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1. Introducción.
2. La génesis de los valores morales.
2.1. Antecedentes históricos: los sofistas.
2.2. Moral y naturaleza. El naturalismo ético.
2.2.1. Sobre la definición de naturalismo ético.
2.2.2. La ética naturalista de Aristóteles.
2.2.3. Estoicismo y epicureísmo.
2.2.4. El naturalismo humeano.
2.2.5. Rousseau y la Ilustración.
2.2.6. Las éticas o sistemas morales iusnaturalistas.
2.3. Convención y moralidad. El convencionalismo ético.
2.3.1. El contractualismo: Hobbes.
2.3.2. El relativismo moral: Montesquieu.
2.3.3. Éticas deontológicas actuales.
3. ¿Es posible cierto naturalismo en ética?
3.1. Tesis.
3.2. Hechos y decisiones.
3.3. Comunidad moral.
3.4. Un lenguaje compartido.
3.5. La integridad.
4. Conclusiones.
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1. Introducción.
En la Ética a Nicómaco Aristóteles, (libro V, cap. VII), afirma que "Existen dos
tipos de justicia, la natural y la convencional. Es natural aquella que tiene la misma validez
en todo lugar y no se ve afectada por ninguna concepción que podamos tener de su justeza.
Es convencional cuando no hay ninguna razón primordial por la que tenga que adoptar una
forma antes que otra y cuando se accede a la regla impuesta mediante un acuerdo por el
cual dicha regla es valedera... Algunos filósofos opinan que la justicia es convencional en
todas sus ramas y argumentan que una ley de la naturaleza no admite cambio y opera
siempre del mismo modo allí donde ocurre -así, el fuego arde aquí y en Persia- mientras
que las normas de justicia cambian continuamente ante nosotros. Lo que no resulta
evidente es qué normas de justicia son naturales y cuáles son legales y convencionales, en
aquellos casos en los que es posible el cambio. Con todo, sigue siendo cierto que existe
algo que llamamos justicia natural así como algo que llamamos justicia convencional".
El sofista tiene que enseñar lo que se considera justo en cada uno de los diferentes
Estados. No se puede contestar a la pregunta: ¿qué es la justicia? Sólo las preguntas
relativas a la justicia de Atenas o de cualquier otra ciudad tienen respuesta. El hombre que
vive en una ciudad dada y se adapta a las normas exigidas es un ser moral, convencional.
El que actúa de acuerdo con sus propósitos y no se adhiere a ninguna convención es un
hombre pre-moral, es un ser natural. El hombre natural no tiene normas morales, está libre
de toda restricción por parte de los demás. La moralidad se explica como un compromiso
necesario entre el deseo del hombre natural de agredir a los demás y su temor a ser
atacado. Un mutuo interés lleva a los hombres a unirse y establecer pactos que aseguren la
convivencia pacífica entre ellos.
problema de la génesis de los valores morales con su distinción entre physis y nomos y
adoptan, al respecto, una clara postura convencionalista.
El naturalismo ético es una teoría con una larga tradición que se remonta a los
griegos, incluido Aristóteles. Sin embargo, existe cierta inconsistencia a la hora de
adscribir teorías a la tesis naturalista o antinaturalista. Ello se debe a que la denominación
de "naturalismo" no carece de ambigüedad; por poner un ejemplo, Hume ha sido
considerado como un naturalista y un antinaturalista simultáneamente. Veamos por qué:
según ciertos estudiosos, la tesis fundamental del naturalismo mantiene que los enunciados
éticos pueden ser confirmados de forma semejante a los enunciados de las ciencias
empíricas. Las creencias éticas, igual que las científicas, pueden ser apoyadas por la
observación y constituyen la generalización de datos empíricos. Realmente el naturalismo
no defiende sólo la verificabilidad científica de la ética. Por debajo se encuentra una teoría
del significado; los naturalistas mantienen que los términos éticos designan realidades
naturales. En este sentido Hume ha de ser considerado como defensor acérrimo de un anti-
naturalismo, pues fue el que descubrió lo que más tarde Moore llamaría la "falacia
naturalista": operación no válida mediante la cual un juicio moral es deducido de un juicio
empírico.
No obstante, hay otras definiciones más generales del naturalismo: algunos autores
califican como naturalistas a todos aquellos que defienden que la moralidad hunde sus
raíces en los hechos de la naturaleza humana, a pesar de sostener que los juicios con un
"debe" no pueden derivarse de los juicios con un "es". En este sentido, Hume fue un
partidario del naturalismo ético, pues hizo depender la moralidad de la naturaleza humana.
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felicidad ha de ser obra de la razón y no del cuerpo. En este sentido hay que entender que
la contemplación sea la actividad más elevada que el hombre puede realizar.
Otro autor defensor del naturalismo fue Hume, al que ya nos hemos referido
anteriormente. La ética humeana ha sido denominada comúnmente como "emotivismo
moral". El emotivismo de Hume no pretendía encontrar lo que debe ser bueno para el
hombre, sino describir lo que de hecho es considerado como bueno por los hombres.
Para muchos autores, Hume intentó reducir la ética a psicología porque dio por
sentada la identificación de la filosofía moral con la ciencia de la naturaleza humana. La
ética humeana consideraba que los valores morales descansan en el sentimiento de
aprobación o desaprobación del hombre ante determinados hechos o acciones. El origen de
este sentimiento de aprobación o desaprobación es absolutamente natural. Hay ciertas
cualidades permanentes de la naturaleza humana que llevan a los hombres a emitir juicios
morales que implican actitudes de censura o alabanza. Esta naturaleza es común a todos
los hombres y se convierte en responsable de la existencia de los sentimientos morales.
Hume también afirmaba que, para descubrir el verdadero origen de la moral, hay
que acudir al método observacional. Sólo así, mediante la observación y la comparación de
casos particulares, podremos explicar las razones por las que los hombres aprueban o
desaprueban realmente ciertos tipos de conducta o carácter. A pesar de que Hume
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Los impulsos naturales e irreflexivos del ser humano no responden sólo al propio
interés. En el hombre natural se dan los sentimientos de simpatía y compasión. Rousseau
no afirma que en el estado de naturaleza se efectúen todas las distinciones morales; sin
embargo, sostiene que los predicados morales tienen su aplicación. Al seguir los impulsos
de la necesidad y de la simpatía ocasional, el hombre natural es bueno, y no malo. La
concepción de la naturaleza humana de Rousseau se opone tanto a la doctrina cristiana del
pecado original como a la teoría de Hobbes que luego comentaremos.
este momento empiezan a tener aplicación los conceptos de justicia e injusticia. (En este
sentido, cabría entender también la postura rousseauniana como "convencionalista" ya que
la moral, en tanto conjunto de normas y leyes de origen estatal, es obviamente una creación
humana convencional.). En resumen, el hombre nace bueno, pero la sociedad lo convierte
en malo.
La ley natural es la ley moral -normativa de lo que los actos humanos deben ser- en
cuanto es un imperativo de la naturaleza humana. La ley moral natural tiene su fundamento
en la naturaleza humana, y apunta a los principios intuitivos del orden moral, que son
evidencias supremas y van inscritas en la naturaleza. Su revelación es evolutiva, tanto en la
conciencia individual como social. De aquí que posea una "historia" a lo largo de la cual ha
ido cambiando de significado: si para los griegos primitivos la expresión "ley natural"
apuntaba a lo justo más allá de las leyes humanas, para los estoicos es el curso fundamental
de la naturaleza. Serán los cristianos quienes considerarán la naturaleza producto de la
creación divina, y la ley natural será el vehículo mediante el cual los hombres participaran
en la ley eterna que Dios ha impuesto sobre su creación.
En el siglo XVII Hobbes hace uso del método galileano para estudiar la sociedad;
el método consistía en el análisis de cualquier situación compleja para descomponerla en
sus elementos simples y, posteriormente, volverla a reconstruir sobre nuevas bases.
Para Thomas Hobbes cuando la sociedad se resuelve en sus elementos simples, nos
encontramos con una colección de individuos cuyo fin es la conservación de la naturaleza
humana. Los móviles de la naturaleza humana son el deseo de dominio y el deseo de evitar
la muerte: Homo homini lupus est. La única limitación a la ambición de poder es el temor a
la muerte.
Antes de la formación de la sociedad sólo existía una lucha por el dominio, una
guerra de todos contra todos. Sin embargo, la razón enseña al hombre que esta lucha ha de
ser reemplazada por la paz llegando a un acuerdo con otros hombres con el fin de
asegurarnos contra las agresiones mutuas. Para garantizar la obediencia al pacto social,
tiene que establecerse un contrato inicial por el que los hombres transfieran su poder a un
poder común, un poder que se convierta en soberano. Los mandatos de este poder, ya sea
democrático, oligárquico o monárquico se constituyen como preceptos que exigen
obediencia. Así, las normas o reglas que obligan al individuo, los valores que persigue son
de dos tipos: precontractuales o naturales y contractuales o sociales.
cabo semejante contrato tenga que existir ya un acuerdo común, una serie de normas que
posibiliten la formación del mismo.
Habría que citar aquí la "ética del discurso" de J. Habermas, que ofrece un
principio de universalización: norma válida es la elegida en discusión racional y que todos
podrían aceptar a efectos de su aplicación; y la "teoría de la justicia" de Rawls, que ofrece
igualmente una noción de justicia procedimental no sustantiva y un concepto-horizonte, la
"posición original", con respecto a la cual contrastar las normas para examinar su
corrección e ir ajustándose a ellas.
3.1. Tesis.
Al igual que los pensadores sofistas a los que Aristóteles hacía referencia, Popper
pone todo el acento en el supuesto hecho de que, si bien las normas de conducta son
variables y alterables, las leyes de la naturaleza no lo son. Pero su discusión se resiente de
su tendencia a mezclar este punto con otro totalmente distinto, según el cual tiene sentido
hablar de seres humanos que quebrantan e infringen las normas usuales de su sociedad,
pero no tiene sentido alguno hablar de leyes de la naturaleza infringidas por las cosas.
Pertenece a la gramática de la palabra "norma" el que sea inteligible decir que un hombre
puede optar por no atenerse a cualquier norma dada; pero esto no supone que sea siempre
inteligible hablar de la posibilidad de alterar cualquier norma. Es cierto que existe una
importante relación lógica entre la posibilidad de decir que una norma de conducta rige en
una sociedad y el hecho de que entre las personas de esa sociedad sea más frecuente, de
hecho, atenerse a la norma que quebrantarla, o que al menos tiendan a manifestar algún
tipo de reacción hostil a la infracción misma, a través, por ejemplo, de la condena o el
remordimiento. Pero, con el fin de usar esta relación para probar que todas las normas son
necesariamente alterables en principio, se debería mostrar que con respecto a cualquier
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norma dada tiene que ser siempre posible imaginar en una sociedad personas que no
cumplen la norma más a menudo de lo que la cumplen, o que no tienden a manifestar
actitudes desaprobatorias a la infracción de la misma. Como veremos, la última condición
no se cumple en algunos casos s; no porque el cumplimiento de la norma por parte de las
personas esté garantizado por una ley científica, sino porque ciertos rasgos del concepto de
vida social de los seres humanos hacen que la idea de su no-cumplimiento sea ininteligible.
La barrera que se alza en el camino del lego que quiere comprender algo de física
moderna es una barrera cultural. "Los temas profundos de la física no son temas que se
pueda hablar si no es con alguien que haya vivido un largo período de tiempo adquiriendo
la tradición", dice Oppenheimer. Algo análogo es verdad por lo que respecta a nuestra
dificultad de comprender las ideas y prácticas morales de una sociedad histórica o
culturalmente remota. Por ejemplo, el sacrificio de los niños. Esta es una práctica que
resulta pura y simplemente ininteligible para nuestro propio estilo de vida y para las ideas
morales que le corresponden. Intentar comprenderla es intentar comprender algo de lo que
debió de ser la vida y el pensamiento de aquella sociedad.
Lo que hace una decisión inteligible es su relación con los hechos que constituyen
la situación en la cual esa decisión se ha hecho posible. Y ésa es una relación lógica.
Popper lo niega apelando a la doctrina humeana según la cual las decisiones no pueden
derivarse de los hechos, aunque tengan que ver con los hechos. Ahora bien, es verdad que
en cualquier situación donde pueda decir que he tomado una decisión tiene que ser
concebible que hubiera podido tomar otra decisión; pero esto no significa que una decisión
diferente hubiera sido necesariamente inteligible.
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"Los hechos están ahí, mientras que las decisiones han de ser tomadas". Éste es el
tipo de concepción sugerido por la discusión de Popper. Y en cierto sentido es verdadera:
cuando se trata de investigar un conjunto particular de hechos, tenemos que averiguar lo
que esos hechos son; no se trata de una cuestión de decisión. Pero Popper discute el
concepto general de hecho y su relación con el concepto de decisión, y el asunto no puede
zanjarse así. Tenemos que ser capaces de decir que se dan hechos particulares, pero eso no
quiere decir que se dé el concepto de factualidad, surge del modo como viven los hombres.
Tenemos que considerar las condiciones que nos permiten tener el concepto de "los
hechos", lo cual implica tomar en consideración los modos de vida humanos junto con los
tipos de decisiones supuestos en ellos, en los cuales el concepto de "los hechos"
desempeña un papel y de donde dicho concepto recibe su sentido.
No se puede negar que existe una irreductible contingencia histórica en las normas
a las que se atiene una sociedad. Pero ello no equivale a afirmar que no se necesitan puntos
fijos en todo este cambio y variedad, que no hay normas de conducta humana que no
puedan ser diferentes a como son, de hecho, y de que todo lo concerniente a la moralidad
humana tienen un carácter convencional. Los conceptos morales sólo tienen sentido en el
interior de la vida de una comunidad y que una filosofía moral provechosa sólo es posible
si esos conceptos están asentados en el modo de vida que les otorga su sentido. Ahora bien,
este procedimiento filosófico es de todo punto familiar con respecto a otras ramas de la
indagación filosófica; en filosofía de la ciencia, por ejemplo, no se puede llegar muy lejos
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sin relacionar el ámbito del discurso científico que se pretende esclarecer con el contexto
de los procedimientos de investigación establecidos en la comunidad científica desde la
que se habla. De todos modos, la noción de "comunidad moral" es, en algunos aspectos
fundamentales, muy distinta de la de "comunidad científica", pues, si bien puede haber y
hay sociedades humanas que no son y no contienen comunidades científicas, no puede
existir una sola sociedad humana que no sea, en algún sentido, una comunidad moral.
Alguien que éste de acuerdo en lo anterior podría aún dudar en aceptar la tesis de
que la existencia de una norma de decir la verdad sea una condición moral del lenguaje.
Sin embargo, la noción de compromiso marca la distinción y la conexión entre los dos
conceptos siguientes: lo que las palabras significan y lo que las personas quieren decir con
ellas. Las personas sólo pueden decir algo y decirlo en serio si usan palabras que
signifiquen algo; y depende del tipo de significado que las palabras tengan el que las
personas puedan utilizarlas en los enunciados que éstas quieran. Pero esto es sólo posible
en una sociedad donde las personas estén relacionadas de tal forma que el que una de ellas
diga algo suponga para ella comprometerse con el resto; y una parte importante de esa
relación es la necesidad de que exista un respeto común por la veracidad.
justificado cuando miente. Pero sí implica que una mentira necesita una justificación
especial si es que no debe condenarse. Lo que se ve como tal justificación dependerá de las
instituciones particulares de la sociedad en cuestión. Decir que la virtud de la veracidad
debe desempeñar algún papel en la vida de cualquier sociedad no equivale a describir el
papel peculiar que tiene en la vida de una sociedad particular.
3.5. La integridad.
Por supuesto, no he afirmado que uno tenga que admirar cada manifestación
individual de integridad; eso sería confundir mi tesis lógico-filosófica con una doctrina
moral bastante absurda. Un funcionario de un campo de concentración puede actuar tal y
como se espera de él. Decir que desempeña su labor con integridad es, para nosotros, una
consideración adicional en su contra, no un punto a su favor. Pero la propensión de la
gente a actuar así fue, sin embargo, un factor esencial para el sostenimiento del nazismo.
4. Conclusiones.
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5. Bibliografía.