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His Revelry Bailey Nicole

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His Revelry Bailey Nicole

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His Revelry Bailey Nicole

Nota del staff


Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por lectoras
a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan leer.
Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de compartir.
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los escritores
invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del material para
apoyar a los autores en fin de retribuir de una forma monetaria como
agradecimiento de estos las bellas

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His Revelry Bailey Nicole

Contenido
Sinopsis
Playlist
Advertencia
Dedicatoria
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Dos Semanas Después
Agradecimientos
Acerca del Autor

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His Revelry Bailey Nicole

Sinopsis
Después de una noche ardiente e infernal en la que las tensiones
aumentaron y se revelaron sentimientos secretos, él me expulsó de
su vida. Me dio por muerto.

Lo único que me mantenía cuerdo se había ido de repente.


Y la soledad engendra pensamientos viles.
Lo dejé entrar y él me destruyó.
No le importó. A nadie nunca le importo.
Ahora es mi turno.
Después de todo, no tengo nada que perder.

Su Desenfreno es una novela MM de Romance Oscuro, independiente, con tema


de carnaval de invierno. Lee las advertencias de contenido antes de iniciar, ya
que algunas situaciones pueden resultar en desencadenantes para algunos
lectores. HEA garantizado.

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Playlist
“Winter Carnival”—Derek Feitcher, Brandon Fietcher
“Hell Above”—PierceThe Veil
“Doomed”—Bring Me the Horizon
“Carol of the Bells”—Myuu
“Poisoned Mistletoe”—Matthew Corbett, Mike Wilkie
“The Horror Of Our Love”—Ludo
“You’re a Mean One, Mr. Grinch”—Misfits
“Red Water (Christmas Mourning)”—Type O Negative
“Carol of the Bells”—August Burns Red
“X-mas Has Been X’ed”—NOFX
“Pictures of You”—The Cure
“Night of the Krampus”—Midnight Syndicate

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Advertencia
Este es un romance oscuro y hay temas que pueden ser desencadenantes para
algunos lectores. Hay una descripción gráfica del uso de drogas, negligencia y
abuso de los padres, insultos homofóbicos, acoso, autolesiones, pensamientos
suicidas, consentimiento dudoso y violencia entre los personajes principales.
Los kink de este libro incluyen juego con cuchillos, juego con sangre,
degradación, culto a las botas1, juego de dolor y una buena dosis de saliva.

1
Del inglés “Boot worship” El culto a las botas es la adulación extrema de las botas en BDSM, que generalmente se
lleva a cabo mientras la pareja dominante usa el calzado.

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Dedicatoria
A todos los que tienen dificultades durante las fiestas.
Hay un millón de razones por las que puede ser, y todas son válidas.
Y si alguien pregunta: "¿Dónde está tu espíritu navideño?"
Toma una página del libro de Rome y Devin, diles que se vayan a la mierda y se
ocupen de sus propios asuntos.

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Uno
Rome
“Hell Above”—Pierce the Veil

Mis ojos se abren de par en par mientras miro desde el otro lado del patio al
pedazo de mierda, de la mano, con Rebecca. De todas las personas que podría
haber elegido, prefirió a la maldita Rebecca. Mi labio se curva con asco y desvío la
mirada. Debe pensar que es una aventura emocionante o, quizás, una rebelión
contra el querido padre que mantiene ese techo totalmente intacto sobre su
cabeza. Se junta con los chicos del parque de remolques. Los chicos malos. No
tiene ni la más remota idea. Una burla brota de mis labios y me arrepiento
inmediatamente. Levantando la barbilla, meto la mano en el vaquero negro
descolorido de mis pantalones y saco un paquete de cigarrillos. Las hojas y las
palmeras crujen violentamente en la distancia, mientras una fuerte ráfaga de
viento atraviesa el patio.
El tema candente del día es que un frente frío 2se acerca justo a tiempo para las
vacaciones de invierno. Oh, Dios mío, ¡va a ser una Navidad fría aquí en
Florida! ¿Se lo pueden creer? Me burlo de sus molestas voces emocionadas en mi
cabeza, sabiendo muy bien lo amargado que estoy. Ya hay luces de Navidad
adornando las palmeras en los patios delanteros de la gente; y como todos los
años, las ganas de arrancarlas y pisotearlas, con el tacón de mi bota de combate,
son abrumadoras.
El segundo tema candente fue el carnaval de invierno, la forma que tiene nuestra
pequeña ciudad de playa de hacer fluir el espíritu navideño. Muñecos de nieve
falsos, comida frita y la oportunidad de hacerse una foto con el mismísimo Papá
Noel. Qué desperdicio. En el pasado, siempre he encontrado la manera de ir solo
porque era un lugar más interesante para joder a mis amigos. Especialmente con
él. Le devuelvo la mirada al chico de pelo oscuro y ojos azules que creía conocer,

2
En meteorología, un frente es una franja de separación o zona de interacción entre dos vientos o masas de aire
con características diferentes de temperatura o humedad. Se clasifican como fríos, cálidos, estacionarios y ocluidos
según sus características

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con el brazo colgado despreocupadamente sobre el hombro de Rebecca. Me
muerdo el interior de la mejilla y miro hacia otro lado, entrecerrando los ojos con
el cigarrillo encendido entre los dedos.
Esa es otra cosa que Devin me quitó. Mis amigos. No le bastó con desterrarme
por completo de su vida, después de la noche más lamentable de las mías. No.
Tuvo que ir más allá y desterrarme también de nuestros amigos. Vaya amigos de
mierda que son. Pero apuesto a que estará en la feria, con Rebecca, James y
Julian, divirtiéndose. Mi estómago se revuelve con asco.
Aquí estoy, apoyado contra la pared, observándolos desde fuera. Me pregunto si
puede sentir mi mirada dura. Me pregunto si hace que se le ericen los pelos de la
nuca. Una mueca de desprecio curva mis labios. Lo vi una vez. Se estremeció ante
mí, completamente embelesado por las sensaciones que ardían entre nosotros. Yo
era su todo y él era el mío. Aprieto los ojos y trago la bilis que sube por mi
garganta.
Me enderezo y sacudo los brazos revestidos de cuero para aliviar la tensión de
mis hombros. Meses de rabia y angustia se han manifestado físicamente en este
momento. No puedo dormir. No puedo comer. Es como si estuviera muerto. Ya lo
parezco, con mis mejillas demacradas que hacen sobresalir los huesos de mi cara
y mis manchas oscuras que dan la ilusión de unos ojos hundidos. Las sienes me
laten furiosamente de nuevo. Pensar que le he permitido tener este tipo de poder
sobre mí. Necesito salir de aquí. Lo último que necesito es que uno de ellos se fije
en mí. ¿Se reirán de mi soledad? ¿Mi dolor? Tal vez se compadezcan de mí. Eso
sería aún peor. Devin no haría ninguna de esas cosas. Me miraría como si fuera
un fantasma, como si no estuviera allí. Puedo imaginarlo vívidamente: sus labios
y sus cejas oscuras marcadas en una línea afilada. Ojos muertos, parecidos a los
míos, pero no iguales, porque es imposible que se sienta tan vacío como yo. En
ese caso, no habría podido hacer lo que hizo. Nunca le habría hecho eso.
El único sonido que hago es el tintineo de las cadenas en mis vaqueros mientras
avanzo. Un pie delante del otro, los hombros hacia atrás, la barbilla levantada y la
mano derecha ocupada con un cigarrillo. Cuando me acerco a ellos por detrás, la
columna vertebral de Devin se pone ligeramente rígida. Se da cuenta de que soy
yo, y la idea hace que se me apriete el pecho antes de apartarlo. Paso junto a ellos
rápidamente, ignorando la voz en mi cabeza que me dice que me dé la vuelta y le
enseñe a Dev lo que me hizo... con el puño. No mires atrás. No le des esa
satisfacción. Cuando salgo de la alta valla de cadenas hacia el aparcamiento,
suelto un fuerte suspiro. Apenas hay tráfico y llevamos tanto tiempo merodeando

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por la escuela que la mayoría de los alumnos se han ido, así que cruzo la calle con
facilidad. Al otro lado, hay un camino trillado entre los árboles que se balancean
que lleva a mi parque de remolques. Es un atajo que ha estado ahí desde que
tengo uso de razón. Pensando en el pasado, fue Dev quien me lo enseñó. La
mandíbula se me aprieta. Todos los recuerdos que tengo están empapados de él.
Mis botas aterrizan en el suelo húmedo, cada vez más sucio. Tenemos tormentas
regularmente aquí, viviendo en la costa y todo eso. Así que, o bien es
sofocantemente húmedo y caluroso, o bien es sombrío. Hoy, es sombrío. Si lo
combinamos con el frente frío que se está instalando, es una forma segura de
empeorar mi estado de ánimo.
A lo lejos, hay un agujero en el eslabón de la cadena casi derrumbado. Así es
como entramos y salimos del parque, pero en lugar de eso giro a la derecha,
recorriendo el perímetro durante unos minutos más. En lo más profundo del
bosque hay un pequeño edificio abandonado; nadie sabe para qué se utilizaba.
Suponemos que como almacén o algo por el estilo, porque dudo que fuera
habitable. Construido con hormigón, de dos pisos de altura, es el lugar al que nos
referimos como La Mazmorra. No es muy creativo, pero ciertamente encaja.
Agarro un extremo de la cuerda elástica que mantiene cerrada la única entrada y
la desengancho de la ventana enrejada. La puerta se abre con una fuerte ráfaga de
viento y se estrella contra el hormigón. Maldiciendo en voz baja, la cierro al
entrar y la aseguro de nuevo con la cuerda.
A lo largo de los años, hemos amueblado este lugar tan bien como pudimos. No
ha sido demasiado difícil, teniendo en cuenta que la gente entra y sale del parque,
tan a menudo, y suele dejar sus cosas. ¿Los muebles son viejos y están algo
sucios? Sí. Pero es mejor que nada.
No hay electricidad, así que suele estar oscuro, incluso en los días soleados. La
cobertura de los árboles lo proyecta en sombras, lo que ayuda a refrescarla un
poco. Enciendo una de las muchas velas negras que hay en la mesa a mi
izquierda, y también me tomo el tiempo de encender otro cigarrillo. Me arrellano
en la desvencijada silla de madera y apoyo las botas en la de enfrente. Mis
músculos se relajan un poco y suspiro. El agotamiento es mi punto de partida
estos días, y me recuerda a cuando era un niño. Mucho antes de conocer a Devin.
Pasar de un hogar de acogida a otro hizo que me endureciera. Nunca tuve la
oportunidad de deleitarme con la ingenuidad infantil que observé en tantos otros
niños.

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No importa. Llevo años en el mismo hogar de acogida. Bert es la definición de
escoria de la tierra, pero al menos no me ha echado todavía. Podría haberlo hecho
el día que cumplí dieciocho años en agosto. Mientras obedezca todas sus órdenes,
cuando él bebe hasta caer en coma todas las noches, le importa una mierda lo que
haga. Ni siquiera se da cuenta de que existo hasta que necesita algo. Es entonces
cuando muestra sus verdaderos colores. Así que evito ir allí. Si puedo aguantar
hasta que anochezca, hay más posibilidades de evitar sus idioteces.
Saco mi cuchillo negro mate del bolsillo y me pongo a trabajar, tallando un trozo
de madera. No puedo dejar de pensar en el carnaval de invierno en el que
probablemente estará Devin con Rebecca, así que hoy estoy tallando un caballo
de carrusel del tamaño de la palma de la mano. Mi mente se vacía mientras mi
atención se centra en la tarea que tengo entre manos. Usando mi pulgar para
anclar el cuchillo, esculpo y esculpo. Primero, arrancando la corteza de la
madera, y luego redondeando la forma básica. El repiqueteo de la puerta al
golpear el umbral, de vez en cuando, y el crujido de las hojas son los únicos
sonidos que impregnan mi mente a medida que va oscureciendo. Es lo más
apacible que puede ser mi vida, pero siempre estoy en tensión. Vigilante y
consciente. Por eso, los pasos lejanos que se acercan no me sorprenden. Sin
embargo, mi pulso me traiciona y se acelera.
Cada vez que vengo aquí, me arriesgo a encontrarme cara a cara con él. Sé que
sabe cuándo he estado cerca por las virutas de madera que espolvorean la mesa y
el suelo, y no ha intentado decirme que me aleje. Creo que prefiere seguir
evitándome antes que insistir en el tema, o tal vez es lo suficientemente
inteligente como para no intentar decirme qué carajo hacer, sobre todo porque
este lugar no pertenece a nadie más que a Suzie, la dueña del parque. Continúo
tallando, inclusive cuando mete el brazo por la rendija de la puerta,
desenganchando la cuerda elástica. Se abre de golpe, pero no levanto la mirada
de la madera que tengo en la mano.
Pensé que se iría cuando se diera cuenta de que estaba aquí dentro. —¿Qué carajo
haces aquí, Devin? — Lo miro a través de las pestañas y me arrepiento al instante.
Sus ojos afilados se encuentran con los míos mientras se muerde el labio inferior.
Es enorme, con hombros anchos y brazos gruesos cubiertos de tatuajes. Vestido
con ropa negra como la mía, es todos los sueños oscuros que he tenido. No hemos
estado solos desde el incidente, y ahora que lo estamos, su presencia llena toda la
habitación. Es asfixiante. Todavía no ha pronunciado una palabra —. ¿Qué carajo
quieres?

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Suspira y se pasa una mano por el pelo, apartándolo de su cara bañada en sudor.
Se acerca un paso y pasa los dedos por la llama de la vela. —Quiero que dejes de
venir aquí—, dice, con voz decidida, como si hubiera debatido decir las palabras
en voz alta.
Echado hacia atrás, con los pies aun firmemente plantados en la otra silla,
mantengo la compostura, aunque estoy de todo menos tranquilo. La sangre me
sube a las sienes y el agarre de la navaja se hace más fuerte. Debe de estar loco de
remate. —No—, digo.
La mano que estaba jugando con la llama se detiene, y él gira sobre sus talones de
cara a mí. Vuelvo a clavar la hoja en la madera, pero una sombra cae sobre ella
cuando se inclina para que estemos a la altura de los ojos. —No puedo ver, Dev.
Muévete. — La vena de su frente se tensa contra su piel y sus fosas nasales se
agitan ligeramente.
—¿Por qué sigues viniendo a un lugar donde no te quieren? — Se queja, las
palabras apenas se filtran a través de sus dientes desnudos —. ¡Lárgate de mi
vida!
Se me hace un nudo en la garganta, sin embargo, mantengo la mirada fija, incluso
cuando me vienen a la mente visiones de clavar mi cuchillo en su estómago
perfectamente cincelado.
Lo sabe todo sobre mí, todas mis debilidades. Todos mis traumas. Y está
eligiendo utilizarlo contra mí ahora mismo. Sacudo la cabeza lentamente. —
Pierdes el tiempo diciendo cosas que en realidad no quieres decir. Dime, ¿te has
convencido de eso? ¿De que no me quieres? — susurro con voz ronca,
inclinándome hacia delante. Sus bocanadas de aliento furioso bailan sobre mi
piel, y una sonrisa de satisfacción levanta la comisura de mis labios.
Su cara se contorsiona en algo feo antes de empujar su palma contra mi hombro,
apartándome. La silla de madera choca contra el suelo y casi vuelco hacia atrás.
Salgo disparado de ella, con el cuchillo en la mano, y me acerco a él rápidamente.
Se me nubla la vista cuando le clavo la punta en el estómago, no lo suficiente
como para herirlo de verdad, pero si se acerca más, lo hará. Apenas puedo oír mi
propia voz a través de los golpes en mis oídos. —No vuelvas a tocarme. Sé que no
puedes resistirte a mí, sin embargo, tú hiciste esto. Yo no. — Sus ojos se abren
ligeramente —. Y te arrepentirás de cada puto gramo de dolor que me has hecho
pasar. Me voy a asegurar de ello.

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Su expresión se suaviza rápidamente. —¿Ah, sí? ¿Qué vas a hacer? ¿Seguir
acechándome como un maldito asqueroso? — Se lleva la palma de la mano al
pecho, burlándose —. Estoy aterrorizado. De verdad, lo estoy. ¿Y qué vas a hacer
con ese cuchillo? ¿Apuñalarme? — Su risa maníaca rompe el zumbido de mis
oídos.
—Sabes que lo haré, así que no entiendo qué te hace tanta gracia, mierda—,
suelto las palabras y aprieto el cuchillo un poco más; estoy seguro de que ahora
he sacado sangre. Si pudiera verla detrás de su camiseta negra. Aprieta los
dientes, sin echarse atrás. Retiro el cuchillo y lo inspecciono, encontrando una
pequeña cantidad de sangre oscura en la punta. Sacando la lengua, paso el
cuchillo por ella, lamiéndolo para limpiarlo — Mm.—Tarareo, exhalando
fuertemente —. Casi tan bueno como tu semen.
Sus ojos brillan. Sé lo que está repitiendo en su cabeza ahora mismo. La noche
que seguramente cambió nuestras vidas para siempre. Me pregunto si recuerda
cómo no podía contener sus gemidos por mucho que lo intentara. Fue una guerra
que no pudo ganar, y esta no será diferente. Mis ojos se dirigen al bulto que
presiona contra sus vaqueros. —Sabía que estabas lleno de mierda, pero esto lo
confirma, ¿verdad? — Digo, señalando el bulto con mi cuchillo.
Permanece con los labios apretados y los puños cerrados. —¿Necesitas ayuda con
eso? No me importaría. — Sonrío tortuosamente, incitándole a ello —. Incluso,
dejaré que me folles la garganta como la última vez.
Se precipita hacia delante, golpeándome contra el muro de hormigón con un
magullado agarre alrededor de mi cuello. La colisión me deja sin aliento y una
sonrisa se dibuja en mis labios. Se pone en mi cara, acercándose tanto que puedo
sentir su erección contra la mía. —¿Por qué nunca te callas de una puta vez? —,
gruñe —. Sabes por qué me fui aquella noche. Lo sabes, mierda, así que déjalo.
No te metas en mi vida. — Su voz pasa de la rabia a la súplica. Adelanto mis
caderas y un suspiro sale de su garganta.
Giro ligeramente la mejilla y le susurro al oído—: Voy a hacerte sentir lo que yo
siento. Miserable y apuñalado por la espalda. Solo en una habitación llena de
gente. No vas a tener este poder sobre mí para siempre. Se acaba ahora. — Su
agarre en mi garganta se afloja un poco, así que doblo la navaja antes de meterla
de nuevo en el bolsillo y me voy sin miramientos.
Con el corazón retumbando en mi caja torácica, avanzo por el bosque. Sé por qué
ha aparecido esta noche en La Mazmorra. Siempre es su padre. Incluso, estaría

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dispuesto a decir que su padre es una mierda aún mayor que Bert. Así es como
nos hicimos tan cercanos en primer lugar. Los dos siempre evitábamos volver a
casa como la peste, y nos fijábamos el uno en el otro en el parque. Ambos
llevábamos hematomas, a juego, más veces de las que podía contar. Hay que
admitir que los suyos eran siempre peores. Su padre le daba una paliza de
muerte. Le dejaba marcas por toda la cara, el cuello y los brazos. No se
preocupaba por mantenerlas ocultas; era demasiado descuidado para eso.
Al principio, le preguntaba: "¿Por qué lo ha hecho esta vez?" Y lo peor es que no
siempre había una razón. Incluso, cuando la había, nunca justificaba el abuso. Su
padre se enfurecía si no lo saludaba cuando llegaba a casa del trabajo o si no se
reía de un chiste. Imagínate recibir un puñetazo en la cara porque no te pareció
gracioso el chiste pervertido de tu padre. Me burlo en voz alta.
Siempre estuve ahí para él. No es que Devin sea débil, es lo más alejado de eso.
Pero cuando éramos dos escuálidos niños de trece años, él lloraba y yo no lo
llamaba marica como hacía su padre. Apoyaba su cabeza en mi hombro y me
decía cómo deseaba estar muerto. El dolor me atraviesa el pecho ante los
recuerdos.
Mis pies dejan de moverse y mis ojos se desenfocan mientras miro fijamente las
feas hojas marrones que hay bajo ellos. Empezó a hacer ejercicio poco después de
nuestros trece años. Había un tipo mayor que vivía en el parque y tenía un equipo
de ejercicio oxidado. Había desafiado las tormentas de Florida durante muchos
años y era definitivamente un peligro de tétanos, pero eso no le importaba a Dev.
Era su mejor oportunidad para enfrentarse a su padre. Cada vez que ocurría algo
malo, se perdía levantando pesas, y yo me sentaba a tallar mis figuritas. Siempre
me sentí bastante inútil, pero me obligaba a quedarme con él. Nunca pareció
importarle. Me quedaba fuera hasta que él lo necesitaba y soportaba la paliza o la
reprimenda verbal que recibía cuando volvía a casa. Eso ocurría la mayoría de las
veces, a menos que tuviera la suerte de volver después de que Bert se hubiera
dormido.
Valió la pena. Todo. Porque me preocupaba que el día que no pudiera estar a su
lado pudiera ser el último.
Sacudo la cabeza y doy una patada a las hojas, sacándome de mis pensamientos.
Después de todo lo que pasé por él, todo lo que pasamos juntos... él hizo esto.
Giro sobre mis talones y me dirijo de nuevo hacia La mazmorra, asegurándome
de no estar en el camino para que no pueda verme si está cerca de la ventana.

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Quiero saber qué está haciendo. No, necesito saberlo. ¿Se siente mal? ¿Está
enfadado o triste? ¿Le importa un carajo?
Permaneciendo cerca del borde de la ventana, miro dentro. La vela sigue
encendida en la mesa al otro lado del cristal. Entrecierro los ojos, intentando
distinguir las sombras de la habitación, y entonces lo veo. Con la cabeza echada
hacia atrás contra el sofá y las piernas abiertas, trabajando furiosamente su polla.
Trago con fuerza y me planteo marcharme. No quiero ver esto. Incluso, en la
oscuridad, puedo distinguir su expresión pellizcada, llena de angustia. Mis labios
se doblan hacia abajo en las esquinas. Yo le he dado esa erección. ¿De verdad le
da tanto asco? La mano que sube y baja por su pene prácticamente le exprime la
vida.
De repente, hay un destello de plata, y mi aliento muere en mi garganta. Es una
navaja. Ha sacado una navaja del bolsillo. Por una fracción de segundo, considero
la posibilidad de derribar la puerta y arrancársela de la mano, pero me reprimo.
Con las caderas aún levantadas del sofá, persiguiendo su clímax, se clava la
navaja en el muslo. Inmediatamente, un rugido gutural brota de lo más profundo
de su alma y sus caderas se detienen.
Mi cerebro se acelera, tratando de digerir lo que acabo de presenciar. Se levanta
de golpe del sofá, con los pantalones aun colgando de sus caderas, y me agacho.
Mierda. ¿Me ha visto? La sangre me palpita en los oídos y me limpio el sudor de
la frente. Un fuerte estruendo resuena en el bosque y, sin pensarlo, me vuelvo a
levantar para mirar por la ventana. Ha estrellado mi silla de madera contra el
muro de hormigón. Los trozos astillados yacen a sus pies. Su ancho pecho sube y
baja rápidamente mientras lanza la parte superior de la silla que no se ha roto.
Vuelve a girar y golpea la pared con un grito agónico.
No sé qué esperaba, pero no era esto. Se ha mutilado a sí mismo. Se está
deshaciendo por completo ahí dentro, y no estoy seguro de si es porque se
arrepiente de lo que me hizo, o si está asqueado de su atracción por mí. De
cualquier manera, observé su derrumbe con ojos muertos. Algo que nunca me vi
capaz de hacer, y es reconfortante. Era alguien por quien me jugaría la vida, y
ahora, por su culpa, estoy tan frío como el hielo. Sin una pizca de fuego en mi
corazón. Espero que se sienta mal; espero que la culpa lo coma vivo.
Sus brazos caen a los lados, derrotados. Saca su teléfono y hace una llamada,
acercándoselo a la oreja. En cuanto me doy cuenta de que se gira hacia la puerta,
me alejo de la ventana por el lado del edificio. La puerta se abre de golpe y

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escucho sus pesadas pisadas al salir. —Estaré allí en un momento. Tuve que irme
a la mierda—, dice con un tono áspero en su voz.
El único lugar al que podría ir es la playa, donde sé que hay una fiesta. Siempre
hay una fiesta en la playa, cada puto fin de semana. He oído que también van a
hacer una hoguera, ya que ha llegado a niveles árticos de frío para nosotros aquí
en Florida.
Después de unos minutos, vuelvo a entrar. Parece que mis planes han cambiado.
Hay medio porro en el cenicero. Me lo pongo entre los labios y lo enciendo. Paso
las yemas de los dedos por la pared cubierta de grafitis en mi camino. Aquí no
hay gran cosa, sobre todo basura, pero hay un viejo espejo, casi destrozado,
apoyado en la pared. Agarro un trapo hecho jirones y lo paso por la superficie de
cristal. Apenas atraviesa la gruesa capa de polvo, que es el tiempo que hace que
no lo hago.
Inhalo la última calada del porro, dejando que me queme la punta de los dedos, y
lo piso bajo la bota. Me arrodillo y miro mi reflejo. Medio muerto, mierda. Han
pasado cuarenta y ocho horas desde la última vez que dormí. El ardor en mis ojos
no es solo por la hierba. Así es como se ven meses de agotamiento profundo. No
creo que vaya a dormir pronto. Saco la bolsita de coca y la llave de mi casa del
bolsillo y me apresuro a esnifar un poco. Luego otro. El fuego en mi fosa nasal me
hace abrir los ojos de par en par. Otro. Me froto la nariz con fuerza y trago el mal
sabor. Devin nunca aprobó esto. Una puta pena. Ya no está para quejarse.
Mi bote de pintura blanca para la cara está enterrado entre telarañas junto al
espejo. Lo usamos el último Halloween. Terminé apuñalando a alguien esa noche.
Un imbécil en una fiesta a la que Dev y yo no pertenecíamos. Fue una noche
jodidamente emocionante; mi corazón late un poco más rápido al recordarlo.
Agarro la botella con manos temblorosas y me concentro en cubrirme la mitad de
la cara. Está fría contra mi piel acalorada y zumbada. Mientras me cubro las
bolsas de los ojos, me doy cuenta de que apenas queda blanco alrededor de mis
iris. Solo hay vasos sanguíneos rotos.
Agarro el lápiz de ojos negro y me hago una raya alrededor de la ceja. Soy
sorprendentemente bueno en esto. Coloreo un lado de mi boca y trazo líneas a
través de ella. El último paso es mi nariz, entonces suelto el lápiz y me miro en el
espejo agrietado.
Sí. Medio muerto, carajo.

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Vuelvo a bajar las escaleras y cierro al salir. Me llevo un cigarrillo a los labios y lo
envuelvo con la mano para protegerlo del viento que azota el bosque. Mi cuerpo
vibra con la mezcla de cocaína y hierba, y me siento invencible cuando llego a la
calle vacía.
Parece que ya han montado la mayor parte de la feria en el campo de fútbol de
nuestro instituto. Desde aquí puedo ver el alto árbol de Navidad completamente
decorado. Desvío la mirada y sigo caminando. La mierda festiva me molesta más
y más cada año. ¿Por qué está todo el mundo tan jodidamente contento?
El olor salado del océano se cuela en mi nariz. Estoy cerca. ¿Debería colarme en
esta fiesta, o simplemente esconderme y mirar? Tal vez una mezcla de ambas
cosas, aunque lo primero sería lo más satisfactorio. Es difícil ser sigiloso en los
manglares, porque sus grandes hojas redondas cubren el suelo. Crujen a cada
paso, pero tengo la sensación de que todo el mundo está ya lo suficientemente
borracho como para que no importe. Los vítores y las risas estridentes asaltan
mis oídos y me estremecen. Ahora puedo verlos a través de las ramas, y parecen
tan alegres como puede ser. No hay ninguna preocupación en el mundo. Quiero
borrar las sonrisas de todas sus putas caras.
Están repartidos alrededor de una gran hoguera, en grupos distintos. El más
popular está más cerca del fuego. Y mira allí, Devin de pie con su brazo alrededor
de Rebecca. Ella lleva su sudadera con capucha. Se me seca la garganta y el dolor
me atraviesa las uñas. Mierda. Aflojo mi agarre en la rama del árbol que estoy
usando como apoyo.
¿Qué cree que está haciendo? No encaja con ellos. Los tatuajes negros y grises en
ambos brazos, las botas de combate negras de cuero y los vaqueros rotos. Ni
siquiera podría nombrar una sola canción que esté sonando en el altavoz ahora
mismo. Me burlo, sacudiendo la cabeza. Las distancias que recorrerá para
mantenerse alejado de mí. O tal vez para mantenerme alejado de él mismo. Sabe
lo que siento por esa gente, porque él siente exactamente lo mismo.
Inclino la cabeza cuando me doy cuenta de que él cree que no me metería aquí.
Debe ser eso.
Pues está muy equivocado. La energía se arremolina en mis entrañas; lleva meses
creciendo y creciendo. Sé que estoy al borde de algo... malo. Algo peor de lo que
he hecho nunca. Sin embargo, no sé qué acabará siendo. Mi cerebro ha estado
nublado y moviéndose en piloto automático.

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Y así es como me encuentro saliendo de la maleza, poniéndome en pie con mi
metro ochenta de altura. Me ajusto la chaqueta de cuero y echo los hombros hacia
atrás, intentando parecer lo más despreocupado posible mientras me acerco al
fuego. Le doy la vuelta a la tapa de la nevera y eso debe llamar la atención de
todos porque el ruido se apaga. Saco una cerveza y le quito el tapón con los
dientes antes de escupirla al fuego.
Mientras inclino la cerveza, observo las confusas expresiones faciales de todos.
Todos menos Dev, por supuesto, cuya expresión no puedo descifrar. Sus ojos
están entrecerrados, y su cara está afloja de una manera que me dice que está
excepcionalmente borracho, pero sus cejas están pellizcadas en el centro, casi
suplicando. ¿Para qué? ¿Para qué me vaya? No lo creo, mierda.
Me dirijo hacia el organizador que ha tomado la inquietante decisión de llevar
una camiseta azul con botones, pantalones cortos de color caqui y mocasines a
una fiesta en la playa. —¿Quieres un golpe?
—¿En serio? —, pregunta, con los ojos abiertos de sorpresa.
Saco las cosas del bolsillo. —Esta noche me siento jodidamente bien, Chad. —
Quito el polvo y él se inclina rápidamente mientras el viento se levanta. Yo
también doy un par de golpes. A los tipos como él les encanta la cocaína. De
hecho, yo le compro la mía a un tipo que se parece tanto a él que podría ser su
padre.
—Gracias, colega—, murmura mientras aspira de forma odiosa.
La charla ha empezado a animarse de nuevo, porque el único aquí con verdadera
animosidad hacia mí es Dev, especialmente ahora que he hecho saber que he
traído drogas.
Después de un par de golpes más, vuelvo a meter la bolsa en el bolsillo. Estoy
completamente conectado, la electricidad corre bajo mi piel, haciendo zapping en
cada terminación nerviosa. Encuentro los ojos de Dev con los míos sin parpadear,
y oh. Está lívido. Perfecto. Mis labios se curvan a un lado en una sonrisa de
satisfacción. Su ira apenas contenida es embriagadora; incluso puedo ver su
pulso martilleando en la extensión de su garganta. Vamos a dar un paso más.
Hago un gesto con mi botella de cerveza hacia sus nudillos, que están en carne
viva y cubiertos de sangre seca. —¿Te ha molestado algo hoy? ¿Tal vez... alguien?
— Su mandíbula hace un tic, y seguramente se romperá una muela de tanto
apretar —. Relájate, Dev—, me burlo.

~20~
His Revelry Bailey Nicole
—¿Qué mierda quieres, Rome? ¿Por qué estás aquí? — Rebecca se queda
quieta a su lado, sorprendida por la dureza de su voz. La sangre sube a mi polla.
Así es, Dev, muéstrale cómo eres de verdad.
—Solo quería emborracharme. Hacer una pequeña mamada—, reflexiono.
Maldita sea, jugar con él es más gratificante de lo que jamás hubiera imaginado.
Agarra a Rebecca por el hombro. —Vámonos—, murmura.
Mi mirada se centra en su mano. —¿Qué? Pero si acabo de llegar. La fiesta acaba
de empezar.
—¿Por qué íbamos a irnos? Él puede irse. ¿Qué mierda está haciendo aquí,
de todos modos? — Rebecca se burla, mirándome con más asco del que creía que
podía reunir.
—No importa. Vámonos.
—¿Por qué sigue mirándote así? — La voz de Rebecca se arrastra, y el
sonido ronco de la voz me rechina dolorosamente en los tímpanos —¿Por qué
estás tan obsesionado con él? No te quiere cerca. — Se libera de su agarre y se
acerca a mí con las manos puestas en las caderas. Debe de querer intimidar, pero
todo lo que veo es un chihuahua ladrando. Es jodidamente molesto —. ¡¿Quieres
chuparle la polla o algo así?! Odio tener que decírtelo, pero es heterosexual. Y yo
soy la única que puede chuparle la polla.
Silencio. Todo el mundo finalmente se calla. Su voz es ahogada por el golpeteo en
mis oídos, y apunto a Devin Adler con una mirada gélida. Tan gélida como para
congelar toda la playa. —¿Qué mierda acabas de decir?

~21~
His Revelry Bailey Nicole

Dos
Devin
“Doomed”—Bring Me the Horizon

Maldita sea. Esto es lo último que necesitaba esta noche. Rome está a una
decisión impulsiva de empujar a Rebeca a la hoguera; lo sé. No está pensando con
claridad, no lo ha hecho en mucho tiempo, pero esta noche es diferente. Es
seguro decir que ha inhalado demasiado y probablemente no ha dormido en días.
Siempre ha sido un peligro para sí mismo. Siempre a una fracción de segundo de
arruinar su vida, y yo siempre he estado ahí para detenerlo. El problema es que,
si trato de asumir ese tipo de papel ahora mismo, solo echaría más leña al fuego.
Todo el mundo nos mira a él y a mí con una mezcla de sorpresa y curiosidad
morbosa en sus caras. Es jodidamente molesto, somos básicamente basura a sus
ojos. Solo servimos para entretenerlos y, a veces, para drogarnos.
—¡Eh, Dev! —, grita —. Será mejor que hagas algo con ella antes de que yo
lo haga. — Inclina la cabeza hacia un lado, evaluándola. Tal vez sopesando su
mejor curso de acción. Ella acaba de intentar avergonzarlo, y sí, eso no funciona
en Rome. Le importa un carajo lo que piensen de él, pero lo enfurece.
Especialmente teniendo en cuenta lo cierto que son sus palabras.
—Rebecca, deja de intentar cabrearlo. No vas a cambiar nada, vámonos—,
trato de apaciguar en un intento de controlar la situación. Ni siquiera estoy
seguro de por qué diría algo así; no le he contado a nadie lo que pasó esa noche.
Rome se adelanta bruscamente, tomándola desprevenida. Está un poco borracha,
así que se tambalea hacia atrás tratando de mantenerse erguida. Pero está
demasiado cerca del fuego. Carajo. Una vorágine de adrenalina me atraviesa y
me abalanzo sobre ella para apartarla justo a tiempo. Me enderezo y levanto la
vista para encontrarme con sus ojos, y la sangre se me escapa de la cara. Está
sonriendo. La misma sonrisa torcida que siempre me hacía saltar el corazón en el
pecho. Una de las comisuras de su boca se extiende hasta la mitad pintada de su
cara.

~22~
His Revelry Bailey Nicole
—¿Qué mierda te pasa, maldito psicópata? —, grita a mi derecha.
Endurezco mis facciones y me dirijo hacia su forma destartalada en la arena. No
se equivoca. Rome es... diferente. No piensa en las cosas de la misma manera que
la mayoría de la gente. No sopesa las consecuencias o lo correcto o incorrecto que
es algo. Simplemente hace lo que quiere. Que yo sepa, soy la única persona a la
que le ha importado una mierda. Va por la escuela y la vida, y para él, no creo que
exista nadie realmente. Aparte de mí. Es por eso que nadie quiere tener nada que
ver con él. Hace que la gente se sienta como pequeñas hormigas insignificantes, a
sus pies, sin siquiera intentarlo.
La gente nunca quiso tener nada que ver conmigo tampoco, pero no por la misma
razón. Principalmente, porque me mantengo fuera de los límites a propósito. No
tengo la capacidad mental para tratar de enmascararme con mis compañeros. Así
que no lo hago. Normalmente, basta con ser yo mismo para que la gente se vaya a
la mierda. Me ha servido de mucho a lo largo de los años.
Le tiendo la mano a Rebecca y ella la toma mientras la pongo en pie. Me doy
cuenta de que quiere darse la vuelta y seguir enfrentándose a Rome, lo que no
tiene sentido si tenemos en cuenta que casi la hizo caer al fuego. Es interesante
que no la haya empujado, pero sé lo que intentaba hacer. Sabía que no la dejaría
caer. Esta mierda entre nosotros no vale la pena que aterrice en la cárcel. Sería
todo culpa mía si lo hiciera.
Comienzo a subir rápidamente por la playa hacia las escaleras anegadas. No la
oigo detrás de mí, así que le digo—: Puedes irte conmigo o quedarte, me importa
un carajo. — Tiene coche, pero no creo que haya conducido esta noche. Si viene
conmigo, tendré que acompañarla a casa. La mera idea de hacer algo bueno por
ella, ahora mismo, me hace hervir la sangre. Me doy la vuelta y la clavo con mi
mirada —. Pensándolo bien, después del numerito que acabas de hacer, déjame
en paz.
Su cara se tuerce y vuelve a mirar a sus amigos, que no nos prestan atención.
Todos menos Rome, por supuesto. Puede que no esté mirando, pero está
escuchando. Siempre. —Creía que ya no eran amigos. ¿Por qué estás tan
enfadado? —, pregunta, con la confusión escrita en su cara, tan clara como el día.
No la culpo. No conoce los detalles y, desde luego, no me conoce a mí. Solo le di la
hora porque pensé que me ayudaría a dejar de pensar en Rome. Lo que me hace
enloquecer. Me rio de lo absurdo de mi propia lógica.
—No tengo que darte explicaciones.— Y con eso, me alejo.

~23~
His Revelry Bailey Nicole
Sus tetas turgentes y su culo redondo no me hacen nada. Ni un puto ápice. Pero
una mirada a Rome y mi polla está dura como una roca, lista para rasgar mis
ajustados pantalones.
Sí, es un ser humano molesto, no es alguien que me guste, pero a los hombres no
les importa eso. La mayoría de los hombres de mi edad se follan cualquier cosa
que camine. Ella me ha estado lanzando indirectas no tan sutiles desde el primer
año, así que pensé que ahora sería el momento perfecto para intentarlo. Vaya,
qué error fue. Tenía el presentimiento de que Rome reaccionaría así después de
vernos juntos en la escuela. En el momento en que pasó junto a nosotros en el
patio, se me hundió el estómago.
No quiero hacerle daño, pero últimamente parece que es lo único que puedo
hacer. No tengo otra opción.
Me alejo de la acera para adentrarme en el bosque, pero cuanto más me acerco a
mi casa, más se acelera mi corazón. Decidiendo retrasar lo inevitable, me siento y
me apoyo en un árbol. Enciendo rápidamente un cigarrillo y cierro los ojos,
reproduciendo aquella noche condenada detrás de mis párpados.
Aparezco en la mazmorra echando humo. Tan lívido que estoy seguro de que
Rome lo nota, nada más abrir la puerta. A veces, las emociones son palpables.
Nublan el aire a tu alrededor, sofocando a cualquiera que esté cerca. Sin
embargo, nunca le afecta a él. Rome se mantiene siempre inamovible, como un
imponente pilar de acero; buena suerte si intenta que se mueva.
Sus ojos se levantan de la pequeña escultura en la que está trabajando y me
echan un vistazo rápido, evaluándome de pies a cabeza. En una fracción de
segundo, asiente con la cabeza. Agarra un porro de la mesa en la que siempre
está sentado y lo enciende con la llama de la vela. Inclinándose, le da un soplo
para que la brasa se caliente lo suficiente. Sus rasgos faciales son más severos a
la luz de la vela.
Me acerco a la silla que ocupa sus pies y él los deja caer al suelo. Me entrega el
porro mientras tomo asiento. Me lo llevo a los labios. Cierro los párpados e
inhalo tan profundamente como puedo, asegurándome de llenar mis pulmones
hasta que siento que están a punto de colapsar. Hasta que arde. Mierda, estoy
tan agotado. Tan harto de lidiar con la mierda de la vida. ¿Qué sentido tiene?
—Normalmente, cuando apareces tan tarde, es por tus padres, pero
parece que esta noche, es más—, reflexiona. Por el amor de Dios, no puedo hacer

~24~
His Revelry Bailey Nicole
que se le escape nada. Es demasiado astuto. Me relajo más en la silla y extiendo
las piernas para que queden a ambos lados de las suyas.
—Las cosas están llegando a un punto crítico—, empiezo, y luego aprieto
los labios. No hablamos mucho de estas cosas ahora que somos mayores. Si las
cosas no han cambiado a estas alturas, entonces nunca lo harán. Parece inútil
insistir en la misma mierda, día tras día.
Se inclina hacia delante, apoyando los codos en las rodillas y apoyando la
barbilla sobre el puño. Su pelo rubio y rapado está empezando a crecer. Me
entran ganas de pasarle la mano por encima, sacándome de mi ensueño. Trago
saliva y miro hacia otro lado.
Me golpea la rodilla con la parte plana de su cuchillo. —¿Quieres explicarte
mejor?
Me encuentro con sus ojos grises e inflexibles. Son los ojos más llamativos que
he visto nunca, y cada vez que los miro, mi corazón late un poco más rápido. No
son cálidos ni amistosos. Son felinos, y a veces francamente espeluznantes. Es
difícil inquietar a alguien con solo una mirada, pero él lo hace sin esfuerzo. Creo
que es porque están muy vacíos. Vacías de todo. Pero cuando me apunta con
ellas, no quiero que desvíe la mirada.
La punta de mi bota golpea con ansiedad el suelo de cemento. —Creo que por fin
he llegado a mi punto de ruptura, Rome. ¿Puedes pensar honestamente en una
buena razón para seguir intentándolo?
No se inmuta ante mi tono agresivo; solo me mira con curiosidad. —¿Intentar
qué? ¿Intentar vivir? ¿Intentar salir de este infierno?
Me inclino hacia delante hasta que los codos me tocan las rodillas, enterrando
la cara entre las manos. Odio sentirme completamente impotente. No tener
control sobre mis circunstancias.
—Mírame.
Dejo caer las manos, cerrándolas en puños, y me encuentro con su mirada.
Estamos a la altura de los ojos, con las rodillas rozando las del otro, mis botas
encerrando las suyas. Estamos solos en este ciclón de tormento, con los estragos
causados fuera y la calma perfecta dentro de estas paredes.
—¿Quieres rendirte? Después de todos estos años, ¿quieres tirar la toalla
en la derrota? No lo creo, Dev. La mierda es mala, pero podría ser mucho peor.

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His Revelry Bailey Nicole
Algunas personas pasan por este tipo de cosas y sucumben. Tú nunca hiciste
eso. No. Mantuviste tu cabeza en los libros, y tu nariz en casa. Mordiéndote la
lengua todo este tiempo. No dejes que todo sea en vano—, dice. Su tono está a
feroz entre la ira y la decepción. Siempre es un amor duro cuando se trata de
Rome, y está bien porque nunca he conocido nada diferente.
—Ya he pensado en todo eso. No importa. Es todo demasiado. No lo
entenderías, las cosas no te afectan de la misma manera. Tomar otro maldito
aliento parece que ni siquiera vale la pena el esfuerzo en este momento.
Su boca está puesta en una línea dura, y su voz sale estrangulada. —No me
digas que no lo entendería. Lo entiendo perfectamente, Dev. Entiendo que estás
siendo un maldito cobarde. Entiendo que no podría seguir caminando por esta
Tierra sin ti en ella. ¿Me harías eso? — El veneno de sus palabras me hace
reflexionar. Mis cejas se fruncen mientras lo miro atentamente, tratando de
diseccionar su repentino cambio. Rara vez se pone tan nervioso por algo. Su
habitual expresión inexpresiva ha sido arrancada, dejándolo tan crudo que ya
puedo ver el arrepentimiento que se está formando detrás de sus ojos.
No puedo soportarlo. Mis manos vuelan para agarrar ambos lados de su cara,
y acerco nuestras frentes. Él me deja. Nunca dejaría que otra persona lo tocara
así. —No. Nunca podría hacerte eso, Rome. Tienes razón. Mierda, lo siento.
Últimamente las cosas han sido demasiado de golpe—, digo con rudeza.
Puedo sentirlo temblar bajo mis palmas con tanta emoción reprimida que
podría arder. —Tal vez deberías pensar bien las cosas, antes de decir una
mierda como esa, porque ahora nunca lo voy a olvidar.
Maldita sea. Se está deshaciendo; el temblor está empeorando. Tengo que hacer
que pare. Se aferrará a mis palabras y nunca las dejará ir. Eso es lo que hace:
se queda estancado en las cosas.
Pero lo que ha dicho me ha sacado de mi nebulosa: tiene razón. Como siempre.
Nunca podría hacerle eso, la sola idea de dejarlo por el cálido consuelo de la
muerte se siente como una patada en el estómago. No vale la pena, y eso lo dice
todo. Mi pecho se contrae dolorosamente, mientras reproduzco la hipotética
cinta del futuro. Rome perdería la cabeza sin que yo estuviera aquí para
equilibrarlo. Estaría desquiciado, sería un perjuicio para sí mismo y un peligro
para los demás.

~26~
His Revelry Bailey Nicole
Me alejo un poco y me encuentro con sus ojos glaciales, que me encienden de
pies a cabeza. La punta de su lengua sale y se desliza por el labio inferior.
Mierda. Mis fosas nasales se agitan. No puedo apartar la mirada, pero necesito
hacerlo. Esa sonrisa torcida ilumina la mitad de su cara y mi corazón se golpea
violentamente contra mis costillas.
—Hazlo. Sé que quieres hacerlo—, susurra. Desafiándome. Tentándome a
arruinar todo. Me he mantenido fuerte durante mucho tiempo. Inclina
sutilmente la barbilla hacia abajo y me mira a través de sus gruesas pestañas
rubias y casi me vuelvo loco. Casi —. ¿Qué mierda estás esperando, Dev?
Eso es. Me sobresalto y lo inmovilizo en la silla con la mano en la garganta.
Sonríe con maldad, provocando escalofríos en mi columna vertebral. —No
hagas esto.
—No he hecho nada. — Sus pupilas se abren de par en par mientras
recorren mi cara. Siento que me devora con solo una mirada. No puedo
soportarlo más. Apretando su cuello, presiono mis labios contra los suyos.
El crujido de las hojas suena a mi izquierda y mis ojos se abren de golpe. Sé que
es él. Me miro las palmas de las manos. Tal vez si no lo reconozco, se vaya.
Sus botas andrajosas aterrizan a unos metros delante de mí. —Qué fiesta más
divertida—, dice con frialdad. El zumbido en mis oídos se hace más fuerte, casi
ensordecedor. Dos veces en un día que hemos estado juntos a solas. Me froto las
palmas de las manos —. Sin embargo, no pareces tan divertido, hombre —,
continúa.
—Casi matas a Rebecca. Qué divertido—, le digo, y me pongo de pie. No me
va a dejar en paz, así que tengo que alejarme.
Se lleva una mano al pecho en señal de preocupación. —No sabía que había
intentado asesinar a alguien esta noche. Recuerdo a tu Rebecca dando tropezones
como hacen los típicos adolescentes borrachos en las fiestas. Sin embargo,
permanecía cerca de ese fuego, menos mal que estabas allí.
Sacudo la cabeza con incredulidad. Por desgracia, la mierda que sale de su boca
no me sorprende tanto, pero es una mala señal. Lo escudriño con atención. —No
me vengas con esas tonterías. Debes haber olvidado con quién estás hablando.—
Me doy la vuelta y empiezo a alejarme. O se va a casa o se queda en La Mazmorra,
de cualquier manera, tiene que dejarme en paz. Mierda. Todavía tiene mi jersey.

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His Revelry Bailey Nicole
Solo tengo uno más y cada día hace más frío. Aprieto los dientes contra el aire
gélido.
—Así es, Dev. Sigue dándome la espalda. Convéncete de que me iré, si eso
te ayuda a dormir por la noche.— Se ríe suavemente.
Enderezo mi columna vertebral y no le doy la satisfacción de una respuesta. Le
encanta joder a la gente, las incita a hacer lo que él quiere. Es su forma personal
de entretenimiento, y estar en el extremo receptor me revuelve el estómago.
Me agacho ligeramente para pasar por el agujero de la valla de eslabones que da
acceso al parque de remolques. Hay un camino desgastado bajo mis pies, pero a
ambos lados la hierba y la maleza me llegan a la mitad de las rodillas, con botellas
de cerveza rotas y chatarra oxidada esparcidas por todas partes. Llego a la
carretera asfaltada y me dirijo a la izquierda hacia mi casa, que está a solo dos
remolques de distancia. Lo único que ilumina mi camino es la luna.
Me detengo delante de la mierda de remolque decrépito a la que llamo hogar. Es
de color beige claro, pero el metal se cuela a través de la pintura resquebrajada.
Camino por encima de toda la basura para llegar al porche. No todas las casas de
aquí están tan descuidadas como la nuestra, pero la mayoría lo están. Esta
suciedad ha sido mi realidad desde que tengo uso de razón, y todavía consigue
llenarme de asco.
Son casi las dos de la mañana, pero es fin de semana, así que es muy probable
que mi padre aún esté despierto. Lanzo un suspiro. Ha sido un día muy largo,
quiero dormirme ya, pero antes tengo que lidiar con su mierda. Abro y cierro la
puerta lo más silenciosamente posible y enseguida me asalta el olor a cigarrillos y
a vodka. Atravieso el estrecho camino de entrada e intento girar a la izquierda,
directamente a través de la cocina hacia mi habitación.
—Devin Adler—, brama. Me paso una mano por la cara con brusquedad,
pero rápidamente relajo mi expresión. No puedo permitir que piense que le estoy
faltando al respeto. Echo los hombros hacia atrás y piso la alfombra manchada
del salón.
—Señor—, digo a regañadientes. La palabra es como un ácido en mi lengua.
No aparta la vista del televisor mientras se lleva la pinta de vodka a los labios.
Hago un balance de los numerosos vacíos que hay en la habitación.
Se pasa una mano por la boca barbuda. —¿Dónde diablos has estado toda la
noche?
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His Revelry Bailey Nicole
No sé por qué se molesta en preguntar, porque mi comportamiento ha sido
bastante constante. Sin embargo, le encanta un buen viaje de poder. —
Contéstame cuando te hablo, hijo—, me dice. Me rechinan las muelas. Me cuesta
todo el autocontrol que tengo para mantener mi expresión.
—Fui a una hoguera—, respondo, asegurándome de hablar con claridad.
Se bebe el último trago de la botella y la lanza al otro lado de la habitación,
rebotando en la pared detrás de mí. —Te dije que más vale que esta casa esté
jodidamente impecable el lunes por la mañana. No veo que vaya a estar limpia.
Estoy tan cansado de ser usado como su esclavo personal, mientras él trata este
lugar como un basurero. —Sí, señor.
—¿Al menos conseguiste alguna vagina? Son más de las doce de la noche—,
dice en voz baja, volviendo a prestar atención a la televisión. Mi labio superior se
curva con disgusto. Me doy la vuelta para marcharme, intentando ya borrar esta
conversación de mi memoria.
—¡No te alejes de mí, carajo! — Su grito me detiene en seco —. Responde a
la puta pregunta. Me estoy hartando de tu falta de respeto. La próxima vez,
estarás en la calle.
Me pongo rígido. Últimamente, amenaza cada vez más con eso. —No, señor.
—¿Qué eres? ¿Un puto maricón? — Se pone a gritar. Apenas puedo oírle
por encima de la sangre que corre por mis oídos.
—No, señor—, digo con los dientes apretados.
Me echa un vistazo antes de inclinarse hacia delante para agarrar un cigarrillo. —
Sal de mi vista.
Gracias a la mierda por eso. No estoy seguro de cuánto más podría haber
aguantado sin arrancarlo de ese sofá. Después de llegar a mi habitación, me
derrumbo en mi cama en el suelo. Nunca conseguí un somier para ella. Me desato
las botas rápidamente y me quito la ropa.
La próxima vez, estarás en la calle. Las palabras del borracho de mierda
resuenan en mi cabeza deletreando mi peor pesadilla. Tengo que aguantar. El
tiempo suficiente para graduarme en el instituto y obtener algún tipo de
certificación para un oficio en la escuela técnica local. No podré permitirme vivir
por mi cuenta. Es imposible. Los signos del dólar y los números pasan por mi
cabeza hasta que me duele.
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His Revelry Bailey Nicole
Esta es la razón por la que tengo que alejarme de Rome. Si una sola persona se da
cuenta y llega a sus oídos, se acabó. Eso sería el fin de todo. No le tengo miedo; sé
que puedo defenderme ahora, pero eso no es lo que me preocupa. Ya sé cómo
acabaría: una pelea sangrienta y yo en la calle, sin hogar. Haber sobrevivido todo
este tiempo sería para nada.
Rome lo sabe. Lo sabe, pero sigue atormentándome.
Me pellizco el puente de la nariz y aprieto los ojos. ¿Por qué todo tiene que ser tan
jodidamente difícil? No pedí estar aquí. No pedí nada de esta mierda. Por
millonésima vez, me pregunto si las cosas serían diferentes si ella siguiera aquí.
Mi madre.
Ella perdió su vida por culpa del hombre sentado en ese sofá de ahí fuera. Porque
tomó la decisión de ponerse al volante, sabiendo lo borracho que estaba. Sacudo
la cabeza. Debería haber sido él quien muriera, fue su maldita culpa. No hay
justicia en nada. Las cosas de mierda le pasan a la gente buena, y luego todos los
demás tienen que recoger los pedazos.
En momentos como este es cuando más la necesito. Imagino que, si ella siguiera
aquí, él se habría ido hace mucho tiempo, o estaríamos muy lejos de este pozo
negro. Eso puede ser solo una ilusión. Ella estaba con él, en primer lugar, y él
siempre ha sido así. Tal vez no tenía ninguna otra opción. Cuanto más viejo me
hago, más entiendo eso. A veces, la mierda está fuera de tu control.
Probablemente estaba atascada como lo estoy yo ahora.
Saco mi teléfono para hacer lo que inevitablemente será la guinda de mi día de
mierda: mirar fotos de Rome y yo. Es una foto nuestra del último Halloween,
cuando ambos nos pintamos la cara y salimos con el único propósito de joder la
mierda. Con sudaderas negras a juego, mi brazo alrededor de su hombro y una
enorme sonrisa en mi cara. Su sonrisa traviesa. Mi lengua se pasea por mis
labios.
Sabía que lo deseaba entonces, y creo que él también lo sabía. Probablemente
siempre lo supo, porque siempre me he sentido así. Con todos mis hábitos
excesivamente cariñosos y posesivos, debía de ser evidente. Estar cerca de Rome
siempre ha sido como jugar con fuego. Nunca pude saber con seguridad si era
recíproco, pero me dejaba tocarlo, abrazarlo, apoyar mi cabeza en su hombro. No
pareció importarle aquella vez que le dejé claro que no estaba bien que se fuera
directamente a casa desde el colegio, que me cabreaba porque se suponía que

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His Revelry Bailey Nicole
íbamos juntos a casa todos los días. Nadie más podría salirse con la suya
diciéndole lo que tenía que hacer. Nadie más se atrevería a tocarlo; serían
jodidamente estúpidos si lo intentaran.
Pensé que, tal vez, me estaba complaciendo como otro juego suyo o algo así.
Tendría sentido con la forma en que me empujó a hacer el primer movimiento
esa noche. Yo ya estaba colgando de un hilo, y él lo quemó.
Sin embargo, hay algo que llama la atención. Desde esa noche, ambos nos
evitamos. Nunca intentó hablar conmigo sobre el tema, y aunque se sintió como
una cuchilla atravesando mi pecho, solidificó mis dudas.
Hasta ahora. Hasta que nos vio a Rebecca y a mí juntos en la escuela. La idea de
que pueda estar celoso revolotea por mi mente, pero la rechazo con la misma
rapidez. Es imposible. Probablemente ha actuado esta noche porque al final me
he puesto nervioso y me he enfrentado a él en La Mazmorra. Eso es lo que
realmente fue. Un momento de debilidad. Solo quería que me mirara una vez
más; no podía soportarlo más.
Fue una decisión equivocada, porque ahora está en pie de guerra y no puedo
hacer nada al respecto. Tiene que ser así por mucho que desee que no lo sea.
Lo echo de menos, mierda. Es casi insoportable.
Los ojos me arden con fuerza. Los aprieto y dejo que las lágrimas rueden por mis
mejillas. Con la respiración entrecortada, me acerco a los vaqueros tirados al azar
en el suelo y saco el cuchillo. Me cuesta creer que aún me queden lágrimas que
dar, que aún pueda sentir con tanta fuerza después de todo lo que he pasado. Si
hubiera podido anestesiarme hace tiempo, como hizo Rome, tal vez me iría mejor
ahora.
Pero esto ayuda. Con las mejillas húmedas y la barbilla temblorosa, me miro los
muslos. Las cicatrices grabadas en mi piel me recuerdan lo débil que soy en
realidad. Me detengo en la roja y furiosa de hoy. Me siento tan jodidamente mal
en ese momento por todo lo que le he hecho a Rome, y tan impotente. Hago una
mueca de disgusto.
Eso solo me impulsa a seguir adelante. Mi corazón golpea mi pecho con
adrenalina. Aprieto los dientes y clavo la afilada hoja en mi piel. Un sonido sale
de mi garganta, algo entre un gemido y un suspiro, pero la negrura se arremolina
cerca de los bordes de mi visión y mis ojos se cierran. Me desplomo sobre la

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His Revelry Bailey Nicole
almohada, con toda la energía acumulada en mis extremidades. Todos los
músculos se relajan lentamente y los sollozos que me sacuden el pecho se acallan.
A través de la niebla, puedo sentir el pulso del calor que llega a la herida, y se
siente reconfortante. Quiero sentirlo en todas partes, sobre mí, como una manta
suave. O como los brazos de Rome envolviéndome, abrazándome. Mi labio
inferior tiembla violentamente. Ni siquiera esto ayuda ya. Maldita sea.
Nunca he tenido el control de nada de lo que me rodea, siempre a voluntad de mi
padre. Toda la frustración se acumula en mi interior y no tengo otra forma de
dejarla salir que esta. Que esté bien o mal es irrelevante. Infligírmela a mí mismo
es la única manera que conozco de desahogarla, y siempre ha funcionado,
mierda. Pero, ahora mismo, me siento tan perdido como cuando empecé. No hay
alivio.
Me obligo a sentarme, frotándome los ojos desorbitados. El corte no es el más
profundo que me he hecho nunca, pero sí lo suficiente como para tener que
envolverlo para evitar que la sangre llegue a todas partes. Lanzo un suspiro y me
levanto con lentitud, el cansancio me pesa.
Ducharme. Comer. Dormir. Puedes hacerlo.
Ni siquiera me molesto en mirarme al espejo, sé lo que veré. Un cobarde lleno de
arrepentimiento. Un farsante. Retiro la cortina de la ducha y abro el grifo,
observando aturdidamente cómo se calienta. Me meto, pero rápidamente decido
que es mejor sentarse.
Me envuelvo con los brazos alrededor de las piernas y apoyo la frente en ellas. El
agua me empapa la cabeza y la espalda y me quedo dormido un rato, sin parar
hasta que se enfría.
Me seco rápidamente con una toalla y me pongo unos calzoncillos limpios. No
tengo gasas ni vendas, pero una camiseta vieja me sirve. Una vez que está bien
apretada, me dirijo a la cocina. El salón emite unos ronquidos estruendosos y
exhalo un suspiro de alivio. No estoy seguro de poder aguantar más hoy.
El refrigerador está casi vacío, pero agarro una cena congelada y la meto en el
microondas. Algo me llama la atención, algo fuera de la ventana. Me pongo rígido
y entrecierro los ojos, tratando de discernir qué era a través de la oscuridad, pero
no veo nada. Parecía algo que se movía cerca de los árboles, pero no puedo
confiar en mi cerebro en este momento. Probablemente era uno de los perros o
gatos callejeros del parque. Tenemos algunos de ellos, algunos de los residentes

~32~
His Revelry Bailey Nicole
aquí los mantienen alimentados. La gente tiende a dejar a sus animales cuando
son desalojados. A mí me sorprendía. Quería traerlos a casa y cuidarlos, pero no
me atrevía. Aunque, por algún milagro mi padre me lo permitiera, nunca
sometería a otro ser vivo a este tipo de infierno.
Con una última mirada por la ventana, agarro la comida y me dirijo al consuelo
de mi habitación. Después de tragar la comida, que sabe a cartón y ha podrido del
congelador, veo una notificación en mi teléfono.
Rebecca: Mañana seguiremos yendo a la feria de invierno, ¿verdad?
Gruño y lo arrojo contra la pared, observando miserablemente cómo cae de
nuevo sobre la cama. Si voy, esta sería la primera vez sin Rome. Intento imaginar
a Rebeca en su lugar y mi estómago se revuelve violentamente. Me importa una
mierda la Navidad, las fiestas o lo que sea. No lo hemos celebrado desde antes del
accidente. No hay árbol de Navidad, ni luces, ni regalos. Es como cualquier otro
día de mierda, excepto que tengo que ver cómo los demás celebran su mejor día
del año, así que es doblemente peor.
Debería sentirme feliz por ellos, pero en cambio me siento amargado. Y lo único
que ha hecho el carnaval de invierno es restregárnoslo por la cara. Por eso
siempre aprovechamos la oportunidad para tener nuestra propia versión de un
buen momento. Sin él, no tiene sentido. Será otra mierda que añadir a la lista que
últimamente es más larga que nunca.
Me propongo dormir todo el día de mañana y espero que también el siguiente.
Tal vez pueda quedarme encerrado en esta habitación hasta que terminen las
vacaciones de invierno. Eso sería lo ideal.
A la mierda. Que se joda mi padre. Que se joda Rebecca. A la mierda la Navidad.
Y lo más importante, que me jodan a mí.

~33~
His Revelry Bailey Nicole

Tres
Rome
“Ludo”—The Horror of Our Love

Después de escuchar los suaves ronquidos de Devin a través de la fina ventana,


durante unos treinta minutos, creo que es seguro entrar. Llevo casi dos horas
esperando aquí fuera y estoy listo para acabar con esta mierda.
Oí todo: la pelea con el jodido Dennis, los gemidos angustiosos de Dev y la larga
ducha que siguió. No estoy del todo seguro de lo que estaba haciendo, pero tengo
una idea bastante clara. Casi me pilló observándolo cuando estaba haciendo la
comida. Mi corazón había empezado a latir más rápido; el subidón se sentía casi
eufórico en ese momento.
Me dirijo a una pila de neumáticos viejos y saco la llave de repuesto de debajo del
montón. Dev la mandó a hacer por si Dennis decidía echarlo alguna vez. Dev
siempre estuvo convencido de que un día volvería a casa y Dennis se iría. Que lo
dejaría a su suerte. Yo tampoco me lo pensaría. Después de meter la llave en la
cerradura, entro, sin preocuparme demasiado por el ruido. Dennis duerme como
un muerto, y Dev siempre duerme con música en sus auriculares.
El suelo cruje bajo mis botas cuando atravieso la cocina y entro en el salón. Está
sucio, llena de botellas de vodka y basura. Mi mandíbula se estremece cuando por
fin me digno a mirar el saco de mierda que duerme en el sofá. Me siento
hábilmente en la silla frente a él y me imagino todas las cosas horribles que me
gustaría hacerle. Es muy tentador. Podría escupirle desde aquí y no se daría
cuenta. Dios, me encantaría.
Subo las piernas a la mesa de café, justo al lado del cenicero desbordado. No se
inmuta, solo sigue sacudiendo la casa con ronquidos guturales. Podría tirar el
cenicero sobre su regazo, pero entonces podría culpar a Devin. Una sonrisa de
satisfacción baila en mis labios. No es mala idea, en realidad. Me levanto y me
inclino sobre la mesa, con el cenicero en la mano, y lo vacío sobre sus piernas.
Qué bien. Hay un mechero Zippo de aspecto elegante en el cojín de al lado; me lo

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His Revelry Bailey Nicole
guardo rápidamente. No se merece tener cosas bonitas; de todos modos, le daré
un mejor uso.
Me doy la vuelta para salir del salón, pero me detengo bruscamente y me apoyo
en el sofá. La vista se me desplaza y el cerebro se me descontrola. Respiro
profundamente varias veces y vuelvo a enderezarme. Parece que la cocaína, la
cerveza y los días sin dormir me están pasando factura. Trago con fuerza
mientras saco la bolsa de cocaína del bolsillo, y rápidamente echo un poco en la
llave de repuesto de Dev. Casi se ha acabado; hago una nota mental para buscar
mi otra bolsa de La Mazmorra.
Después de un par de golpes, mis ojos se abren de par en par. Vamos a hacer esta
mierda. De pie fuera de la habitación de Dev, dudo un momento. Hace meses que
no estoy en esta casa, y aún más tiempo que no he estado en su habitación.
Existe la posibilidad de que se despierte. Se me ponen los pelos de punta, eso
sería interesante. ¿Qué haría él? No se arriesgaría a despertar a Dennis, eso es
seguro. A la mierda. Giro el pomo de la puerta y entro, cerrando suavemente tras
de mí. Tal y como sospechaba, el cable blanco de sus auriculares asoma por la
manta. Su pecho sube y baja rítmicamente y no puedo apartar la mirada. Mis
manos se hacen puños a los lados, debería ser capaz de tocarlo. Esto es una
mierda. Debería poder deslizarme bajo la manta y abrazarlo.
Mis labios se vuelven hacia abajo, incluso cuando el calor llega a mis mejillas.
Ojalá pudiera sacudirlo para que se despertara y gritara, tal vez así entendería lo
mucho que ha jodido todo. Me revuelvo y me agacho junto al colchón. La luz roja
y azul de la lámpara de lava que le regalé el año pasado brilla, bailando sobre su
piel entintada.
Para mi sorpresa, mis dedos temblorosos se acercan a su sólido pecho. Podría
tocarlo... solo una vez. En el último momento, retiro la mano. No. A la mierda. Es
entonces cuando veo su pierna vendada sobresaliendo de la manta. La sangre se
ha filtrado a través de la tela con la que la envolvió. Debe haber sido profunda. Un
dolor agudo me atraviesa el pecho y trago saliva.
Nunca supe que se había hecho esto. No lo supe hasta esa horrible noche.
Realmente lo hizo. Nunca pensé que cedería al deseo que siempre ha existido
entre nosotros. Es algo que hemos ignorado en silencio. Ayer, habría estado a
favor de eso, pero después del beso abrasador que acaba de darme, nunca seré
el mismo.

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His Revelry Bailey Nicole
Una avalancha de emociones me está aplastando de adentro hacia afuera.
Demasiadas cosas a la vez. Jadeo mientras mi pecho se contrae dolorosamente;
sé que parezco un idiota ahora mismo, pero no sé qué está pasando. Solo ha sido
un beso.
Ya me gustaría poder retirarlo. ¿Me arrepiento de haberlo incitado así? No
estoy seguro de haber cuestionado nunca una decisión tanto como esta.
Dudando, desliza su mano desde mi garganta hasta agarrar mi barbilla. Su
respiración jadeante roza mi piel caliente y las líneas de su rostro reflejan la
misma confusión que sé que está escrita en el mío. Los ojos de Dev se fijan en
mis labios, y el impulso de huir es muy fuerte. Podría irme ahora y olvidar que
esto ha sucedido. Olvidar este sentimiento de vulnerabilidad, porque me está
poniendo enfermo. La última vez que me sentí así, era un niño. La situación lo
requería. Después de estar en mi primer hogar de acogida durante un año, me
dijeron que mi madre había muerto de sobredosis. La forma en que mi madre
de acogida me lo comunicó, tan directa e insensible, me horrorizó. Cualquier
esperanza infantil que tuviera se marchitó, dejándome perdido y asustado.
Instintivamente, me rodeo con los brazos y agacho la cabeza mientras un
escalofrío me recorre la columna vertebral.
—Oye, oye, ¿qué pasa? — Unas manos ásperas me agarran por los
hombros—. ¿Rome?
La urgencia de su voz me saca de mis pensamientos. Parpadeo con fuerza y
levanto la vista, mirando fijamente a la pared detrás de él. El dolor en mi pecho
no disminuye, sino que se transforma y crece en un pozo negro que se
arremolina. Trago con fuerza. —No me siento muy bien. — Las palabras son
apenas un susurro.
Unos fuertes brazos me tiran de la silla, y me molesta mucho que me manejen
así. —Vamos. Necesitas acostarte o algo.— La preocupación en su voz hace que
quiera hacerme un ovillo y esconderme. Se suponía que nunca me vería así.
Diablos, ni siquiera sabía que esto podía pasarme. Han pasado más de diez
años desde la última vez que sentí algo tan fuerte.
Atravesamos la habitación con su brazo alrededor de mí para apoyarnos.
Cuando llegamos al sofá, me derrumbo de lado y me subo las rodillas al pecho.
Con los ojos apretados, intento igualar mis respiraciones. Uno. Dos. Tres.
Cuento con cada exhalación.

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His Revelry Bailey Nicole
Cuando estoy mareado y somnoliento, abro los ojos. Caen sobre Devin, que está
sentado en el suelo junto al sofá, mirándome atentamente. Tiene el pelo oscuro
revuelto, como si hubiera tirado de él. Quiero estirar la mano y alisar las
arrugas de su frente, pero aprieto el puño.
—¿Estás bien?
Dos simples palabras que preferiría no responder, pero respondo de todos
modos—: Estoy bien.
Se pasa la mano por el cuello. —¿Fue un ataque de pánico? No sabía lo que
estaba pasando. En un minuto nos... Besamos. — Traga con dificultad —. Y al
siguiente, parecía que ibas a desplomarte y morir. — Su risa nerviosa atraviesa
la habitación.
Me levanto para sentarme y me froto los ojos. —Probablemente lo era. Es una
mierda saber que esa mierda que creías que no importaba puede volver a
perseguirte. — Me encojo de hombros.
Él asiente en señal de comprensión a pesar de que no le he dado ningún contexto
real. —Tanto si te permites sentir las cosas como si las guardas, en el fondo,
siempre volverán a perseguirte. Nunca desaparece para siempre. Tú y yo
siempre hemos manejado las cosas de manera diferente. Creo que yo siento
demasiado; y tú, no lo suficiente. No sé qué es peor. — Su expresión se vuelve
seria, y sus ojos caen sobre sus piernas.
—Yo tampoco lo sé, pero creo que estarás bien. Con todo lo que has
aguantado y sigues aguantando, yo diría que lo estás haciendo bien.
Sacude sutilmente la cabeza. —Si lo supieras todo... no creo que estuvieras
diciendo eso
Mi postura se pone rígida. —¿Qué se supone que significa eso? — Las palabras
salen más duras de lo que quiero, pero la idea de que me haya ocultado algo no
me cuadra; creía que me lo había contado todo.
Sus ojos se abren de par en par y una maldición sale de sus labios. —No es
nada.— Se levanta bruscamente, quitándose el polvo de las manos contra los
vaqueros. Hace una mueca de dolor, casi imperceptible. Si no lo hubiera estado
escudriñando tan de cerca, quizá no me hubiera dado cuenta.

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His Revelry Bailey Nicole
Le rodeo el muslo con la mano y lo acerco. Su mandíbula se mueve con la fuerza
con la que aprieta los dientes. —No es nada. ¿Qué mierda, Dev? No me digas
que...
—Para. Solo para. — Se pasa las manos por el pelo, tirando de él. La
agonía que ahoga sus palabras me hace reflexionar. Abro la boca para decir
algo, pero la vuelvo a cerrar. Por una vez, me quedo sin palabras. Alterno la
mirada entre su rostro y sus piernas cubiertas de vaqueros. Se pone firme, con
los hombros echados hacia atrás y la columna vertebral rígida, y se mueve para
desabrocharse los vaqueros con dedos temblorosos. Después de respirar
profundamente, otra vez, se los baja hasta las rodillas.
Se me seca la garganta y la cabeza cae sobre las palmas abiertas. Cuántas
cicatrices. Por su coloración y las diferentes fases de curación, puedo decir que
lleva tiempo haciéndolo: cortándose a sí mismo. Mierda. ¿Cómo me he perdido
esto? Mi puto mejor amigo, la única persona a la que presto atención. Me
pellizco el puente de la nariz. —¿Por qué? — Gruño mientras levanto la vista,
intentando leer su expresión.
—Es lo único... Es el único momento en que tengo el control. Es la única
forma que conozco de desahogarme. No es como si pudiera ir y poner mi puño
en la cara de mi padre. — Se burla —. Sé que es jodidamente estúpido hacer esta
mierda, pero realmente ayuda. Vale la pena.
Ladeo la cabeza hacia un lado. Ya está a la defensiva, sin embargo, no he dicho
ni una palabra. —Dev, tenías que saber que no te juzgaría ni pensaría mal de ti
por esto, ¿verdad?
Se tapa la boca, asintiendo con la cabeza. —Claro. Pero no quería que te
preocuparas o lo que sea. ¿Acaso haces eso? ¿Preocuparte por la mierda?
Probablemente no.
Examino sus muslos una vez más. Esta vez, casi puedo imaginarlo tallando
cada uno en su piel, y se me forma un duro nudo en la garganta. Debe haber
sido llevado al límite un millón de veces para tener tantos. No sé cuál debería
ser la reacción apropiada ante esto, pero sé que me siento inútil en este
momento. Debería haber sido capaz de hacer algo. Cualquier cosa. Creía que se
desahogaba conmigo cuando las cosas eran demasiado, quizá nos drogábamos
o nos emborrachábamos. Nunca sospeché que en la oscuridad de su habitación
se desahogaba de su dolor y frustración, solo.

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His Revelry Bailey Nicole
El caso es que tampoco se me ocurre una opción mejor que ésta. ¿Qué podría
darle a Devin el mismo alivio que aparentemente le da esto?
—Me preocupo por ti—, murmuro —. Mucho más…
Su mandíbula cincelada se levanta por encima de mí, mientras mantiene la
mirada fija en el techo. Por instinto, coloco la palma de mi mano sobre las
cicatrices plateadas y rojas y observo cómo se balancea su manzana de Adán.
Arrastro mis dedos por las crestas desde su rodilla hasta los calzoncillos negros
pegados a su piel, deteniéndome para rozar mis dedos en la unión. Su pecho
sube y baja con una respiración acelerada.
—Dijiste que cortarte es el único momento en el que sientes que tienes el
control. — Estoy lo suficientemente cerca como para que mi aliento acaricie su
piel; veo cómo se le eriza el vello del muslo —. Contrólame entonces. Libéralo
todo. — Su polla se estremece junto a mi cara, así que me vuelvo hacia un lado y
presiono mi mejilla contra ella, frotándola hacia delante y hacia atrás.
Unas manos grandes se enredan en mi pelo corto, obligándome a parar. —
Rome—, ruge, con la voz empapada de lujuria. Pero, a pesar de que ha detenido
mis movimientos, me tiene firmemente pegada a su entrepierna. Aprovecho y
aspiro profundamente su aroma.
—Hazlo, cede. No te lo volveré a pedir. — Gime de frustración mientras
siento su polla dura como una roca bajo mi mejilla —. Eso es lo que pensaba.
—Sabes, tienes una puta boca muy hábil para alguien que rara vez habla.
— El ligero afecto en su tono es satisfactorio, un sentimiento con el que no estoy
familiarizado. Se instala en algún lugar profundo de mi pecho. Escondido.
—Entonces, hazme callar. — Esta vez, gruñe y aprieta sus caderas contra
mi cara con la suficiente fuerza como para aplastar mi nariz. Me deleito con ello
y tarareo suavemente. Se detiene bruscamente, tirando de mi cabeza hacia
atrás. Sus ojos están ocultos en las sombras, pero puedo distinguir sus labios
apretados con firmeza mientras jadea. No creo que esto sea suficiente; necesito
más. Él necesita más —. Hazme daño.
—¿Qué quieres decir? —, pregunta, pero no parece nervioso ni confuso.
Puedo decir que la idea ha tocado una fibra sensible dentro de él.
—Golpéame, Dev.
Se pone rígido. —¿Estás seguro?

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His Revelry Bailey Nicole
Una suave risa sale de mis labios. —Sabes que no debes preguntar eso, ¿verdad?
Las palabras no habrían salido de mi boca si no fuera cierto. — No hace ningún
movimiento —. Mira, será catártico para ti sacar esa mierda y te garantizo que
para mí será puro placer.
Intento inclinarme hacia delante para librarme de su agarre y volver a
acariciarle la polla, pero tal y como sospechaba, me echa hacia atrás. Su mano
derecha me suelta el lado de la cabeza y lo siguiente que sé es que me da una
fuerte bofetada en la mejilla. Mi cabeza se desplaza hacia un lado. —Maldita
sea, sí—, gimo —. Más. — Otra bofetada. No se lo está tomando con calma —.
Más—, insisto. Otra. A través del zumbido en mis oídos, me aferro al sonido de
su respiración entrecortada. Otro golpe en la misma mejilla. Esta vez, el sabor
cobrizo de la sangre cubre mi lengua. Me rio sin aliento —. Mierda, sí. Otra vez.
— Esta vez, la saliva vuela de mi boca. Mi polla palpita dolorosamente en mis
vaqueros, mientras el dolor me sacude la cabeza… Me agacho rápidamente
para desabrocharlos.
Me agarra la barbilla y tira bruscamente de ella hacia arriba. —Te ha
encantado, ¿verdad?
—No sé por qué pareces tan sorprendido.
Me pasa la saliva por la piel con el pulgar. —Tenías razón, eso se sintió aún
mejor de lo que esperaba. — Clava el talón de su mano en la base de la polla.
—Todavía no creo que haya sido suficiente. Pienso que necesitas más—. Le miro
la polla con atención —. Quizá, quieras ayuda con eso.
Se baja los calzoncillos rápidamente y envuelve la carne dura con la mano,
dándole unas cuantas caricias lentas. Parece aprensivo y lo considero por un
segundo. Hemos cruzado muchas líneas esta noche, pero no veo cuál es el
problema. Estamos más cerca de lo que incluso yo me siento cómodo, y es
evidente que me desea. Trato de verlo desde su perspectiva y sigo en blanco.
¿Tal vez sea porque soy un chico? —¿Qué esperas?
Mueve la cabeza. —Me vas a matar, Rome. — Una sonrisa de satisfacción se
dibuja en mis labios —. Abre bien la boca.
Mi boca se abre inmediatamente, y me sorprende un poco que me deje mandar
así. Lo único que sé es que haré cualquier cosa para que se sienta mejor, para
reconfortarlo. Incluso, empiezo a darme cuenta de que estar a su merced
tampoco es una dificultad para mí.

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His Revelry Bailey Nicole
Apunta su gorda polla hacia mis labios, frotando la cabeza de una esquina a
otra. Siento cómo todo su cuerpo tiembla bajo mis manos. —Mieeerda —, gime
en el momento en que se desliza por mis labios. Su peso sobre mi lengua es una
sensación nueva. El sabor salado de su piel. Mi polla se pone imposiblemente
más dura. Sí, me gusta esto.
Sus manos se posan de nuevo a ambos lados de mi cabeza, la derecha se clava
en mi encendida mejilla mientras sube y baja mi cabeza por su longitud. Poco a
poco, al principio. Mantengo mis ojos fijos en los suyos, esperando que eso lo
estimule. Vamos a subir un poco el nivel. Pongo las manos detrás de sus
musculosos muslos y lo acerco; toco el fondo, la ancha cabeza empujando mi
garganta. Su fuerte gruñido resuena en toda la habitación y se vuelve más
voraz a cada segundo, pero me da un momento para adaptarme a la intrusión
antes de ajustarse y penetrarme. Esta vez, me dan arcadas y la saliva vuela
alrededor de la base de su pene. Mierda, esto es embriagador. Una deliciosa
niebla de nada rodea mi cerebro mientras dejo que siga follándome la boca.
Entre cada empujón, se detiene y se masturba contra mi cara. Aprieta mi
garganta, impidiéndome respirar. Cada vez que mis pulmones empiezan a
temblar por la necesidad de oxígeno, mi polla se pone cada vez más dura.
—Maldita sea, Rome. Mírate. —Sus palabras apenas atraviesan la niebla —.
Eres tan jodidamente perfecto así. Todo esto para mí.— Me empuja con sus
caderas cada vez más fuerte, las lágrimas calientes corren por mi cara y largos
mechones de saliva vuelan por todas partes.
Me apresuro a bajar la mano, tomando mi polla y acariciándola furiosamente.
Rápido y descuidado, con el único propósito de correrme. Intento mantener mis
ojos en los suyos, pero se me cierran.
Con el flujo constante de maldiciones y gemidos que salen de sus labios y la
brutal cogida de cara, es demasiado. Finalmente, exploto con un largo gemido
que queda amortiguado por su polla. La mete hasta el fondo, una vez más,
ahogándome, y mi polla no deja de palpitar. El orgasmo se prolonga durante
un tiempo que parece interminable. Empuja hacia delante, más fuerte que
nunca, y el calor golpea la parte posterior de mi garganta.
Se retira rápidamente y cae de rodillas en el suelo ante mí. Mi cabeza se
desploma hacia atrás, relajándose en el sofá. La adrenalina me hace palpitar
todo el cuerpo y el corazón está a punto de estallarme contra las costillas.
Alcanzo a Dev a ciegas, cayendo sobre su hombro, y lo atraigo hacia mí. Su

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cabeza cae sobre mi regazo y sus brazos serpentean alrededor de mi espalda,
sujetándose con fuerza. Tras largos minutos de jugar con su pelo, nuestras
respiraciones entrecortadas por fin se calman.
Él rompe el silencio primero. —Ha funcionado.
—Sabía que funcionaría—, respondo somnoliento. Me agarra con más
fuerza; sus dedos se clavan en mi espalda con tanta fuerza que estoy seguro de
que habrá moretones. Es como si tuviera miedo de que desaparezca.
—No puedo creer que hayas bajado la guardia así, ni siquiera parece real.
Lo pienso por un segundo. En el calor del momento, nunca lo dudé. Es lo que
quería hacer. Por él. Por mí. —Fue fácil. Eres la única persona a la que amo. —
Mientras las palabras salen de mi boca, una voz en la parte posterior de mi
cabeza intenta detenerme, pero a la mierda, quise decir lo que dije. Si hay una
sola persona que no me va a joder, es él.
Cinco meses más tarde y aquí estamos. Y pensar que casi vuelvo a sentir pena por
él. Sacudo la cabeza y lo miro por última vez, descansando tranquilamente,
mientras mi cerebro se acelera caóticamente. Estaría bien volver a experimentar
un poco de maldita calma. De hecho, es imprescindible. Solo necesito vengarme
primero, luego todo volverá a estar en silencio. Todo irá bien.
Busco en la cama y encuentro fácilmente su teléfono. La pantalla está destrozada,
pero aún funciona y lo primero que me saluda es un mensaje de la maldita
Rebecca. Mi sien palpita mientras respondo a su mensaje, dando la confirmación
de que, sí, siguen yendo al carnaval de invierno.
Envío otro mensaje al chat de grupo en el que están James y Julian. Siempre han
sido conocidos, eran principalmente las únicas personas con las que nos
juntamos en la escuela, pero parece que últimamente se está apoyando mucho
más en ellos. Mi labio se curva mientras escribo el mensaje.
Devin: Amigos. Quedamos mañana en mi casa para la feria. A las seis
de la tarde. Despiértame si todavía estoy durmiendo.
Entonces, me levanto y uso su teléfono para hacerle una foto. No hay ninguna
razón real para ello, aparte de que quiero hacerlo; espero poder ver la expresión
de su cara cuando la vea. Rápidamente me envío la foto a mí mismo y borro el
hilo de texto después, sin dejar pruebas.

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His Revelry Bailey Nicole
Lo último -pero lo más importante- es la madera tallada que empecé hoy mismo
cuando irrumpió en La Mazmorra. La terminé mientras escuchaba desde su
ventana. La dejo caer dentro de su bota de combate para que no la eche de
menos.
Sonrío, una victoria silenciosa en la oscuridad de la noche, y salgo de la casa. Me
recibe un aire fresco que me anima, aún más. Con toda esta emoción, dudo que
pueda dormir esta noche. De todos modos, solo faltan un par de horas para que
salga el sol. Necesito poner todo en marcha. Mientras estaba sentado frente a la
ventana de Devin esta noche, he pensado mucho en cómo voy a ejecutar esto, y
estoy bastante seguro de que lo tengo resuelto.
Dennis tiene unas cuantas latas de gasolina de veinte litros en su patio, entre
otros montones de basura. La mayor parte es inútil, pero los bidones de gasolina
son muy valiosos. Agarro uno de ellos y compruebo su peso rápidamente. Está
lleno. Debería ser suficiente.

Me aseguré de llegar aquí treinta minutos antes de que James y Julian llegaran.
Estoy escondido detrás del bosque cubierto de vegetación, en la parte trasera del
remolque de Devin, un buen punto de vista. No podrán verme, pero yo puedo
verlos perfectamente. Me froto los ojos. Mierda. Sigo perdiendo el conocimiento.
Es mi tercer día sin dormir y no consigo concentrarme en nada. Mi cerebro salta
de una cosa a otra en un bucle interminable; estoy jodidamente perdido. Solo
quiero acabar con esto.
El padre de Devin se fue no hace mucho, probablemente a ese bar de mierda que
frecuenta. No he oído ningún ruido procedente de la casa, así que estaría
dispuesto a apostar que Dev sigue durmiendo. El recuerdo de cuando tiré el
cenicero en el regazo de Dennis revolotea por mi cabeza, y sonrío. Supongo que
razonó que debía de habérselo hecho él mismo accidentalmente o algo así, quién
sabe. El hombre probablemente se desmaya todas las noches, no me sorprende
que no entienda lo que pasa a su alrededor. Aunque, en ese caso, podría haber
hecho algo mucho peor. Mis pensamientos se llenan de ideas atroces, y me pierdo
en ellas hasta que un coche ruidoso llega. Sí, ese sería el cagadero de Julian.

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His Revelry Bailey Nicole
Tocan la bocina dos veces, dejando que la segunda suene un rato. Oh, a Dev le
encantará eso.
Efectivamente, un par de minutos después, la puerta se abre de golpe contra el
exterior metálico. Sale sin camisa mientras trata de abrocharse los vaqueros, con
el pelo revuelto y los ojos desorbitados. Los protege del sol con una mano. —¡Qué
carajo, hombre! ¿Qué haces aquí? — Parece enfadado.
—¿Qué quieres decir, imbécil? Nos dijiste que fuéramos a buscarte a las
seis—, grita Julian desde la ventanilla del conductor.
Devin se frota las sienes. —No, no lo hice. He decidido específicamente no salir
hoy.
—Me enviaste un mensaje como a las cuatro de la mañana, amigo. ¿Cómo
de borracho estabas anoche? Ahora ve a vestirte. — Sube la ventanilla y pone
música a todo volumen.
La expresión de Dev es tensa mientras vuelve a entrar en la casa, dejando la
puerta abierta de par en par. Mi visión se oscurece y se vuelve borrosa durante un
rato. Ya ni siquiera puedo distinguir el tiempo que duran.
Unos minutos más tarde, el fuerte golpe de las botas de Devin contra el porche
me devuelve la atención a la escena. Sus ojos van de un lado a otro, los barre
sobre la línea de árboles en la que me escondo, y me muevo rápidamente detrás
del árbol a mi izquierda. Lleva el regalo que le hice en la palma de la mano.
Sonrío ante eso.
En cuanto oigo cerrarse la puerta del coche, me asomo por detrás del árbol y veo
cómo James le pasa una botella de licor a Dev. Él la bebe inmediatamente y
Julian da marcha atrás para salir de la calzada. Van a ir a la feria y pasarán un
buen rato jugando en el aparcamiento. Probablemente se trague más de eso y se
fume algo de hierba. Es la forma habitual de los chicos del instituto,
especialmente en el último año. Y solo puedo imaginar lo receloso que es Dev,
ahora mismo, así que estoy seguro de que intentará ahogar eso con licor.
Una puta pena, Devin. Hagas lo que hagas, estaré ahí listo para recordarte el
mayor error que has cometido.
En mi camino de vuelta La Mazmorra, veo a Suzie, la dueña del parque,
charlando con uno de los residentes. Tengo la intención de evitarla por completo,
pero debería haber sabido que Suzie no me dejaría salir indemne. —¡Hola, Rome!
Hacía tiempo que no me cruzaba contigo; he venido a darle a Denise estos
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His Revelry Bailey Nicole
bonitos bastones de caramelo luminosos que encontré en la tienda de segunda
mano—, dice con una sonrisa cegadora. Realmente, es una señora agradable, pero
es una de esas personas excesivamente excitadas.
—Hola, Suzie. Estoy seguro de que te vi cuando te di el alquiler de Bert
hace como dos semanas.
—Semanas, semanas—, bromea —. ¿Vas a la feria de invierno? Veo que
tienes la cara pintada como un esqueleto, como hiciste en Halloween el año
pasado, estás muy guapo.
Hago una mueca, pero le doy mi mejor sonrisa encantadora. —Sí. Voy para allá
ahora.
—Bien, cariño. Bueno, cuídate y trata de no hacer ninguna locura. Oh,
¿dónde está Devin?
Mi sonrisa se congela en mi cara. Tengo ganas de estallar, pero me las arreglo
para contenerme. Siempre estamos juntos, así que, por supuesto, pregunta. —He
quedado con él allí.— Y con eso, me despido de ella con la mano y sigo mi camino.
Por mucho que odie admitirlo, me cae bien. Nunca me ha tratado de forma
diferente a los demás chicos del parque, y eso que me he metido en bastantes líos.
Definitivamente le he causado algunos problemas a lo largo de los años. Creo que
es una persona que ve el vaso medio lleno, que se centra en lo bueno en lugar de
analizarme por mi oscuridad. Todo el mundo sabe que hay algo malo en mí. No
es un secreto, y los adultos me han condenado por ello. Pero, nunca Suzie.
Dejo la puerta del La Mazmorra abierta al entrar. Esto debería ser rápido, sólo
necesito hacer unas líneas y beber algo de alcohol. Dejo caer mi culo en la silla y
me pongo a trabajar, alineando la coca en la mesa. Me desconecto un par de
veces, así que tardo más de lo normal, y me estoy frustrando. Me tapo un lado de
la nariz y esnifo las dos líneas de una sola vez. Mi cabeza se inclina hacia atrás y
me arden los ojos. Últimamente arden tanto que ya casi no lo noto. El sabor único
del soplo me cubre la garganta a medida que va bajando.
Agarro la pinta de vodka que le robé a Dennis -la única cosa para la que sirve ese
maldito- y doy un trago. Qué asco.
A pesar de que acabo de esnifar cocaína, los párpados se me ponen
imposiblemente pesados y mi mente se llena de algodón. Se cierran y me
balanceo inconscientemente hacia delante y hacia atrás como si me arrastrara
una corriente en el océano. Mis extremidades se llenan de arena y...
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His Revelry Bailey Nicole
¡Boom! Me despierto de un tirón tras golpearme la frente contra la mesa. La
cabeza me palpita dolorosamente y grito—: ¡La puta madre! — Me pongo en pie y
agarro la mesa, girando sobre sí misma, y la arrojo al otro lado de la habitación.
Las velas caen por todas partes y la mesa se estrella contra la pared. La sangre me
late en la sien. Mira lo que me has hecho, Devin.
Saco de entre los restos la botella de agua que llené de gasolina la noche anterior
y sigo mi puto camino. Primer paso en la agenda: Prender fuego al coche de esa
zorra de Rebecca.

~46~
His Revelry Bailey Nicole

Cuatro
Devin
“Carol of the Bells”—August Burns Red

Debería haberles dicho a James y a Julian que se fueran, no debería haber subido
a ese coche. Mi pulgar acaricia el caballo de madera en mi bolsillo, fuera de la
vista. Es evidente que Rome quería que estuviera aquí esta noche. Lo ha
organizado todo e incluso ha querido que yo sepa que ha sido él quien lo ha
hecho. Mi estómago se retuerce en un nudo de ansiedad. A su vez, me ha puesto
en un aprieto. Sabe que haré todo lo que esté en mi mano para detenerlo, para
salvarlo de sí mismo, pero ni siquiera sé qué hacer.
Con cada acción suya en los últimos dos días, me he preocupado cada vez más.
Nunca ha sido tan malo. Sé que todo es culpa mía, y la culpa que me corroe por
dentro no me deja olvidarlo.
Doy otro trago a la botella de vodka. Probablemente sería más inteligente no
estar ebrio esta noche, pero en este momento no me importa. No voy a ser capaz
de superar esto con la mente sobria, hay demasiadas cosas, y tengo miedo de
acabar sepultado por ellas. Está claro para mí y para Rome que no puedo hacer
frente a la mierda. Por eso sigue insistiendo. —Puede que esta noche acabe
yéndome temprano—, digo.
James resopla. —No lo creo, hombre. He traído hongos3. Vamos a hacerlo a lo
grande esta noche.
Mi cabeza golpea el asiento trasero y gimo. No, en absoluto. —Diviértanse con
eso. Yo me quedo con el vodka.
Julian se da la vuelta y me mira con seriedad, con las cejas enarcadas. —¿Desde
cuándo no te gustan los hongos? Lo pasamos muy bien en la feria de invierno del

3
Se refiere a los hongos alucinógenos

~47~
His Revelry Bailey Nicole
año pasado.— Me duele la cabeza de frustración. No tienen ni idea de lo que ha
pasado, y yo no puedo decírselo.
—Es por Rome, obviamente—, dice James mientras saca la bolsa de hongos
y empieza a repartirlas entre los dos. Cada uno se mete su respectivo puñado en
la boca, de una sola vez, para combatir el mal sabor.
—Todo está bien. Solo he tenido un par de días difíciles. Papá ha sido muy
duro conmigo últimamente. — No es una mentira completa, no es que me
importe un carajo si lo fuera. Con todo lo que está pasando, lo último que
necesito es preocuparme por apaciguar a James y Julian.
Tal vez, por eso, termine solo.
El alcohol me hace palpitar la sangre, me siento caliente y perezoso. Ojalá
pudiera quedarme aquí, en la felicidad ignorante de este coche. La puerta se abre
y entra una ráfaga de aire frío. Mierda, supongo que estamos haciendo esto.
El aparcamiento está envuelto en la oscuridad. Los padres y sus hijos ya se
dirigen a sus casas, ya que la feria lleva abierta desde el mediodía. La mayoría de
las familias llegan bastante temprano para evitar a los adolescentes revoltosos
que la inundan por la noche.
De camino al campo de fútbol, miro a mi alrededor, con los nervios a flor de piel.
Es muy posible que Rome esté en algún lugar observándome. La sola idea me
hace estremecerme. ¿Cómo hemos llegado a esto? Estaba seguro de que seríamos
él y yo contra el mundo para siempre, pero debería haberlo sabido.
La maldita y horrible música navideña que suena por los enormes altavoces me
asalta los oídos mientras nos acercamos a la taquilla. El intercambio es rápido y
pasamos la boletería para entrar. Es la noche de apertura un sábado, así que casi
todo el instituto está aquí, y sé que habrá un montón de fiestas posteriores hasta
la mañana. La feria cierra a las diez de la noche, así que, si puedo aguantar unas
horas, estaré bien. Puedo renunciar a las fiestas y esconderme en la cama.
Incluso, mientras lo pienso, sé que esta noche no será así.
El aroma azucarado de las manzanas de caramelo y de las palomitas de maíz
rociadas sale de las carpas a rayas situadas a nuestra derecha. Si hay algo bueno
en las fiestas, es la comida. Pero, por desgracia para mí, rara vez me doy un
capricho. Utilicé mis últimos dólares en la entrada para ingresar en este molesto
evento. Papá siempre me ha mandado a buscar la comida, y si trajera algo así a
casa, sería una paliza por malgastar su dinero en cosas que no necesitamos.

~48~
His Revelry Bailey Nicole
Hay unas cuantas mesas de picnic colocadas cerca de la zona de comida y una
multitud de estudiantes se apiña alrededor de una de ellas. James y Julian se
dirigen hacia ellas y comienzan los saludos machistas. "Hey" y "Qué pasa,
hermano" resuenan a nuestro alrededor, y yo no digo ni una sola palabra.
—Dios mío, Devin, has venido de verdad. — La molesta y familiar voz de
Rebecca llega a mis oídos, por mucho que intente desconectar el mundo que me
rodea —. No pensé que fueras a venir. Recibí tu mensaje, pero me imaginé que
estarías demasiado resacoso para venir. Debes haber estado totalmente borracho
anoche para actuar como un imbécil.
Lo siento, cariño. Ese fui yo mismo. —Algo así. — Me encojo de hombros —. ¿Has
traído mi sudadera? — Le había enviado un mensaje pidiéndoselo antes de salir
de casa.
—Ahí, está en mi coche. — Sonríe como si estuviera insinuando algo. Mi
mandíbula se aprieta y me abstengo de responder. Pase lo que pase, tengo que
recuperar esa sudadera esta noche. Hace demasiado frío para no tenerla. Alguien
me ofrece un vaso de plástico con lo que parece ser sidra de manzana.
Seguramente lleva licor y está bien caliente en la palma de la mano, así que le doy
un buen trago. Definitivamente, tiene licor. Cuanto más licor, mejor.
—¿Alguna vez te pones algo que no sea negro? ¿Ni siquiera en Navidad? —,
pregunta con auténtica exasperación. Algunos de nosotros no podemos celebrar
la Navidad, imbécil privilegiada. Suspiro agotado. Tengo que dejar de ser tan
idiota, no es culpa suya haber crecido tan privilegiada.
—No, me gusta el negro. ¿No crees que me queda bien?
Y así, ella se anima con una sonrisa y asiente. —Supongo que tienes razón.
Tengo que cortar esto. Al final del día, Rebecca no es ni siquiera un parpadeo en
mi mente. Todo lo que estoy haciendo es añadir más estrés a mi desbordante
estado mental, y todo es para nada. Ella no me ha ayudado a dejar de pensar en
Rome, en absoluto, lo cual no es su culpa. Nunca tuvo ninguna posibilidad. Me
prometo interiormente que se lo haré saber antes de que nos separemos esta
noche.
—Vamos a montar algunas de estas trampas mortales—, grita James con
entusiasmo.
—¡Con hongos! — añade Julian, y las risas resuenan a nuestro alrededor.
Sacudo la cabeza y casi sonrío. Casi. Todo el mundo se levanta al mismo tiempo y
~49~
His Revelry Bailey Nicole
nos dirigimos en manada a la primera atracción de la noche. La fila no es muy
larga, así que no tenemos que esperar demasiado. Todo el mundo ya está
bromeando con los demás que esperan en la fila. Hago girar el anillo en mi dedo
índice con el pulgar. Todo esto es tan extraño para mí; normalmente Rome y yo
nos mantenemos al margen e ignoramos a los demás. Mientras observo a todos
los que me rodean, sus sonrisas y risas de borrachos me hacen desear retroceder
en el tiempo. Preferiría estar con Rome, haciendo cualquier barbaridad para
volver a ver su sonrisa torcida.
Me meto la mano en el bolsillo y agarro el caballito de madera del carrusel que
me dejó, y por muy enfermo que esté, un calor me recorre el pecho.
—¡Vamos! Suban —, grita el trabajador de la feria, haciéndonos señas para
que avancemos. Me trepo a la plataforma de acero oxidado y subo al infame
Zipper. Definitivamente es la atracción que menos me gusta, y me sorprendería
que James no acabara vomitando las tripas cuando nos bajáramos. Rebecca y yo
nos atamos a la desvencijada jaula y él cierra la puerta, encerrándonos. El gran
trozo de metal se pone en marcha y nos tambaleamos hacia arriba.
Me agarra la mano y la aprieta con fuerza. Se me eriza la piel, pero sonrío con
rigidez, esperando que eso sea lo suficientemente tranquilizador.
Cada vez que entra una nueva pareja, subimos más y más hasta que llegamos a la
parte superior. Es en ese preciso momento cuando nuestra jaula empieza a girar
sobre su eje. Me agarro con fuerza a los barrotes de acero y Rebecca chilla a mi
lado; la atracción aún no ha empezado.
Golpeo el pie con ansiedad y recuerdo haber montado en esta misma atracción
con Rome. No tenía ningún miedo. De hecho, se agarró a los barrotes y meció la
maldita cosa hacia adelante y hacia atrás para que siguiéramos girando. Maldito
loco.
Comienza a sonar una misteriosa música de carnaval, indicando que la atracción
está a punto de comenzar. Por suerte, ahoga la música navideña de fondo. El
fuerte zumbido del sistema hidráulico se pone en marcha y nuestra jaula sigue la
pista hasta el fondo mientras gira. Volamos hacia arriba y hacia abajo y hacia la
izquierda y la derecha, boca abajo. El corazón se me acelera y el estómago se me
hace un hueco en la garganta, mientras los gritos resuenan a mí alrededor,
incluidos los de Rebeca. Aprieto los dientes contra las náuseas. La atracción dura
lo que parece una eternidad y, cuando se detiene, me siento aliviado. ¿Alguien
confía realmente en estas antiguas atracciones de feria o todos somos suicidas?

~50~
His Revelry Bailey Nicole
—No ha estado tan mal—, dice Rebecca con una risa ahogada. Jadea con
fuerza y sé que su corazón se acelera tanto como el mío.
Nos turnamos para salir de nuestras jaulas y nos reunimos de nuevo frente a la
atracción. Chad señala la noria. —¿Qué tal un paseo tranquilo, ya que James
acaba de vomitar por todas partes?
Resoplo una carcajada y me giro para ver a James agarrado al cubo de la basura;
tan predecible. Entre todas las luces de colores que parpadean en cada atracción
y los cómicos trabajadores de la feria, sé que él y Julian se lo están pasando muy
bien a pesar de las náuseas.
Rebecca utiliza mi mano, que aún tiene agarrada hasta la muerte, para tirar de mí
y rápidamente me da un beso en la mejilla. Mis hombros se endurecen y me
enderezo. La conciencia me hace sentir una punzada en la nuca. Me doy la vuelta
para mirar, pero no veo nada; solo a otros estudiantes jugando al juego de los
anillos. Esta noche está siendo extrañamente tranquila, y solo ese hecho me pone
de nuevo en tensión. Me sacudo rápidamente.
Las luces se desvían un poco cuando me doy la vuelta, el alcohol debe de estar
alcanzándome. Me encuentro solo, así que acelero mis pasos para alcanzar al
resto del grupo. Con James a cuestas, le doy una palmada en la espalda. —¿Todo
bien, hombre? — Asiente con una sonrisa boba pegada en la cara.
El trabajador de la feria está haciendo entrar a la gente mientras nos acercamos.
Julian, James y yo entramos en el mismo coche. Miro hacia arriba y veo a
Rebecca ya sentada con un grupo de sus amigas. Gracias a Dios. Me relajo y saco
mi paquete de cigarrillos, encendiendo uno rápidamente. Ya hemos llegado a la
mitad del camino y el viaje debería comenzar en cualquier momento. Levanto la
cabeza y contemplo la oscuridad mientras el viento gélido me hace saltar
mechones de pelo por la frente. Mi mente se dirige directamente a Rome,
preguntándome si se habrá pensado mejor el hacer el ridículo esta noche y habrá
dormido algo. Me muerdo el interior de la mejilla y hago rebotar el pie
repetidamente.
—¿Podrías dejar de golpear esas botas tan pesadas, estás haciendo
tambalear el coche? —, se queja James, un poco pálido. Detengo mis
movimientos y, en ese preciso momento, los engranajes cobran vida y la
espeluznante música de carnaval llena el aire. Exhalo una bocanada de humo y
observo aturdido cómo permanece en el aire.

~51~
His Revelry Bailey Nicole
Ascendemos por la rueda. Es un ritmo lento, pero lo suficientemente rápido como
para que siga pareciendo un poco precario. Estamos girando dentro de una
enorme rueda que está unida a un gran brazo. Puedo ver literalmente el metal
oxidado a nuestro alrededor. Sin mencionar que esta cosa fue construida ayer.
Me pellizco el puente de la nariz. Maldita sea, ¿por qué siempre me hago esto?
En la cima de la rueda, miro a mí alrededor. Veo las cimas de todas las carpas a
rayas, el humo que sale de los vendedores de comida. La gente está inmersa en el
jolgorio, disfrutando del clima fresco y la alegría de las fiestas. Me siento tan
alejado de ellos, incluso de los dos chicos que se sientan justo enfrente de mí.
—Mierda, ¿qué es eso? — dice Julian, interrumpiendo mis pensamientos.
Miro hacia él y me encuentro con la parte posterior de su cabeza. Sigo su línea de
visión y se me cae el estómago a los pies.
James interviene—: ¿Es eso...?
—¡DIOS MÍO! Ese es mi coche. — El grito desgarrador de Rebecca llega a
mis oídos desde tres coches de distancia. Hay una gran nube de humo que sale de
un solo coche en el aparcamiento. La rueda vuelve a bajar y la pierdo de vista—
¡Detengan el viaje! Hay un incendio. — Los gritos de todos resuenan en la noche,
pero se desvanecen en el fondo de mi mente mientras miro fijamente la luna.
Atónito y con la boca abierta.
Rome ha incendiado el coche de Rebecca. Las palabras resuenan en mi cabeza de
forma hipnótica, y cada vez siento un dolor punzante en el corazón.
Probablemente todo el mundo asume que ocurrió de forma natural, pero yo sé
que fue él y, por alguna razón, no puedo creer que haya llegado tan lejos. ¿No
podría haberle cortado las ruedas como una persona normal? No, por supuesto
que no.
Nuestro coche se detiene y salimos rápidamente. Rebecca y sus amigas ya están
corriendo a lo lejos hacia el aparcamiento, y la gente a nuestro alrededor susurra
confusa, preguntándose qué mierda está pasando.
Piso el cigarrillo en el suelo y me paso la mano por la cara. ¿Qué carajo se supone
que debo hacer ahora? Podría estar en cualquier sitio. Tengo que encontrarlo
antes de que haga algo peor que eso. ¿Pero cómo podría ser peor que eso?

~52~
His Revelry Bailey Nicole

Rome
Intenté ser razonable; había abandonado la idea de quemar el coche, en favor de
acechar a Devin. Durante el último par de horas, he estado merodeando por la
feria, vigilando cada movimiento de Devin. Y entonces lo vi. Rebecca lo besó en la
mejilla, y eso... me hizo sentir algo. Un sentimiento que nunca había sentido
antes y esta noche ahogó el aire de mis pulmones. Podría haber caído de rodillas
allí mismo. Me apuñaló y cortó peor que cualquier cuchillo. Eso fue lo que
finalmente me llevó al límite. Incluso, en el estado de mierda en el que se
encuentra mi mente, puedo identificar ese momento como lo que fue. Mi punto
de ruptura.
Saco mi fiel bolsa de cocaína y doy un golpe con el filo de la navaja, e
inmediatamente noto la sensación de calor goteando sobre mi labio. Me lo limpio
con el dorso de la mano e, incluso en la oscuridad del aparcamiento, puedo
distinguir su color rojo oscuro. Mierda. Me lo limpio en el jersey de Devin.
Cuando abrí la puerta de su coche para rociar el interior con gasolina, lo encontré
tirado en el asiento del copiloto. Eso solo me dio más ganas de quemar al hijo de
puta. Me arreglé la sudadera con capucha, para que me mantenga la sombra en la
cara.
El sonido de los zapatos golpeando el pavimento me saca de mi trance. ¿Será ella
que viene a intentar salvar su coche? Qué pena. Para cuando llegue el camión de
bomberos, los daños causados por el humo ya habrán hecho que el coche sea un
desastre. Si no tuviera esa horrible matrícula -HOTG1RL- nunca habría
recordado cuál era su coche.
Vuelvo a la feria. Es demasiado fácil colarse. La mayoría de los estudiantes saben
que la forma más sencilla de escabullirse de la escuela es a través de la valla
detrás del campo de fútbol, y funciona igual para volver a entrar. Después de
saltar la valla, oigo las sirenas del camión de bomberos resonando en la noche. La
multitud ha disminuido desde antes, estoy seguro de que muchos de los
asistentes a la feria fueron a presenciar. Bien. No les gustará lo que viene a
continuación.
Me acerco al gran árbol de Navidad falso que está instalado frente a la atracción
del carrusel. Se eleva por encima de nosotros, a unos tres metros de altura.
Adornado con luces y adornos. Las ramas están cubiertas de nieve falsa. Algunas
chicas se hacen selfies delante de él, como siempre hacen. Durante el día, nuestro

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His Revelry Bailey Nicole
propio director se pone el traje de Papá Noel y lo utiliza como telón de fondo
mágico para las fotos que se hace con las familias.
Es la parte que más odio de la Navidad. No importa cuántos años pasen, ver a las
familias celebrando la Navidad juntas sigue doliendo. No sé lo que es tener una
familia así y nunca lo sabré. Es jodido, porque soy capaz de evitar este dolor
desgarrador durante todo el año, pero es aquí donde algunos niños se sientan en
el regazo del falso Santa Claus cada diciembre, y cada vez me sumerjo de nuevo
en mi infancia. Vulnerable y solo.
—¡Rome! — El barítono grave de Devin me produce un escalofrío,
sacándome de mis pensamientos. No giro para ver dónde está, me doy cuenta de
que está lo suficientemente lejos. En su lugar, atravieso el camino a toda
velocidad hacia la casa de los espejos; será la forma más fácil de evadirlo, para
poder terminar lo que he venido a hacer. Escucho sus pasos detrás de mí
mientras me apresuro a entrar, manteniendo la cabeza baja. Este lugar es un
mundo completamente diferente, con espejos a mi izquierda y a mi derecha y en
casi todas partes. La música navideña está a todo volumen y las luces
estroboscópicas hacen que la situación sea mucho más desorientadora.
Soy lo suficientemente consciente como para saber que no hay manera de que
pueda navegar por esta mierda en mi estado mental actual, así que hago lo más
inteligente. Me pego al espejo que hay a mi izquierda y veo cómo Devin pasa
junto a mí, con las palmas de las manos extendidas delante de él para tantear los
espejos. Sonrío y salgo por donde he entrado. Dependiendo de lo borracho que
esté Dev, debería ser capaz de salir de allí con bastante rapidez, así que tengo que
ponerme en marcha.
Doy unos pasos en dirección al carrusel y casi me derrumbo, agarrándome a la
verja de acero para mantenerme en pie. Mierda. Mis ojos empiezan a cerrarse y la
negrura se mezcla con las coloridas luces navideñas en un remolino en el que
podría quedarme a la deriva para siempre.
Una mano pesada me da una palmada en la espalda y me despierta. —¿Estás
bien, hombre? —, me pregunta un trabajador de la feria.
Me limpio la nariz y continúo avanzando con el piloto automático, sin detenerme
al notar la sangre que me mancha la palma de la mano.
Dirijo mis ojos ardientes hacia el carrusel: está girando y los caballos se deslizan
hacia arriba y hacia abajo, pero no hay nadie montando en él. Me imaginé que

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His Revelry Bailey Nicole
sería así, porque el público mayor de la noche no suele tener interés en montar en
la atracción para niños. Me alegra ver que mi intuición era correcta. Me escabullo
hacia las afueras de la feria, detrás de la casa de los espejos. Completamente
envuelto en un manto de oscuridad, navego hacia el carrusel y me agacho.
Anoche llené dos jarras de plástico con gasolina y las escondí aquí, debajo de la
plataforma. Después de sacarlas, las destapo rápidamente y me pongo a trabajar
salpicando la plataforma mientras gira. Rebusco en mi bolsillo y saco el
encendedor Zippo que me prestó Dennis y lo abro.
—¡Rome! ¿Qué mierda estás haciendo? — Maldita sea, no podría haber
esperado un par de minutos más. Levanto la vista y lo encuentro desplomado,
con las manos sobre las rodillas, jadeando.
—Deberías bajar la voz.
Su cara se tuerce y trata de dar un paso hacia mí. Ni de broma. Enciendo la llama
del mechero y la mantengo sobre el carrusel altamente inflamable. —Ni un paso
más, Dev. Voy a hacer esto y no me vas a parar, carajo. Esta vez no.
Se pasa las manos por el pelo, tirando de él sin descanso. —¿Por qué? ¿Cuál es el
objetivo de todo esto, Rome? — No le doy importancia a su angustia y miro la
llama. Parpadea y baila con el viento de forma hipnótica. Ha hecho esto.
—Porque si no estás en él, nada me gustaría más que ver el mundo arder—.
Entonces suelto el mechero y lo sigo con la mirada, casi a cámara lenta, mientras
Devin me tira al suelo. Oigo el silbido del fuego al encenderse, incluso por encima
de la música. Me pierdo viendo cómo se propagan las llamas mientras el carrusel
da vueltas y vueltas, en trance.
Devin me da un puñetazo sobre la parte delantera de la sudadera, arrastrándome
hacia arriba, y yo me zafo de él y me arranco de su agarre. —No me toques. — Las
palabras salen de mi garganta con veneno.
—¡Tenemos que salir de aquí! Debemos irnos. Ahora—, me suplica.
—No vamos a ir a ninguna parte. — Giro sobre mis talones y salgo
corriendo hacia la valla que salté para meterme. Con seguridad, puedo escuchar
los pasos de Dev golpeando detrás de mí mientras corro a través de las sombras
detrás de los paseos. A continuación, llegan los gritos estridentes que atraviesan
el aire nocturno. La satisfacción se extiende por mí junto con una vorágine de
adrenalina. Llego a la valla y la salto con un solo movimiento. Tengo que seguir
corriendo, porque los asistentes a la feria no tardarán en llegar al aparcamiento.

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His Revelry Bailey Nicole
Me arriesgo a mirar hacia atrás y veo el humo que se eleva hacia el cielo y las
brasas que vuelan alrededor, deseando poder ver cómo la cosa se quema hasta los
cimientos. Si no fuera por el maldito Devin, habría podido hacerlo. Arruinó todo
lo que tenía, ¿y ahora tiene que arruinar también mi diversión?
Atravieso la calle con facilidad y corro hacia lo más profundo de los árboles; en la
primera oportunidad que tengo, me escondo detrás de uno de ellos. En cuestión
de segundos, los pasos de Dev golpean la suave tierra y yo salto y corro a toda
velocidad hacia él. Chocamos y lo derribo al suelo. Impulsado por la ira y el odio,
le doy un puñetazo en la cara, pero rápidamente consigue hacernos rodar y me
inmoviliza en el suelo. Le gruño, desquiciado, porque ¿quién se cree que es? No
tiene ningún puto derecho. Se pone en cuclillas sobre mí y enseña los dientes. —
Para de una puta vez, Rome.
Es un gran hijo de puta, pero giro la cara y le clavo los dientes en el antebrazo. —
¡Mierda! — Sisea y me sacude. Con mi brazo recién liberado, consigo patear mi
rodilla por debajo de él y saco mi navaja del bolsillo. Se la pincho en el esternón
—. Suéltame, maldita sea.
Me clava una mirada gélida, pero se pone de rodillas y se levanta. Sigo sus
movimientos y, cuando estamos de pie, me lanzo hacia delante y le rodeo la
garganta con el antebrazo, presionando el cuchillo contra la piel por encima de su
yugular.
—Escúchame, Devin, porque ya no estoy jodiendo. Camina—, le susurro al
oído desde atrás. Su pecho sube y baja rápidamente con respiraciones furiosas,
pero da un paso adelante. Lo guío, con mi cuchillo en la garganta, unos metros
hasta La Mazmorra.
Hago un gesto hacia la solitaria silla que sigue situada donde la dejé entre los
escombros. —Siéntate. — Se queda quieto —¡He dicho que te sientes en la puta
silla, Dev! — Grito, con el corazón acelerado. Soy consciente de que estoy
perdiendo la compostura, pero se me está acabando la paciencia. Meses. Llevo
meses manteniendo un control estricto, pero parece que ya no puedo.
Por fin se sienta y, con mi cuchillo aun apuntando en su dirección, me agacho y
agarro el manojo de luces de Navidad que he robado hoy mismo. Las cejas de Dev
se fruncen en confusión mientras empiezo a envolverlo como si fuera una cuerda.
—¿Esto es realmente necesario? — Lo es, porque a estas alturas apenas puedo
mantenerme en pie y necesitamos tener una buena charla. Una vez que está

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His Revelry Bailey Nicole
amarrado por el respaldo de la silla y asegurado con fuerza, meto la mano en su
bolsillo y saco sus cigarrillos. Me mira fijamente mientras enciendo uno.
Doy unas cuantas caladas e intento calmar la ventisca de pensamientos que hay
en mi cabeza. He esperado este momento durante mucho tiempo, pero ahora que
estamos aquí, me resulta difícil encontrar las palabras adecuadas. —¿Por qué?
¿Por qué lo hiciste?
Él traga con fuerza. —Tú sabes por qué.
Mis fosas nasales se agitan y cierro la mano en puño. Vuelvo a sacar mi cuchillo y
me acerco a él, mostrando la hoja en su cara. —Deja de decirme esas tonterías.
Quiero que me mires a los ojos y me digas por qué me has dejado. — Aprieta los
labios con firmeza, y palidecen por la fuerza.
—¡No importa, mierda, Rome! Así es como tiene que ser. — Las palabras
salen de su boca aparentemente a su pesar. Me apresuro a desabrochar el botón
de sus vaqueros y se los bajo, por debajo de las rodillas. Intenta detenerme, pero
me niego. Con un enfoque único, presiono la punta de mi cuchillo en la carne de
su muslo y lo arrastro hacia abajo. Sisea, pero se queda totalmente quieto. Una
bonita línea vertical y recta. Pequeñas gotas de sangre suben a la superficie... no
mucho. No he presionado mucho.
—Dime otra vez que no importa, te reto a que lo hagas. Todo esto importa,
mierda. Me abandonaste. — Mis ojos arden de lágrimas cuando las palabras caen
de mis labios, ahora temblorosos. Afianzo mis manos temblorosas y vuelvo a
cortar su piel —. Eso es por hacerme llorar por primera vez en más de diez años—
, susurro sombríamente con los ojos clavados en la herida.
—No te he abandonado, Rome. Nunca podría hacer eso—, dice, con la voz
estrangulada.
—Entonces, ¿cómo carajo lo llamas? — Exploto —¡Por fin encontré en mí la
posibilidad de amar a alguien y unas horas más tarde, me desperté y no estabas
en ninguna parte! — Se queda con la boca abierta y su rostro palidece. Arrastro la
hoja por su piel una vez más. El último y definitivo corte. La "R" ensangrentada
se desdibuja mientras mis ojos se llenan de lágrimas y parpadeo.
Sus ojos también están fijos en ella, con la mandíbula crispada. —Ya está. Me
tiraste como si fuera basura, pero ahora nunca podrás olvidar lo que hiciste. Te
perseguirá para siempre. — No puedo evitar que mi polla se endurezca al ver mi
inicial grabada permanentemente en su piel. Justo donde siempre he estado. Sin

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His Revelry Bailey Nicole
pensarlo dos veces, me arrodillo y arrastro mi lengua por la sangre, saboreándola
con mi boca. Se estremece.
—¿Qué estás haciendo, Rome? Para.
Sigo lamiendo la herida aturdidamente, con el calor floreciendo en cada
centímetro de mi piel. Me doy cuenta de que su polla está tan dura como la mía y
una sonrisa de satisfacción se dibuja en mis labios. —No puedes resistirte a mí
por mucho que lo intentes—, reflexiono mientras llevo mi hoja a sus calzoncillos.
Con un rápido movimiento, los abro.
Un gemido gutural sale de su pecho. —Para, la puta madre—, dice, como si
pudiera decirme lo que tengo que hacer, sobre todo ahora. Ahora está a mi
merced. Intenta apartarme de un empujón, pero me mantengo firme.
Recojo toda la saliva y la sangre que queda en mi boca y dejo que ruede por mi
lengua hasta su polla hinchada. La saliva teñida de carmesí se desliza por el
tronco y se acumula en el saco. El único sonido en la habitación es la respiración
entrecortada de Devin mientras me inclino hacia abajo y presiono con la lengua
su pesado saco, recorriendo todo el camino hasta la cabeza redonda y oscura.
Mueve sus caderas, sacudiéndome. —Rome, no lo hagas. Por favor—, me suplica,
pero es mentira, y ambos lo sabemos.
—Voy a probarte por última vez, y no me importa lo que tu puta boca
mentirosa tenga que decir al respecto. — Lo rodeo con mis labios y me sumerjo
hasta la base de una sola vez, y él gime.
Me dan arcadas y la saliva sale volando alrededor de su base, aferrándose a la
mata de pelo que hay allí. Empujo con más fuerza, enterrando mi nariz en él,
inhalando lo mejor que puedo con su ancho grosor alojado en mi garganta. Se me
ponen los ojos en blanco y gimo. Dios, quiero tragármelo entero. Continúo
chupando y hago girar mi lengua alrededor de su pene. Me pierdo en ello, y nada
podría hacerme parar en este momento, ni el dolor de mi mandíbula ni el hombre
que me ruega que me detenga, incluso cuando siento su polla palpitando en mi
lengua. Se corre con un gemido angustioso, sus caderas se levantan con la fuerza,
y yo me trago hasta la última gota.

~58~
His Revelry Bailey Nicole

Cinco
Devin
“Red Water (Christmas Mourning)”—Type O Negative

Jadeo con fuerza y aprieto los ojos. —Maldita sea, Rome. No tenías que hacer
esto. — Se apoya en los talones con la sangre y la pintura blanca y negra
embadurnadas en la barbilla. Unas pesadas bolsas negras rodean sus ojos
enloquecidos e inyectados en sangre. Tantas emociones me golpean como olas
masivas, una tras otra. Arrepentimiento. Rabia. Culpa. Angustia. Amor.
Rome mira aturdidamente mis botas. —Desátame para que podamos hablar de
verdad—, intento, y para mi sorpresa, abre su cuchillo y empieza a cortar los hilos
de luz. Su rostro está completamente inexpresivo, como si ya no estuviera
presente.
Me pongo inmediatamente en pie y me subo los vaqueros. Rápidamente, lo
agarro por los hombros y lo hago retroceder hasta que golpea la pared de
hormigón con un golpe seco. Le sujeto la nuca y utilizo mis caderas para
atraparlo allí. —¿Es esto lo que querías? — Me quejo, presionando mi polla aún
dura contra su culo cubierto de vaqueros. A pesar de lo jodido que sabemos que
es esto, su culo empuja contra mí —. No tenías que quemar un coche y una puta
atracción de feria para conseguirlo, Rome.
—Obviamente, lo hice—, dice con maldad.
Sé lo que necesita ahora, y no escuchará una palabra de razón hasta que lo
consiga. Así que así es como tiene que ser. Lo hago girar por el hombro y lo
empujo al suelo. Sus rodillas golpean el suelo y se queda allí, mirándome como
un puñal. Ya he tenido esta fantasía unas cien veces, y el corazón se me revuelve
en el pecho al ver que se hace realidad.
Me pongo en cuclillas frente a él y le paso el pulgar por la mejilla con suavidad
antes de metérselo en la boca. Sus ojos se abren de par en par y lo engancho
alrededor de su mejilla, estirando la carne de par en par. —Te has portado fatal,
¿lo sabes, Rome? Provocando incendios. Acosándome. — Sacudo la cabeza con

~59~
His Revelry Bailey Nicole
decepción, porque además de todo lo demás, estoy decepcionado con él. Ninguno
de los dos puede salir de esto con inocencia. Me sostiene la mirada con fiereza —.
Escúchame bien, vas a demostrarme que te arrepientes de lo que has hecho. ¿Lo
entiendes?
No responde, así que retiro el pulgar y le doy una fuerte bofetada. Su cara se
desplaza hacia un lado con la fuerza del golpe y un dulce gemido sale de sus
labios. La única noche que pasamos juntos me abrió los ojos a una dinámica
totalmente nueva entre nosotros, y no he podido olvidarla. Le encanta ceder su
control y ser degradado así. Pude verlo en sus ojos esa noche, y estoy bastante
seguro de que es porque sabe que me tiene tomado por las pelotas.
Le agarro la barbilla, obligándole a mirarme de nuevo. Bajo la voz a niveles
mortales. —No voy a repetirme otra vez. ¿Lo entiendes? — Sus ojos brillan y
asiente. Eso es todo lo que necesitaba —. Levántate y bájate los vaqueros y los
calzoncillos. Luego ponte de rodillas. — Trabaja rápida y eficazmente, y cuando
vuelve a estar en el suelo, me mira con esos ojos grises y fríos.
Enderezo los hombros. —Lame mis botas, pequeño psicópata. Es lo menos que
puedes hacer.
Sus facciones se tensan, pero se inclina muy lentamente y saca su lengua, un
pequeño lametazo a la punta de mi bota izquierda. Se me hace la boca agua ante
la visión que tengo. Rome, a cuatro patas, con el culo desnudo al aire. Mi polla
palpita, así que me agacho y le doy una caricia, luego aprieto la base. —Creo que
puedes hacerlo mejor, quiero que brillen para cuando termines. Mójalas bien.
Lámelos como si estuvieras lamiendo la "R" de mi muslo—, gruño la orden.
Él sube de nivel y se esfuerza más. Aplana la lengua y la arrastra desde la punta
del pie hasta el talón. Luego pone el mismo cuidado en el otro lado. —Bien—,
gimo. Asiente con la cabeza y menea el culo en el aire. Golpea con la nariz el
lateral de la bota y lo oigo olfatear largamente.
Mierda. Mi saco se contrae mientras la necesidad de correrse me invade.
—No pares.
Me agacho y le muestro dos dedos. —Chupa. Hazlo con cuidado. — Aprieto el
globo redondo de su culo con la otra mano, tirando y amasando la carne. Le da un
último lametón al cuero antes de girar y metérselo los dedos en la boca —.
Mierda, sí—, respiro. Se los quito de la boca, se los llevó al culo y empiezo a

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frotarlo con un movimiento circular. La piel fruncida se tensa bajo las yemas de
mis dedos.
—Concéntrate en lo que estás haciendo y relájate—, le aseguro. Gime contra
la punta de mi bota. Aplico un poco de presión y observo atentamente cómo su
culo absorbe mi dedo índice. Rome se pone rígido y respira profundamente un
par de veces —. Ya está, mi pequeño y buen psicópata. Está bien—. Saco el dedo
casi por completo y lo vuelvo a meter. En un par de minutos, consigo meter los
dos dedos. Lo hago despacio, y Rome mueve el culo de un lado a otro para recibir
cada empujón mientras lame mi bota lánguidamente. Muy pronto, le meto los
dedos con facilidad. Se detiene y apoya su frente en los cordones de mi bota, y me
llegan gemidos ahogados. Nunca lo había oído sonar así, y es todo lo que puedo
hacer para no reventar.
Retiro los dedos y tiro de él para que se levante. Agarro su cara enrojecida con las
dos manos y lo beso sin sentido, lamiendo su boca. Me chupa la lengua y se aferra
a mi labio con los dientes.
—Ve, arrodíllate en el sofá—, gruño —. Probablemente tus rodillas ya estén
doliendo.
—Lo están, mierda, imbécil— dice, mientras se arrastra hasta el sofá y se
pone en posición. Una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios. Si todavía puede
burlarse de mí de esa manera, entonces las cosas deben estar mejorando.
Me acerco al sofá lentamente, cada paso resuena en la habitación. En cuanto
estoy lo bastante cerca, le toco las dos nalgas, estirando y tirando de la piel suave
y pálida. Los separo y arrastro mi lengua plana sobre su entrada. Entierra la
cabeza en los antebrazos. Su gemido ahogado va directamente a mi polla y me
estimula. Lamo, chupo y beso su agujero con fervor. Mierda, podría hacer esto
toda la noche. Se restriega contra mi cara sin pensar, y mi lengua se desliza en la
piel ahora suave y resbaladiza de su agujero. Se estremece y jadea salvajemente.
Visiones de él cabalgando mi cara parpadean detrás de mis ojos, quiero que me
aplaste y me asfixie con su culo. Quiero estar jadeando cuando acabe conmigo.
Mierda. Bombeo el puño alrededor de mi polla con furia y deslizo la lengua
dentro y fuera de su suave entrada un par de veces más, y luego me alejo. —
Maldita sea, Rome—, digo —. Necesito entrar dentro de ti. Ahora. — Gira la
cabeza y me mira a través de sus gruesas pestañas. Su perfil anguloso es tan
llamativo que extiendo la mano y rozo con la yema del dedo su pómulo, y luego le
presento la palma —. Mójala bien, pequeño psicópata. — Sus ojos se oscurecen

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aún más antes de que recoja toda la saliva en su boca y la deje rodar por su lengua
hasta mi mano extendida. Luego, lo lame y esparce.
—Suficiente. — Si no lo detengo ahora, no podré hacerlo.
Cubro mi polla con su saliva y dejo que mi propia saliva caiga en su entrada por si
acaso. —Te voy a joder fuerte. Así es como lo quieres, ¿verdad, mi pequeño
psicópata?
—Por fin, maldita sea. Date prisa. — La forma de rogar de Rome me hace
sonreír, mientras apunto la gorda cabeza de mi polla a su entrada. Con solo un
poco de presión, ya se está hundiendo. Suspira con brusquedad y los músculos de
su culo se aprietan deliciosamente. Intento ir despacio porque sé que es su
primera vez. Empujo con más fuerza y su agujero me absorbe aún más. El sudor
se me acumula en la frente. Me inclino y recorro con la lengua la dura línea de su
omóplato hasta su cuello. Me aferro a él con los dientes mientras meto el resto.
Grita y se pone rígido.
—Te sientes tan jodidamente bien, pequeño psicópata. Ves, sabía que no
eras malo. Mira lo bien que estás siendo. — Giro mis caderas, sacando y
empujando un poco hacia adentro. Sus ojos se cierran en éxtasis mientras
asiente, con su cabeza contra la mía.
Me enderezo y agarro sus caderas con fuerza, clavando mis dedos en su suave
piel. Entonces, veo cómo mi polla se desliza dentro y fuera de él. Jadeo con los
dientes apretados al ver cómo su agujero se extiende imposiblemente alrededor
de mi verga. Carajo. Es tan perfecto que quiero poseerlo y quedármelo todo para
mí.
—Agarra tu polla, Rome. — Se agacha y veo su tonificado bíceps flexionarse
mientras su puño vuela arriba y abajo. Ahora que se ha acostumbrado a mí,
empiezo a follarlo brutalmente. Me echo hacia atrás y me abalanzo sobre él.
Utilizando mi agarre en sus caderas para que se adapte a mis empujones. Puedo
oír su aliento saliendo de él con cada empuje. Gimotea, suplica y llora. Mierda,
nunca lo había visto tan deshecho. El golpeteo de piel contra piel llena la
habitación. Nuestros cuerpos están ardiendo, el calor irradia de nuestra carne
como un aura tan espesa que es difícil respirar. Mi pecho se contrae.
—Me voy a correr, Dev—, dice ahogando las palabras mientras su cuerpo
empieza a convulsionar. Siento sus paredes palpitando alrededor de mi polla.

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—Córrete para mí, mi “pequeño psicópata", solloza largo y tendido, y luego
se queda quieto. Lo golpeo dos veces más, y todos los músculos de mi cuerpo se
contraen. Mis pelotas se tensan más que nunca y mi orgasmo me atraviesa como
un puto éxtasis.
Me desplomo, dejándome caer sobre su espalda. Entierro mi cara en su cuello y
chupo su piel. Nuestras respiraciones jadeantes se mezclan, mientras bajamos del
mayor subidón que he experimentado en mi vida. O tal vez fue un bajón, porque a
través de él, llegué a una conclusión. Me niego a mantener a Rome en la
oscuridad, podemos resolver esto juntos. Tenemos que hacerlo.
Me separo de él suavemente y me pongo de pie. Se da la vuelta y apoya la cabeza
en el respaldo del sofá. Tiene la cara roja y sudorosa y me mira expectante. Su
mirada siempre me pone nervioso. Nadie más que él tiene ese efecto sobre mí.
Los dos nos ajustamos un poco y nos subimos los pantalones.
Respiro hondo y me arreglo—No sabía que me querías. Incluso, después de todos
estos años, puede ser imposible leerte. En ese momento, parecía más probable
que te dejaras llevar por la corriente, dándome lo que quería. — Me restriego las
manos por la cara —. No tengo ni puta idea, ok. Creía que te daba pena. Siempre
era yo el que se aferraba a ti.
Se levanta, de repente, y toma mi paquete de cigarrillos del suelo. Tras sacar dos,
los enciende y me da uno. Asiento con la cabeza, agradecido de tener ahora algo
que hacer con mis manos temblorosas.
—Aunque fuera así, sigue sin explicar por qué has cortado todos los lazos
conmigo de la noche a la mañana, Dev.
Suena agotado. Cansado de mi mierda. —La cosa es, Rome, que por mucho que te
quiera, no podemos estar juntos. Y después de esa noche, sabía que no podía
volver a ser solo amigos. Habría sido imposible. — Solo pensar en ello hace que
me duela el corazón.
—¿Por qué carajo no? ¿Qué te detiene?
—¡Mi padre! — Las palabras salen de mi boca, y empiezo a pasearme de un
lado a otro de la habitación, fumando furiosamente en cadena —. Me echaría en
cuanto se enterara, y no sin luchar. Y no es que pueda quedarme contigo; Bert no
es jodidamente mejor. — Me paso las manos por el pelo, tirando de él —. He
trabajado todo este tiempo para salir de este infierno y cualquier oportunidad se
habría ido a la basura. ¿Adónde iría, Rome? No puedo vivir aquí en La puta

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Mazmorra. — Se da la vuelta y empieza a caminar hacia la puerta, sin decir nada.
Me adelanto y lo agarro por el hombro —. ¿A dónde demonios vas?
Me observa con una mirada tan despiadada que casi le suelto el hombro. —Voy a
ocuparme de Dennis.
Mis ojos se abren de par en par, sorprendidos. —¿Qué? ¿No has oído lo que acabo
de decir?
Me presiona con el dedo en el pecho. —Sabes, Devin, si me hubieras dicho esto en
lugar de huir como un maldito cobarde, no estaríamos en este lío. No te
preocupes, ya lo he resuelto por nosotros. Vivirás con Suzie por un tiempo, pero
no antes de que le muestre a Dennis lo mal que lo ha hecho todos estos años.
Puedes ayudar. O no; realmente, no me importa.
Sin pensarlo, golpeo mis labios contra los suyos. —No soy un puto cobarde—,
gruño contra su boca.
Se acerca y siento su pecho agitado contra el mío. Me muerde el labio con fuerza y
la sangre cobriza me llena la boca. —Lo sé, pero seguro que has actuado como tal.
Me necesitas, claramente. — Después de todo, se las arregla para ser sarcástico.
—Mírate, Rome. — Lo recorro con la mirada de arriba abajo —. Tú también
me necesitas, claramente. — Y lo último que esperaba que sucediera, sucedió. Él
sonríe, una amplia y torcida. Llega, incluso, a las esquinas de sus ojos. Aprieto mi
frente contra la suya y doy un paso atrás —. Hagámoslo entonces, maldito
psicópata.
Se encoge de hombros con esa mirada traviesa y se quita la chaqueta de cuero,
luego se sube la sudadera con capucha que había debajo por la cabeza. —Aquí
está tu sudadera con capucha.— Sacudo la cabeza, no me había dado cuenta de
que la llevaba.
Salimos y empezamos a caminar, uno al lado del otro. Nos dirigimos a la
caravana de mierda a la que ya no tendré que llamar casa y entramos. Es la
misma escena que he visto un millón de veces: papá, borracho como la mierda en
el sofá, viendo la televisión, rodeado de basura.
Rome cierra la puerta detrás de nosotros y lo saca de su estupor. —¿Quién carajo
te crees que eres para dar un portazo en mi casa? —, brama, con la cara
enrojecida.

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—Ese soy yo—, dice Rome mientras se acerca a mi lado. Me agarra la cara y
me da un largo beso en los labios, y me cuesta toda la contención que tengo para
no inmovilizarlo contra la pared y follarlo aquí mismo. Rompe el beso y se gira
hacia mi padre justo cuando este se levanta del sofá con más velocidad de la que
yo creía. Rome saca su cuchillo y lo apunta hacia él —. Siéntate, pedazo de
mierda.
—Siempre supe que eras un puto maricón. Los dos. Tu madre se está
revolcando en su tumba, ahora mismo.
En segundos, volteo la mesa de café y le atravieso la cara con mi puño. Su cabeza
se mueve hacia atrás y mi pecho se agita. Mierda. Se siente tan bien hacer esto
por fin. La sangre bombea por mis extremidades mientras le rodeo la garganta
con la mano. —Mi madre se revuelve en su tumba desde el momento en que la
pusieron ahí por tu culpa—, le digo de un gruñido. Las venas de su frente parecen
estar a punto de estallar y su rostro se ha vuelto rojo como la remolacha.
—Quizás no debas ahogarlo hasta la muerte, Dev—, me susurra Rome al
oído —. Eso no serviría de nada. — Tomo aire y quito la mano de su garganta.
—Maldito cobarde—, escupe. Vuelvo a cerrar el puño, pero Rome me
detiene. Me empuja a un lado y se pone en el espacio de mi padre. Entonces,
presiona la hoja de su cuchillo en la garganta del lamentable saco de mierda.
—Cada vez que le diste una paliza a un niño indefenso al que se suponía
que querías, te llevó a este momento. Todos los hematomas y los huesos rotos.
Toda tu puta vida ha sido para nada, pero la de Devin no lo será. Se va a ir y no va
a volver nunca. Buena suerte mirando tu miserable vida todos los días—, dice con
el tono más mortífero que he oído salir de su boca y le da un puñetazo a mi padre
en la nariz. La sangre sale a borbotones y sus ojos se ponen en blanco mientras se
desploma en el sofá.
Rome se da la vuelta y me mira a los ojos antes de caer en mis brazos. Lo
sostengo lo mejor que puedo, con el corazón golpeándome las costillas. Le aprieto
la cara con una mano. —Rome. Rome, despierta. ¿Estás bien? — Mierda, mierda,
mierda ¿Qué ha pasado?
Empieza a abrir los ojos con dificultad y el alivio me invade. —Necesito dormir—,
susurra. Me agacho, lo levanto en brazos y lo llevo al baño. Con el nivel de
intoxicación de mi padre, no se despertará durante un rato.

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—Primero tienes que lavarte. Estás cubierto de sangre, gasolina y pintura.
¿Puedes ponerte de pie?
Se frota los ojos agresivamente. —Sí. Estoy bien. Una ducha rápida y luego a
dormir.
Enciendo la ducha mientras él se desnuda y entra. Me desvisto y lo sigo,
envolviéndolo inmediatamente en mis brazos. Deja caer su frente sobre mi
hombro. —Se merece algo peor que eso. Quería abrirle la cara.
Mi corazón se tambalea en mi pecho. —Te amo—, murmuro.
—¿Estás seguro de eso, Dev? — Sus palabras son como una patada en el
estómago.
Me arrodillo y lo miro. —Lo siento. Siento mucho haberte hecho pasar por esta
mierda, Rome. Siempre te he amado, desde el principio. — Mis ojos escuecen
mientras miro los suyos, grises como el acero —. Estos últimos meses han sido los
más duros de toda mi vida. No sé en qué mierda estaba pensando. La vida sin ti
no vale la pena, es hueca y sin sentido. Lo eres todo para mí, Rome, y nunca
estarás solo mientras yo siga viva.
Me pasa los dedos por el pelo mojado y levanta la cabeza hacia el techo como si
estuviera luchando consigo mismo. Le agarro las manos con fuerza. —Mírame. —
Su cabeza gira hacia delante —. Dime que me amas y que todo irá bien.
Se arrodilla delante y presiona su frente contra la mía. —Te amo, Devin. El amor
que siento por ti es el único que he conocido. Todavía no sé cómo manejarlo, pero
todo saldrá bien.— Entierro la cara en el hueco de su cuello para ocultar las
lágrimas que caen por mi cara. Nunca lo había pensado así, ni siquiera había
considerado que él nunca había tenido un padre al que amar, ni siquiera un
amigo. Me abraza con más fuerza mientras los sollozos me sacuden el pecho.
Intento reprimirlos, pero no puedo.
Después de un rato, por fin salimos de la ducha y nos secamos. Le doy algo de mi
ropa para que se la ponga y caliento en el microondas algo de comida para que
comamos. —Ni siquiera recuerdo la última vez que comí—, dice.
Lo fulmino con la mirada. —Quizá, deberías dejar la cocaína.
Asiente con la cabeza, mirando al suelo. Comemos rápidamente, tomamos mis
mantas y volvemos a La Mazmorra. Parece que un huracán ha atravesado el
maldito lugar, así que pasamos un rato ordenando todo. Apilamos todos los

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muebles rotos en un lado de la habitación y recogemos las velas y otras mierdas
que salieron volando de la mesa y que Rome debió romper.
Finalmente, Rome se deja caer en el sofá y yo me aprieto frente a él. Su brazo me
rodea la cintura y su pierna enjaula la mía. Me agarro a su antebrazo y envío un
silencioso agradecimiento al universo por habernos hecho pasar por esta mierda
y habernos reunido de nuevo.
A la mañana siguiente, me despierto con él todavía abrazándome, y creo que
nunca me había sentido tan cuidado desde antes de la muerte de mi madre. No
quiero moverme, pero la ansiedad se agolpa en mis entrañas ante lo que tengo
que hacer a continuación. No hay más tiempo que perder, el sol ya parece
ponerse.
Me incorporo, separándome suavemente de sus brazos, para que no se despierte.
Necesita dormir todo lo que pueda. Agarro mi teléfono y salgo a la calle. El aire
fresco me despierta y maldigo. Mierda. Este frente frío me está pateando el
trasero.
Sin dejar de pensar en ello, marco el número de Suzie. Ella contesta al primer
timbre. —Hola, Devin. ¿Va todo bien? Me enteré del incendio en la feria de
invierno de anoche. ¿Estás bien? ¿Dónde está Rome? — Habla a mil por hora, y la
sinceridad de su voz aún consigue sorprenderme.
—Estoy bien, bueno, más o menos. Estamos los dos en La Mazmorra.
Algunas cosas... pasaron anoche... con mi padre. Me preguntaba si podrías, tal
vez...
—Por el amor de Dios, Devin. Escúpelo ya. Me tienes muy preocupada.
Respiré profundamente. —Necesito un lugar donde quedarme.
Ella resopla en el teléfono, sonando enojada. —¿Qué ha hecho Dennis esta vez?
Me aclaro la garganta, que se seca rápidamente. —Él es... Yo soy... Bueno, soy
gay. No está muy de acuerdo con eso.
—Bueno, tal vez debería ir allí y darle un poco de mi opinión. Estoy harta
de su mierda. — Mis ojos se abren cómicamente. Suzie debe estar lívida si está
maldiciendo.
—Eso no es realmente necesario. Está... controlado. — No quiero contarle
los detalles, pero ella me conoce a mí y a Rome. Estoy seguro de que tiene una
idea general —. Solo necesito un lugar para quedarme, para poder graduarme e ir
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realmente a la universidad. Sé que es mucho pedir, pero podemos llegar a un
acuerdo. Puedo conseguir un trabajo a tiempo parcial y pagarte lo que gane...
—Cálmate, querido. Claro que puedes quedarte conmigo, sabes que tengo
una habitación libre. Solo acumula polvo. Solo asegúrate de seguir en la escuela y
de colaborar en la casa, y todo estará bien.
Mi cabeza se inclina hacia el cielo y suspiro aliviado. —No puedo agradecerte lo
suficiente, Suzie. No sé qué haría sin ti.
—Está bien, Devin. He rezado por ti desde que eras un niño. Te he visto
crecer y mantenerte fuerte, y nada quiero más que ayudarte a superar esto. —
Hace una pausa—. Y a Rome. Dile que empaque sus pertenencias también. Estaré
allí en una hora, antes tengo que sacar a Fluffy a pasear.
Me quedo boquiabierto, sin palabras. —¿Rome?
Se ríe. —Bueno, es tu novio, ¿no? No es muy sorprendente, querido. ¡Oh!
¡Ustedes dos pueden ayudarme con la cena de Navidad en unos días!
Abro y cierro la boca un par de veces buscando las palabras adecuadas, pero me
quedo en blanco. Me aclaro la garganta de nuevo. —Um. Ok, sí, ayudaremos.
Gracias de nuevo.— Y entonces me asusto y cuelgo. Mierda. Me doy la vuelta y
vuelvo a entrar rápidamente.
Rome sigue tumbado en el sofá, pero está despierto y navegando en su teléfono.
Voy directamente hacia él y me arrodillo. Le agarro la cara y deslizo mis labios
sobre los suyos, besándole suavemente. —No te vas a creer esta mierda—, le digo
excitado, y luego empiezo a contarle todo lo que Suzie acaba de decir.
—Sabía que te dejaría ir, siempre le has gustado—. Bosteza.
—Ha dicho que tú también puedes quedarte conmigo, Rome.
Él estrecha los ojos. —¿En serio?
—En serio. — Sonrío —. Ahora levántate. Llegará pronto; antes está
sacando a pasear a Fluffly.
Se queja dramáticamente. —Vamos a vivir con ese pequeño perro demonio. Es
pura maldad. — Es cierto, intenta atacarnos cada vez que le llevamos a Suzie el
dinero del alquiler.
—Eso lo dices tú. — Me burlo —.Estoy seguro de que puedes arreglártelas.

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Dos semanas después…


Me echo el tronco del árbol de Navidad al hombro, dejando que se arrastre por el
suelo detrás de mí. Al otro lado de la carretera, Rome hace lo mismo. Ambos nos
dirigimos hacia el único terreno vacío del parque y los añadimos a la pila para
poder quemarlos. Llevamos haciendo esto anualmente desde hace unos años y,
aunque ya no vivimos en el parque, queríamos hacerlo de todos modos.
Suzie tiene una silla de playa colocada en el extremo del terreno. Siempre
supervisa, y está igual de nerviosa cada vez. Me rio para mis adentros.
Quemar los árboles de Navidad de los residentes siempre ha sido lo único que
esperamos de estas fiestas, pero este año... este año ha sido diferente.
En Navidad, fuimos fieles a mi palabra y ayudamos a Suzie a preparar la cena de
Navidad. Al principio, no estaba seguro de en qué consistiría realmente. Hicimos
jamón glaseado, macarrones con queso caseros, coles de Bruselas y un pastel de
manzana. Bueno, honestamente, ella terminó haciendo la mayor parte del trabajo
porque nos sacó de la cocina después de solo una hora. No la culpo; no teníamos
ni idea de lo que estábamos haciendo.
Puso música navideña cursi todo el día. Me gustaría poder decir que disfruté de
esa parte, pero no creo que llegue a hacerlo.
Pero el verdadero momento culminante del día fue cuando nos sentamos todos a
la mesa y comimos juntos. El acto era tan sencillo, pero tan extraño para Rome y
para mí. Ninguno de los dos había experimentado algo así antes. Me di cuenta de
que a Rome le afectó especialmente, porque no dijo ni una palabra en todo
momento. Cuando terminó de comer, se excusó, limpió la cocina y se fue
directamente a nuestra habitación.
A Suzie no le importó. Resulta que ella siempre nos entendió más de lo que nos
imaginamos.
Sin embargo, tengo la sensación de que después de unos cuantos años más de
esto, no le afectará tanto.
—¡Vamos a prender fuego a estas perras!

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Levanto la vista mientras prende fuego a un fajo de periódicos y lo arroja sobre el
montón de árboles. Los árboles de Navidad son muy inflamables, más aún
cuando están secos, y estos parecen bastante crujientes. Inmediatamente se
encienden y las llamas se disparan en el aire. Siempre es muy dramático. Estoy
seguro de que por eso a Rome le gusta tanto.
Me acerco a él y le agarro de la mano, apartándole unos metros del fuego
ardiente. El fuego estalla y llena el aire de un humo químico con aroma a pino.
—Feliz Navidad, pequeño incendiario—, le susurró al oído. Apoyo mi frente
en la suya.
—Supongo que no es lo peor—, reflexiona.
Acaricio su cara con las manos y acerco sus labios a los míos. Él se abre y yo
introduzco mi lengua en su boca, lamiendo cada rincón. —No sé. Creo que podría
acostumbrarme a esto.
Se retira y me dirige esa sonrisa traviesa. —No es que tengas otra opción, Dev. —
Y tiene razón. Pasaremos todas las Navidades juntos hasta que llegue nuestra
muerte; no sé por qué pensé que podría ser de otra manera.

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Agradecimientos
Muchas gracias a mi diseñador de portadas, Ashlee, por capturar siempre el
ambiente perfecto. Y a Ramzi por formatear esto a último minuto a pesar de que
eres un ser humano muy ocupado, jajaja. ¡Lo aprecio mucho! Y a mi editora,
Zainab, por ir más allá. Gracias por preocuparte por mi trabajo y no tener miedo
a darme los consejos que necesito para convertirme en una mejor escritora.
Una enorme cantidad de gratitud va para mis alfa/beta, Marie, Michelle, Nick y
Sam. En serio, ustedes son los mejores, y lamento haberlos hecho pasar por tanto
estrés, Sam, lmao.
Lo más importante, gracias a todas las personas encantadoras que le dieron una
oportunidad a mi primer libro, y que todavía están aquí, apoyándome en mi
tercer libro. Y a todos los nuevos lectores en el camino, muchas gracias. Cada vez
que ustedes dejan una reseña, recomiendan e incluso comparten una publicación;
me ayuda un montón. Seamos honestos, esa ayuda es algo que necesito mucho,
así que no puedo agradecerles lo suficiente.

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His Revelry Bailey Nicole

Acerca de la Autora
Bailey es una autora a la que le encanta escribir libros románticos LGBTQ+.
Prefiere escribir sobre mundos y personajes ficticios que sobre sí misma, ¡pero le
encanta interactuar con sus lectores!

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