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Nahuel Sznajderhaus
Licenciado en Ciencias Físicas, Universidad de Buenos Aires, Argentina
Estudiante de doctorado, Universidad de Leeds, Inglaterra
phns@leeds.ac.uk
La mecánica cuántica es una de las teorías físicas más revolucionarias en la historia de la
ciencia, sin embargo, tanto su desarrollo como su interpretación permanecen aún hoy, a
más de un siglo de su creación, como un problema abierto. Su sorprendente éxito
predictivo parece haber sabido ocultar el hecho de que todavía no se ha comprendido,
cabalmente, de qué nos habla esta teoría. Si bien posee consistencia y robustez formal,
las preguntas referidas a su interpretación y significado no parecen haber sido aún
respondidas satisfactoriamente. En este sentido, resulta central entender los problemas
que surgieron durante los primeros años del desarrollo del formalismo, así como también
las discusiones suscitadas entre los padres fundadores de la teoría. En la todavía
inconclusa tarea de crear un esquema conceptual que dé cuenta coherentemente del
formalismo matemático de la teoría cuántica, contar con una clara concepción histórica de
la misma puede brindar elementos que nos permitan repensar los problemas a los que
esta teoría nos enfrenta. Como señala Hans Primas:
“la mecánica cuántica pertenece a una tradición histórica particular y todavía se
encuentra en proceso de evolución (como toda gran teoría). Para entender la
mecánica cuántica en tanto que proyecto cultural en el que el hombre ha
alcanzado un nuevo nivel de conocimiento y para reconocer los logros
contemporáneos como una consecuencia del pasado, tenemos la obligación de
entender sus raíces históricas.”1Primas (1981:46)
La teoría cuántica se originó en el año 1900–en el contexto de lo que fue dado en
llamar la “catástrofe del ultravioleta”2–, cuando Max Planck presentó su derivación de la
ley de distribución de la radiación electromagnética de un cuerpo negro. Partiendo del
postulado de discontinuidad de la energía, Planck logró dar con una función que
parametrizara los resultados empíricos del espectro de energía electromagnética que
emite un cuerpo negro a temperaturas cercanas al cero absoluto. Según el principio de
Planck, la energía de la radiación debe ser considerada en términos de paquetes (o
cuantos), múltiplos de la cantidad hν
(donde h es la constante de Planck y ν la frecuencia
de la radiación). En 1905 Albert Einstein utilizó el postulado de Planck para interpretar los
resultados experimentales referidos al efecto fotoeléctrico.3 Einstein propuso que hνdebía
ser la energía del ‘cuanto’ de luz, interpretando a la luz como compuesta por partículas de
momento lineal hν/c.De este modo,logró explicar el extraño efecto de la interacción entre
la luz y la materia expuesto en el experimento.4 En 1913, Niels Bohr –continuando con el
modelo atómico propuesto por Ernest Rutherford– postuló que los electrones se mueven
alrededor del núcleo –de modo análogo a como los planetas orbitan alrededor del sol– en
órbitas estacionarias sin irradiar energía electromagnética. Esto contradecía de modo
flagrante la teoría electrodinámica clásica la cual predecía el colapso de las orbitas por la
perdida de energía debida a la radiación. Según Bohr, la radiación no se producía debido
a la aceleración del electrón sino como consecuencia del pasaje de una órbita de mayor
energía a otra de menor energía;; en este pasaje se emitía una radiación con frecuencia
ν = (𝐸) −
𝐸+ )/h (donde 𝐸) y 𝐸+ son las energías de la órbita final e inicial,
respectivamente). Los postulados del modelo de Bohr permitieron explicar por primera vez,
la distribución de las líneas espectrales del átomo de hidrógeno.
Werner Heisenberg, un joven estudiante de Max Born, logró desarrollar en 1925 la
primera formulación matemática de la teoría atómica. Teniendo en cuenta las reglas que
permitían predecir los resultados empíricos de los espectros atómicos, Heisenberg
consideró que “en lugar de las condiciones cuánticas de Bohr y Sommerfeld [para las
1
A menos que sea indicado, todas las traducciones al español nos pertenecen.
2
La catástrofe del ultravioleta surgió a partir de la seria discrepancia entre las predicciones de la teoría
clásica y los resultados empíricos de la energía de emisión de un cuerpo negro para bajas longitudes de
onda (la zona ultravioleta del espectro electromagnético).
3
Para un análisis detallado cf. Cassini, Levinas & Pringe, 2013.
4
Este desarrollo le valió el premio Nobel de física en el año 1921.
2
órbitas de los electrones en el átomo], debían tenerse en cuenta solamente las
magnitudes observables, [es decir, las frecuencias de oscilación y las energías de los
estados estacionarios]” (Heisenberg, 1972:77). Al año siguiente, junto con Born y Pascual
Jordan, lograron una teoría matemáticamente robusta y cerrada, que fue dada en llamar –
debido a la utilización de las matrices– mecánica matricial.5 A diferencia de las teorías
físicas anteriores, la mecánica matricial carecía de una interpretación “visualizable”, hecho
que motivó a Erwin Schrödinger a desarrollar una formulación alternativa, presentada en
enero de 1926 y denominada “mecánica ondulatoria”. Schrödinger –continuando las ideas
de las ondas piloto de Louis de Broglie– había encontrado una ecuación diferencial capaz
de proveer soluciones a los estados atómicos. Esta matemática era, contrariamente a la
extraña matemática de matrices, bien conocida por los físicos de la época, y al mismo
tiempo, parecía proveer una descripción intuitiva de la dinámica atómica en términos de
una onda de materia evolucionando en el espacio-tiempo. Sin embargo, pese al
entusiasmo inicial, rápidamente fueron evidenciadas las dificultades de interpretara ψ, la
solución de la ecuación diferencial que formuló Schrödinger, en estos términos. Pocos
meses después, en marzo de 1926, el propio Schrödinger mostró la equivalencia entre
ambos formalismos.6 Ese mismo año, en un trabajo publicado en la revista Zeitschrift für
Physik, 7 Born formuló lahoy estándar interpretación probabilista de la función de
onda: ψ codificaba la probabilidad de que una partícula fuese encontrada en una
determinada región del espacio.8 Si bien esta interpretación probabilista lograba explicar
de un modo intuitivo los resultados experimentales, muy pronto resultó evidente que la
‘probabilidad cuántica’ era cualitativamente diferente de la probabilidad utilizada en la
mecánica estadística clásica–interpretada en tanto que ignorancia de un estado de cosas
preexistentes a la medición. Desde entonces el sentido de la modalidad en la teoría
cuántica ha permanecido como un problema abierto para la comunidad científica.
5
Born, Heisenberg&Jordan, “Zur Quantenmechanik II”, Zeitschrift für Physik, 35, 1926, 557-615.Traducido al
inglés en Van der Waerden (1968:321).
6
Para una discusión detallada de las posiciones de Heisenberg y Schrödinger respecto de la visualización
de los elementos formales de la teoría, cf. Hilgevoord y Uffink (2001) y las referencias allí citadas.
7
Traducción al inglés en Wheeler y Zurek (1983:52).
8
De este modo, la función de onda adquiría sentido físico a través de el cuadrado del valor absoluto de ψ, i.e.
‖ψ‖) = ψψ∗ .
9
Traducción libre de “Über den anschaulichen Inhalt der quantentheoretischen Kinematik und Mechanik”.
Para una traducción al inglés, cf. Wheeler y Zurek (1983:62).
3
determinados para magnitudes incompatibles. 10 En términos matemáticos, Heisenberg
arribó a la siguiente expresión:
∆x∆p ≳ ℏ,
Sin embargo, la presión de Bohr para incluir el principio de Heisenberg dentro de su
propio esquema epistemológico forzó la discusión en términos gnoseológicos, i. e. a partir
de los límites impuestos por los conceptos clásicos de onda y partícula. Heisenberg
siempre había subrayado la discretitud en la teoría cuántica, y fue esto lo que le permitió
alcanzar este principio en febrero de 1927, aprovechando una ausencia de Bohr de
Copenhague. A su regreso, Bohr se encontró no solo con que Heisenberg ya había
enviado su trabajo para ser publicado, sino que en él no aparecía siquiera considerada la
10
Técnicamente, dos magnitudes son incompatibles cuando los operadores que las representan no
conmutan entre sí.
4
dualidad onda-partícula. 11 Luego de intensas discusiones Heisenberg accedió a enviar
una nota adicional a su trabajo en la que sostenía:
“Luego de concluir este artículo, recientes estudios de Bohr han derivado en un
punto de vista que permite profundizar el análisis de las correlaciones
mecánico-cuánticas abordadas en este trabajo. En vista de esta perspectiva
Bohr señaló que he pasado por alto puntos esenciales a lo largo de muchas
discusiones en este artículo. Por sobre todo, la incertidumbre en la observación
no surge exclusivamente de las discontinuidades, sino que están directamente
relacionadas con el requerimiento de ponderar de igual manera los distintos
experimentos en los que se manifiestan la teoría corpuscular por un lado, y la
teoría ondulatoria por otro.” Heisenberg (apud Wheeler y Zurek, 1983:83)
Años más tarde, en una entrevista con Thomas Kuhn para el Archivo de la historia oral de
la física cuántica, Heisenberg expresaría una postura muy diferente: “Bohr era más
proclive a… ir y volver entre las representaciones de onda y de partícula. Eso era algo
que a mí mucho no me agradaba, porque sentía que al menos la teoría cuántica parecía
ser un esquema consistente. […] Para mí era claro que a fin de cuentas no había un
dualismo. […] Siempre me molestaba un poco esta tendencia de Bohr a ponerlo en
términos de un esquema dualista” (Heisenberg, apud Bokulich, 2004:96).
11
Como Jan Hilgevoord y Jos Uffink (2001, sección 3) explican: “Por un lado, Bohr era muy entusiasta de
las ideas de Heisenberg que maravillosamente se articulaban dentro de su propio esquema. De hecho, en
sus siguientes trabajos, Bohr siempre presentaba las relaciones de incerteza como la expresión simbólica
de su punto de vista de la complementariedad. Por otro lado criticó fuertemente a Heisenberg debido a la
sugerencia de que estas relaciones se debían a los cambios discontinuos que ocurren en el proceso de
medición. Más bien, sostenía Bohr, la derivación apropiada debía partir de la indispensabilidad tanto del
concepto de onda como del concepto de partícula. Las incertezas experimentales, diría Bohr, no surgen
exclusivamente de las discontinuidades sino también del hecho de que hay que tener en cuenta tanto la
teoría corpuscular como la teoría ondulatoria.”
12
Contrariamente a lo que sucede en el marco de la física clásica, donde un objeto se describe
unívocamente a través de la representación de ‘onda’ o de ‘partícula’, y los distintos experimentos para
estudiar el sistema proveen múltiples perspectivas siempre compatibles, en ‘el experimento de la doble
rendija’ se observan características de partícula y de onda para un mismo sistema, dependiendo de la
elección del arreglo experimental.
5
ofrece. Cada uno de estos esquemas (onda y partícula) exponía representaciones
clásicas de contextos experimentales bien definidos, ambos, si bien contradictorios,
necesarios para la constitución del objeto cuántico. Con el objetivo de resolver esta
tensión entre las representaciones incompatibles –al tiempo que Heisenberg había
formulado el principio de indeterminación– Bohr había concebido el principio de
complementariedad.13 Según este principio, en la teoría cuántica, es necesario considerar
arreglos experimentales mutuamente complementarios para arribar a una comprensión
cabal del objeto cuántico. “Debemos estar preparados para aceptar el hecho de que la
elucidación completa de uno y el mismo objeto pueda requerir diversos puntos de vista
que se resisten a ser unificados en una única descripción” (Bohr, 1929:96). Dentro del
esquema bohriano, las representaciones clásicas asegurarían la objetividad del
conocimiento obtenido a partir de cada arreglo experimental complementario. La
expresión de Heisenberg no era entendida aquí en tanto principio, sino meramente en
tanto relaciones de incerteza, que cumplían el rol de determinar los límites formales a la
aplicabilidad de los conceptos clásicos (representaciones). Según Leon Rosenfeld, uno de
los más cercanos colaboradores de Bohr:
Al mismo tiempo que desarrollaba esta novedosa interpretación, Bohr obturó futuros
desarrollos conceptuales, sosteniendo que la descripción de los fenómenos cuánticos
debía siempre ser expresada exclusivamente en términos del lenguaje clásico:
“[…] ante todo, debe quedar claro que, independientemente de lo lejos que los
efectos cuánticos se encuentren del límite del análisis de la física clásica, tanto
el arreglo experimental como los resultados de las observaciones deben ser
expresados en el lenguaje común suplementado por la terminología de la física
clásica, [es decir, el lenguaje de Newton y Maxwell].” Bohr (apud Wheeler y
Zurek, 1983:313)
13
Para una discusión pertinente cf. Lahti (1980).
6
Como puede advertirse, las distintas posturas delos padres fundadores de la física
cuántica son tan diversas como ricas en cuanto a su carácter tanto ontológico como
epistemológico. Sobre todo, ante los textos originales y las discusiones internas, resulta
evidente que no existía una única interpretación de la teoría cuántica, de sus alcances y
de su referencia. Sin embargo, la interpretación que la gran mayoría de los físicos tienen
actualmente de la mecánica cuántica puede, en cierta medida, ser considerada como
parte de una deriva del pensamiento eminentemente anti-metafísico de Bohr. Esta visión
resulta expresada de modo preciso por Asher Peres: “en sentido estricto, la teoría
cuántica es un conjunto de reglas que permiten la computación de las probabilidades de
los resultados de pruebas que siguen a preparaciones específicas” (Peres, 1995:13).
Desde este punto de vista, la mecánica cuántica, en tanto que formalismo predictivamente
exitoso, “no necesita interpretación alguna” (Fuchs y Peres, 2000).Creemos, sin embargo,
que en las problemáticas que surgieron durante la creación del formalismo cuántico y,
sobre todo, en las discusiones que se suscitaron en el grupo de físicos que participaron
de este desarrollo, puede estar la clave de la búsqueda de la articulación de un esquema
conceptual que sea capaz de brindar una respuesta coherente a la preguntas
interpretativas a propósito de la teoría cuántica.
En esta sección nos interesa presentar y analizar algunos de los problemas más
paradigmáticos de la teoría cuántica. Si bien en gran medida estos problemas fueron
reconocidos y discutidos por los propios padres fundadores de la teoría desde el
comienzo del desarrollo del formalismo, aún permanecen irresueltos en el presente,
mostrando tal vez los límites de la representación clásica del mundo. Hoy en día, las
preguntas referidas a la interpretación de la teoría continúan abiertas: ¿de qué habla la
mecánica cuántica? ¿Cómo puede pensarse la existencia de un “sistema cuántico”?
¿Podemos interpretar a ψ más allá de los meros resultados experimentales?
3.1.Superposiciones cuánticas: El problema de la medición y el gato de Schrödinger
Paul Dirac (1974[1930]: 12) fue uno de los primeros en remarcar la importancia del
principio de superposición de la mecánica cuántica, advirtiendo, al mismo tiempo, que la
superposición cuántica de estados no admite una representación visual ni puede
explicarse mediante conceptos clásicos. Si bien en el caso de la física clásica también
existen ‘superposiciones’, estas no deben ser de ningún modo confundidas con las
superposiciones cuánticas. 14 Mientras que en el caso clásico la superposición de dos
ondas (o campos) da como resultado una nueva onda (o campo), en el caso de la
mecánica cuántica, si consideramos dos estados físicos (representados por |a y |b ),
14
Para un análisis pertinente cf. da Costa & de Ronde, 2012.
7
debido a la linealidad de la estructura matemática, las combinaciones lineales
normalizadas resultan también estados legítimos.
Una de las situaciones donde se evidencia la problemática referida al principio de
superposición es en relación al denominado “problema de la medición”. Según la
formulación ortodoxa de la mecánica cuántica, el proceso de medición se describe a partir
de la interacción entre el sistema cuántico y el aparato de medición.15 Los estados del
sistema y del aparato se encuentran relacionados, luego de la medición, de manera tal
que el resultado que arroja el aparato (imaginemos, por ejemplo, la posición del puntero
de un medidor, que señala algún número en alguna escala de la magnitud a medir)
determina cuál es el estado del sistema que se está observando. Consideremos primero
el caso de la medición de una magnitud física para un sistema preparado de modo que se
encuentra en un autoestado del operador asociado a esa magnitud (por simplicidad
suponemos que no hay degeneración en los autovalores) antes de que la medición sea
efectuada: sea |α: el vector de estado del sistema, autoestado del operador que
representa a la magnitud física que mide el aparato y supongamos que el estado inicial
del puntero es|a; . Así el estado inicial del sistema compuesto por el aparato y el sistema
es a; α: .
Luego de la interacción, según la teoría cuántica, el sistema queda
correlacionado con el puntero del aparato:
Donde|a: es el estado del puntero cuando señala el resultado asociado al estado del
sistema |α: , y la flecha indica la interacción entre sistema y aparato. Ahora bien, si el
sistema no se encuentra en un autoestado de la variable a medir, debe ser expresado en
términos de una combinación lineal, es decir, de una superposición de vectores de
estado, c> |α> . Al interactuar el estado cuántico con el aparato de medición obtenemos
entonces:
15
Este desarrollo se debió principalmente al trabajo de John von Neumann.
8
En 1935 Schrödinger (1935) ilustró de modo dramático el problema conceptual al
que nos enfrentan las superposiciones cuánticas. Se considera la interacción de un gato
con un átomo encerrados en una caja, aislados del exterior. El átomo se encuentra en un
estado de superposición tal que la probabilidad de estar en un estado excitado y la
probabilidad de decaer al estado fundamental es ½. Un artefacto que libera un veneno
letal para el gato se activa en el caso en que el átomo decae al estado fundamental, como
consecuencia el gato morirá. Por el contrario, si el átomo no decae, el gato permanecerá
vivo. De acuerdo a la mecánica cuántica, la interacción produce un entrelazamiento entre
el estado del átomo y el estado del gato, dejando al gato en una superposición de ‘estado
vivo’ y ‘estado muerto’. La teoría parece predecir entonces una especie de gato “zombie”,
medio vivo, medio muerto. A pesar de que acordamos con Dennis Dieks (1988:189) en
que resulta “necesario distinguir los niveles discursivos, ya que es el vector de estado el
que está en superposición, y no el gato, [pues] ‘vector de estado’ y ‘gato’ son dos
conceptos de distinto nivel en el discurso”, el problema persiste: ¿cómo representar o
entender una superposición cuántica más allá de la mera predicción de resultados
empíricos?
3.2. La paradoja de Einstein, Podolsky y Rosen: ¿Incompletitud de la teoría?
En 1935, Einstein y dos de sus estudiantes, Boris Podolsky y Nathan Rosen, (EPR),
plantearon, a partir de un paradójico experimento pensado,la pregunta: “¿Puede
considerarse completa la descripción de la realidad física que surge de la mecánica
cuántica?” La paradoja de EPR abrió el camino de un sinnúmero de debates, discusiones
y análisis,no solo enel ámbito teórico, sino también en el experimental.
Según EPR,las teorías físicas deben considerar “elementos de realidad física” las
cuales caracterizan el contenido ontológico de las teorías. Todo elemento de la realidad
física debe tener una contraparte precisamente definida que pertenece al formalismo de
una teoría completa. Fue el propio Einstein quién desarrolló un criterio suficiente para
reconocer un elemento de realidad:
Elemento de realidad física: Si podemos predecir con certeza el valor de una magnitud
física (es decir, con probabilidad igual a 1) sin que el proceso de medición perturbe al
sistema de ninguna manera, entonces existe un elemento de realidadcorrespondiente a
esta magnitud física.
Supongamos dos partículas (denominadas 1 y 2) que interactúan durante cierto tiempo–
de modo que antes de la interacción sus respectivos estados sean conocidos.
Consideremos la función de onda ψ del sistema compuesto por ambas partículas luego
de la interacción. Si realizamos una medición de la posición de la partícula 1, podremos
inferir –al igual que en mecánica clásica– cuál será la posición de la partícula 2 sin
haberla perturbado –es decir, sin haber efectuado directamente una medición sobre ella.
Si luego realizamos otra medición sobre la partícula 1, esta vez midiendo el momento
9
lineal, podremossaber con certeza –también al igual que en la teoría clásica– cuál es el
valor del momento lineal de la partícula 2 sin haberla perturbado. De este modo, y según
el criteriode realidad física propuesto por Einstein, existende manera
simultánea‘elementos de realidad’ correspondientes a la posicióny al momento de la
partícula 2. Sin embargo, según la teoría cuántica, el principio de indeterminaciónimpide
que la función de onda dé cuenta deestas magnitudes (posición y momento) de manera
simultánea. Dado que la teoría –vía la función de onda– no es capaz de proveer una
descripción de todos los elementos de la realidad física, la conclusión –que sostiene
entonces EPR– es que la mecánica cuántica debe ser considerada incompleta.
Sobre el final del artículo EPR plantean a modo de conclusión lo siguiente:
16
PhysicalReview, 48, 696, (1935). Reimpreso en Wheeler y Zurek (1983:145).
10
Motivado por esta idea, en 1964 John Bell (1964:195) sostuvo que: “La paradoja [de EPR]
fue presentada como argumento para sostener que la mecánica cuántica no puede ser
una teoría completa sino que debería ser suplementada con variables adicionales. Estas
variables adicionales proveerían causalidad y localidad a la teoría.” Las variables
adicionales posibilitarían un esquema representacional en el cual el sistema poseería
propiedades preexistentes –es decir, existentes independientemente de la observación. Si
bien existía ya entonces un teorema desarrollado por Von Neumann el cuál negaba la
existencia de variables ocultas para la mecánica cuántica, la teoría de David Bohm (1951
y 1952) aparecía según Bell, como un contraejemplo directo a la imposibilidad de
considerar una teoría de variables ocultas que replicase los resultados de la mecánica
cuántica. Bell buscó entonces derivar una desigualdad que demostrara de modo
experimental tal posibilidad. En este sentido, las desigualdades de Bell no refieren a la
mecánica cuántica de modo explícito sino a los límites que deben cumplir las
correlaciones descriptas por una teoría basada en los preconceptos de la física clásica.
Resulta en este caso extremadamente interesante el hecho señalado por Itamar Pitowsky:
“A mediados del siglo XIX George Boole formuló sus ‘condiciones para la
experiencia posible’. Son ecuaciones y desigualdades que las frecuencias
relativas de eventos (lógicamente conectados) deben satisfacer. Algunas de las
condiciones de Boole han sido redescubiertas recientemente por físicos,
incluyendo las desigualdades de Bell, las de Clauser-Horne y muchas otras.”
Pitowsky (1994:95)
Finalmente, nos interesa mencionar el teorema de Kochen-Specker (KS) el cual plantea –
en contraste con las desigualdades de Bell– una restricción interpretativa desde el propio
formalismo de la teoría. En términos de operadores en un espacio de Hilbert, un contexto
se da en correspondencia con un Conjunto Completo de Observables que Conmutan
(CCOC). Mientras que en el caso en que se considera un único contexto puede realizarse
una asignación de valores determinados a cada una de las propiedades físicas, el
teorema de KS obtura la posibilidad de asignar valores definidos a magnitudes que
pertenecen a distintos CCOCs de forma simultánea (Kochen & Specker, 1967). Esto
11
representa un obstáculo para cualquier interpretación realista que considere que la teoría
es ‘algo más’ que un mero instrumento para realizar predicciones sobre los resultados de
una medición. Contrariamente a las desigualdades de Bell, que determinan límites a los
resultados posibles de las mediciones a partir de los presupuestos de la física clásica, el
teorema de KS trata específicamente del formalismo de la teoría cuántica, de sus
relaciones y simetrías internas, determinando límites a las posibles interpretaciones de los
elementos formales que pueden ser asociados a las propiedades de los sistemas
cuánticos, i. e. los operadores proyectores.17
Si bien el pensamiento de Ernst Mach resultó de gran importancia en el desarrollo
que tuvo lugar en la mecánica cuántica como en la teoría de la relatividad, la discusión
respecto de la referencia metafísica de las teorías al mundo, permaneció, a comienzos del
siglo XX, como una cuestión recurrente al interior de la física misma. En este sentido, el
significado del positivismo machiano parece contener en sí mismo elementos antagónicos.
Respecto de la crítica a las condiciones a priori del entendimiento humano –tal vez el
elemento más subversivo del pensamiento positivista– Einstein, Heisenberg y Pauli,
podrían llegar a ser considerados positivistas. La crítica a los a priori metafísicos y el
presupuesto de que ‘es sólo lo observable aquello que puede ser predicado dentro de una
teoría física’ ocupó un lugar importante en el desarrollo tanto de la mecánica cuántica
como también de la relatividad. Sin embargo, tanto Einstein y Schrödinger como Pauli y el
propio Heisenberg se encontraban inmersos en el problema de repensar la realidad física;;
una problemática que permanecía para todos ellos como una cuestión esencialmente
metafísica. No resulta entonces extraña la expresa oposición al desarrollo de las ideas
machianas propuesto por el circulo de Viena en tanto una doctrina esencialmente
17
Para una discusión detallada cf. de Ronde, 2011, cap. XX.
12
antimetafísica. Según Don Howard: “Einstein estaba consternado por el Círculo de Viena
y su estridente doctrina antimetafísica. El grupo denostaba como metafísica a cualquier
parte de la teoría, cuya conexión con la experiencia no pudiese ser demostrada con
claridad suficiente.” Einstein había sido claro al sostener que el punto de partida de la
física, se encuentra determinado esencialmente a partir de un presupuesto metafísico:
Según Einstein, el objetivo de la física se enmarca en los siguientes términos:
“[...] el objetivo de la física teórica es lograr la comprensión de la realidad física
que existe independientemente del observador, para el cual la distinción entre
‘directamente observable’ y ‘no directamente observable’ carece de todo
significado ontológico;; este objetivo proporciona al físico al menos una parte de
la motivación para su trabajo, sin embargo el único factor decisivo para
determinar si se acepta o no una teoría física es su éxito empírico.” Einstein
(apud Dieks, 1988:175)
Heisenberg también tomó al positivismo, tal como había sido desarrollado por el Círculo
de Viena, como un pensamiento que debía ser criticado. Por ejemplo, en su autobiografía
escribe:
“Según los positivistas, se da una solución sencilla: el mundo se divide en dos
sectores: el de lo que puede decirse con claridad y el de aquello sobre lo que
debe guardarse silencio. […] Pero no hay filosofía tan sin sentido como ésta.
Porque no hay casi nada que pueda expresarse con claridad. Si se elimina todo
lo que es oscuro, probablemente sólo quedarán algunas tautologías carentes
por completo de todo interés.” Heisenberg (1972:264)
Tanto para Heisenberg como así también para Pauli, la crítica al positivismo lógico se
encontraba directamente relacionada con la negación del problema de la “realidad”, y la
disolución de esta pregunta esencialmente metafísica en relación a una posible
interpretación de la mecánica cuántica. En este sentido Pauli sostenía en una carta a su
amigo Markus Fierz en 1948:
“Cuando el hombre común dice ‘realidad’ usualmente piensa que está hablando
de algo que es evidente en sí mismo;; por el contrario, creo que la tarea
específica más importante y extremadamente difícil de nuestro tiempo es la de
trabajar en una nueva elaboración de la idea de ‘realidad’.” Pauli (apud
Laurikainen, 1988:193)
13
Einstein, Heisenberg y Pauli plantean una profunda preocupación por no perder la
referencia a la cual la física se encuentra indisolublemente ligada –la Naturaleza, la physis.
En este sentido, no resulta accesoria la cercanía e interés de estos pensadores por
Spinoza, Platón y Schopenhauer, respectivamente;; tres filósofos del absoluto, del infinito,
pero por sobre todo, tres metafísicos.
Como hemos visto, en la mecánica cuántica existen múltiples problemas a la hora
de intentar interpretar el formalismo a partir de la noción de objeto. Como señalamos
anteriormente, fue a partir del experimento de la doble rendija y la dualidad onda
corpúsculo que Bohr desarrolló el principio de complementariedad. Dado que para la
descripción de ciertos fenómenos atómicos necesitamos una ‘imagen de partícula’
mientras que para otros necesitamos una ‘imagen de onda’, la complementariedad busca
recuperar la objetividad en términos de las posibles ‘representaciones clásicas’. Esto, al
precio de aceptar la contradicción entre las múltiples representaciones. La
complementariedad se articula entonces en tanto que principio regulativo, asegurando la
consistencia del conocimiento intersubjetivo a partir de la discursividad y la comunicación
de los resultados experimentales:
“La descripción de los fenómenos tiene un carácter perfectamente objetivo, en
el sentido de que no existe referencia explícita a ningún observador individual y
por ende… no existe ambigüedad alguna en la comunicación de la
observación.” Bohr (apud D’Espagnat, 2006:98)
14
conceptos de la física clásica por nuevas formas conceptuales” (apud Wheeler y Zurek,
1983:7). Bohr no sólo había obturado de este modo las puertas de cualquier desarrollo
conceptual futuro, sino que era consciente de que la descripción física se transformaba en
un desarrollo meramente epistemológico, y nunca en relación a una pregunta de orden
ontológico. Para Bohr, como para muchos físicos, la física ya no se relacionaba con el
mundo, sino más bien con el carácter pragmático y discursivo del lenguaje:
“No existe el mundo cuántico. Sólo hay una descripción cuántica abstracta. Es
erróneo pensar que la física tiene la tarea de encontrar cómo es la naturaleza.
La física se preocupa por determinar qué es aquello que podemos decir acerca
de la naturaleza.” Bohr (apudWheeler y Zurek, 1983:8, énfasis agregado)
También para Dirac la mecánica cuántica no debía ser considerada más que en
tanto paso intermedio hacia una teoría superadora. 18 Mientras que desestimaba las
discusiones filosóficas por considerarlas “inútiles para ofrecer nuevos descubrimientos”
(Dirac, 1963)
Referencias
BELL, John (1964), “On the Einstein-Podolsky-Rosen paradox”. En Physics, No. 1, 195—
200.
18
Esta postura le ha permitido evadir ciertas cuestiones interpretativas, específicamente a propósito del
referente de la teoría y la falta del esquema “visualizable”. Cf. Dirac (1963)
15
BOHM, David (1952), “A suggested interpretations of the quantum theory in terms of
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16
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