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En los temas anteriores hemos reflexionado sobre dos de las tres relaciones que,
según la Biblia, constituyen al ser humano: la relación con Dios y la relación con los
otros: el hombre es ser personal y ser social. Ahora se trata de abordar la tercera
relación: hombre-mundo.
En el Antiguo Testamento
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descanso, forman así una bina muy importante que ha sido interpretada de diversas
maneras; por ejemplo:
Esas tres lecturas del mandamiento del trabajo-descanso presentan una comprensión
positiva de la actividad humana, que ha de desarrollarse con libertad y creatividad. El
trabajo es para el descanso, y no viceversa. El descanso impide la degradación del hombre
a nivel de la máquina productiva.
En el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento se hace referencia al trabajo artesanal de San José y del mismo
Jesús; al trabajo manual de Pablo para ganar su sustento y no ser gravoso a la comunidad,
y a las duras palabras del Apóstol contra los que "viven desconcertados, sin trabajar
en nada, pero metiéndose en todo" (II Tesal. 3, 6-15).
De ahí se sigue que no hay una historia profana y una historia sagrada. Progreso y
gracia se integran en una historia única y apuntan a un único fin. Lo cual no autoriza a
identificar progreso y gracia; la unidad no es confusión.
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2. TRABAJO y PROGRESO
a) El Trabajo
Supuesta la anterior premisa básica, precisemos ahora las dimensiones antropológicas del
trabajo:
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de la profesionalidad, baja productividad, ausencia de motivaciones, sensación de hastío,
desmotivación... El hombre que pone su vida al servicio del "tener" y no del "ser", se
acarrea la frustración de su personalidad porque la actividad así ejercida se convierte en un
mecanismo de alienación.
Por eso, no debe olvidarse nunca que un trabajo realmente bueno incluye siempre un
componente artístico y debe satisfacer la necesidad que el ser humano siente de crear y de
crearse a sí mismo.
El ser humano es más que el mundo; la persona es más que la naturaleza. Por eso, el
hombre trabajador (homo fáber) tiene capacidad para promover y dirigir el proceso de lo
real hacia la consumación plena. Este proceso de transformación de la tierra a la medida
de las necesidades y aspiraciones humanas (lo que Marx llamaba "la humanización de la
naturaleza"), se expresa comúnmente con la categoría de "progreso".
b) El progreso
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Esta concepción circular de la historia fue rota por la Biblia que muestra una concepción
lineal de la historia, según la cual la historia no gira sobre sí misma, sino que avanza
desde un principio hasta un término, en una dialéctica de superación constante hasta una
plenitud: la Parusía. Por eso, resulta irónico y paradójico que el cristianismo haya llegado
a considerarse como enemigo del progreso, o que los cristianos hayan mirado el progreso
con sospecha, o lo hayan rechazado. Porque hay que reconocer que la Iglesia y los
cristianos no supieron reconocer en determinados momentos la legítima autonomía
de lo secular y de lo temporal, como finalmente lo ha hecho el Concilio Vaticano II (G.
S. 36).
Sin embargo, esta euforia cientista no duró mucho. Pronto el hombre se dio cuenta de los
efectos inhumanos de dicho cientismo: dos Guerras mundiales que evidenciaron los
peligros de una tecnología manipulada por los totalitarismos. También nos dimos cuenta de
que el crecimiento cuantitativo no siempre puede ser considerado como un índice de
calidad de vida, y de que una civilización supertécnica puede ser muy experta en medios
y, al mismo tiempo, inexperta en fines. Es decir, que la racionalidad científica fracasa
cuando trata de ajustar cuentas con el problema del sentido de la vida. Pero, sobre todo,
la fe en el progreso se ha visto sacudida por la amenaza del holocausto nuclear y el
desequilibrio ecológico. Ambos son fruto de una mala utilización de los avances
científico-técnicos, de una falsa idea del progreso.
Se requiere, pues, redefinir la idea de progreso. Por "progreso" habría que entender "el
proceso de enriquecimiento armónico del hombre y la naturaleza que facilite el
desarrollo integral de todo hombre y de todos los hombres" (POPULORUM
PROGRESSIO 14, 42). En este proceso se insertan los avances científicos, culturales,
económicos, técnicos. Pero también los valores éticos en los órdenes de convivencia,
solidaridad e igualdad, fraternidad y respeto mutuo.