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Para analizar el existencialismo hay que ser, por lo tanto, un poco arbitrario,
seleccionar una lista de nombres que en su mayoría permitan definir una continuidad
intelectual particular. Algunos de los nombres se seleccionan por sí solos: Kierkegaard,
Heidegger, Sartre. Otros entran en escena por su relación con los nombres más
importantes: Bultmann y Camus, por ejemplo, o se trata de pensadores que presentan una
originalidad que hace difícil su ubicación en un cuadro general, como es el caso de Franz
Rosenzweig o Martin Buber. En mi exposición, atendiendo a los límites de tiempo, me
centraré en la figura de Heidegger, como demanda el enunciado del tema, pero abordando
también las filosofías de Kierkegaard, Jaspers y de Sartre, por ser éstos algunos de los
filósofos existencialistas más importantes. Como es evidente, la exposición estará centrada
en su tratamiento del problema del ser.
No nos interesan aquí los temas centrales de la filosofía de Kierkegaard, esto es,
cómo vincula Kierkegaard toda la problemática del ser y de la ética con el cristianismo,
abordando su particular solución al problema filosófico de la ontología y la ética y al
problema humano de la vida cotidiana. Nuestro objetivo es poner de manifiesto cómo
Kierkegaard sitúa la problemática existencialista en unas coordenadas en las que se
moverán filósofos muy diferentes.
3.1. Introducción.
Ahora bien: que la pregunta por el sentido del ser se muestre fundamental no
significa que toda filosofía históricamente dada funcione con conciencia de esa
fundamentalidad. Es lo que Heidegger denomina olvido del ser, entendido como olvido
de que su cuestionamiento constituye la pregunta fundamental de la filosofía. Este
olvido, sin embargo, no es trivial. Se debe, más bien, al hecho de que la tradición ha
considerado respondida la cuestión por quienes dieron comienzo a la filosofía
planteándola. Lo que ocurre es que un análisis de esas respuestas pone de manifiesto no
sólo su vaguedad y carga de prejuicios, sino también que se ha perdido el sentido
mismo de la pregunta. A este análisis de la ontología tradicional, revelador del
progresivo olvido de la cuestión del ser, lo llama destrucción de la ontología, y muestra
las limitaciones de toda ontología elaborada con un lenguaje en principio adecuado sólo
a la caracterización de entes. Estas limitaciones implican una esencial diferenciación de
nivel entre el ser y lo ente, entre lo ontológico y lo óntico, diferencia a la que Heidegger
denomina ontológica, y que implica la necesidad de encontrar un lenguaje adecuado a la
investigación del ser, que recibe ahora, para diferenciarla de la tradicional, el nombre de
ontología fundamental. Pero hemos visto que, contra lo que la filosofía tradicionalmente
ha parecido asumir, no hay respuesta concluyente para la cuestión del ser. Por eso, la
ontología fundamental consistirá, primeramente, en un replanteamiento de la misma.
3.2.2. El ser-ahí.
3.2.3.1. Introducción.
Es por esto, que toda comprensión del ser es concebida como interpretación, y se
la califica de hermenéutica. El ser-ahí, dasein, se interpreta a partir de su existencia,
existenz, cuyo análisis revelará unas estructuras fundamentales que llamaremos
existenciarios. La existencia no es, coherentemente con el carácter fenomenológico de
la investigación, un concepto teórico deducible, sino que pretende nombrar su
facticidad, es decir, su darse inmediato que, en su análisis heideggeriano, se muestra
como un «encontrarse siempre ya siendo», como un «arrojamiento» que va, a su vez,
unido a la noción de un «poder ser», en el sentido de que está abierto a un ámbito de
posibilidades de las que tiene que «hacerse cargo», ámbito que viene delimitado por la
comprensión del ser en que el ser-ahí está ya situado, su existencia. A este ser lo
denomina Heidegger proyecto y es uno de los caracteres ontológicos del ser-ahí. A ello
apunta también al decir que éste «se cuida», «se hace cargo de» su propio ser. Como
síntesis de todo ello, se hablará de la facticidad del ser-ahí como proyecto arrojado,
constituyendo además la finitud de la existencia, término con el que se pone énfasis en
el siempre partir de una determinada comprensión del ser.
3.2.3.2. Ser-en-el-mundo.
3.2.3.3. Ser-con.
El ser que «acaece», es decir, el ser que se presenta al final del recorrido de la
metafísica, acaece con la forma de una llamada lingüística: éste es el principio central
de la hermenéutica, como ya ha señalado previamente Heidegger en Ser y tiempo y
como se desarrollará en la obras de Gadamer, Pareyson, Ricoeur o Vattimo. Se anuncia
aquí el amplio desarrollo de las tesis sobre el diálogo que constituyen la innovación
esencial que aporta la hermenéutica al horizonte fenomenológico-existencial.
Como es evidente, queda poco que decir sobre la naturaleza de esta «historia de
las palabras». En todas las obras de Heidegger, sobre todo a partir de la década de los
treinta, el proceder argumentativo central se formula mediante la reconstrucción
etimológica de los términos que Heidegger se ve obligado a utilizar. No se trata de
científicas, técnicamente precisas, sino, más bien, de una atención dedicada a las
evocaciones que de vez en cuando las raíces de las palabras llevan consigo. En
definitiva, se trata de un «responder examinador y escuchador», en «seguir» ciertos
recorridos del lenguaje. Y la tarea que intenta aportar este filosofar es, afirma de modo
crítico Peter Sloterdijk (Normas para el parque humano, Madrid 1999), «caracterizar
de modo histórico el extático claro del bosque en el que el hombre deja que el ser le
hable».
b) La obra de Jean-Paul Sartre (1943), El ser y la nada (Madrid, 1989), que inaugura el
existencialismo, se encuentra inspirada en Jaspers, en el Heidegger de Ser y tiempo y en
la fenomenología, e invita a una lectura de los tres pensadores, a pesar de las
diferencias, como «filósofos de la existencia». En esta obra, el punto de partida de la
argumentación sartreana se encuentra constituido por la ontología fenomenológico-
existencial que es el trasfondo de las tesis de Jaspers y de Heidegger y que podría
caracterizarse, resumidamente, a partir de los siguientes aspectos: compromiso de la
investigación con la pregunta sobre la existencia; consecuente rechazo del
«objetivismo» científico; y de nuevo, consecuentemente, rechazo de la pretensión
idealista de aprehender y describir la totalidad. Por tanto, el compromiso del yo en la
esfera del existir debe ser considerado como aquello de lo que procede, para la filosofía
de la existencia, la hipótesis de un pensamiento igualmente refractario a la
«objetivización» (o «reificación») y a la concepción de estructuras sistemáticas y
totales, la hipótesis de una filosofía sin la pretensión de objetividad definitiva y de
totalidad exhaustiva.