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Este libro pertenece a

___________________________
…una mujer que
confía en Dios.
Otros libros de Elizabeth George:

1 Pedro: Cultiva un espíritu afable y apacible


Ama a Dios con toda tu mente
Colosenses/Filemón: Descubre la gracia de Dios
Encuentra la senda de Dios en medio de tus problemas
Ester: Descubre cómo ser una mujer bella y fuerte
Jardín de la gracia de Dios
Jueces/Rut: Cultiva una vida de integridad
María: Cultiva un corazón humilde
Promesas poderosas para toda pareja
Proverbios 31: Descubre los tesoros de una mujer virtuosa
Sabiduría de Dios para la vida de la mujer
Sara: Camina en las promesas de Dios
Sigue a Dios con todo tu corazón
Una madre conforme al corazón de Dios
Una esposa conforme al corazón de Dios
Acaba con tus
preocupaciones…
¡para siempre!

Elizabeth George
La misión de Editorial Portavoz consiste en proporcionar productos de
calidad —con integridad y excelencia—, desde una perspectiva bíblica y
confiable, que animen a las personas a conocer y servir a Jesucristo.

Título del original: Breaking the Worry Habit...Forever © 2009 por Elizabeth
George y publicado por Harvest House Publishers, Eugene, Oregon 97402.
Traducido con permiso.
Edición en castellano: Acaba con tus preocupaciones… ¡para siempre! © 2011
por Editorial Portavoz, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan
49501. Todos los derechos reservados.
Traducción: Nohra Bernal
Ninguna parte de esta publicación podrá reproducirse de cualquier forma
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EDITORIAL PORTAVOZ
P.O. Box 2607
Grand Rapids, Michigan 49501 USA
Visítenos en: www.portavoz.com
ISBN 978-0-8254-1285-1
1 2 3 4 5 / 15 14 13 12 11
Impreso en los Estados Unidos de América
Printed in the United States of America
Contenido
y

Te invito a acabar con la preocupación…


¡para siempre! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7
1. ¿Qué me pasa? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9
2. Más meses que dinero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21
3. Hasta que la muerte nos separe . . . . . . . . . . . . . . . . . .34
4. ¿Sabes dónde están tus hijos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46
5. ¡Tengo treinta y sigo soltera! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .58
6. ¿Por qué tengo que ser la responsable de todo? . . . . . .70
7. ¡Cuidado con eso! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .81
8. ¡No quiero ir! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .93
9. Lo que se siembra se cosecha . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
10. ¿Qué pensarán los demás? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118
11. ¿Qué es lo correcto? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
12. Puedes correr, pero no esconderte. . . . . . . . . . . . . . . 143
Guía de estudio. Preguntas y reflexiones . . . . . . . . . . 155
Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255
Te invito a acabar con la
preocupación… ¡para siempre!
y

S i tienes este libro en las manos, estoy segura de que existe un


buen motivo: estás cansada de pagar el precio de la preocupa-
ción. Sabes que es perjudicial. Sabes que es inútil. Y sabes que
no cambiará nada. Por el contrario, acaba con tu salud, con tus
relaciones y con tu paz mental.
Bien, ¡tengo buenas noticias para ti! No eres la única. La
preocupación nos afecta a todos. De hecho, la preocupación fue
mi compañera permanente durante décadas. Después de darme
cuenta de que negaba el poder de Dios y de que no producía
resultados positivos, supe que debía acabar con ella. Puesto que
mis propios métodos para deshacerme de la ansiedad no tenían
éxito, busqué ayuda en la Biblia. Fue entonces cuando encontré
en ella las verdades transformadoras de Dios que me guiaron a
acabar con mi hábito de preocuparme. Acompáñame y entérate
de lo que descubrí que funciona y que me ayudó a acabar con
la preocupación. Y puesto que viene de la Palabra de Dios, tam-
bién puede funcionarte a ti.
Acaba con tus preocupaciones… ¡para siempre! examina doce
áreas de la vida diaria que producen ansiedad en el corazón de
una mujer. Por ejemplo, ¿has tenido alguna vez un problema de
salud, un niño con dificultades, padres enfermos, ancianos o
a punto de morir? ¿Cómo manejas los problemas económicos,
el temor, las circunstancias de tu vida y la culpa? ¿Te inquietas
cuando debes tomar una decisión difícil? ¿Y qué de lo que pien-

san los demás? Anímate. No hay necesidad de preocuparse por
nada. Por la gracia de Dios, y con su ayuda, puedes acabar con
la preocupación de una vez… y para siempre.
1

¿Qué me pasa?
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane,
añadir a su estatura un codo?
M :

Hay ciertos días críticos en la vida de toda mujer. El recuerdo de


uno de ellos, y la ansiedad que sentí aquella vez, nunca se borra-
rán de mi memoria. Todo empezó con un chequeo médico anual
de rutina. La primera alarma se encendió con la cara de preocupa-
ción de mi médico. La segunda, cuando dijo: “No me gusta cómo
se ve esto. Voy a ordenar una biopsia”. Luego se encendió una más
fuerte. Los resultados contenían una temible palabra: “anormal”.
Miré al piso, sin querer oír lo que mi médico decía, pero
oyéndolo de todas formas. “No podemos estar seguros de si es
canceroso o no hasta que hagamos más exámenes. Pero defini-
tivamente hay algo que no es normal. Voy a ordenar una cirugía
para quitar el pólipo”.
Al final se supo que aquellas celulas anormales no eran cán-
cer. ¡Y estoy muy agradecida por eso! Pero créeme que fue uno
de esos momentos en la vida en los que tuve una lucha seria
con la preocupación, el temor, la ansiedad y las especulaciones.
El tema de la salud es terreno fértil para la preocupación, que
se cría con mucha facilidad. Lo sé y hablo por experiencia pro-
pia. Pero mi verdadera tarea no fue librar una batalla física, ¡sino
espiritual! Pasé por un tremendo bajón en mi espiritualidad. Fue
como volver al punto cero en mi fe y mi confianza en Dios.

 } A   …  

Después de un período de completo fracaso y falta de control,


me di cuenta de que tenía que poner mi vida en orden. Tenía
que dejar de moverme en la dirección destructiva hacia la cual
querían arrastrarme mi mente y mis emociones. Tenía que hacer
un alto, recapacitar y moverme en una dirección completamente
diferente, una mejor y correcta. Tenía que abandonar mi hábito
de preocuparme a fin de vivir con la paz que solo Dios puede
ofrecer cuando confiamos en Él de todo corazón.

El amplio espectro de las preocupaciones


Tan pronto algo nos sale mal, o ante la sola idea de que
podría salir mal, nuestra mente se descontrola. Empezamos a
hacer conjeturas sobre lo que pudo haber desatado la crisis de
salud, e imaginar de inmediato muchos escenarios y pronósticos
posibles… hasta el sonido del impacto de la tierra sobre nuestro
ataúd en una tumba. Nada ni nadie está exento de aparecer en
el amplio espectro de las preocupaciones.
Y ¿qué de los niños? ¿Qué será de sus vidas si yo muero
o quedo incapacitada? ¿Y mi esposo? ¿Qué va a hacer sin mi
ayuda? ¡Apenas si puede encontrar un par de medias iguales! ¿Y
mis padres? ¡Oh, no! Ya tienen suficientes problemas de salud y
preocupaciones. ¡No tiene sentido que un hijo muera antes que
sus padres!
Y así, una tras otra, se desata una avalancha de preocupa-
ciones. De igual forma, sube la adrenalina y el ácido estomacal.
Además, se acelera nuestro ritmo cardíaco, y se incrementa la
presión arterial. A veces estamos tan angustiadas que no pode-
mos probar bocado. O pasamos por aquellos días en los que no
podemos parar de comer, esperando encontrar en todo lo que
ingerimos alguna comida “que nos consuele”. Incluso puede que
busquemos, o le pidamos a nuestro médico, algún tipo de medi-
camento que nos ayude a enfrentar nuestra ansiedad desmedida,
algo que nos calme o por lo menos prometa una buena noche
de descanso. Cada noche trae desasosiego, y ningún amanecer
trae consuelo o alivio. Pensamos que más valdría estar muertas.
¿Qué me pasa? } 11

El consejo divino sobre la salud, la vida y la


muerte
¿Has oído decir: “Al nacer, empezamos a morir” o “Lo único
seguro en la vida son los impuestos y la muerte”? La vida y la
salud son regalos de Dios, y nunca debemos despreciarlos. Sin
embargo, también es cierto que ambos son efímeros. Moisés
habló de la muerte y puso la vida en su perspectiva transitoria,
cuando escribió:

“Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más


robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es moles-
tia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos” (Sal. 90:10).

Como puedes ver, la muerte es inevitable. Y como enseñó


Jesús con su interrogante en Mateo 6:27: “¿Quién de ustedes, por
mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso
de su vida?” (NVI), es imposible alargar la vida. Por tanto, según
lo enseña Cristo, ¿para qué preocuparte por la realidad y el mo-
mento de tu muerte?
No obstante, la vida y la salud deben entenderse desde una
perspectiva bíblica apropiada. Considera estas verdades extraí-
das de la Palabra de Dios:

La buena salud es algo natural y normal. ¡Tenemos un Dios


grande y lleno de gracia! Él permite que la lluvia caiga sobre ma-
los y buenos (Mt. 5:45). La gran mayoría de las personas sobre
la tierra goza, en términos generales, de buena salud a lo largo
de su vida. Claro, en ocasiones padecen algún virus, una gripe
o una lesión muscular. Pero por lo general, la mayoría goza de
buena salud. Día tras día, e incluso año tras año, vivimos alegre-
mente sin pensar siquiera en nuestra salud porque no experi-
mentamos problemas ni dolencias físicas. Y así debería ser. Aun
en un mundo que está bajo maldición a causa del pecado, Dios
ha diseñado nuestro cuerpo para que funcione bien y sin dolor,
en una condición saludable. La humanidad puede gozar de la
gracia de Dios en lo que respecta a la salud física.
 } A   …  

No hay garantía de una vida libre de dolor o enfermedad.


Cuando el pecado entró en el mundo, trajo dolor, enfermedad
y muerte. Tú, al igual que cualquier mortal sobre la tierra, estás
bajo la maldición que vino como consecuencia del pecado de
Adán y Eva en el huerto de Edén. Jesús quería que sus segui-
dores, y que nosotras, conociéramos la dura verdad. Él dice ter-
minantemente: “…En el mundo tendréis aflicción…” ( Jn. 16:33).
Esta aflicción puede presentarse en forma de persecución reli-
giosa, relaciones tensas o en el im-
placable proceso de envejecimiento.
Sin importar lo Dios nunca prometió a sus hijos una
vida de salud. Quizás por esto Pablo
que suceda en
nunca pidió a otros orar por su salud.
tu vida aquí Tampoco oró por la salud física de
en la tierra, sus lectores. En cambio, oró por su
el dolor o el salud espiritual (Col. 1:9-11).
Años atrás, cuando mi esposo
tormento que pastoreaba y enseñaba en la clase de
enfrentes, ¡deja escuela dominical para personas ma-
a un lado tus yores, ellos le citaron con frecuencia
un versículo que los consolaba ante
preocupaciones
la pérdida de su cónyuge. Se trataba
y mira a lo alto! de una descripción del “nuevo cielo”:
“Enjugará Dios toda lágrima de los
ojos de ellos; y ya no habrá muerte,
ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras
cosas pasaron” (Ap. 21:4). Este pasaje describe la realidad y la
angustia del sufrimiento en la vida, pero también los gratos de-
leites y el bienestar prometido que aguardan al pueblo de Dios
en su presencia en la eternidad. Sin importar lo que suceda en tu
vida aquí en la tierra, el dolor o el tormento que enfrentes, ¡deja
a un lado tus preocupaciones y mira a lo alto!

El dolor físico no es siempre negativo. Es grandioso disfru-


tar de salud y de un cuerpo vigoroso, pero también podemos
agradecer que nuestro cuerpo nos avise cuando algo está mal.
Según la ubicación y la naturaleza del dolor, por lo general un
¿Qué me pasa? } 13

profesional de la salud puede ayudarnos. Puede que tengamos


que soportar una enfermedad o una condición pasajeras, pero
generalmente nos recuperamos rápido, y todo vuelve a la nor-
malidad. Si el dolor no hubiera aparecido, no habríamos sabido
que algo estaba mal. Estoy segura de que has oído o conocido el
caso de alguien que visitó al médico por un síntoma o dolor ini-
cial, y luego supo que esa acción y detección a tiempo salvaron
su vida. Así que la próxima vez que sientas un dolor, agradece
a Dios el aviso. Y actúa, no esperes. Descubre lo que causa el
dolor y aplica el tratamiento necesario.

El dolor físico es una oportunidad para confiar en Dios. A


veces nuestro dolor se debe a una condición más prolongada de
semanas, meses, años o toda la vida. ¿Qué hacemos cuando eso
ocurre? La respuesta típica a esto es preguntar: “¿Por qué, Dios?
¿Por qué yo? ¿Qué he hecho para merecer esto?”. Sin embargo, es
mejor responder con oración: “Dios, ¿qué quieres enseñarme?”.
El apóstol Pablo sufría una de estas dolencias agudas y pro-
longadas, a la que denominó “aguijón en la carne”. Pablo batalló
contra este aguijón. De hecho, le pidió a Dios que se lo quitara.
¡Lo pidió tres veces! (2 Co. 12:7-8).
¿Cuál fue la respuesta de Dios? Él dijo a su siervo Pablo: “…
Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debi-
lidad…” (v. 9). El Señor le mostró a Pablo que a pesar de que
sufría, no estaba solo. Dios estaba con él, fortaleciéndolo. Aun-
que el dolor y el sufrimiento del apóstol no cesaron, contó con
la ayuda necesaria para enfrentarlo. Sólo tenía que confiar en
que Dios lo fortalecería para enfrentar un dolor crónico. Al final,
Pablo comprendió y pudo declarar:

“…Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis


debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades,
en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angus-
tias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (vv.
9-10).
 } A   …  

Para el cristiano, el sufrimiento es la oportunidad para confiar


en Dios y darle gloria. Y cuando confiamos y descansamos en
Él, esto trae paz a nuestra mente y a nuestra alma. Mientras es-
cribo aquí en mi computadora, gozando de buena salud (al me-
nos por hoy y por el momento), es más sencillo para mí hablar
acerca de confiar en Dios en tiempos de dolor, enfermedad y
quebranto físico, que si estuviera sufriendo alguna dolencia. No
obstante, siempre oro que cuando eso ocurra, lo cual es seguro,
pueda seguir el ejemplo de Pablo y confiar en la gracia de Dios
en medio del sufrimiento y el dolor. Pido lo mismo en oración
por ti. Para nosotras, como cristianas, el sufrimiento es siempre
una oportunidad para confiar en Dios y darle gloria.
Cuando el sufrimiento prolongado toque a tu puerta, re-
cuerda estas palabras del predicador estadounidense Henry
Ward Beecher: “Cada mañana tiene dos asas, podemos tomar el
día por el asa de la ansiedad o por el asa de la fe”.1 Tú eliges.
¡Cerciórate de tomar con fuerza el asa de la fe!

La salud espiritual es más importante que la salud física. Es-


toy segura de que valoras tu buena salud tanto como yo. Sin em-
bargo, cuando te haces cristiana, tu vida física queda relegada a
tu vida espiritual. Los cristianos reciben y nutren una perspectiva
eterna. Nuestros intereses deben tomar una dimensión celestial.
Aquí también Pablo nos ayuda mostrándonos la óptica correcta
para ver la vida y la salud:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde tam-


bién esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual
transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que
sea semejante al cuerpo de la gloria suya…” (Fil. 3:20-21).

¿En cuántas reuniones de oración has visto que el tema pre-


dominante son las peticiones por la salud? Si bien estas oracio-
nes son importantes, te recuerdo de nuevo que en ninguna de
sus cartas Pablo pidió jamás a sus lectores orar por su salud
cuando sufrió o estuvo en prisión. ¿Cuáles son algunos motivos
de oración que encomendó él a favor suyo?
¿Qué me pasa? } 15

- Un corazón valiente. Pablo deseaba predicar con


valentía, con una vehemencia que sólo Dios podía
dar (Ef. 6:19).
- Una puerta abierta. Pablo necesitaba que Dios
abriera una puerta para predicar el evangelio (Col.
4:3).
- Un mensaje claro. Pablo deseaba que su predica-
ción comunicara con claridad el mensaje de Cristo
a fin de que muchos pudieran oír y creer (Col. 4:3).

¿Qué pedía Pablo en oración por sus oyentes? Estas son algu-
nas de sus peticiones:

- Sabiduría y conocimiento. Pablo deseaba que sus


lectores también fueran llenos de la sabiduría y el
conocimiento de Dios (Col. 1:9).
- Un andar digno. Pablo deseaba que los seguidores
de Cristo anduvieran “como es digno del Señor”
(Col. 1:10).
- Fortaleza interior. Pablo quería que los creyentes
fueran fortalecidos con poder en su hombre inte-
rior mediante el Espíritu de Dios (Ef. 3:16).

Estoy segura de que ya has captado el mensaje. Tu vida y


tu salud son importantes. Sin embargo, son solo temporales y
terrenales. Pero tú, como hija de Dios, vas de camino a una
existencia superior, una que es eterna y celestial. No eres más
que extranjera y peregrina en esta vida (1 P. 2:11). Sin embargo,
estando aquí y de camino hacia la gloria, sé buena mayordoma
del cuerpo que Dios te ha dado para hacer su obra aquí en la
tierra. Cuida tu salud, pero no te afanes. Y sobre todo, no te
preocupes. Antes bien, sé disciplinada y cumple con la parte
que te corresponde.
 } A   …  

Aplicación personal
5
He dedicado gran parte de este capítulo a motivarte para que
no te preocupes demasiado por tu salud física. Pero ¿has notado
la palabra “demasiado”? Tengo una pequeña lista de tareas que
te pueden ayudar a mantener en perspectiva esa preocupación
por tu salud (o la de tus familiares y amigos).

9 Cuida tu salud. Aunque eres ciudadana de los cielos, vi-


ves en un cuerpo que precisa tu cuidado. Tu cuerpo es el
“templo del Espíritu Santo”, y no eres tu propia dueña (1
Co. 6:19). Y Pablo añade: “Porque habéis sido comprados
por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en
vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (v. 20). Cuidar tu
cuerpo es una forma de glorificar a Dios.
9 Cuida lo que comes. Dios quiso proteger a su pueblo y
por eso prescribió una serie de leyes sobre la dieta. Por
ejemplo, las naciones paganas del Antiguo Testamento no
tenían conocimiento acerca de las enfermedades y la ne-
cesidad de cocinar los alimentos antes de consumirlos.
Pero los israelitas tenían las instrucciones divinas. Aunque
la mayoría de los cristianos hoy no siguen de manera es-
tricta las leyes de la dieta, los principios en los que se fun-
damentan encierran sabiduría: vigila bien lo que comes
y cuánto comes, y cómo lo preparas. La información de
cualquier paquete o lata de comida te dirá si debes o no
comerlo. Durante varias décadas, he leído con frecuencia
libros y artículos acerca de la dieta y la nutrición. ¡Intenta
hacerlo! Eso te hará más consciente, experta y cuidadosa
con lo que llevas a tu boca, ¡aquello que entra en un
cuerpo que pertenece a Dios!
9 Controla tu peso. Posiblemente esto se logrará si cuidas lo
que comes. No obstante, es útil pesarte a diario. Elige un
“peso ideal” en función de tu salud, estructura corporal y
¿Qué me pasa? } 17

estilo de vida. Luego procura ceñirte a él cuanto sea posi-


ble. Yo registro mi peso a diario en una gráfica. Como reza
el dicho, ¡una imagen vale más que mil palabras! Puedo
ver exactamente lo que ocurre, si sube, si baja. No hagas
lo que yo hice por años. Leía y sabía que debía cuidar lo
que comía y mi peso, pero no hacía nada al respecto. Es
impresionante lo diferente que es aplicar estas dos prác-
ticas diarias. Recuerda también que el dominio propio es
un fruto del Espíritu (Gá. 5:23). Esto hace que tus hábitos
alimenticios y tu peso sean asuntos tanto físicos como es-
pirituales.
9 Haz ejercicio con regularidad. Médicos y nutricionistas
coinciden en que el ejercicio regular contribuye a una
buena salud. Pablo dijo a su discípulo, el joven Timoteo,
que “…el ejercicio físico trae algún provecho…” (1 Ti. 4:8,
NVI). Programa un poco de ejercicio en tu rutina, aunque
sea un poco. También es un asunto de mayordomía, de
cuidar del cuerpo que es de Dios. No me queda real-
mente tiempo de hacer ejercicio. Tengo que sopesar los
beneficios de cada decisión que tomo acerca del uso de
mi tiempo. Pero trato de incluir al menos una caminata
diaria. He aprendido a considerar el ejercicio como una
inversión, no en mi longevidad (que depende de Dios),
sino en mi calidad de vida (que
es mi aporte personal).
Puedes
9 Hazte chequeos médicos con re- quedarte en
gularidad. Hace poco, un viejo
casa y preocu-
amigo nuestro tuvo su chequeo
médico anual. Los médicos des- parte por la
cubrieron algo y quitaron de posibilidad
inmediato un tejido canceroso de que algo
antes de que pudiera esparcirse.
Los chequeos médicos de rutina ande mal… o
no logran descubrir todo, pero puedes hacerte
son una forma de protegernos o un chequeo.
prevenir enfermedades. Puedes
 } A   …  

quedarte en casa y preocuparte por la posibilidad de que


algo ande mal… o puedes hacerte un chequeo y saberlo
con certeza. La acción y la información mantendrán bajo
control tu preocupación frente a lo desconocido y tendrán
un efecto calmante sobre ti.
9 Atiende las señales de alerta. Ya he dicho antes que el
dolor es un mecanismo corporal que nos alerta de proble-
mas. Bien, parece que algunas personas prefieren preocu-
parse por su dolor que ir al médico y conocer la causa.
Temen mucho lo que podrían descubrir y posponen el
chequeo hasta que es demasiado tarde para descubrir
y tratar algo a tiempo. Cuando tienes algún dolor, que
puede o no ser un problema, no te preocupes. Haz algo.
¡Ve al médico y averígualo!
9 Pon la mira en el cielo. Permíteme hacer una advertencia:
si no tienes cuidado, puedes aferrarte tanto a este mundo
y ocuparte tanto de tu salud física que pierdes de vista tu
llamado celestial. Esto no significa descuidar tu salud o la
realidad física, pero sí que debes asumirlos con “ligereza”.
Así, en caso de que la enfermedad e incluso la muerte
sobrevengan, pueden verse como una simple transición.
El apóstol Pablo manifestó esta visión celestial, en las co-
sas de arriba, cuando declaró: “Porque para mí el vivir es
Cristo, y el morir es ganancia”. También anhelaba “…partir
y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Fil. 1:21-
23). Como enseña el himno: “Pon tus ojos en Cristo, tan
lleno de gracia y amor, y lo terrenal sin valor será a la luz
del glorioso Señor”.2
9 Confía en la providencia de Dios. ¡Haz todo lo que sea ne-
cesario para alimentar esta confianza! Es fundamental que
acabes con cualquier inclinación que tengas a preocu-
parte, incluso por tu salud. La pasión que te consume
debe ser siempre la voluntad de Dios, no la tuya. Eso
significa que debes orar a Él y desear su voluntad por
encima de todas las cosas, y esto incluye tu bienestar, sa-
¿Qué me pasa? } 19

lud y longevidad. Ora como Jesús: “…Hágase tu voluntad,


como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:10). Tam-
bién cultiva el hábito (¡uno muy bueno!) de leer tu Biblia
diariamente. Este solo hábito, como ningún otro, manten-
drá tu mente enfocada en Dios. Y así, cuando algo ocurra,
tu primer pensamiento será: “No te preocupes, confía más
bien en el Señor”. Cuando hayas visto a Dios actuar en las
páginas de tu Biblia, conocerás acerca de su naturaleza,
de su fortaleza, de su poder. Y eso se traduce en una con-
fianza creciente en Él.

Acaba con tus preocupaciones...


¡para siempre!
5
Solía acostarme con mi almohada debajo de mi abdomen
para calmar mi úlcera, en vez de ponerla debajo de mi cabeza
para dormir. Al fin reconocí que la preocupación es un pecado
y un hábito terrible. A medida que leía mi Biblia y crecía como
cristiana, me resultaba inevitable notar que había muchos man-
datos bíblicos para los seguidores de Dios que nos instan a no
preocuparnos. Elegí estos dos y los recordaba cuando sentía
arder mi estómago o me hallaba preocupada y afanada. Jesús
ordenó: “…No os afanéis por vuestra vida…” (Mt. 6:25). Y Pablo
ordenó: “Por nada estéis afanosos…” (Fil. 4:6).
Lo cierto es que la preocupación es contraria a la voluntad de
Dios para tu vida. También afecta a tu salud. Los estudios médi-
cos han confirmado esta observación del doctor Charles Mayo,
cofundador de la mundialmente famosa Clínica Mayo:

La preocupación afecta a la circulación, al corazón, a las


glándulas y a todo el sistema nervioso. Nunca he cono-
cido a un hombre que haya fallecido por exceso de tra-
bajo, pero muchos han muerto por la duda.3
 } A   …  

Espero que estés de acuerdo en que la preocupación es un


mal hábito que ofende a Dios, y que daña tu vida y tu salud. Un
hábito es lo que haces de manera cotidiana. Los hábitos pueden
ser buenos o malos. Leer tu Biblia y orar son buenos hábitos que
desearás implementar en tu vida. Pero cualquier hábito, ya sea
una acción o una actitud, o un proceso de pensamiento, que te
arrastra para alejar tu corazón de Dios y enfocarte en ti misma,
es malo y exige un cambio serio y radical.
La preocupación es sin duda uno de los hábitos que desvía
nuestros ojos de Dios. La preocupación dice que “aquello” (lo
que sea que te preocupa) es algo que Él no puede manejar, o
que no puede resolverse con Dios o por su gracia. Esta actitud
es completamente opuesta a la confianza en Dios. Bien podrías
sacar un aviso que dice: “No confío en Dios”. La meta del creci-
miento espiritual es cambiar el mal hábito de la preocupación
con el excelente hábito de confiar en Dios. Cualquiera que sea
tu situación, haz tu parte. Haz todo lo que puedas. Pero sobre
todo, ¡asegúrate de confiar a Dios tu inquietud!

5
Fíate de Jehová de todo tu corazón…
P :

…Bienaventurados todos los que en él confían.


S :
5

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