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2
Créditos
TRADUCCIÓN
Mir

3
CORRECCIÓN Y REVISIÓN FINAL
Mir & Mona

DISEÑO
Moreline
Índice
SINOPSIS 5

1 6

2 12

3 18

4 25 4
5 32

6 39

7 46

8 54

9 61

EPÍLOGO 68

SOBRE LA AUTORA 72
Sinopsis
El dolor es abrumador.
Mi vida ya no significa nada.
NEGRA. SOLITARIA. UN VACÍO.
Tengo una fecha de vencimiento y la hora final está aquí.

Hasta que un chico entra dando saltos en mi mundo oscuro.


Demasiado bajo. Demasiado joven. Demasiado sonriente. Demasiado
cabello.
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Quiero apartar la mirada porque él es demasiado. D E M A S I A D O
TODO.
Es brillante y está lleno de energía.
Un choque de trenes de color.

SU NOMBRE ES KIT STRONG.


Es ruidoso, adorablemente tonto y absolutamente mi tipo.
En otra vida, podría amar a alguien como él.

Sin embargo, es demasiado tarde.


Estoy listo para irme.
Ya tomé mi decisión.

PERO ÉL QUIERE QUE ME QUEDE.

***Este es un romance emocional HH que toca temas delicados como la muerte y el


suicidio, pero termina con final feliz.***
1
Jasper
1 de septiembre.

N
o se suponía que debía sentir tanto dolor.
Duele. Sofoca. Enloquece.
La soledad que lo alimenta es enfermiza y retorcida. Es

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todo en lo que puedo pensar. Puedo saborearla y
escucharla. Ya no soy yo pero me estoy ahogando debajo del peso de la
devastación, perdiendo de vista todo lo que soy.
Los gemelos están destinados a entrar al mundo juntos.
Está bien que dejen el mundo juntos.
Perder a mi hermano, a mi jodida otra mitad, ha sido catastrófico para
mi alma. Me quedo vacío y sangrando, incapaz de detener el flujo del dolor.
Es abrumador.
No puedo aguantar más.
Los sonidos de mis compañeros de clase riendo y burlándose unos de
otros antes que el timbre suene, son silenciados. Desvanecidos en el fondo.
Otra parte aburrida de mi vida ahora que Julian se ha ido y el color se fue
con él. Ellos continúan como si nada les afectara.
Si perdieran la mitad de su alma, lo entenderían.
Tal como está, nadie lo hace.
Estoy solo sin nada más que mi dolor para hacerme compañía. No
quiero este dolor. No puedo soportarlo. Mamá y papá son más fuertes,
mayores, más sabios. Lo están sobrellevando.
Yo estoy perdiendo la batalla.
No es una batalla que me importe ganar.
Mientras el caos continúa alrededor de mí, empujo mi mano
temblorosa hacia el bolsillo de mis jeans, buscando mi solución. Mis treinta
respuestas para un gran problema. La botella está llena de pequeñas tomas
diarias del tamaño de un bocado de felicidad forzada y puede que no
signifiquen mucho cuando las miras individualmente, pero juntas, son mi
boleto de salida.
Después de clases.
Solo necesito pasar esta primera hora. No estoy seguro de por qué
elegí este momento, pero se sentía correcto. Cuando comencé a considerar
lo que quería hacer este verano, aunque no exactamente con estas píldoras
ya que las acabo de conseguir, siempre había una excusa para no hacerlo.
Mamá necesitaba ayuda para limpiar las cosas de Julian.
Papá quería que alguien lo ayudara a organizar sus álbumes.
Los vecinos mayores necesitaban que les hiciera un trabajo en el
jardín.
Luego, después de un verano angustiosamente solitario, mi primer
verano sin mi hermano, comencé mi último año. Un año que Julian
esperaba mucho.
Fútbol. Universidad. Chicas.

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Julian sabía que el duodécimo grado sería suyo. Mi hermano, el atleta
extrovertido y más popular de nuestra escuela, estaba esperando su mejor
año.
Siempre será inmortalizado como un estudiante de tercer año en la
escuela secundaria.
Lo he pasado en edad y todo lo demás.
No está bien.
Él. Es. Mi. Gemelo.
Las lágrimas ya no vienen. Estoy seco. Mi alma está vacía y mi corazón
es una cáscara. No me queda nada para dar. Mamá está embarazada. Los
gemelos vendrán pronto. Ni siquiera me necesitará más.
Alguien me habla, pero no tengo palabras. Julian siempre tenía las
palabras. Era por Julian que siquiera pasaban el rato conmigo. Él era más
guapo, más agradable y hacía que la gente se sintiera bien consigo misma.
Yo solo soy Jasper.
El gemelo Darrow que estaba a la sombra de su hermano.
Agarrando el frasco de pastillas con más fuerza dentro de mi bolsillo,
miro el reloj. Pasa tan lentamente que siento como si se estuviera burlando
de mí. Colgando la zanahoria proverbial frente a mí. Burlándose de mí al
mantenerme lejos de mi hermano.
El Señor Halston entra apresuradamente a la habitación, mostrando
su sonrisa a todos. Física no es divertida. Una semana completa de eso este
año escolar y ya puedo decir eso. Al Señor Halston le gusta fingir lo
contrario.
El año pasado, me enamoré de él. Julian se burlaba de mí sin cesar.
El Señor Halston es el sueño húmedo de todo gay. Alto, moreno, guapo. Con
barba incipiente. Una profunda voz que hace vibrar todo tu ser.
Este año es diferente porque no siento nada por la vida que solía tener.
No tengo futuro. Ni metas. El sexo parece inútil cuando no te queda
corazón.
En lugar de tener una sensación de hormigueo zumbando a través de
mí por su llegada que huele a café con un toque de avellana, lo único que
puedo hacer es mirar fijamente. Su mirada pasa por mí, al igual que lo hace
cada día durante la última semana desde que la escuela empezó. Diminutas
arrugas se forman entre sus cejas mientras me estudia con preocupación.
Aparto la mirada.
Si solo supiera lo que planeo hacer justo después de que termine su
clase, probablemente intentaría detenerme. Nada me detendrá ahora. Ya he
tomado una decisión, saqué el pasador de la granada y solo necesito
soltarla. Después de clases. Después de clase me esconderé en el baño, me

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tomaré mi Lexapro y me encontraré con mi hermano.
No puedo quedarme aquí por más tiempo.
Simplemente no puedo quedarme.
Suena la campana, enviando a todos a sus asientos y bajando el
volumen. El Señor Halston puede ser un maestro genial, pero exige respeto.
El rugido apagado se transforma en una charla tranquila mientras él se
ocupa de pasar lista. Cuando llega a Darrow, la habitación queda en un
silencio sepulcral.
Su compasión rueda hacia mí como olas en el océano, cada una me
golpea con un escozor frío y salado. Quiero retroceder, pero me quedo quieto
mientras levanto mi mano libre.
—Aquí.
Pero no estoy aquí realmente.
Estoy físicamente presente, pero mi mente está tan lejos de este
mundo que ni siquiera es gracioso. Se supone que las pastillas en mi bolsillo
deben ayudar. Se supone que hacen que el dolor disminuya para poder
hacer frente a esta vida. No lo sé. No me interesa enmascarar el dolor. Quiero
huir de él.
La puerta del aula se abre y susurros silenciosos recorren la
habitación. Alguien suelta una risa cruel. Otra persona suspira en una
especie como de ensueño. Varios chicos murmuran sus preguntas.
—Ahhh, carne fresca —dice el señor Halston con una sonrisa—. ¿Cuál
es tu nombre, chico?
Levanto la mirada y la arrastro lentamente hacia la persona que ha
entrado en nuestra habitación. Un chico. Demasiado bajo. Demasiado joven.
Demasiado sonriente. Demasiado cabello. Quiero apartar la mirada porque
él es demasiado. Demasiado todo.
Es brillante y está lleno de energía.
Un choque de trenes de color.
—Kit —dice el chico colorido con la sonrisa más cursi que he visto en
mi vida en alguien. Jamás—. Kit Strong.
Eric Davidson suelta una carcajada.
—¿Strong? Mide un metro setenta.
—Un metro setenta y cinco —corrige Kit, todavía con una jodida
sonrisa—. Fuerte donde cuenta.
El Señor Halston le hace otra pregunta, pero yo me concentro en su
atuendo. Él lleva una mochila con correas rojas, una camiseta blanca con
un extraterrestre sosteniendo un signo de la paz, pantalones cargo de color

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caqui, Chucks rojo brillante y un maldito bolso que luce como de hombre
que dice “Este es mi páncreas”. La correa de su bolso de hombre está llena
de pins esmaltados de colores.
Se van a burlar de este chico.
Los primeros indicios de cualquier otra emoción además del dolor, me
molestan.
Irritación.
Me molesta que se ponga toda esa mierda sabiendo que caerá en el
infierno.
Algunas personas simplemente buscan problemas.
—... como Matthew McConaughey de Interstellar —termina Kit, su
sonrisa demasiado amplia cada vez más amplia.
¿Qué me perdí?
—Estás en el lugar correcto —dice Halston, y sus ojos oscuros brillan.
Física.
Lo único que hace que mi profesor se ilumine así es la física.
—Siéntese detrás del Señor Darrow allí —dice el Señor Halston—. Él
no morderá.
Todo el mundo se ríe a mi alrededor, pero yo no me inmuto. No me
importa lo que ellos piensen, digan o lo que les divierta. Todo lo que me
importa es terminar esta hora, así puedo hacer lo que necesito hacer.
—Gay —tose Eric, haciendo reír a todos.
Kit se detiene a medio paso y asiente.
—Así es. Gay y orgulloso.
Es como si este chico quisiera que le golpeen el trasero.
El Señor Halston se ríe.
—Toma asiento. Puedes hablar de chicos con el Señor Davidson
cuando estés fuera de mi clase.
La cara de Eric se pone carmesí, ganando más risas en la habitación.
Kit cruza la habitación hacia la fila en la que estoy. Hace contacto
visual con todos, con ojos brillantes y amistosos. Su sonrisa revela una
hilera perfecta de dientes como si fuera un cartel para el dentista. Con cada
paso hacia mí, su desorden de rizos castaños chocolate rebota.
Se detiene frente a mi escritorio, desabrocha uno de sus pins
esmaltados y lo coloca en mi escritorio con un tintineo.
—Jasper tiene novio —murmura Eric, haciendo reír a más gente.
Kit continúa y se sienta justo detrás de mí. Un aroma familiar a luz
del sol y aire fresco me asalta, arremolinándose en el aire a su paso. Me
recuerda a picnics y veranos pasados en Mountain Grand Lake.
Desdoblo mi mano de alrededor del frasco de pastillas y luego alcanzo
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el pin. Es una batería con una carita sonriente que dice: “Actitud positiva”.
¿Soy tan obvio?
Un destello de calor avergonzado inunda mi piel, revelando mis
sentimientos internos. Alguien comenta que me estoy sonrojando, lo que
solo hace que mi carne arda más.
—Es suficiente —dice finalmente el Señor Halston, atrayendo la
atención hacia él—. Es hora de concentrarse. ¿Alguien sabe por qué no
podemos confiar en un átomo? —Sus ojos brillan de nuevo—. Ellos inventan
todo.
Todos gimen, pero Kit se ríe. Una de esas risas ruidosas de cuerpo
entero. Su felicidad y alegría por una estúpida broma de física literalmente
me hace cosquillas, infectándome. Estoy tan sorprendido por el asalto no
solicitado bailando sobre mi piel, que me estremezco hasta los dedos de los
pies.
Kit se inclina hacia adelante, su cabello revuelto me hace cosquillas
en la cabeza y dice: —Me gusta. Él es genial.
No respondo.
No me muevo.
Todo en lo que puedo pensar es en que sus palabras son suaves, pero
penetran como una lanza, perforando la dura capa de dolor que se ha
acumulado a mi alrededor desde mayo.
El Señor Halston comienza su lección, pero no me concentro. ¿Cuál
es el punto? En menos de una hora, estaré sentado en el inodoro en el
cubículo para discapacitados, finalmente en realidad ahogándome en el mar
del dolor en lugar de patalear sin cesar, apenas manteniendo mi cabeza
fuera del agua.
Cada minuto pasa cada vez más rápido.
El alivio me invade.
Casi he llegado.
—¿Qué hora del almuerzo tienes? —pregunta Kit, su voz no es en
absoluto un susurro.
El Señor Halston nos sonríe con satisfacción pero continúa hablando.
No. Importa.
No estaré allí de todos modos.
Kit se inclina más cerca, y una brisa de sol y manzanas provoca mis

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sentidos.
—¿Qué hora del almuerzo tienes?
La pregunta es la misma.
No toma el silencio como respuesta.
Me encojo de hombros, y un rayo de molestia me atraviesa.
—¿No lo sabes? ¿Cómo puedes no saberlo? —pregunta Kit, su voz
suena juguetona.
Con un profundo suspiro, levanto un dedo, esperando que me deje en
paz.
—¿Primer almuerzo? ¡Yo también!
El señor Halston se vuelve y arquea una ceja.
—Hablar suele estar mal visto durante las lecciones.
—Ciertamente hoy es una excepción —canta Kit.
Varios chicos se ríen e incluso el Señor Halston parece divertido. Se
vuelve hacia la pizarra, sin hacer absolutamente nada con este chico
brillante y ruidoso que está prácticamente posado en mi hombro como una
jodida cacatúa.
—Nos vemos en el comedor. Podemos almorzar juntos.
—No puedo —gruño—. Me voy.
—Quédate. —Sus dedos son firmes mientras agarra mi bíceps y se
inclina—. Por favor, quédate.
2
Jasper

M
entí.
Le hice una promesa al chico colorido con boca
grande y la sonrisa aún más grande.
Una promesa que no cumpliré.

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Para cuando se dé cuenta de que lo he dejado plantado para el
almuerzo, me habré ido. Para siempre. Estará solo. Un chico nuevo en una
escuela nueva, obligado a almorzar solo.
Se van a burlar de él.
¿Por qué no lo harían?
Prácticamente tiene un letrero de neón parpadeando sobre su cabeza
que dice que es inocente, ingenuo y confiado. Ni siquiera puedo empezar a
imaginar a cuántas situaciones terribles se verá atraído. Todo mientras
llevaba una puta sonrisa.
La ira burbujea dentro de mí.
¿Por qué?
¿Por qué está aquí?
¿Por qué ahora?
No soy Julian. Julian lo tomaría bajo su protección. Advertiría a todos
que se apartaran. Sería el tipo más grande. Ese era el tipo de persona que
era Julian. Cada buen rasgo que podía absorber mientras estaba en el útero,
lo hizo absolutamente. Yo me quedé con la mierda. Pero nunca importó
porque Julian era mi otra mitad y mientras él estuviera aquí, yo también
tenía todos esos buenos rasgos, incluso si solo brillaban en mí como rayos
de sol.
Ahora que se ha ido, no queda nada bueno. Se lo llevó todo con él. No
voy a almorzar con Kit Strong, el chico del bolso de hombre. Tendré un
brunch con Lexapro. Una comida de treinta platos.
La culpa me infecta con un pinchazo a la vez.
Pinchazo. Pinchazo. Pinchazo.
Mi resolución de salir corriendo de clase y terminar lo que me propuse
tiene millones de agujeros en ella. Es un barco que se hunde. Todo en lo que
puedo pensar es en el chico detrás de mí que respira un poco fuerte y se
mueve demasiado. Él estará junto a las puertas de la cafetería sonriendo.
Solo sonriendo y sonriendo. Y entonces no apareceré. Haré que frunza el
ceño. Seré yo.
Finalmente recojo el pin esmaltado.
Actitud positiva.
Es cursi como la mierda.
¿Cómo puedo mantener una actitud positiva cuando mi mundo es un
gigante negativo?
El pin se burla de mí. Le doy la vuelta al pin para que la sonrisa se
convierta en un ceño fruncido. Como el que llevo puesto. Capto la mirada
curiosa del Señor Halston mientras inspecciono el pin. Su sonrisa es suave
pero inquisitiva. Como si él viera dentro de mí también.

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No soy tan transparente.
Soy un caparazón endurecido, ocultando todo el dolor en el fondo.
Ellos no pueden verlo.
Ellos. No. Pueden. Verlo.
Enrollo mis dedos alrededor del pin, sosteniéndolo en mi puño.
Apartando mi mirada del Señor Halston, miro el reloj. Solo unos minutos
más. Puedo irme.
Y entonces…
Mierda.
Tendrá que ser mañana.
Hoy no es el día.
Me pidió que me quedara.
Me doy cuenta que tendré que almorzar con este chico. No soy un
imbécil, solo estoy enfermo de dolor. Las pastillas me estarán esperando
mañana. Julian aprobaría este pequeño retraso. Que ayude a encontrarle al
chico otro chico igualmente único para hacerle compañía.
¿Qué es un día más?
Mamá me dijo que estaba haciendo pastel de carne. Me encanta el
pastel de carne. Julian lo odiaba y papá no es un gran admirador, así que
sé que es solo para mí. Imaginarla comiendo el pastel de carne sola es casi
suficiente para hacerme llorar. Espero que a los gemelos les encante.
Una lluvia de alivio llueve sobre mí, aflojando mis músculos con cada
gota de realización. Estaba emocionado por la necesidad de llevar a cabo mi
decisión, pero ahora estoy casi fatigado sin tener que llevar la carga. Mis
ojos caen y me encorvo en mi silla.
Estoy cansado.
Tan jodidamente cansado.
Suena el timbre y no tengo prisa por ir al baño. Lentamente, me
levanto y guardo el pin esmaltado. Dado que no tomé notas y no traje mi
mochila, no necesito agarrar nada.
—¿Cuál es tu nombre?
La voz de Kit me impide irme. Me doy la vuelta para encontrarlo
parado demasiado cerca de mi estructura de casi metro ochenta y cinco. Me
mira fijamente, imperturbable por mi personalidad distante. Sus ojos son
tan verdes como un Jolly Rancher 1 de manzana con oscuras vetas de un
azul profundo.
—Jasper.
—¿Casper?

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Aprieto la mandíbula, sin saber si se está metiendo conmigo o no. Tan
pronto como sus carnosos labios color fresa se contraen, dejo escapar un
gemido. Sus labios continúan su divertido viaje para separarse, curvándose
en una sonrisa de satisfacción. La abolladura de un hoyuelo se forma al
mismo tiempo que ladra una fuerte risa.
—Entendido, quark. —Él sostiene en alto su horario—. ¿Me ayudas a
encontrar mi próxima clase?
Quiero decirle que no. Recordarme que solo prometí el almuerzo. En
cambio, me encuentro asintiendo. Es lo que haría Julian, ¿verdad?
Otro vistazo rápido me dice que tiene todas las clases conmigo.
Cada. Una. De. Ellas.
¿Qué está pasando?
Le lanzo al Señor Halston una mirada confusa. Es profesor de Física.
Tal vez esto sea por una regla de alguna ley de la que no hemos aprendido
que impulsa a esta colorida fuerza hacia mi oscuro vacío, infiltrándose en
cada rincón.
El Señor Halston nos observa con una intensidad que no puedo
interpretar del todo. Esperanza. Veo esperanza en sus ojos. Una esperanza
que no entiendo. He estado desesperanzado por tanto tiempo que me está
mirando a la cara y es tan extraña como un ser extraterrestre.
Tanta esperanza. Y gratitud.

1 Jolly Rancher: es una marca estadounidense de caramelos duros dulces.


Al principio, creo que me está sonriendo de manera agradecida porque
sabe que estoy tomando a este tonto y le estoy mostrando literalmente el
camino.
Su sonrisa no es para mí.
Es para Kit Strong.
Como si fuera él quien me salvara a mí.
—Disfruten su día, muchachos —dice Halston, saludándonos.
Kit saluda mientras yo frunzo el ceño.
Empiezo a caminar hacia la puerta, imaginando que Kit camina detrás
de mí. Pero en el momento en que salgo del aula, él está justo a mi lado.
Con la cabeza sostenida en alto. La sonrisa fijada y dirigida a todos.
Feliz.
Está tan feliz.
Julian era feliz.
Me aferraba a esa disposición soleada como una balsa salvavidas. Mi
hermano era mi todo. Normalmente, me sumergiría en el dolor de mi
pérdida, pero ahora no. No cuando la gente señala y se ríe. No cuando se
burlan.
—Homos —tose Eric, lanzándonos una mirada de odio.
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Eric adoraba a mi hermano. Incluso podría haberlo venerado alguna
vez. Eran compañeros de equipo y buenos amigos. Detrás de las sonrisas y
las bromas, veo un dolor familiar. Uno que es un eco del mío propio.
—Tú eres Eric Davidson —dice Kit, deteniéndose justo frente a Eric.
Demasiado cerca.
Demasiado cerca, Kit.
Este chico brillante no entiende de espacio personal. Es invasivo. Una
infección. Quiero agarrarlo por su colorida mochila y tirar de él hacia atrás
unos pocos centímetros para que esté fuera de la distancia de golpe del
receptor de nuestra escuela.
La sonrisa de Kit es demasiado bonita para destruirla.
—Y tú eres el nuevo nerd. —Eric se contrae, claramente incómodo
bajo el escrutinio de Kit—. Bienvenido a Mountain Grand High.
—Gracias —dice Kit—. ¿De verdad irás a Notre Dame?
Eric frunce el ceño.
—Sí, ¿qué te importa, acosador?
Kit se ríe.
—Tú lo llamas acoso, yo lo llamo aprendizaje. Soy nerd, ¿recuerdas?
Eric se mueve sobre sus pies, lanzando una mirada inquieta en mi
dirección como si yo pudiera darle sentido al chico nuevo.
—Tu mamá trabaja en Mountain Grand Memorial. —Kit ladea la
cabeza, haciendo que sus rizos oscuros reboten—. ¿Cierto?
—¿Me estás amenazando? —pregunta Eric, y su voz tiembla con una
mezcla de ira y confusión.
—No. —Kit se ríe—. Significa que tu mamá trabajará con la mía.
—¿Es enfermera? —pregunta Eric.
—Cirujano pediatra. Cinco dólares dicen que mi mamá se hará amiga
de tu mamá. Ella se hace amiga de todos. Las cenas en casa de los Strong
son inolvidables. ¿Tienes hermanos? Mis hermanos y hermanas aún no
conocen a nadie, ya que acabamos de mudarnos.
Mientras Kit continúa balbuceando, varios chicos se apiñan a nuestro
alrededor. Eric ha perdido algo de su animosidad, tratando de seguir la
conversación.
—Vamos a llegar tarde —advierto, mi voz apenas es un susurro.
Kit saca una tarjeta de presentación, una maldita tarjeta de

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presentación, de su bolsillo y se la da a Eric.
—Envíame un mensaje.
Eric frunce el ceño mientras acepta la tarjeta.
Kit finalmente me mira, esperando que yo le guíe. Dejo escapar un
suspiro y luego sigo caminando. Kit da pasos largos y me sigue el ritmo.
Llegamos a nuestra clase de inglés con menos de un minuto de sobra.
Camino hacia la parte de atrás del aula y pongo mi trasero en el último
asiento, con la esperanza de que Kit no me respire encima durante toda la
hora. Como era de esperar, él rebota hacia mí, y su cabello oscuro vibra con
cada paso. Se desploma, se vuelve en su asiento, y me sonríe.
Demasiado cerca, Kit.
Demasiado cerca.
—¿Puedes llevarme a casa de la escuela? Mamá sigue siendo rara y
no me deja conducir. Papá dice que me está mimando. Otra vez. —Él pone
los ojos en blanco juguetonamente y habla como si yo supiera de qué diablos
está hablando—. A no ser que tengas una motocicleta. En ese caso mamá
se volvería loca si viajo en motocicleta.
Parpadeo hacia él, incapaz de formar palabras.
—Yo, eh, tengo un coche.
—Genial.
Se da la vuelta, dejándome aturdido. Este chico es una fuerza de la
naturaleza. Es intenso y está en tu cara. Es una distracción.
Yo tenía planes.
Su sonrisa, voz y ojos color Jolly Rancher de manzana lo arruinaron
todo.
Todavía hay un mañana.
Solo tengo que pasar hoy.

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3
Jasper

P
asé toda la segunda hora y parte de la tercera, totalmente
distraído por el chico nuevo. Es como si mis ojos encontraran
razones para aterrizar en él. Noto que, contrariamente a mi
observación inicial, no es exactamente pequeño. Más bajo
que yo, sí. Pero, habiéndome sentado detrás de él en dos

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clases ya, noto que tiene curvas en sus hombros, su espalda y sus brazos.
Lo suficiente para indicar que se ocupa de su cuerpo, pero no tanto como
para hacerlo fornido como Eric. Debería concentrarme en mi profesora de
Historia de los Nativos Americanos mientras explica una de las tribus del
este de América, pero no puedo.
Todo lo que veo es a él.
Kit Strong.
Kit consulta su reloj varias veces seguidas y luego mira el reloj en la
pared. Con un leve suspiro que solo yo escucho, se inclina para abrir la
cremallera de su bolso. Saca un plátano y comienza a pelarlo. Miro a la Sra.
Rowe para ver si se mete con él por comer en su clase, pero ella está ocupada
escribiendo en la pizarra.
Se come el plátano rápidamente y con propósito antes de colocar la
cáscara en la esquina de su escritorio para seguir tomando notas. Miro el
reloj, contando los minutos para el almuerzo. Pasan exactamente quince
minutos y Kit comprueba su reloj de nuevo. Otro suspiro. Vuelve a su bolsa,
rebuscando en ella hasta que saca una caja de jugo como un niño pequeño.
No es silencioso, sus movimientos son bruscos y casi enojados, mientras
trata de quitar el envoltorio de la pajilla. Algo en el temblor de su mano me
hace estirarme a su lado para agarrar la pajilla. Arranco el borde y se la
devuelvo. Él la agarra, la mete en la caja y luego succiona. Sus tragos son
fuertes, haciéndole ganar un par de miradas molestas. Cuando llega al final,
lo sorbe con fuerza.
—El almuerzo es en veinte minutos —afirma la Sra. Rowe, su mirada
irritada ardiendo en él.
—Lo sé. —Su tono es gruñón y molesto.
—Tienes que dejar los bocadillos fuera de mi salón de clases…
—No se siente bien —espeto, una abrumadora necesidad de protegerlo
me inunda. Ella no ha visto cada movimiento de él durante horas como yo
lo he hecho. Algo cambió en la última media hora y lo sentí.
Su boca se abre como si estuviera sorprendida de que yo hablara.
—Muy bien entonces. Manténganse en silencio.
Tan pronto como ella se da la vuelta, su cuerpo se relaja. Me inclino
hacia adelante, esta vez invadiendo su espacio personal y susurro: —¿Estás
bien?
Un leve asentimiento de rizos que rebotan es la única respuesta que
obtengo.
Pasan quince minutos más. La campana sonará pronto y luego
podremos ir a almorzar. Antes de que suene la campana, comienza a meter
cosas en su bolso. Luego, sin previo aviso, se pone de pie, se carga el bolso

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y sale del aula. Sin pensarlo, lo persigo, ignorando las risitas de la clase y la
profesora ladrándonos.
Salgo del aula, buscándolo con mis ojos. Lo vislumbro justo cuando
entra en el baño. En ese baño. Lo persigo, empujando el dolor que está
burbujeando dentro de mí con el recordatorio. Para cuando llego al baño, se
está sacudiendo el agua de las manos en el fregadero y corriendo a un
cubículo para discapacitados.
El cubículo de discapacitados.
Abre la cremallera de algo y hace un poco de ruido mientras merodeo
por el baño. No creo que esté usando el baño, así que la curiosidad me hace
echar un vistazo a través de la rendija de la puerta. Sé que soy un raro por
observarlo, pero siento que tengo que saber lo que está haciendo. Por un
momento, me avergüenzo de lo que soy haciendo, así que aparto la mirada
de la rendija de la puerta para mirar mis zapatos. Pasan varios minutos y
maldice en voz baja. Mis ojos lo buscan una vez más.
Mi boca se seca cuando noto que su bolsa está abierta y hay una
jeringa sobresaliendo. ¡Una jeringa! Casi me ahogo con mi corazón cuando
salta a mi garganta. Me golpea un huracán de confusión y preocupación.
Este es el cubículo donde yo voy a acabar con mi vida.
No la suya.
Tiro de la puerta, pero está cerrada. Trastea con un dispositivo negro
que parece estar enganchado a él. No sé lo que está pasando, pero me temo
irá tras la jeringa a continuación. El pánico me hace volar al cubículo junto
a él para pararme sobre el inodoro y mirar por encima de la división.
—¡Detente! —grito, mi voz varias octavas demasiado alta.
Un pequeño rubor tiñe sus mejillas mientras cierra la cremallera de
su bolso de hombre, escondiendo su parafernalia de drogas.
—Tienes una jeringa en tu bolso. ¿Qué ibas a hacer? —acuso incapaz
de evitar el dolor de mi voz.
¿Podría ser letal?
Apenas lo conozco y ya sé que no debería lastimarse.
—Se llama vivir —refunfuña, apoyado contra la pared.
—¿Eres adicto a las drogas? ¿Es por eso que eres tan feliz?
—¿Me veo feliz ahora? —espeta, y el fuego arde en sus ojos azul
verdoso.
Luce miserable. Nervioso y enojado. Fatigado. Un ligero brillo de sudor
baña su rostro pálido.
—¿Qué sucede? ¿Necesitas a la enfermera?

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—Esto es lo que sucede —murmura, mostrándome el dedo medio.
Estoy irritado y un poco ofendido hasta que veo su tatuaje en el dedo
medio. No entiendo los símbolos. No tienen sentido para mí.
—Dijiste que tu mamá es doctora —le digo en voz baja—. ¿Debería
llamarla?
Sus cejas se juntan mientras parpadea hacia mí.
—Por favor, no lo hagas.
—¿Puedes abrir la puerta?
Él asiente y se acerca para abrirla. Salto del baño antes de entrar en
el cubículo con él. El chico está claramente mal. Tengo ganas de sostenerlo
para que no se caiga.
Así que lo hago.
Agarro su brazo, acercándome. Su aroma a sol y manzanas invade
mis sentidos, solo que ahora huele dulce por su jugo y el plátano.
—¿Cómo puedo ayudar? —Mis ojos se clavan en los suyos.
—Lo estás haciendo.
Suena el timbre y la gente empieza a inundar el baño. Cierro y bloqueo
la puerta del cubículo para que nadie se burle de él. A medida que pasan a
su próxima clase o almuerzo, y cuando suena la campana, arqueo una ceja
interrogante.
Su color está mejor y su sonrisa ya familiar está tomando raíces en su
rostro. De cerca, noto lo largas que son sus pestañas oscuras. Lo carnosos
que son sus labios. Me doy cuenta que si hubiera tomado todas esas
pastillas esta mañana, entonces no habría tenido el loco aleteo en mi
estómago que me hace preguntarme qué tan dulce sabe Kit Strong.
—Tú también eres gay —dice, sin juicio en su tono.
—Sí. —No me inquieto ni me alejo de su evaluación—. ¿Es tan obvio?
—Tus redes sociales tienen una cita que dice “Fuera y orgulloso”, así
que sí, un poco.
Una sonrisa tira de una esquina de mis labios.
—¿Acechaste a toda la clase?
Solo somos noventa y ocho, así que no es imposible.
—Y a todos los profesores también —dice, radiante.
—Así que sabes... —me voy callando, ahogándome con mis palabras.
Meto mi mano en el bolsillo, haciendo sonar el frasco de pastillas,
necesitando tener esa red de seguridad en mi agarre.
—Sobre el accidente —murmura—, sí.
Cierro los ojos con fuerza, odiando que por primera vez en semanas,
las lágrimas se burlen de mí de nuevo.
—Jasper, necesito ir a almorzar. 21
Mis ojos se abren de nuevo mientras lo estudio.
—¿Qué significa esto? —Agarro su mano, ignorando la sacudida que
se dispara directamente a mi polla, e inspecciono el tatuaje.
—Es un tatuaje con los símbolos de la diabetes tipo 1. 2 —Él se ríe—.
Mamá no estaba muy emocionada cuando me lo hice. Ni un poco
emocionada en absoluto. Papá sin embargo, me chocó los cinco.
Este chico cursi, tonto y demasiado sonriente tiene un tatuaje como
un rudo.
—¿Comes demasiada azúcar o algo así? —le pregunto frunciendo el
ceño. No me extraña que sea hiperactivo.
—No, tonto —dice, su mal humor de antes ahora ausente—. Fui
diagnosticado cuando tenía catorce años. Básicamente, mi páncreas no
funciona. Tengo que hacer todo el trabajo por él. Un trabajo constante.
Mi tía Helen tiene diabetes, pero siempre pensé que era porque le
gustaba hornear pasteles.
—¿Tienes que pincharte el dedo? —pregunto, recordando eso de mi
tía.

2 La diabetes tipo 1, anteriormente conocida como “diabetes juvenil” o “diabetes


insulinodependiente”, es un trastorno crónico en el cual el páncreas produce muy poca
insulina o directamente no la produce.
—Es mucho más que eso. —Se pasa los dedos por su cabello elástico,
su expresión todavía parece aturdida—. Lo que viste fue mi kit de
emergencia de glucagón. Tenía que aplicarme un bolo 3 y la Sra. Rowe ya
estaba enojada porque estaba comiendo en su salón de clases, así que vine
aquí para hacerlo. Es mi culpa. Se me cayó mi sándwich del desayuno en la
hierba de camino a la escuela y sobrecorregí mis carbohidratos. Tengo un
monitor que me avisa cuando mis niveles no son correctos. —Levanta su
camisa para revelar su estómago—. ¿Ves?
El pequeño dispositivo que había visto antes definitivamente está
pegado a su piel. Estoy más intrigado con las marcas de músculos en sus
abdominales. O el oscuro sendero feliz debajo de su ombligo. Mi polla se
engrosa con apreciación.
—¿Qué es esto? —pregunto, con voz ronca. Toco el dispositivo en su
estómago.
—Una bomba de insulina. Aunque, a veces, tengo que intervenir
cuando las cosas están fuera de control. Uno pensaría que cuatro años
después lo tendría bajo control. —Él niega con la cabeza, y su cabello oscuro
rebota—. Esta enfermedad me mantiene alerta.
Enfermedad.
Enfermedad. 22
Enfermedad.
La palabra hace que mi estómago se apriete dolorosamente. No quiero
que tenga una enfermedad. De repente, soy demasiado protector de Kit
Strong, que no parece fuerte en absoluto. Uno de sus órganos le ha fallado
y él hace el trabajo manualmente para mantener su cuerpo en movimiento.
—¿Vas a...? —Mi voz se quiebra—. ¿Morir?
Deja caer su camisa y se acerca.
—No planeo hacerlo hasta que sea un anciano.
El alivio me invade. Me hundo y dejo escapar un suspiro.
—Sin embargo, tengo que comer. —Se pone de puntillas, presionando
un casto beso en mis labios como si no nos conociéramos de apenas hace
unas horas—. Te lo contaré todo de nuevo durante el almuerzo.
Estoy tan atónito que me besó, que todo lo que puedo hacer es mirarlo
boquiabierto.
Me hubiera perdido esto.

3 Bolo: dosis única de un medicamento u otra sustancia administrada durante un período

de tiempo corto. Se suele administrar por inyección o infusión en un vaso sanguíneo.


Si hubiera venido a este cubículo solo, hace horas, me hubiera perdido
este momento no tan solitario, con un chico brillante con un órgano roto y
una sonrisa tan grande como Texas.
Mi propio órgano roto, la cáscara vacía que se estaba marchitando en
mi pecho, comienza a golpear con fuerza. La sangre bombea de él a mis
extremidades, especialmente a mi polla. Llamas de calor atraviesan mi carne
mientras miro descaradamente sus bonitos labios de fresa que eran suaves
y dulces al presionarse contra los míos.
Quiero besarlos de nuevo, me doy cuenta.
La próxima vez, quiero separarlos con mis propios labios y probar su
lengua para ver si es como me imagino. Quiero sumergir mis dedos en su
cabello sedoso y elástico y sostenerlo contra mí. Quiero pasar mis dedos por
sus duros abdominales y luego a través de su rastro de vello oscuro. Quiero
hacer mucho.
No hay tiempo.
Mi tiempo se acabó.
Todo lo que tengo es hoy porque mañana es mi cita con Julian.
—Mamá dice que la gente no puede evitar enamorarse de mí —dice
Kit, y sus ojos azul verdoso parpadean—. Ella lo llama la Fuerza Strong.
—¿Como en física? ¿La fuerte fuerza nuclear?
23
Se ríe, y su sonrisa se ensancha.
—Así es, quark.
Intento repasar lo que hemos aprendido del Señor Halston. En pocas
palabras, la fuerza fuerte mantiene unido al núcleo.
Me he estado separando y partiendo en un millón de direcciones
diferentes desde que mi hermano envolvió su auto alrededor de un árbol. Ni
siquiera se suponía que debía estar en el baile de graduación, pero una chica
más grande le pidió que fuera su cita. Después de dejarla, él salió corriendo
por la carretera y chocó contra un árbol.
Un conductor ebrio.
Mi hermano, en la noche de graduación, ni siquiera estuvo bebiendo.
El error de otra persona me quitó a mi gemelo.
—Vamos —dice Kit, abriendo la puerta del cubículo.
En un impulso, alcanzo su mano, y mis dedos agarran los suyos como
una línea de vida. Siento que si me deja solo en este cubículo, terminaré lo
que quería empezar esta mañana. Su toque es cálido y reconfortante. Olvidé
como se sentía anhelar el toque de otra persona.
Sus dedos se entrelazan con los míos mientras me saca del cubículo.
Quedo atrapado en su soleado aroma a manzana y su incesante parloteo.
Detrás de mí, dejo el dolor donde pertenece. Solo en ese cubículo. Me ha
perseguido la tristeza por tantos meses que se siente un alivio liberarse de
ella. El peso que me arrastra hacia abajo se ha ido. Estoy flotando. Un globo
de emociones más ligeras mientras Kit tira de mí.
Llegamos al comedor. El caos hace estallar mi globo de leve felicidad,
haciéndome desinflar rápidamente. Kit aprieta mi mano como si supiera.
Se supone que debo tomarlo bajo mi protección.
Cuidarlo para que no lo molesten.
Hacer lo que Julian hacía y ser un héroe.
Resulta que Kit invirtió los papeles conmigo.
Me está cuidando y no sé qué hacer al respecto.

24
4
Jasper

É
l es tan... interesante.
Su boca se mueve tan rápido que apenas puedo
seguirle el ritmo. Me entero de su padre es microbiólogo y el
motivo de su mudanza. Su equipo está estudiando una nueva
especie de organismos descubiertos en Mountain Grand
Lake. Su madre es cirujana pediatra. Tiene cuatro hermanos, todos
menores. En su vieja escuela, hacía atletismo, estaba en el equipo de debate 25
y en el consejo estudiantil. Cuando se gradúe de la secundaria, quiere ir a
la universidad para estudiar ingeniería porque quiere convertirse en
astronauta.
—Mamá dice que es imposible. Que debería convertirme en científico
como papá o doctor como ella. —Sus labios rosados, rosados como las fresas
hacen puchero, recordándome nuestro rápido beso en el baño—. Piensan
que debido a mi enfermedad, no puedo hacerlo.
—¿Puedes?
Se encoge de hombros.
—Técnicamente, tienes que gozar de una salud óptima, cosa que yo
no tengo. Pero solo tengo dieciocho años. Supongo que para cuando termine
las interminables cantidades de educación necesarias, se darán grandes
pasos para la diabetes tipo 1. Y luego hacia Marte iré. —Su sonrisa es
contagiosa, aunque una punzada de tristeza pellizca mi corazón.
No puedo imaginarme querer hacer algo pero ser físicamente incapaz.
Siempre he dado por sentada mi salud. Julian también lo hacía.
—¿Qué hay de ti? —pregunta—. ¿Cuál es tu futuro?
Una fría sensación de terror me invade. No se suponía que debía llegar
al almuerzo, mucho menos a dentro de diez años. Claro, una vez tuve sueños
pero se convirtieron en pesadillas cuando perdí a mi hermano. Luego, se
desvanecieron en nada. Hay un vacío negro donde se encuentra mi vida
futura.
—No lo sé.
Sus ojos se entrecierran, pelándome capa por capa.
—Todo el mundo sabe qué ama. Amo los misterios, la ciencia y lo
desconocido. Quiero explorar y aprender. Cuando eras pequeño, ¿qué les
decías a todos que querías ser de mayor?
Julian quería ser policía.
Era la única vez que no queríamos hacer cosas juntos. La idea de
conducir por la ciudad deteniendo a la gente era aburrido para mí.
—Profesor de música —admito, y el calor inunda mi cuello y mejillas.
—¿Te gusta la música? —Sus ojos verdes se iluminan y sus dientes
brillan detrás de su sonrisa.
—Me encanta.
—¿Así que quieres enseñarla?
—En ese entonces lo hacía. Me gusta aprender sobre eso. Algo así
como tú y el espacio, supongo. Me gusta entender las notas y los ritmos.
Leer más allá de las letras. Ver poesía en notas musicales y compases. Es
una especie de ciencia, supongo. Me interesa su mecánica.
26
—Dr. Música. Me gusta.
Ahora que me hace hablar, el viejo yo sale a la superficie, ansioso por
compartir algo sobre mi antiguo yo.
—Estoy enamorado de Trent Reznor. ¿Lo conoces?
Él se ríe.
—Sí, nos conocemos de hace tiempo.
—Idiota —me quejo, pero para nada molesto porque el chico nerd es
bastante hermoso de ver.
—Me gusta su música, así que sí, lo conozco.
—Es un genio —le explico, sentándome derecho mientras la emoción
familiar arde a través de mis venas—. Él escucha notas y les da sentido
como lo haría un científico con datos. Mezcla fórmulas y prueba los límites
del sonido. Cada instrumento es una herramienta para que él amplíe su
aprendizaje. Así que es un artista, pero está obsesionado con la ciencia de
la misma. Y eso no es ni siquiera con respecto a sus letras.
Me dan ganas de invitar a Kit para que conozca a mi padre. Había
observado el amor de papá por la música desde antes de que pudiera
recordarlo y me atrajo, encontrando ese amor yo mismo. Casi lo puedo ver.
Kit en nuestra sala de estar mientras papá toca acordes en su guitarra,
charlando con nosotros sobre los mejores discos de todos los tiempos
mientras mamá merodea, con una sonrisa en sus labios.
Me duele el pecho.
En el pasado, la otra persona siempre fue Julian. Julian bromeando
con papá por su amor por Nickelback solo para hacer que se enfade. Mamá
hablando sobre Garth Brooks o Alan Jackson, haciendo que papá y yo nos
avergoncemos.
Los recuerdos son crueles y la ilusión de un futuro como ellos es
incluso más cruel.
Mañana no llegará.
Todo lo que tengo es hoy.
—Realmente te apasiona mucho —dice Kit—, pero también te
entristece. ¿Por Julian?
El nombre de mi hermano en sus labios es discordante. Lágrimas
instantáneas pican en mis ojos. Me congelo, en pánico por la arremetida de
dolor que me ataca desde todas direcciones. Emociones que había estado
empujando cuidadosamente hacia los agujeros oscuros de quien soy, salen
furiosas a la superficie. No puedo esconderlas ni esconderme de ellas. Todo
lo que puedo hacer es quedarme quieto mientras me arrasan.
Todo en el comedor se vuelve borroso mientras las lágrimas que
27
inundaron mi verano vuelven corriendo. No puedo hacer esto. No puedo
estar aquí. Ya debería haberme ido. Mi mano se mete en el bolsillo y agarro
el frasco de pastillas. Traquetea en mi mano mientras todo mi cuerpo
tiembla. La acidez en mi estómago quema mi esófago.
Quiero ir a casa.
Quiero meterme en mi cama gemela y mirar la otra cama fingiendo
que mi gemelo todavía está vivo.
Maldición, lo extraño tanto.
Un brazo me envuelve, sorprendiéndome. Un chico de cabello rizado
inclina su cabeza en mi hombro, proporcionando calidez a mi alma dolorida
y helada. Odio que una lágrima se deslice para que todos puedan verla.
Nadie mira.
Mi dolor los hace sentir incómodos.
He estado tan solo con eso.
Hasta ahora.
—¿Tomas medicamentos? —pregunta Kit, su voz es suave y
tranquilizadora.
Otra lágrima se filtra cuando asiento.
—¿Los has tomado hoy? —Sus dedos suben y bajan por mi brazo.
Cuando niego con la cabeza, dice—: ¿No crees que deberías?
Se suponía que debía tomármelos todos.
No uno.
Treinta.
—Supongo —me ahogo.
—Hazlo entonces. —Su tono es firme, animándome.
Temblando, saco el frasco y las píldoras resuenan. Los dedos de Kit
rozan los míos mientras me lo quita. Como es un acosador entrometido, lee
la etiqueta. Luego saca su brazo de alrededor de mí para abrirlo. Me entrega
una.
Solo una.
—Toma tu medicina —instruye—. Y luego dime tu álbum favorito de
Nine Inch Nails.
Trago la pastilla, y los pensamientos sobre la música ya apartan la
oscura tristeza por el momento. Me devuelve el frasco cerrado y vuelve la
cabeza para mirarme.
Demasiado cerca, Kit.
Demasiado cerca.
28
Así de cerca, quiero acercarlo a mí y besarlo. En frente de todos. En
frente de todos los chicos que hacen la vista gorda ante el chico que está
destrozado más allá de toda reparación y tiene un pie fuera de la puerta de
esta vida. Los mismos chicos con los que crecí, fui a fiestas de cumpleaños
y bailes escolares. Chicos con los que tenía fiestas de pijamas y viajes de
campamento.
Soy algo que no entienden ahora.
Algo que temen.
En lugar de amarme por defecto por Julian, se han olvidado de todo
sobre su sombra constante. Soy una fantasía para ellos. Apenas existente.
Casper, no Jasper.
Kit levanta el pulgar y limpia la lágrima que todavía se aferra a mi
quijada. La limpia en mi camiseta, con una sonrisa burlona en su rostro.
Su toque me calienta y me calma. Lo anhelo absolutamente.
Suena la campana, rompiendo nuestro hechizo. Sin embargo, no estoy
desanimado porque conozco la próxima clase en la que Kit también estará.
Y las que siguen después. Después de la escuela, me acompañará hasta mi
coche y me permitirá llevarlo a casa. Es como si estuviera reemplazando el
aire muerto y estancado alrededor de mí con sol y manzanas.
Para ser mi último día en la Tierra, él lo está haciendo bastante
espectacular.
Gracias a él, podré comer pastel de carne. Tendré otra noche para
pasar el rato con papá mientras hablamos de música. Sentiré a los gemelos
moviéndose en el vientre de mamá.
Quiero agradecerle, pero se va de su asiento para deshacerse de la
basura de nuestro almuerzo. Aprendí mucho sobre su enfermedad en poco
tiempo. Es como si tuviera mucho que decir y tiene que hablar rápido para
poder decirlo todo.
Kit me espera con la mano extendida. Necesito absolutamente su
toque. Con gratitud, tomo su mano mientras me lleva a nuestra próxima
clase. Ya que sé a dónde vamos, lo guío con gestos con las manos por el
camino. Los estudiantes nos miran, intrigados por el agarre de nuestras
manos, pero nadie se burla de nosotros.
Todos en Mountain Grand High saben que soy gay.
He salido con algunos chicos a lo largo de los años con los que tengo
clases.
Kit ya anunció a la clase su sexualidad.
Supongo que no es una sorpresa para nuestros compañeros, aunque
sí es una sorpresa para mí lo atrapado que estoy por Kit. 29
Cuando nos acercamos a nuestra clase, ve a una de las animadoras,
Harloe, y la saluda. Ella me da una mirada confusa antes de devolverle el
saludo.
—¿Tu hermana está bien, Harloe? —pregunta, deteniéndose frente a
ella.
Sus gruesas pestañas pintadas con rímel revolotean con fuerza, y un
pequeño ceño frunce la cara normalmente sonriente de la animadora.
—Ella está mejor. ¿Cómo supiste sobre mi hermana?
—Acosador, ¿recuerdas? —susurra su amiga, Serena, en voz alta—.
Eric dice que sabe todo sobre todos.
Kit asiente rápidamente, respondiendo a la amiga no tan callada,
haciendo que su cabello se mueva salvajemente con la acción.
—Lo hago —asiente—. Estudié a todos en el momento que supe que
nos mudaríamos aquí. Incluyéndote a ti, Serena.
Quiero decirle que está siendo espeluznante, pero sé que no le
molestará. Está en su naturaleza. Desarma a la gente.
Harloe sonríe.
—Apuesto a que encontraste todo tipo de trapos sucios de todos.
—Principalmente cosas buenas —dice él—. Tu hermana te idolatra. Vi
la imagen que publicaste de ustedes dos haciendo jet ski este verano.
—Esa foto fue... —Los ojos de Harloe se llenan de lágrimas—. Fue
antes de que ella cayera debajo. —Su labio inferior se tambalea y me lanza
una mirada devastada—. Ella casi muere.
Siento el dolor en sus palabras. El horror y la angustia. El alivio.
Seguro, yo perdí a mi hermano, pero no le deseo eso a nadie. Estoy
agradecido que su hermana haya sobrevivido al accidente. Había visto la
publicación hacía una semana, el fin de semana anterior a que empezara la
escuela, y me sentí destrozado por ella.
—Pero la salvaste. Todos esos años de salvavidas ayudaron, ¿eh? —
dice Kit con orgullo en su voz.
Serena la abraza, asintiendo rápidamente.
—Lo hizo. Mi mejor amiga es una heroína.
Mi cabeza cae. Ojalá pudiera haber sido un héroe solo una vez para
Julian. Sin embargo, no fui al baile de graduación y él fue declarado muerto
en la escena.
Harloe me da un abrazo rápido e incómodo que me asusta.
—Siento mucho lo de Julian —susurra—. Nunca tuve la oportunidad
de decírtelo en el funeral y no quería mencionarlo en caso que te
30
entristeciera.
Me encuentro con su mirada, tragándome la emoción.
—No quiero olvidarlo. Hablar de él me pone triste, pero no hablar de
él hace sentir más triste.
La comprensión parpadea en sus ojos.
—Estoy, eh, aquí si necesitas hablar.
—Gracias —murmuro y lo digo en serio.
—¿Qué aprendiste sobre mí? —Serena le pregunta a Kit—. ¿Algo
bueno?
—Finalmente lograste la vuelta completa. ¡Ese video fue increíble! —
exclama Kit, levantando su mano para que ella le choque los cinco.
Ella chilla y golpea su mano.
—¿Sabes lo difícil que fue? Literalmente tuve que hacer quinientos
abdominales al día para conseguir que los músculos de mi abdomen
estuvieran listos. Harloe todavía no puede hacerlo.
Las chicas se burlan entre sí, pero ambas están sonriendo.
Kit hace esto.
Es una infección.
O tal vez sea una cura.

31
5
Jasper

E
l resto de nuestras clases pasan rápido. Siento que mi
último día también está pasando rápido. Como si Kit me
hubiera concedido veinticuatro horas extra, pero se están
agotando a rápida velocidad. Para cuando suena la última
campana, estoy ansioso por tenerlo en mi auto, todo para

32
mí solo.
Todos se sienten atraídos por él.
Es extraño, ruidoso, hablador y entrometido, pero a todos les gusta.
Les gusta.
Una pequeña parte de mí está celosa. Como si fuera mío primero.
Ahora que la escuela ha terminado, puedo llevarlo a mi auto y disfrutar de
su luz, sin tener que compartir ninguna parte de él.
Al salir por la puerta, Kit nota que el equipo de fútbol practica en el
campo.
—Espérame —instruye antes de caminar hacia el borde del campo. Le
hace un gesto con la mano a alguien y pronto me doy cuenta de que es Eric
Davidson.
Varios jugadores de fútbol golpean juguetonamente el casco de Eric,
instándolo a ir a ver lo que Kit tiene que decir. Una punzada me atraviesa al
darme cuenta que Julian habría estado allí con ellos. Eric se siente
incómodo mientras se acerca a Kit, elevándose sobre el chico más pequeño.
Afortunadamente, no se pueden sentir olas de hostilidad esta vez. Kit le hace
un gesto a Eric para que baje la cabeza. Le susurra algo a Eric que hace que
sus ojos se agranden. Luego, Kit le da una palmada en el hombro y lo saluda.
Para mi sorpresa, Eric le devuelve el saludo.
—¿Listo, quark? —pregunta Kit cuando se acerca—. Mamá no me deja
quedarme para siempre. No en mi primer día. Ella estará esperando un
informe completo.
Asiento, algo aturdido mientras sigo a Kit. Cuando se da cuenta que
estoy arrastrando los pies, toma mi mano y la aprieta. Nos dirigimos a mi
Tahoe. Solía ser de mamá, pero con la llegada de los gemelos, ella quería
algo más nuevo. Recuerdo este Tahoe de cuando era pequeño. Ella nos
llevaba a todas mis lecciones de música y a Julian a todas sus prácticas de
fútbol en él. Me hace preguntarme qué cosas les gustarán a los gemelos.
Me lo perderé.
El arrepentimiento me golpea con fuerza en el estómago. No quiero
perderme esas cosas.
—Buen coche —dice Kit, silbando.
—Es viejo.
—Vintage —bromea.
Nos subimos al vehículo y él comienza a balbucear sobre una muestra
de automóviles a la que su papá lo llevó este verano. Estoy más concentrado
en la forma en que sus labios regordetes se mueven que en las palabras
reales que salen. Son tan cautivadores. No me molesto en encender el coche,
me estiro y toco su cabello. Tan suave. Él me premia con una sonrisa que
me roba el aliento.
—¿Qué le dijiste a Eric? —pregunto, incapaz de apartar la mirada de
su boca. 33
—Te lo diré mañana.
Mis ojos vuelan hacia los suyos. Mañana tengo planes.
—¿En la primera hora?
—En el almuerzo.
Frunzo el ceño y dejo caer la mano para encender el motor. El coche
cobra vida, y “Right Where It Belongs” de Nine Inch Nails suena a todo
volumen a través de los altavoces. En lugar de bajarlo, pongo el vehículo en
marcha, esperando a que él me guíe.
Señala cada vez que necesito girar, y pronto estamos en la entrada de
una casa antigua de Main Street que ha sido remodelada recientemente. Es
una casa realmente bonita, mucho más bonita que la nuestra en los
suburbios. Una mujer con tupido cabello castaño está regando un rosal.
—Mamá debería haber sido abogada en lugar de médica —dice Kit,
riendo—. Ella simplemente se mete en tu cabeza. Ya lo verás.
Le frunzo el ceño.
—Oh. —Ciertamente no la quiero en mi cabeza.
—Te pedirá que te quedes a cenar. Vamos. Tenemos tarea que hacer.
Supongo que si tengo que quedarme al almuerzo mañana para
averiguar lo que habló con Eric, entonces tendré que hacer mi tarea de
Física. ¿Quién mejor para ayudarme que el mismo futuro Señor Astronauta?
Después de apagar el vehículo, salgo. Kit salta hacia su madre, casi
derribándola con un abrazo. Ella es toda sonrisas hasta que me descubre
parado torpemente junto a mi Tahoe.
—Hola —dice.
—Hola. —Mi saludo sale en un gruñido—. Soy Jasper.
—Leesa —dice, frunciendo las cejas.
Veo lo que quiere decir Kit. Sus ojos verdes son duros e inquisitivos
mientras se acerca, como si tuviera el poder de ver dentro de mí. Es oscuro
ahí dentro. Ella no pertenece.
El agua fría golpea mi pecho, haciéndome jadear en estado de shock.
Sus ojos están bailando con picardía cuando suelta la manguera y la deja
caer en el césped. Kit está aullando de risa mientras la miro boquiabierto
con incredulidad.
—Pensé que te habías quedado dormido —dice Leesa, arqueando una
ceja—. ¿Estás despierto ahora?
Mi camisa está empapada y todavía estoy pensando en el hecho de
que esta mujer me roció con una manguera.
34
—Yo, eh, yo... —Frunzo el ceño—. Estoy todo mojado.
—Eso no puede ser —dice ella—. Kit te buscará una camisa para que
te pongas que será apropiada para la cena.
—No puedo. Mi mamá hizo pastel de carne —respondo—. Es mi
favorito.
Y la última cena que me preparará mi madre.
Su cabeza se inclina hacia un lado mientras me estudia.
—De acuerdo entonces. Hay bocadillos en la cocina. Kit necesita
comer porque...
—Él lo sabe, mamá —se queja Kit—. Él estaba allí cuando me bajó.
—Me mostró su dedo medio —agrego.
Ella pone los ojos en blanco y juguetonamente lo golpea.
—Ese dedo lo mete en muchos problemas.
—Papá cree que es genial —argumenta Kit.
Sus ojos vuelven a estar fijos en mí.
—¿Cuántos años tienes?
Me estremezco ante sus palabras, mi mirada se posa en mis Doc
Martens negros. El recordatorio de mi cumpleaños a fin de mes me golpea
con fuerza en el pecho.
—Uh, diecisiete.
—Hmph. —Ella no parece complacida con esto.
Él gime con exasperación.
—Mamá. Basta.
—Compórtate, Kit —murmura—. Tú eres el adulto aquí.
—¿De verdad? —pregunta en un tono sardónico—. A veces creo que
lo olvidas.
Ambos se ríen, y el estado de ánimo tenso desaparece. Me arriesgo a
mirarla. Su mirada intensa e inquisitiva se ha ido. Los suaves ojos verdes
me exploran de una forma maternalmente preocupada.
—Vamos a conseguir esos bocadillos ahora —dice Kit—. Tenemos
mucha tarea, así que déjanos en paz.
—¿Escuchas lo malo que es conmigo? —bromea ella—. Soy una
anciana frágil con un corazón tierno al que a mi hijo mayor le gusta abusar.
—Dramática —me gesticula Kit, con una sonrisa en los labios.
—Estoy libre hoy y mañana. Me encantaría conocer a tus padres.
35
¿Cena mañana por la noche entonces, Jasper? —Ella me sonríe, y su sonrisa
es tan radiante como la de su hijo.
—Yo, eh, no lo sé. Mamá está embarazada y...
—Oh, me encantaría conocerla. Por favor, Jasper. Soy una gran
cocinera. ¿Por qué no me escribes el nombre y el número de tu madre en la
libreta de la cocina cuando vayan a por los bocadillos con Kit? La llamaré
para coordinar.
—Uh, seguro.
Kit agarra mi mano, entrelazando nuestros dedos. Espero que su
madre diga algo, pero levanta la manguera para seguir regando el jardín. Él
nos sube los escalones del enorme porche envolvente y se detiene para
acariciar un gato gordo naranja.
—Homeslice necesita ir al campamento de gatos gordos —me dice por
encima del hombro—. Pero mamá dice que simplemente es esponjoso.
Se pone de pie y luego atraviesa la puerta principal. Nos encontramos
con el caos. Dos niños están montando en patinetas sobre sus estómagos
mientras otro intenta tocar el piano. Un muchacho está comiendo rodajas
de manzana mientras intenta hacer un rompecabezas en la mesa de café.
Un hombre que se parece a Kit pero con barba y gafas está mirando su
computadora portátil mientras está sentado en un sillón reclinable.
—Los bocadillos están en la cocina —dice su papá sin levantar la vista.
—Oooh, Kit tiene novio —dice uno de los niños en una patineta.
—Y tú te romperás el cuello si sigues haciendo eso —lo regaña Kit,
evitando por poco que los dedos de sus pies sean atropellados—. Papá, este
es Jasper. Jasper, este es mi papá, Tad. —Señala al chico del
rompecabezas—. Ese es Wex. —Entonces señala a la chica del piano—. Esa
es Vesper. —Sus dedos se mueven señalando al niño y la niña en las
patinetas—. Esos dos son los ratones traviesos que Homeslice trajo a casa.
—¡No lo soy! —chilla el chico mientras la chica se ríe.
—Chicos —regaña Tad, aunque no en serio. Sus ojos ahora están
barriendo mi ser, estudiándome con un escrutinio silencioso—. Encantado
de conocerte, Jasper. Tu camisa está mojada.
—Tu esposa la empapó —dice Kit.
Tad sonríe.
—Ella está un poco loca. —Él hace un gesto hacia los niños están
rodando más allá de nosotros—. Bo y Quinn son las pequeñas alimañas del
skate. —Él nota la forma en que Kit toma mi mano—. Novio, ¿eh?

36
—Son imposibles —me explica Kit, sin responder a la pregunta de su
padre—. Solo tienes que ignorarlos.
—Es difícil de ignorar cuando la Fuerza Strong está en todas partes
—dice Tad, haciendo su voz profunda y críptica como si estuviera
anunciando una película de ciencia ficción—. Bienvenido al club.
Kit me lleva a la cocina y me lleva al bloc de notas. De mala gana,
escribo la información de mi madre antes de aceptar los bocadillos que Kit
empuja hacia mí. Estoy enamorado de la forma en que balbucea sobre todo.
Una vez que ha comido hasta saciarse y ha comprobado su monitor a través
de su reloj especial, toma mi mano de nuevo.
Casi hemos llegado a las escaleras cuando Tad nos llama.
—¡Nada de ñaca-ñaca bajo mi techo! —Se ríe, recordándome a su hijo.
—¿Ves lo que tengo que aguantar? —gime Kit mientras yo me vuelvo
rojo en un millón de tonos—. Vamos. Alejémonos de los viejos y los animales
de granja. —Su voz es lo suficientemente fuerte como para que su padre la
oiga, lo que genera más risas.
Estoy un poco aturdido cuando señala las habitaciones en el camino,
explicándome quién duerme dónde. Terminamos en una habitación que
definitivamente es de Kit. Parece como si un arco iris hubiera vomitado por
todas partes. Carteles divertidos se alinean en las paredes y sus cosas están
amontonadas por todas partes. Es caótica como él y su familia.
Cierra la puerta detrás de mí y lanza su bolso al suelo. Me quedo ahí
moviéndome sobre mis pies, sin saber qué hacer o decir. Después de que
me entrega una camisa, me cambio rápidamente, dejando la mía en el suelo.
—Necesito descansar un minuto —me dice mientras saca su bolso de
hombre y lo coloca en la mesa auxiliar. Aprendí en el almuerzo que contiene
todos sus suministros como insulina, jeringas y toallitas con alcohol—. Ven
a descansar, Jasper. Luces como que lo necesitas.
Estoy cansado.
Tan cansado.
Me quito los zapatos como él y doy la vuelta a la cama hacia el otro
lado. Una vez que ambos estamos estirados, no puedo evitar ponerme de
lado para poder verlo.
—¿Puedo ver la bomba de nuevo?
Nuestros ojos se encuentran y los suyos se oscurecen ligeramente. Me
dan ganas de mirar fijamente sus labios mientras los lame, pero quiero ver
su estómago de nuevo. Él levanta el material. Con cautela, extiendo la mano
y toco el dispositivo. Entonces, mis dedos rozan sus músculos abdominales.
—Eso me hace cosquillas —respira.
—Oh —digo, retirando mi mano. 37
—Sin embargo, me gusta.
El aire se espesa con tensión mientras exploro su estómago como
ansiaba hacerlo en el momento en que lo vi por primera vez. Cada vez que
mis dedos bailan sobre su rastro feliz, él gime. Noto lo duro que está en sus
pantalones cargo, cosa que también me pone duro.
—Me alegro de haberte conocido hoy —murmura—. Eres la persona
más fascinante que he conocido jamás.
Frunzo el ceño, levantando mi mirada hacia la suya.
—¿Yo?
—Sí.
—No soy fascinante.
—Nunca he visto a alguien pensar tan fuerte o mostrar sus emociones
tan claramente en su cara antes.
¿Soy tan obvio para él? ¿Para otra gente?
—Debería enviarle un mensaje a mi mamá —refunfuño, rodando
sobre mi espalda.
Mi salvapantallas es una foto mía y de Julian. Duele mirarla. Deslizo
mi teléfono, encontrando rápidamente la información de contacto de mamá.
Yo: Estoy en casa de un amigo, pero estaré en casa para la cena.
Mamá: ¿Quién? ¿Qué amigo? ¿Estás bien?
La urgencia de su mensaje me confunde.
Yo: Kit Strong. Su mamá quiere cenar con nosotros mañana. Ella
me obligó a darle tu número.
Ella no responde durante un largo momento a pesar de que los puntos
se muestran y desaparecen varias veces. Finalmente, ella responde.
Mamá: Tómate tu tiempo, cariño. Disfruta de tu amigo. Podemos
comer sin ti si te estás divirtiendo.
Yo: No puedo perderme el pastel de carne esta noche.
Mamá: Siempre quedarán sobras. ¿Estás seguro que estás bien?
Nunca he oído hablar de este chico. ¿Es agradable?
Yo: Es agradable.
Mamá: ¿Cómo es?
Kit se acerca y lee nuestros textos con curiosidad.
—Ella es como mi mamá.
Una risa se me escapa.
—Sí, supongo que son todas iguales.
—Me gusta tu risa —murmura Kit, y su aliento caliente me hace
38
cosquillas en la mejilla.
—La tuya también me gusta.
—Toma una foto. —Se inclina y sé que está siendo exagerado sin tener
que mirarlo.
Cambiando la cámara al modo selfie, encuentro que mis labios se
curvan en una sonrisa cuando veo lo ridículo que está siendo Kit con su
sonrisa demasiado grande. Él se estira hacia adelante y aprieta el botón.
Se la envío a mamá.
Yo: Oh, cariño, es adorable. Que te diviertas. No dejes que los
moleste.
—¿Me la puedes enviar? —pregunta Kit.
Le entrego mi teléfono y se dispone a enviarse la foto a sí mismo. Estoy
un poco molesto cuando también cambia el protector de pantalla de mi
teléfono. Pero, cada vez que miro la imagen de la sonrisa tonta de Kit, yo
también sonrío.
—¿Oye, Jasper?
Dejo mi teléfono en mi estómago y me giro para mirarlo.
—¿Mmm?
—Te voy a besar ahora.
6
Jasper

S
us ojos azul verdoso brillan de alegría. De todos los chicos que
he besado, ninguno me ha mirado como si fuera especial,
digno y único. Mi respiración se atasca cuando baja sus
labios rosados de fresa a los míos.
Necesito la dulzura.
Necesito sus labios.
Antes que me alcance, su sonrisa se arquea hacia un lado mientras
39
sus dedos recorren mi cabello. Mi cabello, como el de Julian, es castaño
claro y ondulado. Mamá se metía con nosotros cuando estaba demasiado
largo. El mío se cierne sobre mis cejas últimamente, curvándose ligeramente
alrededor de mis orejas y en mi nuca, pero ella no se queja.
Mamá ya no se queja de nada cuando se trata de mí.
Antes que se me permita reflexionar sobre por qué, los labios de Kit
están sobre los míos firmes y exigentes. Gimo, para nada sorprendido por
su insistencia. Aunque Kit es colorido, ruidoso y adorablemente tonto, es
absolutamente mi tipo.
Confiado. Descarado. Energético.
Necesito a alguien que contrarreste todo lo que hay mal en mí. Alguien
opuesto. Calor para mi frialdad. Luz para mi oscuridad. Bondad para mi...
lo que sea que yo sea.
Mis labios se abren para permitir que su lengua entre. Ambos
gemimos cuando nuestro beso se intensifica. Siento como si Kit estuviera
tratando de consumirme. Me gusta. Tanto. Sus dedos se clavan en mi
cabello, tirando y acariciando. Me hace querer tocarlo también. Paso mis
propios dedos por su cabello, amando cómo sus rizos rebotan una vez que
se sueltan de mi agarre.
Él se aleja, con mi labio inferior atrapado entre sus dientes. Soy
sorprendido por el escozor y abro mis ojos. Una ardiente intensidad quema
sus ojos que parecen más verdes que azules en este momento. Su sonrisa
se ha ido, incluso después de que me libera de su mordisco. Ambos estamos
jadeando fuerte y yo estoy duro como una roca en mis jeans.
Quiero arrancarle la camisa.
Hacerle una mamada.
Rogarle que me haga lo mismo.
Lo deseo.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez que tus ojos grises son
tormentosos? —murmura dándome piquitos en mis labios, luego mi mejilla
y luego mi nariz.
—Mamá los llama mis nubes sombrías. Ella dice que a cada nube
sombría se le regala un arco iris.
Su sonrisa destella en su rostro, bañándome en su cálida luz.
—Me gusta eso.
—Me gustas tú —murmuro, tirando de él hacia mí de nuevo.
Nos besamos con urgencia durante lo que parecen horas. Mis labios
están en carne viva y mi mandíbula duele. De alguna manera, mientras nos
besábamos, los dos terminamos de lado, con nuestras piernas enredadas
mientras nuestras manos libres exploraban. Cada vez que sus dedos se
40
burlan de la línea de mi cinturón en la parte inferior de mi estómago, siento
que me vuelvo loco en mis pantalones. Él también lo sabe porque sonríe
cada vez más.
—Quieres que te toque —murmura—. ¿No es así?
Trago y asiento.
—Sí.
—Este fin de semana. —Su palma se proyecta sobre mi polla—.
Quédate a pasar la noche.
Imágenes de nosotros en esta cama, tarde en la noche, desnudos y
retorciéndonos casi hace que me olvide de mi propio nombre. Muevo mis
caderas hacia su mano, queriendo sentir el poder de su mano envuelta al
alrededor de mí.
—Promételo —suplica.
Agarro su muñeca, tirando de él hacia mí.
—Lo prometo.
Me recompensa acariciándome sobre mis jeans. Gimo contra sus
labios, tan cerca de correrme que es vergonzoso.
—Kit —digo con voz ronca—. Quiero que me folles.
Retira su mano y me besa suavemente.
—Tenemos todo el año, quark.
Solo tenemos esta noche.
Bueno, y mañana porque su mamá quiere conocer a la mía.
Y este fin de semana porque se lo prometí.
—Tengo que irme —susurro, odiando cómo mi pecho se tensa—. Yo...
yo tengo que irme.
Antes que pueda salir de la cama, empuña mi camisa.
—Jasper, quédate.
Es como si supiera que tengo una fecha de vencimiento.
Nadie lo sabe.
Entonces, ¿por qué se siente como si estuviera tratando de
mantenerme atado al mundo al que ya no pertenezco?
—Es noche de pastel de carne —digo tontamente—. Mamá se enojará
si me la pierdo.
Su sonrisa se desvanece y sus cejas se fruncen mientras me ve
deslizarme fuera de la cama. Arreglo mi ropa y desarreglo mi cabello. Mi

41
polla se ha ablandado una vez que mis pensamientos se oscurecieron.
—Te enviaré un mensaje más tarde.
Asiento y me dirijo a la puerta. Antes de irme, paso mi mirada por su
cuerpo, conformándome con la forma en que su polla se tensa en sus
pantalones cargo y la forma en que su camiseta se ha subido para exponer
el monitor en su abdomen.
—¿Te ha bajado? —pregunto, aunque no sé exactamente toda la jerga.
—Me ha subido por ti. —Él resopla—. Estaré bien.
Su respuesta me hace vacilar junto a la puerta. Finalmente, dejo
escapar un suspiro y le doy un pequeño saludo. Me apresuro a bajar las
escaleras. Su familia está toda en la cocina cocinando. Asomo la cabeza
dentro y me aclaro la garganta.
—¿Te vas, cariño? —pregunta Leesa.
—Um, sí. —Me inquieto, incapaz de mirarla a los ojos—. Nosotros, eh,
estudiamos mucho. Kit parece cansado. Tal vez quieras ver cómo está.
Ella sonríe, intercambia una mirada que no interpreto con Tad y luego
se apresura pasando más allá de mí.
—Gracias, Jasper. Nos vemos mañana.
El viaje a casa es como despertar de un sueño de Julian. En esos
sueños, él se ríe y se burla de mí. Me empuja. Intenta hacerme sonreír. Pero
cuando despierto, recuerdo que está muerto y que estoy solo. La mitad de
un todo. Apenas respirando.
Estaciono en el camino de entrada detrás del vehículo de mamá y
salgo. En lugar de alcanzar mi frasco de pastillas, saco el pin que Kit me dio
esta mañana. Todavía estoy estudiándolo cuando entro en la sala de estar.
La casa huele a pastel de carne y a recuerdos de una época mejor.
Quiero volver afuera y correr lejos, muy lejos. En cambio, llevo mis pies
hacia la cocina donde papá está trabajando en una ensalada mientras
mamá se entretiene con un termómetro con la carne.
—Huele bien —retumbo.
Ambas cabezas se vuelven hacia la mía, varias emociones revolotean
sobre sus rasgos. Entusiasmo. Tristeza. Alivio. ¿Por qué me miran de esta
manera?
—Hablé con la Dra. Strong —dice mamá, y sus rasgos se tornan
felices—. Es una mujer encantadora. Muy amigable. Nos invitaron a cenar
mañana en la noche.
—No sabía que habías hecho un nuevo amigo —agrega papá—. Sin
embargo me alegra oírlo.
Ambos me observan con expresión expectante y esperanzada.
—Yo, eh —murmuro—. Él es agradable. Me gusta.
—¿Lo besaste? —Mamá se burla. 42
Mi piel arde al rojo vivo y le lanzo a papá una mirada exasperada. Él
sonríe con suficiencia y se encoge de hombros.
—Carla, cariño, deja al chico en paz —dice papá finalmente.
—¿Qué? —se queja, sosteniendo su vientre muy embarazado—. He
estado esperando que encuentre un nuevo novio. El último fue Henry. Henry
era dulce pero no lo suficientemente dulce para mi hijo.
Henry y yo salimos hasta la muerte de mi hermano. Después de esa
noche, lentamente lo aparté de mí junto a todos los demás.
—Kit no es mi novio. —Le frunzo el ceño, tratando de ignorar su
expresión mareada—. No lo es.
—No mientas —reprende—. Siempre me doy cuenta cuando mientes.
Papá se ríe cuando mi cara vuelve a arder.
—¿Estás usando su camiseta? Porque es un tamaño demasiado
pequeño y bastante... colorida.
—¿Ya podemos comer? —gruño mientras pongo mi mano sobre su
estómago.
Los gemelos están activos, rodando y pateando como de costumbre.
Me hace pensar si Julian y yo éramos así. ¿Rebotábamos alrededor de su
útero como gatitos hiperactivos?
—Te amo —susurra mamá, cubriendo mi mano con la suya.
Sus palabras me cortan de una manera que duele. Retrocedo y me
alejo de ella, haciendo una línea recta hacia la mesa. Me acabo de acomodar
cuando me doy cuenta que ella le lanza a papá una mirada impotente. Tiene
los ojos llorosos y le tiemblan los labios.
No me gusta ver llorar a mamá.
Mirando la mesa, pienso en cosas más felices. Como la cara de Kit. Su
bolso de hombre. Sus labios rosados, color fresa. La forma en que se hizo
amigo de Eric Davidson de todas las personas.
—¿Qué es eso, Jasp? —pregunta papá mientras deja la ensalada en
medio de la mesa.
—Oh... —Le entrego el pin—. Kit me lo dio en la primera hora. No paró
de hablarme después de eso.
—Actitud positiva. —Papá vuelve a colocar el pin sobre la mesa con
un plink—. Palabras de sabiduría.
Mamá trae el pastel de carne mientras papá trae los panecillos. Ella
entrega los platos y cubiertos a continuación. Papá trae una jarra de té.
Estoy hambriento.
Me sumerjo en el pastel de carne de mamá y decido que nunca ha
sabido más delicioso. Y pensar que casi me lo pierdo. El arrepentimiento se
agita en mi estómago, pero lo trago con más pastel de carne sabroso. Mis 43
padres se están comportando de manera extraña esta noche. Quiero
preguntarles qué está pasando, pero al final, decido hablar sobre algo que
no sea yo.
—Kit tiene diabetes tipo 1 —les digo—. Tiene un monitor y una bomba
de insulina. Si se sale de control, debe administrarse un bolo. —
Rápidamente mastico otro bocado—. Tiene un tatuaje en el dedo medio. Una
especie de símbolo de la diabetes que le informa a la gente sobre su
condición. Mucha gente usa una pulsera, pero Kit no. No creo que a Leesa
le guste, pero Tad cree que es genial.
—Un rebelde, ¿eh? —pregunta papá, flexionando su bíceps para lucir
toda su manga de tatuajes.
Mamá se ríe.
—Zach, tú no eres un rebelde. Eres contador.
—Un contador que toca en una banda de covers de Led Zeppelin. —
Le guiña un ojo y me hace la señal de rock-n-roll con los dedos—. No puedo
evitarlo si soy responsable y rebelde.
—Trata de no presumir demasiado en la cena mañana por la noche —
lo regaña mamá—. No queremos ahuyentar al novio de nuestro hijo.
—Él no es mi novio —refunfuño, pero una sonrisa se asoma.
Quizás lo sea. Por esta semana.
—Olvidaste llevar tu mochila a la escuela —dice mamá, sin encontrar
mi mirada—. Intenta no olvidarla mañana.
La mirada de papá es inquisitiva mientras espera mi respuesta.
—La llevaré mañana —le aseguro.
Mis padres se relajan.
Muevo mis ojos de un lado a otro entre ellos, tratando de leer sus
miradas tácitas. ¿Qué es lo que están pensando?
Una vez que termino de comer, me levanto para agarrar mi plato, y
mis pastillas suenan en mi bolsillo.
—¿Cómo está la medicación? —pregunta mamá, mordiéndose el labio
inferior—. ¿Funcionó?
—El médico dijo que tardaría hasta dos semanas en introducirlas en
su sistema —le recuerda papá, con una advertencia en su tono.
—No lo sé. Quizás ayudaron un poco. Es difícil decirlo. —Me encojo
de hombros mientras hago mi camino hacia el fregadero—. ¿Puedo pasar la
noche en casa de Kit este fin de semana?
—Sí —gritan mis padres casi con demasiada emoción.
Frunzo el ceño, estudiándolos a ambos.
—Podría ser mi novio para entonces —desafío, queriendo ver su
44
reacción.
—Eres un joven inteligente y responsable —dice papá, arqueando una
ceja—. ¿Cierto?
—Sí —murmuro.
—Es bueno tener a alguien con quien quieras pasar el tiempo,
¿verdad, Carla?
—Absolutamente —coincide mamá.
Están siendo tan extraños.
—¿Quieres ayudar a tu madre a limpiar la cocina? —pregunta papá—
. Entonces podríamos jugar con ese nuevo amplificador que tengo.
—A los bebés les encanta el bajo —dice mamá con una sonrisa—. Son
como ustedes dos.
Asiento hacia mi papá mientras mi teléfono vibra en mi bolsillo. Lo
saco, y una sonrisa tira de mis labios cuando veo la cara de Kit.
Kit: Homeslice trajo una rata gigante. Tampoco estaba muerta
todavía. Mamá gritó tan fuerte que estoy seguro que todo el vecindario
pensó que alguien estaba siendo asesinado. Vesper quiere quedársela
como mascota. Papá no se ha movido de su sillón reclinable porque está
buscando en Google formas de sacar a la rata de la casa. Mientras tanto,
mamá no ha dejado de gritarle a papá que mueva el culo para matarla.
Me río con solo imaginarlo.
Yo: Suena intenso.
Kit: No tienes idea. ¿Cómo estuvo el pastel de carne?
Yo: Increíble. Creo que es la mejor versión que ha hecho. Estoy
contento de no habérmela perdido.
Kit: Yo también, quark.
Cuando levanto la mirada, mi mamá está llorando, pero está
sonriendo. Solía sentirme mejor cuando era niño en cualquier momento que
ella me sonriera. Yo decía que era su magia de mamá. No estoy seguro, antes
de esta noche, cuando noté la última vez que sonrió.
Le devuelvo la sonrisa y luego lavo los platos.
Saber que tengo toda la semana hasta el fin de semana para disfrutar
de sus sonrisas me hace sentir bien de mi decisión de prometerle a Kit una
fiesta de pijamas.
Pronto, Julian.
Hoy no porque Kit me distrajo.
Mañana no porque me va a decir lo que le dijo a Eric y luego
cenaremos con sus padres.
Este fin de semana no porque prometí quedarme a dormir en casa de
45
Kit y él prometió tocarme.
Siempre está la próxima semana.
7
Jasper

A
Kit le encantan los pin esmaltados y ayudar a sus amigos.
Estas son cosas que he aprendido esta semana.
El martes me dio un pin con un hueso que decía:
“Encuentra este húmero”.

46
El miércoles me dio uno que tenía la forma de un premio que decía:
“Solo lloré un poco. Hurra.”
El jueves me dio uno plateado que decía: “Sé raro”.
Hoy, me dio uno en forma de tazón de guacamole que decía: “Sé que
soy extra.”
Con cada día que pasa, más y más personas gravitan hacia él. Soy el
único al que le da pines. Los he estado poniendo en mi mochila para lucirlos.
Kit siempre tiene una sonrisa estúpida y feliz en su rostro cuando los ve.
Esa estúpida sonrisa feliz hace que me duela el pecho de una buena manera.
Cumplió su promesa de decirme lo que le dijo a Eric. Aparentemente,
Kit solo quería hacerle saber a Eric que si necesita ayuda para salir del
armario, estaría allí para él. Me quedé atónito porque ni siquiera sabía que
Eric era gay.
Kit también impresionó a mis padres. Mi madre piensa y la cito: —Es
la cosa más linda que he visto en mi vida. ¿Podemos quedárnoslo? —Esto
fue después que ella y Leesa se escabulleran durante unos minutos durante
la cena. Ambas regresaron con la cara roja de llorar.
Cada día, pospuse mi salida, sacando una pastilla del frasco,
temiendo en el fondo que mi suministro estuviera disminuyendo. No
importa. Veinticuatro todavía deberían hacer el trabajo. Cuando pienso en
lo que sucederá después de esta noche, me duele el estómago.
Extraño a Julian.
Jodidamente tanto.
Pero también sé que mamá se está acercando a tener los gemelos. No
quiero perdérmelos. No ver a Kit todos los días también se está convirtiendo
en una gran píldora de tragar.
Me gusta.
Anoche, me quedé despierto hasta tarde tratando de imaginar cómo
se tomaría la noticia cuando me encuentren en el cubículo para
discapacitados. Estaría aplastado. Su sonrisa demasiado gigante también
desaparecería. Yo le había eso.
En lugar de pensar más allá de esta noche, me concentro en Kit.
Ruidoso. Brillante. Hermoso kit.
Cuando salimos de la primera hora, con la mano de Kit sosteniendo
la mía, me siento como si estuviera aturdido. Quiero pasar toda la noche
mirándolo. Memorizando su rostro. Besándolo y tocándolo.
—Darrow —la voz fuerte de Eric retumba, haciéndome sobresaltar—.
¿Podemos hablar?
Kit me da un asentimiento con la cabeza y suelta mi mano. Sigo a Eric
a una fila de casilleros donde nadie está parado.

47
—Tenemos que hablar —dice entre dientes.
—Está bien. —Arrugo la frente—. ¿Qué pasa?
Suspira y luego se inclina, su voz baja.
—Soy homosexual.
—Eso es bueno. —No traiciono a Kit al hacerle saber que ya lo sabía.
—Si bien se siente muy bien admitir eso —murmura Eric—. Eso no es
lo que quería decirte. —Él toma una bocanada de aire que me hace
encontrarme con su mirada fija—. Yo, eh, estaba enamorado de tu hermano.
No era correspondido y era cursi, lo sé. Él era heterosexual. Yo era un gay
en el armario. Yo solo… —Su voz se quiebra—. Estoy tan jodidamente triste
que se haya ido.
Mi corazón se siente como si hubiera sido azotado, pero la necesidad
de consolarlo es fuerte. Agarro su hombro.
—También lo extraño.
Sus ojos se llenan de lágrimas y mira los casilleros para que nadie lo
vea.
—Sé que tú y Kit son algo...
¿Somos algo?
Un estremecimiento de placer recorre mi columna vertebral.
—Sí —estoy de acuerdo porque quiero ser algo con Kit.
—Yo solo... quería saber si... puedes decir que no. —Él frunce el
ceño—. Es solo que él lo vio. A mí. Lo que soy. Quiero decírselo a mis padres
y creo que quiero hacerlo para el banquete de bienvenida cuando se anuncie
la corte, ya que estarán allí observando. Pensé que podía... maldición, esto
es difícil.
—Dime —le insto.
—Quiero invitar a Kit al banquete y al baile de bienvenida. Como mi
cita.
El aliento sale de mis pulmones. Una oleada de posesividad me
inunda. Mi instinto es decirle que no, pero el baile de bienvenida es en
octubre. Ya me habré ido para entonces.
Pero somos algo.
¿Cuánto dura que seamos algo?
—Yo, uh, yo... —Me froto la parte posterior del cuello—. ¿Qué quiere
hacer Kit?
—Primero quería recibir tu bendición. Él es tu novio. —Sus ojos
entran en pánico, como si deseara poder retirar todas sus palabras—. Sería
platónico, Jasp. No intentaría besarlo ni nada. Solo quiero hacerle saber a
mis padres quién soy y que todavía puedo estar en la cima. Todavía seré un
rudo futbolista que irá a Notre Dame. Necesito que lo vean. 48
—Está bien.
—¿Está bien?
—Si Kit quiere, no me importa. Él querrá ayudar. Eres su amigo.
Me sonríe.
—Eres el mejor, hombre. Te juro que no te defraudaré, tampoco.
Pagaré por su esmoquin y todo. Le abriré las puertas y toda esa mierda. —
Él frota su palma sobre su rostro, más pánico brillando en sus ojos—. No sé
qué hacer con el tema de la diabetes. ¿Tendré que darle una inyección o algo
así?
Esta semana, Kit audazmente le ha dicho a todas las personas con las
que entra en contacto que tiene diabetes tipo 1 y no teme comer sus
bocadillos en clase, revisar sus monitores delante de la gente, o sacar su
bomba de insulina si el momento lo requiere.
—Kit se cuida solo —le digo a Eric—. Solo estate atento y asegúrate
que no se agote. Si se cansa, debería irse a casa. Puedes llamarme si
necesitas… —Me voy callando cuando el horror de mis palabras golpea mi
cerebro.
No más promesas, Jasper.
—Gracias —Eric se apresura a decir, con alivio en su voz—. Mamá se
cagará en los pantalones sobre esto, pero será difícil para ella volverse loca
conmigo frente a todo el colegio.
Me alegra que mis padres aceptaran mi sexualidad.
—Vamos a llegar tarde —dice Kit, y su mano busca la mía—. Hola,
Eric.
—Hola, Kit. —Las mejillas de Eric se ponen rosadas—. Nos vemos
chicos.
Eric se aleja, regresa con su grupo de amigos, mi antiguo grupo de
amigos. Tan pronto como se ha ido, Kit me mira.
—¿Todo bien?
No.
Solo te tendré por esta noche y luego todo habrá terminado.
Mamá habrá perdido a sus dos hijos. Papá no tendrá a nadie con
quién ser un bicho raro con su música. Kit tendrá algo con Eric y no
conmigo.
—No lo creo —admito, con voz ronca—. No estoy bien en absoluto.
Kit se pone de puntillas para poder alcanzarme, besándome con
valentía frente a todos.
49
—Solo tenemos que superar hoy. Entonces, podemos hablar de ello.
Podemos arreglarlo.
Esto no.
No hay forma de arreglar esto.
Pero entonces Kit sonríe con su sonrisa tonta y sus ojos centelleantes.
Me pregunto si tal vez haya forma.

La casa está en silencio cuando entramos. Le lanzo a Kit una mirada


confusa y se encoge de hombros. Cada día que he venido después de la
escuela, ha sido un manicomio. Peor el miércoles y jueves cuando Leesa
estaba en el trabajo. Tad es un tipo genial, pero deja que los cuatro pequeños
se vuelvan locos.
—Homeslice, eres una bestia asesina —regaña Kit mientras se detiene
para acariciar a su gato—. Vesper nunca te perdonará el baño de sangre que
dejaste en su cama.
Ambos nos reímos. No sabía que una niña pudiera gritar tan alto.
—Bocadillos —le recuerdo a Kit.
Con Kit, todo se trata de rutinas. Mientras siga sus rutinas, él está
bien. Me gusta ayudar a mantener sus horarios y cuidarlo, observar por
cualquier indicio de que podría no estar bien. Me da un propósito.
Pronto, estamos arriba, en nuestro lugar favorito. Su cama. Esta vez,
la casa está tranquila, pero en mi cabeza hay mucho ruido.
—¿Dónde está todo el mundo? —La agitación en mi estómago empeora
con cada minuto que pasa.
—Papá llevó a los niños después de la escuela a la pizzería Showman.
A él le gusta porque puede comprar un montón de fichas y dejarles
enloquecer. No los veremos por un par de horas. —Sus dedos se deslizan
por mi pecho—. ¿Podemos hablar?
Kit es tonto y rara vez es serio, así que cuando baja la voz y la
preocupación sangra, la culpa me abruma.
¿Qué hará mañana sin mí?
Distraídamente, me aferro al frasco de pastillas a través de mis jeans.
—¿Tomaste tu medicina hoy?
Asiento, me duele demasiado la garganta para hablar.

50
—¿Necesito llamar a Carla?
Mis ojos se fijan en los suyos.
—No. Quiero besarte.
Sus cejas se juntan. Extraño su sonrisa.
—Jasper…
—Por favor —gimo—. Te necesito. Eres lo único que...
—¿Que qué? —implora.
Lo único que me mantiene aquí.
Un sollozo trepa por mi garganta. Trato desesperadamente de tragarlo,
pero escapa sin remordimientos. Lágrimas calientes queman mis ojos y
luego se filtran por mis sienes. El dolor por mi hermano que ha sido tallado
en mi pecho ahora escuece por una nueva pérdida. Una pérdida que aún no
ha ocurrido.
Kit.
Sus labios llueven besos sobre mis mejillas, frente y nariz. Entonces
él presiona un suave beso en mis labios. Un gemido necesitado me atraviesa
cuando enredo mis dedos en su cabello, tirando de él hacia mí. Nuestras
lenguas se encuentran con avidez, los dos ansiosos por el otro. Me besa
fuerte, pero a diferencia de los otros días de esta semana donde nos besamos
uno al lado del otro, Kit cumple su promesa de tocarme. Su cuerpo se posa
encima del mío. Extiendo mis piernas para que pueda descansar entre ellas.
Se mece contra mí cada vez que su lengua pasa por la mía. El placer arde
por mi cuerpo cuando nuestras pollas se frotan a través de nuestra ropa.
—Quiero sentirte —suplico entre besos.
Se sienta y se quita la camisa. Su bomba de insulina está conectada
a sus jeans y el monitor está colocado en su lugar sobre su estómago. A
pesar de su enfermedad, que claramente hace todo lo posible por apartarlo
de mí, es muy fuerte y feroz. Lucho quitarme la camisa, feliz cuando ambos
estamos desnudos de la cintura para arriba.
Sus labios chocan contra los míos. Rozo mis palmas sobre cada curva
de sus hombros, bíceps y pectorales tonificados. Quiero tocarlo en todas
partes a la vez. Cuando mis dedos tiran del botón de sus jeans, él se aleja,
sus ojos verdes son eléctricos de necesidad.
—Te quiero en mi boca.
Las palabras ásperas que caen de sus labios rosados de fresa hacen
que quiera explotar de necesidad. Todo lo que puedo hacer es asentir con
demasiada ansiedad. Mi corazón hace una voltereta hacia atrás en mi pecho
cuando su sonrisa cubre su rostro, luciendo en partes iguales eufórico y
travieso. Pasa una palma por mi pecho. Aspiro un aliento agudo cuando

51
llega al botón de mis jeans. Con facilidad, desabotona mis pantalones y baja
la cremallera lentamente. Como la casa está tan silenciosa, todo lo que
podemos oír son los sonidos de nuestras respiraciones y el suave clic de la
cremallera a lo largo de cada uno de los dientes de metal.
Mi polla se tensa contra el material, desesperada por su boca caliente.
En lugar de tocarme como quiero, me baja los jeans por los muslos. Se toma
su tiempo quitándolos por completo junto con mis zapatos y calcetines. El
líquido pre seminal moja el material de mi bóxer mientras espero impotente
lo que sea que me dé.
Los otros chicos con los que he estado nunca se sintieron así. Como
si estuvieran en esto por algo más que mi cuerpo. Como si también quisieran
mi corazón. Kit nunca hace nada a medias. Él juega un gran juego, y en
este, eso incluye cada una de mis partes. Se inclina, acariciando su cara
contra mi polla, inhalando mi olor. Gimoteo al sentirlo, pero necesito más.
No puedo evitar tocar su cabello suave y rizado. Lo acaricio y lo acaricio
como si fuera mío para adorarlo para siempre.
Solo que... no tengo para siempre.
Solo tengo ahora.
La amargura asoma su fea cabeza. Es injusto. ¿Cómo es que conozco
a alguien como Kit solo para ser burlado con la felicidad? Siento como que
he tomado la decisión de irme, pero ahora tengo ganchos en la espalda
tratando de que me quede.
Mi mente va a la deriva hacia Julian, y un dolor profundo se forma
dentro de mí.
Sin embargo, todos los pensamientos se disipan cuando Kit me baja
los bóxeres. Él solo baja lo suficiente para revelar la corona de mi polla que
rezuma necesidad. Su lengua rojo cereza se mueve rápidamente para
saborearme. El intenso placer en ello me hace gemir.
Los ojos verde manzana tipo Jolly Rancher brillan ante los sonidos
que se me escapan. Eso lo envalentona. Succiona la punta en su boca,
provocándome de una manera loca. Gimo y levanto las caderas, desesperado
por más.
—Paciencia, quark.
Su tonto apodo para mí, un término de física que significa una parte
fundamental de toda la materia, hace que mi corazón se caliente como
nunca antes.
Lo quiero dentro de mí.
Sobre mí.
En todas partes.
Es vida, energía y perfección. Quiero sentirlo, respirarlo y conocerlo
con cada célula de mi ser.

52
Mis bóxeres son bajados más. Kit chupa mi polla profundamente en
su boca mientras acaricia la base de mi eje. Se siente tan bien, tan
locamente bien, que me corro sin avisar. Grito mientras el semen entra en
su boca, y mis bolas se tensan.
Bajo de mi subidón demasiado pronto. Kit se acuesta de espaldas,
aparentemente sin aliento. Comprueba su monitor y luego se relaja. Sus
ojos juguetones se ponen serios y acalorados cuando suelto suavemente la
bomba de insulina de sus jeans, poniéndola a su lado en la cama. Trato de
cuidarlo como lo hizo él conmigo.
—Jasper —murmura—. Estoy tan feliz que estés aquí.
¿Aquí ahora? ¿En su cama?
¿O aquí en la vida?
En lugar de leer en sus palabras, lo desvisto y luego hago todo lo
posible para dale una mamada increíble. Sus gemidos y empujes de cadera
dicen que disfruta absolutamente mi boca como yo disfruté de la suya. Dura
más que yo y me empieza a doler la mandíbula, pero luego deja escapar un
gemido irregular. Me trago su semilla que es más dulce que salada antes de
caer en la cama a su lado.
—¿Podemos hablar ahora? —susurra, acercando mi cuerpo desnudo
al suyo.
—Solo abrázame. —Trago saliva—. Por favor.
—¿Todavía te vas a quedar, verdad?
¿Esta noche?
¿Siempre?
No puedo responderle. Todo lo que puedo hacer es llorar en silencio,
incapaz ya de darle sentido a mi vida.

53
8
Jasper

E
l espejo se burla de mí.
Es el gemelo que sobrevivió. El gemelo equivocado.
Julian debería estar aquí. Era unos minutos mayor,
más guapo, más fuerte y más agradable. Mi hermano iba a
hacer grandes cosas. Ser un hombre que la gente nunca
olvidaría.
En cambio, es él quien se ha ido y no yo.
54
Si estuviera aquí, me tiraría a sus brazos, presionaría su frente contra
la mía, y me recordaría que somos hermanos de principio a fin. Un equipo
imparable. Amigos para siempre.
Por eso tengo que estar con él.
Entonces no estará solo.
Kit estará triste, pero tiene amigos en la escuela, una gran familia y
tal vez incluso algo que esperar con Eric.
Mis ojos se llenan de lágrimas ante la idea de dejarlo. Las náuseas
agitan mi estómago. Un dolor que no quiere desaparecer se forma dentro de
mi corazón.
Es cruel hacerlo en su casa.
Para que me encuentre cuando despierte.
De alguna manera, sin embargo, siempre supe que sería él. Cuando
lo encontré en ese cubículo para discapacitados inyectándose insulina, se
sintió poético. Mañana por la mañana, cuando se levante para ir al baño,
me encontrará. Imagino que llorará, pero me abrazará y me dirá que lo
entiende.
Estaré con Julian pronto.
Tomo el frasco de pastillas del mostrador y desenrosco la tapa antes
de arrojarlas en mi palma. No hay tantas como cuando empecé, pero aún
hay las suficientes para terminar el trabajo.
Estoy tan cansado del dolor.
Tan cansado de estar vacío por la pérdida de mi hermano.
Todo duele y el único momento en que mejora es cuando estoy con
Kit.
Los recuerdos de la noche se burlan de mí. La mamada que me dio
estremeció mi mundo. Fue el mejor regalo de despedida que un chico podría
tener. No podría haber pedido más. Pero luego, más tarde, después que su
familia llegó a casa y nos fuimos a la cama, me besó en todas partes en la
oscuridad. No tuvimos sexo, pero nos frotamos las pollas mientras nos
besamos, haciendo un desastre en su cama. Me quedé dormido en sus
brazos, feliz y saciado, pero me desperté a las tres de la mañana destripado
por el doloroso recordatorio de que ayer se acabó y hoy es ahora.
Las lágrimas caen por mis mejillas, calientes y rápidas. Estoy
temblando y postergándolo. Es lo que quiero. Ir con Julian es lo que
necesito. Entonces, ¿por qué se siente mal? ¿Por qué es mucho más

55
aterrador en las primeras horas de un sábado por la mañana de lo que lo
fue el lunes? Demasiados “y si” plagan mi cerebro.
¿Y si no es suficiente?
¿Y si las vomito?
¿Y si no muero pero termino en coma?
¿Y si duele más que el dolor que siento?
¿Y si Kit me escucha llorar, vomitar o morir?
¿Y si no estoy listo para irme?
La última pregunta me golpea fuerte, aplastándome como la fuerza
contundente de un martillo. Aprieto las pastillas, apoyándome en el
mostrador para no derrumbarme. Mis ojos están inyectados en sangre y
enrojecidos por las lágrimas.
—Jasper.
El nombre es suave, apenas un susurro.
Una súplica.
Al principio creo que me lo imagino, pero luego lo escucho de nuevo.
Es Kit. Me está llamando. La alarma me atraviesa y, temblorosamente,
pongo las pastillas en el frasco. Por ahora. Cierro la tapa antes de volver a
bajarlo. Una vez que me quito las lágrimas, abro la puerta del baño y salgo
tambaleándome. La luz del baño brilla sobre la cama, revelando la forma de
Kit.
Algo parece estar mal.
El dolor por mi hermano desaparece por la preocupación por Kit. Me
apresuro hacia él, sentándome en el borde de la cama.
—Está baja —grazna.
Sé lo que esto significa. Rápidamente busco la lámpara para ayudarlo
a revisar sus lecturas. Los números no se ven bien, así que salgo corriendo
de la habitación para despertar a sus padres. Deben estar acostumbrados a
este tipo de cosas porque no cuestionan al chico que no es su hijo, de pie en
bóxer al pie de su cama, y ambos saltan, corriendo a mi lado.
—Tomaré un poco de jugo y fruta —le dice Tad a Leesa.
Leesa se apresura a entrar en la habitación y comienza a hablar con
Kit. Ella le echa un vistazo a su monitor antes de maldecir. Los segundos se
prolongan durante horas y mi corazón se siente como si hubiera dejado de
latir. Leesa le susurra seguridad. Cuando Tad regresa, dejo escapar un
suspiro de alivio. Todo lo que puedo hacer es observar atentamente mientras
cuidan de él, prestando atención a cada detalle porque tal vez algún día seré
yo quien necesite ayudarlo.
Una feroz necesidad de protegerlo y cuidarlo se enrosca alrededor de
mi corazón. Si me voy, no estoy seguro que a nadie le importe Kit como a
mí. A Eric le gusta como amigo y quiere ser su cita, pero no tiene algo con
Kit. 56
Kit es mío y yo soy de él.
—Si va a esforzarse antes de acostarse —dice Leesa, su voz tensa con
malestar—, necesita comprobar sus niveles inmediatamente después. Él
podría necesitar comer algo.
Mi pecho, cuello y cara arden de un rojo brillante. Tad me da una
sonrisa de complicidad, pero Leesa no me mira.
—Sí, señora —murmuro.
—No seas tan dura —dice Tad, pasando sus dedos por los rizos de
Kit—. Recuerdas lo caótico que era el amor en esos primeros días, cariño.
Comparten una mirada cargada de emoción y amistad. No es de
extrañar que tengan cinco hijos.
—Prometo que lo haré mejor la próxima vez —juro.
La próxima vez.
Otra promesa.
Leesa finalmente encuentra mi mirada.
—Te haré cumplir esa promesa.
Mi espalda se endereza y asiento.
—No te defraudaré.
—Esto no es incómodo ni nada —dice Kit con voz ronca.
—Si dejaras de intentar darme un infarto cada vez que tienes la
oportunidad, tal vez no te avergonzaré frente a tu novio —bromea Leesa.
Con cada momento que pasa, comienza a sentirse mejor. Una vez que
han revisado sus números cada quince minutos durante una hora,
finalmente lo dejan para que puedan volver a la cama. Kit se levanta y se
toma un momento para ir al baño. Un tiempo después, regresa con mi frasco
de pastillas en la mano. La acusación arde en sus ojos y aprieta la
mandíbula.
Yo aparto la mirada.
La cama se hunde con su peso y él se acurruca al alrededor de mí. Su
palma se extiende sobre mi pecho mientras suspira.
—Háblame, Jasper.
Mis pulmones se encojen y mi lengua se hincha mientras la ansiedad
me arrastra, salvaje y eléctrica. Debe sentir mi repentina tensión porque
besa mi cuello y me dice que respire. Una vez que he calmado mi corazón
errático, me armo de valor para hablar.
—Yo, eh, estoy triste. —Las lágrimas me hacen arder los ojos—. Eso
es una mentira. Kit, estoy destrozado.
Me aprieta fuerte.
—¿Julian?
57
El nombre de mi hermano en sus labios hace que se me escape un
sollozo.
—Yo... somos gemelos. Se suponía que íbamos a vivir y morir juntos.
Sus dedos son suaves mientras los desliza sobre mi mejilla húmeda.
—No puedo imaginar el dolor.
—No se lo desearía a mi peor enemigo —respiro—. Es sofocante y
enloquecedor. Mamá me llevó al médico debido a mi depresión, pero nada
puede aliviar el dolor que siento. —Hago una pausa—. Bueno, lo tú hiciste.
Kit se sienta sobre su codo y me mira fijamente, sus ojos verdes
manzana estilo Jolly Rancher me sondean mientras mastica su labio inferior
rosa fresa.
—El día que nos conocimos —continúo—, iba a hacerlo. Iba a tragar
todas las pastillas. Justo después de la clase de Física.
—Pero no lo hiciste —susurra.
—Tú me hiciste quedarme.
Sus labios se curvan en la sonrisa más feliz que jamás le he visto. Una
sonrisa tonta y cálida que tiene el poder de adormecer todo el doloroso dolor
dentro de mí. Le devuelvo la sonrisa porque tengo que hacerlo. Porque
quiero.
—Me alegro que no lo hayas hecho —murmura Kit—. Me alegro que
estés aquí ahora.
Las lágrimas vuelven a inundar mis ojos.
—Me dije que lo haría hoy. Toda la semana ha sido una terrible cuenta
atrás. Las tenía en mi mano, pero luego me llamaste... —Parpadeo para
eliminar más lágrimas—. Me necesitabas.
—Siempre te necesitaré —dice Kit, frunciendo las cejas—. Y también
lo harán tus padres. Tus nuevos hermanos también. El dolor por el que
estás pasando es duro en este momento, pero se aliviará con el tiempo.
Pero... si tomas esas pastillas y terminas tu vida, solo vas a esparcir ese
dolor como una infección fatal.
Busco sus ojos, necesitando respuestas.
—Pero duele.
—A tus padres les dolerá más tener que enterrar a otro hijo. —Él
acaricia sus dedos a través de mi cabello—. Me dolerá haber encontrado
finalmente un chico hermoso con un corazón bondadoso que se preocupa
por mi salud y bienestar solo para que sea arrancado lejos de mí.
—Pero Julian está solo.
—Dondequiera que esté Julian, estará listo para ti cuando sea el
momento adecuado. ¿De verdad crees que tu hermano querría que dejaras
58
a tus padres por él?
—No —digo con una risa ronca.
—¿Qué diría? ¿Si estuviera aquí ahora mismo?
Imaginar a mi hermano aquí, con su sonrisa de suficiencia, me levanta
el ánimo y trae otra sonrisa a mi cara.
—Me diría que dejara de ser un idiota.
—Tu hermano parece un tipo inteligente. —Se inclina hacia adelante,
presionando un beso en mis labios—. ¿Puedes hablarme de él? ¿Cosas que
nadie más conocía?
Frunzo el ceño, estudiando sus rasgos. Todo el mundo quiere olvidar
o eso parece. Quieren seguir adelante. Nadie quiere recordar todas las cosas
buenas, divertidas, y maravillosas de Julian.
—Siempre pasaba por estas fases en las que quería aprender algo
nuevo. Solía volverme loco. A diferencia de mí con la música, él no estaba
satisfecho con que le gustara el fútbol. Quería saber cómo hacer todos los
deportes. Cuando era bastante competente en prácticamente todos ellos,
entonces quería aprender a tocar un instrumento. O bailar. —Me río,
sacudiendo toda la cama—. Se esforzó en convencer a mamá que lo
inscribiera en ballet. Me burlé de él interminablemente por ello.
—Un gran jugador de fútbol con tutú. Pagaría para ver eso —se burla
Kit.
—Una vez decidió que iba a ser chef como Gordon Ramsay. Cada vez
que estaba en la cocina, hablaba con acento británico y maldecía cada vez
que estropeaba algo. Le dijo a mamá que quería ir a una escuela culinaria y
tener su propio programa de cocina.
—Parece que ella tenía las manos ocupadas con él. —Kit se ríe—.
Déjame adivinar. ¿Eras el gemelo tranquilo?
—La volvía loca con sus nuevas ideas, pero ella lo amaba por eso.
Todos lo hacíamos. Disfrutaba verlo irritarla y hacerla reír. Es lo que Julian
hacía. Él siempre fue la estrella, brillante y resplandeciente.
—Suena como un gran tipo —dice Kit—. Me entristece no haberlo
conocido. Quién sabe, tal vez podría haber salido con gemelos. Mamá
realmente tendría un ataque al corazón entonces.
Me río, y juguetonamente le hago cosquillas en las costillas.
—Él era hetero. Además, tú eres mío. Hubiera peleado con él por ti.
—No lo sé. Si hubiera aparecido con un tutú ofreciéndome hacerme la
cena mientras hablaba con acento británico, habrías tenido una dura
competencia.
Ambos reímos.
59
Se siente bien hablar de Julian como si estuviera aquí. Recordar las
cosas buenas y divertidas sobre él. Compartir eso con alguien.
—¿Jasper?
—¿Sí, Kit?
—Esta noche… lo que pasó. No puedes volver a hacer eso. Necesitas
hablar con tus padres al respecto. Si quieres, puedo estar ahí cuando lo
hagas. No está bien. Esos sentimientos y ese deseo no están bien.
—Lo sé.
—¿Hablarás con ellos?
—Sí. Odio ponerles esto encima. Especialmente en mamá ya que los
bebés llegarán pronto.
—Eres su hijo. Querrán que confíes en ellos. Ellos querrán ayudarte.
Sé que tiene razón.
—Tengo miedo de ver la decepción en sus ojos —susurro—. No quiero
defraudarlos.
—Ellos te aman. Te prometo que estarán ahí para apoyarte cien por
ciento.
Mis sentimientos por Kit son abrumadores. Una oleada de felicidad
estalla a través de mí. Necesito tocarlo. Besarlo. Presiono mis labios contra
los suyos, un beso dulce al principio, pero luego sumerjo mi lengua en su
boca, necesitando saborearlo. Gime mientras nos besamos con urgencia. Si
no me hubiera llamado antes, hubiera tragado esas pastillas. Me hubiera
perdido este beso. Me habría perdido muchas cosas.
Kit se aleja, sus pupilas están dilatadas y está jadeando por aire.
—Jasper.
—¿Mmm? —Me inclino hacia adelante para darle un beso, pero él
aprieta mi mandíbula, deteniéndome.
—Quiero que te quedes. Necesito que me lo prometas.
—¿Por cuánto tiempo?
—Hasta el final. Por décadas y décadas.
Es mucho tiempo para esperar a ver a Julian, pero también es mucho
tiempo para pasar besando a Kit.
—Me quedaré —juro, y mis ojos se clavan en los suyos.
El siguiente beso que le doy está lleno de promesas. Prácticamente
puedo saborear el juramento vinculante en ello. No puedo dejar esta tierra.
No cuando gente como Kit me extrañaría.
Julian me esperará.
Cuando finalmente lo vea y me pregunte qué me tomó tanto tiempo,
60
diré: —Él me hizo quedarme. —Mi hermano lo entenderá. Él lo hará. Y luego
me llevará en una aventura en el más allá, mostrándome todos los rincones
oscuros que ha iluminado allí arriba. Experimentaré cada uno de ellos con
él.
Hasta entonces, tengo que ser como Julian.
Amar mucho.
Aprender todos los días como si fuera el último.
Mantenerme fuerte.
9
Jasper
30 de septiembre.

E
s agridulce cuando apago mis dieciocho velas. Julian no está
aquí para soplarlas conmigo. Tengo que hacerlo solo por
primera vez en toda mi vida.
Pero, no estoy solo.
Sentados en mi mesa están Kit, mis padres y mi
hermano y hermana gemelos que nacieron hace cinco días. Tomé mi última
61
pastilla esta mañana. La ansiedad se arrastró hacia arriba mientras me la
tragaba. Había logrado pasar todo un mes sin querer tomármelas todas a la
vez. La tristeza todavía estaba allí, pero el desapego de este mundo faltaba.
Ahora, anhelo cada día.
Necesito besar a Kit o abrazar a los bebés o hablar con mis padres.
Todos los lazos que me ataban aquí y que había trabajado tan duro
para cortar ahora están de vuelta en su lugar, gruesos y bien atados.
El Dr. York me ha ayudado a recordar las razones para quedarme.
Después de la noche en que admití a Kit que quería quitarme la vida,
tuvimos una larga charla con mis padres al día siguiente. Leesa también
vino, ofreciendo su guía y apoyo. Aunque se derramaron muchas lágrimas,
nos unimos como equipo en cómo ayudarme.
Terapia con el Dr. York.
Medicamentos adicionales.
Hablar de mis sentimientos.
Los pequeños cambios en mi vida han tenido un gran impacto. Tengo
que agradecerle a Kit por eso. El chico con su cabello ondulado y rizado, sus
labios rosados de fresa que me encantan besar, y sus ojos verde manzana
estilo Jolly Rancher. Entró en mi vida, clavó sus garfios en mí y nunca me
soltó.
Le debo mi vida.
Le debo todo.
Mi pequeña fiesta de cumpleaños está llena de amor y risas. Una vez
que mis padres acuestan a los gemelos y se retiran por esta noche, llevo a
Kit a mi habitación. Él se sienta en la cama de Julian y me mira mientras
me desvisto.
—¿Poniéndote tu traje de cumpleaños? —pregunta, y sus labios se
arquean hacia un lado.
—Mi novio prometió hacerme el amor —le respondo bromeando.
Novios.
Mejor que ser un algo.
Los novios son todo.
Me desnudo por completo y luego acaricio mi polla. Sus ojos verdes
están ardiendo con intensidad mientras observa. He querido tener sexo con
él durante semanas ya, pero ha insistido en que todavía no estoy listo para
él. Cuando estaba con Henry, fui pasivo y me gustó. Sin embargo, ha pasado
un tiempo y Kit ha pasado nuestro tiempo juntos preparándome para este

62
momento.
Estoy más que preparado.
Estoy sufriendo y ansioso por él.
—Siéntate en la cama —murmura con voz ronca—. Te quiero hacer
una mamada primero.
Una sonrisa tira de mis labios. Estoy más que ansioso por obedecer
su orden. Puede que Kit sea más bajo que yo, pero él es el más seguro de
los dos. Él anhela tomar el control de cualquier situación. Con nosotros, nos
lleva a donde queramos ir, pero es amable al respecto.
Es una de las cosas que amo de él.
—¿Qué? —pregunta Kit mientras se acerca, quitándose la camiseta.
Gimo cuando deslizo mi mirada por su pecho, maravillándome de lo
mucho que quiero lamerlo siempre.
—Eres muy caliente.
—Esa es tu mirada de “Kit es un semental” —dice riendo—. Pero la
anterior no lo era.
—Esa era mi mirada de “Estoy enamorado de este tipo”.
Kit se arrodilla ante mí, mirando hacia arriba con una expresión que
amenaza con hacer estallar mi corazón.
—Hmm, ¿se parece a esta?
Él también me ama.
—Absolutamente —respiro.
Nuestras bocas se encuentran para un beso rápido y luego él se aleja
para besarme en otra parte. Mi pecho. Mi estómago. Mis muslos. Mi pene.
Sus labios se envuelven alrededor de mi grosor y ansiosamente me
traga por su garganta apretada y caliente. Estoy locamente desesperado por
todo lo que me dará. Acaricio su cuero cabelludo y jugueteo con sus rizos
mientras me da una mamada que me pone alma en llamas. No le toma
mucha atención a su lengua antes de que me esté corriendo con un gruñido.
Me traga y luego me suelta, recompensándome con una sonrisa pecaminosa.
—Sube a la cama —ruge, tirando frenéticamente del botón de sus
pantalones tipo cargo.
Me echo hacia atrás, viéndolo desvestirse con impaciencia. Una vez
que su bomba de insulina está desabrochada y en su mano después de
desvestirse por completo, se sube a la cama conmigo, sentándose de rodillas
entre mis muslos separados.
—Suministros —murmura, señalando la mesa auxiliar—. Date prisa,
Jasper. Mi polla necesita estar dentro de ti.
Me tiemblan las manos de emoción cuando agarro el lubricante y un

63
condón. Él lo abre antes de enfundar su longitud. Luego, destapa el
lubricante para verterlo en sus dedos. Se frota toda la polla y luego desliza
sus dedos resbaladizos sobre mi agujero. Aprieto con anticipación.
—Relájate, quark.
Sonrío y luego alivio la tensión en mis músculos. Su dedo se desliza
dentro con solo una pizca de incomodidad. Por mucho que le hubiera rogado
que me follara, me alegro que hayamos estado trabajando para ello. Él mete
su dedo dentro y fuera de mí hasta que estoy listo para otro. Con cada
empuje de sus dedos, estira y prepara mi cuerpo. Mi polla salta a la vida
cuando frota mi próstata.
—Demasiado —gimo, estirándome para agarrar mi endurecido pene.
—Nada que no puedas manejar. —Me lanza una sonrisa maliciosa—.
Quiero verte correrte de nuevo antes de que esté dentro de ti.
Sus palabras son sucias y las amo. Sin vergüenza tiro de mi polla en
tándem con la forma que presiona mi próstata. Cada roce y toque hace que
vuele más cerca del borde.
—Voy a... —Mis palabras se cortan cuando gimo con mi abrupto
orgasmo. El semen sube por mi estómago, empapando mi carne.
Los ojos de Kit se llenan de alegría mientras pasa sus dedos por mi
semen. De una manera sucia que me hace enamorarme más de este chico,
comienza a frotar mi corrida por toda su polla hasta que está cubierta con
mi liberación. Es tan jodidamente caliente. Quiero chupar hasta el último
pedacito de mí de él, pero él ya está en movimiento. Presionando la punta
de su dura polla contra mi agujero. Entrando en mí. Aspiro aire cuando
nuestros ojos se encuentran. Los suyos están llenos de amor, pasión y la
emoción de tenerme así. Agarro la parte de atrás de su cuello, tirando de él
hacia mí para un beso abrasador. Su polla penetra en mí dichoso centímetro
a centímetro hasta que está completamente sentado.
—Oh, mierda —murmura Kit—. Te sientes increíble.
—Tú también.
Nos besamos con fuerza, pero él empuja en mí suavemente. Casi como
si me estuviera tomando el pelo. Cuando no puedo soportarlo más, recurro
a rogar.
Más fuerte. Más fuerte. Más fuerte.
Él comienza a perder el control, embistiéndome con más fuerza que
antes, sus movimientos erráticos y desiguales. El sudor gotea de él,
salpicándome como gotas de lluvia.
Con un silbido agudo, Kit se vuelve duro. Gira sus caderas mientras
tiene su orgasmo, como si pudiera prolongar el sentimiento de esa manera.
Eventualmente, su polla deja de palpitar y se derrumba sobre mí.
Lo abrazo fuerte, besando su cabello sudoroso y agradeciéndole una
y otra vez por hacerme quedar.
—Tenemos que limpiarnos y comprobar tus niveles —le recuerdo.
64
Gime en protesta, pero se aparta de mí. Salgo de la cama y me pongo
a limpiarlo. Es una lucha, pero me las arreglo para ayudarlo a volver a
ponerse la ropa interior.
—¿Quieres ir a ver una película? —pregunto mientras me pongo mis
bóxeres.
—No.
—Bueno. Tal vez podríamos…
—Estoy jodidamente cansado —espeta—. ¿Podemos simplemente
descansar?
—Déjame comprobar tus lecturas.
—Soy un hombre adulto. —Su cuerpo tiembla—. Déjame dormir.
—Kit…
—Me duele la cabeza. Por favor, Jasper. Solo cállate y déjame dormir.
Me pongo la ropa y luego me dirijo a la cocina. Tenemos cajas de jugo
que mantengo a mano ahora para Kit. Agarro una y luego un plátano. Una
vez llego a mi habitación, me siento a su lado. Está pálido y todavía
sudoroso. En la misma posición que lo dejé.
—Creo que necesitas comer. Al menos comprobémoslo y veamos.
—No tengo hambre. No me siento bien. —Sus palabras son agitadas
mientras las murmura en la almohada.
—Si no revisas tus niveles, llamaré a tu mamá —amenazo, odiando
tener que ser así—. Ahora, Kit.
Ninguna respuesta.
—Kit.
El pánico crece dentro de mí. Rápidamente, llamo a Leesa.
—¿Hola? ¿Kit está bien? —exige ella a modo de saludo.
—Yo, eh, él está actuando raro. Quiero que revise sus niveles y se
niega.
Mi cuerpo tiembla de preocupación.
—¿Qué debo hacer?
—Déjame hablar con él.
—¿Kit? ¿Tu mamá quiere hablar contigo? —Aparto la almohada de él.
Sus rasgos están flojos—. ¡Kit!
—¿Qué pasa? —chilla Leesa.
—Está... creo que está inconsciente. No puede haberse quedado
dormido tan rápido. Algo está mal. 65
—Tad —grita—. Llama al nueve-uno-uno. Jasper, cariño, escucha con
atención. ¿Su bolso está cerca?
Salgo de la cama para agarrarlo.
—Lo tengo.
—Ábrelo. Hay una bolsa más pequeña que es su equipo de emergencia
de glucagón. Necesito que encuentres el vial de polvo allí etiquetado como
glucagón. Quita el sello del vial.
Busco hasta que lo encuentro.
—Está bien, lo tengo.
—Quita la tapa de la aguja de una de sus jeringas en esa bolsa. ¿Lo
tienes? —Ella espera mi confirmación—. Quiero que insertes la aguja en el
tapón de goma, luego inyectes todo el contenido de la jeringa en el vial de
polvo. Retira la jeringa y luego hagas girar el vial para que se mezcle hasta
que se vuelva transparente como el agua.
—Está claro —digo, con la voz temblorosa.
—Ahora vuelve a poner la aguja en el vial. Dale la vuelta y lentamente
retira todo el líquido. Asegúrate de utilizar uno de los hisopos con alcohol
para limpiar el sitio en su muslo. —Ella suspira profundamente—. Ahora
necesitas inyectarlo.
—Temo hacerle daño.
—No lo harás. Yo te guiaré.
A pesar del terror que ruge en mis oídos, logro seguir sus
instrucciones, presionando el contenido en su muslo.
—Por favor, gíralo de lado ahora —instruye Leesa—. Si vomita, no
quiero que se ahogue con el vómito. Quédate con él.
—¿Va a morir? —grazno.
—No, cariño. Actuaste rápido. Va a estar bien. Estaré allí en menos
de cinco minutos.
Ella cuelga y llamo a mis padres para despertarlos. Mamá me asegura
que dejará entrar a Leesa y a los técnicos de emergencias médicas mientras
papá viene a agarrarme del hombro y ofrecer ayuda. Ahora que la ayuda
está en camino, me relajo, permitiendo que las lágrimas caigan.
No puedo perderlo.
Él me salvó.
Seguro que espero haberlo salvado también.
Mi novio sonriente, mi una vez algo pero ahora mi todo, no se mueve,
ríe o bromea. Está casi gris e inmóvil. Acaricio sus suaves rizos y le prometo

66
el mundo.
Se siente como una eternidad, pero llega Leesa, echándome fuera del
camino para poder hacerse cargo. Los técnicos de emergencias llegan poco
después. Estoy entumecido mientras le hablan y tratan de despertarlo.
Le administran otra dosis de glucagón, mucho más hábil y
eficientemente que cuando yo lo hice.
Después de varios minutos, los ojos verde manzana estilo Jolly
Rancher de Kit se abren. Su mamá tiene la caja de jugo lista y en sus labios.
Lo bebe a sorbos, y sus ojos nunca dejan los míos.
—¿Va a estar bien? —pregunto, odiando cómo no se mueven para
llevarlo al hospital.
—Lo estará ahora. —Leesa me sonríe con lágrimas en los ojos—. Tan
pronto como se sienta un poco mejor, lo llevaremos al hospital para que lo
revisen.
Horas más tarde Kit vuelve a su yo cursi normal. Él de alguna manera
conoce a cada enfermera en Mountain Grand Memorial. Incluso a la madre
de Eric, Susan. Susan es una de sus enfermeras y está encantada con mi
novio. Todo el mundo lo está. Kit tiene ese efecto en la gente.
El médico de Kit regresa después de algunas pruebas y nos brinda
una cálida y reconfortante sonrisa. Estoy exhausto y estresado, pero su
sonrisa me relaja.
—Entonces Kit me dice que ha estado comiendo bien y consiguiendo
un poco más de ejercicio de lo habitual, pero nada demasiado extremo. —
Me guiña un ojo, haciéndome poner de un rojo brillante—. Sin embargo,
todavía tiene problemas con la hipoglucemia y que sucede cada vez con más
frecuencia.
Leesa asiente.
—Es muy cuidadoso.
—Parece que tiene una falla en la bomba. La tasa de su dosis de
insulina es demasiado alta —explica.
—¿Fue empujada? —grito—. ¿La solté accidentalmente? Oh Dios.
¿Está vertiendo insulina ahí?
Su médico se ríe.
—No, hijo. No se suelta fácilmente y no está inundándolo de insulina.
Hay algo mal con el dispositivo mismo. Está leyendo que le están dando una
cierta dosis, pero en realidad está poniendo más en su cuerpo. Tendremos
que configurarlo con una nueva bomba de insulina y controlarlo
atentamente.
Cuando el médico termina de hablar con Kit y Leesa, se va. Kit, todavía
agotado por los acontecimientos, se queda dormido. Leesa se pone de
cuclillas frente a mí, tomando mis manos.
—Jasper Darrow —dice, apretando mis manos—. Gracias por salvar
la vida de mi hijo.
67
—No lo hice... —me voy callando—. Me dijiste qué hacer.
—Pero notaste que algo andaba mal. Fuiste defensor de su cuerpo
cuando él no podía. No puedo agradecerte lo suficiente. Eres bueno para mi
chico. Lo salvaste.
—Él me salvó primero. Supongo que estamos a mano.
Ella besa mi frente.
—Me alegra que estés aquí.
Mientras se disculpa para conseguirse un café, me levanto y me acerco
a la cama de Kit. Sus ojos revolotean para abrirse, sintiéndome. Le doy un
beso a sus rosados labios de fresa.
—Me asustaste —murmuro.
Su pulgar acaricia mi mano.
—Lo siento, quark. Todo va a estar bien. Mientras te quedes conmigo.
Le doy un asentimiento feroz.
—Estaré aquí todo el tiempo que me necesites.
—Te necesitaré para siempre.
—Entonces para siempre me tendrás.
EPÍLOGO
Kit
4 de octubre.

—¡Y
el príncipe del baile de bienvenida de este
año es Kit Strong! —anuncia la señorita
Beasely por los altavoces.
Le arqueo una ceja a Eric.
—¿Tienen príncipes en estas cosas? 68
—Tienen toda una corte —Eric comienza a explicar, pero la señorita
Beasely lo interrumpe de nuevo.
—¡Nuestro rey del baile de bienvenida es Eric Davidson!
Ambos caminamos hacia el centro del escenario, tomados del brazo.
Eric está nervioso, pero no deja que se muestre. Su mamá está orgullosa de
él. Todos en la escuela saben que es gay ahora, por lo que no tiene nada que
temer. Finalmente lo había convencido que hoy me dejara ir a su casa antes
de la ceremonia de coronación para que pudiéramos tomarnos fotografías y
darle la noticia a su madre en un espacio de manera más controlada. Jasper,
Henry, Harloe y Serena estaban allí para prestar también su apoyo. En lugar
de gritarle como él esperaba, estaba encantada de que tuviera la valentía de
decírselo.
La señorita Beasley coloca una pequeña corona en mi cabeza y luego
una más grande en la de Eric. Eric también recibe una banda que coincide
con la de Harloe ya que ella es nuestra reina. Examino la multitud en busca
de mi hombre. En la primera fila, Jasper está sentado junto a Serena
luciendo tan caliente como siempre.
Tenemos que estar de pie frente a todos nuestros compañeros y
padres para el banquete de bienvenida, sonriendo, mientras la señorita
Beasley pronuncia un discurso sobre nuestro equipo de fútbol, animadoras
y escuela. Sin embargo, no puedo apartar los ojos de Jasper.
Mi héroe.
Solo tenía que salvarlo primero.
Es difícil de creer que hace poco más de un mes, él quería morir. En
el momento en que lo miré a los ojos, sentí que algo andaba muy mal con
él. El aire a su alrededor era nublado, tóxico y sofocante. Sabía que todos lo
sentían pero lo evitaban.
Yo no podía.
No después de leer en las redes sociales lo que le pasó a su hermano
y luego ver de primera mano la absoluta desesperación que estaba
experimentando. Sabía que tenía que hacer algo. Tenía que encontrar una
manera de atraerlo hacia mí y mantenerlo unido.
La Fuerza Strong como la llaman mis padres.
Al principio, quería ser un amigo. Pero en el momento en que escuché
su voz y sentí todas sus emociones tan claramente como si fueran mías,
quedé cautivado por él.
En ese entonces, estaba vacío y triste. El chico más hermoso que
jamás había visto estaba envuelto en un manto de pena y dolor. Anhelaba
apartar esa manta y envolverlo con mi calidez, consolándolo de una manera
diferente.
Nos enamoramos.
Tan rápido y tan fuerte del otro.
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Cada día nos enamoramos un poco más.
Mamá no estaba segura de Jasper para empezar. Vestía ropa oscura
y sus sonrisas eran raras. Pero Jasper es una de esas personas hacia las
que no puedes evitar gravitar. Es como un faro, pulsando y urgiéndote a
seguir adelante. Es como si llevara sus emociones por fuera. Coloca su
tierno corazón en su hombro donde todos puedan verlo. Todo lo que hace es
darte ganas de amontonarte a su alrededor para protegerlo.
Jasper no ve lo que ven todos los demás.
No veía la forma en que su madre lloraba cuando él le daba la espalda,
aterrorizada de que le hubiera fallado. Nunca vio cómo su maestro, el Señor
Halston, se preocupaba sobre su bienestar psicológico. Jasper no se daba
cuenta de la forma en que los chicos lo observaban, un poco esperanzados
de que pudiera hablar con ellos y luego tristes cuando no lo hacía.
Todos querían ayudar.
Había perdido a su hermano y claramente estaba sufriendo por ello.
El pobre chico pensaba que estaba solo.
No pasó mucho tiempo para que se diera cuenta que no estaba solo.
Él me tenía a mí, a su familia, a mi familia, a sus maestros y a sus
compañeros. Tomó mucho trabajo de todos llevarlo lentamente lejos de las
puertas de la muerte y justo al centro de nuestro mundo donde pertenece.
Jasper siempre me cuenta con cariño cómo su hermano era la estrella.
Quizás Julian lo era.
Pero si Julian era la estrella, Jasper es la luna.
Iluminando la oscuridad. Radiando brillante y con mucha luz para
que todos lo vean. Una fuerza de la naturaleza.
Como ahora, que me sonríe y el mundo entero desaparece. Me siento
como un niño pequeño mirando al cielo, maravillándose de la grandeza de
la luna.
—Ustedes dos son tan adorables —se queja Eric—. Henry y yo no
somos tan adorables.
—Seguro que lo son. ¿Te has visto con esmoquin? —Bromeo—. Henry
estaba bastante adorable cuando casi se atragantó con su lengua cuando te
vio.
—Sí, supongo que somos un poco adorables. Fue adorable cuando se
puso celoso porque te traía a ti al baile de bienvenida. —Se ríe—. Le dije que
guardaría un baile para él.
El evento termina y antes que pueda llegar a Jasper, Carla casi me

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ataca con un abrazo. Zach se queda merodeando con ambos bebés en sus
brazos, sonriéndonos con cariño.
—Te veías guapo ahí arriba —dice Carla. Ella toma mis mejillas en
sus palmas—. Gracias.
—¿Por qué?
—Por ser tú. —Sus ojos que se parecen a los de Jasper están llenos
de lágrimas—. Me devolviste a mi hijo. Diviértete en el baile.
Mientras se aleja, unos brazos me envuelven por detrás. Me relajo en
el abrazo de Jasper. Dado que Jasper está tan profundamente familiarizado
con la pérdida, el dolor y las emociones de todo tipo, ama con fuerza. No es
uno de esos tipos que esconde sus sentimientos. Mi novio está dentro al cien
por cien.
—Estás muy caliente en esmoquin —retumba contra mi oído—. Te voy
a dar una mamada más tarde mientras todavía estés vestido.
Me doy la vuelta en sus brazos, ocultando la erección que me ha
causado. Él también está duro mientras se frota contra mí. Sus ojos grises
y tormentosos están fijos en los míos, inmovilizándome para siempre.
—Te traje algo —dice, y una sonrisa tira de la hermosa boca que
podría pasar días besando.
—¿Qué es eso?
Saca algo de su bolsillo. Es un pin esmaltado. Un arcoíris que dice:
“Jodidamente mágico”.
—Pensaba que regalar pines era lo mío —bromeo mientras se pone a
colocarlo en mi solapa.
—Regalaste todos los tuyos. Pensé que tal vez necesitabas más.
Nuestros labios se encuentran para un beso pecaminoso que hace que
Eric silbe y se meta con nosotros.
Este chico de ojos tristes y corazón roto me ha llenado de más amor
de lo que sé qué hacer con él. Es uno de esos tipos de amores que seguirá
creciendo. Estoy encantado de que no me haya dado solo el almuerzo o el
día o semana siguiente.
Él me dio a él mismo.
Su para siempre.
Y tenemos décadas por delante para ver este amor fuerte y en ciernes
evolucionar hacia algo profundo e inquebrantable. Todo lo que necesitamos
es tiempo para permitirle completar la transformación épica que atravesará.
Tenemos el tiempo.
Porque le pedí que se quedara.
Y él lo hizo.

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SOBRE LA AUTORA
K Webster
Es la autora de docenas de
libros románticos en muchos
géneros diferentes, incluyendo
romance contemporáneo,
romance histórico, romance
paranormal y romance erótico.
Cuando no está pasando

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tiempo con su esposo con el que
lleva casada doce años y sus
dos adorables hijos, participa
activamente en las redes
sociales y se conecta con sus
lectores.
Sus otras pasiones
además de escribir incluyen la
lectura y el diseño gráfico. A K
siempre se la puede encontrar
frente a su computadora
persiguiendo su próxima idea y
tomando cartas en el asunto.
Espera el día en que vea uno de
sus títulos en la pantalla
grande.
¡Puedes encontrar
fácilmente K Webster en Facebook,
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