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“La Educación Física que perdimos” (Mario Di Santo- GSE - 10/12/2013)

Las reflexiones que vamos a compartir son relativas a la educación física en Argentina en
general y particularmente en nuestra provincia de Córdoba y son escritas desde la absoluta
libertad en al acto de pensar pretendiendo, vale la pena aclararlo, que también induzcan al
desarrollo de actitudes críticas libres. No solicitamos estar de acuerdo o en desacuerdo con
ellas, sino instar a la reflexión acerca de problemas que el modelo actual y dominante en la
formación de docentes en educación física no logra superar o resolver. La exposición de las
ideas no sigue criterio de orden alguno y no por eso son incoherentes. Consideremos, más
bien, una modalidad “discontinua” de redacción, apelando al recurso de las viñetas para
distinguir los diferentes tópicos de análisis. Luego de los intentos iniciales compartí las ideas
con algunos colegas, de ahí me tomé el atrevimiento de anexar esos valiosos aportes.

La negación de la dimensión biológica en la formación de los profesores de educación física es


alarmante. ¿Niegan porque ignoran? Posiblemente sea esa la respuesta e intentar no ignorar
suponga estudiar. Las transformaciones curriculares de los últimos años en nuestra región dan
cuenta de este progresivo proceso de deterioro. Las razones por momentos esgrimidas por los
promotores de estos cambios son rayanas al absurdo y no es que cueste entenderlas,
directamente son inentendibles. Una estrategia previa fue, al menos en nuestra provincia, la
de juntar y mezclar en una sola materia, llamada ”fundamentos biológicos”, las que antes
estaban perfectamente delimitadas y permitían la profundización necesaria para, en carácter
de profesores de educación física, tomar decisiones pertinentes sobre los sistemas funcionales
de los sujetos. Antes desarrollábamos anatomía aplicada, fisiología general, fisiología del
ejercicio, educación sanitaria, primeros auxilios y análisis del movimiento. Hoy todo esto está
“metido y mezclado” en una sola materia que, a pesar de los grandes esfuerzos de los
profesores, no alcanzan a desarrollar los contenidos mínimos y elementales que nuestra
carrera requiere. Antes era, inclusive, insuficiente. Ahora es directamente un chiste. La
realidad que me toca conocer es la de Canadá. Allí las materias no tienen nombres raros. Son
las clásicas y se profundizan cada vez más. Entienden que en educación física tomamos
decisiones sobre la dimensión biológica del ser humano y que la misma no puede ser negada,
ni implícita ni explícitamente. Cualquiera sea la edad del sujeto y su particular contexto. Como
profesor del último año de la formación de grado aquí en la provincia de Córdoba, alarma
detectar tantas insuficiencias en nuestros alumnos: desconocimiento de la anatomía funcional,
procesos fisiológicos elementales no estudiados, nociones básicas de biomecánica
insospechadas. Los alumnos llegan al último año de la carrera sin conocer el cuerpo humano,
sin saber el nombre de los movimientos, sin saber, como mínimo, nombrar las partes
exteriores del cuerpo. A la hora de hacer capacitaciones, aporta el profesor Mauro Parra, es
una vergüenza que simposios y cursos, relacionados con biomecánica, análisis de movimiento
y fisiología del ejercicio no tengan puntaje, como si no importaran estos contenidos para
aplicar en el colegio.El profesor Sebastián Del Rosso agrega luego de la lectura de los bocetos
iniciales: “Una cuestión que me parece totalmente inconcebible es que prácticamente no
existe la fisiología del crecimiento, maduración y desarrollo en relación con el ejercicio. Es una
asignatura que he dado en varios cursos y me sorprende ver que tanto alumnos actuales como
profesores en actividad no sepan lo que es el PHV (peak height velocity) y su relación con los
estados madurativos. Entonces surge mi pregunta… ¿en las clases de educación física actuales
los niños/adolescentes no se mueven? ¿en la actualidad se dan clases teóricas de educación
física en las escuelas y colegios secundarios? Ya que de lo contrario no se puede concebir que
un alumno del profesorado de educación física no conozca la fisiología de un niño pre-púber y
sus respuestas fisiológicas frente al ejercicio o actividad física (ni siquiera hablemos de
entrenamiento)”.Extraño panorama a la luz de que nuestras clases no se caracterizan por ser,
precisamente, aúlicas. Aún las aúlicas deberían tener en cuenta la dimensión biológica del ser
humano. Decían Pierre Vayer y Pierre Toulousse: “la escuela ignora la existencia del sistema
nervioso”. Esta afirmación de la importancia de la dimensión biológica no supone negar los
valores y principios pedagógicos de la educación física bajo respecto alguno. Una no excluye a
la otra, sino que son concurrentes e integrativas. La compatibilidad es implícita a la capacidad
del docente quien, desde el manejo de sus habilidades como profesor, puede incluir los valores
propios de las dos dimensiones.

Estamos siendo impotentes testigos de una progresiva invasión de contenidos que otrora poco
y nada tenían que ver con nuestra carrera. Las actividades expresivas, las danzas y bailes
populares, las murgas y hasta las actividades circenses (recordemos que, en la mitología
griega, era Circe el dios que transformaba a los humanos en bestias y Orfeo nuevamente en
humanos, lo cual hace aún más paradojal esta transformación en nuestra educación física). Lo
cual resulta extraño, ya que hay muchas carreras que toman estos contenidos en sí mismos
como objeto de estudio y son sus ejes. Desde ya, cualquier sujeto racional acude,
precisamente, a los egresados de estas otras carreras (teatro, danza, etc.) como recursos
confiables para su enseñanza y no a un profesor de educación física. Estas actividades son
legítimas y altamente respetables. Sólo las objeto como eje de la formación de un profesor de
educación física. Por la institución en la que trabajo ya hace 25 años es difícil encontrar
alumnos procurando aprender y mejorar movimientos gimnásticos y deportivos. Lo que no es
extraño es que se te crucen frecuentemente alumnos vestidos extravagantemente, cual
payasos a veces, como mimos otras, sin la menor capacidad reflexiva del sentido de eso o de lo
dejado de lado. No pude ser el valor diferencial de una profesión lo que es campo de acción y
eje de otras. Como posibilidades auxiliares y complementarias no revisten mayor objeción. Sin
embargo son hoy epicentro de horas y horas de cursado. Y es, reiteramos, muy poco probable
que en carácter de profesores de educación física el día de mañana seamos requeridos para
tales cometidos. El fundamento de la “libre expresión”, me acota Sergio Lüscher al leer las
notas iniciales, coarta la libertad que implica la condición física mínima para la salud e ignora la
preservación de las capacidades físicas mínimas que el sujeto necesita para ser independiente
y… ¡poder expresarse!

Paralelamente observamos la “recreologización” de la educación física como rasgo dominante


de los últimos tiempos. Me atreví a caracterizar este fenómeno como “piñonfijización” de la
educación física. Y no por mala intención respecto a nuestro local, nacional e internacional
célebre artista, al cual le debemos el mayor de los reconocimientos. Sino en el sentido de
serlos en carácter de profesores de educación física. No estudié tantos años para entretener a
nadie. Hasta dudo que deba estudiarse para algo así. Sea como fuere, no puede ser médula de
una carrera, reiteramos, lo que es eje de otras. En otros países la recreación es una legítima
carrera en sí misma, que comparte un tronco comúncon la educación física, pero que no se
trata de lo mismo. Desde ya que no nos oponemos al manejo de un conjunto de actividades
lúdicas por parte del profesor de EF, sobre todo para los primeros años de la escolaridad
primaria. Sobre eso no hay discusión alguna. Ni sobre la extrema importancia que tiene lo
lúdico en la formación y desarrollo de todo ser humano. Lo que ponemos en duda es la
necesidad de ser tal actividad intervenida por un profesor de educación física. Y paso a
explicarme. De niño amaba jugar. Pasaba horas en tales asuntos, serios e importantes,
divertidos y significativos, sin idea de fin, sin idea de la hora ni mucho menos, de que alguien
debiera demostrar superioridad sobre otro en algún momento. La magia del juego quedaba
hecha añicos a partir de la intervención de un profesor. Jugar ya no representaba la idea de la
pura actividad sin idea de fin, sino que se transformaba en contienda, en manifestación tácita
de que, a la postre, unos eran mejores que otros. El profesor arruinaba el juego. Ya no era
juego. La pregunta que no puedo dejar de formularme es si, en esta pretensión no se esconde
una espantosa omnipotencia que nos hace creer que somos imprescindibles en la conducta
lúdica del ser humano tal que, sin nosotros, no podrían hacerlo. No sólo entiendo que no
hacemos falta, sino que malogramos tan hermosa conducta, tanto individual como social. Es
notable, escuche a los profesores y lo que dicen en todo momento: “vamos a jugar a esto,
vamos a jugar a lo otro”. Y los niños gastan más calorías en el recreo que con el profesor de
educación física en el marco de una clase haciendo exactamente los mismos juegos. Solos lo
hacen mejor. Desde mi médula íntima debo confesar que no estudié tantos años para
profesionalmente hacer divertir a nadie. No me importa eso, en lo más mínimo. Otros estudian
para tal cometido y los felicito, hasta acudo a ellos. Cuando la imagen de un docente en
educación física se me viene a la cabeza, no es la de “entretenedor” la que la adjetiva o, mucho
menos, sustantiva. Nada tiene de malo, reforzamos esta idea, el animar fiestas infantiles. Es un
dignísimo trabajo. Lo que cuestionamos es que en carácter de profesores de educación física
nos busquen para animar fiestas infantiles y para resolver problemas de movimiento y de
condición física ya no acudan más a nosotros. No objetamos el circo, sino que como profesores
de educación física seamos cirqueros.

Ahora bien, para que las actividades lúdicas, las expresivas, las murgas, los bailes, los mimos,
los magos, los acróbatas y los clowns hayan copado la banca de la educación física fue
necesario que lo que antes la ocupaba, adquiriera la categoría de punto. Desacreditar las
actividades deportivas y gimnásticas formó parte de la estrategia inicial la cual,
arbitrariamente, las vinculó ideológicamente a momentos nefastos de la historia argentina.
Gimnasia, deporte y técnica como sinónimos de opresión, de prácticas elitistas y otras
caracterizaciones tan fuera de lugar que sorprende. Tenemos una población atacada por el
flagelo de la obesidad y el síndrome metabólico, sarcopénica, y cuando hablamos de la
importancia del aumento de la masa muscular estriada esquelética, los epistemólogos de la
educación física califica ese intento como promotor de “cuerpos hegemónicos”. Ya no
entiendo nada. Recordemos la estrategia motriz de dominación, por ejemplo, que emplean las
sectas religiosas más fundamentalistas… ¿no es acaso el baile? Señores dejémonos de “hablar
sin saber” demonizando la gimnasia y el deporte sin tener la menor idea de lo que decimos. No
es el movimiento, sino la intención lo que cuenta. Si deseo oprimirte, lo puedo hacer con el
baile, con el deporte, con la gimnasia y hasta con un simple juego. Y si quiero ayudar a
liberarte puedo hacerlo con los mismos recursos. Nada justifica caracterizar la gimnasia, la
técnica y el deporte como malos en sí mismos ni como buenos tampoco. Lo que cuenta es
quien lo enseña y sus valores. Casualmente, los únicos que se han planteado como transmitir
valores positivos a través del deporte son, precisamente, los profesores de educación física. Ni
que hablar de la gimnasia. Mi formación fue gimnástica. Tuve grandes maestros de la gimnasia
(Tulisse, Higa, Pelatto, Oliva, Ferreyra, Fernández entre otros) y les agradezco de por vida que
me hayan enseñado a pensar. En esa época, vuelve a señalar Sergio Lüscher, solidaridad era
cuidar al otro en su integridad, proveyendo ayuda efectiva para que no sufra trauma alguno.
Acoto que, desde pequeño, mis grandes maestros de la gimnasia, fundadores del instituto en
el cual luego me formé, solían decir que gimnasia, atletismo y natación son los pilares de la
educación física y de la formación motriz integral del sujeto. No puedo estar en desacuerdo, es
casi visceral la sensación de que remamos en la misma piragua y les devuelvo una sonrisa.

La demonización de la técnica acompaña este proceso degradante. Resulta extraño e


inverosímil: hacer bien está mal y hacer mal está bien. Vaya a entenderlo si puede. Lo cierto es
que desde las casas de formación en nuestra provincia ya parece no interesar la ejecución
correcta, dando la espalda a miles de estudios biomecánicos y horas de análisis de movimiento
por parte de los mayores referentes del mundo. Técnica como opresión y dominio, turismo por
lo diferentes movimientos, sin importar cómo son ejecutados, situación que, a mi humilde
entender genera severas consecuencias. Por sólo mencionar algunas, la configuración de
“techos técnicos y psicomotrices” imposibles de superar y el consecuente estancamiento
obligado y, otra no menos promisoria, que es la no necesidad de los estudiantes de esforzarse
para la superación en sus propias dimensiones técnicas. Absolutamente insensibles al
analfabetismo motriz. Inclusive, una idea dominante últimamente en los profesorados es que,
aún como analfabeto motor el sujeto puede tener una exitosa carrera en los deportes.
Tampoco puedo entenderlo. Analfabetos motrices jugando. Recuerdo que en nuestra
formación en la década del ochenta, y muy a pesar de las incipientes críticas a esta
perspectiva, las exigencias técnicas justificaban horas de práctica y disciplina interior y exterior
para lograr las performances mínimas. Ello promovió un perfeccionamiento en la propia
motricidad que aún hoy, a la distancia, sigue resultando altamente beneficiosa y no puedo sino
agradecer a los profesores que, al respecto, fueron exigentes. Técnica no es opresión. Es hacer
bien las cosas y desde esa condición, poder seguir aprendiendo. “Ignorar la biomecánica y la
ergonomía es ignorar la técnica que se requiere no solo para hacer más eficiente el
movimiento sino para gozar del movimiento toda la vida, conservar la independencia motora
toda la vida, no lesionarse ni por trauma ni por mal uso de la principal herramienta para
gestionar la educación y la salud, vaya sino a leer más de 30.000 trabajos científicos que lo
fundamentan en sólo los últimos 20 años claramente (y caramente) nosotros hace algo más de
20 años equivocamos ese camino”, vuelve a acotar Sergio Lüscher. Más claro, vierta agua.

Por consiguiente, ante la negación del sujeto de aprendizaje en tanto biológico y la paralela
negación de objeto de conocimiento en tanto objeto técnico, no queda otra que hipertrofiar el
concepto y la práctica de la enseñanza. No estudiamos a quien le enseñamos ni lo que
enseñamos, por consiguiente estudiemos el enseñar por el enseñar mismo. Nuevamente, trate
de entenderlo si puede. La enseñanza es un puente entre el sujeto y el objeto. Estudiar estos
dos últimos facilita los anclajes y la ingeniería básica en la construcción de dicha conexión. Si
niego las dos orillas, la enseñanza es como un inmenso puente a la deriva que pretende
conectar dos costas tan alejadas entre sí que termina por flotar a la deriva. Un estrepitoso
puente flotante desconectado de las dos orillas que justificaron su construcción. Formamos
pseudo técnicos en la enseñanza (para esto sí parece haber técnica) que desconocen la
configuración morfológica y funcional de los destinatarios y que ignoran, mucho peor aún, lo
que enseñan. Nuevamente, invitamos a que trate de entenderlo si puede. No digo que deba
omitirse, sino que es más importante aprender cómo aprendemos y aprender a aprender. La
enseñanza se autoconstruye a partir de estos tres requisitos y su importancia no supera la de
ellos.Sergio Lüscher complementa la idea: “ustedes han visto el desarrollo de una clase de
educación física de estos métodos no metodológicos, de técnicas con el menor tecnicismo
posible, ¿alguien observó clases de educación física de los cultores de esta nueva educación
física?, ¿cómo saben adóndellegaron?, ¿o también está mal evaluar?”.

El divorcio de la educación física respecto a la salud y el deporte alarman. Hace más de 20 años
que lucho por maridar educación física y salud, mientras que algunas corrientes
epistemológicas califican esta perspectiva de “higienista o higienicista”, casi como un
calificativo peyorativo. Aristóteles entendía que primero estaba la gimnasia, luego la medicina
y en tercer lugar la cosmética. La tenía más clara que nosotros. Lo cual pone de manifiesto que
la educación física no es ni debe ser un auxiliar de la medicina sino, quizás, todo lo contrario.
En una sociedad en la cual fuéramos bien educados en lo no contingente, es decir, las
cuestiones del cuerpo (movimiento y nutrición), la enfermedad sería la excepción y, por ende
la medicina se haría cargo de la minoría. Hoy vemos que la salud es la excepción y su conquista
y preservación desde adecuados hábitos de movimiento parece ya no interesarle a la
educación física. Si la educación física le da la espalda a la salud… ¿no deberíamos incorporar
otra materia en la escuela que nos enseñe a vivir conforme a la naturaleza humana en lo que a
movimiento se refiere? Ya que no lo hacemos, al menos dejemos que lo hagan otros. Con
respecto al deporte, lo mismo: el deporte pide a gritos los valores que sólo un profesor de
educación física puede aportar. Sin ellos, el deporte queda a merced de empresarios y
representantes y sólo por casualidad, podría eventualmente llegar a ser educativo. Por lo
general, sin profesores de educación física, no lo es. Creo que supimos ser los únicos bichos
raros procurando hacer del deporte, un fenómeno educativo. Mal no vendría retomar esa
iniciativa. Lamentablemente, hoy por hoy, los deportistas que se aproximan a estudiar
educación física no pasan de segundo año, huyen despavoridos. La educación física impartida
en los profesorados los espanta. Tenemos que volver a atraerlos, que sientan atracción por
nuestra carrera para que luego, con todo lo aprendido, hagan del deporte en general y del
suyo en particular, algo aún más bello.

La falta de estudio del movimiento humano es alarmante. A veces me pregunto qué carrera se
encarga de hacerlo. Fisioterapia es fisioterapia y no kinesiología. En nuestra provincia no se
estudia kinesiología, no seamos hipócritas. La educación física tampoco estudia al movimiento
humano, excepto algunos casos aislados de esfuerzos de algunos profesores y que intentan
que la mano no se suelte del todo y el movimiento termine por caer definitivamente en el
abismo. ¿A dónde se dirige una persona que quiera estudiar el movimiento humano en sí
mismo? ¿Qué carrera sigue? ¿Dónde se inscribe? Hoy por hoy, en educación física seguro que
pierde gran parte de su tiempo. Personalmente elegí educación física porque me fascinaban
las dimensiones del movimiento y del pensamiento humano. Tuve una gran profesora de
filosofía en el cursado de educación física (Nilda Garimaldi de Heredia) y un gran profesor que
mostraba el movimiento humano en perspectivas intrínsecas, como valor en sí mismo (Antonio
García) y gracias a ellos, y el aporte de otros profesores, los años de formación de grado
valieron la pena. A tal punto que, luego, el deseo fue tan grande que motricidad humana y
filosofía continuaron acompañándome. Hoy, en nuestras casas de formación, estos ideales y
contenidos brillan por su ausencia. Y no puedo dejar de preguntar acerca del cómo estructurar
y proveer solidez a una educación física que niega el estudio del movimiento humano. Una vez
más, trate de entenderlo si puede. Si lo logra, ayúdeme a entenderlo porque después de
tantos años de intentarlo aún no alcanzo a dilucidar las razones de esta pavorosa exclusión…
¿habrá que estudiar mucho?
La pobre formación para la investigación es otro rasgo dominante. ¿Cómo investigar sin
conocer el objeto de estudio? No se enseña a investigar y la posibilidad de una docencia
divorciada de la producción de conocimiento es, inclusive, una idea fuerte. Algunos piensan o,
mejor dicho, afirman sin pensar, que el propósito de la carrera es formar docentes y no
investigadores. Es decir, profesores que reproduzcan lo investigado por otros (si tienen
suficiente humildad) o que directamente enseñen la integración de sus propias experiencias e
intuiciones, que consideradas por ellos mismos como soberana, terminan por constituir el
corpus principal de sus clases. Desde mi limitada capacidad de comprensión no alcanzo a
captar la idea y, si la capto alguna vez… ¡no acuerdo con ella! La mentalidad de investigador es
crucial para la docencia. ¿Cómo ser docente si no me interesa la producción de conocimiento?
Nuevamente rescato la experiencia canadiense, en la cual pude observar que desde el primer
año de la carrera se trabaja en investigación. Para los grandes referentes de aquel país, la
enseñanza es casi un oprobio obligado. Si no investigas estás condenado a enseñar. Si no lo
sabes, lo enseñas, suelen decir. Sin querer, describen nuestra triste realidad. En nuestro
instituto (IPEF de Córdoba) en casi 70 años no se ha producido ni un artículo, ni una
publicación con referato internacional. Por ende, ante la pregunta que suelen formularme
desde aquellas latitudes… “¿qué enseñan si no investigan?”…la respuesta tarda en emitirse y
no sin una alta cuota de vergüenza admito, ruborizado: “…lo que investigan ustedes…”. Ello no
implica la soberanía absoluta de la investigación respecto a las otras dimensiones de la
educación física, opina Horacio Anselmi, como práctica sin contacto con la gente, con el diario
trabajar y la experiencia que en el día a día podemos ir adquiriendo. La práctica cotidiana es
crucial y de ahí surgen los problemas dignos de ser investigados. Las dos dimensiones deben
estar presentes.

Una consecuencia derivada de este debilitamiento de la educación física respecto a la


prescripción del ejercicio físico y el problema de la condición física, tanto de la población no
deportiva como de los deportistas mismos, cualquiera sea el contexto, disciplina o edad
evolutiva, es la proliferación de sujetos que con carreras cortas, no-carreras, de otras carreras
o simplemente por el hecho de haber sido deportistas o, a veces, ni siquiera eso, se dedican al
entrenamiento de grupos o personalizados. La población se encuentra en una fastidiosa
encrucijada: no puede contar con un profesor de educación física y debe apelar a instructores
o entrenadores personales cuya formación no puede ser acreditada por los estudios
realizados. Panorama complejo: si no estás en el sistema educativo formal (¿qué porcentaje de
la población está escolarizada?), estás condenado a moverte en manos de vaya a saber quién.
En nuestra ciudad proliferan los grupos de “running” y entrenamiento en parques y plazas, lo
cual no está mal para combatir el sedentarismo y que la gente vuelva a motivarse con el
entrenamiento. El punto es que no hay control alguno sobre los aspectos legales e higiénicos
elementales. ¿Cualquiera puede entrenar a otro? ¿Por el solo hecho de haber sido deportista o
corredor puedo formar un grupo? No tengo la respuesta, lo que sí pienso es que es hora de
darle fortaleza a nuestra carrera. Señores, de una vez por todas reforcemos nuestra carrera,
construyamos poderosas colegiaturas, les proveamos fortaleza en sus luchas gracias a una
currícula consistente y, desde allí, que sólo profesores de educación física trabajemos en la
prescripción del ejercicio, el entrenamiento. El modelo paulista es digno de emular. Sólo
trabajan como entrenadores personales profesores de educación física, lo mismo que
cualquier rubro de gimnasio. 82 mil profesores matriculados y no puede ejercer en caso de no
ser profesor. Obvio, tal defensa de las posibilidades laborales del profesor de educación física
está sustentado en la red curricular de su formación universitaria.

Un capítulo aparte, y por cierto bastante extenso, merecen los estudiantes de educación física.
No sé por dónde empezar, tantas son las cosas que hay por decir. Voy a expresarlo tal como
me aparecen los enunciados en la mente cuando asisto a los profesorados, sin procesamiento
delicado ni pronóstico de consecuencias. Lisa y llanamente, cada vez más seguido estas frases
brotan, tanto en mi cerebro como, imprudentemente, en boca también y muy a pesar del fútil
intento por evitarlas:

No quiero trabajar con alumnos de pelo verde, “piercings” hasta por los codos y tatuajes
rituales inclusive en las orejas.

No quiero alumnos vestidos con bermudas de jean, ojotas y camisetas de clubes de fútbol.

¿Por qué no intenta ir a la facultad de medicina o abogacía con bermudas y ojotas?

Por favor vengan vestidos con la más humilde las ropas de gimnasia, como profesores de
educación física.

¿Quién les imprimió en la cabeza la idea de que educación física y estudio nada tienen que
ver?

No quiero alumnos que deciden comenzar el cursado hacia la cuarta o quinta semana de clase.

¿Por qué tantos sedentarios estudiando educación física?

¿Jamás consideró la posibilidad de estar físicamente preparado para la vida en general y para
estudiar esta carrera en particular?

Si usted decide formarse como piñón fijo, negando la biología, el entrenamiento y la condición
física le solicito cortésmente que reflexione acerca de su extrema hipocresía al aceptar luego
trabajos que tienen que ver, precisamente, con todo lo que usted negó durante su formación.

¿Para cuándo la música clásica y la literatura?

¿Alguna vez terminó la lectura completa de un libro?

¿Jamás va a invertir en un libro?

¿Está absolutamente decidido a nunca estudiar ni entrenar?

¿Por qué ante la posibilidad de pensar por usted mismo elige cortar y pegar?

¿Por qué le seduce lo fácil?

¿Por qué juzga a sus profesores?

¿Por qué tanta maledicencia y murmuración? ¿No tiene otra cosa en que pensar?

¿Por qué se siente aliviado cuando percibe que las exigencias declinan?

¿Por qué elige ser profesor y jamás sintió devoción y respeto por todo lo que ello implica?
Desde pequeño aprendí a amar a mis profesores, a admirarlos, a agradecerles. Aún hoy, si voy
por la calle y me los cruzo, freno y les dirijo la agradecida mirada. El profesor sigue siendo mi
garante ético, mi paradigma de realización personal.

¿Por qué trabaja en esto antes de recibirse?

¿No considera la posibilidad de asistir a cursos y congresos?

¿Sabe a lo que denomino alumno paracaidista? El que cae para la clase y ya está, o considera
que con eso ya está. No le podemos pedir que estudie antes, que haga observaciones, que se
prepare, que piense antes. Cree que su deber último es solo estar presente en clase y nada
más. Parece que su vocación última, en las distintas actividades de la vida, es marcar tarjeta.

¿Por qué planifica irse a Europa sin haberse recibido, como si este país le quedara chico? Si le
falta tanta formación… (en mi caso particular, fui tentado muchas veces para radicarme en el
exterior: nunca quise aceptar porque amo mi país y me debo a su gente; viajo, entrego y
recibo, trato de aprender más, siempre regreso con el propósito de mejorar mi patria, porque
aún con todos sus dolores y heridas, incongruencias e injusticias, es mi patria y la amo).

Los reglamentos internos para el cursado de las materias, seminarios y talleres no son otra
cosa que la base estructural de la mediocridad. La arquitectura de la mediocridad tiene sus
planos profundos en estos reglamentos. Leo y releo esos reglamentos y cuando observo los
derechos a tener sólo un 70% de asistencia y otras permisividades comienzo a entender mejor
algunos de los aspectos de lo que está sucediendo. Parece que para la excelencia no hay
reglamentos, o al menos ninguno que haya pensado en ella y procure alcanzarla. La gran
mayoría de los alumnos usufructúa de esos derechos jugando con los límites para no quedar
libre. Como si el objetivo fuese zafar en lugar de formarse con la mayor calidad posible.
Personalmente no entiendo bien esos reglamentos. Los estudiantes tienen que venir a clase y
punto, dedicarse a estudiar y no especular acerca de cuántas faltas pueden tener o cuántos
trabajos prácticos pueden desaprobar.

Precisamente, entonces, el carácter público de la educación supone la multiplicación de las


responsabilidades y no de los derechos. Si quiere estudiar como le queda cómodo, páguese
una formación privada. Si quiere sólo estar y no estudiar, demuele los cimientos de la
educación pública. La educación pública es una belleza, privilegio de muy pocos países.
Cuidarla es ser responsable y estudiar. Es pensar más en las obligaciones y responsabilidades y
no como me ajusto al reglamento interno para, sin estudiar y sin mayores esfuerzos,
transitarla con el menor grado de conflictividad posible. Para eso, deje su lugar a quien
realmente no puede pagar una privada y de seguro transitará la pública con excelencia o, al
menos, con el esfuerzo elemental que el saber que es pagada por todos, supone. Precisamente
porque es pública y gratuita implica el comprometerme con cuerpo y alma.

En definitiva, la aspiración de este opúsculo es instar a la reflexión y promover una buena


discusión acerca del perfil del docente que estamos formando. Puede estar de acuerdo o no,
sentirse molesto o no por el modo de redacción. Lo que sí es, bueno o malo, un intento de
llevar a nuestra carrera a un mayor nivel de jerarquía, a una consideración social de mayor
relevancia para no sólo devolverleaportar a la sociedad valores diferenciales, sino también
para un mayor reconocimiento por parte de ella hacia nuestra educación física que se
materialice en nuevas posibilidades para su crecimiento y desarrollo.
Acota Sergio Lüscher: “en el país los institutos de profesorados en educación física ya son
innumerables, seguro de alguno nos vamos a olvidar en la cuenta, 300, 500, 1000. Anualmente
miles de alumnos se inscriben para “estudiar” educación física, otros miles ¡se reciben!, ¿con
que examen de egreso? Hace años se discutió el examen de ingreso para una carrera que
requiere aptitudes físicas, psíquicas, sociales, y porque no una espiritualidad singular que
requiere la docencia, hoy ya no existe, en nombre de la libertad se eliminaron los exámenes de
ingreso, todos tenemos derecho a hacer lo que se nos ocurra, aún ejercer la docencia, formar
ciudadanos porque a la vista de la historia cualquiera se recibe solo se trata de completar
permisos de examen, total, tampoco existe el examen de egreso. Si usted no sabe qué estudiar
y no le gusta estudiar, anótese en algún profesorado de educación física que seguro se recibe.
A la luz de los hechos así funciona hoy”.

Para finalizar, me permito anexar los comentarios del profesor Román Gorosito de Rosario,
con quien compartimos una gran amistad y perspectivas:

El relativo anacronismo de la preparación que ofrece la carrera: es decir, en un mercado que


reclama profesores para los gimnasios de musculación, las clases personalizadas, los periodos
pos kinésicos, el tratamiento conjunto con médicos y nutricionistas de los problemas
metabólicos y la prevención de los problemas posturales, urge que el egresado tengas las
habilidades para responder a estas necesidades, las cuales se acrecientan año a año debido al
estilo de vida de población actual; en cambio, los alumnos siguen recibiendo una formación
que apunta a lo sumo a la educación física escolar, y digo a lo sumo porque en realidad
egresan con habilidades para hacer jugar, acampar, realizar peñas y entretener a un curso
escolar. En este contexto, el mercado laboral requiere un tipo de profesor y de los ISEF´s se
gradúa otro totalmente diferente, que luego, lógicamente, por cuestiones de necesidad se
inserta en estos campos laborales y se desempeña con ineficiencia, apatía, y por sobre todo
con falta de rigurosidad.

Falta de coherencia entre lo necesario y lo que realmente se hace: esto lo vemos en el ámbito
escolar. Históricamente la escuela fue el complemento de formación respecto de lo que el niño
recibe en la casa, sobre el tema reflexionó hasta el cansancio en celebre pedagogo Francesco
Tonuci. Es así como, por ejemplo, un niño nacido en el 60 o el 70 podía darse el lujo de jugar
gran parte de la hora de educación física en la escuela, ya que este niño tenía una formación
física casi impecable de la mano de deportivización general que reinaba en aquellas épocas.
Razonemos, antes de la explosión de internet y la tecnología, tomemos el año 2000, la mayoría
de los niños concurría a uno o dos deportes como mínimo, además participaba de juegos al
aire libre de real intensidad el resto del día, así, ese niño mostraba una formación muy
interesante, que se completaba en el colegio la enseñanza de los fundamentos técnicos de los
deportes y con los ejercicios gimnásticos y atléticos, lo cual incluía un tiempo importante para
el juego. En ese contexto, en las escuelas había que enseñar, computación, inglés, y unas
cuantas materias más que aportaran lo que el niño promedio no tenía. ¡Hoy el contexto
cambio! Por favor despertemos. Hoy un niño maneja la computadora mejor que un adulto,
concurre a ingles particular y dedica el resto del tiempo a jugar, pero a jugar en line. Por lo que
el colegio debería completar con lo hoy hace falta, esto es educación física, no solo jugar, si no
formarse y mejorar sus capacidades, para contrarrestar los efectos de la vida sedentaria y
repleta de comida que el niño de hoy lleva, hacerse fuerte, coordinado, hábil en el manejo de
su cuerpo y solo cuando esto esté logrado podemos pensar en jugar sanamente, y sin riesgos.
Me pregunto ¿de qué sirve jugar con un niño escoliótico u obeso o con tanta falta de
coordinación básica que se lastima jugando? ¿es eso sano? Por esto, el colegio Nacional de
Ushuaia ha dado un primer gran paso. educación física 5 veces por semana en la primaria,
donde de la hora reloj que tiene juegan 10 minutos para entrar en calor o como parte final,
pero dedican 50 minutos diarios, casi 3 horas a la semana, unas 72 horas al año como mínimo
a su formación física básica, con los driles de la gimnasia, el atletismo, la halterofilia y la
natación; para garantizar que luego podrá jugar, practicar su deporte preferido o realizar
actividad física recreativa con las herramientas necesarias para preservar su salud. Y luego de
reflexionar sobre lo escrito: ¿un profesor que recibe hoy en día está en condiciones de enseñar
estos fundamentos?

El ilógico sedentarismo de un aspirante a profesor de EF: quizá, en lo personal, una de las cosas
que más me fastidian. ¿Cómo alguien que dice querer ser o ser profesor de educación física,
no se mueve, no está en forma, fuma, toma y vive de fiestas?, ¿no era que debíamos predicar
con el ejemplo? Se hace difícil entender o vislumbrar como trabajará y como mostrará un
ejercicio un profesor que no gusta de practicarlo, ¿cómo trasmitirá pasión por el cuidado del
cuerpo?, realmente se me hace difícil poner en palabras este punto, porque es el que más me
afecta emocionalmente, para mí, un profesor sin fundamentos y sin amor por el movimiento y
el cuidado personal, directamente no es profesor.

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