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tarea de obtener mayéuticamente la solución a los problemas planteados y
no resueltos de manera explícita.
Platón recupera, además, el valor cognoscitivo del mito como
complemento del lógos: la filosofía platónica se convierte, con la forma del
mito, en una especie de fe razonada, en el sentido de que, cuando la razón
llega al límite extremo de su capacidad, ha de superar intuitivamente este
límite aprovechando las posibilidades que se le ofrecen en la dimensión de
la imagen y del mito.
El plano suprasensible del ser está constituido por el mundo de las ideas (o
formas), de las que habla Platón en os diálogos, y de los principios primeros
del Uno y de la Díada, de los que habla en las doctrinas no escritas. Las ideas
platónicas no son simples conceptos mentales, sino que son entidades o
esencias que subsisten en sí y por sí en un sistema jerárquico bien
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organizado (representado por la imagen del hiperuranio), y que constituyen
el verdadero ser.
En la cúspide del mundo de las ideas se encuentra la idea del Bien, que
coincide con el Uno de las doctrinas no escritas. El Uno es principio del ser,
de la verdad y del valor. Todo el mundo inteligible deriva de la cooperación
del principio del Uno, que actúa de límite, con el segundo principio (la Díada
de grande y pequeño), entendido como indeterminado e ilimitado. En el
nivel más bajo del mundo inteligible se encuentran las entidades
matemáticas, esto es, los números y las figuras geométricas.
Toda la realidad a todos los niveles tiene, por consiguiente, una estructura
bipolar, es decir, una mezcla, una mediación sintética del Uno y de la Díada
según la justa medida. En los diálogos, estos principios son presentados en
su función de límite e ilimitado, esto es, como principio determinante y
principio indeterminado en sus relaciones fundacionales estructurales. El
ser es, por tanto, una mezcla de límite e ilimitado.
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IDEA DEL BIEN
UNO
DÍADA
PRINCIPIO DE MULTIPLICIDAD ILIMITADA
NÚMEROS
FORMAS Números y figuras
GEOMÉTRICAS geométricas
DEMIURGO
MUNDO
OBJETOS
SENSIBLE MATERIALES Y
ARTIFICIALES
SIMPLE APARIENCIA CHORA
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III.EL CONOCIMIENTO, LA DIALÉCTICA, EL ARTE Y EL AMOR PLATÓNICO.
Platón vincula el tema del arte con su metafísica: si el mundo es una copia
de la idea, y el arte es una copia del mundo, de ello se sigue que el arte es
copia de una copia, imitación de una imitación, alejamiento por tanto de
lo verdadero.
La verdadera belleza no hay que buscarla en la estética, sino en la erótica.
La doctrina del amor platónico está, de hecho, estrechamente ligada a la
búsqueda del Uno que, a nivel sensible, se manifiesta como Bello. Éros es
un daímon mediador, intermedio entre la fealdad y la belleza, entre
sabiduría e ignorancia, hijo de Penía (Pobreza) y de Póros (Recurso): es
una fuerza que a través de los Bello nos eleva hasta el Bien, pasando por
distintos grados que constituyen la escala del amor.
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V.EL ESTADO IDEAL Y SUS FORMAS HISTÓRICAS.
Platón establece una estrecha correspondencia entre las partes del alma
(concupiscible, irascible y racional) y las clases que constituyen el Estado
ideal (artesanos, guardianes y gobernantes).
Teniendo en cuenta estos nexos, el Estado, exactamente igual que el alma
del hombre, tendrá también sus virtudes:
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1)en el plano ontológico, lo que está dentro de la caverna sería el
mundo material y lo que está fuera el mundo suprasensible.
Platón se rodeó, a partir del año 388 a.C., de una serie de discípulos y
fundó una escuela (la Academia) en la que se enseñaban disciplinas más
variadas (matemáticas, astronomía, medicina, retórica,). La finalidad de la
escuela no consistía en impartir un saber con objeto de una pura
erudición, sino que proponía formar.
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El conocimiento de la filosofía de Aristóteles depende, en buena medida,
de la particularidad de sus escritos y del modo de como han llegado hasta
nosotros. Conservamos, sobre todo, los escritos de la escuela, es decir, sus
apuntes y el material que utilizaba para sus lecciones, y no los escritos
compuestos para ser publicados, de los que sólo conservamos fragmentos.
Sabemos que estos escritos publicados fueron compuestos con un estilo
bastante cuidado y refinado. En cambio, las obras de escuela que nos han
llegado, puesto que eran material para las lecciones, presentan un estilo
árido y, desde el punto de vista literario, carecen a menudo de unidad
formal y orgánica.
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-La utilización del método sistemático en lugar del método dialéctico-
dialógico.
II.LA METAFÍSICA.
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1)la causa formal (la que otorga la forma y, por tanto, la naturaleza y
la esencia de cada realidad individual).
2)la causa material (esto es, aquello de lo que está compuesta cada
realidad sensible).
4)la causa final (o sea, el objetivo, aquello a lo que tiene cada cosa).
Las categorías (que son diez: sustancia, cualidad, cantidad, relación, acción,
pasión, lugar, tiempo, posición, estado) constituyen los géneros supremos
del ser. Esto significa que lo que se denomina ser o es sustancia, o es
cualidad, o es otra categoría.
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El ser accidental es aquel que se presenta de manera de casual y fortuita y
que, por tanto, no siempre es ni lo es en la mayoría de los casos, sino sólo
casualmente.
Del ser como accidente no hay ciencia, porque la ciencia no versa sobre lo
fortuito, sino sobre los necesario.
Del ser como verdadero se ocupa la lógica.
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Desde esta perspectiva se capta, además, el valor mayor del acto respecto
a la potencia, y por tanto, de la forma respecto a la materia: en efecto, es
la potencia la que se realiza en el acto, y no viceversa, del mismo modo que
es la materia la que se realiza en la forma.
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Puesto que era imposible reducir a la unidad los distintos movimientos de
las esferas celestes, que según los cálculos de Aristóteles, basados en la
astronomía de su tiempo, deberían ser presumiblemente cincuenta y cinco,
puso junto al motor inmóvil (causa del movimiento celeste de estrellas fijas)
otras cincuenta y cinco inteligencias motrices antepuestas a los otros cielos.
Estas inteligencias divinas son independientes del motor inmóvil y de
naturaleza análoga, pero no sólo son inferiores a él, sino que además están
ordenadas jerárquicamente.
Aristóteles presentó también una teoría del espacio y una teoría del tiempo
vinculada a su concepción del movimiento. Respecto al espacio, al Estagirita
admitió la existencia de lugares naturales a los que tiende
espontáneamente todo elemento (por ejemplo, el fuego tiene de manera
natural hacia arriba). Definió el tiempo como el número del movimiento
según antes y el después.
En la Física, Aristóteles trata también de lo infinito, negando que pueda ser
en acto, puesto que es impensable la existencia de un cuerpo infinito. Lo
infinito es solamente potencia: es la posibilidad de incrementar cuando se
desee, desde el punto de vista conceptual, una realidad determinada sin
llegar nunca al límite extremo. Un ejemplo de ese infinito son los números,
que pueden aumentarse sin límite, y el espacio que puede dividirse en
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magnitudes que, por pequeñas que sean, siempre pueden seguir
dividiéndose.
IV. LA PSICOLOGÍA.
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1)los vegetales, que sólo pueden reproducirse y crecer, tendrán un
alma adecuada a estas facultades, es decir, un alma vegetativa.
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de captar la forma y hace que la forma contenida en la imagen de la cosa
pase a ser concepto actualmente captado y poseído.
Este intelecto activo lo compara Aristóteles con la luz, que por un lado
proporciona al ojo la posibilidad de ver y, por el otro, da a los colores la
facultad de ser visto. Sólo este intelecto está separado de la materia y es
inmortal.
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Junto a estas virtudes éticas, que están vinculadas a la vida práctica, existen
virtudes, la llamadas virtudes dianoéticas, que dirigen al hombre hacia el
conocimiento de verdades inmutables y hacia el bien supremo, ya sea para
aplicarlo a la vida concreta, y entonces tenemos la prudencia, o bien con
fines puramente contemplativos, y entonces tenemos la sabiduría.
Precisamente, en la contemplación de las realidades que están por encima
del hombre consiste la suma felicidad, y el hombre roza con lo divino.
Se trata de una doctrina que lleva hasta sus últimas consecuencias uno de
los rasgos esenciales de la espiritualidad de los griegos.
2)la elección, que es la decisión que hay que tomar sobre los medios,
o sea, qué medios hay que usar y su puesta en acto.
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Aristóteles establece un esquema orgánico de las distintas formas de
constituciones del Estado, basándose en dos puntos clave:
1)la figura de quien ejerce el poder (si uno solo, pocos o muchos)
2)el modo de ejercer el poder (en función del bien común o por
intereses privados).
De modo que, combinando ambas perspectivas, se obtienen las siguientes
formas de gobierno: la monarquía, la aristocracia y la politeita (una
democracia ordenada por la ley), cuando quien manda actúa rectamente;
la tiranía, la oligarquía y la democracia, cuando quien ejerce el poder lo hace
movido por intereses privados y no por el bien común.
Los elementos primeros del pensamiento son las categorías: esto significa
que, si descomponemos una proposición simple, obtenemos elementos
que pueden reducirse a una de las categorías.
Las categorías son, pues, los géneros supremos no sólo del ser, como hemos
visto en la metafísica, sino incluso del razonamiento, y precisamente por
eso se llaman también predicamentos.
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También son indefinibles los individuos debido a su particularidad: de ellos
sólo es posible la percepción. En cambio, son perfectamente definibles
todas aquellas nociones que se encuentran en distintos niveles entre la
universalidad de las categorías y la particularidad de los individuos.
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Para que pueda constituirse una ciencia en su conjunto, no son suficientes
los silogismos científicos; se requieren otras condiciones:
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metafísicos, debido, además, a que las obras no publicadas del fundador,
por una serie de circunstancias, acabaron en Asia Menor, y durante
decenios se sustrajeron al conocimiento público y a la reflexión.
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mayor razón no lo será tampoco la corporeidad a la que se refieren.
Desaparece así el prejuicio dualista y anticorporeísta en la concepción del
hombre.
En esta visión, la ratio goza de una autonomía propia y tiene reglas
específicas. No obstante, si se cultiva debidamente, conduce a la fe: de ahí
la expresión intelligo ut credam. Ahora bien, la razón en ningún caso- y por
tanto tampoco en el caso de los Padres y de los grandes teológos- llega a
verdades definitivas, de modo que el saber humano concluye en cualquier
caso en forma verosimilitud.
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de ser común, y éste es el concepto universal para ese grupo de
individuos. Ahora bien, de este modo no se capta la esencia de las
cosas, sino su status communis; por consiguiente, no podremos
conocer la realidad en sí misma- sólo Dios la conoce-, sino
propiamente nuestros conceptos, que expresan tan sólo una parte
de la realidad: justamente esa determinada condición de la
naturaleza de la que participan muchos objetos.
4) El realismo moderado-típico sobre todo en santo Tomás-, que
sostiene que los universales existen: ante rem como ideas-
arqueotipo en la mente de Dios; in re como formas de la cosas ( a la
manera de Aristóteles ); y post rem, en la mente del hombre como
conceptos.
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Si la escula de Chartres acentúa los aspectos filosóficos, la escuela de San
Víctor, que debe gran parte de su fama a Hugo de San Víctor, acentúa los
místicos.
Hugo intentó establecer un canon razonable para la exégesis de los textos
bíblicos, para que se mantuviera a la distancia justa del excesivo alegorismo
y del literalismo. Introdujo asimismo en el currículum escolástico las artes
mecánicas, teniendo en cuenta las exigencias que iba planteando la vida
ciudadana. No obstante, lo más característico de la escuela de San Víctor es
la perspectiva mística entendida como la cima del conocimiento.
Ricardo de San Víctor traducirá esta perspectiva en la fórmula de la
cogitatio, meditatio, contemplatio, que son las etapas de la ascensión
mística que lleva a la identificación con Dios.
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En le siglo XIII se crean las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos),
las universidades (sobre todo Bolonia y París) y, en filosofía, se produce la
difusión del pensamiento aristotélico.
Este último hecho es especialmente significativo porque propone por
primera vez en la Edad Media una explicación racional del mundo y una
visión del hombre completamente independiente de las verdades cristianas
y de la revelación.
El ente se clasifica en :
-posible: el que existe pero podría incluso no existir, porque no tiene
en sí su razón de ser.
-necesario:: que no puede no existir porque tiene en sí su razón de
ser.
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La décima inteligencia es responsable de la actualización del intelecto
posible (humano e individual), a través de la actualización de los primeros
principios (con lo que se obtiene el intelecto habitual) y de los conceptos
universales (y se obtiene el intelecto en acto) y la elevación de nuestro
intelecto individual al intelecto agente supremo (intelecto santo).
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producirá la fusión íntima de ambos, que corresponde a la unión mística de
la que hablan las religiones.
Como consecuencia de la admisión de un único intelecto posible, Averroes
niega la inmortalidad personal y la responsabilidad moral individual en el
juicio post mortem. Estas posturas, que evidentemente resultan difíciles de
conciliar con los dogmas de la religión cristiana, suscitaron no pocas
resistencias al aristotelismo, pero también indujeron a un estudio más
profundo del pensamiento aristotélico.
V.ALBERTO MAGNO.
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Esto deriva del hecho de que el teólogo se sirve de la ratio superior que
alcanza no las cosas sino las causas eternas de las cosas; la ratio inferior,
propia del filósofo, se detiene en cambio en las cosas. La primera ratio, de
la que Agustín es maestro, conduce a la sabiduría, la segunda, cuyo máximo
intérprete es Aristóteles, conduce a la ciencia.
Capítulo XXX: LA GRAN SÍNTESIS DE TOMÁS DE AQUINO.
II.LA ONTOLOGÍA.
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hombre no existe correspondencia entre potencia de ser y existencia real.
Por este motivo, sólo Dios es necesario (posee en propiedad el acto de ser):
el mundo, en cambio, es contingente, porque posee el ser sólo por
participación.
En Tomás el acto de ser es superior a la esencia, hasta el punto de que su
filosofía puede considerarse una metafísica del ser. El problema dominante
es, pues establecer qué es el ser ( y no qué es la esencia), o bien por qué
existe el ser y no la nada. La solución pertenece el ámbito del misterio, y al
hombre le corresponde asombrarse cada vez de que todo lo que existe
exista, cuando sería más lógico que no existiera. Distinto es el discurso
sobre los modos del ser que son, para nuestro filósofo, las diez categorías.
Todo ente contiene en sí lo uno, lo verdadero y lo bueno (los llamados
trascendentales del ser), por lo que puede decirse que el ser es uno,
verdadero y bueno.
Decir que el ser es uno significa afirmar que es intrínsecamente no
contradictorio; pero también en este caso la unidad se predica de Dios, y
del hombre sólo por analogía. En efecto, Dios es verdaderamente simple,
en cambio el hombre es una unidad por composición (esencia + actus
essendi).
Lo verdadero es un trascendental del ente en el sentido de que todo ente
es inteligible. Pero esto puede decirse en dos sentidos: por un lado, para
afirmar que existe una verdad ontológica (todo ente es verdadero porque
se adecua al intelecto divino que lo piensa) y, por tanto, para afirmar que
existe una verdad lógica que es la adecuación de nuestra mente humana al
objeto. La verdad de un ente depende del grado de ser que posee; en este
sentido, Dios, que es sumo ente, es también suma verdad.
Por último, todo lo que es, es también bueno porque es fruto de la bondad
difusiva de Dios. A la luz de esto, Dios se presenta como sumo Bien.
Puesto que Dios es causa de lo creado, lo creado presenta algunas
semejanzas con Dios. Por otra parte, la trascendencia de Dios implica
también una desigualdad insuperable entre el Creador y lo creado, hasta el
punto de que nuestro conocimiento de Dios (debido al hecho de que Dios
no tiene ninguna esencia específica) resulta imposible y expresable tan sólo
por vía negativa. Esta semejanza y desemejanza simultánea entre el mundo
y Dios constituye la relación de analogía.
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III LA TEOLOGÍA: LAS CINCO VÍAS PARA PROBAR LA EXISTENCIA DE DIOS.
-La tercera vía (de la contingencia) parte del principio de que lo que
puede no ser, en algún momento no es. Así que, si todas las cosas pueden
no ser (son contingentes), en un determinado momento no hubo nada en
la realidad. Pero si esto es cierto, tampoco ahora habría nada (porque lo
que no existe no empieza a existir si no es en virtud de lo que ya es), a
menos que haya algo necesariamente existente. En conclusión: no todo
puede ser contingente, sino que es preciso que haya algo necesario, y es
eso que ordinariamente llamamos Dios.
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están dirigidos por un ser inteligente, como la flecha del arquero. A este
supremo ordenador lo llamamos Dios.
Tomás distingue cuatro tipo de leyes: la lex aeterna, la lex naturalis, la lex
humana y la lex divina.
La lex aeterna es el plano racional por Dios, el orden del universo. Ahora
bien, este orden es en parte desconocido y en parte conocido para el
hombre: la parte conocida es la ley natural, cuya esencia puede reducirse a
la siguiente máxima: `hay que hacer el bien y evitar el mal, y el bien es lo
que tiende a la conservación y el mal a la destrucción´. Estrechamente
ligada a la ley natural está la ley humana, esto es, el derecho positivo
establecido por el hombre. Éste deriva de la ley natural de dos modos: o
por deducción (y tenemos el ius gentium) o por especificación (y entonces
tenemos el ius civile). Por ejemplo, forma parte del ius gentium la
prohibición del homicidio, mientras que formaría parte del ius civile la
sanción que hay que imponer la homicida.
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ley divina (la revelada en el Evangelio) que está vinculada al fin sobrenatural
del hombre, o sea, la beatitud eterna.
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El objetivo polémico de Buenaventura es el aristotelismo en general, como
filosofía de la autonomía del mundo, y el averroísmo en particular, por
algunas tesis que contradecían abiertamente los dogmas cristianos (unidad
del intelecto pasivo, eternidad del mundo, etc.).
El paradigma que propone Buenaventura es el de un mundo que sea signum
Dei y de una filosofía que alimente el sentido religioso: y así le parecía que
era el pensamiento agustiniano y platónico.
El aristotelismo se aleja de la verdad en el momento en que niega la
doctrina de las ideas (como pensamientos de Dios), porque negar las ideas
significa reducir a Dios a causa final del mundo y, por lo tanto, hundir el
mundo en una especie de fatalismo en el que no hay lugar para la libertad
y para la responsabilidad humana.
La unidad del intelecto potencial también es una consecuencia de la
negación de las ideas y esto imposibilita el juicio individual después de la
muerte.
Dios es semejante a un artista que crea lo que ha pensado y hace partícipe
a lo creado de parte de sí: el mundo a su vez refleja la Trinidad que lo ha
creado en proporciones diversas, o como vestigio (el mundo exterior), o
como imagen (las realidades espirituales) o como semejanza (las realidades
trascendentes y deiformes).
Estos signos analógicos de Dios esparcidos por el mundo pueden ser
seguidos por el hombre como un itinerario de la mente hacia Dios: pero la
condición para que esto suceda es no perder el sentido de la sacralidad del
mundo.
La parte material del mundo tampoco es totalmente informe, porque Dios
ya le proporcionó, en el momento de la creación las razones seminales que
corresponden a un inicio de forma (ratio seminalis) que dirige la acción de
las causas naturales.
La naturaleza sacra del mundo hace que la intuición de los objetos
(ejemplados) lleve a la `cointuición´ de los modelos divinos (ejemplares).
Sólo en esta dirección, es decir, gracias a la luz divina, se pueden captar los
universales (por ejemplo, la idea de perfecto, necesario, etc.) que no se
encuentran en la naturaleza y que también son necesarios al conocimiento.
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En la base del conocimiento intelectivo está el concepto de ser, que es la
irradiación del ser absoluto en el que están todas las ideas, pero del que no
logramos tener un conocimiento adecuado.
Puesto que todo habla de Dios, el filósofo no tiene necesidad de probar su
existencia, sino su presencia en el mundo y sobre todo en nuestra alma (el
hombre es imagen de Dios). Debido a este contacto especial con lo divino,
el alma goza de una cierta autonomía respecto del cuerpo están
compuestos de materia y forma.
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En 1270 Esteban Tempier, arzobispo de París, condenó el averroísmo y
algunas tesis tomistas. El mundo cristiano se dividió entonces entre
franciscanos, que retomaban la línea platónico-agustiniana (por ejemplo,
con Mateo de Acquasparta) y los dominicos (por ejemplo, con Egidio
Romano) que defendían el tomismo.
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Capítulo XXXIII: JUAN DUNS ESCOTO.
I.VIDA Y OBRAS.
II.LA METAFÍSICA.
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Se puede atribuir, pues, el ser unívoco tanto a Dios como al hombre, pero
sólo porque de esta manera se prescinde del modo en que son las dos
realidades: la una según el modo infinito, la otra según el modo finito.
Se entiende así que si el ser unívoco tiene la máxima universalidad también
tiene la mínima especificidad y, por tanto, no dice casi nada del objeto del
que se predica.
El objeto típico del intelecto es el ser unívoco y, por tanto, todo pertenece
al ámbito del conocimiento intelectual-filosófico; pero dada la mínima
capacidad connotativa del ser unívoco, la riqueza y la variedad de la
realidad concreta y humana están destinadas a no ser objeto de la filosofía:
por eso la filosofía necesita completarse con las ciencias y, sobre todo, con
la teología.
Muchas verdades, como el origen del mundo y la inmortalidad del alma
escapan a la razón y son objeto de la teología: en este caso son persuasiones
y no demonstrationes.
El ser unívoco tiene dos modos esenciales: finito e infinito. Mientras el ser
finito es inmediatamente evidente, para la existencia del ser infinito hace
falta una demostración convincente.
Escoto rechaza las demostraciones que parten de la experiencia, porque la
experiencia no es necesaria y, por tanto, tampoco lo es la demostración que
de ella deriva.
En vez de partir, pues, de la existencia factual de las cosas, parte de la
posibilidad de las cosas: ahora bien, mientras que la existencia de las cosas
es contingente, la posibilidad de las cosas es necesaria (las cosas en cuanto
existen o son existidas son necesariamente posibles).
Se demuestra así que la razón de esta posibilidad está en un ser no
producido, sino capaz de producir (=Dios), que existe en acto, porque si no
fuese así tampoco sería posible, ya que ningún otro sería capaz de
producirlo.
Este ser, cuyo rasgo es la infinidad, es el objeto propio de la filosofía que,
ocupándose del ser, ha de ocuparse también y sobre todo de Dios.
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La filosofía alcanza así el vértice de la realidad, pero de una manera muy
genérica y formal, porque la esencia del ser divino escapa a la comprensión
humana. Se manifiesta así la exigencia de la profundización teológica.
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Capítulo XXXIV: GUILLERMO DE OCKHAM, LOS
OCKHAMISTAS Y LA CRISIS DE LA ESCOLÁSTICA.
I.GUILLERMO DE OCKHAM.
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entes no han de multiplicarse si no es necesario. Bajo la hoja de esta navaja
caen muchos principios de la metafísica clásica y escolástica: el de
sustancia, de causa eficiente, del intelecto posible.
El predominio concedido al individuo, tanto en lógica como en metafísica,
además de las tesis nominalistas, permiten a Ockham separar la lógica de
la realidad y elaborar una nueva lógica, basada en una sintaxis más rigurosa
y en una mayor claridad en la definición de los términos, en relación con la
realidad designada.
En cuanto al conocimiento de Dios, Ockham niega que pueda conocerse a
Dios intuitivamente y considera que ninguna de las pruebas a posteriori
elaboradas con anterioridad es convincente: en este caso, más que hablar
de causas eficientes (que hacen ser o no ser a las cosas), habría que hablar
de causas conservantes (que conservan o no conservan), gracias a las cuales
es fácil inferir, de la existencia en acto del mundo, la existencia de Dios.
El conocimiento que la razón puede obtener de Dios es realmente escaso,
a diferencia del que puede procurar la fe a través de la revelación. De modo
que, dada la manifiesta incapacidad del pensamiento para afirmar algo
significativo acerca de Dios, no hay razón para continuar en la búsqueda de
una colaboración entre fe y razón; el equilibrio entre fe y razón había sido
uno de los principales problemas de todo el pensamiento medieval. La
síntesis del pensamiento de Ockham no será, pues, ni intelligo ut credam,
ni credo ut intelligam, sino credo et intelligo.
La convicción de la superioridad del individuo sobre el universal condujo a
Ockham a redimensionar en el ámbito político el poder temporal del
pontífice y a desmitificar el carácter sagrado del Imperio. Incluso el poder
espiritual del pontífice debería delimitarse, porque la verdad no sanciona al
Papa, ni el Concilio, sino la Iglesia como comunidad libre de los fieles,a lo
largo de su tradición histórica; esta doctrina anticipa los temas que
inspirarán la reforma.
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en el conocimiento experimental. Esto desvió la atención del problema
metafísico de que son los fenómenos al problema físico de cómo se
verifican, y sirvió para liberar a la física de todos los presupuestos
metafísicos.
De la teoría de la contingencia del mundo y de su reducción a un complejo
de individuos nace un método de investigación original: el de la
multiplicidad de hipótesis explicativas. En efecto, si el mundo no es
necesariamente uno y ni siquiera el que es, se pueden tomar en
consideración otras hipótesis además de las que la evidencia exige.
Precisamente la aceptación de la pluralidad de hipótesis permitió que los
ockhamistas refutaran la necesidad de la no existencia del vacío, o los
principios de la física aristotélica vinculados a la teoría de los proyectiles
(esto es, de los cuerpos lanzados al espacio), o que Juan Buridán y Nicolás
de Oresme formularan la hipótesis de la rotación de la tierra.
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son las leyes y no las personas las que son soberanas: allí donde las leyes
no son soberanas no hay estado.
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En este marco metafísico, el hombre, si quiere encontrarse a sí mismo, ha
de remontarse al origen de su ser, (esto es, a Dios), separándose de las
realidades mundanas e identificándose con la voluntad de Dios.
Es evidente que el pensamiento de Eckhart con su regreso al neoplatonismo
se asemeja, aunque con motivaciones filosóficas completamente
diferentes, al de Ockham en cuanto decreta el fin del pensamietno
escolástico medieval de inspiración aristotélica.
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