elitismo de los conservadores que estaban en el
poder. Esta elite no supo adaptarse al proceso transformativo de la sociedad y permaneció
cerrada a los pedidos de los sectores populares en gran parte.
También hay que considerar que esta nueva clase media no se sentía representada en su
gran mayoría por las opciones ideológicas disponibles ya que ninguna reflejaba sus
intereses. Ellos comenzaron a sentir la necesidad de participar en la vida política, pero el
sistema se los impedía.
Sólo algunos de los dirigentes del partido en el gobierno entendieron que un cambio en las
circunstancias exigía un cambio por parte de ellos mismos de la misma manera. Se formó un
grupo que pretendió́ transformar las viejas reglas de juego para construir una democracia
más abierta y participativa. Esta organización comenzó́ a gestarse desde el mismo Partido
Autonomista Nacional para convertirse rápidamente en la oposición más sólida del
momento. En sus inicios recibió́ el nombre de «Unión Cívica de la Juventud» para luego
convertirse en 1890 en la «Unión Cívica Radical». La clase media jamás podría haber
participado de la organización del partido radical, porque para la época de su fundación, en
1890, se encontraba en plena formación todavía. Pero fue esta misma clase la que con el
tiempo, después de haber encontrado su propio lugar en la sociedad argentina, adhirió a
este partido ya formado constituyendo la masa electoral que a principios del siglo XX
conduciría a la U.C.R. al poder.
Todas estas alternativas y la creciente oposición fueron desgastando el Orden Conservador.
Dentro del mismo PAN algunos dirigentes pujaron para implementaŕ la ley de
circunscripciones del 1905, que otorgaba por vez primera una representación a los
socialistas en el Congreso. Esto preanunciaba la muerte del sistema que había establecido el
Orden Conservador y su golpe final lo dio en el 1912 la sanción de la Ley de sufragio
universal, obligatorio y secreto durante la presidencia de Roque Sáenz Peña.
Roque Sáenz Peña, presidente conservador, pretendió con la sanción de esta ley la
depuración de los comicios asumiendo que todo el pueblo antes incapaz de votar se
inclinaría por su partido. Quizás por este motivo los conservadores ni intentaron organizar
una fuerza política que pudiera hacerles frente a los radicales. Lisandro de la Torre tal vez
haya sido el único dirigente conservador que tomó conciencia del peso del radicalismo y
creó el «Partido Demócrata Progresista», una alianza de fuerzas conservadoras, pero
limitadas al ámbito provincial que no alcanzó para enfrentar la situación.
Contra todo pronóstico, fue Yrigoyen quien ganó los comicios de 1916 gracias a los nuevos
votantes. El radicalismo triunfó, entre 1912 y 1915, en las elecciones de las provincias de
Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Capital Federal y tal vez la explicación a este fenómeno esté
en el hecho de que estas zonas fueron las que más inmigrantes recibieron.
Una vez lograda la democratización del país, el presidente Yrigoyen no contó con un plan
definido en materia de política económica y dejó inalteradas las estructuras establecidas
hasta entonces. Además, debió fortalecer su gobierno ya que sufrió de muchas trabas a la
hora de ejercer el poder porque no contaba con el apoyo del Senado, de 11 provincias que
eran conservadoras, los gremios (especialmente los anarquistas), la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, la prensa, el ejército y por supuesto los partidos políticos opositores.
Ante el modernismo de la generación del 80, el radicalismo era más bien tradicional porque
no compartía su idea de progreso. Añoraba la Argentina criolla de los caudillos, anterior al
auge económico y la llegada de los inmigrantes. Se caracterizaron por su antiimperialismo y
jamás pensaron modificar el sistema agroexportador mostrándose reacios a la
industrialización. La política de Yrigoyen se caracterizó́ por su populismo. Se acercaba a los
obreros rurales y a los no sindicalizados. Alternó actitudes benévolas con violentas, es
importante resaltar las conquistas sociales que se lograron durante las presidencias
radicales, entre las que se destacan el salario mínimo y la jornada de ocho horas. Otra de las
características del estilo de Yrigoyen era su autoritarismo, en contraposición con la supuesta
tolerancia que caracterizó al liberalismo.

También podría gustarte