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Brger Peter Teoria de La Vanguardia 2 PDF Free
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Vanguardias: Avanzada de un grupo o movimiento ideológico, político, literario, artístico, etc. Esta es
una de las definiciones de la RAE. Pero cuando se habla de vanguardias en el arte, se habla de
mucho más que una simple definición enciclopédica.
Podríamos decir que a comienzos del siglo XX, el arte academicista (En Arte, se habla de una obra u
obras académicas cuando en estas se observan unas normas consideradas «clásicas» establecidas,
generalmente, por una Academia de Artes. Las obras académicas suelen hacer gala de una gran
calidad técnica. El anti-academicismo suele ser, en cambio, signo de rebeldía y de renovación. El
academicismo es una corriente artística que se desarrolla principalmente en Francia a lo largo del
siglo XIX, y que responde a las instrucciones de la Academia de Bellas Artes de París y al gusto
medio burgués, como herencia del Clasicismo. El academicismo huye, asimismo, del realismo
naturalista, esto es, de los aspectos más desagradables de la realidad. Se utilizan los mismos
patrones repetidamente, ya que no se busca una belleza ideal partiendo de las bellezas reales,
como es propio del Clasicismo, que resulta ser un Idealismo con base en la realidad por su suma de
experiencia. El Academicismo basa su estética en cánones establecidos y en la didáctica de estos)
ya estaba agotado. Los impresionistas, postimpresionistas, fauvistas, etc. ya había marcado el
camino para que las vanguardias continuaran derecho y recto hasta la victoria. Pero en camino algo
se perdió, o más bien, se transformó, y comenzaron los problemas. Con su estética anti-arte, su
museo-fobia y su anhelo por unir el arte con la vida cotidiana, los artistas vanguardistas cruzaron los
límites del arte que regían entonces vigente, hasta el punto de ver disolverse el propio concepto de
arte en sus producciones estéticamente anestesiadas.
Peter Bürger es uno de los teóricos más influyentes sobre el arte vanguardista. En su reconocida
obra “Teoría de la vanguardia”, Bürger explica que el empleo del concepto “obra de arte”, referido a
los productos de vanguardia, plantea algunos problemas. “Las únicas obras que cuentan hoy son
aquellas que ya no son obras”. La enigmática sentencia de Theodor Adorno emplea el concepto de
obra en un doble sentido: por un lado, en un sentido general; por otro, en el sentido de obra de arte
orgánica, y es este concepto limitado el que destruye la vanguardia. En las obras orgánicas
(simbólicas) la unidad de lo general y lo particular se da sin mediaciones; en las inorgánicas
(alegóricas), por lo contrario, entre las que se encuentras las obras vanguardistas, hay mediación.
Los movimientos históricos de vanguardia desarrollaron actividades como los actos dadaístas cuyo
propósito manifiesto era la provocación del público. En estos actos se trataba de la liquidación del
arte como actividad separada de la praxis vital. Los movimientos de vanguardia se refieren
negativamente a la categoría de obra. Cuando Duchamp firma un objeto cualquiera y lo envía a una
exposición, se cuestiona provocativamente el concepto del arte, como creación individual de obras
singulares; el acto de provocación mismo ocupa el puesto de la obra. La provocación de Duchamp
se dirige en general contra la institución social del arte.
Bürger desarrolla su teoría en el año 1974, por lo que el arte estaba agonizando en su último gran
movimiento: el arte conceptual. Bürger habla del posvanguardismo, y no de la transvanguardia que
surge a finales de la década del „70 y continúa hasta hoy. Justamente, la posmodernidad se
caracteriza por la ausencia de nuevos movimientos, es decir, el arte muere con el arte conceptual, lo
que continua no es mas que relectura de estilos anteriores. Por lo tanto, la teoría de Bürger es tan
contemporánea como el arte pop, el minimalismo, el arte conceptual, y todo los “viejos” estilos que
hoy siguen apareciendo en forma de pastiche.
Para Bürger el arte se halla desde hace tiempo en una fase posvanguardiasta (70‟s) que se
caracteriza por la restauración de la categoría de obra y por la aplicación con fines artísticos de los
procedimientos que la vanguardia ideó con intención antiartística. Así pues lo que refiere la categoría
de obra no sólo es restaurado a partir del fracaso de la intención vanguardista de reintegrar el arte a
la praxis vital, sino que incluso se amplía. El objet trouvé, la cosa que no es el resultado de un
proceso de producción individual, sino el hallazgo fortuito en el cual se materializa la intención
vanguardista de unión del arte y la praxis vital, hoy es reconocido como obra de arte. Este ha
perdido su carácter antiartístico, se ha convertido en una obra autónoma que tiene un sitio, como las
demás, en los museos. La neovanguardia institucionaliza la vanguardia como arte y niega así las
genuinas intenciones vanguardistas. Las intenciones políticas de los movimientos vanguardistas no
han sobrevivido, pero la vanguardia ha sido revolucionaria, pues ha destruido el concepto tradicional
de obra orgánica y ha ofrecido otro en su lugar.
Adorno parte del conocimiento de que el arte del pasado sólo se puede comprender a la luz del arte
moderno (Adorno llama “moderno” al arte producido desde Baudelaire). En el centro de la teoría de
Adorno se encuentra la categoría de lo nuevo. “En una sociedad esencialmente no tradicionalista (o
sea, la burguesa) la tradición estética es dudosa a priori. La autoridad de lo nuevo es la de lo
históricamente necesario”. Adorno hace de lo nuevo la categoría del arte moderno (primera mitad del
siglo XX), de la renovación de los temas, motivos y procedimientos artísticos establecidos por el
desarrollo del arte desde la admisión de lo moderno.
Lo que distingue la aplicación de la categoría de lo nuevo en lo moderno es la radicalidad de su
ruptura con todo lo que hasta entonces se considera vigente; se niega la tradición del arte en su
totalidad. No se le oculta a Adorno que la novedad es la etiqueta bajo la que el mercado ofrece
siempre a los consumidores las misma mercancías. No debemos olvidar que Adorno es, junto a
Horkheimer, el podre de “La dialéctica de la Ilustración” y el gestor del concepto de Industria Cultural.
Para él, la categoría de lo nuevo es la necesaria duplicación en el ámbito artístico del fenómeno
dominante en la sociedad de consumo; es preciso seducir siempre al comprador con el estímulo de
la novedad del producto. El arte está sometido a esta presión. En la sociedad de consumo la
categoría de lo nuevo se queda en la apariencia, no designa la esencia de la mercancía, sino la
apariencia que se le impone artificialmente (pues lo nuevo en la mercancía es sólo la presentación).
Cuando el arte se acomoda a esa superficialidad de la sociedad de consumo, hay que reconocer con
pesar que debe servirse precisamente de tal mecanismo para oponer resistencia a la propia
sociedad.
La resistencia que Adorno cree descubrir queda reservada al sujeto crítico, que en virtud de un
pensamiento dialéctico puede percibir la positividad en lo negativo.
Los movimientos históricos de vanguardia pretenden romper con los sistemas de reproducción
heredados y aspiran a la superación de la institución arte en general. Si nos gusta, bien, y si no,
¡mejor! Después de todo, de eso se trata.
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(1) Vale aclarar desde ahora que cuando habla de Arte, Peter Bürger se refiere a la Institución- Arte.
O sea al status social del arte, con su Fin (sea ser objeto de culto, de representación o de
representación de la autoconsciencia), su Producción (colectivo-artesanal o individual) y su
Recepción (colectiva [sacra o profana] o individual).
(2) Bürger, P.: Teoría de la vanguardia. Pags. 57 y 58.
(3) Ibid. Pag. 52.
4) Los autores que Bürger retoma en esta parte son: Hegel y su concepto de verdad presente en la
cita 3; Marx y sus críticas al primero, sobre todo en cuanto a la definición de Ideología. Gadamer y
sus desarrollos sobre la hermenéutica y Hábermas y sus críticas a la sobrevaloración de la tradición
en el anterior. Así como los debates en sobre la posibilidad de una estética materialista entre
Adhorno, Lucaks y también Benjamin.
(5) Bürger, P.: op. cit. pag. 41.
(6) Ibid. Pag. 66. Es curioso que en el mismo párrafo en que afirma y define la autonomía para el
arte se refiera a esta como subsistema, lo que podría interpretarse como un sistema subsidiario o
subordinado a otro, idea contraria a la propia afirmación; quizás haría falta otro término que evitara
esta posible contradicción.
(7) Ídem.
(8) Ibid. Pag. 100.
(9) Ibid. Pags. 17 y 18. Esta característica es atribuida a según él a la expresión máxima de la
vanguardia: el constructivismo.
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Norberto Feal
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Al hablar de vanguardia existe una variedad de términos que no pueden ser dejados de lado, sea por
que ya fueron contemplados por otros autores o porque la relación que los une salta a la vista (o, la
mayoría de las veces ambos motivos a la vez).
Entre la constelación de términos que giran alrededor de este sol-vanguardia, elijo cinco, una suerte
de top five de los conceptos e ideas que, creo, no pueden faltar cuando se habla de vanguardias.
Estos son: modernidad, masas, modernización, autonomía, modernismo(s). Notará quien lea este
top five que tres términos parecen primos hermanos, aunque la diferencia es amplia. Una diferencia
que no radica, desde ya, en sus componentes fonéticos, sino en sus cualidades de aplicación para
historizar un momento de tantos cambios y contradicciones como fue el período que informa la
modernidad.
Modernización para dar cuenta de los procesos, de los cambios que se operaron en los contextos
productivos, si se quiere en la base o estructura de la época. Modernismos para nombrar las
modificaciónes que se fueron dando en el seno de la experiencia vital de las mujeres y hombres que
habitaron ese período, si se quiere nuevamente, la superestructura. Y modernidad como articulación,
como término medio entre aquellos.
Modernidad también para pensar los cambios que estos dos términos implicaron y que en un
principio suponían la historia como una fuerza lineal, proyectada hacia un progreso indefinido del
hombre. Y, sobre todo, para pensar la vanguardia, ya que muchos de los autores que trabajamos
hablan de ésta como una radicalización de aquella.
Las masas pensadas como un factor clave, protagonistas en un principio con ímpetu creador y
contrario a las elites clásicas, pero que con el devenir de la coyuntura político-económica se
tergiversaron en un objeto manipulable a la merced del sistema. El factor masas es, de todas
formas, mucho más que esto que acabo de nombrar. El factor masas rastreado en Diderot, cuando
se preguntaba que hace toda esa plebe en los recientemente democratizados Salones, pasando por
Baudelaire y sus percepciones del Paris de Haussman, hasta la crítica de los futuristas, que si bien
veían a la guerra como la única higiene del mundo, no podían a su vez tolerar la viejas tradiciones,
donde las elites hicieron escuela. Por otro lado, los futuristas responden a un fenómeno que se
asocia tanto al factor de las masas como a los procesos de modernización, vale decir, las nuevas
tecnologías. La imprenta, primero, la fotografía después, y la ola de avances técnicos que dieron pie
a los nuevos medios de comunicaciones. Pero no sólo los futuristas, incluso la vanguardia que Peter
Burger dio en llamar históricas, también respondieron a estos nuevos avances de la tecnología y sus
consecuentes modificaciones en los medios (Calinescu, Hobsbawm, Williams y tantos otros apuntan
lo mismo como factor de emergencia).
La autonomía del arte se encuentra asociada a la modernidad desde un principio. Si, como muchos
autores coinciden, pensamos la modernidad desde el momento en que el antiguo régimen feudal y
monárquico fue cediendo su lugar a la creciente burguesía, o en otros términos, un régimen estático,
donde Iglesia y poder político se mezclaban junto con todos los factores de la vida privada, que iba
siendo transformado por la burguesía en ascenso, como clase altamente dinámica en su interior; si
tenemos en cuenta este movimiento, podemos ver cómo la sociedad burguesa dio el puntapié inicial
a la autonomización de las esferas, al decir de Weber. La política, el Estado, la sociedad, lo civil, la
Iglesia, el Arte, ya no podían pensarse como un todo imbricado, en todo caso, ya no se pretendía
seguir pensándolo así. E introduzco este factor de transigencia dialéctica porque creo que fue esta la
clave de la riqueza creativa de la modernidad (sin embargo es un punto que preferiría, por lo central
de su noción, tocarlo más adelante). Entonces autonomía para el arte significó la apertura a nuevos
y vastos horizontes, lo que no quiere decir que el artista podía pintar a su entero antojo, sino que por
lo menos se desligaba de la tutela religiosa, noble y/o regia. Por otro lado esta autonomía llegó a un
punto a fines del siglo XIX en que las preocupaciones del arte parecían girar en torno pura y
exclusivamente...del arte. Y es esta autonomía lograda recién en la sociedad burguesa lo que Burger
ve que las vanguardias buscan criticar en un principio, para lograr con posterioridad la completa
autocrítica del (sub)sistema del arte.
La dialéctica que quisiera poner de relieve, una vez definidos los términos modernidad, masas,
modernización, autonomía y modernismo(s), es la que se da entre un período que empezó con auge
revolucionario, de cambio, de oposición de lo nuevo frente a lo antiguo, pero que de todas maneras
convivió largo tiempo con sus dos componentes (lo novedoso y lo residual), y otro período, que se
situaría después de la Segunda Guerra Mundial, donde ya lo nuevo sólo pudo venir en reemplazo de
lo también nuevo. Este primer período con sus dialécticas internas, ejemplificado en los beneficios
impresionantes de la mano de la tecnología por un lado, pero que por el otro se basó en una lógica
de la explotación, ese primer período fue el que dio cabida a las manifestaciones modernistas en
literatura, teatro y plásticas, así como propició el nacimiento de las vanguardias. El segundo período,
situado tras la inminencia de los límites de la racionalidad instrumental concretizados en Auschwitz,
hizo de esa dialéctica una norma. El segundo período es donde se da plenamente el consabido
fracaso de las vanguardias en su asimilación por la industria cultural. Y lo que es más irónico aún, la
industria cultural es el logro que las vanguardias buscaron alcanzar desde su concepción, es decir,
la unión del arte en la vida. El fracaso en el logro. Pareciera que la tragedia a la que la cultura estaba
pronosticada, dicho por Nietzsche y Simmel, llegó a ser tal. El motor del cambio, en un principio el
bienestar y la libertad del hombre, es en la actualidad el alimento del mercado, que, con su lógica de
la fetichización, oculta este hecho para disfrazarse de contratos sociales y beneficios
democratizados.
Muchos autores acuerdan en ver la vanguardia como la radicalización de la modernidad (Calinescu,
Huyssen), entonces cabría pensar que este fracaso inherente al programa de la vanguardia es
rastreable en la modernidad misma. Y si se la piensa a la luz de los términos modernización,
modernismo y modernidad (que recién ahora revelo, son los que Berman usa en „Todo lo sólido...‟)
puede observarse que el común denominador, el que se mantuvo escondido en el relato de la
historia hasta ahora, es el sistema capitalista burgués, o bien la lógica del mercado, o si se prefiere,
al decir de Huyssen, el sistema de explotación secundario eufemísticamente llamado cultura de
masas. La modernidad en su cruzada por el desarrollo infinito del hombre, basó sus posibilidades en
este sistema novedoso, dando cuenta de un sinfín de modernizaciones de la vida diaria y una
orquestación de modernismos que respondían a esta misma lógica del desarrollo. Y todavía estoy
hablando de un sistema capitalista en algún punto prolífero. Después del „45 esta lógica cae por su
propio peso, nada resulta novedosamente revolucionario y las vanguardias que pasan del eje
europeo al norteamericano pierden su posibilidad de hacer explotar el sistema del arte, un sistema
que ya contaba con esto como elemento constitutivo. O como expresa Arthur Danto a raíz de la
muerte del arte hegeliana, una vez agotado el discurso de vanguardia, el arte se muestra como
liberado de la responsabilidad de su propia definición (una responsabilidad socavada ya por el
dadaísmo). De esta manera será la sociedad con sus convenciones e instituciones la que defina qué
objeto pertenece o no al mundo artístico. Lamentablemente esta promesa de variedad no es así
efectivamente en las formas de producción, distribución y consumo actuales, porque estas
responden a los caprichos del mercado (hoy más que nunca una industria cultural).
Las masas, primero con fuerza reformista, con esperanzas revolucionarias, serán luego masacradas
racionalmente en Auschwitz, de donde no podrán salir con fuerza, y hasta no hace poco fueron
muchos los que pensaron en ellas como rebaños mansos de ovejas. No se puede seguir creyendo
hoy que estas masas se sorprenderán y reaccionarán frente a un acto dadaísta (nosotros lo pudimos
observar sólo con ir al MALBA), o que después de una obra de Brecht irán a sus casas con ese
germen subversivo que discutirán en familia. ¿O sí?
Entonces, y para ir terminando, ¿cuál es, si la hay, la alternativa de una vanguardia en la actualidad?
Para tal efecto sería bueno rescatar una pregunta final en el texto de Burger, a saber: ¿es la
distancia del arte con respecto a la praxis vital garantía de una libertad de movimiento en el seno de
la cual se puedan pensar alternativas a la situación actual?, y yuxtaponerlo a una propuesta que
Anderson hace sobre el final del artículo „Modernidad y revolución‟ donde expresa que una sociedad
verdaderamente socialista sería aquella que tomase la diversidad en su horizontalidad, lo que
equivale a decir, donde se tome a las partes componentes como un todo heterogéneo. Propuesta
que encuentro muy emparentada a la de Hyussen, cuando propone que la única salida posible a
esta situación sería encarnar nuestras mejores esperanzas en los movimientos descentralizados que
trabajan en transformar la vida diaria. Ambas propuestas están pensando en un „movimiento
creativo‟ (no-Arte) que actúa hacia y en la praxis vital, pero están pensando en una experiencia
vivencial completamente distinta a la de Burger. Están pensando (¿o estaré haciéndolo sólo yo? (la
magia de la interpretación)) en una praxis vital que no es una totalidad cerrada, agobiante, sino con
fisuras o, por lo menos, potencialmente fisurable. Un todo heterogéneo donde el relato de la masa
idiota de la modernidad de posguerra, ese hombre unidimensional, empieza a perder vigencia. Y lo
que este salir de la „jaula de hierro‟ permite es pensar las posibilidades de una táctica vanguardista.
Digo táctica porque las estrategias las hacen las ideologías dominantes, mientras que esas
experiencias humanas que no han sido subsumidas aún por el capital, al decir de Huyssen, son
manifestaciones defensivas, mínimas, pero, por qué no, corrosivas a la larga. Y quizá una frase de
Marx de „La ideología alemana‟ ilustre esta posibilidad de realización personal que el arte promete:
“Qué maravilloso sería creer que el mundo plural del arte del presente histórico sea un precursor de
los hechos políticos que vendrán”.
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