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C)
1.- Introducción.
El origen de la República romana está ligado, según la tradición, a un relato que narra
cómo el hijo del rey ultrajó a una matrona cuyo marido trataría de arrebatar el trono
al monarca, pero falló y se vio obligado a refugiarse en Cumas, donde moriría al
mismo tiempo que se proclamaba la Res Publica en Roma. Esta se trata de una
leyenda falsa como tantas otras que incluye la analística antigua, principalmente la de
Tito Livio, lo que sumado a la falta de fuentes contemporáneas tanto internas como
externas, dificultan mucho la labor de establecer un inicio claro de la República.
No se sabe cómo accedió esta aristocracia al poder, solo que al principio tenía una
relación cordial con la plebe por la comprometida situación exterior de Roma y que
con el tiempo radicalizaron su postura y transformaron el Estado en un régimen
oligárquico de base gentilicia, el llamado “Serrata del Patriciado” en el que las
familias patricias dirigían la vida pública. Por lo tanto, era el Senado quien ejercía la
Soberanía através de la Auctoritas, es decir, el poder autoritario, ya que las funciones
ejecutivas, militares y civiles las asumían magistrados elegidos por los patricios y
sometidos a su control. Con el tiempo, esas magistraturas se convertirían en un
órgano colegial compuesto por 2 miembros: los cónsules.
La Classis Plebeya era aquella parte de la población cuyos recursos econóicos les
permitía formar parte del cuerpo político solo como subordinados de los patricios,
mientras que a nivel militar tenían las mismas obligaciones o más que estos. A esa
desigualdad política se añade una de índole jurídica-religiosa, ya que no tenían el
derecho de interpretar la voluntad de los dioses, por lo que los patricios eran los
únicos capacitados para aplicar las normas sobre el restos de personas de acuerdo a lo
dictado por las divinidades, provocando así la inseguridad en los plebeyos. La mayor
de las desigualdades se encuentra en el ámbito económico debido a 2 cuestiones
principales: la utilización del Ager Publicus, que era el territorio estatal cedido para el
disfrute de los ciudadanos pero que los patricios monopolizaron; y el endeudamiento
en el que podían entrar los campesinos si se vieran obligados a solicitar préstamos a
los ricos propietarios, llegando incluso a caer en la esclavitud.
Esto hace referencia a la conocida como Plebe Urbana, pero también existíana
algunas familias plebeyas con buen poder económico, ya que la Plebe no era un
estamento social sino una masa heterogénea que tomó conciencia de clase por su
sentimiento antipatricio. Por este motivo, las reivindicaciones plebeyas estaban
divididas entre las que exigiían derechos y las que exigían privilegios.
Para hacer frente al estamento patricio, la Plebe necesitaba una organización propia,
por lo que se marchó de Roma y condicionó su regreso a la concesión de
magistraturas en las que la aristocracia se mantuviese al márgen. En esta especie de
movimiento secesionista del año 494, la classis plebeya, incluso, amenazaba con dar
un Golpe de Estado, abandonar el ejército y fundar una nueva ciudad si no les
reconocían, al menos, como una comunidad.
La dirección del Estado pasaría a comunicarse con la clase plebeya mediante los
representantes de estos: los Tribunos, unos personajes a los que dotarían de
protección religiosa mediante la Lex Sacrata, por la cual se establecía que la figura
del tribuno era inviolable y que todo aquel que atentase contra él, sería juzgado
sumarísimamente. Inicialmente eran 2, pero el número ascendió a 10 y desarrollarían
2 funciones para con los plebeyos: el Auxilium, que ofrecía protección a este grupo; y
el Intercessio, que era la herramienta para llevar a cabo esa labor frente a las
injusticias patricias. De esta forma, el Estado podía verse paralizado ante el poder de
los tribunos, aunque este solo tenía vigencia dentro de los muros de la ciudad. Se
crearon otros 2 funcionarios plebeyos: los Ediles, que eran los encargados de
conservar los archivos de la plebe y de ejercer la custodia y la tesorería del templo
que levantaron en honor a la tríada de dioses plebeya: Ceres, Líber y Líbera. En el
471 se creó el Concilium Plebis, una asamblea que se articuló en base a los distritos
territoriales y no al dinero. Estaba presidido por un magistrado y se encargaba de
tomar decisiones que solo afectasen al conjunto de los plebeyos: los Plebiscitos.
La vuelta del consulado no fue más que la restauración del poder patricio al frente de
la dirección del Estado, aunque este sufriría una serie de viscistudes que provocaron
violentas luchas e inestabilidad política.
Sería a mediados del s.V a.C cuando un tribuno propuso que uno de los dos cónsules
fuese plebeyo, petición que fue esquivada otorgando el poder a los tribunos militares
del ejército, que podían ser tanto patricios como plebeyos. De esta manera, la
aristocracia prefería apostar por que algunas veces coincidiesen 2 patricios en el
consulado antes que tener siempre de manera obligatoria a un plebeyo en el poder. A
partir del 425 a.C, los 3 Tribunos Militares con Poder Consular se convirtieron en la
regla sin excepción, aunque a finales de siglo se elevarían al número de 6.
Se produjeron una serie de innovaciones como el monopolio del Censo por parte del
Patriciado, convirtiéndose estos en administradores de la propiedad del Estado y en
supervisores de la moral pública. Al mismo tiempo, el afianzamiento de la posición
de Roma en el Lacio conllevó una transformación socio-económica que se tradujo en
el aumento de bienes y riquezas de la Plebe, que se fortaleció tras tejer una red de
relaciones sociales tanto entre las propias familias plebeyas como con el patriciado. A
pesar de esto, el sector más humilde de la Plebe seguía siendo pobre y la élite plebeya
comenzó a obtener menos beneficios.
Continuaron las reivindicaciones hasta que en el 375 a.C fueron nombrados tribunos
Licinio y Sextio, cuyas propuestas a la autoridad patricia fueron aprobadas en las
Leyes Licinio-Sextias: En primer lugar, se redujo la cantidad de tierras que podía
tener cada persona, abriendo paso así a que la Plebe entrase en ese reparto del Arge
Publicus; en segundo lugar, se resolvió el problema de las deudas aboliendo la
esclavitud en ese ámbito; y por último, se asignó 1 de los 2 puestos consulares a la
élite plebeya. Por ese motivo, el Patriciado trató de reservarse para él algunas de las
funciones más importantes del Consulado, como la administración judicial, pero la
paridad política conllevó la decadencia de los monopolios patricios, que cayeron
ahora en manos de plebeyos. Este acceso de la plebe a las magistraturas no era
general, ya que solo tenía derecho a él la élite y contando con el apoyo del sector más
progresista del patriciado, alianza que se conoce como Oligarquía Patricio-Plebeya.
Se incluyó, entonces, las instituciones de la Plebe en el Estado, haciendo del Tribuno
un defensor del Pueblo y del Concilium una nueva asamblea estatal, mientras que los
Plebiscitos se convirtieron en auténticas leyes.
Los pueblos del Apenino, por su parte, rodeaban el Lacio y realizaban incursiones a
él para tratar de implantarse en la llanura debido a que eran tribus con escasez de
recursos. Las guerras contra Ecuos y Volscos se prolongaron durante todo el s.V y no
sería hasta comienzos del s.IV cuando estos pueblos apeniníacos dejarían de ser una
amenaza. Los Hérnicos, sin embargo, firmaron un pacto de alianza con la Liga
Latina; mientras que los Sabinos, por último, firmarían unos acuerdos que les
permitía ejercer la transhumancia en Roma cuando esta extendió por sus terrenos
mediados el s.V.
La invasión gala fue aprovechada por varias ciudades de la Liga Latina para aliarse
contra Roma, acudiendo a sus antiguos enemigos apeniníacos, por lo que la potencia
hegemoníaca en el Lacio se vio obligada a estrechar relaciones de amistad con la
ciudad etrusca de Caere y con la enemiga de los griegos, Cartago.
A pesar de los múltiples frentes antirromanos, la confederación volvió a posicionarse
junto a Roma, quien la sometería años más tarde hasta anexionar el Lacio
definitivamente. Este proceso abarcó medio siglo protagonizado por guerras contra la
Liga Latina y demás enemigos de Roma, quien salió reforzada del conflicto y se negó
a aplicar una política represiva contra los vencidos. De esta manera, también, Roma
fundaba sus primeras colonias: Ostia y Tarracina.
La confederación Samnita se alió con Roma para luchar contra la Liga Latina, pero
una vez pasado el conflicto, se enfrentó a ella en una serie de guerras debido al cruce
de intereses respecto a la Campania. El conflicto bélico se saldó con una victoria de
Roma, quien posteriormente tendría que hacer frente a un nuevo levantamiento galo
que pudieron detener en la Italia Central. Los romanos se lanzaron a la conquista del
sur peninsular, enfrentándose con la Magna Grecia y con Tarento, quienes solicitaron
ayuda a Pirro. Este caudillo griego fue derrotado por las guarniciones romanas, hecho
que aceleró la unificación de Italia baho la hegemonía de Roma.