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UNIDAD 1: HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA 1 -

Ricardo Herren
La conquista erótica
de las Indias

2ºA y B
Prof. Mirta Sabattier

Planeta
177
INTRODUCCIÓN A mi padre, que, entre muchas otras cosas,
me enseñó a amar la Historia.
A mis abuelas indias, cuyos genes generosos
En un sentido, la conquista esPaño- contribuyeron a fiiar mi amor a la tierra.
la de América fue una conquista de A mi bisabuelo bávaro, pionero en Argentina,
mujeres. que en Esperanza, Santa Fe, fue muerto
M,lcHus MÓn¡en de un flechazo en la espalda.

I
La mesnada del almirante Lope de la Puebla, natural de Lan'
da del Burgo, Soria, navega durante dos meses por la ruta
eluinocciaf hasta llegar alas costas del-golfo Triste, en la
actual Venezuela. Oeide allí remontan el río Orinoco y lue-
go toman Por el APure. )*
Son de ios priméros europeos en pisar los inmegsos lla-
nos del norte del subcontinente suramericano: hombres ru-
dos, gente de guerra con sus yelmos y armaduias, espada,
lanzl y adargá, arcabuces y ballestas. Desembarcan' cru-
zan el Itu.t"i y, tras una esforzada marcha, la hueste espa-
ñola consigue alcanzar el primer poblado de los indios
achaguas.
oios tercios todos regáronse por la inesperada aldea'
Mas la desnudez de los habitantes los excitó en sumo gra-
clo. Aquellas mujeres eran muchas de ellas jóvenes y h,et-
.or"i aunque cón la piel extremadamente morena; con los
pechos al aire y las partes pudorosas del mismo modo, sin
i" ,rr"no. seRai de ,tello. Los soldados se sintieron fuerte-
mente atraídos y comenzaron a meterse en el interior de
las viviendas.
,Las indias mirábanlos con no poca extrañeza y curiosi-
dad; aquellos hombres cubiertos de acero, con barbas, la
il 178
la aten- de Alvaro de Luna -ape-
mayoría con el cabello corto llamábanles mucho [.as huestes españolas al mando tal actividad
por acer-
nas un centenar d" #;;;";:-áesatrollaton
Ett"t lo comprendían así y hacían esfuerzos
"iOí-
*';;;'.:""c"itt"¿".".
cárseles, pero ellas huían"' sexual con mujeres
dt"attt" l1-conquista'de Chile
pasaron- ahí todo el día y toda la "ü;;;;t
que, en su campam"nüi.rt.,uo semanas
que parieron se-
de los soldados.
,ro"t iu iir"6" envió a uno de sus legionarios al Paso, y las S;ñ;ilá. i", q""-.rou"" al servicioo
tanto' el presbíte-
áá"¿. it"Uian quedado los soldados con las acémilas con
"... En Asunció" a"l i"t"guay' mientras
1545 que
," il;;;it"o-óo,"ar"t pi"i"e"u'
apareció el enviado' denunciaba en
;;;;..:E;la medianoche cuando
con ellos el vino"' indias es porque
i;;;;;; dejados v las acémilas' Llegó ;i ";;;;i que está;;ntentó con cuatro porque no puede
ñ;;';í;;'"oápí"tot" ciervos' el manjar de la vuca v las sabro- ;";;#;"1"t t"rt",l'"i'l"tto" baje de cinco v de seis"
ocho
ias carnes de Peces Y
"--,1".t
plfi"¡ot ta" vinol quedaron exhaustos; a los indios
il# ;ilii' r-l;;'h;i iuien
tripa' mas ca'
mancebas
^'^'E;;; indígenas' de la infatigable activi-
los priméros tragos no les uinieron bien a la t;" tá" algunos ejemPlos
La soldades- españoles con mujeres
tados los primeros sobrevenían otros y otros' dad eenésica de los Z."q"iJt"¿ores
sus hambrti' sus pasiones' A la
ca satisfizo ,.,, liriFr.i;"Ji*i""rl"rl"'üri*i"ntohasrarnediadosdelsi'
"p"tiio,, mezclaban probablemente' el fes'
;;;;;'ü*át" i"¿ig"la v la masa europea se
glo xvI, que en."":tíiá-*"ttiruv"' de la Historia'
,.ilrr"ian en la o"rgía ilacentera y bulliciosa. [...] Era tín licencioso mas gr""¿" v proiongado
"'..
áñiüi;;;." i. tot!"cantos, de la molicie' de la dulzu'
Casi cinco sigtos';s taia"' tot
fiutos de aquel proceso
de placer' bautizó el poblado con este ejercicio maratonia-
¡¿.o La Puebla, ,r", iu de miscegenaciÓn comenzado de millones
"oth"
,roÁbt" de San Esteban de los Llanos' no del arte de utn"t^"t'a"lla
vista: décenas
"""Esta"ipr.es una crónica romántica, seguramente apócrifa, el continente americano como testimo'
de mestizos pueblan
dos.ttcl:: de mezcla racial cono-
Ñ ól;so albcniz de la Cerrada nio vivo del más gi;;ttt¡;proceso
"t";;; ocurrieron los *:n::
hecnos' relativamen-
de la época en que, supuestamente'
que-' sin embar-
;iil ilJ; ¡tt¿"!üt ta Humanidad'.Estos'
consiguieron cambiar' con
Describe una situacüri, más o menos- ideal' te, pocos varones'ttpánóftt Mun-
étnica del Nuevo
hembras indígenas, i""**pttició¡
la realidad numerosas
1., pi.UtUle que se haya ¿."9"."1 xvr omitieran descri' reemplazada, a lo lar-
"t do: la absol,.r,u rn"voii;;ir;;""
los cronisás del siglo fue
i"i,"i-"""q"e
birlas con tan g"n"io; '"tgot coimo el
galante Albéniz de
iJ á. l"t tigrot, p"t io' -"'Iitot' Hoy los indios puros son
conjúnto de lberoamérica'
la Cerrada lo hace en el siglo xvtll' sólo una escueta *ii.ti" "" el
quedan' sin
Con mucho menos corteJanía y bue¡ estilo
cieitos de la otra fiebre que'
embargo, numerosos régistros
;;;;á" la del oro y tá ae la fama' agitó incansablemente
u-tot españoles en América' II
"""q"istadores
Durante t" ."*pánu'de México' un soldado de Palos de
Castillo sido el botín de argonau-
la Frontera, de q.,i.n el cronista Bernal Díaz del trein' oOro, mujeres, sudor humano' ha
el hombre salió de sus bra'
tas y conquistadores áJ;;;t
,ál,o ,".rr".da su-apellido, Alvarez, tuvo en tres años
En las
i" fti¡ot en hembrás americanas'2 seros de la prehistorül póett:g y t" organizó'"3
las hembras
innúmeras invasiones-¿á i" ñ""ulo
por otro,
táti han servido para
del conquistu¿o ,i"*-pii o
de la Biblio' siempre'
l. Contenida en el legajo 2 999' sección Manuscritos'
teca Nacional de Madrid'
2.Américafueuninventoeuropeo:antesdelallegadadeéstos
li.ii" .",t" i". p.üUtiá""t "utitl"t una idea continental y' conse'
alto el inevitable absur- que Estados Unidos de
".
cuentemente, ,,o t",,¡u"il-ÁUtt' iátu"¿o por vez se deba al curioso hecho cte carecen de nombre
son' en primer lugar'
il-J"ñ;;e;.;á;;;;inu'i¿"' 'me'ic"nos
inicial' No es el menor de
América es uno de Io, ;'::;i';t"d;iil"d"
"o.El*ur * iTdescripción del siste-
.inaior']pá''litá-táilf"tion
los llamados propio, ya que ," ¿t"oá"iiáIün "rylT.lld
los disparates qrr"."i"'J-""i" ii rr"tn" oamericanos' losa los descen'
cuales pro-
La'ooliiicoy una vaga referencia geograrlca'
"''¡i"'i'iJni oi*u',1o'Áiá¡'uot ei la conquista v <stios ensayos ame'
dientes de losúltimos";;;;;;; "" llegar-al continente'
üili!,i",it!-r; i;: q"" ;á;;; á".".ñ" r'tttorico tienen a tal gentili- ricanos' México, 1981'
l3
l2 179
116
saciar los apetitos de los vencedores e, inevitablemente, para la actividad erótica de
engendrar en ellas una estirpe mestiza. época, no abundan las referencias a tes-
Mestizos son casi todos los pueblos de Europa y, en ma' i,ít en América' No obstante' hay suficientes
yor o menor grado, todos lbs del planeta. Lo sorprendente il#;;; "ti"na.s poder trazaÍ un cuadro exPresivo de este as-
que tan a me-
del caso americano, en todo caso, son las proporciones de ;;;;";"d" bata¿i de la Conquista americana
nudo ha ,iao ditittt"lado o pasado por alto
la miscegenación que acabó creando un mundo nuevo, y su "*u-oi""do,
contraste con lo ocurrido en la tardía colonización anglosa' en los manuales de Historia
jona de América septentrional. Esta mezcla de razas, que
prefigura el futuro de la Humanidad
-si es que la Huma-
nidad tiene futuro-, ante el vertiginoso aumento de las co'
municaciones entre los pueblos del planeta. IU
Como ocurre con la amplia mayoría de los grandes pro- con la- Con'
cesos históricos, ésta no es una historia de aventuras ga' La cosecha de mujeres no acaba' naturalmente' variacio-
días con
lantes y amores volcánicos con final feliz, aungue éstos, oca- quista, sino que prosigue hasta nuestros
sionalmente, no falten. La Conquista de América, en su nes obvias. Pero preséntar un panorama completo d:':?l
e indígenas
conjunto, fue un largo y doloroso proceso donde abundó ;00;"; de relaciones entre españoles T^:"j:
t1 t^:,'
la brutalidad, el latrocinio, el sometimiento, la esclaviza- i""¿ti" una extensión descomunal sino que seria
se repr-
ción, el desprecio por el otro. a las ovejas: las situaciones' naturalmente'
"ü"*it De modo que me he
Como muy contadas excepciones, lo que predomina en ffi;;;;;;;;p;ii¡o ná'tu el hartazgo' de ta piesencia española
las relaciones entre conquistadores y hembras aborigenes limitado a los prim!-r-d.."ttios dura hasta
es la perspectiva de los primeros- el amor carnal A-¿ti"", qrrt ttu,, dejado una impronta que
y la-desde ""
i"".'v-i" tl*udo táf" átg""us' campañas conquistadoras
relación utilitaria, antes que el amor pasión o la devo'
más importantes'
ción conyugal. Se puede afirmar de un modo general, como n"áft"itá¿oras, las que hl considerado todo el continente'
hace Mórner,'que <la captura de mujeres fue sólo un ele' ¿;;*" di lo que ocurrió en
mento más en la esclavización general de los indios que tuvo
"¡-"-pr"
Intencionalmenteomitoaotrosgrandesactoresenla
del Nuevo continente:-iot t'"gtot' traídos
de
lugar en el Nuevo Mundo durante las primeras décadas del -.;;ü;;"ial
siglo xvIu. Ái;;;;;;. generadores de mulatos y-'zainbos' y
"r"luno,, que se dieron y se
Sin embargo, en la larga sucesión de encuentros sexua' de las infinitas combiñaciones raciales -una
obra aparte'
les entre europeos y americanas no están ausentes las pa- dan en Hispanoamérica, que merecen en las
Para facilit". la i;;i;; he
siones desbordadas que, por ejemplo, Ilevan a varios ibéri' traducido fielmente'
en español arcaico al castellano mo
cos a abandonar a los suyos y a huir a tierra de indios por citas, Ios textos escritos
el amor hacia una mujer de piel morena. O la devoción fiel ;;;;;:;;;;.u"a" que no perdieran lá sustancia'
y lealtad incondicional que prodigaron las americanas a sus
--'É;.:"""to a la inürpretatión de los hechos' he procura-
d. ;"p;-á¿l"t leyen'das ne-g.ra y Io,tu qt:'
sorprendente-
amos de piel pálida.
ñistoriadores de prestigio' Con
Las fuentes de las que me he valido son las crónicas y mente aún siguen uig"t'ttt en
el patriotismo y los pI"J-"i-
los documentos de la época de la Conquista, que se extien- démasiada fr"",r"tJJ todavía'
comprensiva de los
de hasta mediados del siglo xvl. He querido eludir toda fan- cios suelen un,.po,'"tt" u ""u n"tiión
acontecimientos y e;;;t protagonistas'
tasía o versión novelada de los hechos para que éstos Pueden entenderse
como los relatan las crónicas contemporáneas- hablen por
-tal ellndigenismo latinoamerica-
i-"*piütt" t irtáricamente y divinización de lo
sí solos. no con su demoniz;;; á; lo espaáol
como el hispanismo imperial que rezuma
Por pudibundez, o porque se consideraba norntal enla aborigen, tanto
;;;?;;; pá. t" americano junto con una exaltación zar-
zuelera de lo espanol'
ptt" ámbos están igualmente lejos
!. Magnus Mórner, La mezcla de razas en América Latina, Bue' * fu t.uli¿ud y han contribuido
á"
a distanciarnos'
eficazmente
nos Aires, 1970.
P;¡;;; "riu oUiu parie de un intento de poner en situe'
t4 l5
180
ción histórica a españoles por un lado y americanos por
et
otro. Si es inevitable caer en el anacroñi"mo a"
¡"rgJ,
ojos áctuales a personajes del siglo xv o xvr, o a individuos ""n
cuyas culturas se habían desarrollado aisladame"t",-¿""ii,
de su pequeño marco geográfico, también es prudenie
hacer
el esfuerzo, siempre imperfecto, de meternoi idealmente
en
suspelle-jos suma, de comprenderlos_, ;";;;;J;;;
-e' moralmente; eso es harina
los justifiguemos de otro costal.
puede explicarse la obsesión por la sangre y el
.uno caniba-
lismo de los aztecas, pero es difícil no sentir,;l mismo
tiem-
po, un rechazo visceral frente a esas práctic.r,
po.q.,. p..i"_
necemos a una cultura en la que la antropofagia,
él incesto LOS ESPAÑOLES
y el homicidio constituyen ,uj tres grandis
ta6úes. Del mis-
mo modo, las actuacion-es d9 tantoslsicópatas de y.t-o,
.r_
pad:, adarga no pueden despertar la simpatía
{
F,l lector al que Ie interese iOlo la
de nadie.
sucesión de los t..t
puede saltarse los capítulos iniciales, más ensayísticos ",
que América es descubierta por y para los europeos en 1492.'
narrativos, dedicados a españoles e indios. pero yo rro lo'r+
Pero pasarán veintisiete años ántes d. qr. io,
comiendo.
He sido consciente d9 Cue la historia de la Conquista ".p.noio,
asentados inicialmente_en las Antillas, consigan .""q"iri"i
es uno de los dos grandes imperios del continen-te. E,n los
mal conocida de este lado y del otro del Atlántico. Él anos
de los-hechos que aquí interásan se inscriben dentro
,"i"i" que preceden al de 1519, los peninsulares en América
se
del;;;;;
historia de la dominación española del Continente, sin
cle Ia
limitan a asentarse en varias iiras del caribe, ¿"rá"-a"rJ"
lanzan expediciones al continente, muchas ¿u iu" .""t""
el cual se entenderían mal. El desairollo de esta obr"
ur, p""., casan con fuertes pérdidas de vidas y hacienda.
lo-
predominantemente c¡onológico, e incluye t" n".ru.iO.
á"1", Durante el reinado de Fernando el Católico, que fallece
circunstancias en que se produjo la conqíista erótica de las
In_ en l5ló, los españoles sólo-logran instalarse en una peque-
dias y de las indias. Aunque há obviadá etapas en que
la los ña región del continente, llamado entonces con toda raión
testimonios sobre las relaciones españoles_indi., _;;¿;;;
Tierra Firme: el Darién, aproximadamente en el actual te:
del_mestizaje- eran escasas o no aportaUu" ,r"r.uá. rritorio atlántico de Colombia y de panamá.
""¿u
Hubo también relaciones indios_españolas. Como,.rr. Pese a la enorme vitalidad y rapidez de descubrimien-
bal muestra de las estrechas relaciones q.,e e*isten entre "á_
sexo tos y ocupaciones o conquistas, y a las más de catorce
y poder, allí donde los españoles no consiguieron tone_
un rápido ladas de oro americano que llegan entre 1503 y f SZO
triunfo sobre los indígenas por la obstinida ."rirt"n"i'u-J. a la
Peninsula, en los primeros aRoi del siglo xvr América
éstos, se_produjo uel mestizaJe al revéso: los indios va
fecunda- ha descorazonado a muchos. Hacia fineJdel ,"i";á;;;
ron en vientres de españolas, en su gran mayoría cautivas, FJ.:
nando V_, Ios yacimientos insulares estaban agotándose y
los hijos que acabaríin siendo r,r, los
l" pronosticá trabajadores indígenas se encontraban en fránca
altivamente_un capitán español a "rñor, "o-t
un indlo en el sitio de la "*ti",iiá".
Tras la euforia inicial, la-Conquista y el Descubri*il;;;:
guarnición chilena de Arauco: la bravía nación araucana
sólo san por períodos de desilusión y escepticismo que limiün
fue sometida después de la independencia, fin., á.i
,igio ¡las emigraciones de españoler L lrrdür. Cuandio Carlos i
pasadó. Pero este asunto resulta én sí mismo "tan
vasto y com-
plejo que ya es otra historia.
, l. También para los americanos, posteriormente. Como se
ha di-
llo.Vu,q":losIaabor¡genes carecían de una idea continental de su tierra
Conquista y el imperio españoles se Ia dio. po, t"ntó
R. H. l::1"
ttr¿ pootta conmemorarse tanto el Descubrimiento
Madrid, abril de 1991. "ñ
como la Inven-
ción de América. (cfr. Edmundo o'Gorman, La ¡ivención a"
l^iiiij

181
t7
Aires en t535 y parte de sus hornbres se instalan I 500 kiló-
metros al norte, en Asunción del Paraguay dos años después.
el proceso da un vuelco
-n91"in
en 1517'
asume el trono de Castilla'
"ri,'at't-ü cortés desembar- Desde el Perú, Pedro de Valdivia ocupa una parte de Chi-
sustancial. oo, con' le hacia 1540 y Francisco de Orellana recorre el Amazonas
"no,
cará en las costas "'ii"l""t
i" Mc*ito' La fabulosa notable en 1543.
dará un imnulso
ouista del imperio d;i;;^;;";"s medieval La fiebre exploradora y descubridora no cesará en los
esfuerzos ;##;¡l;J-t: :lttéeía
(Eldorado' la siguientes años y siglos: hacia 1540 Francisco Vázquez de
oue hacía hervir tf tt'J'o
^',,r.no, de los españoles Coronado recorre el sur de Estados Unidos buscando la mí-
etc')
de:uvencia' la Cibola'
ói.rdud de los c¿'u'"'llu ruente tica ciudad de Cibola o la rto menos fantástica Quivira (a
i sH,::";"J::
;;;iF . ob.u', nu"u u-mJ" t e- 11' .u.,,,,, ¿. * fines del siglo. xvtu, los marinos españoles llegarán hasta
las costas de Alaska), y en la segunda mitad del 1500, Pedro
.",?},:fi lill'|,1ff ";ffi ;'i"-..p;91.ióndeHernando Sarmiento de Gamboa funda dos ciudades con colonos es-
pañoles en el estrecho de Magallanes. Pero a mediados de
l'ff '.1tir:;ligl+**:$t1*-",'#ili"r#:
peciería, tierras que
ese siglo, la Conquista propiamente dicha había casi termi-
nado, dejando paso a la colonización: en 1556 la monarquía
;;ilo-
o"1:*,:T:'; tlil. tll'#l.l#;; española recomienda que se hable de descubrimientos y de
;;;".orO-i"".
Ia corona ru ana' ra
s it

extensa barrera
e
pobladores en vez de emplear los términos Canquistay con'
Ja
oreciso encontrar ;i;;á;á; "'pttut
que oftece el Continente quistadores usados hasta entonces.
de la 000 kilometrás áJit"grt"a por el que se accedía Cuando el emperador abdica, unas cuantas decenas de
y llegar con las nune' al otio mar' en miles de españoles han conseguido someter y controlar un
á Ari", que Vasco Ñ;;;;
á" suluo"'ttabía descubierto territorio de alrededor de 2,5 millones de kilómetros cua-
del istmo de Panamá'
1513 desde lu'to'X"Jitütillt; s€ sosPechaba que desde drados (unas cinco veces la España actual), poblado por unos
ese se sabía o sesenta millones de personas que representaban aproxima'
Para de solís
canadá al río de h;i;'
""ton"-J'-_- ;;io'ado poil"utt Díaz
preciso bus- damente la quinta parte del género humano de aquel en'
Era
en 151ó, no existía;"i';;;il*-,o"eánico' tonces.
car mes ar sur. If ;;üñ¿;-**:t:?ffiá::1"#l"lli En comparación, el número total de españoles debía de
Ii-¡"ut"" español y por empresanos l millón de pe: ser, aproximadamente, de unos siete millones de individuos,
tieron + ooo a"'ua'iJt5i"o"i"'"r'1i!-á¡^;"aio
en la aventura' cofsistió
entre los súbditos de los reinos de Castilla (las tres cuartas
setas actual"', partes), Aragón y Navarra, que habitaban medio millón de
"p'áii'iiJu-""t"¡ kilómetros cuadrados de una tierra escasa en recursos na-
::lrift-il,'*,f*:$f.*,'mfi'i'ffi ";,'-p
turales. En la que pronto iba a convertirse en capital del
imperio, Madrid, vivían 37 000 personas hacia mediados del
ao aJ'"u'"'i' ien t e s ( I 8
::$n: HUr:X';;;;ffi i"r's{ni'"oano
:
"n
u
Juan sebastián siglo xvr, en Sevilla 90 000, en Toledo, la antigua capital vi-
tr'as haber dado la pri
en una sola nao) "ffif,iil sigótica, 55 000.
Elcano ,"gt"'"bul"';i;;;;iÑlit Los dos grandes imperios americanos, el azteca y el inca,
t"ntiao {e los paralelos' cuan-
mera vuelta ¡ pf""o" "" "í poblados por más de 40 millones de personas, fueron con-
ptacticamente duenos de México'
do los españoles V" ti* ae, León' el conquistador
quistados por poco más de un millar de españoles en total,
Al añó en la Florida' que unos pocos extranjeros blancos y decenas de miles de indí-
'ie"i"'l[''ii"ti'i"*t
v colonizadot at ii""tü-nito'-¿"tt*uarca genas aliados.
Entre 1322 y I 52ó los
ilabía descuu't"l''i"ul'"'to"t-"tt"s'.
parte de la región de Amé- ¿Quiénes eran estos hombres, capaces de semejantes
esnañoles ,..o.rJn V .onquistan dominio de cortés de
proezas militares, a quienes una parte de la historiografía
rióa centrel q"t"'";;;;tu "l ""i"" más tarde Francisco ha cubierto de ditirambos y la otra ha execrado con saña?
los enclaves d" Tl't#;;;;'-ul los El Catálogo de pasaieros de Indias indica que la mayo-
a" "o:incas' que conquistará
Pizarro a"¡t"u"'li'i*p"ti" ría eran andaluces (el 3ó por ciento) en el primer medio si-
punado-de hombres'
entre 1512 y 1s;i;;'un a" Mendoza funda Buenos
Atlán";;;'
En el i;átt l9

t8 182
glo. Le seguían los castellanos (28 por ciento) y luego los a las Indias a muchos sectores de la población peninsular
extremeños (alrededor dEl 14 por ciento).2 que, según la Corona, eran indeseables.
Esto es lo que indican los registros oficiales, incomple- Para empezar, los disidentes religiosos que
-categoría
incluía a judíos, islámicos y protestantes, aunque se hubie-
tos, ya que sólo dan cuenta de los pasajeros legales, cuyo
desplazamiento estaba controlado por las autoridades. Esos sen reconciliado con la lglesia- tenían prohibido pasar a
mismos catálogos dan la cifra de 45 000 aproximadamente América. Los viajeros de Indias debían ser cristianos vie-
para el total de españoles que viajaron a América en el si- jos, es decir, provenir de un linaje que hubiese practicado
glo xvr, tantidad, desde luego, muy exigua y que refleja sólo ese credo durante los últimos dos siglos, por lo menos.
una parte de la totalidad. Algunos especialistas3 creen que A los no españoles se le ponían serias dificultades para
habría que multiplicar por seis (lo que daría unos 270 000), atravesar el océano, incluso aunque se tratase de miembros
mientras que otros defienden cantidades algo menores. Lo extranjeros de órdenes religiosas. No obstante hubo nume-
cierto es que, aunque los flujos anuales de emigrantes fue- rosas excepciones: necesitado de pobladores blancos, en
ron variables y hubo años, en el siglo xvl, en que nadie via- 152ó Carlos I autorizó a sus súbditos del continente euro-
jó a las Indias (al menos oficialmente), durante el reinado peo a pasar a las Indias
de Felipe [I se levantaron voces de alarma por el despobla- Gitanos y abogados estaban igualmente excluidos de la
miento de la Península, hasta el punto de que, en la segun- emigración, estos últimos (porque se consideraba particu-
da mitad del siglo, el monarca se vio obligado a poner coto larmente dañina su profesión por su influencia sobre los
a la sangría demográfica, limitando los desplazamientos al indios y colonizadores, su afición a los pleitos, su pasión
Nuevo Mundo. A la emigración hacia las Indias se habían por la trácala y su capacidad de engullir bienes y fortunas
unido como factores de despoblación, primero, las campa- en procesos interminablesr.5 Otros indeseables, como de-
ñas militares de Italia y luégo las de Flandes que sacaban lincuentes, pillos o pícaros y prostitutas, al menos en la le-
de Castilla unos 8 000 varones por año durante el reinado tra de la ley, estaban impedidos de cruzar el Atlántico.
de Felipe II. En todos los casos se trató principalmente de La realidad estuvo bastante lejos de los deseos de las
hombres jóvenes en edad de procrear, a quienes además se autoridades, desde el principio: la tripulación del primer
. les pueden atribuir una cierta calidad por su capacidad de viaje de Colón se completó con algunos presidiarios. Tras
riesgo y su inteligencia, en general superior a la media. Este el segundo viaje del Almirante, los que volvían de las In-
drenáje ocasionó probablemente <alguna pérdida en la cal dias hicieron tal campaña en contra de las tierras recién
lidad genética de la totalidad de la población, que quedó descubiertas que para el tercer viaje de Colón se recur:rió
en España.a nuevamente a los convictos.
La historia de la Conquista y colonización es, en cierto Tampoco faltaron las prostituras. En agosto de 152ó, dos
sentido, la de las abismales contradicciones entre los bue- reales cédulas, firmadas por el secretario del emperador
nos deseos de la monarquía y lo que ocurrió en la práctica. y por tres piadosos obispos (los de Osma, Canarias y Ciu-
Las ilusiones y fantasías despertadas por el Descubrimien- dad Rodrigo), autorizaron la instalación de sendos lenoci-
to del Nuevo Mundo llevaron desde muy temprano a los mo- nios en Santo Domingo y en San Juan de Puerto Rico con
narcas españoles a intentar preservar a los territorios de mujeres que, al menos parcialmente, eran blancas. Según
allende el océano de las lacras que padecía la sociedad es- Pérez de Barradas,'en l5ló, el secretario del rey, Lope de
pañola. Para ello se procuró limitar legalmente el acceso Conchillos, teriía en Santo Domingo diez o doce mozas de-
sempeñándose como prostitutas. Hacia fines del siglo, en
la rica Potosí había hasta 120 profesionales del amor pago,
2. Lá hueste de Hernán Cortés estaba compqesta por un treinta en buena parte europeas, para servicio de los señores que
por ciento de andaluces, 20 por ciento de castellhnos, 13 por ciento
de extremeños, 5 por ciento de vascos y I por ciento de gallegos. Las desdeñaban ayuntarse con indias o mestizas. Esclavas blan-
proporciones son similares a las del Catálogo.
3. Georges Baudot, La vida cotidiana en la América Española en
tiempos de Felipe IL Siglo XVI Madrid. 5. Georges Baudot, op. cit.
4. J. H. Elliot, EI Vie jo Mundo y el Nuetto, 1492-1ó50, Madrid, 1984. ó. J. Pérez de Barradas, El'mes.tizaie americano, Madrid, 1948.

20 2t
183
cas, principalmente moriscas, fueron cnvlrdu lcarlmcnte
a partir de 1512 a América para que ca!¡r¡n conlor orpa- se les diera permiso para ir libremente a los pueblos de los
ñoles que se negaban a mezclar racialmentc ¡u dc¡ccndin- indios, convertirían a los indios a sus vicios.,
cia legítima Para Miguel de Cervantes, las Indias eran (refugio y am'
paro de los desesperados de España, iglesia de los alzados,
- -Aunque las hembras peninsulares estaban exc€ptuadas.
del permiso oficial para viajar a América, y a pesai de tos ialvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los ju-
esfuerzos de la Corona para que los colonoi emigraran con gadoresD.e
sus respectivas esposas, el poblamiento europeo dcl nuevo Sin embargo estas descalificaciones globales de los via-
continente lo hicieron casi exclusivamente los varones; en- jeros de Indias no pueden ignorar que en los registros ofi'
tre 1493 y 1539 la proporción de mujeres fue'apenas de seis ciales hay infinidad de labriegos y artesanos.r0
cada cien. En los veinte años siguientes, el torcentaje se Campesinos y ooficiales de manosn, como se los llama-
elevó a dieciséis, repartidas aproximadamente en partes ba entonces, constituían la mayor parte de los súbditos de
iguales entre casadas o viudas y solteras.t Esto, no o-bstan- una nación eminentemente rural y agrícola como la Espa'
te el exceso de mujeres que había en Europa al final de la ña del siglo xvI. La proporción de hidalgos (pertenecientes
Edad Media a la alta g baja nobleza) que llegaron a América entre 1520
-por lay sangría
rras y conquistas-
de varones débi¿a a las gue-
a las oportunidades de matrimonios y 1539, por ejemplq fue sólo del 4,ó por ciento, cuando el
ventajosos con indianos que podian presentárseles a muchas. porcentaje de nobles en la población española era del l0
Pero lo más importante es que la emigración real supe- por ciento aproximadamente. En líneas generales, como afir'
ró con creces a la legal y las interdicciones impuestas fue- ma Konetzke, ntodas las capas de la sociedad española se
ron alegremente burladas por muchos miles de viajeros de .encuentran representadas también en el Nuevo Mundou,"
lndias: por 50 ducados (unas ó0 000 pesetas de Ia actuali- y los que maldecían a los emigrantes probablemente ideali-
dad) era posible embarcarse ilegalmente en las carabelas, zaban al conjunto de los españoles o ignoraban lo que da'
naos y galeones que viajaban a América. por ese medio se ban de sí sus.paisanos cuando se los ponía en situación,
infiltraron decenas de miles de personajes de toda laya de- fuera de los más estrictos bretes de la sociedad penin- '

seosos de hacer fortuna en América; conversos o oherejesr, sular.t'


judíos y moriscos, delincuentes, prostitutas, gitanos, pillos, Como siémpre ocurre, emigraban hacia América aque-
marginados sociales de toda layay, naturalmente, abogados. llos individuos que veían estrechadas sus posibilidades en
"Por todos los informes, los hombres que fueron a La su suelo natal: campesinos sin tierra, artesanos sin traba-
Española en los primeros diez años eran la más escogida jo, gente sin oficio, segundones perjudicados por la institu-
colección de gentuza que nunca se juntó: ex soldados, no- ción del mayorazgo que daba al primogénito la totalidad
bles arruinados, aventureros, criminales y convictos. El que
hubiera algunos hombres de ideas elevadas entre ellos, no g. Al menos en este caso, no se puede ignorar que el Manco de
altera apreciablemente el panorama general, y su presen- Lepanto tal vez juzgara con resentimiento: intentó ir a las Indias como
cia, en cualquier caso, es sólo una conjeturao, piensa el his- funcionario colonial, pero su instancia fue rechazada
toriador Lesley Bird Simpson.E 10. Esto coincide con los hallazgos hechos por el chileno Mario
Góngora sobre la condición social y el oficio de los primeros españo'
No es mucho más favorable la opinión del mismfsimo les llegados a su pais.
Cristóbal Colón. O la de Hernán Cortés en carta al empera- I I . Richard Konetzke, América Latina. I L La época colonial, Ma'
dor: "La mayoria de los españoles que han venido aqui son drid, 1987.
de baja calidad, violentos y viciosos..., y si a tales peisonas 12. El prejuicio español contra lo americano (que no se hace ex-
tensivo a lo estadounidense en la actualidad) surge en el siglo xvr y
pervive hasta nuestros dias. Según é1, todo lo proveniente de Hispa'
7. Más de la mitad de las mujeres peninsulares llegadrr o Améri- noamérica (individuos y bienes) es, forzosamente, de categoría infe-
ca en los primeros setenta años de dominio españdl ei¡n andeluzos, rior. Probablemente la envidia a los indianos ricos y la idea de que
una cuarta parte castellanas y un l5 por cicntO Gxlrcmcñrt, lo americano era extraño, salvaje y basto, hayan contribuido a fabri'
8. .Lesley Bird Simpson, Los conquistadorcs y el lndlo am€rlrumt, carlo. Este prejuicio pudo haber estado presente ya en las opiniones
Madrid, 1970. que los peninsulares del 1500 vertian sobre sus paisanos que cruza'
ban el océano.
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vo todavía, aungue indudablemente influidos por los aires
de los bienes de la herencia paterna, marginados o perse- renovadores del Renacimiento, nhombres que vivían en la
guidos. Y también aquella fuerte proporción de aventure-
tensión resultante de sus supersticiones medievales y de su
ros y soldados de fortuna ansiosos de conqúistar por las espíritu moderno de curiosidado.'o Pero no hay que olvi-
annas o por un golpe de suerte la fama, la honra y la rique- dar, como afirma Elliot, que oel Renacimiento suponía en
za que ya no podía conseguirse en España de igual modo.
algunos aspectos, al menos en su primera etapa, una cerra-
uCuando los españoles se embarcan para venir a estas
zón más que una apertura del pensamiento. La veneración
Toribio de Benavente, Moto
tierras
-se burla el franciscano
linia, en su Historia de los indios de Ia Nueva España-,t3
por la antigüedad se hizo más servil; la autoridad adquirió
nuevas fuerzas frente a la experienciao.r5
a unos les dicen, a otros se les antoja, que van a la tierra Hoy percibimos como descomunales la ignorancia y la
de Ofir, de donde el rey Salomón llevó el oro muy fino, y pobreza de conocimientos de que adolecían los europeos del
que allí se hacen ricos cuantos a ella van; otros piensan que
siglo xvr. Pero entonces ellos, lo mismo que los hombres
van a las islas de Tarsis o al gran Zupango, a do por todas
de todas las épocas, estaban persuadidos de que en su tiem-
partes es tanto el oro, que lo cogen a haldadas; otros dicen
po se había llegado a la cumbre de la sabiduría. Su punto
que van en demanda de las Siete Ciudades, que son tan gran-
de referencia era el pasado y no el futuro ignoto. Esto, des-
des y tan ricas, que todos han de ser señores de salva. ¡Oh
de luego, no cerraba a cal y canto la posibilidad de nuevos
locos y más que locos! ¡Y si quisiese Dios y tuviese por bien
progresos, pero los limitaba en la medida en que la autori-
que de cuantos han muerto por estas partes resucitase uno
dad de la tradición ejercía su enorme influencia conser-
para que fuese a desengañar y testificar y dar voces por
vadora.
el mundo, para que no viniesen los hombres a tales lugares
Para el hombre del final del medievo existían básicamen-
a buscar la muerte con sus manos!"
te dos fuentes de autoridad para fundamentar su weltans-
Si se exceptúa a algunos religiosos misioneros y a otro
chaaung y explicarse el mundo que lo rodeaba: la fe religio-
puñado de funcionarios de la Corona imbuidos de su senti'
sa con sus documentos fundamentales, el Nuevo y el Antiguo
do del deber y del servicio, el común denominador de los
Testamento, más la autoridad de la Iglesia y sus padres;
viajeros de Indias es la ambición de riquezas y de fama, prin-
cipal y, a veces, único motor de la emigración a América.
y por otro lado, los clásicos griegos y romanos.
Cuando un mundo extraño como el de las Indias apare-
ce ante sus ojos, descubridores, conquistadores, cronistas
citan permanentemente estas fuentes para respaldar sus ex-
II plicaciones o especulaciones. Es obvio: lo'desconocido se
digiere cotejándolo con lo conocido, haciéndolo entrar, aun-
qüe sea con fórceps, dentro del limitado universo de la pro-
Con demasiada frecuencia se ha juzgado la actuación de los
pia cultura
conquistadores y colonizadores españoles en América con
Los europeos no salen de su estrecha representación
ojos del siglo xx o xx. Por eso mismo, antes de emitir los
mental del mundo cuando llegan a América, sino que inten-
inevitables juicios éticos sobre la conquista de mujeres, hom-
bres y tierras, parece prudente intentar una aproximación
tan meter a América en su universo mental.
De ahí el azoramiento que les produce a los españoles
al mundo cultural del que eran portadores sus principales
protagonistas. Sujetos que, ciertamente, no habfan sido in' del 1500 ciertas constataciones, como la de que los indios
no eran ni blancos, ni negros, ni rrloriscos o canarios, que
fluidos por las grandes transformaciones-que se produje'
constituían las únicas categorías raciales y de pigmentación
ron en el mundo occidental desde la Edad Moderna y, so-
de la piel de los seres humanos que se conocían en Europa
bre todo, en los últimos dos siglos, a partlr dc la llustración
hasta entonces. Para poder meter a los indios en sus esque-
y que conforman la mentalidad del hombre contcmporáneo.
Los conquistadores españolcs cr¡n pGr¡one¡ del medie'
14. I. A. I-eonard, Los libros del conquistador, México, 1979.
13. Madrid, 1985.
15. J. H. Elliot, op. cit.

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mas conocidos, los españoles recurren a argucias que hoy
paregen cómicas, como imaginar que los indígenas eran des- una evolución diferente, adaptada a una realidad que nada
tenía que ver con la europea. Pero no se les podía pedir más
cendientes de alguna tribu perdida de Israel; o suponer que,
en realidad, eran blancos, pero como andaban desnudos, a los hombres de aquellos tiempos.
la piel se les tostaba con el sol. Tras la fascinación inicial por /os buenos salvaies, vino
el desprecio hacia los indios, hacia lo diferente e incompren-
Debido a esta actitud inevitable, los primeros decenios
de la Conquista (y, en muchos aspectos, los últimos cinco sible, a menudo condenable, aunque no faltaron religiosos
siglos también) son de una. incomprensión mutua que per-
que siguieron mirándolos caritativamente.
manentemente raya en lo trágico y también en lo cómico. El Vaticano se vio obligado a dictaminar, tras sesudas
Entre las instrucciones que los Reyes Católicos dan a reflexiones y no pocas dudas, que los indios americanos eran
uno de los primeros gobernadores de Santo Domingo, Ni- seres humanos y tenían una alma que salvar.
uAl error de los conquistadores, que en su mayoría con-
colás de Ovando, está la de que el funcionario se ocupe de
irnpedir que los indios "se bañen tan frecuentemente como sideraban y trataban a los indios como animales, correspon-
lo hacen ahora, porque somos informados de que les hace día el error de los indios, quienes, tan paradójicamente,
mucho dañoo. No hay más que recordar la historia o leyen- veían en el conquistador a un dioso, señala Urs Bitterli.rT
da sobre la camisa de Isabel de Castilla, para percibir des-
de qué perspectivas higiénicas se realizaba la recomen-
dación.
El aborigen de América fue idealizado como el arqueti- III
po de la pureza y la inocencia, ciudadano del Edén, o mal-
decidb y pintado como. (un monstruo.nunca visto, que tie- Los conquistadores españoles eran hombres provenientes
ne cabezá de ignorancia, corazón de ingratitud, pecho de de una sociedad férreamente jerarquizada no sólo por la
inconstancia, espaldas de pereza y pies de miedo,,, según costumbre sino también por la legislación vigente. La igual-
el padre Gumillá. Para el obispo de Puebla de los Angeles, dad de los ciudadanos ante la ley es, en todo caso, un prin-
Juán Palafox'y Mendoza, en cambio, los indios estaban li- cipio que sólo aparecerá en Europa después de las revolu-
bres de cuatro pecados capitales: codicia, ambición, sober- ciones norteamericana y francesa. Esta organización
jerárquica se consideraba fundamentál para mantener el or-
bia'e ira. Son más templados que otros en la gula, PQrFza
y sensualidad. Su pobreza es voluntaria y más rígida que den social, político, económico, moral de la sociedad y difí-
la de los franciscanos, su gran virtud es la paciencia. Ante cilmente se imaginaba, entonces, una alternativa a ella.
los agravios, ulo ordinario es padecer, callar y pasar y, cuan- Los hombres blancos que recalaron en América durante
do rnr¡cho, ausentarse de unas tierras a otras). Según el al- los primeros decenios después del Descubrimiento habian
mirante Colón, (son gente de amor y sin cudicia... En el mun- nacido en un país formado por dos comunidades separadas
do creo que no hay rnejor gente ni mejor tierra: ellos aman entre sí: la de los nobles o hidalgos y la de los plebeyos o
a sus prójimos como a sí mismos, y tienen un habla la más estado llano. Los primeros constituían la clase o estamento
dulce-dei mundo, y mansa, y siempre con risar'r' Se po- privilegiado: estaban exceptuados de impuestos, ocupaban
en cada comunidad la mitad de los cargos municipales, cual-
drían multiplicar ad infinitum las opiniones polarizadas en
un sentido o en otro. Cüalquiera de estas valoraciones ex- quiera fuera su número, no estaban sujetos a prisión por
tremas liquidaban toda.posibilidad de comprender una ci- deudas y, si eran castigados con la cárcel, ésta era distinta
vilización extraña, regidá por distintos valores, producto de de la de los plebeyos; no sufrían penas infamantes, y en la
práctica sus delitos eran juzgados con una benevolencia in-
finitamente mayor que la que se aplicaba al común.
16. En carta a los Reyes Católico¡. Ertm oplniones del Almirante La nobleza se asociaba al prestigioso oficio militar: den-
no le impidieron al genovés dcdlc¡r¡c Pront¡mcntc a la caza de indí'
g.nas para intentar venderlos como c¡cllvor en Eepaña y, de ese modo,
éngrosar sus arcas personatcr, 17. Urs Bitterli, Los salvajes y los civiliudos. El encuentro de Euro
pa y Ultramar.
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tro de la concepción medieval y en cierto modo platónica I.os funcionarios coloniales se quejan permanentemen-
de la sociedad, los hidalgos defendían a la colectividad con te a la Corona o al Consejo de Indias de que labriegos y
las armas, el clero estamento privilegiado- se ocu- artesanos se niegan a ejercer sus oficios cuando llegan a
-otro
paba de las relaciones con la divinidad y los plebeyos soste- las Indias. Si no consiguen oro o dominar imperios quie-
nían al conjunto social con su trabajo y sus contribuciones ren, al menos, vivir como si fuesen señores, aunque sea de
o pechos. aborígenes: encomenderos. En América, los estamentos so.
Normalmente se nacía hidalgo, no se hacían hidalgos. ciales se alteran fácilmente: por debajo del gañán español
La nobleza era una cuestión de sangre y, como tal, estaba hay una caterva de indios para dominar y explotar.
sujeta a la herencia, pese a que, en la práctica, era posible En 1542, después de casi veinte años de experiencia en
llegar a ella a través de medios legales e ilegales. El monar- México, el misionero franciscano Toribio de Benavente, Mo-
ca podía conceder hidalguías e incluso venderlas; mediante tolinia,'e escribe sobre los estancieros de su país de mi-
adulteraciones de los padrones municipales algunos conse' sión: "... la mayor parte son labradores de España, hanse
guían pasarse del registro de plebeyos al de hidalgos; o uti- enseñoreado de esta tierra y mandan a los señores princi-
lizando falsos testimonios probar que la propia familia siem- pales naturales de ella como si fuesen sus esclavos..., se ha-
pre había sido tenida por hidalga. A partir de 1505, las leyes cen servir y temer como si fuesen señores absolutos y natu-
de Toro, que regulaban los mayorazgos, permitieron a los rales, y nunca hacen otra cosa que demandar, y por mucho
ricos acceder a la nobleza. Todo esto, naturalmente, costa- que les den nunca están contentos; a doquiera que están
ba dinero y, por tanto, no estaba al alcance de cualquiera. todo lo enconan y corrompen, hediondos como carne daña-
Las masas, por su parte, áceptaban como natural este da, y no se aplican a hacer nada sino a mandar; son zánga-
estado de cosas. aEntonces el camino que se ofrecía al am- nos que comen la miel que labran las pobres abejas, que
bicioso, al descontento, no era el de procurar el derroca- son los indioso. En realidad, no hacían más que imitar la
miento del sistema, sino tratar de buscar mejor acomodo conducta de los señores que hacían otro tanto en España.
dentro de élr,r¡ y la riqueza era uno de los recursos más Cualquier ganapán que llegaba a las Indias se sentía hi-
eficaces, tanto o más que en estos tiempos. dalgo con todos los privilegios inherenteS a este estado, y
En un estrato superior de la plebe estaban los cristia- aún más, en la medida en que por debajo de él estaba sepa-
nos viejos, aquellos que podían mostrar pureza de sangre. rado por un abismo de los indígenas. Cuando hacia 1582
Por debajo de ellos en la estimación social, los cristianos el monarca español ordena vender algunas hidalguías en el
nuevos o conversos, provenientes de un linaje dejudíos o Perú para recaudar fondos destinados a las exhaustas ar-
moriscos. [,os primeros no disimulaban su orgullo y su sen' cas de la Corona, el virrey Martín Enríquez de Almansa le
tido de la dignidad que han sido proverbiales en el español contesta que eso es imposible puesto que (no habría tres
de a pie y que se reflejan cabalmente en las obras literarias que las comprasen porque en las Indias todos son caballe-
y teatrales del Siglo de Oro. ros, y esto es una de las cosas que las pueblao.
Plebeyos e hidalgos estaban unidos por la concepción Durante el siglo xvr todavía la caballería, surgida en
caballeresca de la vida y su estricto código de honor, al me- Europa en las postrimerías del primer milenio, era una ideo-
nos como ideal no siempre realizado ni realizable. logía que impregnaba por completo la vida de los españo-
En lo que rio cabe duda de que ambos estamentos esta- les de todas las clases. Las novelas y cantares de gesta
ban iüeológicamente hermanados cra cn cl ldeal de la vida presiones no sólo literarias, sino también ideológicas-,-ex-
con
noble; vivir opulentamente sin trabejar. El más.alto valor las fantásticas proezas de sus héroes, eran enormemente
en cuanto a perspectiva vital cs -como dlcc el historiador populares, sobre todo a partir de la invención de la impren-
Ronaldos Vainfas- .el habitu¡ arlrtocrltlco de la frivoli- ta. cUna sociedad empapada de estas obras y sorprenden-
dad, del desdén por el'trabaJo, dol rpcao ¡ l¡ ociosidad". temente crédula respecto a la veracidad de su contenido,
tendía de modo natural a modelar, en cierto aspecto, su vi-
18. Antonio Domln¡uoz Ortlr, ll Antlluo Rl¡laen: los Reyes Ca'
tólicos y los Austrias, Mrdrld, l9?1, 19. Op. cit.

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187
El primer deber del caballero es defender la fe de Cris-
sión del mundo y sus principios de conducta sobre la base to contra los infieles: el espíritu de Cruzáda. Además, tiene
de los e*travagantes cónceptos popularizados por los libros que proteger a los débiles como las mujeres, los niños y los
de caballería. ¿Qué cosa más natural que el misterioso mun' huérfanos contra las arbitráriedades de los fuertes y sei
do americano proporcionase un escenario Para su realiza' fiel a su señor de este mundo. El caballero estará siempre
ción? Por ignoianies e iletrados que fueran Pizarto, Alma' dispuesto a salir de su castillo para perseguir a los malhe-
gro y sus cimpañeros, todos ellos habían oído hablar del chores y defender a sus víctimas. Para cumplir con estos
ieinó de las amazonas y esperaban hallarlo."o deberes deberá instruirse en las virtudes imprescindibles:
Las ficciones del mundo de la caballería están omnipre- lealtad, sabiduría, caridad, sinceridad, vigor, largueza, hu-
sentes en los primeros años de la Conquista' Bernal Díaz mildad y, sobre todo, valor. El caballero evitará el orgullo
del Castillo, tóldudo de Cortés y cronista de la campaña de y apreciará el honor, será cortés y de nobles palabras, bien
México, recuerda que cuando él y sus compáñeros vieron vestido y hospitalario; se abstendrá de la ociosidad, de la
las ciudades aztecai (nos quedamos admirados y decíamos traición y de la lujuria. La presentación tiene tintes religio-
que parecía a las cosas deLncantamiento que cu-enta.en.el sos que posteriores tratadistas obviarán para poner más el
tiUto ¿. Amadíso, la más popular de las novelas de caballe- acento en las glorias terrenales del caballero.
ría de la época. Como dice Maurice Keen,'t ula caballería supone una
búsqueda constante y nunca satisfecha por alcanzar el éxi-
to". Otro teórico (y práctico) de la caballería, Godofredo de
IV Charny, establece un principio básico: oEl que logra más
es el más valioso., Con todo, De Charny no ignora el lado
A mediados del siglo xrtI, el mallorquín Ramón Llull escri' religioso de la caballería: es un medio de salvación, tanto
bió el Libre de I'oldre de cavalleri¿, un tratado que consti' o más elevado que cualquier otro. Jean de Bueil, el gran
tuye una obra de indudable autoridad, imitada, copiada y capitán francés en la guerra contra los ingleses, asegura que
tráducida a varios idiomas europeos -entre ellos el (nosotros, pobres soldados, salvaremos nuestras almas por
castellano- en los siglos posteriores, donde explica las esen' las armas de la misma manera que podríamos vivir en con-
cias de la práctica y la ética caballerescas' templación con una dieta de raícesu. De Charny sostiene
Llull comienza Por asegurar que la caballería fue in-sti' que la caballería impone normas mucho más estrictas que
t"id;;;;; ¡;fender a la gente y Para contenerla en tiém' las de cualquier orden religiosa: aquel que toma las armas
pos inmemoriales, tras la caíd3 de-l-hombre' aEl tnás leal, por una causa justa salvará su alma como el anacoreta o
*a" fuerte y el de valor más noble" es elegido para esa el monje.
"ltarea, uno entre mil. Pese a que la caballería es eminentemente seglar, con-
El caballero debe poseer, en primer lugar, ula más no- verge y se asocia con lo religioso: el caballero es, sobre todo,
ble de las bestias>, el caballo, la mejor armadura y un escu' un soldado de Cristo en defensa de la fe," al mismo tiem-
dero para que le sirva' Su manutención tiene que correr
del-pueblo, que trabaja y a quien él defiende con 21.. Maurice Keen, L¿ caballería, Barcelona,
",r,"urgo y, si es preciso, con su vida. La condición de 22.
198ó.
Hernán Cortés expresa claramente esta ideologia cuando ex-
"rL".ro
caballero de6e ser héreditaria, por lo que hay que instruir horta a sus hombres a penetrar en México. nY yo los animaba dicién-
a los hijos en el arte de la equitación y de la guerra a través doles que mirasen que eran vasallos de vuestra alteza, y que jamás
del ejeicicio de la caza, poniéndose a prueba en justas-y en los españoles en ninguna paite hubo.falta, y que estábarnos en dis-
posición de ganar para vuestra majestad los mayores reinos y seño-
torrrJor, y leer las crónicás de las proezas de los héroes de rios que habíá en el mundo. Y que demás de hacer lo que como cris-
la antigtildad para tomar ejemplo- Y, sobre todo, el caba- tianos éramos obligados en pugnar contra los enemigos de nuestra
llero dábe tranimitir a sus descendientes la ética propia de fe, y por ello en el otro mundo ganariamos la gloria y en éste conse-
guíamos la mayor prez y honra que hasta nuestros tiempos ninguna
esta condición. generación ganó. Y que mirasen que teniamos a Dios de nuestra par-
te, y que a él ningunacosa es imposible, y que lo viesen por las victo-
20. J. H. Elliot, La España imperial, Madrid, 1989'
3t
30 188
po que su mayor objetivo como hombre ¡crá rlempre la sal- Y no sólo la escuela de caballería sino el ejercicio mismo
vación por el medio que Dios le ha puccto cn su camino de la caballería podía resultar en un pingüe negocio para
y de acuerdo con su condición social y-cu vocación. caballeros ávidos de hacer rápidas fortunas con los botines
Todo esto es el ideal. Aun sin salir de lo puramente doc- que cobraban, y en horror, desolación y muerte para sus
trinario, la caballerla estuvo carcomida por.claras contra- numerosas víctimas.
dicciones. La Iglesia prohibla los duelos, que para el caba' Carlos VIII de Francia, en el siglo xv, lanzó una memo-
llero constituían su principal ejercicio de armas y de valor. rable expedición de rapiña a la península italiana, que in-
Por otra parte, poco se condecía el ejercicio profesional de cluyó el saco de Roma, el expolio de Nápoles y la violación
la guerra y sus efectos de matanzas, cautiverios, destruc- sistemática de las mujeres italianas por parte de los solda-
ciones con la compasiva y dulce doctrina predicada en los dos. Esto no impidió que el rey francés se sintiera un cru-
Evangelios. Sin embargo las necesidades de una sociedad zado defensor de la fe contra los sarracenos y soñara con
dividida en feudos que lucharon entre sí a lo largo de toda coronarse rey de Jerusalén. Sus adversarios españoles, al
la Edad Media, se impusieron por encima de cualquier dis' mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, no les iban a la
quisición teológica. zagaen materia de actos vandálicos. Muchas fortunas ama-
Más abismales aún fueron las diferencias entre la ética sadas a fuerza de pillaje en Italia se invirtieron luego en
de la caballería y su práctica, sobre todo en las postrime- expediciones americanas," y numerosos conquistadores de
rias de la Edad Media. El modo de aprender el oficio de Indias hicieron su escuela de guerra en la asolada península.
las armas y templarse en él era, inevitablemente, hacer la La diferencia entre los caballeros de la alta nobleza y
guerra. Además, para los hidalgos pobres de toda Europa, los mercenarios de las compañías libres que guerreaban por
que apenas tenían recursos que les permitieran comprarse su cuenta cuando acababan una faena a las órdenes de un
lbs caballos y armamentos necesarios para ejercer de caba- señor, era puramente formal. Philippe de Méziéres descri-
lleros, la"guerra tenía el siempre poderoso atractivo del bió a estos segundones sin recursos que (a causa de la po-
botín. breza están frecuentemente obligados a participar en gue-
Cervantes expresa esta mentalidad, en la que la supues- rras que son injustas y tiránicas para mantener su estado
ta justicia o heroísmo enmascaraban el ansia de riquezas, de nobleza, ya que no conocen otra profesión más que la
cuándo le hace decir a don Quijote, que va a enfrentarse de las armas y obran tan mal con ello que sería espantoso
con los molinos de viento: (... treinta o pocos más desafora- contar todo el pillaje y los crímenes con que oprimen a la
dos gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a gente pobreo. Ricos y pobres se sentían igualmente seduci-
todoi las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enri- dos por el botín y recurrían a los mismos métodos aberran-
quecerD. Konrad de Megenberg persuadia a los jóvenes de tes para la ética caballeresca a fin de conseguir sus objeti-
lá nobleza pobre para que buscaran la fortuna en las gue' vos. Miles de señoríos fueron fundados en los primeros cinco
rras de ltalia.t3 siglos de este milenio con fortunas amasadas con el pillaje,
Este país y otros de Europa se llenaron de caballeros las violaciones, los asesinatos, la explotación inmisericor-
y de condottiei extrarieros y nacionales, que se convirtie' de del trabajo ajeno.
ion .tluna plaga para la sufrida población. No cabe duda Fortuna y honor, oro y fama van íntimamente unidos
de que ula éscuela de armas y de la caballería podía con- en la ideología caballeresca, más allá de las teorizaciones
vertirse con gran facilidad en escuela de bandolerismo''2n de los tratadistas que se refieren siempre a los ideales y
no a la realidad. En el mejor de los casos, para mantener
rias que habíamos habido, donde tanta gente de los enemigos eran l,as virtudes caballerescas (falta de codicia, largueza, gene-
-rr"riot y de los nuestros ninguno., (Hernán-Cortés: carta enviada
a la reiná doña Juana y al emperador Carlos V, su hijo..., en Cartas 25. Notoriamente, la fracasada expedición de Pedro de Mendoza
de relación de la conquista de Mé.rico, Madrid, 1982. al Rio de la Plata fue financiada con el botín obtenido por el primer
23. [a pobreza dei caballero era un motlvo para pcrder la condi- fundador de Buenos Aires en las guerras de ltalia. Martin del Barco
ción de noble. Centenera recuerda que Mendoza fue "a conquista de paganos / con
24. Maurice Keen, op. cit. dinero robado entre romanosD.

32 33
189
rosidad, hospitalidad, etc.), era necesario.contar con cuan- 126
lioro. ."".rrio, económicos. Además, el ejercicio de la gue- V
cau-
rr" V ¿" los torneos implicaba siempre el riesgo- de caer pero
lirro; .rto no constituía un deshonor (huir sí lo era)'
acaireaba la obligación de pagar gruesas sumas en rescate' Los castellanos tenían su propia experiencia nacional que
al más poderoso' los habÍa forjado de un modo peculiar dentro de esa gran
-- Eípodían arruinar
oue
busca acumular el oro con la misma fi- cultura europea de la guerra, la caballería y los ideales
";-b;il".o "o los burgueses, es decir, como capital nobles.
""lidtá il; lo hacen En 7ll, los árabes musulmanes invaden la Península y
p.." -rrttiplicarlo: el comercio era la innobilis mercatura
vedada a lo! caballeros cristianos que, curiosamente, es
pro- la ocupan casi totalmente, a excepción de una franja junto
creada
;;id. y exaltado en el islamismo, religión de riquezas ca'por un al Cantábrico, Galicia y algunas zonas de los Pirineos, en
comerciante entre comerciantes. La fiebre el escaso tiempo de siete años. Casi ocho siglos necesitarán
balleresca está motivada porque el oro brinda la posibili- los cristianos para recuperar su territorio y expulsar a los
á"J á".t"f izar el ideal de la vlda noble, como señor de va' moros.
;ibt rodeado de toda la parafernalia de los símbolosejer- de El espíritu de Cruzada, copiado en buena parte del de
r" tloat y poder, dedicadó a una vida improductiva la yiiad, o guerra santa de los musulmanes, permanece vivo
com- a lo largo de todo este tiempo. En oleadas sucesivas e inter-
ciendo las"úñicas actividades dignas de un noble: cazar'
petir en justas y torneos, guerrear, ejercer su dominio so- mitentes, los cristianos lanzan campañas'contra los árabes
Lre los *UaitoÁ, enriquecérse con el producto del trabajo las que a menudo participan caballeros y soldados
-de
de otros países europeos-, empujando a los musulmanes
de
_-Lasbrutalidadesquelosconquistadorescastellanosper.
ellos.
hacia el sut. Hay largos períodos de paz y relativa conviven-
petraran en América en el siglo ivr con la población i1d1s!- cia durante los cuales los caballeros no se quitan la arma-
iu ,or,, en lo sustancial, uni repetición de lo que s: había dura ni se apean del caballo: la poderosa clase militar que
hecho en Europa a lo largo de siglos, con la
justificación se ha creado en Castilla aprende pronto a vivir no sólo de
J" contradictoria ideología caballeresca y del espíritu los botines de guerra sino también de los tributos de los
"ru
¿" ó*t"au que solía enmascarar una codicia superlaliva amenazados. Los pequeños y débiles reinos de taifas mu-
v una luiuria descontrolada. sulmanes consiguen sobrevivir impidiendo su invasión y des-
' -É; .rie s"tttido los españoles no inventan nada' Los usos trucción por los caballeros cristianos merced a que les pa-
y 1., .ott.t.ttbres de la guerra, y los modelos de vida ociosa gan fuertes sumas, en un sistema que, en lo sustancial, no
á;;l; i"y".,da negra intentó piesen-tar como propios de es- se diferencia mucho del empleado, siglos más tarde, por los
crueies, codiciosos, pródigos yrrada gángsters en Chicago o por las organizaciones terroristas
;;;ti"t particulañnente en realidad, un patrimonio de to' actuales.
industriosos constituía,
dos los europeos," cuyo oficio era el de las armas' La ideología y el pathos o mística que recubre y poten-
cia toda esta actividad es el espíritu religioso de Cruzada
26. Y no sólo europeos. Los islámicos -turcos' árabes' mogre' contra los infieles. Con todo, las primeras incursiones con-
gastos
b¡eJ-, f" *it-" que los pueblos orientale,s' tampoco hacian
población ci-
tra los árabes tras la invasión de 7l I no fueron impulsadas
;;;";;;iJJ y liumanismo con los enemigos.y.con la por el espíritu religioso, sino por el afán de cobrar rescate.
-"n
,mas narl 1¡11¡¡
uif dos siglos
uq".ttot ti"*pot. Serán necesarios Como lo expresa Elliot, (en aquellas primeras campañas los
Europaáparezcan concePciones menos brutales de la guerra alenta-
das por el humanismo del siglo xvrll' nobles castellanos comprobaron a su entera satisfacción que
la verdadera riqueza provenía esencialmente del saqueo y
{e la tierra. Así pues, sus más altas admiraciones quedaron
reservadas para las virtudes militares de valentía y honor.
De ese modo se estableció el concepto del perfecto hidalgo,
como hombre que vivía para la guerra, que podía realizar
35
34
190
127
cuándo una guerra era justa o injusta. En los primeros años
lo imposible gracias a un gran valor físico y a un constante
de la Conquista quedó claro que para las huestes castella-
esfuerzo de vóluntad, que regía sus relaciones con los otros nas toda guerra de la que ellos participaban y les convinie-
de acuerdo con un estricto código de honor y que reserva- se era justa. A partir de 1513 se recurrió al hoy irrisorio
ba sus respetos para el hombre que había ganado-riquezas sistema del requerimiento,2? un formalismo jurídico que,
por las fuérzas de las armas y no con el ejercicio de un tra'
en la práctica, fue poco más que una mera coartada moral
La¡o manual' Este ideal de hidalguía era esencialmente aris- para justificar el sometimiento por la fuerza. De todos mo-
iocrático, pero las circunstancias contribuyeron a difundirlo dos, la permanente preocupación ética y teológica de la Co-
por toda la sociedad castellana, ya que la migración popu- rona y de muchos clérigos y juristas por las relaciones con
iar hacia el sur, a remolque de los ejércitos victoriosos que los indios y los derechos de la monarquía española sobre
caracterizó a la Reconquista, alimentó el desprecio popu ellos, es una típica reacción'medieval de esta España que
lar por la vida sedentaiia y los bienes.fijos e imbuyó.así no acertaba a salirse de la vieja mentalidad. Lo moderno
en Él pueblo ideales semejantes a los de la aristocracia'' hubiese sido no haberse planteado siquiera el problema de
La idea de Cruzada es una superestructura ideológica la legitimidad de la Conquista, como harían más tarde otras
que se emplea en Europa lo,mismo que. luego en América naciones europeas.
ó*o -otót emocional para la guerra y la conquista' como El apoderamiento de las islas Canarias, la lucha final
cínica justificación de lualquiér acto vandálico o expedi- contra los árabes en España hasta la final rendición de Gra-
ción de saqueo, o como excusa de los monarcas para aumen- nada y las guerras de Italia dirigidas por el Gran Capitán
jun-
tar las coniribuciones de sus vasallos' Y, a veces, todo son el ensayo de lo qu.e se llevará a cabo en América en el
to a la vez. Porque lo que Orwell llam6 double thinking' o terreno bélico. Muchos de los soldados y de los caudillos
iu capa.idud de creer en dos o más cosas contradictorias de la Conquista eran veteranos de las guerras de Granada
entre sí al mismo tiempo, no se invenló en 1984' y de las campañas italianas. La conquista de América se rea-
lizará con el mismo espíritu y similares usos de guerra que
la Reconquista: botín y esclavización de los enemigos, dos
recompensas legítimas según el derecho bélico de la época.
VI
"Creíanse caballeros y eran, en realidad, salteadores de
caminosr," porque la diferencia entre unos y otros era
Entremezclado con el espíritu de Cruzada estuvo el iran-
dato evangélico. No era lo -it-o luchar contra lcis infieles' 27. l,a hueste española estaba obligada, cüando se encontraba fren-
que rechazaban la religión cristiana,.como ocurría con tur- te a un-pueblo aborigen, a que el escribano le leyera (y un intérprete
Ját y a.ub.s, que haceilo contra prreblos- que nu-nca habían -si lo había- lo tradujera) un texto redactado por el letrado reál pa-
ái¿o t uUtut de ella, como los indios' El Papa había dado lacios Rubios:_el requerimiinto. En él se les explicaba tu
c-ristiana y la donación que el Papa había hecho a los reyes"át-"!""iu
los territorios de Amórica a la Corona española para que de España
de sus tierras. Finalmente se exhortaba a los indios a someterie al
convirtiera a los indígenas. Pero ¿cómo debía hacerse esa monarca y a convertirse al cristianismo. Si los aborígenes no acepta-
labor? Los usos de la época señalaban que cuando una po- ban, se les_podía hacer una (guerra justa" y esclavizárlos junto a sus
ülación de infieles se sometía, los vencedores les permitían mujeres e hijos. La formalidad suena disparatada y asi la cálificó fray
Bartolomé de Las Casas, para quien los requerimientos eran
seguir viviendo en barrios separados y manteniendo sus cos- "injui-
tos, absurdos y de derecho nuloso. Sin embargo, al mismo tiempoiig-
trrábr.. y creencias, urrttq,ré tuvieran qr¡e pagar un tributo nificaban una inusual preocupación ética, según la mentalidad de la
a sus nuevos señores cristianos. Pero los que se resistían época, por parte de la monarquía española, aunque la solución se hu-
eran reducidos a la esclavitud, vendidos y su producto ser- í'biese planteado entérminos tan alejados de la réalidad, en lo que pa-
rece, además, una búsqueda de conciliación entre quienes sostenian
vía para pagar los gastos de la guerra' que era menester hacerles primero la guerra a los indios para, una
ti"tp..t"-a los indios americanos se admitíajusta que sólo
vez sometidos, predicarles el Evangelio y los que defendian formas
aquellós aborígenes capturados en, una gu€rra eran de catequización no violentas.
esclavizables, mientras-que los indios pacíficos debían ser 28. Georg Friederici, Der Charakter der Entdeckung und Erobe-
la Corona' La cuestión era saber rung Amerikas durch die Euyopder, Stuttgart-Gotha, 1925.
.á"tiá..u¿"s súbditos dé

36 37
191
128
del Castillo observa que
Los frailes se niegan a dar la comunión a los encomen-
más aparente que real' Bernal Díaz deros y, pese a la persecución a que los someten los españo-
en la campaña de.Pá'
los soldado, ¿" n.a.,ci; á; Garay, veinte les de Indias y a los argumentos de los áulicos de Carlos V,
ñ;;:,; j""iun d. ü;;" en to,''uñdoquince v de veinte en
por fuer- como Juan Ginés de Sepúlveda,'o consiguen la abolición
v se andan robando L;;;;bt ] mujeres
de moros'' A un lado Y a
definitiva de la esclavitud de los indios'' con la promulga-
f.ffi:i;';;;';;;ii"'á constituyeron ción de las Leyes de 1542.3'?
áil'" á-"ie,rántico, ¡,t"to al oro las hembras
pr.esa fácil de los ape- Sin embargo ese avance fue más teórico que práctico:
guerra o
;;;;;t;;tt"l áLi"úoti" dei.iüa" pruritos éticos para abu- las humanitarias Leyes de Indias se aplicaron poco y mal
iitos de los caballeroJi't" en América, gracias a la cínica coartada con que se reci-
sar de su suPerioridad física' bían las disposiciones reales del otro lado del Atlántico: "Se
arraigados de la so'
Las contradi..lo"es entre los usos a implantar y acata, pero no se cumple." La Corona toleró esto en la prác-
;ttii t r" ¿*iti"u cristiana queporiban
lo general' gran- tica porque tenía razones de peso para ello: sin indios que
"t.lJ
;;;; en hm¿rica no provocaron'
y coloni- trabajaran duramente, los cristianos no tenían cómo alimen-
des crisis d. .ot.ieitiu J"tt" ftt conquistadores
tarse y, por tanto, su presencia en América estaría amena-
zadores del Nuevo Mundo'
'*Ei;.;*"nto zada. Además, al menos inicialmente hasta que comenzó la
¿"l" *"r"tión in- alticulo mortis los re- importación masiva de esclavos negros, el trabajo de los in-
que hubiesen cometido en sus
dimía de cualquie. dios era indispensable para que siguieran llegando las re-
;il;; l; out"tio" de los conquistadores por incor-
"1to"iata
mesas de oro y plata que, cada vez, eran tnás vitales para
"hr que los confesaran en
Dorar a a,r, -"rrruáas a religiosos puertas la economía de la Península: los monarcas necesitaban pa-
illá'a" ;; ;;¡i;' á. v les abrieran las gar sus guerras dinásticas y de religión para mantener el
;i;;;i*, 'n.'"'i'
independientementé del mérito de
a
sus actos
imperio y la bandera de la Contrarreforma. Durante mu-
üU;; de sus vidas'"
fácilmente al cinismo y a la
chas décadas, en Potosí, los indígenas mantuvieron el mo-
La fe catóIi"" nopolio tecnológico de la conversión del mineral en plata.
'"-"p""uba criticado a menudo por los
hipocresía moral, """tl"t* for- Estas eran razones de suficiente peso como para que la
ilfi;eiis:l-á.aigi¿" de la epoca era e.xtremadamente Corona, aparte de dictar normas jurídicas de preclaro con-
#iiJ:;i ;;;; A;;"' por'ejemplo' la Inqui
otupa de
sición en
persegui¡
.E
s-
y tenido humanista, careciera de voluntad política de hacer-
paña, en los años nti"tt det tSoolt las cumplir." Por el contrario, cuando se trató de asuntos
condenar a devotos de corrientes como ü d" lot alumbra-
que. afectaban directamente a los intereses del Estado, la
más intimista' aléjada de
dos que predicabai;;;;i;i¿n
los rituales eclesiástico: esto' simple-
mente, se veía"*t"'iotJ'áJü"1; amenaza a la ortodoxia' 30. De Sepúlveda, capellán e historiógrafo del emperador, fue el
En todo
"o-o "tu
r"'Ioitil;;;;;"1de los primerosla dece- más destacado defensor de la conquista de América y de la esclaviza-
"",o; claramente inco- ción de los indios. Se basó para ello en las doctrinas aristotélicas que
nios de la Conquisi;-l; q"" evidencia creer y lo que sosteníail la oesclavitud natural, de ciertos pueblos ninferioreso. La
lo que dicen evangelización debia ser precedida por una (guerra justaD para some-
herencia de los
hacen- lu "ririi"rroJ"nt.e
ios dominicos' En'1511 -idiecinueve terlos a la obediencia natural a la que estaban obligados en razón de
años después ;;;;;;
"rr"ur,,"-"
del ia esclanitación de los indí- inferioridad.
de Monte- 31. En las culturas americanas la esclavización de los enemigos
;;;;tI, ;t"tur" t"tá" á"" nunca- frav Antpniosu célebre ser- y la toma de mujeres y niños como botín en las guerras entre pueblos
con
sinos se enfrenta t lát'""""*enderos indígenas o contra los españoles, lo mismo que el exterminio del ven-
áá" la iglesia de Santo Domingo' cido, jamád provocaron el más mínimo cuestionamiento ético.
i' 32. En este sentido la hipocresia de la Corona era análoga a la
""
a toro pasado' Ber- de sus agentes conquistadores en Arnérica.
aunquc sca
29. Hay excepciones, naturalmente' menós seis compañeros de ar-
33. Doce años antes había sido prohibida por la Corona, pero la
nal Díaz del castillo ;;;;¡;;p"r- lo
que' después la campa- decisión fue revocada cuatro años después. La norma de 1542 encon-
mas suvos durante ü;;ñ;;; ái ¡rl¿ti"o 'le tró varias excepciones, éntre ellas en Chile, donde los araucanos opo-
todos iu s b iene s - ar gu nos e ra n
¿'";ü ;;;ü; ;;; ;b;il;;;do monacal: nian una feroz resistencia al dominio español, lo que justificó la es-
;fi cinco franciscanos v uno
;il;;;;;A#;Llr"
""
"¡4"
más-un séptimo que se hizo anacorcta'
clavización de los mapuches.
¿"-i"iJ",
39
38 192
129
monarquía demostró que tenía- los hombres y los medios Monod, "España prometía un estatuto de ser humano al sal-
o"ru ¿"tf".er entuertoi con todo rigor y eficacia' Tal es el vaje dispuesto a entrar en el camino de la gracia divina;
caso de los intentos feudales de algunos conquistadores los norteamericanos jamás consideraron cohabitar con los
o sus descendientes, como el de Martín Cortés en México o indiosr.15
lu, g.r".r", civiles entre los Pizarro y los Almagro, alzamien- La arrolladora conquista de América fue una tarea titá-
tor-o pt"t"nsiones que fueron cortados de cuajo' nica realizada por un puñado de hombres que no solamen-
te estaban convencidos de que eran poseedores de la Ver-
dad y de que estaban protegidos por su Dios, sino que
además pertenecían a una cultura en pleno apogeo. Cuan-
VII do se inició la gran aventura americana los españoles aca-
baban de desalojar a los moriscos desu territorio y en po-
Los castellanos provenían de un mundo fanáticamente se- cos años más se convertirían en la potencia de mayor
;;;t e. que la ünica religión v-erdadera era la suya y de relevancia en Europa.
del ser
ñ"",.¿"-es, era la mejor para el perfeccionamiento La superioridad tecnológica bélica con respecto a las
humano. uSe veían a tí mismos como un
-pueblo
elegido,y grandes civilizaciones americanas es relativamente peque-
por tanto superior, que tenía encomendada una misiÓn di- ña y no alcanza para explicar conquistas portentosas en las
iirru a liconsecución como fin del imperio uni que pocos centenares de hombres dominaron imperios con
"t ""*inada
n"*.1... El mayor deber y la mayor responsabilidad de Cas' cientos de miles de guerreros y decenas de millones de ha-
tilla era el deiender y ext'ender la fe, conduciendo a una bitantes.3'Más decisivo fue, entre otros, el factor psicoló-
forma de vida civilizada y cristiana (ambas cosas eran con- gico: los españoles venían de una civilización confiada en
que'
sideradas sinónimas) a todas aquellas gentes ignorantes su capacidad y en su superioridad. El optimismo exultante
por misteriosas razones, no hábían oído hasta entonces el de los peninsulares se enfrentaba a culturas, como la azte-
it""tu¡" del Evangelio.u34 Cualquier otra formapor de devo- ca, profundamente fatalistas, que tenían que mantener vi-
tátigioru estaba inspirada el de- vos a sus dioses implacables y al mundo, a fuerza de san-
"ion
monio. "."1b"trante: gre y muerte con permanentes sacrificios humanos.
Como no consiguen salir de su propio mundo cultural' Los modelos caballerescos les daban una delirante con-
fo, p""i"*tar"s ttá*attliáolatría''a lá religión practicáda fianza en la ilusión de que, en cualquier momento, se haría
porio, indígenas, e oídolos' cuando no, simplemente' uge' realidad el sueño acariciado: oro, ciudades fabulosas, rei-
llonioso, a Jus dioses' Arrancarlos de esas creencias y Pr4c- nos de quimera, hembras, esclavos. Tras las conquistas prin-
ti*t para los españoles, no sólo cumplircon el manda' cipales aparecen las entradas de quienes quieren ir siem-
"ti
to de su liios 3Id y predicad a todas las nacione5"'')' sino pre más alláy, que a menudo, deben ser detenidas por las
también ,rr, dé sublime caridad y generosidad, porque' autoridades.
""io
amén de introducirlos en la ucivilizaciónD, se les daba la Hasta sir Walter Raleigh, pirata y tradicional enemigo
ápottrrttid"d de la salvación de sus almas' El rechazo y de los españoles, se sorprende de esta capacidad de los con-
lá negativa a aceptar el mayor obs-equio que, según ellos' po-
día tácerse en eite mundó -nada menos que la Verdad y 35. uViva la etnologíar, en El etnocidio a través d.e las Américas,
la salvación eterna- desataba las iras y la violencia contra México, 197ó.
los impíos contumaces. Esperar otro enfoque del problema 3ó. Teniendo que operar a tan gran distancia de sus bases de apro-
visionamiento en la Peninsula, los conquistadores sufrían con mucha
en el siglo xvr sería tan anácrónico como ridiculizar a Julio frecuencia problemas logísticos que, materialmente, los colocaban en
César pá..o haber utilizado las armas de fuego en sus cam- las mismas o peores condiciones que los indios: la pólvora se acaba-
pañas contra los galos. ba, las cuerdas de arcos y ballestas se rompían, las armas de fuego
Al fin y al cabó, como afirma el etnólogo francés Jean se estropeaban, las herraduras no podían reponerse, los caballos mo-
rían o tenían que ser devorados y sólo contaban con los recursos na-
turales del pais que los aborígenes conocian, en principio, mejor que
34. J. H. Elliot, España y su mundo, 15fÚ'1700, Madrid' 1990' los extranjeros.

40 4l
193
130
zado la policía casi omnímoda de la Santa Hermandad y
quistadores para resistirlo todo. *Es muy diflcil o imposi-
en 1483 nacía la Inquisición.3?
6le encontrar otro pueblo que haya soportado tantos reve- sNo es fácil definir las actitudes de los españoles ldel si-
ses y miserias comó los españoles en sus descubrimientos glo xvr] respecto a las pasiones del amor, sus comportamien-
en lás Indias... Tempestadés y naufragios, hambres' derro- tos dentro y fuera del matrimonio...', afirma Bennassar.'8
i"r, -oti""s, calor, frlo, pesie y toda clase de enfermeda-
des, tanto conocidas como nuevas, además de una extrema "Una sola certeza: las cosas del amor, y más concretamente
del sexo, interesan al más alto grado a los españoles, y esto
p"Ut"r" y de la carencia de todo lo necesario, han sido sus es constantemente cierto después del siglo xvlr, añade. En
;;;-i;;; Muchos años se han acumulado sobre sus cabe'
No obstante' las actas inquisitoriales que Bennassar revisó consta que en
zas, mientras recorrían apenas unas leg-uas'
fortuna las conversaciones populares olos problemas del amor y del
;; ¡; uno o dos han consumido su esfuerzo, su obtener sexo las ocupaban a menudor. .Se encuentra siempre [en las
y su uida en la búsqueda de un dorado reino, sin
charlasl que uno de los interlocutores pretende que la forni-
áe él al final más ttoii"iat que las que al principio ya cono- cación con una mujer pública o con una soltera de mala vida
;;. A p"tu. d" todo lo cüal... no se han descorazonado' no es pecado o, al menos, que no lo es si no se está casado,
A buen i"g,tto están de sobra compensados con esos teso- si se le paga o si no hace más de siete veces el amor.o
rot y esoJparaísos de que gozan, y bien merecen conser- La falta de medios anticonceptivos eficaces daba como
varlos en Paz.D resultado una buena cantidad de hijos naturales, que son
Este frenético impulso dura casi un siglo, hasta la se- mucho más frecuentes entre la población de lo que es da-
gunda mitad del xvl. Ót" el tiempo durante el cual trans-
"t ble imaginar. En una parroquia de Valladolid, San Miguel,
curre esta historia. en el lustro que va de 1592 al 1597 fueron bautizados cin-
cuenta y dos niños ilegítimos, hijos de padres solteros." De
los cinco Pizarros que participaron en la conquista del Perú,
sólo uno era hijo legítimo, Hernando. Los otros cuatro, in-
VIII cluido el gobernador Francisco, habían sido habidos fuera
pertene- del matrimonio.oo
Los conquistadores y viajeros de I¡dias en general Abundan los casos de sirvientas y esclavas seducidas por
gente que
cían en su mayoría a la cultura del Mediterráneo: sus amos. Igual que lo que ocurrirá en América, en España
pasión mucho.más que
,.,"t. ototg"r un altísimo valor a la ulas relaciones sexuales fuera del matrimonio se estable-
u fuitiu rízón, dotada de una sensualidad a flor de piel-y
cían frecuentemente dentro del cuadro de una relación de
de un espíritu pagano apenas recubierto por un barniz
de
dependencia de la mujer respecto del hombre,.a' Aquellos
*ótuIittu. Cbmbinación que, antes y ahora' sue-
"¡tii""iJ-o
i; ,;;il;it;e en conductas farisaicas por la práctica de una 37. La Inquisición tó r. ocupaba de los pecados o delitos sexua-
d.L-1"-;";"1, la pública y la privada, la que se aplica a las les sino de los errores de la fe que proclamaban la inocencia de la
juzga las conductas mascu-
-n¡"t"t y aquelü con la que se actividad sexual fuera del matrimonio. Afirmar públicamente, por ejem-
plo, que masturbarse o mantener relaciones sexuales con otra perso-
linas.
na con la cual uno no estuviese santamente casado, no era materia
f"la España de fines del siglo xv la moralina represiva inquisitorial; pero practicar la masturbación o coito estaba reserva-
convivía ,rn cierto libertinaje' Hasta el reinado de Enri- do a los ordinarios.
"or,
;;; ry, el desorden que imperaba permitidoen Castilla y la tlpgTi: 38. Bartolomé Bennassar, L'homme espagnol Siécle XVL Attitu-
lJ".i.'¿" ,r.aiévales había cierta lenidad des et mentalité, Paris, 1975.
"."i
-"t"tiu de conductas sexualei' La llegada al trono de 39.
40.
Bartolomé Bennassar, op. cit.
Los bastardos en España no estaban tan mal considerados en
""
r" tt"t-un" Isabel, dispuesta como estaba a conformar un
el país como en Inglaterra o Alemania. Ramiro I de Aragón, Enri-
grtuao poderoso, unifitado y ordenado que fue dado a luz que II de Castilla, fueron ilegítimos, lo mismo que Juan ,le Austria,
;l;;-ü;;s de ioledo de 1480, significó unprivadas considerable Alvaro de Luna, condestable de Castilla, el padre Mariana, Tirso de
li6ertades de los Molina o Gonzalo Fernández de Oviedo.
.rir..f,u*i"nto del ámbito de las 41. Bartolomé Bennassar, op. cit.
cást"llanos. En 147ó los Reyes Católicos habían reorgani-
43
42 194
131
que tenían alguna parcela de podcr tenfan mayores posibi- entre los de un mismo sexo no podía estar ausente, aunque
lidades de tener aóceso carnil a mayor número y calidad fuera de un modo episódico en la vida de muchos españo-
de mujeres. les y españolas.
LoJ curas, que mantenlan un notable predicamento so' La sexualización de la sociedad -y también, sin duda,
bre la feligresíá, sollan aprovecharse de esta circunstancia su neurotización- era paradójicamente agudizada por el
para dar iienda a sus debiiidades sexuales. Dos siglos m{s obsesivo acento que la Iglesia católica ponía en los pecados
de la carne. La represión no sólo es el supuesto necesario
iarde, el viajero inglés Townsend crela que la actividad se'
para que aparezca el deseo, sino que también puede ser un
xual de los curás,-condenados a la eterna soltería por el
celibato sacerdotal, era una de las causas principales de la notable catalizador de éste.
De todos modos, la insistente prédica contra la lujuria
tan difundida infidelidad conyugal en la Villa y Corte de
en España indicaba también dónde estaba la debilidad de
Madrid.
Naturalmente que esto no implica que se pueda hablar las almas que querían salvar. Esta predilección por la car-
ne contribuyó a que la mayoría de los españoles superaran
de libertad sexual, ni mucho menos, sino más bien de nu'
merosas y frecuentes transgresiones a una normativa muy
los prejuicios raciales frente a las indias. Prejuicios que,
ciertamente, estuvieron omnipresentes, pero que solían es-
rígida, impulsadas por la represión y el temperamento -apa'
siánado dL estos mLditerráneos. La escasa población de la
fumarse, al menos momentáneamente, ante un par de pe'
mayoría de los pueblos de España contribuía a establecer chos y unas caderas femeninas, de cualquier color que
fueran.
un ástricto contiol social sobre las conductas públicas y aun
privadas de hombres y mujeres' Probablemente'en los dos
extremos de la escala-social -los marginados sociales y la
aristocracia- se diera una mayor libertad que, por el con-
trario, resultaba haito difícil ejercer a la gran mayoría de los
españoles. Al punto de que la desnudez-de las mujeres que
loi castellano! encuentran a su llegada a América tiene
que haber sido una experiencia nueva para muchos' que no
habrian podido contemplar un cuerpo femenino sin pesS'
dos ropajes ni siquiera en la pintura de la época, monote-
mática, obsesivamente religiosa.
Si la heterosexualidad fuera del ámbito matrimonial es-
taba reprimida, respecto a la homosexualidad la intoleran'
cia era total. Desde luego, no estaba ausente la homofilia
en la sociedad civil, militar o religiosa,ot pero el npecado
nefando, provocaba iras y repugnanciao'en grados que
hoy considéraríamos terriblemente exagerados y claramente
soipechosos. Naturalmente, en una sociedad que reglamen'
tabi tan estrictamente las relaciones hombre-mujer, el amor

42. En los archivos de la Inquisición se conservan las actas de


un escandaloso proceso (ló87¡ seguido a fray- Manuel Arbustante, jefe
de estudios del ionvento de la Merced de Valencia. Hombre de exqui-
sita cultura y encendido verbo, había usado sus dotes intelectuales
para seduciiy sodomizar a casi todos los novicios y frailes jóvenes
del convento. AHN, legajos 5ó0 y 5ó1.
43. La pederastia erá causa de indignidad en la fundación de ma'
yorazgos, pbr la que el heredero perdía todos sus derechos'
45
44
195
132
males entre un cazador-recolector de las llanuras de Amé-
rica del Norte y un indio del Tahuantinsuyu, el imperio in'
caico, y entre éste y un aborigen tupí o guaraní del Para'
guay o del Mato Grosso.
- ior indios son de remoto origen asiático. Hace unos
35 000 años, tal vez más, sucesivos grupos de cazadores, prG
bablemente persiguiendo sus Presas, cruzaron desde Asia
el estrecho dL Bering, en el extremo noroeste del continente
americano. Europa, en esa época, estaba habitada por el
hombre de Crománón. El último período glacial, durante
LOS INDIOS el cual los mares septentrionales se habían congelado, fa-
voreció la migración de hordas asiáticas. Llegaban a un con-
tinente jamái pisado por ningún otro hombre u homínido,
I según lo que sabemos hasta ahora.
-Migraciones posteriores por el Pacífico, a lo largo de mu-

Hablar de /os indios genéricamente, como han hecho los chos milenios, alcattzaton con sus embarcaciones distintos
blancos europeos a lo largo de siglos, implica utilizar un puntos de las costas americanas. Provenían de Oceanía, tal
concepto casi tan confuso como el de bárbaros para los ro- vez de China continental, y de otras regiones asiáticas'
manos. En América, desde el punto de vista español, /os Hacia el 15000 a. JC. recalan en las costas americanas
otros, lo que no se integra en el nosot'ros, son los índios. nuevos pobladores del mismo origen, cazadores que poseían
Medio milenio después de que fueron descubiertos por técnicai más evolucionadas que sus predecesores' Lenta'
los europeos, todavía suele identificarse como indios a unos mente, en desplazamientos que ocuPan a muchas genera'
seres asociados con plumas y semidesnudeces, que montan ciones, auantan hacia el sur, hasta llegar al subtrópico me-
caballos a pelo, pegan fuertes alaridos, saludan diciendo ridional.
ajaug" y siempre pierden las batallas contra los blancos- Algunos de estos gruPos, muy progresivamente, van pa-
buenos gracias a que en el último momento aparece el im- sando de un modo de vida eminentemente recolector y ca-
batible 7.o de Caballería de la Unión. Una caricatura, cier- zador o pescador, a un sistema basado sobre todo en la agri
tamente, inventada y difundida por Hollywood, que rto sólo cultura. Es decir, van abandonando su vida nómada, en
busca entretener sino también justificar el exterminio sis- permanente migración, siguiendo o buscando a las presas,
temático de las poblaciones aborígenes del actual territo- p".u á subsistir básicamente de los cultivos agrí-
rio norteamericano. lolas."o-"ttzar
Esto marca el paso a la sedentariedad: se instalan
La diversidad de los habitantes óriginarios de América en un territorio determinado, construyen viviendas más es'
es infinitamente mayor, aunque los que llamamos equívo- tables y duraderas, descubren la cerámica, adoptan formas
camente indios tienen elementos comunes la ópti- de orgánización diferentes' Y sientan las bases para el sur-
-desde gimiento de civilizaciones complejas.
ca europea- más allá del hecho de que habitaban y habitan
una misma unidad continental: poseen algunas caracterís- Para ello fue necesario, previamente, domesticar es-
pecies vegetales silvestres (maiz, papa, yuca' frijoles, ca-
ticas raciales
-son aproximadamente mongoloides- dife-
renciadas de los caucasianos europeos y su desarrollo tec- iabazas), un ptoc.so que sólo se produce entre el 5000 y
nológico era, a fines del siglo xv, considerablemente inferior el 3000 a. JC.
en complejidad al que habían alcanzado los habitantes del Otros numerosos grupos humanos quedaron anclados a
Viejo Continente.r En todo lo demás, hay diferencias abis-
oro y la plata. La rueda era desconocida en todo el continente, pese
1. Notoriamente, ningún pueblo americano descubrió el hierro ouá t" han descubierto juguetes infantiles de cerámica que sí la em-
y su metalurgia, aunque algunos trabajaban hábilmente el cobre, el "
pléaban, pero sólo para entretener a los niños'
47
46
196
lo largo de muchos milenios, hasta la aparición de los espa- 133
ñoles y, aún hasta la actualidad, en formas de vida arcai-
cas, primitivas, como los cazadores recolectores de los ex- II
tremos norte y sur del Continente o los selvícolas de la
cuenca del Amazonas. El grado de evolución -es decir, de complejidad- de las
De cualquier manera que haya sido, hacia el siglo xv, distintas sociedades indígenas iba, a la llegada de los euro-
antes de la llegada de los primeros europeos, la población peos, desde los más primitivos de formaciones tribales has-
se había distribuido a lo largo y a lo ancho del Continente, ta los Estados, pasando por las sociedades de jefaturas o
desde Tierra del Fuego hasta Alaska, desde las costas de señoríos y todas sus formas intermedias.
Brasil hasta el largo espinazo de América, los Andes y el En las sociedades tribales sus miembros se agrupan en
litoral del Pacífico. Pero de un modo escasamente unifor- función del parentesco. La tierra es poseída en común, por
me: desde 40 habitantes por kilómetro cuadrado de densi- lo que existe una débil idea de la propiedad privada y de
dad demográfica en las grandes civilizaciones de México y la individuación. Desde el punto de vista económico, son
Perú, hasta un habitante por cada 50 kilómetros cuadrados grupos humanos que viven a niveles de subsistencia, inca-
en la selva amazónica o en los grandes desiertos. En total, paces de producir excedentes apreciables que permitan un
unos ó0 millones de habitantes,'la misma población actual
intercambio comercial. Los miembros de estas comunida-
de ltalia, repartidos en un territorio 140 veces mayor que
des fabrican sus propios objetos y consiguen los alimentos
el de este pais: 42 millones de kilómetros cuadrados.
según una muy poco estructurada o nula división del tra-
Esos hombres formaban comunidades de variado tama-
ño que mantenían escasos o ningún contactos con otras ale- bajo: no hay especialistas. La religiosidad presenta aspec-
jadas de su medio geográfico. Los americanos carecían de tos primarios, de tipo animista, con escasos o muy simples
la idea de que formaban un continente y, por tanto éste, rituales y creencias poco elaboradas.
no tenía nombre. El jefe tribal no ostenta privilegios ni forma parte de
Una de las dificultades para las comunicaciones eran las un estamento social diferenciado del resto: en muchos ca-
lenguas: más de 130 familias lingüísticas sin ninguna vin- sos es elegido según las necesidades y sus funciones finali-
culación entre sí existían en el continente a la llegada de zan cüando desaparecen las circunstancias que motivaron
los españoles, una variedad extrema difícil de explicar, peró su elección, como pueden ser una operación de guerra o
que indicaba también la atomización en que vivían los gru- una expedición de caza. El paso a la sociedad tribal viene
pos humanos y su heterogéneo origen. Otro obstáculo éra condicionada por adelantos tecnológicos o transformacio-
el escaso desarrollo de la tecnología de la navegación, que nes naturales que permitan la producción de excedentes.
volvía difíciles y arriesgadas las comunicaciones marítimas El grupo se vuelve más denso demográficamente. El incre-
de larga distancia, aunque éstas existían en el Pacífico y mento de la productividad hace necesaria la elección de al-
en el Caribe. La falta de animales de carga (a excepción de guien jefe- que cumpla las tareas de redistribuir los
la llama andina, de difusión muy limitada), silla o tiro obli-
-el
bienes y mantener el orden social. Surgen los especialistas
gaba a que todos los desplazamientos terrestres se hicieran o artesanos y una clase militar ofrecida por el jefe a la co-
exclusivamente a pie, con las cargas a hombros o a la ras- munidad para su protección y beneficio. Las creencias reli-
tra: ningún pueblo americarro descubrió por sí el uso de la giosas y los rituales se complejizan, lo que hace necesaria
rueda. la aparición de una clase sacerdotal incipiente.
Las funciones gerenciales y militares permitirán la for-
2. Los cálculos que se han hecho sobre la población de América mación de je¡arquías sociales, políticas y económicas rígi-
a fines del siglo xv van desde l3 millones (Kroeber y Rosenblatt) has- das y permanentes, a menudo hereditarias, basadas en el
ta más de 100 millones (Escuela de Berkeley). Recientes estudios per-
miten inclinarse por una cifra que puede oscilar entre los ó0 millones poder de quienes ostentan la jefatura.
y los 80 millones de individuos para todo el continente. Esta estructuración jerárquica es el germen del que sur-
gen las clases o estamentos sociales y de un aparato de po-

48 49
197
.(6
'a
134
der-que constituye el grado más complejo de evolución: el a

E-ó É
de las sociedades de Estado. aú(D
CJ' U' É
A la llegada de los españoles sólo existían en América a J

dos sociedades de Estado: los aztecas en México y los incas


del-Perú. Eri la península de yucatán y la actual Guatema-
la, la cultura maya había entrado en dácadencia quinientos
años antes por causas todavía misteriosas. qa4vola
La mayoría de Ia población americana, pues, se encon- ES!

p

traba en estadios inferiores de complejidaá cuitural. Los --=
pueblos taínos del Caribe, los primerbs que enc.rentran los =E

españoles, por ejemplo, estaban en una etapa de transición ü,
entre la sociedad'tribal y Ia de jefaturas,, por lo que ha de
tomarse con pinzas las denominaciones de nrey, o *reinao
que los españoles adjudicaban a sus dirigentés. Sus veci_
nos y mortales enemigos, los caribes, erañ un pueblo gue_
rrero de cazadores de hombres con una estru¿tura soiial
bastante más primitiva, que estrémeció a los españoles por
sus prácticas canibalísticas,a usos que volveríán a .nion-
trar los europeos incluso en sociedádes mucho más com_
plejas como las del imperio de los mexicas.

III
También las mores sexuales de los indios estaba condicio-
nada. por el tipo de sociedad en la que vivían: en líneas ge_ -
nerales,
l'mayol grldo de evolución, mayor represión áe
lo instintivo. Dado el bajo nivel de complejidad y ,r
Sec¡rv¡
-uyo,
proximidad a la naturaleza, de la mayóríá de lás sociáa- dt o U
!r .9
des americanas, la libertad sexual prldominaba muy por E
o
o(l, ffc,9
SH
{€

encima de las limitaciones. z. E óEo-


3. Cfr. José Alcina Franch, nl-a cultura taína como sociedad de
transición entre los niveles tribal y de jefaturau, en La cultura taína,
Madrid, 1989.
4. En América el canibalismo, al parecer, estaba alentado por una
c.ircunstancia peculiar: el continente, en general, padecfa ¿" i. fáii"
de grandes mamíferos herbivoros ."pu..f de apoitar una buena do_
sis d-e proteínas en la alimentación. Eiceptuandó
g'"
J-
vícolas, los grandes búfalos del norte di lmerica! "tgunas "sf."i.,
begü;;.;r-;;
el cono sur, Ia mayoria de la población indígena tenra que-conformar.
se con pequeños mamíferos del tipo de los perros desnudos de Méxi_
E
:o 9d: los coneiillos .le Indias. Lós seres húmanos eran, en realidad,
los únicos mamiferos abundantes, predominantemente herbfvo.or, qu"
o
o
at
t¡J
existian en el continente. Esta esóasez fue sentida y sufrlda po. iái
propios europeos.

50
wvtEevl 198
135
Para los primeros europeos que llcgoron tlll, t<¡s anreri-
canos eran gentes de conductas extremadnmcnle incompren- hedónico, la intrascendencia de las relaciones carnales y por
sibles, desconcertantes, a menud<¡ opuesfas a to que ello, tanto de la virginidad y de la upureza" de las mujeres.
habian visto y conocido hasta entontes. En Cuba'_narra Incapaces de entender estos (desvaríoso, los cronistas
el cronista Gonzalo Fernández de Oviecl<¡-, cuando los in-
dios se casan, en la fiesta de boda, la nt¡via fornica con to_
españoles
-y, debemos imaginar, casi todos los europeos-
desvalorizan a estas (zorrasD y las compatan, a menudo,
dos los asistentes a la celebración que pcrtenecen al mismo con los animales. Lo que no les impide, naturalmente, go-
estamento del novi<¡: oSi es cacique, primerc, se echan con zar copiosamente de sus facilidades y de sus favores.
ellas todos los caciques que se Éallan en la tiesta;t;i;; En las sociedades indígenas primitivas, lo mismo que en
hombre principal el que há de ser el novio, échanse cán ella las más evolucionadas, la mujer cumplía una importante
primero todos. los principales; y si el que se casa es plebe_ función de intercambio. Alli las hembras eran objetos que
yo, tod_o-s los plebeyos que a la fiesta viénen, la pruebán pri- se vendían por interés económico o se regalaban como sig'
*e:.o. Y después que muchos Ia han probado,'sale ella sa- no de amistad, para lo cual eran educadas en la más com-
cudiendo el brazo, con el puño cerrádcl en alto, diciendo pleta sumisión al hombre: esta práctica de los guaraníes,
en alta voz: "Manicato, manicato", que quiere decir esfor_ por ejemplo, es la razón por la que Asunción, a poco de fun'
zada y fuerte y de gran ánimo, casi loendáse dada, se convierte en un gran serrallo que escandaliza a los
{e que es vale_
rosa y para mucho. 5 más recatados espíritus de la época.
"
Igualmente, y puesto que la esclavitud estaban tan ex'
- Lg-r europeos venían de una cultura en el que el más alto
ideal femenino tendida y aceptada tanto en el mundo indígena como en el
Madre de Dios- estaba eiento del sexo
considerado como -la algo sucio y desvalorizante en la mujer. europeo, las hembras eran también apetecidas presas de
L.1 V-irgeg Maria tuvo qr¡e paiir al Dios-hombr", p"." páru guerra no sólo para los españoles sino también como botín
ello fue excluida de la bajéza de una concepción humana: en los conflictos armados entre indígenas.
fue el mismo Dios el qr',e án forma de oEspiritu Santoo fe_ Las hembras no son sólo carne fresca para satisfacer el
cundó una mujer oinmaculada-,,, después á. q,r" ér;;;.;;- deseo sexual y las necesidades de reproducción y crianza
tara sumisa, resignadamente, la misión que lá divinidad ie de la prole de los hombres, sino también, y sobre todo, una
había señalado: uHág¿se en mí según tu voluntad., fuer¿a de trabajo servil.o esclava nada desdeñable para aten-
La mujer-modelo semidivinizadi del cristianismo no có_ der a las necesidades de alimentación, higiene y sanidad de
noció jamás ninguna manifestación de la sexualidad, pese los varones. Los españoles las emplearán en similares fun-
a tratarse de un ser encarnado. y hasta de la muerte, tan ciones. Las indias van en busca de los alimentos o trabajan
fatalmente vinculada al sexo, estuvo exenta la Virgen'Uá- en la agricultura, preparan las comidas, lavan y remiendan
ría: al cabo de sus años sufrió una odormicióno, tras- la cual las ropas, cuidan de los hombres cuando están enfermos, les
ascendió a los cielos. No se puede pedir mayor asepsia preparan las pociones curativas, además de confortarlos
carnal. afectiva y sexualmente cuando están sanos. Las mesnadas
La más alta valoración de la mujer en el mundo cristia- hispánicas solían ir acompañadas de tropas de mujeres abo-
no.estaba íntimamente vinculada a ia virginiclad, la modes_ rígenes virtualmente encargadas de la logística de los gue-
tia, el recato, el desapasionamiento y la rreros.
iertenencia exclu-
siva a un solo hombre, despufs de qul Ia unión hubiese sido
santificada
siástico. -es decir, legitimada- por el marrimonio ecle-
Y lo que los españoles encontraban en América, con fre_ ry
cuencia, era exactamente lo contrario: el sexo lúdico, el sexo
Contra lo que podría suponerse, la falta de grandes tabúes
sexuales, sin embargo, no iba acompañada de una gran ac-
5 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y narural
de las tividad genésica dentro del mundo indígena. Son numero-
Indias, islas y Tierra Firme del Mai Océant¡,Isunción, 1945. sos los testimonios que parecen indicar que los varones in-
52
53
199
dios eran más bien apáticos. lncluso un viajero español del abismalmente divididos que se encontraron (o, más136 bien,
siglo xvul asegura qüe no existía una armonía entre el ta' chocaron) a partir de 1492.
nráno d" los génitalés de los varones indios, demasiado pe- Las indias, cuando descubren a los españoles, parecen
lueños, y las-grandes dimensiones de las vaginas de
las abo' preferirlos y no sólo por razones eróticas, que, sin duda,
rígenes.o también importaron mucho. Intuyen que un hijo mestizo
Probablemente sea cierto que *la gran oferta de objetos tendrá mejor cabida en el nuevo mundo en formación que
deseados en la etapa de promilcuidad primitiva provoca.la un hijo puramente indio. Su vástago miscegenado le sirve,
debilidad de la démanda masculina. Solamente después, además, para adaptarse al universo de los nuevos amos,
cuando los humanos son capaces de escoger y preferirse establecer lazos de sangre con ellos y poder, hasta cierto
unos a otros, se reduce la demanda y el deseo aumenta punto, transculturarse con más facilidad que los varones
y se hace impetuosoo, segtln el criterio economicista de indígenas, algo que en muchas culturas autóctonas, aún hoy,
J. Schwartz.T les resulta prácticamente imposible.
En otras palabras, para que haya deseo tiene que haber Pocos años después del Descubrimiento, algunas indias
represión: eiobjeto de deseo tiene que ser dificultosamen- comienzan a decolórarse la piel para parecer blancaS, y así
te alcanzable, y aun inaccesible, al menos en algunos casos' no sólo gustar más a los castellanos, que las preferían cla-
ras, sino también parecerse a sus mujeres: las indias de La
Española (Santo Domingo), (como tienen envidia de ver a
las mujeres de España blancas, toman las raíces del guao
v y las asan muy bien. Y después que están muy asadas y blan-
das, las traen entre las manos un buen rato, frotándolas'.'
A los indios, a las indias les toca en esta historia el papel y las convierten en pasta de ungüento. Con ello se untan
de derrotados, sometidos, desculturalizados, explotados' la cara y el pescuezo y todo lo que quieren que les quede
Cuando ocasionalmente se invierten los papeles, como en blanco, y sobre aquello ponen otras unciones de hierbas y
el caso de Chile, donde a veces los indios se alzan con la zumos confortativos, para que el guao no las ase vivas o
victoria, son los europeos quienes tienen que soportar el lo puedan soportar. Y al cabo de nueve días se quitan todo
papel de avasallados: las españolas pasan a integrar lo: T- aquello y se lavan, y quedan tan blancas que no las conoce-
i.áttot de los caciques y gt erteros indígenas que engend-rán rían, según están mudadas y blancas, como si hubieran na'
en sus vientres, y-los 6láncos gue no son muertos'acaban cido en Castillau.E
reducidos a la servidumbre o a la esclavitud. Sexo y poder, Muy tempranamente, en los primeros años de la Con-
poder y sexo van siempre unidos de un modo más o menos quista, hubo comunidades que oPtaron Por la solución
evidente. opuesta y se resignaron al suicidio colectivo porque care-
En la mayoría de los casos, durante la Conquista y en .ie.on de recursos culturales propios de adaptabilidad que
etapas posteriores, las mujeres indias cumpliero-n y aún aseguraran la supervivencia del gruPo frente a la, sin duda,
cumplen un importantísimo papel-como medios de comu' cruel y despiadada dominación de los invasores. Es natural
nicación e inteicambio entre los dos mundos masculinos que no para oponerse militarmente al extranjero -lo que
de seguro era imposible-, sino para plantearse estrategias
ó. Las casi inevitables fantasías conscientes o inconscientesdudo-que exitosas de adaptación a las nuevas circunstancias, como
u.*iu" ümano del pene al poder masculino, pueden hacersometi' hicieron todos los pueblos de la Tierra que consiguieron so
,", "iafirmacionesie Félix Azara. Los indios derrotados,
lói, "rt", no podían tener grandes penes' Por contra, s-e puede
brevivir a una devastadora invasión foránea o a una catás-
"t"t"uir"dos
;br;;;q;; los africanot, igualñrente esilavizados, tienen fama de trofe.
dotadJs en el tamaño de sus genitales. Objeti- La solución numantina'resulta admirable desde el pun-
"r-t"" "i"giiudamente
vamente, empero, se sabe que los varones de las razas asiáticas sue- to de vista heroico y romántico. Pero despreciable, o al me-
len tener penes de menor volumen.
7. Joei Schwartz, The sexual politics ol lean'lacques Rousseau'
The University of Chicago Press, 1984. 8. Gonzalo Fernández de Oviedo, op. cit.

54 55
200
nos deplorable, desde la perspectiva del más deseable triun'
137
fo de la vida sobre la muerte.
En muchos casos sólo el mestizaje permitió la adapta-
ciOn V, *irrno tiempo, la pervivencia de la sangre y' lo
"l
q.,"., más importantá, de algunos elementos de las viejas
..rlt.r.u. aborígenes de América en sus descendientes mis-
cegenados.

EL ENCUENTRO: *USABAN DE ELLAS A SU VOLUNTAD,

El Descubrimiento de América comienza siendo una desco-


munal confusión. Cristóbal Colón cree haber llegado al Asia
y morirá, muchos años más tarde, sin cambiar de opinión.
Para los primeros americanos que el Almirante ve, los es-
pañoles y sus tres carabelas han llegado del cielo o de las
profundidades del mar y son de carácter divino. De otro
modo, estos seres que han vivido durante siglos en un mun-
do estrecho e incomunicado, con tecnologías primarias, no
pueden explicarse esas enormes casas flotantes en las que
han aparecido, sus extrañas vestimentas, sus rituales mági-
cos, el color pálido de su piel.
Al Almirante y a sus hombres también los sorprende la
apariencia de estos seres humanos a los que, como produc-
to de la confusión, llamarán uindios". "Ellos andan desnu-
dos como su madre los parió y también las mujeres, aun-
que no vi más que una, harto moza en la noche
del 12 de octubre-. Todos los que vi-escribe
eran mancebos, nin-
guno de más de treinta años, muy bien hechos, de muy her-
mosos cuerpos y muy buenas caras.> La estupefacción por
la falta de ropas de los indios se volverá obsesivamente re-
petitiva en su diario y en las cartas a los Reyes Católicos.
Es muy probable que los nativos, con más razón, se sor-
prendieran de ver a estos hombres sucios y malolientes abri-
gados con capas de grana, terciopelos, ropas de lana' en
el tórrido clima tropical, lo que debe de haber contribuid<¡

l. Durante muchc¡s años l<¡s españoles en la América tropical se


negaron a vestirse con ropas de algodón por prejuicios culturales, pues-
to que ellos venian de un país donde se producía una de las me.jores
lanas del mundo y ese te.jido era el que tenía prestigio.

57
5ó 201
no poco a su aura de seres no humanos. A muchos indíge- siete cabezas'de mujeres entre chicas y grandes y tres ni'
nas americanos, los ropajes que ocultaban el cuerpo les pro' ños. Esto hice porque mejor se comPortan los hombres en
ducian la misma sensación de vergüenza y pudor que a los España habiendo mujeres de su tiera que sin ellaso... uAsí
europeos la desnudez. que teniendo [los indios] sus mujeres tendrán ganas de ne'
En un primer momento, los aborígenes ocultan a sus gociar lo que se les encargare.D En otras palabras, les su'
mujeres. Tal vez se haya debido a su temor de quedar má- ministra a los varones indios (y a sus tripulantes) un tran-
gicamente preñadas por la visión de los extranjeros, según quilizante sexual para asegurar su obediencia, además de
la interpretación del antropólogo Maldonado de Guevarat apropiarse de unos cuantos para llevar a España como bo'
(los arahuacos no conocían la relación entre coito y con' tín y prueba de sus hallazgos. Algunos de ellos se le esca'
cepción y atribuían ésta a causas mágicas). O simplemente pan en la primera oportunidad que tienen.
al razonable deseo de los indios de preservar a sus muje- Las capturas que ordena hacer el Almirante envenenan
res de los desconocidos. Las hembras aparecerán en días las relaciones cordiales entre descubridores y descubiertos
sucesivos y el Almirante observará a cuatro días del Des- en Guanahaní o San Salvador. Los indígenas aprenden pron-
cubrimiento que ellas (traen por delante [de] su cuerpo to a huir ante la presencia de los extranjeros Por temor ante
una cosita de algodón que escasamente les cobija su natu' lo desconocido o porque saben lo que hacen los blancos con
raD. (<... las mujeres casadas traían bragas de algodón, las ellos, y los asocian con sus principales enemigos: los cari'
mozas no, salvo algunas que eran ya de edad de diez y bes o canibas.
ocho años". Dentro de su limitado mundo mental no se equivocan
Colón, un esclavista entusiasta, no puede dejar de ob- demasiado. I-os indios, observa complacido el Almirante, ono
servar el primer día del encuentro (que ellos deben ser bue' tienen armas y son todos desnudos y de ningún ingenio en
nos servidores,, y cuando se dirige por carta a los Reyes las armas y muy cobardes, que mil no aguardarían a tres.
Católicos les advierte, dos días más tarde, que ulos pueden Y así son buenos para mandarlos y hacerles trabajar, sem'
llevar a todos a Castilla o tenerlos en la misma islas cauti' brar y hacer todo lo otro que fuera menester y que hagan
vos, porque con cincuenta hombres los tendrá sojuzgados villas y sean enseñados a andar vestidos y [adoptar] nues-
y les hará hacer todo lo que quisiereno. El sometimiento tras costumbres", escribirá poco tiempo después.
de los americanos y la búsqueda de oro constituyen su prin- Por fin, el 12 de diciembre, tres marineros consiguen
cipal preocupación a lo largo de los tres meses de su pri- aprehender una (mujer muy moza y hermosa, y la llevan
mera estancia en América y durante el resto de su Vida. A a-la nao. <Los nuestros, persiguiendo a la muchedumbre
esta extraña personalidad, tal vez fronteriza, no parecen in- Pedro Mártir de Anghiera-,n tan sólo capturaron
teresarle las indias más que. como motivo de sorpresa y
-narra
a una mujer y habiéndola conducido a las naves, después
como mercancía. de saciarla de manjares y de adornarla con vestidos (pues
Poco después iniciará el hábito de capturar indios man- toda aquella gente sin distinción de sexo, andaba desnuda
sos como si fuesen palomas, con la excusa de conseguir /en' y contenta con su natural estado), la dejaron ir en libertad.
guas, es decir, intérpretes para entenderse con los aboríge- Tan pronto como la mujer se reunió con los suyos... y les
nes, lo que constituirá una constante en descubridores y hizo ver cuán admirable era el adorno y generosidad de los
conquistadores. nuestros, corrieron todos a porfía a la playa, pensando ser
Se apodera inicialmente de siete indios en la primera aquella una gente caída del cielo.o
isla que toca, Guanahaní. Cuando llega a Cuba captura cin- Multitudes de indígenas se arremolinan en las costas.
co mancebos que, llevados por la curiosidad, habían ido a , La tripulación de las carabelas se maravilla de la blancura
visitar en su canoa a los extranjeros. nY después envié a
una casa, que es de la parte del río del Poniente y trajeron 3. En el lenguaje de los traficantbs de esclavos ocabezas' o cpie'
2¿5r, s€ llamaba a lós seres humanos reducidos a la condición de mer-
cancias,
2. Francisco Maldonado de Guevara, EI primer contacto de blan' 4. Pedro Mártir de Anghiera, Décadas del Nuevo Mundo, Madrid,
cos ! gentes de color en América, Valladolid, 1924. 1989.

58 59
202
de las mujeres: uEn cuanto a la hermosura, declan los cris- table que hay en Colón no tardará en calcular que, vendien-
tianos que no había comparación, asf en los hombres como do a todos los habitantes de La Española (se calculan en
en las mujeres, y que son más blancos que los otros, y que algo menos de un millón, en aquel entonces) y explotando
entre los otros vieron dos mujeres mozas tan blancas como el palo brasil de la isla, conseguiría unos 40 millones de
podían ser en España., maravedíes, estimación que, suponía, iba a excitar también
Es un asunto que los intrigará a lo largo de años. (... son la codicia de los reyes.
los más hermosos hombres y mujeres que allí hubieron ha- Se entiende diplomáticamente cori los caciques y reye-
llado: harto blancos, que si vestidos anduviesen y guarda' zuelos de los taínos de La Española, intercambiando baga-
sen del sol y del aire, serían cuasi tan blancos como en Es- telas por oro y demostrándoles el poderío de sus armas de
paña, porque esta tierra es harto fría...r, dice el Almirante, fuego, mientras piensa en las buenas ganancias que le da-
refiriéndose a la isla La Española. rían en el mercado de esclavos.
López de Gómara cree que no era Colón el primer euro' En La Española, Colón ha dado con una etnia particular-
peo en llegar a aquellas tierras, lo que podría explicar la mente pacífica y generosa para con esos seres celestiales.
extraña blancura de las nativas (en realidad, tan extraña .Crean Vuestras Altezas que en el mundo no puede haber
o sorprendente como. afirmar que La Española era utierra mejor gente, ni más mansaD, escribe. Y son tantos los actos
harto fría,). Las indias blancas habían sido el producto de de generosidad con que los reciben los naturales que el Almi-
una miscegenación anterior. Según el historiador, que pu- rante parece enternecerse: (... son gente de amor y sin codi-
blicó su Hispania Victrixs en 1552, una carabela española cia y convenibles para toda cosa, que certifico a Vuestras Al-
o portuguesa había tocado tierras americanas antes que el tezas que en el mundo creo que no hay mejor gente ni mejor
Almirante. Ignora cuánto tiempo permaneció en aquellas tierra: ellos aman a sus prójimos como a sí mismos, y tienen
tierras, pero asegura que sólo volvieron el piloto y tres o una habla la más dulce del mundo y mansa, y siempre con
cuatro marineros vivos a Madera, las Azores o Portugal; que risa. Andan desnudos, hombres y mujeres por ené-
-insiste
sima vez- como sus madres los parieron. Mas, crean Vues-
los tripulantes murieron a poco de arribar y que el piloto
falleció (en casa de Cristóbal Colón, en cuyo poder queda- tras Altezas que entre sí tienen costumbres muy buenas y
ron las escrituras de la carabela y la relación de todo aquel el rey.muy maravilloso estado, de una cierta manera tan con-
largo viaje, con la marca y altura de las tierras nuevamerüe tinente que es placer de verlo todo. Y la memoria que tienen,
vistas y halladas". Huelga decir que no existen pruebas de todo quieren ver, y preguntan qué es y para qué".
ese viaje precolombino y que tampoco López de Gómara Los taínos eran básicamente agricultores que comple-
ofrece ningun4 pista, pues no menciona la fuente de su in- taban su dieta con los productos de la caza y la pesca.
formación. Abundaba la poliginia: un cacique podia llegar a tener has-
Lo cierto es que después de dos meses de navegación ta treinta mujeres. Las hembras hacian gala de gran liber-
por el Caribe, Colón se siente seducido por los indígenas, tad sexual, al punto de que, años más tarde, el cronista ofi-
especialmente por su mansedumbre y su natural inclina- cial de Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, con su obsesiva
ción a someterse a esos seres celestiales venidos por el mar. moralina dirá de ellas que (son las mayores bellacas y más
Sobre todo, necesita entusiasmar a sus mentores, los Re- deshonestas y libidinosas mujeres que se han visto en estas
yes Católicos, con sus hallazgos y les repite que (Vuestras Indias o partesD.
Altezas los harán todos cristianos, y serán todos suyos, que El Almirante oculta en sus escritos estos hábitos non
por suyos los tengo". sanctos de sus futuros súbditos que, tal vez, hubieran dis-
Pero éstas no son manifestaciones de ternura. El frío con- gustado a los reyes, empalideciendo su proeza. Los mismos
ditirambos que Colón gasta en ponderar el paisaje y la na-
turaleza de la tierra que ha incorporado a la Corona, los
5. Francisco Lopez de Gómara, Hispania Victrix, primera y segunda emplea en admirar las virtudes de sus pobladores, ignoran-
parte de la Historia general de las Indias, con todo el Descubrimiento
y cosas notables que han acontecido desde que se ganaron hasta el año do toda mácula, excepto que son cobardes, lo que, de todos
155/, Madrid, 1985. modos, facilitará su sometimiento.

ó0 ól
203
Los favores de las indias tienen que haberse contado en- La tripulación se aprovecha y el Almirante tiene que in-
tre los regalos con que los pueblos de La Española dieron tervenir para evitar que abusen de la generosidad de los
la bienvenida y exprésaron su admiración por los recién lle- indios <porque como fuesen tan francos los indios y los es-
gados. Pero Colón, recatadamente, no hace ninguna men- pañoles tan codiciosos y desmedidos...u
-dice fray Barto-
ción específica de ello. lomé de Las Casas- podían emponzoñarse las relaciones.
Con'todo, en este viaje, el Almirante no puede evitar al- El día de Navidad de 1492,la nave capitana La Mariga'
guna fantasía de tono erótico. Pero con respecto al planeta lante o La Gallega,T rebautizada por Colón como la Santa
Íi"rr", cuya forma cree haber descubierto: no es totalmen- María, encalla en las costas de La Española: la impericia
te esféricó sino que tiene forma ode una pera que sea toda de un grumete a quien, insensatamente, le da el gobernalle de
muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón, que allí tiene la nao, ocasiona el siniestro. El alucinado Almirante cree
mái alto, o como quien tiene una pelota muy redonda y en que se trata de un accidente por designio divino y decide
un lugar de ella fuese como una teta de mujer allí puesta, emplear los restos de la nave para construir el fuerte Nati'
y que esta parte de este pezón sea la más alta y más propin' vidad. <Así que, Señores Príncipes, que yo conozco que mi'
t,rá a.l cieloo.u Esa tierra que ha hallado es tan buena que lagrosamente mandó quedar allí aquella nao Nuestro Se'
tiene que ser como el rosado, lúbrico, nutricio pezón del ñor, porque es el mejor lugar de toda la isla para hacer el
mundo. asiento y más cerca de las minas de oro", escribe a los reyes'
No es difícil imaginar el impacto que causó entre la tri- Colón no duda de que está iluminado por Dios ni necesi-
pulación colombina exclusivamente por varo- ta creer que Dios está igualmente interesado en que él haga
-compuesta los pechos al aire exhi- una buena cosecha de oro, mujeres y esclavos. uTambién
nes- la visión de las mujeres con
biendo sin rubores su sexo cuyas formas se aproximaban diz que supo el Almirante que allí, hacia el este, había una
bastante a los ideales de belleza de la época. isla a donde no había sino solas mujeres, y esto diz que de
Los hombres de Colón venían de una sociedad conside- muchas personas los sabíao, cuenta Las Casas.
rablemente pacata y reglamentada, condenada a la estricta Lo cierto es que no puede hacer otra cosa porque en dos
monogamia indisoluble, bajo el dominio casi omnímodo de naves que le quedan le resultaría difícil, si no imposible,
una religión sexofóbica que se contradecía con el viejo pa- llevar de regreso a toda la tripulación. Deja allí a treinta
ganismo sensual de los pueblos del Mediterráneo. Los tri- y nueve hombres al mando de Diego de Arana, alguacil de
f,ulantes habían soportado largos meses de navegación--in:
la armada y pariente de su amante, Beatriz Enríquez, ra-
ti"rt" y se encontraban en un mundo fantástico para ellos zón por la cual muchos de sus subordinados sospechan que
que escapado de las novelas de caballería. recibió el favor del mando.
- parecía No encuentra dificultades para conseguir volüntarios.
Lá población aborigen los recibía como a dioses con un
entusiasmo desbordante -una vez desaparecidas las apren- uMucha gente de esta que va aquí me había rogado y hecho
siones iniciales-, aunque la mayoría de los tripulantes no rogar que les quisiese dar licencia para quedarseo, dice. [,os
fuesen más que patanes analfabetos. terrores sufridos durante los días de navegación por alta
Provenienies de una sociedad sin sentido desarrollado mar se habían convertido en entusiasmo ante la posibili-
de la propiedad privada, los indios lo daban todo a los ex- dad de un rápido enriquecimiento y la perspectiva de gozar
tranjeros: n...y hay muy lindos cuerpos de mujeres y ellas de los favores de tantas mujeres disponibles.
las primeras que venían a dar gracias al cielo y traer cuan' Antes de partir, sus hombres hacen despliegues milita-
to tenían, en especial cosas de comer, pan de ajes y gonza res para impresionar a los aborígenes, con banderas al vien-
avellanada y de cinco o seis maneras frutas'. to y tambores. Son pocos contra cientos de miles, de modo

7. Salvador de Madariaga cree que los nombres de las carabelas


6. La historia del viage quel almirante D. Cristóbal Colón hizo la umás proceden de marineros mujeriegos que de castos Quijotes de
tercera vez que pino a lal Indias... Colección de los uiages y descubr.i' la mar. El tomo de la.expedición en aquel momento preparatorio era
mientos qui hicieron por mar los espaftoles..., coordinada por Martín el de una aventura viril, alegre y despreocup¿{a". Vida del muy mag
Fernández Navarrete, Buenos Aires, 1945. nífico señor don Cristóbal Colón.

63
62
204
que recurren a una política de aterrorizamiento de la po- 141
nea se había topado con otras hembras con cuer-
blación: un gn¡po de los hombres de Colón mata sin ningún -dice-
po de pez.
motivo a varios indígenas. oContra lo que fuera de esperar' Los hombres del fuerte Natividad no eran gente reco-
Colón se alegra del hecho, pensando que servirá Para que mendable. En el posterior proceso de Colón contra la Coro-
sean temidos y respetados sus hombres del fuerte."E na, uno de los testigos contó cómo fueron reclutados los
A los suyos les encarga que vayan a descubrir "la mina tripulantes del primer viaje del Descubrimiento: (Martín
de oro porque a la vuelta que volviese el Almirante hallase Alonso [Pinzón] traía tanta diligencia en allegar gente y ani-
mucho oro>, narra Las Casas. Colón pide al manso y fiel marla como si para él y para sus hijos hubiera de ser lo
reyezuelo Guacanagari que proteja a sus hombres. Segura- que descubriese. A unos decía que saldrían de miseria; a
mente tenía buenos motivos ya para recomendarles a sus otros que hallarían casas con tejados de oro; a quien brin-
subordinados del fuerte Natividad que se cuidaran nde ha- daba con buena ventura, teniendo para cada cual halago
cer injuria o violencia a las mujeres, por donde causasen y dinero; y con esto y con llevar confianza en él se fue mu-
materia de escándalo y mal ejemplo para los indios e infa- cha gente de las villas.,
mia para los cristianos,. Y se marcha llevándose a bordo No ha quedado claro si la tripulación se completó con presi-
a los primeros sifilíticos europeos que infestarán el Viejo diarios o no. Pero es probable qui la cuarta parte de las noven-
Mundo.' ta personas que iban en las tres carabelas fueran convictos.rr
Quedan treinta y nueve hombres aislados en un mundo De todos modos, Colón no oculta su desprecio por los
fantástico, que no están dispuestos a volver a España si no hombres que le acompañan, aunque talvez cargase las tin-
es como ricos hombres. La cosecha de oro había resultado tas para justificarse a sí mismo, en lo que pone siempre
hasta entonces magra del trueque o rescate con especial cuidado. nJuro que la multitud de hombres que han
-producto
los indios-'o y t. la llevaba el Almirante para pro'bar a los venido a las Indias no merecen el agua de Dios ni del hom-
reyes la importancia de su hallazgo. breu, escribirá años más tarde.r2
Las informaciones proporcionadas por los naturales ha' Lo que ocurrió en detalle en el fuerte Natividad durante
blaban de ricas minas de oro en La Española. Por otra Par' el año de ausencia de Colón, será siempre un misterio. Cuan-
te, sus vivencias de los últimos meses y el mundo de fanta- do el Almirante regresa en su segundo viaje, encuentra que,
sía que se habían forjado los inclinaban a profundizar la dos semanas antes de su arribo al fuerte, los indígenas li-
aventura. Por allí cerca suponían que estaba, por ejemplo, derados por Caonabó, señor de la Maguana, esposo de la
la isla de Matinino, una especie de reino de las Arrpzonas gentil Anacaona, lo habían atacado y destruido, matando
o de Eldorado sexual. El mismo Colón, en el viaje de regre' a la totalidad de sus hombres.
so, asegura que divisó tres sirenas saliendo del mar, (pero
no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna ma'
I l.
nera tenían forma de hombre en la carar. Y no se trataba "Tengo por averiguado que de las cien personas que salieron
de Palos, unas veinticuatro procedían de las cárceles de Palos y de
de la primeÍavez que las veía porque en sus viajes por Gui- Huel'.'a", dice Ricardo Capa en sus Esl¿rdios críticos acerca de la CoIo-
nizacíón de España en América.
12. No parece que hayan sido mucho mejores los hombres de la
8. J. Oliva de Coll, La resistencia indígena ante la Conquista, Mé' mar británicos que acompañaron a Cook, más de dos siglos después,
xico, 197ó. en sus viajes. El naturalista alemán Georg Forster, que participó de
9. El mal de bubas, como se llamaba entonces, hace su primera la segunda expedición de Cook, los describe como (seres absolutamente
aparición en Europa durante el sitio de Nápoles en la guerra que Fer- insensibles. Puesto que su propia conservación los traía en gran me-
nándo el Católico libraba contra Carlos VIII de Francia, y llega a Cali- dida sin cuidado, resulta fácil entender que sus sentimientos hacia
cut, India, en 1498, llevada por los hombres de Vasco de Gama. Entre ¡los demás fuesen aún menores. Sometidos al más severo mando, ejer-
los indigenas antillanos era casi endémico, aunque se les presentaba cen un dominio tiránico sobre aquellos que tienen el infortunio de
en forma benigna. caer en su poder. Pese a que pertenecen a naciones civilizadas, for-
10. Los arahuacos apreciaban el metal sólo como objeto decora' man, por decirlo así, una clase especial de hombres desprovistos de
tivo y servia para el pago de la dote. Lo elaboraban por el sistema sentimientos, rebosantes de pasión, vengativos, aunque también al mis-
de batido o lo empleaban tal como lo hallaban porque no conocian mo tiempo valientes, sinceros y leales entre sí,. Georg Forster, Wer-
las técnicas de fundición. kein ttier Biindem, tomo I, Frankfurt, l9ó7.

64 ó5
205
142
ganza. Los dioses venidos del cielo se habían convertido en
Todo indicaba que habían sido víctimas de su propia vulgares saqueadores a los ojos de los indios.
anarquía, de su voracidad y de sus reiterados actos de bru- La primera experiencia comprobada de mestizaje entre
talidad con la población local, de cuyas mujeres habían abu- las dos razas acaba, pues, trágicamente. Colón tiene la cer-
sado sin miramientos. Arana había sido incapaz de mante-
tidumbre de la participación, aunque fuera pasiva, de su
nerlos unidos y sujetos. Los españoles, divididos en bandos,
aliado Guacanagari, pero no toma represalias. Tal vez se
se dedicaron al pillaje y asi resultaron una presa más fácil
haya persuadido de que la conducta de sus hombres no era
para las represalias indígenas. Algunos murieron de enfer-
defendible, o creyera inoportuno vengarse en ese momen-
-la sífilis comenzaba a hacer estragos-, otros,
medad en
to. A los hombres que acababan de llegar de España con
sus disputas internas, el resto, a manos de los indios. la imaginación inflamada por los relatos de Colón, esta ma-
.... les tomaban las mujeres *narra Fernández de Ovie'
tanza debe de haberles caído como un balde de agua fría.
do-" y usaban de ellas a su voluntad, y les hacían otras el doctor Diego Alvarez Chanca,
fuerzas y enojos, como gente sin caudillo y desordenada". "El AlmiranteD
partícipe del viaje--dice
nno sabía qué hacer.o Y optó por perse-
Otro cronista asegura que los indios contaron que uno de guir racionalmente sus intereses. "Acordó... nos tomásemos
los españoles del fuerte "tenía tres mujeres, otros cuatro; por la costa arriba, por donde habíamos venido de Castilla,
de donde creemos que el mal que les vino fue de celos'. porque la nueva del oro era hasta alli", escribe Chanca.
*Pues la gente que había seguido al Almirante en la pri-
Las hembras indígenas, mientras tanto, ya habían em-
de Anghiera-'o en su
mera navegatión
-dice Pedro Mártir
mayor parfe era gente indómita, vaga y que, como no era de
pezado a parir los primeros mestizos americanos.
valéry no quería más que libertad para si de cualquier modo
que fuera, no podía abstenerse de atropellos, cometiendo rap'
tos de mujeres insulares a la vista de sus Padres, hermanos
y esposos, dados a estupros y rapiñas, tenían lleno de pertur-
bación el espíritu de todos los indígenas.,
Los taínos o arahuacos disponíán de una larguísima ex'
periencia como víctimas del robo sistemático de sus muje'
ies p.rpettado tradicionalmente por los belicosos cari-bes
o canibas. En sus incursiones, estos guerreros antro!éfa-
gos capturaban a los varones Para sus sacrificios t'eligiosos
y para devorarlos, mientras que las hembras eran manteni-
dás con vida a fin de tener descendencia en ellas. Las utili-
zaban como esposas adicionales, al Punto tal de que era un
pueblo bilingüe: los hombres hablaban caribe y las muje-
res el arahuaco.
Poco tardarían los taínos de La Española en darse cuen'
ta de que esos seres celestiales se parecían demasiado a los
caribes en su voracidad por la carne humana: los varones
para servirlos y las mujeres para satisfacer su lujuria. A
ésto se sumarían las destempladas exigencias de oro y el
robo de alimentos. Hartos de sus atropellos, cambiaron su
actitud inicial de generosidad y entrega por la ira y la ven'

13. Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de


las Indias..., Asunción, 1945.
14. Pedro Mártir de Anghiera, op. cit'
67
66
206
Hoy este documento parece un soberano dislate.3 143Pero
las bulas pontificias no resultaban, a fines del siglo xv, tan
disparatadas como lo parecen ahora.
Eran el resultado de llevar consecuentemente hasta sus
extremos la creencia de que existe sólo un Dios único ver-
dadero y de que esa divinidad tiene una especie de vicediós
(al modo de los virreyes) como representante en la Tierra.
Si el Dios único y verdadero había creado el Universo, bien
podía disponer de él a través de su representante o vicario
terrestre. Esto resultaba lógico con tal de que se admitie-
ran tales premisas.
A FUERZA DE AZOTES No obstante, pronto estos títulos recibirían sañudas crí-
ticas de teólogos y juristas. Los otros monarcas cristianos

Colón había iniciado su segundo viaje por todo lo alto: 3. Es dificil resistir la tentación de imaginar invertida la direc-
17 barcos en los que viajaban I 200 hombres (ninguna mu-
ción de la expedición colombina para contemplar en todas sus pro-
porciones el absurdo. Supongamos por un momento que Moctezuma
jer), de los cuales sólo 200 voluntarios no cobraban sueldo en Tenochtitlán decide, a mediados del siglo xv, enviar hacia el este
de la Corona. Iban soldados, labradores, artesanos, el mé' una expedición al mando de uno de sus capitanes, con la orden de
dico Alvarez Chanca y, si se ha de creer a Bartolomé de Las conquistar Europa, poblada por bárbaros infieles que niegan la exis-
Casas, todos llevaban sus armas, listos para conquistar lo tencia de la miríada de dioses aztecas y rehúsan hacerles sacrificios
humanos. Invocando a Huitzilopochtli, dios de la guerra, y en nombre
que, de buen grado, no se les entregara. de Tonan Tlalteuctli, Nuestra Señora la Madre Tierra, Moctezlrma,
El Almirante estaba en la cumbre de su fama y del favor como sumo sacerdote, se hubiese dado, en su carácter de soberano
real. .No hay duda de que Colón se veía como un casi rey del imperio azteca, el dominio sobre esas tierras de salvajes que ellos
de las Indias.,'Tanto, que provocó la irritación de los re- llaman Europa.
yes ante su pretensión de llevar consigo continos o centu' La flota imaginaria enviada por Moctezuma llega un buen dia a
Cádiz, desembarca la tropa y, en la playa, realiza algunos sacrificios
iiu d. guardias de corps, un privilegio que sólo tenían los de prisioneros capturados a lo largo de la travesía, invocando a los
,rronu.óur. .Para este uiu¡e no ha menester de continos'al' dioses. Acto seguido el capitán toma posesión de la peninsula lbérica
gunos, pues todos los que allí van por nuestro mandado han en nombre de Tonan Tlalteuctli y de Moctezuma, tras lo cual invita
a los curiosos que se han reunido en la playa a adoptar la nueva reli-
áe hacér lo que é1, en nuestro nombre, les mandase; hacer gión y a renunciar a sus despreciables hábitos; por gjemplo, tendrán
apartamiento de suyos y ajenos podría traer muchos incon- que quitarse sus ropajes pesados y malolientes y vestirse con el bra-
vónientesr, comenta Isabel la Católica, evidentemente mal- guero o maxtlatl y el tilmatli los hombres, con el huipil y el cueitl
humorada, en una carta a Rodríguez de Fonseca. Además, las mujeres y bañarse más a menudo. Todos los europeos vivirán como
Colón contaba con un respaldo excepcional: Ias cuatro bu- siervos al servicio de sus nuelos amos aztecas, hasta que compren-
dan cabalmente los misterios de la religión, la lengua nahuatl, en suma,
las' del papa Alejandro VI (el español Rodrigo de Borja) la civilización y puedan, por fin, ser tratados como adultos. De lo con-
que Fernando el Católico había obtenido. Por ellas el Pontí' trario, diría el capitán azteca, los invadiremos, los pasaremos a de-
fice, en su carácter de vicario de Cristo, concedía nla plena güello y los sobrevivientes serán convertidos en esclavos.
y libre y omnímoda potestad, autoridad y jurisdicción" so- La fantasia no es tan delirante. Cuando en junio de 1543, los restos
de la expedición de Hernando de Soto a La Florida abandonaban el
bre las tierras que se encuentran 500 kilómetros (100 le' actual territorio norteamericano por el río Mississippi vieron a un
guas) al oeste de las islas Azores a los Reyes Católicos. i'guerrero indio que, en su canoa, gritaba y gesticulaba dirigiéndose
a los españoles. Uno de los nativos esclavos que llevaban éstos tradu-
L Francisco Morales Padrón, Historia general de América, Madrid, jo lo que el aborigen decía: "Si nosotros tuviésemos canoas tan gran-
t975. des como las vuestras, os seguiriamos hasta vuestras tierrras y las
2. Inter coetera I y II (3'5'1493y 4-5'1493), Piis lidelum (25'6-14931' conquistaríamos, para demostraros que somos tan hombres como vo-
Eximiae devotionis (iulio de la93) y Dudum siquidem (2ó-9-1493, un sotros.> Cit. por Charles Hudson et als en First Encount¿rs, Gaines-
día después de la partida de Colón en el comienzo de su segundo viaje)' ville, Florida, 1989.

68 69
207
que las rechazaron lo hicieron más para defender sus inte- claran con sus mujeres o, de otra manera, para engordar-
reses nacionales y atacar las pretensiones españolas que por- los y comérselos más tarde. l,os mozos habían sido apresa-
que percibietun el dislate. Portugal, sin ir más lejos, se ha- dos por lós caníbales que hacen incursiones en la isla. No
6ia dotado de tftulos papales similares para sus conquistas sotros los enviamos a los reyes, a España, como una muestra
africanas. Todo era cüeétión de fe, y la suPuesta autoridad de aquellos habitantes."
papal para administrar el mundo era un asunto teológica- Naturalmente se desprenden de los jóvenes mutilados
mente defendible. solamente.
Con todo, la tesis de que era lícito apoderarse de países Días más tarde los tripulantes de la nao colombina ven
recién descubiertos siempre que pertenecieran a príncipes venir una canoa con tres indios caribes que llevaban dos
no cristianos se aplicó también con gran sentido de la opor' mujeres y dos jóvenes prisioneros a los que acababan de
tunidad porque, pragmáticamente, era válida sólo si la co- castrar. Tratan de darles caza, pero los caribes se defien-
rrelación deluerzas resultaba favorable a los castellanos' den con sus flechas, de las que eran hábiles tiradores qen
Frente a reinos poderosos, como el imperio mogol del Gran tal forma que, a no ser por las adargas que traíamos, nos
Jan, cuyas noticias había llevado Marco Polo a Europa, los hubiesen hecho mucho daño,. A uno de los españoles de
Reyes Católicos recomendaron a Colón que se- presentara poco le sirvió el escudo: una flecha se lo atravesó y le hirió
diilomáticamente, para lo cual lo munieron de respetuo- en el pecho mortalmente.
sai cartas de presentación en las que los monarcas hacían aApresamos la canoa con todos los hombres. Entre ellos
protestas de amistad. De cara a pequeñas tribus o imperios había un caníbal herido de un lanzazo y, creyéndolo muer-
tt ilit"t-"ttte más débiles, muy otra iba a ser la actitud de to, lo echamos al agua; pero vimos que súbitamente se echa-
los cristianos: en América jamás intentaron establecer re' ba a nadar, de modo que lo pescamos con un bichero, lo
laciones de igualdad y respeto hacia los pobladores -del acercamos al borde de la barca y le cortamos la cabeza con
Nuevo Contininte y sus formaciones políticas. Como dice un hacha. Los otros caníbales, junto con los esclavos, fue-
Konetzke: oNo hubo durante el período colonial un asenta- ron enviados a España."
miento pacífico de europeos en el que se reconocieran los Otra vez, los héroes colombinos'se quedan sólo con las
derechoi de soberanía dé los príncipes aborígenes. La idea mujeres. Y Michele de Cuneo dará cuenta de, al menos, una
que animó a los colonizadores fue la de dominar.on Para
de ellas.
eso, de acuerdo con la mentalidad formalista de la épota, oComo yo estaba en el batel, apresé a una caníbal bellí-
se habían atribuido solemne pero caprichosamente el do'
sima y el Señor Almirante me la regaló
minio y el imperian sobre lo que habían descubierto' -escribe-. Yo la
tenía en mi camarote y, como según su cóstumbre estaba
Antls de llégar al fuerte Natividad, Colón realiza un lar' desnuda, me vinieron deseos de solazarme con ella. Cuan-
go rodeo por el sureste. Mientras va descubriendo nuevas
do quise poner en ejecución mi deseo ella se opuso y me
islas, cosécha esclavos. Viaja con él un italiano desenfada-
atacó en tal forma con las uñas que no hubiera querido ha-
do que luego narrará las andanzas del Almirante y s'u gente
ber empezado.
sin mayores eufemismos.o para contaros todo de una vez, tomé
Trai aprovisionarse en la isla Marigalante, llega a la de "Pero así las cosas,
una soga y la azoté de tal manera que lanzó gritos inaudi-
Guadalupe. uEn la isla que trato -dice Michele de Cuneo-
tos como no podríais creerlo. Finalmente nos pusimos en
nos apoderamos de doce mujeres bellísimas y 4e buenas
.arnei de edad entre quince y diecisiete años y de dos mo- tal forma de acuerdo que baste con deciros que realmente
parecía entrenada en una escuela de rameras.,
zos de igual edad. Estós tenían el miembro genital cortado ¡ Con su experiencia, Michele de Cuneo puede hablar con
a raiz del vientre y juzgamos que sería porque no se mez'
soltura de los caribes: éstos, dice, uviven como bestias, co-
men cuanto apetecen, practican el coito públicamente cuan-
4. Richard Konetzke, América Latina- lI. La época colonial' Histo- do sienten deseo y, salvo los hermanos y hermanas, todo
ria universat siglo XXI, Madrid, 1987. lo demás es comúno. Sus hábitos alimenticios sirvieron para
5. Carta de-Michete de Cuneo, Savona, l5 al 28 de octubre de 1495' que, según la mentalidad de la época, fueran excluidos de
70 7l
208
las prohibi'ciones reales de esclavizar a los indígenas, y-los
bravos guerreros caníbales acabaron Pronto exterminados,
desapareciendo para siempre como etnia.
Nlda detiene, sin embargo, al infatigable esclavista Cris-
tóbal Colón, que continúa descubriendo y aprisionando in-
dígenas, independientemente de la actitud o hábitos de sus
víótimas. ,,Y;llí tomamos a dos caciques que nos habían
regalado muchos presentes De Cuneo- y, querien-
-narra
do éstos volver a tierra, el Señor Almirante no se lo permi'
tió, diciendo que quería valerse de ellos para descubrir tie-
rras y q..e *ás tarde los soltaría. Entonces, uno de ellos,
senalánáo el cielo con una mano, le dijo que Dios estaba
en el cielo, el cual a todos daba su merecido y que a El le
pedía justicia.o Al tripulante italiano le parece que el caci'
que era un hombre de buen sentido.

72 209
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146

'v Ú!¡GI{ / qF.e¡¡8S op 'o 'tr $g


¡zoruos 'f Úslg / cu.Ipuv

... PERO LA coSEcHA DE MÜJERES NUNCA SE ACABA

La pérdida del favor real por parte de los Colón y el temor


de los monarcas a las excesivas atribuciones que le habían
conferido desde las capitulaciones de Santa Fe, facilitaron
la multiplicación de los viajes de exploración y explotación
realizados al margen del almirante y sus hermanos.
A partir de 1499 se realizan una serie de singladuras de
las que se obtienen oro, perlas, esclavos y poco más. Pero,
en general, no resultan buenas empresas comerciales. De
un modo u otro, Ias expediciones acaban incrementando el
endeudamiento de los empresarios: los naufragios en algu-

NOISVnIVAII nos casos, los enfrentamientos con los indígenas en otros


y, por fin, la intervención dé la Corona para llevarse la par-

iIO SITIIIAIN te del león dan por tierra con las ilusiones de los inversio-
nistas y de los expedicionarios.
Un ejemplo de ellas es la empresa de Ojeda. Aquel con-

'[)0r0
quistador que, mediante un engaño, había esposado al caci-
que Caonabó, estaba de regreso en España en 1498. Utilizó
sus buenos contactos con el obispo Juan Rodríguez de Fon-
seca para preparar un viaje a las costas de la actual Vene-
zuela, siguiendo'los pasos del tercer periplo de Colón, de
cuyos mapas disponía.
En su expedición, que partió del Puerto de Santa Maria
a mediados de mayo de 1499, iban dos hombres célebres:
Américo Vespucio, el geógrafo italiano, perteneciente a una
.influyente familia florentinar que involuntariamente daría
'su nombre al Nuevo Continente, y Juan de la Cosa, también

l. Su bella prima Simonetta Vespucci está admirablemente re-


tratada en La Primavera de Sandro Botticelli como figura central del
cuadro.

lt9
210
"1

I
geógrafo y navegante, autor de las mejores cartas de la I

época.
Recorren la desembocadura del Orinoco, las islas Trini-
dad, Margarita y Curazao y la península de Guajira. Varias
indias de Maracaibo se entusiasman con los extranjeros y
se embarcan voluntariamente. Entre ellas, una que se con-
vertirá en la amante del jefe de la expedición, a la cual bau-
fizará con el nombre de su reina. De allí en más, Isabel,
paradigma de tantas otras fieles mujeres indígenas, acoll-
pañará a Ojeda, un soltero empedernido, hasta el final de
sus días. Lago
De regreso, recalan en La Española, donde ya hemos visto
Xochimilco
a Ojeda enfrentándose con el alcalde mayor Francisco Rol- Texcoco
dán, que actuaba en nombre del Almirante, mientras tra- Azcapot-
taba de salvar los gastos de su expedición cortando palo zaloco
brasil y capturando más esclavos'para completar el con' Tacuba
tingente que ya traía de Tierra Firme.
Efectivamente, desde el punto de vista económico, la ex- TENOCHTITI-AN
pedición acabó en un desastre. Pero, a juzgar por los testi'
Coyoacán
monios que dejó Vespucio, él y el resto de sus compañeros
se divirtieron bastante en sus andanzas entre los indígenas.
Los aborígenes de Venezuela los recibieron hospitalaria-
mente y sus costumbres no parecieron disgustar al floren- Puentes sobre
11¡s. "El mayor signo de amistad que os demuestran es da-

t---5-.
las hgunas
ros sus mujeres y sus hijas. Y un padre y una madre se
tienen por muy honrados si, cuando os traen una hija, aun'
que sea moza virgen, dormís con ella. Y con esto os dañ
su mayor prueba de amistad", escribe. Volcán
Los hombres de Ojeda y Vespucio no desdeñan los cum' Popocatépetl
plidos. Cerca de Maracaibo, el italiano apunta: "Descansa-
mos allí aquella noche y nos ofrecieron con toda franqueza
sus propias mujeres, las cuales nos solicitaban con tanta
importunación que apenas podíamos resistirlas.,
Las tierras venezolanas eran pródigas en libertad sexual
y en ausencia de celos. Los indios del Orinoco Gon- RUTA DE HERNAN CORTES
-relata
zalo Fernández de Oviedo-3 <tienen una costumbre en DE ENTRADA Y SAUDA (NOCHE TRTSTE)
este pueblo de Araucay y otros notables. Es que cuando al' DE TENOCHT1ILAN
gún huésped viene a casa de algún indio de éstos, además

2. Vespucio dice que llevaron 200 esclavos que fueron vendidos


en Cádiz. Péro como ya lo demostró Navarrete, esa cantidad no hubie-
ra cabido en las naves que llevaban. Tal vez se trate de una errata
y hayan sido sólo 20, de los cuales, al menos, 3 hombres y 4 mujeres
habían sido capturados en Cumaná y algunos más en Xaraguá'
3. Gonzalo Fernández de Oviedo, op. cit.
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211
de darle de comer como amigo Io mejor que él puede, le da Por su parte, las mujeres deben de haberse sentido fas-
la más hermosa de sus mujeres [para] que duerma con él y cinadas por esos hombres tan diferentes. uManifestáronse
lle ofrece] otro bohío apartado en que se agasaje y huelgue sobradamente aficionadas a nosotros>, apunta Vespucio con
con ella. Y si cuando parte, ella se quiere ir con el huésped, evidente satisfacción. Si la Conquista de América la hubie-
es a elección de ella, sin que su marido se lo estorbe; y si se rán hecho los italianos en lugar de los sosos, secos, auste-
quiere quedar como primero estaba, no es por eso peor tra- ros castellanos de la época, el resultado de la aventura mi-
tada ni mal mirada; antes parece que ha hecho un gran favor litar seguramente no habría sido la misma, pero las crónicas
a su marido, obligándolo a que mucho más la quiera, tanto hubieran sido deliciosas.
por haber cumplido con el amigo su huésped como en no ha- Ojeda regresará a la tierra de su concubina en 1502, en
berlo negado a él por el otro nuevo conocimiento,,.a un intento más de resarcirse de las pérdidas de su anterior
La falta de celos y el apasionamiento de las mujeres con- viaje. Va provisto de un nuevo tipo de capitulación, en la
figuran un paraíso que parecía salido de una ensoñación que se le otorga la venia para asentarse y el título de gober-
erótica, al menos para los visitantes. Vespucio, hablando nador. Lo autorizan a apoderarse de todo, inclusive de
de los nativos de la península de Paria, confirma que kson (monstruos, animales o aves de cualquier naturalezaD, p€ro
poco celosos pero lujuriosos en extremo, en especial las mu- no de <esclavo ni esclavos algunos sin licencia y mandado
jeres, cuyos artificios para satisfacer su insaciable livian- de Sus Altgzaso. Van en cuatro carabelas, al mando de su
dad no refiero por no ofender el pudoro. sobrino Pedro de Ojeda, de sus socios Juan de Vergara y
Es de lamentar la discreción de Vespucio. Pero lo que García de Ocampo y de Hernando de Guevara, el yerno de
él llama <artificios para satisfacer su insaciable liviandad,, Anacaona, capitán de la Santa Ana y (veedor de los reyes
sólo deben de haberle sorprendido a él y a sus compañeros de la tierra defendida de las Perlas,.
que provenían de una sociedad donde la sexualidad era una La expedición padece de todos los males habituales, pero
actividad culpabilizadora, uSucia,, secreta y plagada de ta- sobre todo de falta de bastimentos por la agresividad de-
búes que a los nativos les hubieian provocado risa. fensiva de los naturales que ya habían tenido penosas expe-
Esos indios tenían pocas limitaciones al placer sexual: riencias con los extranjeros. Ojeda envía a Vergara a bus-
a lo sumo la interdicción universal del incesto que les im- car víveres a La Española y mientras tanto funda en la costa
pedía ayuntarse con madre, hermanas, hijas. Por lo demás, de Guajira un efímero asentamiento: Santa Cruz.
tomaban cuantas mujeres podían sustentar. Los caciqués I
Donde se encuentra actualmente la ciudad venezolana
<tenían seis o siete mujeres y todas las más que querían li
1r de Coro, luchan contra los indígenas y capturan algunas in-
tener), narra Oviedo. nUna era la más principal y la que dias para Vergara y Ocampo que estaban sin compañía,
f

el cacique más quería y a quien más caso se hacía. Comían mientras que Ojeda llevaba a su leal Isabel. Los indios con-
todas juntas. Y no había entre ellas rencillas ni diferencias, siguen rescatar algunas de sus mujeres que les sobraban
sino que todo era quietud e igualdad y sin rifar pasaban a los españoles, cambiándolas por oro.
la vida debajo del mismo techo y junto a la cama del mari- Después de casi cuarenta días de espera, Vergara no apa-
do. Lo cual parece cosa imposible y no concedida sino sola- rece. Mandan en una de las naos al piloto Juan López a bus-
mente a gallinas y ovejas, que con un solo gallo y con un carlo, con instrucciones de que si no lo halla debe volver
solo carnero muchas de ellas, sin mostrar celos ni murmu- al lago Maracaibo y desde allí navegar al cabo de Vela, "don-
rar, se sostienen.> Para Oviedo cualqurer otra moral sexual de permaneceréis siete u ocho días por amor de Isabel [de
que no fuera la suya tenía que ser propia de bestias. allí era la indial y trabajad por saber lo de las perlas".
., Vergara llega finalmente con bastimentos, pero sus so-
4. Coincide con la desqripción de Francisco López de Gómara, His. 'cios están indignados con Ojeda. Lo hacen descender al fon-
toria general de la Indias (Barcelona, 1954), al referirse a los indios do de la nave para mostrarle las provisiones y allí aprove-
de Cumaná: nLas doncellas van completamente desnudas..., nada les chan para reducirlo y engrillarlo. Cuatro meses más tarde
importa la virginidad. Los señores y ricos hombres toman cuantas mu- parten todos para Santo Domingo después de destruir y des-
jeres quieren; dan al huésped que viene a su casa la más hermosa;
los otros toman una o pocas.D poblar Santa Cruz.

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Durante más de un año pleitean los socios hasta que Oje- Ojeda vuelve a embarcarse con los hombres que le que-
da es absuelto. En 1508 la reina Juana nombra a Ojeda ca- dan y viaja 180 kilómetros hasta el golfo de Darién, sede
pitán y gobernador de Urabá. A Diego Nicuesa le da el mis- de su gobernación de Urabá. Allí funda San Sebastián, el
mo cargo en una gobernación vecina, la de Veragua, en el santo martirizado con flechas, que debían constituir enton-
actual Panamá. Y esta vez los autoriza a capturar esclavos ces la obsesiva pesadilla de los conquistadores.
en Cartagena, isla San Bernabé, isla Fuerte, donde se supo- El socio de Ojeda y De la Cosa, el licenciado Martín Fer-
nía que había caníbales, para venderlos en La Española. nández de Enciso, debía llegar con naves repletas de víve-
Pero Ojeda no tiene fondos para montar su expedición res desde Santo Domingo. Pero no aparecía para calmar el
y parte a Santo Domingo. Allí se encuentra con su viejo com- hambre desesperante que sufría la mesnada de Ojeda. Las
pañero el cántabro Juan de la Cosa, quien desde su último salidas que hacían del fuerte San Sebastián obtenían poco
viaje juntos no había parado: en 1500 había viajado a Amé- provecho por el hostigamiento permanente de los indíge-
rica con Rodrigo de Bastidas, cuatro años más tarde con nas. Para éstos también era una frustración no conseguir
Juan de Ledesma y otra vez con Bastidas en 1507, en expe- acabar con los extranjeros. Por fin, traman una estratage-
diciones de rescate de oro y esclavos. ma: emboscan a cuatro diestros arqueros tras unos árboles
Asociado con el navegante santanderino, en 1509 sale Oje- junto al fuerte y aparecen ellos, sin armas, en actitud de
da rumbo a su gobernación. Con él iba un todavía joven querer parlamentar. Ojeda cae en la trampa: sale confiada-
aventurero que se volvería célebre en sus años maduros: mente y una flecha envenenada con curare le atraviesa el
Francisco Pizarro. Y en La Española quedan en tierra dos muslo.
soldados voluntarios extremeños que, por diversas razones, Rápidamente ordena que le apliquen el único remedio
no pueden embarcarse pese a sus deseos: un tal Hernán Cor- que puede salvarlo de una muerte inmediata: con dos plan-
tés, por culpa de una herida en la rodilla, y Vasco Núñez chas de hierro al rojo en los dos orificios de la herida le
de Balboa, endeudado hasta la coronilla y, por ello, impedi- queman hasta el hueso. Luego tuvieron que emplear un ba-
do legalmente de salir de la isla. rril de vinagre para aliviar (?) los ardores de la escabechi-
Hambre, fiebres, calores insoportables e indios aguerri- na, pero el infatigable capitán salva la vida.
dos que no les daban respiro. En el asalto al pueblo indio El traspié convence a Ojeda de que debe regresar a bus-
de Calamar (febrero de 1510, donde actualmente está Car- car ayuda. Toma sus esclavos y esclavas de guerra y siete
tagena de Indias), Ojeda manda quemar una choza llena dé mil castellanos de oro que había obtenido y marcha a San-
indios que se dan a la fuga. Juan de la Cosa va a perceguir- to Domingo, dejando a Francisco Pizarro al frente de la guar-
los, pero los naturales contraatacan y matan a casi todos, nición.
incluso a De la Cosa. Al llegar a La Española cuenta grandezas y oculta sus
Diego de Ordaz increíbles sufrimientos. Setenta aventureros perseguidos
-otro que se hará famoso en la conquista
de México- corre a avisar a Ojeda del desastre. El capitán por sus deudas e incapacitados de salir de la isla de La Es-
está en ese momento rodeado de indios, luchando en la orilla pañola por ese motivo, entusiasmados por los relatos, asal-
izquierda del río Magdalena. Con su extraordinariá agilidad tan a un comerciante genovés que andaba por la isla, le ro-
y audacia, Ojeda rompe el cerco espada en mano y alcanza ban la nave y marchan hacia San Sebastián, al mando de
a llegar donde su socio ha caído: encuentra su cadáver hin- Bernardino de Talavera. Ojeda va tras de ellos. Pero llegan,
chado por el veneno de las flechas que le atraviesan el cuer- e inevitablemente la banda de forajidos descubre la verdad.
po por todos lados junto a setenta españoles muertos. Indignados, se alzan y engrillan a Ojeda, el autor de tantas
Llegan extenuados a la costa después de atravesar cinco "mentiras.
leguas (25 kilómetros) y allí divisan la flota de Nicuesa, a Emprenden viaje de regreso con su prisionero ri¡mbo
cuyos hombres piden ayuda para castigar a los indios. Con a La Española, pero los vientos los llevan a Cuba. Allí los
trescientos hombres y algunos jinetes realizan una terrible esperan incontables sufrimientos; con Ojeda maniatado, an-
matanza en represalia y cogen un buen botín, del que Ni- duvieron un centenar de leguas (500 kilómetros) por ciéna-
cuesa, caballerosamente, no quiere participar. gas interminables y manglares hasta que consiguieron lle-

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gar a tierras de los indios de Cueyba, que los auxiliaron.
1500. Saliía que del otro lado del río que servía de límite
Diego de Ordaz va en una canoa a buscar ayuda a la isla
entre la jurisdicción de Ojeda y la de Nicuesa,-los indios
de Jamaica, donde estaba Juan de Esquivel. Pánfilo de Nar-
no empleaban flechas emponzoñadas. Propone cambiar el
váez es enviado a rescatar a Ojeda, a Talavera y a sus jurisdicción
hombres.
asentamiento
-aun a costa de meterse en la
de Nicuesa-, y poco después, en la otra orilla, fundan La
En Santo Domingo le aguarda a O;ieda un largo pleito,
Guardia, que acabará llamándose Nuestra Señora de La An-
donde se lo acusa de perpetrar las barbaridades que Tala-
vera había hecho mientras él era su prisionero. Aquí termi- tigua porque los conquistadores se encomiendan a esa ad-
nan las andanzas del célebre Ojeda: para purgar sus innú-
vocación de la Virgen antes de ganar la primera batalla
meros pecados se hace monje franciscano y en l515 morirá contra.los indígenas liderados por el cacique Cemaco. El
combate les deja un botín de l0 000 castellanos, víveres y
de una dolencia en Santo Domingo, a los cuarenta y cinco
años de edad, después de una corta pero intensa vida, clara
un buen número de esclavos para vender en La Española
y de esclavas para alegrar las noches de los ciento ochenta
expresión del vivere pericolosamente.
Los hombres de San Sebastián, mientras tanto, esperan
fundadores de La Antigua. Luego se lanzan alegremente a
a Ojeda a lo largo dg casi dos meses, hasta que deciden em-
realizar un (acto de purificacióno que será frecuente en el
barcarse en dos naves, abandonando la fundación, al man- Darién: capturan y ejecutan a muchos indios homosexua-
do de Pizarro y de Valenzuela. La áe este último tiene aún les, algunos de ellos travestidos con las enaguas que usa-
peor suertet su nave zozobra y todos sus ocupantes perecen ban las mujeres indígenas. uCuando tomé Darién En-
ciso-, -dice
los apresamos y los quemamos, y cuando las mujer,es
ahogados.
Pizarro con cuarenta hombres sigue viaje a la bahía de vieron que los quemába'mos se ponían muy contentas.>
Calamar, donde se encuentra con Fernández de Enciso y Es bastante improbable que las indias vieran como com-
sus provisiones. En la nave de este último viaja en calidad petidores a los homosexuales: el comentario es atribuible,
de polizonte otro personaje que pronto se volverá célebre: más bien, a las fantasías del bachillpr al respecto. La ho-
Vasco Núñez de Balboa. mosexualidad masculina, que, en ocasiones, iba acompaña-
Enciso consigue capturar en Calamar a una bella joven da de la adopción de los roles sociales femeninos por parte
india que se jactaba de haber matado a muchos cristianos de los varones invertidos, estaba muy difundida entre las
y que pasa a convertirse en su concubina.s Como alcalde comunidades indígenas del istmo. Era tolerada y aceptada
mayor de la expedición, toma las riendas y ordena-,volver sin mayores prejuicios por hombres y mujeres.
a San Sebastián. Sus hombres le ofrecen todo el oro que Por el contrario, p?ra los cristianos "el pecado nefan-
han rescatado a cambio de que regresen todos a La Espa- do" constituía una atrocidad digna del mayor ensañamien-
ñola, pero el licenciado no cede. La suma de desgracias no to. Obviamente no faltaban los casos de prácticas homose-
acaba: el barco de Enciso encalla en el golfo de Urabá y xuales en la sociedad española ni entre la tropa castellana.
se pierden todas las provisiones. Además, descubren bien Pero el asunto despertaba las iras de jefes y soldados, que
pronto que los indios han incendiado San Sebastián. se apresuraban en todos los casos a asesinar a los homo-
Agotadas las provisiones de Fernández de Enciso reco- fílicos (o a los sospechosos de serlo), por métodós particu-
mienzan las hambrunas, y a eso se suma el hostigamiento larmente crueles, tal vez como un modo inconsciente de
de los indígenas con sus temibles flechas envenenadas: bas- liquidar dentro de sí mismos a sus propios fantasmas ho-
taba una pequeña herida producida por ellas para acabar mosexuales, afirmando simultáneamente la fantasía de mas-
con la víctima en pocos minutos. culinidad químicamente pura que constituía su ideal.
Vasco Núñez de Balboa no era un novato en las Indias. Balboa ya había mostrado sus dotes de mando y su ta-
Había venido en la expedición de Rodrigo de Bastidas en lento para el liderazgo, cuando se lo disputa a Enciso, un
hombre impopular por su excesivo autoritarismo e insen-
satez manifiesta. En asamblea, los hombres eligen autori-
5. Kathleen Romoli, Vasco Núñe7 de Balboa, descubridor, Madrid, dades del ayuntamiento y nombran a Balboa coalcalde de
1955.
la ciudad, junto a Benito Palazuelos.
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151
Todos saben que están en Veragua, la jurisdicción de Ni-
cuesa, dentro de la cual los poderes de Enciso son nulos.
Como oel trigo siempre crece más alto en el campo del ve-
cino', los de La Antigua creen que Nicuesa lo está pasando
mucho mejor que ellos y que es un jefe más rico y poderoso
que Ojeda-Enciso. Someterse a él no sólo es un modo de
legalizar la situación anómala de la fundación, sino encon-
trar quien los proteja.
Van en busca de Nicuesa, que atraviesa por penurias peo
res que las de La Antigua. Realizan negociaciones llenas de
duplicidad e invitan a Nicuesa a que vaya a La Antigua a
tomar el mando. Pero Balboa y el bachiller Enciso abando-
nan su encono y, ante el adversario exterior, se unen e im-
piden su desembarco, obligando a Nicuesa a dirigirse a San-
to Domingo para intentar resolver el pleito jurídicamente. nAquellas mujeres 6ran muchas de ellas jóvenes y hermosas,
Pero nunca llegará allí: naufraga en el viaje y pierde su vida aunque con la piel extremadamÓnte morena; con los pechos al aire
y las partes pudorosas del mismo modo sin la menor señal
y los importantes tesoros que había acumulado. de vello. Los soldados se sinlieron fuertomente atraldos
Enciso, por su parte, se siente acorralado y decide par- y comenzaron a meterse en el intorior de las viviendas.r
tir, en abril de l5ll, a La Española a reclamar el cargo de (En el grabado, encuentro de Colón con los primeros indígenas.)
gobernador. El antiguo polizonte, Balboa, queda como jefe
de La Antigua, respetado y querido por sus hombres.
nlos pellejos de vino quedaron exhauslos; a los indios los
primeros tragcis no les vinieron bien a la tripa, mas catados
los primeros sobrevenian otros y otros. La soldadesca satisfizo
sus apotitos, sus hambres, sus pasiones. A la mañana, la masa
indígena (en la imagen) se retorcla en la orgla placentera
y bulliciosa." (Acuarela del siglo XVlll. Museo
de América. Madrid.)

128

J 215
Lss lndles no dudaron
en tralcionar a sus
perlenlos y palsanos 152
para Proleger
a los espeñoles, quo
ss habian converlldo
en sus nuevos amoS
y en los padres
de su descendencla
mestiza. Marlna
(con Cortés, en esta
litograf ía del siglo XIX)
cumplló a 18
perlecclón esle papel
y todavia hoy
su nombre indio
(Malinche)
y su derivado PEZONES DE ORO
(el mallnchismo)
se emplean, en México'
para señalar
peyoratlvamsnte ¿Quién era ese extraño personaje salido poco menos que
la tendencia a vender de la nada y que se había encumbrado tan rápidamente?
el alma a los
extfaniefos.
No se sabe a ciencia cierta cuándo nació, pero se supone
que fue en 1475, en laprovincia de Badajoz, en casa de una
familia probablemente hidalga de remoto origen gallego: su
apellido, en lengua galaico-portuguesa, equivale al castella-
no Valbuena o Buen Valle y seguramente su familia prove-
nía de la repoblación con familias gallegas que se hizo en
la primera mitad del siglo xru de la ciudad de Jerez de los
Tras la conquista de Perú por Pizarro, las mujeres incaicas, como antes las Caballeros, reconquistada a los moros.
centroamerlcanas (en el dibu¡o de la izquierda, mestizas nicaragÜenses), serán Poco o nada se conoce de su infancia. En los años mozos
loo y¡enlres en los que los españoles proseguirán su maratónica labor gené-
slca.'Labor que culminará, a su vez,6l criollismo mestizo e independizador
entró como paje del señor de Moguer, Pedro Portocarrero,
(a la derecha). el Sordo.Instalado en la costa onubense, no le costará mu-
cho al joven Vasco Núñez
-un hábil espadachín de veinti-
cinco años- sentirse tentado por la aventura americana.
En marzo de 1501 se embarca en la expedición de Rodrigo
de Bastidas, notario de Triana, que llevaba como piloto a
Juan de la Cosa.
La expedición por Tierra Firme (la costa atlántica cen-
troamericana) es un fracaso.y Alvar Núñez acaba recalan-
do en Santo Domingo o La Española. El comendador de
Lares, Nicolás de Ovando, gobernador de la isla, probable.
mente por méritos militares en la represión que desenca-
denó trai la matanza de Xaraguá, le dio a Balboa algunas
tierras y un repartimiento de indios en Salvatierra de la
Sabana, ubicado en el rincón noroeste de la isla. Pero Alvar
Núñez no tiene vocación de hacendado y lo único que con-
sigue a lo largo de los siete años que permanece en La Es-
pañola es llenarse de deudas.
Intenta ser aceptado como voluntario en la expedición
r29
216
de Ojeda, pero no lo consigue. Por fin, cuando la nave de Chimú y Balboa se unen para derrotar a otro cacique
Fernández de Enciso recala en la isla, Vasco Núñez de Bal- vecino, Ponca, con lo que consigue atemorizar a otro pode-
boa, con la complicidad de tripulantes amigos, logra escon- roso jefe indio, Comagre, que renuncia a la guerra y le tri-
derse en un barril de harina (o en una vela de la nave, se' buta en alimentos, oro y servidores. Su hijo mayor, pan-
gún otra versión) y ser izado a bordo. Sus amigos se habían quiano, le da las primeras noticias de la existencia de un
ocupado de colar a su bien más preciado junto con su espa- mar en el sur, región donde
-le dice- hay también gran-
des cantidades de oro. En parte al menos, esas informacio-
da: Leoncico, su perro de guerra.
Cuando ya en alta mar Balboa sale de su escondite, el nes parece que apuntaban a quitarse de encima a los espa-
licenciado Enciso pretende castigarlo abandonándolo en al- ñoles aprovechando la desmesurada codicia que exhibían.
guna isla desierta. Seguramente teme que, de lo contrario, Balboa, a lo largo de los dos años siguientes, logra orga-
puede tener que hacerse cargo de las deudas del polizonte nizar la colonia de La Antigua, acumular grandes cantida-
por haberlo ayudado a quebrantar la ley. Pero no hay nin- des de oro, de servidores y concubinas y mantener contro-
gún islote a la vista y sus hombres lo convencen de que Bal- lados a los jefes aborígenes. Una india, bautizada con el
boa es hombre de armas y le puede resultar muy útil. nombre de Fulvia, que formaba parte del serrallo de Bal-
Ehciso se desencontrará con su jefe Alonso de Ojeda, boa, le salva la vidá a él y a la población de La Antigua,
como ya hemos visto. Balboa es un individuo con carisma. denunciando una poderosa conspiración de los indios para
Rubio, fuerte, dotado de capacidad de mando, excelente es' acabar cón los invasores. Fulvia no será la única india que,
grimista y con buenas dotes diplomáticas, rápidamente se por amor y devoción a algún español, no duda en traicio-
impone por gravitación natural frente al leguleyo Enciso, nar a los suyos: la misma historia se repite a lo largo de
un personaje arbitrario, psíquicamente inestable que, como todo el Continente durante los primeros decenios de la Con-
tantos otros, esconde su profunda inseguridad personal de' quista.
trás de gestos de autoritarismo que irritan a sus hombres. Los cristianos comienzan por fin a resarcirse de muchos
Además, Núñez de Balboa conoce la región. Cuando su con' años de penurias infinitas y fracasos sucesivos. Vencidas
sejo de abandonar San Sebastián y trasladarse a la otra ori' las dificultades del hambre y las flechas envenenadas, pue-
lla del golfo de Urabá resulta providencial para salvar a los den ahora gozar de la acumulación de perlas y de oro. Y,
hombres de Enciso y a los que Ojeda había dejado al ryan- naturalmente, de mujeres, que, según la descripción de los
do de Pizarro, su autoridad crece y se impone. cronistas, resultan especialmente apetecibles.
Poco después de la oportuna partida de Feniández de Son hembras coquetas, limpias (ose bañan muy a menu-
Enciso, Balboa se dirige con su mesnada a tierras del caci' do cada díau), sensuales, lascivas que, no bien pasada la ni
que Careta (cuyo verdadero nombre era Chimú). Sigue con ñez, en cuanto comienzan a madurar sexualmente, (se tor-
é1, lo mismo que con otros jefes indígenas, una eficaz polí-
nan bestiales y diabólicos ellos y ellas en el curso veñéreo>,
tica de amedrentamiento por un lado y de pacificación di' dice el pacato de Fernández de Oviedo.
plomática por el otro que consigue excelente's resultados: Muchas mujeres solían renunciar a la maternidad en sus
obtiene de ellos oro y víveres y los neutraliza militarmente. años mozos para mantenerse sexualmente atractivas me-
Los indios dan a Balboa el título de tibd o gran jefe. Chimú diante prácticas abortivas (porque dicen ellas que las vie-
jas han de parir, que ellas no quieren éstar ocupadas para
será durante varios años su leal y consecuente aliado y, para
refrendar esa amistad, entrega a Balboa una de sus hijas, dejar sus placeres, ni preñarse para que, en pariendo, se
cuyo nombre no registran, lamentablemente, las crónicas les aflojen las tetas, de las cuales se precian en extremo y'
(algunos la llaman, líricamente, Anayansi), pero que tendrá las tienen buenas", describe Oviedo, que personalmente no
una importancia insospechada en el destino del extiemeño. era nada afecto al trato con las aborígenes.
La criatura era de tan corta edad que entró primero como Recurrían a un artilugio para mantener su busto ergui-
pupila en casa de Balboa en La Antigua hasta que, a los po- do: "Se ponían una'barra de oro atravesada en los pechos,
cos años, se convirtió en una joven hermosa y pasó a los debajo de las tetas, que se las levanta, y en ella algunos pá-
jaros y otras figuras de relieve, todo de oro fino, que por
aposentos del conquistador como su principal concubina.

130 l3t
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lo menos pesaba ciento cincuenta y aun doscientos pesos do alguna conversación, porque dicen que son amigas de
una barreta de éstasr,r dice Oviedo con agudo ojo clínico hombres valientes y ellas son más inclinadas a hombres de
de veedor profesional. esfuerzo que a los cobardes, y conocen la ventaja que ha-
uEsta invención de estas barras de oro para levantar las cen a los indios. Y quieren más a los gobernadores y capi-
tetas es primor y usanza de las mujeres principales del gol- tanes que a los otros inferiores, y se tienen por más honra-
fo de Urabá." Resulta razonable imaginar que el vigor vi- das cuando alguno de los tales las quiere bieno.
sual de los pechos de las indias desápareció con la llegada La molicie, a la que son tan proclives los españoles en
de los españoles que se abalanzarían por igual sobre tetas épocas de bonanza, se veía favorecida por la facilidad y en-
y alzatetas, conjunción ideal para la codicia y Ia lujuria de canto de las mujeres indígenas que abundaban para los es-
los cristianos. pañoles en La Antigua. Balboa, cuando acusa ante el rey
Tanta coquetería tenía una explicación: los indios care- Fernando V a Nicuesa y a Ojeda, lo señala claramente: .Am-
cían de una institución como el matrimonio indisoluble ca- bos tenían tanta presunción y fantasía en sus pensamien-
tólico que permite adquirir de una vez para siempre a un tos que se creían señores de la tierra y que desde la cama
hombre (o a una mujer) a quien ya no hay más necesidad de han de mandar la tierra y gobernar lo que es menester. Y
seducir. Entre los aborígenes de lo que es hoy territorio ellos así lo hicieron y desde que acá se hallaron creyeron
de Panamá, Costa Rica y Nicaragua, no sólo imperaba la que no había más que hacer que darse a un buen vicioo,
poligamia irrestricta (especialmente entre las clases domi- el de la carne, naturalmente.3 Y esto lo afirma quien no se
nantes: el cacique Tamaname, por ejemplo, tenía dos espo- distinguió, precisamente, por su continencia.
sas y ochenta concubinas), sino. también la total inestabili- Las noiicias sobre el bienestar de la colonia de La Anti-
dad matrimonial, que, una vez más, escandaliza a Oviedo: gua y la buena administración de Balboa llegan a oídos del
nAlgunas veces dejan las mujeres que tienen y toman otras, rey mucho más tarde que las intrigas en contra del alcalde
y aun las truecan unas por otras, o las dan en precio de y gobernador del Darién tramadas principalmente por Fer-
otras cosas.o uson viciosos de la carnalidad, y hay putoso, nández de Enciso. Balboa no tiene fortuna con los procura-
dice sucintamente López de Gómara.' doies que. manda a la cort'e para que lo defiendañ ante el
No estaban las indias acostumbradas a amar hasta que rey: lo traicionan o se ven impedidos de cumplir sus misio-
la muerte las separara. nSi conocen a algún cristiano car- nes. De modo que en la Corona se piensa seriamente en man-
-apunta Oviedo-,
nalmente guárdanle lealtad, si no eStá dar un gobernador para reemplazarlo.
mucho tiempo apartado o ausente, porque ellas no tienen Mientras tanto, en setiembre de 1513, el capitán de La
como propósito ser viudas ni castas religiosas." Antigua se lanza con ciento noventa españoles y ochocien.
Al mismo tiempo, los indios de la provincia de Cueva tos indios a la tarea de atravesar de norte a sur el istmo,
(Panamá) rnantenían un sistema de prostitución bastante superando escárpadas cadenas i,, )ntañosas, para ir a,des-
bien organizado, de entre las que solían sacar las mujeres cubrir la mar de la que le habían hablado. Quería realizar
para regalar a los cristianos. Esto, dada Ia experiencia de una proeza que, a los ojos del monarca, justificara que se
las hetairas indias, justificaba la sorpresa de los españoles le concediera la gobernación de l¿ rierra que había contri-
ante sus refinados recursos sexuales. buido tan.eficazmente a dominar para la Corona. Su mar-
Oviedo lo sugiere cuando reconoce que (comúnmente en cha hacia la mar del Sur se ve favorecida por las buenas
Cueva son buenas mujeres de sus personas, aunque no fal- relaciones que mantenía con los caciques que encuentra a
tan otras que de grado se concedén a quien las quiere, y su paso.
son muy amigas de los cristianos las que con ellos han teni- Antes de alcamzar la cumbre desde donde divisará el

1. Un peso de oro o un castellano de oro equivalia a la centésima 3. Fernández de Oviedo, años más tarde, cuando pierde a su se-
parte de una libra castellana y a la cincuentava parte de un marco gunda esposa en Santa María de La Antigua se lamenia de su viude-
de oro: 4,ó gramos. De modo que los sostenes pesarian entre 700 y dad, que le impide satisfacer su deseo: <Vivir e4 el estado matrimo-
900 gramos. nial, como cristiano, lpues] r¡o era acostumbrado a las mancebas que
2. Francisco L6pez de Gómara, op. cit. mis vecinos tenían [y aun algunos duplicadas]., Op. cit.

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218
océano Pacífico, se enfrenta militarmente con Torecha, se- Pero Balboa <más lo querí¿r vivo y amigo que muertoD.
ñor de Cuareca, al que pone en fuga. En casa del cacique, Por. razones políticas los vicios contra natura de Tumana-
tras la batalla, encuentra al hermano del jefe indio y a otros ma fueron juzgados menos nefandos. El capitán español le
dos personajes de alcurnia vestidos con enaguas de mujer: ahorró sus alanos al cacique y éste le retribuyó dándole a
eran camayoas, en lengua indígena, sodomitas, (que no so- uno de sús hijos para que lo criaran los españoles.
lamente en el traje, sino en todo, salvo en parir, era hem- Tras celebrar cristianamente la Navidad de 1513 en tie-
brao, dice Francisco López de Gómara del hermano del ca- rras de Tumanama, los soldados de Balboa, (por perpetuar
cique. Balboa ordena su rápida ejecución: .Aperreó... a con ellos llos indios] la amistad le tomaron, según dicen al-
cincuenta putos que halló allí, y después los quemó, infor- gunos; mubha cantidad de oro y mujeres por fuerza>.
mando primero de su abominable y sucio pecado. Conoci- Núñez de Balboa fue recibido con todos los honores en
da en la comarca esta victoria y justicia, le traían muchos La Antigua, a la que llegó con cien mil castellanos de brc¡,
hombres de sodomía para que los matase. Y, según dicen, perlas, cautivos y hembras. Repartió el metal precioso y los
los señores y cortesanos usan aquel vicio, y no el común; esclavos entre sus hombres, "después de apartada la quin-
y regalaban a los alanos, pensando que de justicieros mor- tá parte para el rey y, como era mucho, alcanzó a todos,
dían a los pecadores; y tenían por más que hombres a los aun más de quinientos castellanos a Leoncil/o, perro, hijo
españoles, pues habían vencido y muerto tan pronto al ca- del Becerrill¿r el del Borinquen, que ganaba más que un ar-
cique Torecha y a los suyos."o cabucero para su amo Balboa; pero bien lo merecía, según
Un destino similar tendría el caciqüe Pacra, derrotado peleaba con los indios',ó sobre todo devorando carne de
por Balboa después del descubrimiento de la'mar del Sur, horposexuales.t
a quien los cronistas describen como un ser monstruosa- Enterado el rey, varios meses más tarde, de la proeza
mente feo, sucio y (grandísimo puto, y que tenía muchas de Balboa, lo nombró "adelantado de la mar del Sur y del
mujeres, hijas de señores, por fuerza, con las cuales usaba gobierno de las provincias de Panamá y Coiba... debajo y
también contra naturar.s Fue sometido a tormento para so la gobernación de Pedro Arias Dávila>. Pero su estrella
que dijera dónde tenía el oro, pero el cacique no habló, de
comenzaba a'declinar. Víctima de las insidias de Enciso y
modo que finalmente le echaron los perros y sus restos fue-
de sus otros enemigos en la corte, y de la lentitud de las
ron quemados por sus torturadores. De nuevo López de Gó- comunicaciones, la gobernación de Urabá, que le hubiera
mara asegura que (este castigo agradó mucho a todos'lós correspondido por sus méritos indudables, le sería negada
señores y mujeres comarcanas>. para siempre. Mientras Balboa hacía su viaje descubridor
Mejor suerte tuvo uno de los cagiques cuyas tierras, de a la otra orilla del istmo de Panamá, en España la Corona
regreso a La Antigua, invadieron los españoles: Tumanama,
nombraba a otro hombre sin ninguna experiencia america-
al que pillaron en su casa con ochenta concubinas que, ál na para dirigir los destinos del asentamiento en Tierra
parecer, no eran sus únicas compañeras de lecho. López de
Firme.
Gómara dice que obraba (tan contra naturaD como Pacra:
Muy poco después de la llegada de fegreso a La Antigua
uAunque no tan públicamente, vivía con hombres y mu-
jeres., del descubridor de la mar del Sur, azote y martillo de in-
dios sarasas, zarpaba, en abril de 1514, con rumbo al golfo
4. La referencia a los usos de los señores y cortesanos que prefie- 6. Ibídem.
ren el coito anal al (comúnD, hace mención de la difundidá práctica
entre los indígenas americanos, en general, de la penetracibn anal, 7. "De estos perros que emplean en los combates se refieren co-
sas maravillosas: se tiran a los indígenas armados lo mismo que a fu-
también, en las relaciones heterosexuáles, La culturá mochica que flo-
gaces ciervos o jabalÍes cuando se los azuza. Acaeció a veces no ser
reció en el norle del Perú hasta el siglo rx dejó testimonios inéquívo-
cos de esos usos en varios huacos que se conservan en el Museb Na- necesario usar las espadas, flechas ni otros dardos para derrotar a
cional de Antropologia y Arqueolbgia de Lima y en colecciones los enemigos que salían al encuentro, pues en haciéndoles señal y sol-
particulares. De la única práctica sexual de la que no existe testimo- tando a los perros que iban delante del escuadrón, aterrorizados por
nio en la América indígena es del cunnilingus. la torva mirada y los inauditos ladridos de los perros, vacilaban y aban-
5. Francisco López de Gómara, op. cit.- donaban la pelea y las filas, asombrados de la prodigiosa invención.,
Pedro Mártir de Anghiera, op. cit.
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219
de Urabá la armada con el nuevo gobernador de Castilla México; Francisco de Montejos, conquistador de yucatán;
del Oro (nombre que, finalmente, había recibido la región del fray Juan de Quevedo, primer obispo de Tierra Firme; pas-
golfo de Urabá), Pedro Arias Dávila, conocido como Pedra- cual de A4dagoya, cronista y primer explorador del pana-
rias, tal vez el más cruel y siniestro alto funcionario espa- má meridional.
ñol enviado a América en los primeros años de la Conquis- Una muestra de su talante lo dio Pedrarias cuandb, tras
ta, lo que no es poco decir. la singladura atlántica, llegó con su poderosa armada a la
Iba al frente de una poderosa flota, sin precedentes por isla Dominica, donde los barcos recalaron para aprovisio-
su importancia, entre las enviadas a América hasta enton- narse,
ces: más de dos mil hombres con pertrechos y herramien- A la hora de zarpar, faltaban varios hombres de la tri-
tas, animales y especies vegetales para aclimatar, demos- pulación. El último en reaparecer, un tal San Martín, cria-
traban el interés de Fernando el Católico por consolidar su do de Pedrarias a lo largo de los últimos catorce años, reci-
nueva adquisición territorial. bió una regañina considerable. Respondió que prefería
Entre los nuevos viajeros de Indias estaba quien se vol- quedarse con los indios caribes de la isla antes que seguir
veria célebre por su colosal obra histórica sobre los prime- en la armada: era un espontáneo español aindiado más, de
ros años de la Conquista: Gonzalo Fernández de Oviedo,t entre los muchos que se dejaron seduci4 por la vida ameri-
como funcionario real. Y otros hombres cuyos nombres tam- cana. Pero su confesión, que debe de haber sido vista como
bién adquirirían fama: Hernando de Sotó, futuro capitán una traición a los suyos, le valió que Pedrarias, sin conside-
de la hueste perulera, descubridor del Mississippi y yerno de
I
ración alguna, ni siquiera al hecho de que era un viejo ser-
vidor suyo, mandara ahorcarlo de un árbol.
1

Pedrarias; Sebastián del Belalcázar, conquistador del rei-


no de Quito; Diego de Almagro y Hernando Luque, socios l El impiedoso funcionario recién llegado al Nuevo Conti-
de Pizarro en la conquista del Perú; BernalDiaz del Casti- nente debe de haber creído que había que ejemplarizar con
i
llo, soldado de Cortés y cronista de la proeza en tierras de quienes pretendían (pasarse al enemigor.
En Santa Marta (actual Colombia) los hombres de la ar-
I
8. Era el primer viaje a América del mayor oficial de la mada sostuvieron una escaramuza con los indios, en la que
Conquista. Este madrileño de treinta y cinco años ".orrirt"
iba con el cargo x consiguieron cobrar numerosas mujeres. Un esclavo negro
oficial de veedor de las fundiciones de oro, el funcionario real encár- del cronista y veedor, Gonzalo Fernández de Oviedo, encon-
gado de controlar que se separara la parte correspondiente al mor¡ar-
ca en las remesas de metal precioso que se hacían a España. Igual
I
I
tró, oculta entre unos matorrales, a una bella uprincesa,
que tantos otros, habia estado en las guerias.de Italia corrío soldado india de unos dieciséis o diecisiete años, completamente des-
del rey de España y del duque de Milán, habia servido al rey Fadrique nuda, de piel muy clara. Se la llevó a su amo. A Oviedo le
de Nápoles hasta que Francia y España se repartieron ese reino. Se llamó la atención por sus aires de dignidad y de orgullo.
casó con Margarita de Vergara, reputada como la belleza mayor de Los otros cautivos la trataban con exagerada deferencia
Toledo en aquellas épocas, pero enviudó tempranamente. Su primera
estancia en América duró sólo un año. Cuando regresó a España vol- como si fuese realmente una princesa.
vió a contraer matrimonio, y más tarde, nuevamente viudo, se casaría Si no lo era, merecía haberlo sido: la adolescente fue lle-
por tercera vez. Consigue que le den la gobernación de la provincia vada a La Antigua, donde murió de pena a los pocos meses,
de Santa Marta, a la que quiso convertir en feudo de la Orden de San- incapaz de soportar su cautiverio.
liago. Ante la oposición del Consejo de Indias, dimitió. En l519 es nom-
brado regidor perpetuo de Nuestra Señora de La Antigua. Fue, ade-
más, escribano general de la provincia del Darién y receptor por Su
Majestad de las penas de Cámara. Posteriormente fue gobernador de
Cartagena de Indias, cargo que ejerció con especial brutalidad. En 1532
fue nombrado cronista general de Indias y un año más tarde recibe
el cargo de alcaide interino de la fortaleza de Santo Domingo, Murió
en Valladolid a los setenta y ocho años. Oviedo y su monumental obra
representan el punto de vista más etnocéntrico y conservador de la
Conquista, Fue enemigo a muerte de fray Bartolomé de Las Casas.
Pedrarias, supuestamente, mandó apuñalarlo y casi fenece del atenta-
do. Su obra fue impresa por orden imperial en Toledo en 152ó.

l3ó t37
220
aun parte de brocado, se cayesen a cada paso, muertas de
pura hamb¡so, dice Bartolomé de Las Casas.'
Los capitanes de Pedrarias se lanzaron a una encarniza-
da política de despojo y devastación de los indígenas con
la cual se destruyeron los resultados de los esfuerzos paci-
ficadores de Balboa.
Juan de Ayora, teniente de gobernador de Pedrarias, es
el arquetipo del conquistador psicópata, desalmado, dispues-
to a enriquecerse rápidamente a cualquier precio. Fue el
jefe de la primera gran entrada ordenada por Pedrarias. Se
puso al frente de tres capitanes y cuatrocientos cuarenta
SEÑORES DE HORCA Y CUCHILLO hombres, dispuesto a satisfacer las urgencias que tenía el
gobernador de minimizar la proeza de Balboa con otras que
se .proponía realizar a través de su capitán.
Balboa acata el nombramiento de Pedrarias y lo recibe en
Ayora se dirigió hacia el oeste y llegó a las tierras del
Santa María de La Antigua modestamente vestido pero con
cacique pacificado por Balboa, Ponca, que recibió a la hueste
todos los honores. La apariencia de los hombres dé la colo-
cálidamente. Indiferente a la hospitalidad del jefe indio, Ayo-
nia contrastaba notoriamente con el lujo principesco que ra le tomó todo el oro que tenía por la fuerza. Cínicamente
exhibían Pedrarias, su mujer, Isabel de Bobadill., y s,rr ófi-
decía el capitán que "de los amigos había que ayudarseD.
ciales. Desde el primer encuentro se planteará una rivali- De allí pasó a tierras del cacique Comagre y le robó sus
dad a muerte entre los dos hombres, sobre todo de parte mujeres. Enterado Pocorosa de lo que habían hecho con su
de Pedrarias, que veía en Balboa a un competidor áven- vecino, buscó refugio en los bosques, pero Ayora, igualmen-
tajado.
te, raptó a sus müjeres e hijas. Desesperado, el cacique cre-
A poco de llegar le inicia juicio de residencia al descu- yó que el español se dejaría seducir por el oro y le devolve-
bridor del mar del Sur y a sus oficiales y los mete presos. ría a su familia. Así que se presentó ante él con un buen
Se los acusaba de haber perjudicado a Enciso y de haber
regalo para conseguir que liberara a su gente. Pero Ayora
expulsado a Nicuesa, provocando su muerte en naufrafio. tomó el presente áureo y lo hizo prisionero, dispuesto a sem-
De lo primero se librará Balboa mediante el pago de una brar el pánico entre losaborígenes para conseguir que sol-
fuerte multa, pero el segundo cargo quedará penáiente so- taran su oro más fácilmente.
bre su cabeza. En Tierras de Tubanamá fue recibido con fiestas y ho-
El desgobierno de Pedrarias, el aumento desmedido de menajet que de nada sirvieron para calmar la crueldad y
la población con la llegada de los miembros de la armada codicia del capitán: capturó a su gente y la convirtió en es-
del gobernador y una dura estación de lluvias hicieron rea- clavos para vender en Santa María, penetró en su casa y
parecer pronto el hambre, las enfermedades y la desazón se llevó cuanto halló allí de valor. Al cacique no le quedó
generalizada en La Antigua. Los indios, exprimidos hasta
otra salida que reunirse con otros indios y atacar a los es-
la saciedad y maltratados por los capitanes de pedrarias, pañoles, con escasos resultados.
se declararon en rebeldía: n4 les seis meses del desembar-
El teniente de gobernador oye hablar de Secativa, un rico
co de Pedrarias en Santa María La Antigua no quedaba ni cacique, y le manda una mesnada al mando del capitán Juan
un solo cacique amigo en Cueva.,' Los españoles morían de Gamarra (para que, so color de pedirle la obediencia
famélicos por las calles mientras pedían, con sus últimas para los reyes de Castilla, cautivara a la gente que pudiese
fuerzas, que les dieran pan. .Nunca parece que se vio cosa y tomara la riqueza que había".3 Rápidamente, Secativa
igual, que personas tan vestidas de ropas ricas de seda, _v-

l. Kathleen Romoli, op. cir.


2. Historia..., op. cit.
3. Antonio de Herrera, op. cit.
138
139
221
puso a salvo a sus mujeres y, con sus indios de guerra, hizo dio principio tan diabólico en el crédito de los indios con-
huir a los castellanos. tra los cristianos, qüe nunca le salió del pecho la indigna'
En el golfo de San Blas decide Ayora fundar la pobla- ción y una entrañable enemistad contra el nombre cristia'
ción de Los Ánades para que le sirva de base de operacio- no y con muy justa querella."
nes. Desde allí despacha una fuerza al mando de uno de Uno de los capitanes de Balboa, Bartolomé Hurtado, que
sus capitanes, Francisco de Becerra, y otra liderada por el había sido enviado por Pedrarias para auxiliar a Ayora, no
capitán Francisco Dávila. lo hizo mejor: a su paso por tierras de Careta o Chimú, le
Becerra vuelve a visitar devastadoramente a Comagre, pidió indios para que le ayudaran como porteadores. Cuan-
llega a las tierras de Tubanamá y luego se dirige haciá ei do se alejó de sus tierras los esclavizó y luego los repartió
sureste. De sus métodos da una idea Oviedo cuando dice entre las autoridades de Castilla del Oro, que los aceptaron
refiriéndose a su hueste: oparecerá al lector que llamar a encantados. Con estos gestos de generosidad consiguió que
un cacique Suegro y.a otro llamarle el caciqui euemado, de un juicio de residencia que se le estaba sustanciando
que estos nombres no son de indios (y así ei la verdad)... como ex alguacil mayor de Balboa, saliera absuelto.
El Suegro se llamó a aquel cacique po.[.r., llegados los c.is- La técnica de corromper con regalos a las autoridades
tianos, le tomaron (o él les dio por temor) trei o cuatro hi- también le dio excelentes resultados a Ayora. Pretextando
jas que tenía... y por este hospedaje y adulterios de los yer- enfermedad, decidió volver solo a Santa María con todas
nos, que él no hubiera querido, lo llamaron el Suegro; pero Ias'riquezas obtenidas. Y aprendió de la lección de Hurta-
su nombre_propio era Mahé. Al otro cacique q.," llu-".o., do: repartió generosamente oro, hembras y esclavos entr€
Quemado, fue porque de hecho y sin causa lo qúerra.on po.- Pedrarias, el obispo Quevedo, los oficiales y consiguió rápi'
que no daba tanto oro como pedían.o damente la estimación y admiración de la elite de poder
La tropa de Dávila se desbandó y los soldados se dedica_ de la colonia.
ron por su cuenta a cometer toda clase de excesos con los Se había apresurado a regresar a la colonia antes de que
indios, raptos, violaciones, robos, torturas, asesinatos, en llegaran sus oficiales y tropa a contar cuáles eran sus mé'
el camino de regreso a Santa María, sin haber dejado a su todos de conquista. Sabía que, surta en el puérto, había una
paso más que otoda la tierra comida, corrida, robaáa y pues- nao que iba a zarpar con rumbo a España. De modo que
tos todos los indios en huida,, según descripción ¿éltUis_ siguió simulando enfermedad y, gracias a sus regalos, fue
Po Quevedo. autorizado a embarcar en la nave con todas sus riquezas,
Mientras tanto, la crueldad de Ayora dejaba esiupefac_ de las que se olvidó de descontar el fiuinto real. Pedrarias
tos incluso a sus propios hombres. De acueido con ei rela- y su gente hicieron la vista gorda y no actuaron para impe-
to del obispo de Santa María de La Antigua ya citado, en dir el robo.' Pero, 4 veces, el azar obra justicieramente: a
una oportunidad en que iba al frente de sus hombres mon_ poco de llegar murió en su casa de Adamuz, Córdoba.
tadoenr¡na- yegua y los indios marchaban delante de él para Todas las fundaciones que hizo Ayora o sus oficiales fra-
limpiarle el óamino, se dedicó a alancearlos para entiete- casaron. En una de ellas, en Santa Cruz, creada por Juan
nerse. Zorita, uno de los capitanes del sanguinario cordobés, los
uSalteaba los poblados de noche, atormentaba a los ca- indios alzados pasaron a cuchillo a todos sus pobladores.
ciques echándolos a los perros que los descuartizaban, cuan- Sólo escapó una mujer cristiana a quien un cacique tomó
do no los arrojaba al fuego o los ahorcaba en los árboles como concubina, pero por poco tiempo: las otras mancebas
y, por descontado, apresaba las mujeres e hijos que como del cacique, celosas por el favor que recibía la castellana,
esclavos habían de figurar en el botin de la victoiia.,o la asesinaron y luego dijeron que la había devorado un cai'
uY así hizo muchos crímenes con nuevas ciueldades y mán mientras se bañaba en un río.
tormentos
-dice Fernández
mer a los perros.
de Oviedo- y dándolos de co-
Y dejó de guerra toda ia tierra alzad,a y 5. Juan de Ayora era hermano del cronista real Gonzalo de Ayo-
ra, que gozaba del favor del monarca y mantenía excelentes relacio-
nes con Pedrarias y hasta con Pedro Mártir de Anghiera, quien, no
4. Pablo Alvarez Rubiano, pedrarias Dávíla, Madrid, 1942. obstante, no duda en condenar la conducta de Juan'

140 t4l
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El modelo de conquista de Ayora hizo escuela. Todos los Cuando iba acercándose a Parisa, el cacique Cutatara
oficiales en Santa María se desvivían por conseguir la auto- le envió un embajador con ricos regalos para pedirle que
rización del gobernador a fin de hacer entradas y conse- no siguiera avanzando. El jefe indio se había enterado de
guir riquezas en oro, perlas y esclavos. El resultado de cada que el capitán español le había raptado las.mujeres e hijas
expedición se medía por el botín cobrado, y no por otras a su vecino Escoria y quería evitar que le ocurriera lo
razones, desobedeciendo así las piadosas insirucciones que mismo.
Fernando el Católico le había dado a pedrarias.u oEl indio llevó consigo a su mujer, que era prima o her-
La razón era bien sencilla: cuanto más se rapiñaba más mana del cacique Paris8 y era moza de gentil disposición
se enriquecían el gobernador, el obispo y los oficiales. uDe e hizo presente al capitán tres mil pesos de oro, y recibióle
esta suerte, las autoridades se hallaban personalmente in- muy bien. Esa noche misma un devoto clérigo -ironiza el
teresadas en que en las éntradas se obtuviera el mayor bo_ cronista- que este capitán llevaba consigo (porque era cos-
tín posible, para que sus participaciones fueran acrácenta_ tumbre que con los más de los capitanes que salían a en-
das, y los capitanes se veían óbligados a extremar sus trar iba un clérigo), aquella noche lo hizo echar debajo de
exacciones, so pena de que a su llegada a Santa María se su hamaca al principal y tomó en la hamaca a su mujer y
vieran envueltos en interminables procesos y de que no se durmió con ella, o mejor diciendo, no la dejó dormir ni es-
les volviera a confiar ningún mando.rt tar sin entender en su adulterio.
- No es difícil imaginar a estas tropas patéticas internán_ ,El prudente indio -añade- disimuló su injuria y al
dose en las selvas o las sabanar purru*.nas, con un calor otro día por la mañana, con gentil semblante, mostrando
atroz y una humedad que enmohecía hasta los huesos, nu- mucho placer, se despidió del capitán con sus cuernos, lle-
be-s de insectos y alimañas. Los jinetes delante, detras los vando su mujer consigo; y con mucha diligencia,se fue a
infantes con sus arcabuces,-balleitas, arcos y lanzas al hom_ donde el cacique Paris estaba y le dijo que aquellos cris-
bro, medio harapientos y hediendo a demonios, custodian- tianos eran villanos y mala gente y le contó su trabajo."
do la collera de indios desnudos esclavizados, engrillados Cutatara se coligó con otros caciques vecinos e infligió
al cuello y unidos por largas cadenas .ryo ,orrúo irían una dura derrota aBadajoz, en la que murieron setenta es-
acompasando la marcha. Entre medio, las jaurías de ala_ pañoles. El capitán perdió gran parte de los 140 000'q pe-
nos y los porteadores llevando enormes bulios. Al final*la sos de oro que habían cobrado y cuatrocientos indios escla-
caterva de hembras indias que se ocuparían de atendei a vizados.
los soldados en cada vivac. i Pero esta victoria indígena significaría apenas un respi'
Asj sería seguramente la hueste del capitán Gonzalo de ro para los caciques de la región. A fines de diciembre de
Badajoz, enviado por pedrarias a la rica iegión de parisa, l5l5 salió de Acla el licenciado Gaspar de Espinosa con su
en la península de Azuero, sobre las aguas d-el pacífico. Un tropa, dispuesto a recuperar el botín de Badajoz y castigar
capitán que no se quedó alazaga, conrespecto a sus com- a los indios que habían matado a los pobladores de Santa
pañeros de armas, en crueldad con los iñdios. Cruz. Espinosa, aunque haya sido difícil, consiguió superar
con creces todas las atrocidades precedentes. Alvarez Ru'
biano llama a su hueste una banda ude forajidos que, cual
. q. El Rgy Católico, en sus instrucciones escritas al gobernador
de Castilla del Oro, le ordenaba q-ue los indios iueran atiaidos y no nuevos bárbaros, iban sembrando a su paso la devastación
f-,o.y1dos a.la amistad y.a la obeáiencia. pedraria, ¿"Uiu
ó"r, y la muerteo. Para fray Bartolomé de Las Casas, el licencia-
ello la paciencia, el cariño y la buena fe: no debia hacer "rui promesas
a.menos,que éstas pudieran cumplirse at pie de la letra. Ninguna in-
qla poorla ser tomada contra su voluntad para (ser 8. Los españoles solian llamar a las regiones con el nombre de
utilizadi como
esposaD. La primera infracción a estas regüs sería castigada con la sus caciques y a los caciques, como en este caso, con el nombre
confiscación de todos los bienes del culpáble y la reinciáencia, con de las regiones sobre las que tenían autoridad.
el destierro. Si estas normas- se hubiesen'c,r-piido .u.¡utáutá, ór.ii- g. EJdecir, casi ó50 kilogramos de oro. Badajoz tuvo que volver
lla del Oro tryli.es9 quedado despoblada de españoles "a loÉ po.or'm.r.r. a España en estado de indigencia, pero luego retornó a América. Fue
nomLrado regidor perpetuo de Panamá en l52l y consiguió de Pedra-
19t4. rias una encomienda con ciento cuarenta indios.
t42 143
223
do era-uel espíritu de pedrarias y la furia divina encerrado
La boda por poder se celebró en abril de l5ló. Poste-
en ambosr.
riormente, Vasco Núñez emprendió una expedición orde-
Su polÍtica de terror consiguió que los indios devolvie- nada por el gobernador para repoblar una villa del cacicaz-
ran el tesoro de Badajoz, conla esieranra de quitarse Je go de Careta, bautizada Acla. Pese a que en ese momento
"l:iTu.l
los genoéida. et precio
"i, "iá""
rlel botín y el castigo, según fray
drÉ;;;;; las relaciones entre Pedrarias y el Adelantado de la mar del
ción Francisco de San.Ro_ Sur eran buenas, los enemigos de Balboa no dejaban de cons-
mán, fue de cuarenta mil indlos aseiinados en las incursio-
pirar contra él y de persuadir a Pedrarias de supuestas ma-.
nes contra Cutatara de parisa y contra el cacique Escoria
a lo_ largo de los quince mese, de campaña.
niobr.r que Vasco Ñúnez realizaba para alzarse contra el
gobernador.
Balboa vio todo su trabajo deshechb en pocos meses. Al mismo tiempo, la muerte de Fernando el Católico y
Ante sus protestas, Pedrarias respondía que habia que per_
la regencia de Cisneros alentaban los temores de Pedrarias
mitir tales desmanes para que losioldadoi tuvieran conlue
de que pronto sería reemplazado. Fray Bartolomé de Las
sostenerse.
Casás y los dominicos, por un lado, habían hecho una efi-
Vasco Núñez y sus oficiales, por su parte, realizaron
caz campaña contra las barbaridades perpetradas por Pe'
otras expediciones de exploración y rescate. Uno de sus hom_
drarias; y, por el otro, Fernández de Oviedo, de regreso en
bres de confianza lque ános más iarde lo traicionaría), An-
la corte, se había ocupado de atizar el fuego contra el cruel
drés de Garabito, al frente de ochenta hombres, f,re á e*- gobernador.
plorl1 otra ruta para alcanzar el pacífico. De esa expedición
quedó un recuerdo significativo de los usos y I",
El cabecilla de las insidias contra Balboa era el bachi-
ller " Diego del Corral, que vivía amancebado con una be-
bres de la Conquista: el río Tuira fue rebauíizado"ort..*_
.f" á;l lla espave (india noble) de Bea, un cacicazgo a 30 kilóme-
Suegro (otro suegro) en homenaje al cacique Chaoca de Ta-
tros de La Antigua, bautizada con el nombre de Elvira.
mahé, señor de la tierra sobre la orilla áerecfr. a.f goii"
Los temores de Pedrarias por su estabilidad al frente
San, Miguel, que casó ceremonialmente a su hija."oñC"-
de la gobernación de Castilla del Oro no eran infundados.
rabito.
Enterado Balboa de que Lope de Sosa, gobernador de Ca-
Los conflictos entre Balboa y pedrarias no cedían. La
narias, iba a ser nombrado para el mismo cargo en Castilla
virtual corte de Pedrarias seguía sembrando cizañas con_
del Oro, se preparó para recibirlo. Los movimientos de Bal'
tra el descubridor del pacífiéo. Al regreso de una de,Sus boa encolerizaron, una vez más, a Furor Domini, quien or'
expediciones, en un ataque de ira incántenible, pedrarias
denó la prisión del adelantado, acusándolo de sedición.
ordenó enjaular a Vasco Núñez.
Decidido Pedrarias a acabar con su yerno, montó un jui-
El obispo Quevedo inte-ntó apaciguar al gobernado[
eüe cio con una sarta interminable de cargos. Balboa, por su
pronto recibiría el mote de Furor bomini. Tras mediiailo
parte, vio cómo uno de sus hombres más próximos, Andrés
más calmadamente, pedrarias decidió abrazar al enemigo
de Garabito, lo traicionaba y se unía a sus enemigos como
que no podía destruir y le ofreció su hija mayor María,
a testigo de cargo. Detrás de su felonía había una repugnan-
la sazón en España, en matrimonio a gálboa."gt e*treáo te hiitoria de faldas. Garabito se había enamorado de la
ño, conciliadoramente,- aceptó la propuesta que pretendía
hija de Careta, concubina de Balboa. Hizo lo posible por
sellar la paz entre ambos.
seducirla, pero Anayansi, lejos de ceder a sus requiebros
Pedrarias (actuaba con perfecta insinceridad, pues sa_
bía que el matrimonio [por poder] no se consumariu y sólo
anhelaba que Balboa dedióara sus energía, p."i"r". I l. Balboa tenía sobradas razones para detestar a los legulevos,
"
una.exp. edición que otro capitán _Diego dé ¡Jbitei_'man_ bachilleres y licenciados. En carta al rey le había suplicado que el
monarca mándase uque ningún bachiller en leyes ni otro ninguno, si
daríar.ro
no fuere de medecina, pase a gstas partes de la Tierra Firme... porque
ningún bachiller acá pasa que no sea diablón y tiene vida de diablo,
y nJ solamente ellos s-on malos más aún fases y tienen forma por don'
10. Francisco Morales padrón, Ilistoria del Descubrimiento y Con- mil pleitos y maldadeso. El odio de los conquistadores contra
quista de América, Madrid, 1990. áe haya
los abogados fue un fenómeno generalizado en América.
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y
¡rrgposiciones, le contó todo a Balboa, quien increpó a Ga- rribles asociaciones: la población había sido fundada por
rabito por su proceder. Pero el Adelantado era uniombre
poco rencoroso, un sanguíneo que, tras sus prontos, se ol_ Balboa. Tenía la ventaja de ser la puerta que, a través del
vidaba de las ofensas recibidas. océano Atlántico, lo conectaba con España, Pero se encon-
que podía salvarse del juicig y condena de Bal-
traba lejos delazonaque, a través de la experiencia delos
-boaPensando
y sus oficiales, Garabito le esciibió una carta a pedra- sucesivos despojos perpetrados, había demostrado ser la
más rica en oro, perlas y esclavos: la costa de la mar del Sur.
rias acusando a su yerno. Su bellaquería y sus servicios al
Pocos meses después del degüello de Balboa, Pedrarias
gobernador fueron recompensados con el perdón y con una
fundó Panamá Qtesquería, en lengua local) en la orilla del
buena carrera administrativa posterior, mientras que cua-
Pacífico y meses más tarde ordenó el traslado de la capital
!r9 -d. sus compañeros, oficiales como él de Balbba, y el de Castilla del Oro a la nueva fundación. Santa María, pese
Adelantado de la mar del Sur fueron .degollados Lu.-
neros> en enero de 1519 en la plaza mayor de Acla. "orno a los esfuerzos de algunos empecinados como Fernández
Su ca- de Oviedo por Pedrarias teniente de goberna-
beza rubia fue clavada en una pica alzadá en el mismo sitio -nombrado
dor de la población-, acabará abandonada e incendiados
de la ejecución.
sus últimos restos por los indígenas. Hoy mismo su locali'
Tenía entonces cuarenta y cuatro años y su estrella se
zación es difícil de determinar.
habia apagado definitivamente, al mismo tilmpo que la de
El gobernador y algunos empresarios privados lidera-
otro extremeño asomaba por el horizonte: la de Hernán Cor-
dos por el contador real de Santo Domingo, Gil González
tés, que en esos momentos, cientos de kilómetros al norte,
Dávila, intentan conquistar las tierras que se encuentran
en la isla de Cuba, ultimaba los preparativos para lanzarse
al poniente de Castilla del Oro; los actuales territorios de
a su conquista en tierras de aztecas. Costa Rica, Nicaragua y Honduras. Tras los primeros éxi-
El nuevo gobernador que debía reemplazar a pedrarias,
tos de González Dávila, que regresa a Panamá en 1523 con
Lope de Sosa, llegó finalmente con su aimada, cuatro me-
90 000 pesos de oro de una incursión hasta Nicaragua, Pe-
ses después de la ejecución, en mayo de 1520 a Santa María
drarias organiza su propia expedición, y que pone al frente
de La Antigua, pero murió a bordo de su nave antes de de-
a Francisco Hernández de Córdoba y que lleva como a uno
sembarcar. Isabel de Bobadilla, con poderosas influencias
de sus capitanes a Hernando de Soto, el futuro conquista-
en la corte, se encontraba en España cargada de oro y per-
dor de la Florida.
las. La Corona estaba, en esos momentos, baqueteada pbr Hernández de Córdoba funda Bruselas, Granada, León
el levantamiento de los comuneros de Castilli. Nada Á¿s y Segovia en territorio nicaragüense, mientras Gil Gonzá-
fácil que quitarse de encima el problema de la remota Cas- lez Dávila lanza, desde La Española, una expedición que re-
tilla del Oro dejando a Pedrarias en su puesto, que manten- calaría en Honduras con la intención de volver a Nicara-
drá por seis años más, después de supirar, aniablemente, gua. Era inevitable que ambas corrientes chocaran. Y así
el juicio de residencia que le hizo el teñiente de gobernador
ocurrió. Con el agravante de que, desde México, ya.,conquis-
de Lope de Sosa, Juan Rodríguez de Alarconclllo. tado por Hernán Cortés, se envió otra fuerza para disputar
Entre los cargos que se le hicieron a pedrarias durante el territorio propio-, una de las
la residencia, no hay referencias a las atrocidades cometi- -que Cortés consideraba
cuales estaba dirigida por el propio conquistador de Tenoch-
d-as-p-or sus capitanes y por él mismo contra los indios, o
titlán y de la que participó el soldado y más tarde cronista
al difundido amancebamiento por la fuerza de las indias Bernal Díaz del Castillo.
con los españoles en violación de las instrucciones reales. Las tropas enviadas por Pedrarias seguían, invariable-
Pero sí una acusación curiosa: no haber castigado a los blas_ mente, practicando el rapto y el robo a los indígenas' Ber'
femos, cargo del que, naturalmente, salió atsuelto. Mien_ nal Díaz '' ha dejado una buena descripción de estos fora-
tras se sustanciaba el proceso, pedrarias mandó hacer un jidos.
lyeyo y más generoso repartimiento de indios entre los po- nEstando Sandoval [capitán de Cortés] en el pueblo de
bladores para taparles la boca a sus potenciales acusadoies.
A Pedrarias, Santa María de La Antigua le evocaba ho-
12. Bernal Díaz del Castillo, op. cit.
146 225
147
Naco, atrayendo de paz a todos los más pueblos de aquella
comarca, vinieron ante él cuatro caciques de dos pueblos 162
que se dicen Quespan y Talchinalchapa, y dijeron que esta-
ban en sus pueblos muchos españoles, de la manera de los
que con él estábamos, con armas y caballos, y que les toma-
ban sus haciendas e hijas y mujeres, y que las echaban en
cadenas de hierro; de lo cual hubo gran enojo el Sandoval;
y preguntando que tanto sería de allí donde estaban, dije-
ron que en un día temprano llegaríamos. Y luego nos man-
dó apercibir a los que habíamos de ir con é1, lo mejor que
podíamos con nuestras armas y caballos y ballestas y esco-
petas, y fuimos con él setenta hombres. .GRANDES HILANDERAS, BUENAS HEMBRAS,
"Y llegados a los pueblos dgnde estaban [los] hallamos
muy de reposo, sin pensamiento de que les íbamos a pren-
der, y desde que nos vieron ir de aquella manera se alboro- Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano tenía trein-
taron y echaron mano a las armas, y de presto prendimos ta y cuatro años cuando, en 1519, se lanzó a la conquista
al capitán y a otros muchos de ellos sin que hubiese sangre de México. Extremeño de Medellín, hijo de familia hidalga
de una parte ni de otra. Y Sandoval les dijo con palabras de escasos recursos, sus padres previeron para él la carre'
algo desabridas si les parecía bien andar róbando a los va- ra de leyes y lo enviaron, cuando sólo tenía catorce años,
sallos de Su Majestad y que si era buena conquista y pacifi- a estudiar a la Universidad de Salamanca. No concluyó los
cación aquélla. Y unos indios e indias traían en cadenas con estudios sólo dos años-, pero la ilustre casa sal-
colleras; y se las hizo sacar de ellas y se las dio al cacique
-estuvo
mantina le dio cierta formación jurídica y humanística que
de aquel pueblo, y los demás mand( que se fuesen a su tie- lo haría destacbr por encima de muchos de sus compañe-
rra, que era cerca de allí. ros de armas poco ilustrados. Su soldado Bernal Díaz del
"Pues como aquello fue hecho, mandó al capitán que allí Castillo asegura que hablaba en latín (con letrados y hom'
venia, que se decía Pedro de Garro, que él y sus soldaglos bres latinoso, que era nalgo poeta, hacía coplas en metro
fuesen presos y se fuesen luego con nosotros al pueblo de y prosa, y en lo que platicaba lo decía muy apacible y con
Naco; lo cual caminamos con ellos. Y traían muchas indias muy buena retórica".l
de Nicaragua, y algunas hermosas, e indias naborias, que <Bullicioso, altivo, travieso, amigo de las armasu' y
tenían para su servicio, todos los más de ellos traían caba- enamoradizo, optó por unirse a los tercios españoles en lta-
llos. Y como nosotros estábamos tan trillados y deshechos lia. Pero antes de llegar a la Península, en sus vitgabundeos
de los caminos pasados y no teníamos indias que nos hicie- se detuvo en Valladolid, donde trabajó como empleado en
sen pan, sino muy pocas, eran ellos unós condes en el ser- una escribanía, experiencia que le serviría para completar
virse para según nuestra pobreza." sus conocimientos del lenguaje curialesco y del derecho. Te-
Claro que como entre bueyes no hay cornadas, Sando- nía diecinueve años en 1504, cuando consiguió embarcar
val acabó pronto de íntimo amigo del capitán Garro y de en Sevilla en una nave de la flota de Alonso Quintero, un
(ciertos hidalgos y personas de calidad, que venían con é1. comerciante que llevaba rnercancías a Santo Domingo.
Pero esto es adelantarnos demasiado en el tiempo. Ha- Hasta l5ll vive tranquilamente en La Española como
brá que retroceder algunos años y remontar el mar Caribe hacendadci, gozando de un repartimiento de indios. En ese
hasta la isla de Cuba. . año se une a Diego Yelázquez en la conquista de Cuba, don-

l. Bernal Díaz del Castillo, op. cit.


2. Francisco López de Gómara, La conquista de México, México,
1943.

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226
de sus merecimientos militares hacen que consiga tierras su prometida. El gobernador apadrinó la boda realizada
en Manicarao, indios y el cargo de tesorero de Cuba, secre- poc-o antes de que Cortés se lanzara a su aventura en el Con-
tario del gobernador Yelázquez y, más tarde, el de alcalde iinente. En los años siguientes, Cortés no demostrará un
de Baracoa. especial cariño por su esposa, consecuencia de haber juga'
De ubuena estatura y cuerpo,t y bien proporcionado y do al donjuán y de haber perdido la partida. De todos mo-
membrudo>, tenía el color de la (cara algo cenicienta y no dos, el tiempo de convivencia del matrimonio será escaso,
muy alegre y que tuviera un rostro más largo mejor pare- hasta que, al cabo de la conquista mexicana, en 1522, Cor-
ciera, y era en los ojos en el mirar algo amorosos, y por tés enviude de üna manera que despertó las sospechas de
otra parte graves. Las barbas tenía algo prietas y pocas y sus contemporáneos y le costó un proceso por supuesto uxo
ralas, y el cabello, que en aquel tiempo se usaba, de la mis- ricidio, del que salió absuelto.
ma manera que las b4rbas, y tenía el pecho alto y la espal- Entre l5l7 y l519 Hernán Cortés ve cómo las expedicio'
da de buena manera, y era cenceño lflaco] y de poca barri- nes al Continente lanzadas desde Cuba fracasan estrepito-
ga y algo estevado y las piernas y muslos bien sentadbs; samente. Francisco Hernández de Córdoba (un homónimo
y era buen jinete y diestro de todas armas, as! a pie como del conquistador de Nicaragua) y Juan de Grijalba, capita-
a caballo, y sabía muy bien menearlas y, sobre todo, cora- nes del gobernador Yelázquez, enviados al Yucatán, regre'
zón y ánimo, que es lo que hace al casoD. san con las fuerzas diezmadas, un botín escaso y noticias
fabulosas sobre lo que puede hallarse en el hinteiland si
-continúa Bernal Diaz*
uOí decir que cuando mance-
bo en la isla Española fue algo travieso sobre mujeres, y se consigue suPerar el obstáculo de las agresivas tribus cos'
que se acuchilló algunas veces con hombres esforzados y teras. Lós apenas si consiguen desembar-
diestros y siempre salió con victoria., En lo que coincide "*p"di.iotturios
car y rescatar alguna mísera cantidad de oro, obligados a
con López de Gómara en su biografía: oFue muy dado a las .ntárrur". en combates y escaramuzas con los indígenas,
mujeres y diose siempre., El extremeño, efectivamente, cul- organizados y promovidos -lo sabrían más tarde- Por un
tivó con pasión dos artes en las que destacaría: el de las misterioso español.
armas y el de las mujeres, a las que era (con demasía dado Temeroso d" q.r" la expedición de Grijalba se encontra-
y celoso en guardar [sus indias]o las suyas", dice Díaz del se en serio peligro, o que el capitán se le alzase, Yelázquez
Castillo. Prudente y reservado, Cortés jamás hará, en*sus decide enviár a Cristóbal de Olid para auxiliarlo' No satis'
escritos, referencia alguna a su debilidad por las hembras fecho con esto, el gobernador resuelve elegir a otro jefe para
ni a su otra debilidad: el juego. Ambas actividadés estaban una segunda expedición de rescate. Cortés creegue ha lle-
prohibidísimas por las ordenanzas reales en las mesnadas, gado su hora y, ion el auxilio y recomendación del secreta'
especialmente en las instrucciones que llevó a la conquista iio dr Yelázquez, Andrés de Duero, y del contador del rey,
de México, pero en la práctica ocurrió como si, por el con- Amador de Lares, consigue que Velázquez, no sin muchos
trario, hubiesen estado incentivadas y premiadas, al menos recelos, lo elija a él como capitán general.
hasta antes del gran descalabro de la Noche Triste. El caudillo extremeño tenía más de una buena razón para
En Cuba cortejó a la española Catalina Xuárez Marcai- ambicionar convertirse en jefe de una expedición que pro'
da. A último momento, intentó quitársela de encima incum- metía sustanciosas ganancias: estaba en bancarrota, carga'
pliendo las promesas de matrimonio que le había hecho. do de deudas, a pesar de que <tenía buenos indios de enco-
Diego Velázquez, que mantenía relaciones sentimentales con miendas y sacabi oro de las minas, mas todo lo gastaba en
una hermana de Catalina, se enfrentó a Cortés, lo metió pre- su persona y en atavíos de su mujer' que era recién casado,
so y lo obligó a que cumpliera su palabra y se casara con y en algunos forasteros huéspedes que se le allegaban", dice
b.rttul Díut. Como buen caballero español, hacía exhibición
de prodigalidad y largueza. Para financiar su aventura, al
3. El examen de sus huesos determinó que Cortés medía en vida pur"."., ios comerciántes le prestaron ocho mil pesos de
1,58metros, lo que para la estatura media de la época permitiría a
Díaz del Castillo hacer esta afirmación. oro en dinero y mercancías.
4. Tachado en el original. El flamante capitán general mandó pregonar su expedi'

150
l5l
227
PAI.IAMA 164

ción a fin de conseguir hombres que se unieron a ella. No


había completado sus preparativos cuando Olid y Grijalba
regresan a Cuba. Los temores de Velázquez de que podía
ser víctima de uná traición recayeron, entonces, sólo en
Cortés.
Advertido de los recelos del gobernador, el extremeño
apresuró los trámites. De Santiago de Baracoa se marchó a
Trinidad. Velázquez ya estaba convencido de que los planes
de Cortés eran insubordinarse, de modo que dio órdenes de
que lo aprisionaran en Trinidad. Pero para entonces Cortés
era un hombre demasiado fuerte y estaba en condiciones
de resistir, con'su mesnada, la oráen de detención. A eso lsla del
se unía el gran predicamento que tenía en la región. En Gallo
vez de ser apresado, Cortés recibió en Trinidad a más sol-
dados que se le unieron junto con capitanes de gran valía, ECTJADOR O9

como Alonso Hernández de Puerto Carrero, Gonzalo de San-


doval, los cinco hermanos Alvarado y el mismo Cristóbal
de Olid, que acababa de regresar de su fallida expedición
a México.
De Trinidad marcharon a La Habana, donde reclutaron
más hombres y cargaron bastimentos. Nuevas órdenes del
gobernador contra Cortés fueron igualmente ignoradas.
El 10 de febrero de 1519 la flota se dio a la vela rumbo
a la isla de Cozumel, en el extremo nororiental de la penín-
sula de Yucatán. Cuando llegaron, mandó Cortés hacer alar-
de para comprobar que llevaba 508 hombres más unos*l l0
marineros y ló caballos en las once naves. Iban a tener que
enfrentarse con una población cifrada modernamdnte en va-
rios millones de personas.
Cortés no era un forajido más metido a conquistador de
Indias, como tantos otros. Era un hombre extremadamente
inteligente, con cierta formación intelectual, hábil en el ma-
nejo de las armas; tras su arribo a México demostró ser un
diestro político, consciente de su debilidad militar, pero ade-
más, convencido de la necesidad de guardar, mient'as tue-
ra posible, ciertos principios. Pese a su innegable i'octicia,
sus ambiciones iban mucho más allá de un enriquecimien-
to rápido cazando indios y robando o rescatando oro. Con
sus miserias y sus grandezas, Cortés da la talla de conquis-
tador español, diestro en el manejo político de las situacio-
nes y también capaz de combatir sin respiro y sin esperan-
za cuando las circunstancias no le dejaban otra alternativa
menos cruenta. Sus actos de crueldad y sus demostracio-
nes de insensibilidad formaban parte de la mentalidad cas- cuzco

152
228
Eran los dos únicos sobrevivientes de un naufragio ocu-
trense de la época, avivados por la situación de inferiori-
dad numérica en que se encontró siempre.
rrido ocho años atrás: Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Gue-
rrero. Una nave al mando de Juan de Valdivia que navega'
El capitán extremeño tenía suficiente información como
para darse cuenta de que se enfrentaba a una civilización ba desde Tierra Firme a Santo Domingo fue a dar contra
los rompientes de Las Víboras junto a la isla de Jamaica,
como la de los aztecas, imperialista, altamente militariza-
en medio de una fuerte tormenta tropical. Dieciséis hom-
da y no a pueblos primitivos, atomizados y desorganizados.
bres y mujeres consiguieron salvarse en un batel de morir
Sabía que con poco más de medio millar de hombres iba
ahogados. Las corrientes marinas los lanzaron sobre las cos-
a ser incapaz de llevar a buen término su empresa si no tas de Yucatán, tras navegar durante dos semanas a la de'
conseguía aprovecharse politicamente de la situación que
riva. Siete murieron de hambre y sed antes de encallar en
se le presentaba y de la que ya había tenido suficientes prue-
las playas yucatecas.
bas: el odio que.numerosos pueblos sometidos por los azte'
Los indios mayas capturaron a todos los sobrevivientes,
cas profesaban a éstos los convertían en sus aliados poten-
incluyendo al mismo Valdivia. La mayoría fueron sacrifi'
ciales.
cados a los dioses y devorados ritualmente. Dos españolas,
Apenas pisa tierra yucateca, da pruebas de que sus mé-
cautivadas por un cacique, pasaron a integrar su serrallo.
todos de conquista no tienen nada que ver con los de los
Allí, por exceso de trabajo, mala alimentación y otras penu'
capitanes de Pedrarias. Dos barcos al mando de Pedro de rias, sucumbieron al poco tiemPo.
Alvarado se adelantaron a la flota y llegaron a Cozumel cua- Jerónimo de Aguilar, clérigo de Ecija, hombre de peque-
renta y ocho horas antes. Contraviniendo expresas instruc-
ñas letras más que de acción, se las arregló para sobrevi'
ciónes de Cortés, que les había ordenado esperar en el r¡ar, vir. Escapó de la prisión en la que esperaba seguir el desti'
Alvarado desembarcó en la isla para encontrarse con que no de sus compañeros y acabó en manos de otro jefe indio
los indios habían huido de sus aldeas. Ni corto ni perezoso, como su esclavo.t
este personaje que destacaría más por su violencia que por cierto-,
su astucia, se dedicó al saqueo de todo lo que halló de valor
Según contó él
-y no debia de ser totalmente
las numerosas muestras de insobornable castidad que dio
y cobró tres cautivos indígenas: dos hombres y una mujer.
a su amo, convencieron a éste de que era el hombre apro-
Cuando Cortés se enteró, dispuso que cargaran de gri- piado para cumplir las funciones de eunuco, como cuida-
llos al piloto que había desobedecido sus órdenes y rep-ren- dor de sus mujeres.
dió severamente a Alvarado. ol-e dijo que no se habían de Juan de Torquemadau hizo un relato sabroso de las
apaciguar las tierras de aquella manera tomando a los na- aventuras del clérigo náufrago en cautiverio, sobre cuya ve-
turales su hacienda
-narra Berr¡al Diaz-. Y luego mandó
traer a los dos indios y a la india que habíamos tomado...
rosimilitud quedan serias dudas. Aguilar comenzó ganán'
dose la buena voluntad del cacique, su señor, y debido a
Les habló [y les dijo] que fuesen a llamar a los caciques e que éste uera sabio y deseaba ocuparle en cosas mayores,
indios de aquel pueblo y que no tuviesen miedo. Y les man- viendo que vivía tan castamente, que aun los ojos no alzaba
dó devolver el oro y paramentos y todo lo demás, y por las para mirar a las mujeres, procuró tentarle muchas veces,
gallinas que se habían comido [los españoles] les mandó dar y en especial le envió de noche a pescar a la mar, dándole
cuentas y cascabeles y dio a cada indio una camisa de Cas- por compañera una india muy hermosa, de edad de catorce
tilla.' Al día siguiente apareció el cacique con su gente (y ó quince años, la cual había sido instruida por el cacique
mandó Cortés que no se le hiciese enojo ninguno". Como
hábil capitán sabía que era muy peligroso avanzar dejando
enemigos a sus espaldas. 5. En Ecija, cuando la madre de Aguilar se enteró de la ventura
de la expedición y creyó que la suerte de su hijo había sido la de ser
Por los indios se enteraron de que a dos días de marcha comido por los indígenas, se volvió rigurosamente vegetariana. l-'Io to'
de allí había españoles. Cortés mandó llamarlos entregán- leraba vlr carne asáda porque la asociaba con Jerónimo. uVed- aquí
dole a los indios mensajeros una carta y gran cantidad de la madre más desdichadá de todas las mujereg; ved trozos de mi hijoo,
cuentas para pagar el rescate de uno de ellos que había sido decia, segrln cuenta Pedro Mártir de Anghiera (op. cit.\.
sometido a esclavitud por un jefe aborigen. 6. Juan de Torquemada, Monarquía indiana, México, 1975'1976.
155
154
229
para.que provocase a Aguilar. Le dio hamaca en que ambos Conquista contrajo matrimonio y, según Bernal Díaz del Cas-
durmiesen llegados a la costa, esperando tiempo para ir a tillo, murió en México de sífilis, üna enfermedad que no sue-
pescar (que había de ser antes de que amaneciese). Colgan- le contagiarse leyendo el devocionario. No sin antes depo-
do la hamaca de dos árboles, la india se echó en ella y lla- ner en contra de su salvador en el juicio de residencia que
mó a Aguilar para que durmiesen juntos. El fue ta4 templa- se le sustanció a Cortés.
do que, haciendo lumbre cerca del agua, durmió sobre la El otro náufrago sobreviviente protagonizó una aventu'
arena. La india unas veces Ie llamaba, otras le decía que ra de características totalmente opuestas. Gonzalo Guerre'
no era hombre porque quería más estar al frío que abriga- ro, andaluz de Palos de la Frontera, marinero de pocas le-
do allí con ella. Aunque estuvo vacilando varias veces, al tras pero de numerosos recursos y escasos pruritos morales,
final se decidió a vencerse y cumplir lo que a Dios tenía se adaptó al medio mimetizándose con los naturales, fue
prometido, que era de no llegar a mujer infiel, para que lo aceptado por los indígenas y escaló posiciones dentro de
librase del cautiverio en que estaba: caso grave y digno de la sociedad maya hasta convertirse en capitán de guerra.
gran consideración, donde fue necesaria la gracia de Dios, No cabe duda de que le tomó gusto a la vida salvaje, como
para no pecar por sólo su amor. Porque, como dice el Espí- le ocurriría a lo largo de la Conquista a varios españoles
ritu Santo por boca del Eclesiastés: es el corazón de Ia mu- aindiados.
jer una ancha y extendida red y un lazo de los cazadores Guerrero asumió por completo su nueva identidad y no
donde caen gentes de todo género, así chicos como gran- dudó en poner sus conocimientos del arte de la guerra y
des. Pero Aguilar... atendió más a su voto que a los ruegos de sus paisanos para organizar las acciones bélicas en las
y persuasiones de la india desvergonzada, advirtiendo (como que murieron decenas de españoles de las expediciones de
dice el Espíritu Santo) que el que así es engañado y vencido Hernández de Córdoba y de Grijalba cuando intentaban de-
de una mujer, es como el buey o novillo que es llevado a sembarcar en las costas de Yucatán.
la carnicería para ser muerto, o como el pájaro que viendo El onubense no tenía intenciones de regresar con los cris-
el grano de trigo, puesto en el lazo, se abalanza a él con tianos, y rechazó la invitación que le hizo Aguilar en nom-
la codicia de comerlo, no advirtiendo que le cogen la gar- bre de Cortés. López de Gómara afirma que esto se debió
ganta en el hilo y que con él lo ahogan". a que sentía vergüenza (por tener horadadas las narices,
La historia tiene todo el tono de las narraciones mora- picadas las orejas, pintado el rostro y manos a fuer de aque-
les a las que eran tan afectos algunos cronistas de la éfoca, lla tierra y gente>. Pero Bernal Diaz del Casrillo pone en
pero coincide en lo sustáncial con los relatos que hizo el boca de Guerrero otras explicaciones más consistentes que
clérigo una vez que fue liberado. le dio al clérigo que venía a rescatarlo: (Hermano Aguilar:
En realidad, Aguildr no debe de haber sido el santo y yo soy casado y tengo tres hijos y tiénenme por cacique y
casto varón que intentó parecer delante de sus rescatado- capitán cuando hay guerras: idos vos con Dios.D Y añadió:
res. En la crónica maya de Chac-Xulub-Chent se afirma oYa veis mis hijitos cuán bonicos son.) La mujer del caci-
que el clérigo, en tierra de indios, fue yerno de Ah Naum que Gonzalo no dudó en echar a Aguilar con cajas de'stem-
Ah Pot, dos años antes de su liberación. De modo que muy pladas. "Mira con qué viene este esclavo a llamar a mi ma-
probablemente el mestizaje en el actual territorio de Méxi. rido: idos vos y no curéis con más pláticas", cuenta Díaz
co fue iniciado por el clérigo y algunas indias. En todo caso, del Castillo que le dijo la india.
su cacareada castidad no duró demasiado tiempo: tras la Para Guerrero la elección no debe de haber sido difícil.
Además de la mala conciencia que tendría por haber con-
7. oY el año en que vinieron los señores extranjeros aquí, a la tribuido a matar a los suyos, su destino en las filas españo-
tierra de los cupules, fue en l5ll años., uEn este tiempo no habia las, como soldado de Cortés, con aspecto de indio que des-
sido visto ninguno de los señores extranjeros hasta que fue aprehen- pertaría la burla y la discriminación de sus paisanos, con
dido Jerónimo de Aguilar por los de Cozumel..." <... nuestra tierra fue mujer aborigen e hijos mestizós, ocupando un lugar en el
descubierta... por Jerónimo de Aguilar, quien... tuvo por suegro a Ah
Naum Ah Pot en Cozumel, en 1517 años", Crónica de Chac-Xulub-Chen, más bajo escalafón social, sería infinitamente menos hala-
en Crónicas de la conquista de México, México, 1939. güeño que el de permanecer como cacique o capitán de gue-

t5ó t57
230
rra entre los indios. Es altamente probable, además, que Melchorejo es la cara opuesta de Guerrero: capturado
el onubense aindiado tuviera no una, como discretamente en Cozumel por la expedición de Juan de Grijalba, fue lle'
dicen las crónicas, sino varias mujeres, según la costumbre vado a Cuba, donde recibió el bautismo y aprendió a ha-
de los caciques yucatecas. blar castellano y a vestir ropas europeas. Incorporado a la
Con gran sentido común, Guerrero no quiso cambiar su tropa de Cortés, Melchorejo aprovechó la primera oportu-
suerte y así desaparece de la historia contada por los blan- nidad que tuvo en Tabasco para quitarse las prendas de ves-
cos, no sin antes despertar en Fernández de Oviedo obvios tir y volver con los suyos en una canoa. Su experiencia con
juicios condenatorios: uBien es de creer que los taless no los españoles, al parecer, sólo había exacerbado su odio con-
podían ser sino de vil casta y viles heréticos." tra ellos. A los tabasqueños les recomendó que dieran gue-
El marinero de Palos no debe de haber vivido mal en rra a los cristianos de día y de noche, y aquéllos así lo
tierra yucateca. López de Gómara califica a las mujeres de hicieron, pese a lo cual fueron derrotados. Melchorejo aca-
esa región de obuenas hembrasu, amén de (grandes hilan- baría muerto por los mismos indios cuanto éstos, incapa'
deraso. El obispo Diego de Landa'se deshace en pondera- ces de batir a los extranjeros, se vengaron de él por el mal
ciones de las indias, que, a diferencia de las españolas, se consejo recibido.
bañaban con agua fría y caliente con sorprendente frecuen-
cia para el religioso español, "y no lo hacían con sobrada
honestidad porque acaecía desnudarse en cueros en el pozo
donde iban por agua para ello", dice Landa.
Porque las indias de Yucatán usaban vestidos: las de
Campeche y Bacalar llevaban los pechos cubiertos con una
manta que se los sostenía por debajo de las axilas; las otras
con sólo una falda abierta a los costados. Coquetas, cuida-
ban su aspecto físico peinándose los cabellos y adornando
la piel con pinturas olorosas. No miraban a los hombres
a la cara, ni les sonreían, a menos que quisieran provocar-
los para uhacer cualquiera fealdadr, comenta Landa, es de-
cir, paia tener relaciones sexuales con ellos. uSon avisbdas
y corteses y conversables, con quien uno se entiende y á
maravilla bien partidas. Tienen pocos secretos y son tan lim-
pias en sus personas y en sus cosas, por cuanto se lavan
como armiños.oto
Esto debe de haberlo sabido bien Aguilar por experien-
cia. Con su incorporación, Cortés gana un elemento valio-
sísimo para su hueste: un intérprete que le permitiría co-
municarse con los pueblos de la región. Aporte de que,
ciertamente, compensa con él la pérdida que sufre, en su
siguiente escala después de Cozumel, en Tabasco, cuando
uno de sus lenguas indígenas, Melchorejo, huye e incita a
los tabasqueños a atacar a los cristianos.

8. Oviedo cree que son seis los tránsfugas y por eso se refiere
a ellos en plural. Op. cit.
9. Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán..., Madrid,
1985.
10. Ibidem.
158 159
231
168
cfan los celos. Constituían seres cosificados, objetos de in-
tercambio entre machos dominantes, apreciadas por sus vir-
tudes, que se retenían con claro sentido de la propiedad pri-
vada, pero que, como tales, eran también pasibles de ser
obsequiadas o vendidas y podían, así, pasar de mano en
mano. Un destino que ellas
-en elcon
ñol- aceptaban, por lo general,
mundo indígena o espa-
resignación y hasta,
acaso, con indiferencia. Su lugar en la sociedad, en el mun-
do, dependía siempre del hombre o esposo- al cual
pertenecían. -padre
La lealtad de las mujeres americanas, su sentido de per-
LA SIN PAR MARINA tenencia e identidad, estaban orientados al pequeño universo
del hogar, de las relaciones personales y no al de la comu-
nidad, etnia o cultura en la que habían sido criadas. De allí
Cortés sedujo a los caciques de Tabasco después de vencer que las indias integradas en el mundo de los españoles no
su obstinada resistencia. Les hizo regalos y ellos le retribu- dudasen en traicionar a sus parientes y paisanos para pro-
yeron con otros: mantas, figuras de oro y veinte mujeres teger a los extranjeros que se habían convertido en sus amos
entre las que se encontraba la célebre Malinche o Marina. al mismo tiempo que en sus hombres y padres de su des-
Siguiendo la inveterada costumbre eipañola, las veinte mu- cendencia mestiza.
jeres fueron bautizadas inmediatamente, lo que las conver- Marina cumplió tan a la perfección este papel que toda-
tía en hembras de cama aceptables.r vía hoy su nombre indio, Malinche,2 y su derivado, el ma-
Las conversas primeras cristianas que hubo en linchismo, se emplean en México para señalar peyorativa-
la Nueva España", -(las
como dice Bernal Díaz- fueron reparti- mente la tendencia a vender el alma a los extranjeros.
das por Cortés entre sus capitanes. Marina, (como era de Marina, claro está, no era una india cualquiera. "la doña
buen parecer y entremetida y desenvuelta, [se la] dio a Alon- Marina, tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre
so Hernández Puerto Carrero..., muy buen caballero, pri- los indios en toda Nueva Españao, afirma Bernal Díaz. El
mo del conde de Medellín y desde que fue a Castilla el Püerto soldado-cronista, que la conoció a lo largo de varios años,
Carrero, estuvo la doña Marina con Cortés y hubo allí un ho oculta la admiración y respeto que sentía por ella (le pone
hijo que se dijo don Martín Cortés,. Tendría entonces unos el doña por delante cada vez que la menciona), al punto de
quince años. Posteriormente, Marina pasaría a manos de que le dedica un capítulo entero de su obra.
un tercer capitán.
Coino se ve, no era el amor lo que unía a los conquista-
oDesde su niñez
-dice- fue gran señora y cacica de pue-.
blos y vasallos. Y es de esta manera: que su padre y madre
dores con las indias, y, no habiendo amor, tampoco apare- eran señores y caciques de..un pueblo que se dice Paynala,
y tenía otros pueblos sujetos a él a ocho leguas de la villa
de Guazacualco. Murió su padre, quedando ella muy niña,
l. l-opez de Gómara, biógrafo oficial de Cortés, se siente obliga- y la rnadre se casó con otro cacique mancebo y.tuvieron
do a justificar la donación de indias insistiendo en que se trataba de
simples servidoras para moler el maíz y cocinarles, ocon las cuales un hijo y, según pareció, queríanlo bien al hijo que habían
[los indios] pensaban hacerles gran servicio, como los veían sin muje- tenido. Acordaron entre el padre y la madre de darle el ca-
res, y porque cada día es menester moler y cocer el pan de maí2, en cicazgo después de sus días y, porque en ello no hubiese
que se ocupaban mucho tiempo las mujeres". Lo que, naturalmente,
no explica por qué Cortés las adjudicó a cada uno de sus capitanes estorbo, dieron de noche a la niña doña Marina a unos in-
y no a la intendencia de la hueste, ni córno nacieron de ellas tantos dios de Xicalango, para que no fuera vista y dijeron que
mestizos. Por otra parte, la hueste cortesiana tenía expresamente pro.
hibido, por el gobernador Velázquez, tener (acceso ni coito carnal óon
ninguna mujer, fuera de nuestra ley,. Bautizando a las indias las me- 2. Por confusión o por contagio Cortés era llamado también Ma-
tían dentro de su ley. linche por los indios.

160 lól
232
se había muerto. En aquella sazón murió una hija de una Jaramillo. Que aunque la hicieran cacica de todas cuantas
india esclava suya y publicaron que era la heredera. De ma- provincias había en la Nueva España, no lo sería. Que en
nera que los de Xicalango la dieron a los de Tabasco y los más tenía servir a su marido y a Cortés que cuanto en el
de Tabasco a Cortés., mundo hay.,'
En los momentos más difíciles de la conquista de Méxi- Poco tiempo antes, después de que Marina pariera a Mar-
co, la señora india estuvo a la altura de las circunstancias. tín Cortés, el capitán general, durante la campaña de las
Cuando Ia hueste cortesiana se encontraba al borde de sus Hibueras, se la dio a Jaramillo, un gesto que Marina encajó
fuerzas, convencida de que acabaría sucumbiendo a los rei- resignada, disciplinadamente, como lo había hecho siempre.
terados ataques de los tlaxcaltecas, Marina no desmayaba. Con él tuvo una hija, María, que nació en 152ó en el barco
"Digamos cómo Marina, con ser mujer de la tierra -dice en el que regresaban a México de las Hibueras.
Bernal Diaz-, qué esfuerzo tan varonil tenía, que con oír Al año siguiente Marina murió en su casa de la calle de
cada día que nos habían de matar y comer nuestras carnes Medinas, en la capital mexicana, cuando tendría menos de
con ají, y habernos vistos cercados en las batallas pasadas, veinticinco años de edad. Era, por entonces, señora de los
y que ahora estábamos todos heridos y dolientes, jamás vi- pueblos de Oiutla y Jáltiplan, cérca de Coatzalcos, merced
mos flaqueza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mu- recibida, junto a su marido, por sus numerosos méritos de
jer., Y era, entonces, sólo una adolescente. guerra,
Marina daría más muestras de su estatura moral años Sin Marina, Cortés no hubiese podido entenderse con los
más tarde, cuando el azar de la Conquista la condujo de aztecas o con sus principales aliados, los tlaxcaltecas. Ella
vuelta a su pueblo natal y se encontró con su madre, su y Jerónimo de Aguilar constituyeron un tándem insepara-
medio hermano y su padrastro, mientras ella estaba en una ble, al menos hasta que Marina aprendió castellano. La Ma-
posición de poder. Bernal Díaz fue testigo del reencuentro linche hablaba la lengua maya de Tabasco y el náhuatl de
en 1523, después de conquistado México. los aztecas, idioma que Aguilar desconocía. De modo que,
Cristóbal de Olid se había alzado contra Cortés en las al principio, Marina traducía el náhuatl a la lengua de Ta-
Hibueras, es decir, en el actual territorio de Honduras. Cor- basco que Aguilar entendía y éste lo vertía al castellano.
tés decidió marchar hacia allí con sus hombres, entre los "Doña Marina en todas las guerras de la Nueva España
que iba Bernal Diaz del Castillo. La hueste llegó a.l4 villa y Tlaxcala y México fue una excelente mujer y de buena
de Guazacualco y un Cortés triunfante y poderoso'mandó lengua... a esta causa la traía siempre Cortés consigo.o
convocar a todos los caciques de los alrededoréb para pre- uFue gran principig para nuestra conquista, y así se nos
dicarles la doctrina cristiana. <Y entonces vino la madre hacían todas las cosas, Ioado sea Dios, prósperamenteD, aco
de doña Marina y su hermano de madre,Lázaro, con.otros ta Bernal Díaz del Castillo. En casi todas las representacio-
caciques. Días hacía que me había dicho la doña Marina nes de la Conquista héchas por los indios, Cortés aparece
que era de aquella provincia y señora de vasallos, y bien siempre junto a Marina. Aunque una vez acabada la campa-
lo sabía el capitán Cortés y Aguilar, la lengua. Por manera ña de México, don Hernán, alegremente, se la quitara de
que vino la madre y su hijo y el hermano, y se conecieron encima para siempre.
que claramente era su hija, porque se le parecía mucho. Tu-
vieron miedo de ella que creyeron que los enviaba buscar 3. Díaz del Castillo se da cuenta de que hay demasiadas coinci-
para matarlos y lloraban. Y así como los vio llorar la doña dencias entre esta historia y la de José en el Antiguo Testamento, de
modo que añade: uY todo esto digo yo sólo muy certificadamente y
Marina, los consoló y dijo que no tuviesen miedo, que cuan- esto me parece que quiere remedar lo que le acaeció con sus herma-
do la traspúsieron con los de Xicalango que no sabían lo nos en Egipto a:Iosé, que vinieron a su poder con lo del trigo. Esto
que hacían y se lo perdónaba, y les dio muchas joyas de es lo que pasó y no la relación que dieron al Gómara y también dice
oro y ropa, y que se volviesen a su pueblo. Y que Dios le otras cosas que dejo por alto.o
había hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos aho-
ra y ser cristiana y tener un hijo de su amo y señor Cortés
y ser casada con un caballero como era su marido, Juan
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245
Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani"
Tercera serie, núm. 6, 2do. semestre de 1992

UNIDAD 1. HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA 1 - 2ºA y B


Prof. Mirta Sabattier

PARADIGMAS DE LA CONQUISTA: HISTORIA,


HISTORIOGRAFÍA Y POLÍTICA*

STEVE J. STERN**

EL DILEMA DE 1492

EL AÑO 1492 evoca un simbolismo poderoso.1 Es claro que el simbolismo es particu­


larmente poderoso para aquellos pueblos cuya memoria histórica los vincula directa­
mente con las fuerzas desatadas en 1492. Para los americanos indígenas, los latinoa­
mericanos, las minorías de ascendencia hispánica o latina y los españoles y portugueses
esta vinculación es muy fuerte. El año 1492 simboliza un viraje decisorio del destino
histórico: para los amerindios significa el desgraciado cambio de una historia indepen­
diente por una historia de colonización; para los ibéricos, la violenta embestida de un
capítulo de su historia que les granjeó la controvertida reputación de imperialistas; para
los latinoamericanos y la diáspora latina, el doloroso nacimiento de diferentes culturas
a partir de enfrentamientos de poder entre europeos ibéricos, americanos indígenas,
africanos y el amplio espectro de los descendientes que mantuvieron o entremezclaron
los principales grupos raciales.
Sin embargo, el alcance de este simbolismo va más allá de las Américas y los
descendientes de quienes fueron más directamente afectados. La llegada de Colón a
América simboliza una reconfiguración histórica de dimensión mundial. La fusión de
las historias de los nativos americanos y de los europeos en una sola historia marcó el
comienzo del fin de estadios aislados del drama humano. Los parámetros continentales

• Este trabajo ha sido preparado para su publicación conjunta en un número especial del Joumal of Latin
American Studies compilado por Tulio Halperin Donghi. Traducción de María Aorencia Ferre.
O
Departamento de Historia, Universidad de Wisconsin, Madison.
I
Este ensayo constituye una reflexión abierta acerca del significado de la conquista en la historia y la
historiografía latinoamericanas, y está dirigido a un público familiarizado con los lineamientos básicos de la
historia de la conquista. Por este motivo y porque debo restringirme en el espacio, las citas bibliográficas serán
impiadosamente recortadas. El propósito es ejemplificar, ilustrar y guiar a los lectores interesados hacia
trabajos que se explayan en el material bibliográfico que en este ensayo se ofrece sólo en las notas al pie.

246
y subcontinentales de la lucha y las acciones humanas, de los logros y fracasos, se
extendieron a un escenario de poder y confirmación mundial. La expansión revolucionó
la geografía cultural y ecológica Después de 1492 la etnografía del otro humanoide
revistió mayor importancia y las migraciones de microbios, plantas y animales, así como
los inventos culturales transformaron la historia de las enfermedades, del consumo de
alimentos, del uso de la tierra y las técnicas de producción.2
Asimismo, el año 1492 simboliza los albores de un ascenso mundial sin parangón
de la civilización europea. Antes de 1492, la riqueza y los sistemas de intercambio de
la civilización europea, sus inventos científicos y técnicos, su poder y su influencia
cultural, no alcanzaban a eclipsar a los de las civilizaciones que habían desarrollado sus
propias "edades de oro" en Asia, África, el Medio Oriente y las Américas. La civi­
lización y el poder humanos tenían dimensiones continentales o subcontinentales, la
vida en alta mar se desarrollaba en estrecha relación con las masas de tierra, Occidente
no era necesariamente superior o dominante. Después de 1492, la civilización europea
comenzó su escalada hacia un dominio único desde el punto de vista intercontinental e
incluso mundial y emprendió la transición hacia el capitalismo, cuyas transformaciones
y vínculos económicos cruzaron varios océanos y continentes. Por último, dentro de la
propia Europa la geografía histórica .Y las premisas culturales de la civilización
occidental sufrieron un brusco cambio. Antes de 1492 la civilización occidental
apuntaba hacia el sur y el este: Occidente se desarrollaba en el marco de las encrucijadas
y contiendas del Viejo Mundo. El norte de África, el Medio Oriente y el sur de Europa
definían un gran arco de civilizaciones y lenguas en pugna, de imperios y religiones que
rodeaban al mar Mediterráneo y presionaban hacia el Este en dirección a Asia. Después
de 1492, el centro de gravedad cambió su eje por el Atlántico norte. Los centros de poder
económico, político y cultural de Occidente se trasladaron hacia el oeste y el norte de
Europa, y eventualmente a través del Atlántico norte hacia Estados Unidos. Las
premisas culturales también rompieron con el pasado. Occidente construyó culturas
protonacionales no a partir del reflujo de la heterogeneidad mediterránea, sino por la
voluntad de redimir culturas y religiones más excluyentes del resto. En España, el año
1492 marcó no sólo la expansión hacia América sino también la expulsión de musul­
manes y judíos al mismo tiempo que los reinos de Castilla y Aragón se unificaban en

2 Para una buena introducción a temas biológicos y ecológicos véase A. W. Crosby,jr., The Columbian

Exchange: Biological and Cultural Consequences of 1492, Westport, Connecticut, 1972; Ecological
lmperialism: The Biological Expansion o/Europe, 900-1900, Nueva Y orle, 1986. En relación con la etnografía
del "otro" y más temas vinculados con éste, véase A. Pagdeo, The Fall of Natural Man: TheAmerican Indian
and the Origins of Comparative Ethnology, Nueva York, 1982; M. T. Hodgen, Early Anthropology in the
Sixteentb and Seventeerah Centuries, Filadelfia, 1964; el libro en preparación de R. Bartra acerca de las
imágenes europeas de los "otros" y los "salvajes" antes de 1492; y Representations 33, 1991, número especial
sobre "El Nuevo Mundo". Para una lústoria intelectual más abarcadora que se centra en el problema del
surgimiento y evolución de un "patriotismo criollo" en Hispanoamérica, que sugiere el impacto en el largo
plazo de los debates del mundo lúspano en el siglo XVI, véase D. A. Brading, The First América: The Spanish
Monarchy, Creo/e Patriots, and the liberal State, 1492-1867, Nueva York, 1991.

247
un Estado más poderoso. Los símbolos de salvación excluyente, unificación política y
expansión imperial se condensan en uno.3
Naturalmente, el arribo de Cristóbal Colón y sus compañeros en octubre de 1492 no
constituyó en sí mismo la "causa" decisiva o conducente de esta vasta reconfiguración
de la historia mundial. Las causas históricas fundamentales precedieron y siguieron al
año 1492; las transiciones claves fueron múltiples y sus relaciones a menudo ambiguas
e inconsistentes; los principales sucesos no fueron en absoluto predestinados o inexo­
rablemente determinados en 1492. La creación de la temprana era moderna de la historia
mundial descansa en algo más que la suerte o la audacia de un único marinero que creyó
encontrar tierras y pueblos asiáticos en el Caribe.4 Al aproximarse aniversarios histó­
ricos tales como el quinto centenario, se aviva el interés en el viaje y en Colón. Pero este
interés no se desprende tanto de la convicción de que Colón haya constituido una fuerza
histórica superior por sí mismo sino del simbolismo: de la noción de que a conciencia

3 Es necesario hacer dos aclaraciones: en primer lugar, no está en discusión en este ensayo la aceptación

o el rechazo de las corrientes académicas contemporáneas que promueven una aproximación más centrada
en África de la civilización humana, incluida la civilización occidental. Es posible aceptar o rechazar, por
ejemplo, el desafío de M. Bernal y su significativa interpretación acerca de la influencia cultural africana en
el mundo de la antigua Grecia, y el consiguiente velo tendido sobre esa influencia por parte de los escritores
europeos. Véase M. Bemal, Black Athena: The Afroasiatic Roots o/ Classical Civilizatíon, 2 vols, a la fecha,
New Bruoswick, 1987, 1991. Pero incluso hechos menos controvertidos ofrecen una visión de las civiliza­
ciones e imperios europeos anteriores a 1492 que reconocen, al menos en parte, un contexto heterogéneo en
el Viejo Mundo: encrucijadas, vinculaciones, influencias y contiendas que involucran los continentes y las
culturas de Asia, África, el Medio Oriente y Europa. Véase por ejemplo, W. H. McNeill, A World History,
3ra. ed., Nueva York, 1979, segunda parte. La interpretación global de McNeill subraya el equilibrium, la
autononúa, y las influencias externas limitadas ­esto es, voluntarias o superficiales­ entre varios centros
de la civilización del Viejo Mundo durante los 2 000 años anteriores al año 1500. Pero el contexto
interpretativo de la tesis y su narrativa admiten un contacto cultural sustancial, contiendas y movimientos
expansivos de varias civilizaciones e imperios dentro del ámbito del Viejo Mundo. Para una brillante
evocación de la España del siglo XV como una sociedad cuyo drama principal no era la proximidad del viaje
de Colón sino la desgarradora transformación de un mundo cultural y religiosamente heterogéneo en una
sociedad fundada sobre la purificación excluyente por y para los constructores de un Estado más poderoso,
véase H. Aridjis, 1492, The Life and Times o/ Juan Cabezón o/Castile, Nueva York, 1991.
En segundo lugar, el movimiento en el largo plazo hacia un eje en el Atlántico norte y hacia una influencia
centrada más hacia el norte y el oeste de Europa no borró de un plumazo la atracción ejercida por el
Mediterráneo. El impacto inicial de 1492 fue cambiar la influencia hacia el oeste dentro del entorno medi­
terráneo, y preparar la escena para el eventual surgimiento de los poderes atlánticos. Esto es más que evidente
en la obra maestra de F. Braudel, The Mediterranean and the Mediterranean World in the Age o{ Philip 11, 2
vols., Nueva York, 1972­1973 (Hay versión española: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época
de Felipe 1/, trad. de M. Monteforte Toledo, W. Roces y V. Simón, 2 vols., México, Fondo de Cultura
Económica, 1987).
4 Aun si hacemos a un lado el punto de vista americano indígena según el cual es ingenuo e incluso

pernicioso argumentar que América fue "descubierta" en 1492, el concepto de "descubrimiento" continúa
siendo problemático aun en un contexto centrado en Europa. En el marco de la historia intelectual centrada
en Europa, hace ya tiempo que E. O'Gorman argumentó que América fue más una "invención" que un
"descubrimiento".VéaseE. O' Gorman.La idea del descubrimientodeAmérica; México, 1951;cf. The invention
o/ America, Bloomington, 1961.

248
o no, Colón fue el agente iniciador de una vasta transformación histórica. Colón inició
el reclamo español de las riquezas del reino soberano y de las misiones en América. Tal
reclamo dio lugar a una escalada de rivalidad imperial en Europa y al desastre en
América; a la unificación de las historias continentales en una historia mundial, a la
construcción del poder y la prosperidad sobre las bases de la dominación racial y la
violencia, a la expansión mundial y al ascenso de Occidente y el capitalismo. El viaje
de Colón ­o más precisamente, la fecha­ se erige como un símbolo crucial de los
albores de la historia mundial moderna.
Es la magnitud de las consecuencia'>que tuvieron lugar a partir de la colisión de las
historias europea e indígena americana y no el propio Colón, lo que explica el dispendio
de atención y corunemoración, de reclamo y debate, de reflexión y estímulo comercial
que ha acompañado el quinto centenario de 1492. La magnitud de las consecuencias
exige un iriterés auténtico. En realidad, nos obliga a considerar el problema del
significado: a descubrir, definir y apropiarnos de lo que el año 1492 significa para la
historia del hombre.'
Inevitablemente, el proceso genera debate. En el mundo de fines del siglo xx el
debate ha sido sin duda acalorado. En las Américas en particular, las divisiones étnicas
y raciales hacen difícil definir un lenguaje común de apropiación. Para los americanos
indígenas, muchos latinoamericanos y simpatizantes de los movimientos indigenistas,
el evento invita a la denuncia de cinco siglos de explotación y etnocidio, a la con­
memoración de cinco siglos de resistencia y sobrevivencia a enemigos poderosos. Sin
embargo, la crítica étnica puede aparecer en varias direcciones a la vez. Para muchos
latinoamericanos y para minorías hispanas o latinas, el lenguaje de denuncia, justificado
desde una perspectiva indígena, se extiende también a una "leyenda negra" de caricatura
y prejuicio antihispánico encabezada por los descendientes ingleses, herederos de una
historia racial igualmente sórdida. El aniversario aviva cierto deseo de equilibrar la
versión, de trascender el lenguaje de la culpa a través de una definición de posiciones

5 Una guía útil aunque un tanto débil de las actividades vinculadas con el quinto centenario es el boletín

publicado por la Organización de Estados Americanos (OEA), Quimo centenario del descubrimiento ... , 1987.
Su objetivo principal es la información de tipo institucional y acerca de las conmemoraciones. La magnitud
de las consecuencias del quinto centenario llevó al National Council for the Social Studies a publicar una
declaración cuidadosamente elaborada entre cuyos signatarios se incluyen la American Anthropological
Association y la American Historical Association. Véase American Historical Association, Perspectives,
vol.29, núm.8, noviembre de 1991, pp. 20­21. En Estados Unidos, tanto en revistas de divulgación masiva
como en las llamadas "culturales" (ejemplo de unas y otras son Newsweek o la New York Review of Books
respectivamente), es evidente que se ha despertado el interés y el debate, las repuestas defensoras de los
nativos americanos, y una proliferación de libros de variadas calidades. Como ejemplo de trabajo y respuestas
por parte de latinoamericanos y nativos americanos, véase J. Contreras (comp.), La cara india, la cruz del 92:
Identidad étnicay movimientosindios, Madrid, 1988;l. Perales (comp.), 1492-1992, Quinientos años después
América viva, Madrid, 1989; A. Jaimes (comp.), Fantasies of the Master Race: literature, Cinema and the
Colonization of American lndians, Monroe, Maine, 1992; cf. "lnventing America, 1492­1992", en: North
American Congress on Latin America, Report, vol. 24, núm. 5, febrero de 1991.

10

249
más positiva. Estas últimas abarcan un espectro que va desde la conmemoración de la
expansión del cristianismo y la cultura occidental, hasta la celebración de los defensores
hispánicos de los indígenas, y aun una confrontación positiva entre los valores y las
políticas sociales entre latinos ibéricos y anglosajones. Entre los contrastes más
comunes están los que atañen a la espinosa cuestión de la raza misma: el universalismo
y la versatilidad ibéricos, evidente en la construcción de sociedades multirraciales que
a todos incorporabandentro de la Iglesia, y las categoríasraciales intermediasabiertamente
reconocidas, no van a la zaga de la intolerancia y la rigidez anglosajonas, manifiesta en
el síndrome exclusivista "la casa en la colina" que confinó a los indígenas a la guerra
y al genocidio en las llamadas fronteras, y que sujetó la descendencia mixta a un
pensamiento racial bipolar y a la discriminación.6 Esta enumeración de cacofónicas
voces en discordia dista de ser exhaustiva. En la vida intelectual y educativa de Estados
Unidos también entró al ruedo el delicado debate acerca del multiculturalismo y el
political correctness. 7 Un cuarto de siglo de turbulencia y renovación intelectual
alimentó el deseo de considerar al año 1492 desde una perspectiva cultural plural que
critica la asociación de la expansión occidental con el progreso humano. No obstante,
la contramarcha conservadora también se ha dejado ver, y con ella las denuncias que
acusan a las sensibilidades políticas y al multiculturalismo como fuerzas que degradan
la vida académica y la investigación intelectual. En América Latina, la contramarcha
conservadora toma la forma de la hispanofilia: la convicción desembozada de que

6 Los autores más influyentesen relación con la cuestión racial en Latinoamérica,y en particular en Brasil,

y quienes han aportado las aproximaciones comparativamente más flexibles e inclusivas fueron G. Freyre,
Casa-grande e senzala, 4ta. ed., 2 vols., Río de Janeiro, 1943 (versión en español: Casa grande y senzala,
Caracas, Biblioteca Ayacucho; y F. Tannenbaum,S/aveand Citizen: The Negro in theAmericas, Nueva York,
1946 (versión en español:Negroenlas Américas, esclavo y ciudadano, Buenos Aires, Paid&i); cf, el contraste
de las civilizaciones católica y protestante que surge de R. Morse, "The Heritage of Latin America", en: L.
Hartzetal., The Founding of New Societies, Nueva York, 1964, pp.123­177. El punto de vista que surge de
las interpretaciones de Freyre y Tannenbaum en relación con la concepción ibérica de la raza, fue sometido
a una punzante crítica desde los años sesenta, en particular desde el ámbito académico, pero ambos
investigadores son aún importantes en la cultura popular; para el caso de Brasil, véase P.M. Fontaine (comp.),
Race, Class, and Power in Brazil, Los Angeles, 1985; para una perspectiva histórica, ~éase el ensayo de
Skidmore en la compilación de Fontaine, y E. Viotti da Costa, The Brazilian Empire: Myths and Histories,
Chicago, 1985, capítulo 9.
Para un breve ejemplo de las direcciones que puede adoptar la crítica étnica.y de cómo puede avivarse
el deseo de "rectificar las fuentes", véase el artículo del New York Times sobre críticas revisionistas acerca
de Colón: "Toe lnvasion of the Niña, The Pinta and the Santa María", 2 de junio de 1991; y la carta que este
artículo provocó en respuesta por parte de T. de Balmaseda Milarn, New York Times, 4 de julio de 1991.
Balmaseda Milam manifestó que aunque (¿porque?) había leído el libro de Kirkpatrick (The Conquest of
Paradise: ChristopherColumbus and the ColumbianLegacy, Nueva Yocle, 1990),pensaba que los revisionistas
habían difamado injustamente a España.
7 Se ha denominado political correctness (o politically correcto political correct) a la actualcomente

académica en Estados Unidos que brega por la igualdad de derechos y la no segregación de las minaias y por
una apreciación de la historia y los sucesos históricos que contemple esta perspectiva. [Nota de la editora.]

11

250
España trajo el progreso a la América indígena y de que el mejor futuro para los
indígenas es unirse al camino de la "modernización" .8
Estamos ante un dilema: por una parte, un sentido de magnitud histórica que obliga
a alguna forma de discusión y conmemoración; por otra parte, la vinculación del
"evento" con una historia de agravio social y lucha política demasiado intensa y amarga
como para permitir un lenguaje común de discusión. Bajo estas circunstancias, es
comprensible la tentación de erradicar a la política de la discusión, de bregar por una
evaluación más independiente, libre del apasionamiento político y sus disputas. Como
concluye un artículo que pasa revista a esta controversia contemporánea, después de 500
años, ¿no podemos apaciguar el fervor político para embarcarnos en un "tiempo de gran
reflexión" en todos los sentidos? ¿No podemos considerar el significado. del año 1492
de un modo espiritual e intelectualmente más independiente, menos tenido de contro­
versia y alineamiento político? Tal aproximación, ¿no daría paso a un entendimiento
más elevado y reflexivo?9
Este ensayo aborda la cuestión desde la posición doblemente ventajosa de la historia
y la historiografía. Considera lo que significó la conquista de América por España para
aquellos que la vivieron ("historia"), y lo que ha significado para los historiadores
profesionales que la interpretaron en el siglo xx ("historiografía"). Sostiene desde este
doble punto de vista que la aspiración a un entendimiento más elevado intocado por la
política es una ilusión profundamente equívoca.
Ofrecemos, en primera instancia, un anticipo del argumento. Desde el comienzo, no
hubo un único significado de la conquista para aquellos que la vivieron, aun si se
restringe el foco de atención a una sola parte del enfrentamiento entre ibéricos y
amerindios. Entre los conquistadores españoles se atestigua no uno sino varios y
encontrados "paradigmas de la conquista". Los paradigmas o utopías en pugna aparecen
como enteramente inseparables del interés y la contienda políticos: están profundamen­

8 La afición por debates acerca de la political correctness se pone de manifiesto en el tratamiento

periodístico del tema del quinto centenario. Véase, por ejemplo, el artículo del New York Times citado en la
nota anterior (2 de junio de 1991), y el "Columbus Special lssue" del Newsweek, 1991. Como ejemplo bastante
sofisticado de lahispanofilia conservadora, véase M. Vargas Llosa, "Questions ofConquest: What Columbus
Wrought, and what he did not", en: Harper's Magazine, diciembre de 1990, pp. 45­51. Aquí se une a un tono
trágico lacompasiónsugerida hacia los indígenas que sufrieron enormemente pero cuyas culturas prehispánicas
estaban cargadas de insalvables fallas y cuya sobrevivencia contemporánea depende de su modernización.
La letanía de que la political correctness y el multiculturalismo han degradado la vida académica, y el
discurso con ella relacionado que indica que la gran fragmentación intelectual destruyó interpretaciones más
abarcadoras, son desde mi punto de vista profundamente exagerados y equívocos. Para una exploración de
estos problemas en el contexto de la historia reciente del conocimiento histórico profesional y la significación
del trabajo sobre África y Latinoamérica, véase S. J. Stern, "Africa, Latín America and the Splintering of
Historical Knowledge: From Fragmentation to Reverberation", en: Frederick Cooper et al., Confronting
Historical Paradigms: Peasants, Labor, and the Capitalist WorldSystem inAfricaandLatin America, Ma­
dison, University ofWisconsin Press, en curso de publicación.
9 Newsweek, 24 de junio de 1991; cf. ibid., "Columbus Special Issue", p. 13.

12

251
te ligados a la rivalidad política, la ambición y la controversia dentro del mundo
hispánico; han sido interferidos reiteradas veces por reacciones y desafíos al poder por
parte de los indígenas que modificaron la realidad y las expectativas de los colonizado­
res, y por momentos encendieron nuevas tormentas de fuego. Dadas las circunstancias,
escribir una historia de los conquistadores o de la época de la conquista completamente
despolitizada reviste un aire de irrealidad, una "limpieza" que violenta a las verdaderas
preocupaciones, prioridades y dinámica social de aquellos que vivieron la conquista y
sus tempestades. La "limpieza" parece tanto más artificial y distorsionada porque el
conflicto y el debate del siglo XVI surgió bajo la forma de cuestionamientos que resuenan
precisamente con los problemas que se deben resolver de nuestra propia época. Si se
pasa de la historia a la historiografía, se comprobará que el legado de las encendidas
tormentas políticas dejó una profunda huella en la literatura sobre la conquista escrita
en el siglo xx. Pero esta huella no ha obstruido necesariamente la comprensión. Por el
contrario, las inquietudes y simpatías políticas generaron avances claves en el terreno
académico, y una sensibilidad política alumbra las ventajas y desventajas de la mayor
parte de las aproximaciones a la experiencia indígena de la conquista en la historiografía
contemporánea.
En suma, estas reflexiones sobre la historia y la historiografía previenen que el afán
de emancipar la discusión en tomo del año 1492 de las sensibilidades políticas puede
ser tan poco realista como indeseable. La prevención reformula nuestro dilema: un
evento histórico que requiere una discusión y sin embargo desafía un lenguaje común
de discusión.

HISTORIA: COLONIZADOR Y COLONIZADO

Los conquistadores trajeron.junto con sus afanes y proezas de conquista, tres postulados
básicos, a la vez relacionados entre sí y en mutua competencia. Podemos pensar en cada
postulado como un objetivo, una búsqueda cuya máxima expresión era una utopía. La
utopía, fuera del alcance en Europa, pareció accesible en América. El conquistador
Berna! Díaz del Castillo recordaba la sensación de entrar en un paisaje mexicano tan
maravilloso que hubiera parecido soñado o mágico en el contexto del Viejo Mundo.

y dezíamos que parecía a las cosas de encantamento que cuentan en el libro de Amadís,
por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua, y todos de calicanto,
y aun algunos de nuestros soldados dezían que, si aquello que vían, si heraentre sueños.!"

to Berna! Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, G. Fernández de
Oviedo (comp.), 2 volúmenes, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1940, vol. I, p. 152.

13

252
Llamaremos a las utopías del conquistador utopía de riqueza, de preeminencia social y
de conversión cristiana.
Dos de estas utopías no constituyen una revelación. El ansia de oro y riquezas es bien
conocido. Díaz del Castillo lo reconoció sin tapujos en su versión plebeya de una crónica
de la conquista. Los informantes aztecas de Bernardino de Sahagún ofrecían un retrato
más impactante: el oro era un fetiche tan poderoso que su visión y su contacto arrojaban
a los conquistadores a una suerte de trance gozoso por el cual no dejaban de tocarlo, a
una efusión incontenible. La tradición oral andina reproducida por Felipe Guarnan
Poma de Ayala reswne la obsesión por las riquezas en el relato de un encuentro entre
un indígena y un español en Cuzco, la antigua capital inca. El indígena preguntó qué
comían los españoles; la respuesta: oro y plata. La utopía de riqueza trascendió el saqueo
inicial y la extorsión tributaria. Los historiadores del siglo xx han documentado la
urgencia de los conquistadores por establecer diversas empresas e inversiones comer­
ciales después de la fase del saqueo.11
Es igualmente conocida la utopía de conversión cristiana que alentaba a una minoría
de sacerdotes y misioneros en los comienzos. Los famosos debates promovidos por
Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas, entre otros, se basaban en la
convicción de que los rapaces conquistadores habían llevado adelante la misión de la
salvación cristiana y que, por no haber habido control sobre su labor, habían acabado
con los indígenas. En el siglo XX se documentaron las visiones milenaristas de América
como un paraíso cristiano inminente, y la dedicación de algunos misioneros y sacerdotes
para construir comunidades cristianas utópicas, pobladas de almas recientemente
convertidas, libres de la corrupción del Viejo Mundo.12

11 Véase Berna! Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, ob. cit.,

passim; Felipe Guarnan Poma de Ayala, El primer nueva cor6nica y buen gobierno, Franklin Pease (comp.),
2 vols., Caracas, 1980. En relación con la urgencia de loo conquistadores de establecer empresas de beneficio,
el primer ensayo clásíco es el de José Miranda, "La función económica del encomendero en los orígenes del
régimen colonial de Nueva España (1525­1531)", en: Anales del Instituto Nacional de Antropología e
Historia, núm. 2, 1941­1946, pp. 421­462; cf. C. Sempat Assadouriao, El sistema de la economía colonial:
mercado interno, regiones y espacio económico, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1982, especialmente
pp. 109­134; S. J. Stern, "Feudalism,Capitalism, aod the World­Systemin the Perspective ofLatin America
and theCaribbeao", en:American Historical Review, núm. 93, vol. 4, octubre de 1988,especialmente pp. 833,
839­840.
12 Las mejores introducciones al lema de los disidentes cristianos y sus utopías son L. Hanke, TheSpanish

Strugglefor Justice in the Conquest of Ame rica, Boston, 1949;J. Leddy Phelan, The Millennial Kingdom of
theFranciscans intheNew World, 2da. ed., Berkeley, 1970;1. Clendinnen,"Discipliniogthe Indiaos: Fraociscao
ldeology aod Missionary Violence in Sixteenth­Century Yucatán", en: Pastand Present, núm. 94, febrero de
1982, pp. 27­48; véase también M. Bataillon, Erasme et L 'Espagne, París, 1937; Clendinnen,Ambivalent
Conquests: Maya and Spaniard in Yucatán, 1517-1570, Nueva York, 1987; R. Ricard, The Spi ritual Conquest
of Mexico, Berkeley, 1966. Nuestro conocimiento sobre estos temas se verá enriquecido por la próxima
publicación de la tesis de J. Krippner­Martínez sobre el Michoacán colonial temprano: "Images of Conquest:
Text and Context in Colonial México", Madison, Universidad de Wisconsin­Madison; como anticipo, véase
J. Krippner­Martínez, "Toe Politics of Conquest: An Interpretation of the Relación de Michoacán", en: The
Américas, nüm, 47, vol. 8, octubre de 1990.

14

253
Tal vez es menos conocida la utopía de preeminencia social. La preeminencia social
representaba el logro de tres ventajas: escapar de la asfixiante subordinación y el
apremio de la antigua sociedad, elevarse a una posición de mando y autoridad sobre
clientes y dependientes en una nueva sociedad, adquirir un derecho reconocido a altos
honores y servicios que legitimaban la recompensa y la superioridad social. La utopía
de preeminencia social se evidencia fundamentalmente en actitudes y conductas sutiles:
la conocida inclinación de los conquistadores a la disputa y su sensibilidad ante el
menosprecio; su urgencia por establecer la aureola de autoridad y su abierto mando
como patriarcas gobernadores de un conjunto de concubinas, sirvientes, esclavos y
clientes; su inclinación a proclamarse leales servidores de fuentes de legitimidad lejanas
­Dios y el rey=­, en tanto se resistían ferozmente a las intrusionesde los agentes locales
de Dios y el rey. La utopía de preeminencia social inspiraba un aire de mando desafiante:
"nadie me manda a mí, yo soy el mandón de otros".13
Por lo tanto, no había un significado unívoco de la conquista para quienes promo­
vieron su causa, sino múltiples paradigmas, fantasías y utopías. Lo que surgió desde el
lado español de la conquista fue una lucha política para definir los términos de
coexistencia. colaboración y contradicción entre estas visiones y su relación con el
conjunto, incluidas la corona europea y la Iglesia. Cada utopía enredaba a los con­
quistadores en la ambición y la intriga políticas, cada una evidenciaba pasiones y
sensibilidades rigurosamente políticas. Cada una daba lugar a la cuestión política en
varios aspectos fundamentales: la política como derecho a mandar (soberanía), la
política como toma de medidas públicas y poder de decisión (gobierno), la política como
campo de legitimidad y jurisdicción (autoridad), la política como alineamiento y lucha
social (oposición contestataria). La contienda política para definir el significado y los
daños de la conquista adoptó caminos inesperados y complejos no sólo porque los
españoles discutían entre sí, no sólo porque los objetivos en pugna no eran siempre
fácilmente compatibles, y no sólo porque epidemias de muerte diezmaron a los pueblos
amerindios. La contienda política también adoptó rumbos inesperados porque los
conquistadores competían con un formidable conjunto de iniciativas y respuestas
indígenas. Los indígenas se trenzaban tanto como los españoles en la discusión acerca

13
Uno de los trabajos más perceptivos acerca de las utopías de la conquista, y de la preeminencia social
en particular, sigue siendo el de E. R. Wolf, Sons of the Shaking Earth, Chicago, 1959, pp. 152­175, con el
cual estoy en deuda: Wolf escribió su interpretación en una época que prestaba más atención a los intérpretes
de la cultura nacional como por ejemplo Américo Castro y Elíseo Vivas, y deseo reconocer que mi relato de
la conducta española recuerda la cita de Vivas por parte de Wolf. La visión académica más original y
reveladora en épocas recientes acerca de la preeminencia social y la cultura ibérica colonial, explora el tema
desde el ventajoso punto de vista de los códigos de género y honor. Véase en particular V. Martínez­Alier,
Marriage, Class and Colour in Nineteenth-Century Cuba: a Study of Racial Altitudes and Sexual Val u es in
a Slave Society, Cambridge, 1974; R. A. Gutiérrez, "Honor Ideology, Marriage Negotiation, and Class­
Gender Domination in New México, 1690­1846", en: Latín American Perspectives, núm. 44, 1985, pp. 81­
104; cf. el análisis cultural más diverso y detallado en: Gutiérrez, When Jesus Carne, the Com Mothers Went
away: Marriage, Sexuality. and Power in New México, 1500-1846, Stanford, 1991.

15

254
de la definición del significado de la conquista espai\ola, y de su posible sentido por
descubrir.
Aun si se aparta por el momento el lado amerindio de la ecuación colonial, es posible
observar cómo cada utopía se muestra inseparable de la controversia y la intriga política.
Por cierto, los postulados básicos de las tres utopías podrían estar en armonía recíproca
desde un punto de vista ideal. La magia de riquezas sin parangón abriría las puertas de
una lustrosa posición social en las tierras americanas, o al regresar a España, la riqueza
recién adquirida y la preeminencia social se legitimarían a través del servicio prestado
a la espectacular expansión del cristianismo con el auspicio de la corona española. El
proceso no degeneraría en controversias: todos los conquistadores se beneficiarían del
saqueo a los amerindios y de las riquezas americanas, todos ellos se abrirían camino a
la preeminencia y al ascenso social, todos justificarían la gloria adquirida con la
conquista cristiana. En la práctica, sin embargo, la utopía resultó breve o evasiva para
la mayoría de los conquistadores, los objetivos coexistentes no se combinaron armonio­
samente ni tuvieron igual prioridad y la dinámica de la expansión de conquista estuvo
dada por la lucha política.
Consideremos, por ejemplo, la interrelación entre la riqueza y la preeminencia social
dentro de los grupos de conquistadores. En la práctica, los grupos colonizadores
desarrollaron rápidamente sus propias líneas de jerarquía y autoridad, sus propias
distinciones entre beneficiarios marginales y círculos de privilegio íntimamente ligados
al gobernador o a un caudillo de la hueste­un Cristóbal Colón en Hispaniola, un Diego
Velásquez en Cuba, un Hernán Cortés en México, un Francisco Pizarro en Perú, un
Pedro de Valdivia en Chile­. Aquellos cuyas conexiones políticas o rango propio los
situaban en el círculo de poder, gozaban de mayores derechos sobre tributos y mano de
obra indígena. Los conquistadores bien ubicados, tales como los encomenderos, a
quienes se confiaba porciones de población indígena y se garantizaba el derecho a
impuestos, mano de obra y retribución económica teóricamente a cambio de la
obligación de supervisar el orden social, la bonhomía y la cristianización, podían
canalizar más fácilmente sus ganancias en diversas inversiones comerciales: minería,
plantaciones, agricultura y ganadería, talleres textiles y compañías de comercio y
transporte. Como resultado, muchos conquistadores vieron cerrado su acceso a los
niveles superiores de riqueza y preeminencia social ­no sólo en las tierras bajas del
Caribe, donde la esclavitud indígena, los lavaderos de oro, las condiciones brutales de
trabajo y sustentación y las epidemias exterminaron virtualmente pueblos enteros de
amerindios en el lapso de décadas, sino también en las tierras altas de México y Perú,
donde la densidad de población indígena se mantuvo a pesar de pérdidas atroces.14

14 Sobre jerarquía, rango e inquietudes políticas entre los conquistadores, véase Díaz del Castillo, Histo-

ria verdadera... , ob. cit., passim; cf. J. Lockhart, The Men of Cajamarca: A Social and Biographical Study
of the First Conquerors of Peru, Austin, 1972. En cuanto a la emigración española, en términos poco menos
que exultantes, véase J. Lockhart, Spanish Peru. A Colonial Society, 1532-1560, Madison, 1968; l. Altman,
Emigrants and Society: Extremadura and America in the Sixteentñ Century, Berkeley, 1989.

16

255
La política de los grupos de conquista dividía a los colonizadores en facciones que
enfrentaban al círculo de poder central. No todos podían acercarse a sus utopías de
riqueza o preeminencia social. Y ante la atracción de los sueños utópicos, aun los más
adinerados comparativamente y respetables anhelaban una trayectoriamás deslumbrante.
Las sociedades de la conquista se transformaron en antros de intriga política y puñaladas
a traición. Las infatigables facciones involucraban a los líderes de la conquista en cargos
de corrupción moral y traición a los intereses de la corona, abuso de poder y crueldad
con los indígenas, favoritismo e ineptitud. Cristóbal Colón, quien padeciera las
revueltas, la prisión y la humillación política en la década de su primer arribo a América,
prefiguró un modelo más amplio. En México, las luchas políticas intestinas condujeron
a la familia de Cortés a una compleja querella legal sobrejurisdicción política y derechos
económicos, y facilitaron una maniobra de la corona para promover instituciones de
control político y tributos tendientes a "domesticar" a los encomenderos. En Perú, las
internas hispánicas dieron en desembozadas guerras civiles. En la década siguiente a la
conquista de 1532, Francisco Pizarro y Diego Almagro, los compañeros y rivales que
condujeron a los conquistadores, fueron asesinados por sus respectivos enemigos
políticos. A mediados de la década de 1540, el autoritario virrey Blasco Nüñez de Vela
­enviado a ejercer control entre los conquistadores en parte a través del cumplimiento
de las "Leyes Nuevas", aprobadas por la corona, de regulación de las tierras en
encomienda­ generó una firme oposición y fue asesinado.15
Esta volatilidad política se vio agravada por una tercera utopía o postulado al cual
los colonizadores se aferraron: el paradigma de la misión cristiana. Los sacerdotes y
misioneros obtenían su autoridad del deber cristiano de convertir a los paganos, que
acompañaba y legitimaba la explotación imperial. Los hombres de la Iglesia eran
profundamente políticos en sus apreciaciones. Se habían sumado a las expediciones
iniciales de la conquista y a ella habían aportado la oración, la legitimidad y el consejo
político. Edificaron su posición no como simples sacerdotes sino como sacerdotes­
abogados: como heraldos de alianza, conquista y conversión frente a los pueblos
amerindios, como defensores de los intereses y la conducta de los colonizadores frente
a una corona a veces escéptica; como aliados de una u otra facción durante las internas
políticas y las discusiones acerca de políticas sociales; como abogados defensores de la
conciencia y la misión cristianas que denunciaban los crueles excesos de los conquis­
tadores. Cada una de estas posiciones llevaron a los sacerdotes y misioneros en forma

15 C. O. Sauer reúne información acerca de las intrigas políticas y el faccionalismo en el Caribe, México

y la Sudaméricahispana en Tire Eariy Spanish Main, Berkeley, 1966;véasetambién Sale, Conquest of Paradise,
ob. cit.; B. García Martínez,El marquesado del valle: tres siglos de régimen señorial en Nueva España, México,
1969; L. B. Simpson, The Encomienda of New Spain: The Beginnings of Spanish Mexico, edición revisada,
Berkeley, 1950; Díazdel Castillo,Historia verdadera. .. , ob. cit.; J. Hemming,The Conquest ofthe Incas, Nueva
York, 1970 (hay versión española: LA conquista de los incas, México, Fondo de Cultura Económica, 1982);
A. L. Daitsman, "Toe Dynamic of Conquest: Spanish Motivations in the New World", tesis de maestrado,
Universidad de Wisconsin­Madison, 1987.

17

256
directa al drama de las acusaciones y contraacusaciones políticas, del partidismo y las
alianzas que acompañaron la construcción de los regímenes de la conquista. La mayor
parte de los sacerdotes y autoridades de la Iglesia se alineaban con grupos de conquis­
tadores, o con facciones entre ellos. Sin embargo, una minoría adquirió fama y
notoriedad por la elaboración de posiciones más controvertidas e independientes, como
abogados defensores de los indígenas que denunciaron a su compatriotas españoles
como malhechores indignos de la misión cristiana. Los franciscanos, quienes construyeron
un laboratorio regional de evangelización sobre la base política de la transformación de
Yucatán; el Vasco de Quiroga, quien usufructuó su autoridad como obispo y el en tomo
de las altas cortes vírreinales de la ciudad de México para construir comunidades
experimentales que recuerdan la Utopía de Tomás Moro; Bartolomé de las Casas, quien
impulsó un marco de colonización muy diferente: todos consideraban que sus reclamos
los habían conducido a una guerra política por definir quién estaba en su derecho de
controlar el poder en América, y con qué propósito y restricciones.16
Para una historia que busca héroes ibéricos y argumentos que contrapesen la
"leyenda negra", es bien conocido que una minoría de críticos de la Iglesia y de utopistas
denunciaron a los conquistadores como tiranos ávidos de poder que no reconocían
límites en su explotación de los indígenas y que, por lo tanto, socavaron la misión de
salvación cristiana aunque de palabra estuvieran a su servicio. Quizá menos ampliamente
conocido es que los críticos de la Iglesia eran tanto políticos activos, aunque encubiertos,
que buscaban y mantenían el poder en su propio beneficio como observadores políticos
críticos que mantenían cierta distancia de la situación. Como políticos activos que
construyeron sus propias bases de poder y relaciones sociales de autoridad, también
atrajeron sobre sí acusaciones de arrogancia autoritaria y abuso de poder. Los críticos
vieron en Vasco de Quiroga a un tirano abusivo y vengador, los intereses de los
encomenderos reclamaban que los sacerdotes explotaban a los indígenas desvergon­
zadamente a través de la mano de obra y el tributo; los colonizadores, por su parte,
retrataban a los misioneros como hombres dominantes que no sólo monopolizaban el
acceso a los indígenas sino también recurrían a la violencia y la crueldad como métodos
de instrucción cristiana. En México, las acusaciones de abuso explotaron en el escándalo
ante la violenta reacción de los misioneros franciscanos liderados por Diego de Landa
cuando descubrieron la "traición" religiosa en que incurrieran algunos mayas que
habían sido instruidos por ellos. Los papeles típicos se invirtieron repentinamente:
algunos colonizadores defendieron a los indígenas de las crueles torturas de los

16
La posición política propia de un encomendero desde el punto de vista de las autoridades de la Iglesia
en América se manifiesta con fuerza en Simpson, The Encomienda... , ob. cit., particularmente pp. 133­139.
y en Hanke, Spanish Struggle, ob. cit. pp. 18, 43­45, 98. Una descripción brillante del Yucatán franciscano
como campo de ambiciones y egoísmo político se encontrará en Clendinnen, Ambivalent Conquests... , ob.
cit.; el tema de los misioneros, las autoridades de la Iglesia y las guerras de grandes intereses políticos será
elucidado por Krippner­Martínez, "lmages ofConquest. .. ", ob. cit.

18

257
religiosos y demandaron intervención para regular y disciplinar la conducta en las
misiones.17
La política de oposiciones de los conquistadores y de las utopías de conquista tuvo
dos efectos claves además de promover el partidismo ibérico. En primer lugar,
constituyó el motor del reclutamiento para la expansión de la conquista; en segundo
lugar, propició un debate de más de medio siglo acerca de los valores, las conductas y
la política social.
Grupos o individuos inquietos pudieron elegir tanto atar su destino a un
asentamiento colonial establecido, como romper rumbo a una nueva expedición en
busca de riquezas, rango y salvación. Del mismo modo, un líder conquistador en pie de
guerra podía elegir controlar a sus rivales locales y a los insatisfechos o bien exportarlos
encomendándoles exploraciones hacia nuevas tierras donde la utopía aún tentaba a los
conquistadores.La dinámica política de la conquista. en suma, promovió la proliferación
asombrosamente veloz de entradas españolas, expediciones por parte de colonizadores
seculares y misioneros hacia fronteras que aún pudieran otorgar riquezas, estatus o
almas. Diego Velásquez de Cuba envió a Hemán Cortés a México (luego recapacitó al
ver la habilidad de Cortés y su independencia, y las grandes riquezas y el poder que
parecía haber por delante); Cortés autorizó entradas en todas las direcciones; Pizarro
envió a Almagro y a V aldivia a Chile; y grupos de misionerosbuscaron forjar su propia
posición social más allá de los asentamientos dominados por encomenderos y por la
Iglesia institucional.18
En algunas fronteras, el entorno acentuó las diferencias entre las modalidades
adoptadas. En zonas esclavistas como el sur de Chile, el norte y el centro de México
(Zacatecas), y algunos lugares de América Central y el interior de Brasil, la ambición
adoptó formas tan crudas como la abierta cacería de grupos indígenas escogidos para la
guerra o la esclavitud en minas o plantaciones. La construcción de una posición social
establecida en un orden social multirracial y duradero, el desarrollo de las instituciones
y la pretendida conversión cristiana, quedaron en segundo plano con respecto al
comercio descamado de seres humanos al servicio de minas, plantaciones y zonas
coloniales más asentadas. En regiones marginales como Paraguay, la búsqueda de
tesoros se desvaneció rápidamente. Los colonizadores que se establecieron allí lo
hicieron para forjarse una posición social y de poder como patriarcas de la conquista;
tendieron redes familiares a través de matrimonios con la sociedad guaraní, y así se

17 Para críticas e inversión de lugares, véase especialmente Clendinnen, "Disciplining the lndians ... ", ob.

cit.; Oendinnen,Ambivalent Conquests ... , ob. cit. Cf. Simpson, The Encomienda... , ob. cit., pp. 75­77 y 237­
238; S. J. Stern, Peru 's lndianPeoples and the Challenge ofSpanish Conquest: Huamanga to 1640, Madison,
1982, pp. 46 y 49 (versión en español: Los pueblos indígenas del Perú y el desafio de la conquista española
Huamanga hasta 1640, Madrid, Alianza, 1987); y Krippner­Martínez, "lmages of Conquest. .. ", ob. cit.
18 Véanse las fuentes citadas en la nota 15; para una representación visual, véase C. L. Lombardi et al.,

l..atinAmerican History: A Teaching Atlas, Madison, 1983, pp. 22, 24, 25; cf. pp. 26, 28, 29.

19

258
entremezclaron y transformaron sus altas capas. No sólo los sueños de riquezas fueron
considerados anacrónicos sino también la moral cristiana convencional: los conquista­
dores de Paraguay desecharon la fusión de la monogamia formal y el concubinato
informal tolerado por la Iglesia y se inclinaron por la práctica guaraní de la poligamia
manifiesta. En zonas de misiones, tales como el norte de México, el Michoacán de
Vasco de Quiroga y parte de la Amazonia, la autoridad preponderante de los supervi­
soresreligiosos de las comunidades misioneras eclipsó los intereses de los colonizadores
más seculares. Estos últimos debían caminar con un cuidado inusual si querían
asegurarse el acceso a la mano de obra indígena, a la influencia social y al poder
político.19
La política de conquista no sólo desencadenó el partidismo y fue un motor para la
expansión. Provocó también, durante medio siglo, un álgido debate sobre valores,
conductas y política social. En el curso de una generación, hubo feroces denuncias de
destrucción y abuso por parte de colonizadores de todas las tendencias que caracteriza­
ron una lucha política por definir las reglas y las instituciones que debían gobernar las
relaciones entre europeos y amerindios, cristianos y paganos, colonizadores hispano­
americanos y monarcas europeos. No revisaremos aquí los detalles de estos debates.i?
Para el alcance de este trabajo serán suficientes tres aclaraciones. En primera instancia,
aunque Bartolomé de las Casas contribuyó a la más tempestuosa y ampliamente
conocida de las polémicas del debate, la controversia representó mucho más que un
disenso o una afirmación individual. El debate precedió y sobrevivió a Bartolomé de las
Casas. Los dominicanos de Híspaniola lo iniciaron en 1511, contra el trasfondo de
muerte y desastre amerindio, cuando Antonio de Montesinos denunció la maldad de los
colonizadores que se habían reunido para el culto dominical.

19 En cuanto a las zonas de guerra y esclavitud mencionadas, véase R. C. Padden, "Cultural Change and

Military Resistance in Araucanian Chile, 1550­172(1',en: Southwestem Joumal of Anthropology, núm. 13,
1957, pp. 103­121; P. Wayne Powell, Soldiers, IndiansandSilver, Berkeley, 1952; M. J. MacLeod, Spanish
CentralAmerica.ASocioeconomic History, 1520-1720, Berkeley, l 973;J. Henuning, Red Gold: TheConquest
of the Brazilian lndians, 1500-1760, Cambridge, Massachussetts, 1978; cf. Daitsman, "Dynamics of
Conques!", ob. cit.; A. Jara, Guerra y sociedad en Chile, Santiago de Chile, 1971; P. Wayne Powell, Mexico 's
Miguel Caldera: The Taming of Ame rica 's First Frontiert 1548-1597), Tucson, 1977; R. Morse (comp.), The
Bandeirantes: The Historical Role ofthe Brazilian Pathfinders, Nueva York, 1965. Acerca de Paraguay, la
introducción clave sigue siendo la obra de E. R. Service, Spanish-Guaraní Relations in Early Colonial
Paraguay, Ann Arbor, 1954; para una visión más en el largo plazo y en un área geográfica más amplia, véase
J. C. Garavaglia, Mercado interno y economía colonial (tres siglos de historia de la yerba mate), México,
Grija\bo, 1983; B. Melía, "Las reducciones jesuíticas del Paraguay: un espacio para una utopía colonial", en:
Estudios Paraguayos, núm. 6, 1978, pp. 157­163. Para una introducción a las regiones donde el poder
misionero eclipsó o al menos rivalizó con los intereses coloniales más seculares, véase, además de los trabajos
de Hemming y Melíaantes citados, Oendinnen,Ambivalent Conquests... , ob. cit.; E. Hu­DeHart,Missionaries,
Miners and lndians: Spanisb Contactwith the YaquiNation of Nonhwestem New Spain, 1533-1820, Tucson,
1981; Krippner­Martínez, "lmages of Conquest ... ," ob. cit.
20 Para una introducción a estos debates y la historia intelectual temprana después de la conquista, véase

Hanke, Spanish Struggle ... , ob. cit.; Pagden, Fallo/Natural Man ... , ob. cit.

20

259
Esta voz, dijo él [declara] que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la
crueldad y tiranía que usáis [ ... ) Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan
cruel y horrible servidumbre aquestos lndios?21

Para la corona, las denuncias acerca de la crueldad de los conquistadores respaldaban


con legitimidad moral su temor de que algunos de ellos, independientes y librepensadores,
terminaran por socavar los intereses reales, los ingresos de la oorona y el control político,
si se les otorgaba demasiadas libertades. Medio siglo después del sermón de Montesinos,
la corona continuaba debatiendo si debía permitirse la herencia de tierras otorgadas en
encomienda a perpetuidad o si se debía limitar las encomiendas a una sola generación.
En segundo lugar, a partir de estos debates se originaron dos de las imágenes más
duraderas de la historia acerca de la conquista: la noción de que los españoles eran
increíblemente avaros, irresponsables y violentos en su explotación de lo conquistado
y en sus obsesiones, y la noción vinculada con ésta de que la conquista cargó a los
indígenas con una devastación traumática de proporciones impensables. Estas imágenes
abundan en la polémica de Bartolomé de las Casas y rápidamente fueron echadas a
correr por los competidores imperiales de España en Europa; ambas constituyen el
meollo de la llamada "leyenda negra".
En tercer lugar, las tempestades políticas que sacudieron el mundo hispánico no
procedieron sólo de las iniciativas de los nativos americanos y de sus reacciones al
colonialismo. Hasta el momento, hemos suspendido artificiosamente la doble visión
necesaria para alcanzar una comprensión más vasta de la época de la conquista, y lo hemos
hecho en virtud de la discusión. Hemos examinado la conquista desde el punto de vista de
los conquistadores para establecer la multiplicidad de paradigmas de conquista y de
facciones, y los modos en que esta multiplicidad alimentó la intriga política, la ambición
y el debate acerca de la política social y los valores morales. En efecto, hemos argwnentado
que una historia noblemente apartada de la sensibilidad política y la controversia es una
historia que fracasa en el intento de comprender e interrelacionar las prioridades, pasiones
e ideas de los mismos conquistadores. Un punto de vista restringido es útil a la heurística
pero sólo temporariamente. Omite una dimensión enorme y subestimada de las políticas
de conquista y sus paradigmas. Como resultado, las utopías de los conquistadores se
oponían a las iniciativas indígenas y a sus desafíos al poder. Estas reacciones se relacionan
con las supuestas utopías y ambiciones de los españoles en una lucha más amplia e
imprevista. Las reacciones indígenas desarticularon las expectativas europeas, mantuvie­
ron las tormentas políticas ya existentes o encendieron otras, agregaron temas de debate y
decisión a la agenda política colonial. En suma, los pueblos amerindios se unieron por
completo a la lucha para definir qué habría significado la conquista y cuál era aún su
significado por descubrir.

21 Bartolomé de las Casas, Historia Natural y Social de las Indias, 2da ed., 3 vols., México, Fondo de

Cultura Económica, 1965, vol. 2, pp. 441­442.

21

260
Un examen detallado de esta integración al debate por parte de los indígenas, excede
los límites de este trabajo. (De todos modos, he escrito extensamente sobre el tema.) Sin
embargo, ilustraremos brevemente el punto a través de los paradigmas fundamentales
de la conquista de los propios colonizadores. Lautopíaderiquezaasaltó lamente demás
de un conquistador. Después del saqueo inicial de los tesoros indígenas en México y
Perú, las riquezas provenían mayormente de la explotación de las minas de plata, del
establecimiento de empresas comerciales ligadas a las ciudades o a los campos mineros
o al comercio importador­exportador internacional, y del acceso a la mano de obra y al
tributo indígenas que subsidiaban los modelos empresariales. En cada uno de estos
campos, los conquistadores buscaron el mayor grado de ventajas y libertad de acción.
Pero descubrieron, a su pesar, que debían competir con los indígenas. Las fabulosas
minas de Potosí, en Bolivia, desencadenaron la fiebre de la plata después de 1545. Para
muchos españoles, la realización de la utopía de riqueza parecía inminente, y hubo sin
duda colonizadores que cosecharon enormes riquezas. Sin embargo, también se
encontraron atados por la competencia de trabajadores y empresarios indígenas que se
apropiaban de yacimientos en las minas, controlaban el proceso. de fundición, desa­
rrollaban sus propios mercados de metales, prácticas laborales y empresas dependientes,
y entregaban una buena parte de las riquezas de Potosí a manos indígenas. Cuando, en
la década de 1560, esta competencia inesperada coincidió con una caída de la calidad
del metal, los ingresos de los colonizadores y la corona provenientes de Potosí
tambalearon. En tan sólo veinte años, la utopía de la plata había dado lugar a la
desilusión, el debate político y las propuestas de reforma. Los españoles no recuperaron
su control ni remontaron la producción de plata sellada hasta la década de 1570, cuando
el virrey Francisco de Toledo promovió una mayor reorganización de los derechos de
propiedad, la política laboral y la tecnología de refinamiento. Aun entonces, la
reorganización no acabó con la competencia indígena sobre la apropiación del metal sin
refinar y la plata refinada. La lucha se afirmó en otros términos y la sensación de
decepción y reformismo resurgió en el transcurso del siglo siguiente.22
Relatos similares podrían hacerse acerca de otros caminos de acceso a la riqueza. En
todos los campos de inversión comercial­el traslado por barco de la hoja de coca desde
las laderas selváticas del este andino hasta las minas de las tierras altas, o la seda, el trigo
y los animales enviados a los mercados regionales de Antequera (Oaxaca) y Puebla, o
los talleres textiles y las redes de putting out dispersas a través de las tierras altas de
México y los Andes­, los encomenderos españoles y otros empresarios buscaban el
control de los productos que podrían proveerles una salida lucrativa hacia los mercados
urbanos o mineros en ascenso. En cada una de estas instancias, sin embargo, los
indígenas ­­comunidades y personas individuales, plebeyos y arribistas o señores y
notables­ competían activamente con los europeos por las ventajas de la economía

22 Véase Stern, "Feudalisrn, Capitalism, and the World­System", ob. cit.,


pp. 848­858, para una discusión
sucinta sobre Potosí, y su comparación con otros centros mineros coloniales, y para una orientación acerca
de la vasta bibliografía académica.

22

261
comercial posconquista. Incluso en cuanto al terna de las primeras cuotas de trabajo y
tributo de los encomenderos, la frágil política de alianzas, mediación y negociación
dejaba a veces ambiguos resultados. En los Andes, en particular, no siempre era claro
quién se quedaba con la mejor parte de la riqueza: los encomenderos, los pueblos étnicos
a ellos asignados o los jefes que actuaban como intermediarios entre europeos y andinos.
En suma, en los varios caminos a la riqueza de los conquistadores, los amerindios
rehusaban el papel de fuerza de trabajo moldeada y explotada en una economía
comercial hispanizada. Los conquistadores competían contra los indígenas tanto como
entre ellos mismos.23
No exageremos, una minoría de conquistadores amasaron fabulosas fortunas, en
buena medida a expensas de los indígenas, y aun un grupo mayor gozó de gran
prosperidad, también a expensas de los indígenas. Explotación, violencia y humillación
eran un lugar común. No obstante, al menos durante una generación de los tiempos
históricos posconquista, el mundo de las riquezas se vería poblado no sólo de grupos de
conquistadores que se habían vuelto ricos, sino también de grupos de comunidades e
individuos indígenas que habían llevado adelante sus propias iniciativas. El modelo no
se destruyó por completo en una sola generación. Aún en 1588, Don Diego Caqui, hijo
de un señor de Tacna (kuraka), poseía cuatro viñedos y una bodega, una tropa de llamas
para transportar el vino a Potosí, y dos fragatas y un pequeño velero para el comercio
entre Tacna, Arica y Callao (puerto de Lima). El suyo no es un ejemplo aislado, sino una
manifestación de un patrón social más amplio y una iniciativa mayor.24 Buena parte de
la historia de las relaciones sociales y políticas del siglo xvt descansa en la transición
de las utopías a las luchas de los españoles por volver atrás o suprimir la competencia;
por recortar la habilidad de los indígenas para organizarse mejor que los españoles,
evitarlos y vender a mejor precio que ellos; por institucionalizar monopolios coloniza­
dores y prebendas que hacían del campo comercial y sus riquezas un asunto más
puramente hispánico. Estos esfuerzos incluyeron nuevos puntos en la agenda política:
¿tenían los europeos el derecho a imponer sobre los indígenas cargas de trabajo
socialmente masivo y disruptivo al servicio de Potosí o de otras minas de plata? ¿Podían
declarar el comercio del trigo como monopolio español? ¿Tenían derecho a controlar

23 Se encontrarán ejemplos de la competencia con los indígenas por las mercancías mencionadas en este

párrafo en Stern, Peru 's Indian Peoples ... , ob. cit., pp. 38­39; K. Spalding. De indio a campesino: cambios
en la estructura social del Perú colonial, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1974, pp. 31­60; F. Silva
Santisteban, Los obrajes en el Virreinato del Perú, Lima, 1964; M. A. Romero Frizzi, "Economía y vida de
los españoles en la Mixteca Alta: 1519­1720",tesis doctoral, Universidad Iberoamericana, México, 1985;W.
Borah, Silk Raising in Colonial Mexico, Berkeley, 1943; Simpson, The Encomienda ... , ob. cit., pp. 137­139.
Para el modo en que la temprana política de alianzas afectó las cuotas de trabajo y tributo, véase Stern, Peru 's
Indian Peoples... , ob. cit., pp. 40­44. Para una visión a largo plazo de la participación indígena en mercados
de los Andes, véase O. Harris et al. (comps.), Lo participación indígena en los mercados surandinos:
Estrategias y reproducción social, siglos XVI a XX, La Paz, 1987.
24
Véase F. Pease G. Y., Del Tawantinsuyu a la historia del Perú, Lima, 1978, pp. 198­199, nota 8; cf.
J. V. Murra, "Ayrnara lords and their European agents al Potosí", en: Nava Americana, núm. 1, Turíu, 1978,
pp. 231­233; Harris et al. (comps.), Lo participación... , ob. cit.

23

262
las ganancias que los indígenas depositaban en las cajas de censos de la comunidad
engordadas con las ventas a bajo precio de seda o textiles?¿ Qué regulaciones, derechos
o limitaciones debieran acompañar esas políticas? Cada pregunta significó el destrozo
de las utopías por parte de los amerindios. Cada una significó una lucha política por
definir los contornos del control social y la legitimidad en un orden colonial.25
La utopía de preeminencia social también se encontró con iniciativas amerindias.
Las mismas expediciones de conquista a México y Perú habían requerido un complejo
juego de alianzas políticas y maniobras que condujeron a los españoles y a pueblos
específicos de amerindios, a ejércitos y señores a la colaboración contra los goberna­
dores indígenas de los imperios precolombinos. Estas colaboraciones eran frágiles,
ambivalentes y ambiguas: los integrantes no compartían un marco cultural común ni una
visión similar en el mediano plazo de su rango social y preeminencia entre los nuevos
integrantes; los objetivos eran diferentes y las contingencias de fuerza, necesidad y
oportunismo tuvieron gran incidencia en las decisiones de las alianzas. A medida que
los conquistadores se expandieron desde las capitales imperiales hacia zonas interiores
y regiones de provincia los aspirantes a colonizadores y los grupos de amerindios locales
construyeron historias igualmente complejas de alianzas, conflictos y entrecruzamientos
mutuos.26
Los entrecruzamientos y ambigüedades no desaparecieron inmediatamente después
de las expediciones iniciales de conquista. Los pueblos amerindios simplemente
rehusaron aceptar un monopolio español sobre la máxima autoridad, la recompensa
social y el debate político. Los tlaxcaltecas de México y los nuancas de Perú, por
ejemplo, buscaron capitalizar su servicio en las expediciones de conquista asegurándose
que la corona les otorgara títulos nobiliarios formales, recompensa y exención que
pudieran garantizar a ellos y a sus señores un lugar privilegiado en el nuevo orden. Esta
fue tan sólo una manifestación de una entrada mayor de los pueblos indígenas como
"jugadores" del juego laberíntico del debate político, las alianzas sociales y las

:s Los problemas políticos que derivan de esta competencia indígena en el mercado de bienes puede
apreciarse a partir de las fuentes citadas en las notas 23 y 24; sobre cajas de censos, véase Stern, Peru 's lndian
Peoples ... , ob. cit., pp. 98 y 100; V. Ce vallo López, "La caja de censos de indios y su aporte a la economía
colonial. 1565­1613", en: Revista del Archivo Nacional del Perú, núm. 26, entrega 2, Lima, J 962, pp. 269­
352. Para una visión en el largo plazo de los mecanismos prácticos desarrollados por los hacendados coloniales
para combatir la competencia de los pequeños propietarios, véase B. Larson, "Rural Rhythms of C]a$S
Conflict in Eighteenth­Century Cochabarnba", en: Hispanic American Historical Rcview, núm. 60. vol. 3.
agostode 1980,pp.407-430;cf.B.Larson,ColonialismandAgrarianTransformationinBolivia:Cochabamba,
1550-J')()(), Princeton, 1988;E.Rorescano,PreciosdelmalucrisisagricolasenMéxico(1708-18/0), México,
1969.
26 Acerca de la política de alianza en el nivel imperial, véase Díaz del Castillo, Historia verdadera ... , ob.

cit.; Hemming, Conquest of tite Incas ... , ob. cit. Para el nivel subimperial, véase S. J. Stern, "The Rise and
Fall of lndian­White Alliances: A Regional View of 'Conques!' History", en: HispanicAmerican Historical
Review, núm. 61, agosto de 1981, pp. 461­491; cf, Krippner­Martínez, "Politics of Conquest" y la biblografía
citada en la nota siguiente.

24

263
maniobras legales, y de las intrigas encubiertas que formaron parte del mundo político
colonial español. En la década de 1560, mientras Felipe Ilhesitabaen un continuo debate
acerca de la perpetuación de la encomienda a través de la herencia, los pueblos y jefes
andinos nativos daban a conocer formal e informalmente que no dejarían el mundo de
las altas políticas y las adjudicaciones a los espai'loles. Un grupo de señores andinos,
advertidos acerca de que el servicio financiero a la corona engrasaba los ejes de la toma
de decisión y las negociaciones hispánicas envió una oferta espectacular a Felipe 11. La
propuesta política iba acompañada de un soborno: la oferta de incrementar en 100 000
ducados cualquier suma propuesta por los encomenderos. Cuando la corona envió a los
comisionados de la perpetuidad a investigar los méritos del tema de la encomienda al
respecto, los indígenas se unieron para participar de un debate móvil entre Juan Polo de
Ondegardo, un importante jurista que avalaba la perpetuidad de la encomienda, y
Domingo de Santo Tomás, un obispo preeminente, aliado de los indígenas y crítico de
los encomenderos. Santo Tomás y las audiencias indígenas que se reunieron con los
enviados sostenían la visión de una colonia real gobernada no por encomenderos
destructivos y sus herederos, sino por consejos de jefes andinos nativos en conjunto con
sacerdotes­aliados selectos y agentes de la corona. La conducción de debates políticos
ante audiencias indígenas que juzgarían méritos y eligirían partes, los focos del debate
sobre el final de la institución fundacional del estatus y el enriquecimiento de la
temprana conquista, la movilización por parte de los indígenas de canales contrapuestos
de atracción, alianza y pago de deudas financieras dentro del Estado y la Iglesia: esta
lucha estaba muy lejos del sueño de gloria indiscutida y preeminencia social que
encendiera la imaginación de los conquistadores.27
Las iniciativas y reacciones amerindias también punzaron la utopía de la conversión
cristiana. Los pueblos indígenas no fueron necesariamente sumisos a las actividades
rituales y a las enseñanzas, a las reuniones devocionales y al trabajo de construcción de
iglesias interpretados como procesos de cristianización por parte de sacerdotes y
misioneros. Aun si descartamos las lastimosas suposiciones de que los nativos identi­
ficaron inmediatamente a los conquistadores españoles o a sus divinidades con deidades
indígenas, o que quedaron hipnotizados por los caballos que también fueron conside­
rados dioses, podemos encontrar fuertes razones históricas para esta receptividad. Las
victorias militares de los españoles podrían significar la fuerza y el poder de dioses
victoriosos demasiado temibles como para ser ingnorados, y al menos temporariamente
más poderosos que los dioses indígenas. Los desastres de la conquista podrían significar
un cambio mundial o un cataclismo, el comienzo de un nuevo ciclo de las relaciones
humanas con los dioses, quizá acompai'lado por un regreso de las deidades consignadas
al margen en el ciclo cuyo tiempo acabaría en un breve lapso. La llegada de misioneros

:7 Véase C. Gibson, Tlaxcala en el siglo XVI, 2da. ed., Stanford, 1967; W. Espinoza Soriano, La
destrucción del imperio de los incas, Lima, 1973; Stern, Peru's lndian Peoples ... , ob. cit., pp. 48­49;
Hemming, Conquest ofthe Incas ... , ob. cit., pp. 385­390.

25

264
a una región cuyos conquistadores habían conducido antes campañas militares brutales
y habían impuesto duras demandas sexuales y económicas podría significar una
apertura política, un espacio para la alianza indígena­blanca y para la división
intrahispánica que ofrecería algún ali vio a los indígenas. De un modo u otro, todas estas
variadas motivaciones atestiguan un deseo de comprender y vincular entre sí las
relaciones sociales, los conocimientos y los poderes asociados con las deidades
hispánicas y sus mensajeros. (El término "deidades" es más apropiado que "deidad" si
consideramos que en el panteón de ancestros, espíritus y entidades con atributos o
poderes sobrenaturales cristianos no sólo se incluye a Dios, sino también a Jesús, al
Espíritu Santo y a muchos santos. Esto sin considerar asuntos tan complejos como la
interpretación del demonio, o los símbolos sacros: la cruz, la biblia, el agua bautismal,
el vino transmutado en sangre en la misa.)
Sin embargo, esta receptividad no era necesariamente cristianización tal como la
entendían los sacerdotes y misioneros. Los indígenas deseaban aplacar y comprometer
a las poderosas deidades hispánicas, querían ganarse el acceso al conocimiento espe­
cializado y a los poderes de los sacerdotes y misioneros españoles, desarrollar una
relación tolerable y hasta saludable con las deidades y los mensajeros espirituales del
mundo hispánico. Pero de estos deseos de incorporar y reapropiarse del poder sobrena­
tural hispánico, del conocimiento y de las relaciones sociales no se desprendía
necesariamente el abandono de las devociones rituales, obligaciones sociales y poderes
asociados con el mundo de las deidades indígenas. Desde el punto de vista indígena, la
cristianización no implicaba la sustitución de un panteón religioso o de un marco por
otro, sino una incorporación selectiva y la adaptación del cristianismo dentro de un
marco de comprensión indígena. El catolicismo indígena tampoco significaba una
devoción impensada, una ausencia de continua reflexión e innovación justificada por
una debida fe.28

28 Con referencia a la receptividad de los indígenas al cristianismo dentro


de un contexto de incorporación
selectiva y de adaptación, los siguientes trabajos ofrecen análisis esclarecedores y una mayor orientación
bibliográfica: Clendinnen, Ambivalent Conquests ... , ob. cit.; S. MacCormack, "Pachacuti: Miracles,
Punishments, and Last Judgment: Visionary Past and Prophetic Future in Early Colonial Peru", en: American
Historical Review, núm. 93, vol. 4, octubre de 1988,pp. 960­1006;L. M. Burkhart, TheSlippery Earth: Nahua-
Christian Moral Dialogue in Sixteenih-CenturyMexico, Tucson, 1989. Cf. S. E. Ramírez (comp.), lndian-
Religious Relations in Colonial Spanisñ America, Siracusa, 1989; N. M. Farriss, Maya Society Under Co-
lonial Rule: The Collective Enterprise of Survival, Princeton, 1984 (versión en español: Madrid, Alianza,
1992); S. Gruzinsk.i, La colonisationde l 'imaginaire: Sociétés indigénes et occidentalisation dans le Mexique
espagnol, xvteme-xvnteme. siecles, París, 1988 (versión en español: La colonización de lo imaginario,
México, Fondo de Cultura Económica, 1991 ). Sobre los intelectuales indígenas, tema que incluye poco más
que el cristianismo. véase R. Adorno, Guaman Poma: WritingandResistance in Colonial Peru, Austin, 1986;
Adorno (comp.). From Oral to Written Expression: Naiive Andean Chronicles of the Early Colonial Period,
Siracusa, 1982, particularmente el ensayo de Frank Salomon; véase también N. M. Farris, "Remembering the
Future, Anticipatiog the Past: History, Time aod Cosmology amoog the Maya of Yucatán", en: Comparative
Studies in Society and History, núm. 29, 1987, pp. 566­593; S. Schroeder, Chimalpahin and the Kingdoms
of Chalco, Tucson, 199l.

26

265
Cuando la adaptación y la reflexión indígena salió a luz, las utopías se desvanecie­
ron. Los sacerdotes y misioneros descubrieron que no sólo competían con rivales españoles
que aspiraban al predominio político y cuyo rapaz interés en el corto plazo alienaba las
almas de los indígenas. Descubrieron también que aun los indígenas que cooperaban
filtraban la imagen de los inocentes de espíritu guiados por el camino de la salvación.
En Yucatán, el poder de los primeros misioneros franciscanos tendió a moldear a los
mayas para que fueran beneficiarios voluntarios de la persuasión cristiana y así eclipsó
el poder de los exploradores y pioneros españoles movidos por inclinaciones más
mundanas. Lautopíaparecía alcanzarse, los estudiantesmayas parecíanresponder al estilo
franciscano de persuasión con la abnegación y la humildad. Luego, en 1562, todo se
tomó en desilusión. Los franciscanos descubrieron que los mayas, aun los maestros más
cristianizados a quienes los misioneros habían prodigado grandes esfuerzos, practica­
ban en secreto antiguas idolatrías, incluso el sacrificio humano, en sus comunidades.
Los misioneros explotaron en ira y la furia de su violencia impactó a los otros franciscanos
tanto como acolonízadores más seculares. En Huamanga, Perú, donde los colonizado­
res habían construido un modelo de alianza y colaboración con los grupos étnicos
indígenas inestable pero en funcionamiento, una creciente desilusión por parte de los
nativos irrumpió en un movimiento milenarista anticristiano. Taki Onqoy, la "enferme­
dad del baile", predicaba que la anterior colaboración indígena­española había sido un
error del pasado y que los huacas (deidades) andinos debilitados habían recuperado ahora
su poder, que el cataclismo se aproximaba y barrería del mundo andino la corrupción
cristiana e hispánica. Ambos escándalos irrumpieron en la década de 1500, tan sólo un
cuarto de siglo después de que los colonizadoresy los sacerdotes se hubieran establecido
por primera vez en las dos regiones. Los dos escándalos trajeron nuevos temas a la
agenda de la política hispánica colonial. ¿ Qué medidas de violencia y castigo podrían
imponer legítimamente los extirpadores de idolatrías sobre los indios paganos que
habían traicionado su primera cristianización? Ambos escándalos construyeron y derrum­
baron carreras políticas. ¿Qué castigo o humillación institucional debería disciplinar la
furia violenta y la arrogancia de un extirpador como Diego de Landa?¿ Qué favor o cargo
institucional recompensaría a un extirpador como Cristóbal de Albomoz?29
Los escándalosde Yucatán y Huamanga estuvieron entre las instanciasmás dramáticas
de las rupturas amerindias de las expectativas españolas. Sin embargo, el desencanto fue
mayor y las expectativas de que la conversión cristiana de los indígenas desplazara los
rituales paganos, sus obligaciones,sus ideas y las relacionessocialesque los españoles veían
como una mezcla de superstición y obra del demonio, probaron su ingenuidad. La versión
de Cristo y de los santos de los indígenas no siguió necesariamente la trayectoria prevista
por sus singulares maestros y guardianes. El desencanto reconfiguró la política de la
evangelización y los caminos que adoptarían las carreras eclesiásticas. ¿ Qué métodos de
persuasión y coerción, recompensa y castigo, interrogacióne investigación,definieron los

29
Véase Clendinnen, "Disciplining the Indians ... ", ob. cit.; Clendinnen, Ambivalent Conquests ... , ob.
cit.; Stern, Peru's lndian Peoples... , ob. cit., pp. 51­70.

27

266
contornos de la legitimidad religiosa en los contextos coloniales? ¿Cuándo se transformó
la cristianización en una interminable dialéctica de conversión y extirpación, qué
prácticas paganas podían tolerarse como superstición inofensiva y cuáles serían
ferozmente perseguidas como subversión blasfema?30
Incluso este análisis relativamente breve de las respuestas y las iniciativas de los nativos
americanosponedemanifiestounadelasmayoresdeficienciasdelallamadaleyendanegra.
El problema no es la acusación de explotación y violencia contra los amerindios por parte
de los españoles: ésta no se escatimó, los colonizadores sin duda construyeron un motor de
explotación social cuyo saqueo pudo alcanzar extremos brutales. El problema tampoco es
la mera simplificación o el perjuicio antihispánico, aunque es cierto que las denuncias de
la leyenda negra pueden perder de vista las características más matizadas y contradictorias
de los colonizadores y sus instituciones y políticas sociales, y quizá incurran en un perjuicio
que ignora una historia igualmente brutal de violencia racial y explotación por parte de otros
colonizadores europeos. El problema fundamental es que todo el debate de la leyenda negra
­la dialéctica de denuncia de explotación destructiva y de abuso por un lado, la celebración
del proteccionismo paternalista y del debate hispánico interno, por el otro­, reduce ia
conquista a una historia de villanos y héroes europeos. Los amerindios quedan relegados al
telón de fondo de la historia de la leyenda negra. Se transfonnan en meros objetos sobre los
cualessedescargaelmaloseponedemanifiestoelheroísmo.Suúnicopapeleseldeaceptar
orebelarsealoqueotroshacensobreellos.31 &taunidimensionalidadsimplificaelproceso
de denuncia y defensa moral, pero evade el hecho histórico de que en millones de formas

30 Acerca del desencanto y del continuo potencial para las campañas de extirpación de idolatrías, véase

(además de las fuentes citadas en la nota 29) S. MacCormack, "'The Heart Has lts Reasons': Predicaments
of Missionary Christianity in Early Colonial Peru", en: H ispanic American Historical Review, núm. 67, 1985,
pp. 443­466; P. Duviols, La lutte conire les religions autochtones dans le Pérou colonial (L'exurpaiion de
t'idolairie entre 1532 et 1660), Lima, 1971. Antonio Acosta presenta un fuerte argumento de que la
sobrevivencia de los "paganismos" podría haber suscitado no sólo la resignación o la violencia sino el
oportunismo ­­earreras eclesiásticas fundadas en "descubrimientos" de idolatrías con el fin de ganar
recompensas o de contrarrestar acusaciones de abusos­; véase A. Acosta, "Los doctrineros y la extirpación
de la religión indígena en el arzobispado de Lima, 1600­1620'', en:JahrbuchfUrGeschichlevonStaal,Wirtschaft
und Gesellschaft Lateinamerikas, núm. 19, 1982, pp. 69­109; A. Acosta, "La extirpación de las idolatrías en
el Perú. Origen y desarrollo de las campañas: a propósito de Cultura andina y represi6n de Pierre Duviols",
en: Revista Andina, núm. 5, vol. l, julio de 1987, pp. 171­195; H. Urbano, "Cristóbal de Molina, el Cusqueño.
Negocios eclesiásticos, mesianismo y Taqui Onqoy", en: Revista Andina, núm. 8, vol. 1, julio de 1990, pp.
265­283, particularmente pp. 268­269.
31 Este síndrome explica por qué los primeros trabajos históricos de indigenistas se basaban en

documentación referida a la abierta rebelión por parte de héroes y disidentes indios, incluyendo a "precurso­
res" de la independencia. Para una orientación historiografica, véase S. J. Stern, "The Age of Andean
lnsurrection, 1742­1782: A Reappraisal", en: S. J. Stern (comp.), Resistance, Rebellion, and Consciousness
in the Andean Peasant World, 18th to 20th Centuries, Madison, 1987, pp. 36­38. Un efecto intelectual de la
leyenda negra fue restringir el rango o la variedad de respuestas indígenas al problema de la conquista: la
posición "pro indígena" demostró la severa brutalidad de la explotación colonial, y el hecho de que los
indígenas no aceptaron simplemente los abusos sino que algunas veces explotaron en revueltas. Un ejemplo
impactante es la estructura narrativa y las sentencias conclusivas y climáticas en el excelente artículo de J. H.

28

267
los amerindios se comprometieron ­esto es, colaboraron, resistieron, se apropiaron,
subvirtieron, reorganizaron­ los proyectos, utopías y relaciones coloniales europeos. Esta
historia de compromiso hizo imposible a los europeos actuar como simples villanos o héroes
desde el punto de vista moral, en libertad de formar un patrón social a su antojo o de acuerdo
con sus impulsos o conciencia. Los europeos actuaron como buscadores de riquezas, estatus
y almas sorprendidosen complejas luchas por el control con los pueblos indígenas y entre
ellos mismos.
Hemos argumentado que no hubo un único significado de la conquista entre sus
promotores, sino múltiples paradigmas y fantasías. La dinámica de la conquista
española conllevaba una lucha política por definir los términos de coexistencia,
colaboración y contradicción entre las visiones contrapuestas de conquista y los grupos
de colonizadores en pugna. Cuando ampliamos nuestra visión para incluir el vasto listado
de respuestas e iniciativas indígenas, comenzamos a apreciar las enormes dimensiones
de una lucha política por definir los beneficios y el significado de la conquista. Los
marcos múltiples y las luchas internas de los colonizadores, sus problemáticas relacio­
nes con la corona y las autoridades reales, el activismo, las innovaciones y la resistencia
de los pueblos colonizados que anotaron sus propias agendas políticas y llevaron a cabo
sus propios conflictos internos, los encuentros inesperados con enfermedades epidémi­
cas y con la muerte: todo infundió una enorme volubilidad e incertidumbre a la época
de la conquista. Todo despertó acaloradas disputas relacionadas con la autoridad
política y su jurisdicción, las políticas sociales y los valores. Además, tanto para los
amerindios como para los europeos, estas cuestiones surgieron en un marco intelectual
sin precedentes: el proceso de descubrimiento­entre luchas por riquezas, rango social
e imperativos religiosos­ de "mundos" del todo desconocidos, habitados por pueblos
que alguna vez siguieran trayectorias culturales e históricas separadas. Por parte de cada
uno de estos pueblos europeos y amerindios y en medio de su reciente unión, los tiempos
desencadenaron no sólo luchas por el poder, sino luchas por la comprensión y la
definición culturales. La lucha política por definir el botín y el significado de la
conquista fue también una lucha cultural por definir e interpretar los valores y el orden
social que prevalecería en una nueva época 32
Por razones de espacio y dado que este ensayo se centra fundamentalmente en las
dos primeras generaciones de la historia posterior a la conquista, no hemos analizado

Rowe, "Toe Incas Under Spanish Colonial Institutions", en: Hispanic American Historical Review, núm. 37,
vol. 2, mayo de 1957, pp. 155­199.
32 El sentido de lucha intelectual y cultural aparece fuertemente, por la parte indígena, en R. Adorno,

Guarnan Poma ... , ob. cit., y F. Salomon, "Chronicles ofthe Impossible: Notes on Toree Peruvian Indigenous
Historians", en: R. Adorno (comp.), From Oral to Written Expression ... , ob. cit., pp. 9­39; cf. Burkhart, The
Slippery Earth... , oh. cit.; Farriss, "Remembering the Future... ", ob. cit. Por la parte española, véanse la
fuentes citadas en la nota 21 y la espléndida evocación de Aridjis en 1492, de una España del siglo XV que
pasaba ella misma por un período de fluidez interior y de lucha, por una crisis tanto política como cultural
cuando se aproximaban los sucesos épicos de 1492.

29

268
el impacto adicional de africanos y mestizos. En algunas regiones, sin embargo, los
africanos o los mestizos introdujeron nuevas aspiraciones, luchas e interrogantes para
la comprensión de la ecuación colonial temprana. El análisis de las relaciones sociales
y los interrogantes de cada grupo pondría de manifiesto aun más la volubilidad e
incertidumbre tanto política como cultural de la época de la conquista.33
La profunda lucha acerca de qué había significado la conquista española y de lo que
aún pudiera significar, trae al ruedo el problema del uso de "cultura" como un concepto
que podría elevar la historia de 1492 más allá de la penosa discusión política. A primera
vista, el término "cultura" nos invita a transitar por una discusión más destacada y
reflexiva, a escapar de las controversias y la polarización del lenguaje. Si se habla de
cultura como de "valores del momento", es posible pasar por encima de la vulgar
denuncia moral de los portadores de la cultura. Al fin y al cabo, muy pocos individuos
van por delante de los valores de su época. Denunciar a unos pocos individuos que no
han estado por encima de su tiempo es un ejercicio que pierde de vista el problema
central: simplemente condena elecciones por carecer de una visión transhistórica que
escapa a la mayoría de nosotros. De igual modo, si se enmarca la conquista como un
problema de "contacto de culturas" ­primeras interacciones entre portadores de
diferentes marcos culturales­, es posible concluir que la mayor tragedia yace no tanto
en sórdidas cuestiones de poder y explotación, sino en fallas de comprensión predeter­
minadas culturalmente. Los agentes de cada cultura cargaban con "guiones" en sus
cabezas que habían heredado de una historia cultural con contactos establecidos. Los
guiones enmarcaban el significado de los contactos culturales de diferente modo,
destinaban a colonizador y colonizado a actuar sobre la base de imperativos culturales
incomprensibles para el otro, retenían la visión de cada lado en una "casa de los espejos"
que refractaba las proyecciones propias. Cuando la proyección cultural de los valores
y expectativas heredados hace imposible conocer y alcanzar un acuerdo genuino con el
"otro", un análisis crítico de las relaciones de poder es un ejercicio que pierde de vista
el problema central: simplemente condena elecciones por carecer de la sabiduría
transcultural que la mayoría de nosotros perdemos ­aun después de varios siglos de

33 Acerca de los africanos en América en contextos coloniales tempranos que subrayan la volubilidad

cultural y la creatividad, véase las brillantes sugerencias del ensayo teórico de S. W. Mintz y R. Price, An
AnthropologicalApproach to theAfro-American Past: A Caribbean Perspective, Filadelfia, 1976; cf. con los
incidentes particulares referidos por S. B. Schwartz, Sugar Plantations in the Formaiion of Brazilian Society:
Bahia, 1550-1835, Nueva York, 1985, pp. 48­49; F. P. Bowser, The African Slave in Colonial Peru, 1524-
1650, Stanford, 1974, p. 188 (versión en español Esclavo africano en el Perú colonial, 1524-1560, México,
Siglo XXI, 1977); y la visión general que se desprende de C. Palmer,S/aves ofthe White God: Blacks in Mexico,
1570-1650, Cambridge, Massachussetts, 1976, y lostrabajos de R. Price, en particular,First-Time: TheHistorical
Vision of an Afro-American People, Baltimore, 1983; Alabi 's World, Baltimore, 1990. Sobre los mestizos y
la conspiración política en Perú, véase Hemming, Conquest of the Incas ... , ob. cit., pp. 342­343. Desafortu­
nadamente para nuestros fines, el maravilloso trabajo de R. D. Cope acerca de la mezcla racial de los plebeyos
se centra fundamentalmente en el periodo colonial medio: "Toe Limits of Racial Domination: Plebeian
Society in Colonial Mexico City, 1660­1720", tesis doctoral, University of Wisconsin­Madison, 1987.

30

269
experiencia adicional con encuentros raciales y etnográficos en una escala global más
pequeña y unificada.34
Hay verdades fundamentales en estas afirmaciones que previenen contra un lengua­
je que culpa o celebra con facilidad. Sin embargo, llevadas demasiado lejos, estas afir­
maciones evaden una verdad igualmente apremiante: el año 1492 inauguró una época
de tremenda volubilidad cultural, una lucha no simplemente por llevar a cabo guiones
culturales heredados y valores del momento, sino por determinar cuáles serían los
valores y las relaciones sociales del momento. Los amerindios y los europeos, si veían
la conquista como cataclismo o utopía o como ambas cosas, comprendieron que algo
asombroso y maravilloso había ocurrido, y que requeriría concienzudos esfuerzos
establecer valores culturales, políticas económicas y sociales, y arreglos religiosos y
políticos que prevalecieran en un nuevo ciclo de la historia de la humanidad. La lucha
por diseñar una nueva trayectoria fue a la vez política y cultural. Trenzó a europeos y
amerindios en conflictos internos consigo mismos y con facciones rivales de sus propias
culturas, y en luchas más externas con pueblos extranjeros.
En resumen, si el año 1492 inició una época de "descubrimiento" en las Américas,
el objeto del descubrimiento estuvo tanto de un lado como del otro. Las confrontaciones
de la conquista promovieron no actos de origen sino de transformación: actos de
descubrimiento y definición propios cargadosdesde el punto de vista político y religioso.
Los descubrimientos no siempre fueron placenteros. Miles de nativos de Huamanga
fueron receptivos al mensaje de Taki Onqoy que proclamaba que los colaboradores
indígenas del mundo hispánico habían descuidado a los dioses andinos y provocado su
ira, por lo tanto ahora los dioses destruirían a los nativos que no limpiaran sus caminos.
Los incas y aztecas imperiales descubrieron que su legitimidad entre los pueblos
subimperiales trastabillaba ­más rápido de lo que hubieran esperado los incas, tan
rápido como lo habían temido los aztecas­. Más de un encomendero de la primera
generación, al aproximarse la muerte, concluyó retrospectivamente que había cometido
tantos excesos aun para una conducta colonial legítima de acuerdo con los estándares
españoles en evolución que debería autorizar una reparación parcial de los daños
causados a los indígenas para prepararse para la vida de ultratumba. Otros descubrieron
que podían caminar tranquilamente por la senda de la arrogancia y el cinismo colonial:
el autor del "Requerimiento" ­un documento destinado a desestimar las tempranas
críticas de Montesinos exhortando a los indígenas a aceptar la pacífica profesión
del cristianismo o bien a sufrir la 'justa guerra" y la esclavitud­ se mofaba de quienes

34Aun los tratamientos más convincentes y eruditos de los temas de la conquista y el contacto cultural

incurren a veces en un discurso de determinismo cultural que subraya las inhabilidades fundamentales para
comprender al otro, o para responder eficazmente a desarrollos cambiantes, o para distanciarse de supuestos
culturales que son inherentes al grupo más que elementos dentro de un rango más amplio de posibles supuestos
y respuestas dentro del grupo. Véase, por ejemplo, T. Todorov, The Conquest of America, Nueva York, 1984,
(versión en español: Conquista de América, México, Siglo XXI, 1987),en particular su descripción de la cultura
azteca; Marshall Sahlins, lslands of History, Ch.icago,1985;cf. Oendinnen,Ambivalent Conquests , ob. cit.,
de quien he tomado la metáfora de la casa de los espejos, p. 27; Farriss, "Remembering the Future ", ob. cit.

31

270
consideraban absurdo el documento. Los conquistadores, cuando se tomaban el trabajo
de proclamar el mensaje teológico en espafiol, no detenían la guerra y la esclavización
hasta encontrar un traductor eficaz. Consideraban el asunto como una broma interna.
Incluso los misioneros se encontraron a veces con descubrimientos desagradables
acerca de ellos mismos. Muchos de ellos descubrieron que no estaban más allá de la
imposición autoritaria e incluso de la violencia cuando los conversos indígenas no
respondían a las enseñanzas persuasivas. Otros sacerdotes descubrieron su pragmática
indiferencia: las adaptaciones indígenas del cristianismo y su discreción para perseverar
en el paganismo no importaba tanto después de todo, siempre que se mantuvieran las
apariencias y se sostuviera un modo de vida colonial.35
El drama desatado en 1492 fue precisamente el drama de una lucha que mezcló la
política y la cultura: problemas de poder y legitimación, explotación y modos de vida,
entre pueblos variados reunidos en un mismo escenario mundial. Diferenciar el
análisis o la conmemoración de 1492 de las sensibilidades políticas es aislarlo de los
temas centrales de estos tiempos. Neutralizarla controversiaapelandoa legadosculturales
y valores que prescribieron la conducta de cada una de las partes es perder el sentido
de volubilidad y asombro, lucha y autodescubrimiento que indujo a cada uno a una
reevaluación de la visión del mundo y del ethos social, de las expectativas culturales
y de las relaciones con lo sagrado. El intento de una noble diferenciación va por un
camino profundamente equívoco. No sólo nos distrae de las preocupaciones y
conflictos fundamentales de la época de la conquista, sino también del problema
todavía no resuelto del legado de 1492 a nuestra época. Al fin y al cabo, América Latina
es una parte del mundo cuyas interacciones de clase y raza, género y honor, religión
y política, aún dan testimonio de la impronta persistente y a veces dolorosa de los
tiempos coloniales. 36 Y para las Américas en su conjunto resurge una y otra vez el
problema de establecer relaciones legítimase incluso una unidad entre pueblos di vidi dos
por una historia que combina diversas razas y culturas en relaciones desiguales de
poder. El hecho de que este tema se niegue a desaparecernos recuerda que 1492 marca
en la historia el amanecer simbólico de un día cuyo sol no se ha puesto aún.

35 Para los ejemplos citados, véase Stern, Peru 's lndian Peoples, ob. cit., pp. 46, 51­70 y 98; Stern, "Rise

and Fall ... ". ob. cit.; G. Lohmann Villena, "La restitución porlos conquistadoresy encomenderos: un aspecto
de la incidencia Jascasiana en el Perú", en: Anuario de Estudios Americanos, núm. 23, 1966, pp. 21­89; G.
Fernández de Oviedo y Valdés, Historia general, citado en Keen (comp.), Latin American Civilizaüon, pp.
64­65; Clendinnen, "Disciplining the lndians ... ", ob. cit.; Lockhart, Spanish Peru, ob. cit .. pp. 49­60; cf.
Acosta, "Los doctrineros ... ", ob. cit.; Acosta, "La extirpación ... ", ob. cit.; MacCormack,'"Toe Heart Has lts
Reasons "'. ob. cit.
36 Para una introducción clásica a este tema, véase S. J. y B. H. Stein, The Colonial Heritage of Latin

America, Nueva York, 1970 (versión en español Herencia comercial de América Latina, México, Siglo XXI,
1985); cf. T. Halperin Donghi,HistoriacontemporáneadeAmérica Latina, Madrid, Alianza, 1969;S. J. Stern,
"Latin America's Colonial History: lnvitaúon toan Agenda", en: LatinAmerican Perspectives, núm. 12, vol.
1, 1985, pp. 3­16, particularmente pp. 3, 13­14.

32

271
DE LA HISTORIA A LA HISTORIOGRAFÍA: EL ESTUDIO DE LA CONQUISTA

Mis reflexiones acerca de la historiografía serán excesivamente breves. La brevedad se


debe en parte a las limitaciones de espacio, en parte al reconocimiento de que ya se ha
revisado la historiografía de la conquista desde un punto de vista perceptivo de lo
político,37 en parte a la idea de que la historia y la historiografía en todo caso no son
dominios estrictamente separados de investigación y análisis. La gente piensa, habla y
escribe análisis históricos de los hechos inmediatos y recientes de sus tiempos. En este
sentido, la "historiografía" es una parte inextricable de la "historia" vivida. Por el
contrario, la visión de la historia distante por parte de un académico establece mi diálogo
implícito o explícito con la historiografía inmediata y reciente. En este sentido, la
extensa discusión acerca de los paradigmas de la conquista en la "historia" ya ha sentado
las bases para evaluar la "historiografía".
Se imponen dos observaciones sucintas: en primer lugar, aunque hay un legado de
controversia política que ha dejado una pronunciada impronta en la literatura de
conquista del siglo xx, la impronta no necesariamente ha interferido en el avance del
conocimiento y la interpretación. Por el contrario, los grandes movimientos
historiográficos del siglo xx emergieron en relación con las sensibilidades políticas. Los
disturbios ocasionados por la caricaturización de la leyenda negra inspiraron una serie
de trabajos revisionistas que dieron lugar a una comprensión más compleja y sutil de las
instituciones y las políticas, las ideas y la cultura colonial española.38 Las continuas
controversias acerca de la destrucción colonial de los pueblos amerindios provocó un
escrutinio más preciso de las múltiples dimensiones de la devastación de la conquista:
el colapso poblacional vinculado a oleadas de epidemias y mortandades; las degrada­
ciones ecológicas que transfonnaron el entorno natural y la agricultura que alguna vez
fuera capaz de mantener a gran número de poblaciones; la "desestructuración" de las
relaciones con la economía entre los indígenas, la autoridad y la cultura que habían

37 Véase el excelente trabajo de B. Keen, "Main currents in United States Writings on Colonial Spanish
America, 1884­1984", en: Hispanic American Historical Review, núm. 65, vol. 4, noviembre de 1985, pp.
657­682. Como complemento, véase W. B. Taylor, "Between Global Process and Local Knowledge: an
lnquiry intoEarly Latín American Social History, 1500­1900", en: O. Zunz (comp.), Reliving the Past: The
Worúú of Social History, Chapel Hill, 1985, pp. 115­190; Stern, "Feudalism, Capitalism, and the World­
System ... ", oh. cit., particularmente pp. 832­845.
·3s Este desarrollo se asocia particularmente con escritos de fines de los años veinte hasta los años
cincuenta, y es diestramente criticado y revisado por Keen, "Main Currents ... ", ob. cit., pp. 664­669. Además
de los trabajos de Hanke, Lanning, Leonard, Simpson y Tannenbaum discutidos por Keen (entre otros), es
necesario anotar los sutiles ensayos de R. Morse: "Toward a Theory of Spanish American Govemment", en:
Joumal ofthe History of Ideas, núm. 15, vol. 1, enero de 1954, pp. 71­93; y "The Heritage of Latín America".

33

272
hecho posible el florecimiento de pueblos nativos en la sociedad y la vida política de los
tiempos anteriores a la conquista. 39 Finalmente, el descontento provocado por el marco
del debate de la leyenda negra que confinara a los indígenas a un plano marginal en la
configuración de la historia colonial temprana, inspiró trabajos históricos que tras­
cendieran la historia de villanos, héroes y microbios europeos que habían actuado sobre
indígenas devastados y maleables.'? La nueva historia vio en los indígenas de la época
colonial temprana algo más que víctimas mal protegidas del trauma paternalista Buscó
explorar las adaptaciones y respuestas de los indígenas en tanto actores dentro de un marco
colonial de poder opresor y mortalidad. Buscó sacar a luz el impacto de la iniciativa
amerindia sobre el orden colonial temprano en su conjunto. Cada uno de los avances en la
historiografía moderna de la conquista se desarrolló en relación con las simpatías y
controversias políticas que rodearon e inflamaron el tema de la conquista en su conjunto.
En segundo lugar, las contribuciones y yerros de los académicos contemporáneos
­los "paradigmas de la conquista" en el sentido historiográfico­­ han nacido a la luz
de una extrema sensibilidad política. Durante las últimas décadas, un amplio sector de
la historiografía centró su atención en la experiencia de los indígenas con respecto a la
conquista. Tres visiones fundamentales han constituido el marco de influencia de esta
literatura: la conquista como problema de encuentro cultural entre "otros", la conquista
como avalancha de destrucción y trauma, la conquista como una relación de poder que
recibió una respuesta.

39 El escrutinio erudito de la devastación comenzó en las décadas de 1950 y 1960, y siguió influyendo

los escritos posteriores hasta entrados los años setenta y ochenta Como ejemplo de grandes trabajos
"tempranos" sobre tópicos específicos mencionados, véase en particular W. Borah y S. F. Cook, The Aboriginal
Population ofCentral Mexico 011 the Eve ofSpanish Conquest, Berkeley, 1963, en muchos aspectos la última
palabra de un ciclo de investigaciones de la "escuela de Berkeley" que cristalizó en los años cincuenta; Rowe,
"Toe Incas"; J. Miranda,El tributo indígena en la Nueva Españadurante e/siglo XVI, México, 1952;C. Gibson,
The Aztecs Under Spanish Rule: A llistory of the lndians of the Valley of México, 1519-1810,Stanford, 1964
(hay versión en español: Aztecas bajo el dominio español, México, Siglo XXI, 1985);MacLeod,SpQllishcentral
America; L. B. Simpson, Exploitation of land in Central Mexico in the Sixteenth Century, Berkeley, 1952;
Sauer, The Early Spanisñ Main (versión en español: Descubrimiento y dominación española del Caribe,
México, Fondo de Cultura Económica, 1984); N. Wachtel, The Vision of tire Yanquished: The Spanisb
Conques/ of Peru through Indian Eyes, /530-1570, original de 1971, Nueva York, 1977. Cf. con la argu­
mentación de Keen, "Main Currents ... ", ob. cit., pp. 669­672. La llegada del quinto centenario ha dado una
nueva oportunidad a esta perspectiva Véase, por ejemplo, Sale, Conquest of Paradise ... , ob. cit.
40En parte, es claro que ésta es una afirmación referida al origen de las preguntas que inspiraron mi propia

investigación para Peru 's Jndian Peoples ... Pero mi camino hacia una historia que explorara los agentes formó
parte de una tendencia mayor de la historiografía acerca de Latinoamérica y otras partes del mundo. Una de
las pioneras para el tema de los pueblos indígenas y la conquista en esta dirección fue K. Spalding con tres
importantes artículos: "Social Oimbers: Changing Patterns of Mobility among the Indians of Colonial Peru",
en: Hispanic American Historical Review, núm. 50, vol. 4, noviembre de 1970, pp. 645­664; "Kurakas and
Commerce: A Chapter in the Evolution of Andean Society", ibid., núm. 53, vol. 4, noviembre de 1973, pp.
581­599; "The Colonial Indian: Past and Future Research Perspectives", en: Latin American Research
Review; núm. 7, vol. l , 1972, pp. 47­76. Cf. S. B. Schwartz, "Indian Labor and New World Plantations:
European Demands and Indian Responses in Northeastern Brazil", en:AmericQllHistorical Review, núm. 83,
vol. l, febrero de 1978, pp. 43­79.

34

273
No es difícil, sin duda, encontrar algo que pueda rescatarse o criticarse en cada uno
de los tres paradigmas académicos de la con~ En el peor de los casos, todos son
vulnerables a una crítica mordaz. La formulación desnuda del primer paradigma nos
incita a ver la conquista como un evento de torpe intercambio cultural, una suerte de
Programa de Intercambio Fullbright de la temprana modernidad: "Europa envió trigo
y obtuvo papas, América envió plata y recibió al cristianismo". El segundo caería
fácilmente en el apadrinamiento de romanticismo occidental: "Pobres de los nobles
salvajes sometidos, llevados a la miseria por los europeos (especialmente por los bastardos
españoles), del paraíso de la inocencia al camino de la cruel modernidad". El tercero
puede reducirse a una historia de héroes y rebeliones destinadas al fracaso, la parodia
de un famoso grito político: "El pueblo, unido, se alza para ser vencido". En el mejor de
los casos, para temas específicos o regiones geográficas determinadas, todos los paradigmas
académicos de la conquista pueden dar lugar a profundas reflexiones. Por ejemplo, el
marco de un encuentro cultural marcado por el extrañamiento y la incomprensión
mutuos parece inevitable si se examina la historia de la conversión y el conflicto religiosos,
y la utopía de las misiones. La conquista como sobrecogedora destrucción de los hombres
parece inminente si nos centramos en las tierras bajas tropicales y del Caribe donde las
enfermedades, la esclavitud y las condiciones brutales de trabajo y nutrición condujeron a
rápidas aniquilaciones y cuasi exterminios de pueblos enteros. La vitalidad de las
respuestas indígenas al poder colonial se torna evidente no sólo en la compleja historia de
alianzas europeas­indígenas, maniobras y conflictos que dieron fonna a las conquistas de
México y Perú, sino en las regiones de "frontera" donde los pueblos indígenas montaron
campañas feroces y a veces victoriosas de resi8fencia militar. No es sorprendente, dadas
la pertinencia y reflexión de los tres enfoques y el eclecticismo académico de los
historiadores, que unos pocos de los mejores trabajos revistan sólo uno de estos caminos
interpretativos y excluyan los otros. En la práctica, los tres enfoques se abren camino
hacia interpretaciones singulares; por otra parte, trabajos contrastantes ppeden ofrecer
tratamientos sustanciales similares de temas específicos como. trabajo, religión o
epidemiología. Los contrastes son, con frecuencia, el resultado del énfasis y la
magnificación del enfoque que se ha tomado como punto de partida.41

41 Es obvio que las citas son parodias inventadas que intentan apresar el sabor de las versiones desnudas

de cada paradigma. El discurso del ':intercambio cultural" alcanza hasta el siglo XVI (véase la discusión de
Juan de Matienzo en Stern, Peru 's Indian Peoples ... , ob. cit., pp. 72·73). La visión romántica del campesino
indígena sometido que había sufrido una gran Caída no sólo tiene una larga historia, constituyó también un
elemento importanteen la construcción de la "cultura nacional" en las sociedades del siglo XIX como México
y Perú.Véase, por ejemplo, R. Bartra,la jaula de la melancolía:idenudadymetamorf;osisdel mexicano,México,
Grijalbo, 1987; G. Portocarreroy P. Oliart, EL Perú desde la escuela, Lima, 1989. Con respecto a las rebeliones
fracasadas y su celebración, véase la nota 30.
Como ejemplo de trabajos agudos y lo suficientementeinclusivos o ecléctivos como para subrayar uno
de los paradigmas y adentrarse selectivamente en las reflexiones de otros, véase Clendinnen, Ambivalent
Conquests ... , ob. cit., donde se destaca el encuentro cultural entre extraños y se incorpora un sentido de
política de poder y respuesta indígena al poder; Gibson, Aztecs ... , ob. cit., en un marco formal que destaca

35

274
Por lo tanto, la crítica de los paradigmas académicos de las experiencias indígenas
de la conquista debe intentar una caracterización más sutil que el simple elogio de una
u otra reflexión, o la pronta condenación de las versiones desnudas de un paradigma u
otro, o la conveniente pretensión de que cada uno de los tres paradigmas define caminos
interpretativosexcluyentes de los otros. Situar la política de los contrapuestos paradigmas
de conquista y las facciones humanas en el centro del análisis histórico es descubrir
modelos que sugieren una crítica más sutil de las interpretacionesfimdadas en los marcos
del encuentro cultural y los traumas de conquista. La crítica es necesaria y fundamental:
incluso los trabajos que intentan explorar a los indígenas como agentes, y su adecuación
y resistenciabajo el régimen colonial, pueden sucumbira la idea deque en los primeros años
de la colonia prevaleció una destrucción devastadora y la ignorancia cultural de los otros.
Sólo después ele pasado el trauma y la confusión inicial, los pueblos indígenas reconstru­
yeron lentamente una respuesta eficaz a la situación colonial.42
La conquista como encuentro cultural entre seres mutuamente ignorantes de los
otros clarifica el círculo vicioso de errores, proyecciones, fantasías, sorpresas y
expectativas preconcebidas que plagaron las relaciones entre colonizador y colonizado.
Pero llevado demasiado lejos, este enfoque evade las dimensiones cruciales de la
volubilidad y el poder: cómo la conquista indujo luchas cambiantes por la autodefinición
cultural y la redefinición de todas las partes; cómo fue la dinámica de poder más que la

la explotación y las presiones destructoras, sin embargo atempera el trabajo con las menciones a la resistencia,
la respuesta y el sentido de supervivencia indígenas; Karen Spalding, Huarochiri: AnAndean Society under
Inca and Spanish Rule, Stanford, 1984, sigue un enfoque que destaca la visión a largo plaz.ode los agentes
indígenas y sus respuestas al poder, pero interpreta el período temprano de posconquista como una época de
saqueo y explotación extremos que condujeron al colapso.
42 La incidencia sostenida de los enfoques que subrayan el encuentro cultural y el trauma de conquista

en la interpretación del período colonial temprano se manifiesta en por lo menos tres aspectos en trabajos
calificados y eruditos. En primer lugar, trabajos pioneros que brindan una visión de los indígenas como
agentes, de sus respuestas y sobre vivencia en ellargoplazopueden,sin embargo, describir el período colonial
temprano como un saqueo traumático y devastador. Véase, por ejemplo, Spalding, Huarochiri,ob. cit.; W.
B. Taylor, Drinking, Homicide and Rebellion in Colonial Mexican Yillages, Stanford, 1979. En segundo
lugar, el giro hacia un énfasis renovado sobre la cultura y la lengua en la historia social ha revigorizado el
estudio de la conquista y sus consecuencias tempranas dentro de un contexto de encuentro cultural,
malentendido y "fronteras dialógicas". Véase, entre muchos otros ejemplos posibles, Burkhart, The Slippery
Eartñ ... , ob. cit. (que invoca la "frontera dialógica" como concepto clave); Gruzinski, La colonisasion... , ob.
cit.; Seminario de Historia de las Mentalidades, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, El
placer de pecar y el afán de normar, México, 1987. Una valiosa introducción a las nuevas aproximaciones
a la cultura en el anilisis histórico se encuentra en L. Hunt (comp.), The New Cultural History, Berkeley, 1989.
En tercer lugar, trabajos que observan la capacidad de sobrevivencia y de respuesta de los indígenas en el
período colonial temprano, destacan a veces la peculiaridad regional. Esto es, las presiones menores de los
colonizadores en regiones marginales, donde las presiones de conquista no alcanzaron la intensidad asociada
con regiones más importantes de colonización, ayudan a explicar resultados que no fueron traumáticos en
absoluto en el período colonial temprano, y que prepararon la escena para "segundas conquistas" más intensas
en los siglos xvm y xoc. Véase, por ejemplo, Farriss, Maya Socíety... , ob. cit.

36

275
ignorancia la que sentó las bases de la trágica lucha colonial; cómo la incertidumbre y
el interés indujeron a "etnografías del otro" prácticas, esto es, a sondeos que dieron lugar
al conocimiento y la comunicación suficientes como para abordar los problemas
prácticos del tributo y el trabajo, la religión y los rituales sagrados, los mercados y las
empresas, la política y las riquezas.
De manera similar, la política de paradigmas enfrentados de conquista y facciones,
abre la puerta a una crítica del enfoque que destaca el trauma. Con seguridad, la
conquista como avalancha sobrecogedora de destrucción clarifica la escala del desastre
enfrentado por muchos pueblos indígenas en los albores de la conquista europea. Las
poblaciones colapsadas y frecuentemente enfermas; la presión despiadada de los
conquistadores inclinados inmediatamente al saqueo y la utopía; la ruptura de redes de
rango y reciprocidad, agricultura y ecología interrelacionadas desde los tiempos
anteriores a la conquista; la construcción de sociedades coloniales y sistemas laborales
sobre las bases del saqueo económico y la degradación social: estas presiones combi­
nadas podrían resultar abrumadoras en el lapso de una o dos generaciones solamente,
y podrían alentar en algunos casos la esencia rencorosa de los pueblos que buscan la sola
sobrevivencia mientras tambalean en desastres impensables. Sin embargo, llevada
demasiado lejos, la conquista como paradigma del desastre evade una historia de
recursos indígenas, manipulaciones y resistencia que trascendió el gesto fútil condenado
al fracaso. Muchos pueblos amerindios siguieron siendo suficientemente numerosos,
socialmente consolidados,económicamente solventes, políticamente comprometidos y
culturalmente independientes como para llevar a los colonizadores por caminos de
conflicto, frustración, desilusión y lucha que los europeos podrían no haber imaginado
jamás. Llevado demasiado lejos, el modelo de "conquista como trauma" anula los
espacios para la iniciativa abiertos por los amerindios.como individuos y como grupos
colectivos o facciones, en ocasiones con la complicidad activa o pasiva de individuos
o facciones europeos, en ocasiones frente a una oposición colonizadora más unificada.
Esta cancelación no sólo tiende a deshumanizar a los indígenas al reducirlos a
objetos de abuso, explotación y protección por los "otros" europeos. Más irónicamente,
tiende también a deshumanizar a los colonizadores europeos. Éstos se transforman en
avaros agentes de una devastación masiva libremente promovida por su propia y miope
voluntad, sin que ninguna fuerza humana o visión moral pueda detenerla. (Ésta es la
leyenda negra nuevamente.) O bien se unen a los indígenas como actores marginales que
atestiguaron la destrucción apocalíptica forjada por agentes microbianos incontrolados.
(Ésta es la Historia Providencial nuevamente, en tiempos más seculares.)
El paradigma de la conquista como una relación de poderes que recibió una
respuesta, invita a la investigación y a la pregunta que va más allá de la deshumanización.
Aprehender las tormentas políticas, las luchas por el control y las iniciativas humanas
tanto amerindias como europeas, que dieron lugar a opciones y limitaciones, no sólo
libera a los amerindios del reino de los devastados objetos de destrucción que atrajeron
sobre sí el escarnio por parte de los explotadores europeos, la conmiseración por parte
de los protectores europeos de los exóticos y los inocentes. Este enfoque libera también
a los colonizadores del reino de los inconmensurables demonios históricos de los cuales

37

276
podemos proclamarnos a una saludable distancia moral. Restaura a los colonizadores
a dimensiones humanas más reconocibles: explotadores, buscadoees de poder. visiona­
rios y socios beneficiarios asociados cuyos proyectos de dominación social estuvieron
atiborrados de contiendas, iniciativas y respuestas desde dentro y desde fuera. En
oposición al cliché facilista, tomar en serio la dinánúca de poder y lucha polarizados que
genera tanta crítica y debate moral, es acercarse a una interpretación más "humanizada"
de la experiencia de la conquista. La interpretación no necesita excluir la apreciación de
la importancia del extrafiamiento cultural, los preconceptos, la fantasía y el malenten­
dido en la época de la conquista. Ni necesita minimizar la intensidad y la escala de las
presiones destructivas que afrontaron los pueblos indígenas. El mayor peligro es más
sutil: es el peligro de olvidar que no toda la actividad indígena tenía como propósito
responder al poder colonial, y que algunas respuestas fueron bastante indirectas. Una de
las respuestas al poder fue precisamente la decisión de forjar espacios sociales y
culturales que trascendieran el problema del poder y la respuesta al poder, espacios de
expresión y aun de goce guiados por identidades y aspiraciones más "endógenas".43

CONCLUSIÓN: UN NUEVO DILEMA

Comenzamos con un dilema que parecía prestarse a una solución voluntarista, a la


decisión individual de pasar por encima el problema. La inmensidad de las transforma­
ciones históricas simbolizadas por el afio 1492 nos fuerza a reconocer, conmemorar y
definir el significado del evento. Sin embargo, el debate y los agravios políticos que
permean la conmemoración del evento atentan contra un lenguaje común de discusión.
¿Por qué no elegir, de acuerdo con el libre albedrío y el intelecto, una reflexión sobre
el significado del afio 1492 más elevada e independiente, que trascienda las luchas y
contiendas políticas?
En este ensayo, hemos llegado hasta un dilema más anclado históricamente y más
difícil de aprehender desde el punto de vista intelectual. Las expediciones de conquista
no impulsaron un solo paradigma de conquista, ni entre los pueblos espai'ioles y
amerindios considerados por separado ni en las nuevas sociedades que construyeron en
conflicto y colaboración entre sí y con la descendencia africana y racialmente mixta. Las
expediciones impulsaron, en cambio, una época de contiendas feroces y faccionalismos,
una profunda lucha por defmir las reglas sociales y las relaciones que prevalecerían y

43 U na interpretación particularmente valiosa cuyo impulso endógeno nos recuerda que no debemos

reducir la totalidad de las aspiraciones indígenas a respuestas directas al poder colonial es la de M.


Carmagnani, El regreso de los dioses. El proceso de reconstitución de la identidad étnica en Oaxaca:
siglos XVII y XV111, México, 1988; cf. la discusión acerca de los lazos de la comunidad en Farriss, Maya
Society ... , ob. cit.

38

277
ganarían legitimidad en un "nuevo mundo" habitado por pueblos diversos. Cómo
reconciliar la pluralidad de culturas y trayectorias históricas con el impulso de procla­
mar valores humanitarios universales; cómo establecer relaciones sociales legítimas e
incluso fructíferas entre diversos pueblos y grupos culturales cuando esas mismas
relaciones están permeadas por poder, otredad, ambición e inequidad: estos temas
fueron una carga política y religiosa para colonizador y colonizado por igual. La carga
no ha desaparecido todavía. Seguimos lidiando con las consecuencias de la diversidad
humana aun cuando el curso de la historia arroja a los pueblos a un campo mundial de
esfuerzo mancomunado y unificación del poder. El año 1492 simboliza los tempranos
albores modernos de nuestro propio día. El sol aún no se ha puesto, ni siquiera es claro
que hayamos llegado a la media tarde de este tiempo histórico.
La búsqueda de una comprensión más amplia, más allá de los tintes de las
sensibilidades políticas, no es tan sólo ilusoria. También demanda un enorme costo.
Algo puede ganarse, desde luego, desde un lugar de independencia política y moral.
Desvincular la reflexión de los discursos polarizadores de las afrentas y el poder, la
legitimidad y la crítica, puede facilitar la generosidad del intelecto y del espíritu que
permite alcanzar una comprensión de una época y sus pueblos en términos que superen
el maniqueísmo. Y es sin duda cierto que, en el peor de los casos, una política intelectual
vulgar extiende su mensaje por doquier, alienta la reducción de los seres humanos a
caricaturas, de la historia a una fantasía del presente. Sin embargo, el peligro de la
crudeza no demuestra necesariamente la sabiduría o la intuición de la independencia o
la objetividad. Una pulcritud muy decidida trae sus propios riesgos, crea su propia
ineficacia. Una historia de la conquista separada de las sensibilidades políticas es una
historia separada de la preocupaciones y pasiones centrales de los conquistadores y
amerindios del siglo XVI. Es una historia separada, también, de los grandes temas de
nuestra propia época. Si el encanto y el poder de la historia es la invitación a entablar
un diálogo significativo entre el pasado y el presente, el riesgo de una historia de la época
de la conquista noblemente independiente es el de tornarse autodestructora. Su vitalidad
se desprende de ambos extremos del diálogo, y da lugar a relatos que compiten entre sí,
y a mitologías.
La solución al dilema es acogerlo. El hecho de que el año 1492 demande discusión
aunque desafíe un lenguaje común de discusión provoca reflexión e investigación.
Incluso puede provocar entendimientos. Acoger el dilema es cuestionar la dudosa
suposición de que la tranquila independencia del fuego político de la sociedad es la
condición previa de la reflexión histórica y filosófica profunda. Acoger el dilema no es
sólo permanecer fieles a los agentes humanos de la época de la conquista. Es también
reconocer, con alivio, que todavía no somos cínicos indiferentes a las dolorosas
convergencias del poder, el rango étnico y los encuentros multiculturales de nuestro
propio tiempo.

39

278
279
WACHTEL, NATHAN en Historia de América Latina de Leslie Bethell - Tomo 1 - Ed. Crítica

https://ia800503.us.archive.org/6/items/ColeccionHistoriaDeAmericaLatina-bethellTomosDel1Al8YDiccionarioDe/
Bethellled._historiaDeAmricaLatinaT.1.pdf

Capítulo 7
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA

América, aislada del resto del mundo durante miles de años, tuvo una historia
diferenciada, libre de influencias externas. Era, por lo tanto, una compleja interac-
ción de factores internos que tuvo lugar a principios del siglo xvi, y confirió a las
variadas sociedades indígenas formas muy diferentes: estados sumamente estructu-
rados, jefaturas más o menos estables, grupos y tribus nómadas y seminómadas. Y,
hasta ese momento era un mundo completamente autocontenido, el cual de repente
experimentó un golpe brutal y sin precedentes: la invasión de hombres blancos de
Europa, el choque con un mundo completamente diferente.
La reacción de los nativos de América ante la invasión de los españoles fue con-
siderablemente variada: desde el ofrecimiento de alianzas hasta la colaboración más
o menos forzada, desde la resistencia pasiva hasta una hostilidad constante. En to-
das partes, sin embargo, la llegada de estos seres desconocidos causó el mismo asom-
bro, no menos intenso que el experimentado por los mismos conquistadores: ambas
partes estaban descubriendo una nueva raza de hombres cuya existencia ni siquiera
habían sospechado. Este capítulo examinará los efectos de la invasión española so-
bre los imperios azteca e inca, durante la primera etapa de la dominación colonial
(en la década de 1570), con particular intensidad en el caso de los Andes; y también
considerará brevemente las áreas periféricas, del norte de la meseta central mexi-
cana, del sur y sudeste de los Andes centrales, a fin de presentar un cuadro más am-
plio de la «visión de los vencidos».

EL TRAUMA DE LA CONQUISTA

Inmediatamente, tanto en México como en Perú los documentos indígenas exhalan


una atmósfera de terror religioso ante la llegada de los españoles. Aunque éstas eran
interpretaciones retrospectivas, tales descripciones testimonian el trauma experimen-
tado por los nativos americanos: profecías y portentos vaticinaban el fin de los tiem-
pos; luego, de repente, aparecieron unos monstruos de cuatro patas montados por
criaturas blancas de aspecto humano.
En Tenochtitlan, durante todo el año, cada noche se iluminaba por una columna
de fuego que aparecía en el este y se veía subir desde la tierra hasta el cielo. Un mis-
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 171

terioso fuego incendió el templo de Huitzilopochtli; después de que fuera destrui-


do el de Xiuhtecuhtli por un rayo. Un extraño pájaro gris, mostrando una especie
de espejo encima de su cabeza fue capturado; cuando Moctezuma examinó el espe-
jo «... vio por segunda vez la mollera del pájaro, nuevamente vio allá, en lontananza;
como si algunas personas vinieran de prisa; bien estiradas, dando empellones. Se ha-
cían la guerra unos a otros, y los traían a cuestas unos como venados».1 Entre los
mayas, el Chilam Balam profetizó (acaso después del acontecimiento) la alborada
de una nueva época: «Cuando levanten su señal en alto, cuando la levanten con el
Árbol de la Vida, todo cambiará repentinamente. Y aparecerá el sucesor del árbol
de la vida y para todo el pueblo el cambio será cierto».2 En Perú, los últimos años
de Huayna Cápac fueron perturbados por una serie de violentos y extraños temblo-
res de tierra. El rayo destruyó el palacio del Inca y aparecieron cometas en el cie-
lo. Un día durante la celebración de la fiesta del sol, un cóndor fue cazado por un
halcón y dejado caer en medio de la plaza principal de Cuzco: el pájaro fue asisti-
do pero murió. Finalmente, una noche brillante, la luna pareció estar rodeada por
un triple halo, el primero color de sangre, el segundo de un negro verdoso, el ter-
cero parecía humo: los adivinos profetizaron que el rojo de sangre indicaba que una
guerra cruel desgarraría en pedazos a los hijos de Huayna Cápac; el negro anunciaba
la destrucción del imperio inca; y el último halo, que todo desaparecería con el
humo.3
Disperso en toda América estaba el mito del dios civilizador que, después de su
reinado benevolente, desaparece misteriosamente, prometiendo a los hombres que
un día volverá. En México, fue Quetzalcóatl quien partió hacia el este, y en los An-
des, Viracocha quien desapareció en los mares del oeste. Se suponía que Quetzacóatl
retornaría en un año, ce-acatl (una caña), basado en el ciclo de 52 años, mientras
que para el estado inca el fin vendría durante el reinado del duodécimo emperador.
En México, los españoles llegaron desde el este, y el 1519 era sin duda un año
ceacatl; en Perú vinieron del oeste y Atahualpa era, sin duda, el duodécimo inca.
Por lo tanto, la conmoción tomó para los indios una forma específica: ellos perci-
bieron los acontecimientos a través de la estructura del mito y, al menos en ciertas
circunstancias, concibieron la llegada de los españoles como el retorno de los dioses.
Es sorprendente que, desde México a Perú, las descripciones de los nativos re-
cogen las mismas características que demuestran la extrañeza y el poder de los in-
vasores: sus pieles blancas, sus barbas, sus caballos, su escritura y sus armas de fue-
go. De ahí, el siguiente mensaje que Moctezuma había dado a sus mensajeros:

Por todas partes vienen envueltos sus cuerpos, solamente aparecen sus caras. Son
blancas, son como si fueran de cal. Tienen el cabello amarillo, aunque algunos lo tienen
negro. Larga su barba es, también amarilla; el bigote también tiene amarillo ...
Los soportan en sus lomos sus «venados». Tan altos están como los techos.

1. Miguel León-Portilla, Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista,


México, 1959, pp. 2-5; ídem, El reverso de la Conquista. Relaciones aztecas, mayas, e in-
cas, México, 1964.
2. Chilam Balam de Chumayel, ed. y trad. Benjamín Péret, París, 1955, p. 217.
3. Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los Incas [1609], ed. Obras completas,
Madrid, 1960, vol. II, pp. 52, 352-354.
172 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

Y cuando cae el tiro [del cañón] ... Pues si va a dar contra un cerro, como que lo
hiende, lo resquebraja, y si da contra un árbol, lo destroza hecho astillas, como si fuera
algo admirable, cual si alguien le hubiera soplado desde el interior.4

La escena en la que Moctezuma recibió a los españoles (pese a las dudas de sus
consejeros) como si fueran dioses se ha hecho célebre: fue a recibir a los invasores
y les regaló collares de flores y oro como señal de bienvenida; después pronunció
ante Cortés el sorprendente discurso que nos ha sido legado por los informadores
de Sahagún:

Señor nuestro: ... Ya a la tierra tú has llegado. Has arribado a tu ciudad: México.
Aquí has venido a sentarte en tu solio, en tu trono ...
No, no es que yo sueño, no me levanto del sueño adormilado: no lo veo en sue-
ños, no estoy soñando ...
¡Es que ya te he visto, es que ya he puesto mis ojos en tu rostro! ...
Como que esto era lo que nos habían dejado dicho los reyes, los que rigieron, los
que gobernaron tu ciudad:
Que habrías de instalarte en tu asiento, en tu sitial, que habrías de venir acá.5

Estas historias mexicanas recuerdan aquellas crónicas de los Andes como la de


Titu CUSÍ: desde su llegada los españoles eran considerados como Viracochas, hi-
jos del creador divino:

Decían que habían visto llegar a su tierra ciertas personas muy diferentes de nuestros
hábitos y traje, que parecían viracochas, ques el nombre con el cual nosotros nombra-
mos antiguamente al Criador de todas las cosas, diciendo Tecsi Viracochan, que quiere
decir principio y hacedor de todos; y nombraron desta manera a quellos personas que
habían visto, lo uno porque diferenciaban mucho nuestro traje y semblante, y lo otro
porque velan que andaban en unas animalías muy grandes, las cuales tenían los pies
de plata; y éste decían por el rrelumbrar de las herraduras. Y también los llamaban
ansí, porque les havían visto hablar a solas en vnos paños blancos como vna persona
hablaba con otra, y éste, por el leer en libros y cartas...6

Es cierto que la creencia en la divinidad de los españoles fue pronto destruida:


su extraña conducta, su delirio ante la visión del oro y su brutalidad destruyeron rá-
pidamente estas creencias. Y, en principio, no todos los americanos tenían tales fan-
tasías. La intrusión de los europeos fue para las sociedades indígenas un hecho sin
precedentes que interrumpió el curso normal de su existencia. Enfrentados con la
llegada de lo desconocido, la visión que los indios tenían del mundo comportaba al
menos la posibilidad de que los hombres blancos fueran dioses. Pero la respuesta
a esta cuestión sería positiva o negativa, según el lugar y las circunstancias. La prue-
ba de esto se demuestra en un acontecimiento notable. En las cercanías del Cuzco,
los soldados de Pizarro capturaron unos mensajeros enviados por Callcuchima a

4. M. León-Portilla, Visión de los vencidos, pp. 34-35.


5. M. León-Portilla, Visión de los vencidos, pp. 79-80.
6. Inca Tuti Cusi Yupangui, Relación de la Conquista del Perú y hechos del Inca Man-
co, 2 vol. [1570], en Colección de libros y documentos referentes a la Historia del Perú, Pri-
meras series, vol. II, Lima, 1916, pp. 8-9.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 173

Quizquiz; eran portadores de noticias importantes sobre la naturaleza de los inva-


sores. «Callcuchima les había enviado para informar a Quizquiz que ellos [los es-
pañoles] eran seres mortales.»7

¿Cómo es posible que imperios tan fuertes como el azteca y el inca, fueran des-
truidos tan rápidamente por unos centenares de españoles? Sin duda los invasores
se beneficiaron de la superioridad de las armas: espadas de acero contra lanzas de
obsidiana, armaduras de metal contra túnicas forradas de algodón, arcabuces con-
tra arcos y flechas, caballería contra infantería. Pero esta superioridad técnica pa-
rece que fue de una importancia relativa: los españoles poseían pocas armas de fuego
en el momento de la conquista, y eran de disparo lento; su impacto desde el princi-
pio fue, como en el caso de los caballos, principalmente psicológico.
La victoria española fue ciertamente facilitada por las divisiones políticas y ét-
nicas del mundo indígena: los imperios azteca e inca habían sido construidos por su-
cesivas conquistas. Algunos grupos veían en la llegada de los invasores una opor-
tunidad para librarse de la dominación opresiva: tanto era así, que fueron los mismos
indios quienes proporcionaron el grueso de sus ejércitos conquistadores a Cortés y
Pizarro, los cuales eran tan numerosos como los ejércitos azteca e inca contra los
que luchaban. En México, los recién conquistados totonacas se rebelaron contra Moc-
tezuma y se aliaron con los españoles, quienes inmediatamente recibieron una ayu-
da decisiva de los tlaxcaltecas. En Perú, la facción de Huáscar se unió a Pizarro,
quien también consiguió la ayuda de grupos tales como los cañaris y los huancas,
los cuales se negaron a aceptar el dominio de los incas.
El resultado del conflicto no dependió sólo del poder de las fuerzas en oposición:
desde la perspectiva de los vencidos, la invasión europea también contenía una di-
mensión religiosa, incluso cósmica. Pillajes, masacres, incendios: los indios vivían
verdaderamente el final del mundo; la derrota significaba que los dioses tradicionales
habían perdido su poder sobrenatural. Los aztecas creían que eran el pueblo esco-
gido de Huitzilopochtli, el dios Sol de la guerra; su misión era someter bajo su go-
bierno a los pueblos que rodeaban por todas partes a Tenochtitlan. De este modo,
la caída de la ciudad significó infinitamente más que una derrota militar. Además
terminó el reinado del dios Sol. En lo sucesivo, la vida terrena perdió todo su sen-
tido, y desde que los dioses murieron sólo les quedaba a los indios el morirse:

Muramos, pues,
Muramos, pues,
Para nosotros los dioses están realmente muertos.8

En la sociedad de los Andes, el Inca, como hijo del Sol, mediaba entre los dio-
ses y los hombres, y se le adoraba como a un dios. Representaba en un sentido el
centro corpóreo del universo, cuya armonía garantizaba. La muerte del Inca repre-

7. Archivos Históricos de Cuzco, «Genealogía de la casa y la familia de Sayri Tupac»,


libro 1, índice 1, fol. 147 v.° y libro 4, índice 6, fol. 38 r.°.
8. Libros de los Coloquios de los Doce, en Walter Lehmann, Sterbende GOtter und Chris-
tliche Heilsbotchaft, Stuttgart, 1949, p. 102; también en León-Portilla, El reverso de la Con-
quista, p. 25.
174 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

sentaba la desaparición del punto de referencia viviente del universo, la destrucción


brutal de este orden. Y es la causa por la que todo el mundo natural participaba en
el drama de la derrota:
El sol vuélvese amarillo, anochece,
misteriosamente; ...
La muerte del Inca reduce
al tiempo que dura una pestañada.
La tierra se niega a sepultar
a su señor,
y los precipicios de rocas tiemblan por su amo,
canciones fúnebres entonando, ...9

DESESTRUCTURACIÓN

El trauma de la conquista no se limitó al impacto psicológico de la llegada del


hombre blanco y a la muerte de los antiguos dioses. El dominio español, en tanto
que se sirvió de las instituciones nativas, al mismo tiempo llevó a cabo su desinte-
gración, dejando sólo estructuras parciales que sobrevivieron fuera del contexto re-
lativamente coherente que les había dado sentido. Las consecuencias destructoras de
la conquista afectaron a las sociedades nativas en todos los niveles: demográfico, eco-
nómico, social e ideológico.
Tras este primer contacto con los europeos, las poblaciones amerindias sufrie-
ron en todas partes un hundimiento demográfico de excepcionales proporciones his-
tóricas. En la meseta central mexicana, Sherburne F. Cook y Woodrow Borah han
propuesto la cifra (quizás excesiva) de 25 millones de habitantes antes de la llega-
da de los españoles. En los Andes han sido efectuadas varias estimaciones; pero una
población de alrededor de 10 millones para todo el imperio inca parece una evalua-
ción razonable.10
Pero en los 30 años siguientes a la invasión la población descendió a una velo-
cidad vertiginosa. Los indios de la isla de La Española, por ejemplo, fueron exter-
minados completamente, mientras que en la meseta mexicana la población se redu-
jo en más de un 90 por 100, según estiman Cook y Borah:
1519 25,0 millones
1532 16,8 millones
1548 6,3 millones
1568 2,6 millones
1580 1,9 millones
La caída de la tasa de población parece haber sido menos pronunciada en los An-
des: los indios de las áreas frías, especialmente los del altiplano, sobrevivieron mejor
a la catástrofe que en otras partes. Así la población de los lupacas, en la orilla oes-
te del lago Titicaca, disminuyó sólo un 20-25 por 100 en 30 años. Por otro lado,
9. Apu Inca Atawalpaman, en M. León-Portilla, El reverso de la Conquista, pp. 182-183.
Véase también, Elliot, HALC, I, cap. 6.
10. Ver nota sobre la población nativa americana en vísperas de la invasión europea.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 175

el descenso de la población en el norte de los Andes, en la costa o en los valles ca-


lientes, alcanzó niveles parecidos a los de Mesoamérica. Según el juicio que nos per-
miten las fuentes fragmentarias, el descenso total fue, como en México, muy exa-
gerado hasta 1560, y después se volvió más gradual:

1530: 10,0 millones


1560: 2,5 millones
1590: 1,5 millones"

¿Cuáles fueron las razones de esta catástrofe? La causa principal fue la enferme-
dad. Los europeos trajeron con ellos nuevas enfermedades (viruela, sarampión, gripe,
plagas) contra las que los indios americanos, aislados por miles de años del resto
de la humanidad, no tenían defensas. Tan pronto como en 1519, la resistencia az-
teca se quebrantó por la epidemia de viruela, que brotó durante el sitio de Tenoch-
titlan. La epidemia se extendió por toda la América Central, y tal vez tan lejos como
hasta los Andes: en 1524, antes de la primera expedición de Pizarra, una extraña
enfermedad, caracterizada como una especie de viruela o sarampión, causó miles de
muertos (incluido el Inca Huayna Cápac) en el imperio inca. En los años entre
1529-1534 el sarampión invadió de nuevo, primero el Caribe, más tarde México y
América Central. El famoso matlazahuatl asoló Nueva España en 1545 y Nueva Gra-
nada y Perú durante el año siguiente. En 1557, una epidemia de gripe, que venía di-
rectamente de Europa, golpeó la América Central; en 1558-1559, de nuevo la vi-
ruela se extendió por Perú. Matlazahuatl resurgió en 1576 en México. Y durante los
años 1586-1589 una triple epidemia de viruela, sarampión y gripe procedente del
Cuzco, Quito y Potosí, asoló por entero los Andes.12
Incluso si se acepta que estas epidemias eran la causa principal del descenso de-
mográfico, no se puede negar que la conquista española fue un período de cruel opre-
sión. Los primeros censos de la población nativa muestran una tasa de mortalidad
masculina excesivamente alta, probablemente debido a la guerra y a las exacciones
de impuestos.13 Otros documentos se refieren a suicidios individuales o colectivos y

11. Para una exposición sobre el derrumbamiento de la población india subsiguiente a


las invasiones europeas, véase Sánchez Albornoz, HALC, TV, cap. 1. Sobre los Andes en par-
ticular, véase Nathan Wachtel, La visión des vaincus. Les iridies du Perou devant la conquete
espagnole 1530-1570. París, 1971, pp. 135-140, 318-321; y Noble David Cook, Colapso de-
mográfico. Indios de Perú, 1520-1620, Cambridge, 1981.
12. Felipe Guarnan Poma de Ayala, Nueva Coránica y buen gobierno [1614], París, 1936,
p. 114; Pedro Cieza de León, Primera parte de la crónica del Perú [1550], Madrid, 1941,
p. 71; Fernando de Montesinos, Memorias antiguas historiales y políticas del Perú [1644],
Madrid, 1906, vol. I, p. 254; Bernabé Cobo, Historia del nuevo mundo [1653], Madrid, 1965,
vol. II, p. 447; Henry F. Dobyns, «Una reseña de la historia epidémica andina en 1720», en
Boletín de la Historia de medicina [1963], pp. 493-515; N. Wachtel, La visión des vaincus,
pp. 147-149.
13. Este fenómeno está perfectamente observado en las visitas de íñigo Ortiz de Zúñi-
ga, Visita de la provincia de León de Huánuco [1562], vols. I y II, Huánuco, 1967-1969; y
de García Diez de San Miguel, Visita hecha a la provincia de Chucuito en el año 1567, Lima,
1964. Para adultos entre 21 y 50 años, el primero revela la cifra de 56 hombres por cada 100
mujeres, v el segundo 82 hombres por 100 mujeres.
176 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

a prácticas de abortos, que al mismo tiempo revelaban un talante desesperado y se


utilizaban como forma de protesta. Las pirámides de edad que pueden construirse
para la segunda mitad del siglo xvi, sugieren una caída en la tasa de natalidad que
podría interpretarse como otra consecuencia del trauma de la conquista.
Está claro que un derrumbamiento en la población de tal magnitud desorganizó
completamente las estructuras tradicionales de las sociedades nativas. Las respues-
tas a un cuestionario que constituyó las bases de las Relaciones geográficas de las
Indias [1582-1586], nos informa cómo los mismos indios veían su propia situación
geográfica. Los investigadores preguntaron a sus informantes tanto si el número de
indios se había incrementado o descendido desde antes del período de la conquista,
como si ellos gozaban de una mejor o peor salud, para explicar las causas de los cam-
bios que habían tenido lugar. Casi todas las respuestas apuntaban en la misma di-
rección: los indios sentían que vivían menos y cada vez tenían peor salud. Las cau-
sas del declive se debían por orden de importancia a las guerras, las epidemias, las
migraciones de los pueblos y los trabajos excesivos. Estas causas parecen plausibles
y además concuerdan entre sí. Pero la aparentemente absurda y poco probable na-
turaleza de algunas de las respuestas las hizo más sugestivas. En algunos casos, los
indios atribuyeron la caída de su población o su más corta vida, al hecho de que te-
nían menos trabajo y a que eran más libres y se alimentaban mejor:

...E que vivían más años antiguamente que agora, que entienden ques la
causa, que entonces comían y bebían menos que agora ...
Y a causa de ser agora más viciosos que antes con más libertad, viven me-
nos sanos ...
Vivían más, porque antiguamente dicen que todos vivían más regaladamen-
te que agora, porque no abundaban las cosas que agora ni tenían las ocasio-
nes que agora tienen de comer y beber y otros vicios, con el demasiado tra-
bajo que tenían en tiempo del Inca, ni había vino, aquesta es la causa bastante
de vivir poco.14

¿Pueden explicarse tales respuestas por un deseo de agradar o por miedo? Si fuera
así, es sorprendente que quienes contestaban al cuestionario no dudaran de otro tiem-
po para quejarse de su suerte. Es muy probable que el sentimiento de excesiva li-
bertad, aparentemente inexplicable, correspondiera verdaderamente al vacío que ha-
bía dejado la desaparición de las anteriores estructuras del estado y al abandono de
las normas tradicionales de conducta. Es sorprendente que en la última cita se alu-
da también a los estragos del alcoholismo (tema sobre el que volveremos más ade-
lante) como una de las causas de la despoblación. En otras palabras, lo que estas res-
puestas muestran es la desintegración de los sistemas económico, social y religioso
que daban con anterioridad un sentido a las labores de la vida diaria. En resumen,
los cambios demográficos reflejaban la desintegración del mundo nativo. Para com-
prender los procesos de desestructuración es necesario primero subrayar los diferen-
tes rasgos de las civilizaciones precolombinas. Sin embargo, puesto que esto ha sido

14. Relaciones geográficas de Indias [1582-1586], ed. M. Jiménez de la Espada, Madrid,


1881-1898, 4 vols. reed. 1965, 3 vols.; vol. I, pp. 170, 222 v 330.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 177

tratado en una parte anterior de este volumen, un solo ejemplo —los Andes centra-
les y meridionales— será objeto de un estudio más detenido.15
Antes del surgimiento del Tahuantinsuyu (el estado inca), esta extensa área es-
taba poblada por decenas de grupos distintos de muy diferentes tamaños: así, los chu-
padlos de la región de Huánuco se componían de una pequeña jefatura de alrede-
dor de 10.000 personas, mientras que los lupacas en la orilla oeste del lago Titicaca
componían un reino poderoso de unos 100.000 habitantes. Los incas de la región del
Cuzco representaban, al principio, un grupo étnico de una importancia relativamente
pequeña, que se distinguieron de los demás sólo por su singular puesto en la historia.
La unidad básica de los diferentes grupos étnicos eran los ayllu (análogos de los
calpulli mexicanos) que formaban un núcleo endogámico, reuniendo un determina-
do número de parentescos que poseían colectivamente un territorio concreto (a me-
nudo desconectado). Agrupadas colectivamente, las unidades básicas se formaban
por mitades, y después formaban unidades aún más amplias, hasta que abarcaban
todo el grupo étnico. El mismo término ayllu puede aplicarse a todos los diferentes
niveles superpuestos de esta manera unos sobre otros, en el que cada uno incluía al
anterior. El estado inca era de esta manera la cima de esta estructura inmensa de uni-
dades interconectadas. Se impuso un aparato político y militar a todos estos grupos
étnicos, mientras seguían confiando en la jerarquía de los señores o curacas. Den-
tro del ayllu en el sentido estricto del término, los pastos eran sostenidos por la co-
munidad y la tierra cultivable repartida a las unidades familiares domésticas en pro-
porción a su tamaño; así, en teoría, este reparto tenía lugar periódicamente. De
acuerdo con la idea de la autosubsistencia, que era un rasgo de la sociedad andina,
una unidad familiar podía reclamar un trozo de tierra en cada uno de los diferentes
sectores ecológicos, y reunir productos completamentarios de diferentes altitudes
(maíz, papas, quinoas, pienso para las llamas, etc.). Esta petición no estaba restrin-
gida sólo a los medios de producción (como tierra o ganado), también se extendía
a la mano de obra: cada cabeza de familia tenía derecho a solicitar a sus relaciones,
aliados o vecinos para venir a ayudarle a cultivar su parcela de tierra; a cambio, es-
taba obligado a repartir después alimentos y chicha, y además a ayudar cuando se
lo solicitaran. Esta ayuda mutua era la base ideológica y material de todas las rela-
ciones sociales y regía todo el proceso de producción.
Este sistema de intercambio se extendía a todos los niveles de la organización so-
cial: entre los miembros del ayllu en la base; dentro de las mitades, y en el grupo
étnico al servicio de un curaca; y al nivel del imperio en el servicio al Inca. No obs-
tante, desde un nivel al siguiente había una transición gradual de reciprocidad ba-
sada en la simetría y la igualdad hasta una reciprocidad jerárquica y desigual. Los
servicios de los subditos de Tahuantinsuyu eran una extensión de los que ofrecían
a los dioses locales y a los curacas. Trabajaban colectivamente las tierras del Inca
y del Sol, con un espíritu de rito religioso, y a cambio recibían alimentos, chicha
y coca; o hacían telas y paños utilizando los rebaños del Inca; y por último realiza-
ban periódicamente el servicio de la mita, trabajos públicos o servicios para la gue-
rra. Pero mientras que en el nivel del ayllu (e incluso en el del grupo étnico) el pa-
rentesco seguía regulando la organización del trabajo, la distribución de la tierra y
el consumo de lo que se producía, en el nivel del sistema imperial, los servicios pro-

15. Víase también Murra, HALC, vol. I, cap. 3.


178 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

porcionados por los subditos del Inca, permitían el desarrollo de una infraestructu-
ra (graneros, fortalezas, caminos, etc.) de diferente naturaleza. En otras palabras,
el modo de producción del imperio inca se basaba en el antiguo modo de produc-
ción comunal que permanecía vigente, mientras que se explotaba el principio de re-
ciprocidad para legitimar su gobierno.
La extensión del sistema mitmaq, ya aplicado a la estructura del grupo étnico
constituyó uno de los logros más destacados del imperio inca. Sabemos que los asen-
tamientos nucleares de las tierras altas —dedicados a la cría de ganado y a la pro-
ducción de tubérculos— realizaban su ideal de autosubsistencia enviando «co-
lonos» (mitmaq) a los asentamientos de altitudes más bajas, para tener acceso a la
producción de los valles cálidos (maíz, algodón, coca, etc.). En estas «colonias»
complementarias, algunos miembros de grupos situados en las tierras altas, muy
alejadas, se encontraron viviendo de las tierras bajas, de modo que la población de
sus pequeñas «islas» aparecía entremezclada; pero desde los centros de donde pro-
cedían no ejercían control político sobre los territorios que estaban situados en me-
dio, y de esta manera formaban «archipiélagos verticales» de distinto tamaño.16 El
estado inca realizó este método de organización para sus propios fines, con obje-
to de ordenar las amplias áreas de cultivo, ya fuera de coca (como en el valle del
Songo) o, sobre todo, de maíz (por ejemplo en los valles de Abancay, Yucay o Co-
chabamba).17
Investigaciones recientes hacen posible, en el caso de Cochabamba, analizar este
proceso de colonización en detalle: Huayna Cápac, el penúltimo inca, expulsó a casi
todas las poblaciones indígenas del valle (los cotas y los chuis), y las asentó en Po-
cona, más al este, para proteger la frontera contra los chiriguanos; y se apoderó de
sus tierras a favor del estado. Para cultivar estas tierras, trasladó al valle 14.000 tra-
bajadores «de todas las naciones» principalmente desde el altiplano, pero a veces in-
cluso de tierras más lejanas, de la región de Cuzco e incluso de Chile. Se puede su-
poner que algunos vivían permanentemente (perpetuos) cerca de los campos y
graneros de Cochabamba (eran mitmaq en el verdadero sentido del término), mien-
tras que otros hacían el camino todos los años, como mita. Cada «nación» o grupo
étnico tenía bajo su responsabilidad un número determinado de parcelas o suyus.
Todo el maíz cosechado se destinaba principalmente al ejército. Pero cierta canti-
dad de parcelas se apartaba para el mantenimiento de los trabajadores, y otras se asig-
naban a los diferentes curacas que distribuían los alimentos entre sus subditos. Los

16. Véase John V. Murra, Formaciones económicas y políticas del mundo andino, Lima,
1975; y La organización económica del estado inca, México, 1978. Véase también Murra,
HALC, vol. I, cap. 3.
17. Sobre el valle de Abancay, véase Waldemar Espinoza Soriano, «Colonias de mitmas
múltiples en Abancay, siglos xvy xvi. Una información inédita de 1575 para la etnohistoria an-
dina», en Revista del Museo Nacional, 31 (1973), pp. 225-299; sobre el valle Yucay, véase Hora-
cio Villanueva Urteaga, «Documentos sobre Yucay en el s. xvi», en Revista del Archivo Histórico
del Cuzco, 1970, pp. 1-184; María Rostworowski de Diez Canseco, «El repartimiento de Dña. Beatriz
Coya en el valle de Yucay», Historia y Cultura (1970), pp. 153-267; N. Wachtel, La visión des vain-
cus, pp. 168-176 y 202-206. Los documentos sobre el valle Songo (en el Archivo General de In-
dias de Sevilla) están aún sin publicar.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 179

indios que fueron trasladados al valle de Cochabamba adquirieron así nuevas tierras
a costa de los antiguos habitantes de la región.18
Este proceso se reprodujo en numerosas regiones de Tahuantinsuyu: aunque el
modelo de «archipiélago vertical» ya estaba profundamente arraigado en la sociedad
andina, el estado inca lo extendió a unos ámbitos desconocidos, y envió al mitmaq
por todo el imperio. Este sistema se desarrolló más aún por el aumento del número
de yanas, personas dependientes, a las que se había cortado todo vínculo familiar,
empleadas por el Inca en varios niveles dentro del área bajo su control. Pero, ¿la
lógica de la política del estado no estaba en conflicto con el principio de reciproci-
dad que continuaba vigente en los ayllu? Precisamente, esta contradicción fue la que
abrió desde dentro las puertas a la invasión española. Tras la captura y muerte de
Atahualpa, las estructuras del estado se colapsaron; las instituciones regionales y,
sobre todo locales, sobrevivieron pero separadas del sistema global que les había
dado sentido. Numerosos mitmaq volvieron a sus lugares de origen, y los «archi-
piélagos» que el inca había organizado (como los de Songo, Abancay, o Cochabamba)
desaparecieron. Pero el modelo de autosubsistencia y «complementariedad vertical»
siguieron aplicándose en el nivel de los grupos étnicos: de este modo, la sociedad
de los Andes se precipitó en un largo proceso de fragmentación. Esta dispersión de
la actividad económica y social se aceleró con los españoles, cuando dividieron en
parcelas las encomiendas: dominios que hasta ese momento formaban unidades po-
líticas, sociales y económicas coherentes, se repartieron entre diferentes beneficia-
rios; e incluso algunos asentamientos lejanos fundados por ellos mismos se separa-
ron de la autoridad de sus señores legítimos.
De este modo, el antiguo reino de los lupacas se convirtió en un repartimiento
de la corona mientras que «las colonias» de la costa del pacífico se otorgaban a un
cierto Juan de San Juan, lo que exigió la intervención de Polo de Ondegardo para
reintegrar a la población a sus lugares de origen. Pero este fue un caso excepcio-
nal: en este ejemplo el célebre cronista defendía los intereses de la corona. Debe ad-
vertirse que el mismo Polo había actuado de modo diferente cuando su interés per-
sonal se hallaba en peligro. Él había recibido parte del valle de Cochabamba como
encomienda; la que incluía el mitmaq que el Inca había establecido previamente allí,
y que entonces era reclamado por los curacas del altiplano, sucesores de sus anti-
guos jefes carangas, soras, quillacas y charcas. Esto condujo a un prolongado liti-
gio durante el cual Polo sostuvo que el mitmaq había sido separado de la autoridad
de sus jefes de las tierras altas debido a que los carangas (como los lupacas) habían
perdido el acceso a sus asentamientos desde que se situaron en la costa del Pacífico:

Desde que su majestad instituyó el sistema de repartimentos en este reino, dividió


todos los mitimaes, tierras y parcelas en el lugar donde tenía que estar y las tierras afec-
tadas se asignaron a los citados indios, y sus encomenderos, y esto era general en todo
este reino, y así a los carangas se les despojó de las tierras o mitimaes de la costa, y
lo mismo sucedió a los de Chucuito.19

18. Nathan Wachtel, «Les mitimaes de la vallée de Cochabamba. La politique de colo-


nisation de Huayna Capac», ert Journal de la Société des Americanistes, 67 (1980-1981), pp.
297-324.
19. Archivo Histórico de Cochabamba, AR 1540, fol. 353r-353v.
180 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

Los carangas, sin duda, perdieron sus «colonias» costeras, pero (como testimo-
nia el Memorial de Charcas, fechado en 1583) conservaron algunos de los suyus que
el Inca les había concedido en el valle de Cochabamba, como hicieron también los
soras, los quillacas y los charcas.20 Así el modelo del archipiélago andino entró en
conflicto con la idea española que vinculaba a los indios con el lugar donde vivían;
el modelo andino logró sobrevivir, pero restringido a unas áreas cada vez más pe-
queñas.

Los fenómenos que hasta aquí habían sido desconocidos transformaron el mun-
do precolombino: los elementos más importantes observados de este proceso de de-
sestructuración han sido las nuevas formas de tributos, la introducción de la mone-
da y la economía de mercado.
Los trastornos fueron ciertamente más profundos en Perú que en México, don-
de los subditos del Inca (en contraste con los macehualtin del imperio azteca) sólo
estaban obligados con el estado por servicios en trabajos y no pagaban en especias.
Desde el principio del período colonial hasta mediados del siglo xvi, tanto en Mé-
xico como en Perú, el nivel de los tributos proporcionados por los encomenderos
no estaba regulado por ninguna norma oficial. La primera disposición de tasas fue
redactada en la década de 1550; además incluía servicios de trabajos (que en los An-
des comprendía la antigua tradición de la mita) consistentes en numerosos y dispa-
res pagamentos: maíz, trigo, patatas, ovejas, cerdos, aves, peces, frutas, coca, sal,
ropa y diferentes artículos manufacturados. A menudo cuando no tenían algunos de
estos productos, los indios habían de obtenerlos mediante el intercambio, lo que les
obligaba a recorrer grandes distancias. También proceden de esta época los tribu-
tos en plata, pero fue una cantidad limitada, comparada con el total de los pagos.
Pronto las disposiciones se simplificaron: los artículos de importancia secundaria de-
saparecieron, mientras que se incrementó la plata, convirtiéndose en la forma do-
minante de tributo desde la década de 1570.
¿Cómo era el tributo español en comparación con el precolombino? Carecemos
de cifras exactas, pero no hay duda de que decde el principio los encomenderos im-
pusieron sus decisiones arbitrariamente y sin restricciones, y más tarde no siempre
respetaron la letra de las leyes tributarias. Hubo muchos ejemplos de abusos. El mé-
todo de tasación fue además injusto. En cada repartimiento las obligaciones fueron
tasadas según el número de tributarios, y los indios eran responsables colectivamente
del pago. De cualquier modo, como consecuencia del colapso demográfico, rápida-
mente aparecieron discrepancias entre las evoluciones originales y el declive de la
población, como se puso de manifiesto por los frecuentes casos de litigios entré el
encomendero y las comunidades nativas, especialmente poco después de una epide-
mia. Los indios apelaron a las autoridades a realizar una «revisita» para ajustar la
evaluación con el número actual de los que podían pagar. Pero incluso cuando se
hizo la nueva evaluación, el peso del sistema colonial tuvo que ser soportado por
un número reducido de indios.
Al mismo tiempo, aunque en un sentido continuaron las obligaciones que en el
pasado se debían al estado precolombino, los tributos españoles fracturaron el sis-

20. Waldemar Espinoza Soriano, El memorial de Charcas (Crónica inédita de 1582),


Lima, 1969.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 181

tema del que formaba una parte armónica. Por eso, de acuerdo con la investigación
de Ortiz de Zúñiga en 1562, los chupachos debían un tributo en tejidos, como en
tiempos de Tahuantinsuyu. Pero el Inca tenía quién le abastecía de materia prima,
en este caso lana, y ellos hacían sus telas de cumbi. Ahora el encomendero solici-
taba paños de algodón, y el intercambio era el único medio por el que los indios po-
dían proveerse de algodón, o cultivándolo en sus propios campos: «... Y ellos en-
tregaban paños no de cumbi pero de algodón, el que cultivaban y cosechaban, y el
Inca solía proporcionarles lana para las telas de cumbi. ... Y ellos solicitaron a su
encomendero que les diera algodón para hacer paños.»
Los españoles (encomenderos o no), ayudados por el descenso de la población,
que significó un incremento de las tierras baldías, no tardaron en usurpar algunas
de las tierras que hasta el momento eran trabajadas por los indios. Pero desde que
los nuevos gobernantes se apoderaron de las tierras con mejor suelo, estas apropia-
ciones arrojaron a los indios hacia los terrenos marginales. En todo el Perú, las tie-
rras del Inca, del Sol y de las huacas fueron consideradas propiedad de la corona,
cuyos subditos se beneficiaron de ellas en forma de «mercedes». Así, la carga de los
impuestos se desvió sobre las tierras comunales de los indios:

... porque las tierras que tenían donde sembraban el maíz y comida para el inca eran
en este valle y donde este pueblo está edificado y en su comarca a la redonda las cua-
les se repartieran a los vecinos de este pueblo cuando se fundó pero que tiene ahora
tierras señaladas entre ellos donde siembran el maíz y trigo y papas que dan de tributo...

De esta manera no es del todo extraño que el impuesto español se considerase


más fuerte que el del Inca. Precisamente una de las preguntas de Ortiz de Zuñiga
estaba dirigida a averiguar cuánto tiempo dedicaban ahora los chupachos a trabajar
para efectuar estos pagos. La respuesta difícilmente era otra que entre siete y ocho
meses. Los indios se lamentaban de que no tenían tiempo suficiente para cultivar sus
propios campos, extendiendo la protesta efectivamente hasta Lima:

.. .y que al presente sienten más cansansio que nunca tuvieron porque todos trabajan
casados y casadas y viejos y viejas y mozas y muchachos y muchachas que no queda
ninguno y que por esto fueron a pedir justicia a Lima para que les desagraviasen...21

El cambio fue sobre todo cualitativo. La ideología sobre la que se basaba el sis-
tema inca estaba en ruinas. En la nueva sociedad dominada por los españoles, toda
idea de reciprocidad y redistribución perdió su sentido. Para ser más exactos, el sis-
tema español hizo uso de los fragmentos del sistema antiguo, la reciprocidad conti-
nuó formando parte de las relaciones entre los ayllu y los curacas, y todavía los cu-
racas proporcionaban un vínculo entre los indios y los nuevos gobernantes; pero
mientras que en el Tahuantinsuyu la reciprocidad dio origen a una rotación de la ri-
queza (si bien ésta era teórica y desigual) entre los ayllu, los curacas y el Inca, el
dominio español condujo a una transferencia en una única dirección, sin reciproci-
dad. En resumen, si los españoles habían heredado el papel centralizador del Inca,
fracasaron al asegurar la distribución de la riqueza en beneficio de todos. Mientras

21. I. Ortiz de Zúñiga, Visita de la provincia de León de Huanaco en 1562, fol. 22r, 18r,
23r. rir.
182 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

que el sistema de pagos (real o simbólico) funcionó en el imperio inca dentro de una
estructura equilibrada y circular, el tributo español era desequilibrado y unilateral.

El desarrollo del tributo en plata desde 1550 obligó a los indios a desarrollar nue-
vas actividades con el fin de obtener el necesario metal precioso. Las minas de Mé-
xico, especialmente las de Zacatecas desde 1545, sufrieron una invasión de traba-
jadores libres (naboríos). Las minas de Potosí llegaron a ser el principal centro de
atracción en los Andes centrales y meridionales. Desde 1553 los indios de la pro-
vincia de Chucuito (el antiguo reino lupaca) enviaron mitayos a las minas, permi-
tiendo a sus señores reunir los 2.000 pesos necesarios para el tributo. Una nueva con-
tribución lo elevó a 18.000 pesos en 1559 y estipuló que se enviasen 500 mitayos.
Otros indios se contrataron con los comerciantes españoles para transportar mercan-
cías (en las caravanas de llamas) o iban a las ciudades para trabajar en la construc-
ción de edificios. De esta forma se desarrolló en algunos sectores una economía de
mercado en detrimento de la economía tradicional. Entonces los curacas se queja-
ron de que muchos de sus subditos trabajaban lejos de los campos y no volvían.22
Pero en Potosí los indios sabían cómo imponer sus condiciones de trabajo a los
españoles. Durante cerca de treinta años, desde 1545 hasta alrededor de 1574, con-
trolaron tanto el proceso técnico de la extracción del mineral como su transforma-
ción en plata. El único método utilizado en aquellos años fue, por tanto, el de los
huayra, la fundición tradicional de los nativos, normalmente situados en las mon-
tañas para aprovechar el viento.23 Por otra parte, durante el mismo período los mi-
tayos aportaron tan sólo una pequeña parte de la fuerza de trabajo que provenía prin-
cipalmente de los indios separados de sus propias comunidades, y considerados como
yanaconas. Formaron equipos de trabajadores que hicieron que fueran, en efecto,
contratados como mineros: se proporcionaron sus propias herramientas, acordaron
entregar una cantidad fija de mineral y decidieron quedarse el excedente para ellos.
De este modo, los indios, teniendo mineral a su disposición, se convirtieron en sus
propios huayra, y produjeron plata directamente. Los «mineros» recurrieron de nuevo
al trabajo de los nativos para transformar su parte de mineral, y esta fue la fuente
más importante de mantenimiento para los indios. En la época en la que los huay-
ras fueron utilizados, los españoles hicieron numerosos intentos para liberarse del
monopolio tecnológico de los indios; pero, como describe Garcilaso de la Vega, to-
dos sus intentos fracasaron:

Los señores de las minas, viendo que por esta vía de fundir con viento natural se
derramaban sus riquezas por muchas manos, y participaban dellas muchos, quisieron
remediarlo, por gozar de sus metales solos, sacándolos a jornal y haciendo ellos sus
funciones y no los indios, porque hasta entonces los sacaban los indios, con condición
de acudir al señor de la mina con un tanto de plata por cada quintal de metal que

22. G. Diez de San Miguel, Visita hecha a la provincia de Chucuito en el año 1567, fol.
87v, 48v, 107v.
23. Sobre el llamado período huayra en Potosí, véase Carlos Sempat Assadourian, «La
producción de la mercancía dinero en la formación del mercado interno colonial. El caso del
espacio peruano, siglo xvi», en Ensayos sobre el desarrollo económico de México y Améri-
ca Latina, Enrique Florescano, ed., México, 1979, pp. 223-292.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 183

sacase. Con esta avaricia hizieron fuelles muy grandes, que soplassen los hornillos
desde lexos, como viento natural. Mas no aprovechando este artificio, hicieron
máquinas y ruedas con velas, a semejanca de las que hazen para los molinos de vien-
to, que las truxessen cavallos. Empero, tampoco aprovechó cosa alguna, por lo
cual, desconfiados de sus invenciones, se dexaron ir con lo que los indios hacían
inventado ...24

Y no fue hasta que el proceso de amalgama fuera introducido bajo el virrey To-
ledo en 1574, que los españoles no fueron capaces de romper el control de los in-
dios sobre la producción de plata. Este fue el comienzo de una nueva era en la his-
toria colonial. Pero lo cierto es que, durante la fase huayra, toda la plata producida
por los indios volvió a la circulación dentro del sistema colonial. Quienes iban a tra-
bajar a Potosí con objeto de pagar el tributo lo entregaban a sus encomenderos o a
la corona. Y como los españoles, por otra parte, dominaban el resto del mercado (es-
pecialmente el de la coca y el maíz), recuperaron el remanente de plata que se ha-
llaba en poder de los trabajadores libres por medio del comercio. Por lo tanto, la
introducción del dinero integró finalmente a los indios dentro del sistema económi-
co como reserva de trabajo.

Los cambios en el sistema económico estuvieron acompañados, tanto en Perú


como en México, por el desmantelamiento de la estructura social, pero el proceso
adquirió formas diferentes según las áreas. No se sabe hasta qué punto los ayllu y
los calpulli se vieron afectados por las consecuencias de la invasión europea, pero
parece que ambos continuaron funcionando como células básicas de la sociedad in-
dia. La naturaleza de la catástrofe apareció con mayor claridad en los dos extremos
de la escala social: los indios, con creces la mayor proporción de la población, que
no eran la mayor parte del sector comunal de la economía, y los señores que habían
perdido muchos de sus tradicionales poderes.
En ambos virreinatos se desarrolló un modelo de migración, que los recaudado-
res de tributos pronto comenzaron a lamentar. En Perú, junto a los traslados de po-
blación ocasionados por la conquista en sí misma, las guerras civiles entre los par-
tidarios de Almagro y Pizarro, que combatieron hasta 1548, ayudaron a desarraigar
la población. Muchos indios, reclutados por los ejércitos enfrentados y llevados le-
jos de sus hogares, terminaron engrosando las masas de vagabundos o permanecie-
ron como yanaconas al servicio de los españoles. Habría que recordar que en Ta-
huantinsuyu el término yana designaba a los indios libres de lazos familiares y
dependientes personalmente del curaca o del Inca. Pero, considerando que antes de
la llegada de los españoles eran tan sólo una pequeña proporción de la población,
ahora su número comenzó a multiplicarse. No obstante, su status cambió conside-
rablemente: si los yanaconas de Potosí parecían libres de una dependencia personal,
éste no era el caso de los que fueron a trabajar en las nuevas haciendas o los que
los españoles emplearon como servicio doméstico. Además de tales diferencias, el
grueso de la población andina se dividió en dos categorías: los hatunruna (o indios
de las comunidades que estaban sujetos al tributo y la mita); y los yanaconas, con-

24. Garcilaso de la Vega, Comentarios reales de los Incas, citado por Carlos Sempat As-
sadourian, op. cit., p. 246.
184 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

siderados como el status social más bajo, pero en realidad libre de las obligaciones
debidas por los otros indios.
Fuera de esta distinción, en los siglos siguientes se desarrolló una importante di-
ferencia entre ambos virreinatos. En Perú, el crecimiento del número de yanaconas
(y después de forasteros) creó un problema cuya gravedad, aunque no era evidente
en el siglo xvi, apareció claramente en el siglo xvn y permaneció a lo largo de todo
el período colonial; éste contenía el embrión de la lucha entre, por una parte, los
hacendados (que conservaban la influencia sobre parte de los trabajadores) y por la
otra, los mineros (privados de mitayos) y la corona (privada de tributos): el problema
de someter a los yanaconas y forasteros a las obligaciones que se imponían al resto
de los indios fue el dominante en la historia futura de los Andes centrales y meri-
dionales.
Es cierto que los intereses de los hacendados, los mineros y la corona eran dife-
rentes en México. Pero la clase de los mayeques precolombinos, comparables de al-
guna manera a los yanaconas de los Andes, excepto en que formaban una propor-
ción mayor entre la población, sufrieron un destino completamente diferente. Antes
de la llegada de los españoles, los mayeques debían pagar los impuestos no a los re-
presentantes de los tlatoani de Tenochtitlan si no a los señores locales nativos. Como
los impuestos españoles estaban trazados según el sistema azteca, esos indios, como
los yanaconas de los Andes, al principio se libraron del pago que los macehualtin
de las comunidades debían pagar a sus encomenderos. Pero después de 1560 los ma-
yeques fueron registrados a su vez como tributarios, lo que borró las distinciones
con el mundo precolombino: en este sentido la población nativa de México llegó a
ser cada vez más indiferenciada.
En el otro extremo de la escala social, los miembros de la nobleza nativa fueron
obligados en el futuro a actuar como intermediarios entre los españoles y los indios
que debían tributos. Los descendientes de las viejas castas gobernantes perdieron la
esencia de su poder, aunque continuaron desempeñando un papel importante, man-
tuvieron su posición privilegiada sólo porque aceptaron colaborar con los españo-
les. Los herederos de Moctezuma (Diego Huanintzin, Diego Tehuetzqui, Cristóbal
de Guzmán Cecepátic, Luis de Santa María Cípac) retuvieron el cargo de tlatoani
y gobernador de Tenochtitlan hasta 1565. Desde entonces la dinastía «legítima» dejó
de ocupar cualquier puesto importante en la administración:

Ya los nativos de México no serían gobernadores ni regirían en el altepetl de Mé-


xico Tenochtitlan. Ya no habría descendientes de los grandes tlatoque, o tlacotlatoca-
pipiltin. Sólo habría gente de otros lugares, algunos pipiltin, otros no pipiltin, y otros
mestizos, cuyos ancestros españoles no son conocidos, y no sabemos si eran pipiltin
o maceguales.25

En Perú, los 3 hijos de Huayna Cápac, Túpac Hualpa (que pronto fue envene-
nado), Manco (antes de su rebelión en 1536) y sobre todo Paullu, que aceptó jugar
el papel de Inca títere, actuaron según los deseos de Pizarro o Almagro. Cuan-

25. Alvarado Tezozomoc, Crónica mexicayotl, citado en Charles Gibson, Los aztecas bajo
el dominio español. Una historia de los indios del valle de México, 1519-1810, México, 1967,
pp. 171-172.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 185

do el hijo de Manco, Sayri Túpac, se rindió, le fue confirmada su propiedad de la


encomienda de Yucay, entre otras posesiones; su hija, la princesa Beatriz casada con
Martín García de Loyola (sobrino de San Ignacio) y sus descendientes fueron rápi-
damente hispanizados.
Los señores de Chucuito, Martín Cari y Martín Cusi, a quienes apeló Garci Diez
en su informe de 1567, no pertenecían a la nobleza Inca sino a la dinastía que man-
daba en las dos mitades en las que se dividió el antiguo reino lupaca. Sus anteceso-
res fueron señores de las tierras que cultivaban no sólo sus subditos de Chucuito,
sino también por los subditos de otros seis pueblos de la provincia. Pero, en el mo-
mento de la visita de García Diez, la superficie de tierras cultivadas había disminuido
en gran medida a causa de la falta de mantenimiento: Martín Cari y Martín Cusi aho-
ra sólo recibían tributos de los indios de Chucuito, mientras los tributarios de los
otros pueblos no aportaban más que sus servicios tradicionales: «y en las aldeas de
Juli, Pomata y Zepita estaban obligados a sembrar otras veinte parcelas en cada al-
dea, y no lo habían hecho aunque había tierra suficiente para ello». Los indios de
Juli, interrogados en su momento, explicaron que los curacas de Chucuito no les ha-
bían reclamado para sembrar los campos. Tradicionalmente este «requerimiento» ha-
bía sido hasta cierto punto parte del sistema de los vínculos de reciprocidad que unían
a curaca y ayllu: esos vínculos eran los que ahora se estaban rompiendo. Es reve-
lador que, aunque Martín Cari todavía cultivaba tierras en su donación de Acora en
el pueblo vecino de Chucuito, ya no trabajaban en ellos los indios de la comunidad;
el curaca había adoptado una solución completamente diferente, desarrollando una
tendencia que había comenzado al final de la era inca, y se aceleró con el gobierno
colonial: cultivaba los campos con yanas, es decir, fuera de los vínculos de recipro-
cidad que ligaban a curaca y ayllu.
Pero, en el nivel de las respectivas mitades de las otras aldeas lupacas, como Aco-
ra, llave, Juli, Pomata, Yunguyo y Zepita, los curacas locales (teóricamente de un
rango inferior a Cari o Cusi) mantuvieron su autoridad sobre sus subditos y conti-
nuaron recibiendo los impuestos de ellos (como Cari y Cusi hacían en Chucuito) los
indios pusieron a su disposición a cierto número de mitayos para los servicios or-
dinarios; y colectivamente cultivaron los campos de los señores, que les proporcio-
naban semillas y les recompensaban con obsequios de comida, coca y ropa. Así, en
la mitad alta de Juli, Hartan:

...a cada uno de los dichos caciques treinta topos de tierras de papas, y quinua y
cañagua y ponen los caciques la simiente y que para hacer estos sementeras se juntan
todos los indios y mujeres y muchachos para hacerlo presto y que les dan muy bien
de comer papas y chuño y carne y coca y chicha los días que trabajan en ellos y que
dan a don Baltazar catorce indios y a don Fracisco diez indios de servicio ••• 26
Y en el nivel intermedio de los señores de las mitades los vínculos de reciproci-
dad sobrevivieron intactos al proceso de desestructuración.
Por otra parte, en el nivel más bajo, el de los señores del ayllu, hubo un colap-
so total. El antiguo reino lupaca se componía de unos ciento cincuenta ayllu, esto
es, el mismo número que los curacas. Pero en toda la provincia de Chucuito, Gar-

26. O. Diez de San Miguel, Visita hedía a la Provincia de Chucuito en 1567, fol. 39r, 45r, 57v.
186 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

ci Diez sólo contó treinta y seis señores exentos de tributos: así, la mayoría de los
señores del ayllu perdieron sus privilegios y estaban sujetos a las mismas obligaciones
que los otros indios. Su destino se podía comparar con el de los señores Chupachu
que gobernaban sobre un pequeño grupo étnico, y se quejaban a Ortiz de Zuñiga de
los pagos que habían efectuado a sus encomenderos: « . . . y que al presente no se
les guarda a los dichos caciques y principales la preeminencia que en el tiempo del
inca porque todos los dichos caciques y principales contribuyen tanto el pobre como
el cacique y principal ... ».27
Estos ejemplos ilustran una doble evolución, una fragmentación y una concen-
tración de poder: la fragmentación fue un resultado de la pérdida de status de los
antiguos curacas, y la concentración benefició el nivel intermedio de los curacas de
las mitades, a costa de los señores del ayllu.
En el Peni colonial las mitades formaban generalmente las unidades para el pago
de tributos (como se hizo en México en las regiones bajo la jurisdicción de los tla-
toque que formaban las cabeceras). Los señores de rango intermedio, responsables
de la recaudación de tributos para los encomenderos o la corona ocupaban una po-
sición estratégica, y formaban el eje de la organización colonial. Y frecuentemente
explotaban esta posición de autoridad para hacer que sus subditos realizaran servi-
cios que estaban fuera del sistema de los vínculos tradicionales de reciprocidad. En
Chucuito, por ejemplo, los comerciantes españoles mandaron a hacer ropa a los in-
dios: dieron órdenes a los jefes curacas, Cari y Cusi que distribuyeron el trabajo en
toda la provincia; pero eran los señores de mitades (incluyendo a Cari y Cusi), los
que recibían y se embolsaban los sueldos. Del mismo modo, los curacas decidieron
realizar debidamente esos contratos (a veces en presencia de un letrado) para em-
plear a cierto número de subditos en el trabajo de transportes. Y los mismos espa-
ñoles reconocían que no habrían logrado nada sino fuera por el trabajo de los seño-
res locales, de lo contrario los indios se habrían negado a hacerlo.28 Al mismo
tiempo los curacas, abusando de su autoridad y colaborando con los nuevos gober-
nantes, debilitaron su propio prestigio.
Pero la historia de las jefaturas de los Andes y de México se diferenciaba en algo
fundamental: a pesar de todos los cataclismos, los primeros gozaban de un cierto ele-
mento de continuidad, mientras que los últimos se vieron afectados radicalmente por
la hispanización de las estructuras política y administrativa. Desde mediados del siglo
xvi los españoles implantaron en México los cabildos, formados por gobernadores,
alcaldes y regidores elegidos por uno o varios años. La función de estos cabildos
consistía en el control de la recaudación del tributo, la administración de la econo-
mía de la comunidad y de la justicia en casos menores. La historia de México se ca-
racterizaba por una rápida diferenciación entre los cargos de gobernador y tlatoa-
ni: personas diferentes ocupaban ambos cargos, de modo que los recién llegados,
que a menudo sólo eran descendientes de macehualtin, se incorporaban a los cabil-
dos y aportaban sangre nueva a los grupos gobernantes. Pero en el virreinato de Perú,
los curacas generalmente continuaban uniendo su cargo al de gobernador, de modo
que la renovación de las clases gobernantes fue menos importante. Las principales
familias (como los guarachi de los pacajes, los ayaviri de los charcas, los Choque-

27. Ortiz de Zuñiga, Visita de la provincia de León de Huánuco en 1562, vol. I, fol. 12r.
28. Ortiz de Zuñiga, Visita de la provincia de León de Huánuco en 1562, fol. 44r.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 187

ticlla de los quillacas) continuaron desempeñando un papel importante hasta el fin


de la era colonial, mientras que al mismo tiempo de forma creciente adoptaban el
modo de vida de los españoles.
Las nuevas formas de tributo en trabajo, hasta el momento totalmente descono-
cido en el mundo precolombino, introdujo ideas extrañas en las normas tradiciona-
les que habían formado la actividad económica y social en un complejo coherente
de conceptos, ritos, y creencias religiosas. Por otra parte, los españoles justifica-
ron su hegemonía en el hecho de que habían traído la verdadera fe a los indios: a
los ojos de los misioneros, las prácticas y creencias de los nativos eran la obra del
diablo, y la «conquista espiritual» requería que éste fuera espantado.
La religión oficial, ligada a la estructura del estado, desapareció rápidamente tanto
en México como en Perú. El culto local continuó más o menos ilícitamente (como
veremos más adelante), pero los indios tuvieron que dejar sus fiestas más importantes
y las prácticas que les parecían más horribles a los españoles, sobre todo los sacri-
ficios humanos. Se destruyeron sistemáticamente los templos, se quemaron códices
y khipus, los sacerdotes nativos fueron perseguidos. Como resultado, el transcurso
normal de la vida diaria se transformó drásticamente. Sólo hay que pensar en los efec-
tos que las costumbres cristianas imponían en el matrimonio (la definición de nue-
vos tabus sexuales, la prohibición de la poligamia) o en el entierro de los muertos.29
Entre la nobleza nativa la educación de los niños en la religión cristiana ocasio-
na un choque generacional (al menos son las consecuencias inmediatas de la conquis-
ta). Así en 1524, los antiguos sacerdotes de Tlaxcala se asombraron de que uno de
sus miembros fuera ejecutado por jóvenes que habían sido educados por los fran-
ciscanos: Todos los que creían y adoraban a los ídolos estaban horrorizados ante la
insolencia de los muchachos.30 Esos jóvenes, yendo en grupo criticaban a los ído-
los y denunciaban las prácticas paganas. La condena de aquellas viejas costumbres
y el rechazo de las generaciones más viejas a adoptar las nuevas normas de conducta
acabaron en un estado de anomia.
Uno de los síntomas más dramáticos de la ruptura de la cultura nativa y de la an-
gustia que causaba, fue el alcoholismo: un fenómeno advertido por todos los cro-
nistas.31 En la sociedad precolombina normas estrictas regulaban el uso del pulque
(en México) y la chicha (en los Andes): sólo podían ser consumidos colectivamen-
te durante las ceremonias religiosas en honor de los dioses, la bebida los ponía en
comunicación con lo sagrado. Aparte de estas limitadas circunstancias, el consumo
de alcohol estaba rigurosamente prohibido. En su primer edicto a sus subditos el go-
bernador de México declararía: «Lo que principalmente encomiendo es que os apar-
téis de la borrachería, que no bebáis octli». También los puso en guardia contra los
excesos sexuales: «Mira que las cosas carnales son muy feas, y todos conviene que
huyan dellos».32 La embriaguez solitaria y profana probablemente se le permitía a

29. Cf. Pablo José de Arriaga, Extirpación de la idolatría del Perú [1621], Madrid, 1968, p. 216.
30. Fray Toribio de Benavente («Motolinia»), Memoriales o Libro de las cosas de Nue-
va España y de los naturales de ella [1541], ed. Edmundo O'Gorman, México, 1971, pp.
249-250.
31. Serge Gruzinski, «La mere dévorance: alcoolisme, sexualíté, et déculturation chez
les Mexicas (1500-1550)», Cahiers des Ameriques Latines (1979), pp. 22-26.
32. Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España [1570], Mé-
xico, 1975, Libro VI, pp. 332-334.
188 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

los ancianos, pero estaba estrictamente castigada en todas las demás circunstancias:
el culpable era públicamente castigado (con el rapado de la cabeza) y se arriesgaba
a la pena de muerte. Lo mismo sucedía con las desviaciones sexuales, tales como
el incesto, el adulterio o la homosexualidad. Los adúlteros, por ejemplo, eran que-
mados, lapidados, ahorcados, apaleados hasta morir, o sus cabezas eran aplastadas
bajo el peso de una gran roca.33
Inmediatamente después de la conquista, el alcoholismo afectó a hombres y mu-
jeres en todos los niveles de la sociedad. Numerosos textos mencionan la desapari-
ción de las antiguas prohibiciones:

Y por todas partes muy desenfrenadamente se daban al vino, y que sin ninguna me-
sura se embeodaban, ansí los principales como la gente ¡añusque sexus, hombres y mu-
jeres. Parece que el demonio a río vuelto introdujo las boaderas, y tomóse licencia ge-
neral que todos pudiesen beber hasta caer y los hombres volviese como brutos, de
manera como cesó la autoridad ...

Los nobles que en otro tiempo habían dado un buen ejemplo, ahora inducían a
los demás indios a la embriaguez: «los maceguales se arriesgan para embriagarse,
porque aunque los nobles no lo hicieran, les temían, y no se arriesgaban a embria-
garse».34 Evidentemente la intoxicación como una parte del ritual religioso no de-
sapareció, pero ya no se diferenció mucho del consumo de alcohol por razones se-
culares o como resultado de la adicción.
Enfrentados con esta propagación del alcoholismo, los españoles adoptaron una
actitud sumamente ambigua. De una parte lo condenaron por razones morales (aun-
que sus castigos, tal como la flagelación, eran incomparablemente más suaves que
los de la época precolombina); por otra parte, lo estimulaban por elementales razo-
nes económicas: vendían vino a los indios. El vino, más alcohólico que las bebidas
tradicionales, tenía siempre unos efectos más perjudiciales. Así, en los relatos es-
pañoles, el alcoholismo se convirtió en un rasgo típico de la sociedad nativa. Pero
simplemente reflejaban la impotencia de los indios que intentaban mediante el uso
del alcohol escapar de un mundo que se les había convertido en absurdo y trágico.
La extensión del uso de la hoja de coca, en los Andes era una muestra de un fe-
nómeno parecido aunque de consecuencias menos nocivas. La hoja de coca era una
planta que, como la chicha, se había utilizado principalmente en las ceremonias re-
ligiosas: «Y en tiempo de los Reyes Incas no era lícito a los plebeyos usar la coca
sin licencia del Inca o su Gobernador».35 Después de la conquista la producción de
coca se incrementó considerablemente. Los mismos españoles extendieron la super-
ficie de las plantaciones de coca, a veces a costa de la producción de alimentos; y
el consumo de coca llegó a extenderse a toda la población (aunque la planta también
conservó su significado religioso): «Adictos a ella comenzaron a cultivarla después

33. Toribio Benavente, Memoriales o Libro de las cosas de Nueva España y de los na-
turales de ella [1541], pp. 321-322, 362, 356 y 357.
34. Toribio de Benavente, Memoriales o Libro de las cosas de Nueva España y de los
naturales de ella [1541], p. 361; Procesos de indios idólatras y hechiceros, México, Archi-
vo General de la Nación, 1912, 164, citado por Gruzinski, «La mere devorante», p. 22.
35. José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias [1590], Madrid, 1954, p. 117;
igualmente Juan de Matienzo, Gobierno del Perú Í15671, París-Lima, 1967, p. 163.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 189

que los españoles habían entrado en el país».36 La coca era especialmente necesa-
ria para el trabajo de los indios en las minas dado que les permitía trabajar casi sin
comer. Según Acosta, «en sólo Potosí monta más de medio millón de pesos cada año
la contratación de coca, por gastarse de noventa a noventa y cinco mil cestos de
ella».37 Los mercaderes españoles controlaban el mercado de la hoja de coca, pero
sólo la consumía la masa de la población india.
Por consiguiente, 40 años después de la conquista, la sociedad nativa había su-
frido un proceso de desestructuración a todos los niveles: demográñco, económico,
social y espiritual. Ciertas estructuras sobrevivieron, pero fragmentadas y aisladas
de su contexto original y trasplantadas al mundo colonial. Sin embargo, esos ele-
mentos de continuidad aseguraron que las tradiciones nativas, algo modificadas, se
transmitieran, mientras que al mismo tiempo soportaban la hegemonía española.

TRADICIÓN Y ACULTURACIÓN

Las tradiciones nativas se enfrentaron, bajo la dominación española, a nuevas


prácticas que introdujeron los europeos. ¿En qué medida fueron aceptadas o recha-
zadas? ¿Ayudó el fenómeno de aculturación a reintegrar a la sociedad?
La aculturación económica tuvo lugar rápidamente, aunque se limitó al uso de
cierto número de productos europeos que ampliaron la gama de recursos de que los
nativos disponían, sin que en realidad sustituyeran a los que se usaban: tanto en Mé-
xico como en Perú, el consumo de alimentos se mantuvo igual que en la época pre-
colombina. Algunos productos vegetales (naranjas, manzanas, higos, coles, nabos,
etc.) se desarrollaron rápidamente allí donde las condiciones climatológicas eran fa-
vorables, pero parece que el ganado europeo se adaptó más fácilmente en México
o en el norte de los Andes que en los Andes centrales y meridionales, donde la cría
de llamas ya era una de las principales actividades. Así, cuando el consumo de car-
ne se generalizó en el Ecuador a finales del siglo xvn, significó una evolución im-
portante en la dieta habitual.38 El cultivo de trigo se introdujo a instancia de los es-
pañoles*para el pago de tributos exclusivamente, y no para el consumo de los indios.
La aculturación global sucedió por medio de la selección de artículos importados por
los españoles que sencillamente estaban yuxtapuestos, a los que se usaban sin mo-
dificar en otro aspecto la vida nativa. Las técnicas tradicionales sobrevivieron aun-
que algunos señores ya poseían arados desde finales del siglo xvi.
Se produjo un contraste entre la rápida aculturación social de numerosos seño-
res y el mantenimiento de la tradición por los plebeyos. Los señores pronto apren-
dieron a hablar y escribir español, mientras continuaron utilizando las lenguas na-
tivas. La aculturación lingüística parece que ocurrió aún más rápida en México que
en Perú. La famosa escuela de Tlatelolco, destinada a los hijos de los señores, fue
fundada por los franciscanos en 1530, mientras que en los Andes escuelas simila-
res (en Huancayo, y sobre todo en Cuzco) no se fundaron hasta la década de 1570. El

36. Hernando de Santillana, Relación del origen, descendencia, política y gobierno de


los Incas... [1564], Lima, 1927, p. 107.
37. Acosta, Historia natural y moral de las Indias, p. 116.
3fL Relaciones geográficas de Indias, vol. I, 171, 234, vol. n, 22, 237.
190 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

objetivo prioritario era hispanizar un grupo escogido para formar una clase dirigen-
te que obedeciera a los españoles. De acuerdo con esta política, ciertos miembros de
la nobleza nativa (según su status) adoptaron la vestimenta europea y algunos sím-
bolos de prestigio de la cultura dominante, montando a caballo, llevando una espa-
da o usando arcabuz. Pero tales privilegios estaban reservados sólo para los señores
de alto rango: así, en Chucuito, Garci Diez ordenó que se reservaran exclusivamen-
te para Martín Cari y Martín Cusi. Más aún, desde que la administración colonial pro-
hibió muchos privilegios tradicionales (tales como viajar en litera o en hamaca), los
símbolos de prestigio llegaron a ser exclusivamente españoles. Y de esta forma, el
grupo dominante consolidó sus funciones como un modelo a imitar para los indios.
A la inversa, los indios de las comunidades mostraban su fidelidad con las anti-
guas costumbres. Continuaron hablando las lenguas nativas y normalmente vestían
ropa tradicional, combinada a veces con el sombrero español. Y, mientras que el sis-
tema económico colonial introdujo el dinero, vemos que el sector nativo permane-
ció engranado en la producción de subsistencia, complementada por el trueque. Es
cierto que las migraciones forzadas de población (congregaciones en México desde
1560 y reducciones en Perú desde 1570) rompieron radicalmente los modelos de
asentamiento e intentaron por la fuerza que los indios vivieran en aldeas según el
modelo español, en el que las calles se trazaban en forma de red, y la plaza estaba
rodeada por la iglesia, la residencia del cabildo, la prisión y el patíbulo. Pero, a pesar
de tales cambios, el viejo sistema de organización comunal (que tenía como centro
el ayllu y el calpulli) permaneció o fue reconstruido sobre la base de los lazos de
parentesco y ayuda mutua sobre los que sus miembros se unían. Tras el reasenta-
miento de la población, las aldeas y sus tierras continuaron organizadas sobre un mo-
delo dual, asegurando así la continuidad de las creencias religiosas establecidas por
la asociación que los indios hacían entre su tierra y sus antepasados.
En el plano religioso la fidelidad de los indios a sus tradiciones manifestaba su re-
chazo a la dominación colonial, aunque, de nuevo, había diferencias en cuanto a eso.
Mientras que en México durante la primera década de la época colonial (hasta 1570),
los indios parecían mostrar un verdadero entusiasmo por el cristianismo, este no fue
el caso de Perú. Pero en ambos casos, los indios se aferraban tenazmente a sus pro-
pias creencias y ritos. Esta continuidad estuvo acompañada por un proceso de frag-
mentación similar al de las instituciones. Si los culto oficiales al Sol y al Inca desapa-
recieron en los Andes inmediatamente después de la conquista, el culto popular
vinculado a los huacas (dioses locales) sobrevivió. Los indios continuaron trabajan-
do comunalmente los campos destinados a su culto, y desenterraron a los muertos de
los camposantos, llevándolos a sus cementerios tradicionales (cerca de los sitios que
habían abandonado con motivo de las reducciones). Mientras que parecían someter-
se a los signos externos del culto cristiano, ocultaban sus ritos tradicionales. Los es-
pañoles fomentaron esta ambigüedad erigiendo cruces e iglesias en los antiguos lugares
sagrados, en tanto que, a la inversa, los indios disimulaban sus ídolos y ritos con velo
cristiano. «Descubrimos que en el pórtico de la iglesia guardaban un gran huaca, lla-
mado Camasca, y otro dentro de la iglesia llamado Huacrapampa, y dentro del altar
mayor, en la puerta de la sacristía, todavía había otro huaca llamado Pichaciánac.»39

39. «Idolatrías de los indios huachos y yauyos», Revista Histórica, Lima, 1918, p. 190;
cf. también Arriaga, Extirpación de la idolatría, p. 223.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 191

Mientras que los españoles consideraban a los dioses locales como manifestacio-
nes del diablo, los indios interpretaban el cristianismo como una forma de idolatría.
Sin embargo, en vez de fundirse ambas en una síntesis, las dos religiones perma-
necieron yuxtapuestas. Si los indios admitían la existencia de un dios cristiano con-
sideraban que su esfera de influencia se limitaba al mundo de los españoles, y cui-
daban ellos mismos de la protección de sus propios dioses. El manual de confesión
de Diego de Torres, escrito alrededor de 1584, condenaba esta dicotomía como uno
de los «errores contra la fe católica»: «A veces decían de Dios que no es un buen
dios, y que los indios le obedecían en vano ... y como los cristianos tenían sus imá-
genes que adoraban en el culto, de la misma forma ellos podían adorar a los
huacas». *°
La esfera religiosa reflejaba así la división entre el mundo de los europeos y el
de los indios. Es sorprendente que todavía los antropólogos comprueben la idea de
que Jesucristo permanece «aparte» (separawmi) entre ciertos indios; que no están pro-
tegidos por él sino por las montañas, las wamani.Al A principios del siglo xvn,
Arriaga describió una idea similar: Dicen que todo lo que los sacerdotes dicen y pre-
dican es para los viracochas y los españoles, y que tienen sus huacas y sus malquis
y sus fiestas y todas las demás cosas que sus antepasados les enseñaron, y que sus
mayores y sus sacerdotes les enseñaban ... 4 2
En una carta dirigida a Felipe II en 1579, puede observarse por qué Antonio de
Zúñiga deploraba el hecho de que los indios no hicieran otra cosa que fingir su par-
ticipación en las creencias católicas; en realidad no eran más cristianos que en el
tiempo de la conquista. Y Garci Diez en Chucuito hace la misma aclaración: «la ma-
yoría de los indios no son cristianos».43

Por lo tanto, los resultados de la aculturación quedaron limitados en su totalidad


a México y Perú, y la gran masa de la población nativa rechazó la mayoría de las
prácticas importadas por los españoles. En la acción recíproca que resultaba de con-
tinuidad y cambio, la tradición prevaleció sobre la aculturación. En general, cuan-
do los indios se apropiaron de los elementos de la cultura foránea, tan sólo les aña-
dieron elementos de su propia cultura o los usaron como un modo de simulación.
Incluso en los casos de los señores más hispanizados, se puede advertir la persis-
tencia de las tradicionales formas de pensamiento. Si adoptaron ciertas costumbres
europeas, las introdujeron en el sistema de la cultura india. Así, según un documento
fechado en 1567, cuando un gran número de indios rebeldes de Vilcabamba fueron
a visitar a la princesa María Manrique, viuda de Sayri Túpac, en su residencia de
Cuzco, le ofrecieron regalos de plumas y «otros artículos de menor valor», en re-
conocimiento de su soberanía. A cambio la princesa les obsequió con alimentos y
bebidas, llamas, aretes, brazaletes y pendientes de oro, esto es, presentes de una na-
turaleza tradicional; además ella les ofreció «objetos de Castilla que había compra-

40. Diego de Torres, Confesionario para los curas de Indias [1584], Sevilla, 1603, p. 5.
41. José María Arguedas y Alejandro Ortiz Rescaniere, «La posesión de la tierra. Los
mitos posthispánicos y la visión del universo en la población monolingüe quechua», en Les
problemes agraires des Ameriques Latines, París, 1967, pp. 309-315.
42. Arriaga, Extirpación de la idolatría, p. 224.
43. «Carta de fray Antonio de Zúñiga al rey D. Felipe TJ», en Colección de documentos inédi-
tos para la historia de España, Madrid, 1855, XXVI, p. 90; Diez de San Miguel, Visita, fol. 115r.
do allí». Si no hubiera hecho esto, dijo que « [ella] no se habría comportado como
se esperaba de una princesa de este reino».44 En otras palabras, esas compras espa-
ñolas formaban parte del sistema de regalos y su correspondencia según el viejo prin-
cipio de la reciprocidad.
Había, pues, una continuidad de la tradición, así como una síntesis por adapta-
ción. El caso de Guarnan Poma de Ayala, uno de los más destacados escritores pe-
ruanos, ilustra ampliamente este proceso. Se absorbieron elementos occidentales en
la forma de pensar de los nativos que, por su misma adaptación, lograban conser-
var su estructura original. No obstante, Poma escribió en español (aunque incorrec-
tamente) y practicó el cristianismo, continuó viendo el mundo colonial a través de
las categorías espacial y temporal que habían dado forma a la organización del im-
perio inca. Así, dibujó un mapa de las Indias que, en su trazado, parecía un mapa
español, con la intersección de las líneas de longitud y latitud.45 Pero esas líneas en
realidad no correspondía a nada. El Perú de Poma estaba trazado alrededor de dos
diagonales que señalaban las antiguas regiones del imperio inca, Chinchaysuyu al
oeste, Antisuyu al norte, Collasuyu al este, Cuntisuyu al sur. Éstas estaban explí-
citamente señaladas en el mapa. Poma dibujó sus cuatro gobernadores, los apos,
acompañados por sus cónyuges; sobre la figura que representa al gobernador de
Chinchaysuyu está el nombre de Cápac Apo Guamanchara, el abuelo paterno de
Poma. Allí hay un rasgo notable. Las dos diagonales se cortan en el Cuzco, y la vieja
ciudad está colocada en el centro exacto del mapa, rodeada por las cuatro regiones.
Lima hacía mucho tiempo que era la capital del virreinato, pero, para Poma, Cuz-
co seguía siendo el centro del universo. Sobre la representación de la ciudad dibu-
jó al décimo emperador, Topa. El cuadro está rodeado de dos escudos de armas, los
del Papa y el rey de España (véase figura 1).

44. Archivo histórico del Cuzco, «Genealogía de Sayri Tupac», libro 4, índice 6, fol. 64r,
80r, 6Ir.
45. Guarnan Poma de Ayala, Nueva Coránica, pp. 993-994. Sobre este desarrollo véa-
se Wachtel, «Pensée sauvage et acculturation. L'Espace et le temps chez Felipe Guarnan Poma
de Ayala et Tinca Garcilaso de la Vega», AESC (mayo-agosto 1971), pp. 793-840.
Sabemos que en el imperio inca esos cuatro cuartos formaban parte de un siste-
ma de clasificación y estaba ordenado jerárquicamente en una doble dualidad suce-
siva. La primera daba lugar a una división superior (Hanan) —formada por Chin-
chaysuyu y Antisuyu— y una división inferior (Hurin) —formada por Collasuyu y
Contisuyu—. La segunda división se cruzaba con la primera: cada una de las mita-
des estaba dividida en 2, para formar las 4 regiones, en las que Chinchaysuyu esta-
ba sobre Antisuyu, y Collasuyu sobre Cuntisuyu. El centro del mundo era el Cuz-
co, definido por la intersección de estas dos dualidades; de esta forma la organización
cuatripartita terminaba dividiéndose en 5 partes distintas.
Pero a pesar de estas supervivencias y continuidades, los indios pensaban que no
podían escapar al cataclismo causado por la dominació colonial. ¿Cómo trazó Poma
"el mundo tal como era tras la conquista, y dónde situó los otros países de América,
Europa, África y Asia? Es notable que continuase viendo no sólo las Indias, sino todo
el universo con el mismo tipo de sistema de una mitad superior y otra inferior, di-
vididas en un modelo de cuatro partes alrededor de un núcleo central. Para construir
este modelo del universo lo había encajado en un duplicado del primer modelo, pero
haciendo que la posición de la parte menor (las Indias) estuviera invertida dentro de
la estructura de la parte mayor (el universo) para tener en cuenta los efectos de la
conquista y la lógica interna del mismo sistema. Alrededor del reino de Castilla, aho-
ra en la posición central que hasta aquí había ocupado Cuzco y el Inca, se alinea-
ban otros cuatro reinos: Roma y Turquía en la sección superior antiguamente ocu-
pada por Chinchaysuyu y Antisuyu, y las Indias y Guinea en la parte inferior en el
lugar de Collasuyu y Cuntisuyu. Las Indias debían haber estado en la división su-
perior y Castilla en la división inferior, pero la relación colonial exigía que, así como
el Inca había sido incluido en la persona del rey de España, el orden general del uni-
verso tenía que invertirse en tanto que la configuración de todo el sistema perma-
necía inalterable (véase figura 2).
194 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

Igualmente Poma aplicó el mismo modelo para su representación del tiempo. Re-
cogió la tradición nativa de las cinco edades (Huari Viracocha, Huari, Purun, Auca,
Inca), y, siguiendo un proceso similar al que había empleado en el caso del espa-
cio, proyectó la división en cinco partes en el sistema cronológico occidental. De
tal manera que la historia bíblica se descomponía en 5 edades (Adán, Noé, Abra-
ham, David, Jesucristo) paralelas a las 5 edades del tiempo indio.
Poma, por consiguiente, encajó las aportaciones de la cultura occidental en la
preexistente estructura espacio-temporal de los indios, tal es, una síntesis rigurosa-
mente organizada según la lógica del pensamiento andino. Pero si esta síntesis im-
puso ciertas reglas, también proporcionó las bases para la reinterpretación y la crea-
ción. Poma recurrió a las categorías tradicionales, pero siendo reestructuradas en
el contexto del sistema colonial, tuvieron una nueva significación, como la resistencia
a la hegemonía española. Desde luego, el cronista asoció el concepto de pachacuti
(revuelta, revolución, tanto del tiempo como del mundo) con el final del imperio
inca: la relación generada por la invasión europea relegó a los indios al nivel de Co-
llasuyu en la división inferior, siendo así que debían haber estado en la división su-
perior. «El mundo está transtornado porque no hay Dios ni Rey»,4* y para informar
sobre la «enfermedad del mundo», Poma envió su «carta» de cien páginas al rey de
España. Con una esperanza casi mesiánica, suponía una catástrofe final (otro pacha-
cuti) por la que el rey de España (garante, como el Inca, del orden universal) pu-
siera el mundo nuevamente en orden.

RESISTENCIA Y REVUELTA

Los españoles establecieron sus 2 principales centros de colonización en Méxi-


co y Perú, donde ya existían estados poderosos; pero en las extensas «fronteras» si-
tuadas en las periferias de estos estados pronto surgió una feroz resistencia, que en
algunos casos perduró hasta los primeros años del siglo xx. ¿Qué causó este con-
traste? Fue el resultado de la auténtica naturaleza de las diferentes sociedades nati-
vas de América. Tanto en México como en Perú, los invasores europeos entraron
en contacto con una amplia y densa población que estaba bajo el dominio de insti-
tuciones centralizadas y durante mucho tiempo acostumbrada a producir un excedente
económico en beneficio del grupo dominante. Pero en el norte de México, al sur y
sureste de Charcas, o en Chile, la colonización española fracasó cuando se enfren-
tó principalmente con indios nómadas que no producían un excedente accesible y que,
debido a su movilidad, eludían los controles.
Incluso en México y Perú la facilidad relativa de la conquista no significó que
las hostilidades cesaran inmediatamente después de la invasión. La resistencia más
tenaz se mostró en los Andes, donde la fuerza motriz tras la primera revuelta im-
portante no fue otro que Manco Inca, uno de los hijos de Huayna Cápac. Antes de
la llegada de los españoles, había participado en una expedición dirigida en el este
del imperio contra los indios «montaña», y especialmente contra los chiriguanos.
Manco Inca comenzó colaborando con los españoles pero rápidamente se desilusionó:

46. Guarnan Poma de Ayala, Nueva Coránica, pp. 1.146; cf. igualmente pp. 409, 448,
530 y 762.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 195

... pensando que eran gente grata y enviada de aquel que ellos decían que era el
Tecsí Viracocha —que quiere decir Dios— y pareceme que me han salido al rrevés de
lo que yo pensaba, perqué sabed, hermanos, que éstos, segund me han dado las mues-
tras después que entraron en mi tierra, no son hijos de Viracocha sino del demo-
nio ...47

Manco asedió el Cuzco durante un año (marzo 1536-abril 1537), pero finalmente
cedió en su acoso. Se refugió en las montañas inaccesibles de Vilcabamba, al norte
de la antigua capital, y en los valles cálidos del Antisuyu (la base desde la que ha-
bía comenzado sus campañas anteriores). Esta región fue elegida no sólo por razo-
nes estratégicas sino también políticas y religiosas. No es una coincidencia que en
ella estuviera situada la cima sagrada del Macho Pichu, el santuario inviolable de
los sacerdotes nativos y la Mamacona del Sol, el cual permaneció desconocido para
los europeos hasta principios del siglo xx.
En el inmenso territorio bajo su control, Manco continuó las antiguas tradicio-
nes imperiales y, en efecto, restauró un estado «neoinca». En su Relación, Titu Cusi
atribuyó a su padre un lenguaje que expresaba resistencia a cualquier forma de acul-
turación. Manco instó a los indios a renunciar a la falsa religión que los españoles
intentaban imponer; el dios cristiano, decía, era tan sólo un trapo pintado incapaz
de hablar, mientras que los huacas podían oírles, y el sol y la luna eran dioses cuya
existencia era visible para todos.48 Tras la muerte de Manco Inca, su hijo, Sayri Tú-
pac, continuó la resistencia por 10 o más años, y más tarde se entregó a cambio de
la rica encomienda de Yucay (el «valle sagrado» que había sido propiedad personal
de Huayna Cápac). Otro hijo de Manco, Titu Cusi, le sucedió como jefe de la re-
sistencia, y el estado «neoinca» continuó desafiando la hegemonía española.
En 1560 el virreinato cayó en una profunda crisis. Parecía que Titu Cusi había
organizado un levantamiento general coincidiendo con la expansión del movimien-
to Taqui Ongo. Éste era un movimiento milenario originado en los Andes centrales
(en especial la región de Huamanga), pero, según Cristóbal de Molina, la «herejía»
procedía de los brujos de Vilcabamba. Los predicadores anunciaban el fin de la do-
minación española; los dioses nativos, que habían sido prohibidos y destruidos a la
negada de Pizarro, volverían a la vida de nuevo, para luchar contra el dios cristia-
no que, en su momento, sería conquistado. Entonces los españoles serían arrojados
del país:

... que ellos creyeron que todos los huacos del rreyno, quantos auian los cristia-
nos derrocado y quemado, auian resucitado y de ellos auian hecho dos partes, ... que
todos andaban por el ayre hordenando el dar batalla a Dios, y vencelle ... ; empero
que agora daña la vuelta al mundo, y que Dios y los españoles quedauan vencidos desta
vez y todos los españoles muertos, y las ciudades dellos anegados, y que la mar auia
de crecer y los auia a aogar, porque dellos no uuiese memoria.49

Así Taqui Ongo predijo un acontecimiento cósmico, un diluvio, el fin del mun-
do. Esta profecía se basaba en una representación cíclica implícita en el uso que Mo-
47. Titu Cusi, Relación de la conquista del Perú, p. 32.
48. Titu Cusi, Relación de la conquista del Perú, p. 78.
49. Cristóbal de Molina, Relación de las fábulas y ritos de los Incas [1575], Lima, 1916,
pp. 97-98.
196 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

lina hizo del término «vuelta» (turno, ciclo). Según otros testimonios, el dios cris-
tiano había completado su mita, esto es «vuelta a gobernar»; los huacas volverían
a crear otro mundo y otros hombres. Tenemos que recordar que, según la tradición,
el imperio inca había estado precedido por 4 soles y 4 razas de hombres. Cada una
de estas épocas había durado un millar de años, y el final de cada una de ellas esta-
ba precedido de grandes catástrofes. Ahora, en una versión recogida por Sarmien-
to de Gamboa, el imperio inca había sido fundado en una fecha que correspondía al
año 565 de la era cristiana. Y, también, se había hundido en un verdadero cataclis-
mo tras la llegada de los extranjeros, criaturas blancas y barbudas, y, como la cul-
minación de Taqui Ongo ocurrió en 1565, mil años después de la fundación del im-
perio, difícilmente era una coincidencia que fuera en el mismo año en que Titu Cusi
preparaba una sublevación general de los indios.
El plan de la revuelta, por lo tanto, se ajustaba dentro del tradicional entrama-
do de ideas que se interpretaban como una nueva forma de respuesta a la situación
colonial. Desde la conquista los huacas por mucho tiempo no habían recibido los sa-
crificios rituales, y, en su lugar, andaban errantes, abandonados, «asolados y muertos
de hambre». Para vengarse enviaron enfermedades y muerte a todos los indios que
habían aceptado el bautismo; además vagarían cabeza abajo o se convertirían en lla-
mas o vicuñas.50 Sólo los indios fieles al culto de los huacas serían admitidos en el
imperio prometido. Los huacas les prohibían entrar en las iglesias o llevar nombres
cristianos; no les permitían comer o vestir como los españoles. Así los seguidores
del movimiento mostraban su reconversión por medio de ritos de penitencia y pu-
rificación. Pero Taqui Ongo como tal no adoptó la forma de una acción militar. Los
indios esperaban que su liberación llegara no tanto por una acción violenta contra
los españoles, como por una victoria de los huacas contra el dios cristiano. Los pre-
dicadores recorrían aldea tras aldea restaurando el culto en los lugares sagrados con
rituales de «resurrección». El movimiento estaba acompañado por terroríficos rumo-
res. Se extendían epidemias de miedo. Corría la voz de que la gente blanca había
venido a Perú para matar a los indios en busca de sebo humano, que ellos utiliza-
ban como medicina contra ciertas enfermedades.51 De terror, los indios huían de
todo contacto con los españoles.
La iglesia denunció a Taqui Ongo como una secta de herejes y apóstatas. La «vi-
sita» de Cristóbal de Albornoz a las regiones de Huamanga, Arequipa y Cuzco hizo
posible descubrir a los principales promotores del movimiento. Según su categoría
o grado de culpabilidad, fueron azotados o sus cabezas rapadas. Hacia el 1570 de-
sapareció todo rastro de Taqui Ongo. Además de los efectos de la represión ecle-
siástica, indudablemente sufrieron las repercusiones de la captura y muerte de Tú-
pac Amaru, el último Inca de Vilcabamba.
Túpac Amaru había asumido la jefatura del nuevo estado inca tras la muerte de
su medio hermano, Titu Cusi, en 1571, pero su reinado fue efímero. El virrey, Fran-
cisco de Toledo, decidido a someter de una vez por todas al Perú, organizó la últi-
ma expedición fructífera, mandada por Martín García de Loyola (sobrino de san Ig-
nacio). La decapitación de Túpac Amaru, en 1572, en la plaza pública de Cuzco,
en presencia de una enorme multitud aterrada, atraída por los ecos de la ejecución de

50. Archivo General de Indias, Audiencia de Lima, legajo 319, apuntes de 1577, fol. 8r.°.
51. C. de Molina, Relación de las fábulas y ritos de los Incas Í15751, pp. 97-99.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 197

Atahualpa. A los ojos de la masa de la población india la «segunda muerte» del Inca
significó verdaderamente el fin del mundo.

Cerca del corazón de los Andes, la «cordillera» de los chiriguanos formaba una
frontera que resistió la colonización española durante tres siglos. En la segunda mitad
del siglo XVII, incluso Potosí y La Plata, centros neurálgicos del virreinato, fueron
amenazados en varias ocasiones.92
Aquí constatamos un fenómeno excepcional: antes de la llegada de los españo-
les, un gran número de indios guaraníes habían emigrado hacia el imperio inca. Ha-
bían salido del cuadrilátero situado entre los ríos Paraguay-Paraná y las costas atlán-
ticas. ¿Buscaban Candiré, «el país sin maldad» anunciado por los profetas? ¿O la
«montaña de plata»? Estas migraciones se hicieron a lo largo de un arco trazado entre
los ríos Guaporé-Mamoré y el Pilcomayo y, después de un viaje épico terminaron
en la montaña al este y sudeste del Charcas. Algunas de las tribus guaraníes llega-
ron a asentarse en esta amplia zona, tras haber sometido a los habitantes locales de
origen arawak (el Chañé); en lo sucesivo fueron conocidos y temidos con el nom-
bre de chiriguanos.
Se recordará que, en el momento de la colonización del valle de Cochabamba,
Huayna Cápac había desplazado a los «nativos» chuis y cotas y los había instalado
en las fortalezas de Mizque, Pocona, Pojo y Montepuco para que defendieran el im-
perio contra la invasión de los chiriguanos. Más tarde, probablemente durante la dé-
cada de 1520, Huayna Cápac envió a uno de sus parientes, Guacane, a conquistar
el territorio situado al sudoeste de Cochabamba, hacia la llanura de Guapay. Desde
Mizque, Guacane exploró la región, fundó otra fortaleza en Samaipata, y obligó a
una «alianza» al jefe local Grigota. Entonces importó nuevos mitmaq, comenzando
el trabajo en las minas de oro y estableció una fortaleza terminal en el llano de Gua-
nacopampa. En este punto, 8.000 guerreros guaraníes del Paraguay lanzaron un ata-
que sobre aquellos territorios recién conquistados por «el hijo del Sol». Sorprendieron
a los ejércitos incas, mataron a Guacane y destruyeron la fortaleza inca; también los
refuerzos enviados desde Cuzco fueron puestos en huida. Huayna Cápac, profunda-
mente afectado por el desastre, envió a Yasca, uno de sus mejores capitanes, a la
cabeza de un gran ejército reclutado en el norte del imperio y reforzado también en
el sur por los guerreros lupaca. Pero el éxito de la lucha fue incierta, y sólo con gran
dificultad logró Yasca reconstruir la fortaleza destruida.
Los primeros españoles que vieron a los chiriguanos fueron los que desembar-
caron en la costa atlántica. Al principio, los dos grupos invasores no se enfrenta-
ron directamente. Al contrario tras la primera fundación de Asunción en 1536, los
chiriguanos intentaron en varios momentos atraerse al gobernador Irala para que or-
ganizara una expedición hacia el interior de los Andes: el estado inca ya había de-
saparecido, pero los chiriguanos continuaron su lento avance hacia los territorios que
estaban ahora, en principio, bajo la jurisdicción española. Su expansión se hizo a
costa de la población nativa de las tierras altas de los Andes, el mitmaq anteriormente
fundado allí por el Inca. Así, hacia 1540, los muyu-muyus, que habitaban el extre-

52. Las páginas siguientes se basan en el primer capítulo («La Rencontre») de un traba-
jo en preparación de Thierry Saignes sobre la etnohistoria de los chiriguanos. El autor de-
sea agradecer al Dr. Saignes por permitirle consultar v citarlo.
198 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

mo de la cordillera que dominaba el Chaco, soportaron un feroz ataque en el que


perdieron sus jefes. Se trasladaron hacia el sudoeste para buscar refugio en los fuertes
incas de la región de Tarija. Pero varios años después, los chiriguanos los expulsa-
ron de nuevo. Habiendo recurrido a los españoles para su protección, los muyu-
muyus se situaron en los valles cercanos a la recién fundada La Plata (Chuquisaca),
causando así numerosas disputas entre diferentes encomenderos que intentaban apro-
piárselos. Más al norte, mientras Nuflo de Chaves cruzaba los valles cálidos más
allá de Mizque en 1548, se encontró con los chiriguanos de Samaipata que partían
hacia la guerra contra los indios chuis que se retiraban hacia Pojo.
Por consiguiente los españoles heredaron «una frontera plagada por la invasión
guaraní»,53 y su posición empeoró durante la década de 1560 por una extraordina-
ria reversión de alianzas. Aunque hasta ahora fieros enemigos, los indios andinos
y los chiriguanos de Paraguay parecía que habían enterrado sus diferencias para de-
fenderse de los invasores blancos. ¿Fue esto un resultado de la diplomacia de Titu
CUSÍ, el Inca de Vilcabamba, en un momento que, como hemos visto, Taqui Ongo
amenazaba el verdadero corazón de las posesiones españolas? La confederación an-
tiespañola, además, incluyó en el sur, a don Juan Calchaqui, jefe de los diaguita,
que envió mensajeros a los curacas de Charcas para animarles a rebelarse. ¿Exage-
raron el peligro las autoridades de La Plata? Fuentes del Cuzco aluden a planes si-
milares de colaboración entre los rebeldes incas y chiriguanos.54 Parecía que el
mundo indio, aturdido por la invasión europea, era capaz de superar sus rivalida-
des tradicionales para construir una alianza uniendo áreas tan diferentes como los
Andes y las llanuras de la cuenca atlántica.
Los chiriguanos aumentaron sus ataques a lo largo de toda la frontera. En 1564
destruyeron dos fuertes recién fundados por los españoles, Barranca sobre el río Gua-
pay (por Nuflo de Chaves) y Nueva Rioja sobre el Paripiti (por Andrés Manso que
murió en un ataque). Más al sur, arrasaron las estancias de Juan Ortiz de Zarate,
que era un rico minero empresario de Potosí y encomendero de los indios chichas.
En 1567 saquearon otras aldeas chichas a doce leguas de Potosí, capturaron a los
indios del servicio doméstico y mataron y se comieron a ló*s españoles. Y, por los
10 años siguientes, toda el área entre Tarija, Potosí, La Plata, Mizque, Santa Cruz
y la cordillera Chiriguano fue un territorio de completa inseguridad.
Tras la pacificación de Vilcabamba y la ejecución de Túpac Amara, el virrey
Francisco de Toledo decidió resolver el problema de los guaraníes. En 1573 fue a
La Plata donde recibió a los embajadores chiriguanos que habían llegado para ho-
menajearlo. Hablaban de un milagro realizado por Santiago, que presagiaba la paz,
y pidieron que les enviaran misioneros. Toledo ordenó una investigación; este in-
tervalo permitió que los jefes chiriguanos escaparan de La Plata; y Toledo descu-
brió que había sido engañado. Simplemente los indios habían intentado evitar repre-
salias o ganar tiempo. En junio de 1574 el virrey, a la cabeza de un gran ejército
dividido en 3 cuerpos, se dirigió a la cordillera. Pero la expedición se agotó intentan-
do quitar estorbos en un camino tan lejano como el Pilcomayo, mientras el enemigo
los acosaba desde la protección de las tierras altas. Diezmado el ejército por el ham-
bre y la fiebre, el mismo Toledo cayó gravemente enfermo. Finalmente, los españoles

53. La frase viene de Thierry Saignes en el libro antes citado.


54. Archivo Histórico de Cuzco, libro 5 del Cabildo, fol. 41r-47r.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 199

fueron obligados a retirarse, sin lograr nada. El propio virrey se contentó con fun-
dar 2 villas para proteger la frontera: Tomina en el sudeste y Tarija en el sur.
Animados por el fracaso de Toledo, los chiriguanos continuaron sus ataques y
amenazaron los dos nuevos establecimientos. «Vagan a todo lo largo de la frontera
de esta provincia, yendo tan lejos como para aparecer a ocho leguas de esta ciudad
de La Plata», se lamentaba el presidente de la audiencia. Saquearon los pequeños pue-
blos y los campos y capturaron españoles, criados indios y esclavos negros.55 El an-
tiguo mitmaq, que había retrocedido hacia Tarabuco y Presto, se encontró directa-
mente expuesto a esos ataques. «Realmente están a nuestras puertas», escribieron sus
señores en 1583, «y nos tienen tan rodeados y asustados que no nos atrevemos a salir
de nuestras casas para trabajar nuestros campos».56 Los chuis del valle de Mizque,
por su parte, prepararon un levantamiento con la ayuda de los chiriguanos del Guapay
y consiguieron huir al interior de las yungas. En 1584 el fuerte de San Miguel de
La Laguna, situado entre los ríos Cuapay y Pilcomayo, fue atacado y destruido. Los
españoles organizaron una expedición con tres puntas desde Santa Cruz, Tomina y
Tarija. Los resultados no fueron más afortunados que los anteriores. Fue la última
expedición que organizaron las tres ciudades juntas, y posteriormente cada sector
cuidó de su propia defensa.
Entre 1585 y 1600 la reconstrucción o la fundación de La Laguna, Villar, Po-
mabamba, Paspaya, Cinti y San Lorenzo alejó todo peligro de la región próxima a
Charcas. Una política gradual para poblar el área de modo constante rechazó a los
chiriguanos a sus escondrijos de la cordillera, desde los que resistieron a los espa-
ñoles durante 3 siglos más.

En Chile, en el extremo sur del continente americano, los indios araucanos re-
sistieron a los españoles tan ferozmente como los chiriguanos. Un rasgo destaca du-
rante el transcurso de estas guerras: la permanencia de la frontera señalada por el
río Bío-Bío. Las tribus al norte del río habían estado bajo la influencia del imperio
inca: como consecuencia los indios del norte de Chile disfrutaban de las ventajas de
mejores técnicas agrícolas; criaban ganado y también sabían trabajar el metal. El Inca
les había enviado su representación especialmente en forma de guarniciones milita-
res que ellos tenían que abastecer. Como consecuencia, sus costumbres y formas de
pensar se habían modificado: se habían acostumbrado a la dominación extranjera,
esto es, a producir un excedente económico bien en forma de mano de obra o como
tributo. Por otra parte, los indios nómadas y seminómadas al sur del Bío-Bío habían
escapado a la influencia inca y sólo estaban familiarizados con técnicas agrícolas ru-
dimentarias, complementadas con la caza y la recolección; su organización política
no iba más allá de los lazos tradicionales de parentesco. Por eso no es coincidencia
que los españoles fueran capaces de mantener su dominio al norte del Bío-Bío, mien-
tras que fracasaron al hacerlo en el sur: los límites meridionales del Chile central
coincidían finalmente con los del imperio inca.57

55. Robert Levillier, La Audiencia de Charcas. Correspondencia de Presidentes y Oido-


res, Madrid, 1916-1922, vol. II, p. 37.
56. Citado por Richard Mujia, Bolivia-Paraguay: exposición de los títulos que consagran
el derecho territorial de Bolivia, sobre la zona comprendida entre los ríos Pilcamayo y Pa-
raguay, La Paz, 1972, vol. II, p. 500.
57. Para una mayor exposición sobre los araucanos, véase Hidalgo, HALC, I, cap. 4.
200 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

Inicialmente, la colonización española estaba estimulada, por otra parte, por la


búsqueda de metales preciosos. Pero la producción de oro pronto comenzó a des-
cender, por lo que a finales del siglo xvi la agricultura y la ganadería eran los prin-
cipales recursos económicos (en las regiones de Santiago, Osorno y Valdivia). El
hundimiento demográfico no perdonó a Chile, y esto condujo a una escasez de mano
de obra, un problema que los españoles solucionaron en la guerra contra los rebel-
des araucanos cuando capturaron indios para convertirlos en esclavos, poniéndolos
a trabajar en las minas o en las chácaras. Muchos fueron enviados a Perú donde eran
revendidos. En sus expediciones contra los araucanos, los españoles consiguieron
la ayuda de indios familiarizados con el terreno y hábiles en el rastreo de presas hu-
manas. Por cada «cabeza» capturada recibían un precio considerablemente inferior
al de su valor real; así la presa constituía una forma de tributo.
Sin embargo, la resistencia de los indios rebeldes se apoyó en una forma dife-
rente de aculturación. Los araucanos cambiaron sus métodos de lucha adaptándolos
al combate contra los españoles. Sus armas tradicionales se componían de arcos y
flechas, lanzas templadas al fuego, garrotes, hondas y picas, su armadura incluía es-
cudos y mallas de cuero. Para resistir las cargas de la caballería española, los gue-
rreros araucanos extendían los extremos de sus picas hacia arriba unos seis metros
y armaban las puntas con agudas hojas, usando para ello las espadas, puñales o cu-
chillos capturados al enemigo, y las colocaban en doble fila, las picas más bajas atrás
y las más altas delante. De modo más signiñcativo, los araucanos imitaban a los es-
pañoles en el uso de los caballos: a finales de la década de 1560 la caballería nati-
va rivalizaba con la española. Sin embargo, los indios introdujeron algunas innova-
ciones. Aligeraron las sillas de montar españolas, y en lugar de estribos usaron aros
de madera en los que sólo metían el dedo gordo del pie. Esta caballería sumamente
móvil estaba acompañada por una infantería a la grupa, cada jinete llevaba un ar-
quero njpntado tras él.58
La aculturación de los araucanos no se limitó a las técnicas de guerra. Espontá-
neamente reemplazaron (y esto fue un fenómeno excepcional) el cultivo de maíz por
los que maduraban más rápidamente, trigo y cebada, con objeto de proteger las co-
sechas de las expediciones que los españoles lanzaban durante el verano. Política-
mente, las tribus llegaron a aceptar poco a poco que debían de abandonar su modo
de vida disperso y agruparse en formaciones más amplias durante las operaciones
militares. Finalmente, parece que sus creencias y prácticas religiosas se modifica-
ron también, con el crecimiento del chamanismo, y el culto al caballo. No obstan-
te, toda la sociedad araucana se reestructuró, de modo que permaneció fiel a sus fun-
damentos tradicionales.
En este contexto podemos comprender por qué la expansión europea fracasó en
Chile. Hubo especialmente un notable retroceso en 1S98 cuando una rebelión general
obligó a los españoles a evacuar todo el territorio al sur del río Bío-Bío. El epílogo
de esta historia es simbólico: el gobernador Martín García de Loyola, esposo de la
princesa Beatriz y antiguo vencedor de Túpac Amara, fue ejecutado y su cabeza pa-
seada en la punta de una pica araucana.

58. Alonso González de Najera, Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile
ÍI6141, Santiago, 1889, pp. 174-175.
LOS INDIOS Y LA CONQUISTA ESPAÑOLA 201

En el norte de México, como en el sur de Perú, la guerra continuó y la conquis-


ta perdió su impulso. En la zona fronteriza de los chichimecas la expansión espa-
ñola se encontró con una resistencia tan fuerte como la de los chiriguanos o los arau-
canos. Si esta área había tenido alguna extensión bajo control español a ñnes del si-
glo xvi, más al norte la guerra aún continuó contra los pueblos y los apaches.
El suceso preliminar de la «guerra mixteca» (1541-1542) fue muy parecido al le-
vantamiento de los Andes: ocurrió en una región lejana del centro (como la revuel-
ta de Vilcabamba), y era de carácter milenario (como Taqui Ongo). La revuelta es-
talló en Nueva Galicia, en la zona de Tlatenango y Suchipila, entre las tribus cascan.
El virrey Mendoza les culpó de la violencia que contenían las profecías de los bru-
jos enviados por las tribus chichimeca que vivían en las montañas zacatecas, fuera
del territorio en ese tiempo bajo control de los españoles. Los predicadores anun-
ciaban la vuelta de «Tlatol», acompañado por todos sus antepasados resucitados, y
el amanecer de una edad de oro. Por eso era necesario (como en el caso de Taqui
Ongo) repudiar el cristianismo: el creyente tenía que cumplir los rituales de peni-
tencia y purificación, tal como sumergir la cabeza para borrar la mancha del bau-
tismo. Pero, a diferencia de Taqui Ongo en los Andes, el milenarismo mexicano de-
fendía el recurso directo a la violencia: en Tlatenango los indios incendiaron la iglesia
y la cruz; en Tequila y Ezatlan mataron a los misioneros.
Como Taqui Ongo, este movimiento fue sólo suprimido con dificultad: tres ex-
pediciones sucesivas al mando de Miguel de Ibarra, Cristóbal de Oñate y Juan de
Al varado, fracasaron una tras otra (y Al varado, el famoso adelantado, comandante
de la región fronteriza, murió en la batalla). Para sofocar el levantamiento de una
vez por todas, el virrey Mendoza se vio obligado a ir en persona a Nueva Galicia,
al frente de una gran fuerza.
Pero la guerra sólo siguió adelante en el norte. Tras el descubrimiento de las mi-
nas de plata de los zacatecas en 1546, se abrió una nueva zona de colonización, cre-
ciendo gradualmente a medida que se establecían más y más junto a las minas. La
«frontera de la plata» comprendía la región de la meseta que estaba situada al norte
de la línea que aproximadamente atravesaba Guadalajara, Río Lerma, Querétaro y
Mestitlan. Esta región, conocida como Gran Chichimeca, estaba poblada principal-
mente por indios nómadas, que vivían de la caza y la recolección, y que habían per-
manecido fuera de la organización política de los aztecas. Sin duda el verdadero nom-
bre chichimeca que los aztecas les daban a estos indios significaba «bárbaros».
La guerra se produjo por un proceso de aculturación como el que sufrieron los
indios chilenos. Imitando a los españoles, los chichimecas aumentaron mucho su mo-
vilidad usando caballos. Para conseguirlos empezaron por atacar los asentamientos
y caravanas españoles, pero pronto los animales se multiplicaron en tal medida que
las manadas recorrían libremente todas las partes del país. Alrededor de 1579 Juan
Suárez Peralta observó que los caballos eran «tan numerosos que andaban errantes
por el país en estado salvaje, sin dueños; se les llamó cimarrones».59 Los chichime-
cas pronto empezaron a practicar una especie de cría caballar, ya que poseían ran-
chos (corrales) donde reunían a los animales.

59. Juan Suárez de Peralta, «Libro de alveyteria», libro II, cap. 6, publicado por Fran-
cois Chevalier, «Noticia inédita sobre los caballos en Nueva España», Revista de Indias, 1944,
p. 324.
202 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA

A fin de proteger sus comunicaciones con las ciudades mineras los españoles fun-
daron en lugares estratégicos de la frontera cierto número de puestos defensivos (pre-
sidios) que incluían una pequeña guarnición responsable de pacificar el área. Los chi-
chimecas capturados fueron convertidos en esclavos y componían una fuerza laboral
que fue muy apreciada en las minas de plata, y también en las estancias de la mese-
ta norte y central. Como la frontera araucana, la chichimeca se convirtió en una zona
dedicada a la caza de esclavos: esto es, la guerra se hacía para costearse a sí misma.
La resistencia chichimeca fue vencida por una nueva y original política basada
en la idea de la aculturación: a finales del siglo los virreyes Villamanrique, y más
tarde, Velasco, introdujeron nuevos métodos destinados a obligar a los indios a que
renunciaran a sus existencia nómada. Los españoles fundaron «misiones» donde los
indios se agruparon convirtiéndose al cristianismo; también pidieron ayuda de sus
aliados en el México central (especialmente de Tlaxcala y Cholula) y les animaron
a establecer colonias que les dieran a los chichimecas el ejemplo de una vida cris-
tiana. Pero, en efecto, como resultado de la expansión española, la guerra se extendió
otra vez al norte en los territorios que más tarde formaron Nuevo México. Los pue-
blos asentados en el valle de Río Grande fueron parcialmente sometidos, pero los
apaches, nómadas de llanos y mesetas, resistieron y conservaron su independencia.

El ejemplo de los indios de las fronteras (los chiriguanos, los araucanos, los chi-
chimecas) confirma, aunque en sentido negativo, la importancia de las estructuras
preexistentes en los estados azteca e inca, así como la base de la colonización es-
pañola. En Mesoamérica y en los Andes, el sistema colonial logró imponerse hacien-
do un uso nuevo de las instituciones ya existentes; éstas sobrevivieron sólo de for-
ma fragmentaria, aisladas de su contexto anterior que había sido definitivamente
destruido. Pero, en cuanto que el sistema tradicional, tanto conceptual como reli-
gioso, había perdurado, se desarrolló una contraposición entre, por una parte, la su-
pervivencia de una visión del mundo que constituía una totalidad significante, y de
otro, la continuidad parcial de instituciones desprendidas del sistema cosmológico
que les había dado sentido. Esta divergencia entre las continuidades y los cambios
definió la crisis de desestructuración en el mundo indio inmediatamente después de
la invasión europea.
Tenemos que aceptar que, tras el choque inicial de la conquista, la historia de
la sociedad colonial, tanto en Nueva España como en Perú, fue un largo proceso de
reintegración a todos los niveles: económico, social, político, ideológico. Según la
herencia precolombina y la fuerza de las partes contrarias, el proceso tomó formas
muy diferentes: sincretismo, resistencia, hibridación, hispanización. Pero entre la
cultura dominante española, que intentó imponer sus valores y costumbres, y la do-
minada cultura nativa, que insistió en preservar sus propios valores y costumbres,
el conflicto llega a nuestros días.

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