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Jose ph de Mais

Joseph tre
M aistre

D II IL
solli!RMIA

0006738

000

001 0
PARTE PRIMERA: DE LOS OR1GENES DE LA
SO BE RA NI A
(
(
1 (
Capítulo I:
I: De
D e la soberanía del p
pueblo
u eb lo 1
<
i

"Non
“Non illi imperium"
imperium” 2.
2.
Virgilio
(
(
' (
E1 pueblo es soberano, dicen. ¿¿Y
El Y de quién? De D e sí mismo, ~'¡
aparentemente. El pueblo es, pues, súbdito. Aquí hay
seguramente algún equívoco, si es que no hay·
ya que el pueblo que manda no
hay un error,
ño es el pueblo que obedece.
Basta pues enunciar la proposición general el pueblo es l
A
(
soberano para·
para sentir que neces!ta
necesita un comentario. · J (
. Ese co.mentario
comentario no se hará esperar, por lo menos en
sistema francés. El puebfo,
el .sistema pueblo, se dirá;
dirá, ejerce la soberanía (
por medio de sus representantes. Esto.
Esto comienza a enten-
enten­ í
derse. El pueblo es un soberano que no puede ejercer la
soberanía. Pero cada individuo varón de ese pueblo tiene (
derechp
derecho a mandar a su turno durante cierto tiempo. Por (
ejempl<?,
ejemplo, si suponemo~
suponemos veinticinco millones de franceses,
í
y se~ecientos
setecientos diputados elegibles cada dos años, compreh•
compren­
deremos que, si esos veinticinco millones fueran inmorta-
inmorta­ (
les, y los diputados fuesen nombrados por· por turno,
tum o, cada (
francés sería periódicamente rey más o menos cada tres
mil quinientos años. Perp com o · durante ese lapso no se
Pero como sé (
deja de morir cada tanto, y por otra parte los electores (
no son dueños de elegir como gusten, la imaginación se
(
espanta ante el terrorífico número de reyes condenados
a morir sin haber reinado. (
Pero, ya que es preciso examinar más seriamente
sèriamente es-
es­ (
ante todo que, en este punto
ta cuestión, observemos ante·
como
com o en tantos otros, bien podría ocurrir que no nos (
i
11 Esta obra fue escrita rápidamente y nunca releída. Algunas <
de sus ,partes
partes han sido incluidas en otros escritos. San Petersburgo,
16 ((28)
28) de enero ~e de 1815 ((N N.. dél A.).
A .). El manuscrito de este (
estudio está fechado en Lausana, 1794, 1795, 1795, 1796. (N.
(N . del E,)
E .j (
2 "No
2 “N o es suyo el poder”
poder"., (N.
( N. del T. L.)
L .) ·
(
9 (
(

(
entendiéramos bien. Comencemos, pues, a plantear cla-
entendiéramos
ramente el problema. bien. Comencemos, pues, a plantear cla­
ramente el problema.
Se ha discutido acaloradamente si la soberanía pro-
viene deSe ha odiscutido
Dios acaloradamente
de los hombres, pero no sé si sila se
soberanía
ha obser-pro­
vadoviene
quedeambas Dios oproposiciones
de los hombres, pero no
pueden sersé verdaderas.
si se ha obser­
vado
Es muy queexacto,
ambasenproposiciones puedeny grosero,
un sentido inferior ser verdaderas.
que
la soberanía se furida sobre el consentimientoy grosero,
Es m uy exacto, en un sentido inferior humano,que
la soberanía
ya que si un pueblo se funda sobre acordara
cualquiera el consentimiento
súbitamente humano,
no
obedecer, la soberanía desaparecería; y es imposible hna- no
ya que si un pueblo cualquiera acordara súbitamente
ginarobedecer, la soberanía
la institución de una desaparecería; y es im posible
soberanía· sin imaginar un pue-ima­
blo que consienta en obedecer. Si los adversarios un
ginar la institución de una soberanía sin imaginar delpue­
origen divino de la soberanía no quieren decir más que del
blo que consienta en obedecer. Si los adversarios
esto,Origen
tienendivinorazóndey lasería soberanía
harto no quieren
inútil discutir.decirNomás ha-que
W.endo juzgado Dios conveniente el empleo de medios ha­
esto, tienen razón y sería harto inútil discutir. No
biendo juzgado
sobrenaturales para la Dios conveniente
institución de loselpoderes,
em pleo esdesegu~medios
sobrenaturales para la institución
ro que todo debió hacerse por medio de los hombres. de los poderes, es segu­
ro que todo debió hacerse por
Pero decir que la soberanía no proviene de Dios porqoomedio de los hombres^
Pero de
se sirve decirlos que
hombresla soberanía no provienees_decomo
para establecerla, Diosdecir
porque
se sirve de los hombres para establecerla,
que no es el creador del hombre porque todos tenem~ es cóm o decir
que no
padre y madre. es el creador del hom bre porque todos tenemos
padre
Todosy los madre.
teístas 3 del universo aceptarán sin duda
qu~ aquel Todos quelos teístas3
viola del universo
las leyes se oponeaceptarán
a la voluntadsin dudá
quey aquel
divina se vuelveque viola
culpable las ante
leyesDios,
se opone
aunque a la
no voluntad
viole
sinodivina
normas y se vuelve culpable
humanas, porque esante Dios,
Dios quienaunque no viole
ha hecho
sino normas
sociable al hombre; humanas,
y, desde porque
que haesquerido
Dios quien ha hecho
la sociedad,
sociable también
ha querido al hombre; y, desde que
la soberanía y lasha querido
leyes sin lasla cuales
sociedad,
- no hahayquerido_también
sociedad alguna.la soberanía· y las leyes sin las cuales
no
Lashay sociedad
leyes provienen alguna.
pues de Dios en el sentido de -—
que ~l Lasquiere leyesqueprovienen
haya leyes pues de Dios
y sean en el sentido
obedecidas, y sin de
que Élesas
embargo quiere
leyesque haya leyes
provienen y sean
también de obedecidas,
los hombres, y sin
embargo
yá que esas leyes
son hechas provienen también de los hombres,
por ellos.
ya
Delquemismoson hechas
modo, la porsoberanía
ellos. proviene de Dios, ya
_que es el D elautor de todo, salvo del mal, proviene
mismo modo, la soberanía de Dios, ya
y es en particular
que es
el autor deellaautor de todo,
sociedad, quesalvo del mal,
no puede y es en
subsistir sin particular
la so-
el autor de la sociedad, que no puede subsistir sin la so­
beranía.
beranía.

a !Aunque, en su acepción primitiva, esta palabra séa sin6-


nima de 8deísta,
«Aunque,el uso
en susin acepción
embargo primitiva,
la ha vuelto
esta la opuesta
palabra séadesinó­
ateo,nima
y endeeste sentido
deísta, la· uso.
el uso sin Es una palabra
embargo la ha necesaria,
vuelto la ya que de
opuesta
deísta
ateo, y en la
exduye creencia
este sentidoen la toda revelación.
uso. Es ( N. del
una palabra A.) . ya que
necesaria,
deísta excluye la creencia en toda revelación. (N . del A .)
Y
Y sin embargo, esta misma soberanía proviene tam- tam­
bién de los hombres en cierto sentido, es decir en cuanto
m odo de gobierno es instituido y declarado por
tal o cual modo
el consentimiento humano.
Los partidarios de la autoridad divina no pueden,
pues, negar que la voluntad humana desempeñe algún
papel en el establecimiento de lé>s
los gobiernos; y los parti­
parti-
darios ~del
del sistema contrario no pueden negar, a su vez,
que Dios sea, por excelencia y de modo
m odo eminente, el autor
de esos mi.smos
mismos gobiernos~
gobiernos.
Parece pues que estas dos proposiciones: la soberanía
soberanía}
provie'ne de Dios, y la soberanía proviene de los hom-
proviene hom­
bres, no se contradicen absolutamente; no más que estas
otras dos: las leyes provienen de Dios,
D ios, y las leyes provie­
provie-
nen de los hombres.
Basta entonces entenderse, poner las ideas en su Ju.,.lu­
gar y no confundirlas. Con esas precauciones estamos
seguros dé no extraviarnos. Y parece que debe acogerse
extraviamos. Y
favorablemente al escritor que dice: "No
“ No vengo a deciros
que la soberanía provenga de Dios o de los hombres; exa- exa­
minemos juntos, solamente, lo que hay de divino y lo que
hay de humano en la soberanía".
soberanía”.

11
(
(
((
Capítulo
C a p ítu lo 11:
II: Origen
O rigen de
d e la sociedad
socied a d
(<

'(

'(

í(
((

(
Una extraña manía del hombre es la de crearse· dificu1-
crearse dificul­ (
tades para tener el placer de resolverlas. N
Noo ie
le bastan los
(
misterios que por todas partes · 10
bién.
lo rodean; rechaza tam-
bién las ideas claras, y todo lo t.oma problemático,
tom a problem
tam­
ático, no sé '
((
por . qué astucia del orgullo que le hace considerar cómo
como
indigno de sí el creer lo que todos creen. Así, por ejem­
ejem- (
plo, mucho se ha discutido sobre el origen de la sociedad, (
y, en lugar de aceptarse la suposición completamente
simple espíritu, la meta-
na:turalmente al •espíritu,
simple que se presenta naturalmente meta­ ((
física se ha prodigado para construir hip6tesis·
hipótesis en el aire, (
por el buen sentido y por la experiencia. ·
reprobadas por ((

existido
Cuando se plantea el problem
problemaa dé
gen de la sociedad, se supone manifiestamente que ha 1! /
existido para el género humano un tiem tiempo
J
ori- ")
de las causas del óri-'j

po anterior a la ■V y
(
C
◄{
sociedad; pero es! esl leso,
eso, justamente, lo que habría que C
í
probar. -~ . · ^
,., No podrá negarse, sin duda, que la tierra en general ~
(
esté.
esté destinada a la habitación del hombre; y, como com o la (
C
multiplicación del hombre responde á a las.
las miras del Crea-
Crea­ (C
dar,
dor, resulta que la naturaleza
naturaleza. del hom
hombrebre consiste ~nen (
(
vivir reunido en grandes sociedades sobre toda la super- super­
ficie del globo, porque la naturaleza de un ser es existir ((
como
com o el Creador ha querido que exista. Y Y esta voluntad ((
está perfectamente atestiguada por los hechos. (
El hombre aislado no es pues, en absoluto, el hom- hom­
bre de te la naturaleza; la especie humana misma no era ((
todavía, de ningún m modo, fo que debía ser, cuando un
odo, lo ((
coito
corto número · de hombres se hallaba esparcido en una
((
gran superficie de tierra; Entonces, no liabía había sino fami-
fam i­
lias, y esas familias, así diseminadas,
diseminadas~ no eran todavíá,
todavía, ((
(
('
13
((
((
■áj
C '■
r
( ,
r ni individualmente, ni por su reunión futura, más que
embriones de pueblos.
( Y
Y si, mucho tiempo después de la formación
form ación de las
( ■ grandes sociedades, algunas hordas . perdidas en los de- de­
(
siertos todavía presentan los fenómenos propios de la
especie humana en su infancia, ·siempre se trata de pue- pue­
( blos niños, que no son aún en absoluto lo que deben ser.
( ¿Qué pensaríamos de un naturalista que dijera que
( , el hombre es un animal de treinta o treinta
tréinta y cinco pul-
pul­
gadas de largo, sin fuerza y sin inteligencia, que sólo
í emite gritos inarticulados? Sin embargo, este naturalista,
x al no atribuir a la naturaleza física y moral del hombre
más que los caracteres de la infancia, no sería inásmás ridícu-
ridícu­
(
lo que el filósofo que busca su naturaleza política en
() los rudimentos de la sociedad.
( Y Toda cuestión sobre la naturaleza del hombre debe
r ;
ser resuelta por medio
m edio de la historia. El filósofo que quie-
quie­
ra probarnos, por medio de razonamientos a priori, lo que
X debe ser el hombre, no merece ser oído: substituye la ex­ ex-
r periencia por razones de C9nyeniencia,
conveniencia, y la voluntad del
Creador por sus propias decisiones.
( , Supongamos que se llegara a probar que un salvaje
X de América
America es más feliz y menos vicioso que un homl;>re
hombre
x civilizado. ¿Podría concluirse de ello que este último sea
un ser degradado, o, sisi se quiere, más alejado de la natu-
( leza que el primero? De D e ninguna manera. Es precisa~en-
precisamen­
( te como
com o si se dijera que la naturaleza del hombre indivi-
indivi­
dual consiste en permanecer niño, porque en esta época
(
de la vida está exento de los vicios y de los infortunios
( que han de asediarlo en su madurez. La historia siempre
nos muestra a los hombres reunidos en sociedades más o
(
menos numerosas, regidas por diversas soberanías. Desde
( el momento en que se han multiplicado hasta cierto pun­ pun-
(
(
to, no han podido existir de .otra manera.
En consecuencia, hablando con propiedad, nunca
hubo para el hombre un tiempo anterior a la sociedad, \ /
l
■( sociedades políti-J
porque, antes de la formación de las sociedades- políti- /
cas, el hombre buscar i
hom bre no es del todo hombre, y es absurdo liuscar
< los caracteres de un ser cualquiera en el germen de ese ser. J
x
( 14 ’
Por lo tanto, la sociedad no es en absoluto obra del
hombre, sino resultado inmediato de la , voluntad del
Creador, quien quiso que el hombre hom bre fuese lo que siem-
siem­
~ en todas p~
pre y en~~ partes ~ha ~~
sido. .
. Rousseau y todos los razonadores de su especie ima- ima­
ginan o tratan de imaginar a un pueblo "en “en estado de
naturaleza"
naturaleza” -tal—tal es su expresión-,
expresión—, que delibera formal-
formal­
Sobre las -ventajas y las desventajas qel
mente sobre del estado
social, y que opta por fin por pasar de uno a otro.
Pero no hay ni una sombra de buen sentido en esta
suposición.
suposición* ¿Qué hacían los hombres antes de esta
"convención nacional” en que resolvieron finahriente
“convención nacional"· finalmente
darse un soberano? Vivían, aparentemente, sin leyes, sin
gobierno;
gobierno. ¿Desde cuándo? .
com o tin
Es un error capital concebir el estado social como un
estado · de · elección fundado sobre el consentimiento de
los hombres, sobre una deliberación, y sobre un :únposi~ im posi­
ble contrato primitivo. Cuando se habla del estado de
naturaleza por oposición al estado social, se desvaría adre-adre­
de. La palabra naturaleza es uno de esos términos gené- gene­
rales de que se abusa como de todos los ténninos términos abs-
abs­
tractos. Esa palabra, en .su su acepci6n
acepción más amplia, no
significa en realidad sino el conjunto de todas las leyes, de
todas las fuerzas, de todos los resortes que constituyen el él
universo; y la naturaleza particular de tal o cual ser, el
conjunto de las CJialidades
cualidades que lo constituyen en lo qque
u e es,
y sin las cu,ales
cuales sería otra.
otra cosa y no podría cumplir el de-de­
signio del artesano. Así, la reunión de todas las piezas que
componen la máquina destinada a dividir el tiem tiempo
po forma
la naturaleza o la esencia del reloj; y la naturafeza
naturaleza o la
esencia del péndulo consiste en tener tal forma, tales di- di­
mensiones, tal posición: de otro modo, m odo, ya no sería un
péndulo, y no podría cumplir las funciones de tal. La
naturaleza de una víbora consiste en arrastrarse, tener
una piel escamosa, dientes huecos y móviles que destilan
un veneno mortal; y la naturaleza del hombre, en ser un
animal inteligente, religioso y sociable. U na experiencia
Una
invariable nos lo enseña, y no veo que haya . nada .que que
experiencia. Si alguno pretende probar que
oponer a esta exEeriencia.
la naturaleza · de la víbora es tener alas y una voz melo-

15
15
diosa, y que la del castor es vivir aislado sobre la cumbre
diosa,.
de las montañas más altas, pues que lo -pruebe. pruebe. Entre tan-
tan­
to, creeremos que lo que es, debe ser y ha sido siempre.
"El social -dijo
“El orden social, —dijo Rousseau-
Rousseau— es un derecho '$a- sa­
sirve. de base a todos los otros. Sin embargo,
grado que sirve embargó,
e_ste
este derecho no· pr9viene de ningún modb^de
no proviene modo _de ía
la «natura-
«natura­
leza»:
leza»; se funda,
funda, pues, sobre convenciones."
convenciones” 44.•
¿Qué es la naturaleza? ¿Qué ¿Q ué es un derecho? ¿Y _c6- có­
mo un orden ·es un derecho?.d erech o?... :. Pero dejemos de lado
estas . dificulta.des:
dificultades: . las cuestiones nunca terminarían .con
.un
un hombre que abusa de todos_ todos los té.rmfu.os
términos y no d~fine
define
ninguno.
ninguno, Uno tiene derecho, r,or por lo merios,
menos, a pedirle la
prueba de esta gran aserción:•
aserción: “ElEl orden social no proviene
de ningún moao m odo de la naturaleza".
naturaleza’’. "Debo“D ebo demostrar
-dice
—dice él mismo-
mismo— lo que acabo de adelantar'. adelantar” . Eso, en
efecto, · hubiera debido hacer, pero es verdaderamente
curioso cómo
cóm o se las ingenia para hacerlo'. hacerlo. Dedica
Dedica; tres
capítulos a probar que el orden social no proviene ni _de .de
la.
la sociedad_
sociedad familiar, ni de la fuerza, ni de la esc1á.vitud esclavitud
Capítulos II, III, IV),
((Capítulos IV ), y de ello concluye ((Capítulo
Capítulo V) V)
qué
que es ·necesario remontarse siempre a una: una primera cort-
con­
yención.
vención. Es cómodo
cóm odo este modom odo de probar; sólo le falta
la fórmula niajestúosá.
majestuosa de los geómetras: "es “es lo que había
que demostrar".
demostrar”. .
También
También es· es singular que Rousseau no haya intent3:do intentado
siquiera probar lo lo único· que hacía falta: porque, si el or- or­
den social proviene de la naturaleza, no hay de ninguna
manera pacto social. .
. ''Antes examinat -dice-.
“Antés de examinar —d i c el él acto por el · que un ún
pueblo elige a un rey 5, sería
re y 5, seña bueno examinar el acto en
_virtud del cual ún pueblo es un ún pueblo, ya que este acto,
siendo necesariamente anterior dali otro, es el verdadero
fundamento de la sociedail'
fundánumto sodedacT 66.• "La
“La eterna m(1fllía d e los filó­
manía de fil6-
sofos -dice
—dice en otro lugar_
lugar este mismo Rousseau-
Rousseau— es negar
lo que es y explicar lOJ es" 77.• Agreguemos por nues-
Zo) que no es”

Social, Capítulo I. (N.


C ontrato SocIAL,
4 CoNTRATO (N . del A.)
A .) _.
6
5 ~:Por
¿Por qué un rey? Había que decir: tin N.. del A.)
un soberano. ((Ñ A .)
6·CormtATO
« C ontrato SOCIAL, (N . del
Social , Capítulo V. (N. del A.)
A .)
77 NUEVA
N ueva ELOÍSA, T.. IV. (N.
E loísa, T (N . del A.)
A .)

16
tra parte que la eterna manía de Rousseau consiste en
8, sin
burlarse de los filósofos 8, advertir que él mismo era
también· un filósofo, en
también én toda la amplitud del sentido que
atribuía a esta palabra: así, por ejemplo, ejem plo, el CONTRATO
C o n trato
S o c i a l niega de punta
SOCIAL punta· a punta la naturaleza del hombre,
que es, para explicar el pacto soc:al, soc-al, que no existe.
De esta manera se razona cuandoc1.rnndo se separa el hom­
hom-
bre de la Divinidad. En lugar de fatigarse para no en- en­
contrar más qüe que · el error, poco costaría volver la mirada
hacia la fuente del ser. Pero un m odo de filosofar tan
modo
simple, seguro y consolador, no es del gusto de los escri- escri­
tores de este siglo desdichado, cuya verdadera enferme- enferme­
dad es el horror al buen sentido. ·
¿No se diría que el hombre, esa propiedad de la
Divinidad 1\ es arrojado al mundo por una causa
Divinidad®, causa· ciega,
que podría ser esto o aquello, y que sólo por efecto de
su elección es lo que es? Ciertamente Dios, al crear al
hombre, se propuso algún fin: la cuestión se reduce, pues,
a saber si el hombre ha llegado a a·ser
ser un viviente político,
como
com o decía Aristóteles, por o contra la voluntad divina.
Aunque esta pregunta, enunciada abiertamente, consti- consti­
verdadero, rasgo de locura, se la plantea sin
tuya un verdadero.,
embargo indirectamente en multitud de escritos cuyos au­ au-
tores optan además, con bastante frecuencia, por la ne­ ne-
gativa. La palabra naturaleza ha hecho pronunciar can­ can-
tidad de errores. Repitamos que la naturaleza de un ser
no es sino el conjunto de las cualidades atribuidas a ese
ser por el Creador. Burke dijo, con una profundidad que
es imposible admirar lo bastante, que el arte es la natu­ natu-
raleza del hombre: sí, sin duda, el hombre, con todos
sus afectos, todos sus conocimientos, todas sus artes, es
verdaderamente el di hombre de la naturaleza, y la tela del
tejedor es tan natural como la de la araña.
· El estado de naturaleza para el hombre es, pues,
ser lo que es hoy y lo que ha sido siempre, es decir

8 Ver en el E
8 EMILIO,
milio , T. III, el retrato, sorprendentemente
veraz, que Rousseau hace de esos s~ñores.
señores. Sólo olvida agregar:
Ett quorum pars magna fui, ((N
E N.. del AA.)
.)
9 Esta bella expresión es de Platón; ver el F
8 ( N.. del A
edón. (N
FEDÓN. A..))

17
sociable: todos los anales del universo demuestran esta
verdad. Porque en las selvas de América, país nuevo
sobre el que no se ha dicho todo aún, se hayan encon-
encon­
trado hordas vagabundas que llamamos salvajes, no re- re­
sulta de ello que el hombre no sea naturalmente socia-
socia­
ble: el salvaje es una excepción, y por consiguiente no
prueba nada;·
nada; ha decaído del estado natural, o no lo ha
alcanzado todavía. Y Y observad bien que el salvaje mismo
no constituye en rigor una excepción, porque esa clase
de hombres vive en sociedad y conoce la soberanía exac-
exac­
com o nosotros. Su majestad el Cacique se cubre
tamente como
con una grasosa piel de castor en vez de con un manto
de zorro de Siberia; se come soberanamente a su enemigo
prisionero, en lugar de dejarlo en libertad bajo palabra
como
com o en nuestra Europa degradada. Pero, en definitiva,
hay entre los salvajes una sociedad, una soberanía, un
gobierno y algunas leyes, cualesquiera sean. En cuanto a
las.
las historias verdaderas o falsas sobre individuos huma-
huma­
nos que fueron encontrados en los bosques, donde vivían
absolutameñte
absolutamente como
com o animales, estamos dispensados, sin
duda, .de considerar las teorías que se funden en seme-
seme­
jantes hechos o cuentos. ·

18
(
(

Capítulo IIT:
III: D e la soberanía en general
De (
(
(
(

(
(
(
Si bien la soberanía no es anterior al pueblo, al rrienos
menos (
estas dos ideas son colaterales, desde que hace falta un
soberano para hacer un pueblo. Es tan imposible (
im posible imagi-
imagi­
nar una sociedad humana, un pueblo, siri sin soberano, co•
co­ (
mo una colmena, un enjambre, sin reina. Porque el •en- en­
(
j~mbre, en virtud de las leyes
jambre, léyes eternas de la naturaleza,
existe de esa manera o bien no existe. La sociedad y la (
soberanía nacieron pues conjuntamente; es imposible
im posible se.
se­
parar estas dos ideas. Imaginaos al hombre aislado: en-
tonces, no se trata de leyes ni de gobierno, ya que no es
en­
~
de ningún modo del todo hombre, y no hay todavía so- so­ (
ciedad. Poned al hombre en contacto con sus semejantes:
(
desde ese momento, suponéis al soberano. El primer
hombre fue rey de sus hijos 1 º; cada familia aislada fue
hijos10; e
gobernada del mismo modo.
m odo. Pero desde que las familias (
entraron en contacto, necesitaron un soberano, y este so- so­
berano hizo de ellos un pueblo al darles leyes, ya que no (
hay sociedad más que a través del soberano. Todo e] el (
mundo conoce este verso famoso:
fam oso:
(
"El fuee un soldado afortunado".
“El primer rey fu afortunado*. (
(
falso; -hay
Jamás se ha dicho acaso nada tan fals~; hay que de-
d e­
cir al contrario, que el -primer
primer soldado recibió su soldada (
de un rey. (
Hubo un pueblo, alguna civilización y un soberano, (
tan pronto
p~onto como
com o los hombres entraron en contacto. La pa-
pa­
(
lo Cuando observo que no puede existir asociación humana
10
(
sin alguna dominación, no pretendo de ninguna manera establecer
equivalencia exacta entre la autoridad paterna yy_ la autoridad
una equivalencia·· (
soberana: ya
va se ha dicho todo sobre esteesté punto. ((N
N.. del A.)
A .)
(
19 (
(
(
labra pueblo es un término relativo que no tiene sentido
separado de la idea de soberanía: porque la idea de pue­pue~
blo evoca lala de una agregación en torno de un centro
común, y sin la soberanía no puede haber conjunto, ni
unidad política. ·
Hay·
Hay pues que devolver aa los espacios imaginarios
las ideas de elección y de deliberación en la institución
de la sociedad y de la soberanía. Tal operación es obra
inmediata de la naturaleza, o, para decirlo mejor, de su. su
autor,
autor. ·
Si los hom.bres
hombres han rechazado ideas tan simples y
evidentes, hay que compadecerlos. Acostumbrémonos a
sino la
no ver en la sociedad humana siiio la expresión de la vo-
vo­
luntad divina. Cuanto más han tratado los falsos doctores
aislamos y d
de aislarnos dee separar a la rama de su tronco, más
debemos aferramos a él, so pena de secar y de pudrir.

20

•'i\\."
·:•: ~~'.~-
Capítulo IV:
TV: D e las soberanías en particular y
De
de las naciones

mismó poder que ha implantado el orden social y


E l mismb
El
diferente$ modifi-
la soberanía ha decretado también diferentes m odifi­
los diversos caracteres de
caciones de la soberanía, según los·
naciones;
las naciones. ,'
naciones nacen y perecen como
Las nadones com o los individuos;
las naciones tienen, literalmente, padres, e institutores 11 n ,,
.ordinariamente más célebres que sus padres, aunque e] el
mayor mérito de tales institutores sea comprender el ca ca-­
rácter del pueblo niño y colocarlo en las circunstancias
en que pueda desarrollar toda su ·energía.
energía. ·
Las naciones tienen un alma colectiva y una verdade­
verdade-
que hace que sean lo que son. Esta uni-
ra unidad moral ·que uni­
dad se anuncia sobre todo en la lengua.
dibujo sobre el globo los límites de las
El Creador dibujó
filosóficam ente a los ate-
naciones, y San Pablo hablaba filosóficamente ate­
uno todo el linaje
“Él hizo de -uno
nienses cuando les decía: «Él
poblar toda la haz d
humano para 'poblar dee la tierra. É fifó
Éll fijó
las estaciones y los confines de los pueblos”pueblos" 12 . Esos
12•1
1 3
límites son visibles, y siempre se ve que cada pue-
lí,m.ites pue­
com pleto uno de los espacios
b lo tiende a colmar por completo
blo
que esos límites encierran. A veces, circunstancias inevi- inevi­
tables precipitan a uña nación dentro de d e otra, y las fuer-

· :u palabra institutor tiene dos acepciones: la de preceptor,


11 La pala:bra precept01',
y la que alude al que instituye, al que establece las instituciones,
fundador.. De
al fundador. Maistre la utiliza en ambos sentidos, y el lector
D e !Maistre
debe tenerlo presente. Más adelante se ha optado por traducir
fundador. (N.
(N . del T.)
T .)
13 HECHOS,
12 XVII,
H echos 26. Para
, XVII, 26. Para los riesgos
evitarevitar de ~a
los riesgos de traduc-
una traduc­
utilizar 1a
ción demasiado indirecta, hemos optado por utilizar·
ci6n la versión de
Golunga de l~
Nácar y Colunga 1$. §S49MDA M adrid, BAC, año 1959.
Biblia , ·Madrid,
aguapa BmuA,
(N . del T.)
(N. T .)

21
zan a mezclarse: entonces sus principios constitutivos se
zan.
penetran, y de ello resulta una nación híbrida, que pue-
ser más o menos poderosa y célebre que si fuera de raza
pura.
Pero muchos principios nacionales, arrojados en el
receptáculo, se dañan mutuamente. Los gérmenes
mismo rec~táculo,
se comprimen y se ahogan; los hombres que integran
m ediocridad mo-
esas naciones, condenados a una cierta mediocridad mo­
ral y política, no atraerán jamás la mirada del universo
a pesar del gran número de méritos individuales, hasta
que una gran conmoción, que deje que uno de aquellos
gérmenes se desarrolle libremente, le permita devorar a
los otros y asimilarlos a su . propia substancia. Italiam!
substancia, ltdliam!
Itáliam! 13
Italiam! 13.•
A veces una nación subsiste dentro de otra mucho
A
más numerosa, se rehúsa a mezclarse porque no hay bas­ bas-
tante afinidad entre ellas, y conserva su unidad moral.
extraordinario llega a
Entonces, si algún acontecimiento Jixtraordinario
desorganizar a la nación dominante o le imprime un gran
movimiento, con gran sorpresa se verá que la otra se re- re­
siste al impulso general y adopta un movimiento contra-contra­
D e allí el milagro de la Vendée. Los otros descon-
rio. De descon­
tentos del reino, aunque mucho más numerosos, no
pudieron realizar nada semejante, porque esos descon- descon­
mientras que la Vendée es una
tentos sólo son hombres, mientras.
nación. La salvación puede incluso venir de allí, ya. ya que
el alma que suscita esos milagrosos esfuerzos tiene, co- co­
m o todas las potencias
mo activas, una fuerza qe
de expansión
que la impulsa constantemente a crecer, de modo m odo que,
al asimilar gradualmente lo que se le parece, y al com- com­
primir el resto, puede adquirir finalmente la preponde-
preponde­
com o para completar el prodigio. Al-
rancia suficiente como Al­
gunas veces, todavía, la unidad nacional se manifiesta13

Noo hace falta el golpe de vista de un Joseph de Maistre para


13 N
13
reconocer con él los inconvenientes de la excesiva parcelación de
Italia. Pero el adversario constante de la Revolución, el político
energía'el proce-
honesto y cristiano, hubiera reprobado con toda energía--el proce­
d e los Cavour y de los Garibaldi. Era posible unir las fuerzas
der de
y los recursos de la brillante península sin dejardejar de respetar
respetar aus
sus
derechos. (N. del E.)

22
((
(C

fuertemente en una comunidad muy pequeña; como no ((


puede tener una lengua propia, para consolarse, se adue­ adue• ((
ña de la de sus vecinos
vednos a través de un acento y formas par- par­
ticulares. Sus virtudes son suyas, sus vicios son suyos; ((
para no adoptar las ridiculeces de los otros, crea las pro• pro­ ((
pias; sin fuerza física, se hará conocer. Atormentada por ((
la necesidad de actuar, será conquistadora a su manera.
La naturaleza, en unos de esos contrastes en que se com- com ­ (
place, la ubicará, com comoo divirtiéndose, junto a pueblos ((
volubles ,o,o apáticos que la harán notar desde más lejos.
En el rdno
reino de la opinión se citarán sus latrocinios; en ((
suma, se destacará, se hará nombrar, conseguirá que se ((
la compare con grandes nombres, y llegará a decirse: ((
No me decido entre Ginebra yy Roma.
Cuando
Guando se habla del genio de una nación, la expre- expre­ ((
sión no es tan metafórica
metaf6rica como
com o se cree. ((
Dee estos diferentes caracteres de las naciones nacen
D
((
las diversas modificaciones de los gobiernos. Se puede
decir que cada uno de ellos tiene su carácter, ya que ((
hasta aquellos que pertenecen a la misma clase y llevan ((
el mismo nombre presentan distintos matices a la mirada
del observador. - ((
mismas_ leyes no pueden convenir a diferentes
Las mismas ((
países, que tienen costumbres distintas, viven bajo climas ((
opuestos, y no consienten la misma forma de gobierno.
((
Los fines generales de toda buena institución deben
ser modificados en cada.cada país por las relaciones que na­ na- ((
cen, tanto de la situación local comocom o del carácter de los ((
habitantes; y, sobre la base de estas relaciones, es pre­ pre-
ciso asignar a cada cacla pueblo un sistema particular de ((
instituciones que sea el mejor, no en sí mismo tal vez ((
destinado ...
pero sí para el Estado al que está destinado. ..
((
No hay más que un buen gobierno posible para un
Estado, y com comoo mil acontecimientos pueden modificar ((
las relaciones de un pueblo, ¡no sólo diferentes gobiernos ((
pueden ser buenos para diversos pueblos, sino incluso
épocas!....
para el mismo pueblo en distintas épocas! .. ((
En todos los tiempos se ha discutido mucho sobr~ sobre ((
la mejor forma de gobierno, sin advertir que cada una un~
casos, ¡y 1~
de ellas es la mejor en ciertos ca~QS, peoy ~:n
la :peqr ep gtrosl
otros!....
.. ((
((
23 ((
((
(
L
No
N o hay pues que creer que "cualquier
“cualquier forma de go- go­
bierno sea adecuada para cualquier país: la libertad, por
·ejemplo,
ejem plo, por no ser un fruto de todos l,os los climas, no estdestá
al alcance de todos los ppueblos'.
u e b l o s Cuanto más se medita
sobre este principio establecido por . Montesquieu, má.s más
se percibe su verdad. Cuanto más se lo niega, más lugar
se da para que se lo funde con nuevas pruebas_ pruebas . _. . .
Guando se pregunta entonces, de ·modo
Cuando m odo absoluto,\
absoluto,
· cuál . es el mejor gobierno, se plantea una cuestión tan
insoluble comocom o indeterminada; o -si —si se quiere-,
quiere—, que tie- tie­ V
ne tantas soluciones como combinaciones posibles hay
de las posiciones absolutas y relativas pe de los pueblos. J„
De
D e estos indiscutibles principios se deriva una con- con­
secuencia que no lo ·es es menos: el contrato social es una
q!,limera.
quimera. Porque, si hay tantos gobiernos diferentes como com o
diferentes pueblos; si ·las formas de esos gobiernos •están están
prescriptas imperiosamente por el poder que ha dado a ca- ca­
da.
da nación su posición
posición moral, física, geográfica, comercial,
com ercial,
etcétera, ya no es lícito hablar de pacto. Cada. Cada formade
forma, de
soberanía es el resultado inmediato de la voluntad del
Creador, del mismo modo m odo que la soberanía en. en general
general.
El despotismo, para tal nación, es tan natural, tan legíti- legíti­
mo, 14 • Y si el mismo
mo» como
com o la democracia para tal otra otra14 . Y
5
1
hombre
hom bre sustentara estos principios inconmovibles 16 en un
inconm ovibles16
libro escrito con la intención de dejar establecido qu.e que
"es
“es necesario rerrwntarse
remontarse siempre a una convenci6n'
convención” 1*; 1;;;

si escribiera, en un capítulo, que "el “el hombre ha nacido


libre" 17,; y en otro que "la
libre” 17 “la libertad, por no ser un fruto
de todos 'los los climas, no está hecha para todos los pue-

14 ¿Se
14 ¿S e dirá que, aun en esta hipótesis, hay siempre un pacto
en virtud del cual cada parte contratante se obliga a mantener
el gobierno tal como com o es? En este caso, para el despotismo o la
absoluta, el pacto será precisamente el qu~
monarquía a~oluta, que Rousseau
ridiculiza al final de su lamentable capítulo sobre la esclavitud:
Concluyo contigo una C0111Vención
"Concluyo convención que estipula sólo cargas paira
tí y beneficios para mí, que °.?servaré
ti observaré en tanto me m e plazca, yy que
observarás en tanto mje pla4:a,, CONTRATO
inje plazpa” Social, L. I, Cap. IV.
C ontrato SocIAL, IV .
(N.
(N . del A.)
A .)
.. 1s
15 Ibídem,
Ibídem , L. II, Cap. IC, 11; L. III, Cap Cap... 1,.-III,VIIL
I , III,V III.
(N.
(N . del A.)A .)
1s
15 Ibídem L. I, Cap. V. (N. (N . del A.)
A .)
Ibídem,, L. I,
i*? Ibídem
17 I, Cap. I. (N.(N . del A.)
A .)

24
blos"
bles” 18
16,, ese hombre sería, sin duda, uno de los más ri- ri­
dículos del universo. •·
No habiendo podido ninguna nación ilación darse a sí mis- mis­
ma el carácter y la posición que harían que le correspon- correspon­
diera determinado gobierno, todas han concordado, no
solamente en aceptar esta verdad de m modo
odo abstracto, sino
también en creer que la divinidad intervino inmediata- inmediata­
mente en la institución de sus soberanías particulares.
Los Libros Santos nos muestran al primer rey del
pueblo elegido,
el~gido, designado y coronado por medio m edio de una
intervención· inmediata de la divinidad
intervención divinidad1 19
19.• Los·
8 Los anales de
toclas
todas las naciones del mundo atribuyen el mismo origen
a sus·
sus particulares gobiernos. Sólo los nombres cambian.
Todas, después de haberse remontado en la ascendencia
de sus príncipes hasta una época más o menos remota,
llegan finalmente a esos tiempos m mitológicos
itológicos cuya ver­ ver-
daaera historia nos instruiría mucho más que todas las
dadera
otras. Todas hps nos muestran la cuna de la soberanía rodea­ rodea-
da de :milagros.
milagros. Siempre la . divinidad interviene en la
fundación de los imperios; siempre el primer soberano,
por lo menos, es un favorito del Cielo:C ielo: recibe el cetro de
manos de la divinidad. Ella se comunicacom unica con él, lo ins­ ins-
pira, graba sobre su frente el signo de su poder: poder; y y las
leyes que éste dicta a sus semejantes no son más que el
fruto
frutó de sus comunicaciones celestiales.
Ésas son fábulas, se dirá. En verdad, no lo sé; pero
las fábulas de todos los pueblos,
pueblos 1 aun las de los pueblos
modernos, contienen muchas realidades. La santa ampo- ampo­
lla 20, por ejemplo, no es más que un jeroglífico: basta
lla20,
saber leerlo. El poder de curar, atribuido a ciertos prín- prín­
cípes
cipes o a· a ciertas dinastías, se relaciona también con este
dogma universal del origen divino de la soberanía. No
nos sorprendamos, pues, de que los antiguos institutores

18 Ibídem, L. m III,, Cap. VIII.


V III. ((N
N.. del A.)
A .)
Ell autor alude a la elección y unción de Saúl: I SAMUEL,
19 E Samuel,
8 a 10. (N
(N.. del T.)
T .)
20 En la santa ampolla o frasco, conservada en la Abadía de
Reinas, se guardaba el óleo utilizado desde la
San Remigio, en Reims,
consagración _de.
de. .Clodoveo por San Rem Remigio,
igio, según la tradición,
para launción 9~
para la unció~ Jo$ :r~yes
de los reyes de Francia. ((NN.. del T
T.)
.)

.25
de pueblos hayan hablado tanto en nombre de Dios. Sen- Sen­
tían <tie
(fUe no tenían ~erecho
derecho a hablar en nombre propio.
Por otra parte, ellos podían decir, literalmente, "E.st
“Est Deus
in nobis, agitante calescimus ipso” 21
cálescimus ipso" 21.• Los filósofos de
este siglo mucho se han quejado de la coalición del poder
con el sacerdocio, pero el observador prudente no puede
dejar de admirarse ante la obstinación con que los
hombres mezclan estas dos cosas: cuanto más nos remon-remon­
tamos a la antigüedad, más religiosa hallamos a la legis-legis­
lación. Todo lo que las naciones nos cuentan sobre sus
orígenes prueba que concuerdan en considerar a la so- so­
beranía como
com o de esencia divina. De
D e otro modo, nos ha- ha­
brían contado otros cuentos muy diferentes. Jamás nos
hablan de contrato primordial, de asociación voluntaria,
de . deliberación popular. Ningún historiador cita las
asambleas primarias de Menfis o de Babilonia. Es una
verdadera locura imaginarse que semejante prejuicio uni- uni­
versal sea obra de los soberanos.\~!
soberanos. )E Í interés particular.\<
particular. ly
bien pqede
puede abusar de la creencia general,·
general, pero no puede ·
crearla.}
crearla.) Si aquella de que hablo no se fundara en el
asentimiento anterior de los pueblos, no solamente hu- hu­
biera sido imposible hacer que la adoptaran, sino que
tampoco
tam poco los soberanos hubieran podido imaginar seme- seme­
jante fraude. En general, toda idea universal es natural.

21 "Dios“ Dios
21 está en
estánosotros1 ru impulso
en nosotros, que dlf
e~ (q es~uelo no~
su impulso nosEl(da el
vital” . (N.
calor vital". T. J,..)
(N . del T, L .)

26
20
(<
((
Capítulo VII: Dee los fundadores
V II: - D fundadores y de la constitu-
constitu­ ((
ción política de los pueblos
((
((
((
((
((
((
Cuando refle;rdonamos
reflexionamos sobre la unidad moral de las na- na­
ciones, es imposible dudar de que sea el resultado de una
cíones; ((
causa única. Lo que el sabio Bonnet, al refutar un sueño ((
de Buffon, dijo sobre el cuerpo animal, puede decirse del
((
cuerpo político: todo germen es necesariamente uno, y
es siempre de un solo hombre que cada pueblo deriva su ((
rasgo dominante y su carácter distintivo. ((
cóm o un hombre engendra, li-
Saber, luego, por qué y cómo li­
teralmente, a una nación, y cómo cóm o le comunica ese tem-tem­ ((
peramento moral, ese ~rácter,
carácter, ese espíritu general que, ((
a través de los siglos y de un infinito número de genera-
genera­
ciones, permanecerá visible y distinguirá a un pueblo de ((
tOdos
todos los otros, es un misterio como
com o tantos, sobre el que (r
es posible meditar con provecho. ((
· Las genealogías de las naciones están escritas en sus
leng as. Como los pueblos, los idiomas nacen, crecen, se
lenguas. ((
1
mezc an, se penetran, se asocian, se combaten y mueren.
mezclan, ((
Ciertas
Ciertas lenguas han perecido en toda la extensión
(
de la palabra, como <
com o el egipcio. Otras, como
com o el griego y e]el
latín, sólo han muerto en un sentido, y vive·nviven aún por ((
medio
m edio de la escritura. · (<
Entre ellas hay una, la hebrea, que es acaso la más
antigua de todas, ya se la considere en sí misma, o ó bien ((
com o un dialecto del siríaco, que sobrevive íntegra en
como ((
el árabe, sin que el paso de cincuenta siglos haya podido ((
borrar sus rasgos.
. La mezcla 'de de los idiomas produce la misma
núsma confu-
confu­ (c
sión que la de los pueblos; sin embargo, no estamos del ((
todo perdidos en ese laberinto: la mirada penetrante del
caballero Janes
Jones se remonta, a través de multitud de los (c
dialectos más extraños a nuestras voces, hasta tres na-35 ((
((
35
((
((
u
r
33
·dones primitivas
priJRitivas de las que todas las otras descienden
descienden3® •.
l - .Pero·
Pero el desarrollo de esas altas especulaciones no co- co­
rresponde a:a esta obra. Vuelvo a mi tema, y observo que

t
11_·

1~
el gobierno de una nación no es obra suya más de lo
que
que. lo es su lengua. Así como, en la naturaleza, los gér-
menes de infinidad de plantas están destinados a perecer
gér­

que el viento o la mano del hombre los coloque


a menos qu~
lf en el lugar en que deben ser fecundados, hay en las na- na­
li , ciones ciertas cualidades, ciertas fuerzas, que no existen
·),_ 1/imás que en potencia hasta que reciben su desarrollo, o
1
¡\|bien
bien de las circunstancias solas, o bien de las circuns-
circuns­
tancias empleadas por una mano hábil.
El
E l fundador de un pueblo es precisamente esa mano
hábil. Dotado de una extra9J:djparia,
extraordinaria, ,ptm~tración,
.penetración, o, lo
que es más probable, de m{(gisHiitó
un instinto infalible\-porque
infalible .—porque a
menudo el genio no es conscie:nte·
consciente de·
de su obrá,
obra, y eso, so-
so­
bre todo, lo distingue del talento-,
talento—, adivina esas fuerzas
y esas cualidades ocultas que forman el carácter de una
nación, los medios de fecundarlas, de ponerlas en acción
y de sacarles el mayor partido posible. Jamás lo veréis
escribir ni argumentar; su estilo es hijo de la inspiración.
Y si alguna vez toma la pluma, no es para disertar sino
Y
para ordenar.
Uno de los grandes errores de este siglo consiste en
creer que la constitución política de los pueblos es obra
puramente humana; que es posible hacer una constitución
com o un relojero hace un reloj. Nada es más falso, y lo
como
es más todavía suponer que esa gran obra pueda ser eje- eje­
cutada por una asamblea. El autor de todas las cosas no
tiene más que dos maneras de dar gobierno a un pueblo:
casi siempre se reserva más inmediatamente su formación
haciéndolo -por—por decirlo así-
así— germinar insensiblemente
como
com o a una planta, por el concurso de una infinidad de
circunstancias que llamamos fortuitas; pero, cuando quiere
establecer de una sola vez los fundamentos de un edi- edi­
ficio político y mostrar al universo una creación de este
género, CQnfía
cQnfía sus poderes a verdaderos elegidos, a hom-hom­
bres extraordinarios: ubicados espaciadamente a lo largo

Bis ASIATIC
8'3 A siatic besearches ,
RESEARCHES, in- 4«:>,
4?, Calcuta, 1792, T. 111.
III.
(N.
(N . del A
A.)
.)

36
de los siglos, se elevan como
com o obeliscos sobre la ruta del
tiempo, y, a medida que la especie humana envejece,
aparecen más raramente. Para hacerlos dignos de estas
obras extraordinarias, D ios los inviste de un extraordi­
Dios extraordi-
nario
nario poder, a menudo desconocido por sus contemporá-
contemporá­
neos y acaso por ellos
el1os mismos. El mismo Rousseau pro- pro­
nunció la verdadera palabra cuando dijo que la obra del de]
fondador
fundador de pueblos era una misión. Es una idea verda­ verda-
deramente infantil la de transformar a esos grandes hom­ hom-
bres en cparlatanes,
charlatanes, y la de atribuir sus triunfos a no sé
. qué trucos inventados para imponerse a las multitudes. Se
qué.trucos
habla de la paloma de d e Mahoma 3 4, de la ninfa Egeria 4
M ahom a84, 35 ,
35,
3
pero si los fundadores de naciones, que fueron todos
hombres prodigiosos, se .presentaran ante nosotros; si co­ co-
nociéramos su genio y sus recursos, en lugar de hablar
. naciéramos
tontamente de usurpación, de fraude, de fanatismo, cae- cae­
ríamos a sus pies y nuestra insignificancia se abismaría
ante el signo sagrado que brillaba sobre sus frentes.
. . "Los
“Los prestigios vanos fundan vínculos
víncu1.os efímeros;
efím eros; sólo
la sabiduría los hace duraderos. La ley judaica, que to- to ­
davía subsiste; la del hijo de Ismael, que rige desde hace hace·
diez siglos la mitad del mundo, proclaman aún hoy a los
grandes hombres que las han dictado; y mientras qque u e la
orgullosa
orgulloso filosofía o el ciego espíritu de partido sólo ven
en ellos afortunados impostores, el verdadero político ad­ ad-
mira el genio grande y poderoso que preside las funda­ funda-
ciones duraderas"
duraderas” :oo.
96.

“ Lds ficciones con que el celo d


34 "Lds dee buena
lntena fe rodeó
rode6 a este
hombre
hom bre nos repugnan. Cuando Focócke Pocócke 1'.reguntó
preguntó a Grocio
G rocio qud
qué
prueba tenía d dee la leyenda
let¡enda del pichón
pich'6n adiestrado que picoteaba
guisantes en la oreja a áee Mahoma, haciéndole pasar por ángel que
T
lee inspiraba, respondi6
respondió Grocio que no había luDbía ninguna. Ya es hora
de abandonar esas cosas", cosas” , Thomas Carlyle, L Los
os HH'ÉRoEs,
éroes, Cap. II.
(N.
(N . del T.)T .)
35 " ••• Numa no dejó
. .Numa de;ó la comunicación
comunicaci6n d dee los hombres por
displice11Jeia de carácter o por inc1.inaci6n
displicencia inclinación a la vida errante, sino
porque habiendo •tomado el gusto a un trato de d e más importancia
y sido elevado a un casamiento divino, unido con la ninfa Egeria,
que le amaba, y viviendo a su lado, vino a ser un hombre suma--
hom bre suma­
m ente venturoso e instruido en las cosas de los dioses”
mente dioses",, Plutarco,
NuMA,
N uma , IV. (N. (N . del T.)
T .)
$6 C
136 CONTRATO Social, L. II, Cap. IV. (N,
ontrato SocIAL, (N . ddel
el A.)
A .)

37
f
;
·J ); Lo
L o cierto es que la constitución civil de los pueblos
i jamás resulta de una deliberación.
. Casi todos los grandes legisladores han sido reyes, y
aun las naciones·
naciones destinadas a ser repúblicas fueron cons-
cons­
tituidas por reyes: ellos presiden la institución política
de los pueblos y crean sus primeras
priméras leyes fundamentales.
De
D e este·
este modo,
m odo, todas las pequeñas repúblicas de Grecia
fueron .inicialmente gobernadas por reyes y fueron libres
bajo la autoridad monárquica 87• De
m onárquica37. D e este modo,
m odo, en Roma
y en Atenas, los reyes precedieron al gobierno republica-
republica­
no y fueron los verdaderos fundadores de la libertad.
· El pueblo más famoso de la alta antigüedad, el que
más atrajo la curiosidad de los observadores antiguos, el
más visitado, el más estudiado, Egipto, nunca fue gober- gober­
nado más que por reyes.
El
E l legislador más famoso del universo, Moisés, fue
más que un rey; Servio y Numa fueron reyes; Licurgo
estuvo tan cerca de la realeza que ejerció toda su auto- auto­
ridad. Era Felipe,
Felipe de Orleans, con el ascendiente del genio,
d~'
dex la experiencia y de las virtudes. En la Edad Media,
Carlomagno, San Luis y AHredo Alfredo también pueden ser con-
con­
siderados legisladores constituyentes.
En resumen, los más grandes legisladores han sido
soberanos, y Solón es, creo, el único ejemplo de un par- par­
ticular que constituya una excepción algo notable a la
regla general.
En cuanto a las pe9.ueñas
pequeñas repúblicas de la Italia mo-m o­
derna, tales átomos pohticos poco
políticos p oco merecen nuestra aten-
aten­
ción. Sin duda comenzaron como com o las de Grecia. Por otra
parte, nunca hay que atender más que a la regla, y dejar
para Rousseau la habilidad -que —que no hay que envidiarle-
de construir sistemas sobre las excepciones.
Observad todas las constituciones del universo, an- an­
tiguas y modernas: veréis que la experiencia de las eda- eda­
des ha establecido, de tanto en tanto, algunas institu- institu­
ciones destinadas, ya a perfeccionar a los gobiernos en87
87 "Omnes
3'1 Graeciae
“ Omnes civitates
Graeciae a principio
civitdtes reges reges
a principio habuere, non non
habuere,
tamem despoticos,
despóticos, ut apud gentes barb<iras,
barbaras, sed secundum:- leges et
secundunfleges
mores
m ores patrios, adeo ut fuerit qui fjustissimus
u t regum potentissimus fuerit ustissimus
obseroantíssimus” , Dionisio de Halicarnaso, Libro V,
erat et legum observantissimus",
(N.
(N . del A.)
A .)

38 y
((
r
(
armonía con sus fundamentos primitivos, ya a prevenir ((
algunos abusos capaces de alterarlos. Es posible precisar ((
la fecha y los autores de ellas, pero notaréis
notareis que las ver-
ver­
daderas raíces del gobierno han existido siempre y que es ((
imposible señalar su origen, por la muy simple razlm rázón de (
que son tan antiguas como
com o las naciones, y que, al no ser
ninguna manera el resultado de un acuerdo, no puede
de -ninguna ((
quedar huella de una convención que nunca existió. ((
Toda institución importante y realmente constitucio-
constitucio­ ((
nal no establece nunca nada nuevo; no hace sino def en-
defen­
der y declarar derechos anteriores. Por eso nunca se co- co­ ((
noce la constitución de un país a partir de sus leyes cons-
cons­ ((
. titucionales escritas, porque esas leyes sólo se hacen .en en
(c
distintas épocas para declarar derechos olvidados o dis- dis­
cutidos, y si.empre
siempre hay cantidad de cosas que no se es- es­ (
criben 88
criben 88.• (
Nada.
Nada es ciertamente tan notable en la historia roma-
roma­
na como
com o la institución del tribunado, pero esta institución ((
no establece ningún derecho nuevo en ·favor del pueblo, (c
el que sólo se dio magistrados para proteger sus antiguos ((
derechos constitucionales contra los ataques de la aristo-
aristo­
cracia. Todos ganaron con ello, incluso los los patricios. Ci-
Ci­ (
claramente con excelentes razones que ·el
cerón probó clara,mente el esta-
esta­ ((
blecimiento de esos famosos magistrados no hizo más que
dar forma a la acción desordenada del pueblo y poner ((
a cubierto sus derechos constitucionales 39 • En efecto, e)
constitucionales3a. el <(
pueblo romano, como todas las pequeñas naciones de
((
Grecia de que hablaba hace un momento, fue siempre
libre, aun bajo sus reyes. Era tradición en él que la di- di­ ((
visión del pueblo en treinta curias se remontaba a Ró- (
mulo y que éste mismo había dictado con el concurso del
pueblo algunas de esas leyes, que por esta razón se lla- lla­ ((
maban leges curiatae. Sus sucesores promulgaron muchas (

88 Creo, por ejemplo, que el hombre más erudito se encon-


38 encon­ (
traría sumamente perplejo si tuviera que definir los límites precisos (
del poder del Senado romano. (N. (N . del A.)
A .)
89 "Nimia
39 patestas est tribunorum plebis. Quis negetP
“Nimia potestas neget? Sed (
vis populi 11'Wlto
multo saevior
saevtor multoque vehementior,
vehem entior, quae, ducem,
dueem, qµod
quod
habet, interdum lenlor
lenior est, quam si nullum haberet.
háberet. Dux enim suo (
periculoo progredi cogítat:
period populi ímpetus periculi sui ratkmem
cogitat: poptdi rationem non
hab~t",
habet” , Cicerón, DE legibus , L. III, Cap. X. (N.
D e LEcmus, (N . del A.) (
(
39 ((
((
L ·
de este género
genero con la fórmula solemne: "Si pl,a-ce al pue­
“Si place pue-
bló" 40. El
blo” -ro. E l derecho a declarar la guerra y a hacer la paz
.fue dividido entre el rey, el senado y el pueblo, de una
41
manera muy notable notable41. • Finalmente, Cicerón nos enseña
que a veces se apelaba ante el pueblo del juicio de los
reyes 42
42,, lo que nada tiene de sorprendente, ya que el prin- prin­
cipio dem
democrá't!co
ocrático existía en la constitución romana aun
bajo los reyes; de otro modo,m odo, nunca hubiera podido esta- esta­
43
blecerse
blecerse43. , Tarquino no fue expulsado porque era rey,
44
sino porque fue tirano
tirano44; ; el poder real fue otorgado a dos
cónsules anuales: aa eso se limitó la revolución. El pueblo
no adquirió .de de ningún modom odo nuevos derechos; sólo vol- vol­
vió a la libertad porque estaba hecho para ella, porque
ella había nacido con él, y porque en su origen había go- go­
zado de ella. Sus jefes -porque
—porque el pueblo _!lunca
punca hace na- na­
da-
da— derrocaron al tirano, no para establecer una nueva
restablecer la antigua, que el tirano
constitución, sino para restablecerla
había transitoriamente violado.
Tomemos otro ejemplo,
ejem plo, de la historia moderna.

40 "Romulum
40 “ Romulum, traditwr
traditur populum in 30 partes divisisse, quaa
quas
partes curias appellavit: ptópterea
propterea quod tunc
tune reipublicae curam
itd leges.
per sententias partium earum expediebat: et ital leges quasdam et
ipse curiatas ad populum tulit. Tulerunt et sequentes reges, ut ro-
ro­
garent si placerent leges", Pomponio, L. I Dic.,
Dig., de origine juris.
(N. del A.) .
41 "Plebi
41 permisit
“ Plebi perm isit de bello, si rex permisisset, decernere: non
tamen in his populo absolutum voluit esse potestatem nisi in iiaiis
accessisset auctoritas", Dionisio de Halicarnaso, ANTIQ.
A n tiq . RoM.,
R o m .,
L. II.
II. Aquí pueden verse
vèrse bien los tres poderes que se
sé encuep.-
encuen­
tran, creo, doquiera se encuentra la libertad, por lo menos la li-
li­
bertad duradera. (N.
( N. del A.)
A. )
“ Provocationem ad populum etiam a regibus fuisse docet",
"Provocationem
42 ■ d ocet",
Cicerón, DE R epública , Apud Senecam, epist. 108; Brottier, sobre
D e REPUBLICA,
Tàcito, ANN
TÁCITO, A nn.,., II, 22. ((N.
N. del A.)
43 “"Romulus
Romulus lnin urbe sua democratiam moderatam institult
instituit.. ....
quare leges efus
ejus primigeniae, democratiae indoli ac naiturae
naturae con-
con­
veniunt", v.
V. Jos.
Jos. TOSCANO J. c
T oscano J. C... NEAPOLITANI,
N eapolitan i , JURIS
jubis PUBLICE ro -
publice RO-
SIVE DE
MANI ARCANA, SIVE DE CAUSIS
CAUSIS ROMANI JUJUS, PálT. 2 yy 3, págs.
JURIS, L. I, Párr. págS.
52, 70. (N.
(N . del A.)
A .) · .
44 "Regale
“ R egale civitatís
civitatis genus probatum quondam, postea, non
( tam regni, quam regís Cicerón,-De LEC.,
regis vitiis, repudiatum est", Cicerón,.·DE Leg.,
L. IU,ITI, Cap. VII; “"Regium
Regium imperium initio conseroandae
conservandae liber-
liber­
( taiis
tatis .itque
atque augendae reipublicae fuit",
fuit", Salustio, CAT.,
Cat«, VII. ((N.
N.
del A.)
(
( 40
(
(
Así corno
com o las bases de la libertad romana son muy
anteriores a la institución del tribunado y aun a la expul-
expul­
sión de los reyes, las de la libertad inglesa deben buscarse
mucho antes de la revolución de 1688. La libertad pudo
dormitar en esa nación, pero siempre existió en ella, siem-
siem­
pre pudo decirse del gobierno: "Miscuit olim dissocia-
“M iscuit res otím
libertatem” 45
biles, principatum et libertatem" . Es incluso muy im-
45•4
6 im­
portante señalar que los monarcas ingleses a los que la
constitución de ·ese reino más debe, Alfredo, Enrique II
y Eduardo I, fueron precisamente reyes conquistadores,
es decir quienes más podían violarla impunemente; y se- se­
ría injuriar a estos grandes hombres, como com o muy bien lo
ha observado un historiador inglés, sostener, como com o lo
han hecho algunos, que Inglaterra no ha tenido ni consti-
consti­
tución ni verdadera libertad antes de la expulsión de los
Estuardos 46<5•. En resumen, así como
Estuardos4 literal-
l~s naciones, literal­
com o las
mente, nacen, los gobiernos también nacen con ellas.
Cuando se dice que un pueblo se ha dado un gobierno,
es exactamente como si se dijera que se ha dado un
carácter o un color. Si a veces no es posible distinguir,
en su infancia, las bases de un gobierno, ello no significa
de ninguna manera que no existan. Ved V ed estos dos em-
em­
briones: ¿percibe vuestra mirada alguna diferencia entre
embargo uno es Aquiles y el otro Tersites. No
ellos? Sin emba1igo
tomemos a los desarrollos por creaciones.
Las diferentes formas y los diferentes grados de la
soberanía han hecho pensar que era obra de los pueblos,
m odificado a su capricho;
los que la habrían modificado péro nada
capricho, pero
es más falso. Todos los pueblos tienen el gobierno que qué
les conviene y ninguno ha elegido -el el suyo. Es incluso no-
no­
table que casi siempre sea para su desgracia que intenten
darse uno, o, para hablar más exactamente, que una parte

“Ha combinado cosas antes incompatibles, la autoridad y


45 "Ha
45
libertad” . ((N
la libertad". del T. L.)
N.. idel L .)
46 H istory OF
HisTORY of G GRECE,
rèce , de Minford, T II. Un distinguido
T.. 11.
oposición (Mr. Gray) decía muy bien, en la sesión
miembro de la oposici6n
del Parlamento de Inglaterra del 11 de febrero ae de 1794, que "el “ el bill
bilí
de derechos no agrega nuevos principios a la Constituci6n
Constitución ingle-
ingle­
cuáles son sus verdaderos · princi-
sa, sino .que solamente declara cuál.es princi­
pios",, CoRREO
pios” C orreo DE L ondres, 1794, número 13. ((N
de LoNDREs, A .))
N., del A.

41
41
demasiado grande del pueblo se ponga en movimiento
con este fin. Porque en ese tanteo funesto es muy fácil
que se equivoque sobre sus verdaderos intereses, que pro- pro­
cur~
cure encarnizadamente aquello que no puede convenirle,
y que rechace por el contrario lo lo que más le conviene.
Y es sabido hasta qué punto en
Y én este orden de cosas los
errores son terribles. Esto hizo decir a Tácito, con su
profundidad habitual, que "ocasiona
“ocasiona muchas menos difi- difi­
cultades a un pueblo aceptar a un tin soberano, que bus-
bus­
carlo" 41•
carlo” 47.
· Por otra parte, como
com o toda proposición extrema es
falsa, no pretendo negar la posibiliáad
posibilidad de los perfeccio-
perfeccio­
namientos políticos realizados por algunos hombres -sabios.
sabios.
Tanto valdría negar la influencia de la educación moral
y de la gimnasia sobre el perfeccionamiento moral y físico
debilitar mi tesis
del hombre. Pero esta verdad, lejos de debilitar.
general, por el contrario la confirma, al establecer que
el poder humano no puede crear nada, y que todo de- de­
pende de la aptitud primordial de los pueblos y de los
individuos.
· De
D e allí resulta que una constitución libre no está ase-
ase­
gurada sino cuando las diferentes piezas del edificio polí- polí­
tico nacieron juntas, y, si es lícito.
lícito expresarse así, una al
lado de la otra. Los hombres no respetan nunca lo que ·
han hecho; he aquí por qué un rey electivo no posee en
absoluto la fuerza
fuerza' moral de un soberano hereditario: por-
queue no es bastante noble, es decir que no tiene esa clase
3
dee grandeza independiente de los hombres y que es obra
del tiempo.
obra..

_ En Inglaterra no es el Parlamento quien ha hecho al


rey, ni el rey quien ha hecho al Parlamento. Estos dos
poderes son colaterales: se establecieron no se sabe cuán:.
cuán­
do ni cómo, im perceptible y poderosa de la
cóm o, y la sanción imperceptible
opinión los hizo por fin lo que son 48 •
son48.

47 "Minore
47 “ Minore discrimine sumitur princeps quaeritur”, Tá-
prínceps quam quaeritur", Tá­
cito, H ist . I;
HIST. (N . del A.)
I, 56. (N. A .) .
48 La verdad puede hallarse hasta en la tribuna de.los
-48 jaco-
dé los jaco­
binos. Félix Lepelletier, uno de ellos, decía el 5 de febrero de- d e"
l1794,
794, al referirse al gobierno de Inglaterra: "Los
“ Los miembros ded e la
•muy
*muy alta•
alta» Cámara reciben sus títulos y sus poderes del rey; los de

42
42
((
(r
((
Tomemos, si se quiere, un gobierno republicano cual-
cual­
quiera. Encontraremos ordinariamente un gran Consejo (
en que reside, hablando propiamente, la soberanía. ¿Quién ((
estableció ese Consejo? La naturalezl:l,
naturaleza, el tiempo, las cir-
cir­
((
cunstancias, es decir Dios. ~uchos
Muchos hombres se han
puesto en su lugar, del rni.srno
mismo m modo
odo que en otras partes ((
un solo hombre lo ha hecho. Era necesaria para ese país ((
una soberanía dividida entre muchas cabezas, y, porque
así la necesitaba~
necesitaba, así se estableció: es todo cuanto sabe-
sabe­ ((
mos al respecto;
ál respecto. ((
Pero corno
com o las deliberaciones generales, las intrigas
· y las demoras interminables que son inherentes a un Con-Con­ (
sejo soberano numeroso no se adecúan en absoluto
absoluto a las (
medidas·
medidas secretas, prontas y vigorosas que requiere un
((
gobierno bien organizado, la fuerza de las cosas exigía
todavía la institución de algún otro poder diferente de ((
ese Consejo general, y aa .ese
ese poder necesario lo encon-
encon­ (
traréis siempre en esta clase de gobierno, sin que tampoco
pueda determinarse su origen. En una palabra, la masa (
del pueblo no participa para nada en ninguna creación ((
política. Incluso, sólo respeta al gobierno porque no es
((
obra suya. Este sentimiento está grabado en su corazón
con trazos profundos. Se inclina ante la soberanía porque ((
siente que es algo sagrado que no puede, ni crear, ni des-
des­ ((
truir. Si consigue a fuerza de corrupción y de sugestiones
pérfidas borrar de sí este sentimiento preservador, si tiene ((
la desgracia de creerse llamado en masa a reformar el ((
Estado, todo está perdido. Por eso, aun en los Estados
((

la •muy baja• Cámara recibieron los suyos de


«muy baja» d e algunas ciudades o (
comunidades donde s6lo sólo una clase privilegiada tiene
tien e el
él derecho de
voto. La masa del pueblo no tuvo participación
participaci6n ninguna en la (
creación del reino en Inglaterra, ni en la organizaci6n
organización actual del ((
Parlamento", Ver
P a rla m en to V er el M oniteue , 1794, número 137.
MoNITEUR,
El honorable miembro se equivocaba al confundir a los pares ((
ck
con la dignidad de par, que no reciberedbe del rey ni su existencia ni
((
sus derechos; se equivocaba al confundir a los representantes con la
representación, que no debe nada a nadie, no más que la dignidad ((
de par. Fuera de esto, tiene razón. No, sin duda: el gobierno
Inglés -como
—como los otros-
otros— no es en absoluto obra del pueblo;
pueb1o; y las ((
conclusiones criminales o extravagantes que el orador jacobino de- de­
riva enseguida de este principio no pueden alterar su verdad. ((
(N.
(N . del A.)
A .) .
(
43 ((
((
_{
(
lil>res,
libres, es infinitamente importante que los hombres que
gobiernan estén sep~ados
separados de la masa del pueblo por esa
.oopsideración
consideración personal que resulta del nacimiento y de
1115
las ~riquezas
riquezas.... Ya que si-
si la opinión pública no pone una
b~eta
barrera entre ella y la autoridad, si el poder no está fuera
de su.
su alcance, si la multitud.
multitud gobernada puede creerse
•· igual al pequeño número que gobierna, no hay más go-
go­
bierno: . así, la aristocracia es soberana o dirigente por•
por
esencia, y el principio de la Revolución Francesa choca
frontalmente con las leyes eternas de la naturaleza.

44
VIII:
Capítulo V III: Debilidad del poder humano

En toda 'creación
creación política o religiosa, cualesquiera sean
su objeto e importancia, es regla general que no haya
nunca proporción entre el efecto y la causa. E Ell efecto es
siempre inmenso r~pecto
respecto de la causa, para que el hom­ hom-
bre sepa que no es más que un instrumento y y que n!!Qo..
puede crea!,
'euede n~a ..P:>1'
crear nada por _sí
sí mismo.
~ Nacioñal aelos
La Asamblea ¡Nacional de los franceses, que incurrió
raí la culpable locura de llamarse Constituyente, al ver
en
que todos los legisladores del universo habían adornado
el frontispicio de sus leyes con un homenaje solemne a la
Divinidad, se creyó obligada aa hacer también su profe- profe­
sión de fe, y no sé qué movimiento maquinal de una
conciericia
conciencia expirante arrancó estas líneas mezquinas a los
Francia 49 :
pretendidos legisladores de Francia48:
"La
“Im Asamblea Nacional reconoce, en presencia ,presencia y bajo
los auspicios del Ser Su-premo
Supremo.. "' 60 , etcétera.
. ...**®°,
"En presencia":: sin duda, para su desgracia; pero "ba,.
“ En presencia” “bo­
auspicios” : ¡qué locura! N
fo los auspicios": Noo es de d e ninguna manera
una multitud turbulenta, agitad.a
agitada por pasiones viles y furio- furio­
sas, a quien elige Dios para instrumento de sus voluntades
y ejercicio del más gi:ande
grande acto de su poder sobre la tierra:
la organización política de los pueblos. Dondequiera los
hombres se reúnan y se agiten demasiado, dondequiera
su poder se despliegue con estrépito y pretensión, no se49*

49 CoNsTITUCIÓN
CoNsnTüaÓN DE de 1789. Preámbulo de la Declaración
Declaraci6n de
los DDerechos
erechos del Hombre. ((N N.. del A
A.)
.)
69 · Cuando hablamos dé
1>0 de la Asamblea Constituyente, es ape- ape­
nas necesario recordar que siempre
i¡iempre hacemos abstracción de la res- res­
petable minoría,
minoría; cuyos sanos principios e inflexible resistencia me-
m e­
recieron la admiración y el respeto del dél universo,
universo. ((N
N.. del A
A.)
.)

45
hallará la fuerza creadora: "non “non in commotione Domi­ Domi-
nus” 51
nus" 61.• A este poder sólo lo anuncia el "viento suave" 562.
“viento suave” 2,
Demasiado se ha repetido, en estos últimos tiempos, que
la libertad nace en medio
m edio de las tempestades. Jamás, ja- ja­
más. Se defiende, se afirma, durante las tempestades, pero
nace en el silencio, en la paz, en la oscuridad; a menudo,
incluso, el padre de una constitución no sabe lo gue que hace
cuando la crea, pero los siglos que transcurren dan testi- testi­
monio de su misión, y son Paulo Emilio Em ilio y Catón quienes
proclaman la grandeza de Numa.
Cuanto más confía la razón humana en sí misma,
; cuanto más trata de extraer todos sus medios de sí mis- mis­
ma, más absurda es, más muestra su impotencia. He H e aquí
por qué el mayor flagelo del universo ha sido siempre,
füosofía, si se tiene
en todos los tiempos, lo que se llama filosofía,
en cuenta que la filosofía no es sino la razón humana
librada a sí mfama,
misma, y que la razón humana, reducida a
sus solas fuerzas, no es más que una bestia, todo cuyo
i poder se reduce a destruir 63 •6
destruir63 .
4
Un elegante historiador de la antigüedad ha dejado
una notable reflexión sobre quienes se llamaban, en su
tiempo
tiem po comocom o ahora, filósofos. "Disto
“D isto mucho -dice-
—dice—' de
considerar a la filosofía como
com o maestra del hombre
hom bre y como
regla de la vida feliz; al contrario, veo que sus adeptos
son precisam ente los hombres que mayor necesidad de
precisamente
maestros tendrían para conducirse bien; maravillosos para
disertar sobre todas las virtudes desde la escuela, no es-
diserlar es­
tán por eso menos inmersos en toda clase de vicios" vicios” 64 •

ól R eg., XIX, 11. ((N


m REG.,
61 III N.. del A.)
A .)
1>2 Ibídem, 12. ((N.
N. del A.)
A .)
63 Es evidente, por lo que sigue, que el autor no discute a
ó3
la razón el poder de conocer por sí sola la verdad. Lo que le nie- nie­
ga es el poder de conducir al hombre a la felicidad cuando lo
reduce a sus fuerzas individuales. ((N N.. del E.)
E .)
64 "Tantum
64 “ Tantum abest ut ego eg o magistram esse putem vitae philo­
philo-
sophiam beataeque vitae perfectricem
perfectricem,, ut nullis magis existimem
opus esse magistris vivendi quam plerisque qui in ea disputanda
versantur: videoviaeo enim magnam partem eorum qui in $chola schola de
pudore et continentia praecipiunt argutissime, eosdem in omnium
libidinum cupiditatibus vivere", vivere”, Cornelio Nepote, FRAGM,
F ragm . APUD
apud
L a c t a n t . ÜJ\'.IN.
LACTANT, Inst ., 15, 10. (N. del A.)
D ivin . !NST,, A .)

46
46
(
(
Cuando antiguamente Juliano fil6sofo llamó a sus
Julian~ el filósofo (
cofrades a la corte, la convirtió en una cloaca. E Ell buen
~toria de este príncipe, titula
Tillemont, al escribir la historia (
así uno de los capítulos: "La Julianc se llena de
“La corte de Juliano (
filósofos perdidos,.;
filásofos y de perdidos1 Y Gibbon, quien e_s
"; Y es insospechable,
(
observa ingenuamente ·que "es “es lamentable no poder con- con­
tradecir la exactitud de ese título”.
título". (
Federico II, filósofo a pesar de sí mismo, que pa­ pa- (
- gaba a esa gente para que lo alabara, pero la conocía
p~nsaba mejor de ellos, y el buen sentido lo obli-
bien, no pensaba obli­ . (
gó a decir como todo el mundo sabe que "si “si quisiera ~ '¡ (
"'
imperio, w
perder un imperio" fil6sof'as"..
lo haría gobernar por filósofos”
No era pues en absoluto una exageración teológica, (
sino una verdad muy simple, rigurosamente expresada, (
aquella frase de uno de nuestros prelados, muerto -fe- —fe­
(
lizmente para él—él- en el momento en que pudo creer en
una renovación: "En filosofia decía: 'Mías
“En su orgullo, la filosofía *Mías (
son la sabiduría, la ciencia y el poder; a mí me m e corres-
corres­ (
ponde conducir a los hombres, porque soy yyo o quien ilu-
mina>. Para castigarla, para cubrirla de oprobio, era nece­
mina•. nece- (
sario que Dios la condenara a reinar un instante". instante” , (
En efecto, reinó sobre una de las más poderosas na- na­
(
ciones del universo; reina, reinará sin duda lo bastante
comoo para que no pueda alegar que le ha faltado tiem-
com (
po; aeplorable de la abso­
o; y jamás se vio ejemplo más deplorable abs9-
E rta impotencia de la razón humana reducida a sus solas
luta
(
(
Qué espectáculo nos han dado los legisladores
fuerzas. ¿¿Qué
franceses? Apoyados en todos los conocimientos huma- huma­ (
nos, en las lecciones de todos los filósofos antiguos y
modernos y ·en la experiencia de todos los siglos; amos (
de la opinión pública, dueños de tesoros inmensos, con (
cómplices en todas partes, fuertes -en
cóm plices en- palabra- de
—en una palabra—
(
todas las fuerzas humanas, han hablado en su propio
nombre. El universo es testigo del resultado: nunca el (
orgullo humano dispuso de mayores m medios; -dejan-
edios; y —dejan­ (
crímenes- nunca fue más
do de lado por un instante sus crímenes— Inás
(
ridículo.
Nuestros contemporáneos lo creerán si quieren, pero (
la posteridad no dudará de ello: los más insensatos de (
los hombres fueron quienes se instalaron en tom tomoo a una
“Despojaremos al pueblo francés de su
mesa y dijeron: "Despojaremos (
(
47
(
(
-- ( -
antigua constiruci6n
constitución y le daremos otra"
otra” -ésta
—ésta o aquélla,
no importa-.
importa—. Aunque esta ricUculez
ridiculez sea común a todos
los partidos que han asolado a Francia, los jacobinos, sin
embargo, se presentan al espíritu más como destructores
qu:e
que como
com o constructores, y ·dejan
dejan en el ánimocieñañn-
ánimo “cie rta im­
presión de grandeza que resulta de la inmensidad de sus
éxitos. Cabe incluso dudar de que hayan abrigado seria- seria­
mente el proyecto de organizar a Francia, aun como re- re­
pública, ya que la Constitución republicana que fabri- fabri­
caron no es más que una suerte de comedia representada
ante el pueblo para distraerlo momentáneamente. Y Y .no
puedo pensar que el menos lúcido de sus autores haya
creído en ella ni ru por un instante.
. Pero los hombres que aparecieron en escena en los
primeros días de la Asamblea Constituyente se creyeron
realmente legisladores: tuvieron muy seria, muy ostensi- ostensi­
blemente, la ambición de dar a Francia una constitución
política, y creyeron que una u:na asamblea podía decretar,
por mayoría de· de votos, que tal pueblo dejaría de tener tener'
tal gobierno para tener otro. Ahora bien, esta idea es el
máximum de la extravagancia, y todos los 'bedlams bedlam sm 66 del

uruverso
universo nunca produjeron nada igual. Por eso sólo dejan
una impresión de debilidad, de ignorancia, de decepción.
Ningún sen~miento
sentimiento ~e. admiración ni ~e
de adm~aci6n de t~rror
terror equilibra
a esa ~spec1e
especie ·de colenca inspira el bedlam
colérica piedad que msprra
Constituyente. La palma áe
constituyente. de la perfidia corresponde por
derecho , aa los jacobinos, pero la posteridad, unánime­unárume-
mente, otorgará a los constitucionales la de 1a la locura.
Todos los verdaderos legisladores percibieron que la
razón humana, sola, no puede sostenerse, y que ninguna
instirución
institución puramente humana puede durar. Es por eso
que entrelazaron, si cabe expresarse así, a la política con
la religión, para que la debilidad humana, sustentada
por lo sobrenatural, se fortaleciera con su apoyo. Rous- Rous­
seau admira la ley judaica y la del hijo de Ismael, que
subsisten desde hace tantos siglos. Es que qué los autores de
esas dos célebres fundaciones eran, a un tiempo, pontífices
yy legisladores. Es que, tanto en el AALCORÁN
l c o r á n co~o
com o en la_
la6
---,

66 En inglés en el texto francés: manicomio. (N.


6ó (N . del T.)
T .)

48
B i b l i a , la
BmLIA, la política
p o l í t i c a es
e s divinizada;
d iv in iz a d a ; y la
la rrazón
a z ó n humana,
h u m a n a , so•·
so*
metida
m e t id a p poro r la autoridad
a u t o r id a d religiosa,
r e lig io s a , no
n o puede
p u e d e insinuar
in s in u a r su
veneno
v e n e n o aislante
a is la n te y y corrosivo
c o r r o s iv o en e n los
lo s resortes
r e s o r te s del
d e l gobierno,
g o b ie r n o ,
de
d e tal
ta l modo
m o d o que q u e los
lo s ciudadanos
c iu d a d a n o s sons o n creyentes
c r e y e n t e s cuya
c u y a fide~
fid e ­
lidad
li d a d es
e s exa_ltada
e x a lt a d a hasta
h a s ta la la fe,f e , y cuya
c u y a obediencia
o b e d i e n c i a lol o es
hasta
h a s ta el
e l entusiasmo
e n tu s ia s m o y el e l fanatismo.
fa n a tis m o .
Las grandes fundaciones políticas son perfectas y
durables en la. la medida en que la unión de la política con
la religión se realiza realiza- más perfectamente. Licurgo se des­ des-
tacó en este punto esencial, y todo el m mundo
undo sabe que
fundaciones pueden compararse a 1a
pocas fu~d.aciones la suya, ni eA en
cuanto a la duración, ni en cuanto a la sabiduría. Nada
imaginó;
imaginó, nada propuso, nada ordenó más que sobre •la
fe de los oráculos. ·Todas Todas sus leyes fueron, por- por .decirlo
decirlo
así, preceptos religiosos; por él, la Divinidad intervino
en los consejos, en los tratados, en la guerra, en la adini-. admi­
nistraci~n
nistración dé de la justicia, hasta tal punto que "el “el gobierno
de Esparta no parecía ser administraci6n administración de la cos.a cosa pú­ pú-
blica, sino más bien regla de alguna devota y santa re- re­
ligi6n"
ligión' w rie.. Por eso, cuando Lisandro quiso destruir en
Esparta a la monarquía, trató ante todo de corromper corrom per :a a
los sacerdotes que interpretaban los oráculos, porque
sabía que los lacedemonios nada importante hacían sin
haberlos consultado 57 57.•
Los romanos constituyeron otro ejemplo ejem plo del poder podar del
vínculo religioso sobre la política. Toda Todo el mundo conoce
el famoso pasaje de Cicerón donde dice que fos los ·romanos
tenían superiores en todas las cosas, menos en el temor
y en el culto de Dios.
"V anagloriémonos -dice-
“Vanagloriémonos —dice— tanto como com o nos ,plazca: >plazca:
famás podremos superar a los griegos e·n
jamás en las ciencias, a
los españoles en número, a los galas galos en corafe; coraje; pero,
en cuanto a la religión y al respeto de los dioses inmO't- inmor­
tales, nadie nos iguala". igualar. Numa había dadó dado a la política
romana ese carácter religioso que fue la savia, el alma, 65

~ Plutárco,
65 Plutarco, '¡N
In LvduRc.,
LYckrRG,, trad. de Amyot.
~yot. (N.
(N . del A.)
dei A .)
57 "lniit
57 “ Iniit consilia reges Lacedaemoniorum
Lacedaemoniórum tollere, sed sentie-
sentie­
bat id se sine ope deorom
deorum facere non posse,
posse. quod Lacedaemonii
omnia ad oracula referre consueverant, primum Delphos cON'Um- corrum­
pere est conatus",
conatus” , etcétera, Cornelio Nepote, IN
etcetera, Comelio In L ys
vs.,., 3. (N. del A:)
dei A.)

49

~~t·._
df.:/:··
1a
la vida de la República, y que pereci6 con ella. Es un
qué pereció
hecho evidente para todos los hombres jnstruidosinstruidos que e] el
juramento
juram 58 fue el verdadero cimiento de la constitu-
ento88 constitu­
ción romana: en virtud del juramento, el más turbulento
plebeyo, inclinando la cabeza ante el cop.sejo consejo que le
preguntaba
peguntaba susu nombre, marchaba bajo las las banderas con
Ilaa docilidad de un niño. Tito Livio, que vio nacer aa la
filosofía y morir a la República -la—la época es la misma—, misma-,
suspira a veces por aquellos tiempos felices en que la
religión aseguraba la dicha del Estado. En el pasaje don- don­
de narra la historia de aquel joven que fue a denunciar
al cónsul un fraude cometido
com etido por el inspector de los po- po­
llos sagrados, agrega: "Ese
“Ese joven había nacido antes de
la doctrina que desprecia a los dioses"
dioses” 6959.,• ·
Era en los
ios comicios, principalmente, donde_ donde los ro­ro-:-
manos ponían de manifiesto el carácter religioso de sti sú
legislación: las asambleas del pueblo no podían tener lu- lu­
gar antes que el magistrado que debía presidirlas hubie- hubie­
ra consultado los auspicios. Los escrúpulos a este res­ res-
pecto eran infinitos, y el poder de los augures era tal,
que se los ha visto anular las deliberaciones de los co- co­
micios muchos meses después de celebrados 60 60;; con aque-
aque­
lla frase famosa, alío
alio die ((otro
otro día), el augur rompía
cualquier asamblea del ppueblo 61 • Todo magistrado
u eblo61. magistrado· su- su­
perior o igual al que presidía los comicios también tenía
derecho a consultar los auspicios. Y Y si declaraba que
había mirado al cielo ((sese de coelo servasse) y que había
visto un relámpago u oído un trueno
trueno62,62 , los comicios
com icios eran
postergados.
En vano podían temerse los abusos, visibles incluso
en ciertas ocasiones.68

68 La palabra latina que designa al juramento expresa su sen-


68 sen­
tido religioso: sacramentum. ((N N.. del T.T .))
159 "Juvenis
“Juvenis ante doctrinam deos spernentem natus", natus” , Tito Ll-
Li­
vio, L. X, 40. (N. (N . del A.)
A .)
'6-0 Cicerón, DE
De n NATIJRA deorum , II, 4. ((N
a t u b a DEORUM, N.. del
dei A.)
A .)
~l Cicerón, DE (N . del A.)
dxvin., II, 12. (N.
D e DIVIN., A .)
ez
82 "]ove
“Jove fulgente cum populo agi nefas esse", esse” , Cicerón, IN
In
V at ., 8; DE
VAT., divin ., II, 18; Adam, R
D e DIVIN., ROMAN an tiq u ities , Edim-
o m á n ANTIQUITIES, Edim­
burgo, 1792, pág. 99. ((N N.. del A.)
A .)

50

i......
i
(
En vano el plebeyo menos clarividente podía descu- descu­ (
brir en la doctrina de los augurios un arma infalible en
aristocracia para entorpecer los proyectos y
manos de la aristocra.cia ((
las deliberaciones del pueblo: el ardor del espíritu de {(
partido cedía ante el respeto por la Divinidad. El ma- ma­
((
gistrado era creído aun cuando hubiera fraguado los aus-
pic'os ~, porque
pic'os®8, porgue se pensaba que una cuestión de tanta (
importancia aebía
debía quedar librada a la conciencia del (
magistrado, y que era mejor exponerse a ser engañados
que herir las costumbres religiosas. (
mismo siglo en que se escribía que "un
En el inism~ “un augur ((
.a-penas
apenas podía mirar fijam
fijamente
ente a otro sin reÍtrse",
reírse”, Cicerón,
a quien una camarilla había halagado con la promesa (
de la dignidad de augur para atraerlo, escribía a un ami- ami­ (
go: "Lo
“Lo confieso, eso es lo único que podría tentarme” 6**.
podría. tentarnie" ".
((
Tan profundamente arraigada estaba la consideración
inherente·
inherente a esta clase de sacerdocio en la imaginación ((
romana..
romana. {í
Serb.
Seño, inútil repetir lo que se ha dicho mil m il veces y
mostrar lo que la religión de los romanos tenía en co- co­ ((
mún con las de otras naciones; pero la religión, en _ese ((
pueblo, tenía aspectos que la distinguen de las otras y
que conviene señalar.
El romano, legislador o magistrado en el Forum, es-
envuelto por la idea de la Divini-
taba, por así decirlo, envu~lto
es­
Divini­
'
((
(
((

dad, y esta idea lo acompañaba hasta en el campamento.


Dudo
D udo que a otro pueblo se le haya ocurrido hacer nacer de (
la parte principal del campamento un verdadero templo ((
en que los símbolos militares, mezclados con las esta- esta­
tuas de los dioses, se convertían en auténticas divinida- (<
divinida­
des, y donde los trofeos se transformaban en altares. (
Eso hicieron los romanos. No se puede expresar el
(
respeto con que la opinión rodeaba al pretorio de un
campamento (principia).
( principia). Allí descansaban las águilas, (
las banderas y las imágenes de los dioses. Allí A llí estaba la (
tienda del gener~l;
general; allí se publicaban las leyes, se cele-cele­
braban los consejos, se daba la señal del combate. Los (<
((
«3 "Etiam si auspicia ementitus
63 em entitus esset", Cic., Pmr...,
esset” , Cíe., Phil ., II, 23.
(N. del A.)
((
Efist. AD
64 EPIST,
64 ad ATTIC . . . (N.
Attic ••. ( N. del A .)
A.) (

51 (
(
(
......
escritores romanos no aiudenaluden a este lugar sin cierta ve- ve­
neración religiosa 65 , y para ellos la violación del preto­
religiosa65, preto~
ria
rio era un sacrilegio. Tácito, cuando narra el motín de
las dos legiones cerca de Colonia, refiere que Planeo, Planco,
delegado .del
del emperador y del senado ante las legiones
rebeldes, hallándose a punto de ser asesinado, no encon- encon­
tró otro medio, para salvar la vida, que abrazar las águi- águi­
“para ampararse en la religión"'
las y las banderas "para . Y en-
66 •6
religión?66 7 en­
seguida agrega: "Si “Si el portaestandarte Calpurnio no sé se
hubiera opuesto a los sediciosos, se habría visto a la san- san­
gre de un enviado del pueblo romano manchar, en un
campamento romano, los altares de los dioses" dioses” 67
®7.•
· Cuanto más estudiemos la historia, mayor será nues- nues­
tro convencimiento dé de la necesidad imprescindible
im prescindible de esta
alianza ded é lla
a política con la religión.
Los abusos que han existido al respecto nada signi- signi­
fican; hay que ser prudente cuando se razona sobre el
a!mso necesarias, y tener cuidado de no indu­
abuso de las cosas necesa~ia~, indu-
cir a los hombres a suprmursuprimir la cosa para deshacerse del
al:mso
abuso sin pensar que esta palabra, abuso, no designa más
que el uso desordenado de algo bueno que hay que con­ con•
servar. Pero no me adentraré más en el examen de un
asunto que nos conduciría demasiado lejos. ·
Quería solamente mostrar que la razón humana, o. o lo
JJ f/' que se llama la filosofía, es tan inútil para la felicidad
J-
<_' · de los Estados como para la de los individuos; que todas
\\ las grandes instituciones reciben de otra parte su origen
/ y su_ conservación, y que aquélla sólo interviene para per-
su conservación!
( vertirlas y destrmtlas.
destruirlas.

65 Estacio lo llama: "el


65 “ el santuario del
dei conse;o
consejo y el temtemible
ible si-
tial de las banderas"
banderas” ("V entum ad concilii penetrale domumque
(“ Ventum
verendam aignorom",
aignorum” , Estacio, X, 120). (N. (N . del
dei A.)
A .)
66 "Cdedem
66 “ Cdedem parant, Planco maxime. .. .. neque aliud pericli­ pericli-
tanti subsidium quam castra primae legionis: illic signa ~t et aquilas
amplexus, religione sese tutabatur",
tutabatur % Tácito,
Tacito, ANN. (N.T. del
A n n . I, 39. (IN dei AA.)
.)
67 "Ac
6'1 “A c ni
m aquilif er Calpumius
aquilifer Calpurnius vim extremam arcuissetarcuisset.. ....
legatus populi romani
rormni romanis in castris sanguine suo altaria 'deum deum
commaculavisset", ibidem; ver Bottier, A
commaculavisset^, ibídem; Ao Ann., I, 61.
d ANN., 61. ((N. dei A.)
N. del

52
52 i
.S.,''•··'

--i~~~:.

Capítulo IX:
IX : Continuación del mismo tema

Payne, en·
en su mal libro sobre los derechos del hombre,
hom bre,
dice que "la
“la constituci6n
constitución precede al gobierno, que qu e es al
gobierno lo que las leyes a los tribunales; que, o es ma- ma­
terialmente visible, artículo por artículo, o no existe. De De
manera que el pueblo {nglésinglés carece absolutamente
absolutam ente de
constituci6n,
constitución, ya que su gobierno es fruto de la conquista
y no producto de la vofuntad
voluntad del pueblo”
pueblo" 68
**.• ·
Sería difícil acumular más errores en menos ·líneas.
Noo sólo el pueblo no puede darse una constitución, sino
N
que tampoco
tam poco ninguna asamblea ((un un corto número <le de
hombres en relación a la población total) podrá ejecutar
nunca semejante tarea. Precisamente porque hay en Fran. Fran­
cia una Convenci6n
Convención todopoderosa que quiere una repú- repú­
blica, de ningún modom odo habrá república duradera. La
torre de Babel es el símbolo más sim simple
ple de una multitud
de hombres que se reúnen para crear una constitución.
“Venid -se
"Venid —se dicen los hijos de los hombres-,
hombres—, construyamos
una ciudad y una torre cuya cúspide se eleve hasta e1 el
cielo, para que nuestro nombre se haga célebre antes de
que seamos dispersados".
dispersados”.
Pero la obra se llama Babel, es decir confusión; cada
uno habla su idioma, nadie se entiende, y la dispersión
es inevitable.
Nunca hubo, nunca habrá y no puede haber nación
alguna constituida a priori. ElE l razonamiento y la expe-
expe­
riencia concurren a establecer esta gran verdad. ¿Qué
mirada es -capaz
capaz de abarcar de una vez el conjunto de
las circunstancias que determinan que a una nación le
convenga tal o cual constitución? ¿Cómo, ¿Cóm o, sobre todo,

«8 P~~~•
. 68 Pavne, _RIGHTS
R íghts OF m an , iq-89,
of MAN, íij-89, l.p119qn, ¡
hondon, 179
7 9...•F~·
..., pág. q7,
57t
(N. del A,, \ v " ’ ' ' e .’ :

53
53
muchos
m u ch os hombres serían capaces de . semejante esfuerzo
de
d e la inteligencia? A menos que nos ceguemos adrede,
debemos
d eb em os reconocer que esto es imposible, y la historia,
a quien
q u ien corresponde decidir todas estas cuestiones, acu- acu­
de
d e además
adem ás en auxilio de la teoría. Unas pocas naciones
libres
lib res ·han brillado en el universo; que me muestren una
sola
sola que q u e haya sido constituida a fa la manera de Payne.
Toda
T o d a particular forma de gobierno es obra divina, lo mis- mis­
moo que
m q u e la soberanía en general. Una constitución, en sen- sen­
tido
tid o filosófico, no es pues más que el níodo m odo de existencia
política
p o lítica atribuido a cada nación por una potencia más
alta quequ e ella; y, en un sentido inferior, no es sino el con- con­
junto
ju n to de las leyes más o menos numerosas con que se
expresa ese modo m odo de existencia. De
D e ninguna manera hace
falta
fa lta que
qu e esas leyes sean escritas. Precisamente a las leyes
constitucionales es especialmente aplicable el axioma de
t Tácito:
T á cito : ''Pessimae
“Pessimae reipublicae pluHtme leges” : cuanto más
plurimue leges":
¡
!i ‘ sabias son las naciones, cuanto mayor espíritu público
¡! poseen,
)Oseen, más perfecta es su constitución política y menos
Í
\; leyes
eyes constitucionales escritas tienen, ya que estas éstas no son
•.• más
m ás quequ e puntales, y un edificio no necesita ser apuntala-
apuntala­
do
d o sino cuando ha perdido su equilibrio o cuando . es
violentamente
violentam ente conmovido
conm ovido por una fuerza exterior. La
constitución más perfecta de la antigüedad es, sin discu- discu­
sión, la de ·Esearta;
Esparta; y Esparta no nos ha dejado ni una
sola línea sobre su síT derecho público. Justamente se jac­ jac-
taba de no haber escrito sus leyes más que en el· el corazón
de sus hijos. Leed la historia de las leyes romanas -me —me
refiero a las propias del derecho públicop ú b l i -Gc9_o yy observa-
observa­
réis, ante todo, que las. las verdaderas raíces de la consti- consti­
tución romana no dependen en absoluto de leyes escritas.
¿Dónde
¿D ón d e está la ley que habría determinado los respec- respec­
tivos derechos del rey, de los patricios y del pueblo?
¿Dónde
¿D ón de está la ley que, después de la expulsión de los
reyes, repartió el poder entre el senado y el pueblo, asig- asig­
nó a uno y a otro porciones precisas de soberanía y fijó
los límites exactos del poder ejecutivo de que terminaban

©9 Vine. Gravinae, ORIGINES


69 juris ; Rosini, ANTIQ.
O rigines JURIS; A n t iq . ROM.
r o m . cuM
cum
notts Th. Dempster
N0TIS Dèmpster de Murreck. lib. DE leg .; Adam, RoMAN
de LEC.; Ro m a n
a n t iq ., pág. HH
ANTIQ., 191 y sig. ((N del
N,. del A.)
A .)
,
(
C
(
de ser investidos los cónsules, sucesores de los reyes? ((
No encontraréis nada semejante.
Veréis, en segundo lugar, que en los primeros tiem­ tiem- (c
pos de la República casi no hubo leyes, y que se multi- multi­ (
plicaron a medida que el Estado se sé inclinaba hacia su (
ruina.
Dos poderes se enfrentan, el senado y el pueblo. (f
Estos dos poderes han sido puestos allí por lo que se ((
llama la naturaleza; es todo cuanto puede saberse sobre
las
•las bases primitivas de la constitución romana. ((
Si estos poderes reunidos, en la época de la expul-expul­ (
sión-de los Tarquinas,
si6n--de Tarquinos, hubieran puesto en el trono a un
rey hereditario con quien hubiesen estipulado el mante­ mante- (
nimiento de sus derechos constitucionales, la constitución ((
de Roma, según todas las reglas de la probabilidad, ha- ha­ ((
bría durado mucho tiempo más; pero los cónsules anua- anua­
les no tuvieron bastante autoridad .como com o para mantener (
el equilibrio. Cuando la soberanía está repartida entre ((
dos poderes, el equilibrio de ellos consiste necesariamen­
necesariamen-
(('
te en un combate; si se introduce un tercer poder dotado
de la fuerza necesaria, dará lugar en seguida a un equi­ equi- ((
librio estable, al apoyarse suavemente, ora sobre un lado, (
ora sobre el otro. Eso no podía ·ocurrir
ocurrir en Roma por la
naturaleza misma de las cosas, y así, ambos poderes siem- siem­ ((
pre subsistieron por medio
m edio de conmociones alternativas, ((
y la historia romana entera presenta el espectáculo de
((
dos atletas vigorosos que se estrechan y ruedan, y se
aplastan sucesivamente. (
Esas distintas conmociones requirieron leyes, no ((
para establecer nuevas bases para la constitución, si- si­
no para mantener las antiguas, alternativamente quebran-
quebran­ ((
tadas por las dos ambiciones opuestas. Y Y si ambos partidos (
hubieran sido más prudentes, o los hubiera contenido un
poder suficiente, tales leyes no habrían sido necesarias. (
Volvamos a Inglaterra. Sus libertades escritas pue­ pue- (
den reducirse a seis artículos: I. l. La Carta Magna; 2. El ( (
estatuto llamado Confirmatio Chartarum; 3. La Petición '
de Derechos,
D erechos, declaración de todos los derechos del pue­ pue- ((
blo inglés dictada por el Parlamento y confirmada por (
Carlos I a su advenimiento al trono; 4. El Habeas Cor- Cor­
Bill d~
pus; 5. El BilJ 4$ l)~rechos
D erechos presentado a Guillermo y a ((
(
55
(
(
María a su llegada a Inglaterra, y al que el Parlamento
dio fuerza de ley el 13 de febrero de 1688; 6. Por último,
el acta labrada a comienzos del siglo y conocida como com o
Acta de Settlement, porque atribuye definitivamente la
corona a la casa reinante y consagra nuevamente las li- li­
bertades civiles y religiosas de Inglaterra 70•
Inglaterra70.
No
N o es de ningún modo m odo en virtud de estas leyes que
Inglaterra es libre, sino que tiene estas leyes porque es
libre. Sólo un pueblo nacido para la libertad pudo pedir
la Carta Magna, y la Carta Magna sería inútil para un
pueblo extraño a la libertad.
"La
“La constituci6n
constitución inglesa -decía
—decía muy bien un miem-miem­
bro de la Cámara de los Comunes, en la sesión del Par- Par­
lamento de Inglaterra del 10 de mayo de 179~ 1793— no es
de ninguna manera el resultado de las deliberaciones de
una asambl.ea:
asamblea: es hif a de ·za
hija la experiencia; y nuestros ante-
ante­
pasados sólo atendieron a aquellas teorías suceptibles de dé
ser puestas en práctica. Esta obra no se hizo de d e una vez:
tiem po, fue el producto de las circunstan-
nació con el tiempo, circunstan­
cias, del choque de los partidos y de las luchas por el
p od er” 71
poder" 71.• Nada más exacto; y estas verdades no corres- corres­
ponden sólo a Inglaterra: son aplicables a todas las na- na­
ciones y a todas las constituciones políticas del universo.
L o que Payne y tantos otros consideran un defecto,
Lo
és, pues, una ley de la naturaleza. La constitución natu-
es, natu­
ral de las naciones es siempre anterior a la constitución
escrita, y puede prescindir de ella: nunca hubo, nunca
podrá haber una constitución escrita hecha de una vez,
sobre todo ppor or una asamblea, y el solo hecho de que fue- fue­
ra escrita de una vez probaría que es falsa e inaplicable;
inaplicable.
Toda constitución propiamente dicha es una creación en

70 Ver Blackstone, CoMMENTARY


70 C o m m e n t a r y ON
on THE crm , AND
t h e CIVIL a n d CRIMI-
c r im i ­
NAL
n a l LAWS
l a w s OF E ngland , Cap. I. ( N. del A.
of ENGLAND, A.))
7! "Our
71 “ Our cornstitution
constitution was not the result of o f an assembly: it
was ththee offspring ofo f experience. Our ancestors only ordy had a>n an eye
ey e
to those theories which cauld could beb e reduced to practice. The C onsti-
Consti­
tution was not form ed at once, it was the work of time:_it-·emerged
formed tim e:J t em erged
from a concurrence of o f circunstances, from a collision of o f parties
and contem-tion pow er”, M. Grey. Ver el Cl\AFTSMAN,
contention for pow(!r'', C r a f t s m a n , núme-
numé­
ro 1746. (N.
ro (N . del A.)
A. ) .

56
toda la extensión de la palabra, y toda creación sobre-sobre­
pasa las fuerzas del hombre. La ley escrita no es más
que la manifestación de la ley anterior no escrita. E Ell
. hombre no puede otorgarse derechos a sí mismo: s6lo sólo
puede .defender aquellos que le han sido atribuidos por
un poder suoerior,
suDerior, y esos derechos son las buenas cos­ cos-
tumbres, buenas porque no están escritas, y porque no es
posible asignarles ni comienzo ni autor.
Tomemos un ejemplo de la religión. Los cá,wnes, cánones,
que son también en su género leyes excepcionales, no
pueden crear dogmas, ya que un dogma dogm a sería falso pre-
pre­
cisamente por ser nuevo.
n1;1evo. Aun quienes creyeran que es
posible innovar en una religión verdadera, deberían re­ re-

ª'
conocer que es necesario que el dogma o la creencia pre-
cedan al canon: de otro modo,
pre­
m odo, la universal protesta re­
futaría a los innovadores. El canon o el dogma escrito es
re-
producto de la herejía, que es una insurrección religiosa.
Si la creencia no hubiera sido atacada, habría sido inútil
declararla.
D el mismo modo, en materia de gobierno, los hom- V
Del
no crean nada. Toda ley constitucional sólo es maní-
bres np mani- \
festación de un derecho anterior o de un dogm dogmaa político. \
Y jamás se la dicta sino como oposición a un partido que 1
Y
desconoce aquel derecho o que lo ataca. D Dee manera \
que una ley que tiene la pretensión de establecer a priori
prioTi \
una forma nueva de gobierno es un acto extravagante en /J
toda la extensión de
d é lla
a palabra.

Q7
(
Capítulo X
X:: Del
D el alma nacional
(

(
(

(
(
(
La razón · humana, reducida a sus solas fuerzas, es abso-
abso­ (
lutamente impotente, no sólo para crear, sino incluso para (
conservar cualquier asociación religiosa o política, por-
por­
que no suscita más que disputas, y porque el hombre, (
para conducirse bien, no necesita problemas sino creen-
creen­ (
cias. Su cuna debe estar rodeada de dogmas, y, cuando
su razón despierta, es necesario que encuentre ya forma-
forma­ (
das sus opiniones, por lo menos en todo lo relativo aa su (
conducta. Nada es más importante para él que los T-!_re-
'conducta. pre­
(
juicios. No interpretemos en mal sentido esta palabra.
fuici~.
~significa
No significa necesariamente ideas falsas, sino sólo, como (
ella misma lo
lo indica, opiniones, cualesquiera sean, adop-
adop­
tadas antes de todo examen. Ahora Bien,
bien, tales opiniones
constituyen la mayor necesidad del hombre, los verdade-
ros elementos de su felicidad, y el Palladium 72
verdade­
72 de los
'
(
(
imperios. Sin ellas no puede -haber
haber culto, ni moral, ni go-
go­
(
bierno. Es preciso que haya una Ieligión
religión del Estado, tanto
com o una política del Estado; o -más
como —más bien-
bien— es necesario (
que los dogmas políticos y religiosos, mezclados y con.:.
con­ (
fundidos, conformen una razón universal o nacional sufi- sufi­
cientemente fuerte como para reprimir las aberraciones (
de la razón individual, mortal enemiga por naturaleza
naturaleza de (
toda asociación desde que no produce sino opiruones
opiniones di-
di­
vergentes. (
- Todos los pueblos conocidos han sido felices y po­ po- (
derosos en la medida en que con mayor fidelidad han (
razón nacional, que no es otra cosa qQe
obedecido a esta raz6n que
(
(
172 Paladión:
72 estatua de :Palas
Palas Atenea erigida en Troya, de
cuya conservación dependía la suerte de la ciudad. Por ext~nsión:
extensión: (
objeto en que estriba la seguridad de algo. {N.
(N . del T.)
T .)
(
(
(
la anulación de los dógmas
dogmas individuales y el reinado abso-
abso­
luto y general de los dogmas nacionales, es decir de los
prejuicios útiles. Si cada hombre, en materia de culto,
busca sustento en su razón particular, enseguida veréis
nacer la anarquía de.
de creencias o la destrucción de la so-so­
beranía religiosa. De
D e la misma manera, si cada uno se
vuelve juez de los principios del gobierno, enseguida ve- ve­
réis nacer la anarquía civil o la destrucción de la sobe-
sobe­
ranía política. El gobierno es una verdadera religión:
tiene sus dogmas, sus misterios, sus ministros; someterlo
a la discusión de cada individuo y aniquilarlo es la mis- mis­
ma cosa; sólo vive de la razón nacional, es decir de la
fe política,
política; que es un símbolo. La primera necesidad del dél
hombre es que su razón naciente se incline bajo este do- do­
ble yugo, se anule, sesé pierda en la razón nacional, para
que cambie
cam bie su existencia individual por otra existencia
común, del mismo modom odo que un río que se precipita en
el océano existe siempre en la la. masa de las aguas,
aguas, pero
sin nom
nombre
bre ni realidad independiente 73 •.
independiente7® ·

¿Qué es el patriotismo? Es esta razón nacional de


¿bnegación individual. La fe y el patrio-
que hablo, es la ábnegación patrio­
tismo son los dos grandes taumaturgos de este mund,o. mundo.
Una y otro son divinos; todas sus acciones son prodigios.
No les habléis de examen, de elección, de d~scusión:
discusión: di-
di­
rán que blasfemáis. Sólo conocen dos palabras: 'Sumisión.
sumisión
y creencia; con estas dos palancas mueven al universo,
unjverso. y
hasta sus mismos errores son sublimes. Estos dos hijos
del Cielo demuestran ante todos su origen, porque crean
y conservan; pero si llegan a reunirse, a confundir sus
fuerzas y a adueñarse, juntos, de una nación, la exaltan,
la divinizan, centuplican sus fuerzas. Así será compren-
compren­
sible que una nación aede cinco o seis millones de habitan-7 3

78 Rousseau dijo que no hay que hablar de religión


· 73 religi6n a los
niños, y que corresponde encomendar a su razón el cuidado de
elegir una. Esa máxima puede colocarse jul)tOjupto a esta otra del CON-
C on­
social : "La
trato SOCIAL:
TRATO “ La constituci6n
constitución del hombre es obra de la naturale-
naturale­
za; la del
d el Estado lo es del arte”
arte".. No haría falta nad~~más
nada^más pl\l"a
para
concluir que este Juan Jacobo, tan superficial bajo una vana apa apa­..
riencia .de profundidad, no tenía la menor idea de la natur~le:?:;\
naturales
ln~mª°ª
jnjipana :rii
tu c;l~ hl~ verdadera?
de las verdadera:¡ bases políticas. ((N
N.. .del
del A.}
A .)
tes construya sobre las rocas estériles de Judea la ciudad
más soberbia de la soberbia Asia 'l4, resista choques que
A sia74,
habrían pulverizado a naciones diez veces más numero­ numero-
sas,_
sas, desafíe el torrente de los siglos, la espada de los
conquistadores y el odio de los pueblos; sorprenda por
su resistencia a los amos del mundo 'l-5; ; sobreviva, en fin,
757
6
a todas las naciones conquistadoras, y todavía exhiba,
después de cuarenta siglos, sus deplorables restos ante el
observador asombrado.
Y ql,\e
Y que otro pueblo, salido de los desiertos de Arabia,
se convierta en un santiamén en un gigante prodigioso,
recorra el universo con la espada en una mano y el .ALco- A lco­
r á n en la otra, derribe a los imperios en su marcha triun­
RÁN triun-
y
fal y redima los males de la guerra por m medio
edio de sus
instituciones. Grande, generoso y sublime, brillará a un
tiempo por la razón y por la imaginación, y llevará las
ciencias, las artes y la poesía al centro mismo de la noche
medieval. Del D el Éufrates
Eufrates al Guadalquivir, en suma, veinte
naciones prosternadas inclinarán la frente bajo el cetro
sereno de Harún-al-Raschid.
Pero a ese fuego sagrado que anima a las naciones,
¿puedes encenderlo tú, hombre imperceptible
im perceptible.. .... ?? ¡Cómo!,
¿puedes dar un alma común a muchos millones de hom- hom­
¡Cóm o!, ¿puedes hacer
bres? ¡Cómo!, hacer una sola voluntad de d e todas
esas voluntades?, ¿reunirlas bajo sus leyes?, ¿agruparlas en
torno a un centro único?, ¿dar tu pensamiento a bombres hombres
que no existen todavía?,? ¿hacerte obedecer por las gene- gene­
raciones futuras y crear aquellas costumbres venerables,
aquellos prejuicios conservadores, padres de las leyes y
más fuertes que ellas? -Cállate.
—Cállate.

74 "Hierosolyma
'l4 “ Hierosolyma longe clarissima urbium orientis, non Judaeae
m odo", Plin., HisT.
modo", H ist . n a t ., V. 14. (N. del
NAT., A.)
dei A .)
.. 76 Joseph, BELL.
'16 B e l l Juo.,
Jud ., VI, 9. ((N.
N. del
dei A.)
A .)

61
61
(
(
Capítulo
C a p ítu lo XIII:
X III: Aclaración
A necesaria
cla ra ción n ecesa ria (
(
(
(
(
(

Debo
D ebo anticiparme a una objeción. Cuando reprocha­ reprocha- (
mos a la .tilosofía
filosofía humana los males que nos hizo, ¿no (
corremos el riesgo de ir demasiado lejos yy de ser injustos (
con ella por incurrir en el exceso contrario?
Sin duda, hay que precaverse del entusiasmo; pero (
parece que a este respecto existe una regla cierta para (
juzgar a la filosofía. Es útil cuando no sale de su esfera,
es decir del ámbito de las ciencias naturales: en él, todos (
sus intentos son útiles, todos sus esfuerzos merecen nues­
nues- (
tro reconocimiento. Pero cuando se introduce en el mun­ mun-
(
do moral, depe
debe recordar que ya no está en su casa. Es la
genejral quien reina en ese ámbito; y la filosofía,
razón general (
es decir la razón individual, se torna dañina y en conse-
conse­ (
cuencia culpable si osa contradecir o poner en duda las
leyes· sagradas de aquella soberana, esto es, los dogmas
leyes' (
nacionales. Su deber, cuando se traslada al dominio de (
dicha soberana, es, pues;
pues, actuar en el mismo sentido que
(
ella. Por mmedio
edio de esta distinción, cuya exactitud no creo
pueda ser discutida, sabemos qué esperar de la filosofía: (
es buena cuando permanece en su terreno, o cuando no (
entra en la extensión ddee un dominio superior al suyo más
com o aliada y aun como
que como com o súbdita; es detestable cuan-
cuan­ (
do entra allí como
com o rival o enemiga. (
para juzgar al siglo en que vivi-
Esta distinción sirve para vivi­
(
mos y al que lo precedió. Todos los grandes hombres
del siglo XVII son notables principalmente por su carac-carac­ (
general, de respeto y de sumisión a todas las le-
terística general! le­ (
yes civiles y religiosas de su país. No hallaréis en sus
escritos nada temerario, nada paradójico, nada contrario (
a los dogmas nacionales, que son para ellos postulaµos,
postulados, (
máximas, sagrados axiomas, que nunca .ponen en tela
?1~imas, tela· de
juicio.
JUICIO, (
(
(
(
_ _____(
Lo
L o que los
los distingue es un exquisito buen sentido,
cuyo prodigioso mérito sólo es percibido totalmente por
quienes han escapado a la influencia del falso gusto mo­ mo-
derno. Como se dirigen siempre a la conciencia de los
lectores, y la conciencia es infalible, parece que!
que) uno ha
pensado siempre lo que ellos han pensado, y los espíritus
sofísticos se quejan de no encontrar nada nuevo en sus
obras, cuando su mérito consiste, precisamente, en pintar
verdades generales de todos
con colores brillantes esas verdaaes
los países y de todos los lugares, sobre las que descansan
la -felicidad imperios, de las familias y de los in-
felicidad de los impeirios, in­
dividuos. :I· · ,.,., 1
L o que hoy se llama idea nueva, pensam
Lo pens~iento
iento a~daz,
audaz,
gran pensamiento, casi siempre se llamaría, en el dic- dic­
escritores del siglo anterior, audacia cri-
cionario de los ejscritores cri­
minal, delirio o atentado: los hechos muestran de qué
fado está la raz6n
lado razón 119.
11,9.

119 Una cosa muy digna de ser notada es qué,


119 que, en nuestros
tiempos modernos, la filosofía se ha vuelto impotente en la medida
en que se ha vuelto audaz: es lo que la imaginación matemática
del célebre Boscowich expresa así:
“ In philosophicis et potissimum physico-mathematicis disci-
"In disci­
plinis . . .. si superius XVllm..
XVIIm . saeculum et primos hujesce XVIIIi.
annos consideramus, quam multis, quam praeclaris inventis foe-
cundum
eundum exstitit id omme orrime tempus? Quod quidem si cum. cum hoc pae- pae--
senti tempore
tem pore comparetur, patebit sane eo nos jamb famb devenisse
ut ffere
ere. permanens quidam habeatur status, nisi etiam regressus
jam coeperit. Qui enim progressus in iis quae Cartesius in. in aalge-
lg e -
brae potissimum applicatione ad geometriam, Galileus Galileas ac Hugenius
in primis in aptica,
fo optica, astronomía,
astronomia, mechanica invenerunt? Quid ea
N ewtonus protulit pertinentia ad analysim, ad geometriam,
quae Neiotonus
ad mechanicam potissimum, quae ipse, quae Leibnitzius, quae
universa Bernouillorum familia in calculo infinitesimali vel inve-
nill,ndo
nietndo vel prompromovendo prodiderunt ...
ovendo prodiderunt. . . Ate ea omnia centum anno-
tum sensim pauciora:
pauciora. Ah Ab annis jamfam triginta [escribía en 1755],
vix quidquam adjetctum
adjetetum est et si quid est ejusmondi, sane cum
prioribus illis tantis
ta111tis harum disciplinarum incrementis comparari
nullo modom odo potes~.
potest. An no~ nom igitur eo jam fam devenimus, ut incre-incre­
mentis decrescentibus, brem aebeant decrementa succedere, ut
brevi debeant
curva/
curvé illa linea quae exprimit hufus hujus litteraturae statum ac vices,
iterum ·ad
iterum. ad axem deflexa delabatur et praeceps ruat?", ruat?’\ -··Rog.
B o g . Jos.
Boscowich, S. JJ.,.• VATICINIUM
V a t ic in iu m QUODDAM g eom etricum , · INTER
quoddam GEOMETRICUM, sup-
in ter SUP•
p l e m , ad. Ben. Stay.
. PLEM, recent. versibus traditam, Lib.
Stay, philos. recent, n. Tf I.
L ib. II, T~ I*
pág. 408. (N.
pág, (N . del A.)A .)

88 I
Sé que la filosofía, avergonzada de sus horrorosos
éxitos, ha optado por desautorizar abiertamente los exce- exce­
sos de que somos testigos; pero no es así como com o eludirá
la ánirnadversión
ánimadversión de los sabios;
sabios. Para felicidad de la hu- hu­
manidad, las teorías funestas rara vez verz nacen de los mis­ mis-
mos hombres capaces de desarrollar ·sus sus consecuencias
prácticas. ¿Pero qué me importa que Spinosa haya vivido
tranquilo·
tranquilo en ull un _pueblo d H olanda? ¿Qué mei
dee Holanda? m e importa
que Ilousseau,
Rousseau, -débil,
débil, tímido, raquítico, no haya tenido
jamás ni la voluntad ni el poder dé de suscitar sediciones?
,!Qué·
¿Qué me importa que Voltaire haya defendido a ·Ca- Ca­
las 120 para aparecer en las gacetas? ¿Qué me
la s120 m e importa
que, durante la espantosa tiranía que ha oprimido
que; oprim ido a Fran:.
Fran­
cía,
cia, los filósofos, temblando por sus ~abezas, cabezas, se hayan
recluido en una prudente soledad? Des<;Ie Desde que se han.han esta-
esta­
blecido las máximas capaces de engendrar todos los cd- crí­
menes, esos crímenes son obra ddee ellos. ellos, ya que los crimi-
crimi­
naI~s
nales son sus discípulos. El más culpable de todos, acaso,
no vaciló en jactarse públicamente dé de que, "después
“después de ha-
d e ha­
b grandes éxitos por medio de la raz6n,
er obtenido grandes:
ber razón, sesé
había ·refugiado en el sil.encio
silencio criando
cuando ya no era posible
que la ra,z_ón
razón fuera escuchada" m ; pero los éxitos de fa
escuchada” i2l; la
razón no fueron sino el estado intermedio por el. el que era
precjso
preciso pasar para ,llegar
llegar a todos los ;horrores
horrores que hemos
visto.,
visto. ¡Filósofos! Por m_ás
[Filósofos! Ppr más que os apiadéis de los efectQs,efectos,
nunca os disculparéis de haber producido 1a ía causa. ''De-
“De­
testáis los crímenes",
crímenes”, decís. "No “No habéis degollado".
degollado” . ¡Y
bien! No
bien!· N o habéis degollado: es todo el elogio que s~ sé puede
hacer de vosotros. Pero habéis hecho degollar. Sois vosotros
quienes dijisteis al pueblo: "El “ EZ pueblo, único autor del
gobierno político y dispepisador
dispepsador del d el poder quequ e se confía
en bl,oque
bloque o en diferente porciones a sus magistrados,
tiene siempre el derecho de interpretar su contrato o más
bien sus donaciones,
donacionés, de modificar sus c__láusulas,
cláusulas, de anu-
anu­

120 Voltaire lúzo


hizo una gran campaña en defensa de Jean
Calas, comerciante protestante de Tolosa que, acusado de haber
ahorcado a uno de sus hijos para im impedirle
pedirle abjurar·
abjurar del proles~
protes­
tantismo, fue.condenado
fue condenado a muerte con suplicio en 1762. (N. (N . del T.)
^ R
11n R~EÑA DE LA
eseña de la VIDA
vida DE Sieyes, por él mismo. (N.
de SrnYES, (N . del A.)
A .)

89
larlas, y de establecer un 'nuevo
[arlas, cosas” 122
‘nuevo orden de cosas" 12®.• Sois
vosotros quienes le habéis dicho: "Las “Las leyeJs
leye¡s son siempre
útiles para los que poseen y ooñinas dañinas para los que nada
tienen: de donde se desprenden que el estado social es
ventaf
ventajosooso para los hombres sólo en tanto todos te'ngan tengan
algo y ninguno de ellos tenga ·demasiado" demasiado” 128m •. Sois voso-
voso­
tros quienes le habéis dicho: "Eres “Eres soberano: puedes
cambiar a tu tu capricho tus leyes, aun tus mejores m ejores leye8
leyes
fundamental,es, aun el pacto social, y, si te gusta dañarte
fundamentales,
im pedírtelo?” 124
a ti mismo, ¿quién tiene derecho a impedírtelo?" 124.• To-
To­
do el resto no es más que una consecuencia. El execrable
Lebon, _el verdugo de Arras_, Arras, el monstruo "que “que detenía
la cuchilla de 1n sobré, la cabeza
guiUotina, lista para caer sobr~
la guillotina,
de las víctimas, para leer npticias noticias a los desdichados ex- ex­
tendidos sobre el cadalso, y los hacía hada degollar inmedia-
inmedia­
tamente después” 125
tam ente después" 136,, ¿qué respondió cuando fue interro-interro­
gado ante el tribunal de la Convención Nacional ·por los
úni~.os
únicos hombres del mµndo mundo que no tenían derecho a. a en-
en­
contrarlo culpable? "Hice “H ice ejecutar -dijo-
—dijo— leyes terribles,
leyes quequ e os han hecho palidecer. M Mee equivoqué. M Mee
pueden tratar como
pueden com o traté a UJ'slos otros. Cuando encontré
hombres de principios, me d~jé dejé guiar por ellos. Son los
principios de J. J. Rousseau, sobre todo, las los que me han
matado"
matado” 12s.126.
Tenía razón. El tigre que despedaza hace su oficio: oficio:
el.
el verdadero culpable es quien lo deja en libertad y lo
arroja sobre la sociedad. No creáis absolveros c9n con vues-
vues­ ·
tros afectados lamentos en torno a Marat y a Robespierre.
Oid
O id una verdad: dondequiera que estéis y dondequ~ra dondequiera

112~ M ably, citado por el traductor de Needham, T. I, pág. 21.


lEg -Mably,
(N . del A.)
(N. A .)
?23 CONTRATO
123 Social, L. II, Cap. IX. (N.
C ontrato Soc1AL, (N . del A.)
A .)
124 CONTRATO
124 Social, L. II, Cap. XII;
C ontrato SocIAL, X II; L. III, Cap. VIII.V III.
(N.
(N . del A.) A. ) . · /
126 N NouvELLES
ouvelles POLITIQUES
politiques NATIONÁLES
n atio n áles ET étrangeres , 1795,
e t ÉTRANGERES,
número 272, pág. 1088. ( N. del A.) A .) [Se refiere a Joseph Le Bon,
ex sacerdote, verdadero monstruo que, luego de asistir a las ejecu- ejecu­
ciones, reproducía burlescamente para su mujer las muecas de los
guillotinados.
iillotmados. Cuando le pusieron la túnica roja de los .parricidas,parricidas,
S jo : "Ponédsela
elijo: “Ponédsela a la Convención".
Convención” . (N.
(N . del T.)]
T .)]
Sesión del 6 de julio
126 Sesi?n
1.2.6 ju~o de 1795, en QuoTIDIENNE
Q uotidienne o T AB~A.lJ
ableatj
pe PAros,
PE número 139, pag.
París , numero pág. 4. del A.)
4. (N. del .

90
90
((

(
que tengan la desgracia de creeros, habrá monstruos se- (
mejantes, ya que eµ e¡n toda sociedad existen perversos que ^
(
no esperan, para destrozarla, sino verse desembarazados
del freno de las
las leyes. Sin vosotros, Marat y Robespierre ((
no hubieran hecho mal, porguE:f
porquef habrían sido contenidos ((
por ese freno que vosotros habéis roto.
(
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