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Segundo Tratado
sobre el Gobierno Civil
Un ensayo acerca del
verdadero origen, alcance
y fin del Gobierno Civil
SALUS POPULI SUPREMA LEX ESTO
El libro de bolsillo
Filosofía
Alianza Editorial
Capítulo 2
Del estado de naturaleza
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Segund o T ratado sobre el Gobierno C ivil 37
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raleza, igual que codas las demás leyc) que akctan a los
hombres en este mundo, sería vana si no hubiese nadie
que, en el estad� natural,_ tuviese el pod�r de ejecutar
dicha ley protegiendo al inocente y poniendo coto al
ofensor. Y si en el estado natural cualquier persona pue
de castigar a otra por el mal que ha hecho, t0dos pueden
hacer lo mismo; pues en ese estado de perfecta i�ualdad
en el que no hay superioridad ni jurisdicción de uno
sobre otro, cua1quier cosa que uno pueda hacer para que
se cumpla esa ley, será algo que todos los Jemá) tendrán
también el mismo derecho de hacerlo.
Las leyes que han sido aquí mencionadas (z.e., las leyes de
naturaleza) obligan a los hombres de manera absoluta en la
medida en que son hombres, aunque jamás hayan establec,Jo
una asociación ni un acuerdo solemne entre dio~ a.:er.:a Je lo
que tienen o no tienen que hacer. Además, no somos capace~
de proporcionarnos por nosotros mismos aquellas cosas que
son necesarias para la vida que nuestra naturaleza desea, una
vida que responda a la dignidad humana. Por lo tanto, p.ira
suplir esos defcccos e imperfecciones que están en noso1ro~
cuando vivimos ai~lados y en soledad, nos vemos naturalmente
inclinados a buscar la comunicación y la compañía con otros.
Esta fue la causa de que los hombres se unieran entre sí en las
primeras sociedades políticas.
55
56 John Locke
J
�e, propiedad suya. Pues al sacarla del estado común en
el que la narurale7.a la había puesto, agrega a l·lla algo
1 1
con su trabajo, y dio h:ice que no tengan ya derecho a
ella los demás hombres. Porque este trabajo, al ser in
dudablemente propiedad del trabajaJor, da como resul
tado el que ningún hombre, excepto él, ti:nga dcrc::cho a
lo que ha siJo a11adido a la cosa en cuestión, al menos
cuando queden todavía suficientes bienes comunes para
jg,s__demás.
28. Ciertamente, quien se ha alimentado de las bello
tas que él mismo ha recogido de debajo de una encina,
0 de las manzanas que ha cosechado de los árboles del
bosque, puede decirse que se ha apropiado de ellas. Na
die podrá ni:gar que ese alimenw es suyo. Pregunro, pues:
¿ Cuándo empezaron esos fruros a perccnccerle? ¿ Cuan
do los ha digerido? ¿Cuando los comió? ¿Cu:indo los
coció? ¿Cuando se los llevó a su osa? ¿CuanJo los co
gió en el campo? Es claro que si el hecho de recogerlos
no los hii.o suyos, ninguna orra cosa podría haberlo he
cho. Ese trabajo estableció la distincion entre lo que de
vino propiedad suya, y lo que permaneció siendo pro
piedad común. El trabajo de recoger esos frucos añadió
a ellos algo más Je lo que la naturaleza, ma<lre wmún
de todos, había reali7.ado. Y de este modo, dichos frutos
se convirtieron en derecho privado suyo. ¿Podrá decir
alguno que este hombre no tenía derecho a las bdlotas
o manz:inas que él se apro¡.,ió Je este modo, alegando
que no tenía el consentimiento de rodo el género huma
no para tomarlas en pertenencia? ¿ Fue un robú el apro
piarse de lo que pertenecía comunit:iriamente a todos'
Si el conscntimienco de todo el género humano hubiera
sido necesario, este hombre se habría 111ucrto de harrobre,
a pe.�ar de la abundancia que Dios le había dado. V cmo.;
en las tierras comunales que siguen siendo Úles por vir
tud de un convenio, que la apropiación di: alguna de bs
John Lockt
'º 1 Es b sustanci.1 sólida, derivada ,le un.1 ,ccr<'Ción biliar que pro•
ducen las ballena,, <¡ue se utilin en b fabricación ,k wsm¿ucos. TJm•
bién se empl�aba como medicina JntÍ(atarral.j
60 J,,hn Lockt
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Stgundo Tratado sobrr el Gohierno C ivil 67
" fla expresión inglesa que utiliza Lockc e, .w,istc,, rny., 1radu~-
ció n itera! sería • tierra de desecho•. l
Segundo Trat.1do sobre d G obierno Civil 69
cal modo. que todo aquello que pudiera ser afectado por
su laboriosidad, y alterado de la condición en que la
naturaleza lo había puesto, era suyo. Aquél que recogía
cien bushcls de bellotas o de manzanas, adquiría auto-
máticamente propiedad sobre ellas, es decir, que eran
suyas por el mero hecho de recogerlas. Lo único que el
propietario debía tener en cuenta, era hacer uso de ellas
antes de que se echaran a perder; si no, habría tomadil'
más de lo que le correspondía y, por ello mismo, estaría
robando a los otros. Y era, ciertamente, cosa insensata,
además de deshonesra, acumular más de lo que podía ser
utilizado. Si, a fin de que esos frutos no se pudrieran
inútilmente en su posesión, regalaba una parte a otra
persona, puede decirse que también estaba haciendo
uso de ellos. Y si trocaba ciruelas que se habrían echado
a perder en una semana, por nueces que se conserva-
rían en condiciones comestibles durante todo un año,
tampow estaba haciendo daño a nadie, es decir, que
no estaba desperdiciando los productos del común, ni
estaba destruyendo parte alguna de los bienes que per-
tenecían a los demás, siempre que no permitiera que se
echaran a perder en sus manos. Asímismo, si cambiaba
sus nueces por una pieza de meta! porque le gustaba el
color de ésta; o si trocaba su ganado por conchas, o la-
na por una gema vistosa o por un diamante, y se los que-
daba durante toda su vida, tampoco estaba entrome-
tiéndose en los derechos de los demás; de estos objetos
durables podía acumular tan tos como quisiese, pues lo
que rebasaba los límites de su justa propiedad no consis-
tía en la cantidad de cosas poseídas, sino en dejar que
se echaran a perder, sin usarlas, las que estaban en su
poder.
" •El poder público de toda sociedad está por encima de cada uno
de los individuos contenidos en esa sociedad; y el uso principal de este
poder conmte en dar leyes a toJos los que estén bajo él. Dichas leyes
debemos obedecerlas en LOdos los casos, excepto cuando haya una
r.uón manifiesta que pruebe que la ley de la ra7Ón o la ley de Dios
mwdan lo contrario.- (Hooker, Ecd. Poi. lib. i. sección ,16). [ Nota de
Locke.J
106 John Lo<:kr
'2 •Al principio, cuando una cierta forma de regimentación fue es
ublec1da, pudo ocurrir que no se pen$ara en dictar normas detalladas
pa ra gobernar, y todo le íuera permitido al jefe, en cuya sabiduría y
discreción el pueblo confiaba. Mas, con la experiencia, las gentes se
dieron cuenta de los muchos inconvenientes que esto llevaba consigo,
110 John LO(kc
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112 John Lockc
2' [Alude aquí Loc~c a Catón Marco Porcio (239- 149 a. de C .),
29
[Aquí inserta Lockc unJ nueva nou, repetición literal de la cita
de Hookcr que se da en la nota 22.]
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