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3.

Platón
PLATÓN (427-347 A. C.)

1. Semblanza
Aristocles, apodado Platón a causa de sus grandes espaldas, nació en
Atenas en el 427 a C. De familia noble, emparentada con algunos
gobernantes de su ciudad, es lógico que viera en el ejercicio de la política su
propio ideal de vida: su nacimiento, aptitudes personales y su educación, le
empujaban en esa dirección. Sin embargo, la larga convivencia como
alumno de Sócrates y la injusta condena a muerte de su maestro cambiaron
el rumbo de su vida. Platón permaneció en Atenas dedicado a la
investigación filosófica y a la educación de los jóvenes, especialmente desde
la fundación de la Academia. En el 388 Platón viajó a Tarento y Sicilia,
donde hizo amistad con la familia del tirano de Siracusa, Dionisio I el viejo,
quien por diversas circunstancias acabó vendiéndolo como esclavo.
Comprado, y puesto en libertad por un amigo, regresó a Atenas donde
fundó en el 387 la Academia. A instancias de Dionisio el Joven, volvió
Platón nuevamente a Siracusa en el 366 hasta que fue nuevamente
desterrado. Sin embargo, regresó allí una vez más en el 361, acompañado
por otros miembros de la Academia. En el 360 Platón volvió a Atenas donde
permaneció hasta su muerte, el 347 a. C.

2.Los diálogos platónicos


Las obras de Platón son adaptaciones escritas de los diálogos que tantas
veces escuchó a su maestro Sócrates. Quizás por ello Sócrates aparece
siempre como protagonista, especialmente en sus primeros años. Sin em-
bargo, el pensamiento de Platón fue evolucionando de modo que se pueden
distinguir cuatro épocas.

2.1.Diálogos de juventud o socráticos


A este grupo de diálogos, escritos después de la muerte de Sócrates (399)y
antes del 390, pertenecen, la Apología de Sócrates, Cármides, Critón,
Eutrifón, Laques, Ión, Lisis, República I y Protágoras. En ellos, al igual que
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su maestro, Platón sostiene que la causa de las malas acciones es la
ignorancia.

2.2.Diálogos de transición
En ellos se da un progresivo alejamiento de las doctrinas socráticas y se
va perfilando el propio pensamiento platónico. Son posteriores al 390, an-
tes de cumplir cuarenta años. En ellos aparecen alusiones a la doctrina de
las Ideas. A este periodo pertenecen: Menón, Crátilo; Gorgias, Eutidemo,
Hippias Mayor, Hippias Menor y Menexemo.

2.3.Diálogos de madurez o sistemáticos


Median entre sus 40 y 60 años (387 – 367 a. C). Los más importantes
son: Fedón, Banquete, República II y Fedro. En ellos aparece plenamente
madurada la teoría de las Ideas, el dualismo metafísico, la naturaleza
tripartita del alma, y su teoría del Estado. Las tesis principales de este
último período son:

a)Las Ideas (como lo bueno, lo igual, lo bello) son realidades en sí. Son
verdaderas. No pueden ser percibidas por los sentidos, sino sólo por medio
de la intuición, casi divina, que Platón llama ‘erótica’.
b) Estas Ideas son únicas, permanentes y eternas, con propiedades
opuestas al mundo sensible. En su cúspide se encuentra la idea de Bien.
c) Teoría de la reminiscencia. Tales Ideas son realidades que la mente
humana ha contemplado antes de nuestro nacimiento y que las
rememoramos a lo largo de la vida.

2.4.Diálogos de vejez o autocríticos


Son escritos cumplidos ya sus 60 años (367 – 348 a. C). Platón revisa su
teoría de las Ideas, profundiza en temas cosmológicos; en política es más
realista que utópico. Son de esta época: Teeteto, Parménides, Sofista, Polí-
tico, Filebo, Timeo, Critias, Leyes y las Cartas.
Como pone de manifiesto la cronología de los diálogos, se da en Platón
una evolución desde posturas muy próximas a Sócrates hasta un
pensamiento propio. Primero se apropió de la doctrina de su maestro: el
valor de una vida virtuosa, la importancia de la educación, el método
mayéutico, la inmutabilidad y necesidad del saber como opuesto al
relativismo de los sofistas, el amor a la sabiduría por encima de todo. Pero
buscó una fundamentación ontológica para el legado socrático. Tal
fundamentación le llevó a una “segunda navegación” (Fedro), a través
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del mar de la especulación cosmológica, que los sofistas y Sócrates habían
eludido. Se hizo eco de los problemas planteados por los presocráticos,
sobre todo por Heráclito y los eléatas, pues la alternativa entre la vía de
Heráclito y la de Parménides había tomado un callejón sin salida que dio
pábulo al escepticismo de los sofistas. Platón vio en el universal socrático la
tabla de salvación donde asirse en el oleaje escéptico, y el punto
imprescindible para superar la perplejidad originada por las aporías
insolubles de los presocráticos.

Pero al universal le otorgó realidad propia con independencia del cono-


cimiento humano postulando que existe en el mundo suprasensible, forma-
do de Ideas inmutables, eternas y trascendentes, objeto de la verdadera
ciencia especulativa. En cambio, el mundo sensible es copia imperfecta de
aquél y de donde surgen los distintos tipos de opinión, ya sean verdaderas o
falsas. Ese dualismo es distintivo del pensamiento de Platón. Así pretendió
superar a Heráclito y a Parménides, pues el mundo suprasensible participa
de las características del ser de Parménides, mientras que el mundo sensible
es perecedero y cambiante, como el de Heráclito.

Este dualismo es aplicado al hombre en sus diálogos de madurez, pues


considera que éste es su alma, mientras que el cuerpo pertenece al mundo
sensible, es imperfecto y obstaculiza el desarrollo del alma. Entiende al
hombre como un alma accidentalmente unida al cuerpo. Ambos se
distinguen como ‘el piloto y la nave’, y también como ellos, se necesitan. Por
eso Platón defiende una moral de renuncia y desprecio por lo sensible para
alcanzar la ‘katarsis’ o purificación del alma. El alma puede librarse de las
cadenas que la sujetan a lo sensible, a las sombras de aquí abajo, y ascender
hasta la claridad de la luz del sol, gracias a la reminiscencia (recordar
cosas del pasado): el alma que había sido enterrada en lo sensible y, que ha
olvidado el saber que poseía, trata de recordar, de recuperar el
conocimiento por medio de la mayéutica.

3.Teoría del conocimiento


En los diálogos de transición (ej. Menón) Platón sólo distingue entre la
opinión y la ciencia, aunque también hace referencia a la ‘consideración del
fundamento’ a donde se deben remitir aquellas opiniones que pretenden
ser ciertas. Posteriormente (ej. La República) elaborará una teoría del co-
nocimiento según distintos grados que se corresponden con los diversos
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niveles de realidad. Esta teoría ascendente del saber la simbolizó por medio
de dos alegorías: una de ellas es el mito de la caverna. En la alegoría del
mito de la caverna compara a los hombres con prisioneros que nunca han
visto la luz del sol y permanecen encadenados en el fondo de una cueva, de
espaldas a la única abertura que comunica con el exterior. Los prisioneros
sólo pueden oír las voces de los hombres y ver las sombras que se proyectan
sobre la pared del fondo de la cueva que tienen delante. En este estado
permanecen hasta que alguien les libere de las cadenas y les lleve hasta el
exterior donde podrán contemplar la luz del sol. De la misma manera, los
hombres, mientras viven encadenados en sus cuerpos, solamente pueden
ver las cosas sensibles, que no son sino imágenes o sombras de la verdadera
realidad, hasta que el ejercicio de la dialéctica les libera de sus cadenas y les
permite contemplar el mundo verdaderamente real, cuyo sol es la idea de
Bien. Los niveles del conocimiento humano, según Platón, son:

3.1.El conocimiento sensitivo


Es el que tiene por objeto los seres materiales y sensibles.
En la cueva están los prisioneros que sólo ven las sombras. Para discernir
su significado hay que tener en cuenta las dos clases de objetos de conoci-
miento que hay en la caverna:
a) las sombras reflejadas en la pared y b) los objetos transportados a los
que corresponden las sombras. En relación a ambos, Platón distingue
dos grados de “doxa” u opinión: la “eikasía” o ilusión o credulidad; y la
“pístis” o creencia. En estos dos estados no puede haber
‘ciencia’ (episteme) pues ésta trata únicamente de lo universal e
inmutable. Sólo puede hablarse de ‘opinión’ (doxa). Si preguntamos a
un hombre qué es la justicia y nos indica sólo ejemplos particulares, ese
hombre se halla en un estado de doxa. Ve las imágenes de la justicia y
las toma por el original. En cambio, si un hombre posee la noción de la
justicia en sí misma, será capaz de elevarse hasta una noción universal
en comparación con la cual deben ser juzgados todos los objetos
particulares. Se hallará así en un estado de episteme o ciencia. El
máximo conocimiento que se puede lograr en el interior de la caverna es
la doxa u opinión, es decir la capacidad de “discernir sombras” así como
“adivinar lo que va a pasar”. Para llevar a cabo esta tarea hay que
inducir hipótesis. Pero la doxa desconoce la realidad, el ser de los
objetos sensibles. El fuego en la cueva es la luz que ilumina la
sensibilidad humana. Si queremos emerger al mundo iluminado por la
luz del sol, es decir, si queremos superar la doxa, y pasar a hacer
verdadera episteme, hemos de reconocer la propia ignorancia, para de

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este modo salir de la cueva de lo sensible y pasar al mundo luminoso de
lo inteligible, mundo que también tiene dos grados distintos, aunque
iluminados ambos por la luz del Sol. Veámoslo separadamente.

3.2.El conocimiento racional discursivo


Es el que versa sobre el número y la cantidad. Se trata de la “dianoia” o
ciencia de hipótesis matemáticas. El geómetra se sirve de gráficos, de imita-
ciones o de triángulos particulares para elaborar hipótesis y avanzar hacia
una conclusión más general. Se vale de figuras, pero “en realidad procura
contemplar objetos que sólo pueden verse con los ojos de la inteligencia”. Al
geómetra le interesan los objetos perfectos o ideales y no los empíricos. No
le interesa este triángulo concreto, sino captar la idea o esencia de triángulo,
descubriendo en ella sus propiedades universales.

3.3.El conocimiento racional intuitivo


Es el conocimiento de las Ideas que no pueden ser percibidas ni por los
sentidos, ni por la razón discursiva, sino únicamente por el entendimiento.
La noesis es el grado más perfecto de conocimiento. No se utilizan
imágenes, sino que se conocen las ideas mismas por conocimiento
abstracto. La razón se eleva hasta el conocimiento de los primeros
principios ontológicos o Ideas, cuya forma más alta es la idea de Bien “causa
de todas las cosas buenas… y fuente de la verdad”. Para que esta forma de
conocimiento tenga lugar es imprescindible, en primer lugar, hacer un uso
correcto de la razón “con miras al conocimiento de lo que siempre existe,
pero no de lo que en algún momento nace y muere”. República, 527 b. De lo
contrario, el alma, que ha atisbado débilmente el fuera de la caverna,
volverá a caer de nuevo en ella. Sin la tensión hacia arriba de Eros, la
dianoia se convierte en un saber pobre y estéril, que puede llegar a ser
peligroso en manos de un “almamiserable”. República 519 a.

4. Ontología
Se entiende por ontología es la rama de la filosofía que se dedica
a reflexionar sobre los modos esenciales de existencia de las
cosas. Por ejemplo, le es esencial a un triángulo para su existencia
el estar conformado por tres ángulos.

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Con las distintas alegorías propuestas lo que pretende Platón es dialogar
con su interlocutor para buscar siempre, como su maestro Sócrates, definir
la verdad de una realidad, según él, de una idea, la cual está vinculada con
el resto. En muchos diálogos Platón permite que Sócrates se pregunte qué
es la justicia, la belleza, el valor, etc., movido −frente a los sofistas− por su
afán por definir los conceptos. En varios dice, por ejemplo, que no busca
‘qué cosa es bella sino qué es la belleza’. En Hippias Mayor escribe: “si algo
es bello lo es porque existe algo por lo cual son bellas todas las cosas que
son”. Ese ‘algo’ es la forma, la esencia, la idea, aquello por lo que algo es lo
que es. Por su carácter universal e inmaterial, las formas no pueden cono-
cerse por los sentidos, sino por el pensamiento, que no es material, sino in-
material como las mismas ideas.
En este mundo terreno las cosas son ‘imitación’ (mímesis) o
‘participación’ (míthexis) de las realidades en sí. Reaparece aquí, de otro
modo, el dualismo de Parménides entre ser y no ser, entre realidad
verdadera y apariencia. El Ser único, eterno, inmutable, etc., de Parménides
ha sido sustituido en Platón por las Ideas, con las mismas cualidades o
atributos que aquél. Conocer qué son las cosas es levantar los ojos para
contemplar el arquetipo, el modelo, la forma, la Idea. “Levantar los ojos
hacia cierta forma conduce a contemplar lo bello en sí”. Banquete. La idea
no es ni el pensamiento ni lo pensado, sino el ser, lo verdaderamente real
(óntos on), aquello a lo que el pensamiento se dirige cuando piensa.
La participación es la peculiar causalidad que las Ideas ejercen sobre el
mundo de las sombras, sensible, múltiple y cambiante. Pero las ideas
también son múltiples, y su multiplicidad quedaría sin explicar si no
hubiera entre ellas una jerarquía y vinculación. En la República la cumbre
de todas ellas es el Bien, fuente de la verdad y del ser de todas las demás.
Pero no explica la relación que existe entre ellas, ni su dependencia de la
primera. En el Sofista modifica su propia doctrina presentando los géneros
supre- mos de las Ideas: el ser, el reposo y el movimiento; éste ‘es’ por
participar del ser, pero se distingue de él y, por consiguiente, de algún modo
no es. De esta forma, sosteniendo que el ‘no−ser’ es, Platón deja de lado la
inmovilidad y la unicidad del ser de Parménides, al mismo tiempo que, por
la noción de participación, salva la no−realidad del devenir de Heráclito.

Platón aduce estos argumentos para demostrar la existencia del mundo


suprasensible:
1º) La perfección y belleza del mundo sensible reclama un modelo
perfectísimo y de suma belleza, así como una causa inteligente que lo haga a
imagen y semejanza del modelo (Timeo, 28 a-29 a).

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2º) Para que los razonamientos científicos sean universales y necesarios,
deben estar apoyados en objetos igualmente universales y necesarios
(Timeo, 29 b-51 d). La cosmología de Platón está principalmente en el
Timeo. En la cima de todo está el Bien en sí, que es lo bueno, lo verdadero y
lo que realmente es. Debajo de él, está un agente ordenador, el Demiurgo.
Por impulso del Bien el Demiurgo, dios artífice e inteligente, ordena la
materia eterna, caótica imitando lo que ve en el mundo de las Ideas. Lo que
resulta de su acción ordenadora, el mundo, tendrá alma, porque ha sido
producido a imitación de lo inteligible. El alma del mundo es el cielo. Hay
así un modelo, las Ideas; una copia, el mundo sensible; y un artífice, el
Demiurgo, que realiza la copia sensible sirviéndose del modelo inteligible y
de la materia.
De lo que precede deriva un dualismo ontológico: la separación entre
lo sensible, inmanente, imperfecto y mudable, y lo suprasensible,
transcendente, perfecto e inmutable. Con este dualismo Platón pretende
sintetizar a Heráclito y Parménides. Ni sólo lo sensible, ni sólo lo inteligible.
Ambos caminos por separado conducen a una perplejidad paralizante.
Entre los dos ámbitos existe una relación que Platón trata de explicar
mediante la participación y la imitación. El ámbito suprasensible es por
esencia, no participado, y sirve de modelo para que el Demiurgo, dios
hacedor, plasme las Ideas en lo sensible, cuya esencia no consistirá sino en
ser meras imágenes, copias, sombras e imitaciones de la verdadera realidad.
El Demiurgo es postulado para explicar el origen del movimiento. Este
dualismo ontológico
alimenta toda la filosofía de Platón. Aplicándolo al hombre, resulta que en
él se puede distinguir una parte suprasensible, el alma, y otra sensible, el
cuerpo. El alma es lo perfecto, llamada a lo suprasensible, mientras que el
cuerpo es imperfecto e impide el vuelo del alma hacia la región celeste. Si el
alma no logra desasirse de las cadenas (cuerpo) que le sujetan al mundo de
las sombras, no alcanzará el verdadero conocimiento, sino sólo meras opi-
niones. Sólo un gran esfuerzo puede librar al alma de las tinieblas y
permitirle contemplar las Ideas.

5. Antropología y Etica
4.1.El hombre es su alma. Es un alma ‘encerrada’ en un cuerpo como en
una cárcel; es la idea pitagórica del cuerpo (soma) como tumba (sema).
Para explicarlo, Platón recurre al mito del carro alado (Fedro): el hombre
es como un carro de dos caballos dirigidos por el auriga, el intelecto.
Hubo una “caída”, y ahora el alma tiene que vivir en el mundo sensible.

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Uno de los caballos es “bello y bueno”; el otro, lo contrario. Igualmente,
en el alma que anima al cuerpo hay tres “partes”: la racional (logos),
alojada en la ca- beza; la irascible (el valor), en el pecho; y la
concupiscible (el deseo) en el vientre. De ahí que la conducción resulte
dificultosa. El intelecto debe ser- virse del valor para dominar los deseos y
conducir al alma hacia su verda- dero mundo: el de las Ideas.
4.2.El alma racional es inmortal, simple, sin partes; y puede conocer lo
simple, lo inmutable, las Ideas. Las almas concupiscible e irascible
mueren con el cuerpo al cual están esencialmente ligadas. Sólo el alma
racional experimenta ‘post mortem’ un juicio y un premio y un castigo,
en conformidad con la vida en esta tierra, y consecuentemente, un
proceso posterior de purificación, consistente en la transmigración,
reencarnación. Platón dejó en diversos diálogos las siguientes 4 pruebas
de la inmortalidad del alma, que no son argumentos rigurosos, sino
convicciones profundas:

a) Por la reminiscencia (Menón, Fedón). Para recordar es preciso haber


aprendido antes lo que se recuerda. Como las cosas que recordamos no
las hemos aprendido después de nacer, hay que suponer que las hemos
adquirido con anterioridad. Por tanto, el alma que ha preexistido al cuerpo
es natural que sobreviva después de la muerte. “Pero si no las ha adquirido
en la vida actual, ¿no es ya claro que en algún otro tiempo las tenía y las
había aprendido?... Hay en él ideas verdaderas, que despertándose con las
preguntas se convierten en conocimientos, ¿no los tendrá adquiridos su
alma en todo tiempo?... ¿Y no es verdad que si siempre tenemos en el alma
la verdad de las cosas, el alma será inmortal?”. Menón, 81 a – 86 c.
b)Por la sucesión cíclica de las cosas contrarias. Los contrarios se su-
ceden alternativamente. Es claro que la vida y la muerte son cosas
contrarias. Por lo tanto, si a la vida sigue la muerte, es natural que a la
muerte siga la vida: “Los vivos nacen de los muertos, y los muertos de los
vivos”. Fedón,70 e.
c) Por la simplicidad del alma y su afinidad con las ideas. Las cosas
compuestas están sujetas a cambio, mientras que las simples se mantienen
inmutables. Aun cuando el alma está unida al cuerpo, tiende hacia las
cosaseternas e inmutables, lo cual indica que pertenece a esa clase de seres
y, portanto, es simple e inmortal (Fedón, 78 b-83 a).
d)Por la participación de la idea de vida. Las cosas del mundo sensible
tienen realidad en cuanto que participan de las ideas. Pero una cosa no
puede participar a la vez de ideas contrarias. Si el alma participa de la idea
de vida, necesariamente excluye su contraria, la idea de muerte. Por lo tan-
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to, el alma es inmortal (Fedón, 105 b-107 a).

4.3. La virtud. Es la pieza clave de la ética socrática y platónica. En el


Menón Sócrates toma como punto de partida la ‘sequía del saber’
presente en su época de crisis: “me reprocho a mí mismo no saber sobre
la virtud absolutamente nada” dirá. De la ignorancia pasa a la ironía,
pues para salir de esta situación, pregunta a su interlocutor si él sabe qué
es la virtud. Su contertulio, Menón, da una primera definición: “la virtud
del hombre consiste en ser capaz de administrar los asuntos del Estado y
administrándolos hacer bien a los amigos, mal a los enemigos y cuidarse
de que a él no le pase nada de eso... la virtud de la mujer... que ella
administre bien la casa conservando todo cuanto contiene y siendo
sumisa a su marido... la virtud del niño, ... la del hombre viejo... libre...
esclavo. Y hay otras muchísimas virtudes...”. En la respuesta Menón ha
descubierto que existen ‘muchas virtudes’, pero Sócrates busca lo que las
aúna a todas.
4.4.La felicidad. Del discurso se desprende que la ética que propugna
Platón busca la felicidad, y que ésta no consiste sólo en el placer, sino en
el recto cultivo del alma racional, pues el placer está subordinado al bien,
porque éste es más amplio, y por ello la razón debe ser la que dirija los
placeres, porque está abierta a todo bien. Hay, además, cierta
identificación de cuño socrático entre la virtud y el conocimiento
(prudencia), pues se acepta en parte la identificación socrática entre
sabiduría, felicidad y vida virtuosa. El hombre virtuoso busca el verdadero
bien y eso es propio de sabios. ‘El mal se comete por ignorancia’. Están
apuntadas las cuatro virtudes principales: prudencia, fortaleza,
templanza y justicia. El saber ético se entiende como prudencia, no como
ciencia; de ahí que no sea enseñable, sino más bien autoaprendido, tanto
en la teoría como en la práctica, ya sea a través de la reminiscencia o a
través del favor divino. Para los sofistas la virtud es enseñable como una
técnica más, como lo era la retórica, que otorga un poder práctico sobre
los ciudadanos con cuantiosas ganancias económicas. Platón les reprocha
su falta de virtud, tanto en ellos como en sus discípulos, y se cuestiona si
verdaderamente la virtud es enseñable.

5.Política y Educación

5.1.Política
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La clave de la política platónica, formulada sobre todo en la República,
se basa en dos nociones: la polis y los ‘tipos sociales’.
a) La polis. La felicidad, según Platón, sólo se puede lograr en sociedad.
En el seno de la ciudad estado –polis– el ciudadano logrará la armoniza-
ción de su personalidad con las exigencias de la convivencia con sus seme-
jantes.
b) Los tipos sociales. Para él, así como el alma humana es tripartita –
racional, irascible y concupiscible–, asimismo lo es la sociedad. En ella los
filósofos son los que desempeñan la función de gobierno, desarrollando la
sabiduría práctica –prudencia–, como virtud propia de la parte racional
del alma. Los guardianes deben ocuparse de la custodia, como reflejo que
son del valor del alma irascible. Son los artesanos y labradores los que
deben mantener la ciudad, pues son el espejo del alma templada en su
parte concupiscible, ya que se encargan de procurar y distribuir los bienes
materiales.

5.2.Educación
Para Platón una educación correcta puede eliminar los obstáculos que
impiden al hombre disfrutar de la contemplación de la belleza. Por eso hay
que mostrar a los niños las cosas bellas, pues son éstas las más capaces
para despertar el amor en ellos (Fedro, 250). Sin embargo, todo esto
depende del tipo de gobernante que dirija la sociedad, pues para que
exista una buena sociedad se precisa:
a)Que el gobernante sea virtuoso y buen educador. Sólo se logrará una
sociedad justa y bella si disponemos de una clase dirigente educada en la
idea de bien que haya adquirido las ‘virtudes del alma’ “por medio de la
costumbre y del ejercicio” (República 518 e). Esto supone que la tarea de
los gobernantes ha de ser educadora mediante el convencimiento o la
persuasión, las leyes y, en último extremo, la fuerza de los castigos, por
este mismo orden de importancia. Por esto es tan importante que los
gobernantes dispongan de virtud, pues son ellos, con su ejemplo, los que
han de ayudar a los demás ciudadanos, incapaces de acceder a la verdad
por la dialéctica, a formarse una recta opinión.
b)Que existan leyes justas. La debilidad de la naturaleza humana nece-
sita de ellas. La finalidad del gobernante es la consecución de la justicia en
el interior de la caverna, donde sólo tenemos “sombras de lo justo”, esto
es: las interpretaciones sobre la justicia de “los que jamás han visto la
justicia en sí”. República 517 d. El prisionero liberado, a su regreso, tiene
forzosa- mente que discutir con ellos con el fin de mostrarles esta
necesidad.
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6.Balance
En la filosofía de Platón se pueden corregir, al menos, las siguientes tesis
fundamentales:
6.1.Ideas innatas. El error básico de la teoría del conocimiento de Pla-
tón radica en postular su existencia. Y esa fue la radical crítica que recibió
de Aristóteles. ‘Las formas, o bien se dan en la realidad física informando
las materias (y entonces se dan como causas formales), o bien se dan en
el nous’ cuando éste las piensa, ni antes ni después, sino al pensarlas,
porque las ideas dependen del acto de pensar que las presenta. No cabe
acto de pensar sin ideas pensadas ni ideas pensadas sin acto de pensar. El
error platónico respecto del innatismo de las ideas se repetirá en la
modernidad amanos de Descartes.

6.2.Mundo Ideal. En consecuencia, no cabe la existencia de un mundo


aparte de las Ideas o en sí, precisamente porque una ‘idea en sí’ no puede
ser idea, sino una realidad, ya que la idea depende del pensar. Lo que
si cabe es un pensar que no piense formando ideas, porque no todo
nuestro conocer conoce formando ideas. Las ideas no tienen realidad
subsistente. El conocer, en cambio, sí. Por lo demás, las ideas son
enteramente intencionales respecto de la realidad física de donde se han
abstraído.
6.3. La inmortalidad no exige la transmigración. Se llama
metempsicosis a la hipótesis según la cual las almas transmigran
sucesivamente a distintos cuerpos. La inmortalidad del alma se descubre
por la inmaterialidad de sus potencias superiores (inteligencia y
voluntad). La inmaterialidad de éstas, por la inmaterialidad de sus actos y
objetos. Pero la inmaterialidad no exige la reencarnación, porque esta
supone, en el fondo, irresponsabilidad, pues de haber innumerables
vidas, nadie se tomaría en serio la presente, si es que con ella uno se
juega el destino eterno. El alma es la vida del cuerpo, por tanto, nace
cuando éste es animado, no antes.

6.4.Prudencia versus intelecto. El hábito intelectual superior es, para


Platón, la prudencia. Pero éste lo es de la ‘razón práctica’, que no es el
modo superior del conocer humano. Frente a esto Aristóteles distinguió
entre los hábitos teóricos (ciencia, primeros principios y sabiduría) y los
prácticos (prudencia y arte) manifestando que los primeros son
superiores a los segundos. La cumbre de la Edad Media sacó mucho
partido de esa superioridad a la par que descubrió otro hábito que es la
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raíz de los prácticos: la sindéresis (capacidad natural para juzgar
rectamente). Sin embargo, la filosofía moderna y contemporánea olvidó
los hábitos intelectuales, de manera que, a pesar de las apariencias, el
alcance de sus teorías del conocimiento es muy limitado.

6.5. ¿Diálogo o hallazgo? Para Platón el mejor método para que


comparezca la verdad es el diálogo, la dialéctica, la cual ordinariamente
queda referida a experiencias de la vida y asuntos prácticos. Sin
embargo, Aristóteles observó que si bien respecto de asuntos prácticos
‘cuatro ojos ven más que dos’, en asuntos teóricos un hombre puede
descubrir lo que a los demás se les pasa por alto. Pensar es pararse a
pensar, no necesariamente hablar.

6.6. Intelectualismo ético. No todo mal se comete por ignorancia. Para


Platón el mal es necedad; y viceversa, ser bueno se consigue siendo
sabio,en el sentido de prudente. Frente a este intelectualismo buena parte
de la filosofía posterior sigue las tesis aristotélicas, indicando que el mal
depende más de la voluntad y del sujeto que del conocer. Esa tesis fue
común a lo largo de la Edad Media. En la modernidad hubo defensores
de posturas racionalistas, como Spinoza, que afirmaron la primacía de la
razón en la dirección de la conducta moral sin que la voluntad tenga la
última palabra.

6.7.Antropología. El hombre no es su alma, porque es un compuesto de


alma y cuerpo. A falta de una no se puede hablar de hombre. Sin
embargo, la persona humana no equivale a hombre, por eso la persona
humana no es ni su alma ni su cuerpo, sino realmente distinta, por
superior, a ambos. Por eso se puede hablar de persona si falta el cuerpo
con la muerte.

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Comentario de texto:

“Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna,


que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están
desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben
permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les
impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz
de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay
un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado
a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para
mostrar, por enci-ma del biombo, los muñecos (...) Imagínate ahora que,
del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de
utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y
madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros
callan”.
Platón, República, libro VII

Contesta a las siguientes preguntas:


1) ¿Por qué Platón consideró que lo verdaderamente real tiene el estatuto
de ideas eternas e inmutables?
2) ¿Pueden las ideas ser innatas?, ¿por qué?
3) Explica el significado del mito de la caverna.
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4) ¿Acierta Platón al distinguir tres niveles de conocer: sensible, racional
e intelectual?, ¿por qué?
5) ¿Qué es más importante para Platón: la prudencia o la virtud ética?,
¿por qué?

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