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Santa Ana no es una figura bíblica, por lo que puede clasificarse como una santa “construida”.
Aparece por primera vez en los evangelios apócrifos de mediados del siglo II y su figura se
construye a partir del modelo que presentan mujeres bíblicas como Ana, madre de Samuel y
Sara, madre de Isaac. Según estos paradigmas, la madre soporta varios años de esterilidad
seguidos de una intervención divina, luego de lo cual nace el niño en cuestión cuya vida es
prometida a Dios.
Matrimonio y santidad
El culto a Ana se expandió entre la clase burguesa alta pero, dentro de este sector, sus
promotores apuntaron más especialmente a las mujeres. En las descripciones de la vida de
Ana, generalmente se presenta como modelo femenino de la mujer casada, mostrándola como
una esposa que permanecía en su casa, evitando ocasiones para el chusmerío y el
comportamiento poco decoroso. Una de sus vidas la describe en su juventud huyendo de las
frivolidades propias de la adolescencia, que el autor compara a serpientes venenosas.
En otro documento se enfatiza el hecho de que raramente era vista en lugares públicos,
combinando esta observación con un consejo a las madres para que mantengan a sus hijas en
las casas. Las virtudes que le atribuyen las vitas se contraponen a una serie de estereotipos
negativos que en la literatura contemporánea solían aparecer asociadas con las mujeres. Pero
además, Ana presenta un nuevo paradigma de la santa casada. Mientras que en las
hagiografías femeninas más tempranas, el matrimonio era visto como un impedimento para la
santidad y al esposo como un rival de Cristo, en la vida de Ana es justamente a través del
matrimonio y de la cooperación con sus maridos que vive su santidad. Pero a pesar de que
1
V. Nixon. Mary´s mother. Saint Anne in late medieval Europe, The Pennsylvania State University Press,
Pennsylvania, 2004, p.147.
introducen esta nueva idea de la santidad marital, las vitas retienen un modelo tradicional del
matrimonio en relación con la santidad en el que se repite varias veces que Ana no conoció el
deseo carnal en sus relaciones matrimoniales. Esto coincide con la antigua idea de que la
santidad no es compatible con el deseo sexual. Las vidas insisten en la idea de que a pesar de
que los matrimonios de Ana tuvieron como resultado tres hijas, estas fueron concebidas sin
deseo sexual. En una de sus vidas explica, por ejemplo, que ella no se casó por deseo sino para
cumplir con la demanda de la ley y en la esperanza de tener herederos y descendientes. La
ausencia de deseo carnal intenta reconciliar por lo tanto dos cosas que en la mentalidad
medieval eran irreconciliables: la santidad y la actividad sexual.