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Bibliografía
Cuando se acepta universalmente que todos los símbolos del formalismo son
interpretados sin ambigüedad representando alguna propiedad de la realidad, se dice
que la teoría queda concluida.
Bien, cualquier teoría física, para ser aceptada, debe hacer predicciones detalladas.
Dado un experimento bien definido, la teoría ha de especificar correctamente el
resultado o, al menos, asignar probabilidades correctas a todos los resultados posibles.
Desde este punto de vista formal la mecánica cuántica puede considerarse
extraordinariamente buena. En su calidad de teoría moderna fundamental de las
partículas elementales, de los átomos, de las moléculas, de la radiación
electromagnética y del estado sólido, suministra métodos para calcular los resultados de
la experimentación en todos estos campos. Pero se espera que no sólo sea capaz de
determinar los resultados de un experimento sino que nos de alguna comprensión de los
sucesos que presumiblemente sustentan los resultados observados (interpretación).
La función onda, llamada estado cuántico, especifica, hasta donde es posible, todas las
cantidades de un sistema físico. Según su visión no todas las cantidades de un sistema
tienen simultáneamente valores definidos. El ejemplo más claro de esta aseveración lo
constituye el "principio de incertidumbre de Heisemberg" que establece la
imposibilidad de definir al mismo tiempo la posición y el momento de una partícula.
No hay que olvidar que el estado cuántico de un sistema proporciona de manera
inequívoca la probabilidad de cada resultado posible de cada experimento que se
desarrolla en el sistema.
Para muchos personas, científicos inclusive, esta teoría sigue hallándose en conflicto
con una imagen del mundo que muchos consideran obvia y natural. Esta imagen se basa
en tres axiomas (por lo tanto se toman como verdades indemostrables).
Einstein se interesó mucho por la mecánica cuántica, a veces desde el punto de vista
crítico. Su sentido físico le decía que la exactitud de las predicciones de la teoría no era
razón para aceptar la interpretación probabilística de Max Born, Werner Heisemberg,
Niels Bohr y otros, conocida como "Interpretación de Copenhague",
debido al nombre de la ciudad en la que residía Bohr. Para refutar
esta interpretación, Einstein publicó en 1935, junto a Boris Podolsky
y Nathan Rose, un célebre artículo titulado "¿Puede considerarse
completa la descripción que de la realidad física da la Mecánica
Cuántica?.
Muchísimos físicos han apoyado la visión del argumento EPR tachando de "dogma" a
la interpretación Copenhague: ese es el dogma, más o menos oficial, de la física
teórica, y tal es la lección que exponen los manuales universitarios (Teoría alternativa de
Bohm a la mecánica cuántica - David Z. Albert - Investigación y Ciencia Nº 214 - Julio 1994 - Pág. 20).
El argumento EPR históricamente fue desarrollado a partir de las variables de posición
e impulso de dos partículas correlacionadas. David Bohm, del Colegio Birbeck de
Londres, la reformuló para variables de espín (1951); su versión modificada sirvió a
Jhon Bell de punto de partida para establecer sus famosas desigualdades. Para cualquier
partícula la mecánica cuántica prevee la posibilidad de que posea un momento cinético
de rotación interna o espín, incluso en el caso de que tal partícula sea estrictamente
puntual. Dicho sea de paso, he aquí otro ejemplo de resultado cuántico poco intuitivo.
¿Cómo imaginar, en efecto, la rotación sobre sí mismo de un objeto puntual que, por
tanto, carece de estructura interna?.
Al igual que el momento clásico el espín está representado por un sector del que cabe
medir la componente respecto de un eje cualquiera. El electrón, el muón y el protón son
partículas llamadas de espín ½. Ello significa que si se mide la componente del espín
sobre un eje cualquiera, sólo cabe esperar dos valores posibles: + /2 ó – /2 (donde
es una constante que es igual a h/2 y h es la constante de Planck). Es precisamente por
que la nueva teoría conducía a valores cuantificados como este que se la llamó
mecánica cuántica. Si bien el espín es análogo sólo en algunos aspectos al momento
angular de rotación de un cuerpo macroscópico, nos basta con que se represente
mediante un vector.
Supongamos que un físico ha ideado una demostración que pueda efectuarse con
partículas subatómicas, por ejemplo, los protones. Tras intentos descubre que unos
protones pasan la prueba y otros no; pero él no sabe si está midiendo alguna propiedad
real de los protones o simplemente observando fluctuaciones al azar de su aparato. Por
eso decide aplicar la prueba a pares de protones. Los protones que constituyen el par
están inicialmente muy próximos, lo que se logra aplicando un procedimiento análogo a
ambos. Se permite luego que las partículas se separen. Cuando se han alejado cierta
distancia macroscópica (medida en cm o m) se les pone la prueba, simultáneamente
para algunos pares y con intervalo de tiempo para otros. El físico descubre una estricta
correlación (existencia de mayor o menor dependencia entre dos elementos) negativa
cuando en un par un protón pasa la prueba y el otro no.
Existe una prueba real que puede llevarse a cabo con partículas subatómicas y que da
resultados análogos. Se trata de la medición de cualquier componente del espín. Como
ya se ha dicho, cualquiera sea el eje elegido para medir la componente del espín, los
resultados serán siempre los mismos, uno de dos, + /2 ó – /2, ambos de igual valor
numérico pero de signos opuestos.
Se observa una correlación estrictamente negativa entre los componentes del espín
cuando se juntan dos protones en la configuración mecánico – cuántica llamada estado
singlete (single, del inglés, simple). En otras palabras, si dejamos separar dos protones
en estado singlete y se mide luego la componente del espín en ambas partículas, será
siempre para un protón positivo y para el otro negativo. No hay forma de predecir que
partícula tendrá la componente negativa y cual la positiva, sin que ello sea obstáculo
para que la correlación esté bien establecida.
El vector que representa al espín de una partícula se define mediante sus componentes a
lo largo de los tres ejes en el espacio. Para un vector asociado con un objeto
macroscópico de vida normal, podría darse por sentado (y con razón), que las tres
componentes tienen valores definidos en cualquier instante aunque nosotros los
desconozcamos.
Aunque los instrumentos pueden medir únicamente una componente del espín cada vez,
podemos construir un dispositivo que mida la componente del espín a lo largo de
cualquier eje, arbitrariamente. Se designará a cada eje con la letra A, B, C.
La desigualdad queda expresada simbólicamente de esta manera: n (A+B+) < n (A+ C+) +
n (B+ C+)
Esta desigualdad puede ser fácilmente demostrada dentro del contesto de las teorías
locales mediante un simple razonamiento basado en teoría de conjuntos.
Para comenzar podemos introducir la hipótesis contraria, "existe una forma de medir
independientemente don componentes del espín en una sola partícula". Supongamos
que este aparato, inexistente, ha revelado que un protón posee componente de espìn A+
y B. La tercera componente no se ha medido por lo que puede ser positiva o negativa.
Por lo tanto el protón puede ser A+ BC+ o A+ BC . No hay otra posibilidad.
Los protones que aparecen con espín A+ C pueden analizarse de forma análoga.
El número de protones N (A+C)* debe ser mayor o igual a N (A+B C), o sea N (A+
C) > N (A+BC) (1). (suponiendo que el otro conjunto sea vacío). Recordar que la parte no
puede ser mayor que el todo. Recurriendo al mismo razonamiento tenemos que N
(BC+) = N (BC+A+) + N (B C+A), entonces, N (BC+) > N (A+ BC+) (2)
N (A+B) = N (A+BC+) + N (A+B C) N (A+B) < N (A+C) + N (B C+) (3)
Obviamente, dicha desigualdad se prueba mediante ese razonamiento si sólo si las tres
premisas de las teorías realistas locales se consideran válidas.
A partir de 1971 se idearon experimentos destinados a probar cual de las teorías era la
correcta. La mayoría suplantó al protón por el fotón (unidad - cuanta - de la radiación
electromagnética).
El fotón, unidad fundamental de la luz, puede comportarse como onda o como partícula
y persistir en ese estado de ambigüedad hasta que se realiza una medición. Si se mide
una propiedad corpuscular se comporta como partícula; si se mide una propiedad
ondulatoria, lo hará como onda. Que el fotón sea onda o partícula que queda indefinido
hasta que se haga una medición.
La función onda del fotón permite conocer tres "propiedades" del fotón: su dirección,
su frecuencia y su polarización lineal. Esta última es análoga al espín de una partícula
másica.
Basta las dos ideas básicas (incertidumbre y superposición) para advertir que la
mecánica cuántica entra en conflicto con el sentido común, nuevamente.
Para acabar con ese punto débil, Alain Aspect, Jean Dalibard y Gerard Roger, del
Instituto de Óptica de la Universidad de Paris, realizaron un espectacular experimento
en el que la elección entre las orientaciones de los analizadores de polarización se
producía mediante conmutadores ópticos mientras los fotones se hallaban en vuelo.
Ocho años de trabajo exigió el experimento que concluyó en 1982. En él, cada
conmutador es un frasquito de agua donde se generan, ultrasónicamente y con
periodicidad, ondas estacionarias. Las ondas sirven como redes de difracción que
desvían con un alto rendimiento un fotón incidente. Si se conectan las ondas
estacionarias, el fotón viajará sin desviarse hacia el analizador que está orientado de
otra. La conmutación entre las orientaciones dura unos 10 nanosegundos (10 – 8 seg).
Los generadores que abastecen a los conmutadores funcionan de modo independiente,
aunque (desafortunadamente para la total definición del experimento) la operación es
periódica y no aleatoria. Un analizador dista de otro 13 m, de manera que una señal que
avanza a la velocidad de la luz invierte, aproximadamente, 40 nanosegundos (4.10 – 8
seg.) en recorrer ese intervalo. En consecuencia, la elección de la orientación del primer
analizador no debería influir en la transmisión del segundo fotón a través del segundo
analizador, ni la elección de la orientación del segundo analizador debería hacerlo en la
transmisión del primer fotón a través del primer analizador.
Se esperaba, pues, que el dispositivo experimental satisfaga la condición de localidad
de Bell. De ello se infería que, de acuerdo con el teorema, habría violaciones de
correlación de la mecánica cuántica en los resultados experimentales. La verdad es que
el experimento produjo el resultado opuesto. Los datos de las correlaciones
concordaban, dentro del error experimental, con las predicciones mecánico - cuánticas
que se calculaban a partir del estado cuántico 1 (psi). Además, los datos diferían, en
más de cinco desviaciones estándar, de los límites permitidos según el teorema de Bell,
por cualquier modelo de las teorías realistas locales. Aún cuando el experimento no sea
absolutamente definitivo, la mayoría de la gente considera que las perspectivas de
invertir los resultados son mínimas.
Parece poco probable que la familia de los modelos locales pueda salvarse. Ahora sólo
resta hallar cual de las premisas es la que debe corregirse. Todo apunta que la tercera, la
llamada separabilidad de Einstein, deberá analizarse cuidadosamente y verificar hasta
donde llega su veracidad.