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Los seres humanos son seres sociales que siempre han buscado la forma de congregarse, primero
en grupos familiares, clanes y luego en organizaciones con un grado de complejidad. De esta
manera se dice que el Estado, como obra humana ha sido construido para atender fines sociales,
es decir, colectivos, de todos los miembros de una sociedad, esto es así porque el Estado se
originó como una estructura o entidad política, que a través de un ordenamiento jurídico
impuesto o creado por la sociedad suple imperfecciones de nuestra vida llena de relaciones.
El siglo XX fue un periodo de cambio, sobre todo en materia económica y política, en este sentido,
es que a finales de los años noventa adquirió suma importancia para Latinoamérica en general, las
reformas a los aparatos administrativos. Algo interesante es que, en este proceso de cambios, el
gobierno ha visto aumentada su carga de trabajo, pero su imagen es más negativa ahora que en
cualquier otro momento, esta mayor carga de trabajo recae sobre todo en la administración
pública.
Por otro lado, la administración ha sido considerada apolítica en la mayoría de las sociedades
occidentales y se ha resistido a la cuantificación adecuada y el análisis teórico, tradicionalmente se
le ha considerado como el proceso y estructuras relacionados con la aplicación de reglas, en
realidad incluye procesos concernientes a la formulación de estas, por lo que dicha administración
es parte integral del sistema político.
Ahora bien, el Estado Social se consolidó en los Estados centrales hasta el fin de la conflagración
mundial. Los gobiernos socialistas prácticamente envolvieron el panorama político europeo
occidental durante treinta años. Se abrió un nuevo pacto entre el capital y el trabajo, que afectó a
todo el edificio institucional estatal, pues era el Estado el que lo iba a garantizar. Pero, además,
para hacer posible este nuevo pacto, las instituciones fueron admitidas en el corazón de la
creación del dinero, y los bancos centrales pasaron a nacionalizarse, en muchos de los países
centrales; el Estado ganó una mayor influencia sobre ellos, aparte de que se crearon muchos
bancos estatales. Lo que junto con el fuerte incremento de la fiscalidad sobre los sectores más
favorecidos permitió una ampliación muy sustancial del gasto público social.
La creación del Estado del Bienestar coincide con la etapa de mayor crecimiento del consumo
energético per cápita de crudo. En EUA fue el capital privado el que garantizó desde el primer
momento la explotación del crudo, y su manejo junto con el Estado como arma estratégica de
primer orden. La hegemonía de EUA no se puede entender sin el control mundial del petróleo
durante gran parte del siglo XX, y su abundante energía fósil (carbón y gas también) le dio
asimismo una gran capacidad para contener internamente la lucha de clases a través de la
automatización y el consumo.
Por lo tanto, el modelo económico debería permitir dos objetivos, primero, que en un principio los
trabajadores aceptaran que los salarios reales no crecieran para estimular la inversión y elevar la
productividad. A cambio, el Estado se comprometía a implantar una política fiscal progresiva que
paulatinamente garantizara mayor equidad y asegurara servicios básicos a la población. Y
segundo, que los empresarios asumieran las políticas de estímulo a la inversión productiva, a la
productividad y la innovación tecnológica. El Estado atendió con mecanismos, principalmente
fiscales, la gestión del bienestar y sólo marginal o coyunturalmente, con acciones directas a través
de las nacionalizaciones y la creación de empresas públicas para la producción. De este modo, el
Estado de bienestar fue capaz de crear las bases para una especie de socialismo de la demanda. Y
por ello, el Estado del bienestar tuvo su logro más importante al constituirse en una fórmula de
pacificación social en las democracias liberales. Esto tuvo dos componentes principales:
Para el neoliberalismo existe una relación inversa entre las actividades económicas del Estado y los
derechos ciudadanos. Por tanto, y en la medida en que se exige que el Estado apoye el desarrollo
de las estructuras de mercado, pues es ahí donde se manifiestan las libertades individuales, se
propone que sea sometido a una doble funcionalización: primero, reduciendo su participación
directa en la economía y transfiriendo los activos públicos al capital privado, lo que permitiría la
racionalización de las acciones del gobierno y a la vez facilitaría la puesta en práctica de
mecanismos de evaluación de las funciones públicas; segundo, eliminando las políticas
redistributivas del ingreso -base de los programas de beneficio social- que habían creado una gran
masa de grupos de interés político que podían ejercer presión sobre el propio Estado.
CONCLUSIÓN
Bibliografía