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JJoseph Maistree
Cons ideraciones
Consideraciones
sobre Franc
Francia
ia
Presentació
Presentaciónn de
ANTONIO TRUYOL Y SERRA
Traducción y notas de
JOAQUÍN POCH ELÍO ELÍO
CAPÍTULO I
2
^ Por la misma razón, el honor es deshonrado. Un U n periodista ((el
el
Republicano) ha dicho con mucho atino y justeza: «Comprendo muy
bien cómo
cóm o se pu ede despanteizar a Marat, pero no concibiría cómo se
puede
o drá desmaratizar
ppodrá Panteón.»» Se quejan de ver el cuerpo de Turenne
desm aratizar el Panteón.
olvidado en el rincón de un museum, al lado del esqueleto de un ani- ani
mal: ¡Qué imprudencia!, era lo suficiente para hacer surgir la idea de
arrojar al Panteón estos restos venerables.
CONSIDERACIONES
CONSIDERA CIONES SOBRE FRANCIA 7
1
3
Jacques de Vaucanson. Mecánico francés nacido en Grenoble
constructor de varios autómatas (el tlautista,
flautista, los patos que nadaban)
que le valieron popularidad. (N.
{N. del T.)
4
Rois des métiers se llamaba, en la estructura gremial del antiguo
régimen, a personas de cada oficio o artesanado que se elegían bajo la
denominación, un tanto irónica, de reyes. Así, A sí, se hablaba de roi
rol des
rol de menuisiers
boulangers, roi ... Cuando aquí el autor llama roi
menuisiers... rol de la
halle al marqués de Mirabeau, parece, sarcásticamente, querer desig- desig
narlo rey de ganapanes, verduleras ... que a la par le siguen y le empu-
verduleras... em pu
jan. (N.
{N. del T.)
8 DE
JOSEPH D E MAISTRE
5
La Fayette. (N. del T.)
CAPÍTULO
CAPITULO II
los que la han aceptado han sido con toda justicia sus víc- j
timas, incluso de acuerdo con nuestra limitada visión. |
Gemimos al ver a sabios ilustres caer bajo el hacha de
Robespierre. Nunca humanamente se lamentará lo sufi- sufi
ciente; pero la justicia divina no tiene el menor respeto
por los geómetras o los físicos. Demasiados sabios fran-
fran
ceses fueron los principales autores de la revolución; de-
de
masiados sabios franceses la amaron y la favorecieron,
en tanto que ella no abatió, como el bastón de Tarquino,
más que las cabezas dominantes. Ellos decían como tan- tan
tos otros: Es imposible que una gran revolución se opere
sin producir desgracias. Pero cuando un filósofo se con-con
cuan-
suela de estas desgracias en vista de los resultados, cuan
do dice en su corazón: Hay que transigir con cien mil crí-
crí
menes siempre que seamos libres; si la Providencia le
responde; Acepto tu aprobación, pero tú serás de ese nú-
responde: nú
mero; ¿dónde está la injusticia? ¿Juzgaríamos de otra
manera en nuestros tribunales?
Los detalles serían odiosos; pero qué pocos franceses
entre los que se llaman víctimas inocentes de la revolu-
revolu
ción a quienes la conciencia no les haya podido decir:
Entonces, viendo de vuestros errores los tristes frutos,
guiado6
reconoced los golpes que habéis guiado^
Nuestras ideas sobre el bien y el mal, sobre el inocente
y el culpable, están demasiado a menudo alteradas por
nuestros prejuicios. Declaramos culpables e infames a
dos hombres que se baten con un hierro de una longitud
de tres pulgadas; pero si el hierro tiene tres pies, el com-
com
bate resulta honorable. Infamamos al que roba un cénticénti-
mo del bolsillo de su amigo; si toma a su mujer, eso no es
nada. Todos los crímenes brillantes, que suponen un de de-
senvolvimiento de cualidades grandes o amables; todos
· los que especialmente se honran con el éxito, los perdo-
perdo
namos, si no hacemos incluso virtudes de ellos; cuando
6
Racine, lphigénie,
Iphigénie, V. 2.
CONSIDERACIONES
CONSIDERA CIONES SOBRE FRANCIA 11
9
^ HHamlet,
am let, acto 3, escena 8.
10
2° Mirabeau había muerto en 1791; Bailiy,
Bailly, Thouret y Osselin fue
fue-
{N. del T.)
ron guillotinados. (N.
14 JOSEPH DE
D E MAISTRE
11
“ A vertere omnes a tanta faeditate spectaculi oculos. Primum ulti-
Avertere
m um que illud supplicium apud Romanos exempli parum
mumque parum memoris
T it., lib. I, 28, de suppl. Mettii.
hum anarum fuit. Tít.,
legum humanarumfuit.
12
Frangois Damiens (1715-1757) atentó contra la vida de
Robert Fran~is
Rohert
con-
Fn un larguísimo proceso entre espantosos tormentos fue con
Luis XV. En
denado a muerte y descuartizado. (N. del T.)
CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 15
13
Levit., XVIII, 21 yy"sig., XX,
sig., X X , 223.-Deuter.,
3 . - Deuter., XVIII, 9 yy ssig.-1. i g .- 1 .
XV, 24.-IV.
Reg., YY, 2 4 . - IV. Reg., XVII, 7ysig.
7 y sig. yy X
XXI,
X I, 22.-Herodot.,
.- H e r o d o t., lib. II, §
46, y la nota de Larcher sobre este punto.
16 JOSEPH D
DEE MAISTRE
14 G .
rocio, D
Grocio, belli ac pacis, Epist. ad Ludovicum, XIII.
Dee jure bel/i
CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 19
empleados por él; no tendría pues más que medios hu hu-
manos. Estaría en paridad con sus enemigos; ¿y qué su- su
cedería en este momento de suspensión que acompaña
necesariamente el paso de un gobierno a otro? Yo no lo
sé. Siento sin embargo que las grandes conquistas de los
franceses parecen poner la integridad del reino al abrigo
(creo que se toca aquí la razón de estas conquistas). Sin
embargo, parece siempre ser más ventajoso para Francia
y para la monarquía que la paz, y una paz gloriosa para
los franceses, se haga por la república; y que, en el mo
mo-
mento en que el Rey vuelva a subir sobre su trono, una
paz profunda aparte de él toda especie de peligro.
Por otra parte, es visible que una revolución brusca,
lejos de curar al pueblo, le habría confirmado en sus
errores; que nunca habría perdonado al poder que le hu hu-
biese arrancado sus quimeras. Como era del pueblo pro pro-
piamente dicho, o de la multitud, de lo que los facciosos
tenían necesidad para trastornar Francia, es claro que en
general debían tratarlo con indulgencia y que las grandes .
vejaciones debían recaer principalmente sobre la clase
acomodada. Era pues necesario que el poder usurpador
pesase durante largo tiempo sobre el pueblo para disgus-
disgus
tarlo. No había visto más que la revolución: era necesa
necesa-
rio que la sintiese, que la saborease, por así decirlo, en
sus amargas consecuencias. Quizá, en el momento en
que escribo, esto no se ha producido suficientemente.
Debiendo por otra parte ser igual la reacción a la ac-
ac
ción, no os apresuréis, hombres impacientes, y pensad
que incluso el alcance de los males os anuncia una con
con-
trarrevolución de la cual no tenéis idea. Calmad vuestros
resentimientos, sobre todo no os quejéis de los Reyes y
no pidáis otros milagros que los que vosotros contem-
contem
pláis. ¡Pues qué! ¿Pretendéis que potencias extranjeras
combatan filosóficamente para levantar el trono de Fran
Fran-
cia, y esto sin ninguna esperanza de indemnización? Pero
entonces queréis que el hombre no sea hombre: pedís lo
imposible. Consentiríais, quizá diréis, el desmembra
desmembra-
miento de Francia para volverla al orden; pero ¿sabéis lo
20 JOSEPH DE MAISTRE
que es el orden?
orden! Es lo que se verá dentro de diez años,
Quién os ha dado, por
quizá antes, quizá más tarde. ¿¿Quién
otra parte, el derecho de estipular para el Rey, para la
Monarquía francesa y para la posteridad? Cuando cie ~ie-
gos ·facciosos decretan la indivisibilidad de la república,
r~púbhca,
no veis que es la Providencia la que decreta la del reino.
Echemos ahora una ojeada sobre la persecución inau- inau
dita excitada contra el culto nacional y sus ministros; es
una de las caras más interesantes de la revolución.
No se podría negar que el sacerdocio, en Francia, no
tuviese necesidad de ser regenerado; y, aunque estoy
muy lejos de adoptar las declamaciones vulgares sobre el
clero, no me parece menos indiscutible que las riquezas,
el lujo, y la inclinación general de los espíritus hacia el re
re-
lajamiento habían hecho declinar este gran cuerpo; que
era posible encontrar a menudo bajo la muceta un caba- caba
llero en lugar de un apóstol; que en fin, en los tiempos
que precedieron inmediatamente a la revolución, el clero
había descendido, poco más o menos tanto como el ejér- ejér
cito, del lugar que había ocupado antes en la opinión ge- ge
neral.
El primer golpe que se abatió sobre la Iglesia fue la inin-
vasión de sus propiedades; el segundo fue el juramento
constitucional; y estas dos operaciones tiránicas provoca
provoca-
ron el comienzo de la regeneración. El juramento hizo
criba en los sacerdotes, si es permitido expresarse así.
Todo el que se ha prestado al juramento, salvo algunas
excepciones, de las cuales es permitido no ocuparse, se
ha visto conducido por grados al abismo del crimen y del
oprobio: la opinión sobre estos apóstatas es unánime.
Los sacerdotes fieles, que por un primer acto de firme-
firme
za quedaban recomendados a esta misma opinión, se
ilustraron todavía más por la intrepidez con que supieron
desafiar los sufrimientos y la muerte incluso en la defensa
de su fe. La matanza de los Carmelitas es comparable a
todo lo que la historia eclesiástica ofrece de más hermoso
en este género de actos.
La tiranía que los expulsó de su patria por millares,
CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 21
ritús
ritus en ciertas comarcas de Europa, las ideas exaltadas
de algunos hombres notables, y esa especie de inquietud
que afecta a los caracteres religiosos, sobre todo en los
países protestantes, y los empuja hacia rutas extraordi
paí~es extraordi-
nanas.
narias.
Ved al mismo tiempo la tempestad que se cierne sobre
Italia; Roma amenazada al mismo tiempo que Ginebra
por la potencia que rechaza el culto, y la supremacía na
na-
cional de la religión, abolida en Holanda por un decreto
de la Convención nacional. Si la Providencia borra, es sin
duda para escribir.
Observo, por otra parte, que cuando las grandes
creencias se han establecido en el mundo, han sido favo
favo-
recidas por grandes conquistas, por la formación de
soberanías; se ve la razón de ello.
grandes soberanías:
En fin, ¿qué debe suceder, en la época que vivimos,
con estas combinaciones extraordinarias que han enga enga-
ñado a toda prudencia humana? En verdad, se estaría
tentado a creer que la revolución política no es más que
un objeto secundario del gran plan
plan·que
que se desarrolla ante
nuestros ojos con una majestad terrible.
He hablado, al comienzo, de esa magistratura que
Francia ejerce sobre el resto de Europa. La Providencia,
que proporciona siempre los medios a los fines y que da a
las naciones, como a los individuos, los órganos necesa
necesa-
rios para el cumplimiento de sus destinos, ha dado preci
preci-
samente a la Nación francesa dos instrumentos y, por así
decirlo, dos brazos, con los cuales mueve el mundo, su
lengua y el espíritu de proselitismo que fo;rma
forma la esencia
de su carácter: de manera que Francia tiene constante-
constante
mente la necesidad y el poder de influir en los hombres.
La potencia, he dicho casi la monarquía de la lengua
francesa, es visible: se puede, a lo sumo, aparentar el
dudar de ello. En cuanto al espíritu de proselitismo, es
patente como el sol; desde la comerciante de modas
hasta el filósofo, es parte destacada del carácter nacio
nacio-
nal.
Este proselitismo aparece comúnmente como algo ri ri-
CONSIDERACIONES
CONSIDERA CIONES SOBRE FRANCIA 23
15
m oneda creado bajo la
Papel moneda ¡a Revolución francesa y cuyo valor
asignaba sobre los bienes nacionales. (N. del T.)
se 16
^asignaba
(M aíhieu), ayudante de campo de Lafayette; había emi-
Dumas (Mathieu), em i
grado en ,1792; tras el 9 de termidor; vuelto a Francia fue miembro del
Consejo de los Ancianos. (N. del T.)
CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 25
otro lado, no veo más que una parte de las que una visión
más penetrante podría descubrir desde este momento.
La horrible efusión de sangre humana, ocasionada por
esta gran conmoción, es un terrible medio; sin embargo,
es un medio tanto como un castigo, y ello puede dar lugar
a reflexiones interesantes.
CAPÍTULO
CA PÍTU LO III
De
D e la destrucción violenta
de la especie humana
hum ana
17
The HHístory
istory of
of D ah om ey, by Archibald D
Dahomey, Dalzel, Biblioth.
a lzel, B Brit.,
iblioth. B rit.,
maio
mayo 1796, vol. 2, n.º
n.° 1, p. 87.
1
Histoire
H istoire de Charlemagne, por M. Gaillard, t. II, lib. I, cap. V V..
28 DE
JOSEPH D E MAISTRE
19
{N. del T.)
La guerra llamada de Sucesión de España. (N.
CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 29
20
Montesquieu, De Del' Esprit des lois, lib. XXIII, cap. XIX.
VEsprit
221’ Se refiere sin duda a Carlos Martel, el cual, haciendo honor a su
30 JJOSEPH
O S E P H DE
D E MAISTRE
MAI STRE
nombre (marte!==
(m artel ~ martillo), machacó según tradición, innumerables
( año 732) con su maza. (N.
cabezas musulmanas en la batalla de Poitiers (año
del T.) . V 7 V
CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 31
22
D el informe hecho por el cirujano en jefe de los ejércitos de
Del
S.M .Í. se comprueba (ver infra, capítulo V
S.M.I. VI), cin-
I), que de doscientos cin
cuenta mil hombres emempleados tur-
pleados por el emperador José II contra los tur
cos, desde el 1 de junio de 1788 hasta el 1 de mayo de 1789, habrían
perecido treinta y tres mil quinientos cuarenta y tres por enfermeda-
enfermeda
des, y ochenta mil por las armas ((G éírangére de 1790,
azette nationale et étrangere
Gazette
n.° 34). Y se ve, por un cálculo aproximativo hecho en Alem
n.º Alemania,
ania, que
ia guerra actual había ya costado, en el mes de octubre de 1795, un mi mi-
llón de hombres a Francia y quinientos mil a las potencias coaligadas
(Extracto de un periódico alemán, en el Correo de Francfort de 28 de
octubre de 1795, n.º
n.° 296).
CONSIDERACIONES
C ON S ID E RA CI ONES SOBRE FRANCIA
S O B R E FRANCI A 33
rado
racio como un árbol que una mano invisible poda sin
cesar, y que gana a menudo con esta operación. Verda- Verda
deramente, si se toca al tronco o se le desmocha la copa,
el árbol puede perecer: pero ¿quién conoce los límites
del árbol humano? Lo que sabemos es que la extrema
carnicería se alía
alia a menudo con la extrema población,
como se ha visto especialmente en las antiguas repúblicas
griegas, y en España bajo la dominación de los árabes 23 .
Los tópicos en la tierra no significan nada: no es necesa-
necesa
rio ser muy hábil para saber que cuantos más hombres se
matan, menos quedan de momento; como es verdad que
cuantas más ramas se poden, menos queda del árbol;
pero son las consecuencias de la operación lo que es ne- ne
cesario considerar. Ahora bien, siguiendo la misma com- com
. paración, se puede observar que el jardinero hábil se di- di
rige en la operación menos a la poda absoluta de la
vegetación que a la fructificación del árbol: son frutos, y
no bosques y hojas, lo que él pide a la planta. Ahora
bien, los verdaderos frutos de la naturaleza humana, las
artes, las ciencias, las grandes empresas, las altas concep-
concep
ciones, las virtudes viriles, surgen sobre todo en estado
de guerra. Se sabe que las Naciones no alcanzan nunca el
mayor punto de grandeza de la que son susceptibles sino
después de largas y sangrientas guerras. Así el ei punto de
máximo esplendor de los griegos fue la época terrible
tenible de
la guerra del Peloponeso; el siglo de Augusto sigue de in-in
mediato a la guerra civil y a las proscripciones; el genio
francés fue desbastado por la Liga y pulido por la Fron-
Fron
da; todos los grandes hombres del siglo de la reina Ana
nacieron en medio de conmociones políticas. En una pa-
24
Dignus vindice nodus (Hor.,
(Hor. , A . P . , 191).
A.P.,
25
Eurip., Orest. (1655-58).
CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 35
mulan
muían las nubes y se quejan a continuación de las tem-
tem
pestades.
Es la cólera de los reyes la que pone en armas a la tierra,
es la cólera de los cielos la que pone en armas a los reyes.
Me doy cuenta de que en todas estas consideracio-
consideracio
nes nos vemos continuamente asaltados por el cuadro
tan fatigante de los inocentes que perecen con los culpa-
culpa
bles. Pero, sin hundirnos en esta cuestión que guarda re- re
lación con todo lo que hay de más profundo, se la puede
considerar en su conexión con el dogma universal, y tan
antiguo como el mundo, de la reversibilidad de los dolo-
dolo
res del inocente en provecho de los culpables.
Fue de este dogma, me parece, de donde los antiguos
derivaron el uso de los sacrificios que practicaron en todo
el universo, y por lo que los juzgaban útiles no solamente
a los vivos, sino también a los muertos 26 : costumbre típi-
típi
ca que el hábito nos hace contemplar sin asombro, pero
del cual no es menos difícil alcanzar la raíz.
Las consagraciones, tan famosas en la antigüedad, se
debían también al mismo dogma. Decio tenía fe en que el
sacrificio de su vida sería aceptado por la Divinidad, y
que él podía equilibrar todos los males que amenazaban
a su patria 27 .
El cristianismo ha venido a consagrar este dogma, que
es infinitamente natural al hombre, aunque parezca difí-difí
cil llegar a él por el razonamiento.
Así, puede haber habido en el corazón de Luis XVI,
en el de la celeste Isabel 28 , tal movimiento, tal acepta-
acepta
ción capaz de salvar a Francia.
26
Sacrificaban, al pie de la letra, para el reposo de las almas; y estos
sacrificios, dice Platón, son de una gran eficacia, pporo r lo que dicen ciuda-
ciuda
des enteras, yy los poetas hijos de los dioses yy los profetas inspirados ppor
or
los dioses. Platón, D Republica, lib. II.
Dee República,
27
Piaculum omnis deorum irae.-
irae.— Omnes minas perculaque ab diis,
Tit., lib. VIII, 9 y 10.
vertií. Tít.,
superis inferisque in se unum vertit.
28
Filipina María Elena, llamada Madame Elisabeth, hermana de
Luis XVI,
X V I, guillotinada el 10 de mayo de 1794. (N. [N. del T.)
36 DE
JOSEPH D E MAISTRE
29
San Pablo, Carta a los R
_San om anos, VIII, 22 y sig.
Romanos,
pun-
El sistema de la Palingenesia de Charles Bonnet tiene algunos pun
contacto con este texto de San Pablo; pero esta idea no le ha
tos de ~ontacto
conducido a la de una degradación anterior; concuerdan sin embargo
condu~1do
muy bien.
CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 37
Sería mejor
m ejor hacer esta otra pregunta: ¿puede existir la
República? Se supone que sí, pero ello es demasiado pre pre-
cipitado, y la cuestión previa parece muy fundada; pues
la naturaleza
iiaturaieza y la historia se dan cita para establecer que
una grnn república indivisible es una cosa imposible. Un
gran república,
pequeño número de republicaaos
republicanos encerrados en los
muros de una ciudad puede sin duda tener rnillone~
~ur~s millones d_e
de
SlJlJ.güos:-cstc fue el caso de Roma;
súbditos:-este foe Rom a; pero no puede cxrnnr
existir
una gran nación libre bajo un gobierno republicano. L1 La
cosa es tan clara por sí misma, que la teoría podría prespres-
cindir de ]ala experiencia;
experiencia: pero la ia experiencia, que decide
todas las cuestiones en política como en física, está aquí
perfectamente
perfectam ente de acuerdo con 1a la teoría.
¿¿Q
Quéué se ha podido decir a los franceses para llevarles a
creer en la república de veinticuatro millones de hom- hom
bres? DosD os cosas solamente:
1.ª
1 Na da impide que se vea lo
Nada io que nunca se ha visto.
2 dª El descubrimiento del sistema representativo
2.
hace posible para nosotros fo lo que no lo era para nuestros
;:mtecesores.
antecesores. Examinemos la ia fuerza de estos dos argu-
argu
mentos.
Si se nos dijese que un dado, lanzado cien millones de
veces, nunca ha presentado, al parar de correr, más que
cinco números,
núm eros, 1, 2, 3, 4 y 5, ¿podrfarnos
1,2,3-, ¿podríanlos creer que el 6 se
40
40 JOSEPH DE MAIS1Ré'
MAISTRE
haila
halla bajo una de sus caras? No, sin duda; nos estaría de-
de
mostrado,
m ostrado, como si lo hubiésemos visto, que una de las
seis caras es blanca o que uno de los números está repe-
repe
tido.
Pues bien, recorramos la historia; veremos en ella lo
que se llama la Fortuna, lanzando el dado sin parar desde
hace cuatro mil años; ¿ha conducido alguna vez a la GRAN
REPÚBLICA? No. Entonces este número no estaba en el
dado.
Si el mundo hubiese visto sucesivamente nuevos go- go
biernos, no tendríamos ningún derecho para afirmar que
tal o cual forma es imposible, porque nunca se la ha
visto; pero sucede totalmente
totalm ente lo opuesto: se ha visto
siempre la monarquía
m onarquía y algunas veces la república. Si se
quiere después lanzarse en subdivisiones, se puede lla- lla
mar democracia al gobierno en que la masa ejerce la so- so
beranía, y aristocracia a aquel en que la ia soberanía perte-
perte
nece a un número más o menos restringido de familias
privilegiadas.
Y todo queda dicho.
La comparación con el dado es pues perfectamente
exacta: Habiendo salido siempre los mismos números de] de)
cubilete de la Fortuna, estamos autorizados, por la te01ia
teoría
de las probabilidades, a sostener que no hay otros.
No confundamos las esencias de las ias cosas con sus mo-
m o
dificaciones: las primeras son inalterables y vuelven
siempre;
siem pre; las segundas cambian y varían un poco el espec-
espec
táculo, al
a! menos para la multitud,
m ultitud, pues todo ojo ejercita-
ejercita
do penetra fácilmente en el hábito variable del cual la
eterna naturaleza se viste según los tiempos y los lugares.
Qué hay por ejemplo de particular y de nuevo en los
¿¿Qué
tres poderes que constituyen el gobierno de Inglaterra,
los nombres
nom bres de pares y el de comunes, el ropaje de los
lores, etc.? Pero si los tres poderes, considerados de una
manera
m anera abstracta, se encuentran dondequiera que se en- en
cuentra la libertad prudente y durable, se les encuentra
sobre todo en Esparta, donde el gobierno, antes de Li- Li
curgo, estaba siempre en agitación, inclinándose ya a la ti-
ti
CONSIDERACIONES
C O N S I D E R A C I O N E S SOBN.E
SOBRE FIJVlNCl/1
RANCIA 41
30
Plutarco,
P lu tarco , Vie de LLycurgue,
ycurgue, traducción de Amyot.A m yot.
31
No
N o creo que haya sobre la tierra gobierno tan bien templado,tem plado, etc.
Montesquieu, Dee !'Esprit
M o n tesq u ieu , D l’E sprit des LLois,
o is, lib. XI,
X I, cap. VIll.
V IH .
32
Véase
V éase el libro de los Feudos,
F eudos, a continuación del DerechoD erech o ro-
ro
mano.
m ano.
42 JO S L a Bi d e M A lM iR k
rnáxirna cpc
máxima que los ingleses han conservado e,n en toda ;m 3u lati-· lati
tud y que ellos han hecho continuar coRtiiiiiar desde su causa gene genc-
radora;
rndora: mientras nlicmras qgc que los ios fr,1nccscs, franceses, menos nienos tenaces, o ce- ce
di(,~:i~do quizá
diendo O' · ::ta ,-:f ::-:·~~r~stan.ci;:;.~~ invencibles,
circunstancias irr\/E;11c}t;lcs, no DíJ han
h.a11 sacado n
.·],,. ello
de
\..l._.;
,,;¡ ., el
,_,.,.j,j_, /; mismo
;.,,.,l .1.L,..J partido.
l.,.,;,]1'f'
JL10
··)'l·-'·i,l('
{-lLU _i_ J.
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eestá m uerta
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~---1 o rl-,~rn,n•
Jtt1;,_
f. ..u~ . . . , '
duerme; y no entra en el plan de este pe
J 7 " " "r+r,-:,
\.,..-U . .1.a
.1i,.,1 ""n P
1
....,1
~__,,•,~.r•
•)1~1•·
f: d l ..:le,
lJ.C, Pete·
t;;:,.::,_, pp
_ ~-,- ~
33 mucho
Los demócratas in ten tado :remontar
dem ócratas de Inglaterra han i:itcntado rem o n tar m ucho
a rrib a los derechos de los comunes
más arriba com unes y han visto el pueblo hasta en
los famosos wiTTENy\GEMOTS; ppero
fam osos WITTENAGEMOU; neccsz,rio abandonar
ero ha sido necesario ab andonar de
buen grado una tesis insostenible. H Hume,
um e, t. í , apéndice 1, p. 144,
t, 1, 144-, ;:ipén-
apén
dice 22..", º,p. 4 .“º,Millar,
p. 407, edit. in 4. Londres,
, M illar, L [Witten,;;gemot: con
ondres, 1762, [WitterMgemot: con-
ar!glosajoaes en Inglaterra; SJ
sejo de los reyes anglosajones su principal
principa! función era cm
aseso rar al
ésesc~rar rev en aquellos asuntos en que é:;te
ai rey rea u iere su parecer. (!V.
éste requiere (N.
d e lTT..)])1..
del
34
^ 'fó m ayo dr,
16 de mayo 1264; Simón
de, 1264, M onfort y los barones
Sim ón de Ivf<mfort baro n es sublevados
vencieron en hicieron prisionero al rey Enrique
eii ella e hicierori E nrique y a su hijo. (N.
del T)
dd I. )
C í i i l r E i J N i A X I Ü N L S z Cj a K E Eu ANCL a 43
torja
toria de los comunes (municipalidades) en el consejo na- na
cional fue una concesión dcJ del rno:rwrca,
monarca, síno sino que en sus co- co
mienzos el rey nombraba los ios reprcsc;ntantes
representantes de la:·o ias
0
P rovinci::•s,
provincias, ciudades
ciudades,_,, y bur!los:
burgos; 4.
433
l..../
, oue.
,
que,
/ ....
incluso
,
después
desrmés 1,
tal orden de cosas la abolición abolició.ii de Toda toda distinción y fun- fun
d ó n hereditaria.
cióri hereditaria, esta representación
representé~ción es una cosa eme
/ .._
que
-'·
no
se:
se ha visto nunca y. oue que 1·jam amá&; ás tendrá éxito.
•' nos cita
.._,e
Se . .,,.menea;
/\ , .
América; yo no co:11O2:1.:0
conozco rnx nada i a que rn::ipcl.··
.
impa-
35 Se supone~
supc>5}.e bastante Djeruido, rnr
bJsta_tTe aa n;ern~r'tc:" f^or D1ali::t
u f o r s a íe a ó ó n , que el
fe eí
mandatario es½:-;
J?1andr-,da;io ünicD '1Ur~
es e : úuic:J que puede
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rio, en Jos tribuiiBJ.es, el eJ niño, el lGt:,:J
elio c o y ei au- i “ i ic.prcserd'a.dGs po.r
hofiibres que íío tienen su reundaíc sino d,„. . . , . ......ra bien, Eínuabto
r e ú n e fía¡iiiS’iie ¡n en ie esta;; tres c e a iid a d e s: ¡/nss es sí,en.:.pre .dric,
sie m p re loco y siem pre avsaníe. ¿Po'f q u é p u e s sus í i u o r a s na p o d ría n
p re sc in d ir d e esto s in a iid a to s?
4 4 JOShPH DE MAiSTRE
ciente
cíente más que las alabanzas otorgadas a este niño en
mantillas: dejadlo crecer.
Pero para poner toda la claridad posible en esta discu-
discu
sjón,
sión, es necesario observar que los fautores de la repúbli-
repúbli
ca francesa no están solamente obligados a probar que la
representación perfeccionada, como dicen los innovado-
innovado
res, es posible y buena, sino que además el pueblo, me- m e
diante esto, puede retener su soberanía ((como como di,cen
dicen
también) y formar, en su totalidad, una república. Este Éste
es el nudo de la!a cuestión; pues si la república está en la
capital, y el resto de Francia es súbdito de la república,
así no casan las cuentas del pueblo soberano.
La comisión, encargada en último término de presen-
presen
tar un modo de renovación del tercio hace alcanzar el nú- nú
mero de franceses a treinta millones. Concedamos este
núm ero y supongamos que Francia conserva sus conquis-
número conquis
tas. Cada año, según los términos de la constitución, dos-
dos
cientas cincuenta personas salientes del cuerpo legislati-
legislati
vo deberán ser reemplazadas por otras doscientas
cincuenta. Se sigue de esto que si los quince millones de
varones que supone esta población fuesen inmortales,
capaces para la representación y nombrados por orden,
invariablemente, cada francés vendría a ejercer su turno
de soberanía nacional cada sesenta mil años 36 .
Pero como no se deja de morir
m orir de vez en cuando en tal
intervalo; como por otra parte se puede repetir la elec-elec
ción sobre las mismas cabezas, y como una multitud de
individuos, por naturaleza y buen sentido, serán siempre
incapaces para la representación naGional,
nacional, la imagina-
imagina
ción se espanta del número
núm ero prodigioso de soberanos con-
con
denados a morir sin haber reinado.
Rousseau ha sostenido que la voluntad nacional no
puede ser delegada; se es muy libre de afirmarlo o negarlo
y de disputar mil años sobre estas cuestiones de escuela.
Pero lo que hay de seguro es que el sistema representati-
36
No
N o tengo en cuenta
cuen ta los cinco ppuestos
uestos de directores. A su respec
respec-
to,
to , la probabilidad es tan ppequeña
e q u e ñ a que
q u e ppuede
u ed e considerarse como
com o cero.
( O N S in jIK A a O N E S S O B R E FR A N G ÍA 45
37
Véase
V éase el interrogatorio de Babeuf, junio
B abeuf, jun io de 1796.
4 6 JO S E P H D E M A IST R E
mente prcHTUJt~~iaclf:c?.,
1ne11te proiiu-iidados, las c:Jstur;1brcs costuEibres Sf.:'i1 austeras: tcJdas
son a11steras: todas
las virtuJJes
la~~ brillan a la 1vez;
virtudes l)rillan facciones giran c.n
/e.z; las facci(Jnes prlrvc-
en prove
CONSilJN{1HJONJiS S O B R E FRM•✓
C O N S I D E R A i :i Ü N E S SUJJRJ,, CJA
ERA N C IA ,p
41
3
" Jcnnwl de l'Opposilion,
Journal n .“ 175, p. 705.
rO pposH ion, 1795, n.º
48 J O S EP a DEMAJSTHL
JOSiJJJJ DE MAISTRE
meaba
m eaba con sus crímenes; sobre todo una prostitución im- im
púdica del razonamiento y de todos los términos cons- cons
truidos para expresar ideas de justicia y de virtud.
Si uno se fija
tija en particular en los actos de la Conven-
Conven
ción nacional, es difícil expresar lo que se experimenta.
Cuando asisto con el pensamiento a la época de sus sesio-
sesio
nes, me siento transportado, como el Bardo 39 sublime
de Inglaterra, a un mundo imaginario; veo al enemigo
del género humano sentado en un círculo y convocando a
ios espíritus malignos en este nuevo Pandemó
todos los Pandemo-
nium; oigo distintamente il rauco suon delle tartaree
trombe;
tromba; veo todos los vicios de Francia acudir a la llama-
llama
da, y no sé si escribo una alegoría.
Y todavía ahora ved cómo el crimen sirve de base a
todo este tinglado republicano; esa palabra de ciudadano
con que han sustituido a las formas antiguas de la cortesía
la obtienen de los más viles de los humanos; fue tue en una
de sus orgías legislativas donde los bandoleros inventa-
inventa
ron este nuevo título. El calendario de la república, que
no debe ser solamente considerado por su lado ridículo,
fue
tue una conjura contra el culto; su sú era data los más
grandes crímenes que hayan deshonrado a la humani- humani
dad; no pueden datar un acta sin cubrirse de vergüenza,
al recordar el infamante origen de un gobierno cuyas
fiestas mismas hacen palidecer.
¿Es, pues, de este fango sangrante de donde debe salir
un gobierno duradero? Que no se nos objete con las cos- cos
tumbres feroces y licenciosas de los pueblos bárbaros,
que se han convertido, sin embargo, en lo que nosotros
vemos. La ignorancia bárbara ha presidido, sin duda, nu- nu
merosos establecimientos políticos; pero la barbarie sa- sa
piente, la atrocidad sistemática, la corrupción calculada
y, sobre todo, la irreligión no han producido nunca nada.
Lo prístino lleva a lo maduro;
m aduro; la podredumbre
podredum bre no lleva a
nada.
39 Alude
A lude a Milton.
M ilton. (N. del T.)
CUNSí J)HH"í
C O N S ID E R A CJ(J;\'L\' S O B R E ViU1NC/A
C I O N E S SORNF F R A N C IA 49
49
Dee la R
D Revolución
evolución francesa considerada
en su carácter antirreligioso.
Digresión sobre el cristianismo
~
^ Contrat social, lib. II, cap. VII.
/bid.
Ibid.
CONSIDERACIONES
CONSIDERA CIONES SOBRE FRANCIA 53
53
■ 43
43
· La carta de Plinio, gobernador de Bitinia a Trajano: X,, 96.
Trajano; X
CONSIDERACIONES
C ONSIDE RA C IONE S SOBRE
SO B R E FRANCIA 57
N a c e EL
NACE e l DÍA e n QUE
d í a EN q u e NACIERON
n a c i e r o n LOS
l o s DÍAS.
d ía s .
No hay otro ejemplo de tal duración; y, ateniéndose
incluso al cristianismo, ninguna institución en el universo
puede serle opuesta. Es por afán de ergotizar por lo que
se la compara a otras religiones:
religiones; varios caracteres nota-
nota
bles excluyen toda comparación; no es éste el lugar de
detallarlos; una palabra sólo, y es suficiente. Que se nos
detallarlos:
muestre otra religión fundada sobre hechos milagrosos y
revelando dogmas incomprensibles, creída durante die- die
ciocho siglos por una gran parte del género humano, y
defendida de edad en edad por los primeros hombres del
tiempo, desde Orígenes hasta Pascal, a pesar de los últi- últi
mos esfuerzos de una secta enemiga, que no ha cesado de
rugir desde Celso hasta Condorcet.
¡iCosa admirable!, cuando se reflexiona sobre esta gran
institución, la hipótesis más natural, la que todas las ve-ve
rosimilitudes asisten, es la de un establecimiento divino.
Si la obra es humana, no hay manera de explicar su éxito:
éxito;
al excluir el prodigio, se le acepta.
Todas las naciones, se dice, han tomado el cobre por
oro. Muy bien: pero, ¿este cobre ha sido echado en el cri-cri
sol europeo, y sometido durante dieciocho siglos a nuesnues-
tra química observadora?, si ha sufrido esta prueba,
¿ha salido de ella con honor? Newton creía en la encar-encar
nación, pero Platón, pienso yo, creía poco en el naci naci-
miento maravilloso de Baco.
El cristianismo ha sido predicado por ignorantes y
creído por sabios; es esto en lo que no se parece a nada
conocido.
Además, ha salido con éxito de todas las pruebas. Se
dice que la persecución es un viento que alimenta y pro- pro
paga la llama del fanatismo. Sea: Diocleciano favoreció
el cristianismo; pero, en este supuesto, Constantino
debía asfixiarlo, y es esto lo que no ha sucedido. Ha resis-
resis
tido a todo, a laía paz, a la guerra, a los cadalsos, a los
triunfos, a los puñales, a las delicias, al orgullo, a la hu-
hu
millación, a la pobreza, a la opulencia, a la noche de la
Edad Media, y al gran día de los siglos de León X y Luis
58 JJOSEPH DE
OSEPH D MAISTRE
E M AISTRE
44
Las celebres noy
noyades [N. del T.)
ades o «ejecuciones verticales». (N.
CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 59
CRISTO
C r i s t o IMPERA,
i m p e r a , CRISTO
C r i s t o REINA,
r e i n a , ÉL
É l ES
e s EL
e l VENCEDOR.
vencedor.
45
Anteo,
A nteo, hijo de Poseidón y de la Tierra, recobraba su vigor cuan-
cuan
do tocaba el suelo. (N.
{N. del T.)
CAPÍTULO
CAPITULO VI
Dee la influencia divina
D
en las constituciones políticas
46
Habr{a
Habría que estar loco para preguntar quién ha dado la libertad a
las ciudades de Esparta, Roma, etc. Estas repúblicas no han recibido sus
D ios y la naturaleza se las han dado. Sidney,
cartas de los hombres. Dios
Disc. sur le gouvernement, t. I, § 2. El autor no es sospechoso.
1.1,
47
El prudente Hume ha hecho a menudo esta observación. No ci ci-
taré más que el pasaje siguiente: Es este punto de la constitución inglesa
(el derecho de amonestación) el que es m muy dificil o, ppor
uy difícil or mmejor
ejor decir,
im posible de regular mediante leyes: debe ser dirigido ppor
imposible o r ciertas ideas
delicadas de conveniencia y de decencia, más bien que ppor o r la exactitud
de las leyes y de las ordenanzas (Hume,
(H um e, Hist. dd'Angleterre,
’Angleterre, Charles I,
cap. LIII,
LUI, nota B).
Thomas Payne es de otro parecer, com comoo se sabe. Pretende que una
<'<>nstitución
consíilución no existe sino cuando se la puede llevar en el bolsillo.
CONSIDERACIONES SOBRE
C O N SID E RA CIONES S O B R E FRANCIA 63
48
Un pop
popoo lo uso a vivere sotto un principe,
príncipe, se per quálche
qua/che accidente
diventa libero, con difficultá mantiene la liberta. Maquiavelo, Discorsi
L ivio, lib. X,
sopra Tito Livio, X , cap. XVI.
49
Plutarco ha visto muy bien esta verdad. Solón,Salón, dice, no puede
concordia ...
llegar a mantener largamente una ciudad en unión y concordia. porque
.. porque
había nacido de raza popular, y no era de los más ricos de la ciudad,
sino solamente de la burguesía media. Vie de Solon, trad. d d'Amyot.
’Am yot.
64 JO
JOSEPH DE
SEPH D MAISTRE
EM A IST R E
50
fuit aetas imperatorum
Haec extrema .fuit Atheniensium Iphicratis,
imperatorum Atheniensium
Chabriae, Timothei: ñeque illorum obitum
neque post illorum quisquam dux in illa
obitum quisquam
urbe fufuitit dignus memoria. Com Nep.,
Coro.. N Timoth.,
e p ., Vit. Tim oth,, cap. IV. D Dee ia ba-
la ba
talla de Maratón a ia la de Leucade, ganada por Tim oteo, transcurrieron
Timoteo,
114 años. Es el diapasón de la gloria de Atenas.
51
Plutarco, Vida de Numa.
52
Ñeque ambigitur quin Brutus idem,
Neque ídem, qui tantum gloriae, superbo
f acturus fuerit, si libertatis im-
pessimoo publico id facturus
exacto rege, meruit, pessim
maturae cupidine priorum regum alicui regum extorsisset, etc,
cupidinepriorum etc. Tit. Liv.,
II, 1. El pasaje entero es muy digno de ser meditado.
ÍI, l.
53
Bedlam, nombre popular en Inglaterra del hospital de Beth-
lohem para alienados, de antiquísima fundación (1347) en Londres. En
lchcm
iiij'Iós,
iu¡~lfs, sinónimo
~inónimo ?ede manicomio. (/'f.
(N. del T.) ..
■' E ncccesarw che uno solo sia quello che dia
/: neccesario d1a il m odo, e della cui
modo, cuí
CONSIDERACIONES SOBRE
C O N SID E RA CIONES S O B R E FRANCIA 65
56
Platón, Zenón, Crisipo han hecho libros; pero Licurgo hizo actos
(Plutarco, Vida de Licurgo). NoN o hay una sola idea sana en moral y en
política que haya escapado al buen sentido de Plutarco.
57
En ningún caso los dos consejos pueden reunirse en una misma
sala. Constitución de 1795, tít. V,
V , art. 60.
CONSIDERACIONES SOBRE
C O N SID E R A C IO N E S S O B R E FRANCIA 67
cianos
danos y cinco
dnco directores? Esta constitución puede pre pre-
sentarse a todas las asociaciones humanas, desde China a
Ginebra. Pero una constitución que está hecha para
todas las Naciones no está hecha para ninguna, es una
pura abstracción, una obra escolástica hecha para ejerci
ejerci-
tar el espíritu según una hipótesis ideal, y que es necesa
necesa-
rio dirigir al hombre, en los espacios imaginarios en que
habite.
¿Qué es una constitución? ¿No es la solución del propro-
blema siguiente?
Dadas la población, las costumbres, la religión, la si si-
tuación geográfica, las relaciones políticas, la riqueza, las
buenas y las malas cualidades de una cierta Nación, en en-
contrar las leyes que le convengan.
Ahora bien, este problema no está ni abordado en la
constitución de 1795, que no ha pensado más que en el
hombre.
Todas las razones imaginables se reúnen, pues, para
establecer que el sello divino no se imprime sobre esta
obra. No es más que un tema.
Por esto, ya en este momento, ¡cuántos signos de desdes-
trucción!