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II Nuevas formas de vida: ABSOLUTISMO Y CRISTIANISMO

Esta fase de la revolución del imperio está ligada a dos nombres: los creadores de las nuevas formas de vida del
imperium romanum christianum fueron ​Diocleciano y Constantino. ​Afrontaron la herencia caòtica de la anarquía
militar, con la voluntad de conservar y renovar y conservar la organización del imperio.
Resulta imposible distinguir los logros de cada emperador en la reforma y reorganización del estado.
Muchas decisiones fueron tomadas ya por Diocleciano. Lo que constantino continuó pero también lo que cambio
estaba ya orientado por tales decisiones en una determinada dirección.
Constantino fue el único responsable del reconocimiento del cristianismo y de su vinculación con el estado, lo que
tuvo grandes consecuencias sociales y culturales.
Desde el 284 hasta la monarquía por Constantino hasta el 324, hubo una ininterrumpida cadena de luchas
internas por el poder.
Los primeros años de gobierno Diocleciano se caracterizaron por luchas contra francos, alamanes y sármatas, asì
como por revueltas internas. En el año 293 creó el sistema sistema de tetrarquía (La tetrarquía es una forma de
gobierno por la cual cuatro personas, llamados tetrarcas, comparten el poder.) para repartir la inmensa carga de
las tareas polìticas y militares.
Dioocleaciano fue en la tetrarquía el verdadero emperador.
La primera tetrarquìa proporcionó al imperio una época de relativa tranquilidad.
Diocleciano fue uno de esos grandes personajes silenciosos y austeros y pragmáticos como Felipe de Bueno de
Borgoña y Guillermo de Orange.
Es posible que el viejo organizador del absolutismo monàrquico viera desmoronarse su obra en la segunda
tetrarquía.
La autocracia imperial fue mantenida por Constantino aunque sin el sistema artificial de la tetrarquía. Pero el
espíritu del nuevo estado fue transformado por el cristianismo, contra el que Diocleciano había luchado
inútilmente.
En el año 305 funcionó el sistema de tetraquía por Diocleciano. La soberanía de la segunda generación se
disolvió muy pronto debido a la ausencia de una gran autoridad.
Siguieron años de larga lucha militar y diplomática por el poder
En el año 312 Constantino marchó sobre Italia y derrotó a Majencio (nombrado en roma) en Turín, Verona y el
puente Milvio frente a roma.
Licino, el aliado de Cosntantino, aniquiló en los años siguientes a Maximino Daia en Oriente. Los augustos
Constantino y Licino se convirtieron por tanto, en soberanos absolutos de Occidente y Oriente.
En el 324 Constantino obligó a Licino a renunciar y poco después ordenó ejecutarlo como enemigo del imperio.
Constantino había alcanzado su meta: la monarquía universal, bajo la forma de Dominado. La tetrarquía, al igual
que el triunvirato al final de la república, se había manifestado como una solución transitoria.

La restauración: el estado reformado


En el ordenamiento polìtico y militar, social y económico que surgió en casi 50 años, culminó la institucionalización
y la fundamentación ideológica del absolutismo militar.
En su reforma, Diocleociano partió del limitado objetivo de asegurar las necesidades del ejército y la defensa del
imperio.
Las medidas tomadas por sus sucesores transformaron pronto el inicial pragmatismo de una constitución de
excepción en un complejo sistema de grandes reformas políticas, sociales y económicas, que condujeron a una
monarquía absoluta que se caracterizaba por la ​centralización, la burocracia y el militarismo.
El emperador era la única fuente de poder. Desapareció para siempre la fricción jurídica constitucional del
principado imperial, como estado de excepción.
Senado y funcionarios senatoriales asumieron funciones meramente representativas, se fortaleció el poder militar,
se retiró al senado la facultad y el derecho de crear emperadores.
El ejército siguió siendo el fundamento decisivo del poder, apareció una nueva legitimación de la autoridad
imperial: el ejercicio de la soberanía en virtud del derecho divino.
El poder absoluto del soberano se fundaba también en una ideología religiosa. Evidentemente, el cristianismo no
podía identificar al emperador con dios, pero su legitimación y autoridad moral las recibía necesariamente de él.
El carisma de la soberanía y del poder emanaba de la gracia divina.
A partir aquì se desarrollaron, tanto en la teología cristiana como en la fe popular, las representaciones del
emperador como sustituto de cristo en la tierra. Tanto en los emperadores Dioses paganos como los dioses
cristianos el origen divino del poder se manifestaba también en el atuendo y el ceremonial, de intensa influencia
persa. La diadema de perlas incrustadas, el manto de oro, piedras preciosas, el cetro y el globo, el incienso y el
recogimiento en las recepciones y ceremonias oficiales servían para informar al común de los mortales de la
elevada majestad del soberano. El emperador era representado con el nimbo, atributo de la magestad. Incluso el
presupuesto anual de los impuesto se designaba como ​divina delegatio (​ acto por el cual, una persona tomaba el
lugar del deudor o del acreedor).​
El imperio ha cubierto el camino que va de la magistratura a la grandeza eterna.
Un gigantesco aparato burocrático directamente subordinado al emperador, debía imponer su voluntad hasta el
último pueblo. Tal aparato se distingue del sistema administrativo tradicional en múltiples aspectos. Un extremado
centralismo.
Con el centralismo administrativo vino la burocracia concebida como garantía del absolutismo imperial. Esta
administración, con su complejidad entorpeció y paralizó en gran medida la vida del imperio.
Hubo ​dos elementos​ característicos en esta burocratismo del imperio romano. ​En primer lugar​, un cuerpo de
funcionarios estructurado a una escala jerárquica, lo que hacía surgir en cada funcionario una conciencia de su
rango.
El segundo elemento​ fundamental del sistema burocrático era la diferenciación de derechos y deberes de cada
funcionario, lo que creó dificultades en las diversas funciones administrativas.
Ahora, la escala jerárquica se asocia a una detallada separación de tareas y delimitación de competencias.
Este proceso se veía ya en la administración imperial, en la que las 57 provincias iniciales se convirtieron primero
en 100 y finalmente a comienzos del siglo V en 120.
A esto se le añadió el intento de alcanzar una estricta supervisión de la administración a través de una vigilancia,
lo que condujo, como en todo sistema centralista y absolutista, a un intenso clima de desconfianza.
El perfeccionamiento de la policía secreta alcanzará su punto culminante en este tiempo.
Para mantener en calma al pueblo y conseguir información, disponía de la censura y de la correspondencia y de
un amplio servicio de espías y delatores. La amenaza constante del terror policial hacía soñar a todo hombre
influyente en torturas, cadenas y oscuras mazmorras. Como instrumento de control, el sistema fue eficaz.
La estructura del nuevo aparato político fue compilada a principios del siglo V en la ​Notitia dignitatum ,​ una
especie de manual sobre el estado. En ella se distinguen cuatro grandes sectores: la administración central, la
administración civil general, el ejército y la corte. La administración central constituia el centro nervioso político y
administrativo del imperio. El dignatario y funcionario de mayor rango era el ​magister officiorum, a ​ l que
corresponde la supervisión y responsabilidad de los cargos cortesanos, de la totalidad de la administración y las
relaciones diplomáticas. Mandaba la guardia particular y la policía secreta.
La dirección de la administración imperial, centralizada, tuvo que enfrentarse a múltiples fricciones y disputas
sobre competencias.
Los cuatro prefectos del pretorio eran una especie de virreyes que dirigían las prefecturas de las Galias, Italia,
Iliria y Oriente. Tenían también la responsabilidad de suministro y reclutamiento del ejército.
Existía en los límites provinciales un dux o comandante de jefe del ejército. Solo la vieja y la nueva capital fueron
excluidas de este sistema rígidamente articulado: Roma y Constantinopla eran administradas cada una por
separado ( pero bajo el control de un ​vicarius imperial​)
La administración civil incluía una extensa burocracia encargada de las finanzas y de los impuestos. La reforma
fiscal de Diocleciano creó por primera vez la posibilidad de calcular previamente con exactitud los ingresos del
fisco y elaborar con ello un presupuesto estatal.
Desde el año 297 los reclutadores aparecían por todas partes. Los campos eran medidos palmo a palmo; se
calculaban las superficies cultivadas de viñedos y frutales; se anotaba el número de animales de todo género y se
contaba a los hombres uno a uno. Los informes completos y exactos calculaban la potencia económica y la
capacidad contributiva del imperio. No se tenía muy en cuenta las particularidades económicas o las diferencias
sociales de cada provincia y esto fue inicialmente muy duro para la población.
EL ejército seguía teniendo un peso decisivo. El emperador era comandante en jefe del ejército.
Para la vigilancia rutinaria de las fronteras se estacionaron permanentemente guarniciones integradas por
aborígenes como reservas estratégicas.
Armamento, organización y táctica experimentaron cambios para adaptarse a la estrategia del enemigo persa y
germánico.
Pero la medida más radical fue el reforzamiento de la caballería acorazada que pasó a ser el arma de choque más
importante del ejército.
La fuerza total de todas las tropas alcanzó los 400.000 hombres.
Un cuarto elemento era la corte. A la cabeza del ejército se encontraba el Chambelán mayor( un alto cargo).
En el nuevo estado, el aparato centralizado del poder, con su burocracia y su ejército profesional, estaba
coordinado por el emperador, fuente de todo poder.
El ciudadano era solo un súbdito cuyo deber era servir al estado y trabajar para mantenerlo.
Las interminables guerras fronterizas y el aparato burocrático, constantemente ampliado, elevaron cada vez más
las necesidades financieras del tardio estado romano. El estatismo del sistema se transformó pronto en fisicalismo
(fisico). La burocracia imperial era también un medio de explotación.
Existían limitaciones técnicas: la amplitud territorial del imperio y el estado en que se encontraban en aquella
época los medios de comunicación y de correspondencia, impedían al perfeccionamiento del sistema. Este orden
estatal mostró una increíble resistencia y tenacidad. A la larga desaparecieron elementos como la separación del
poder civil y militar, al tiempo que cambiaron competencias, cargos y títulos. Pero el absolutismo imperial, de
carácter autocrático-oriental y la burocracia centralizada, con sus múltiples cargos y su sistema fiscal,
constituyeron los puntales del estado bizantino hasta el momento de su caída. También los estados germánicos
recogieron la herencia del estado diocleciano-constantiniano, así como las decisiones de Constantino en el plano
religioso.

Revolución: Constantino y el Cristianismo


Junto a la reorganización del estado como un sistema de soberanía basado en la fuerza, vino con Constantino el
aspecto revolucionario de su obra histórica:​ el reconocimiento del cristianismo como legítima religión del
estado​ lo que iba unido a convicción personal.
Los cristianos celebraron a Constantino como nuevo Augusto e instrumento de la providencia (providencia:
Cuidado del mundo y de los hombres que los creyentes atribuyen a Dios).
A principios del siglo IV, el cristianismo era aún una de tantas religiones de salvación de origen oriental. Pero hacia la
mitad del siglo, la iglesia se había convertido en una de las fuerzas vivas de la época.
La religión antigua había sido siempre también una forma de religiosidad política.
El culto a determinados dioses estatales era necesario para toda sociedad organizada.
Los cristianos constituían la gran expectación: su fe les obligaba a rechazar el sacrificio a las divinidades oficiales, por
lo que se consideró que ponían en peligro la ayuda divina al imperio.
Diocleciano, al querer imponer la unidad de la fe en la tradicional religiosidad romana, no hizo sino llevar a sus últimas
consecuencias el sistema teocrático. ​Aquí reside la auténtica causa de las grandes persecuciones contra el
cristianismo.
Una lucha desigual: por un lado el poderoso aparato del estado reorganizado contra las dispersas comunidades
cristianas.

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