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Conflictos sociales en la República Romana.

“Plebeyos contra patricios.”


P. A. Brunt.

Todas las fechas historicas son antes de Cristo, y los años son descendentes 390, 389..etc

El conocimiento que tenemos de la República Romana primitiva proviene


principalmente de la historia de Libio y Dionisio de Halicarnaso, escritas bajo
Augusto (primer emperador).

En la época en que cayó la monarquía (509) , los romanos eran ya letrados: las
leyes y los tratados se escribían. Sin embargo, la mayor parte de los primeros
documentos fueron destruidos durante el saqueo de Roma por los galos (390).

Era costumbre de los romanos fechar las transacciones romanas u otras


mediante el nombre de los cónsules. Por lo tanto era necesaria una lista de los
principales magistrados, y esta lista constituía la base cronológica de los anales
romanos, así llamados porque registran las transacciones año tras año. El
colegio sacerdotal de pontífices también solía registrar ciertos acontecimientos
en tablillas blanqueadas.

Parece cierto que los primitivos cronistas tuvieron que recurrir a la tradición,
especialmente la conservada oralmente en las casas nobles a través de
generaciones. Cuando un noble romano moría, hombres con las máscaras de
sus antepasados y sus vestidos oficiales desfilaban en el funeral y un pariente o
amigo pronunciaba una oración que conmemoraba los hechos de estos
antepasados, tanto como los del fallecido. Pero la tradición oral era
distorsionada por el orgullo patriótico o familiar. También se enriquecían con el
don que tenían los romanos para inventar historias de vívidos detalles, aplicado
a personas reales o ficticias en un contexto histórico particular. Las historias
inculcaban lecciones morales o políticas.

La empresa de recobrar la verdad sobre los siglos V y IV puede parecer


desesperada. La tradición es posible controlar mediante fragmentos de otra
índole, por ejemplo: partes de antiguos rituales, la significación de términos
técnicos, el carácter de instituciones históricas de Roma.

Se nos dice que al principio Roma fue gobernada por un rey electo, a su muerte
el poder pasaba a un “rey interino” hasta que se designara un sucesor
permanente. En la República había todavía “reyes interinos”, quienes
celebraban las elecciones anuales, si el par de cónsules nombrados no lo había
hecho. Una elección real exigía el asesoramiento tanto del pueblo en armas ,
como del consejo de ancianos, para dar al Senado su significado original. El
Senado parece haber estado constituido por los jefes de familia y se los llamaba
patres. Los Senadores constituían el consejo del rey. El rey tenía derecho de
afirmar la voluntad de los dioses mediante rituales prescriptos, y era quizá
intermediario de los cielos que resultaba supremo en la tierra. Comandaban en
la guerra y tenía jurisdicción sobre la vida y la muerte. Los romanos expresaban
la suma de estas prerrogativas militares y jurídicas en la palabra imperium; el
general era un imperator. Por su naturaleza, el imperium era despótico, y los
romanos a menudo lo contrastaban con libertas, libertad.

Los romanos sustituyeron el rey por dos magistrados, llamados posteriormente


cónsules, que se mantenían en su cargo sólo durante un año y que no eran
reelegibles inmediatamente. Podía hacérseles rendir cuentas de sus actividades
al abandonar el cargo y, como se mantenían en él tan breve tiempo, a menudo
cedían ante la voluntad del Senado. La participación del Senado duraba de por
vida, ellos mismos eran senadores y estaba en su propio interés aumentar la
autoridad de un cuerpo en el que tenían voz permanente. El sistema colegiado
debilitaba la fuerza del imperium y contribuía a la libertas. En casos de
emergencia designaban a un solo hombre como dictador, pero su cargo duraba
sólo seis meses.

La multiplicación de las empresas hizo necesaria la elección de otros


magistrados anuales: los cuestores, que asistían en la administración financiera;
los ediles, que supervisaban las edificaciones, las calles y los mercados de la
ciudad; los pretores, que hacían justicia en Roma y mas tarde gobernaron la
provincias de ultramar. A los pretores y cónsules a menudo debía prorrogárseles
uno o varios años el poder después de expirado el tiempo en su cargo, ya fuera
sobre los ejércitos o en la provincias; eran en este caso propretores o
procónsules .Los que habían sido ya cónsules, podían alcanzar el apogeo de su
carrera política como censores; cada cinco años realizaba el registro de los
ciudadanos en un censo, hacía la nómina del Senado, libraba contratos públicos
y vigilaba la moral de los ciudadanos. Los cónsules eran la cabeza del Estado.

La soberanía pertenecía al pueblo. El pueblo elegía los magistrados, declaraba la


guerra, celebraba tratados y promulgaba leyes. El pueblo solo se reunía
convocado por uno de los más altos magistrados, votaba sólo lo que éste
decidía someter a su voluntad, seleccionaba candidatos de una lista que se le
presentaba y decía sólo “si” o “no” a una ley que se le imponía.

Las asambleas del pueblo estaban además muy lejos de la democracia. Había
más de una clase de asambleas, sólo nos referiremos a las centurias. Estaban
compuestas de “centurias”, originalmente batallones de guerreros. Las
centurias se dividían de acuerdo con la clase a la que pertenecían sus miembros,

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y en un principio estaban compuestas por ciudadanos que pertenecían a la clase
más alta o que servían en la caballería. Si su acuerdo era unánime, las otras
centurias ni siquiera eran convocadas. Los ciudadanos que no tenían propiedad
alguna, los proletarii formaban sólo una centuria, que era la última en votar, si
llegaba a hacerlo alguna vez.

La tarea de las centurias consistía en la elección de los magistrados. Las


elecciones no sólo decidían quiénes serían los agentes ejecutivos del Estado:
otorgaban a los candidatos triunfadores un duradero prestigio en los consejos
del Senado. La influencia tenía menos peso que el poder oficial; pertenecía al
Senado como tal y, dentro del Senado, a sus conductores (príncipes), quienes
debían su eminencia en parte a su nacimiento o talento, en parte a los hombres
que el pueblo les había conferido.

El Senado y los príncipes eran en realidad los dueños del poder. El Senado no
daba órdenes a los magistrados, sino que les señalaba el camino a seguir. Sus
sugerencias no podían se dejadas de lado.

A comienzos de la República los magistrados eran exclusivamente patricios,


quienes también dominaban el Senado. Nadie podía ser patricio si todos sus
antepasados de sexo masculino no lo habían sido también, y en tiempos
primitivos intentaron prohibir su matrimonio con los otros ciudadanos: los
plebeyos u hombres pertenecientes a las masas. La distinción radicaba en el
nacimiento, no la riqueza. Los plebeyos ricos, que deseaban participar en el
poder político se convertían en capeones de sus hermanos oprimidos. Los
patricios eran muy pocos. La disminución en su número contribuye a explicar
por qué tuvieron finalmente que ceder. Una de las razones pudo ser las
relaciones de dependencia y deferencia que no dejaron nunca de dominar la
sociedad romana durante toda la República.

Los vínculos entre patrón y cliente servían a este ideal. Salvo entre patrón y su
antes esclavo, que seguía obligado legalmente a su antiguo amo, estos vínculos
en la Roma del bajo Imperio tenía un carácter simplemente moral. El cliente se
“encomendaba” a la “fe” de su patrón. La buena fe constituía la base de muchas
transacciones legalmente aplicables, pero su alcance no se limitaba a actos que
pudieran dar pie a procesos judiciales. También exigía que se compensaran los
buenos servicios. Al patrón no se les permitía recibir honorarios, pero podía
esperar que sus clientes agradecidos lo recompensaran con otros servicios y aún
mediante legados. Moralmente, patrones y clientes estaban obligados a
ayudarse en todo modo que la ley lo permitiera. Los patrones daban siempre
asesoría legal a sus clientes y los representaban en juicio; también arbitraban en
sus querellas. Los patrones y sus clientes no podían acusarse entre sí, ni
tampoco servir de testigo en mutuo perjuicio. Se dice que ayudaban en el pago

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de dotes, las multas, los rescates y los costos de las elecciones. La relación era
hereditaria. Las familias más poderosas contaban entre sus clientes con
ciudades, provincias y príncipes extranjeros. Un magnate podía movilizar en su
defensa no solo a sus propios dependientes, sino a los de otros con quienes
mantenía relaciones de alianza. Muchas comunidades e individuos tenían más
de un patrón; si los patrones reñían entre sí, estaban obligados a elegir, ya de
acuerdo con consideraciones de interés público, ya de acuerdo con su propia
seguridad y ventaja.

Todos los plebeyos eran clientes de los patricios y, aunque a principios de la


República muchos plebeyos estuvieron libres de tener que servir como clientes,
las casas nobles tenían numerosos dependientes. Los vínculos entre patrón y
cliente eran más estrechos en la Roma primitiva que posteriormente. Un patrón
que defraudara a su cliente era maldito y podía ser muerto impunemente, ley
más tarde derogada. Se consideraba como hecho establecido que el patrón
otorgara precedencia a sus clientes antes que su familia política.

Solo pudo haberse originado en una sociedad en la que el poder económico y


político estuviera muy desigualmente distribuido. Vínculos aceptados por
necesidad, adquirieron fuerza moral. Algunos escapaban a la condición de
cliente elevándose económica y socialmente, pero otros se veían sumidos en
ella, porque el poder seguía concentrado en unas pocas manos y el humilde aún
necesitaba de protección. La justicia era siempre administrada por la clase
superior. Las demoras de la ley iban en detrimento de los pobres y un
demandante tenía que llevar a su defendido personalmente al tribunal y, si
ganaba el caso, ejecutar la sentencia sin apoyo alguno por parte del poder
coercitivo del Estado.

Durante los últimos tiempos de la República, los candidatos a los diversos


cargos rara vez solicitaban los votos por sus méritos personales o, cuando éstos
eran desdeñables o desconocidos, en los servicios que sus antecesores habían
prestado al Estado. Nadie se recomendaba a sí mismo abogando por una
política popular; todos pertenecían a la clase rica, pues era costoso embarcarse
en una carrera política. Era natural que los electores prefirieran entre dos
candidatos ricos al que pudiera referirse a la fama de sus antecesores. A
comienzos de la República, solo los patricios eran nobles.

Si no hubiera sido por su carácter opresor, el gobierno patricio habría podido


prolongarse más tiempo. Los pequeños granjeros se endeudaban
constantemente. El acreedor tenía derecho a vender como esclavo en el
extranjero al deudor que no quisiera ni pudiera pagar su deuda. El nexum era
un acuerdo con el cual el pobre tenía que trabajar sometido al rico como
devolución de empréstitos. Se nos habla no sólo de frecuentes protestas contra

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los acreedores, sino también de una persistente demanda de distribución de
tierras. El Estado poseía abundantes tierras, pero eran explotadas casi
exclusivamente por los que controlaban el Estado, los patricios, en su propio
beneficio.

En el 494, un conjunto de plebeyos se asentó en las afueras de Roma y se rehusó


a servir en el ejército. Una huelga semejante se manifestó en el 287; y tuvo que
producirse una acción revolucionaria similar, para explicar la concesión que los
patricios se vieron obligados a dar: la creación del tribunado de plebeyos. Los
diez tribunos eran plebeyos elegidos anualmente por una asamblea organizada
en unidades electorales llamadas tribus. Eran cuatro en la ciudad y diecisiete en
los campos vecinos. Esta asamblea fue democrática en un comienzo. La función
de los tribunos era proteger a los romanos humildes contra la opresión de los
magistrados. Los magistrados no se atrevían a tocar a sus personas, que eran
“sacrosantos”; esto significaba que los plebeyos habían jurado vengarlos
linchando a quién hubiera puesto las manos sobre ellos. Pero su poder se
limitaba a la ciudad.

Como conductores de los plebeyos, los tribunos intentaron naturalmente


incrementar su autoridad de toda manera posible.

Celebraban reuniones de la asamblea tribal en las cuales podían promulgarse


resoluciones propuestas por ellos, se los llamó plebiscita. Sólo los votos emitidos
en la asamblea de los centuriones podían convertirlos en ley, y hasta 339 ni
siquiera las centurias podían legislar sin la sanción de los senadores patricios.
Esto hacía más fácil a los patricios el entorpecimiento de la voluntad popular.

Los tribunos habían convertido su derecho de veto a los actos de opresión a los
actos cometidos por los magistrados contra los individuos, en derecho de veto a
todo acto oficial de los magistrados, incluso proyectos legislativos y aun
decretos del Senado que permitieran la acción de los magistrados. Los tribunos
podían también vetar las acciones de otros tribunos y un tribuno podía obstruir
la acción de los otros nueve.

A principios del siglo V, los tribunos intentaron conquistar el poder de juzgar la


vida de los patricios ante las tribus. Pero solo la asamblea de centurias es
competente para juzgar la vida de un ciudadano.

En el siglo II hubo una nueva legislación y todos los procesos por crímenes
graves tenían su lugar de apelación ante la incómoda asamblea centurial;
además, el acusado podía siempre eludir la pena abandonando la jurisdicción
romana y exiliándose antes de que se dictara el veredicto. Pero no es creíble que
un crimen común, como el asesinato, fuera juzgado de este modo, se arguyó

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recientemente que el procedimiento descrito se aplicaba en realidad sólo a los
casos políticos.

Sólo en la ciudad podía un tribuno intervenir personalmente entre un


magistrado y un ciudadano. Sin embargo, los tribunos adquirieron un poder
político de tales dimensiones, que sus puntos de vista no podían ser ignorados
ni siquiera cuando la ley no los respaldara. Hacia el siglo III los tribunos habían
adquirido el derecho de acusar a los ofensores políticos ante las centurias.

Los primeros esfuerzos de los tribunos se dirigieron a la obtención de una


mayor igualdad legal; en los años 451- 450, conquistaron la codificación y la
publicación de las leyes.

Una regla contenida en las Doce Tablas prohibía el casamiento entre miembros
de distintos órdenes, pero fue dejado de lado después de una agitación plebeya.
Por entonces hubo plebeyos bastantes ricos como para abrigar ambiciones
sociales y patricios dispuestos a satisfacerlas. Enseguida se exigió que los
plebeyos fueran asimismo admitidos en los cargos públicos. Los patricios
decidieron responder a esa exigencia suspendiendo el Consulado por la mayor
parte de los ochenta años que siguieron y reemplazándolo por un colegio de
tribunos militares con poderes consulares; los plebeyos eran elegibles pero rara
vez se los elegía en la práctica. Esta experiencia convenció a los plebeyos ricos
de que su único camino era insistir que un consulado al año estuviera cerrado a
los patricios. Se hizo esta concesión en el año 366, después de una prolongada
agitación conducida por los tribunos Licinio y Sextio.

Todos los otros cargos no tardaron en volverse accesibles para los plebeyos, y
en el 300, llegaron a ser elegibles para los grandes colegios sacerdotales, cuyos
miembros utilizaban su acreditado conocimiento de la voluntad divina para
obstruir medidas políticas odiosas.

A partir del 450 no cesaron los reclamos para que se distribuyera la tierra y se
anularan las deudas, intensificado sin duda cuando malas cosechas o campañas
desastrosas agravaban la aflicción. Se dice que Licinio y Sextio promovieron
leyes que facilitaban el pago de los empréstitos y limitaban la extensión de
terreno público que un hombre podía cultivar; probablemente la ley restringía
también el número de animales que podían pastar en las tierras sin cultivar.
Existen pruebas de la existencia de multas por la trasgresión del límite.

A partir del 366, Roma agrandó constantemente su territorio. Esto contribuyó


no poco a suavizar las demandas de redistribución de la tierra. La clase
dominante pudo satisfacer el hambre de tierra de los pobres sin ceder nada de
sus posesiones, y se beneficiaba del mayor poder que los asentimientos daban a
la ciudad.

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El peso de las deudas seguía siendo abrumador. La tasa legal de los intereses
era limitada; finalmente se prohibió cobrar intereses.

En el 326 se abolió el nexum. Probablemente significó que ya no era permisible


conceder empréstitos sobre la base de que el deudor se convirtiera
automáticamente en esclavo de su acreedor, si no lograba pagar en el tiempo
fijado. En adelante fue necesario llevar al deudor a los tribunales. Pero si no
podía o no quería pagar, el tribunal autorizaba al acreedor para que lo confinara
en una prisión privada. La deuda se consideraba un crimen. En cuanto a los
deudores que tenían propiedades y no pagaban, se inventó un nuevo y duro
procedimiento, de acuerdo con el cuál se podían vender todos sus haberes y
privárselos de muchos de sus derechos ciudadanos.

Se designó un dictador (plebeyo) llamado Quinto Hortensio, quien promulgó la


ley de acuerdo con la cuál se concedió plena competencia legislativa a la
asamblea tribal con presidencia de un tribuno. En adelante la mayor parte de la
legislación fue obra de las tribus y los tribunos. Roma tuvo entonces más formas
democráticas.

Roma estaba convirtiéndose en una gran ciudad. Como censor en el 312, Apio
Claudio construyó el primer gran acueducto para su creciente población.
También construyó el primer gran camino pavimentado, la Vía Apia, desde
Roma hasta Capua. Apio fue quizás el primero en conceder el voto a los
libertos, pero censores posteriores redujeron al mínimo el efecto de este hecho,
restringiéndolo a las cuatro tribus de la ciudad. La controversia sobre el voto de
los libertos muestra que el número de los esclavos aumentaba notoriamente,
siniestro signo para el futuro.

Los plebeyos tuvieron que ser admitidos en los cargos públicos. Pero los
patricios se aseguraron la continuidad de su participación en el poder. Surgió
una nueva nobleza en la que solo unos pocos plebeyos fueron admitidos y que
era tan dominante como lo habían sido los patricios. Sus intereses económicos y
sus sentimientos oligárquicos no diferían en nada. Los viejos conflictos sociales
reaparecieron, pero a los pobres les fue más difícil hallar campeones que
defendieran sus causas una vez satisfechas las ambiciones políticas de los
plebeyos ricos. No obstante, durante casi un siglo y medio las energías romanas
se concentraban fundamentalmente en la conquista del extranjero, y la
colonización, consecuencia de estas conquistas, contribuyó a mitigar el
descontento popular.

La era de quietud.(287- 134)

Los esfuerzos romanos se centraron en la derrota de los enemigos extranjeros, y


los conflictos internos fueron raros. El período de luchas domésticas comenzó

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cuando hubo desaparecido el temor ante Cartago; esto solo sucedió cuando su
destrucción, en el 146, porque aunque Cartago no constituyó un peligro real
después del 200, los sufrimientos de las guerras anteriores habían quedado tan
grabados en la memoria de los romanos, que no podían apreciar cuán
debilitada había quedado Cartago.

Después del 241, cuando el número de tribus había sido aumentado a un


máximo definitivo de 35, la asamblea de centuriones fue ligeramente
remodelada. Los ricos dominaban la asamblea de centuriones durante toda la
República.

También estaba cambiando el carácter de la asamblea tribal. Las tribus se


encontraban alejadas de Roma, por lo tanto los propietarios mas poderosos que
podían costearse el viaje, eran los que controlaban su voto. Algunas antiguas
tribus también recibieron territorios lejos de Roma, en estas tribus los votos de
los residentes en regiones tan distantes deben de haber sido con mucho
sobrepujados por los emitidos por electores domiciliados todavía en las viejas
zonas tribales situadas cerca de la ciudad. Las grandes propiedades, trabajadas
por esclavos, estaban absorbiendo las tierras en torno de Roma. La asamblea
tribal no representaba a todo el cuerpo ciudadano, sino solo a la población
urbana.

Los residentes de Roma nunca dominaron la asamblea de los centuriones.

La asamblea de los centuriones, que elegía a los magistrados mas importantes,


la función mas elevada del pueblo, se volvió marginalmente mas democrática,
mientras que la asamblea tribal, otrora democrática, de manera gradual fue
cesando de ser representativa y llegó a estar formada por los pobres urbanos,
salvo en raras ocasiones; generalmente controlada por los ricos, de cuya libertad
debe de haber dependido el proletariado. El soborno directo se hizo común.

En el siglo II se fundaron colonias, a fin de satisfacer el hambre de tierras.

Había muy escasa legislación “popular” o resistencia al gobierno del Senado. La


única sanción efectiva para la observación efectiva del derecho radicaba todavía
en la disponibilidad del tribuno para aplicarla o castigar su violación. El Senado
designó comisiones extraordinarias para someter a juicio la vida de ciudadanos
acusados de conspiración, y en especial, de participar en el culto secreto de
Baco, considerado inmoral, si que tuviera derecho a apelar. Se formaron
tribunales permanentes para delitos particulares por una promulgación
popular; Debía juzgar actos de extorsión cometidos en las provincias. Antes del
123 los miembros de todos los tribunales eran exclusivamente senadores. Sus
veredictos no tenían apelación posible.

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Hacia fines de este período encontramos testimonios de que los tribunos
tuvieron una mayor posibilidad para adoptar un papel popular. Los hombres
apelaban a los tribunos, con frecuencia en vano, en casos de real o pretendida
desigualdad en las levas militares.

El control independiente por la asamblea estaba limitado no solo por el hecho


de que únicamente los magistrados presidentes tenían iniciativa y sus mociones
podían ser detenidas por vetos y artimañas sacerdotales, sino también por no
existir el voto secreto; los humildes ciudadanos emitían su voto bajo la
inspección de los hombres a cuyo poder y patronazgo estaban sometidos.

Durante la mayor parte de este período casi todas las leyes propuestas por los
tribunos habían recibido la sanción del senado, al que convenía inducir a los
tribunos a iniciar los nuevos estatutos que deseaba promulgar. Se empleaba
también a los tribunos para vetar acciones de magistrados que el Senado
desaprobaba o acusar ante las centurias a ofensores que habían provocado su
disgusto. Los tribunos no hacían casi nada sin que el Senado o una facción
importante dentro de él lo instigaran.

Se les permitía asistir a las reuniones del Senado.

El término noble significaba literalmente “notable”. Caracterizaba no solo a los


patricios, sino a los descendientes de plebeyos que hubieran sido cónsules,
dictadores o tribunos, quizás también a todos los miembros de tales familias.

La nobleza plebeya rivalizaba ahora con los patricios y a menudo los superaba.

Poco importaba el talento que pudiera tener el individuo; entre sí, los oligarcas
estimaban la igualdad. La relación se limitó y terminó por prohibirse, para que
tantos como fuera posible tuvieran su turno; la competencia era corriente.

La nobleza y el Senado estaban divididos en facciones, estas facciones eran a


menudo familiares hereditarias. Eran de hecho con mayor frecuencia
conexiones políticas, pero surgían, se disolvían y se renovaban con
sorprendente rapidez.

Los Equites servían en la caballería. Estaban emparentados por vínculos


matrimoniales con Senadores y con nobles.

Los Publicanos hasta entonces no habían adquirido el derecho de cobrar los


impuestos directos en las grandes provincias. Sin embargo, los publicanos
romanos arrendaron al Estado las ricas minas españolas y probablemente
recaudaron derechos de aduana en Italia. Realizaron contratos para entregar
pertrechos de guerra y construir y reparar edificios públicos.

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Otros equites solían ser banqueros, prestamistas o comerciantes.

Polibio decía que “el pueblo” dependía en parte del Senado porque casi todos
estaban empeñados en los contratos públicos a los cuales el Senado podía
examinar, y en parte porque los senadores podían decidir los casos civiles y
criminales mas importantes de los tribunales.

La relación de los equites con la nobleza no era diferente a la de los plebeyos


ricos con los patricios antes de 366, y las ambiciones que alguno de ellos
abrigaban no diferían de las de los caballeros italianos, quienes constituían una
gran parte de la clase después de que se les concediera la ciudadanía a los
aliados. Las aspiraciones políticas podían volverlos opositores de la nobleza en
ciertas ocasiones y partidarios de los reformadores sociales. Eran propietarios
de tierras y acreedores, no hombres despojados de sus tierras o deudores; no
querían eliminar el gobierno senatorial, sino participar en él.

Reforma y reacción 133 - 79.

La avaricia de la clase gobernante se reflejaba en la miseria y el descontento de


las masas, y en el contexto del malestar, algunos hombres iban a hacer
naufragar el orden establecido.

Tiberio se interesó por el empobrecimiento de los ciudadanos y el aumento de


la mano de obra esclava. Los esclavos no podían utilizarse para luchar por
Roma, como se podía hacer con el propietario libre en casos de emergencia. Y la
continua reducción del número de campesinos que iban convirtiéndose en
labradores sin tierra, sino que constituían también una amenaza para la futura
propagación de la raza italiana. Los indigentes no se podían permitir casarse o
criar niños, los que nacían eran abandonados y, o bien morían, o eran criados
como esclavos.

Tiberio intentó hacer revivir al campesinado del que se reclutaban los miembros
de las legiones.

Proyectaba distribuir la tierra pública entre los pobres, de la que grandes


extensiones habían sido ocupadas sencillamente para cultivo exclusivo de
propietarios o servía como terreno de pastoreo común. La mayor parte de la
tierra pública había pasado a manos de los ricos. Los que ocuparon la tierra
terminaron considerándola como propia y la utilizaron como dote, la
hipotecaron y la vendieron.

El plan de Tiberio fracasó simplemente porque sus beneficiarios no estaban


habituados a trabajar en el campo.

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El proyecto de ley fue promulgado y se designó un triunvirato que tenía plenos
poderes para medir la tierra pública, decidir en toda disputa sobre títulos y
distribuir parcelas entre los pobres.

Una vez promulgada la ley agraria, los partidarios rurales de Tiberio habían
abandonado Roma, y como las elecciones se celebraban en tiempos de cosecha,
no podía contar con su regreso. Intentó congraciarse con el proletariado urbano
con la propuesta de reducir el período del servicio militar y la de transferir los
derechos judiciales del Senado a los Equites. Muchos de sus colegas se
opusieron a su reelección. Finalmente, Tiberio fue muerto a palos junto con
muchos de sus partidarios.

El Senado no se aventuró a anular la ley agraria.

Cayo promulgó en el año 111 una ley sobre las tierras públicas que reemplazaba
a la de su hermano Tiberio. Meramente incorporó enmiendas dictadas por la
experiencia. Se estableció una colonia en la parte fértil de Cartago porque se
creía que en África se podía obtener buenas cosechas. Las colonias italianas
estaban reservadas a los ciudadanos más respetables. Tal vez las colonias no
estuvieran destinadas al sometimiento de labriegos sino para lucro de los
hombres de sustanciales recursos.

También dictó una ley según la cual debía ser reclutado los muchachos e menos
de 18 años y la de que se debía dar ropa gratuita a los soldados, también
beneficiaron al campesinado, que era el proveedor de legionarios. La segunda
ley quedó en el olvido después de su muerte.

La ciudades, hasta entonces exceptuadas debieron pagar un diezmo sobre la


producción. También existían derechos de aduana y tasas sobre el ganado que
cobraban diferentes compañías. En ausencia de una administración pública, el
empleo de publicanos parecía necesario. Todos los publicanos eran opresores.

Los miembros de la corte, que iniciaban procesos por extorsión contra los
magistrados romanos y los gobernadores provinciales, eran senadores y en
algunos juicios recientes habían mostrado ser demasiado parciales para con
miembros de su propia clase como para hacer justicia. Cayo transfirió el
derecho de ocupar un asiento en los altos tribunales a los equites.

Graco promulgó una ley que impedía a los senadores la iniciación de juicios por
extorsión, pues su parcialidad estaba probada y otra que daba a los senadores y
equites igual derecho a integrar las listas de personas para juzgar casos civiles y
criminales. Esta última fue ignorada por la mayor parte de las autoridades. En
el pasado los equites habían tenido que ceder ante el Senado, pues eran sus
jueces en los casos civiles y criminales más importantes. Para que los equites

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fueran verdaderamente independientes, tenían que tener participación en toda
jurisdicción, aunque no hubiera resultado prudente ni aprobable eliminar por
entero a los senadores de la tarea, pues ellos eran quienes tenían más
experiencia y conocimientos legales.

Estas medidas judiciales no fueron populares. Una sola de ellas fue adoptada
por la mayoría de una sola tribu entre un total de treinta y cinco.

Cayo estaba decidido proteger al pueblo contra el ejercicio unilateral de la


justicia por una corte senatorial que había provocado la muerte de los
partidarios de su hermano. Probablemente su primera medida fue declarar por
ley que no podía someterse a juicio la vida de ningún ciudadano, salvo que el
pueblo lo ordenara.

Otra ley muestra que toda la tierra antes “ocupada” pasaba ahora a ser
propiedad privada. La mayor parte del resto de las tierras públicas se
reservaban para el libre pastoreo, lo cual no significaba que los ricos no podían
cercarlas ilegalmente y cultivarlas. El resultado total fue que los pobres
“perdieran todo” y quedaran resumidos a una situación de desempleo. Otros
campesinos no desposeídos todavía en el 133, con propiedades menos
generosas, estaban siendo arruinados por las viejas causas, en particular era
frecuente la expropiación violenta.

El problema agrario, que los Gracos no pudieron resolver, no desapareció. Se


volvió mas agudo todavía: la adquirir una nueva forma, la exigencia de
asignaciones por parte de los veteranos, provenientes ellos mismos del
proletariado rural, exigencia que no tenían el poder de imponer si sus
comandantes se mostraban dispuestos a respaldarlos. El Senado triunfó sobre
los Gracos con la espada, pero la espada iba a pasar a otras manos.

La destrucción de Tiberio y de toda su política como tribuno dividió al pueblo


en dos partes. Los plebeyos, que ahora significaba los pobres, contra la facción
de la “nobleza”, los “pocos” que dominaban el Senado y pretendían conservar
esa autoridad; en ocasiones identifica virtualmente la facción con el Senado.
Estos hombres tiranizaban al Estado; los plebeyos buscaban la libertad.

Los optimates incluyen toda la clase de la que provienen los senadores, la


nobleza campesina, los comerciantes y aun los libertos. Son optimates todos los
que en política cumplen con el deber de servir a los deseos, los intereses y las
opiniones de los “buenos y los prósperos”.

Los populares solían proponer, en desafío con el Senado, la distribución de


tierras y de granos o la disminución de las deudas; los optimates se resistían en
nombre de los derechos de propiedad o la economía pública.

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Los optimates, eran por cierto, oligárquicos. Los populares, democráticos.

Ni los populares ni los optimates constituían partidos de una vida permanente. El


Senado se mantenía casi siempre dividido en facciones, y actuaba en respuesta
de diputas privadas, compitiendo por los cargos o discutiendo sobre cuestiones
transitorias relativas al momento. Pero estas facciones tendían a unirse cuando
la autoridad o los intereses del conjunto estaban en peligro. El Estado estaba
dividido fundamentalmente en dos partes: si esta división se manifestaba
intermitentemente, era porque el hombre común solo hallaba jefes de modo
esporádico.

Los Equites habían ayudado al Senado a destruir a Cayo Graco. La alianza no


tardó en disolverse.

Desde el 107 los proletarii fueron incorporados a las legiones. Con muy escasas o
ninguna propiedad, estos proletarios rurales debieron ser arrendatarios o
labriegos sin tierras, pero su indigencia era solo marginalmente mayor que la de
muchos campesinos que antes habían sido considerados aptos para el
reclutamiento, que seguía siéndolo todavía y que quedaban a menudo
arruinados en el transcurso del servicio militar. La incorporación de proletarii no
explica de por sí la proposición de dar tierras a los veteranos.

En el 95 los cónsules habían promulgado una ley por la que se investigaba la


legitimidad de una acusación según la cual algunos italianos habían usurpado
la ciudadanía romana.

Italia había gozado de paz interina durante unas cuatro generaciones. En el 90 y


el 89 Roma debió recurrir a los nacidos libres de la ciudad de Roma para que
prestaran servicios de campaña y en las guarniciones debió incluso utilizar
libertos. Al final, casi toda Italia estaba sumida en la lucha. Se incendiaron y se
saquearon muchas ciudades. Roma había tenido que conceder la ciudadanía a
los italianos leales, particularmente a los latinos.

Al conceder la ciudadanía a los aliados leales, el Senado había tratado de anular


su poder político incluyéndolos a todos en unas pocas tribus cuyos votos
podían superarse siempre. Los Equites favorecieron los reclamos de los nuevos
ciudadanos con el objeto de impedir el riesgo de mayores desórdenes.

Sila fue siempre un optimus devoto de la supremacía del Senado. En el 88


promulgó nuevas salvaguardias constitucionales para su poder.

Durante los años 86/84, Cinna y sus amigos controlaron Italia, pero una vez en
el poder, concedieron muy escasa atención a los derechos del pueblo. No tenían
política ni principio alguno.

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En el 83 regresó Sila decidido a vengarse. Cinna había sido ya muerto por los
soldados a los que había intentado llevar al este, anticipándose a Sila en una
ofensiva. Sila no tardó en poner en claro que no era su intención privar a los
nuevos ciudadanos de sus derechos, aunque algunos no confiaron en sus
promesas. En el 83/82 Sila controlaba extensas partes de Italia. Se había
nombrado a si mismo dictador, sin límite de tiempo y con poder legislativo. Se
habló de tiranía. A principios del 78 murió repentinamente.

Las comunidades que habían intervenido a favor de los vencidos sufrieron la


confiscación de tierras y los habitantes de algunas de ellas se los privaron de la
ciudadanía. Sila no cumplió la promesa de observar los derechos de los nuevos
ciudadanos.

Al confiscar la propiedad de los proscriptos y las de los que habían muerto


luchando contra él, acrecentó bastamente el dominio público. Sila fue el que
más se benefició de todos. Además de tierras, sus adquisiciones incluían
esclavos. También se otorgaron asignaciones de terrenos a sus soldados. Sila
deseaba ubicar a sus ciudades en colonias en las que pudieran mantenerse
juntos a varios miles de soldados con el objeto de poder movilizarlos
rápidamente en caso de que su régimen se viera amenazado.

El proyecto constitucional de Sila, era atrincherar la autoridad del Senado


contra la plebe y los Equites por igual.

La plebe no tenía poder alguno a no ser que pudieran hallar a un jefe entre los
magistrados, generalmente, los tribunos. Sila privó a los tribunos del derecho
de propiciar leyes. A Sila le pareció entonces adecuado atacar además los
intereses de los pobres. Abolió la distribución de granos y dejó que el
proletariado urbano recurriera a las grandes casas como único alivio a sus
miserias.

A los Equites se los privó de sus derechos judiciales, pero no de sus contratos
para cobrar tasas. Había que ampliar al Senado para integrar las cortes. Sila
reclutó a “lo mejor de entre los Equites” para fortalecerlo con un número de
quinientos o seiscientos; el enrolamiento automático de veinte cuestores anuales
a la edad de treinta años o más, debía mantenerlo en ese número. En este
aspecto, no modificó significativamente los derechos del pueblo, ni siquiera se
anularon las leyes de la balota. Pero los cargos altos siguieron siendo de la
nobleza, que era poseedora de la mayor riqueza y del patronazgo.

Sila había sido un tirano, “un señor del lujo, la avaricia y la crueldad”. Fue duro
para los Equites, la multitud urbana, los desposeídos y los nuevos ciudadanos y
no logró recompensar a los ciudadanos.

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Sociedad
Existían en Roma dos clases sociales muy diferenciadas e inamovibles: patricios y
plebeyos. Los primeros constituían la clase privilegiada y en los comienzos de la
historia de Roma, sólo ellos eran ciudadanos y tenían la posibilidad de votar en los
comicios curiados.

Su origen se remontaba a los fundadores de Roma, de los que se consideraban


descendientes. El resto de la población, los plebeyos, que conformaban la mayoría, eran
los que luego fueron incorporándose a la ciudad.

Una clase intermedia era la constituida por los clientes, que eran plebeyos unidos a un
patricio por un vínculo que establecía entre ellos derechos y obligaciones. El patrono
debía proteger al cliente con asesoramiento legal y representación jurídica, y el cliente
debía prestar su colaboración, incluso económica.

Al deponerse el gobierno monárquico, el control político quedó en manos de los


patricios, pero los plebeyos, acrecentados en su número y en algunos casos, en riqueza,
originaron un largo conflicto en pos de sus intereses.

Los plebeyos adquirieron la ciudadanía, con la creación de los comicios centuriados,


luego de la reforma impuesta por el rey Servio Tulio, que clasificaba a la población de
acuerdo a su fortuna, y dónde se votaba por centuria, entendiéndose por tal, al número
de familias que pudieran aportar cien soldados. Lejos de significar una mejora, integrar
los comicios les traía aparejados una serie de obligaciones, como integrar el ejército o
pagar impuestos, pero no podían integrar el Senado o las magistraturas o contraer
enlace con patricios. Los plebeyos pobres se veían aún más perjudicados, pues ahora,
incorporados al ejército, debían abandonar sus pequeñas plantaciones, lo que los
conducía a la ruina material.

Cansados de la discriminación a la que se veían sometidos, en el año 494 a. C, se


retiraron hacia el monte Aventino, para radicarse allí y constituir una nueva ciudad.

Merced a la mediación de Menenio Agripa y tras lograr la concesión de la creación del


Tribunado de la Plebe, cuyos miembros fueron considerados sacros e inviolables, en
defensa de sus derechos, volvieron a Roma. Como cargo auxiliar surgen los Ediles de
la Plebe.

La función de los tribunos de la plebe era importante ya que ejercían derecho de veto
(intercessio) por el cual podían oponerse a las medidas que se tomaran en desmedro de
sus intereses. Incluso, ellos mismos, podían votar normas, llamadas plebiscitos.

La sanción de la ley de las XII Tablas, en el año 450 a. C., primera ley escrita, significó la
igualdad jurídica para ambos sectores, regulados por sus disposiciones.

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Lograron con la ley Canuleia abolir la prohibición de contraer matrimonio entre
patricios y plebeyos (445 a. C.).

Pudieron en el año 367 a. C, acceder al Consulado y luego ocupar las demás


magistraturas e integrar el Senado.

En el año 300 a. C, se dictó un plebiscito, conocido como ley Ogulnia, que permitió a
los plebeyos integrar los Colegios de Pontífices y Augures, siendo Tiberio Coruncanio
el primer plebeyo en ocupar el Pontificado máximo.

A pesar de todos los logros obtenidos, no pudo establecerse la igualdad social en


Roma, ya que surgió otra diferenciación de clases. Con el matrimonio entre los hijos de
patricios y de plebeyos ricos surgió una nueva aristocracia, ahora diferenciada, en
virtud de la fortuna, del resto de la población, con derechos, pero empobrecida.

La Antigua República Romana y sus Magistraturas


Tras la caída de la Monarquía, por una revolución, asumen el poder, Bruto y Tarquino
Colatino, dando origen al Consulado. El poder político quedó en manos de los
patricios, que organizaron un gobierno que trató de evitar la concentración de los
poderes del estado, dividiéndolo en magistraturas. Estas eran electivas (el magistrado
nombra al magistrado), anuales (a diferencia de las monarquías que eran vitalicias), y
colegiadas, pues las desempeñaban dos o más titulares. Eran gratuitas, o sea, que para
ocupar algún cargo debía tratarse de una persona adinerada.

Los principales magistrados eran los Cónsules, en número de dos, que gobernaban
alternativamente, pero mientras uno ejercía el poder el otro también opinaba. En caso
de desacuerdo, predominaba la idea del opositor, quien ejercía la intercessio, o sea, el
derecho a veto. Los Cónsules dirigían el Estado y en tiempos de guerra, eran jefes del
ejército.

El resto de los cargos era desempeñado por los siguientes magistrados, al principio
todos patricios:

La Pretura: La integraban dos Pretores, que tenían por función, principalmente, la de


administrar justicia, ordenando y dirigiendo el proceso, pero no dictaban sentencia, ya
que esto último era atributo del Juez.

La Cuestura: Integrada por diez miembros, que administraban el tesoro público y


sustanciaban los procesos capitales, como los que derivaban del parricidio, o de
cualquier otro, que tuviera como sanción la pena de muerte.

La Edilidad Curul, formada por diez integrantes, tenían funciones de inspección y


policía.

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La Censura, se componía de cuatro censores, que duraban dieciocho meses en sus
funciones. Eran elegidos por los Comicios Centuriados, a propuesta de los Cónsules,
cada cinco años, para hacer el censo de los ciudadanos de acuerdo con su fortuna.
Nombraban a los Senadores y podían removerlos en caso de mala conducta.

Existía también una magistratura extraordinaria: la Dictadura, designada en caso de


peligro exterior o de grave conmoción interna, para lo cual el Senado dictaba un
senadoconsulto, autorizando a los Cónsules a nombrar un Dictador, que nunca debía
ocupar el cargo por más de seis meses. El nombramiento de un Dictador, significaba la
suspensión de las demás magistraturas ordinarias.

Existía una carrera de los honores. Se iniciaba, para los ciudadanos, sirviendo en el
ejército, como Tribunum Militum, o sea, como Comandante o Jefe de legión. A los 27
años, se podía aspirar a la Cuestura; a los 40, a la Pretura y a los 43, al Consulado. La
Edilidad Curul, generalmente se ejercía entre la Cuestura y la Pretura.

Además de las magistraturas, seguían existiendo las dos instituciones que habían
nacido con la Monarquía: el Senado y los Comicios.

El Senado adquirió en este período gran poder, por ser sus miembros vitalicios, a
diferencia de los magistrados, recayendo por lo tanto, en ellos, la responsabilidad de la
continuidad política de Roma. El número de sus miembros fue aumentando, ya que en
los comienzos de la República fueron trescientos, en época de Syla, seiscientos,
elevándose con Julio César, a novecientos, llegando a ser mil, en época de Marco
Antonio.

Las funciones del Senado republicano fueron las de negociar tratados de paz o declarar
la guerra, juzgar e imponer castigos a los magistrados, a quienes también asesoraban,
supervisar el culto, las finanzas públicas y dictar senadoconsultos, decisiones tomadas
en sesiones públicas, donde votaban todos los Senadores, en virtud de propuestas de
los magistrados, quienes generalmente acataban estas decisiones, que sin embargo,
recién tendrán fuerza de ley, o sea, serán obligatorias, en la época imperial.

Los Comicios, reuniones populares, se dividían en:

Comicios por Curias: Estaba integrado sobre la base de las tres tribus originarias que
formaron Roma, teniendo por función dar solemnidad a la designación de los
principales magistrados y ejercer el control sobre actos relacionados con la
organización familiar.

Comicios por Centurias: creados por el Rey Servio Tulio, que los organizó de acuerdo a
la fortuna de sus miembros, votaban las leyes y elegían los magistrados superiores.

Comicios por tribus: organizados según el lugar de su residencia, designaban a los


funcionarios inferiores, adquiriendo posteriormente, poder legislativo, función que irá

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creciendo en detrimento de la misma facultad que hasta entonces, contaban los
comicios por centurias.

En este período se agudizó el conflicto patricio-plebeyo, y estos últimos van


conquistando crecientes derechos. Se logra la creación del tribunado y edilidad
plebeyos, luego del retiro al monte Sacer (495 a. C.), culminando sus conquistas con la
llegada del plebeyo Tiberio Coruncanio al Pontificado máximo (300 a. C.).

Roma se extendió por las conquistas, sobre todo, luego de las guerras púnicas, contra
Cartago. Las continuas guerras implicaron el empobrecimiento de la población, por los
altos tributos que debían abonarse, para mantener los ejércitos. Los campesinos
debieron desprenderse de sus tierras, a favor de los patricios, formándose grandes
latifundios. Las reformas agrarias, que intentaron realizar los hermanos Graco,
resultaron infructuosas, quedando el pueblo dividido en tres grupos: a) La aristocracia
terrateniente, b) Los acaudalados comerciantes y c) El proletariado empobrecido.

En los últimos años de la República, se produjeron guerras civiles, originadas por la


aparición de dos caudillos, con intereses contrapuestos: Mario y Syla.

En el año 100 a. C., el Cónsul Cayo Mario, se inclinó por la defensa de los intereses de
la nobleza, luego de haber sido defensor de la plebe, cayendo su gobierno en el
desprestigio.

En el año 90 a. C., Syla, de origen noble, ex lugarteniente de Mario, fue proclamado por
el Senado, Dictador, encargado de dictar leyes y organizar la Constitución.

En el año 60 a. C. se formó el Primer Triunvirato, conocido con el nombre de


“Monstruo de tres cabezas” formado por Julio César, el estadista, Pompeyo, el militar,
y Crasso, el capitalista. Crasso murió y Pompeyo intentó derrocar a Censar, pero éste lo
derrotó en los campos de Farsalia (48 a. C.).

Julio César asumió el mando, siendo designado dictador perpetuo, asumiendo


paulatinamente, todo los poderes, hasta convertirse en el Divino Protector de Roma.

Julio César fue asesinado en el año 44 a. C., disputándose a sucederlo, Marco Antonio,
amigo y colaborador de César, y Cayo Octavio, que había sido adoptado como hijo por
Censar. Ambos formaron junto a Lépido, el Segundo Triunvirato.

Eliminado Lépido, Antonio y Octavio, se repartieron los territorios, correspondiéndole


a Antonio el Oriente y a Octavio el Occidente, pero en la batalla de Actium, Octavio
venció a Antonio, quedado como jefe absoluto. Así comienza el Imperio, en el año 27 a.
C. con la asunción de Octavio como emperador, con el título de Augusto.

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Familia en la antigua Roma
La ley de las XII Tablas, primera ley romana que data del año 450 a. C., llamaba familia
al conjunto de bienes de un ciudadano sui iuris (no sujeto a potestad), fallecido sin
testamento y que se transmitía, a falta de herederos suyos y necesarios (descendientes
directos), al agnado (pariente por vía de varones) más próximo.

En sentido restringido, familia o domus, significaba la reunión de personas sometidas a


la potestad o a la manus (poder sobre la esposa) de un pater familias (jefe familiar).
Comprendía a todos los descendientes bajo su potestad y a la mujer in manu (casada
en justas nupcias) que era equiparada a los efectos sucesorios, a una hija (loco filiae).

El pater, varón vivo más antiguo del seno familiar, era el jefe absoluto de su familia y
sacerdote del culto doméstico, donde los antepasados muertos, eran divinizados.

La familia era una unidad política, económica y religiosa, cuyos integrantes estaban
vinculados entre sí, por un vínculo civil, la agnación (parentesco por vía masculina)
constituyendo la familia proprio iure, que incluía todos los parientes unidos por un
mismo pater.

Cuando un pater moría, cada hijo varón se convertía en sui iuris y jefe de su propia
familia; pero entre esas personas que habían estado bajo la autoridad del mismo pater,
seguía habiendo un vínculo agnaticio, que conformaba la familia communi iure.

También era familia, la reunión de personas, ligadas por un vínculo de sangre (por vía
paterna o materna) por tener entre ellas un ascendiente común. Ese sería nuestro
concepto actual de familia, que recién en el Imperio, bajo el reinado del emperador
Justiniano, cobró relevancia jurídica.

El poder absoluto del pater, se denominaba potestas y comprendía:

a) El dominium: poder sobre las cosas.


b) La patria potestas: poder sobre los hijos.
c) La manus: poder sobre la esposa.
d) El mancipium: poder sobre personas extrañas que se
incorporaran a la familia en causa mancipi, por ejemplo, por
resarcimiento de un daño causado al pater.
e) La domenica potestas: sobre los esclavos.

En un principio, el pater era el jefe absoluto del grupo familiar, y podía disponer hasta
de la vida de sus miembros. No había leyes que lo limitaran, sino solamente las
costumbres del grupo familiar (mores) que le imponían la convocatoria en ciertas
situaciones, de imponer un castigo grave, la convocatoria de un concilio doméstico. Era

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también el dueño de todo el patrimonio familiar del que podía disponer por actos inter.
vivos (por ejemplo una venta o donación) o mortis causa (testamento).

El poder ilimitado del pater va sufriendo restricciones. En la República, los censores,


estuvieron facultados para sancionar los abusos cometidos por los paters en ejercicio
de la patria potestad y en el Imperio, lo serían los propios emperadores. También poco
a poco va surgiendo la posibilidad de que los filius pudieran tener su propio peculio.

En el Imperio, con la influencia del cristianismo, se redujeron notablemente los poderes


del pater.

La familia se constituía a partir del matrimonio legítimo, o justas nupcias formándola


los cónyuges, y todos los descendientes nacidos de esa unión (filius), y de los
descendientes de esos filius, que también eran filius familias. La cabeza de la familia,
no sometida a postad era el pater, los filius eran allieni iuris.

También ingresaban a la familia, personas extrañas como las nueras, los adrogados
(adopción de un sui iuris, que ingresaba con todas las personas que estuvieran bajo su
potestad) o por adopción de un allieni iuris.

La hija que se casaba mediante justas nupcias, daba origen al matrimonio cum manu y
pasaba a integrar la familia agnaticia del marido, conservando con su familia el vínculo
cognaticio o de sangre.

Para los romanos, el matrimonio era la unión de dos personas de diferente sexo
efectuada con la intención común de ser marido y mujer, procreando y educando a los
hijos, que de dicha unión nacieran, constituyendo entre ellos una comunidad absoluta
de vida.

El matrimonio romano tenía algunos rasgos peculiares que hicieron de él, un instituto
distinto del matrimonio moderno.

En efecto, no constituía un acto jurídico que se perfeccionara con el cumplimiento de


formalidades especiales, sino que estaba integrado por un elemento objetivo derivado
del hecho de la convivencia del hombre y la mujer y otro subjetivo o intencional
representado por la affectio maritalis, entendiéndose por tal, la intención de ser marido
y esposa. A pesar de tratarse de un elemento subjetivo, se exteriorizaba por
determinadas conductas de los cónyuges: compartir la mesa, vestir la mujer con ropas
adecuadas a posición social de su marido o el trato de la mujer hacia los familiares de
su esposo. La mujer ocupaba el rango social del marido y gozaba de la dignidad de
esposa.

La convivencia de los esposos, debía ser un estado permanente y duradero, porque el


simple acuerdo inicial de considerarse marido y mujer no bastaba para configurar el

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matrimonio, comenzando la vida en común en el momento que la mujer era
introducida en el domicilio conyugal, sin importar que el marido estuviera ausente.

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