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Universidad de San Carlos de Guatemala

Facultad de Ciencias Económicas


Escuela de Estudios de Postgrado
Maestría: ADMINISTRACIÓN FINANCIERA
Curso: ECONOMÍA GERENCIAL
Cátedra: Lic. MSc. Víctor Arango Arroyo

MATERIAL DE APOYO NOTA:


Sesión 10 El presente Material no considera el Análisis y los Ajustes que corresponde
realizar producto de la pandemia. Esto especialmente porque los informes
existentes aún son muy circunstanciales y en consecuencia, poco certeros y
CONTENIDO: confiables. Estudios e informes actuales se mantienen en constante cambio.
La inserción económica
global
El equilibrio internacional y la reconfiguración de la economía mundial.
La globalización.
Comercio internacional y finanzas internacionales.
Economías abiertas y cerradas: El liberalismo y el proteccionismo económico.
La política comercial.

El panorama mundial

Las expectativas positivas que generó el crecimiento sincronizado de las


principales economías mundiales en 2017 se moderaron en el 2018. EEUU creció
más en el 2018 que en 2017, pero en la zona del euro y el Japón ocurrió lo
contrario. Entre los países en desarrollo, China y la India mantienen un elevado
ritmo de expansión, mientras que en otros países —entre ellos, la Argentina,
Sudáfrica y Turquía— se registra una disminución notable del crecimiento o
incluso una contracción.

En este contexto, se han revisado a la baja las proyecciones de crecimiento de la


economía mundial para el presente año. La fragilidad de la recuperación
observada hasta el 2017 a nivel mundial, evidencia las dificultades que ha
enfrentado la política macroeconómica tradicional desde el estallido de la crisis
financiera mundial. La expansión monetaria fue el principal instrumento utilizado
por las economías avanzadas para estimular el consumo, la inversión y el empleo.
Sin embargo, la década posterior a la crisis se ha caracterizado por un lento
crecimiento, sobre todo en la zona del euro.

Aunque el desempleo ha retornado a los niveles anteriores a la crisis en Europa, el


Japón y los Estados Unidos, se ha producido un deterioro de la calidad del
empleo, que ha traído aparejados un descenso de los puestos de trabajo estables
y un estancamiento salarial importante. Esto, a su vez, ha alimentado una
creciente desigualdad. La conjunción de todos estos factores ha fomentado el
descontento con la globalización en los países avanzados. La expansión
monetaria tras la crisis contribuyó también a la desigualdad, al estimular un auge
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en el valor de los activos financieros que benefició de manera desproporcionada a


los hogares de mayores ingresos.

Por otra parte, las bajas tasas de interés originadas en esa política impulsaron un
endeudamiento masivo a nivel mundial en la última década. Los países
emergentes representan el 60% del aumento de la deuda no financiera posterior a
la crisis y China por sí sola representa casi el 40%. El comercio mundial muestra
una dinámica similar a la del producto. En 2017 el volumen del comercio mundial
de bienes creció un 4,7%, cifra que representa el doble del ritmo medio de
expansión registrado entre 2012 y 2016. Sin embargo, en 2018 se ha producido
una desaceleración, y las proyecciones de crecimiento para ese año y 2019 se
han revisado a la baja.

Ello se debe, en parte, al menor crecimiento de algunas economías avanzadas,


así como al debilitamiento de la demanda de algunos países en desarrollo en los
que ha resurgido la restricción externa. En estos países, la fuerte depreciación de
sus monedas a raíz de las salidas de capital ha producido una disminución de la
demanda. En efecto, debido al aumento de la tasa de referencia en los Estados
Unidos y a la mayor incertidumbre internacional, los inversionistas han retirado
una parte de sus capitales de los países en desarrollo, especialmente de aquellos
con una deuda externa elevada, un déficit alto en cuenta corriente o bajas
reservas internacionales.

La bonanza de los precios de los productos básicos que se produjo entre 2003 y
2012 permitió a los países con una especialización exportadora primaria —entre
ellos, varios de América Latina y el Caribe— aliviar temporalmente su restricción
externa. Tras la finalización del superciclo de precios altos, varios de esos países
lograron mantener su crecimiento en parte gracias al bajo costo del financiamiento
externo. Sin embargo, el cambio de ciclo de la política monetaria de los Estados
Unidos en 2018 ha encarecido el acceso a dicho financiamiento, obligando a los
países a recortar sus importaciones y contraer su demanda y crecimiento.

Para reducir la vulnerabilidad externa de los países exportadores de materias


primas, es necesario transformar su estructura productiva y exportadora, de modo
de lograr un mayor dinamismo de las exportaciones netas en términos de
volumen. Solo así será posible reducir su vulnerabilidad a las fluctuaciones de los
precios de los productos básicos y del financiamiento internacional.
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Otro factor que está frenando el dinamismo del comercio mundial son las
crecientes tensiones comerciales, relacionadas con los persistentes desequilibrios
entre los saldos en cuenta corriente de las principales economías. Los Estados
Unidos son el principal país deficitario, mientras que Alemania, China y la
República de Corea son los principales países superavitarios. Gran parte de los
desequilibrios globales se concentra en el comercio entre los Estados Unidos y los
países ya mencionados, a los que se suman el Japón y México.

La llegada al poder de la actual Administración de los Estados Unidos trajo


consigo un marcado giro en la posición tradicional de ese país sobre la
globalización. La política comercial ha asumido un papel clave en el esfuerzo por
reducir los déficits comerciales y revertir la relocalización de empresas industriales
en el extranjero. En 2018, además de implementar diversas alzas arancelarias, los
Estados Unidos lograron concluir la renegociación, en términos más favorables
para ese país, de su tratado de libre comercio con la República de Corea y
sustituir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por un nuevo
acuerdo con el Canadá y México, que si bien mantiene la estructura general y el
carácter trilateral del TLCAN, incluye reglas de origen más estrictas en varios
sectores (entre otros, el automotor, el textil y el químico). Con ellas se busca
garantizar una mayor participación de los Estados Unidos en las cadenas de valor
norteamericanas, a expensas de proveedores extraregionales como Europa y
Asia, e incluso de sus socios en el acuerdo, en particular México.

También se incluyen normas estrictas sobre propiedad intelectual, en línea con la


posición tradicional estadounidense. El principal destinatario de las restricciones
comerciales introducidas por los Estados Unidos en lo últimos tiempos ha sido
China, país que ha cerrado o reducido notoriamente las brechas que mantenía
respecto de los Estados Unidos en diversas variables económicas y tecnológicas.
En este contexto, el déficit estadounidense en el comercio de bienes con China
pasó de 84.000 millones de dólares en 2000 a 396.000 millones de dólares en
2017. En promedio, desde 2010, el monto de las importaciones estadounidenses
desde China ha cuadruplicado el de sus envíos a ese país. Los mayores déficits
se registran en la electrónica y otros sectores manufactureros. Con la excepción
del equipo de transporte, los Estados Unidos solo registran superávits con China
en sectores ligados a los recursos naturales.

Según el Gobierno estadounidense, el liderazgo tecnológico del país se ve


amenazado por diversas prácticas desleales de China, entre las que se incluyen el
requisito de que las empresas extranjeras que deseen invertir en sectores
estratégicos formen empresas conjuntas con socios locales, mecanismos de
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transferencia forzada de tecnología y propiedad intelectual y prácticas de


ciberespionaje comercial.

La Unión Europea y el Japón comparten varias de las preocupaciones de los


Estados Unidos y, por ello, estos tres actores buscan actualizar las normas de la
Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre temas como los subsidios
industriales, la regulación de las empresas estatales y las prácticas de
transferencia forzada de tecnología. En suma, las tensiones comerciales entre los
Estados Unidos y China tienen como telón de fondo la disputa por el liderazgo
económico y tecnológico mundial, así como el debate sobre la coexistencia de
distintos estilos de desarrollo. Estas tensiones probablemente se traduzcan en una
redefinición de las reglas del comercio y la inversión extranjera en las próximas
décadas, un proceso que determinará, en gran medida, el espacio con el que
contarán los países en desarrollo, incluidos los de la región, para diseñar e
implementar sus políticas comerciales, industriales y tecnológicas.

El panorama regional

La CEPAL proyectaba un aumento del orden del 10% del valor de las
exportaciones regionales de bienes en el 2018 y 2019. Este incremento se
descompone en un alza de los precios del 7,6% y una expansión del volumen del
2,1%. Con ello, la región acumula dos años de recuperación del valor de sus
envíos, tras el marcado descenso registrado entre 2012 y 2016. No obstante, el
volumen de las exportaciones regionales crecería menos de la mitad del de los
envíos del conjunto de las economías en desarrollo, que, según las proyecciones
de la OMC, se expandiría un 4,6%.

Las importaciones regionales de bienes también tienden a la recuperación por


segundo año consecutivo, con una expansión proyectada de su valor del 9,5%. A
diferencia de lo que ocurre con las exportaciones, las importaciones crecerían más
en volumen (4,9%) que en precio (4,6%). En Centroamérica, la expansión
proyectada de los envíos se explica íntegramente por el aumento del volumen
exportado, ya que los precios de la canasta exportada caerán levemente (-0,8%),
debido a los descensos registrados por productos como el azúcar y el café. Los
envíos manufactureros de México y Centroamérica se ven favorecidos por el
dinamismo de la demanda en los Estados Unidos. En el caso de las
importaciones, cabe destacar que se proyecta una expansión muy reducida de su
volumen en Centroamérica, debido principalmente a la marcada caída del volumen
de las importaciones en Nicaragua y a su escaso dinamismo en Costa Rica.
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En lo que respecta a los principales socios comerciales de América Latina y el


Caribe, el mayor crecimiento del valor exportado corresponde a los envíos a
China, que se componen casi íntegramente de materias primas y manufacturas
basadas en recursos naturales. Esta situación refuerza la especialización
exportadora de productos primarios de la región, especialmente de América del
Sur. En contraste, las exportaciones a la propia región y a los Estados Unidos, que
se caracterizan por un mayor contenido de manufacturas, crecerán a tasas
significativamente más bajas.

En cuanto a las importaciones, aquellas procedentes de China son las que


presentan también el mayor dinamismo. Estas se componen casi en su totalidad
de manufacturas que compiten con la producción regional en varios rubros. Cabe
notar que China ya es el segundo país de origen de las importaciones de la región,
tras los Estados Unidos.

Se proyecta una expansión del valor de las exportaciones intrarregionales en el


orden del 10%, liderada por las manufacturas basadas en recursos naturales
(derivados de petróleo, cobre, papel y cartón) y las manufacturas de tecnología
baja y media (especialmente, productos de las industrias automotriz y
metalmecánica). El índice de comercio intrarregional, medido por las
exportaciones, se ubicaría en un 17,2%, ligeramente por encima de niveles
registrados en años anteriores. Cabe destacar que el 54% del valor de las
exportaciones intrarregionales se compone de manufacturas de tecnología alta,
media y baja, una proporción solo superada por los envíos a los Estados Unidos.

En suma, el desempeño exportador de la región muestra una clara continuidad


con los patrones históricos. El aumento del valor exportado es consecuencia
principalmente de la recuperación de los precios de los productos básicos, a lo
que se suma, en el caso de los envíos de México y Centroamérica, el dinamismo
de la demanda de los Estados Unidos. El gran peso de las materias primas en la
canasta exportadora deja a la región muy vulnerable a las fluctuaciones de sus
precios y, por ende, a la restricción externa, especialmente en períodos como el
actual, en que se encarece el acceso al financiamiento internacional.

Asimismo, la especialización exportadora regional, basada en ventajas


comparativas estáticas (abundancia de materias primas y bajos salarios), se ha
traducido en un escaso dinamismo exportador durante el presente siglo. En efecto,
mientras que el volumen de las exportaciones regionales se ha duplicado desde
2000, en el caso de las economías asiáticas en desarrollo, este se ha multiplicado
3,5 veces.
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La integración regional resulta un elemento indispensable para romper con la


inercia y avanzar en la diversificación exportadora y la transición hacia una
canasta exportadora más intensiva en conocimiento. Esto es así por el elevado
contenido industrial del comercio intrarregional, así como por su papel crucial para
las pymes exportadoras. La urgencia de intensificar los esfuerzos dirigidos a
avanzar hacia un mercado regional integrado es incluso mayor dado el contexto
de ralentización del crecimiento, salida neta de capitales y creciente
proteccionismo al que se enfrenta la región, que probablemente se agudice.

Reconfiguración de la economía mundial

En los últimos años pareciera que los cambios en la economía mundial son cada
vez más acelerados. Asistimos a la reordenación de la economía mundial, en la
que la potencia hegemónica surgida en el siglo XX ve peligrar su posición y
modifica sustancialmente su estrategia de inserción internacional. En los últimos
meses, las tensiones en torno a las relaciones comerciales se han extendido a lo
largo de una multitud de países, que están teniendo su último episodio en el
aumento arancelario de los Estados Unidos hacia China.

Estas tensiones comerciales, que se unen a las que previamente afectaron a las
relaciones de Estados Unidos con China, la Unión Europea, Rusia y otros países
emergentes, son sintomáticas del deterioro del poder de los Estados Unidos y de
los cambios en la correlación de fuerzas global. A menudo, se nos intenta dar una
visión de que la nueva estrategia estadounidense es resultado del carácter
convulso de su actual dirigente; sin embargo, la actual estrategia no es resultado
de que Donald Trump esté en el poder, sino que Trump está en el poder debido a
la necesidad de enfrentar los nuevos desafíos ante los que se encuentra la
hegemonía estadounidense.

El Brexit o el auge de los populismos xenófobos de derechas en Europa, pueden


constituirse en manifestaciones del cuestionamiento del orden global establecido y
del tipo de globalización actual, de marcados términos liberales. Probablemente
nos encontramos ante el fin de una hegemonía, y ante la reorientación, o
reconfiguración, de las relaciones económicas internacionales. Pero además,
llevamos algunos años en los que los capitales andan buscando nuevos espacios
de rentabilidad y se canalicen hacia los mercados financieros.
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La financiarización de la economía y su increíble tamaño en proporción con la


economía real es sintomática de esta crisis. La separación ficticia de economía
financiera y economía real, motivada por una gran burbuja, provoca que las
relaciones sean cada vez más caóticas, la economía mundial más inestable y las
recesiones más recurrentes.

La Organización Mundial del Comercio (OIC), especialmente en el contexto de


unos miembros cada vez más dispares, y el enfoque tradicional con que se ha
abordado la gestión multilateral del sistema mediante rondas, centradas cada vez
más en asuntos constitucionales y una gestión casi judicial fuera de ellas, ha dado
muestras de estar cada vez más agotado. A causa de aranceles bajos en países
de consumos importantes, y el compromiso de permitir desviaciones respecto de
las disposiciones de la OIC para los demás países, los beneficios potenciales de
las negociaciones tradicionales son modestos. En relación con los asuntos
constitucionales y no arancelarios, el método de intercambio de concesiones
resulta menos aplicable.

La tarea tecnocrática básicamente ha sido concebida como un intercambio de


concesiones sustancialmente equivalentes entre las partes interesadas. Es decir,
que la lógica subyacente para la liberalización del comercio ha sido
eminentemente mercantilista, lo que, desde el punto de vista político, resultaba
más fácil de vender a los parlamentos todavía acostumbrados a considerar el
comercio en esos términos, como meramente transacciones, como un intercambio
de concesiones. En consecuencia, los países avanzados redujeron
considerablemente los aranceles por medio de las primeras cuatro rondas de
negociación del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (conocido como
GATT, por sus siglas en inglés).

Al igual que la transición de una economía política agraria a otra industrial, la


transición hacia una economía política postindustrial es compleja y perturbadora
para la organización social, política y económica de la economía política industrial.
Estos retos resultarían difíciles de gestionar en una economía cerrada, pero la
íntima relación entre la posmodernización y la globalización ha hecho que la
política de la globalización resulte confusa y conflictiva. El núcleo económico de la
posmodernización es la transición hacia una economía cuya dinámica fundamental
es impulsada por el sector de los servicios, algo reflejado en parte por el mayor
porcentaje de empleo en este sector. Ello es fruto de tecnologías que permiten
una producción más eficiente (que ahorra mano de obra) de las manufacturas,
pero también lo respaldan y aceleran tecnologías que permiten obtener
suministros a escala global. Es decir, el empleo industrial se reduce debido a la
menor eficiencia local y a los márgenes más amplios para la externalización.
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Al igual que los servicios son fundamentales para la economía posmoderna en


general, también lo son para la economía global posmoderna y para la relación de
las economías comerciales avanzadas con la economía global. El problema es
que los servicios no se comprenden lo suficientemente bien y que, desde luego,
no se miden con suficiente precisión para ser tratados bajo el mecanismo de
intercambio de concesiones que funcionó tan bien en el caso del comercio de
bienes manufacturados (Francois y Hoekman, 2010). Ello resultaría problemático
aun cuando las principales barreras al comercio de servicios fueran arancelarias,
pero además, las principales barreras para la integración de los mercados
globales de servicios no son, por regla general, barreras al comercio, sino
regulaciones nacionales adoptadas por razones que poco o nada tienen que ver
con las políticas comerciales. Por lo tanto, no resulta sorprendente que la Ronda
de Uruguay, que tanto éxito tuvo a la hora de potenciar el programa de creación
de un marco jurídico para el comercio de bienes manufacturados, fuera incapaz
incluso de ponerse de acuerdo sobre qué significaba exactamente el «comercio de
servicios» (Drake y Nicolaïdis, 1992; Panizzon et al., 2008).

Otro gran golpe a la economía global tradicional, junto con la posmodernización y


la producción plenamente global, es el surgimiento de China como gran potencia
política y económica. Tras décadas de una política agresivamente igualitaria y
contraria al mercado, China empezó a reformar su economía muy a finales de la
década de 1970 y potenció aún más las políticas orientadas al mercado a finales
de la década de 1980 y en la de 1990, lo que acabó conduciendo a su ingreso en
la OMC en diciembre de 2001. El resultado fue un crecimiento, literalmente, sin
precedentes, que promedió un 9,7 por ciento anual entre 1978 y 2016. Ello se vio
acompañado de una importante transformación de la economía mundial a medida
que China se convertía en el mayor fabricante y el mayor exportador del mundo,
un proceso que en gran parte se ha dado en la última década.

La posmodernización, las cadenas de valor globales y el crecimiento de las


exportaciones chinas forman, todos ellos, parte de un único conjunto que está
transformando las economías políticas tanto nacionales como globales. Cada uno
de ellos no solo supone presión para adaptar aspectos fundamentales de las
economías nacionales e internacionales, sino que la compleja relación entre ellos
hace que surjan preguntas difíciles sobre la forma que debería adoptar este ajuste.
No sorprende que estas presiones económicas interactúen con cambiar en las
circunstancias políticas para hacer que el futuro sea todavía más incierto.
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En lugar de que la mayor parte del empleo se concentre en la producción


industrial, como sucedía en el mercado laboral moderno, el posmoderno tiende a
dividirse en mano de obra cualificada y no cualificada del sector de los servicios.
En ambos casos, la mano de obra debe ser flexible frente a las demandas
cambiantes, de tal modo que los trabajadores cualificados del sector servicios
necesitan aptitudes generales que puedan aplicarse en un amplio abanico de
sectores, y los trabajadores no especializados ocupan empleos de duración
relativamente corta, poco exigentes en lo relativo a capacidades especializadas.
Los primeros obtienen primas, mientras que los segundos no, y la creciente
demanda de competencias generales está teniendo un efecto importante en la
distribución de los ingresos.

Así pues, la posmodernización afecta de dos formas a la clase media con una
escasa capacitación: por un lado, la productividad creciente permite que las
empresas reemplacen mano de obra por capital, lo que da lugar a una producción
relativamente constante de bienes manufacturados al tiempo que la participación
de la fuerza de trabajo en la industria se ha desplomado, y, por otro, esos
trabajadores solo pueden acceder a empleos con una remuneración baja en el
sector de los servicios. Además, dado que los empleos en dicho sector, tanto los
de alta como de baja cualificación, tienen requisitos mínimos de fuerza bruta, las
mujeres tienen cada vez más la capacidad de competir por ellos en igualdad de
condiciones con los hombres (Iversen y Rosenbluth, 2010). Por un lado, esto ha
contenido el aumento de la desigualdad en el seno familiar, ya que el hogar con
dos ingresos se ha convertido cada vez más en la norma; pero, por otro, los
hombres se han encontrado en unos mercados laborales mucho más
competitivos. Por último, tanto si hablamos de cualificación elevada como baja, el
mercado laboral posmoderno también se caracteriza por una incertidumbre
considerable (Brown et al., 2006).

Una de las dificultades de aprender de las investigaciones sobre el comercio y los


mercados laborales es la diferencia, más o menos no reconocida, entre los
economistas especializados en el comercio y en el empleo en cuanto al foco de
sus investigaciones. Esta diferencia, y el hecho de que no sea reconocida por los
dos tipos de economistas, no solo dieron lugar a la falta de entendimiento entre
economistas profesionales, sino que también resulta confuso para los lectores de
esas investigaciones. En pocas palabras, los economistas especializados en el
comercio se centran en cuestiones estructurales a largo plazo, mientras que los
economistas especializados en el empleo lo hacen en los problemas que acarrean
los ajustes. Aunque los economistas de todas las tendencias comprenden bien
que la política estructural (la política comercial) supone una respuesta inadecuada
ante los problemas de ajuste, es incuestionable que estos últimos son
políticamente más importantes que los problemas distributivos a largo plazo.
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Perspectiva política-económica

La economía política internacional, que ha aportado tres cuartos de siglo de paz y


prosperidad a los países que conforman su núcleo, se encuentra en un momento
de transición. Las economías políticas globales y nacionales que constituyen el
sistema se enfrentan a retos políticos y económicos desencadenados, en gran
medida, por una transformación fundamental de la economía industrial moderna
sobre la que se construyeron esas economías políticas. Algunos de estos retos se
manifiestan en forma de ajustes al cambio de las relaciones económicas globales
que desempeñaron un papel crucial en ese orden.

La experiencia de los años de entreguerras nos recuerda que, aunque la


globalización es reversible, las consecuencias de dicha vuelta al pasado son como
mínimo impredecibles, y muy probablemente nefastas. Además de los retos
derivados de cambios estructurales en la economía y del efecto de esos cambios
sobre los acuerdos políticos, nos enfrentamos a la cuestión de si el sistema
también está afrontando una profunda crisis de liderazgo. Estados Unidos, la única
nación con la capacidad política y económica para asumirlo, de repente está
creando un vacío que termine por destruir la globalización actual.

Aunque está claro que el compromiso colectivo con un orden semilegalizado es un


sustitutivo eficaz de la hegemonía, no está en absoluto claro que semejante orden
pueda sobrevivir a la renuncia a ese compromiso por parte de una nación con
capacidad hegemónica. Aquí, la cuestión es si el “trumpismo” es una aberración
que revertirá con el tiempo o si constituye una amenaza continuada del tipo que
representó Gran Bretaña en el período de entreguerras. Irónicamente, tal y como
hizo en esa época, hoy la «Pequeña Bretaña» busca socavar a la Unión Europea,
la otra posible potencia mundial comprometida con el capitalismo y la democracia
nacionales y con el liberalismo global.

Al mismo tiempo, y al igual que en el período de entreguerras, hay una potencia


emergente, China, que no parece preparada para asumir por entero el liderazgo
global. En el caso de este último país, también está la cuestión de su compromiso
con el capitalismo y la democracia nacionales o con el liberalismo global. El orden
liberal global debe, sin duda, hacerle sitio a China, pero no está nada claro que
ese orden pueda sobrevivir a China en el caso de que Estados Unidos y la Unión
Europea le den la espalda. Este es un período que necesita de liderazgo, y no
podemos sino esperar que este provenga de un nuevo Roosevelt, y no de un
nuevo Hitler o Stalin.
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La vacilación en las políticas comerciales ha perjudicado a las inversiones y


las exportaciones en todo el mundo
La subida de los aranceles y los vaivenes en las tensiones del comercio mundial,
que se han sucedido durante meses, han acentuado la incertidumbre en materia
de políticas. También han frenado considerablemente las inversiones y han hecho
que el crecimiento del comercio mundial se reduzca al 0,3 % en 2019, el nivel más
bajo de los diez últimos años. El comercio bilateral entre los Estados Unidos de
América y China se ha desplomado, lo cual ha afectado considerablemente a las
cadenas de suministro internacionales.

A nivel mundial, los sectores de la electrónica y el automóvil, que se apoyan en


extensas redes de producción internacionales, se han visto especialmente
perjudicados. No obstante, en varios países la cuota de mercado en las
exportaciones mundiales ha aumentado, puesto que las empresas han recurrido,
para obtener sus insumos, a los países que no se han visto directamente
afectados por el aumento de los aranceles. Asimismo, muchos de los países
menos adelantados, que en general no están bien integrados en las redes
comerciales mundiales, han permanecido relativamente a salvo de las
controversias comerciales. A diferencia de lo que ocurría en gran parte del resto
del mundo, en la mayoría de estos países el PIB creció más deprisa en 2019.

Escenarios para la economía mundial hasta 2060


Las proyecciones realizadas por la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico) se basan en el estudio de las economías de 46 países, de
las cuales 36 son de miembros de la OCDE, 8 de países que pertenecen al G-20
(y que no son miembros de la OCDE); y 2 son de países asociados a la OCDE.
Por lo tanto, dicho estudio se refiere a estos 46 países que, en su conjunto,
representan cerca del 82% de la producción global actual.

El estudio de la OCDE presenta una serie de escenarios sobre los cuales varían
ligeramente los resultados, en función de la realización, o no, de ciertas reformas.
Sin embargo, en lo que coinciden los diferentes escenarios es en el
desplazamiento del comercio mundial y de los países que atesoran un mayor
poder económico hacia los países asiáticos.

De este modo, en el escenario base a 2060, que es aquel que no contempla la


realización de grandes reformas, el documento de la OCDE estima una
disminución en la velocidad de crecimiento de la economía global. Se pasaría de
una tasa de crecimiento del PIB real de 3,4% en el año 2019 hasta una tasa de
crecimiento anual cercana al 2% para el año 2060.
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Los BRIICS (Brasil, Rusia, India, Indonesia, China y Sudáfrica) serían los que
impulsarán con mayor fuerza el crecimiento económico mundial, acercándose su
nivel de vida al de los países desarrollados. Sin embargo, éstos también sufrirán
una desaceleración en su crecimiento y pasarán del 6% anual logrado en la última
década, hasta poco más del 2% para el año 2060. Hasta la década del 2030, será
China el país que más contribuya a la expansión de la economía mundial. En ese
momento China alcanzará su peso máximo en la economía global, representando
cerca del 27% de ésta. Sin embargo, a partir de esa década, la posta en el
liderazgo del crecimiento económico la recogerá la India que pasará, de esta
forma, a ser el país que contribuya a una mayor proporción del crecimiento
económico mundial.

Para el año 2060, China e India representarán, cada una de ellas, entre el 20% y
25% de la economía global, mientras que los países de la OCDE, en conjunto,
representarán poco más del 40%. De este modo, ambos países se alzarían como
la primera y la segunda economía del mundo, respectivamente, quedando EEUU
en tercer lugar. En cuarto lugar irrumpiría otra economía asiática: Indonesia.

El crecimiento sostenido de las economías asiáticas durante las próximas décadas


llevará al desplazamiento del “centro de gravedad” de la economía mundial,
moviéndose desde Norteamérica y Europa hacia el continente asiático. Esto
implica que las economías de las Américas se volverán más remotas respecto al
nuevo centro de la actividad económica global. Siguiendo el modelo gravitacional
del comercio internacional, a mayor distancia entre países, la intensidad del
comercio entre éstos se ve perjudicada.

Esto no implica la necesaria profundización de la “periferización” de América


Latina y el Caribe, pues la distancia no es un elemento constituyente de las
relaciones centro-periferia en la economía-mundo capitalista y será la división
internacional del trabajo la que determinará la forma de inserción en el sistema
mundo.

En cuanto a los cambios en el “bienestar”, medido en base al PIB per cápita, los
estándares de vida continúan creciendo en todo el mundo hacia 2060. Sin
embargo, la velocidad de crecimiento de éstos será cada vez menor: el
crecimiento del PIB per cápita pasará de cerca del 4% anual en 2020 a poco más
del 2% en el año 2060. La velocidad de crecimiento del PIB per cápita será cada
vez mayor en países de la OCDE y la zona euro, mientras que disminuirá
notoriamente para los BRIICS.
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Hacia 2060, las condiciones de vida en el mundo continuarán, de forma general,


convergiendo hacia el nivel de vida en los EE.UU. En este sentido, Turquía dará el
salto más grande: en 2018 sus condiciones de vida representan poco más del
40% respecto al nivel de vida en EE.UU., mientras que para el 2060 serán del
86%. En este sentido, resulta clave ver la reciente ofensiva estadounidense con
Turquía -tradicional aliado-, sobre todo en el apartado militar. Pero Turquía podría
llegar a convertirse en otro de los actores clave de la economía mundial y, por
tanto, en un rival clave de la actual hegemonía estadounidense.

En contraste con las estimaciones en cuanto al crecimiento del PIB per cápita en
los países en desarrollo, las proyecciones realizadas por la OCDE en este estudio
consideran que los niveles de convergencia para los países centro y
suramericanos con los EE.UU. serán muy leves.

En el segundo escenario presentado por la OCDE -donde existen reformas en la


línea de dicho organismo- los BRIICS acelerarían la convergencia con los países
más desarrollados. Las reformas contempladas suponen la mejora en la calidad
de las instituciones, gobernanza (imperio de la ley) y mejoras en el nivel educativo
(años de escolaridad) en los BRIICS, al punto que alcancen los niveles promedio
de la OCDE a lo largo del período 2020-2060.

Este escenario asume también mayores niveles de apertura económica (reducción


de aranceles) para los BRIICS, llegando al menos a la media de la OCDE para
2030: mejora de las instituciones, en gobernanza, lucha contra la corrupción y
mayor cumplimiento de la ley; sistemas educativos; y eficiencia de los servicios
públicos, marcando claramente la línea ideológica de las reformas propuestas.

Para los países de la OCDE también estima mayores beneficios en este segundo
escenario a partir de ciertas reformas estructurales que serían diferentes, debido a
“los ya elevados niveles de gobernanza y de educación de estos países”. Según
las proyecciones para este segundo escenario, cierta liberalización en el mercado
de bienes podría tener efectos positivos acumulados de hasta cerca del 9% en el
crecimiento del PIB per cápita real. Este efecto se sentiría, sobre todo, en países
donde el entorno actual no es tan favorable para la competencia.

América Latina en los nuevos escenarios de la economía mundial


Más allá de seguir construyendo estrategias de desarrollo que conlleven a la
ruptura de las tradicionales relaciones de dependencia, y el lugar periférico en la
economía mundo capitalista, así como la profundización de la integración regional
en base a principios de complementariedad productiva y cooperación económica,
nuestros países deberán repensar también sus estrategias de relacionamiento con
aquéllos países que liderarán el poder económico a nivel global.
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Facultad de Ciencias Económicas
Escuela de Estudios de Postgrado
Maestría: ADMINISTRACIÓN FINANCIERA
Curso: ECONOMÍA GERENCIAL
Cátedra: Lic. MSc. Víctor Arango Arroyo

En este sentido, las relaciones con China han ido construyéndose durante las dos
décadas precedentes, siendo hoy día China el mayor socio comercial (principal
destino de exportaciones) de 4 países de la región (Argentina, Brasil, Chile y Perú)
y el segundo mayor socio de otros 2 países (Cuba y Venezuela). El año pasado,
América Latina y el Caribe exportaron más de 102 mil millones de dólares en
bienes a China, e importaron cerca de 130 mil millones del país asiático. Sin
embargo, las relaciones con India y con Indonesia (la doble I de los BRIICS) aún
se encuentran mucho menos desarrolladas.

La India era, ya en 2017, la sexta economía mundial por el tamaño de su PIB, y la


tercera si éste se ajusta por paridad de poder adquisitivo según los datos del
Banco Mundial. Considerando las proyecciones de la OCDE, en el primer
escenario propuesto India será la segunda economía global para 2060, sólo por
detrás de China.

Pese a la creciente presencia de la India en los mercados globales, cerca del 50%
de su comercio aún se concentra en el mismo continente asiático, y sus relaciones
comerciales con América Latina y el Caribe (ALC) son aún de una magnitud
bastante pequeña. En el año 2017, solamente el 4% de sus exportaciones fueron
hacia nuestra región, mientras que el 5,3% de sus importaciones tenían como
origen América Latina y el Caribe. Pese a este bajo nivel de interacción, los flujos
comerciales entre América Latina y el Caribe y la India han crecido
sostenidamente en los últimos años. La región exporta hacia la India productos
primarios: soya, oro, petróleo crudo, cobre y otros minerales, e importa productos
con mayor valor agregado: vehículos y partes de vehículos, medicamentos,
compuestos químicos, textiles, entre otros.

Diversas instituciones han resaltado las potencialidades en las relaciones


económicas entre la India y América Latina. En este sentido se pronunció la
XXXVI Reunión Ordinaria del Consejo Latinoamericano de Sistema Económico
Latinoamericano y del Caribe (SELA) en 2010, que resaltó que las potencialidades
en la relación entre ambas partes son inmensas, pues India es una economía de
rápido crecimiento con la cual aún se mantienen lazos comerciales muy limitados
y concentrados, y con pocos países de la región. En un reporte del Banco
Interamericano de Desarrollo, siguiendo la teoría clásica del comercio exterior, se
resalta que parece haber “un potencial considerable” para el comercio entre
América Latina y el Caribe e India, por razones similares a las que ha prosperado
el comercio entre ALC y China: India es un país “relativamente escaso de recursos
naturales y abundante mano de obra” mientras que ALC es, en general, lo
contrario.
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Pero, además, hay similitud en cuanto a los ingresos per cápita y preferencias de
los consumidores, lo que haría pensar que hay una sólida demanda de bienes
menos sofisticados y más accesibles que los que se comercian en países
desarrollados. La distancia, que en principio podría plantearse como un factor
contrario al comercio entre ambas partes, no ha supuesto una barrera
infranqueable para el comercio entre ALC y China, por lo que podría no
representar tampoco un obstáculo insalvable para las relaciones con otros socios
asiáticos.

Por su parte, Indonesia se situó en el año 2017 como la decimosexta economía en


el mundo, por el tamaño de su PIB, y como la séptima a nivel global, si se ajusta
su PIB por paridad de poder de adquisitivo, según los datos publicados por el
Banco Mundial. En cuanto a las proyecciones de la OCDE, en un escenario sin
mayores reformas, Indonesia será la cuarta economía global para 2060 (medida
por su PIB ajustado por paridad de poder adquisitivo). Quedaría sólo por detrás de
China, India y EE.UU.

Actualmente, Indonesia es el cuarto país más poblado del mundo y cuenta con
una importante riqueza en materias primas: petróleo, gas, minerales, aceite de
palma, entre otros. A 2016, el sector servicios representaba el 46,5% del PIB, la
industria el 40% y la agricultura el 13,5%

En cuanto a las relaciones comerciales entre Indonesia y ALC, son aún muy
escasas. Las mercancías provenientes de América Latina y el Caribe
representaron, el último año, el 2,5% del total de importaciones de Indonesia.
Mientras que del total de importaciones de América Latina y el Caribe en 2017,
apenas el 0,3% provino de Indonesia.

Reflexiones
El proceso de ascenso de los países asiáticos es radicalmente diferente según el
enfoque propuesto por Arrighi y el de la OCDE. Para el primero es resultado de la
crisis de hegemonía estadounidense, la finalización del ciclo de acumulación y la
consecuente situación de caos sistémico. Por su parte, la OCDE omite en su
escenario base la posibilidad de conflictos a gran escala motivados por la crisis de
hegemonía, y considera que el crecimiento económico seguirá siendo importante
en las próximas décadas en un clima de estabilidad entre las potencias.

En este sentido, el análisis de la formación y los cambios del capitalismo histórico


nos muestran que los procesos de transición en la hegemonía global van
acompañados del aumento de los conflictos entre las principales potencias y la
emergencia de escenarios de alta incertidumbre.
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Cátedra: Lic. MSc. Víctor Arango Arroyo

Sin embargo, a pesar de las metodologías radicalmente diferentes, la conclusión


en cuanto al ascenso de Asia y la reconfiguración de un nuevo centro del poder
económico global es común a ambos enfoques. En este sentido, ALC ha
profundizado y diversificado en los últimos años su relación con China, ha iniciado
de manera tenue su relación con India, y apenas ha mantenido contactos con
Indonesia.

Es necesario que ALC comience a plantear una relación estratégica con estos
países, bien el marco de la política exterior de cada uno de los países de la región,
o bien en el marco abierto por procesos como los foros impulsados por la
Comunidad Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) para las relaciones
bilaterales con otros grandes actores globales, como China o la Unión Europea.
En conclusión, es necesario el diseño de una estrategia regional a largo plazo
para una mejor inserción de América Latina y el Caribe en la economía mundial.

Globalización

Debido al intercambio, al comercio, los individuos, empresas, regiones y países se


pueden especializar en la producción de aquello que hacen bien, y utilizar las
ganancias de estas actividades para comprar a terceros esos artículos que
resultan costosos en su producción. Por tanto, los socios comerciales pueden
generar una mayor producción conjunta y alcanzar un estándar de vida más alto
del que sería posible de otra forma.

Los economistas se refieren a esto como la ley de la ventaja comparativa. De


acuerdo con la ley de la ventaja comparativa, los ciudadanos de cada país pueden
ganar al gastar más de su tiempo y recursos en hacer cosas sobre las que tienen
una ventaja relativa. Si la obtención de un producto o servicio es más económica a
través del comercio, tiene sentido comerciarlo en lugar de producirlo de forma
local. Enfocarse en si un artículo será producido de forma nacional o en el
extranjero es un error. El tema central es cómo se pueden utilizar los recursos
disponibles para obtener cada producto al costo más bajo posible.

Cuando los socios comerciales usan más de su tiempo y recursos en producir las
cosas que hacen mejor, son capaces de lograr una mayor producción conjunta, lo
cual brinda una fuente de ganancia mutua.
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El comercio internacional también resulta en ganancias del proceso competitivo.


La competencia es esencial para la innovación y la producción eficiente. La
competencia internacional ayuda a mantener a los fabricantes nacionales listos y
les brinda un fuerte incentivo para mejorar la calidad de sus productos. El
comercio internacional, por lo general, también debilita los monopolios. Conforme
los países abren sus mercados, los fabricantes de monopolios nacionales
enfrentan la competencia de las empresas extranjeras.

Con la globalización y la competencia de las importaciones, los precios


disminuyen para muchos productos. Sin embargo, los precios pueden llegar a
aumentar para muchos de los productos que no han sido incluidos en la
globalización. Por otro lado, las ganancias de los mercados globales no se
restringen a los productos que se comercian a nivel internacional. Se extienden a
bienes no comerciados como casas, que contienen alfombras, cables y otros
insumos que ahora enfrentan una mayor competencia internacional.

No sólo las economías abiertas tienen más competencia, sino que también tienen
más rotación de empresas. Estar expuesto a la competencia de todo el mundo
puede resultar en fabricantes nacionales con altos costos que salen del mercado.
Pero también el comercio internacional puede proporcionar estabilidad para los
productores locales, por ejemplo, para un fabricante con sede en EEUU, que
vende sus productos en Alemania, de componentes electrónicos procedentes de
Nueva Zelanda, con un alto valor agregado en el mismo EEUU pero de ensamble
final en la misma Alemania, con partes embarcadas de Estados Unidos, Francia y
el Reino Unido. De manera que, al comprar partes y componentes a nivel mundial,
se crea una especie de resistencia contra los proveedores locales por aumentar
los precios de los mismos insumos.

También los economistas, por lo general, han encontrado que las tasas de
crecimiento económico están muy relacionadas con la apertura al comercio, la
educación y la infraestructura de comunicaciones. Por ejemplo, los países que
abren sus economías al comercio internacional tienden a beneficiarse de nuevas
tecnologías y otras fuentes de crecimiento económico. Existe cierta evidencia de
una relación inversa entre el nivel de barreras comerciales y el crecimiento
económico de los países. Es decir, las naciones que mantienen altas barreras
comerciales tienden a tener un nivel bajo de crecimiento económico.

Por otro lado, el rápido crecimiento en países como China e India ha ayudado a
aumentar la demanda por productos como petróleo crudo, cobre y acero. Por
tanto, los consumidores y las empresas estadounidenses pagan precios más altos
por productos como la gasolina.
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Los precios crecientes de gasolina, a su vez, estimulan las iniciativas


gubernamentales y del sector privado para aumentar el suministro de sustitutos de
gasolina como el biodiesel o el etanol. Una mayor demanda por estas formas
alternas de energía provoca que aumente el precio de la soya y el maíz, insumos
clave para la producción de pollo, cerdo, res y otros productos alimenticios.

También es cierto que la globalización hace vulnerable a la economía nacional,


como se puede ver en el caso de la India. En respuesta a la crisis agrícola en la
India, unos 1,200 agricultores de algodón de este país cometieron suicidio entre
2005 y 2007 para escapar de las deudas con sus acreedores. Los agricultores
pidieron dinero prestado a tasas exorbitantes para perforar pozos y comprar
costosas semillas de algodón de biotecnología. Pero las semillas resultaron ser
inadecuadas para pequeñas parcelas, lo que ocasionó que fallaran. Aún más, los
agricultores sufrieron por el bajo precio mundial de las semillas de algodón, que
cayó a más de un tercio de 1994 a 2007. Los precios eran bajos debido a que el
algodón tenía fuertes subsidios por parte de los países ricos, principalmente
Estados Unidos. De acuerdo con el Banco Mundial, los precios del algodón se
hubieran incrementado 13 por ciento de haberse eliminado los subsidios.

Aunque el gobierno de la India podía imponer un arancel por el algodón importado


para contrarrestar el subsidio extranjero, las fibras baratas eran bienvenidas por
los fabricantes de textiles que deseaban mantener la producción con costos bajos.
Así, el arancel de algodón de la India era de sólo 10 por ciento, mucho más bajo
que sus aranceles en la mayoría de los demás productos. La solución simple al
problema de los agricultores de la India sería moverlos de cosechar algodón a
tejerlo en fábricas. Pero sus leyes laborales restrictivas desalentaron el empleo
industrial, y la falta de una red de seguridad ocasionó que los agricultores se
aferraran a sus parcelas marginales.

Hay mucha ironía en la situación apremiante de los agricultores de algodón de la


India. El algodón de fibra larga de la India fue desarrollado por los británicos a
partir de 1800 para suministrar a las fábricas de tejidos de algodón británicas.
Como su tela de bajo costo expulsó del negocio a los tejedores de la India, estos
se vieron forzados a trabajar la tierra. Para principios de la primera década de
2000, los fabricantes indios de textiles disfrutaban de un resurgimiento, pero sus
agricultores no podían dejar la tierra para trabajar en las fábricas.
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Reacciones contra la Globalización

Quienes proponen el libre comercio y la globalización señalan cómo ha ayudado a


los países a prosperar. Las fronteras abiertas permiten que las nuevas ideas y
tecnología fluyan con libertad en todo el mundo, impulsan el crecimiento de la
productividad y aumentan los estándares de vida. Es más, el incremento en el
comercio ayuda a restringir los precios al consumidor, así es menos probable que
la inflación interrumpa el crecimiento económico. Los pronósticos de los beneficios
netos que fluyen del libre comercio son significativos: el comercio internacional ha
aumentado el ingreso real de los hogares. También ha aumentado la diversidad de
productos y servicios disponibles para los consumidores. Sin comercio, los
consumidores de café en EEUU, por ejemplo, pagarían precios mucho más altos,
porque su suministro dependería sólo de fuentes de Hawái y Puerto Rico.

A pesar de las ventajas de la globalización, los críticos mantienen que en realidad


las políticas benefician sobre todo a las corporaciones grandes más que a los
ciudadanos promedio de los países. Los ambientalistas argumentan que las
organizaciones de comercio elitistas, como la Organización Mundial de Comercio,
toman decisiones no democráticas que minan la soberanía nacional en las
regulaciones ambientales.

También los sindicatos mantienen que el comercio sin restricciones permite una
competencia injusta de los países que carecen de normas laborales. Más aún, los
activistas de los derechos humanos afirman que el Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional respaldan a los gobiernos que permiten lugares de trabajo
explotadores y esclavizantes y persiguen políticas que sacan de apuros a
funcionarios públicos a costa de las economías locales.

En términos sencillos, una sensación molesta de injusticia y frustración ha surgido


acerca de las políticas comerciales que ignoran las preocupaciones del ambiente,
a los trabajadores y los estándares de trabajo internacionales.

Los aspectos no económicos de la globalización son al menos tan importantes


para moldear el debate internacional como lo son los aspectos económicos.

Muchos de quienes objetan a la globalización resienten el dominio político y militar


de Estados Unidos por ejemplo, y también resienten la influencia de la cultura
extranjera (principalmente estadounidense) como la ven, a costa de las culturas
nacionales y locales.
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La reunión cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Seattle,


Washington, en 1999 fue testigo de una reacción violenta en oposición a la
liberalización continua del comercio, la inversión y la migración extranjera. La
reunión se caracterizó por ventanas rotas, pillaje, gas lacrimógeno, aerosol de
pimienta, balas de goma, granadas de choque y un toque de queda desde la
medianoche hasta el amanecer. Se llamó a la policía con equipo antimotines y a la
Guardia Nacional para ayudar a restablecer el orden. Unos 100,000 manifestantes
en contra de la globalización barrieron con Seattle para expresar su oposición a
las políticas de la Organización Mundial de Comercio.

Esas reacciones violentas reflejan preocupaciones acerca de la globalización y las


cuales parecen estar relacionadas con las presiones del mercado laboral que la
globalización puede estar imponiendo a los trabajadores. Las encuestas de
opinión señalan que muchos estadounidenses están conscientes tanto de los
beneficios como de los costos de integración con la economía mundial, pero
consideran que los costos son mayores que los beneficios. En particular, es
mucho más probable que los trabajadores menos capacitados se opongan al
comercio y a la migración más libre, que sus contrapartes más capacitadas que
tienen una mayor movilidad de puestos.

Mientras que las preocupaciones acerca del efecto de la globalización en el


ambiente, los derechos humanos y otros temas son una parte importante de las
políticas de la globalización, es el vínculo entre la liberalización de políticas y los
intereses de los trabajadores lo que forma la base de la reacción violenta en
contra de la liberalización en Estados Unidos.

La forma de reducir el temor a la globalización es ayudar a las personas a


moverse a distintos empleos conforme la ventaja comparativa cambia con rapidez
de una actividad a la siguiente. Esto implica un sistema educativo que proporcione
a las personas las habilidades que las hagan más móviles. También implica retirar
los cuidados médicos y las pensiones del empleo, para que cuando usted se
mueva a un trabajo nuevo, no arriesgue demasiado. Y para aquellos que pierden
su empleo, implica fortalecer las políticas de capacitación para ayudarles a
encontrar trabajo. De hecho, estas actividades son costosas y puede tomar años
hacer que funcionen. Pero una economía que encuentra que su ingreso nacional
aumenta debido a la globalización puede encontrar con mayor facilidad el dinero
para pagar por ello.
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El Comercio Internacional

A pesar de las ganancias derivadas del comercio internacional, es necesario


realizar algunas aclaraciones. El comercio no es una actividad de suma cero (si
uno de los participantes gana, el otro debe perder). De hecho, ocurre justo lo
contrario, ambas partes ganan. Considere el caso del comercio entre Brasil y
Estados Unidos. Estos países pueden lograr una producción conjunta más
cuantiosa cuando los brasileños suministran café y los estadounidenses trigo.

La producción más cuantiosa hará posible que los brasileños ganen al usar
ingresos de sus ventas de café para comprar el trigo estadounidense. Al mismo
tiempo, los estadounidenses ganan al hacer lo contrario, utilizan los ingresos de
sus ventas de trigo para comprar el café brasileño. A su vez, la producción
conjunta más grande brinda la base para las ganancias mutuas alcanzadas por
ambos. Por definición, si los países se especializan en lo que comparativamente
son mejores en producir, deben importar productos y servicios que otros países
producen mejor.

La noción de que las importaciones son malas mientras que las exportaciones son
buenas (lo que es popular entre los políticos y los medios), la idea de que los
aranceles, impuestos y otras restricciones a las importaciones salvarán empleos y
promoverán un nivel de empleo más alto, o de que las importaciones reducen el
empleo y actúan como un lastre en la economía, mientras que las exportaciones
promueven el crecimiento y el empleo, son incompletas e incorrectas. Estas ideas
erróneas se derivas al considerar el vínculo entre las importaciones y las
exportaciones desde una perspectiva muy reducida.

Por ejemplo, las importaciones estadounidenses de maquinaria alemana


proporcionan a los alemanes el poder para comprar el software de cómputo
estadounidense. Si los alemanes no son capaces de venderles más a ellos,
entonces tendrán menos dólares con los cuales comprarles. Así, cuando
disminuye el volumen de las importaciones estadounidenses, el efecto secundario
y automático es que los alemanes tendrán menos dólares para comprar sus
productos. Por tanto, las ventas, la producción y el empleo disminuirán en las
industrias estadounidenses de exportación.
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Un aspecto esencialmente importante es entender cómo se aplica la teoría de


dotación de factores de producción, al comercio entre los países, por ejemplo
entre Estados Unidos y China. En Estados Unidos el capital humano (las
habilidades), el talento científico y el talento en ingeniería son relativamente
abundantes, pero el trabajo no especializado es relativamente escaso. Por el
contrario, China es relativamente rica en trabajo no especializado mientras que es
relativamente pobre en talento científico e ingeniería. Por tanto, la teoría de la
dotación de factores pronostica que Estados Unidos exportará a China productos
que abarcan cantidades relativamente grandes de trabajo y tecnología
especializadas, aviones, software, farmacéuticos y componentes de alta
tecnología de maquinaria y equipo eléctrico; China exportará a Estados Unidos
productos para los cuales utiliza una cantidad relativamente grande de trabajo no
especializado como ropa, zapatos, juguetes y ensamble final de maquinaria
electrónica y equipo.

En la realidad, más allá de la teoría, las 10 principales exportaciones a China y las


10 principales exportaciones de China a Estados Unidos en los últimos años,
muestran un patrón que parece encajar bastante bien con los resultados de la
teoría de la dotación de factores. Gran parte de las exportaciones
estadounidenses a China se concentraban en industrias de mayores capacidades
que incluían maquinaria, aviones y equipo médico. Por el contrario, las
exportaciones chinas a Estados Unidos tendían a caer en las industrias de
menores capacidades como de juguetes, equipo deportivo, zapatos y equipos de
sonido.

El supuesto clave del modelo de la dotación de factores y su teorema Stolper-


Samuelson es que los factores, como el trabajo y el capital, se pueden mover sin
esfuerzo entre las industrias dentro de un país mientras que están completamente
inmovibles entre los países. Por ejemplo, se supone que los trabajadores
japoneses, en su país, son capaces de laborar tanto en la producción de
automóviles como en la de arroz, aunque no pueden moverse a China para
fabricar estos productos.

Aunque esa movilidad de factores entre las industrias puede ocurrir a largo plazo,
muchos factores son inmovibles a corto plazo. El capital físico (como fábricas y
maquinaria) por ejemplo, generalmente se utiliza para propósitos específicos; una
máquina diseñada para producción de computadoras de pronto no puede utilizarse
para fabricar aviones. En forma similar, los trabajadores con frecuencia adquieren
habilidades apropiadas para ocupaciones específicas y no pueden ser asignados
de inmediato a otras ocupaciones.
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Estos tipos de factores son conocidos en la teoría comercial como factores


específicos. Los factores específicos no se pueden mover con facilidad entre una
industria y otra. Por tanto, la teoría de los factores específicos analiza los efectos
de la distribución de ingresos del comercio a corto plazo, cuando los recursos son
inmovibles entre las industrias. Esto va en contraste con la teoría de dotación de
factores y su teorema de Stolper-Samuelson que aplica a la movilidad de largo
plazo de los factores en respuesta a las diferencias en los rendimientos (pagos).

Para entender los efectos que tienen los factores específicos y el comercio,
considere la producción de acero en Estados Unidos. Suponga que el capital es
específico para producir acero, el trabajo es móvil entre la industria de acero y
otras industrias y el capital no es sustituible del trabajo en la producción de acero.
También suponga que Estados Unidos tiene una desventaja comparativa en
acero. Con el comercio, la producción disminuye en la industria de competencia en
importaciones. Conforme disminuye el precio relativo del acero, el trabajo se
mueve afuera de la industria del acero para tomar empleo en las industrias de
exportación que tienen una ventaja comparativa. Esto ocasiona que las
existencias fijas de capital se vuelvan menos productivas para las compañías de
acero de Estados Unidos.

Conforme declina la producción por máquina, los rendimientos del capital invertido
en la industria de acero disminuyen. Al mismo tiempo, conforme aumenta la
producción en las industrias de exportación, el trabajo se mueve hacia estas
industrias y comienza a trabajar. Por tanto, la producción por máquina aumenta en
las industrias de exportación y aumenta el rendimiento de capital. Puesto en forma
simple, la teoría de los factores específicos concluye que los recursos que son
específicos de las industrias de competencia de importaciones tienden a perder
como resultado del comercio, mientras que los recursos específicos de las
industrias de exportación tienden a ganar como resultado del comercio. Este
análisis ayuda a explicar por qué compañías estadounidenses de acero, desde la
década de los sesenta, han cabildeado por restricciones a las importaciones para
proteger sus factores específicos que sufren por la competencia extranjera.
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Las tensiones comerciales y la precariedad financiera

La economía mundial está expuesta a múltiples riesgos que amenazan la


estabilidad financiera. Tras una etapa prolongada de condiciones monetarias
permisivas en las economías desarrolladas y de rápido crecimiento del crédito en
algunas economías emergentes, los niveles de deuda son elevados en buena
parte del mundo.

Los niveles de deuda elevados no solo plantean riesgos financieros en sí mismos:


además, reducen la resiliencia de la economía ante las perturbaciones y
constituyen un punto débil ante un mayor deterioro de la actividad económica. El
aumento de las tensiones comerciales podría acentuar esta vulnerabilidad si los
inversores reaccionan huyendo hacia lo seguro, en este caso a los EEUU por
ejemplo, con la consiguiente apreciación del dólar de los Estados Unidos y un
endurecimiento implícito de las condiciones monetarias en los países en
desarrollo. Los hogares y las empresas tratarían de refinanciar su deuda, y el
aumento de las quiebras y el endurecimiento de las condiciones crediticias podrían
desencadenar un proceso desordenado de desapalancamiento, con grandes
correcciones de los precios de los activos.

La política monetaria podría haber llegado a sus límites... y una mayor


flexibilización podría agravar los riesgos
Las políticas monetarias se han tensado mucho, pero han demostrado ser
insuficientes para estimular la inversión, que en muchos países se ve frenada no
tanto por los costos de financiación como por la incertidumbre y la falta de
confianza de las empresas. Gran parte de la deuda que se ha acumulado
recientemente en el mundo se ha destinado a adquirir activos financieros, y no a
aumentar la capacidad productiva, lo que pone de manifiesto una preocupante
desconexión entre el sector financiero y la actividad económica real.

La fuerte demanda de bonos soberanos con rendimiento negativo hace pensar


que muchos inversores están más dispuestos a asumir pequeñas pérdidas que a
hacer inversiones productivas, lo que indica una visión muy pesimista del
crecimiento económico en el futuro. No hay indicios de que las inversiones se
vayan a reactivar considerablemente a corto plazo, y el crecimiento de la
productividad seguirá siendo débil a medio plazo.
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La excesiva dependencia de la política monetaria no solo es insuficiente para


reactivar el crecimiento: también entraña grandes costos y mayores riesgos para
la estabilidad financiera. Unas tasas de interés bajas a nivel mundial y una
holgada liquidez han contribuido a que los riesgos se subestimen, lo cual ha
empujado al alza los precios de los activos y ha favorecido el aumento de la deuda
mundial. Si se prolonga la flexibilización de la política monetaria, podrían
acumularse más desequilibrios financieros.

Se mantiene el riesgo de una evolución más desfavorable El modesto repunte del


crecimiento mundial previsto para 2020 depende de que no lleguen a producirse
numerosos hechos que acechan en el horizonte: que no se acentúen aún más las
tensiones comerciales ni aumenten los aranceles; que se llegue a un acuerdo
sobre el Brexit con un marco transparente para la relación entre el Reino Unido y
la Unión Europea en el futuro; que las fricciones geopolíticas no vayan en
aumento; que los riesgos para la estabilidad financiera sigan estando contenidos;
y que no se produzcan crisis climáticas catastróficas. Cualquier desviación de
estas premisas, por pequeña que sea, podría causar una nueva desaceleración
del crecimiento mundial en 2020. Por ejemplo, si se reavivan las tensiones
comerciales y las empresas de las economías desarrolladas y de Asia Oriental
aplazan tan solo el 1 % de las inversiones, el crecimiento del comercio mundial
podría reducirse al 0,6 %, y el crecimiento del producto mundial bruto, a apenas el
1,8 % en 2020. En comparación, las proyecciones de referencia son del 2,3 % y el
2,5 %, respectivamente. Si llega a producirse cualquiera de estos hechos
adversos, probablemente se agravarían otros riesgos, lo que podría dar al traste
con la economía mundial. Estos difíciles vientos en contra a corto plazo, sumados
a la polarización política en aumento, el escepticismo cada vez mayor sobre los
beneficios del multilateralismo y el limitado margen normativo mundial, pueden
perjudicar gravemente a la sociedad durante mucho tiempo y amenazan
considerablemente las perspectivas de lograr los Objetivos de Desarrollo
Sostenible para 2030.

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