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Sin embargo, estos poderes gozaban de autoridad en la propia Roma, por lo que no tenía
ningún tipo de efecto en las provincias. Para ello, se estableció que el emperador optara
por ser cónsul con autoridad en Roma y como procónsul con autoridad fuera de
Roma. De esta manera, estos llegaron a poseer máxima autoridad en áreas provinciales.
Emperadores romanos de la
historia
La historia de Roma está llena de asombrosas conquistas, así como de una vida llena de
excesos, placeres y crueldad por parte de sus habitantes. Entre los emperadores romanos
que hicieron de esta nación una potencia se encuentran:
Dinastía Julio-Claudia
Esta es la primera dinastía que reinó y se ubica entre el año 27 a.C. hasta el año 69 de
la era moderna. Esta surge como producto de las destrezas de Augusto de usar el poder
para crear un sistema imperial. Su legitimación se debe principalmente a que Augusto
era hijo adoptivo de Julio César, un político por demás influyente de la época. Entre
los emperadores que hicieron eco en este período de tiempo se encuentran:
Dinastía Flavia
Tito: Era hijo de Vespasiano y gobernó entre los años 79 y 81. Su gobernación se
caracterizó por la reedificación de los edificios públicos y la generosidad con el
pueblo.
Domiciano: Otro hijo de Vespasiano cuyo gobierno se extendió desde el año 81
hasta el 96. Es descrito como un gobernante tirano similar a Calígula o Nerón.
Con la muerte de Domiciano culmina la dinastía Flavia y da paso a la dinastía Antonina.
“El estudio del derecho levantó cuestiones delicadas, y en todos tiempos dio lugar a disidencias entre los
jurisconsultos romanos. Bajo el reinado de Augusto, estas divergencias de opiniones motivaron la
formación de dos escuelas o sectas bien distintas: los Proculeyanos y los Sabinianos. Esta división se
remonta a dos jurisconsultos igualmente célebres: Antistio Labeón y Ateyo Copiton. El primero enemigo
declarado de la autocracia imperial y fiel a las instituciones republicanas, rehúsa las dignidades que le
ofreció Augusto, y muestra en el dominio del derecho la misma independencia. Imbuido de los principios
de la filosofía estoica, emplea en sus razonamientos una lógica inflexible. Apegado al sentido de las
palabras, y en averiguación de la etimología, sin preocuparse de la opinión de los antiguos deduce
rigurosamente sus soluciones de los principios, aun a riesgo de pasar por innovador. El otro, favorito del
emperador, fue colmado de gracias por Augusto. Rebelde a las doctrinas filosóficas y partidario de la
autoridad en derecho como en política, permanece fiel a las tradiciones de los jurisconsultos que le han
precedido, y se deja guiar por sus antecesores”.
Los proculeyanos también fueron llamados PEGASIANOS, del nombre Pegaso, y
los sabinianos, CASIANOS del nombre de Casio Longino.
Hasta el fin del reinado del emperador Adriano tuvieron discípulos que permanecieron separados,
si no en política, al menos por sus disidencias sobre un cierto número de cuestiones de derecho.
A Labeón suceden Nerva, Próculo, que da su nombre a la escuela de los proculeyanos, Pegaso,
Celso padre e hijo, Neracio. Tras Capiton vienen Masurio Sabino, el más célebre de los
jurisconsultos de la escuela sabiniana que le presta su nombre.
Casio Longino, Javoleno Prisco, Salvio Juliano, el autor del edicto perpetuo. Más estos jurisconsultos no
sacrificaron jamás el interés de la ciencia del derecho a un espíritu estrecho de rivalidad. Citan siempre
con consideración las soluciones de sus adversarios y no titubean en abandonar la opinión de su escuela
cuando la encuentran contraria a la verdad.
La distinción de las dos sectas se prolonga hasta mediados del siglo II de nuestra era. Bajo Antonino el
Piadoso, Pomponio, por medio del Digesto, nos ha conservado un fragmento importante sobre la historia
del derecho romano; es considerado como sabiniano, y Gayo, que ha visto el principio del reinado de
Marco Aurelio, profesa todavía las opiniones sabinianas. Pero después de él se borra completamente la
distinción y los grandes jurisconsultos que se suceden hasta la muerte de Alejandro Severo no pertenecen
a ninguna escuela.
Entre los más celebres es necesario citar, bajo Marco Aurelio, Marcelo y Cervidio Scévola. Un poco más
tarde, al fin del siglo II, vivió Papiniano, que los antiguos y modernos le han considerado como el príncipe
de los jurisconsultos romanos. Fue amigo de Septimo Severo. Prefecto del pretorio en 205, pareció
asesinado en 212, por orden de Caracalla. El Digesto contiene numerosos fragmentos de sus obras,
ninguna de las cuales ha llegado hasta nosotros. Paulo y Ulpiano, más jóvenes que Papiniano, le
sobreviven después de haber sido sus rivales, y llegan a prefectos del pretorio, bajo Alejandro Severo.
Ulpiano tiene por contemporáneo a Marciano, y por discípulo a Modestino, quien vivió a mediados del siglo
II y fue el último gran jurisconsulto de la época clásica”.
Senadosconsultos
Se ignora en qué época precisa las decisiones del senado de Roma adquirieron fuerza legislativa en
materia de derecho civil. En todo caso no parece que haya sido bajo la República. Así las cosas, es bajo el
Imperio cuando las asambleas del pueblo disminuyeron que –al parecer- deciden someter los proyectos
de ley a la aprobación senatorial. No obstante, el poder del senado en esta materia, fue en un principio
rechazado y esa es sin duda la razón por la cual durante el Siglo I de nuestra era, el senado romano no
formuló sus decisiones de una manera imperativa; se limitó a emitir un dictamen, y apeló a la autoridad del
pretor para asegurar su observancia.
Por ser el personaje y símbolo más importante y decisivo de la Historia Universal, sin duda
alguna, y por supuesto de la Religión. No hay ninguna enseñanza mayor que la suya, nunca,
en ningún tiempo. Y perdurará según sus propias palabras.