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Facultad de Cs.Económicas-
Universidad Católica de Santa Fe

Cátedra: Finanzas Públicas


Prof. C.P.N. Liliana Peralta
Año 2013

UNIDAD II
EFECTOS DEL GASTO PUBLICO

El Estado logra efectos en la actividad económica a través del Gasto Público.

El gasto público produce efectos, constituye un medio de acción para intervenir en la economía
(además de la política impositiva).

Los más importantes son en relación a:


- La producción.
- La distribución del ingreso.
- El pleno empleo.
- Los ciclos económicos.
1) Los efectos del gasto público y la producción

El gasto público significa desviación de los recursos económicos de la nación de su fluir natural, es
decir, de destinos que le hubieran dado los particulares, ya que el Estado los orienta hacia otros
destinos. De ello resultan variaciones en la composición y volumen de la producción y en el monto y
distribución de la renta nacional.

Pero deben distinguirse las clases de gastos:

- Los gastos productivos: Egresos que tienen su contraposición en el valor económico de los bienes que
ayudan a producir y se justifican por su rendimiento financiero y económico. Reintegran a la economía
los ingresos y las utilidades que equivalen, por lo menos, a aquellos que le fueron sustraídos, aún
cuando esa devolución sea mediata o inmediata. Estos gastos, en general, no tienen influencia
sobre el nivel de precios de la economía.

- Los gastos reales: Son reservados por el Estado para su propio empleo. Sustraen factores de la
producción al producto social disponible para la economía privada para someterlos a prestaciones
económicas estériles. Ello significa que ante un ingreso constante queda un producto disminuido.
Ello provoca una tendencia hacia el alza de los precios. Algunos de ellos como los servicios de la
deuda provocan disminución de la renta nacional.

- Los gastos de distribución: Son provistos gratuitamente por el Estado. Significan una transferencia o
redistribución de bienes y servicios de un grupo de individuos a otro. Esta transferencia de una parte de
la renta nacional y del producto social dentro de la economía nacional, deja el monto de la renta y el
volumen del producto social inalterados. Como consecuencia, también permanece invariado el sistema
de precios.
Simplificando:

- Los gastos productivos aumentan el ingreso nacional y el producto, mientras permanece invariado el
nivel de precios.
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- Los de distribución mantienen inalterados la renta, el producto y el nivel de precios.


- Y los reales, mantienen igual la renta, pero disminuyen el producto y aumentan el nivel de precios.

Son socialmente deseables aquellas formas de gastos que harán aumentar el poder productivo en
mayor medida que el incremento que se produciría si los recursos fueran utilizados por los particulares.
Por ejemplo:
- Los servicios de la deuda cuando una parte importante de las sumas reembolsadas vuelven a
invertirse.
- Gastos de infraestructura.
- Educación.
- Salud pública
- Seguros de desocupación.

El multiplicador y el acelerador

El dinero adicional que el Estado inyecta en una economía circula a través de numerosas manos y
aumenta el ingreso total más del importe inicialmente gastado. En cambio, si el Estado restringe los
gastos, la disminución del ingreso total será mayor que la suma a que quedan reducidos esos gastos de
la empresa o del Estado.

Entonces, el ingreso de una economía es aumentado o disminuido en una proporción ampliada de


cualesquiera variación en el gasto total. Esto se llama efecto multiplicador.

El multiplicador es el factor K : (1/ 1-c), por el cual se multiplica el monto de un incremento neto de
inversión (o, más en general, de un gasto) dando como resultado un incremento de la renta nacional y
de la ocupación. Keynes sostiene que un incremento neto de la inversión tiene un efecto superior al
monto de la misma o, mejor dicho, igual al monto de la inversión multiplicado por un factor.

El multiplicador depende de la “propensión marginal a consumir” que es el incremento de la demanda


de bienes de consumo correspondiente a un incremento unitario de ingreso.

Es cierto que el incremento del consumo por cada incremento unitario de ingreso es diferente para cada
grupo de consumidores, puesto que los sujetos que pertenecen a los grupos de menores ingresos
destinarán todo o casi todo el incremento de ingresos para demandar bienes de consumo, mientras que
los que pertenecen a categorías de altos ingresos destinarán sólo una pequeña proporción del
incremento de ingreso para el consumo y la mayor parte restante para el ahorro.

Sin embargo, es posible determinar el valor promedio ponderado de las propensiones marginales a
consumir de un país. Este resultado será la propensión marginal a consumir de la población de un país
en su conjunto.

Utilización y alcances del multiplicador

El multiplicador de Keynes es, pues, atemporal o, dicho de otra manera, la teoría del multiplicador es
estática, reflejando cómo de una determinada situación y por la variación de un factor se pasa a otra
situación.

Sin embargo, un aumento del gasto total por un incremento del gasto del Estado produce, también en
situaciones de prosperidad y plena ocupación, su efecto sobre el ingreso nacional nominal, pero por
definición no puede producir mayor empleo, puesto que ya está pleno ni, correlativamente, un aumento
de la producción; esto es, un aumento del ingreso real, por falta de factores de la producción
disponibles. El mayor gasto del Estado que se agrega al gasto total incrementará este último, o sea, la
demanda total de bienes y servicios, mientras que la oferta total no podrá incrementarse a su vez, por
haber pleno empleo de los factores. El resultado de este desajuste será el alza de los precios, o sea, un
brote inflacionario.
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El principio de aceleración
El principio de aceleración consiste en el efecto que la mayor demanda de bienes de consumo origina
para la demanda de bienes de inversión. En una formulación simple, la explicación del principio de
aceleración es la siguiente: un incremento de la demanda de bienes de consumo provoca un mayor uso
de los equipos, originando una mayor demanda de bienes instrumentales.

Este principio proporciona un medio útil y conveniente para el estudio de los efectos que los gastos
públicos pueden tener sobre la inversión privada.

Interacción del multiplicador y del acelerador

Si los gastos públicos tienen como efecto inmediato el incremento de la demanda de bienes de
consumo en la medida y en el tiempo que indica el multiplicador temporal, la expansión de dicha
demanda provocará un aumento en la demanda de los bienes instrumentales en la medida y bajo los
supuestos del principio de aceleración. A su vez, el incremento de las inversiones provocará un nuevo
proceso de aumento en la demanda de los bienes de consumo con la aplicación del multiplicador y, por
consiguiente, un nuevo incremento de la demanda de los bienes de inversión, según el principio de la
aceleración y, así, sucesivamente.

El efecto acumulativo del multiplicador y del acelerador puede crear el peligro que los gastos públicos,
alcanzada la plena ocupación, tengan efectos inflacionarios.

Existe también el peligro opuesto, o sea que una disminución imprevista del gasto público, produzca
una fuerte recesión si la demanda global disminuye por el efecto acumulativo pero negativo del
multiplicador y del principio de aceleración.

2) Los efectos del gasto público y la distribución de la renta:

Cualquier intervención gubernamental, sea de carácter regulatorio o de manejo de instrumentos de


política económica, tiene consecuencias distributivas. En particular, la propuesta de política fiscal
expresada en el presupuesto de ingresos y gastos públicos, corresponde a un proyecto de redistribución
de ingresos personales, factoriales, regionales, sectoriales, generacionales, etc. En este sentido, toda
propuesta de presupuesto público debería ser evaluada desde la perspectiva de la función redistributiva
del sector público, es decir focalizando en su contribución para reducir los niveles de pobreza y para
mejorar los patrones de equidad prevalecientes en el país.

Son relevantes las políticas de gasto social ya que tienen impactos distributivos de corto (a través de la
provisión de salud y educación, subsidios y transferencia monetarias) como de largo plazo (la formación
de capital humano afecta la distribución de ingresos).

En cuanto a las asignaciones si se otorga un subsidio a una empresa industrial significa un beneficio
para el empresario porque podrá reducir el precio. Pero esto será así en la medida en que lo permita la
elasticidad de la demanda y la trayectoria de la nueva oferta a corto plazo, porque en períodos largos,
nuevas empresas entran y pueden provocar el aumento de precio de uno o varios factores y darse la
traslación, al empresario y aún al vendedor del factor de producción.

Puede llegar a ser un gasto productivo. El estado puede subvencionar a las industrias
proporcionándoles infraestructura, capacitación técnica y profesional, es decir, aumentando las
economías externas, lo que contribuye a reducir costos de las mismas.

Veamos clasificaciones y destinos de los subsidios.


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3) Los efectos del gasto público y el pleno empleo:

Todo gasto del Estado que aumente la demanda de bienes de consumo y de capital favorece la plena
ocupación, puesto que ante una mayor demanda el productor incorpora nuevos factores de la
producción.

Frente a las crisis económicas los gobiernos de muchos países han decidido incrementar el gasto
público, particularmente en la creación de infraestructura civil, como medida para generar puestos de
empleo.

Se basa en la teoría Keynesiana, según la cual el Estado puede controlar una situación de crisis y el
consecuente desempleo incrementando el gasto total (la demanda agregada), a través de un mayor
gasto público. Este incremento, predice esta teoría, tendrá su mayor impacto a corto plazo en la
producción real y el empleo, no en los precios.

En la actualidad tal gasto se orienta a generar mejoras en la infraestructura civil (rutas, puentes,
canales, etc.). Además de crear empleos y reactivar el flujo de dinero, estos programas generan
infraestructura que mejoran la competitividad de la región y el nivel de vida de las personas.

La creación de infraestructura parece una medida bastante atractiva debido a los resultados inmediatos
que se obtienen, particularmente mediante la creación de miles de empleos que, de alguna manera
alivian los estragos de la crisis y que tienen un efecto positivo en los indicadores macroeconómicos y en
la opinión pública. Sin embargo, estos programas también tienen su aspecto negativo, particularmente
cuando para su realización se adquiere una mayor deuda pública. Si la creación de empleos a través de
gasto público no se acompaña de medidas de mayor alcance, particularmente en los renglones de
capacitación y desarrollo de la industria, el resultado a mediano plazo será contraproducente.

Debe señalarse otro punto de gran importancia para la utilización del gasto público como promotor del
empleo. Es cierto que cualquier expansión del gasto público puede generar empleo, pero si no existe un
efecto expansivo de éste gasto sobre el volumen de bienes y servicios, entonces se incurre en un gasto
improductivo que podría tener efectos inflacionarios y recesivos. De éste modo lo más importante del
gasto público al ser utilizado como impulsor del empleo es que debe utilizarse de manera productiva. Es
decir, la expansión del gasto debe definir el contenido del empleo. De manera que no sólo sirva para
tener ocupada a la población con un salario, sino que verdaderamente permita incrementar el volumen
del producto.
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Así, definir una vía sana para financiar la expansión del gasto público y establecerlo como vía para la
creación de empleo productivo, son dos elementos que aseguran que la intervención del Estado para
incrementar el empleo será positiva. Pero, además, permite desechar las objeciones que la teoría
clásica opone al gasto público expansivo.

4) Los efectos del gasto público y los ciclos económicos:

En los momentos de depresión del ciclo, el Estado, en vez de reducir gastos, debe aumentarlos, ya que
por el efecto multiplicador, repercutirán favorablemente en la recuperación económica. Se recomienda
una política de obra pública que procure aumentar la producción de bienes de capital, entonces el
estado restituye el equilibrio entre inversión y ahorro.

En épocas de expansión el gasto público se irá reduciendo y deberá contenerse ante el pleno empleo,
desde que la adición de nuevos ingresos monetarios no correspondidos por la posibilidad de un
aumento del producto, originará inflación.

Volviendo a Keynes, su preocupación era encontrar un mecanismo capaz de refuncionalizar el sistema


económico que se encontraba en una profunda crisis mundial al momento de exponer su teoría (1936).

El mecanismo que planteó para tal fin fue el gasto público. Según el economista los mercados no se
pueden ajustar por sí mismos en el corto plazo y es necesaria la intervención de una fuerza exógena al
mercado para lograrlo. Su propuesta era que el Estado, al gastar, movería las fuerzas del mercado de
modo que propiciaría el incremento del empleo y el ajuste entre oferta y demanda de bienes, así como
de ahorro e inversión, pues, según él mismo decía, no existen en el mercado mecanismos que
aseguren tal ajuste.

Durante varias décadas el funcionamiento de la economía mundial se fundamentó en los postulados de


esta teoría, hasta que en el mundo apareció un nuevo fenómeno: la estanflación, es decir, una
combinación de inflación con estancamiento económico. Al no presentar respuestas a este fenómeno
surgió el Monetarismo culpando de todos los males económicos (principalmente de la inflación) al gasto
gubernamental.

La teoría keynesiana falló, porque descuidó un aspecto fundamental: el contenido del gasto público. Es
decir, el gasto público puede ser una herramienta adecuada siempre y cuando se canalice a invertirse
en ciertas áreas estratégicas donde tenga un impacto en el crecimiento económico, no así si
únicamente sirve para acrecentar la burocracia.

De aquí que el dilema de si el Estado debe expandir el gasto público o no para reactivar la economía, es
un falso dilema, pues en realidad el problema radica en el hecho de en qué debe gastar.

De este modo las voces que proclaman el equilibrio presupuestal y la contracción del gasto público no
hacen sino aludir a sólo un aspecto del problema. Efectivamente si el gobierno gasta
irresponsablemente la economía sufre serios desequilibrios. Lo que no dicen esas voces es que si gasta
productivamente y de manera responsable pueden obtenerse resultados ampliamente positivos.

Por otra parte, lo que en realidad preocupa a los monetaristas es que la expansión del gasto público se
lleve a cabo mediante un financiamiento deficitario, es decir, mediante la expansión de la cantidad de
dinero en la economía. Pero esa no es la única forma a través de la cual puede financiarse el gasto
público. Es decir que si existen fuentes de financiamiento sanas para dicha expansión, el gasto público
puede crecer y contribuir al crecimiento económico sin el peligro de incurrir en más inflación.

Es en este sentido que deben plantearse en la actualidad las propuestas para la solución de las crisis.
Toda vez que ha quedado demostrado que el mercado dejado a su libre funcionamiento no puede evitar
las crisis económicas, es necesario replantearse la intervención del Estado bajo la perspectiva de
encontrar la forma en que el gasto público realmente tenga los efectos esperados sobre la producción y
el empleo. Para ello, es necesario resolver dos problemas: uno, en qué invertir (el contenido del gasto
público) y dos, cómo financiar ese gasto. Es ahí donde debe de ubicarse la discusión en materia
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económica y no tratar de refutar algo irrefutable: la capacidad del Estado para propiciar dinamismo
económico.

El nuevo Estado (entendido como sumatoria de los niveles nacional, provincial y municipal), que ha
surgido en la mayoría de los países como consecuencia de la aplicación del nuevo consenso en materia
de crecimiento económico, tiene una fuerte influencia sobre la tasa de crecimiento a través del
presupuesto. La clase y la magnitud de los impuestos, y la forma en que el Estado asigna sus recursos,
afectan la asignación de los recursos productivos por parte de las empresas, y a través de ello la tasa
de crecimiento de la economía.

Podemos identificar los siguientes canales a través de los cuales el gasto público influye sobre la
economía y discutir hipótesis alternativas sobre sus efectos:

i) provee bienes y servicios que modifican la productividad de los factores que componen la función de
producción de las empresas privadas (educación, salud, infraestructura, etc);

ii) afecta la eficiencia en la utilización de recursos por parte del sector privado. Por ejemplo, en la
medida en que garantiza el derecho de propiedad y el cumplimiento de los contratos, y provee bienes
públicos esenciales, afecta positivamente la eficiencia;

iii) cuando el gasto público no puede financiarse con impuestos aumenta el endeudamiento del
gobierno, y esto afecta la tasa de interés y a través de ello la inversión y la tasa de crecimiento;

iv) si la formación del capital público y del privado es complementaria, los proyectos gubernamentales
pueden estimular a los empresarios a aumentar la inversión y con ello el crecimiento;

v) como la eficiencia del Gobierno es menor que la del sector privado, cuanto mayor es la cantidad de
tareas que ejerce directamente el gobierno, más se afectará la actividad productiva, ya que generará
mayor gasto público.

La conclusión es que los estudios que se ocupan de la relación entre el gasto público y el crecimiento
ignoran el tema principal que es en qué gasta el dinero el gobierno, y sugieren disminuir el interés en el
tamaño del gasto y centrarlo en el destino del gasto.

De modo que en una situación de crisis económica donde la oferta y la demanda se encuentran
contraídas, un incremento de la oferta monetaria (vía gasto público) más que un incremento de precios,
provocará un incremento de la oferta, precisamente porque bajo condiciones de crisis económica existe
suficiente capacidad de rápida respuesta pues hay capacidad instalada (ociosa por la crisis) lista para
ser utilizada.

Desde éste punto de vista, una política expansiva para incrementar el empleo, incrementa la oferta y
otra vez el empleo.

De igual forma, la teoría clásica supone que el empleo está determinado por el nivel de salarios reales.
De modo que como el incremento del gasto público no ejerce ninguna influencia sobre dicho nivel,
entonces no produce ningún movimiento en el nivel de empleo. Pero es evidente que el incremento del
gasto público va a incrementar el empleo, sobre todo si se aplica a inversiones productivas, ejecución
de obras públicas o a ampliar la estructura burocrática. Sin contar con el efecto que éste tiene sobre el
empleo generado por empresas privadas a través del incremento de la demanda. Y para ello, el Estado
no necesita modificar los salarios. De hecho, es posible que, en una situación de recesión económica, el
gobierno pueda contratar más trabajadores ofreciendo un salario por debajo del nivel existente. Y esto
se debe a que existe, por lo menos, un parte de la población que se encuentra desempleada de manera
involuntaria, a causa de la incapacidad de la economía de ofrecerle un puesto de trabajo.

Así, entonces, la incapacidad del gasto público para generar empleo radica en el hecho de aceptar dos
de los supuestos de la teoría clásica: que el empleo está en función del salario real; y que no existe
desempleo involuntario.

De igual modo, la teoría clásica establece que una política expansiva del gasto público para generar
empleo propicia crecientes niveles de inflación y por ello no es recomendable. Esa afirmación se deriva
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del hecho de considerar que dicha expansión se da a través de la emisión de dinero. Es decir, la
discusión en torno a si el gasto público es inflacionario o no parece radicar en el hecho de si es
financiado con recursos sanos o no.

Desde la perspectiva keynesiana, aún si el gasto público es financiado con emisión de dinero no es
inflacionario, ya que ejerce un impacto sobre los niveles de oferta al actuar sobre los niveles de
inversión y producto.

Bibliografía:
- ITURRIOZ, Eulogio: “Finanzas Públicas”, Macchi, Buenos Aires, 1981
- MORDEGLIA-ALBACETE-DAMARCO y otros: “Finanzas Públicas”, Ed. AZ, Buenos Aires 1977

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