Está en la página 1de 5

TEMA 35:

EL TRABAJO HUMANO Y EL DESARROLLO DE LOS PUEBLOS. EL


TRABAJO COMO ACTIVIDAD DE LA PERSONA: DERECHOS INHERENTES;
POSIBILIDADES Y EXIGENCIAS; APORTACIONES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE
LA IGLESIA. DESARROLLO DE LOS PUEBLOS, DESARROLLO ECONÓMICO Y
DESARROLLO HUMANO: APORTACIONES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA
IGLESIA.

1. EL TRABAJO HUMANO Y EL DESARROLLO DE LOS PUEBLOS.


1.1. Aproximación a la definición de “trabajo”.

Entendemos por trabajo: La actividad humana, corporal o espiritual, ordenada a proveer las
necesidades de la vida del trabajador (personal y familiar) y a procurar a la sociedad los bienes y
servicios que le son necesarios y útiles.

Deducimos que: el trabajo es el medio más humano para adquirir bienes (MM 107), y el medio
universal de procurarse el sustento decoroso (RN 6). Es una actividad propia del hombre, por tanto
humana en sus dimensiones integrales, cuerpo y espíritu, con unos fines personales en su doble
dimensión: individual y social. Pero a su vez tiene un peligro: con el trabajo puede sufrir menoscabo
la dignidad de la persona humana (MM 21), si queda ésta instrumentalizada.

2. EL TRABAJO COMO ACTIVIDAD DE LA PERSONA: DERECHOS INHERENTES;


POSIBILIDADES Y EXIGENCIAS; APORTACIONES DE LA DOCTRINA SOCIAL
DE LA IGLESIA.
2.1. Deber y derecho del trabajo.
2.1.1. En cuanto a la dignidad del trabajo.

Debemos afirmar que este no es un fin en sí mismo sino un medio instrumental para realizar algo
superior. En el plano natural, enriquece el mundo exterior al considerarse como una colaboración del
hombre a la obra creadora de Dios (Gn 1, 28 ss). Pero además en el plano sobrenatural al colaborar
con la obra creadora de Dios, es una preparación del Reino (GS 39).

Para nosotros la satisfacción no está en la comodidad, sino en cumplir la voluntad de Dios. Ej: Cristo
cumplió la voluntad del Padre aunque pasó por el sufrimiento.

2.1.2. En cuanto al deber de trabajar.

Ya que el trabajo es el medio para conseguir bienes de subsistencia y es medio indispensable para
conseguir bienes para la sociedad. El trabajo es la contribución que todos deben prestar para
humanizar el mundo y contribuir a la realización del ser humano.

La sociedad, como consecuencia, tiene el deber de asegurar a todos con el trabajo y con una
adecuada utilización de los bienes económicos la posibilidad de conseguir su propia perfección y de
contribuir a la humanización del mundo. El deber moral de trabajar brota de varias fuentes:

El trabajo es el único medio honesto para la mayoría de las personas hábiles de sustentar la vida
(MM 107).

1
El perfeccionamiento personal: El hombre y la mujer tienen el deber de trabajar para conseguir la
perfección natural y sobrenatural a la que han sido llamados.

Es un deber social: La persona humana vive en la sociedad y de la sociedad. El pleno desarrollo de


su personalidad, el bienestar, la vida digna, sólo pueden conseguirse gracias al trabajo de los demás.
(QA 53).

Es un precepto positivo: En la Sagrada Escritura aparece explícitamente el precepto de trabajar.


(Prov 6, 6; Dt 28, 12; 2 Tes 3, 12).

Todos los hombres tienen derecho y deber de trabajar y encontrar trabajo conforme a su vocación
(GS 35; LE 4). Consecuencia: el individuo que carece del mismo tiene el derecho a reclamar una
adecuación remunerada en forma de salario laboral, social.

2.1.3. El derecho al trabajo.

¿Cómo hay que entender el derecho al trabajo?

Una primera interpretación concibe este derecho como el reconocimiento a cada miembro de la
sociedad de un verdadero derecho a un puesto de trabajo que debe hacer efectivo el Estado. Juan
Pablo II afirma: “El Estado no podría asegurar directamente el derecho a un puesto de trabajo de
todos los ciudadanos sin estructurar rígidamente toda la vida económica y sofocar la libre iniciativa
de los individuos” (CA 48).

Una segunda interpretación subraya la reivindicación de unos intereses que deben ser conseguidos
por el trabajo desarrollando un empleo pero que en su defecto deben ser asegurados por un subsidio.

Una tercera interpretación pone el acento en el derecho a la subsistencia, en los momentos en que el
trabajo productivo y asalariado va siendo un bien escaso e insuficiente. Problema: no soluciona el
derecho a vivir del propio trabajo.

En definitiva tenemos el derecho y el deber de contribuir a la humanización del trabajo y de su


entorno; ya que el trabajo puede ser un factor de libertad, pero también de alienación, es necesario
valorar el primado de la persona y partiendo de esta premisa valorar las estructuras, vistas siempre al
servicio del hombre.

2.2. Aportación de la Doctrina Social de la Iglesia.

a) “Rerum novarum”: El trabajo es considerado como título de propiedad inherente a la naturaleza


humana. León XIII proclama la dignidad del trabajador y sus derechos. El trabajo es necesario, no
una mera mercancía que pueda comprarse o venderse. Es personal y tiene una dimensión social por
su íntima relación con la familia y con el bien común.

León XIII pide un salario justo con perspectiva familiar, el desarrollo de una legislación protectora
de los derechos de los trabajadores, de unirse e asociaciones propias, la limitación de la jornada
laboral. En definitiva: en ella es reconocida y proclamada la dignidad del hombre trabajador.

2
b) “Quadragesimo anno” de Pío XI: El Papa describe el trabajo como título de propiedad en su
relación al capital, a la vez que describe la dignidad del trabajo (QA 83). El Papa se preocupa porque
de las fábricas salgan la materia inerte ennoblecida pero los hombres se corrompan.

Fija los criterios para un salario justo: no puede ser inferior a lo que el obrero necesita para
sustentarse (QA 32). Además de la conveniencia de suavizar el contrato de trabajo, el derecho a la
propiedad y de la restauración del orden social.

c) “Mater et Magistra” de Juan XXIII: Insiste en el deber y el derecho al trabajo (MM 44). Aporta
nuevas precisiones sobre la remuneración del trabajo, ya que se decanta claramente por el sueldo
familiar (MM 71) y sobre los derechos de que son acreedores los obreros en relación a la
autofinanciación. También el derecho de los obreros a participar en la vida activa de la empresa,
insistiendo en que esta debe ser una verdadera comunidad humana (MM 84ss), marca que las
riquezas en bienes exteriores son por su naturaleza instrumentos y no fines.

d) “Gaudium el spes” (GS 33- 35. 67- 68): Promulga una visión nueva del trabajo y sus condiciones,
así como del necesario descanso como elemento superador de la vida económica. Define que el
trabajo es un derecho y un deber y que la sociedad tiene la obligación de ayudar a los ciudadanos
para que logren encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente.

e) “Populorum Progresio” de Pablo VI: con un concepto amplio de trabajo, pone de relieve su
grandeza y sus diversas funciones. Su mayor novedad está en subrayar la ambivalencia del trabajo:
más científico y organizado, tiene el peligro de deshumanizar a quién lo realiza, convertido en siervo
suyo, por que el trabajo no es humano si no permanece inteligente y libre.

f) “Laborem exercens” de Juan Pablo II: El trabajo es una dimensión fundamental de la persona que
lo coloca en la línea del plan original (LE 4). El hombre tiene el derecho al trabajo (LE 16), por lo
que el estado tiene la obligación de crear puestos de trabajo (LE 17- 18). El trabajador tiene unos
derechos entre los que se encuentra la remuneración y el salario familiar (LE 19). Es importante la
distinción que señala el pontífice: Trabajo objetivo (dominio progresivo de la tierra) y el trabajo
subjetivo (realizarse como persona en esa tarea), dando mayor importancia el subjetivo (LE 5- 6).

g) “Centesimus annus” de Juan Pablo II: “Es mediante el trabajo como el hombre, usando la
inteligencia y libertad, logra dominar la tierra y hacer de ella su digna morada” (CA 31), “Mediante
su trabajo, el hombre se compromete no sólo a favor suyo, sino también a favor de los demás y con
los demás: cada uno colabora en el trabajo y en el bien de los otros” (CA 43).

Resumen de la Doctrina social de la Iglesia: Primacía del hombre sobre el trabajo, de la persona
sobre las cosas, del trabajo sobre el capital, del destino universal de los bienes sobre el derecho a
apropiárselos, del ser sobre el tener. (RN 32; QA 69- 70; MM 106- 107; LE 6. 13; CA 32).

3
3. DESARROLLO DE LOS PUEBLOS, DESARROLLO ECONÓMICO Y
DESARROLLO HUMANO: APORTACIONES DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA
IGLESIA.

Conviene que nos situemos en una concepción humanista del desarrollo. Esta concepción se
encuentra en las aportaciones de “Gaudium el spes” (GS 64) y “Populorum progressio” (PP 20). “La
finalidad fundamental de esta producción no es mero incremento de los productos, ni le beneficio, ni
el poder, sino el servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades
materiales y sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas” (GS 64).

“Sollicitudo rei socialis” insiste con un mismo interés en un momento histórico de crisis radical y
universal, cuando el hombre vive la tensión entre el deseo de cultivar un desarrollo humano pleno y
la realidad de unas estructuras de pecado destructoras de este deseo (SRS 35).

3.1. Desarrollo y progreso.

Pablo VI afirmaba que el desarrollo no puede reducirse al simple crecimiento económico. Para ser
auténtico desarrollo debe ser integral (PP 14). Además en contra de la cultura del “desarrollismo”,
las encíclicas PP y SRS nos inducen a constatar “que el desarrollo no es un proceso rectilíneo, casi
automático y por sí ilimitado” (SRS 27), ya que podríamos caer un grave peligro: el de abandonar
zonas y regiones de la tierra ya que ellas nunca podrían optar por un desarrollo ilimitado.

Esto nos plantea el problema de los límites del desarrollo; debemos afirmar que los bienes naturales
son limitados, que existen límites políticos, límites económicos, la existencia de un cuarto mundo.
Pero son más graves los límites existentes en las actitudes del hombre convertidos en pecados
estructurales, tendencia que se manifiesta en reducir al hombre a instrumento o factor productivo y
consumista. (GS 3, 4, 19, 57, 63).

Para caminar hacia el verdadero desarrollo, el hombre moderno tendrá que aprender del pasado y
situarse dentro del mundo y de la naturaleza no frente a ellos.

“El carácter moral del desarrollo no puede prescindir tampoco del respeto por los seres que
constituyen la naturaleza visible... Conviene tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua
conexión en un sistema ordenado, que es precisamente el cosmos” (SRS 34).

3.2. Hacia un auténtico desarrollo.

Puede constatarse en la sociedad moderna, quebrada por las desigualdades, el hombre no se convierte
en el verdadero protagonista de su vida, esto se agrava hasta límites “de vergüenza” en los países del
tercer mundo, es porque el hombre debe ser siempre el protagonista de su propio desarrollo (SRS
38).

Es el hombre el que está comprometido en esta tarea. Comprometido en su dimensión individual,


colectiva, cultural y espiritual o religiosa. Los efectos de la sumisión al solo consumo o del ser al

4
tener aliena al hombre, de tal modo que acaba aniquilándole. La consecuencia práctica es que “son
relativamente pocos los que poseen mucho y muchos los que no poseen casi nada” (SRS 28). Sin
embargo el tener cobra sentido cuando está al servicio de la maduración y del enriquecimiento del
ser y a la realización de la vocación humana.

El verdadero desarrollo ha de responder a la unidad de los tres niveles: económico, político y de los
valores, asimismo el verdadero desarrollo se mide por el parámetro interior. Aunque los bienes
materiales son necesarios, ellos mismos han de estar en situación de ser respuesta a la vocación del
hombre en Cristo (LG 21). El desarrollo pone como centro al hombre, imagen de Dios, por ello el
desarrollo no está tanto en el uso indiscriminado de los bienes cuanto “en la subordinación de la
posesión, uso y dominio de los bienes a esa vocación humana” (SRS 29).

Por todo ello se puede afirmar que el auténtico desarrollo a ser integral, plasmado en el respeto y
promoción de los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, el que tiene en
cuenta las exigencias morales, culturales y espirituales.

3.3. Reflexión sobre “progreso” desde Gaudium et Spes.

El progreso humano es un gran bien del hombre, pero no queda exento de ambigüedad (GS 37), así
la negación de Dios aparece muchas veces la negación de Dios aparece en muchas ocasiones como
exigencia del progreso científico.

El progreso puede ofrecer la materia para la promoción humana, pero no siempre no llevarla a cabo,
además todo lo que los hombres hacen para conseguir una mayor justicia vale más que el progreso
técnico (GS 35). El progreso además contribuye a la multiplicación de las relaciones entre los
hombres (GS 23) también en el campo de la economía (GS 63).

Debemos distinguir el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo en la
medida que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad, interesa mucho al Reino de Dios (GS 39;
Cfr. LG 39). Por último diremos que el fin del progreso es la plena perfección humana de los
ciudadanos (GS 86).

También podría gustarte