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ACTO PRIMERO

EMPIEZA LA ACCIÓN

Escena 1

SONIA.- Ya son las siete de la tarde y llevo aquí desde las doce y
media. Vaya tela. Al final me echan de Correos. Pierdo el curro como
mi abuela perdió los dientes y mi madre perdió a mi abuela. Pero yo
no me voy de aquí sin que me firmen el certificado y sin que me
cuenten lo que pasa en esta casa. (Dentro, en la izquierda, se oyen
unos “ays” tristes. Sonia se levanta sin querer, sobresaltada y en
seguida vuelve a sentarse.) ¡Y dale con el ay, ay, ay! ¡Seis horas y
media con el ay, ay, ay! ¡Pero a cuánta gente están matando ahí
dentro! Aquí mucha casa, mucha casa… ¡pero poco caso! (Por la
derecha sale Laura, una amiga de Miguel. Sonia se levanta para
hablarle.) Oye, tsss, perdona…

(Laura cruza la escena sin hacer caso, hablando sola,


preocupadísima.)

LAURA.- ¡Madre mía!...¡Pfff!... ¡Madre mía!...

SONIA.- Mira, llevo aquí desde las doce y media de la mañana.


Necesito que Miguel Agramonte me firme este certificado. Oye…

(Laura ni siquiera la mira.)

LAURA.- ¡Uffff…! ¡Madre mía!

(Laura se va, como si Sonia no existiera. Sonia se queda con la


palabra en la boca. Por la izquierda sale Ana, otra amiga de Miguel,
igual de preocupada que Laura y se va hablando sola también. Sonia
en cuanto la ve, empieza a seguirla para intentar hablar con ella.)

SONIA.- ¡Disculpa! Traigo un certificado para que me lo firmen y


llevo esperando aquí más de seis ho…

ANA.- Qué movida… ¡qué movida! ¡Ay, dios mío, qué movida! ¡Esto
es pa’ mear y no echar gota!

(Han llegado a la derecha. Ana se va sin hacer caso a Sonia. A la vez,


vuelve a salir Laura hacia la izquierda. Sonia corre tras ella.)

SONIA.- ¡Ehhh! ¡Holaaa! ¿Hola?

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(Vuelve a salir Ana y va al encuentro de Laura. Se abrazan. Laura se
va por la derecha. Al segundo, vuelve a salir Laura de nuevo, esta
vez seguida de Ana. Sonia se lanza a abordarlas.)

ANA.- Bueno tía, mira, por lo menos lo hemos intentado. Ya más no


se puede hacer.
SONIA.- (Enfadada.) Chicas, ¿seríais tan amables…?

(Las sigue.)

LAURA.- Ana, tengo otra cosa que contarte, no sé qué hacer.


¿Habéis avisado a Rocío? ¿Y a Marta?

(Andando rápidamente hacia la derecha.)

ANA.- Sí, sí, ha ido Dafne con el coche. Ya estará llegando. Pero
¿otra cosa? Laura, ¿qué pasa?

SONIA.- (Andando al lado de ellas.) Chicas, por favor, que estoy


perdiendo el día: traigo un certificado… (Han llegado las tres a la
derecha y Ana y Laura se van hablando entre sí sin contestar a
Sonia.) Nada, que no hay manera. (Entra Cristina, otra amiga de
Miguel, cansada y preocupada. Lleva bolsas en las manos. A Sonia se
le ilumina la cara.) ¡Ostia, la que me abrió la puerta esta mañana!
(Va hacia ella.) ¡Oye, tú!

CRISTINA.- (Que iba hacia la derecha, se para.) ¡Hola, buenas!


¡Loca vengo! ¡Asfixiada vengo! ¡Como pollo sin cabeza vengo!

SONIA.- (Hablando pasa sí.) Esta lo va a explicar.

CRISTINA.- ¡Vaya día! ¡Menudo día! ¡No veas qué día!

SONIA.- Mal día, ¿eh?

CRISTINA.- ¡Uf! ¡Llevo un día!... Pero y tú, ¿qué haces aquí todavía?

SONIA.- Pues ya ves, pasando el día. Y, aun así, ni me han firmado


el certificado ni me he enterado de lo que ocurre en esta casa.

CRISTINA.- ¡Agüita con lo que pasa en esta casa!

SONIA.- Bueno, ¿y qué es lo que pasa?

CRISTINA.- ¿Que qué pasa? Mentira parece lo que pasa. Espérate


aquí, que voy a ver si ha pasado algo más.

(Cristina se va por la izquierda, dejando en el suelo las bolsas que


traía en la mano. Sonia se queda quieta, intrigada y fastidiada. Entra

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por la derecha Dafne, la amiga con coche de Miguel, muy preocupada
y con prisa.)

DAFNE.- Hola, buenas.

SONIA.- (Volviéndose) ¿Eh?...

(Sonia se acerca a ella.)

DAFNE.- Mira, que tengo el coche en doble fila. ¿Me haces el favor?
Diles a Ana y a Laura, sabes quiénes, ¿no? De parte de Dafne, que ya
he avisado a Rocío y a Marta. Y que Txema, vendrá sobre las siete y
media. Ah, y me ha dicho que lo que pasa aquí es porque tenía que
pasar y que no es raro que pase, ¿se te olvidará algo?

SONIA.- (Dudando.) No… sí… pero oye, ¿qué pasa?

(Dafne lanza un silbido ponderativo y guarda silencio. Cuando va a


salir entra Alejandra.)

Escena 2

ALEJANDRA.- Buenas tardes, ¿se puede?

DAFNE.- Sí, sí, entra. (A Sonia.) Lo que pasa aquí… (Vuelve a silbar,
pero más fuerte y levantando las cejas.)

(Dafne se va. Sonia y Alejandra se miran.)

SONIA.- Ya que se te ve con menos prisa… Por favor, siéntate.

ALEJANDRA.- Gracias.

(Sonia y Alejandra se vuelven a mirar).

SONIA.- Bueno, cuéntame, ¿por qué hay tanto revuelo?

ALEJANDRA.- ¿Cómo?

SONIA.- Que, ¿qué narices pasa en esta casa?


ALEJANDRA.- Perdona, pero no tengo ni idea. Soy Alejandra, de la
compañía de seguros.
SONIA.- (Fastidiada) Me cagüe… (Dándole la mano) Sonia, cartera.
ALEJANDRA.- ¿Sabes dónde puedo encontrar a Miguel Agramonte?
He venido esta mañana, pero he tenido que irme. Me ha pasado una
cosa que… vamos, que si te lo cuento, no te lo crees.

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SONIA.- ¿El qué?
ALEJANDRA.- Que he estado aquí esperando casi media hora y no
me han hecho ni caso.
SONIA.- ¡Amos, no me jodas!
ALEJANDRA.- Por eso me he largado. A ver si ahora hay más suerte.
SONIA.- Lo llevas claro…
ALEJANDRA.- De alguna manera tengo que pagarme la universidad.
SONIA.- Oye, ¿y qué seguros vendes?
ALEJANDRA.- Seguros de vida.
SONIA.- ¿Para eso vienes a su casa? Si se puede hacer por Internet.
ALEJANDRA.- Con los clientes de este tipo hay que venir
personalmente.
(Dentro, en la derecha, suenan unos “ays” lastimeros de Miguel, lo
mismo que antes.)
ALEJANDRA.- ¡Uy! ¿Y eso?
SONIA.- Miguel está ahí encerrado y solo se le oye quejarse. Un
misterio.
(Van a la izquierda y escuchan. Entonces, dentro se oyen
carcajadas.)
ALEJANDRA.- ¡Uy! Ahora se ríe. Pero hay más gente, ¿no? ¿Con
quién está?
(Mientras habla, entra Laura y se dirige hacia ellas.)
LAURA.- Es Ana. Lo estará tranquilizando.
ALEJANDRA.- ¿Y tú?
LAURA.- ¿Yo? Su amiga.
SONIA.- ¡Uy! Pues tú lo sabrás todo.
ALEJANDRA.- Cuenta, cuenta…
LAURA.- Madre mía, si yo pudiera cascar…
SONIA.- Pues casca, casca.
LAURA.-Entre nosotras, os puedo decir que Miguel vive aquí.
SONIA.- ¡Nos ha jodido!
ALEJANDRA.- Eso es lo único que sabemos. A ver, ¿a qué se dedica?
¿Profesión?

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LAURA.- Ninguna.
SONIA.- La mejor profesión que se conoce.
ALEJANDRA.- ¿Pero no hace nada?
LAURA.- Nada de nada, se dedica a salir de fiesta y a pulirse la
herencia de sus padres. Bueno, y a esperar a que la palmara su tío
Roberto para volver a heredar y casarse con Rocío.
ALEJANDRA.- ¿Su tío es rico?
LAURA.- Millonario…
SONIA.- Y no se muere, claro.
LAURA.- Se murió ayer.
ALEJANDRA Y SONIA.- ¿Cómo?
LAURA.- Que la palmó ayer. Hoy han leído el testamento y sé a
ciencia cierta que le ha dejado toda su fortuna: ocho cientos mil
euros.
SONIA.- Ya lo entiendo, este se ha vuelto loco.
LAURA.- Pues no sé, porque esta mañana ha venido bastante
preocupado del notario.
(Sale Cristina, buscando nerviosa las bolsas.)
CRISTINA.- Las bolsas, ¿me deje aquí las bolsas? ¡Ah sí, ahí están!
(Coge las bolsas y las otras tres la interrogan nerviosas.)
LAURA.- ¿Qué pasa, Cris?
SONIA Y ALEJANDRA.- ¿Qué?
CRISTINA.- Nada, que estaba buscando las bolsas.
SONIA.- ¡En la casa! ¡Que qué pasa en la casa!
CRISTINA.- Pos que se ha liado la que se ha liado. Entre el rollo de
la herencia y la cartita del doctor…
LAURA.- Uy, ¿qué carta? De eso no me he enterado yo.
CRISTINA.- De Txema, del médico.
ALEJANDRA.- Bueno, vamos por partes. Primero, ¿qué es lo de la
herencia?
CRISTINA.- Tiene que haber sido una putada y de las gordas.
SONIA.- ¿Pero el tío no le había dejado todo?
CRISTINA.- (Asombrada) ¿Conocías a su tío? Laura, que esta sabe
el lío de la herencia. Vamos cuenta, cuenta…

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SONIA.- ¿Yo?
(Sale Ana y Cristina la llama entusiasmada.)
LAURA.- ¡Ana, ven! ¡Que ésta lo sabe todo!
CRISTINA.- Corre, corre…
ANA.- Que ya voooy…
CRISTINA.- ¡Venga que nos lo va a contar!
ANA.- Pero ¿qué nos va a contar?
CRISTINA.- (A Sonia) Lo de la herencia, ¿no?
LAURA.- ¿Y la carta del médico?
SONIA.- Espera, espera, espera… ¿me lo estáis preguntando a mí?
TODAS.- Claro…
CRISTINA.- ¿A quién si no?
SONIA.- Alejandra, ¿éstas escuchando?
ALEJANDRA.- Sí, sí, perfectamente. A quién no escucho decir una
palabra es a ti.
SONIA.- Si es que yo no tengo ni idea.
ANA.- Como Cris ha dicho…
CRISTINA.- Yo le oía hablar del tío…
SONIA.- Pero si del tío me ha hablado esta chica…
LAURA.- ¿Quién? ¿Yo?
SONIA.- ¡Vamos a ver! Vamos a centrarnos porque si ahora mismo
no me entero de lo que está pasando, aquí va a pasar algo de lo que
se va a enterar todo el mundo.
ANA.- Mujer, tú tranquila, ¿quieres una tila?
SONIA.- ¡Ni tranquila ni tila ni ostias! ¿Me contáis ya qué cojones
pasa?
LAURA.- (Haciendo ascos) Madre mía…
ANA.- (Haciendo aspavientos con los brazos) Qué mala energía…
(Todas la miran. Laura la aparta de un empujón y se acerca a Sonia).
LAURA.- A ver, yo mucho, mucho, no sé. Hasta ayer Miguel hacía su
vida y visitaba a su tío Roberto por las noches que ha vivido once
meses asegurando formalmente que se moría al día siguiente.
ALEJANDRA.- ¿Y de qué ha vivido Miguel en este tiempo?

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ANA.- De milagro…
SONIA.- ¿Y esta casa?
LAURA.- No paga ni una factura desde agosto.
CRISTINA.-¡Si lo sabrá Laura que lo sabe casi todo!
LAURA.- A mí me debe el dinero de la cena del otro día.
CRISTINA.- Toma, y a mí el hotel de París. (A Ana) Y a esta los
billetes.
ANA.- Y las copas y la homeopatía… Todas estábamos esperando a
que su tío se quedara tieso, pero no sabemos qué leches habrá
pasado esta mañana con el testamento, que Miguel ha llegado
nerviosísimo. Solo me decía: “Menuda putada, Ana. Menuda putada.”
LAURA.- Putada la mía que me han largado del curro, es lo que
quería contarte antes. No sé cómo decirle a Miguel que necesito el
dinero que le he prestado a lo largo de los años, no sólo la cena del
otro día.
CRISTINA.- ¿Te debe mucho dinero? Ay madre, ay madre. No sabía
cómo contarlo, pero a mí también me debe mucho. Tuve que pedir un
crédito para pagar la tarjeta de crédito que había pedido para pagar
otra segunda tarjeta de crédito…. Necesito que me devuelva ya el
dinero.
ANA.- Bueno chicas, ahora que cobrará la herencia de su tío Roberto
nos podrá devolver lo que nos debe.
LAURA.- No lo entiendes, me van a embargar la casa.
CRISTINA.- Yo… esto… Digamos que el crédito no se lo pedí al
banco…
ANA Y LAURA.- ¡Cristina!
CRISTINA.- Lo sé, lo sé… pero salí a dar un paseo por la milla de
oro… y vi un Chanel que me estaba llamando… claro, luego vi un
bolso de Gucci que… ¡Que sabéis que no puedo controlarme!
ALEJANDRA.- Pero ¿y vosotras por qué le seguís prestando pasta?
TODAS.- Por pena…
ALEJANDRA.- ¿Y las risas?
SONIA.- Eso, eso ¿y las risas?
ANA.- Ah bueno, eso es otra cosa; lo de la carta de su amigo Txema,
el doctor.
ALEJANDRA.- Médico supongo…

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CRISTINA.- Pos mira, es médico y no es médico, porque tiene
acabada la carrera y una grandísima fama, pero no trabaja de ello
porque dice que no sabe nada de medicina.
ALEJANDRA.- ¿Qué no sabe nada de medicina?
SONIA.- ¡Por eso es famoso como médico!
ANA.- Según él, la medicina es un arte. Divide las enfermedades en
dos clases: las que se curan solas de cualquier manera y las que no
cura nadie de ninguna manera. Las primeras, como se curan solas de
cualquier manera, dice que no necesitan médico, y las otras, como no
las cura nadie de ninguna manera, pues tampoco.
LAURA.- Vaya fenómeno…
ALEJANDRA.- ¿Y a qué se dedica?
ANA.- ¿Lo digo?
SONIA.- ¡Cómo que si lo digo! ¡Larga ya!
CRISTINA.- Dilo Ana, total…
ANA.- Pues nosotras creemos que…
ALEJANDRA.- (Impaciente) ¿Qué?
ANA.- Tranquila, espérate que primero hay que relajarse. (Sacando
un porro y oliéndolo).
SONIA.- (Desesperada) Venga, coño.
LAURA.- El doctor se dedica a la investigación. Tiene la casa llena de
bichos para sus experimentos y no deja entrar a nadie. Se encierra
allí, quién sabe cuánto tiempo, y dicen que por las noches sale humo
por debajo de la puerta.
ALEJANDRA.- Será que también fuma.
LAURA.- No. Por lo visto, el humo huele a azufre.
CRISTINA.- Agüita…
ANA.- El doctor lee el futuro en los astros.
SONIA.- ¡Vaya vista!
CRISTINA.- Y ha patentado varios inventos y todo.
ANA.- ¿Recordáis cuando inventó el paraguas con chubasquero?
CRISTINA.- ¿Y la esponja micrófono para la ducha? No, no, lo mejor
fueron las zapatillas con led para levantarte por la noche.
(Risas)

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LAURA.- No os burléis de Txema, qué van a pensar de él (Señalando
a Sonia y Alejandra). (Mirando a Ana) Cuando creó la crema para que
pudieras quitarte esa verruga de la nariz hubieras hecho lo que fuera
por él ¿no? Y ¿tú?, acuérdate que si no fuera por las pastillas que
inventó serías un osito.
CRISTINA.- No fui yo la que de rodillas le suplicaba que hiciera algo
para reducir la celulitis ¿o no te acuerdas?
ALEJANDRA.- Vosotras sois amigas, ¿verdad?
ANA.- Por eso estamos tan preocupadas por Miguel. Cuando leyó la
carta del doctor se puso nerviosísimo. Mandé a esta (a Cristina) a por
maría, y antes de que saliera por la puerta, Miguel empezó a mearse
de la risa. Volví a entrar pensando que se había vuelto loco y es que
estaba leyendo la carta.
ALEJANDRA.- ¡Fíjate!
ANA.- Parecía otra persona, le brillaban los ojos y gritaba: “¡Ya está!
¡Ya está!”
SONIA.- Ya está.
TODAS.- ¿El qué?
SONIA.- Que gritaba: “¡Ya está!”
ANA.- Me pidió que avisara a Rocío y a Marta, y que trajéramos
canapés y champán para brindar.
ALEJANDRA.- ¿Para brindar por qué?
ANA.- Pues ahí está la cosa, que no dijo más na’.
LAURA.- ¿Y no se te ocurrió preguntar?
ANA.- No se me ocurrió, la verdad. (Excusándose) Me puse nerviosa.
CRISTINA.- Ha heredado de un tío en América.
ANA.- (Mirando a Cristina) ¿En serio?
LAURA.- ¿Y los canapés? ¿De qué son? (Las amigas la miran
furiosas) Tengo un poco de hambre…
ALEJANDRA.- Pero vamos a ver, ¿y la carta?
ANA.- Aquí la tengo.
CRISTINA.- ¿Y qué dice?
SONIA Y ALEJANDRA.- ¿Qué dice?
ANA.- Pues dice… (abre la carta y se dispone a leer, pero entra
Rocío). ¡Ay Rocío!

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(Todas se van hacia ellas.)
SONIA.- De la cartita tampoco nos enteramos.

Escena 3
(Todas saludan a Rocío abrazándola.)
ROCÍO.- Ana…
ANA.- Rocío…
ROCÍO.- Laura…
LAURA.- Rocío…
ROCÍO.- Cristina…
CRISTINA.- Rocío…
SONIA.- Esta debe ser Rocío.
ROCÍO.- Estoy como loca… creo que me va a dar un soponcio.
Dadme algo que me va a dar algo.
CRISTINA.- El clencho.
SONIA.- ¡El porro!
ROCÍO.- No, un peta no quiero, quiero hablar con Miguel.
ANA.- Debe estar durmiendo…
ROCÍO.- Necesito verlo. ¡Ayer que me dijo que nos casaríamos en
enero! ¡Le había comprado unos gemelos para el chaqué carísimos!
Estoy malísima, todo me da vueltas. ¡Ay!
LAURA.- Mujer, no te desmayes ahora que, si no, no nos enteramos
de la carta del doctor.
ROCÍO.- ¿Eh? ¿Ha escrito Txema?
CRISTINA.- Esta mañana.
ROCÍO.- ¿Y qué pone? Léela ya, por Dios…. Anda trae (le quita la
carta a Ana disponiéndose a leerla en alto)
SONIA.- Ahora todas calladitas, ¿eh?
(Dafne entra atropelladamente y se echa sobre el grupo).
DAFNE.- ¿Qué hacéis?
ANA.- Dafne, tranquila.
ROCÍO.- (Dándole la carta a Sonia) Léela tú que yo veo borroso.

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SONIA.- (Se acerca mucho la carta. Breve silencio) A tomar por culo,
ni siendo cartera se entiende la letra de los médicos.

Escena 4
ALEJANDRA.- Déjame a mí, que he trabajado en una farmacia. (Lee
en el otro extremo del escenario siendo seguida por todos). “Doctor
Txema Escobar. Leganitos, 28 Hotel.”
SONIA.- Más abajo Alejandra, que eso es el membrete.
ALEJANDRA.- “Un abrazo, Txema Escobar.”
LAURA.- Más arriba, que eso es la firma.
ALEJANDRA.- “Hola Miguel…”
TODAS.- ¡Ahí!
ALEJANDRA.- “Hola Ricardo, siéntate para leer lo que tengo que
contarte…”
CRISTINA.- ¡Ostias!
ALEJANDRA.- “Básicamente, es que he triunfado”
DAFNE.- ¿Qué ha triunfado? ¿Qué ha pasado? ¡Ay, no me entero!
LAURA.- Miguel ha recibido una carta de Txema esta mañana.
DAFNE.- ¡Ah! Por eso decía que lo que pasa aquí no es raro que pase
y es lo que tenía que pasar.
ANA.- Dejad que siga leyendo.
ALEJANDRA.- (Lee) “Mis quince años…”
LAURA.- ¿Sus quince años?
SONIA.- Pero ¿cuántos años tiene el médico?
ALEJANDRA.- “Mis quince años me ha costado llegar a este
resultado.”
SONIA.- Ah bueno…
ALEJANDRA.- “A las siete y media estoy en tu casa. El experimento
funciona. Esto nos va a cambiar la vida. Avisa a Rocío y a Marta.”
ANA.- ¡Arrea!
DAFNE.- No me entero. ¿De qué estáis hablando?
LAURA.- Rocío, ¿qué experimento? ¿Qué sabes?

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ROCÍO.- ¡Dios mío! No sé...
ALEJANDRA.- “El mundo es tuyo, mío y de ellas”
AMIGAS.- ¿Y nosotras?
SONIA.- Se lo han repartido.
ALEJANDRA.- “Ya no importa ni el pasado, ni el presente ni el
futuro. Y ya te puedes ir cagando en el testamento de tu tío. Un
abrazo, Txema Escobar”.
SONIA.- Pero vamos a ver. ¿Miguel no es el heredero universal?
ROCÍO.- ¿Y tú quién eres?
SONIA.- ¿Yo? Una cartera, por lo menos hasta que me echen de
Correos. Y una neurótica desde que estoy en esta casa.
ALEJANDRA.- Y yo otra.
ROCÍO.- ¿Cartera?
ALEJANDRA.- No, neurótica.
DAFNE.- ¿Qué habrá podido inventar Txema para que Miguel se ría
del testamento de su tío después de la putada que le ha hecho?
CRISTINA.- (A Dafne) ¿Tú sabes lo que ha pasado?
ANA.- Oye, de verdad, es que no nos contáis nada.
ROCÍO.- Miguel sí es el heredero universal, pero con la condición de
que no cobre los ocho cientos mil euros hasta dentro de sesenta
años.
TODAS.- ¿Qué?
LAURA.- ¿Sesenta años? No puede ser, es mi ruina, como voy a
pagar la hipoteca.
ROCÍO.- Sí, sesenta años. Hasta entonces, en el banco no le dan ni
un céntimo de la herencia.
CRISTINA.- Joder, qué putadón. ¡Ay, ay! como me pillen. Necesito
mi dinero.
ANA.- De ahí el ataque de nervios.
ALEJANDRA.- El tío Roberto estaba chalado.
ROCÍO.- No, no estaba loco. Era un tacaño y un miserable que no
quería que Miguel se gastara su dinero como hizo con la herencia de
sus padres.
LAURA.- Yo una vez le oí decir que no se nos puede dar dinero a los
jóvenes porque nos lo fundimos todo.

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DAFNE.- De aquí a sesenta años Miguel ya habrá sentado la cabeza.
SONIA.- La tendrá echada…
ANA.- Pues echa cuentas. Si ahora tiene…????, no verá un duro
hasta…
LAURA.- El 2080.
CRISTINA.- Pff… Para entonces estará en una residencia para
viejecitos.
ROCÍO.- ¡Ay, Miguel de mi corazón! ¡Dejadme verlo!
ANA.- Que está sobando, tía, ya te lo he dicho.
(Suena un timbre).
ALEJANDRA.- Han llamado…
TODAS.- ¡El médico!
DAFNE.- No, es Marta que estaba de camino.
SONIA.- Y esta Marta, ¿quién es? ¿La mujer del médico?
CRISTINA.- ¿Mujer? ¡Más quisieran! Es prometida y gracias.
LAURA.- ¡Un drama!
DAFNE.- No seais cotillas
ANA.- Cotillas no... curiosas
SONIA.- Esto no lo he visto yo ni en “Cuéntame”.

Escena 5
(Entra Marta. Rocío avanza hacia ella y el resto la sigue).
ROCÍO.- Marta, querida.
AMIGAS.- Marta.
MARTA.- ¡Quietas!... ¡Calma y sangre fría! (Abrazando a Rocío
maternalmente). Llora, cielo, desahógate. Pero no te preocupes de
nada.
ROCÍO.- ¡Ay, Marta!
MARTA.- Y vosotras tampoco. ¿Me veis a mí preocupada?
TODAS.- No…
LAURA.- ¿Alguna vez lo estás?
MARTA.- Vosotras sabéis que tengo muchos motivos para estar
preocupada, pero hay que sacarle el lado positivo a las cosas. La vida

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es amarga. Pero en cambio, por ser amarga, nos abre las ganas de
comer.
SONIA.- ¡Ole!
ANA.- Buena filosofía.
MARTA.- No hay que venirse abajo. A los trece años vi como
disparaban a mi padre. ¿Acaso lloré? No, ni una lágrima. Me adelanté
al grupo y grité: “¡Muerte a los enemigos de mi padre!”.
ALEJANDRA.- ¡Muy bien!
MARTA.- Entonces, se me acercó el cabecilla y me dijo: “Toma
muchacha, te lo has ganado por valiente”, y me dio un plátano.
Pobrecito mi padre. Aquel día escribí mi primera poesía. En su honor,
se titulaba: “Papá Pancho”.
Papá Pancho, papá Pancho:
tú, que amabas las hamacas,
y el mate, y el sombrero ancho,
fuiste a morir, entre estacas,
en un rancho de Caracas:
¡en un rancho,
papá Pancho, papá Pancho!

ALEJANDRA.- (Aplaudiendo) ¡Qué bonito!


MARTA.- ¿Y Miguel?
ROCÍO.- Yo creo que de esta no sale.
MARTA.- No digas tonterías, todo se arreglará. Tú te casarás con
Miguel y yo me casaré con Txema.
AMIGAS.- ¿Cómo?
LAURA.- No sé como lo vais a hacer…
ROCÍO.- Eso, ¿cómo lo vamos a hacer?
MARTA.- Con el descubrimiento de Txema.
DAFNE.- No hay invento posible que revierta vuestra situación.
LAURA.- Rocío, ¿cómo os vais a casar si no tenéis el dinero de la
herencia?
ANA.- Marta, lo tuyo sería un milagro.
CRISTINA.- Que no os podéis casar.
SONIA.- Un momento, un momento, ¿por qué no os podéis casar?
MARTA.- Pues porque yo no soy ni casada, ni viuda, ni soltera. Mi
marido, señora…

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SONIA.- Sonia.
MARTA.- Sonia. Mi marido desapareció en un naufragio y no me
declaran viuda.
DAFNE.- Yo no descarto que fuera a por tabaco y no volviera.
ANA.- No digas eso con lo que la quería.
LAURA.- Aguanta tú sus poemítas.
ROCÍO.- Por ley, tiene que esperar treinta años para volver a
casarse.
ALEJANDRA.- Ya entiendo.
MARTA.- Eso es, tengo ahora veintiuno.
AMIGAS.- (Incrédulas) ¿Veintiuno?
MARTA.- (Queriéndolo arreglar) ¡Uy, veintiuno! He querido decir
treinta y tres, como suena igual.
LAURA.- ¡En cada pata!
DAFNE.- Hace mucho que no se mira al espejo.
ANA.- No seáis tan malas. Tampoco está tan mal.
ROCÍO.- ¿Podemos despertar ya a Miguel, por favor?
SONIA.- No, no, no lo despertéis, porque en cuanto me firme el
certificado me tengo que largar sin saber lo que ha inventado el
genio.

Escena 6
(Suena el timbre de la puerta).
MARTA.- Mi Txema.
TODAS.- El médico.
(Entra Txema).
TXEMA.- Hace buen día, ¿verdad?
SONIA.- ¿Qué dice?
DAFNE.- Que hace buen día.
SONIA.- ¡Qué talento!
TXEMA.- La verdad es que ha hecho buena semana, aunque dicen
que lloverá el lunes o el martes. Como dice mi amada Marta:
(Marta se une a recitar a mitad del poema).

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Ni de que haga buen tiempo puede uno responder,
pues después de unos días de un sol casi de estío
de pronto viene el frío,
se acumulan las nubes y comienza a llover.
Y es que el mundo es un lío, amigo mío.
¡Y qué se le va a hacer!

(Txema y Marta acaban muy juntos. Miguel entra).


MIGUEL.- ¿Dónde está el fenómeno? ¿Dónde está mi amigo?
TXEMA.- ¡Miguel!
MIGUEL.- ¡Txema!
(Se abrazan efusivamente).
MIGUEL.- ¡Ven aquí, cabronazo!
ROCÍO.- XXXX…
MIGUEL.- (Cariñoso) Hola, bomboncito.
TXEMA.- Amigas, gracias por vuestro incondicional apoyo. Pero ha
llegado la hora de que os vayáis.
DAFNE.- ¿Cómo?
CRISTINA.- ¿Qué?
ANA.- Pero ¿qué dice este?
LAURA.- ¿Qué se ha creído?
MIGUEL.- Por favor, chicas, sabéis cuanto os aprecio y valoro
vuestra compañía. Pero necesito quedarme a solas con el médico.
LAURA.- ¿Seguro que no quieres que me quede?
DAFNE.- Puedo esperar si quieres que te acerque luego a algún sitio.
ANA.- ¿Quieres que te prepare una infusión?
MIGUEL.- ¿Seríais tan amables de hacerlo por mí?
(Las amigas se acercan a él de una en una y él las va despachando).
LAURA.- Si lo pides así…
ANA.- Claro, si es lo que necesitas…
DAFNE.- Con esa carita quién te niega algo.
CRISTINA.- Pos luego nos cuentas.
SONIA.- Hala, hala.
ALEJANDRA.- Id saliendo.

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TXEMA.- Y vosotras también.
ALEJANDRA.- ¿Cómo?
SONIA.- Vamos, que llevo aquí desde por la mañana jugándome el
puesto para que ahora me echen. Con el cariño que le he cogido yo a
la casa y a esta gente.
TXEMA.- Pues lo siento mucho, pero es un asunto secreto y
personal.
MIGUEL.- Fuera.
ALEJANDRA.- Vale, vale. Tampoco hay que ponerse así.
(Sonia y Alejandra se van indignadas).
MARTA.- Cariño, cuéntanos, nos tienes en ascuas.
TXEMA.- Antes hay que bajar las persianas y meter bolitas de papel
en las cerraduras.
ROCÍO.- ¿Son necesarias tantas precauciones?
TXEMA.- Las paredes oyen.
(Txema abre una puerta y caen al suelo Sonia, Alejandra y las
amigas).
TODAS.- ¡Ay!
TXEMA.- ¿Veis?
(Sonia, Alejandra y las amigas se van avergonzadas).

Escena 7
MIGUEL.- Sentaos. Su descubrimiento es la solución a nuestro
problema.
ROCÍO Y MARTA.- ¿Qué problema?
TXEMA.- El tiempo.
ROCÍO Y MARTA.- ¿El tiempo?
TXEMA.- ¿Qué hace falta para que tú y yo nos casemos? ¿Treinta
años?
MIGUEL.- Pues se dejan pasar.
TXEMA.- ¿Qué hace falta para que Miguel herede y celebre su boda
con Rocío por todo lo alto? ¿Sesenta años?
MIGUEL.- Pues se dejan pasar.
ROCÍO.- Estos se han vuelto locos.

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MARTA.- Déjales hablar.
MIGUEL.- Pensadlo: si una persona supiera que no se va a morir
nunca y que siempre va a ser joven, ¿tendría alguna importancia
para esa persona el paso del tiempo?
TXEMA.- Desde que empecé medicina he estado buscando algo que
impidiese la vejez y la muerte. La muerte por vejez no deja de ser el
empobrecimiento, el desgaste y la decadencia de los tejidos
humanos. Ahora bien: cualquier sal tiene propiedades para conservar
la materia muerta.
MARTA.- Como el bacalao.
MIGUEL.- El jamón.
ROCÍO.- La mojama.
(Sonia ha entrado sin ser vista con la gorra de cartera en la mano y
abatida.)
TXEMA.- Por lo tanto, centré mi búsqueda en una sal que conservase
los tejidos vivos. Y la respuesta estaba en el alga frigidaris.
ROCÍO.- ¿Y si te comes un alga de esa no te mueres?
TXEMA.- Una vez tratada, no. La resistencia de los tejidos se vuelve
ilimitada: el que es joven, se conserva joven y el que es viejo,
rejuvenece.
MIGUEL.- Increíble.
MARTA.- ¡Viva mi bombón!
ROCÍO.- ¡Brindemos!
MIGUEL.- ¡Vamos a por el champán!
(Se dan la vuelta y ven a Sonia).
MIGUEL.- Tú ¿otra vez?
ROCÍO.- Quiere que le firmes el certificado.
SONIA.- No, ya no. Me acaban de echar.
MARTA.- Vaya, cuánto lo siento.
SONIA.- Más lo siento yo, que con cuarenta años no tengo cómo
darles de comer a mis hijos.
TXEMA.- Pero ¿cuántos hijos tienes?
SONIA.- Ninguno, por eso no les puedo dar de comer.
MIGUEL.- ¡Eso me ha hecho gracia!
SONIA.- Pues conmigo te vas a reír para rato.

18
TXEMA.- Por favor, cartera, vete.
SONIA.- Ex, ex cartera. Y digo, doctor que, si Sonia Peña Fuentes
quiere enterarse de algo, se entera. Así que o me dais una racioncita
de las sales o salgo ahí fuera y lo cuento.
ROCÍO, MARTA Y MIGUEL.- ¡Qué lo cuenta!
SONIA.- ¡Si hace falta aprendo: inglés, francés, alemán, chino,
japonés, somalí, nepalí, portugués, coreano del norte, coreano del
sur, argentino, peruano y chileno!
TXEMA.- ¡Basta ya! De acuerdo, pero a cambio quiero tu silencio.
SONIA.- Hombre, no te digo que me lo vaya a llevar a la tumba,
pero ahora que yo… ni mú.
(Rocío, Miguel y Marta sacan el champán y las copas).
MIGUEL.- ¡Un brindis!
MARTA.- ¿Brindo en verso o en prosa?
TXEMA.- En verso, en verso, que es lo tuyo, caramelito.
(Todos levantan sus copas).
MARTA.-
Por la burla cruel que a la muerte le hacemos;
por la inmortalidad que ya no tiene duda…
Por el vivir eterno y dichoso…¡Brindemos
con champán de la Viuda!

TXEMA Y MIGUEL.- ¡Bravo!


ROCÍO.- ¡Inspirador!
SONIA.- ¿Pero eso no es una marca de turrón?
(Txema reparte las sales).
TXEMA.- Por la vida eterna.
(Los cinco brindan, toman las salen y beben).
SONIA.- ¡Un momento!
(Sonia sale corriendo y vuelve con Alejandra).

Escena 8
SONIA.- Venga, Alejandra, que con lo de hoy te pagas la
universidad.
MARTA.- ¿Qué haces?

19
ROCÍO.- ¿Estás locas?
TXEMA.- ¿Y esta quién es?
SONIA.- Esta chica hace seguros de vida y hoy va a hacer cinco
pólizas. Una para cada uno. Y a cobrar por los asegurados dentro de
setenta y cinco años por valor de un millón de euros cada uno.
MIGUEL.- ¿Eso es posible?
ALEJANDRA.- Creo que sí.
TXEMA.- ¡Esta mujer es una genio!
ALEJANDRA.- ¿Cuántos años tenéis?
TXEMA.- Yo treinta y seis.
MARTA.- Yo treinta y ocho.
ROCÍO.- Yo treinta y cuatro.
MIGUEL.- Yo x.
SONIA.- Y yo cuarenta y cuatro.
ALEJANDRA.- Sois conscientes de que no lo vais a cobrar hasta que
tengáis más de cien años, ¿verdad?
TODOS.- Por supuesto.
TXEMA.- Tenemos una salud de hierro.
ALEJANDRA.- Estos cinco son idiotas. Muy bien, firmad aquí.

OSCURO

20
ACTO SEGUNDO
EMPIEZA LA ACCIÓN

Escena 9
(Todos duermen excepto Sonia y Txema).
SONIA.- Ese gallo va retrasado.
(Coge uno de los fusiles del lanchón, se lo echa a la cara y dispara.
Cae en escena un gallo muerto.)
TXEMA.- ¿Qué pasa? ¿Qué haces?
(Miguel gruñe y se da la vuelta.)
SONIA.- Parar el reloj, que llevo dos putos años amaestrándolo para
que el día que amanece nublado, ni funcione el reloj de sol ni
funcione el gallo.
TXEMA.- (Sacando el reloj de su bolsillo). Son las nueve y media.
SONIA.- ¿Ya?
TXEMA.- Se me ha pasado la noche volando.
SONIA.- Otra noche en vela dándole al coco, ¿eh? ¿Alguna otra
genialidad de las tuyas?
TXEMA.- ¿Quién sabe, Sonia? ¿Quién sabe?
SONIA.- Uy, miedo me da. Hala, voy a pelar el gallo, que como reloj
no servía de mucho, pero con arroz… (Hace un gesto de delicioso).
Anda que, si yo no hiciera de mami, aquí ni se pescaría, ni se
comería, ni se viviría. Bueno, se viviría, porque morirnos no
podemos. Pero vamos, como dependiera de vuestras ganas de vivir…
TXEMA.- Tienes toda la razón. Desde hace un tiempo pienso que la
única capacitada para la inmortalidad eres tú.
SONIA.- Anda que, si no hubiera estado espabilada aquel día… ¿te
acuerdas?
TXEMA.- Sesenta años hace…
SONIA.- ¿Ya? ¡Ostris! Pues entonces ya he cumplido ciento cuatro.
TXEMA.- Ya ves, se puede vivir eternamente, pero la eternidad se
escapa al cálculo.
SONIA.- La única pega es que el dinero no es eterno, por eso nos
hemos vuelto tan roñicas.

21
TXEMA.- Y tan egoístas.
SONIA.- Es verdad, pero da un gusto… Lo que no entiendo es lo
amargados que estáis vosotros porque yo cada día que pasa me
siento más joven… ¡Cómo mis botas! Se me ocurrió untarlas con las
sales y, mira, como el primer día.
(Txema y Sonia ríen. Miguel se despierta).
MIGUEL.- Bueno, ya está bien.
SONIA.- Pero hombre, para una vez que hay risas en esta isla…
TXEMA.- ¿Qué hay, Miguel?
MIGUEL.- Primero el gallo, luego tiros y ahora charla. Ya ni dormir le
dejáis a uno y eso es lo más parecido que hay a morirse. ¡Quién me
mandaría a mí tomarme las putas sales!
TXEMA.- Pero ¿a dónde vas, hombre?
MIGUEL.- A la orilla del pantano otra vez… A ver si los mosquitos
acaban conmigo.
(Miguel se va).
TXEMA.- Ay, Sonia. Como yo no solucione esto pronto la cosa va a
acabar mal.
(Rocío se despierta).
TXEMA.- Buenos días, Rocío.
SONIA.- Buenos días.
ROCÍO.- (Glacial). Hola. ¿Qué tontería estás haciendo ahora?
SONIA.- Coño, si comer es una tontería…
TXEMA.- ¿Estás más animada?
ROCÍO.- ¿Por qué? ¿Hay algún motivo para estarlo? Ha amanecido
un día más. Un día más para bostezar, para vegetar, para vernos el
careto. Si fuera un día menos… ¡pero esto es el puto Día de la
Marmota!
(Rocío se queda aparte sin prestar atención.)
TXEMA.- ¿Lo ves? Otra igual que él, igual que todos, menos tú.
SONIA.- ¡Quién los ha visto y quién los ve! Parece mentira que el día
que se casaron estuvieran tan felices y contentos.
TXEMA.- Me acuerdo como si fuera ayer. Igual que del nacimiento de
sus hijas Vanesa y Paloma.

22
SONIA.- Ay, las hijas de Miguel y Rocío. ¡Qué mayores estaban
cuando nos vinimos a la isla!
TXEMA.- Vanesa todavía no estaba embarazada.
SONIA.- ¿Cuántos años tendrá ya la nieta?
TXEMA.- Andará sobre los veinte. (Silencio). Durante los primeros
treinta años las cosas nos han ido bien, pero no me niegues que la
situación no es deprimente. Todos nuestros amigos se han muerto de
viejos, los que ya teníamos y los que hemos ido haciendo.
SONIA.- Todavía me acuerdo de las viejas Laura y Cristina peleando
hasta el último día. ¿Te acuerdas de la que liaron en el funeral de
Dafne porque no se decidían por las flores?
TXEMA.- Aquellas dos eran como el perro y el gato, siempre
gritándose. Pero bueno, la vejez es complicada. Y si no, mira Ana,
que estaba tan empeñada en que la homeopatía la curaría que la
acabó enterrando.
SONIA.- Después de Dafne y Ana, la que cayó al hoyo fue Cristina
¿no? ¿O fue Laura antes?
TXEMA.- Sí, luego fue Cristina, con la vida tan ajetreada que llevaba
normal que aquel día le diera el infarto.
SONIA.- Hemos ido a tres mil doscientos entierros, que los tengo
contados.
(Rocío se involucra en la conversación).
TXEMA.- Al principio solo estábamos de acuerdo con los viejos y
luego ya ni eso porque eran de otra generación. Vivir en sociedad es
insoportable. Menos mal que se me ocurrió venir a la isla.
SONIA.- ¡Y lo nuestro nos costó!
TXEMA.- Ya quedaban pocas deshabitadas.
ROCÍO.- A ver, deshabitada, deshabitada… Fieras no hay. Ahora,
cocodrilos, tigres y salvajes…
TXEMA.- ¿Qué?
ROCÍO.- Antes de ayer descubrí una cosa que… no sé si decir.

Escena 10
TXEMA.- ¡Cómo que no sabes si decir!
ROCÍO.- Descubrí las huellas de un pie humano. Un pie que no es ni
tuyo, ni mío, ni de ninguno de nosotros. Seguí las huellas hasta el
lago, pero allí perdí el rastro.

23
TXEMA.- ¡Un salvaje, Sonia, un salvaje!
SONIA.- ¡O un naturista!
TXEMA.- Si va descalzo tiene que ser un salvaje porque un náufrago,
al oírnos, se hubiera acercado a nosotros.
SONIA.- ¿Y cómo cazará? Porque a mí me ha llevado años
perfeccionar la técnica del búmeran.
TXEMA.- ¿Búmeran?
SONIA.- El arma de los náufragos. (Sonia los saca). Esto los he
hecho yo. Seiscientos catorce he perdido. Ahora, que ya tengo un
dominio… (Sonia tira uno). No lo pierdas de vista que ahora vuelve.
(Silencio). Verás, está al llegar… (Silencio). Ahora vendrá… (Silencio).
Parece que tarda…
TXEMA.- Yo creo que no viene.
SONIA.- Lo habré tirado flojo. Mira este. (Sonia tira el otro muy
fuerte).
(Aparece el primer bumerán por el otro lado y arrea a Txema. Txema
se desploma).
SONIA.- ¡Ostias! ¡Qué se ha muerto!
(Rocío, Miguel y Marta vienen corriendo).
MARTA.- ¿Qué pasa Sonia? ¿Qué dices?
MIGUEL.- ¿Se ha muerto?
ROCÍO.- ¿Cómo lo ha hecho?
SONIA.- Solo está atontado, pero algo tenía que decir para que
vinierais. Tiré dos bumeranes…
ROCÍO.- ¡Bah!
MIGUEL.- Pues vaya.
MARTA.- Ya nos habías hecho ilusiones.
SONIA.- No sé a qué viene esa actitud. No podemos morir de viejos,
pero de un buen castañazo… No diría yo que no.
MARTA.- Pues es verdad.
ROCÍO.- ¡Dios mío, si resulta que podemos morirnos!
MIGUEL.- ¡Qué alegría!
SONIA.- ¡Ya abre los ojos!
(Marta, Rocío y Miguel se quejan).

24
TXEMA.- ¿Dónde estoy?
SONIA.- En la isla. Que he tirado el bumerán…
TXEMA.- Ah, sí, sí. Ya me acuerdo.
MARTA.- Pensábamos que habías muerto.
TXEMA.- Si llega a venir un poco más fuerte…
SONIA.- Pues ya verás cuando llegue el otro…
MARTA, ROCÍO Y MIGUEL.- ¿Por dónde viene? ¿Por dónde viene?
(Buscan por el escenario mirando al horizonte).
TXEMA.- No servirá de nada. ¿Miguel cuántas noches llevas en el
pantano?
MIGUEL.- Diecinueve. Y no he conseguido que ningún mosquito me
pegue la malaria. La única solución es el suicidio.
ROCÍO.- El suicidio.
SONIA.- ¿El suicidio?
MARTA.- Sí, el suicidio. (Se aclara la garganta).
No se acostumbra uno a la afrenta,
ni al duro hierro, ni al cruel palo.
Por más que el alma se violenta,
no se acostumbra uno a lo malo.
TXEMA.- Eso es verdad, porque por mucho que viva yo no me
acostumbro a tus versos.
MARTA.- Hace años me los pedías…
TXEMA.- Pero una eternidad poética contigo, Marta, es insufrible.
Llevas ya treinta y dos tomos escritos.
SONIA.- Y lo que te queda…
MARTA.- Es lo único que me permite evadirme de este calvario. Si
no, ya estaría tan amargada como Rocío y Miguel.
TXEMA.- Es comprensible. Ver como se marchitan sus hijas…
ROCÍO.- ¡Cállate! Te he dicho mil veces que no quiero hablar de
ellas. ¿Para qué me lo recuerdas?
MIGUEL.- ¿Cómo te atreves a hablarnos de nada?
ROCÍO.- Sabes perfectamente que la base de la felicidad es la vida
de nuestros seres queridos, y es insoportable vivir siempre y no
envejecer nunca viendo como sí lo hacen tus hijas.

25
MIGUEL.- Amamos la vida porque sabemos que tiene fin. Pero
cuando sabes que no va a acabar, la odias. En realidad, es como si no
tuviéramos corazón. Somos un sin sentido. Hasta el ser más
despreciable del mundo es más feliz que nosotros.
MARTA.- Creíamos que aquí la vida se nos haría más llevadera, pero
ya veis.
MIGUEL.- (A Txema) Tú nos has metido en esto.
ROCÍO.- Eso, la culpa la tienes tú.
MARTA.- Tú y tus malditas sales.
TXEMA.- Oye, oye, que yo no obligué a nadie a tomar nada.
SONIA.- Bueno, ya está bien. Se acabó. Aquí le va a echar la mierda
al médico porque a mí no me da la gana, porque no es justo y porque
además Txema…
(Se oye un tiro. Sonia se calla).
MARTA Y ROCÍO.- ¿Qué es eso?
TXEMA.- Un tiro…
SONIA.- ¿Un tiro?
MIGUEL.- Y ha sonado muy cerca…
MARTA.- Se oyen voces…
TXEMA.- Alguien nos busca…
MIGUEL.- Por aquí…por aquí…
SONIA.- Son marineros… americanos…
TXEMA.- ¿Americanos?

Escena 11
(Aparecen Olivia Meighan y una soldado americana armada).
MEIGHAN.- ¿Son ustedes los náufragos voluntarios?
MIGUEL.- Esta es.
MEIGHAN.- ¿Es usted el doctor José María Escobar?
TXEMA.- No, soy yo.
MEIGHAN.- Un placer. Doctor, señoras… los cincuenta y tantos
Estados de la Unión los saludan.
MARTA.- Pues cincuenta y tantas veces agradecidos.

26
MEIGHAN.- Soy Olivia Meighan, de la Delegación de Colonias. Como
sabrán, esta isla es una colonia norteamericana que ustedes disfrutan
a sus anchas. Y mi país me envía para decirles que es un orgullo y un
honor tenerlos instalados en ella.
TODOS.- Gracias. Muchas gracias.
MEIGHAN.- Pero en Norteamérica nada es gratis.
TODOS.- ¿Cómo?
MEIGHAN.- Que, naturalmente, esto hay que pagarlo. El alquiler es
de seiscientos dólares por persona.
MIGUEL.- ¡Qué caro!
MARTA.- ¡Carísimo!
MEIGHAN.- Más la leña, la fruta, la pesca… por todos los años que
llevan aquí… hacen un total de…
SOLDADO.- Doscientos dieciséis mil dólares, señora.
MEIGHAN.- Doscientos veinte mil, redondeando.
ROCÍO.- ¡Qué abuso!
MARTA.- ¡Imposible!
MIGUEL.- Pero ¿qué se ha creído?
SONIA.- Amos, no me jodas.
TXEMA.- Disculpe, señora, nosotros no podemos hacernos cargo de
ese gasto por motivos especiales. La vida es muy larga…
MEIGHAN.- Bueno, el día menos pensado se muere uno.
SONIA.- ¡Qué se va a morir uno, mujer!
MIGUEL.- ¡Qué se va uno a morir!
MARTA.- Se morirá usted. A nosotras nos hacen la autopsia y
crecemos.
MEIGHAN.- Es un precio razonable por estas vistas, estos bosques…
SOLDADO.- Estas playas, el aire puro…
ROCÍO.- Perdone, pero las playas son una birria, todas llenas de
arena…
MIGUEL.- ¡Un asco!
MEIGHAN.- ¡Fantástico! Porque después de pagar de alquiler, tienen
que abandonar la isla.
TXEMA.- ¿Abandonar la isla?

27
MIGUEL.- ¿Nos echa?
ROCÍO.- ¿Irnos?
MARTA.- ¿A dónde?
SONIA.- Ah no, no. Yo me quedo.
TXEMA.- Pero ¿por qué nos echan?
MEIGHAN.- Porque se va a construir un pintoresco parque acuático
que va a dar muchos beneficios a mi país.
TODOS.- ¿Eh?
MEIGHAN.- Sargento, dé los detalles.
SOLDADO.- Señora, sí, señora. Los Estados de la Unión han cerrado
un acuerdo comercial…
MEIGHAN.- E internacional…
SOLDADO.- E internacional…
MEIGHAN.- Con Europa…
SOLDADO.- Con Europa…
MEIGHAN.- Y con África…
SOLDADO.- Y con África…
SONIA.- Y con Asia.
MEIGHAN.- No, no Asia no.
(Txema, Marta, Rocío y Miguel chistan a Sonia).
SONIA.- Perdón.
SOLDADO.- Que propone el diseño, construcción y funcionamiento
de un atractivo parque acuático vintage ambientado en los años 20.
MIGUEL - ¿1920?
TXEMA – ¿Había parques acuáticos en esa época?
MEIGHAN.- La década del 2020.
TODOS.- Ah.
SOLDADO.- Con altos toboganes…
MARTA.- Pero si el punto más alto de la isla no llega a tres metros.
ROCÍO.- Vaya mierda de tobogán.
MEIGHAN.- ¿Quieren callarse?
TODOS.- Perdón.

28
SOLDADO.- Altos toboganes, piscinas climatizadas y grandes
hoteles, para disfrutar de días en familia y veladas románticas bajo el
espectáculo de los fuegos artificiales. Todo ello, respetando el paraje
natural tan valioso que nos ha regalado la madre tierra.
MIGUEL.- ¿Y cómo piensan hacer eso?
MEIGHAN.- Construyendo los toboganes con plástico reutilizado.
TXEMA.- Pero si el plástico lleva prohibido años…
MIGUEL.- El plástico ya no existe. Yo leí en internet que lo
compactaron todo y lo mandaron al espacio.
MARTA.- ¿Qué dices?
ROCÍO.- ¡Anda ya!
SOLDADO.- Señor, permítame decirle que eso es un bulo…
MEIGHAN.- Déjelo ya, sargento. Vaya al barco y traiga el cese del
contrato de alquiler.
SOLDADO.- Sí, señora. (Sale)
MEIGHAN.- Queridos inquilinos, deben comprender que esta isla se
prepara para acoger a miles y miles de personas.
TODOS.- Cúantas visitas…
MEIGHAN.- Claro, amigos míos, vendrá a visitar la isla el mundo
entero. Por lo tanto, señores, yo he venido a cobrar y cobraré.
¿Tarjeta, efectivo, transferencia…?
(Sale el segundo bumerán y le da a Meighan, que se desploma).
SONIA.- ¡Hala, ya ha cobrado!
TODOS.- (Rodeándola y ayudándola a levantarse) ¿Señora Meighan?
MEIGHAN.- ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?
TODOS.- No ha sido nada.
SONIA.- Un golpe de viento…
MEIGHAN.- Esto me lo tendrán que explicar ustedes. Tienen cinco
minutos para recoger sus pertenencias y juntarse conmigo en el
barco.
(Sale Meighan. La siguen Sonia y Txema).
ROCÍO.- ¡Lo que nos faltaba!
MARTA.- Ya no podemos vivir ni en una isla desierta.
(Marta se va siguiendo al grupo. Rocío y Miguel se quedan solos).

29
Escena 12
ROCÍO.- Otra vez a la civilización con todo lo que eso conlleva.
MIGUEL.- Ni la malaria, ni el búmeran ni nada lo mata a uno.
ROCÍO.- Esto es el fin.
MIGUEL.- ¿El fin? ¿Qué fin? Si para nosotros no hay fin.
ROCÍO.- Si hubiéramos sabido que íbamos a acabar así… ¡con lo que
nos queríamos!
MIGUEL.- Mucho…
ROCÍO.- ¿Te acuerdas del día de nuestra boda cuando me dijiste “es
la primera vez que un enamorado puede cumplir la promesa de
querer a alguien para siempre”?
MIGUEL.- Claro que me acuerdo. Pero para la humanidad la palabra
“siempre” es limitada y para nosotros es… ¡horrible!
ROCÍO.- ¡Horrible! Y pensar que nos gustaba la idea de conocer a
nuestros nietos, bisnietos, a los hijos de los bisnietos, nietos de los
bisnietos… Y ni siquiera podemos soportar la vejez de nuestras hijas.
Ver su decadencia y su degeneración me hace sentir que les robamos
una juventud que les corresponde a ellas.
MIGUEL.- Nuestra juventud, Rocío, solo es exterior pero nuestras
almas son casi centenarias. Ya no hay deseos, ni ilusiones, ni sueños.
ROCÍO.- Y, sin embargo, hay días en los que pienso que si
hiciéramos un esfuerzo, podríamos vernos de otra manera.
MIGUEL.- ¿De otra manera?
ROCÍO.- Como antes…
MIGUEL.- (Riendo) Como antes… Con dos hijas ya viejas, con una
nieta a punto de casarse y con más años que Matusalén. (Ríe de
nuevo) Tú estás chocha.
ROCÍO.- Pero la vida así es un infierno.
MIGUEL.- Claro ¿ahora te enteras?

Escena 13
(Se oye un grito angustiado de Marta).
MARTA.- ¡Socorro! ¡Socorro!
ROCÍO.- ¿Qué pasa?

30
MIGUEL.- Es Marta.
(Entra Atajú corriendo y asustado por los gritos de Marta. Rocío se
asusta al verle).
ROCÍO.- ¡Aaaay! (Se abalanza encima de Miguel. Atajú se asusta del
grito y se va). ¿Has visto?
MIGUEL.- ¡Un salvaje! ¡No te muevas! Quédate aquí.
ROCÍO.- Miguel, ¿dónde vas? ¡No me dejes sola?
(Miguel sale y entra Marta, todavía asustada).
MARTA.- Rocío…
ROCÍO.- Marta…
(Se abrazan).
MARTA.- ¿Lo has visto? (Rocío asiente) Casi me da un infarto. Me lo
he encontrado en la rotonda de los cocoteros.
ROCÍO.- ¿Se te acercó?
MARTA.- Sí… pero no era amenazante… era, más bien, seductor.
ROCÍO.- ¿Seductor, Marta?
MARTA.- Te lo juro. Y eso me asustó más todavía. Cuando me oyó
gritar vino en esta dirección. Llámame loca, pero a mí esos ojos me
suenan de algo.
ROCÍO.- Anda, anda, ¡qué te van a sonar!
MARTA.- Yo que sé, hemos conocido a tanta gente en estos años…
(Desde dentro se escucha a Sonia, Atajú, Txema y a Miguel).
SONIA.- ¡Por ese lado!
MIGUEL.- ¡A por él!
TXEMA.- ¡Cuidado!
SONIA.- ¡Qué no se escape!
TXEMA.- ¡Ahí va!
MIGUEL.- ¡Ya es mío!
(Entran Sonia, Txema y Miguel llevando a Atajú a rastras).
MARTA.- ¡Ay pobre! ¡Cómo lo traen!
SONIA.- Recógele las barbas que se las voy pisando…
MIGUEL.- Trae, que le hago un nudo para que esté más cómodo.
(Atajú gruñe). ¡Coño, qué genio!

31
TXEMA.- Soltadle, no le forcéis.
SONIA.- ¡A ver qué hace!
ATAJÚ.- Atajú... Atajú... Agatula... Nitacaual...... au Atajú...
SONIA.- ¡Vaya bronca que me está echando!
ATAJÚ.- Cataxca butla... Nitacaual...
SONIA.- A lo mejor nos está diciendo que se llama Pepe. "Parlez-
vous français?"
TXEMA.- —"Do you speak English?”
MARTA.- Sprechen sie Deutsch?"
MIGUEL.- Parlate italiano?"
ROCÍO.- Fabla vostra escelenza ao lingua de Camoens?" ¡Nada!
MARTA.- No es ni francés, ni inglés, ni italiano, ni alemán, ni
portugués…
SONIA.- A ver si es que es idiota…
(Txema inspecciona a Atajú).
MIGUEL.- ¿Cuántos años crees que tiene?
TXEMA.- Muchísimos. La vida al aire libre le ha fortalecido, pero le
rondará el siglo.
MARTA.- No es posible… Sería demasiada casualidad…
TXEMA.- ¿Qué pasa?
MARTA.- ¡Qué horror! Mi marido… desapareció en un naufragio, ¿os
acordáis?
MIGUEL.- ¡Anda, anda! ¿Qué dices?
ROCÍO.- No puede ser…
MARTA.- ¿Y si lo fuera?
TXEMA.- Pero Marta…
MARTA.- Déjame Txema. Tengo que hacer una prueba, aunque esto
empeore aún más nuestra relación. (Acercándose a Atajú quien le
sonríe amablemente).
ROCÍO.- ¡Le sonríe amablemente!
MIGUEL.- Si le sonríe amablemente no es su marido.
ATAJÚ.- Atajú…
ROCÍO.- Y le dice Atajú…

32
SONIA.- Bueno, eso también me lo ha dicho a mí antes.
MARTA.- (Acercándose más) ¿Alejandro?
ATAJÚ.- Ma-ar-ta.
MARTA.- ¡Es él! ¡Es él!
TXEMA.- ¡Marta!
(Marta huye y Txema sale detrás).
MIGUEL.- Hala, majo, ya la has liado.
ATAJÚ.- Atajú.
SONIA.- Sí, sí, mucho atajú, pero la has liado parda.
ATAJÚ.- Marta… Marta…
(Entran Marta y Txema).
MARTA.- No, no, no quiero verle.
TXEMA.- Que no se acerque porque no respondo.
MARTA.- Txema…
(Sonia, Rocío y Miguel sujetan a Atajú).
ROCÍO.- ¡Quieto, hombre!
SONIA.- Es que vivir tantos años separado de la parienta es para
querer dedicarle un ratillo.
TXEMA.- ¡Lleváoslo de aquí!
(Sonia, Rocío y Miguel sacan a Atajú a rastras).
MARTA.- Cuando no hay rival ninguno,
juzgamos inoportuno
sentir celos, es verdad...
Mas cuando hay rivalidad,
niños, jóvenes y abuelos,
todo el mundo siente celos...
¡Mira que es casualidad!...
TXEMA.- ¡Tan cierto como bello! La aparición de tu marido me ha
perturbado. Me he dado cuenta de que te sigo queriendo.
MARTA.- No, si todavía tendremos que darle las gracias por haber
aparecido.
TXEMA.- Marta, escucha. Hasta ahora no he encontrado el momento
adecuado para deciros que he encontrado la solución a esta situación:
podemos volver a ser mortales de nuevo.
MARTA.- ¿Cómo?

33
TXEMA.- ¡Que tengo la solución! Pero apareció tu marido y me callé,
porque tenemos que ser inmortales hasta que muera él.
MARTA.- ¿Pero has descubierto una cosa para…?
TXEMA.- Sí, para morirnos.
MARTA.- ¡Txema!
TXEMA.- Calla, calla. Que ya vienen, no digas nada.

Escena 14
(Entran Miguel y Rocío).
MIGUEL.- ¡Cinco años viviendo aquí y es la primera vez que nos
damos cuenta de que la isla es preciosa! ¡Magnífica!
ROCÍO.- Tienes razón. La verdad es que las playas también son
preciosas.
(Entra Sonia).
SONIA.- Gracias, gracias.
ROCÍO.- Nos estamos refiriendo a la isla, idiota.
TXEMA.- ¿Qué te parece, Sonia? Ahora que tenemos que dejar la
isla, empieza a gustarles.
MARTA.- Txema tiene algo que contarnos.
TXEMA.- Calla, Marta.
MARTA.- ¡No me da la gana! Txema ha descubierto cómo neutralizar
el efecto de las sales que nos tomamos.
ROCÍO.- ¿Eso es verdad?
MIGUEL.- ¡Maravilloso!
SONIA.- Amos, no me jodas.
TXEMA.- Yo quería proponeros una muerte a plazo fijo. He
averiguado como invertir el efecto de las sales. Quien tome estas
nuevas sales, cada año tendrá un año menos, hasta llegar a la
juventud, luego a la adolescencia, después a la infancia, y, por
último, a la desaparición, a la muerte.
SONIA.- ¿Y nos morimos con chupete?
TXEMA.- Nos morimos de niños, pero después de haber vivido años
preciosos y habiendo disfrutado de todo.
MIGUEL.- Y ya no seríamos corazones frenados.

34
SONIA.- Ahora seríais corazones con marcha atrás.
ROCÍO.- Cinco corazones con freno y marcha atrás.
SONIA.- No. Cuatro, porque no sé lo que haréis, pero yo ese
mejunje no me lo tomo.
TODOS.- ¿Qué?
SONIA.- Que no. Que no me vais a convencer. Además, alguien
tendrá que daros el biberón.
MIGUEL.- Txema, ¿estás seguro de todo esto?
TXEMA.- Lo he comprobado con bichos de la isla. Volveríamos a la
niñez gradualmente. Viviríamos toda nuestra vida anterior en sentido
inverso.
(Mientras Txema habla, Sonia coge un tubo de sales y se va).
MIGUEL.- Pues yo me lo tomo.
ROCÍO.- Y yo.
MARTA.- Yo también.
TXEMA.- No Marta, tú y yo no. Primero tiene que morirse Alejandro.
MARTA.- Pero si le deben de quedar dos o tres años…
ROCÍO.- Es verdad, ¿qué más os da?
(Vuelve Sonia con el tubo vacío).
SONIA.- Pues es verdad, ¡funciona!
TXEMA.- ¿Te lo has tomado tú, Sonia?
SONIA.- No, se lo he endiñado al marido de esta.
TODOS.- ¿Cómo?
TXEMA.- ¡Estás loca! Él no tomó las antiguas sales, ¡podría volverse
un niño al instante!
SONIA.- Pues eso, así deja de ser un obstáculo para vosotros dos.
¡Mirad qué mono!
(Entra Atajú, que ahora es un niño muy pequeño).
ATAJÚ.- Atajú…
TODOS.- ¡Oh!

OSCURO

35
ACTO TERCERO

EMPIEZA LA ACCIÓN

Escena 15
MARÍA. — ¡Vamos, abuela!
SARA. —Vamos, mamá, tranquilízate.
VANESA. — ¿Cómo quieres que me tranquilice, hija mía? ¿Cómo
quieres que me tranquilice, si nos van a matar a disgustos? ¿Qué día
es hoy? ¿Viernes?
MARÍA. —No, martes. Mamá, la abuela Vanesa está cada vez más…
(Hace un gesto de loca).
VANESA. — (Volviéndose a ellas, más llorosa que nunca.) ¡Ah!
Martes... ¿Veis cómo tengo yo razón cuando digo que los sábados son
días de mala suerte?
MARÍA. — (Aparte.) Te he dicho martes, abuela.
SARA. —Anda, tómate la tila...
(Dándole la taza.)
VANESA. — ¿Cómo se toma la tila?
SARA. — Bebida, mamá.
VANESA. — ¡Dios del amor hermoso, qué cruz!... ¡Qué cruz!... Pero
¿qué he hecho yo para merecer esto? Y el cuadro aquel...
(Señalando.) Ponlo derecho, niña, que ya sabes que no puedo
aguantar nada torcido...
MARÍA. —Ya voy. (Obedece.) Este es fácil. Lo malo fue ayer, que se
empeñó en ver derecha la foto de la torre de Pisa.
VANESA. — ¡Dios mío de mi vida y de mi corazón...! ¡Qué desgracia
más grande! (A Sara.) ¿Qué has dicho que es esto?
SARA. —Tila, mamá.
VANESA. — ¿Para beber?
SARA. —Sí, claro, mamá; para beber.

36
MARÍA. —(Aparte.) ¡Pobre abuela! Cada día está más grillada.
SARA. —Anda, tómatela...
(Vanesa se la toma a sorbitos. Entra Sonia).
SONIA. — Pero bueno, pero, ¿qué pasa?
SARA. —Lo de siempre, Sonia, lo de siempre. Que Rocío y Miguel
han llegado a casa al amanecer y borrachos perdidos. Acompañados
de mi marido, claro, que no se pierde ni una.
VANESA. —Y si fuera eso sólo...
MARÍA. — ¿No es eso sólo, abuela?
VANESA. —No, hija, no. Hoy han hecho otra cosa peor; se han
atrevido a más... Hoy se han atrevido a... ¡Mis padres me van a
matar de un disgusto!
MARÍA. —(A Sara.) ¿Padres, abuela?
SARA. —(A María.) Quiere decir los primos, cariño...
MARÍA. —Es que los llama padres muchas veces, mamá.
SONIA. —Porque ya sabes que está cada día más... (Hace gesto de
locura.)
SARA. — (Cortándola bruscamente.) Bueno, María, ya es tarde...
Llévate la taza y vete a estudiar.
MARÍA. — Pero mamá…
SARA.- Venga… No seas perezosa (Le da un beso a María. La niña
coge la taza y se va. A Vanesa). ¡Por lo que más quieras, mamá; ten
cuidado y fíjate en quién está delante cuando hablas!
VANESA. — ¿Eh?
SARA. — Llevamos toda la vida diciéndole a María que Rocío y
Miguel son sus primos en lugar de sus bisabuelos y, ahora llegas tú,
y metes la pata. Si logramos que María no se entere de nada, un día
se olvidara toda esta locura, como si nunca hubiera existido.
VANESA. — ¿Yo? Pero ¿tú estás escuchando, Sonia?
SONIA. —Sí. Y es verdad.
VANESA.— ¿Qué es verdad?
SONIA. —Que has llamado mamá a Rocío.
SARA. —Y papá al abuelo Miguel.
VANESA. — ¿Y cómo tengo que llamarlos?

37
SONIA. — (Aparte.) ¡Amos, no me jodas!
SARA. — Tienes que llamarlos nietos, como hemos hecho siempre,
para justificar su juventud y que nadie lo descubra. Ni siquiera mi
hija.
VANESA. — Es verdad... Desde que vinieron a España y empezaron
a rejuvenecer, los he presentado como mis nietos...
SARA. — Pero delante de María los has llamado padres.
VANESA. —Como que son mis padres...
SARA. — Coño, y mis abuelos, pero ya sabes que tienes que
ocultarlo.
VANESA. — ¿Y no llevo años haciéndolo? Con el miedo que tengo a
la muerte… ¡Los tengo todos contados! ¡Os cuento los años cada día!
El día que se sepa que tu, con esa cara, tienes ciento diecinueve
años, que Txema y Marta han cumplido los ciento quince y que Rocío
y Miguel, son dos chavales juerguistas que rondan los ciento diez...
Pues imagínate el cisco mundial...¡Tendrá que intervenir Bruselas!
SARA. —Pero ahora...

SONIA. — (Interrumpiéndola, aparte.) Déjala, que es inútil.


VANESA. — En fin, hija, que descanses. Buenas noches, Sonia. Voy
a acostarme.
(Hace ademán de irse.)
SARA. — ¿A acostarte? Pero si te acabas de levantar de la siesta.
VANESA. — ¡Toma!... Ya decía yo que no tenía sueño... Entonces
voy a ver el Sálvame Melón.
(Vanesa se va.)

Escena 16
SARA. — ¡Pobre mamá! Está imposible. Cualquier día lo descubre
todo. Txema dice que, si se supiese la verdad, estallaría la Tercera
Guerra Mundial. Por eso está así la pobre mamá.
SONIA. —Y por miedo a que intervenga Bruselas, claro.
SARA. —Por vuestra inmortalidad, y, sobre todo, por la de mis
abuelos, que la han desequilibrado del todo.
SONIA. —Sí. Cualquiera se volvería loco al envejecer mientras sus
padres siguen siendo jóvenes. Cualquier cerebro se resentiría, y el
cerebro de Vanesa nunca ha sido una cosa del otro jueves...

38
SARA. — ¡Sonia, que es mi madre!...

SONIA. —Perdona, pero con este lío de hacer pasar a unos por
otros, una no se da cuenta de con quién habla...
SARA. —Y en los últimos años yo creo que mamá se le ha ido
todavía más la cabeza.
SONIA. — ¡Cómo no se va a volver loca! Si desde que volvimos de
la isla sus padres no solo se conservan más jóvenes, sino que cada
año tienen un año menos. Imagínate cuando, dentro de veinte años,
tenga que llevarlos al colegio. Y dentro de treinta tenga que
cambiarles los pañales. Contando con que llegue, claro…
SARA. — ¡Sonia, por Dios!
SONIA. —Y el día que tengas que asistir al desbautizo de los dos…
SARA. — ¡Cállate, por favor!
SONIA. —Le espera un porvenir mental de espanto.
SARA. —A todos nos espera un porvenir terrible, incluso a mí.
SONIA. — ¿A ti?
SARA. —No lo quiero pensar, pero esto de que mi marido no se
separe ni a sol ni a sombra de los abuelos, especialmente de
la abuela... Entre tú y yo, Jaime siempre ha sido un hombre serio
pero muy apasionado.
SONIA. — ¡No jodas!... ¿Sospechas que Jaime está liado con Rocío?
Qué fuerte: ¡un marido enamorado de la abuela de su mujer!
SARA. — Es de locos, ¿verdad? Pero claro, si la abuela parece más
joven y está más buena que yo…
SONIA. —En eso tienes razón.
SARA. —Joder, ¡muchas gracias!
SONIA. —Perdona. No sabía lo que decía...
SARA. —Es mucho más grave de lo que parece, Sonia. A ver cómo
le oculto todo esto yo a mi hija. Y como mi madre ha dicho que hoy
han hecho algo más que irse de juerga…
SONIA. —Bueno, pues a ver si nos enteramos de lo que han
hecho...

Escena 17
PALOMA. — (Dentro, gritando, indignada.) ¡No lo aguanto!... ¡No lo
aguanto más!...

39
SARA. — Ya se la han liado a la tía Paloma.
(Entra Jaime, marido de Sara y padre de María).
JAIME. — (Se acerca a Sara y le da un beso en la mejilla). Buenos
días.
SARA. — Son casi las ocho de la tarde.
SONIA. — Vaya horas, Jaime.
PALOMA. — Ven aquí, no he acabado de hablar contigo.
JAIME. —Pero Paloma, mujer, no es para ponerse así.
PALOMA. —No me digas nada, porque tú eres tan culpable como
ellos, o más.
JAIME. — ¿Yo? Pero si ya son mayorcitos. ¿Qué te crees? ¿Qué no
han hecho cosas peores en su vida?
PALOMA.- Si tú no los acompañaras… En el fondo mis padres son
buenas personas y lo que los estropea son las malas compañías.
SARA. — ¿Qué habéis hecho ahora?
JAIME. — Nada. Nos hemos fumado un par de porrillos.
PALOMA. — No, un par no. Hay como diez colillas en la habitación.
JAIME. — ¡Qué exagerada, Paloma! Además, seguro que ya hacían
estas cosas antes de que cualquiera de nosotros naciera.
SONIA. — En eso tiene razón.
PALOMA. — ¿De dónde habéis sacado el dinero para comprarlos?
¿Los has pagado tú?
SARA. — ¡Jaime!
JAIME. — ¡Eh! Que a mí me han invitado tus abuelos.
(Entra María, enfadada).
MARÍA. — ¿Podéis callaros, por favor? Así no hay quién estudie.
JAIME. — Buenos días, cariño.
MARÍA. — Son las ocho de la tarde, papá.
PALOMA. — Lo siento, María. Tu padre y yo estábamos hablando de
un asunto.
MARÍA. — Hablando no, gritando. ¿De qué hablabais?
SARA. — Bueno, ya está bien, a estudiar.
MARÍA. — Pero mamá, si me han distraído ellos.

40
JAIME. — Es una conversación de adultos.
MARÍA. — Pero…
JAIME Y SARA. — ¡A tu habitación!
(María sale).
PALOMA. — Con que en eso se gastan el dinero. ¡Yo los mato!
(Entra Vanesa, sin acordarse ya de nada y muy extrañada de la
actitud de Paloma.)
VANESA. —Pero ¿qué pasa?
SONIA. — (Aparte.) Esta ya no se acuerda de nada...
VANESA. — ¿A qué vienen esas voces, Paloma?
PALOMA. — ¿Y tú me lo preguntas, hermana? Si te has puesto mala
al descubrir lo que han hecho nuestros padres.
VANESA. — ¡Dios bendito, es verdad!
(Se sienta.)
SARA. — ¿Han hecho algo más?
PALOMA. —Después de haberse fundido en tres años la herencia de
su tío Roberto, ahora quieren dejarnos a nosotras también en la
calle. ¿Dónde están esos dos?
SARA. — ¿Los abuelos?

JAIME. —Levantándose.

PALOMA. — ¡Levantándose a estas horas!... ¡Menudo ejemplo!


Menos mal que a nuestra edad ya no son un modelo a seguir. Sonia,
por favor, llámalos y diles que se den prisa.
SONIA. —Voy.

(Se va).
JAIME. —Y, en cuanto a la idea de anoche de fumarnos algo, te
aseguro que yo no tuve nada que ver...
PALOMA. —No sé si has tenido algo que ver o no, pero que los
estás influenciando es indudable. Porque mis padres antes no eran
así.
JAIME. —Porque antes Miguel y Rocío eran mayores y aburridos y
ahora están en la edad de divertirse...
VANESA. —Eso es verdad, Paloma. Están en la edad.

41
PALOMA. —(A Jaime.) Efectivamente. Por eso tú deberías tener el
juicio que a ellos les falta y no de juerga por ahí.
VANESA. — Esta pobre hija mía, que es una santa...

SARA. — Esto es algo entre Jaime y yo, tía. Ya hablaremos de este


tema.
JAIME. —No tengo nada que hablar.
(Vuelve a entrar Sonia).
SONIA. — Ahora vienen.
PALOMA. — ¿Cómo los has visto?
SONIA. — Preocupadillos...
PALOMA. —Ya pueden... Me han quitado noventa euros de la
cartera.
SARA. — ¡Qué dices!

SONIA. — ¡No jodas!


JAIME. — A mí no me miréis, yo no sabía nada.
VANESA. —Y en billetes pequeños, que abultan más.
PALOMA. — Eso hace la vida ociosa. El no pensar más que en
divertirse, en ropa de marca, en emborracharse, salir de fiesta… Se
empieza por quitarle el dinero a la hija...
VANESA. — A la madre.

PALOMA. —A la hija, porque me lo han quitado a mí. Los metía en


un reformatorio…
VANESA. — ¡Estás loca, Paloma! ¡Nuestros padres en un
reformatorio!... ¡Hasta ahí podíamos llegar!...
PALOMA. — Así no podemos seguir. Sonia, ¿tú qué harías?
SONIA. — ¿Por qué no los obligas a sentar la cabeza?

Escena 18
(Entra María).
MARÍA. — Mamá.
JAIME. — ¿Otra vez, María?
MARÍA. — Es que han venido los amigos de los primos.

42
SARA. — ¿Qué amigos?
MARÍA. — El médico y la tía rara de los poemas.

VANESA. — (Levantándose.) Me encanta que venga el médico,


tengo que pedirle opinión para forrar unos sillones.
SARA. —Pero, ¡mamá!...
JAIME. — (A María, que se está marchando). Si quieres te ayudo
con los deberes.
SARA. — (Agarrando a Jaime y mientras María sale). ¿Desde cuándo
la ayudas tú con los deberes?
JAIME. — Desde que quiero perder de vista a tu tía Paloma.
(Entran Txema y Marta. María sale).
VANESA. — ¡Querido Txema!
TXEMA. — Señora.
VANESA. — ¡Marta!
MARTA. — Vanesa, Paloma.
SONIA. —Jose María... Dichosos los ojos...
TXEMA. — Sonikete...
(Todos se saludan y se abrazan).
MARTA. — ¿Qué tal, Sara?
SARA. — Aquí andamos.
JAIME.- Te veo más joven.
MARTA. —Claro, para nosotros estar cada día más joven es una
realidad. El martes pasado, precisamente, fue mi descumpleaños.
VANESA. —Y ¿cuántos has descumplido?
MARTA. — ¿Cuántos años he descumplido, Txema?
TXEMA. —Veinticinco, bomboncito. Y yo los primeros que descumpla
serán los treinta.
VANESA. — ¡Qué suerte tenéis de descumplir años! ¡Cuando pienso
yo que mis padres son unos adolescentes y que dentro de poco
entrarán en la infancia!

43
MARTA. — ¡Vamos, Vanesa, no pienses en eso!

VANESA. — ¡No sabéis cómo me trastorna todo esto!...


MARTA. — Claro...
TXEMA. —Es natural... Pero piensa que después de muchos años
volvemos a ser felices.
PALOMA. — ¿Realmente lo sois?

TXEMA. — No os hacéis a la idea de lo que es volver a vivir la


juventud. El pelo te va saliendo a la misma velocidad que se te cayó.
MARTA. —Y el cuerpo se pone cada día más firme, hasta que ya no
necesitas faja.
TXEMA. —Palabra, palabra. Y una muela que tenía picada se me
despicó ayer.
MARTA. —Y resucitan las ilusiones del amor.
TXEMA. — Y vamos olvidando todo lo aprendido...
TODOS. — ¿Cómo?
TXEMA. —Claro. ¿No veis que vivimos para atrás? Cada día
sabemos menos. Yo, de mi carrera, ya estoy en el cuarto año. Y
encantado, porque la felicidad está en la ignorancia, en la juventud,
en las pasiones... ¡Sobre todo en las pasiones!... ¡Caramelito mío!...
MARTA. — ¡Txemita!

TXEMA. — ¡Perdonad; pero hace tanto rato que no le doy un


beso!... (La besa).
MARTA. — Tenemos los años contados, no podemos perder el
tiempo. (Se besan de nuevo).
TXEMA. — ¡Claro que también tenemos nuestros altibajos!
MARTA. —Vamos, Txema, no empieces...
PALOMA. — ¿Qué pasa?
MARTA. — Mi niño, que se pone celosín.
TXEMA. —Sabes que no son celos, Marta, estás tan joven y tan
guapa, que todo bicho viviente te mira.
SARA. —Sí; por lo visto, las mujeres que tienen esa mezcla de vejez
y de juventud son de un atractivo irresistible.
SONIA. — (Aparte, a Jaime.) ¡Por ahí tiran con bala, Jaimito!

44
MARTA. — Ya verás cómo el martes, cuando seamos ricos, se te
pasan todas las tonterías. Podríamos irnos de viaje.
PALOMA. — ¿Que el martes vais a ser ricos?

TXEMA. —Sí; y Sonia también. Y Miguel. Y Rocío.


SONIA. — ¿Eh? ¿Yo rica? Txema, no juegues con mis ilusiones.
TXEMA. — ¿No te acuerdas? El día que tomamos las sales nos
hicimos un seguro de vida.
MARTA. — ¡Y vence el martes!
SONIA. —¡¡Ostias!! ¡Es verdad!

JAIME. — ¿Y cuánto os corresponde...?


TXEMA. —Un millón de euros a cada uno.
LOS OTROS. — ¿Un millón?
TXEMA. — Me ha llamado la de la compañía de seguros y la he
citado aquí, para que estemos todos.
SONIA. —Pero... ¿Y nos pagará? Porque yo no me fío un pelo.
TXEMA. — Se resistirán a creernos. Pensarán que somos unos
suplantadores pero, cuando les demostremos que somos nosotros,
no tendrás más remedio que pagar.
SONIA. —Menos mal; porque con esto de no morirme nunca,
siempre estoy pelada.
PALOMA. — ¡Qué descanso! Ahora que mis padres volverán a tener
dinero, no echarán mano a mi cartera.
TXEMA. — ¿Cómo?

VANESA. —Esa ha sido su última trastada.


MARTA. — ¡Vaya dos!
SONIA. —Aquí vienen las joyitas, Paloma.
JAIME. — Me voy, no quiero que me salpique.

SARA. — Espérame, así tendremos un par de palabritas tú y yo.


(Jaime y Sara se marchan).
VANESA. — ¡Por favor, Paloma!... ¡No les regañes mucho!... ¡Piensa
que son nuestros padres! ¡Ay, todo esto es superior a mis fuerzas!
(Vuelve a su llanto.)
MARTA. — (Consolándola) Ay, mi niña...

45
Escena 19
(Aparecen Rocío y Miguel con apariencia de adolescentes resacosos).
ROCÍO. —Buenas tardes a todos...
MIGUEL. —Buenas tardes.
VANESA. — ¡Da gusto verlos con esa juventud!... ¡Qué soles de
padres!...
PALOMA. —Sí; muy ricos son los dos. ¡Muy ricos!...
SONIA. — (Aparte, a Valentina y Ricardo, por Federico.) ¡Está que
trina!
PALOMA. — ¿Qué? ¿Estaréis contentos, no?
MIGUEL. —Te aseguro, hija...
PALOMA. —Sí, ya sé lo que me vas a decir, papá; disculpas y
mentiras y promesas de “no volverá a ocurrir”. Pero estamos
hartas... ¡hartas!...
VANESA. — ¡Paloma, por favor!

PALOMA. — ¡Y lo que hicisteis ayer es la gota que colma el vaso!...


Se os tendría que caer la cara de vergüenza. Habéis derrochado lo
vuestro y ahora venís a por lo de vuestras hijas.
ROCÍO. —Bueno, hija; ya está bien.
PALOMA. — ¿Qué?
ROCÍO. —Que ya está bien, Paloma. Nunca os he permitido que me
gritéis y no os lo voy a consentir ahora. (A Miguel). La culpa es tuya,
siempre has sido demasiado blando con ellas.
MIGUEL. —Sí, tienes razón.

PALOMA. —(A punto de estallar). Pero...


ROCÍO. —No hay pero que valga. No estamos haciendo nada que no
corresponda a nuestra edad y, además, ¿dónde se ha visto que los
hijos regañen a los padres?
PALOMA. — (Compungida). Pero, ¡mamá!

MIGUEL. — (Recobrando su dignidad de padre). Bien dicho. ¿Y qué


si hemos cogido unos eurillos? Como padres somos dueños de todo.
PALOMA. — (Compungida). Pero, ¡papá!
MIGUEL. — ¡Y no hay más que hablar!...

46
ROCÍO. — Toma ejemplo de Vanesa, que es más dócil que tú.
PALOMA. — ¡Qué poca vergüenza!¡Lo que hay que aguantar!
(Paloma se va muy enfadada).
VANESA. — ¡A mí todo esto me perturba!
SONIA. — A ti y a cualquiera.
VANESA. — (Hablando para sí misma). Y luego se extrañan de que
diga una cosa por otra y de que me tome la sopa con tenedor.
(Vanesa se va).

Escena 20
SONIA. — Entre nosotros, ya os vale. Tienen toda la razón.
MIGUEL. —Todos tenemos razón, Sonia. Ellas son viejas y piensan
como viejas. Nosotros estamos en nuestra última juventud y los días
se nos escapan de las manos.
TXEMA. — ¡Hay que aprovechar cada hora!
ROCÍO. — ¿Cada hora? Cada minuto... Cada segundo…
aprovecharlo, estrujarlo, consumirlo, disfrutarlo, reír, correr, saltar,
soñar… y amarse.
(Se abraza a Miguel).
TXEMA. —Amarse (Se abraza a Marta.) Tú no lo entiendes, Sonia.
SONIA. —No, Txema, no lo entiendo. Para mí, morirse es un error.
LOS CUATRO. — ¡Qué va a serlo!
MARTA. —Morirse es un acierto estupendo... Cuando se ha
aprovechado la vida, morirse es vivir. Pero si no la aprovechas, si no
la exprimes, estás muerto en vida.
MIGUEL. — Entonces, ¡viva la vida! Pero también, ¡viva la muerte!

TODOS. — ¡Vivaaa!
TXEMA. —No envidiamos tu inmortalidad, Sonia. ¿Qué esperas vivir
en este mundo?
(Aparece María).
MARÍA. — ¡Mamá! ¿Dónde está mi madre?
SONIA. — Cantándole las cuarenta a tu padre.
MARÍA. — ¿Por qué?

47
ROCÍO. — ¿Ah sí? ¿Ha pasado algo?
MIGUEL. — ¿Qué ha pasado

SONIA. — No nos desviemos del tema. ¿Qué quieres, María? En


esta casa se cuece un asunto de mucho tomate que a ti no te
importa.¿ Y como no te importa no te lo voy a contar!
MARÍA. —Pero, ¿y mis padres? ¿Por qué todo el mundo me oculta
las cosas? No sé cuántos años hay que tener para que se me
considere una persona mayor a la que se le pueden contar las cosas.
A veces querría tener cien años!
SONIA.- ¡Uh, eso no! Luego te arrepientes Mejor no desear esas
cosas e ir cumpliendo años de mod normal.
MARÍA.- Ha venido una chica preguntando por el médico.
TXEMA. — ¡Ah! Será la chica de la compañía de seguros... Dile que
pase.
(María se queda en el sitio, sin comprender).
TODOS. — ¡Vamos niña!
MARÍA. — Vale, pero voy porque quiero. Vosotros no me mandáis.
(María sale de escena a regañadientes).

Escena 21
TXEMA. — Es verdad, que no os lo he dicho. Esta semana vencen
los seguros que nos hicimos en dos mil veinte.
MARTA. —Yo creí que vencían en diciembre...
TXEMA. — En unos días seremos todos ricos.
TODOS. — Ricos…
(Entra María seguida de Alejandra).
ALEJANDRA. — Buenas tardes, soy Alejandra de Seguros…
SONIA. — ¡Ostias! Si es la misma.
MARTA. — ¿Será la misma?
MIGUEL. — ¡Qué va a ser la misma, si hace setenta y cinco años
que firmamos!
ROCÍO. —Pues es verdad.

48
SONIA. — Por ahí hay otra que te ha robado el invento de las
sales, Txemita.
MARÍA. — ¿Qué sales? ¿De qué habláis? ¡Me muero, me muero! ¡O
me lo contáis o me hago algo!
TXEMA. — No digas tonterías. Será la hija o la nieta de aquella
chica. El negocio habrá pasado de madres a hijas.
ROCÍO. —Sí, claro...
MIGUEL. —Eso será.
MARTA. — Pariente de la otra. No hay más que verla.
ROCÍO. —La misma cara.
SONIA. —Igualita... Igualita...
ALEJANDRA. — (Un poco extrañada, a María.) ¿Esta gente está
bien?

MARÍA. — Pues no sé. Yo no me entero de nada. ¡Pero voy a


enterarme de todo!
(María sale enfadada).
TXEMA. —¡Qué juventud! (Mirando a Alejandra) Y la misma voz.
MARTA. —La misma...
(Contemplándola de cerca.)
SONIA. — Y las mismas narices...
MIGUEL. —No, perdona, Sonia; las narices las tiene menos
puntiagudas.
ALEJANDRA. — ¿Eh?
SONIA. —¡Qué va!... Mira así de perfil... Tan apinochadas como las
de la otra.
(Le da la vuelta a Alejandra como si fuera un mueble.)
TXEMA. — (Examinándola.) ¡Pchs!... De perfil, sí; pero... Bájale la
cabeza. Ahora súbesela... Sí, sí. Son las mismas narices.
ALEJANDRA. — ¿Puede saberse a qué narices viene esto?
ROCÍO. — Perdona, Alejandra. Discúlpanos, pero nos ha
sorprendido tanto tu parecido con…
ALEJANDRA. —No, no, no... Si todo ocurre porque tiene que
ocurrir.

49
TXEMA. —¿Eh?
ALEJANDRA. —Lo que quiero saber es a quién se refieren cuando
hablan de mis narices.
MIGUEL. —A la agente que nos atendió en dos mil veinte.
Alejandra Higueruela...
ALEJANDRA. — ¡Mi madre!
MARTA. — ¿Veis cómo os decía yo que eran parientes? Era su
madre.
ROCÍO. —Pero ¿cómo iba a ser su madre, Marta?
ALEJANDRA. — ¡Mi abuela!
SONIA. —Su abuela. Era su abuela.
ALEJANDRA. —Pero, entonces..., pero, entonces, ¿es verdad?
TODOS. — ¿Qué?
ALEJANDRA. — ¿Entonces ustedes son los que contrataron los
seguros con mi abuela: Txema Escobar, Marta Sánchez, Rocío Seco
de Herrera, Miguel Agramonte y Sonia Peña? ¿Todos de más de cien
años?
MARÍA. — ¿Cómo? ¿Más de cien que…?
SONIA. — ¡Hala! Ya la hemos liado parda.

(María y Alejandra miran a unos y a otros. Tras una breve pausa,


Alejandra sale corriendo).
SONIA.—Que se va...
MIGUEL y ROCÍO. —(Al mismo tiempo.) ¡Alejandra!
MARTA. —Señorita nieta de Higueruela...
(Salen corriendo Marta, Rocío y Miguel detrás de ella. Luego se
suma Txema).
TXEMA. — ¡Que no salga a la calle! Que lo va a contar.

Escena 22
(Entran discutiendo Sara y Jaime, en plena crisis matrimonial).
JAIME. — No hay por qué decir nada a nadie.
SARA. — ¡Hombre! Claro que se lo voy a decir. Ahora mismo se lo
voy a contar a todos. ¡Eres un sinvergüenza! ¡Un desgraciado! ¡Pero

50
qué digo sinvergüenza: un cabronazo y gracias! Eso es lo que eres:
¡un cabronazo!
JAIME. — Sara, cariño, vamos a hablarlo.

SARA. — ¡Mira! Cualquier otra infidelidad te la habría pasado, por


nuestra hija y porque te quiero. ¡Pero hacerme esto a mí!...
¡Enamorarte de mi abuela!... ¡¡De mi abuela!!...
JAIME. — No entiendo ese tonito de “mi abuela”, “mi abuela”. ¡A
ver si es que no está buenorra tu abuela!
SARA. —Jaime...
JAIME. — ¿Tengo yo la culpa de que estéis todos amargados y que
los únicos que sepan disfrutar de la vida sean tus abuelos? ¿Qué me
siento atraído por la abuela? Naturalmente... ¡Y la pena es no haber
conocido a su madre, Rocío dice que es su vivo retrato!
SARA. — Lo que faltaba.

JAIME. — ¿No te das cuenta? Estáis todos tan preocupados de


vuestro pasado familiar, de cómo acabarán tus abuelos, de a dónde
os llevará eso a vosotros, que os olvidáis de lo más importante: la
vida sucede ahora. El pasado se queda en el pasado. Y el futuro
todavía no ha llegado. Pero tanta angustia y tanta desesperación
hace que os olvidéis el presente. Y nosotros no tenemos sales. La
vida se nos va escapando a cada instante. No hay segundas
juventudes ni más oportunidades para estrujarla al máximo. Joder,
hay que vivir hoy, ahora. Esa historia de coger el tren. Pues
nosotros somos el tren, que o nos paramos o pasamos de largo.
Hay que experimentar, probar, hacer cosas, día ganado, día ganado
y día perdido, día perdido. Y si me gusta tu abuela, habrá que
preguntarse por qué.
SARA. — ¿Cómo?
JAIME. — Un matrimonio es cosa de dos y aquí hace tiempo que se
apagó la llama. Sin embargo, tu abuela tiene tanta gracia… tan
seductora, con esa frescura…
SARA. —Frescura… esa es la palabra.
JAIME. —No la ofendas.
SARA. — Lo digo por ti, imbécil.
JAIME. — Ella no tiene la culpa de lo que siento. Ni siquiera lo
sabe.
SARA. —Lo va a saber muy pronto... Ella, mi madre, mi tía y todos.
JAIME. — ¡Sara!

51
SARA. — ¡Esto no lo aguanto más! ¡No lo aguanto! Estoy harta de
todo y de todos. Ya no me importa el escándalo ni la que se vaya a
armar. Pero de esta no te libras. Ya verás cuando tengas que darle
explicaciones a mi abuelo.
(Sara se va furiosa).
JAIME. — ¡Ostia, el abuelo!...¡¡Sara!!

Escena 23
(Jaime sale detrás de ella. Entra Sonia con María, que sigue
afectada por el descubrimiento. Luego entran Txema, Marta, Rocío
y Miguel).
MARÍA. — No entiendo lo de más de cien…
SONIA. — ¿Otra vez? Estabas soñando o algo peor.
MARÍA.- ¿Y ahora estoy soñando?
Sonia. Ya te he pellizcado ocho veces, niña.
TXEMA. — Solucionado.
MIGUEL. — No ha sido fácil, por poco lo cuenta.
MARTA. — Ya está arreglado.
ROCÍO. — ¿Arreglado? ¡Si nos ha chantajeado!
MARTA. — La chica solo quiere un veinte por ciento de la prima por
su silencio.
SONIA. — ¿De qué prima? ¿De la vuestra?
TXEMA. — De la de todos, Sonia, de la de todos.
MIGUEL. — (A Rocío) Para los años que nos quedan, mi amor,
tenemos dinero suficiente.
SONIA. — ¡Amos no me jodas! Claro, como vosotros os vais al
hoyo…
MARTA. — ¿Y a la niña que le pasa? (A María) ¿Estás bien, bonita?
(María echa espuma por la boca).

Escena 24
(Van saliendo Sonia, Txema y Miguel. En ese instante, entran
Jaime, que está fuera de sí; Sara, Paloma y Vanesa, hecha
un lío otra vez, le siguen.)

52
PALOMA. — ¡Esto no puede estar pasando!
MARÍA. — ¿El qué? ¿Alguien puede explicarme lo que pasa?
SARA. — Paloma, me estás asustando.
JAIME. — Paloma...
VANESA. — ¡Paloma, habla ya, por favor! Que me va a dar algo...
MARÍA. — ¡¡Mamá!!
SARA. — ¿Qué pasa?
PALOMA. — ¿Qué pasa? ¿Queréis saber lo que pasa?
JAIME. — Paloma, calla.
PALOMA. — No me callo. ¡No me da la gana! Pasa que tu marido es
un sinvergüenza... Eso pasa.
MARÍA. — ¿Eh?
SARA. — ¿Qué estás diciendo?
PALOMA. — Jaime está enamorado de Rocío. A esto han conducido
todas vuestras locuras...
VANESA. — ¡Ay, me está dando un ataque!
MARÍA. — ¡Abuela!
SARA. — Pero, ¡No seas ridícula! ¿Qué estupidez es ésa?
JAIME. — No es ninguna estupidez...
MARÍA. — ¿Papá? ¡Mamá!
JAIME. — Ya me he hartado de fingir... Estoy enamorado de Rocío.
VANESA. — Si Jaime está enamorado de Rocío y Rocío es mi hija,
entonces María es .... (Hace amago de desmayarse).
(María sale de escena llorando desconsolada).
PALOMA. — ¡Sinvergüenza!
JAIME. — ¡Estoy enamorado de ella como un loco! Sí. ¿Y qué?
SARA. — Pero ¿cómo que y qué? Pues, ¡que me estás partiendo el
alma ahora mismo! (Gritando a Jaime) Es de mi abuela de quien
estás hablando.

Escena 25

53
(Entran Txema, Rocío, Miguel, Marta y Sonia al oír los gritos de
Sara)
MARTA. — ¿Qué son esos gritos?
MIGUEL. — ¿Qué ocurre aquí?
PALOMA. — Vamos valiente, cuéntaselo.
SARA. — El imbécil de mi marido está enamorado de mi abuela.
MARTA, ROCÍO, TXEMA, SONIA. — ¿Qué?
(Ricardo se avalanza hacia Jaime y Txema y Sonia le sujetan).
JAIME. — ¡Soltadle! No me da miedo....
MIGUEL. — ¿Que no te doy miedo?...
(Jaime, se cubre la cara con los brazos)
SONIA. — ¡Ya te vale, Jaime! ¡Meterte con un hombre de más de
cien años!...
ROCÍO. — ¡Basta ya, Miguel!... Llevaos a Vanesa... (Salen Sara,
Paloma y Vanesa) ¡Y tú, cállate, mocoso!
JAIME. — ¿Mocoso?
ROCÍO. — ¡Mocoso, sí!... Tienes poco más de veinte años, y yo
ciento cinco. Además piensa que cada año que pasa tengo uno
menos, y que cuando tú tengas treinta y cinco años, yo tendré once,
y cuando tú tengas cuarenta, yo tendré seis.
JAIME. — ¿Que cuando yo tenga cuarenta, ella tendrá seis? Marta...
(La abraza.)
MARTA. — ¡Claro, hombre! La abuela es muy joven para ti.
TXEMA. — ¡Eh!... Tú... Pollito.
(Le quita de los brazos a Marta.)
SONIA. — (A Jaime.) ¡Abrázame a mí, que estoy soltera!
ROCÍO. — ¡Ay!
(Se marea.)
MIGUEL. — ¡Rocío!...
MARTA. — ¿Qué te pasa?
(Va hacia ella.)
ROCÍO. — Nada; no es nada. Lo esperaba.
(Le habla aparte a Marta.)

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MIGUEL. — ¿Que lo esperabas?
MARTA. — Pero ¿es que?...
ROCÍO. —Sí, Marta.
MIGUEL. —¿Qué dices?
(La abraza, emocionado.)
SONIA. — (A Jaime.) Mi querido Romeo: A Julieta le han hecho un
bombo.
JAIME. — ¡Embarazada!... ¡Ella, un hijo!
(Se va destrozadísimo.)
TXEMA. — ¡Un hijo!... ¡Enhorabuena!...
MARTA. — ¡Qué alegría, felicidades!...
ROCÍO. — (Ocultando el rostro.) ¡Pobrecito!... ¡Es una desgracia!...
MIGUEL. — ¡Cielito!...
MARTA. — ¿Pero lloras?
ROCÍO. — ¿Qué quieres que haga? ¿Quién cuidará de él?
SONIA. — ¡Tranquila, soy la niñera vitalicia!
ROCÍO. — Cuando mi hijo tenga dos años, yo tendré quince;
cuando él tenga cuatro, yo tendré trece... Luego seremos unos niños
los dos... Pero él seguirá creciendo, y yo, y yo... ¡Oh, qué horror!...
(Se abraza a Ricardo y hay un silencio impresionante.)
TXEMA. — No quiero alarmar... pero sobre mis experimentos, no
tengo claro el final.
ROCÍO y MIGUEL. — (Al mismo tiempo.) ¿Eh?
SONIA. — ¡A ver, qué se le ha ocurrido ahora!
TXEMA. — Cuando las sales convirtieron al marido de Marta en niño,
me propuse estudiar su evolución, pero como tuvimos la mala suerte
que muriera de lupus a los dos años, sigo sin saber qué pasará con
nosotros. Nos haremos niños, llegaremos a tener un mes de vida, y
luego, quince días, y después, sólo unas horas de vida, y al final nos
quedarán unos minutos... segundos .... Pero en la Naturaleza no
muere nada; ¿y quién sabe si al cumplir el último segundo de vida,
no empezaremos a cumplir el primero otra vez?
VANESA. — (Dentro.) ¡Ja, ja, ja! (Por la izquierda aparece Vanesa.
Haciendo esfuerzos por no reír, pero sin conseguirlo.) Y yo, ¿cómo
tendré que llamar al que nazca?

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TELÓN

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