CAPÍTULO I: DEL PODER POLÍTICO Refutación de la teoría del derecho divino de Filmer Primero, que Adán no tuvo, sea por derecho natural de paternidad o por donación positiva de Dios, autoridad alguna sobre sus hijos ni dominio alguno sobre el mundo, como se pretende. Segundo, que si los tuvo, sus herederos, sin embargo, no poseyeron derecho alguno sobre ellos. De manera que quien no considere justo pensar que todo gobierno en este mundo es producto exclusivo de la fuerza y la violencia, y que los hombres conviven sometidos a las mismas reglas que las bestias –según las cuáles los más fuertes detentan el gobierno- …por necesidad debe encontrar otra teoría sobre el surgimiento del gobierno, otro origen del poder político y otra forma de designar y conocer a las personas que lo detentan. Definición del poder político …el poder político es el derecho de dictar leyes, incluida la pena de muerte y, en consecuencia, todas las penas menores necesarias para la regulación y preservación de la propiedad, y el derecho de emplear la fuerza de la comunidad en la ejecución de tales leyes y en la defensa del Estado ante ofensas extranjeras. Y todo ello exclusivamente en pos del bien público. CAPÍTULO II: DEL ESTADO DE NATURALEZA Características del estado de naturaleza …estado de perfecta libertad para ordenar sus acciones y disponer de sus posesiones y personas como les parezca adecuado, dentro de los límites de la ley de la naturaleza, sin pedir permiso o depender de la voluntad de ningún otro hombre. Es también un estado de igualdad, en el que todo poder y jurisdicción son recíprocos, pues nadie tiene más que otro. El juicioso Hooker considera esta igualdad natural entre los hombres tan evidente en sí misma y tan incuestionable, que la hace el fundamento de esa obligación propia de los hombres de amarse mutuamente, sobre la cual basa los deberes que tienen unos respecto de los otros, y de la cual deduce las grandes máximas de la justicia y la caridad. Ley natural y razón 6. Mas aunque sea éste un estado de libertad, no es, sin embargo, un estado de licencia…El estado de naturaleza está gobernado por una ley de la naturaleza que obliga a todos; y la razón, que es esa ley, enseña a toda la humanidad que quiera consultarla, que siendo todos iguales e independientes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones. …cuando su propia preservación no esté en juego, deberá, en la medida de lo posible, preservar el resto de la humanidad y no podrá, a menos que se trate de hacer justicia con quien ha cometido una ofensa, quitar una vida o dañarla, o menoscabar lo que tiende a la preservación de la vida, la libertad, la salud, los miembros o los bienes de otro. Transgresión. Castigo. Reparación y restricción. Pena de muerte 7. Y para que todos los hombres se abstengan de invadir los derechos de los demás y de dañarse el uno al otro. 8. Y así, en el estado de naturaleza, un hombre tiene poder sobre otro, pero no un poder absoluto y arbitrario que le permita abusar de un criminal, cuando éste ha caído en sus manos, siguiendo el calor de su pasión o la ilimitada extravagancia de su propia voluntad, sino solo para castigarlo, según lo dictan la serena razón y la conciencia, con penas proporcionales a su transgresión, de modo que sirvan como reparación y restricción. Pues éstas son las dos únicas razones por las cuales un hombre puede legalmente dañar a otro, es decir, castigarlo. Lo cual, al ser una transgresión contra toda la especie y la paz y la seguridad garantizadas por la ley de la naturaleza, permitirá que cada hombre, según esta medida y en virtud del derecho que tiene de preservar al género humano en general, pueda poner límites o, cuando sea necesario, destruir cosas dañinas para la humanidad, y así castigar a cualquiera que haya transgredido esa ley…Y en este caso y sobre este fundamento, todo hombre tiene derecho de castigar al ofensor y ser ejecutor de la ley de la naturaleza [...] Aquel que ha sufrido el daño tiene derecho a exigir una reparación en su propio nombre, y él y solo él puede eximir de ella. La persona damnificada tiene el poder de apropiarse de los bienes o del servicio del ofensor, en virtud del derecho de autopreservación, como todo hombre tiene derecho a castigar el crimen para impedir que se cometa nuevamente, en virtud de su derecho de preservar a toda la humanidad y hacer todas las cosas que estime razonables para alcanzar dicho fin. Y así es como cada hombre, en el estado de naturaleza, tiene el poder de matar a un asesino [...] Ley natural y ley positiva 12. [...] cada transgresión debe castigarse en el grado y con la severidad suficiente para convertirla en un mal negocio para el ofensor, darle motivo para arrepentirse y atemorizar a los otros hombres, de modo que se abstengan de hacer lo mismo. Toda ofensa que pueda cometerse en el estado de naturaleza, puede, allí mismo, ser castigada en la misma medida que en un Estado. [y las leyes] solo resultan justas en la medida en que se basan en la ley de la naturaleza. Gobierno civil y monarquía 13. A esta extraña doctrina –es decir, que en el estado de naturaleza cada hombre tiene el poder de ejecutar la ley natural- no dudo que se le objetará que no es razonable que los hombres sean jueces de sus propias causas; que el amor a sí mismos los hará parciales en su favor y en el de sus amigos. Y, por otro lado, que los defectos naturales, la pasión y la venganza los llevarán demasiado lejos en el castigo de otros hombres, de lo que no surgirá nada más que confusión y desorden… Concedo sin reserva que el gobierno civil es el remedio apropiado para los inconvenientes del estado de naturaleza, los cuales por cierto han de ser grandes cuando los hombres pueden ser jueces en su propia causa [...] …y si aquél que juzga, juzga mal en su propia causa o en la de otro, es responsable por ello ante el resto de la humanidad. Persistencia del estado de naturaleza en el pacto A menudo se pregunta, como una poderosa objeción: “¿Dónde hay, o hubo alguna vez, hombres en semejante estado de naturaleza?” A lo cual por ahora debe bastar como respuesta que [...] en el mundo nunca faltaron, ni nunca faltarán, cantidades de hombres en ese estado [...] porque no todo pacto pone fin al estado de naturaleza entre los hombres, sino solo aquél en el que acceden por mutuo acuerdo a entrar en comunidad y formar un cuerpo político [...] 15. A quienes dicen que nunca hubo hombres en este estado de naturaleza no solo les opondré la autoridad del juicioso Hooker, cuando dice: “…para compensar aquellos defectos e imperfecciones que hay en nosotros cuando vivimos en aislamiento y soledad, naturalmente nos vemos inducidos a buscar la comunicación y la compañía de otros. Ésta fue la causas de que los hombres se unieran entre sí en las primeras sociedades políticas”. Más aún, yo afirmo que todos los hombres se encuentran naturalmente en ese estado y permanecen en él hasta que, por su propio consentimiento, se hacen miembros de alguna sociedad política [...] CAPÍTULO VII: DE LA SOCIEDAD POLÍTICA O CIVIL Tipos de relaciones humanas 77. Dios, al hacer del hombre una criatura que, según Su propio juicio, no era bueno que estuviera sola, lo puso bajo fuertes obligaciones de necesidad, conveniencia e inclinación, que lo llevaron a vivir en sociedad, así como lo dotó de entendimiento y el lenguaje para continuar y disfrutar de dicha sociabilidad. La primera sociedad fue la del hombre y la mujer, que dio origen a la que se da entre padres e hijos, a la cual, en su momento, se sumó la sociedad entre amo y siervo [...] 78. La sociedad conyugal se forma mediante un pacto voluntario entre hombre y mujer. 85. Amo y siervo son nombres tan viejos como la historia, pero se ha dado a individuos de muy diferente condición. Pues un hombre libre se convierte en siervo de otro vendiéndole, por un cierto tiempo, el servicio que se compromete a hacer a cambio de un salario que ha de recibir. Pero hay otro tipo de siervos a los que llamamos esclavos, quienes, por ser cautivos tomados en una guerra justa, están, por derecho natural, sometidos al dominio absoluto y al poder arbitrario de sus amos. Como he dicho, al haber renunciado estos hombres a su vida y, junto con ella, a sus libertades; y habiendo perdido sus bienes al pasar a un estado de esclavitud, no son capaces de tener propiedad alguna y no pueden ser considerados parte de la sociedad civil, cuyo fin principal es la preservación de la propiedad [...] Origen de la sociedad política Pero como ninguna sociedad política puede existir ni subsistir sin tener en sí misma el poder de preservar la propiedad y, a fin de lograrlo, el de castigar las ofensas de todos los miembros de esa sociedad, única y exclusivamente habrá una sociedad política allí donde cada uno de los miembros halla renunciado a su poder natural y lo haya dejado en manos de a comunidad en todos aquellos casos en que no esté imposibilitado para pedir la protección de la ley establecida por la comunidad. Y así, al estar excluido todo juicio privado de cada miembro en particular, la comunidad pasa a ser el árbitro que decide según las normas y reglas establecidas e imparciales 88. Y así, el Estado se origina mediante un poder que establece qué castigo se impondrá a las diversas transgresiones que considera merecedoras de tal, cometidas por los miembros de esa sociedad. Éste es el poder de hacer leyes, al que debe sumarse el poder de castigar cualquier injuria inferida a alguno de sus miembros por alguien que no pertenezca a ella. Éste es el poder de hacer la guerra y la paz. Mas aunque todo hombre que ha entrado a formar parte de una sociedad haya abandonado su poder de castigar las ofensas contra la ley natural según se lo dicte su juicio personal, ocurre que, junto con el poder de juzgar las ofensas que ha cedido al poder legislativo en todos aquellos casos en que puede apelar al magistrado, también le ha cedido al estado el derecho de emplear su propia fuerza personal para la ejecución de los juicios del Estado en todos los casos en que se recurra a él [...] Y aquí tenemos el origen del poder legislativo y ejecutivo de la sociedad civil [...] Contra la monarquía absoluta 90. Y de esto resulta evidente que la monarquía absoluta que algunos hombres consideran el único tipo de gobierno del mundo, es por cierto incompatible con la sociedad civil y excluye todo tipo de gobierno civil. Pues el fin de la sociedad civil es evitar y remediar aquellos inconvenientes del estado de naturaleza que necesariamente surgen de que todo hombre sea juez en su propia causa, estableciendo una autoridad conocida a la cual todos los miembros de la sociedad deben obedecer. Dondequiera existan personas que no cuentan con una autoridad de ese tipo a la cual apelar, y que decida cualquier diferencia entre ellas, esas personas continúan en estado de naturaleza. CAPÍTULO VIII: DEL ORIGEN DE LAS SOCIEDADES POLÍTICAS Contractualismo 95. Al ser los hombres, como se ha dicho, libres por naturaleza, iguales e independientes, nadie puede ser sacado de este estado y ser sometido al poder político de otro sin su propio consentimiento. Objeciones al contractualismo 100. A esto, que yo sepa, se han hecho dos objeciones: 1. Que no se encuentran ejemplos en la historia de una agrupación de hombres independientes e iguales entre sí, que se reunieran de esta forma para iniciar y establecer un gobierno. 2. Que es imposible que los hombres tengan derecho a hacerlo, porque todos los hombres, al haber nacido bajo un gobierno, deben someterse a él y no tienen libertad para iniciar uno nuevo. 101. A la primera objeción respondo lo siguiente: que en absoluto debe extrañarnos que la historia nos de escasa cuenta de hombres que vivieron juntos en estado de naturaleza. Los inconvenientes de esa condición, así como el deseo y necesidad de asociarse, muy pronto hicieron que muchos se unieran, pero se unían e incorporaban si estaban dispuestos a permanecer juntos [...] 115. Pues no hay ejemplos más abundantes en la historia, tanto sagrada como profana, que los ejemplos de hombres que se apartaron de la jurisdicción en la que nacieron o de la familia o de la comunidad en la que fueron criados, negándoles su obediencia, y establecieron nuevos gobiernos en otros lugares. De ellos surgió toda esa multitud de pequeños Estados al comienzo de los tiempos, que se multiplicaron en la medida en que hubo espacio suficiente, hasta que el más fuerte o afortunado se tragó al más débil. Y esos grandes Estados, de nuevo rompiéndose en pedazos, se disolvieron en dominios más pequeños [...] Propiedad de la tierra en la sociedad política 120. Para comprender esto mejor, conviene considerar que todo hombre, cuando por primera vez se incorpora a un Estado, por el hecho de unirse a él, también une y somete a la comunidad aquellas posesiones que tiene o adquirirá, siempre y cuando no pertenezcan ya a otro gobierno [...] En consecuencia, por el mero acto de unirse una persona, que antes era libre, a cualquier Estado, también está vinculando sus posesiones, que antes eran libres, a dicho Estado. Y así, se convierten ambas, persona y posesiones, en súbditos del gobierno, y pasan a formar parte del dominio de ese Estado mientras continúe existiendo [...] 121. Pero dado que el gobierno tiene jurisdicción directa sobre la tierra y alcanza a quien la posee (antes de que se haya incorporado concretamente a la sociedad) solo en la medida en que la habite y disfrute de ella, la obligación bajo la que uno está, en virtud de tal disfrute, de someterse al gobierno, empieza y termina con el disfrute mismo. De manera que cada vez que el dueño, que no ha dado nada más que un consentimiento tácito al gobierno, deje, por donación, venta u otro procedimiento, la susodicha posesión, está en libertad de ir e incorporarse en cualquier otro Estado, o acordar con otros hombres el comienzo de uno nuevo in vacuis locis, es decir en cualquier parte del mundo que encuentren libre y sin dueño. Mientras que aquél que una vez, por acuerdo formal y declaración expresa, ha dado su consentimiento para formar parte de cualquier Estado, está perpetua e indispensablemente obligado a ser y permanecer súbdito inalterable de él, y nunca vivirá de nuevo en la libertad propia del estado de naturaleza, a menos que el gobierno al que está sometido se disuelva por alguna calamidad [...] CAPÍTULO IX: DE LOS FINES DE LA SOCIEDAD POLÍTICA Y DEL GOBIERNO …aunque en el estado de naturaleza un hombre tiene semejante derecho, su posibilidad de disfrutarlo es muy incierta y está constantemente expuesta a la invasión de otros, pues al ser todos los hombres tan reyes como él, todo individuo su igual… …el disfrute de la propiedad que tiene el hombre en tal estado es sumamente insegura. Esto lo lleva a querer dejar una condición que, por libre que sea, está llena de temores y peligros continuos; y no sin razón busca y desea unirse en sociedad con otros hombres que ya se han unido o tienen intención de unirse para la preservación mutua de sus vidas, libertades y posesiones, es decir, de todo aquello a que doy el nombre general de “propiedad”. 124. Por lo tanto, el grande y principal fin para que los hombres se unan en Estados y se sometan a gobiernos es la preservación de su propiedad. …faltan muchas cosas en el estado de naturaleza. Primero, falta una ley establecida, fija y conocida, recibida y aceptada por consentimiento común para actuar como patrón de lo bueno y lo malo y como criterio para decidir en todas las controversias que surjan entre los hombres [...] 125. Segundo, en el estado de naturaleza falta un juez conocido e imparcial, con autoridad para decidir todas las diferencias según la ley establecida [...] 126. Tercero, en el estado de naturaleza a menudo falta poder para respaldar y apoyar la sentencia cuando es justa y para darle su debida ejecución [...] 128. Pues en el estado de naturaleza –omitiendo la libertad que tiene de disfrutar de placeres inocentes- el hombre posee dos poderes: El primero es hacer lo que le parezca adecuado para la preservación de sí y de otros dentro de lo que permite la ley natural; por virtud de esa ley, común a todos, él y todo el resto del género humano son una comunidad, forman una sociedad diferente de la de todas las demás criaturas, y si no fuera por la corrupción y vicio de los hombres degenerados, no habría necesidad de ninguna otra, ninguna necesidad de que los hombres se separaran de esta grande y natural comunidad y se reunieran en asociaciones menores. El otro poder que tiene el hombre en el estado de naturaleza es el de castigar los crímenes cometidos contra esa ley. 131. Pero aunque los hombres, cuando entran en sociedad, entregan la igualdad, la libertad y el poder ejecutivo que tenían en el estado de naturaleza a las manos de esa sociedad, para que el poder legislativo disponga de ellos según lo requiera el bien de la sociedad, tal renuncia cada uno la hace solo con la intención de mejor preservarse a sí mismo, a su libertad y a su propiedad, pues no se puede suponer que ninguna criatura racional cambie su condición con la intención de estar peor. Por esto, no puede suponerse que el poder de la sociedad o legislatura por ellos constituida se extienda más allá del bien común [...] CAPÍTULO X: DE LOS TIPOS DE ESTADO Clasificación de las formas de gobierno CAPÍTULO XI: DEL ALCANCE DEL PODER LEGISLATIVO Supremacía del poder legislativo en el Estado 134. Como la gran finalidad de los hombres al entrar en sociedad es disfrutar de sus propiedades en paz y seguridad, y el gran instrumento y medio para ello son las leyes establecidas en dicha sociedad, la primera y fundamental ley positiva de todos los Estados es el establecimiento del poder legislativo. La legislatura no solo es el poder supremo del Estado, sino que también es sagrada e inalterable, una vez que está en las manos donde la comunidad la ha depositado. Y ningún edicto de nadie, esté concebido en la forma que sea o respaldado por el poder que sea, tiene la fuerza y la obligación de una ley si no ha sido sancionada por la legislatura que el pueblo ha decidido y designado. Límites del poder legislativo Han de gobernar por medio de leyes establecidas y promulgadas, que no variarán en casos particulares, sino que habrá una misma ley para los ricos y los pobres, para el favorito de la Corte y el campesino que empuña el arado. Segundo: Estas leyes no deben diseñarse para otro fin último que el bien del pueblo. Tercero: Los gobernantes no deben aumentar los impuestos sobre la propiedad del pueblo sin el consentimiento dado por el pueblo o por sus diputados. CAPÍTULO XII: DEL PODER LEGISLATIVO, EJECUTIVO Y FEDERATIVO 143. El poder legislativo es aquél que tiene derecho de determinar cómo se empleará la fuerza del Estado para preservar a la comunidad y a sus miembros. Porque aquellas leyes que constantemente tienen que ejecutarse y cuya fuerza siempre está en vigencia. …como esas leyes que son hechas de una vez y en poco tiempo, tienen, no obstante, una vigencia constante y perdurable y necesitan una ejecución o un respeto perpetuo, es necesario que haya un poder siempre en vigencia que debe ocuparse de la ejecución de las leyes… 147. Estos dos poderes, el ejecutivo y el federativo, aunque son realmente diferentes el uno del otro… CAPÍTULO XIII: DE LA SUBORDINACIÓN DE LOS PODERES DEL ESTADO Salus populi suprema lex …sigue permaneciendo en el pueblo un poder supremo para remover o alterar la legislatura, cuando encuentra que actúa de manera contraria a la misión confiada a ella… Y así la comunidad perpetuamente retiene el poder supremo de salvarse a sí misma de los intentos y designios de cualquiera, incluso de sus legisladores, cada vez que éstos sean tan necios o tan perversos como para plantear o llevar adelante designios contrarios a las libertades y propiedades de los súbditos. …cada vez que alguien se propone llevarlos a tal condición de esclavos, siempre tendrán el derecho de preservar aquello que no pueden compartir y de deshacerse de quienes invaden esta ley fundamental, sagrada e inalterable de la autoconservación, por la cual entraron en sociedad. CAPÍTULO XIV: DE LA PRERROGATIVA 160. Este poder de actuar a discreción para el bien público, sin la prescripción de la ley y a veces hasta en contra de ella, es lo que se llama prerrogativa. Pues como en algunos gobiernos el poder que hace las leyes no siempre está en funcionamiento y por lo general es demasiado numeroso y demasiado lento para despachar sus decisiones al ejecutivo, y como también es imposible prever todos los accidentes y necesidades que puedan acechar al pueblo y dictar las leyes que lo regulen; …hay por tanto un margen que se deja al poder ejecutivo para que tome decisiones que la ley no prescribe. 161. Este poder, cuando es empleado para el beneficio de la comunidad y en consonancia con los fines y misión del gobierno, es una prerrogativa indudable y que nunca se cuestiona. Porque el pueblo rara vez es escrupuloso o puntilloso sobre este particular y no se preocupa en cuestionar la prerrogativa cuando es empleada en un grado tolerable para el uso que se le pensó, es decir, el bien del pueblo y no su daño manifiesto. Pero si se plantea una disputa entre el poder ejecutivo y el pueblo sobre alguna cosa que se haga invocando al derecho de prerrogativa, la cuestión quedará fácilmente zanjada considerando si el ejercicio de tal prerrogativa redundó en un bien o en un daño para el pueblo [...] Derecho de insurrección Pues así como un buen príncipe, que es consciente de la confianza depositada en sus manos y cuidadoso en lo que atañe al bien del pueblo, no puede tener demasiada prerrogativa, es decir, poder para hacer el bien, tampoco un príncipe débil y malvado que reclama el mismo poder que ejercieron sus predecesores, sin la dirección de la ley, como una prerrogativa que le pertenece por derecho de oficio, y que puede ejercer a su gusto para realizar y promover un interés diferente del público, da al pueblo ocasión de reclamar su derecho y limitar ese poder, el cual, mientras fue ejercido para su bien, había acordado tácitamente concederle [...]